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Día 29: Primera Meditación

Meditar con Don Bosco


Meditar, estudiar, reflexionar, confrontarnos con Don Bosco, con su método
educativo, con su estilo de acercarse a los jóvenes, con la figura del Cristo Buen Pastor que
encarnó, es, para nosotros salesianos, necesidad ineludible si verdaderamente deseamos
mantenernos fieles a la misión que del Señor hemos recibido en la Iglesia y en el mundo.
No caeremos en el error de los nostálgicos que piensan que siempre tiempos
pasados fueron mejores, pero tampoco ignoraremos la realidad del mundo juvenil en el que
estamos inmersos, y ante el que, “aunque convencidos de la eficacia de los valores evangélicos,
nos cuesta trabajo llegar al corazón de los jóvenes, para los que deberíamos ser signos de
esperanza. Nos sentimos turbados por el hecho de que en la construcción de su vida la fe es
algo irrelevante. Constatamos una escasa sintonía con su mundo y una lejanía, por no decir
extrañeza, de sus proyectos. Notamos que nuestros signos, gestos y lenguajes no son eficaces;
parece que no inciden en su vida” 1. Por esto, muchas veces, nos encontramos como sin saber
qué hacer, qué proponer, porque cualquier propuesta seria y comprometedora parece
asustarles, y cualquier compromiso a largo plazo, es decir de proceso, parece imposible.
Estamos en continua comunicación con los jóvenes, pero parece que estamos sintonizados en
frecuencias diferentes. Nuestro mundo le es extraño, y su mundo, muchas veces, nos es vacío
sino escandaloso.
Esta es la realidad de nuestro mundo juvenil, y esta es la realidad en la que nos ha
tocado hacer reactualizaciones creativas de Don Bosco. Para poder ser los Don Bosco de
nuestro tiempo es indispensable que retornemos continuamente al Don Bosco, padre de los
niños y jóvenes desvalidos y sin padres de Turín, y a sus ideas de fondo, como “la mayor gloria
de Dios y la salvación de las almas; la fe viva, la esperanza firme, la caridad pastoral, el buen
cristiano y el honrado ciudadano; el trinomio: alegría, estudio, piedad; la moralidad y cultura; la
evangelización y civilización; el hacerse amar antes que hacerse temer; la razón, religión,
amabilidad; el padre, hermano, y amigo; a la familiaridad, sobre todo en el recreo; el ganarse el

1
ACTAS DEL CONSEJO GENERAL, ANO LXXXVII, Julio-septiembre de 2006, separate No. 394. Carta
del Rector Mayor, “Da Mihi Animas, Cetera Tolle”, Identidad carismática y pasión apostólica, 1,3
corazón; el educador consagrado al bien de sus alumnos; amplia libertad de saltar, correr, gritar
a gusto”, el buen pastor que da la vida por sus ovejas y no que se da vida con sus ovejas.
Reencontrarnos con Don Bosco nos permitirá reavivar nuestro amor primero por él y por la
síntesis de los valores evangélicos que él encarnó.
Reencontrarnos con la figura de aquel que nos apasionó con su modo de vivir el
evangelio y de trabajar con los jóvenes, puede ser una aventura apasionante y reconfortante.
Pero no podemos obviar un peligro siempre latente e insidioso, y del cual debemos hacernos
conscientes para poder combatirlo. El peligro es pensar que sobre Don Bosco ya todo está
dicho, que es un tema agotado, que de él ya lo sabemos todo, y que, en muchos aspectos,
nosotros seríamos más competentes para presentar el tema.
Como un esposo nunca llega a conocer plenamente a su esposa y viceversa, por
mucho tiempo que convivan juntos, así tampoco nosotros nunca podremos agotar la riqueza
que encierra la figura de nuestro padre, porque es la riqueza del mismo Evangelio que en él se
encarna en un tiempo y espacio determinado, pero para que se irradie por todas partes y en
todo tiempo. En la medida en que más nos acercamos a Don Bosco, más descubrimos su
riqueza y más nos hacemos conscientes de lo poco que lo conocemos.
El Rector Mayor, cuando convocó al Capítulo General XXVI, nos recordó que, para
despertar en nosotros la pasión de Don Bosco por la salvación de la juventud, era necesario,
ante todo, un mejor conocimiento de Don Bosco: es preciso estudiarlo, amarlo, imitarlo e
invocarlo (const 21). Porque alejados de nuestro fundador, descolorida la identidad carismática,
debilitados los vínculos con su espíritu, si no reanimamos nuestras raíces corremos el peligro de
no tener futuro ni derecho de ciudadanía; y sobre todo, corremos el riesgo, siempre actual, de
crearnos un Don Bosco a nuestra imagen y semejanza y atribuirle a él ideas, actitudes, y modos
de impostar la misión que de él no tienen nada.
Sigamos pidiéndole al Espíritu que nos acompañe en este propósito. La grandeza
del Espíritu se revela en su poder, que sabe renovar la faz de la tierra y hacer nuevas todas las
cosas. El Espíritu de Dios, presente en los diversos momentos de la historia, sabrá hacer nuevo
nuestro amor a Don Bosco.
Que María Auxiliadora, inspiradora y guía de nuestra congregación, nos acompañe en este
acercarnos a Don Bosco y reavive en nosotros el amor primero, que nos permita, como
encarnaciones actualizadas de don Bosco, escuchar a Dios para hablarle a los jóvenes y
escuchar a los jóvenes para hablarle a Dios.

