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SANTO TOMÁS DE AQUINO.

(1225-1274)
MARCO HISTÓRICO, SOCIOCULTURAL Y FILOSÓFICO

Tomás de Aquino es un filósofo cristiano del s. XIII, es decir de la Baja Edad Media.
Pertenece a la Escolástica, nombre que recibe la filosofía de los autores cristianos producida
en las escuelas catedralicias y universidades medievales y que abarca desde el s. VII hasta el s.
XIV.
Históricamente el siglo XIII es el momento de esplendor del mundo medieval y a la vez es una
etapa de grandes transformaciones. La economía goza de cierta estabilidad, se incrementa el
comercio, aumenta la población y se desarrollan las ciudades.
Políticamente, comenzaron a consolidarse las grandes monarquías europeas (Castilla, Aragón,
Inglaterra, Francia). El sistema de organización social siguió siendo feudal, dividiéndose la
sociedad en tres estratos vinculados por relaciones de vasallaje: nobleza, clero y campesinado.
Sin embargo los habitantes de las ciudades, artesanos y comerciantes, mantuvieron una
relativa independencia.
Desde el punto de vista cultural hay que destacar:
- Es la época de las grandes catedrales y del gótico
- La fundación de las Universidades que surgen a partir de las escuelas catedralicias, las
primeras las de París y Bolonia a principios del siglo XIII.
- La fundación de las órdenes mendicantes, dominica y franciscana (Sto. Tomás es dominico).
Sus miembros pronto se convertirán en los maestros más famosos del XIII. El aspecto más
destacado de estas órdenes es que supusieron una renovación interna de la Iglesia al plantear
el ideal evangélico de pobreza frente a unas estructuras eclesiásticas excesivamente ricas y
poderosas.
- La recepción de las traducciones de los filósofos griegos, árabes y judíos, que ya había
comenzado el siglo anterior. Especialmente destacada es la influencia de Aristóteles. Se puede
decir que el XIII es el siglo del aristotelismo.
Respecto al contexto filosófico destaca la Escolástica, cuyo principal representante es Santo
Tomás a quien situamos en la llamada disputa del aristotelismo. Durante los siglos anteriores
la filosofía era de inspiración fundamentalmente platónica. En esta línea se sitúa San Agustín.
Con la llegada de la obra aristotélica y de los comentarios de
Averroes (filósofo árabe del s. XII) a Aristóteles se introducen ideas opuestas al pensamiento
cristiano. Esto provoca en el siglo XIII un enfrentamiento entre el pensamiento tradicional, de
raíz platónico-agustiniana y los defensores del aristotelismo. Algunos de estos seguidores de
Aristóteles, los Averroístas Latinos, fueron acusados y condenados por herejes y otros, como
es el caso de Tomás de Aquino, consiguieron elaborar un aristotelismo moderado que, aunque
al principio tuvo
que soportar acusaciones de herejía, terminó convirtiéndose en el pensamiento oficial de
la Iglesia.

1. PROBLEMA DEL CONOCIMIENTO (EPISTEMOLOGÍA):

1. La filosofía de Sto. Tomás parte de su teoría del conocimiento que establece qué es lo que
podemos conocer y cuáles son los límites de nuestro conocimiento. Se trata de una teoría del
conocimiento empirista que sostiene que nuestro conocimiento parte siempre de los sentidos.

