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Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Intervención judicial de las sociedades comerciales

Fernández, Raymundo L.

Publicado en: LA LEY 126, 1110-Derecho Comercial Sociedades Doctrinas Esenciales Tomo II, 615

Sumario: 1. Normas legales en que se basa. - 2. Distintas formas de intervención: I. Administrador pro-
visorio y mero interventor. II. Naturaleza de las funciones de uno y otro. - 3. Requisitos para su proce -
dencia. - 4. Jurisprudencia: I. Casos en que procede o no la designación de administrador provisorio. II
Casos en que procede o no la designación de interventor judicial. - 5. Frente a los distintos tipos de so-
ciedad: I. Sociedades anónimas. II. Sociedades de responsabilidad limitada. III. Sociedades coopera-
tivas.

1. - NORMAS LEGALES EN QUE SE BASA

I. - Ante el silencio del código de comercio respecto de la posibilidad de que la justicia intervenga en las
sociedades mercantiles designando un administrador provisorio o un mero interventor para controlar la
marcha de la administración (1), corresponde aplicar, de conformidad con los arts. 1° y 207 de aquel
cuerpo legal, las normas respectivas del Cód. Civil: arts. 1681 a 1685. Estas disposiciones prevén el caso
en que el socio administrado designado en el contrato social (que sólo puede ser removido por causa le -
gítima: art. 1681), ha dejado de merecer la confianza de sus coasociados o le ha sobrevenido algún impe -
dimento para administrar bien los negocios sociales (art. 1682). Cuando el socio administrador niega que
sea justa la causa invocada por sus coasociados para removerlo, éstos debe ocurrir a la justicia para ob -
tener la remoción (art. 1683) y mientras ésta se resuelve, aquél conserva su cargo (ídem). Pero si hay pe -
ligro en la demora, dice el art. 1684, "el juez podrá decretar la remoción luego de comenzado el pleito,
nombrando un administrador provisorio, socio o no socio"; la práctica aconseja, para asegurar mejor la
imparcialidad en el conflicto entre los socios, la designación de un extraño (2). Según el art. 1685 la re-
moción puede ser decretada a petición de cualquiera de los socios, sin dependencia de la decisión de la
mayoría.

II. - No hay discrepancia en nuestra doctrina y jurisprudencia respecto de la aplicación de las citadas nor-
mas del código civil, las que, desde luego, deben adaptarse a las disposiciones del código de comercio,
especialmente en lo que respecta a los distintos tipos de saciedad, ya que en algunas, como las anó-
nimas, cooperativas y de responsabilidad limitada, la mayoría de los socios puede revocar "ad nutum",
vale decir, sin expresar causa, el mandato de los administradores.

III. - Tampoco hay discrepancia en cuanto a que la intervención judicial procede en las socieda des en li-
quidación, para remover al liquidador o para controlar su desempeño (3).

2. - DISTINTAS FORMAS DE INTERVENCIÓN

I. - El código civil sólo se refiere a la designación de un administrador Judicial provisorio cuando se pide la
remoción del designado en el contrato social (4), pero hay situaciones en que no es necesario llegar a tal
extremo y basta con la designación de un funcionario para que observe y controle la marcha de la admi -
nistración, sin inmiscuirse en la misma.

Partiendo del principio sentado en los mencionados artículos: facultad de la justicia para intervenir en las
sociedades en salvaguardia de su existencia, su buena marcha y los derechos de los socios, y por aquello
de que quien puede lo más puede lo menos; la jurisprudencia ha establecido que cuando los motivos no
son tan graves ni urgentes como para remover al administrador, pueden los jueces limitarse a designar
un mero interventor, cuyas facultades serán las que determine el auto que lo designa y que dependerán
de las circunstancias de cada caso. Se trata de una construcción pretoriana, de indudable fundamento le-
gal y jurídico. La doctrina jurisprudencial fue elaborándose paulatinamente, habiéndose precisado sus al-
cances y fundamentos en forma amplia y erudita en el fallo de la Cámara en lo Comercial de la Capital,
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en pleno, del 26 de noviembre de 1948 (Rev. LA LEY, t. 53, p. 193; v. también fallo del mismo tribunal en.
Rev. LA LEY, t. 25, p. 78), coincidente con la interpretación que sostenemos.

Tenemos, pues, dos especies dentro del concepto genérico de intervención judicial o interdicción: 1) la
más amplia: designación de un administrador provisorio en reemplazo del designado por los socios, sea
en el contrato social o posteriormente; 2) la simple designación de un interventor propiamente dicho,
con meras facultades de observación y control. A cuyas formas se agrega una tercera, como indicamos
en la nota 1, la designación de un interventor con facultades sumamente limitadas: asegurar el cumpli-
miento de alguna medida decretada judicialmente. (5).

II. - En el fallo plenario precitado se determina con toda exactitud y claridad la naturaleza de las funcio -
nes del administrador provisional y del interventor, por lo cual nos limitamos a transcribir la parte perti -
nente:

Administrador judicial: "es el designado a instancia de componentes de la sociedad para hacerse cargo
de los bienes y negocios sociales, que en sustitución provisional de la administración existente toma bajo
su cuidado con facultades de dirección y gobierno en ejercicio del "mandato" que desempeña como re-
presentante de la sociedad y con independencia de la voluntad de los socios, con respecto a los que sus
derechos y obligaciones se rigen por los arts. 1870, inc. 3°, 1945 y sigts. y concs. del Cód. Civil, ac tuando
con sujeción a la amplitud o restricción de sus poderes y atribuciones de conformidad a las facul tades
que se le confieran o cercenen sin alterar lo sustancial de su función, en lo que le son propias, de acuer-
do con la índole de la misión que cumple, no pudiendo incurrir en gastos que no sean los corrientes de la
administración, sin ser autorizado expresamente ni nombrar empleados y auxiliares din el mismo requisi-
to, debiendo rendir cuentas de su gestión, producir los informes que hagan a su cometido y requerir au-
torizaciones especiales en todo lo que salga del curso normal de la administración, sentidos todos en los
que la interpretación jurisprudencial tiene determinadas reglas de procedimiento".

Interventor judicial, en las sociedades comerciales, designado a instancia de sus consocios y en razón de
motivos sobre su administración, "es sólo la persona nombrada por el juez para interferir en dicha admi-
nistración, asistiendo a las partes en el negocio intervenido, y sin cuya presencia y asenso nada puede
hacerse con arreglo a la mayor o menor extensión de su cometido, porque todo lo debe conocer, pero
sin facultades de dirección y gobierno, y que, por tanto, no puede sustituir con la suya la voluntad de los
dueños, no se hace cargo de los bienes, no tiene iniciativas propias de carácter ejecutivo, limitándose a la
vigilancia, cuidado y guarda de los derechos comprometidos en el pleito. Desde luego actúa ordinaria-
mente sin formación de expediente por separado y ejercita más propiamente por vía de «encargo judi-
cial» sin sujeción a la figura del «mandato», tarea de fiscalización y contralor tendiente a la coordinación
de los intereses en pugna".

Las funciones del interventor pueden ser, como hemos dicho, de muy distinta amplitud, pues van de la
simple misión de ejecutor de determinada medida de fiscalización hasta funciones de fiscalización y con-
trol de la administración, pero sin que pueda interferir en la misma al punto de excluir al administrador o
ejercer una administración conjunta con la de éste, pues en tal caso ya no se trataría de un interventor
con las facultades limitadas que corresponden a tal auxiliar de la justicia, sino de un verdadero adminis-
trador judicial provisorio (6).

3. - REQUISITOS PARA SU PROCEDENCIA

Tanto para la designación de un administrador provisorio como de un interventor en la ad ministración,


deben cumplirse los siguientes requisitos:

I. - Que la medida sea solicitada por un socio (7), aunque sea comanditario (7 bis); en este último caso,
siempre que no haya intervenido personalmente o por apoderado en los actos de administración que in-
voca para fundar su pedido (8).

Los acreedores sociales y los particulares de los socios sólo pueden pedir la designación de un interven-
tor con facultades limitadas y ello cuando sea indispensable para garantía de sus créditos (9).
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En las sociedades que han emitido debentures, el fideicomisario está legalmente facultado (ley 8875
[ADLA, 1889-1919, 856], arts. 18, inc. c] y 20) para pedir que se suspenda al directorio y se le entregue la
administración, debiendo desempeñarse conforme determina el art. 21 de la citada ley.

II. - Que se demande por remoción del socio o socios que ejercen la administración (en cuyo caso y por
existir grave peligro en la demora puede solicitarse, como medida precautoria, su reemplazo por un ad-
ministrador judicial provisorio) (10). Es insuficiente la sola demanda por constitución de tribunal arbitral
(11).

III. - Que se acrediten prima facie los extremos legales que autorizan tal medida, o sea, que el adminis -
trador por un motivo grave ha dejado de merecer la, confianza de sus coasociados o que le ha sobreve-
nido algún impedimento para administrar bien los negocios sociales (art. 1682, Cód. Civil) y el peligro en
la demora (art. 1684, íd.); cuestión de hecho librada a la apreciación judicial, según las circunstancias del
caso (12).

No hay uniformidad en doctrina respecto del criterio con que debe apreciarse el cumpli miento de este
requisito. Según Llerena (13), el juez debe ejercitar esta facultad "sin muchos escrúpulos y sin exigir de-
masiadas pruebas del peligro", porque "más peligroso es demorar el nombramiento de un administrador
provisorio que proveer al nombramiento aunque después resulte infundado el peligro" e inversamente
se sostiene por otros autores y en varios fallos que debe interpretarse restrictivamente (14). En nuestro
concepto, teniendo en cuenta que si bien la medida puede ser revocada, siempre ocasionará grave des-
prestigio a la sociedad y a sus socios, consideramos que corresponde adoptar un criterio intermedio ("in
medium veritas"), es decir, que los jueces, procediendo con prudencia y cautela, deben decretar la inter-
vención (sobre todo la designación de administrador provisorio) sólo en casos realmente graves, en que
por la gestión antisocial, desquiciada y ruinosa de sus administradores o desavenencias graves e irreduc-
tibles entre los socios, peligra la existencia de la sociedad o de sus bienes o su prestigio o se ven amena -
zados seriamente los legítimos intereses de los consocios (15).

IV. - Que la medida solicitada sea indispensable, es decir, que dentro de la ley o del contrato social no
pueda llegarse al mismo resultado sin ocurrir a la justicia, como, por ejemplo, la remoción del adminis-
trador por decisión de la mayoría de los socios: sociedades anónimas, cooperativas, de responsabilidad
limitada (v. "infra", núm. 5) (16) o que el problema que se invoca para pedirla pueda solucionarse judi-
cialmente con otras medidas, por ejemplo, si se veda a los socios el examen de los libros, ordenando
compulsivamente su exhibición (17), si no se permite al coadministrador el ejercicio de sus funciones,
poniéndolo compulsivamente en posesión del cargo (18), si en la sociedad irregular se cuestionan bienes
de propiedad común, disponiendo se levante inventario de los mismos (19) o un interventor para contro-
lar el inventario (20).

La medida precautoria procede aunque la acción principal deba someterse a juicio arbitral (21), siempre
que se cumpla el requisito que indicamos "supra", núm. II: que se accione por remoción del administra -
dor (22).

V. - Que se otorgue garantía suficiente (contracautela) por los posibles perjuicios que pueda ocasionar,
para el caso de haberse solicitado sin derecho, cuyo monto queda librado al arbitrio judicial (23). En algu-
nos casos se consideró suficiente la caución juratoria, en razón del monto de los intereses en la sociedad
del socio solicitante (24) o que no era necesario ofrecer fianza (25).

4. - JURISPRUDENCIA

Por aplicación de las disposiciones legales y principios expuestos, los tribunales han resuelto:

I. - Que procede la designación de administrador provisorio:

- cuando existe desavenencia completa entre los socios (26) o enemistad que haga peligrar los intereses
sociales (27);
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- si el socio mayoritario y gerente ha actuado prima facie en perjuicio de los intereses so ciales y con ol-
vido de los deberes que le imponía su cargo, poniendo en peligro el futuro de la sociedad (28);

- si se impide a uno de los socios administradores no sólo el ejercicio de sus funciones sino tam bién el
control de los negocios sociales y su ingreso al local, y el otro socio ha clausu rado por su solo arbitrio el
hotel-pensión que explota la sociedad, circunstancias demostrativas del peligro en la demora (29);

- si uno de los socios administradores se opone sin causa justificada a que el otro ejerza un acto encua-
drado en sus facultades (30);

- por no convocar a los socios a asamblea ni confeccionar el balance anual, haciendo imposible el control
de ellos (31);

- por no llevar libros rubricados del giro social (32);

- por no rendir cuentas de la administración y omitir los balances, así como la distribución de las ganan-
cias a los consocios (33);

- si existe un estado de cosas que hace necesarias medidas provisionales en garantía del interés social
(34);

- por negativa a la teneduría regular de la contabilidad social y al pago de las obligaciones impo sitivas y
jubilatorias y por impedir el control del otro socio (35);

- si uno de los socios querella al otro por defraudación (36);

- por pérdida de la confianza de los coasociados que obedezca a un motivo grave, aunque no se requiere
que sean delictuosos (37);

- si existe entre los socios y en la marcha misma del negocio una situación totalmente anormal y grave,
que afecta seriamente el giro del comercio y las más elementales normas de convivencia societaria, má -
xime que, según el contrato, las funciones de uno dependen absolutamente del otro y en algunos casos
requieren actuación conjunta y hay además situación irregular en la contabilidad (38);

- cuando un socio administrador se opone a que el consocio ejerza su derecho contractual de administrar
o cuándo se imputa la realización de actos administrativos perjudiciales (39).

Y que no procede:

- por meras desavenencias entre los socios (40);

-- por desinteligencias sobre la administración del negocio sucedidas entre el socio admi nistrador y sus
consocios, salvo que lleguen a obstaculizar la función regular de las operaciones o se funden en hechos
del administrador que comportan desmedro o peligro para el interés social (41);

- solicitada por el socio administrador para reemplazar al otro socio que se niega a prose guir el ejercicio
de la administración (42);

- por el hecho de que uno de los socios administradores invoque carácter de administrador exclusivo, en
razón de la renuncia aceptada del otro y que éste haya iniciado querella contra aquél (43);

- por la no inscripción en el Registro Público de Comercio (44);

- por la negativa a exhibir al consocio los libros sociales, si éste observó una conducta antisocial (45);

- por el fallecimiento, por si solo, de uno de los socios que figura en la razón social (46);

- por el solo hecho de presentarse solicitando convocatoria de acreedores (47);


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- cuando la sociedad se encuentra en convocatoria de acreedores (48), solución que Malagarriga no ad-
mite en forma absoluta (49).

II. - Que procede la designación de interventor judicial:

- en resguardo de los derechos que corresponden al socio y no demostrada la urgencia de la medida (50);

- aunque no se aduzcan causales para la remoción de los administradores ni peligro en la demora (51);

- si renuncia uno de los socios y hay imposibilidad de confiarlas a uno de los socios gerentes sin modifica-
ción del contrato social (52);

- cuando sólo se trata de rectificar la partición social cumplida (53);

- cuando las relaciones societarias se encuentran realmente resentidas y existen graves discrepancias so-
bre el manejo y dirección del ente social (54);

- para proteger los intereses del socio minoritario que fue gerente y ahora es excluido de la liquidación
(55).

Y que no procede:

- si las deficiencias contables y en la administración no revisten ninguna gravedad por su naturaleza, nú-
mero o monto, si se las considera en relación al volumen del capital y giro social (56).

5. - FRENTE A LOS DISTINTOS TIPOS DE SOCIEDAD

Las normas legales y la jurisprudencia que citamos y estudiamos precedentemente, se aplican a toda cla-
se de sociedades (regulares e irregulares) (57), pero como el art. 409 del Cód. de Com. y los premencio-
nados del código civil se refieren y tienen su razón de ser en la irrevocabilidad del mandato para adminis-
trar otorgado por cláusula especial del contrato social, irrevocabilidad que obliga a los socios a recurrir a
la justicia para obtener la remoción del administrador, debe contemplarse el caso con criterio especial
tratándose de las sociedades en que, legal o estatutariamente, procede la revocación "ad nutum" de los
socios administradores, designados o no en los estatutos o el contrato social, por la mayoría de los con -
socios, tal como ocurre en las sociedades anónimas (art. 335, Cód. de Com.), cooperativas (art. 11, ley
11.388 [ADLA, 1920-1940, 216]) y de responsabilidad limitada (art. 13, ley 11.645 [ADLA, 1920-1940,
272]), respecto de las cuales tiene especial vigencia el requisito que indicamos precedentemente, núm.
3, IV.

A continuación nos ocupamos de estas sociedades por separado.

I. - Sociedades anónimas. a) En estas sociedades el mandato de los administradores, aun los de signados
en el acto constitutivo o por cláusula estatutaria, es revocable "ad nutum", esto es, sin expresar causa,
por la asamblea de accionistas (58) y la actuación de los mismos tiene la fiscalización de la sindicatura. En
consecuencia, la intervención judicial es, en principio, improcedente, porque si los administradores act-
úan en forma perjudicial para la sociedad, es la asamblea la llamada a poner remedio a la situación revo-
cando el mandato (59).

Por tanto, únicamente procede: a) cuando la asamblea se encuentre imposibilitada de funcionar, por ra-
zones de hecho; b) cuando los actos realizados por los directores constituyan violación de la ley o los es-
tatutos, supuesto en el cual no pueden ser validados por la asamblea y, consiguientemente, la resolución
de ésta confirmándolos no es óbice para que los accionistas disidentes ocurran a la justicia pidiendo la
remoción de los administradores y, como medida precautoria, la designación de un administrador provi-
sorio o de un interventor; c) en el caso de acefalía del directorio y de la sindicatura, hasta tanto se reúna
la asamblea para designar nuevas autoridades.
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En línea dogmática, pues, y salvo casos de excepción en que sea necesaria una intervención con mayores
alcances, la justicia debe limitarse a designar un interventor a efectos de con vocar la asamblea de accio-
nistas (60).

Si bien la mayoría de la doctrina y la jurisprudencia adoptan el criterio expuesto (61), algunos autores y
fallos se expiden en contra, considerando en términos absolutos que no procede la intervención judicial
en las sociedades anónimas (62).

b) Pero también procede la intervención judicial cuando, conforme a lo determinado por el art. 353 del
Cód. de Com., un accionista ocurre a los tribunales pidiendo la declaración de nulidad de lo resuelto por
la asamblea, por ser irregular su constitución o por motivos referentes a la resolución en sí, y, como me-
dida precautoria, la suspensión de su ejecución, acreditando prima facie el fundamento de su acción y el
peligro de la demora.

c) Como la medida se decreta en amparo de los derechos de todos los accionistas, el desis timiento for-
mulado por el que la solicitó, no la deja sin efecto (63).

d) No procede la intervención si la sociedad que ha omitido debentures se encuentra admi nistrada por el
fideicomisario (64).

e) Aplicaciones jurisprudenciales. Conforme a lo expuesto, los tribunales han resuelto:

Que procede la designación de administrador provisorio en las sociedades anónimas:

- como remedio excepcional sólo cuando los órganos de dirección y fiscalización no pueden constituirse
(65);

- cuando se ha alterado fundamentalmente el funcionamiento de los órganos directivos o deliberativos y


no existe posibilidad de evitar un mal que haga peligrar su patrimonio (66);

- solamente en los casos de acefalía del directorio y la sindicatura y hasta tanto se reúne la asam blea y se
organiza, su representación (67);

- si se acredita prima facie la necesidad de remover el temor de un daño jurídico (68);

- en casos extremos (69);

Y la designación de un mero interventor:

- sólo cuando la asamblea no puede funcionar (70);

- únicamente cuando por negativa u omisión del directorio o sindicatura se hace imposible la convocato -
ria de la respectiva asamblea o cuando un acontecimiento anormal impide el regular funcionamiento del
directorio (71);

- al solo efecto de convocar a asamblea (72);

- siempre que la convocación de la asamblea por el órgano correspondiente de la sociedad se ha hecho


imposible (73);

- en la demanda de un accionista tendiente a responsabilizar a los directores por actos con trarios a la ley
y a los estatutos, cuando se trata de actos graves, la documentación se halla en poder del directorio y
media oposición entre los intereses de los directores y los de la sociedad (74);

- si se ataca de nulidad la constitución de una sociedad anónima por un grupo de accionistas y hay peli-
gro en la demora (75);
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- si las desavenencias producidas obstaculizan el regular funcionamiento de la sociedad o se refieren a


actos del administrador que pongan en peligro el interés social (76);

- para establecer el verdadero estado de las cosas a fin de que en definitiva no queden burlados los de-
rechos de los impugnantes (77).

Y que no procede la designación de administrador provisorio ni de interventor:

- cuando se hallan constituidos los órganos de dirección y fiscalización, sin que existan situaciones que
impidan el funcionamiento de los mismos, ante los cuales los accionistas puedan hacer valer en forma
eficaz sus derechos (78).

II. - Sociedades de responsabilidad limitada. a) Su situación es análoga a la de las sociedades anónimas,


desde el momento que el art. 13 de la ley 11.645 confiere a la mayoría de socios la facultad de revocar
"ad nutum" (sin necesidad de expresar causa) a los gerentes "en todos los casos"; son, pues, los socios
los que pueden poner remedio a una mala administración revocando el mandato y designando reempla-
zante.

Sólo será procedente la intervención judicial cuando razones circunstanciales hagan impo sible el funcio-
namiento del instrumento legal que el referido artículo establece, por ejemplo, cuando el socio o socios
que ejercen la administración poseen la mayoría de capital o cuando se produce la acefalía de la admi-
nistración y la asamblea, por cualquier causa, no se reúne para designar de inmediato al reemplazante
(79).

b) Aplicaciones jurisprudenciales. De conformidad con la argumentación expuesta, los tribunales han re-
suelto:

Que procede la designación de administrador provisorio en las sociedades de responsabilidad limitada:

- si existen múltiples divergencias entre los socios y cargos contra la administración, aunque los actos re-
ferentes a estos últimos hayan sido aprobados por la asamblea de socios (80);

- cuando el socio gerente ha dejado de merecer la confianza de parte de los coasociados y siendo ello un
obstáculo insalvable para la buena marcha de la administración social, así como un peli gro para los inter-
eses de buena parte de los componentes de la minoría (81);

- cuando el socio gerente no ha integrado sus cuotas y ello se traduce en un estado de desavenencia que
permite prever hechos susceptibles de comportar un peligro para el patrimonio social de características
graves y posibilidades inmediatas (82);

- si un gerente actúa con exclusión del otro no obstante tratarse de administración conjunta, máxime si
ambas partes recaban recíprocamente su remoción de la gerencia (83);

- si surgen prima facie serias irregularidades en la forma de llevar la contabilidad, falta de com probantes
relativos a importantes movimientos de fondos y de justificación y explicación algunos de ellos así como
también faltas de proporción a través de distintos ejercicios entre las ventas, los gastos del negocio y la
utilidad neta (84);

- cuando la vida de la sociedad se encuentra comprometida en cualquiera de sus manifesta ciones esen-
ciales, en violación de reglas estatutarias o convencionales, de los llamados a ejercer el órgano directivo
(85);

- por negarse el gerente a la reunión de los socios solicitada por algunos de éstos (86);

- si existe entre los socios una situación irreductible, que determina dificultades en la ex plotación de la
fábrica (87).
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Que no procede:

- cuando sólo se invocan desavenencias entre los socios y no actos de gestión abusiva y peligrosa de los
gerentes y se demanda exclusivamente por constitución de tribunal arbitral (88);

- por el solo hecho de existir enemistad entre los socios, basada principalmente en la de manda en que se
pide la remoción provisional del socio gerente (89);

- por desavenencias entre los socios sobre la duración de los negocios sociales (90);

- por haberse removido a uno de los gerentes del cargo que desempeñaba y haberlo reemplazado con
una persona de malos antecedentes si las otras circunstancias del caso no justifican una medida precau-
toria de tal gravedad (91);

- por la muerte del gerente, pues en tal caso compete a los socios la designación de otro (92).