Día 30: Segunda Meditación


Trabajo y Oración

Nuestro mundo se ha hecho cada vez más veloz y acelerado. Pero parece contradictorio, que
en un tiempo en que tantas cosas se pueden resolver relativamente fácil y en poco tiempo, con
una llamada, con un e-mail, con un fax, con un envío Express o con un depósito a una cuenta
bancaria, tengamos cada vez menos tiempo. El tiempo se nos escapa como el agua de las
manos, no nos alcanza el día para hacer todo lo que tenemos programado y por mucho que
hagamos siempre encontramos algo que debimos haber hecho y que aún falta.

Nuestro mundo se ha acelerado, y nosotros con él: una reunión aquí, reunión allí, reunión allá,
un encuentro allí, varias personas que esperan para ser atendidas, los empleados que necesitan
tal cosa, aquello que organizar, el tema que preparar, la celebración que no se ha preparado, el
inconveniente que se presentó en el patio, el dinero que falta para tal o cual cosa, etc. El
trabajo nos arropa y, a veces, casi nos esclaviza, pues no nos deja tiempo ni para nosotros
mismos. ¿Qué tiempo tenemos para leer algo, qué tiempo para reflexionar, qué tiempo para
descansar, qué tiempo para visitar la familia, aunque no estén enfermos, qué tiempo para
compartir amenamente con los hermanos de comunidad y sobre todo, qué tiempo para estar
con Dios, y qué tiempo para estar con los jóvenes?

Usando varias citas de nuestras constituciones, El Rector Mayor nos recuerda que “enviado por
Dios a los jóvenes, el salesiano se hace presente entre ellos con una actitud de fondo: la
simpatía y la voluntad de entrar en contacto con ellos en su ambiente y a acompañarlos en su
estilo de vida… Esta irrenunciable presencia abre al Salesiano al conocimiento vital del mundo
juvenil y así, sumergido en el mundo y en las preocupaciones de la vida pastoral aprende a
encontrar a Dios en aquellos a quienes es enviado. Y luego agrega: “Si queremos vivir
contemplando a Dios, si estamos dispuestos a oír su voz y a escuchar su Palabra, debemos
permanecer con los jóvenes, estar en medio de ellos. Entonces Dios nos hablará claro. Estar
con los jóvenes, sentir sus urgencias y consentir a sus demandas, no puede ser obstáculo ni
excusa verdadera, para buscar a Dios y acoger su Palabra”.