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Por lo tanto, en el tema del conocimiento (como en todo lo demás) Santo Tomás sigue a
Aristóteles y se opone a Platón cuya teoría del conocimiento es racionalista ya que desprecia el
conocimiento sensible y considera que ha de ser la razón por sí misma la que alcance el
verdadero conocimiento.
2. Tomás, sostiene que el origen de todos nuestros conocimientos está en la experiencia, en el
conocimiento sensible. Sin embargo, no se queda ahí, ya que a partir del conocimiento
sensible de los seres particulares y concretos, el entendimiento humano tiene la capacidad de
ir más allá para adquirir un conocimiento intelectual de las esencias universales, a través del
proceso de abstracción. El proceso es el siguiente:
a) A través de los órganos de los sentidos captamos la realidad sensible, los objetos singulares,
particulares y concretos (este árbol). Obtenemos así imagen particular que se almacena en la
imaginación o memoria.
b) Sobre esa imagen actúa el Entendimiento Agente, despojándola de sus elementos
individuales y elaborando una representación general, es decir, su función es abstraer el
elemento universal o esencia.
c) Esta representación general pasa al Entendimiento Paciente que la recibe produciendo el
concepto (el concepto de árbol). La función del Entendimiento Paciente es conocer el universal
abstraído por el Entendimiento Agente.
3. Esta concepción empirista del conocimiento marca unos límites al conocimiento de los que
carecía la teoría platónica, que a su vez inspiró a San Agustín. Para Platón y sus
seguidores la razón es capaz, a través de la reminiscencia, de captar las realidades inmateriales
y las Ideas. Para Tomás, que sigue a Aristóteles, el conocimiento se origina
a partir de la experiencia y tiene unos límites que marca la propia experiencia. Por ello sobre
las realidades inmateriales y Dios, sólo se puede tener un conocimiento imperfecto y analógico
elaborado a partir de los datos de los sentidos. Este último punto será de gran importancia
cuando se plantee el problema de las relaciones entre razón y fe.
4. En cuanto a las relaciones entre razón y fe como fuentes de conocimiento, Sto. Tomás
afirma que tanto la fe (en la Revelación) como la razón son fuentes de conocimiento y dan
lugar a dos ciencias: la Teología Revelada y la Filosofía, respectivamente. Durante los primeros
siglos de la Edad Media, la fe y la teología tenían una primacía absoluta sobre la razón y la
filosofía, pues se consideraba que éstas
últimas, por sí solas, no eran capaces de proporcionarnos un verdadero y completo
conocimiento de la realidad, algo que sólo se alcanza a través de la fe, siendo la razón el
instrumento que nos ayuda a profundizar en las afirmaciones de la fe (posición de San
Agustín).
A partir del siglo XI esa concepción de las relaciones entre fe y razón entra en crisis y
comienzan a surgir disputas entre los que otorgan primacía a la fe sobre la razón y los que lo
hacen justamente al revés. Sto. Tomás en el siglo XIII armoniza la razón y la fe manteniendo
una posición que afirma:
A) La autonomía de la razón frente a la fe (se separa de San Agustín): la razón y la fe son dos
fuentes de conocimiento distintas y autónomas.
B) Aunque sean autónomas, cuando sus objetos de investigación coincidan, no pueden
contradecirse, ya que la verdad es sólo una. Si Dios es el que habla a través de la Revelación y
Dios es el creador de la razón humana, es lógico pensar que lo que nos dice directamente
desde la revelación es lo mismo que lo que nos dice indirectamente a través de la razón.
Rechaza, por tanto, la teoría de la doble verdad de Averroes que sostenía que razón y fe
pueden llegar a verdades opuestas.
C) Según Tomás existe un conjunto de verdades que son comunes a la razón y a la fe , es decir
se conocen por fe pero también pueden demostrarse racionalmente. Se llaman preámbulos
de la fe, son: que Dios existe, que es omnipotente, que el alma es inmortal, y la creación del
mundo a partir de la nada. Estas verdades se diferencian de los artículos de fe, verdades sólo
conocidas por revelación como por ejemplo la trinidad divina.