Procede la designación de interventor judicial:

- si el gerente ha impedido que su conducta se someta a la asamblea de socios y no permite el examen


de los libros y documentación de la sociedad (93);

- cuando la actividad desarrollada por el socio administrador se ha traducido en situaciones de las que
prima facie deriva la posibilidad de un peligro inmediato para los derechos de la sucesión del ex socio, a
la que pertenece la casi totalidad del capital social (94);

- si habiendo la asamblea por mayoría resuelto su remoción por irregularidades acreditadas en el juicio
por liquidación, el gerente la desconoce (95);

- cuando los liquidadores designados por la mayoría de los socios han violado sus obliga ciones legales
(96);

- si el socio gerente lleva la contabilidad con un atraso mayor de dos años, faltan los balan ces de dos
años y existe una situación particular planteada por la coexistencia con otra sociedad (97);

- cuando median desinteligencias entre los socios pero las mismas no son suficientes para designar un
administrador judicial (98);

- si por las cláusulas del contrato no es posible atribuir a ninguno de los socios las facultades atribuidas al
socio renunciante (99).

No procede:

- por el hecho de que un socio haya iniciado querella criminal contra el otro, gerente, pues ello no hace
imposible la marcha de la sociedad (100);

- cuando el capital del socio peticionante es mínimo en proporción al total del capital social, máxime si
los demás socios ofrecen garantías, por lo cual no puede afirmarse que exista peligro (101);

- pedida por uno de los socios gerentes, si el resguardo de sus intereses conculcados puede alcanzarlo
por el ejercicio de sus derechos de socio y de sus funciones de gerente que no se han impedido (102);

- pedida por el socio que tiene amplísimas facultades de administración, con la finalidad de fiscalizar su
marcha, si no se desconocieron sus derechos sociales (103).

III. - Sociedades cooperativas. a) Rigen al respecto las normas legales y principios jurídicos sustentados
por la doctrina y la jurisprudencia con relación a las sociedades anónimas y ello no sólo por lo dispuesto
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en el art. 11 de la ley 11.388 sino por la semejanza de situación en el sentido de estar facultados los so -
cios para revocar "ad nutum" (sin expresión de causa) el mandato de los administradores (104).

b) Aplicaciones jurisprudenciales. Al respecto los tribunales han resuelto:

- la autoridad judicial sólo puede remover a los administradores si fracasa la convocación de la asamblea
a efectos de considerar la cuestión (105);

- procede la designación de administrador judicial de la cooperativa irregular cuando sus miembros se


encuentran distanciados por diferencias irreductibles, con el riesgo de que se produzcan incidencias de
hecho, los socios que ejercían funciones directivas renunciaran a sus cargos y, además, el resguardo de
los intereses de la entidad aconseja que la dirección y administración provisional se confiera a un tercero
extraño a los intereses en litigio, tanto más cuanto la sociedad es adjudicataria de un servicio público de
transporte (106);

- el interventor judicial tiene facultades suficientes para tomar las medidas necesarias para regularizar la
marcha de la sociedad y hacer efectivas las responsabilidades incurridas (107);

- terminada la intervención judicial dispuesta por la justicia en lo criminal por el sobreseimiento de la


causa, corresponde dar intervención inmediata a la justicia en lo comercial para resolver la falta de auto -
ridades (108).

(1) Puede también la justicia designar un interventor en la sociedad con el único objeto de vigilar y asegurar el cum-
plimiento de medidas compulsivas o restrictivas decretadas para garantizar ciertos derechos, como, verbigracia, un
embargo; pero en tal caso se trata de una medida de carácter netamente procesal, sin relación con el art. 1684 del
Cód. Civil, dictada por los jueces en ejercicio del "imperium" de que están invertidos.

(2) Conf. SALVAT, "Tratado de Derecho Civil Argentino", ed. 1946, t. II, p. 45; MALAGARRIGA, "Tratado Elemental de
Derecho Comercial", 3ª ed., Buenos Aires, 1963, t. I, p. 722, núm. 5: con lógicas salvedades.

(3) Por todos: HALPERÍN, "Sociedades Comerciales", Parte General, Buenos Aires, 1964, p. 230; ZAVALA RODRÍ -
GUEZ, "Código de Comercio y Leyes Complementarias Concordados y Comentados", reimpresión inalterada, Bue-
nos Aires, 1964, t. I, núm. 996; Cámara Comercial de la Capital, en pleno, Rev. LA LEY, t. 53, p. 193; la misma Cáma-
ra, Rev. LA LEY, t. 25, p. 854; t. 47, p. 811: interventor; t. 69, p. 1128.

(4) Como veremos más adelante, cuando el administrador puede ser revocado "ad nutum" por sus coasociados, la
designación de un administrador judicial provisorio sólo procede en aquellas situaciones anormales en que los coa-
sociados no pueden ejercitar esa facultad ("infra", núm. 5).

(5) Conf. con las consideraciones expuestas: MALAGARRIGA, op. cit., t. I; ps. 713, 723 y 738; ZAVALA RODRÍGUEZ,
op. cit., t. I, núms. 986 y sigts.; HALPERÍN, "Manual de Sociedades Anónimas", reimpresión inalterada, Buenos Aires,
1965, ps. 198 y sigts. y "Sociedades Comerciales" precit., ps. 226 y sigts.; PÁEZ, en Rev. LA LEY, t. 110, p. 175; juris-
prudencia uniforme: por todos: fallo plenario precitado; Cámara Nac. Civil, sala B, Rev. LA LEY, t. 80, p. 258; Cámara
del Trabajo de la Capital, sala II, Rev. LA LEY, t. 98, p. 711, fallo 4453-S.

(6) La Cámara del Trabajo de la Capital, sala II, Rev. LA LEY, t. 98, p. 711, fallo 4453-S, coincidiendo con lo expuesto,
sintetiza así la distinción entre administrador provisorio e interventor: el interventor sólo ejerce una función de vigi-
lancia, fiscalización y control, aunque de carácter integral, pero sin facultades de dirección y gobierno; el adminis-
trador, en cambio, asume el mandato de administrar, como poder director de los negocios sociales, con todo lo que
es propio de las procuraciones judiciales.

(7) Conf., entre otros: HALPERÍN, "Sociedades Comerciales", p. 224; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 79, p. 64; J.
A., t. 14, p. 283; t. 53, p. 194; t. 66, p. 264; íd., sala A, D. J., 1958-I, p. 190, núm. 539: rechazó el pedido formulado
por un acreedor; Cámara 1ª de Apels. de La Plata, sala III, Rev. LA LEY, t. 79, p. 517; Corte de Justicia de Salta, Rev.
LA LEY, t. 56, p. 155: la sociedad había sido ya liquidada respecto del recurrente. V.: Cámara 2ª de Apels. de La Pla-
ta, sala I, Rev. LA LEY, t. 68, p. 28: herederos del socio fallecido.

(7 bis) Conf. HALPERÍN, op. cit., p. 228; MALAGARRIGA, op. cit., t. I, p. 719 en nota; fallo plenario pre cit., consid. 22;
Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 10, p. 215; t. 33, p. 82. Contra: Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 28, p. 338: en
principio.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(8) Conf. Cámara Nac. Comercial, sala B, Rep. LA LEY, XX, p. 1325, sum. 36 y DIGESTO LA LEY, t. II, p. 1169, sum. 735.

(9) Conf. respecto de los acreedores particulares de los socios: Cámara Nac. Comercial, sala A, Rev. LA LEY, t. 79, p.
64.

(10) Conf., entre otros: ZAVALA RODRÍGUEZ, op. cit., t. I, núms. 835 y 991; HALPERÍN, loc. cit. en nota 6; plenario
comercial precitado; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 16, p. 113; t. 34, p. 621; t. 42, p. 313; t. 52, p. 394; t. 83, p.
446; íd., sala A, Rep. LA LEY, XX, p. 1325, sum. 35; Rev. LA LEY, t. 68, p. 341: socie dad de responsabilidad limitada; t.
79, p. 158: es improcedente si sólo se demanda por nulidad de balances sociales y pago de cuanto pueda corres -
ponder a los socios; t. 83, p. 446; t. 99, p. 398; Rep. LA LEY, XX, p. 1324, sums. 28 y 29; Rev. LA LEY, t. 102, p. 895, fa-
llo 6669-S; íd., sala B, Rev. LA LEY, t. 59, p. 663: sociedad irregular, se pidió sólo la disolución y liquidación; Cámara
Civil 1ª, J. A., t. 33, p. 477: no es necesario que haya sido contestada la demanda, basta con su notificación; Cámara
la de Apels. de La Plata, sala III, Rev. LA LEY, t. 79, p. 517. V. SPOTA, "Administración judicial de las sociedades", J.
A., t. 74, p. 938: desde que el juicio se inicie con demanda o también sin ella, puede dictarse esta medida cautelar.

(11) Doctrina y jurisprudencia uniformes.

(12) Uniformidad en doctrina y jurisprudencia; por todos: ZAVALA RODRÍGUEZ, op. cit., t. I, núm. 991; HALPERÍN,
"Sociedades Comerciales", p. 224; SPOTA, loc. cit. en nota 10; Cámara Comercial, en pleno, precitada; Cámara 1ª de
Apels. de La Plata, Rev. LA LEY, t. 79, p. 517.

(13) LLERENA, "Concordancias y Comentarios del Código Civil Argentino", t. V, p. 452.

(14) Entre otros: HALPERIN, op. cit., ps. 227 y sigts.; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 52, p. 580; íd., sala B, Rev. LA
LEY, t. 68, p. 28; Cámara 2ª de Apels. de La Plata, sala II, DIGESTO LA LEY, t. II, p. 1161, sum. 636; Cámara del Traba-
jo, sala II, Rev. LA LEY, t. 98, p. 711, fallo 4453-S; Cámara 3ª de Apels. de Córdoba, DIGESTO cit., t. II, p. 1166, sum.
703 y C. J. de Córdoba, t. 8, p. 623.

(15) Conf. con este criterio intermedio, aunque con fórmulas distintas: FARGOSI, "Suspensión de Administradores
de Sociedades Comerciales", Buenos Aires, 1960: "El peligro en la demora debe ser apreciado con estrictez y valo-
rado en función del efecto que la suspensión provisoria del órgano de administración va a producir sobre el contra-
to social, en cuanto por de mismo se regulan los derechos de los socios, y sus relaciones, y sobre el sujeto de dere-
cho que nace de dicho contrato y del cual el contrato es su estructura" y "el interés que debe ser tutelado es el de
la sociedad, partiendo de la base del principio de la conservación de la empresa"; GARO, "Sociedades Comerciales".
Parte General, Buenos Aires, 1949, t. II, p. 271; MALAGARRIGA, op. cit., t. I, ps. 714 y sigts.; Cámara Comercial, J. A.,
1951-IV, p. 110: con la prudencia necesaria y con las limitaciones propias del caso particular; Rev. LA LEY, t. 25, p.
78 y J. A., 1942-II, p. 31: con prudencia, ante un serio peligro, frente a una situación de emergencia; Cámara Comer-
cial en pleno, precit.: los tribunales no deben mostrarse pródigos en acordarlas; Cámara 2ª de Apels. de Santa Fe,
Rep. LA LEY, XVII, p. 812, sum. 11: con prudencia y cautela y sólo cuando lo exijan causas graves; Cámara de Apels.
de Rosario, sala I, Rep. de Santa Fe, t. 16, p. 169; Suprema Corte de Salta, J. A., 1950-IV, p. 680: máxima prudencia
para no incurrir en excesos perjudiciales a los intereses de todos, incluso del que se intenta tutelar; Cámara 1ª de
Apels. de La Plata, sala II, Rep. LA LEY, XIX, p. 1250, sum, 26: motivos de extrema urgencia y superlativamente gra-
ves, como recurso único y extremo.

Sobre la necesidad de acreditar también prima Facie ("fumus boni iuris") el peligro en la demora, v., entre otros:
MALAGARRIGA, op. cit., t. I, p. 716; SPOTA, loc. cit. en nota 10; Cámara Comercial, J. A., t. 34, p. 936; Rev. LA LEY, t.
28, p. 338; íd., sala B, J. A., 1954-I, p. 314; Cámara 1ª de Apels. de La Plata, sala III, Rev. LA LEY, t. 79, p. 517; Cámara
2ª de Apels. de Santa Fe, J., t. 4, p. 393 y Rep. LA LEY, XVII, p. 812, sum. 8: debe ser cierto, grave y próximo; Supre -
ma Corte le Salta, Rev. LA LEY, t. 56, p. 154: pero no es menester que concurran los recaudos para el embargo pre -
ventivo; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 46, p. 839: no demostrada la urgencia procede designar un interventor
encargado de vigilar la gestión del administrador.

(16) Pero téngase en cuenta, cuando se trata le violación de la ley o del contrato o estatutos sociales, la circuns-
tancia de que la mayoría de !os socios o la resolución de la asamblea por simple mayoría en las sociedades anóni-
mas y las a ellas asimiladas, no puede validar lo actuado por el administrador y procede la intervención judicial.

(17) Cámara Comercial, J. A., t. 14, p. 1191; Cámara 2ª de Apels. de La Plata, Rev. LA LEY. 68, p. 28.

(18) Cámara Comercial, J. A., t. 4, p. 424, V.: Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 43, p. 847: debe recurrir a los medios
de los arts. 409 del Cód. de Com., y 1681 del Cód. Civil.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(19) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 44, p. 148; J. A., t. 58, p. 229: designó un escribano al efecto; Su prema Corte
de Salta, J. A., 1950-IV, p. 680.

(20) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 43, p. 215; t. 44, p. 148.

(21) Conf. HALPERÍN, op. cit., p. 228; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 53, p. 194; t. 100, p. 586; Cámara de Apels,
de Rosario, en pleno, Rev. LA LEY, t. 34, p. 990.,

(22) Conf. fallo plenario varias veces citado.

(23) Conf., entre otros: MALAGARRIGA, op. cit., t. I, p. 721, en nota; HALPERÍN, loc. cit. en nota 21; Cámara Comer -
cial, sala de feria, Rev. LA LEY, t. III, p. 898, fallo 9174-S: caución real; Cámara 2ª de Apels. de La Plata, sala II, Rev.
LA LEY, t. 53, p. 331.

(24) Cámara Nac. Comercial, sala A, julio 16 de 1954, "Urquiza Anchorena c. Izquierdo", cit. por ZAVALA RODRÍGUEZ
op. cit., t. I, p. 527, nota 641; íd., sala C, DIGESTO LA LEY, t. II, p. 1166, sum. 696. Contra: Cámara Nac. Comercial, sa -
la A, D. J., 1957-I, p. 83, núm. 150,

(25) Cámara de Apels. de Rosario, sala I, CC, J., t. 15, p. 4 y DIGESTO LA LEY, t. II, p. 1166, sum. 697.

(26) Cámara Comercial, J. A., t. 12, p. 829; t. 31, p. 624: puesta de manifiesto por la presentación en convocato ria
por un administrador y el desistimiento del pedido, por otro y aunque se haya pactado la jurisdicción arbitral para
conocer las cuestiones sociales; t. 34, p. 936; t, 58, p. 580; íd., sala B, J. A., 1954-I, p. 314: sociedad no inscripta des -
pués de dos años de existencia, mal administrada, seria divergencia entre los socios, uno de los cuales quiere sepa-
rarse, y peligro en la demora; Rep. LA LEY, XX, p. 1324, sum. 26: graves disidencias entre los dos gerentes, con igual-
dad de capital, que produjo el cierre de la fábrica. V.: íd., J. A., t. 34, p. 930: pero no cuando según el con trato las di-
vergencias deben ser sometidas a amigables componedores.

(27) Cámara Comercial, Fallos, t. 39, p. 404, argumentado "a fortiori" con el art. 1735, inc. 1° del Cód. Civil; J. A., t.
38, p. 1223; t. 57, p. 498; id., sala A, Rev. LA LEY, t. 86, p. 170.

(28) Cámara Nac. Comercial, sala B, J. A., 1954-I, p. 385.

(29) Id., sala C, Rep. LA LEY, XX, p. 1324, sum. 27.

(30) Cámara Comercial, Fallos, t. 98, p. 112; J. A., t. 57, p. 498; Cámara de Apels. de Rosario, en pleno, Rev. LA LEY, t.
34, p. 990 y Rep. de Santa Fe, t. 6, p. 127. Contra: Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 43, p. 847: basta con recurrir a
los remedios de los arts. 409 del Cód. de Com. y 1681 del Cód. Civil.

(31) Cámara Nac. Comercial, sala B, setiembre 10 de 1958, "in re": "Cavanagh c. Cavanagh", cit. por ZAVALA RODRÍ-
GUEZ, op. cit., t. I, p. 526, nota 629.

(32) Cámara Comercial, J. A., t. 27, p. 1219: sociedad de hecho; íd., sala B, Rev. LA LEY, t. 92, p. 190: y retiró casi to-
do el capital que aportó.

(33) Id., sala A, J. A., 1957-III, p. 559.

(34) Cámara Comercial, J. A., t. 45, p. 649.

(35) Id., sala B, Rev. LA LEY, t. 91, p. 463.

(36) Cámara Comercial, J. A., t. 67, p. 819.

(37) Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires, Rep. LA LEY; XX, p. 1323, sum. 19 y A. y S., 1958-II, p. 731.

(38) Cámara Nac. Comercial, sala C, Rev. LA LEY, t. 106, p. 979, fallo 7718-S: dejó sin efecto la designación de inter-
ventor y decretó la administración judicial amplia.

(39) Cámara de Apels. de Rosario, en pleno, Rev. LA LEY, t. 34, p. 990 y Rep. de Santa Fe, t. 6, p. 177.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(40) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 46, p. 839: de lo contrario no habría juicio sobre disolución y liquida ción de
sociedad, sin nombramiento de administrador provisional, ya que si hay pleito hay divergencia; J. A., 1950-II, p. 57;
íd., sala A, D. J., 1957-II, p. 292, núm. 393; id., sala B, Rev. LA LEY, t. 59, p. 195.

(41) Cámara Comercial, 3. A., t. 62, p. 823.

(42) Id., sala B, Rev. LA LEY, t. 66, p. 700.

(43) Cámara Comercial, J. A., t. 57, p. 499.

(44) Id., J. A., t. 34, p. 1346.

(45) Id., Rev. LA LEY, t. 52, p. 580.

(46) Id., sala A, Rev. LA LEY, t. 66, p. 615: sociedad de hecho.

(47) Cámara Comercial, 3. A., t. 34, p. 930.

(48) Id., Rev. LA LEY, t. 16, p. 113; Cámara Civil 2ª, Rev. LA LEY, t. 16, p. 871.

(49) MALAGARRIGA, op. cit., t. I, p. 719, en nota.

(50) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 46, p. 839: simple veedor en la administración, a costa del solicitante.

(51) Id., Rev. LA LEY, t. 47, p. 811.

(52) Id., Rev. LA LEY, t. 57, p. 292.

(53) Suprema Corte de Salta, Rev. LA LEY, t. 56, p. 155: al solo efecto de controlar.

(54) Cámara Comercial, sala B, Rev. LA LEY, t. 103, p. 776, fallo 6904-S: para controlar la marcha y administración de
la sociedad.

(55) Id., sala C, J. A., 1961-III, p. 438.

(56) Id., Rev. LA LEY, t. 108, p. 49.

(57) La procedencia de la intervención en las sociedades irregulares, con sujeción a las mismas normas y requisitos
que las sociedades regulares, es admitida pacíficamente en doctrina y jurisprudencia (v. nuestro "Código de Comer-
cio Comentado", 2ª ed., Buenos Aires, 1967, ps. 728 y sigts. y sus notas 42 y 42-2).

(58) V. nuestra ob. cit., comentario al art. 336, núm. 4.

(59) Si la asamblea ha aprobado la gestión del administrador, para obtener su remoción es previo que se invalide la
resolución de la asamblea (conf., entre otros: HAPERIN, op. cit., p. 199; Cámara Comercial, en pleno, precit., consid.
24, c).

(60) El art. 33 del decreto reglamentario de la inspección de justicia faculta a ésta para convocar a la asamblea, ante
denuncia hecha por los socios de que el directorio no la ha convocado no obstante su pedido; previamente debe
emplazar al directorio para convocarla dentro del término de tres días. En la Capital Federal, pues, los accionistas
deben ocurrir en primer término a la Inspección de justicia y sólo ante el fracaso de tal gestión, pueden pedir la de -
signación de un interventor judicial al solo efecto de la convocatoria (conf.: MALAGARRIGA, op. cit., t. I, ps. 733 y si-
guientes).

(61) ZAVALA RODRIGUEZ, op. cit., t. I, núms. 834 y 993; MALAGARRIGA, Op. cit., t. 1, ps. 729 y sigts.; HALPERÍN, "So-
ciedades Comerciales", p. 199; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 55, p. 663; t. 64, ps. 95 y 90; t. 65, p. 51; t. 70, p.
237.

(62) CASTILLO, "Curso de Derecho Comercial", 3% ed., Buenos Aires, 1935, t. III, núm. 301; SALVAT,, op. cit., ed.
1948, t. VI, p. 44; Cámara de Apels. de Mendoza, J. A., 1944-III, p. 631 y J. M., t. 13, p. 259.

(63) V. nuestro comentario precitado, t. I, p. 1169, e.


Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(64) Conf. HALPERfN, op. cit., ps. 199 y sigts.; Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 16, p. 845.

(65) Corte Suprema de Justicia de la Nación, Fallos, t. 220, p. 358.

(66) Cámara Nac. Comercial, sala A, Rev. LA LEY, t. 65, p. 51.

(67) Id., sala B, Rev. LA LEY, t. 80, p. 392: si el directorio y la asamblea se hallan en funcionamiento el accionista no
tiene otro remedio que el del art. 353 del Cód. de Com.; pero decretó la suspensión de los efec tos de las acciones
cuya emisión había sido impugnada por una minoría de accionistas; este fallo fue revocado por la Corte Suprema,
Rev. LA LEY, t. 90, p. 392; v. HALPERÍN, "Sociedades Comerciales", p. 227, nota 49.

(68) Cámara de Apels. de Rosario, sala I, Rep. de Santa Fe, t. 7, p. 90.

(69) Cámara 2ª de Apels. de La Plata, sala II, Rev. LA LEY, t. 53, p. 331.

(70) Cámara 2ª de Apels. de Tucumán, Rev. LA LEY, t. 100, p. 639.

(71) Cámara 1ª de Apels. de Bahía Blanca, Rev. LA LEY, t. 97, p. 555.

(72) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 9, p. 707; íd., en pleno, Rev. LA LEY, t. 53, p. 193.

(73) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 24, p. 4.

(74) Id., tribunal de feria, Rev. LA LEY, t. 8, p. 409.

(75) Suprema Corte de Tucumán, Rev. LA LEY, t. 7, p. 1148; Cámara 21 de Apels. de La Plata, sala II, J. A., 1948-III, p.
440.

(76) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 28, p. 299.

(77) Suprema Corte de Tucumán, precitado,

(78) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 55, p. 663.

