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La obligación moral, se define como la presión que ejerce la razón sobre la voluntad, enfrente
de un valor. Se trata pues, de una exigencia propia de la razón, fundamentada en un valor
objetivo, pero nacida en lo más íntimo y elevado de cada hombre: su propia razón. Por lo
tanto, la obligación moral es autónoma y no incompatible con el libre albedrío.
Para ser responsable, la persona debe ser consciente de las posibles consecuencias de sus
actos. Esto también es aplicable a grupos de personas como ONGs, sociedades o empresas.
Esto significa que su conducta no debe afectar negativamente a los demás, y sobre todo no
debe violar las leyes y normas establecidas. Si lo hace se pasaría a la responsabilidad jurídica.
Estos principios, que podrían llamarse éticos, están basados en valores morales. Recordemos
que tanto la responsabilidad como la ética son consideradas valores morales.
En este tema es necesario aclarar que la ética es una teoría y la moral es la práctica. De
acuerdo con esto, las reglas en las que vivimos forman lo que se denomina moral, y los
sistemas que han generado esas reglas, es la ética.
Por lo tanto, cuando se considera que la responsabilidad ética se basa en los valores morales,
se está afirmando que las personas deberían tener un sistema ético personal. Esto es, un
sistema que les permita la búsqueda de directrices morales para poder evaluar, por ejemplo,
qué es bueno y qué malo.
Sin embargo, normalmente la responsabilidad ética tiene un área en la cual se aplica. Por eso
para cada caso pueden existir determinadas conductas y cuestiones puntuales a ser evaluadas.
Aquí se tiene en cuenta la ética individual. Esto implica, como ya se ha mencionado, que la
persona tiene un código ético personal que le permite la correcta evaluación de lo que puede
o no hacer, de lo bueno o lo malo, entre otras variables.
Dicho código se forma a lo largo de la vida del individuo a través de los valores éticos que se
han enseñado en el seno de la familia; en la religión; amigos; educación; filosofía;
razonamiento, etc. Lo que implica, además, que puede cambiarse a lo largo de la vida. Su
aplicación se ve en todos los aspectos de la vida de una persona, con quienes interactúa y en
los lugares en donde se encuentra.
La responsabilidad ética social está íntimamente ligada con la personal, ya que cada
individuo es responsable de lo que decide y hace, además de ser consciente de que sus actos
tienen consecuencias sobre los demás.
Así toda persona que es considerada se respeta a sí misma y respeta a los demás. Es capaz de
ser empática ante los problemas de los otros, porque también respeta los suyos. Entonces,
alguien que tiene responsabilidad ética social no va a discriminar a nadie por su religión, su
sexualidad, su economía. Por lo tanto, va a luchar porque se cumplan la justicia social y los
derechos humanos.
También se tienen en cuenta los actos considerados “reñidos con la buena técnica”, así como
la relación interprofesional y con sus superiores. Estos criterios se especifican en los
denominados Códigos de Ética Profesional, disponibles para cada profesión específica.
En este caso, la responsabilidad recae sobre la misma empresa o corporación. Una empresa o
negocio desea obtener ganancias para crecer. Sin embargo, la búsqueda de ganancias está
ligada desde lo ético con contribuir positivamente al mundo.
Esto significa ser responsable con el medio ambiente, no contribuyendo a la polución del
lugar en donde se encuentra. Además, es comprometerse con la seguridad de los trabajadores
y de las instalaciones donde se desempeñan.
En este tipo de responsabilidad se aúnan todas las anteriores, ya que para hacerla posible es
necesaria la responsabilidad ética personal, social, profesional y corporativa.
Algunos ejemplos que pueden ilustrar la responsabilidad ética en sus diferentes clases son:
Una persona que encuentra un maletín con dinero, y hace lo imposible para
devolverlo.
Alguien que escucha que le están mintiendo a una persona y lo pone al
descubierto.
Reconocer los propios errores.