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5. Tomás justifica la existencia de tales verdades alegando dos tipos de razones:
1.Circunstanciales, ya que es conveniente que ciertas verdades alcanzadas racionalmente sean
también reveladas, ya que muchos hombres, por pereza, falta detiempo o capacidad, no
podrían alcanzarlas de otro modo.
2. Estructurales, ya que dada la posibilidad de error que amenaza al hombre, conviene que
estas verdades lleguen a los hombres por la vía de la revelación para garantizar su
conocimiento.
6. Su posición conciliadora se manifiesta también en su defensa de la colaboración entre la
razón y la fe, ambas ciencias deben prestarse ayuda mutua. La razón debe ayudar a la fe:
- Proporcionándole procedimientos de ordenación.
- Demostrando los preámbulos de la fe que son verdades alcanzables por la luz de la razón
- Proporcionando armas dialécticas para defender los artículos de fe frente a los ataques que
les dirigen los filósofos y haciendo ver que son, al menos, creíbles.
La fe debe ayudar a la razón:
- Adelantándose a la razón pues sólo con ésta es muy costoso y lento llegar a la verdad.
- Confirmando con la autoridad divina lo que descubre la razón.
- Sirviéndole de criterio extrínseco: señalándole al hombre que debe revisar sus posiciones
filosóficas si le llevan a conclusiones contrarias a la fe, pues ello es prueba de que está
equivocado.

2. METAFÍSICA (ONTOLOGÍA O REALIDAD):

1. La ontología tomista está basada, por una parte, en la revelación y, por otra, en la filosofía
de Aristóteles de quien toma, entre otras, la teoría hilemórfica según la cual todas las
substancias, salvo Dios, son un compuesto de dos elementos: la materia y la forma o esencia, y
la teoría de la potencia y el acto según la cual todas las substancias, salvo Dios, son un
compuesto de acto y potencia.
2. Por supuesto, Santo Tomás tiene que negar todas aquellas ideas de Aristóteles que
contradicen el dogma cristiano, entre ellas, la eternidad del mundo. Santo Tomás tiene que
establecer, tal como exige la revelación, que el mundo fue creado por Dios a partir de la nada y
que existe una diferencia radical entre Dios y todas las criaturas.
3. Dios es el ser absolutamente necesario, existe y no puede no existir. Mientras que todos los
demás seres son contingentes, existen pero podrían no existir si Dios así lo decidiera. Para ello
Tomás añade a las distinciones que Aristóteles había establecido en los seres, materia-forma,
acto-potencia, una distinción más, la distinción entre esencia y existencia.
En todos los seres, salvo Dios, se distingue la esencia, aquello que un ser es, de la existencia, el
acto de existir o ser en el mundo. La esencia está en potencia de existir, tiene la posibilidad de
existir, pero también de no existir, es contingente, no necesaria.
Es preciso que algo o alguien la haga existir actualizando su potencialidad. Ese algo es Dios, el
único ser necesario y simple cuya esencia coincide con su existencia. Dios es libre de dar o no
dar la existencia a las criaturas.
4. Dado que la relación entre la esencia y la existencia es un caso de la relación entre la
potencia (esencia) y el acto (existencia), parece claro que que la existencia no puede
predicarse de forma unívoca de los diferentes seres. Si la existencia es el acto de la esencia, es
lógico concluir que el tipo de existencia de cada ser dependerá de la esencia que en cada caso
se actualice. Por tanto, la existencia se dará en distintos niveles de perfección según las
esencias que se actualicen. De este modo entre los seres creados,la existencia más perfecta
será la de los ángeles (seres que son pura forma sin materia), un segundo grado sería el de la
existencia del hombre (dotado de entendimiento, razón y voluntad y libertad), y a
continuación animales, plantas y minerales.

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Dios es el grado máximo de perfección, su esencia es su existencia (es Acto puro de Ser), en
este sentido Dios es el Ser (la existencia) en su máxima plenitud, mientras que los seres
creados por él participan del ser (existencia), es decir, tienen ser en mayor o menor grado,
según la capacidad de ser de sus respectivas esencias. Cualquier perfección (la existencia
misma) se predica de Dios y de las criaturas por analogía: Dios es la existencia, las criaturas
tienen existencia; Dios es la perfección, las criaturas participan e imitan, más o menos, esa
perfección

5. Santo Tomás al demostrar que Dios es causa de todo cuanto existe, ha demostrado que Dios
ha creado el mundo a partir de la nada, ni siquiera la materia es eterna. Ese acto de creación
ha sido un acto totalmente libre pues lo contrario sería minimizar la perfección divina. Dios,
además, no es sólo causa del comienzo del mundo, sino también de su duración pues lo
conserva por medio de una creación continua a la que llamamos providencia.