(79) Conf., entre otros: HALPERÍN, "Sociedades de Responsabilidad Limitada", ed. 1948, núm. 33 y "Sociedades Co-
merciales", ps. 224 y sigts.; GARO, "Sociedades de Responsabilidad Limitada", Buenos Aires, 1950, ps. 444 y sigts.;
ZAVALA RODRÍGUEZ, op. cit., t. I, núm. 992; Cámara Comercial, en pleno, Rev. LA LEY, t. 53, p. 194; Cámara Comer-
cial, Rev. LA LEY, t. 54, p. 544; íd., sala B, Rev. LA LEY, t. 68, p. 341: haberse agotado los recursos legales y contrac -
tuales para remediar las irregularidades determinantes de la medida; íd., sala C, Rep. LA LEY, XX, p. 1323, sum. 10;
Cámara 1ª de Apels. de La Plata, sala II, Rev. LA LEY, t. 41, p. 895. V.: MALAGARRIGA, op. cit., t. I, ps. 724 y sigts.:
puede solicitarla un socio o varios socios que no cuentan con la mayoría necesaria para la remoción extrajudicial.

(80) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 59, p. 116, nota de HALPERÍN: sólo cabe disponer esta medida en circunstan-
cias especiales, por razones positivamente graves y perjudiciales para la sociedad, que no admiten dilaciones; el pe-
ligro en la demora requiere que la conducta del inculpado sea de tal naturaleza que la integridad del patrimonio so-
cial esté expuesta a serio peligro, porque la administración conferida en el contrato social constituye un mandato
irrevocable (esta última afirmación es errónea, dado que según el art. 13 de la ley 11.645 los gerentes son revoca -
bles "ad nutum").

(81) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 60, p. 116.

(82) Id., Rev. LA LEY, t. 73, p. 65,

(83) Id., Rev. LA LEY, t. 59, p. 6.

(84) Id., sala C, Rev. LA LEY, t. 105, p. 969, fallo 9643-S.

(85) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 34, p. 745.

(86) Id., sala B, J. A., 1961-I, p. 209.


Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(87) Id., sala A, Rev. LA LEY, t. 103, p. 787, fallo 7027-S: designó administrador provisorio a la persona que ac tuaba
como interventor judicial.

(88) Id., sala B, Rep. LA LEY, XX, p. 1324, sums. 28 y 29: las inculpaciones recíprocas que pueden crear una situación
de violencia entre los socios, podrán autorizar la disolución anticipada de la sociedad pero no la remoción del socio
administrador.

(89) Cámara 1ª de Apels. de La Plata, sala II, Rev. LA LEY, t. 41, p. 845.

(90) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 59, p. 195: porque el art. 1684 del Cód. Civil requiere que las dificulta des de
solución apremiante sean un obstáculo al regular funcionamiento de la sociedad.

(91) Id., sala B, Rev. LA LEY, t. 85, p. 393.

(92) Id., íd., Rev. LA LEY, t, 87, p. 511.

(93) Id., íd., Rev. LA LEY, t. 68, p. 341: pero la intervención se limitará a asegurar el ejercicio de esos derechos.

(94) Cámara Comercial, G. del F., t. 176, p. 286.

(95) Id., sala E, D. J., 1958-I, p. 192, núm. 550.

(96) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 75, p. 383.

(97) Id., sala C, Rev. LA LEY, t. 102, p. 174: sus atribuciones se limitarán a informar quincenalmente sobre el movi -
miento del negocio y toda cuestión atinente a su desempeño, debiendo abstenerse de realizar cualquier acto de
administración.

(98) Id., íd., Rev. LA LEY, t. 103, p. 770, fallo 6826-S: revocó la designación de administrador judicial y designó a la
misma persona interventor.

(99) Cámara Comercial, J. A., 1950-I, p. 367: sin facultades de dirección, que continuarán a cargo del socio gerente,
pero podrá asistir a los socios de acuerdo con lo dispuesto en el art. 419, inc. 6° del Cód. de Com. y art. 1769 del
Cód. Civil.

(100) Id., J. A., t. 57, p. 499.

(101) Id., Rev. LA LEY, t. 60, p. 437.

(102) Id., sala A, Rev. LA LEY, t. 68, p. 329.

(103) Cámara Comercial, Rev. LA LEY, t. 34, p. 797.

(104) Conf. HALPERÍN, "Sociedades Comerciales", p. 225; Cámara Comercial, en pleno, Rev. LA LEY, t. 53, p. 193,
consid. 30.

(105) Cámara de Apels. de Rosario, sala II, Rev. LA LEY, t. 47, p. 772 y Rep. de Santa Fe, t. 16, p. 197.

(106) Cámara Comercial, sala A, Rev. LA LEY, t. 87, p. 46: basta la caución juratoria si el perjuicio que podría experi-
mentar la sociedad o los socios oponentes no sería importante desde el punto de vista patrimonial.

(107) Id., sala B, Rev. LA LEY, t. 102, p. 874, fallo 6423-S; t. 107, p. 989, fallo 8217-S; Cámara Civil 2ª, en pleno, Rev.
LA LEY, t. 34, p. 538.

(108) Cámara penal, Rev. LA LEY, t. 50, p. 904.


Intervencion judicial de sociedades mercantiles

La intervención judicial en las sociedades comerciales

Anta, Carlos A.

Publicado en: LA LEY 2007-F, 1076

Sumario: SUMARIO: I. La intervención judicial como medida precautoria. — II. Ponderación provisoria.
— III. Requisitos. — IV. Funciones del interventor. — V. Palabras finales.

I. La intervención judicial como medida precautoria

Medida históricamente admitida por la jurisprudencia, la designación del interventor judicial (rectius ad-
ministrador provisional) encontraba fundamento en el art. 1684 del Código Civil, aplicable a los liquida-
dores (1), manda legal que le otorga carácter precautorio, visto que no requería otro trámite que la per-
tinente información sumaria sobre los hechos invocados al formular la petición.

Hoy, como se desprende de la ley 19.550 (en adelante LSC) (t.o. 1984) (Adla, XLIV-B, 1319), a través de
sus arts. 113 y 114 existen tres tipos de intervención: (i) la veeduría, generalmente a cargo de una sola
persona; (ii) la coadministración a cargo de uno o más administradores; y (iii) la intervención plena o ad-
ministración, que también puede estar a cargo de uno o más administradores.

Si bien cada una de las tres modalidades de intervención, desde la simple veeduría hasta la plena admi -
nistración de la sociedad con desplazamiento, posee caracteres únicos y propios al grado de ejecución de
cada medida, lo cierto es que la problemática que cada una observa en la práctica puede concentrarse
en la demarcación de ciertos rasgos comunes a todas, siendo ese el enfoque que habrá de darse a este
trabajo.

En este contexto, las medidas cautelares que pueden dictarse respecto de entes societarios encuentran
regulación en la ley de fondo y también en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (en adelante
cpr). En este último cuerpo legal, a través de la reforma introducida por la ley 22.434 (Adla, XLI-B, 2802),
se consagró cuanto en la práctica resultaba ya de aplicación: la posibilidad de disponer las medidas pre-
vistas en la sección 4a. del capítulo III del Código Procesal a más de las dispuestas en la ley de fondo (cpr.
222). Quedó de ese modo asegurada la preeminencia de la legislación particular sobre la materia, aun-
que complementada con la aplicabilidad de la normativa de rito (2).

Para cualquiera de los tres supuestos de intervención judicial de sociedades comerciales, debe acreditar-
se:

* la condición de socio o accionista del actor;

* la existencia de peligro;

* su gravedad que conmueva la existencia misma de la sociedad;

* el agotamiento de los recursos acordados por el contrato social;

* que se ha promovido la acción de remoción (3) porque de las pruebas aportadas en ella, surgirá la exis-
tencia de los hechos que justifiquen o no la intervención, y

* la prestación de una contracautela como condición de ejecutoriedad.

El objetivo primordial de esta medida que se decreta inaudita parte, con fundamento en lo previsto por
el cpr. 195 de acuerdo con lo que dispone el cpr. 222, es proceder al contralor y seguimiento de las ope-
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

raciones societarias evitando, de esta manera, que se generen situaciones susceptibles de poner en peli-
gro la marcha de la sociedad.

Se produce cuando —en rigor— la situación en la administración afecta la voluntad societaria, tras ha-
berse perdido la affectio societatis y configura un riesgo para la vida del ente (4).

Claro ejemplo es cuanto suele suceder cuando la medida resulta necesaria para el cumpli miento de la
eventual sentencia de liquidación (5) (arts. 101 y 108 LSC) y que por otro lado no se adopta en favor de
una de las partes, sino en defensa de un patrimonio común que es interés de todos los socios.

Por ello bien puede entenderse que excedería el ámbito de la intervención societaria pretender el des-
plazamiento del administrador y la designación de un interventor judicial para que ordene las cuentas
sociales, abone las que entienda genuinas y practique un balance, a fin de que considere la viabilidad de
la sociedad, y si se considera conveniente, la solicitud de acogerse a algún proceso concursal. Es que el
art. 113 LSC ha sido previsto como medida cautelar, pero no como acción de fondo destinada a perma-
necer en el tiempo, pues no es función del Estado gerenciar empresas privadas. Entonces, la suerte de
los negocios de la sociedad demandada y la designación de sus nuevos integrantes es materia propia e
indelegable de los socios, salvo casos expresos de excepción.

II. Ponderación provisoria

Este tipo de medidas se adopta sobre la base de la ponderación provisoria que el juez de la causa debe
realizar, con la sola y exclusiva finalidad de medir el grado de procedencia de la medida decretada, y sin
que ello importe pronunciamiento último sobre el derecho que en definitiva pueda llegar a reconocerse
(6).

El análisis que habrá de efectuarse debe serlo al solo efecto cautelar, y sin que ello importe adelantar
opinión sobre el fondo de la cuestión, aspecto que determinará que el juzgado no habrá de introducirse
de lleno en la cuestión de fondo en el estadio procesal en que se dicte la cautelar, previamente a la sen -
tencia, so riesgo de incurrir en prejuzgamiento respecto del fondo del asunto (cpr. 204 y art. 114 LSC).

Dentro de este marco de provisionalidad con sujeción al cual es aprehensible toda petición cau telar (arg.
cpr. 202), con los escasos elementos del conflicto puestos a consideración del Tribunal, teniendo presen -
te que la medida se dicta inaudita parte así como la trascendencia social, jurídica y económica que impli-
ca la intervención judicial de una sociedad comercial, no corresponde que se analicen los términos del
conflicto en sí, de los cuales sólo se conoce la versión del accionante, peticionante de la medida, dadas
las características propias del procedimiento cautelar, limitando la cuestión al análisis de los extremos
formales.

No puede perderse la perspectiva de la situación así como el contexto que enmarca todo pedido caute -
lar, que como bien es sabido debe analizarse a la luz de los elementos aportados a la causa y de la inci-
dencia que sobre ellos tenga la actitud de las partes a partir de sus distintas posturas de fensivas que se
esgriman en el Tribunal y en forma extrajudicial, que una vez ventiladas en la causa forman parte del co-
nocimiento que el juez debe tener a su alcance.

Una vez más cabe reiterar la prevención formulada anteriormente, esto es, que las conside raciones que
efectúe el magistrado no pueden ni deben implicar ponderación conclusiva de cuestiones que serán ana -
lizadas al dictarse sentencia definitiva, siendo provisorias y al solo efecto de establecer la procedencia o
improcedencia del pedido cautelar.

Y se dice esto, porque de ninguna manera puede extraerse al conocimiento del magistrado las reglas le -
gales que el propio ordenamiento societario otorga a los justiciables, reglas siempre vistas desde un do-
ble aspecto: por un lado, desde la perspectiva del derecho individual invocado en defensa de una u otra
postura y cuyo encuadre como norma abstracta en la sentencia definitiva se concreta en una norma par -
ticular, y por el otro lado, y como contrapartida, como deber genérico y específico al que las partes de-
ben ajustar sus pretensiones al momento de entablar los procesos judiciales o en el desenvolvimiento de
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

éstos, para poder peticionar cuanto les corresponde según el derecho vigente; incluidas en estos últi-
mos, a las peticiones cautelares.

Dicho en otros términos, aquella norma propia del ordenamiento bien puede resultar útil para estable-
cer un derecho en un proceso contencioso, pero no por ello dejar de resultar una conducta positiva a la
que las mismas partes deben ajustar su proceder. Es decir, la ley establece pautas, vías previas de acción
que las partes no pueden deja de sortear.

Las medidas cautelares deben interpretarse en forma tal de evitar que los pronunciamientos que den
término al litigio resulten inocuos, siempre y cuando, concurran los requisitos para su procedencia: vero-
similitud del derecho y peligro en la demora, todo con otorgamiento de una adecuada contracautela. Ta-
les medidas deben otorgarse en virtud de esa verosimilitud del derecho que se pretende asegurar, el
cual aún no es cierto, ni consolidado, sino por el contrario, es eventual, incierto y hasta ignoto, tan solo
probable. De allí que se haya caracterizado con ese "fumus bonis iuris", cuya sola percepción justifica la
adopción de la medida requerida en resguardo del incipiente derecho que se invoca. En tal sentido, cabe
decir que una exigencia mayor implicaría pretender del accionante la demostración de una existencia in-
contrastable de su derecho, lo cual desvirtuaría el instituto cuya "ratio legis" consiste en precaverle un
derecho que aún es dudoso e incierto y cuya procedencia será materia del pronunciamiento que ponga
fin al litigio.

III. Requisitos

(i) Calidad de socio

Sostiene Guasp que la legitimación procesal o legitimación en causa es la consideración especial en que
tiene la ley, dentro de cada proceso, a las personas que se hallan en una determinada relación con el ob-
jeto del litigio, y en virtud de la cual exige, para que la pretensión procesal pueda ser examinada en cuan-
to al fondo, que sean dichas personas las que figuren como partes en tal proceso (7).

Por consecuencia de ello, hay falta de legitimación para obrar cuando el actor o el deman dado no son las
personas especialmente habilitadas por la ley para asumir tales calidades con referencia a la concreta
materia sobre la cual versa el proceso (8).

Dicho de otra manera, la excepción de falta de legitimación para obrar consiste en la existencia de cali-
dad para requerir una sentencia favorable; es decir, se configura cuando alguna de las partes en litigio no
es titular de la relación jurídica sustancial que da origen a la causa, sin perjuicio de que la pretensión ten-
ga o no fundamento (9).

Tal la importancia del instituto, el juzgador tiene la facultad de declarar en su sentencia definitiva la ine -
xistencia de legitimación para obrar, aun en el caso de que el demandado nada haya plan teado al con-
testar la demanda —sine actione agit— (10), ya que de lo contrario podría llegarse al absurdo de que el
magistrado, aun advirtiendo la falta de legitimación ad causam de las partes, dictará de todos modos —
so pretexto de una suerte de preclusión— una sentencia inútil, la que sería inejecutable contra quien, sin
ser parte en la relación sustancial, figuró como tal en el pleito, o ejecutable —lo que es inadmisible por
violación de defensa y del debido proceso— contra el titular de la relación que no fue oído en el juicio
(11).

A tales efectos es que expresamente requiere el art. 114 1er párrafo LSC que el peticionante de la inter -
vención acredite su condición de socio (12) lo que obviamente deberá tener lugar, previa acreditación
sumaria (13), según las reglas de tipo societario que intervenga en el caso.

Por tratarse de una sociedad anónima es esencial la presentación de las acciones correspondientes (14)
o de los elementos que ilustren su existencia (vgr. registro de asistencia a asamblea o libro de accionis-
tas, etc.).

Frente a lo señalado, hallándose cuestionada la calidad de socios de los apelantes mientras esa condición
no sea acreditada, es improcedente la intervención judicial de la sociedad que se solicita (15).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Por aplicación del art. 303 LSC la autoridad de control (Inspección General de Justicia) se encuentra pro-
cesalmente legitimada para requerir al juez del domicilio de la sociedad, competente en materia comer-
cial, la intervención de las sociedades en ocasión de la fiscalización que ejerce sobre ellas (16).

En este esquema se ha admitido jurisprudencialmente que el síndico social tras el agotamiento de los re-
cursos sociales (legales y estatutarios) y con fundamento en su responsabilidad solidaria por la omisión
de los directores y frente al deber de actuar como "un buen hombre de negocios" pueda requerir la me -
dida (17).

(ii) Peligro grave

El peligro en la demora ha sido identificado con el interés jurídico que la justifica para disi par un temor
de daño inminente (18).

Lleva implícito en pocas palabras, la existencia de un temor grave y fundado en el sentido en que el dere-
cho que se reclama o que vaya a reclamarse, se pierda, se deteriore, o sufra un menoscabo tal durante la
sustanciación del proceso, que luego no pueda ser reparado. O dicho de otro modo, el objeto se centra
en evitar que la sentencia que se dicte transcurrido el trámite normal del proceso judicial, sea una mera
declaración, sin posibilidad de cumplimiento posterior concreto.

Esta exigencia ("periculum in mora") se constituye en la base de las medidas cautelares, puesto que la
función de éstas —como enseña Calamandrei— nace en la relación que se establece entre dos términos:
la necesidad de que la providencia, para ser prácticamente eficaz, se dicte sin retardo, y la falta de apti-
tud del proceso ordinario para crear también sin retardo una providencia definitiva. Las providencias
cautelares representan una conciliación entre las dos exigencias, frecuentemente opuestas, de la justicia:
la de la celeridad y la de la ponderación; entre hacer las cosas pronto pero mal, y hacerlas bien pero tar-
de, las providencias cautelares tienden, ante todo, a hacerlas pronto, dejando que el problema de bien y
mal, esto es de la justicia intrínseca de la providencia, se resuelva más tarde, con la necesaria pondera-
ción en las reposadas formas del proceso ordinario (19). No basta entonces el simple temor o aprensión,
sino que debe derivar de hechos apreciables objetivamente por terceros (20).

Por ello, además, para el dictado de la cautelar deberá ponderarse la conducta asumida por el di rectorio,
pues su falta de colaboración e indiferencia, a pesar de estar acreditado que la sociedad no lleva la con -
tabilidad en legal forma y fue intimada a cumplir en ese sentido, resultan elementos relevantes.

Esa actitud en el manejo de los negocios sociales agrava la dimensión del conflicto considerado en la con-
cesión de medidas cautelares, porque hace peligrar la continuidad del ente social con la grave incidencia
negativa que pesará sobre los terceros vinculados a ella, elemento configurativo del peligro grave reque-
rido por el art. 113 LSC.

En este sentido, se ha dicho que el estado de incertidumbre en cuanto a la conducción de los negocios
societarios justifica acabadamente la designación de un interventor judicial (21); y que resulta proceden-
te decretar la intervención judicial informativa de una sociedad, cuando de la documentación aportada
se verifica (...) el peligro que para la sociedad importa lo que aparenta ser una gestión irregular de sus
negocios (22).

En lo concerniente al peligro grave al que alude el art. 113 LSC, no es suficiente la natura leza misma de la
práctica nociva de los administradores de configurarse, sino que ésta debe ser analizada a la luz de (i) su
incidencia sobre el patrimonio social (ii), el objetivo por el cual ha sido instaurado el proceso principal.

Falaz resultaría perder de vista tales extremos cuando el juicio principal tiene por objeto obtener la diso-
lución judicial de la sociedad y se precipita un pedido de intervención societaria cuyo objeto también ra-
dica en la tarea que deberá llevar adelante el interventor para liquidar el ente.

En este contexto y de aceptarse tal tesitura, el nombramiento del interventor con desplazamiento para
el caso de conflicto interno de los socios debería tener por objeto el llamado a asamblea para obtener
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

anticipadamente cuanto se requiere a los estrados judiciales como cuestión de fondo a ser decidido en el
momento de dictar sentencia: la disolución de un ente por falta de acuerdo de los socios.

Con tal fundamento es indudable que el interventor asumiría en tal caso la representación de la sociedad
demandada, pues su actividad supone necesariamente el desplazamiento de los administradores desig-
nados por los mecanismos sociales. Justamente, en materia de sociedades anónimas, la intervención ju-
dicial en toda su amplitud constituye una de las causas de cesación del directorio. Esto surge no sólo del
art. 303 inc. 2° primer párrafo LSC, que se refiere a la intervención de la administración sino también del
art. 115 LSC, que dispone en su primer párrafo, que la intervención puede consistir en la designación de
un "mero veedor", de uno o varios "coadministradores" o de uno o varios "administradores".

Si se trata de un veedor, no desplaza a la administración social natural; si se trata de un coadministrador,


concurre con aquélla; pero si se trata de un administrador, es evidente que produce la remoción del di-
rectorio o del órgano que asuma la administración de la sociedad según su tipo (23).

En esta línea, la intervención judicial de la administración de la sociedad impondría al interventor desig-


nado el deber de (i) poner orden en la administración o (ii) proceder a su liquidación y disolución.

En el hipotético caso que aquí se plantea, dicha medida claramente no habría de conciliarse con el objeto
de la acción judicial en donde se pretende la liquidación del propio ente (v. arts. 101 y 108). Repárese
que la intervención judicial que prevé el art. 113 LSC no opera la disolución de la sociedad, sino que las
facultades del interventor tienden a normalizar el órgano de administración de la sociedad, porque no se
trata de una sustitución de su administración hecha a título personal sino de un acto realizado por y para
la sociedad administrada. Para ello debería aguardarse a la sentencia que declare la obligación de disol-
ver el ente por pérdida de la affectio societatis, con la consiguiente designación de un liquidador que ha-
bría de satisfacer el interés del pretensor (24).

O dicho de otra forma, de aceptarse la intervención cautelar de una sociedad con tales al cances, el pro-
motor de la demanda obtendría en forma anticipada y por vía cautelar autosatisfactiva la disolución del
ente por medio del interventor. Recuérdese que la intervención judicial de una sociedad tiene como pri-
mordial objeto remediar las causas que motivaron la medida, y si ello no fuese posible, en casos excep -
cionales puede llegar a la disolución y liquidación del ente intervenido (25).

(iii) Criterio restrictivo y agotamiento de los recursos contractuales

Es principio receptado que siendo que la intervención interfiere en la administración socie taria y puede
producir un daño mayor que el que se quiere evitar, se debe actuar restrictivamente en el otorgamiento
de la medida (26).

Fluye así del cpr. 225 inc. 1° en cuanto a que cualquiera sea la fuente legal de la intervención judicial y
en cuanto fuere compatible con la respectiva regulación, el juez apreciará su procedencia con criterio
restrictivo.

La admisibilidad de la intervención judicial, por ser una medida extrema, es necesario juzgarla con crite-
rio restrictivo, motivo por el cual no corresponde disponerla cuando la infracción esgri mida para susten-
tar su viabilidad cuenta para ser subsanada con un remedio legal específico.

Tal es el mandato legal que debe utilizar el juez para apreciar la procedencia de la medida, asumiendo el
carácter restrictivo mayor operancia tratándose de una sociedad anónima, pues, dada la complejidad es -
tructural de este tipo social, las vicisitudes que puedan comprometer el aludido interés deben resolverse
en las instancias internas (27).

Tratándose de una sociedad anónima, el sistema previsto por el art. 113 y ss. LSC, se reduce con los arts.
265, 276 y 277 del citado cuerpo legal y para lograr la traba de la medida precautoria prevista en la ley,
deberá demostrar el socio que agotó los recursos previstos por el régimen contractual (arts. 62 y 294
LSC) (28).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Empero, se ha sostenido también que no resulta en principio procedente exigir el cumplimiento del ago-
tamiento de los recursos societarios como requisito previo de la designación de un veedor judicial, si —
ante la situación existente— el régimen de mayoría simple establecido en el contrato tornara infructuosa
la defensa de los intereses del peticionante dentro de su marco (29).

Se esgrime como necesario que la actora haya finiquitado todas las instancias de decisión posible, requi-
sito que resulta dirimente no sólo para que el Tribunal analice la conducta comercial del administrador
de la sociedad sino también la propia pericia del accionante en requerir societariamente y sin tener que
recurrir al auxilio subsidiario de la justicia para obtener aquello que la ley de fondo (ley 19.550) le reco-
noce por su calidad de socio.