Como vemos, estar con los jóvenes, y nosotros estamos conscientes de ello, es vital para
realizar la misión y el proyecto de vida que proponemos. Sin embargo, ¿cuántas veces no nos
vemos obligados a descuidar esta presencia por todo el engranaje organizativo, por la
burocracia y trabajo de oficina que tenemos que resolver, por las reuniones y encuentros con
los que tenemos que cumplir, por los cheroquis que tenemos que conseguir?
Nuestra tarea primera es ser sacramentos, esto es, ser signos e instrumentos a través de los
cuales Dios se acerca a los jóvenes y a los jóvenes se acercan a Dios, y esto no lo podemos hacer
si no estamos con ellos. ¿Ante esta desoladora realidad qué hacer? No existen recetas hechas y
si algo hay que sacrificar lo último que debemos sacrificar es el tiempo que dedicamos a estar
con los muchachos con una presencia de calidad educativa. El aumento de las responsabilidades
y del trabajo para el Salesiano ha hecho que muchas funciones se vayan delegando, sin
embargo, existen algunas que son indelegables, y ésta es una de ellas. Por muy convencido, por
muy preparado, por muy salesiano que sea un laico, es difícil que logre tener en la mente y el
corazón el criterio oratoriano que debe animar nuestra misión, que logre encarnar en su vida lo
que Don Bosco quiso que fueran sus salesianos en medio de sus muchachos.

Otra tarea indelegable es nuestra relación de intimidad con el Señor. Y esta se ve tal vez mucho
más amenazada que la anterior. Los afanes del día no nos dejan tiempo y el tiempo que nos
deja es de muy poca calidad para la oración.

¿En qué tiempo orar? El Capítulo General pasado analizando nuestra realidad constataba la
falta de sentido comunitario de la vida espiritual (que parecería que fuera algo muy personal);
la ausencia en los momentos de oración comunitaria (porque parece que lo importante es la
oración y no que sea no comunitaria); una observancia meramente formal de las prácticas de
piedad (qué tipo de laudes y vísperas rezamos, alguna vez nos atrevemos a variar o a enriquecer
nuestros encuentros?); una distribución no equilibrada de los tiempos de trabajo (Dedicamos
todo el día), de vida comunitaria (le dedicamos el tiempo de las comidas, no siempre y de las
reuniones comunitarias, cuando algo que preparar a nivel inspectorial nos obliga) y de oración
(laudes y vísperas, meditación, con dificultad y, a veces, lectura espiritual). Creo que no se pudo
hacer un retrato más vivo de nuestras comunidades.

También los apóstoles tuvieron una experiencia similar al inicio de la iglesia, cuando optaron
por abandonar o delegar el servicio a las mesas comunitarias para dedicarse a sus competencias
más específicas: la práctica de la oración y el ministerio de la palabra. Algunas tareas pueden
delegarse en otros, nunca la oración y la predicación.

El Rector Mayor nos recuerda que la oración es el alma del apostolado, pero también el
apostolado vivifica y estimula la oración. No hay contradicción entre misión y contemplación,
vida apostólica y vida de oración. Quien deja de escuchar a Dios, quien no tiene tiempo para El,
antes o después dejará a los jóvenes, descuidará la vida comunitaria y abandonará el
seguimiento de Cristo.

La oración es cuestión del corazón, es el fruto de la necesidad que siente el amante de


encontrarse con el amado, cuando se ama a alguien se busca continuamente su compañía, su
presencia, escuchar su palabra, hablar con ella. Quisiera estar equivocado, pero me temo que
no sea así, si afirmo que la calidad, cantidad y profundidad de nuestra oración es proporcional a
nuestro amor por Dios, si oras poco o mal es porque amas poco o amas mal. Revisemos nuestra
experiencia humana, ¿qué tipo de comunicación tenemos con nuestros amigos o amigas
íntimas, qué tipo de atención le prestamos cuando estamos con ellos? Luego veamos nuestra
comunicación con Dios, cuando estamos en su presencia, no estamos muchas veces distraídos,
soñolientos, agotados, con nuestro pensamiento en otra parte…
Para Don Egidio Viganó, y para toda nuestra tradición, tomando su fuente desde San Francisco
de Sales, nuestro trabajo debe convertirse en oración y nuestra oración debe orientar y dar
sentido a nuestro trabajo. Sin embargo, para don Viganó, una espiritualidad de vida activa no es
cosa fácil. La acechan muchos peligros, de los cuales, el más radical es la superficialidad
espiritual: expresada en el dejarse guiar por una óptica horizontalística, que pone la primacía
del hacer al ser, el dejarse llevar por el activismo, el concentrarse exclusivamente sobre
aspectos organizativos, culturales, económicos, políticos, etc.