3. El PROBLEMA DE DIOS (TEOLOGÍA)

1. Sto. Tomás sabe por revelación que Dios existe, pero él pretende demostrar la existencia de
Dios utilizando únicamente la razón. Demostrar que Dios existe es necesario ya que no es una
verdad evidente ni tampoco una idea innata, prueba de ello es que existen ateos. También es
posible porque partiendo del conocimiento de las cosas sensibles podemos encontrar una vía
o camino para demostrar la existencia de Dios (demostración a posteriori). Vemos cómo la
teoría del conocimiento de Santo Tomás, que es empirista como la de Aristóteles, hace posible
esa demostración.

2. Las cinco vías constituyen el procedimiento utilizado por Tomás para demostrar la
existencia de Dios. Las cinco presentan la misma estructura:
a). Parten de un hecho de experiencia que debe ser explicado.
b). Se recurre al principio de causalidad: todo lo que sucede posee una causa.
c). Se niega la posibilidad de una serie infinita de causas subordinadas entre sí pues
eso equivaldría a no explicar nada.
d). Se afirma una primera causa incausada.
e) Se identifica con el Dios cristiano de la revelación, así que Dios existe.
Las cinco vías son:
1ª. Vía del movimiento: va desde el movimiento que observamos en el mundo hasta el
motor inmóvil, que es Dios.
2ª. Vía de la causalidad eficiente: va desde las causas productoras subordinadas, que son a su
vez causadas, hasta la primera causa incausada, que es Dios.
3ª. Vía de la contingencia: va desde la contingencia que observamos en las criaturas (pueden
existir o no existir) hasta el ser necesario (es imposible que no exista), que es Dios.
4ª. Vía de los grados de perfección: va desde la mayor o menor perfección que observamos en
las criaturas hasta el ser sumamente perfecto, que es Dios. Este argumento es de origen
platónico y presupone la idea de participación. Los seres contingentes no poseen su ser por sí
mismos, ni tampoco su bondad o su verdad; reciben sus perfecciones, participan de ellas. La
causa última de la perfección debe ser perfecta en sí misma; no puede recibir su perfección de
otro.
5ª. Vía de la finalidad o del orden cósmico: va desde el orden que observamos en el mundo
(todos los seres, incluso los irracionales, cumplen su finalidad) hasta la suprema inteligencia
ordenadora, que es Dios.

3. Una vez demostrada la existencia de Dios, podemos acceder racionalmente a su esencia o


modo de ser. Por supuesto el conocimiento que el ser humano puede tener de la esencia

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divina es imperfecto y limitado puesto que Dios es infinito y el entendimiento humano es
finito.
Los atributos divinos pueden ser conocidos a través de tres vías:
- Vía de la negación: consiste en negar de Dios todos aquellos atributos imperfectos que
observamos en las criaturas. Así sabemos que Dios es inmutable, simplicísimo (en él no hay
composición materia-forma, acto-potencia, esenciae-xistencia), infinito, omnisciente...etc.
- Vía de la eminencia: consiste en predicar de Dios todos aquellos atributos positivos que
predicamos de las criaturas pero en grado sumo o eminente. Así sabemos que Dios es la suma
perfección, la suma bondad, el sumo bien...etc.
- Vía de la afirmación o positiva: en las criaturas se dan perfecciones que, en cuanto tales, no
denotan imperfección alguna y las deficiencias que podemos observar en ellas se deben a la
limitación de la propia criatura. Así, por vía de afirmación, podemos atribuir a Dios inteligencia,
sabiduría, bondad, pues si se dan en los seres creados tales perfecciones, no puede el creador
carecer de ellas.
Sin embargo, la distancia entre las criaturas y Dios es infinita, y todas estas perfecciones no
pueden afirmarse de Dios del mismo modo que de las criaturas. Los nombres que aplicamos a
Dios y a las criaturas no han de entenderse en un sentido unívoco. El ser de las criaturas es
recibido, derivado, dependiente y finito. Por tanto, los conceptos derivados de nuestra
experiencia de las criaturas se predican de forma no unívoca sino analógica cuando se aplican
a Dios.