La solución así expuesta no resulta caprichosa sino que posee fundamento en la propia normativa socie-
taria, cuya ideología pone en cabeza de los socios la obligación de agotar en forma definitiva y ordenada
los pasos previstos para el tipo societario de que se trata, y luego, no antes, reconocer el derecho de re-
currir a la justicia ordinaria como forma que el Estado les reconoce de solucionar los conflictos que entre
ellos o de ellos con el ente se sucedan.

Caso contrario, ante la mínima desavenencia, verían posibilitada una vía judicial de resolu ción de conflic-
tos que la ley no les otorga con tal extensión.

Recuérdese que ésta —en cualquiera de las formas previstas por la ley 19.550— es un instituto rodeado
de características singulares, erigiéndose como medida cautelar societaria de excepción, a la cual puede
recurrirse una vez que se hayan agotado todas las posibles instancias para conjurar el peligro potencial
que provendría de acciones u omisiones.

De allí que impere un criterio restrictivo en la materia, habida cuenta que cuestiones suscitadas de resul-
tas de pretendidas irregularidades, deben ser sometidas a la decisión previa de los órganos naturales,
conforme lo previsto por la ley y los estatutos. La intervención judicial no puede justificar una intromi-
sión o interferencia en los negocios de la sociedad, a fin de no provocar un daño mayor que el que se
quiere evitar (30).

Deben ser ordenadas sólo hasta lo indispensable y de modo tal que no signifiquen una vía de extorsión o
imposibiliten el normal desenvolvimiento de la parte afectada por ellas (31).

La intervención societaria en una sociedad anónima es una medida de extrema gravedad que sólo puede
tomarse en casos excepcionales, debidamente fundados. La propia ley 19.550 así lo establece (art. 114
LSC) y la naturaleza y estructura social, como la existencia de órganos diferencia dos, hacen que la enor-
me mayoría de los conflictos o cuestiones puedan resolverse dentro de la sociedad. Desde hace tiempo
se considera de aplicación restrictiva, a las sociedades anónimas, la medida de intervención judicial por
el hecho de que en ellas, al contrario de lo que ocurre en las sociedades personales, existe un órgano
propio superior, cual es la asamblea para juzgar los actos de los administradores.

Las diferencias entre los socios no constituyen fundamento para decretar la administración judicial de la
sociedad, en tanto Éstas resultan, en principio, insuficientes para poner en peligro grave a la sociedad.

Porque, la intervención judicial de una sociedad debe tener en mira fundamentalmente el interés del en-
te.

En efecto: el Tribunal debe buscar el justo equilibrio entre los intereses en juego, atendiendo siempre el
porvenir de la persona colectiva, sin tomar una injerencia infundada en los negocios del ente, pero sin
esperar que este se desmorone para nombrarle judicialmente un administrador. Bajo tal perspectiva, la
comprobación de circunstancias que pongan de manifiesto su irregular funcionamiento, de gravedad tal
que haga peligrar su operatividad, constituye fundamento idóneo de la cautela, con abstracción de la de-
terminación de la autoría del responsable de esos actos, lo que ha de ser objeto de ulterior dilucidación
(32).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

En el sentido expuesto, mal podría calificarse de "maniobra perjudicial" aquella actividad que la propia
sociedad llevó adelante durante la gestión en que también el accionante la integraba como director. Re-
sultaría cuando menos aplicable la doctrina de los actos propios, la cual requiere que exista identidad
subjetiva, esto es, identidad entre el sujeto del que emana un acto y que posteriormente realiza una con-
ducta contradictoria, de manera que ambos comportamientos hayan sido seguidos o resulten imputa-
bles a una misma persona, y que la contradicción se configure dentro de una misma situación o relación
jurídica o, expresado en otras palabras, dentro de un mismo círculo de intereses (Fallos:325:1787).

A renglón seguido y por vía de consecuencia, corresponde que se diferencie correctamente que no se
produce situación de gravedad alguna por el dictado de una medida de veeduría y el posterior rechazo
de la medida cautelar de intervención. En pocas palabras, el hecho que la veeduría pueda mutar en in-
tervención con desplazamiento no significa per se que una resulte consecuencia directa de la otra, pues
en rigor se trata de dos medidas con matices y efectos que el propio Código del rito y la ley societaria se
encargan de ilustrar (art. 115 LSC y cpr. 224 y ss.).

Repárese que en atención a su carácter accesorio de una acción principal, participa del carácter de medi -
da cautelar, exigiéndose al peticionante que acredite sumariamente la verosimilitud del derecho y el pe-
ligro en la demora.

Porque, no procede disponer la intervención del órgano de administración de la sociedad, cuando se ve -


rifica que: a) no se ha probado satisfactoriamente la imposibilidad de acceso a la documentación societa-
ria; ergo el derecho de información del socio no fue cercenado; y b) porque la falta de notificación a la
sociedad para que de cumplimiento con lo previsto por el art. 236 LSC como medio para agotar siquiera
la vía societaria demuestra la existencia de una maniobra urdida con la finalidad de obtener judicialmen-
te lo que bien podría obtener societariamente (33).

Frente a ello es que la parte interesada debe finiquitar o agotar la vía societaria que el propio or-
denamiento legal le confiere como derecho y como deber (34).

En resumen, se trata de agotar todas las posibles instancias para conjurar el peligro potencial que pro-
vendría de acciones u omisiones, y acreditarlas antes de recurrir a la jurisdicción (35).

(iv) Demanda por remoción

El régimen de responsabilidad especial de los administradores de sociedades de capital se halla sujeto en


lo fundamental a la disciplina preventiva e indemnizatoria contenida en los arts. 59, 157, 274, 275 y 276
LSC.

La estructura del régimen de responsabilidad de los administradores se compone de ele mentos de diver-
sa índole, aspectos sustanciales que son los presupuestos constitutivos de la responsabilidad el régimen
se integra del conjunto de acciones concedidas a los perjudicados para conseguir la reparación del daño.

Debido a la aplicación del régimen general se requiere que en este régimen especial concu rran, tanto su
conducta, como el daño causado, y la relación causa efecto entre ambas. En consecuencia podemos es-
tablecer como presupuestos de la responsabilidad de los administradores la existencia de una conducta,
tanto comisiva como omisiva, que le sea imputable a los mismos en el ejercicio de su cargo, la cual debe
ser dañosa para la sociedad o para los intereses de los socios o terceros, asimismo debe tratarse de una
conducta que infrinja los deberes de diligencia o de lealtad (36).

En el contexto cautelar que aquí se expone, la demanda de remoción de los respectivos directores es trá-
mite esencial para la solicitud de intervención de sociedades, si se entiende que la prestación de los ac-
cionistas apunta al reemplazo temporario de todo el órgano de administración de los entes colectivos
demandados (37).

En esos términos resulta procedente denegar el pedido cautelar de intervención cuando aquella acción
de remoción no ha sido promovida por cuanto tales pedidos desvirtúan la naturaleza me ramente instru-
mental del instituto cautelar, al convertirse en un medio para arribar precozmente a un resultado al que
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

sólo podría accederse —en caso de admitirse— mediante el correspondiente dictado de una sentencia
de mérito, por lo que adquiriría así un carácter autónomo, impropio de su naturaleza (38).

Ello así, pues la providencia cautelar responde a la finalidad inmediata de garantizar el éxito de la provi -
dencia principal; por vía de consecuencia, y de manera mediata, tutela también el derecho sustancial
que a través de esta última haya presumiblemente de actuarse, pero sin duda, esa "garantía de éxito" no
puede plasmarse en la satisfacción anticipada de lo que sería en su caso objeto de acción (39).

Cabe recordar que la naturaleza social de la acción de remoción deriva de la competencia orgánica de la
asamblea de accionistas respecto de los directores para el caso de las sociedades anónimas en punto a
su designación y remoción del adecuado y eficiente manejo del patrimonio social (40).

En efecto, el trámite de remoción reconoce como correlato la obligación del peticionante de formular su
petición en forma clara y acabada, expresando en forma concreta y pormenorizada las circunstancias
que lo llevan a peticionar tan extrema medida de modo de poder evaluar su correspondencia con la futu-
ra acción de fondo, pues en dicho ámbito de accesoriedad serán meritadas (41).

(v) Contracautela

La contracautela, se identifica con la caución que asegura a la otra parte el resarcimiento de los eventua-
les daños irrogados por la medida indebidamente peticionada (42), decretada y trabada.

La función de la contracautela del Código Procesal (art. 225 inc. 4°) y que para el caso específico de las in-
tervenciones societarias la ley de fondo retoma a través de su art. 116, es mantener la igualdad de las
partes en el proceso, y es un medio que puede servir para ase gurar, preventivamente, el eventual crédi-
to de resarcimiento de aquellos daños que podrían resultar de la ejecución de la medida precautoria, si
en el proceso definitivo se revelare que fue infundada (43).

A tales efectos, deviene en principio procedente el ofrecimiento de acciones de una sociedad anónima
en reemplazo del dinero en efectivo dispuesto como contracautela, tendiente a asegurar la reparación
de los daños y perjuicios que la medida cautelar pudiere ocasionar. Es que aun cuando se acepte el mag -
no grado de verosimilitud que la parte asigna a su derecho, se trata solo de "verosimilitud", lo que impo-
ne la fijación de una contracautela particularmente acorde con la magnitud del daño que la medida pue-
da generar (44).

Recuérdese que el impedimento que el art. 222 LSC impone a las sociedades para recibir sus propias ac-
ciones en garantía de operaciones comerciales, no alcanza a la contracautela procesal (45).

IV. Funciones del interventor

Expresa el art. 115 LSC en su segunda parte que el juez debe fijar la misión que deberá cumplir el inter -
ventor y las atribuciones que le asigne de acuerdo a sus funciones.

El interventor —en cualquiera de sus formas— debe cumplir su cometido de inmediato y en forma per -
sonal asumiendo, en su caso, las facultades que incumben al órgano natural de la firma involucrada, y su-
gerirá al Tribunal, cuando corresponda, las medidas que estime conducentes para llevar a cabo eficaz-
mente su gestión.

Corresponde efectuar una diferenciación entre la veeduría, por un lado y la coadministración, así como
la administración de la sociedad, por el otro.

Para el supuesto de la veeduría, la tarea del veedor será la formulación de informes descriptivos de la si-
tuación del ente, circunscribiendo su actuación a la recolección y organización de datos y elementos que
ilustren al juez sobre cuestiones atinentes al funcionamiento de la sociedad y/o de sus órganos o de la
empresa misma, desde el punto de vista económico y financiero. Tendrá funciones de vigilancia, control
y fiscalización. A tales fines podrá requerir a la sociedad para el control de las operaciones y de la conta -
bilidad la documentación de respaldo y los comprobantes que ilustren aquellas.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

En ningún caso podrá tener funciones superiores o más amplias a las que la ley o el contrato social les
confiere a los administradores (art. 115 segundo párrafo LSC).

Los informes serán agregados al expediente, y de cada uno de ellos se correrá traslado a las partes, quie-
nes podrán en el plazo que habrá de establecer el juez, impugnar, observar o realización pedidos de acla-
raciones. Es en este aspecto en el cual se asemeja a una pericia, pero en rigor no lo es, si bien será ele-
mento coadyuvante para la decisión del pleito, para lo cual las partes tienen derecho a plantear los cues -
tiones que estimen pertinentes.

La simple recolección de datos y formulación de conclusiones jurídicas a partir de aquellos que debe rea-
lizar el veedor, se aleja en ese sentido de las restantes formas de intervención, este es el caso de las ad-
ministraciones parciales o plenas; porque puntualmente aquí no se pretende la in formación de aspectos
jurídicos o económico - financieros, sino la toma de decisiones en el seno de la sociedad, con el objeto de
revertir estados perjudiciales para el ente.

En este sentido veremos algunos aspectos que para el caso de aquellas intervenciones de berían tenerse
en cuenta.

(a) Misión que deberá cumplir (cpr. 225 inc. 1°): Las funciones del interventor se centrarán en la vigilancia
las operaciones o actividades que se ejerzan así como en la adopción de las decisiones que estime perti-
nentes para que ello no sea alterado y para que informe al juzgado sobre los puntos que considere (46),
con fundamento en las facultades otorgadas por la ley y el estatuto social (pues no pueden ser mayores
que éstas), debiendo autorizar con su firma cualquier acto de administración o disposición.

Fundamentalmente debe el interventor velar por la conservación y reparación de los bienes confiados.

Asimismo bien podrá serle ordenado regularizar el órgano de administración si sus integrantes se en-
cuentran a la fecha de su designación con cargos vencidos, adoptando decisiones en asuntos de urgencia
y propendiendo a restablecer el equilibrio económico y financiero de la sociedad, cuando éste se en-
cuentre perturbado, haciendo efectivas las responsabilidades incurridas. Para ello podrá y deberá en su
caso, convocar a asambleas de acuerdo con las normas legales y estatutarias, en orden a las circunstan-
cias de cada supuesto particular.

(b) Facultades: a los fines indicados sub. (a) debe autorizarse al interventor como auxiliar externo del
juez, en menor o mayor grado, según se trate, a:

(i) hacer uso de la fuerza pública y de cerrajeros según las circunstancias (cpr. 214 primer párrafo);

(ii) remover y designar personal de la planta permanente, así como tener la facultad de pedirle explica-
ciones sobre todo tipo de información necesaria para la toma de decisiones, sancionarlo, suspenderlo
y/o designar reemplazantes;

(iii) librar las piezas procesales tendientes a obtener el congelamiento de las cuentas banca rias y cambio
de firmas o de la apertura de nuevas cuentas, a los fines de obtener una mejor preserva ción del patrimo-
nio social y un correcto depósito de los fondos sociales, evitando disponer de bienes que no sean para
erogaciones del giro ordinario;

(iv) oficiar a la Inspección General de Justicia en los términos del art. 60 LSC y publicar edictos por cinco
días en el Boletín Oficial, si es que existen contratos que vinculan normalmente a la sociedad con terce-
ros, a fin de anoticiar esa situación. Ello, pues, por aplicación de la norma citada toda designación o ce-
sación de administradores debe ser inscripta en los registros correspondientes en el legajo de la sociedad
y también debe efectuarse la publicación cuando se trate de una sociedad de responsabilidad limitada o
por acciones. Caso contrario, la omisión en la publicación hará aplicable el art. 12 LSC, respecto a las res-
ponsabilidades por incumplimiento, sin las excepciones que aquella norma prevé.

(v) obtener testimonio y/o mandamiento de la designación así como copias de piezas que estime perti -
nentes;
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(vi) designar auxiliares en los términos del cpr. 225 inc. 5° previo traslado a las partes y posterior resolu -
ción del juez de la causa, cuyos honorarios pueden establecerse conjuntamente con la designación o re-
gularse una vez finiquitada la misión encomendada (arg. art. 1870 inc. 1° Código Civil) (47).

(vii) así como a cualquier otra función que se atribuya el administrador social.

(c) Término de la medida: Fuere por remoción, revocación o reducción del término de la medida, su
transformación en intervención plena, o por aceleración del proceso principal, debería fijarse como lími-
te de aquella hasta tanto quede firme la sentencia que en su caso ordene la disolución y liquidación de la
sociedad (arts. 101 y 108 LSC, a los que me remito) para tal supuesto, si es que antes no desaparecen los
motivos que fundamentaron su dictado (art. 257 LSC). En este aspecto, entiendo que la fijación de plazos
exiguos, que necesariamente deberán ser prorrogados, va en detrimento del poder de decisión del inter -
ventor, quien continuamente verá decrecidas sus facultades a la espera de la resolución que prorrogue
su mandato judicial. Es por derivación de ello que considero como elemento de peso que se establezca
un plazo de duración sujeto a las contingencias de decisión del proceso principal —como se alude previa-
mente a modo de ejemplo— y no por periodos cortos de intervención, luego prorrogables.

Recuérdese que agravio alguno habría de ocasionarse una decisión adoptada en tal orden de ideas,
cuando técnicamente y desde el punto de vista procesal, la medida cautelar bien podrá cesar por haber
perdido vigencia (vgr. caducidad de instancia del proceso principal).

(d) Periodicidad de los informes a presentar: deberá rendir cuenta al Tribunal por lo menos, mensual-
mente de su gestión, si es que no se establece un plazo menor (art. 68 Código de Comer cio), extremo és-
te indispensable para la liberación de la obligación asumida con la aceptación del cargo.

(e) Remuneración mensual: bien puede fijarse una suma bruta mensual acorde con las exigencias del car-
go, la que deberá liquidarse con todas las previsiones de la ley o aguardarse a la oportunidad del cpr. 227
segundo párrafo.

La finalidad de la norma contenida en el cpr. 227, en cuanto autoriza la fijación de anticipo de honora -
rios, es la de asegurar compensaciones periódicas de equidad al interventor cuya gestión es prolongada,
finalidad que autoriza a atribuirles a dichos anticipos provisionales el carácter de prestación alimentaria.

A fin de fijar la retribución para el caso del veedor, cabe ponderar que su actividad está limitada a la sim -
ple vigilancia de la entidad a la que va dirigida la medida sin poder de decisión, ni administración, para el
cumplimiento de la función encomendada. Por ello, no pueden tomarse aisladamente los presupuestos
contemplados por la ley 21.839 (t.o. 1980) (Adla, XL-C, 3601), y debe considerarse en conjunto el lapso
de duración de la veeduría, las tareas realizadas, el asesoramiento contable recibido, el mérito de la la-
bor desarrollada, y la trascendencia jurídica y económica del trabajo. Al efecto, el caudal societario es
elemento computable, junto con los anteriores, mas como pauta referencial (48).

En el supuesto de los honorarios del interventor judicial no se encuentran contemplados en las disposi-
ciones del arancel vigente para los abogados y procuradores, por lo que su fijación queda también libra-
da al prudente arbitrio judicial. No obstante ello, es obvio que la remuneración que corresponde a los in-
terventores judiciales debe establecerse de acuerdo con la importancia de los trabajos realizados, el
monto recaudado y el lapso en que ejercieron las funciones, extremos éstos a los que cabe añadir que di-
cha remuneración debe adecuarse a las demás que corresponda efectuar a los distintos profesionales
que intervinieron en el juicio (49).

Finalmente, la inexistencia de condena en costas no es obstáculo para que el interventor infor mante de-
signado persiga el cobro de la retribución provisional fijada respecto de cualquiera de las partes. La nor-
ma del cpr. 227 autoriza a disponer el pago de anticipos en los supuestos en que la gestión se prolongase
durante un plazo que, a criterio del juez, lo justificase. Dado el carácter de auxiliar de la justicia del inter-
ventor, ello lo autoriza a percibir su retribución de cualquiera de las partes, sin perjuicio de la repetición
a que, en su oportunidad, hubiere lugar (50).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

La jurisprudencia al respecto no resulta pacífica. Adviértase que frente al planteo relativo a quien debe
hacerse cargo de los honorarios del interventor se ha dicho también que una vez dirimida la cuestión
principal procederá establecer "definitivamente" el sujeto pasivo obligado al pago de la mentada remu-
neración, la cual es provisionalmente solventada por la parte que insta aquello que origina los emolu-
mentos, siendo la sentencia conclusiva de la causa la que establecerá quién será el responsable de tales
costos (51).

V. Palabras finales

Desde un punto de vista general, se ha postulado que los conflictos que se originan entre la sociedad y
sus socios, de éstos entre sí y respecto de los órganos sociales, requieren ser analizados y resueltos con-
forme sus normas generales y específicas teniendo en cuenta el tipo del que se trata que da particulari -
dad a los aspectos comprometidos en el diferendo. Además, se agregan en cada caso los intereses de los
actores comprometidos en el tema (52).

Frente a ello y en un contexto de análisis particular, el instituto de la intervención societaria como medi -
da cautelar societaria genera múltiples situaciones conflictivas que deben ser ponderadas a la luz de los
antecedentes aportados a la causa en cada caso particular, y observados con el rigor y la mesura propia
de este tipo de cuestiones, so riesgo de generar mayores conflictos que el propio ente societario puede
llegar a solucionar porque en resumen, la intervención judicial de una sociedad debe tener en mira fun-
damentalmente el interés del ente.

(1) Com:A, 31.10.1972 LA LEY, 69-128; íd:C, 15.2.1961, JA 1961-III-438.

(2) PALACIO, Lino Enrique, "Derecho Procesal Civil", Ed. Abeledo-Perrot, Bs. As., 1975, T. VIII pg. 203.

(3) Com:B, 8.9.1977 "Calvalisi, José c/ Trafilana S.A." ED. 76-233.

(4) Com:D, 23.5.1977 "Costa, Manuel y otro c/ Micos S.A. y otro".

(5) Com:E, 20.11.2002 "Catanese, Adriana c/ Nahuel Construcciones SA —en liquidación— s/ medida precautoria s/
inc. de apelación —cpr 250—"; Com:D, 10.4.1986 "Pott Jaime c/ Infartino Roberto".

(6) Com:B, 27.12.1978 "Zadoff Carlos D. c/ Dykstein, José y otros", LA LEY, 1979-B, 383.

(7) GUASP, Jaime, "Derecho Procesal Civil", Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, pg. 177.

(8) PALACIO, Lino, "La excepción de falta manifiesta de legitimación para obrar", Revista Argentina de Derecho Pro -
cesal, 1968, n° 1 p. 78 citado en FENOCHIETTO, Carlos Eduardo - ARAZI, Roland, "Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación", Ed. Astrea, Bs. As., 1987, T° II p. 210.

(9) CSJN., 17.3.1998, LA LEY, 1998-D, 691 y DJ, 1998-3-1178; íd., 1-7-97; LA LEY, 1997-E, 760; íd. 24-8-95, ED. 166-
204.

(10) PALACIO, Lino,"Derecho Procesal Civil", Abeledo-Perrot, Bs. As., 1975, T. I, ps. 406, 410 y 419, notas 64 y 75.

(11) Com:A, 30.11.1998 "Flor de Lis S.A. c/ Guarnieri, Juan y otro"; íd:B, 30.11.1976 "Tarena c/ Pons S.A.", íd:C, 22.2.
1990 "Basf Argentina S.A. c/ Romero y Fernández S.R.L.".

(12) Com:C, 28.9.1989 "Luna Jorge C. c/ Cervecería Argentina San Carlos S.A."

(13) Com:D, 23.8.1995, LA LEY, 1996-C, 374.

(14) Com:D, 14.4.1978 "Pastor, Jorge c/ Tachella, Guillermo" ED, 81-635.

(15) Com:A, 25.8.1977 "Mingo Bilbao C. y otro c/ Mingo, Bilbao P. y otro", J.A. 1978-IV.

(16) Com:A, 10.5 1973, LA LEY, 152-221.

(17) Com:E, 22.6.1981, LA LEY, 1982-A, 274.


Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(18) MARTINEZ BOTOS, Raúl, "Medidas Cautelares" Ed. Universidad, Bs. As. 1996, pg. 55 y ss.

(19) CALAMANDREI, Pietro, "Introducción al estudio sistemático de las providencias cautelares", Ed. Bibliográfica
Argentina, Bs. As., 1945, pg. 42/4.

(20) FENOCHIETTO, Carlos Eduardo - ARAZI, Roland, "Código Procesal Civil y Comercial de la Nación", Ed. Astrea, Bs.
As. 1993. T. I, pg. 743.

(21) Com:E, 24.6.1981 "Texout Inversiones c/ Kavlakian, Gabriela s/ medida precautoria" íd:E, 24.6.1981 "Uriburu,
Julia c/ Mc. Loughlin, Alfredo".

(22) Com:B, 24.5.1996 "Acevedo, Ana c/ Paraná SA de Seguros s/ incidente de medida cautelar".

(23) Com:B, 28.10.77 "Franchi, Reynaldo c/ Frigorífico San Fernando S.A.".

(24) Com:C, 31.5.1996 "Scheines, Silvina c/ Panificación Bragado s/ medidas precautorias", LA LEY, 1997-D, 410.