El Salesiano no es un mero animador de patio, o un asistente social, sino un cultor de la vida en


el espíritu, uno que atrae a los jóvenes para proponerles un camino que conduce a Dios, es un
hombre de espíritu, que ha tenido una vivencia profunda de Dios y que puede compartirla y
entusiasmar a otros a que hagan la misma experiencia. Sin embargo, es una realidad innegable
el que nadie da lo que no tiene, y para acompañar a los jóvenes para que cultiven su vida
espiritual es necesario que cultivemos y cuidemos con esmero la nuestra, y una auténtica vida
espiritual exige que todos dediquemos regularmente, cada día, momentos apropiados para
profundizar en el coloquio silencioso con Aquel por quien nos sabemos amados, para compartir
con El la propia vida y recibir luz para continuar el camino diario.

El Señor Jesús es modelo perfecto en este sentido, su continua referencia al Padre, su quedarse
por las noches en diálogo con el padre, su realidad existencial hecha oración continua, nos
muestran un ejemplo de vida contemplativa en la acción. Don Bosco también nos sirve de
modelo, pues vivía como si viera al invisible. Don Bosco no dedicó largas horas del día a la
meditación o contemplación estática en una capilla, pero los momentos que dedicó fueron de
gran intensidad. Basta leer los testimonios de cómo celebraba sus eucaristías, cómo se le
iluminaba el rostro cuando predicaba sobre ciertos temas, etc.

Nuestro reto no es ampliar nuestro tiempo, no es multiplicar momentos, es cumplir con lo que
tenemos y darle calidad, que estemos con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, con todo
nuestro corazón, y que nuestros encuentros no sean porque el reglamento me lo manda, sino
por la necesidad de encontrarme con Aquel que me amó primero, me hizo experimentar su
amor, me sedujo y yo no puedo hacer más que buscarlo como la esposa del Cantar de los
cantares busca a su amado entre montes y colinas. No necesitamos más, eso nos basta.
Día 31: Tercera Meditación
Peligros para la vida religiosa actual

Vivimos en una época de grandes cambios culturales, que inciden profundamente sobre
nuestro estilo de vida. Los tiempos van cambiando y, con ellos, nuestro modo de ver y de
vivir como religiosos. Vivimos en un tiempo y en una cultura determinada, de la cual no
podemos desligarnos aunque queramos, pues en ella vivimos, nos movemos y existimos,
para bien o para mal. Vivimos en un tiempo que ama lo efímero, en que las modas pasan
antes de que terminen de surgir, que relativiza los valores tradicionales, que pone en tela
de juicio todo aquello que sea tradición, que admira el eficientismo, que se deja encantar
de las maravillas de la técnica, que usa y vota por el placer de usar y poseer, que envuelve
sutilmente en su modo de concebir la vida, de una forma descomprometida con todo lo
que no sea el culto al yo y al placer de lucir y de poseer.
El bombardeo continuo de noticias, informaciones y acontecimientos ocupan
continuamente la mente y dejan poco espacio a la reflexión y a la profundidad interior.
Quien de nosotros que estamos en la candela tiene tiempo, incluso para preparar bien
una clase, un tema o una homilía, un proyecto, cuanto más para hacer una reflexión seria
sobre nuestra fe y sobre nuestro ser consagrados. Este nuestro ser y hacer sin
profundidad de reflexión nos lleva a asimilarnos a la mentalidad de este mundo, a ir
asumiendo, inconscientemente muchas veces, actitudes y modos de vida que desdicen de
nuestro ser religiosos salesianos.

El Rector Mayor emérito, Don Pascual Chávez, afirmó: “nuestra Congregación conoce la
insidia de la mediocridad en la vida espiritual, el aburguesamiento progresivo y de la
mentalidad consumista”. Parafraseando a Don Bosco en su Testamento espiritual, y
esperando no faltar al respeto con esto, podríamos decir que: Desde el momento en que
comience a aparecer el bienestar en la persona: tenis, zapatos, ropas de marca, celulares
de última generación, lat up con los últimos adelantos de la tecnología; o en las
habitaciones: radios con Home theather, televisores, Internet flash, aire acondicionado,
alfombras, etc, o en las casas, comienza al mismo tiempo la decadencia de nuestra
congregación (…). Cuando comiencen entre nosotros las comodidades o el bienestar (en
los vehículos, en nuestros gastos personales, en nuestras cenas fuera de casa o en las
visitas a los cine o centros nocturnos, en las ayudas personales que hacemos a
particulares, en nuestra vida económica de la que no damos cuenta, etc,) nuestra pía
sociedad habrá cumplido su curso”.