4. EL HOMBRE (ANTROPOLOGÍA O PSICOLOGÍA).

1. En su antropología, el de Aquino adoptó el hilemorfismo aristotélico, si bien, como


veremos, no fue plenamente fiel al Filósofo.
Frente a todas las explicaciones de carácter platónico, fundamentadas en un dualismo excesi-
vo, según el cual el hombre es propiamente su alma unida accidentalmente a un cuerpo del
que se sirve como de una herramienta, Tomás defiende que se da una unión sustancial entre
el cuerpo y el alma; hasta tal punto que alma y cuerpo se encuentran relacionadas como la
forma sustancial y la materia primera, formando una única sustancia. Sólo la unión de cuerpo
(materia) y alma (forma sustancial) da lugar a ese ser (sustancia) que llamamos hombre. Es evi -
dente por tanto, que no es correcto suponer que el sujeto de actividades como la nutrición, la
sensación, la reproducción... es el cuerpo, y el de actividades como el conocer o el querer (li-
bre) es el alma; el sujeto de todas ellas es uno solo, el ser (sustancia) llamado hombre.
2. Del mismo modo que en Aristóteles, el alma única del hombre es lo que le proporciona to-
das sus operaciones vitales, vegetativas, sensitivas e intelectivas. En una planta sólo hay alma
vegetativa, que la facultad para la vida más elemental, es decir, alimentarse, crecer y reprodu -
cirse; el animal irracional tiene sólo alma sensitiva, principio de vida vegetal y sensitiva (movi-
miento local, sensación y apetitos sensibles); y el hombre únicamente alma racional, pero el
alma racional además de capacitar para desarrollar las funciones propias del ser racional (en-
tender, querer y obrar libremente) incluye las funciones vegetativa y sensitiva.
3. Por tanto, de acuerdo con Aristóteles, el alma es el principio de vida, la forma sustancial, de
todo ser vivo. Donde hay vida hay un alma que se corresponde con el tipo de vida del que se
trate. Ahora bien, hay un punto en el que el de Aquino no sigue a Aristóteles: la inmortalidad
del alma humana (un preámbulo a la fe, es decir, una verdad que podemos llegar a conocer
por la razón, pero que también ha sido revelada). Tomás demuestra la inmortalidad del alma
humana (racional) basándose en que el hombre ejercita actividades psíquicas que no depen -
den intrínsecamente de un órgano corporal, como por ejemplo: juzgar, razonar, reflexionar
(conocimiento inteligible). No podría decirse lo mismo de las actividades para las que capacita
el alma vegetativa o el alma sensitiva, pues en estos casos el alma depende del cuerpo para to-
das sus operaciones (comer, correr, conocer a través de los sentidos...), y se corrompe cuando