(25) Com.A, 10.5.1973 "Inspección General de Personas Jurídicas c/ Alvear Palace Hotel S.A.".

(26) Com:B, 6.3.1997 "Rodero, M. c/ Justo Rodero e Hijo S.A."; Com:B, 10.10.1996 "Colagiovanni c/Mineral Gene ral
Lavalle S.A."; íd:C, 10.9.1997 "Calvet c/ Aspamar SA".

(27) HALPERIN, Isaac, "Curso de Derecho Comercial", Ed. Depalma, Bs. As., 1978, pg. 373, parág. 16 b.

(28) Com:D, 30.8.1976 "Robiolo de Lichter, María A. c/ Robiolo, Armando A", 79639, n 538.

(29) Com:B, 28.7.1978 "Greco Francisco R. c/ Manutec SRL y otros", LA LEY, 1979-A, 71.

(30) Com:B, 9.12.1987 "Vazquez, José c/ García, Carlos s/ incidente de apelación"; Com:B, 25.8.1992, "Gonzá lez
Franco, Ana c/ González Taboada y Cía. SRL s/ sumario s/ incidente de medida cautelar"; Com:A, 17.3.1994, "Sze-
legowski, Juan c/ Sistemas Integrales SA"; Com:B, 11.9.1995 "Arcondo, Ignacio c/ Tambos del Comahue SA"; Com:B,
28.2.1994 "Granero, Oscar c/ Manuel Tienda León S.P. s/ sumario s/ medida precautoria".

(31) Com:C, 22.10.1976 "Macías de Bordarampe M.A. c/ Bordarampe, O.H. s/suc", ED 72-638.

(32) Com:E, 26.3.1997 "Texout Inversiones c/ Kavlakian, Gabriela s/ medida cautelar"; Com:E, 25.10.1989 "Fe-
renczy, Rolando c/ Molino Harinero San Cayetano S.A." publicado en LA LEY, 1990-B, 214.

(33) Com:B, 12.9.1995 "Derudder Hnos. S.R.L. c/ Ríos del Sud S.A. s/ medida precautoria".

(34) Com:A, 12.8.1984 "Cuevas, C. c/ Instituto Materno Infantil Siglo XXI" LA LEY, 1995-D, 580; v. asimismo MAS-
CHERONI, Fernando H. y MUGUILLO, Roberto A., "Régimen Jurídico del Socio. Derechos y Obligaciones en las Socie-
dades Comerciales" Ed. Astrea, Bs. As. 1996, pg. 230 y ss.

(35) Com:B, 21.11.1994 RDCO, 1995-A-396.

(36) SACRISTAN BERGIA, Fernando, "La naturaleza de la responsabilidad de los administradores por no promoción
de la disolución", en Revista de Derecho de Sociedades, número 6 año 1996, p. 270; el que expresa que "se trata de
una responsabilidad ordinaria o común con especialidades, más que de una responsabilidad especial. Especialida-
des que, como ha quedado señalado, tiene su origen en la necesidad de organizar los intereses (de la sociedad, de
los socios y de los acreedores) que se ven afectados por la conducta de los administradores perjudicial para el patri-
monio social, y que se manifiestan sobre todo en la reglamentación de la acción social"

(37) Com:A, 27.9.1978 "Oliva Humberto c/ Transportes Castro Barros S.A." ED, T. 81, p. 636.

(38) Com:C, 30.9.1997 "T.V.A. Canal Satelital c/ Cablevisión S.A", íd:C, 20.12.1993 "Construcciones Metalúrgicas Za-
nello"; íd:A, 21.8.1997 "Otaegui, Javier c/ Red Multilíneas"; C.N.C.Adm.Fed.:I, 29.2.1996 "Riesco Hipólito A. c/ Caja
Nacional de Ahorro y Seguro".

(39) Cámara, 2da. Sala III. La Plata, 27/3/79. Causa B. 46.080.

(40) FIORANI, Carlos Alberto, "La acción de remoción" DSE, febrero de 1999, pg. 684 n° 184.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(41) Com:A, 24.6.1998 Errepar, II 023002.002, 27.

(42) MARTINEZ BOTOS, "Medidas Cautelares" p. 55 y ss., Ed. Universidad 1990.

(43) CivComFed:1, 11/03/97 "Farias Marcelo y otro s/ embargo de buque/ interdicción de navegar Buque San Jor-
ge".

(44) Com:E, 12.3.1987 "Podgaetzky Viuda de Perelman c/ Tres Cruces SA s/ medida preliminar".

(45) Com.A, 14.10.1998 "Salvi, Gerónimo c/ Mace SA s/ sumario"; Com:E, 15.2.2005 "Raju Moti Advani c/ Global
Vending SA s/ ordinario".

(46) Com:A, 30.6.1978 "Cabouli, Jaime c/ García Nieto" ED, T. 80 p. 415, nro. 3.

(47) LA LEY, 7-380.

(48) Com:B, 31.5.1993 "González Franco Ana c/ González Taboada y Cía. SRL s/ sumario s/ incidente de medidas
cautelares".

(49) Fallos 280:62, 1.1.1971 "Caja para el Personal del Estado y Servicios Públicos c/ Empresa Nacional Petroquí-
mica".

(50) Civil:F, 8.6.1989 "Y. de N. c/ Y. I. s/ medidas cautelares"

(51) Com:D, 22.3.01 "Maggi Ida María y otro c/ Laplace Carlos Hugo y otro s/ medida precautoria"; íd. íd.: 25.9.1998
"Escasany María Isabel c/ Canabel S.A. s/ sumario s/ incidente de medidas cautelares"; íd. íd.: 20.2.1989 "Baiter S.A.
c/ Cía. Colectivera Costera Criolla"; íd:B, 10.10.1989 "Mondino, José s/ quiebra s/ incidente de informe del interven-
tor en Don Venancio S.A. s/ incidente de elevación a cámara"; íd. íd.: 12.10.2006 "Isabella, Pascual c/ Frymond S.A.
s/ medida precautoria"; íd:C, 5.9.2000 "First World Entertainment S.A. / Duvillier S.A. s/ incidente de informes del
interventor", entre otros.

(52) ARECHA, Martín, "Arbitraje y mediación en el derecho societario", en "Responsabilidad y abuso en la actuación
societaria", Fundación para la Investigación y Desarrollo de las Ciencias Jurídicas, Ed. Ad-Hoc, Bs. As. 2002, pág. 21.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Intervención administrativa y judicial de sociedades anónimas

Verón, Alberto Víctor

Intervención administrativa y judicial de sociedades anónimas

Publicado en: LLNOA 2009 (marzo), 105-Enfoques 2009 (mayo), 63

Sumario: SUMARIO: I. La intervención administrativa. - II. La intervención judicial.

I. La intervención administrativa

En primer lugar es preciso recordar que tal como lo tiene previsto el art. 299 de la LSC, las sociedades
anónimas, además del control de constitución, quedan sujetas a la fiscalización de la autoridad de con-
tralor de su domicilio, durante su funcionamiento, disolución y liquidación, en cualquiera de los siguien-
tes casos: hagan oferta publica de sus acciones o debentures; tengan capital social superior a diez millo-
nes de pesos, monto éste que podrá ser actualizado por el Poder Ejecutivo, cada vez que lo estime nece-
sario; sean de economía mixta o se encuentren comprendidas en la sección VI (sociedades anónimas con
participación estatal mayoritaria); realicen operaciones de capitalización, ahorro o en cualquier forma re-
quieran dinero o valores al público con promesa de prestaciones o beneficios futuros; exploten concesio-
nes o servicios públicos; o se trate de sociedad controlante o de controlada por otra sujeta a fiscaliza-
ción, conforme a uno de los supuestos anteriores.

La fiscalización está a cargo de la autoridad de contralor del domicilio de la sociedad, que, por ejemplo,
en jurisdicción de la provincia de Salta realiza la Inspección General de Personas Jurídicas, de conformi-
dad con su ley orgánica. Como la LSC establece una categoría excepcional de sociedades sometidas a un
control también excepcional, la enumeración contenida en el art. 299 debe entenderse taxativa, y el con -
trol para ellas previsto aplicable solamente a un caso particular, en cuyo supuesto el control no es ya li-
mitado para la verificación del cumplimiento de los requisitos legales y fiscales en el acto constitutivo y
sus modificaciones, sino que se amplía a todo el funcionamiento de la sociedad, comprendiendo todos
los actos de la vida societaria (1).

La jurisprudencia ha reiterado que la "fiscalización estatal permanente" se encuentra regulada en térmi-


nos generales por el art. 299 y ss. de la LSC, y dentro de ese régimen se halla establecido el principio de
apelabilidad de las resoluciones de la autoridad de contralor; es decir, está consagrada la revisabilidad
judicial del acto administrativo producido por el órgano de contralor (art. 306, LSC) (2).

Nos interesa indagar aquí el alcance del supuesto que la LSC reconoce como explotación de concesiones
o servicios públicos. En efecto, involucra a toda sociedad anónima que goce de privilegio del Estado, con-
cesión o servicio público, sujetándose al régimen de fiscalización permanente de la autoridad de contra-
lor. En realidad, estas sociedades anónimas están sometidas a fiscalización permanente en razón de su
objeto (v.gr., concesión de líneas de transportes, licencias para explotación de una emisora radial o canal
de televisión, etc.) y no de su dimensión, pues muy bien puede tratarse de una sociedad anónima cerra-
da o de familia.

Téngase presente que por res. IGPJ 3173/73, Capital Federal, se había declarado que las activida des de
las sociedades anónimas permisionarias o arrendatarias de espacios en la zona portuaria, utilizados para
depósitos o almacenaje de mercaderías, no se encuentran comprendidas en el régimen de fiscalización
permanente del art. 299, inc. 5°, de la LSC, probablemente por entenderse que dicha explotación no con-
figura una concesión o servicio público.

Ahora bien, deviene el siguiente planteo. Las contrataciones realizadas por una sociedad anónima, con
algunas reparticiones del Estado provincial, para la prestación a éstas de un servicio consistente en el
proceso de sistematización, custodia y conservación de los documentos, no limitándose a la simple guar-
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

da de una cosa, habilita a afirmar, como, en un caso, lo expresara el propio Estado provincial, que por su
contenido, naturaleza y alcance solo se trate de un "Depósito", ya que existen prestaciones que integran
su objeto cuyas características son de importancia similar o superior a la mera guarda o conservación de
los expedientes, bajo obligaciones de hacer y no hacer. Ello así, no sería desacertado concluir que tal
prestación se involucraría en lo que en el art. 299, inc. 5°, LSC, considera como explotación de concesio -
nes o servicios públicos. Si este razonamiento fuera reputado de inconsistente, o al menos discutible,
aun restaría por hacer aplicación de la extensión de la fiscalización estatal limitada que prescribe el art.
301 de la LSC en cuanto que la autoridad de contralor podrá ejercer funciones de vigilancia en las socie -
dades anónimas no incluidas en el art. 299, LSC, en cualquiera de los siguientes casos:

1°) Cuando lo soliciten accionistas que representen el diez por ciento del capital suscripto o lo requiera
cualquiera síndico. En este caso se limitará a los hechos que funden la presentación.

2°) Cuando lo considere necesario, según resolución fundada, en resguardo del interés público.

Además, de tener presente la facultad de los accionistas que representen el 10% del capital sus cripto pa-
ra poder peticionar de la autoridad de contralor el ejercicio de funciones de vigilancia permanente (3),
interesa particularmente el segundo supuesto de extensión de la fiscalización ("resguardo del interés pú-
blico"), oportunamente reafirmado por la jurisprudencia (4). La falta de firmas en balances que figuran
como aprobados y la existencia de folios en blanco tipifican la inobservancia por la sociedad de disposi-
ciones legales que son de orden público. Por ello, resulta procedente que la IGJ, ejerciendo las atribucio-
nes que le confiere el art. 301 de la LSC, adopte medidas para fiscalizar el interés público que pudiera
verse afectado (5), e intervenir en todos aquellos casos en que se afecte el interés público, especialmen-
te cuando la sociedad no ha cumplido disposiciones específicamente societarias (v.gr., falta de presenta-
ción de ejercicios económicos); lo precedente habilita a adoptar la medida prevista en el art. 301, inc. 2°,
de la LSC: extender la fiscalización permanente en los términos del art. 299 (6).

La importancia de esta fiscalización permanente se proyecta en las facultades que tiene la autoridad de
contralor para solicitar al juez del domicilio de la sociedad competente en materia comercial (art. 303,
LSC):

1°) La suspensión de las resoluciones de sus órganos, si las mismas fueren contrarias a la ley, el estatuto
o el reglamento.

2°) La intervención de su administración en los casos del inciso anterior cuando ella haga oferta pública
de sus acciones o debentures, o realice operaciones de capitalización, ahorro o en cualquier forma re-
quiera dinero o valores al público con promesa de prestaciones o beneficios futuros y en el supuesto del
art. 301, inc. 2°, LSC.

La intervención tendrá por objeto remediar las causas que la motivaron y si no fuere ello posible, disolu -
ción y liquidación.

3°) La disolución y liquidación en los casos a que se refieren los incs. 3°, 4°, 5°, 8° y 9° del art. 94, LSC, y la
liquidación en el caso del inc. 2° de dicho artículo.

Pues bien, la autoridad de contralor está facultada por esa norma a solicitar al juez del do micilio de la so-
ciedad competente en materia comercial, la suspensión de las resoluciones de sus órganos, la interven-
ción de su administración y la disolución y liquidación en los casos allí previstos. Esta facultad puede ejer -
cerla en las sociedades anónimas del art. 299, LSC (abiertas) o en las sociedades anónimas cerradas o de
familia del art. 301, LSC, a las que se extendió la fiscalización estatal limitada del art. 300, LSC. La adop-
ción de la medida debe interpretarse restrictivamente a los casos indicados concretamente en la norma
societaria y sólo cuando se den las condiciones especificadas en ella, pues no hay que olvidar que la atri-
bución conferida a la autoridad de contralor tiende sólo a que se rectifiquen los actos viciados y a que se
salvaguarde el interés público.

II. La intervención judicial


Intervencion judicial de sociedades mercantiles

a) Caracterización de la figura: El instituto de la intervención judicial, en el supuesto que venimos exami-


nando, se erige como una de las posibilidades aplicativas más acordes con los conflictos societario que
exhiben algunas sociedades anónimas, pero como se trata de una medida extrema y grave no solo para
la sociedad sino también para sus accionista y, también, terceros vinculados con el ente, resulta plausible
formular aquí una brevísima explicación sobre su caracterización y alcances. Veamos:

1.- Jerarquía de las normas de aplicación en materia de intervención judicial. Las disposiciones del Códi-
go Procesal relativas a la intervención judicial se aplican subsidiariamente de la ley sustancial o de fondo
(Ley de sociedades comerciales), y sólo respecto de las normas procesales allí contenidas, las que debe-
rán respetarse jerárquicamente en armonía con el principio de congruencia, la conservación de la em-
presa y, fundamentalmente, el interés jurídico tutelado: el interés social.

2.- Razones de su regulación. La intervención judicial es impuesta en la normativa de fondo como conse-
cuencia de conflictos societarios suscitados con alguna frecuencia, afectando los intereses no sólo de los
socios sino también de la sociedad, que protagonizan los administradores de ésta, procediendo así su re-
moción, restricción de facultades o control de sus funciones, lo que opera inescindiblemente con el im-
portante sistema responsabilizatorio contenido en la LSC.

3.- Medida precautoria y contracautela. La intervención judicial reviste el carácter de medida precauto-
ria, y como tal obedece a la necesidad de proteger un derecho que todavía no es cierto, líquido y consoli-
dado, sino tan sólo probable y aun dudoso, esto es, un derecho incipiente. Es también provisional, pues
la resolución que se adopta no causa estado, entroncando con la excepcionalidad de la medida (como lí-
mite esencial) y la prudencia con la que debe ponderarse, no sólo por razones jurídicas, sino también
empíricas, dado lo que significa interferir en la vida de las sociedades. Se la dispone inaudita parte con
una fundamentación sumaria, por lo que la exigencia de una contracautela —que debe satisfacerla quien
solicita la intervención— se explica, precisamente, por tratarse de una medida caute lar conducente a ga-
rantizar al demandado el resarcimiento del daño que tal medida pudiera ocasionarle si posteriormente
se estableciera que se la había pedido sin derecho, y además porque se la decreta inaudita parte. La con-
tracautela —que el juez deberá apreciar— se adecuará a las circunstancias del caso, a los perjuicios que
la medida cause a la sociedad y a las costas causídicas, sin olvidar la gravedad del peligro, la actuación de
los administradores, la verosimilitud del derecho y el tipo de intervención solicitada. Ello así, con fre-
cuencia la caución juratoria no resulta suficiente, prevaleciendo la prestación de una caución real, discu-
tiéndose también si puede aceptarse como contracautela las propias acciones de la sociedad.

4.- Concepto de intervención judicial. Se trata de una medida cautelar adoptada en mérito a la potestad
judicial dirigida a proteger los derechos del socio y de la sociedad mediante la intromi sión o control de
un órgano jurisdiccional dentro del órgano administrativo, por una persona (interventor, coadministra-
dor o veedor) auxiliar del juez, restringiendo así el derecho a la libre gestión patrimonial. Es un instituto
rodeado de características singulares, erigiéndose como medida cautelar de excepción a la cual puede
recurrirse una vez agotada todas las posibles instancias para conjurar el peligro potencial que provendrá
de acciones y omisiones.

5.- Requisitos. El art. 114, LSC, en concordancia con el art. 113, requiere para la procedencia de la inter-
vención judicial que se acredite la condición de socio, la existencia del peligro y su gravedad, el agota-
miento de los recursos acordados por el contrato social, que se promovió la acción de remoción, lo que
deberá demostrarse sumariamente, apreciando el juez su procedencia con criterio restrictivo. Además
del socio, la autoridad de contralor (IGJ) está procesalmente habilitada para peticionar al juez del domici-
lio de la sociedad (competente en materia comercial) la intervención de las entidades que fiscaliza. De
igual manera, hay otros supuestos de legitimación activa, como el del integrante de una UTE (reposición
de un control informativo), el del síndico societario y, a veces, el de un tercero.

La existencia del peligro y su gravedad no considera intenciones o motivaciones, sino hechos concretos
que hubieren provocado o puedan provocar perjuicio a los intereses que deben tutelarse, incluyendo el
peligro en la demora que deberá ser grave, cierto, próximo, actual y relativo al interés objetivo de la so -
ciedad.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

En cuanto al agotamiento de los recursos, importa agotar los recursos acordados por el contrato social,
lo que ha dado lugar a numerosos pronunciamientos declarando la improcedencia de la intervención,
por un lado, y dando lugar a la petición cautelar, por otro lado. Creemos que en los casos denegatorios
de la cautelar prevaleció un criterio de prudencia respetando el contenido sustancial de la LSC y no en -
trometiéndose en su espíritu de libertad reglamentada queriendo dirimir conflictos societarios a cargo
de los mecanismos internos previstos en su normativa.

6.- El criterio restrictivo. Este criterio de apreciación de la cautelar —impuesto por el art. 114, LSC—, en
nuestra opinión, no merece lucir como excesivo, asistemático o arbitrario, toda vez que significa apreciar
con prudencia los medios justificativos de la medida, evitando generosas interpretaciones y constatando
la violación al interés social o a las normales legales y estatutarias, no pudiendo importar una injustifica-
da intromisión en los negocios sociales. Sin entrar a debatir el problema del abuso de las mayorías y de
las minorías, una apreciación generosa llevaría al juzgador a lesionar la trama de la LSC imponiendo un
sistema autoritario no pocas veces arbitrario, con la consiguiente afectación de la seguridad jurídica. Esta
flexibilidad interpretativa que algunos la preconizan, sólo será posible ejecutarla si se modifica la LSC, eli-
minando el requisito del "peligro grave", el agotamiento de los recursos acordados por el contrato social,
la promoción de la acción de remoción y, finalmente, que el juez no esté obligado a apreciar la proceden-
cia de la intervención con criterio restrictivo.

7.- Procedencia de la intervención. La jurisprudencia argentina ha sido muy prolífera en expedirse sobre
cuándo es procedente que la autoridad resuelva la intervención judicial en sus distintas especies (inter-
vención propiamente dicha, coadministración y veeduría); bagaje de antecedentes útiles y valiosos que
no deberían disociarse del principio básico del peligro grave aludido en 5. y 6. precedentes, y que nos
permitimos discriminar en los siguientes grupos:

a) Irregular funcionamiento del órgano de administración.

b) Divergencia entre los socios, que reconoce las subespecies de: desarmonías y divergencias; retiro de
confianza; discrepancia de administradores de varias sociedades; administración conjunta; obstruccionis-
mo deliberado; incumplimientos contractuales recíprocos; y multiplicidad de litigios.

c) Irregular funcionamiento del órgano de gobierno.

d) Irregularidades administrativas, distinguiéndose los actos perjudiciales; vicios en la constitución de


una sociedad anónima; incumplimiento de la constitución definitiva de la sociedad; "vaciamiento" patri-
monial; negocios ruinosos; trabas a resoluciones judiciales; omisión de la convocatoria a asamblea; irre-
gularidades cometidas por el presidente de la sociedad; e impotencia directorial.

e) Protección del status socii, que se refiere al ejercicio pleno de los derechos sociales; la reticencia de la
sindicatura; los herederos del socio fallecido; la titularidad de acciones; y el cumplimiento de un contrato
de compra de acciones.

f) Salvaguarda del interés social y del principio de conservación de la empresa.

g) Irregularidades contables

h) Carencia de otra medida precautoria eficaz.

8.- Clases de intervenciones. La normativa societaria reconoce tres clases de intervenciones: la de un me-
ro veedor, que no desplaza la administración social natural; la de un coadministrador, que concurre con
ésta; y la de un administrador, que produce la remoción del órgano de administración.

El veedor no es administrador ni participa con actos en la tarea del órgano respectivo; no integra ni total
ni parcialmente el órgano de administración, no maneja la sociedad ni puede tomar me dida alguna que
no sea de control de este órgano. Generalmente tiene como misión asegurar la integridad del patrimonio
societario y el acceso de los socios a su conocimiento, supervisando la legalidad y regularidad en el ma-
nejo de fondos.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

El coadministrador es una subespecie de la administración conjunta (en el caso, con los administradores
societarios); luego, su designación no importa el desplazamiento de los órganos societarios, debiendo
adecuar su gestión a las siguientes premisas: a) puede realizar todos aquellos actos autorizados a los ge -
rentes, juntamente con uno cualquiera de ellos; b) debe cuidar la observancia estricta de las normas le -
gales (como las fiscales); c) debe preservar los fondos sociales empleando cuentas bancarias; d) debe cui-
dar que la contabilidad de la empresa sea debidamente llevada; e) debe evitar disponer de bienes y fon-
dos sociales como no sea para erogaciones del giro ordinario.

En el caso del administrador provisional el juez remueve provisionalmente a los administradores societa-
rios, importando así una interdicción judicial a la marcha de la sociedad y al funcionamiento de sus órga-
nos. Dicho administrador debe actuar en interés de la sociedad y en beneficio de los socios. Se trata de la
medida más grave, por lo que el juez ha de extremar los cuidados en cuanto al riguroso cumplimiento de
los requisitos para la procedencia de la medida, la que concedida, cuidará el alcance de las atribuciones
que le asigne; pero no consistirá en una enumeración genérica sino específica conexa con la causa deter-
minante de la cautelar. Ya en funciones también deberá cuidar que su desempeño no entorpezca la re-
gularidad de la administración social, actuando con cautela y prudencia sin despreciar posi bles consultas
con las autoridades sociales y con el juez, a la vez cuidando que los socios tengan la plenitud del ejercicio
de sus derechos. Entre las facultades que se le reconoce están la de regularizar la marcha de la sociedad;
realizar gastos, compras y ventas; convocar a asambleas; vigilar la contabilidad y bienes del ente; y llevar
cuenta de entradas y gastos.