Don Egidio Viganó, en su libro sobre La Interioridad Apostólica, constata que entre las
cosas que han cambiado, está la metodología ascética de los consagrados, más aún se va
perdiendo el sentido de la ascesis y la misma palabra está en desuso. Los religiosos cada
día más van perdiendo el sentido de la cruz en la vivencia de su consagración. Sin
embargo, el vaciamiento de sí por amor no tiene otra vía que la de la cruz, es en la cruz
donde encontramos la manifestación máxima de la donación total por amor al Padre y a
los hermanos. Ha habido una crisis y, no pocos, han considerado muchas prácticas de
mortificación y de renuncia como obsoletas, olvidándose que la ascesis y la mortificación
son elementos indispensables para la guarda del corazón y la fidelidad a los votos. Nuestra
obediencia, pobreza y castidad no pueden ser posibles si no cultivamos en nosotros un
espíritu de mortificación y de renuncia sí por amor. Quien no se acostumbra a negarse en
las pequeñas cosas no sabrá negarse en las grandes.

Todos estos cambios ponen en peligro nuestra fidelidad a nuestra consagración y al


carisma, y dentro de los peligros que más nos acechan Don Viganó enumera los
siguientes:

- No dar importancia a la disciplina religiosa (coloquio, horario, momentos


comunitarios).
- El espejismo de ciertas modas ideológicas que llevan, sin que nos demos cuenta, a
dar más importancia a problemas terrenos que guían la opinión pública o la
opinión de grupo, que a aquello a lo que ha dado importancia Jesús.

- La interpretación democraticista de la fraternidad religiosa, que lleva a ver la figura


del Director como algo decorativo o inútil. Y esto, sea por parte de los hermanos,
que prescinden de hecho de su función (quien hace coloquio, quien da cuenta de
lo que hace o piensa hacer de lo que recibe o gasta, o es que no estallamos muchas
veces cuando el director intenta pisar algunos de nuestros terrenos sagrados:
economía, salidas y entradas nocturnas, modos de impostar la pastoral, amistades
demasiado íntimas, etc.), pero también como por parte del mismo Director que se
considera a sí mismo como uno más entre los otros. Y como es uno más no se
preocupa de estudiar y discernir, no ora como lo requiere su cargo, se sentirá libre
de estar o no estar en los momentos comunitarios, no buscará cuales son las
formas de hacer crecer la comunidad en la caridad pastoral, se llenará de tantos
compromisos que no le dará el tiempo de cumplir con el que la obediencia le ha
encomendado, es decir, animar la formación permanente, asegurar la elaboración,
puesta en práctica y revisión del proyecto educativo pastoral.

- Un peligro especial lo constituye una especie de soberbia intelectual, que apela a


su consciencia cuando algo se le cuestiona. (sobre la pobreza, la obediencia, la
castidad)

- Otro peligro son las concesiones a la concupiscencia, es decir darnos permiso para
ciertos gustos o placeres. Todos tenemos nuestros gustos particulares en los que a
veces nos excedemos, sin embargo, cuando esto se hace hábito y crece en
proporción y frecuencia, y el director o los hermanos no se dan cuenta o no son
capaces de llamar al hermano como amigo o como hermano, el demonio hace su
zafra. El no estar atentos en este aspecto ha llevado a muchos hermanos a
terribles fracasos.

- Por último dos peligros de los que hablaremos más detalladamente mañana: el
descuido de la oración y de la presencia entre los muchachos por falta de tiempo.

Nuestro tiempo cambia, cambiamos nosotros con él, pero no podemos dejar que
cambien nuestras convicciones de consagrados. Dios nos ha elegido para que seamos
totalmente suyos, para así poder entregarnos totalmente a los jóvenes. Nuestros votos y
nuestra vivencia comunitaria de los mismos son la expresión de esta donación amorosa.
Sólo el amor profundo y vivencial nos salvará de tales peligros. En el mundo encontraran
dificultades, pero no teman yo he vencido al mundo, dice el Señor.

P. Jesús Aníbal Bello Vallenilla, sdb


Vicario Inspectorial

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