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se corrompe el cuerpo. De este modo, el alma racional es la única inmaterial, es decir, espiri-
tual, la única que desarrolla actividades desvinculadas de la materia y capaz de tratar con obje-
tos no materiales: los conceptos, Dios...; es también incorruptible pues al no depender intrín -
secamente del cuerpo, no le afecta la corrupción de éste, y subsistente (ya que debe subsistir
tras la muerte del individuo sin estar unida a la materia).
4. Por tanto, el alma humana racional es inmortal por naturaleza; sólo la acción aniquiladora
de Dios podría poner fin a su existencia. Y, en este sentido, podría decirse que respecto de sí
misma es como una sustancia (existe por sí y en sí) incorpórea. Pero al alma le corresponde
por esencia estar unida al cuerpo en un único acto de ser (una única existencia), un hombre.
En efecto, como forma sustancial de un cuerpo que tiene la vida en potencia (tal y como decía
Aristóteles), el alma subsistente, separada del cuerpo tras la muerte, no está en su condición
natural y no es persona humana, estrictamente hablando, ya que la palabra persona se refiere
a toda la sustancia completa, unidad de alma (forma) y cuerpo (materia). De este modo,
Tomás se esfuerza en hacer compatibles la antropología aristotélica, la inmortalidad del
alma (un preámbulo a la fe) y el dogma cristiano (artículo de fe) de la resurrección de la
carne (de los cuerpos).

5. ÉTICA (MORAL)

1. Tal y como ocurría en la filosofía de Aristóteles, el concepto de naturaleza desempeña un


papel primordial. Pero, como veremos, y esto ya no es aristotélico, todo el planteamiento gira
en torno a Dios
Para Tomás todos los seres tienden a un fin y, por tanto, actúan con vistas a ese fin. Por su
parte, el hombre no es una excepción, pero sí un caso especial, ya que puede conocer el fin
que persigue y poner los medios para alcanzarlo (objetivo de la ética).
Como es lógico, dentro de un sistema aristotélico, es la naturaleza la que determina el fin que
le corresponde a cada ser y, así, dado que todos los hombres tienen la misma naturaleza, es
evidente que el fin al que todos los hombres tienden ha de ser el mismo. La primera cuestión
es clara, ¿cuál es el fin último propio del hombre? ¿Con vistas a qué fin último actúa el hom -
bre? Del mismo modo que en Aristóteles, la respuesta es: la felicidad.
Podemos, por tanto, afirmar que la ética de Santo Tomás, igual que la aristotélica, es
teleológica y eudemonista. Ahora bien, ¿en qué consiste la felicidad para el hombre?
2. Aristóteles consideraba que en la sabiduría (el conocimiento), al alcance de pocos, pero al
fin y al cabo es posible para los hombres que desarrollan al máximo sus capacidades racionales
naturales. A Tomás, como cristiano, esta solución le parece insuficiente. La felicidad plena no
es de este mundo; puede admitirse que está en el conocimiento, pero en el conocimiento de
la esencia divina, sólo alcanzable en presencia de Dios (causa primera y fin de todas las co-
sas).
Parece, por tanto, que sólo llega a la verdadera felicidad el que se salva, el que es bueno.
3. Pero, ¿cómo se hace uno bueno?
Como vimos al estudiar la quinta vía, el orden observado en el mundo, el hecho de que todo
ente obre por un fin (fijado en su naturaleza), implica la existencia de Dios como inteligencia
ordenadora. En efecto, la sabiduría de Dios ha ordenado cada cosa hacia su respectivo fin. Y
ese plan de la sabiduría divina, promulgado en la creación, que rige los actos y movimientos
de todos los seres, es la Ley Eterna. El hombre también está sometido a la Ley Eterna, pero en
la medida en que tiene entendimiento y voluntad libre y es dueño de sus actos es un caso par -
ticular. Por este motivo, la Ley Eterna, en tanto que rectora de todos los actos y movimientos
propios del hombre (libres y, por tanto, morales) es llamada por el de Aquino Ley Natural (la
participación de la Ley Eterna en la criatura racional).
4. Gracias a la Ley Natural el hombre distingue lo bueno de lo malo, lo que le corresponde en
tanto que hombre y lo que no; por eso, se caracteriza por ser evidente y fácil de conocer para