9.- La figura del interventor. Es aconsejable que la designación de un interventor judicial recaiga en un
extraño no socio, en lo posible con el título de abogado o contador público si prevaleciera el control de la
contabilidad, no desdeñándose que se elija una persona con conocimientos acordes con la naturaleza de
los bienes o actividades en que intervendrá.

La justicia no debe constituirse en revisora directa de cuanta decisión administrativa adopte el interven-
tor, pues no es supervisable aisladamente cada acto suyo; tampoco su conducta, en el ejercicio del car-
go, puede quedar sometida a la deliberación de los socios, sino que los cargos deben proponerse al juez
que lo designó. Ello así, el juez puede disponer su remoción, especialmente cuando surgen indicios cier-
tos de que su labor no guarda absoluta imparcialidad respecto de todas las partes interesadas.

La LSC no prevé su régimen retributivo, por lo que ha de estarse a lo resuelto por la jurisprudencia, doc-
trina y normas procesales y profesionales en la materia (regulaciones arancelarias).

b) El supuesto de examen. Nos interesa detenernos en aquellos pronunciamientos que coinciden total o
parcialmente con las imputaciones o cargos formulados contra la administración y gobierno de una so-
ciedad anónima, y más allá de su evaluación comprobatoria, como potenciales fundamentos de un pedi-
do de intervención judicial.

1) Irregular funcionamiento del órgano de administración. La comprobación de circunstancias que de al-


guna manera ponen de manifiesto un irregular funcionamiento de la sociedad, que genera un estado de
incertidumbre sobre la conclusión de los negocios societarios, constituye fundamento idóneo de la cau-
tela (intervención judicial) (7). Así también procede decretar la intervención judicial cuando se ha alte-
rado fundamentalmente el funcionamiento de los órganos directivos o deliberativos y no hay posibilidad
alguna de evitar un mal que ponga en peligro evidente su patrimonio (8).

Cuando el directorio de una sociedad anónima se atribuye resoluciones propias de la asamblea, o viola la
ley, el estatuto o el reglamento por medio de aquéllas que le son propias, el accionista no debe quedar
inerme hasta la próxima asamblea, pudiendo accionar por remoción e impugnación, con las peticiones
cautelares de intervención (9).

2) Diferencias entre los socios. Cabe disponer la designación de interventor judicial de la sociedad si exis-
ten múltiples divergencias entre los socios y cargos contra la administración, aunque los actos referentes
de estos últimos hayan sido aprobados por la asamblea de socios (10). Demostrada, prima facie, la exis-
tencia de profundas divergencias entre los socios gerentes de la demandada según se comprueba me-
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

diante cartas y telegramas cursados por el actor, y asimismo, dado el régimen de mayoría que establece
el contrato social, no resulta en principio procedente exigir el cumplimiento del agotamiento de los re-
cursos societarios, toda vez que ese régimen de mayoría simple tornaría infructuosa la defensa de los in-
tereses del demandante; procede la designación de un veedor judicial (11).

La multiplicidad de litigios, entre los cuales se encuentra una querella criminal, evidencia la concreción
de un estado de cosas totalmente incompatible con la affectio societatis que debe vincular a los socios,
resultando poco "normal" que se vean, al menos por ahora, irreductiblemente distanciados por acusacio-
nes graves. Ello importa de suyo un peligro grave para la vida societaria (12).

3) Irregular funcionamiento del órgano de gobierno. Sostiénese, como principio general, que la interven-
ción judicial sólo es procedente cuando la sociedad se halla desquiciada, acéfala, o cuando sus órganos
de gobierno no funcionan regular y eficazmente, o se cometen graves abusos que no pueden repararse
por otros medios (13). El irregular funcionamiento del órgano de gobierno se manifiesta sobre todo en las
sociedades por acciones, generalmente, y se refiere a la anormalidad del desarrollo de una asamblea y a
la alteración de su funcionamiento, justificándose en tales supuestos la intervención judicial, aunque sólo
hasta que se reúna la asamblea y se organice la representación (14).

En otros casos procedió la medida cuando se cuestionaba la constitución y funcionamiento de la propia


asamblea (15), o cuando —por negativa u omisión del directorio o sindicatura— se hace imposible la
convocatoria de la respectiva asamblea o cuando el acontecimiento normal impide el regular funciona-
miento del directorio (16), o cuando se había concentrado en una sola persona la totalidad de las accio-
nes, impidiendo el desempeño y la actuación legal y estatutaria de los órganos sociales (17).

4) Irregularidades administrativas. Acreditada, prima facie, una serie de anomalías en la administración


de una sociedad, procede designar a un veedor para evitar perjuicios que puedan re sultar gravosos para
los intereses sociales, incluyendo a los de los socios que peticionan la medida (18). Fundan la interven-
ción judicial de una sociedad anónima la ausencia de registros contables, el manejo discrecional de los
negocios sociales, la falta de presentación de balances y el manejo deficitario de la administración (19).

También amerita designar un veedor si, de la memoria y estados contables aportados por la sociedad,
emergen gastos de administración excesivos y distribución de utilidades superiores al 50% del patrimo-
nio neto (20).

Es procedente la designación de un administrador provisional de la sociedad si no se convoca a asam-


blea, ni se confecciona el balance anual, haciendo imposible el control, sin que sea necesario exigir a los
socios que acrediten el peligro en la demora, que vendría a ser una prueba diabólica (21).

La asunción por el presidente de la administración de la sociedad, el atraso de la contabilidad, su desco-


nocimiento del paradero de libros esenciales, la existencia de una cuenta bancaria a nombre personal de
uno de los accionistas, depósitos a plazo fijo a nombre personal del presidente, vales de caja firmados
por el presidente por cantidades considerables sobre las cuales éste se niega a dar explicaciones, etc., re-
sultan de hecho prima facie irregulares y capaces de configurar una situación de grave peligro para la so-
ciedad (22).

5) Protección del status socii. No pocas veces, antaño, la justicia tuvo que intervenir las sociedades para
que los socios o accionistas puedan pronunciarse libremente sobre la administración y dirección de los
negocios sociales (23). Es que no les puede ser desconocidos a los socios sus derechos sociales (24), ni
menos oponerse a que el consorcio ejerza su derecho contractual a administrar (25). Por eso es que re-
sulta procedente designar un veedor judicial con el fin de que realice todos los actos y adopte las medi-
das necesarias para resguardar los intereses de los actores y proteger, durante el desarrollo del proceso,
la plenitud del derecho que éstos invocan y en que sustentan sus pretensiones (26).

6) Salvaguarda del interés social y del principio de conservación de la empresa. También la jurisprudencia
de antaño había sentado que para que proceda la designación de administrador judicial no bastaba la
desinteligencia entre los socios sobre la dirección de los negocios sociales, sino que era indispensable
que las desavenencias llegaran a ser un obstáculo para el regular funcionamiento de la sociedad; que
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

constituyeran un estorbo para la buena marcha de ella, o que, sin alcanzar este carácter, versaran sobre
actuaciones o gestiones del socio administrador que, en una u otra forma, importaran grave desmedro o
peligro inmediato para el interés social (27). Así sucede, tanto cuando queda comprometida real y efecti-
vamente la integridad del patrimonio social (28), como cuando se tiende a evitar el eventual deterioro o
disminución del patrimonio societario susceptible de tornar ilusorio el derecho del accionante a obtener,
por la vía elegida, el reajuste y la reparación que se persigue (29), o cuando el socio mayoritario y geren-
te de la sociedad intervenida actuó prima facie en perjuicio de los intereses sociales y con olvido de los
deberes que le imponía su cargo, poniendo en peligro el futuro de la sociedad (30), o cuando en los he-
chos se pretende disponer de los bienes sociales como si fueran propios (31).

Correlativamente, el interés que debe ser tutelado es el de la sociedad, partiendo de la base del principio
de conservación de la empresa (32). El tribunal debe buscar el justo equilibrio entre los intereses en jue-
go, atendiendo siempre al porvenir de la persona colectiva (33).

7) Irregularidades contables. No han sido pocos los casos en que correspondía designar administrador
provisional de la sociedad cuando se detectó que no se llevaban libros rubricados (34) o los llevados acu-
saban un retraso ostensible (35), con la consiguiente falta de elaboración de los estados contables (36);
tales omisiones por lo común acompañan a hechos irregulares ponderables que decidían, conjuntamen-
te, la medida cautelar, como la necesidad de conjurar una situación de grave peligro social (37), o si re-
sulta acreditada la verificación de otros supuestos que podrían implicar violación del interés social o de
las reglas legales o estatutarias bajo las cuales se gobierna la sociedad, desprendiéndose de dichas cir-
cunstancias el peligro de la demora (38). Aunque la confección de los falsos estados contables, bastaría,
aun en el caso de no existir otra causal efectivamente configurada, para proceder a la intervención o a la
ejecución de la intervención decretada (39).

También se resolvió designar un interventor judicial cuando surjan prima facie serias irregularidades en
la forma de llevar la contabilidad, falta de comprobantes relativos a importantes movimientos de fondos
y de justificación, y explicación de algunos de ellos (40). La carencia de información sobre los balances de
dos períodos anteriores, información de ventas y compras atrasadas en sus registros contables, atraso de
años en la transcripción de actas, imposibilidad de establecer la veracidad de ciertas operaciones por no
haberse volcado en los libros respectivos, constituyen elementos que abonan la verosimilitud de la pre-
tensión cautelar inicial, en tanto denotarían "prima facie" cierto inadecuado manejo societario (41). Es
que si las deficiencias contables de una sociedad impiden obtener un conocimiento claro de la situación
real y de las operaciones comerciales realizadas, entorpeciendo el derecho de control de sus integrantes,
está justificada la intervención judicial (42).

(1) ROMERO, José I., "Fiscalización y control externo de las sociedades por acciones", RDCO, 1984-530.

(2) CNCom., Sala D, 28/2/97, LA LEY, 1997-E, 1068, n° 21.-

(3) Se ha sostenido que toda vez que es facultad de la autoridad de contralor ejercer funciones de fiscalización de
sociedades anónimas, cuando lo soliciten accionistas que representen el 10% del capital suscripto, no se requiere
para ello una previa resolución fundada (CNCom., Sala D, 22/09/75, "Fábrica de Mosaicos San Luis, su denuncia an-
te la Inspección General de Personas Jurídicas).

(4) CNCom., Sala B, 7/6/86, Sala C, 9/6/77.

(5) Res. IGJ 38/84.

(6) Res. IGJ 304/85.

(7) CNCom., Sala E, 19/09/2003, Errepar, "Doct. soc. y conc.", abril/2004, 449-58.

(8) CNCom., Sala A, 23/11/51, LA LEY, 65-51; íd., íd., 26/4/65, LA LEY, 120-900, 12.471-S; CCiv y Com. Santa Fe, Sala
I, 30/12/63, Juris, 26-277, y Rep. LA LEY, 1966-1467, n° 5.

(9) CNCom., Sala B, 24/06/2003, LA LEY, 2003-F-686, JA, 2003-IV-897, y Errepar, "Doct. soc. y conc.", ju nio/2004,
715-202.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(10) CComCap, 27/2/50, LA LEY, 59-116, con nota de HALPERIN, Isaac, "Revocabilidad de los gerentes de la sociedad
de responsabilidad limitada", y GF, 198-289.

(11) CNCom., Sala B, 28/6/78, ED, 81-636, n° 10.

(12) CNCom., Sala B, 27/12/78, LA LEY, 1979-B, 382.

(13) GARO, Francisco J., "Sociedades anónimas", Bs. As., Ediar, 1954, t. II, p. 533.

(14) CS Salta, Sala II, 17/2/72, LA LEY, 149-592, 29.998-S.

(15) CSJN, 25/4/58, LA LEY, 90-392; Fallos, 24.:356, y JA, 1958-II-342.

(16) C1ªCiv y Com Bahía Blanca, 10/4/59 LA LEY, 97-555; DBJA, 57-201, y JA, 1959-V-388.

(17) CNCom., Sala B, 24/7/63, LA LEY, 114-830, y JA, 1954-II-62.

(18) CNCom., Sala A, 28/9/84, LA LEY, 1985-C-641.

(19) CNCom., Sala B, 18/10/2003, JA, 2004-I-702.

(20) CNCom., Sala A, 5/8/94, ED, 161-476, y Rep. LA LEY, 1996-2261, n° 34.

(21) C1ªCiv y Com Mar del Plata, Sala II, 4/10/73, JA, 23-1974-474.

(22) CNCom., Sala A, 22/12/77, LA LEY, 1978-C, 267; íd., íd., 25/9/78, "Arbizu de Bottazini, M. c.Hijos de Félix Arbi -
zu", inédito.

(23) CCom. Cap., 25/2/38, LA LEY, 9-707.

(24) CCom.Cap, 23/5/44, LA LEY, 34-797, y GF, 170-390.

(25) CCiv y Com Rosario, en pleno, 17/4/44, LA LEY, 34-990, y RepSFE, 6-177.

(26) CNCom., Sala A, 23/6/77, JA, 1979-I-271.

(27) CComCap, 15/10/42, LA LEY, 28-299; y también medio siglo después, CNCom., Sala B, 10/6/97, Errepar, "Doct.
soc.", enero 1999, p. 621, n° 160.

(28) TApels. Civ. 3er. Turno Montevideo, 26/4/44, LA LEY, 35-994, y LJU, 9-36.

(29) CNCom., Sala A, 23/2/76, LA LEY, 1976-C-440, 33.726-S.

(30) CNCom., Sala B, 31/7/53, LA LEY, 72-162.

(31) CNCom., Sala A, 20/3/59, LA LEY, 96-211, secc. Índice, n° 11. La medida tiende a asegurar los bienes societarios
controvertidos en la causa (CNCrim. y Corr. Sala V, 14/10/66, JA, 1967-461, Rep. LA LEY, 1968-2775, n° 17).

(32) FARGOSI, Horacio P., "Suspensión de administradores de sociedades comerciales", Bs. As., Abeledo-Perrot,
1960, p. 9; GAGGERO, Eduardo D., "Intervención judicial de sociedades comerciales", RDC, Montevideo, julio-sep-
tiembre 1972, XXVII, n° 239, p. 196; ZALDÍVAR, ENRIQUE, El sistema de administración social, la interven ción judi-
cial y el principio de conservación de la empresa, RDCO, 1979-63.

(33) CNCom., Sala E, 26/3/97, LA LEY, 1997-E, 1067, n° 12.020; íd., íd., 19/9/03, Errepar, "Doct. soc. y conc.", abril
2004, p. 449, n° 57.

(34) CNCom., Sala B, 18/10/57, LA LEY, 92-190; íd., 16/10/03, JA, 2004-I-704.

(35) CNCom., Sala A, 22/12/77, LA LEY, 1978-C, 267; íd., Sala B, 24/10/58, LA LEY, 94-244, secc. índice, n° 12.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(36) CNCom., Sala A, 25/9/78, "Arbizu de Bottazini, M. c. Hijos de Félix Arbizu", inédito; íd., Sala C, 28/4/60, LA LEY,
102-174; íd., Sala D, 23/8/77, LA LEY, 1977-D, 345; C1ªCiv y Com Mar del Plata, Sala II, 4/10/73, JA, 23-1974-474;
CNCom., Sala B, 16/10/03, JA, 2004-I-702.

(37) CNCom., Sala E, 23/11/89, RDCO, 199-B-785; íd., íd., 19/9/03, Errepar, "Doct. soc. y conc.", abril 2003, p. 449,
n° 57.

(38) CNCom., Sala A, 24/11/92, "Impuestos", 993-A-523, y Rep. LA LEY, 1993-1620 n° 10.

(39) CNCom., Sala B, 14/8/78, ED, 81-636.

(40) CNCom., Sala A, 23/6/67, LA LEY, 127-629; íd., Sala C, 5/6/61, LA LEY, 105-969, 7653-S; íd., íd., 23/6/61, LA LEY,
106-979, 7718-S, y JA, 1961-V-302.

(41) CNCom., Sala E, 23/04/2004, Errepar, "Doct. soc. y conc.", noviembre 2004, p. 1386, n° 295.-

(42) CNCom., Sala D, 12/11/73, Rep. LA LEY, 1974-1626, n° 12, y ED, 53-338.

Aprobación de estados contables y la medida cautelar suspensiva de sus efectos

Molina Sandoval, Carlos A.

Publicado en: LA LEY 2004-C, 427

Fallo Comentado: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala C (CNCom)(SalaC) ~


2003/10/24 ~ Capizzano, Diego R. c. Cito S.A.

Sumario: SUMARIO: I. Hechos. - II. La suspensión preventiva en materia de estados con tables. - III. Re-
flexiones generales sobre el tema. - IV. Nuestra opinión sobre el caso planteado.

I. Hechos

A pesar de que de la resolución de la Cámara no surge con claridad la configuración fáctica del planteo
societario, lo cierto es que el actor impugna una decisión asamblearia aprobatoria de los estados conta-
bles sociales (por mayoría) y solicita la suspensión cautelar del art. 252 de la ley de sociedades comercia-
les (en adelante LSC) (t.o. 1984) (Adla, XLIV-B, 1319). Asimismo, solicita intervención societaria (art. 113 y
sigtes., LSC). Rechazadas sendas cautelares en primera instancia, apela ante el a quem, la que confirma el
decisorio recurrido.

El presente comentario tiene por objeto analizar sólo la viabilidad de la suspensión de esta dos contables
y no la intervención judicial de sociedades comerciales (1).

En este punto, la resolución sub-exámine señala que en lo que refiere a estados contables, tiene dicho el
tribunal que las decisiones que los aprueban no son susceptibles de ser suspendidas en tanto su virtuali-
dad se agota con la decisión (2) y no se aprecian en el sub-lite razones que puedan justificar el aparta-
miento de esa pauta general, máxime cuando el propio impugnante reconoce la aprobación de las deci-
siones por la mayoría necesaria.

Asimismo señala la CNCom. que las diferencias de guarismos en los estados contables compulsados -uno
de los cuales aparentemente confeccionado para informar el estado patrimonial de la sociedad con mo-
tivo de la venta de acciones al actor- no resulta bastante, habida cuenta de que tal circunstancia -que de -
berá ser comprobada en el trámite de la causa- no tiene entidad para configurar un perjuicio grave e in-
minente con que debe apreciarse la cautelar pedida. A idéntica conclusión ha de arribarse -agrega la Cá-
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

mara- respecto del acuerdo alcanzado con un tercero para cancelar una deuda, pues el eventual dictado
de la medida no alcanzaría para obstar a su cumplimiento. La conclusión puede extenderse al pedido de
suspensión del pago de los honorarios, pues conforme constancias de autos, no existe pendencia en su
percepción.

II. La suspensión preventiva en materia de estados contables

Previo a ingresar en la valoración del caso concreto, parece prudente analizar la situación jurisprudencial
y doctrinaria sobre el tema, para luego señalar nuestra opinión genérica sobre el tema. Luego, en el pun-
to IV, se efectuará una breve valoración respecto de lo fallado por la Cámara interviniente.

II.1. Panorama jurisprudencial

La jurisprudencia ha sido vacilante en torno a la suspensión de la decisión asamblearia que re suelve


aprobar un estado contable. En principio, y dado que la LSC no distingue según la materia de la decisión,
la medida cautelar será procedente si existen motivos graves y no media perjuicio a terceros (3). Así se
ha señalado que procede disponer la suspensión preventiva -a título cautelar- de la ejecución de ciertas
decisiones asamblearias (consideración de la memoria y el balance general, estado de resultados, infor-
me de la sindicatura, consideración de la gestión del directorio y del síndico) "toda vez que en las des -
criptas circunstancias, no sólo no es infalible "prima facie" que la cautela requerida puede ocasionar per-
juicios a terceros, sino que también resultan indiciarias de la verosimilitud del derecho invocado, a más
el peligro en la demora puede considerarse acreditado"(4).

También se ha dicho que "las decisiones asamblearias que simplemente aprueban estados conta bles de
un ejercicio resultan insusceptibles de ser suspendidas, dado que la virtualidad se agota en la resolución
misma, sin que exista materia alguna que permita hablar de la ejecución de la decisión respectiva"(5) o
que "una vez adoptada por los accionistas la decisión de aprobar los balances, nada queda por ejecutar
al respecto, pues el sustrato de esa resolución ya se ha agotado en la decisión misma"(6).

En un término intermedio, se ha fallado: "La admisión de la medida cautelar contenida en el art. 252,
LSC, está siempre sujeta a la existencia de un peligro inmediato y real para el patrimonio social o el indi-
vidual de los accionistas pues su objetivo es evitar que hechos consumados puedan traducirse en perjui-
cios irreparables, debiendo ser administrada con suma prudencia a fin de no causar perjuicios en el giro
de la sociedad que superen, incluso, los que presuntivamente se procuraron evitar. (...) Para que la sus-
pensión de la ejecución sea procedente es necesario que concurran motivos graves no siendo suficiente
un temor vago de sufrir un perjuicio hipotético"(7).

II.2. La posición de la doctrina

Sobre el tema, se ha señalado que son susceptibles de suspensión las decisiones que aprueban estados
contables con el cumplimiento de los requisitos legales y que no es cierto que nada quede por ejecutar
una vez que se aprueban los mentados estados contables; sobre esos estados contables los socios y los
administradores, incluso terceros, toman decisiones posteriores a su aprobación que no podrían ni si-
quiera asumirse si los estados contables no estuvieran aprobados. Además, provocar diferencias en la
aplicación del art. 251, LSC, según el tipo de resoluciones puede provocar situaciones de inequidad,
injusticia y exclusión no deseadas en el marco del derecho societario (8).

También que la "aprobación del balance tiene particulares efectos en el ordenamiento interno societario
y, en tal sentido, la decisión no se limita ni agota en una mera toma de conocimiento del estado financie-
ro y patrimonial de la sociedad. Esta parece, antes bien, una afirmación dogmática carente de sustento
normativo. A modo de ejemplo, los dividendos sólo pueden aprobarse y distribuirse cuando resulten de
ganancias realizadas y líquidas producto de un balance confeccionado regularmente, de acuerdo a la ley
y al estatuto (arts. 68 y 224, 1° parte, ley de sociedades)". Que si bien la decisión asamblearia que aprue-
ba la distribución de dividendos no debe asimilarse a la que aprueba el balance anual, no es me nos cier-
to que la primera supone la segunda y que ambas se encuentran íntimamente correlacionadas (9).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

El derecho a impugnar los estados contables está plasmado en una norma de orden imperativo (art. 69,
LSC) y la eficacia operativa de este derecho puede verse desvirtuada hasta su desconocimiento mismo si
se acepta su no suspensión cautelar (10).

III. Reflexiones generales sobre el tema

III.1. Fundamentos

La LSC no restringe la posibilidad de disponer la suspensión de la decisión aprobatoria de los estados


contables, razón por la cual no corresponde imponer una restricción (dogmática) donde no la hay. Al
contrario, la propia ley le impone a la impugnación de estados contables un plus protectorio: imperativi-
dad ("irrenunciable", dice el art. 69, LSC).

Por ello, si la decisión aprobatoria del balance es nula (por alguno de los vicios generales de los actos ju -
rídicos o específicos de los balances), existen motivos graves (valorando también la verosimilitud del de-
recho y el periculum in mora) y no media perjuicio para terceros, no se observa ningún óbice legal para
disponer la medida cautelar suspensiva de la aprobación de estados contables.