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todo hombre, universal, ya que sus preceptos valen para todo ser humano, e inmutable, pues-
to que la naturaleza humana es siempre la misma. Ahora bien, la existencia de la Ley Natural
no supone que el hombre no sea libre, todo lo contrario. La Ley Natural marca con claridad
qué actos son propios de nuestra naturaleza y, por tanto, nos perfeccionan (nos acercan a la
felicidad) y cuáles no; pero el hombre, en la medida en que es libre, puede no hacer caso a las
exigencias de su propia naturaleza, actuar en oposición a los fines que le son propios y decidir-
se por lo que llamamos mal moral.
Pero, ¿qué ha de hacerse y qué no, de acuerdo con la Ley Natural?
Tomás considera que la razón, cuando se trata de actuar (razón práctica), lo primero que
capta es el bien. Si es cierto que todo el que actúa lo hace por algo, por un fin, y que ese fin es
considerado como un bien (de lo contrario no se intentaría alcanzar), parece claro que en el
terreno de la acción (la práctica) el objeto de la razón es el bien . De aquí por tanto que el
primer precepto de la Ley Natural sea el siguiente: "El bien ha de hacerse y buscarse; el mal
ha de evitarse". Es un precepto muy general (el bien ha de hacerse, de acuerdo, pero ¿qué es
bueno?, ¿qué es malo?), y sobre él habrán de fundarse el resto de los preceptos de la Ley
Natural. Si el bien es el fin último de toda acción y de todo ser que, de acuerdo con Aristóteles,
aspira a perfeccionarse dentro de su naturaleza, y el mal es lo contrario, hay que concluir "que
todo aquello a lo que el hombre se siente inclinado por naturaleza, lo aprehende la razón
como bueno y por lo tanto, como algo que debe ser procurado, y lo contrario se reconoce
como mal y, lógicamente se debe evitar.
5. Por todo ello, Tomás afirma que el orden de los preceptos de la Ley Natural se corresponde
con el de las inclinaciones naturales, y así, dado que cada hombre es sustancia, hay en él una
tendencia natural a conservar su propio ser; tiene, pues, el deber moral de procurar la
conservación de su propia existencia . En tanto que animal el ser humano tiende a procrear;
tiene, pues, el deber moral de cumplir ciertas normas relativas a la consecución del fin de la
procreación y al cuidado de los hijos.
Además, la naturaleza racional del hombre le determina a buscar ciertos bienes, de tal modo
que es propio (y exclusivo) del hombre una inclinación o tendencia natural a buscar la verdad
acerca de Dios y a vivir en sociedad. Por tanto, es de Ley Natural "todo lo que atañe a esta
inclinación como evitar la ignorancia, respetar a los ciudadanos y todo lo demás relacionado
con esto" (Suma Teológica, I, q.94, a.2).
6. Ahora bien, ¿puede el hombre ajustar su conducta a lo regulado en la Ley Natural? ¿Cómo?
Puede, puesto que, según nuestro filósofo, todo hombre posee un "hábito" o disposición natu-
ral hacia estos primeros principios prácticos y de la Ley Natural en general, denominado sindé-
resis. Así, todo hombre, en tanto que tiene naturaleza humana, puede conocer la Ley Natural
(moral). Y, no sólo eso, sino que además puede aplicar ese conocimiento juzgando cada acto
concreto, actividad que se conoce como "conciencia moral" (juicio de la razón práctica que, a
partir de la ley moral, decide acerca de la bondad o maldad de un acto concreto y capacita
así para hacer el bien y evitar el mal).
De este modo, sólo cuando el hombre se esfuerza en tener un adecuado conocimiento de la
Ley Natural (moral) y actúa de acuerdo con ella, ordenando su conducta a lo regulado en la ley,
adquiere virtudes (hábitos operativos buenos) como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la
templanza (las llamadas virtudes cardinales, que son las fundamentales), se va perfeccionan-
do, haciendo bueno y, por tanto, se pone en disposición de alcanzar la felicidad y la salvación.
Respecto de las virtudes, Santo Tomás mantiene el mismo esquema que Aristóteles,
distinguiendo entre virtudes intelectuales (que perfeccionan el conocimiento en su aspecto
meramente especulativo: inteligencia, ciencia y sabiduría; o en su aspecto práctico: arte y
prudencia) y virtudes morales (las ya citadas virtudes cardinales). Pero como cristiano añade
las llamadas virtudes sobrenaturales o teologales, que tienen a Dios mismo como objetivo y
perfeccionan la disposición humana dirigida al orden sobrenatural. Estas virtudes que, en tanto
que sobrenaturales, son infundidas en nosotros por Dios, son tres: fe (creer en Dios y en su

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palabra revelada), esperanza (confiar en la gracia de Dios para la realización de nuestra
felicidad en la vida eterna) y caridad (amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
nosotros mismos por amor de Dios).
7. Por otra parte, aunque la Ley Natural se obtiene a partir del análisis racional de las
tendencias naturales del hombre, dado que el hombre tiene la posibilidad de equivocarse y,
puesto que, no todos los hombres pueden dedicarse a investigar sobre ella, Dios decidió que la
Ley Natural se expresase positivamente por medio de la Revelación en laforma de los Diez
Mandamientos.

6. POLÍTICA: SOCIEDAD Y ESTADO

1. Como ya hemos visto, la vida en sociedad era algo prescrito en la propia Ley Natural. En el
hombre hay una tendencia natural a vivir en sociedad con sus semejantes, de modo que la
familia y el Estado no son sino comunidades naturales (como decía Aristóteles, el hombre es
un ser social o político por naturaleza). Es por tanto un error pensar que el Estado existe,
como consecuencia del pecado original, para mantener la paz y castigar a los malhechores
(como pensaba San Agustín) Sólo en sociedad puede el hombre perfeccionarse y, por tanto,
acercarse a la felicidad; pero para lograr esto toda sociedad necesita dirección y gobierno, es
decir, una autoridad que dirija el Estado hacia el bien común. La autoridad es algo natural y,
en última instancia, de origen divino, por lo que los gobernantes serán responsables de su
uso ante Dios. De hecho, según nuestro filósofo, a los tiranos, a aquellos gobernantes que se
dedican a promulgar leyes injustas abusando de su poder, posición y autoridad, es legítimo
derrocarlos.
2. Santo Tomás define Ley, en general, como "la ordenación racional dirigida al bien común y
promulgada por aquél que tiene a su cuidado la comunidad", y llama Ley Positiva al conjunto
de preceptos y normas promulgados por la autoridad humana competente que no están ma -
nifiestamente expresados en la Ley Natural.
Ahora bien, se ha de determinar con claridad la relación entre la Ley Positiva y la Ley Natural, y
en definitiva, cuándo es justa y cuándo es injusta una ley positiva. La respuesta del de Aquino
es clara, la Ley Positiva que contravenga o entre en conflicto con los postulados de la Ley Na-
tural no es una ley acorde con la propia naturaleza del hombre, ni tiende al bien común de
todos los hombres (que comparten una misma naturaleza), y en consecuencia, no es justa ni
debe ser obedecida. En efecto, la Ley Positiva, para ser justa, no puede entrar en discordancia
con la Ley Natural; todo lo contrario, ha de explicitar y prolongar la propia Ley Natural.
3. Así pues, ese Estado, que nace de las necesidades de la vida y de la propia naturaleza huma -
na, tiene como fin la vida buena y, en último término, la perfección y la felicidad de los hom-
bres. No es la fuente, el origen, del derecho, sino el representante, intérprete y realizador del
derecho. Y su soberanía no es absoluta, está limitada por la Ley Natural y el bien común.
La conexión entre política y ética no puede ser más clara: si no hay justicia en el Estado (en la
sociedad) los hombres que formen parte de esa sociedad tendrán más difícil alcanzar su pleno
desarrollo, su dignidad y su felicidad.
Por lo tanto el planteamiento tomista de las relaciones entre la ley natural y positiva excluye el
laicismo como forma de organizar la vida social. La política debe basarse en la religión.

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