Es equivocado y erróneo afirmar que la decisión aprobatoria de un estado contable no puede im portar la
ejecución de la decisión respectiva y que el sustrato de esa resolución se agota en sí misma. Los estados
contables en sentido general (incluyendo el balance, estado de resultados, de evolución del patrimonio
neto, sus notas complementarias, estado de origen y aplicación de fondos en las sociedades que lo exi-
gen, e incluso la memoria, que técnicamente no es un estado contable) tienen una importancia relevante
y al contrario puede afirmarse que son el motor de un cúmulo de decisiones que debe tomar el órgano
de gobierno y administración.

Así, entre los muchísimas consecuencias que tiene: permitir fijar el monto de las reservas legales, estatu-
tarias y voluntarias (art. 70, LSC), determinar si se han cubierto las pérdidas anteriores para distribuir ga -
nancias (art. 71, LSC), precisar la existencia de ganancias líquidas y realizadas para distribuir dividendos
(arts. 68, 224, 225, LSC); determinar eventuales responsabilidades del órgano de administración y fiscali -
zación por la errónea confección del balance; configurar una condición indispensable para la transforma-
ción de la sociedad (art. 77, inc. 2, LSC) como así también para la determinación del reembolso del rece-
dente por esta causal (art. 78, LSC); así también en la fusión (art. 83, inc. 1.b, LSC) y la escisión (art. 88,
inc. 2, LSC), como también el valor de reembolso en receso (arts. 85 y 88 in fine, LSC); determinar la pér-
dida del capital social (arts. 94, inc. 5 y 96, LSC), etc..

III.2. Interpretación restrictiva

Ahora bien, como se trata de una cuestión delicada (y que puede afectar seriamente la dinámica nego-
cial de una empresa) cabe señalar que la causal de suspensión de la aprobación de los balances debe in-
terpretarse restrictivamente y por ello deberán valorarse de manera seria y prudente los motivos invoca-
dos para acceder a dicha suspensión. En caso de duda y si el interés social puede resultar afectado, debe
optarse por evitar suspender el balance.

De todas formas, puede suceder que la impugnación de la decisión aprobatoria de balances se base en
situaciones que no tengan una real incidencia patrimonial o que afecten aspectos parciales y no funda-
mentales del balance. En estos casos, parece abusivo y contrario a la inteligencia legal permitir la suspen-
sión aludida.

Eventualmente, podrá solicitarse que se deje constancia en una "nota complementaria" de que un deter-
minado rubro está sujeto a controversia judicial (art. 65, párr. 1°, LSC).

IV. Nuestra opinión sobre el caso planteado

A pesar de que no sustentamos la denegatoria dogmática y automática de la medida precautoria del art.
252, LSC, en materia de estados contables, compartimos -en base a la situación fáctica apenas divisada-
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

la solución dada al caso por la Cámara, aun sin haber podido efectuar una efectiva compulsa de las cons-
tancias documentales y las circunstancias que rodearon la solicitud cautelar suspensiva.

Tres elementos son los determinantes de dicha circunstancia:

i) no se acreditó el perjuicio grave e inminente (ni para el socio ni para la sociedad), lo que pudo presu-
mirse de la comparación de dos estados contables confeccionados por la sociedad. En efecto, para que
proceda la suspensión de la decisión asamblearia aprobatoria de los balances debe constatarse la exis -
tencia de "motivos graves" (lo que debe relacionarse con la verosimilitud del derecho y con el peligro en
la demora), siempre que no medie perjuicio para terceros;

ii) se invocó -aparentemente- la existencia de un acuerdo con un tercero para cancelar una deuda. Debe
recordarse, en este sentido, que los actos ejecutados por la sociedad mediante sus representantes la
obligan frente a terceros (máxime si son de buena fe) por todos los actos que no sean notoriamente ex-
traño al objeto social (art. 58, LSC) y la suspensión de un estado contable (rectius: su aprobación) no tie-
ne entidad suficiente para afectar su derecho acordado contractualmente.

Distinto podría ser el enfoque si dicho contrato estuviere garantizado con flujo de fondos sociales en un
determinado porcentaje, ya que en este supuesto la aprobación de los estados contables puede afectar -
los directamente;

iii) los honorarios directoriales, que -según las circunstancias- pueden pagarse en base a los esta dos con-
tables (art. 261, párr. 2° y 3°, LSC) ya habían sido pagados por la sociedad (no existe pendencia en su per-
cepción). Asimismo, y aunque ello no surge del fallo parece estar implícito, seguramente no se acreditó
de manera efectiva que dicha remuneración haya superado los límites establecidos en la ley (máxime si
justamente lo que se impugnó fue el estado contable respectivo, seguramente el estado de resultados
previsto en el art. 64, LSC).

Por ello, la suspensión de los efectos de dicha resolución aprobatoria importaría que dichos ad -
ministradores deban reingresar a la sociedad la suma dineraria percibida.

Quizás también existen otros modos adecuados de resguardar el patrimonio social en este caso y evitar
los perjuicios ocasionados con la remuneración excesiva y se funda en la responsabilidad de los adminis-
tradores (arts. 59 y 274, LSC), con una medida cautelar accesoria para evitar la dilución de dicha garantía.

(1) Remitiendo a nuestro estudio: MOLINA SANDOVAL, Carlos A., "Intervención judicial de sociedades co-
merciales", Ed. La Ley, 2003.

(2) Conf. CNCom., sala C, "Parola de Alcoba, María Mercedes c. La Holando Sudamericana Cía. de Seguros S.A. s/
medida cautelar"; CNCom., sala C, "Rocatagliata de Magas, Andrea M. c. Estancia La Rivera S.A.", 25/10/2002.

(3) CNCom., sala E, "Schettini, Juan Jorge c. Oblimento SA", 23/09/98, IMP, 1999-A, 1331.

(4) CNCom., sala D, "Haya, Antonio y otros c. Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento S.A., s/sumario",
30/06/2000.

(5) CNCom., sala E, "Testori, Roberto Elías s/suc. c. SKE SACCIFA y M y otro s/medida cautelar", 22/05/98.

(6) CNCom., sala C, "Blasco Escobar de Santamaría, Lucía c. Banco Baires SA, s/inc. de apelación", 04/02/98.

(7) C2ªCiv.Com. Córdoba, "Grimaldi, Juan Carlos, s/inscripción RPC -nulidad de asamblea- cuerpo de apelación",
5/11/02, Actualidad Jurídica Córdoba, ejemplar del 2/6/03, año II, vol. 29, p. 1733.

(8) BELLO KNOLL, Susy Inés, "Impugnación de decisiones asamblearias que aprueban estados contables", LA LEY,
2001-E, 1071. Ver también el trabajo de FARINA, Juan M., "El art. 251 de la ley de sociedades comerciales y la im -
pugnación de la decisión asamblearia que aprueba el inventario y el balance", Errepar, Doctrina Societaria y Con -
cursal, N° 194, Enero 2004, t. XVI, p. 7.

(9) GARCÍA, Oscar, "Suspensión de la decisión que aprueba los estados contables", LA LEY, 1999-B, 1010.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(10) GARCÍA, "Suspensión de la decisión que aprueba los estados contables", cit. p. 2.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

El caso de la intervención societaria (O la intervención del Estado en los negocios de los particulares:
una hipótesis de excepción con diversas regulaciones)

J. M. C.

Publicado en: LA LEY 1996-B, 354

Fallo Comentado: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala B (CNCom)(SalaB) ~


1995/09/11 ~ Arcondo, Ignacio G. c. Tambos del Comahue S. A.

Al momento de decidir. El tránsito de las fronteras se muestra siempre plagado de incertidumbres e inse-
guridades. Unas veces por la falta de referencias acerca de su trazado, las otras por la exigencia de más
de una línea divisoria que precise con claridad los límites del territorio.

Y el fallo que se examina, emanado de la sala B del tribunal comercial, transita precisamente esos sende-
ros, guiado por criterios que, no por reiterados, carecen de valor en punto a su vigencia.

Bien precisa que no basta a la adopción del temperamento cautelar la enunciación o explicación de irre-
gularidades sino que es preciso mostrar de modo concreto y discursivo la existencia de verdadera situa-
ción de riesgo, gravedad extrema dijo alguna jurisprudencia, que imponga la intervención del Estado en
los negocios de los particulares. Situación de riesgo para la sociedad, nos permitimos agregar (cfr. art.
113, ley de sociedades comerciales --Adla, XLIV-B, 1310--). A la par, la resolución que así se pronuncie
debe contener la expresión fundada de las causas que motiven su dictado, con indicación de los motivos
que permiten tener por cumplidos los presupuestos de las formas legales que la autorizan. Ni más ni me-
nos que las exigencias de forma impuestas por el ordenamiento procesal para las sentencias interlocuto-
rias (vgr. art. 161, Cód. Procesal). Esto es, debe contener los fundamentos y la decisión expresa, positiva
y precisa de la cuestión planteada.

La intervención judicial de sociedad comercial - Un doble sistema. Se reitera aquí que la intervención ju-
dicial, en cualquiera de las formas previstas por la ley, es un instituto rodeado de características singula-
res, al que puede recurrirse una vez agotadas todas las posibles instancias para conjurar el peligro. Se
trata, en definitiva, de no provocar un daño mayor del que se quiere evitar.

No obstante su normativa integrar el derecho de fondo, a partir del art. 113 de la ley de sociedades co-
merciales, no debe perderse de vista el carácter propio de la medida, la que se ubica dentro del marco
de la teoría general de las cautelas que informa el derecho adjetivo. Esto es, debe verse acompañada de
las notas de verosimilitud del derecho, peligro en la demora y contracautela.

A su lado, el sistema procesal norma sobre la posible designación de interventor con carácter cautelar
(art. 222), sin perjuicio de la preeminencia que debe reconocerse a la preceptiva de fondo por razón de
especialidad (v. Palacio, "Derecho Procesal", t. VIII, p. 203; CNCom., sala E "in re" Kispia S.A. c. Donati
Hnos., inc. med. cautelares; oct. 31-988; con nota de ED, Truffat en Revista del Derecho Comercial y de
las Obligaciones, año 22, p. 225), que la hipótesis del sistema procesal adquiere relevancia en tanto la ac-
ción sustancial que sirva de base a la medida cautelar posea un objeto difícilmente conciliable con el
puntual cumplimiento de los recaudos exigidos por la legislación societaria (v. Kispia S.A., citado).

Sin lugar a dudas, toda hipótesis de intervención societaria se ve rodeada de características singulares,
puesto como medida cautelar en beneficio de la sociedad y con carácter excepcional, a la que sólo pue-
de recurrirse una vez agotados los recursos y vías intrasocietarios, articulados para conjurar el aparta-
miento del sistema ideal impuesto por el legislador para la atención de los negocios sociales, configuran-
te de peligro grave proveniente de acción u omisión de los administradores. Petición que sólo puede al-
canzar al órgano de administración, mas no afectar al de fiscalización, si lo hay; y que necesariamente
debe acompañar, en el sistema del art. 114 de la ley de sociedades comerciales, la promoción de acción
de fondo de remoción de los administradores sociales.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Intervención solicitada por el organismo de control asociacional. Amén de las regulaciones de fondo y
procesal enunciadas, prevé también la ley societaria otra forma de intervención del órgano de adminis-
tración (art. 303 inc. 2°). Esto es en tanto reconoce al organismo de control societario la facultad de peti-
cionar ante el juez del domicilio la intervención del órgano de administración en los casos de decisiones
de los órganos sociales contrarias a la ley, el estatuto o el reglamento, cuando se trate de sociedades
que hagan oferta pública de sus acciones o tengan por objeto la administración de sistemas de ahorro
previo o capitalización. La ley 22.315 (Adla, XL-D, 3988), orgánica de la Inspección General de Justicia y
de aplicación en el ámbito de la Capital Federal, establece en su art. 7° que aquélla tiene por función res -
pecto a las sociedades por acciones, entre otras, solicitar al juez competente en materia comercial del
domicilio de la sociedad, las medidas previstas en el art. 303 citado. En este caso, la intervención tiene
por objeto remediar las causas que dieron origen a la intervención o, si no resulta posible, disolver y li-
quidar la sociedad. Sin duda que aquí el interés jurídicamente tutelado difiere del sistema del art. 113,
con pérdida de aquella impronta de resguardo de derechos en expectativa, pudiendo llevar a confusión
la identidad de denominación técnica. -- J.M.C.

Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, sala B

Arcondo, Ignacio G. c. Tambos del Comahue S. A. 11/09/1995

Publicado en: LA LEY 1996-B , 354, con nota de J. M. C.; DJ 1996-1, 1135

Sumarios

1. 1 - A fin de declarar la nulidad de la asamblea debe acreditarse una verdadera situación de


riesgo que imponga la necesidad de tal intervención del Estado en los negocios de los parti-
culares.

2. 2 - Al ser la intervención judicial una medida cautelar societaria de excepción debe aplicarse
con criterio restrictivo, debiendo el órgano jurisdiccional tratar con prudencia todo lo que
importe interferencia societaria.

3. 3 - Designado un interventor veedor puede peticionarse la transformación de esa medida si


concurren, durante el desarrollo del juicio, elementos que así lo aconsejen.

TEXTO COMPLETO:

2ª Instancia. -- Buenos Aires, setiembre 11 de 1995.

Considerando: 1. Apeló el actor el decreto de fs. 118/23 en cuanto: a) no se hace lugar a la suspensión de
las decisiones asamblearias impugnadas; b) se limita la función del interventor judicial a la de una veedu-
ría; y c) a la caución real exigida ($ 2000). Presentó memorial a fs. 154/56.

2. Explicó el accionante los antecedentes del caso, afirmando la existencia de irregularidades en las
asambleas ordinarias y extraordinarias cuya nulidad se persigue y, fundamentalmente, la arbitraria priva-
ción de su participación en tales actos, con la consiguiente imposibilidad de ejercer sus derechos políti-
cos.

Mas no evidenció "motivos graves" (art. 252, ley de sociedades) que justifiquen la adop ción del tempera-
mento cautelar requerido. No basta la enunciación y explicación de las irregularidades reprochadas --que
deberán demostrarse en el curso del juicio--, sino que es preciso mostrar, de modo concreto y discursivo,
la existencia de verdadera situación de riesgo que imponga la necesidad excepcional de tan grande inter-
vención del Estado en los negocios de los particulares (doc. art. 114, ley 19.550, "in fine", cit. en el punto
siguiente).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Debe, pues desestimarse este aspecto recursivo.

4. Tiene dicho esta sala, que la intervención judicial --en cualquiera de las formas previstas por la ley cita-
da--, es un instituto rodeado de características singulares, erigiéndose como medida cautelar societaria
de excepción, a la cual puede recurrirse una vez agotadas todas las posibles instancias para conjurar el
peligro potencial que provendría de acciones y omisiones. De ahí que impere un criterio restrictivo en la
materia, teniendo en cuenta que la intervención judicial no puede importar una injustificada intromisión
o interferencia en los negocios de la sociedad, a fin de no provocar un daño mayor del que se quiere evi-
tar (cfme. esta sala, "in re": "Ferrer de Ezcurra, Horacio c. Talanga S. A. s/ sumario s/ art. 250, Cód. Proce-
sal", 12/12/94 y antec. allí cit.); debiendo el órgano jurisdiccional tratar con prudencia todo lo que impor-
te interferencia societaria (cfme. Enrique Zaldívar, Rafael M. Manovil, Guillermo E. Ragazzi y Alfredo Ro -
vira, "Cuadernos de Derecho Societario", t. III, p. 394, Abeledo-Perrot, 1976).

Dentro de ese marco conceptual, fue prudente en la especie la designación de un "interventor veedor",
conforme los elementos de juicio disponibles, con la función de vigilar y controlar la gestión social. Es
que actualmente, cuenta el tribunal con ciertas pautas indiciarias en orden a considerar verosímil el de-
recho alegado, mas sin poder estimar --en el marco provisorio de evaluación inherente a la medida cau-
telar-- la arbitrariedad manifiesta alegada por el recurrente en orden a su no participación en los actos
asamblearios impugnados. La documentación por él aportada --que se tiene a la vista (sobre N° 63.313)--
pone de relieve la existencia de controversia en punto al ejercicio de los derechos de información, deli-
beración y voto que se dicen conculcados (cfr. cartas documentos intercambiadas entre las partes). En
caso de concurrir durante el desarrollo del juicio, circunstancias que así lo aconsejen, podrá peticionarse
la transformación de la medida; pero actualmente la solución del a quo se aprecia correcta.

5. Teniendo en cuenta las circunstancias del caso, los perjuicios que la medida pueda causar a la socie -
dad y las eventuales costas causídicas (art. 116, ley de sociedades), se reduce a pesos un mil quinientos
($ 1500) la contracautela fijada por el juez de grado.

6. Por lo expuesto, se resuelve: Confirmar el decisorio apelado en los aspectos tratados en los puntos 3 y
4, y modificarlo en cuanto a la caución real, con el alcance señalado en el punto 5. Sin costas por no me -
diar contradictor.

Devuélvase sin más trámite a la anterior instancia, encomendándole al juez de la causa las notificaciones
de rigor. -- Enrique M. Butty. -- María L. Gómez Alonso de Díaz Cordero. -- Ana I. Piaggi.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

La intervención de sociedades: equívocos - Errores y sinrazones

Martorell, Ernesto E.

Publicado en: LA LEY 1996-D, 1486

Sumario: SUMARIO: I. Qué es la intervención judicial de sociedades y por qué actualmente es un insti-
tuto ineficaz. -- II. Algunos de los "lugares comunes" o "clichés" de los administradores o del "grupo de
control" que determinan pedidos de intervención judicial. -- III. Clases de intervenciones y problemas
que acarrean. -- IV. Los "estereotipos" que exhibe la realidad. -- V. Conclusiones.

"Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora" (Cornelio Saave -
dra; circa 18 de mayo de 1810) (*)

I. Qué es la intervención judicial de sociedades y por qué actualmente es un instituto ineficaz

Con un criterio puramente genérico, y solamente como primera aproximación al tema, puede definirse la
intervención judicial, como la medida que --poseyendo naturaleza cautelar-- permite, una vez satisfe-
chos todos los requisitos de procedencia establecidos por la ley al instituirla, sustituir de manera parcial
o total al órgano de administración social, o concretar alguna forma de control sobre el mismo (1).

Si analizamos lo que nos exhibe la realidad societaria de hoy, llegamos a la conclusión de que la interven-
ción judicial --en cualquiera de sus variantes (de mayor o menor intensidad)-- tiene un "campo" de desa-
rrollo en el cual suele apelarse a la misma recurrentemente: el de las Compañías que los anglosajones
llaman "close corporations" o "closely held corporations". Denominación ésta que, haciéndome cargo de
una traducción personal harto imprecisa, habré de utilizar en este trabajo como sinónimo de "sociedad
cerrada".

Destaco asimismo aquí, porque su conocimiento también habrá de ser de fundamental interés para el
lector, que en contra de lo que --inclusive-- gran parte de los especialistas argentinos creen, en los EE.
UU. --y junto con las "mega-corporations" (que actúan como sociedades "abiertas" en Bolsas y Mercados
y cuyos socios son simples inversores)-- aparecen, coexistiendo con aquéllas, sociedades anónimas cuyas
acciones no se cotizan ni negocian en los mercados de valores, cuyos títulos suelen estar distribuidos en
pocas manos y que, por lo común, suelen nuclear únicamente a familiares, amigos y conocidos.

Este tipo de sociedades --de las que en el País del Norte hay también "cantidades millonarias"(2), tal co-
mo sucede en la República Argentina-- constituyen el ámbito propicio para el desarrollo de los conflictos
internos que suelen terminar en un requerimiento de intervención judicial.

Pongo de relieve, por ser ello el verdadero "leit-motiv" de este trabajo, que, a tenor de lo que ex hibe la
jurisprudencia, la permanente invocación al "criterio restrictivo" para hacer lugar a esta clase de preten-
siones -- que se ha convertido en una verdadera "muletilla" de nuestros tribunales-- no está haciendo
otra cosa que demostrar la habitual prevención del órgano jurisdiccional para el otorgamiento de medi -
das de esta índole.

Ello, como era imaginable, ha llevado a una especie de abstención en la concesión de la medida extrema
de intervención judicial con desplazamiento efectivo de los directores sociales; a la declaración de su
viabilidad solamente en medio de severísimas "cortapisas", cuando no --lisa y llanamente-- a la determi-
nación de su procedencia sólo cuando ya, como diría el paisano, los administradores "rapaces" --únicos y
verdaderos beneficiarios de los excesos de "prudencia" (?) de los tribunales--: "No han dejado ni el palo
del gallinero"

Como hombre de Derecho pero, fundamentalmente, como "operador jurídico" (según la semántica que
suele emplear Héctor Alegría) de empresas y de empresarios, me niego categóricamente a que, por te-
mor y por seguir colocándose todos en una imperdonable posición fisiocrática de "laissez faire, laissez
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

passer", no exista una clara reacción, y no se cree una corriente de opinión --entre aquellos que poseen
verdadera relevancia dentro de nuestra "pacata" comunidad jurídica-- para que este lamentable "statu-
quo" cambie a la mayor brevedad.

Además, me sorprende verdaderamente (y ello sólo puede estar revelando que mucha gente se mantie-
ne detrás de una "campana de cristal" e ignora la realidad de la comunidad en que vive), que no se com -
prenda que es absolutamente injusto que --en no pocos casos-- los administradores infieles obliguen a
los socios ajenos a la conducción de la compañía, ya sea por vía de su "cesarismo", ocultamientos o co-
rruptela personal, a soportar la totalidad de los efectos del severísimo ajuste económico impuesto a
nuestras empresas por las nuevas reglas del juego de "apertura" y "desregulación".

Me niego finalmente a que --como dice Osvaldo Maffía (con respecto a otro cuadro de corrupción ante el
cual también se pretende recrear una situación de impunidad)-- los perjudicados no logren respuesta, ni
encuentren solución, y que sólo reste: "Para ellos, el consuelo de que ni el dinero hace la felicidad, ni los
ricos entrarán al reino de los cielos".

Es que, si con el pretexto de seguir aferrándonos a "estereotipos" como los que habré de analizar en este
trabajo, se le continúan negando al accionista perjudicado soluciones rápidas y justas --en una área tan
neurálgica como la de las sociedades comerciales-- los juristas argentinos seguiremos escapándole a
nuestro deber de colaborar a lo que los anglosajones llaman el "national building", que no es otra cosa
que la construcción de la nacionalidad(3).

II. Algunos de los "lugares comunes" o "clichés" de los administradores o del "grupo de control" que de -
terminan pedidos de intervención judicial

A quienes operamos con alguna frecuencia en la búsqueda de soluciones para los conflictos planteados
en el ámbito societario, sorprende que en contestaciones de demanda o defensas se siga pretendiendo
"maquillar" (y, nuevamente, recurro a palabras que suele utilizar Alegría), situaciones o cuadros de abu-
so que constituyen verdaderas "picardías" --cuando no conductas ilícitas concebidas por el ingenio y la
falta de escrúpulos del hombre-- que se viene empleando "desde siempre", y son más frecuentes y anti -
guas que la propia humanidad.

Mayor sorpresa causa, que no se acabe de tomar conciencia que estas "pillerías" --en ocasiones verdade-
ros ardides estafatorios-- no sólo se vienen repitiendo en estas Pampas húmedas (como dije anterior -
mente), "desde que el mundo es mundo", sino que la avidez y "rapacidad" humana las ha traspolado de
otros países en los que las "Corporations" están mucho más desarrolladas, y en los cuales el botín obte -
nido suele ser también mucho más sustancioso.

Así, y según un autor que en su momento contara con gran predicamento en los EE.UU., entre las causas
que llevan a enfrentamientos internos en las "closely held corporations" y que pueden motivar conduc-
tas delictivas en torno al control absoluto de las entidades, se encuentran:

1) La avidez y las ansias de poder.

2) Los enfrentamientos por razones personales.

3) Las reyertas matrimoniales y las discordias de familia.

4) Los conflictos básicos de intereses (o sea, para adaptar esto a la problemática Argentina: el manejo de
los ingresos --"blancos" o "negros"-- y, fundamentalmente, cómo se distribuyen los mismos).

5) Los desacuerdos sobre políticas empresarias.

6) La actitud del accionista que --por propia determinación-- deja de trabajar en la empresa (y que, en
nuestro País, viene --casi indefectiblemente-- acompañada de un "apropio" de las utilidades que le co-
rresponden, por parte de quienes permanecen en el ente).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

7) El fallecimiento del socio fundador o de otro accionistas clave. También aquí, a la in versa de lo que
suele ocurrir en los EE. UU. y otras naciones más desarrolladas, la "picaresca jurídica" argentina introdu-
ce un nuevo elemento: el hurto o robo de las acciones del fundador, máxime si era valetudinario al dejar
de existir. El cual, además, puede aparecer hábilmente acompañado de algún mecanismo que permita a
quienes se apoderaron de los títulos, ganar tiempo --por ejemplo-- el subrepticio "hallazgo" (?) de un
"testamento ológrafo", en que se los instituye legatarios de los mismos.

Como dicho "testamento ológrafo" deberá ser objeto de peritación para determinar su falta de autentici-
dad, ello habrá de posibilitarles "vaciar" literal y materialmente la compañía, si el remedio jurisdiccional
se demora en fútiles discusiones en torno al "carácter restrictivo de estas medidas" (sic), o a "la necesi-
dad de no interferir en la vida orgánica de la sociedad" (!!!!!).

8) El envejecimiento físico o mental del accionista fundador, que bloquea a los más jóvenes el acceso al
camino hacia la conducción efectiva de la empresa. Nuevamente aparece --en esta hipótesis-- el elemen-
to "telúrico", ya que en un país como el nuestro, en donde las sociedades mercantiles --pese a nuestra
incipiente apertura económica-- son predominantemente "cerradas" o "de familia"(4), por lo común la
senilidad perceptible en algunos de los socios fundadores, suele ir de la mano con maniobras de "capta-
ción" de la voluntad, e indefectiblemente acompañada de "testamentos" o "legados" del "paquete de
control"(5) a favor de su hijo, hija, yerno o nueva favorita (cuando no de insólitas "transferencias" del
mismo a favor de testaferros y/o paniaguados de estos últimos).

9) La agresividad de los socios más talentosos. y, nuevamente en nuestro espectro societario, la avidez e
inescrupulosidad que suele caracterizar a los hijos de los socios que mueren o se retiran y que, en su
afán de enriquecerse vertiginosamente, postergan, desplazan o conculcan los derechos de su consocios.

10) El sometimiento de algunos accionistas a las tendencias autocráticas de otros.

11) La convicción de que los beneficios de la empresa han de ser únicamente para quienes trabajan en la
misma, que es una clara hipótesis de "tiranía de los directores".

12) El convencimiento de que una sociedad anónima prácticamente no se diferencia de una colectiva, o
de una sociedad familiar de hecho, y que no tiene por qué someterse a formalidades (como registros y
contabilidad regular, balances y mecanismos de contralor), vedándose así toda posibilidad de fiscaliza-
ción a los socios excluidos de la actividad gestora.

13) La convicción del accionista o grupo de socios mayoritarios o controlantes, de estar obrando "justa -
mente" al excluir al minoritario rebelde; a los socios no administradores que pretenden defender su par-
ticipación, o a los socios díscolos o distanciados del manejo del giro del negocio o de su contralor.

14) Promoción --por parte de un grupo de accionistas-- de actividades "paralelas" en competencia con
las de la sociedad.

15) Dificultades para encontrar "mercado" para la adquisición de las acciones de la sociedad cerrada en
la que se está incubando el conflicto.

16) Inconvenientes que se presentan en la valuación del "paquete" accionario del socio o socios minori -
tarios de la "close corporation", a los que el grupo controlante les formula una oferta de compra, o vo-
luntad de los integrantes de éste de adquirirle a los anteriores sus tenencias a "precio vil" o infravaluán -
dolas.

17) Escasa capitalización de la Compañía, e imposibilidad o reticencia de algunos o todos los accionistas
de efectuar nuevos aportes de capital.

18) Falta de asesoramiento jurídico idóneo para quienes se agrupan en una sociedad "cerrada" o "de fa-
milia", o ingresan en ella por herencia, casamiento o por cualquier otra circunstancia (6).
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Como se ve, y como ya lo adelantara al comenzar esta parte del trabajo, "No hay nada nuevo bajo el Sol".
Y las "pillerías", abusos y actos de mala fe societaria que suelen derivar en la larga serie de ilícitos que --
con frecuencia-- es posible constatar --habitualmente cometidos por los administradores infieles-- son
tan antiguos como la injusticia, y tan transnacionales y populares como las hamburguesas (7).

III. Clases de intervenciones y problemas que acarrean

Una primera precisión sobre el tema, lleva a poner en relieve que hay medidas judiciales que po seen na-
turaleza cautelar, y que también interfieren en la vida regular de las sociedades, que --sin embargo-- no
encuadran en la tipología de las "intervenciones judiciales" propiamente dichas, que se orientan a con-
trolar o a sustituir al órgano de administración del ente de que se trate.

Así por ejemplo, el llamado "interventor-recaudador", regulado por el art. 222 del Cód. Procesal, que es
un auxiliar judicial cuya función consiste en trabar embargo en la tesorería de una sociedad, cautelando
las rentas o frutos producidos por la misma hasta cubrir el monto de la cautela ordenada.

También encontramos el rarísimo caso de "el interventor llamado a suplir la inacción sindi cal" en la fun-
ción de fiscalización, el cual --por su total atipicidad-- escapa a todo molde e impide consi derarlo ni si-
quiera a los fines estadísticos (8).

Agotados estos supuestos, tenemos entonces a la vista las tres hipótesis posibles de "intervención judi-
cial" que --en una gradación de menor a mayor-- van desde el simple "veedor" pasando por la "coadmi-
nistración-judicial", hasta el "interventor pleno", que es aquel que asume su cargo desplazando a la tota-
lidad del Directorio de la compañía intervenida.

Veamos pues:

El "veedor judicial", para comenzar, tiene a su cargo el reconocimiento de la integridad patrimonial de la


sociedad objeto de la cautela, como así también la vigilancia de las operaciones y demás actividades de
la sociedad objeto de la medida.

Sus funciones pueden tener un acotamiento aún mayor que el que les da el hecho de que se trate del
instrumento de interferencia societaria más leve previsto por la ley 19.550 (Vid. art. 115, ley de socieda-
des --Adla, XLIV-B, 1310--), como --por ejemplo-- si se las circunscribe a participar únicamente en las reu-
niones de Directorio, con la finalidad de constatar que las actas que se labren reflejen fielmente lo suce-
dido en aquéllas.

Obviamente, si bien la figura mantiene puntos de contacto con el "informante" al que se refiere el art.
224 del Cód. Procesal --cuyo cometido se limita a dar noticia al tribunal sobre el estado de los bienes ob -
jeto de juicio, o de las operaciones o actividades que se quiera investigar-- en el caso que nos convoca, o
sea, en el de la "veeduría" societaria (solicitada como paso previo al requerimiento de medidas de inter-
ferencia más vastas y contundentes), o dispuesta por los jueces cuando no se animan a hacer lugar a una
"intervención" (con desplazamiento) o a una "coadministración judicial" directa, los resultados suelen
ser por lo general desalentadores.

Es que, haciéndonos eco de lo sostenido por Pipia --que empleaba la frase para referirse a los síndicos--
podríamos decir que los veedores, salvo honrosas excepciones: "Habet oculus et non vident, habet aures
et non sentium"(9).

Por otra parte, y dejando de lado el caso de "sobornos", "dádivas" y otras corruptelas (a las cuales pocos
parecen estar ajenos en la Argentina de hoy), cuando se designa un "veedor" --por aquello de que "siem-
pre hay que empezar por la medida más leve"-- se corre el grave riesgo de que, amparados por el recorte
de facultades que caracteriza al instituto --y por el "oxígeno" que otorga el tomar conciencia de que la
Justicia ha puesto los ojos en uno, y que el encargado de controlarnos viene poco y como "de visita"-- el
Directorio infiel instrumente un rápido "camouflaje" sobre "vicios" y demás "lacras" de su gestión, ocul -
tando así los síntomas, pero sin que se ponga coto alguno al problema.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Ello no significa, sin embargo, que no puedan existir excepciones. Y así, existe el prece dente de la desig-
nación de una "Veeduría" en una sociedad familiar --que podríamos denominar "Crayon S.A."--que cons-
tató la existencia de permanentes desvíos de fondos a través de pagos sin contrapartida en perjuicio del
grupo de socios no administradores. La persistencia en estas conductas, puerilmente configuradas a tra-
vés de la liquidación de "viáticos" que no eran tales (se carecía de comprobantes respaldatorios); "reinte-
gro de gastos" nunca acreditados debidamente; soportación por la sociedad de gastos suntuarios de los
directores (v. gr., camisas de medida de "poplín inglés" de U$S 700 cada una); "honorarios por asesora-
miento artístico" (?) no contabilizados ni denunciados a la Asamblea, y un largo etcétera de "lacras" se-
mejantes, sumada a una defensa jurídica absolutamente ignorante de la normativa societaria más ele-
mental, permitió obtener posteriormente una "coadministración judicial", y --finalmente-- una "interven-
ción plena" con remoción de todo el Directorio. Pero ello, luego de un verdadero "Vía Crucis" procesal y
cuando la compañía ya había sido llevada al borde del colapso por un Directorio ineficiente y venal.

En el caso del "coadministrador-judicial", ya no nos encontramos con un "informante" o alguien designa-


do para investigar el "statu-quo" societario desde adentro de la compañía, sino con un profesional cuya
función habrá de ser --si lo dejan-- compartir el poder con el Directorio.

Indica la experiencia, máxime cuando el órgano de administración de la empresa interve nida ju-
dicialmente es unipersonal, o --siendo colegiado-- posee una figura dominante, que se trata de un insti-
tuto que termina siendo absolutamente estéril.

En efecto, en el ya citado caso de "Crayon S.A.", transformada la "veeduría" originaria en "co-


administración", el funcionario designado fue citado sólo una vez --durante el transcurso de un año-- a
reuniones de Directorio; jamás logró reencauzar la vida societaria, al punto tal que --al ser designado "in-
terventor Judicial" con desplazamiento del Directorio-- había un atraso de prácticamente un año en pa-
sar el Libro "Diario". Y todos sabemos cómo se llama eso: ¡Hacer Negro!

En otro caso, que podríamos denominar "Saint Marteen S.A.", obtenida que fue --tras la negativa reitera -
da del presidente del Directorio y accionista de la firma de exhibirle los li bros a los representantes de su
socio extranjero (dueño de parte sustancial del capital social)-- y de que aquél hiciese lo propio con los
representantes de la Inspección General de Justicia convocados por el socio burlado, una "coadministra-
ción judicial" con facultades amplísimas, que limitaba al Directorio de la compañía intervenida todo libra-
miento de cambiales, cheques y actos de gestión sin firma conjunta, el diferendo tomó ribetes inusita-
dos.

Se comenta que, requerido telefónicamente el "coadministrador" --a raíz de su inacción-- para que infor-
mara el estado en que había encontrado la compañía, el mismo manifestó que la misma "estaba en ma-
nos de buenos muchachos". Y no se equivocaba, porque la conducían "Good Fellas", como le dicen --en
el argot neoyorquino-- a los que manejan los negocios de "Little Italy".

El corolario es que la empresa, luego objeto de una "intervención plena con desplazamiento", terminó
"vaciada" literal y materialmente, y el "Numen" de la maniobra --luego en quiebra personal y al borde
del procesamiento penal-- quedó agradecido por el exceso de prudencia forense con el cual se manejó el
asunto, que fue lo que permitió la maniobra.

En lo que hace al "coadministrador", más allá de la venalidad que habría caracterizado a quien actuó en
el ejemplo de referencia, está claro que la familiaridad que impone con el "management" cuestionado el
tener que concurrir a diario a la empresa (supuestamente "a controlarlo"), los vínculos de simpatía o afi -
nidad que --obviamente-- se anudan con aquel a quien se ve frecuentemente, y no con quien fríamente
"peticiona cosas" a través de escritos, y la lucha que debe enfrentar todos los días el "coadministrador"
honesto, con un personal cuyo esquema de lealtades lo lleva a serle fiel a los funcionarios habituales de
la Compañía (el verdadero "Patrón" que --además-- permanece en el lugar de trabajo) (10), por más des-
honestos que los mismos sean, le quita toda efectividad a la figura.

Disiento entonces categóricamente con amigos, como Edgardo Alberti, que rechazan la "intervención
plena" en favor de la "coadministración judicial", a la que considero un instituto muchísimo más expues-
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

to a "los cantos de sirena" de la corrupción que al primero, y sometido también a muchos más obstácu -
los que a éste.

Finalmente, y en lo que hace a la "intervención plena", que es la que se produce con remo ción del Direc-
torio infiel, la juzgo el instituto precautorio más adecuado, por permitirle al funcionario designado --si
procede leal y honestamente y se trata de una persona de carácter-- tomar conciencia real del estado de
la empresa, y administrarla sin cortapisas ni presiones hasta que se adopte una decisión judicial al res-
pecto.

IV. Los "'estereotipos" que exhibe la realidad

La experiencia que poseo en la materia, me lleva a la convicción de que hay numerosos "slogans" y "fra -
ses hechas" a las que suele recurrir la Justicia --por lo común para denegar el remedio intervencional--
que han costado la vida a muchas más empresas, que las peores intervenciones.

Veamos pues:

1. Los "estereotipos" forenses que han "neutralizado" a la "intervención judicial"

a. El "cuco" del "deterioro de la empresa intervenida"

Quizás el "más común" de los "lugares comunes" al que se suele recurrir para denegar la " Intervención
judicial plena", es el terror atávico y ancestral al efecto potencialmente dañino de la intromisión jurisdic-
cional en una empresa comercial. Llámese "pérdida de la confianza", "pérdida del crédito de proveedo-
res y bancos", y/o eventual incapacidad o peligros de que un tercero extraño al negocio --léase, el "inter-
ventor"-- pase a conducirlos en reemplazo de los directores infieles removidos, todos estos argumentos
suelen ensayarse ante los reiterados pedidos de una de las partes (por lo común desesperada), para de -
jar que los administradores --en no pocos casos inescrupulosos-- sigan drenando recursos sociales para
cebar sus patrimonios personales.

Sólo traeré a colación un caso, a título de ejemplo:

En una red de concesionarias pertenecientes a una sociedad familiar integrada por sólo dos socios que
además eran hermanos, el varón desempeñaba la presidencia, y el cuñado --casado con la hermana de
aquél (titular del otro 50 % del "paquete")-- se encontraba a cargo de la vicepresidencia. El "Board", esta-
ba integrado por sólo tres personas, siendo el restante miembro un director-ejecutivo no socio.

A raíz de la ruptura de las relaciones familiares, el cuñado del presidente dejó de concurrir, y el Directo-
rio de tres se encontró imposibilitado de operar, ya que el estatuto no había receptado la reforma de la
ley 22.903 (Adla, XLIII-D, 3673) y establecía un "quórum" de "la mitad más uno de los integrantes", lo que
le impedía adoptar decisión alguna.

Como se avizoraba una reyerta de años por delante, y planteado el conflicto en la Asamblea --celebrada
días después del subrepticio "abandono del cargo" por parte del vicepresidente-- todo intento de adop -
tar resolución directorial o asamblearia de cualquier índole terminó "en tablas".

A raíz de ello, se optó por una solución de emergencia, en virtud de la cual el propio presidente del Direc-
torio y titular del 50 % del "paquete accionario" se presentó a la Justicia, y tras impug nar la asamblea, re-
quirió la urgente designación de un "coadministrador judicial", lo que fue resuelto favorablemente y en
el día.

Desde ese momento, en que un magistrado se atrevió a completar --vía intervención judicial-- la integra-
ción del Directorio, esta empresa "de servicios" --en las cuales el vulgo suele desaconsejar especialmente
este tipo de medida-- volvió a funcionar regularmente. Y, ni perdió el crédito, ni varió su promedio de
facturación, ni los bancos adoptaron medidas en su contra, pese a que --por hallarse dividido el poder de
decisión social por mitades-- no pudo aun superarse el diferendo ni aprobarse balances.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

No está de más decir que, si no se hubiese procedido de la manera indicada, la firma ya habría caído en
quiebra, o se hallaría en liquidación.

b. El "cuco" del "abuso de minorías"

Otra "muletilla" de utilización frecuente en tribunales, es la del temor al "abuso de minorías", con lo cual
se pretende hacer referencia a una eventual promoción de acciones judiciales por venganza a raíz del
desplazamiento de algún socio minoritario del Directorio, o a la creación de una "presión negociadora"
orientada a vender mejor las acciones de los minoritarios, forzando su adquisición con un "plus valor"
por "el costo de la molestia" (el "Nuisance-value" de nuestros hermanos anglosajones).

En general, la experiencia indica que lo que es muchísimo más frecuente es el "abuso de poderes de las
mayorías"(11), y que --en las "close corporations"-- lo habitual es que, ante cualquier deseo reivindicato-
rio de los minoritarios, se los acorrale, se les quite toda injerencia en la vida societaria, y se minimice su
participación en las ganancias por cualquier medio. Y, acto seguido, se pretenda aumentar ficticiamente
el capital para "licuarlos".

En este sentido, y volviendo al primer ejemplo citado ("Crayon S.A."), se habría dado la rara "paradoja"
(!!!!!) de que --mientras que los directores de la mayoría desplazados del órgano de ad ministración invo-
caban la existencia de un "abuso de minoría", y el carácter potencialmente lesivo de la "intervención ju-
dicial" para apelar la medida-- simultáneamente reconocían, exhibiéndolo como signo de prosperidad in-
cipiente (a ponderar por la Cámara para dejar sin efecto la cautelar impugnada), que desde la "interven-
ción judicial" las ventas habían subido más de un 300 % (!!!!!).

Obviamente, no era sino una "boutade" para engañar al tribunal, ya que --simplemente-- lo que había
ocurrido es que, ante la "intervención judicial", se había optado por "pasar a blanco" el "negro" factura-
do que integraba el circuito operativo marginal, y de ahí la falsa prosperidad invocada.

c. El "cuco" de la "interpretación restrictiva"

También en este caso, y exacerbando las pautas establecidas por el art. 114 de la ley de sociedades co-
merciales, se puede llegar a soluciones desquiciantes.

Tal es el supuesto, por ejemplo, de las "sociedades irregulares" o "de hecho", caracterizables por su pre-
cariedad, inestabilidad y disolubilidad.

En esta hipótesis, y como ésta hay varias otras, no sólo no debe primar el "zarandeado" "criterio restricti-
vo"(12), sino que --por el contrario-- la medida debe adoptarse con "criterio amplio".

Es que, no sólo no tiene ningún peso aquí el hoy severamente cuestionado "principio de conser vación de
la empresa", ni tampoco hay ningún "normal funcionamiento del órgano administrador que proteger",
sino que la "intervención judicial" de estas sociedades con personería "precaria" y "restringida" habrá
de contribuir al proceso de disolución y liquidación, y a la mejor defensa de los derechos de los socios
(fundamentalmente de quienes no administran) y de los terceros contratantes, no verán "esfumarse
bienes" y desaparecer por arte de magia la mal llamada "prenda común"(13).

2. Las "indolencias" y "venalidades" que han desprestigiado al instituto

Por otra parte, y para ser justos, la frustración de la efectividad de la intervención muchas veces resulta
imputable ya no al exceso de cautelar de los jueces en decretarla, sino a la falta de carác ter, la impericia
o la inmoralidad de los funcionarios designados para cubrir ese rol.

Veamos pues:

a. "Case" del interventor "tibio"


Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Según la historia, la reina de Inglaterra solía decir siempre que la diferencia entre Lord Je llicoe --titular
del Almirantazgo-- y Lord Horacio Nelson, el héroe-mártir de la batalla de Trafalgar, "era que Nelson
siempre sabía cuándo desobedecer".

En este sentido, esto es, en el del exceso de prudencia esterilizadora o paralizante, he visto quitarle toda
efectividad cautelar a medidas de esta índole, por la falta de autoridad o empuje del funcionario designa-
do para cubrir el cargo.

Así, se comenta que un interventor cuya misión era desplazar a un directorio que hace más de dos años
venía desobedeciendo "veedurías" y "coadministraciones" que habían resultado ineficaces, les avisó por
teléfono el día y la hora en que concurriría con sus contadores y un escribano a "hacerse cargo de su fun-
ción" (!!!!!).

El "desbande" fue tremendo, y con gran apuro desapareció de la empresa todo lo que tenía que desapa-
recer. Obviamente, antes de que aquél se hiciera presente en la misma.

En otro caso, e invocando "falta de presupuesto" y el "trato personal y conocimiento de proveedores y


clientes", la "intervención judicial" mantuvo en sus gerencias y jefaturas a los directivos removidos, co-
mo --asimismo-- en el uso de la firma bancaria, a raíz de lo cual --no sólo no se creó la conciencia ejem -
plarizadora del desplazamiento-- tanto en los ex-directivos, como en el resto del personal de la compa-
ñía, sino que el "management" --nervio y motor de la empresa moderna-- siguió "in manus" de los ex-
funcionarios infieles supuestamente apartados de sus cargos.

b. "Case" del interventor venal

Y "last but not least", está el supuesto del interventor inmoral que, dándose cuenta del origen e impor-
tancia de "desvíos" y "apropiaciones", toma partido --por razones que no hace falta explicar-- por quien
delinque en perjuicio de la sociedad.

Obviamente, conductas de este tipo son mucho más comunes y de posible configuración en "veedurías"
y "coadministraciones", ya que --en el supuesto de la "intervención plena"-- si la misma se concreta, el
manejo del negocio recae, exclusivamente, en el funcionario judicial designado con tal finalidad.

Como la "miscelánea delictiva" es tan vasta como los confines de la creatividad humana, la vena lidad
puede pasar por controlar el uso de firma social (de los directores sujetos a veeduría) en sólo algunas
cuentas bancarias, evitando hacerlo e informar al tribunal sobre las de más flujo; no poner al tanto al juz-
gado acerca de la existencia de los verdaderos ingresos sociales o de los pasivos de la compañía (quizás
cuantiosos); informar que no se ha vendido el único inmueble de la Empresa --para crear una falsa ima -
gen de seriedad de gestión-- ocultando el verdadero destino de una facturación mensual millonaria (que
supera mensualmente en varias veces el valor de aquél), o inescrupulosidades análogas, con lo cual se le
brinda "oxígeno" al Directorio cuestionado, permitiéndole dar los últimos "manotazos" --como diría Ma-
ffìa-- antes de su desplazamiento definitivo.

En algún caso de mi conocimiento, un "coadministrador judicial" al que se le habían otorgado amplísimas


facultades, manifestó que "cabía descartar la existencia de todo ilícito" en la sociedad en la que actuaba.

Al año, y ya removido tanto él como el Directorio que no quiso controlar, admitió que sólo le habían
exhibido parte de los libros contables (nunca los sociales) cuando ya había concluido su desempeño, y
que "había considerado apropiado mantener reservada su investigación" (aun frente a quien había obte-
nido la medida cautelar, al que le impidió el acceso de un incidente abierto con tal fin) durante meses
(!!!!!). Corolario: la empresa terminó en quiebra, con un pasivo cuantioso, y en la causa penal promovida
contra los ex-directivos por "administración fraudulenta" se ha descubierto un "faltante" (?) de más de
cinco millones de dólares (!!!!!).

Como es obvio, el coadministrador de referencia probablemente deba responder ante la quiebra por los
cuantiosos daños y perjuicios causados, con lo cual --si alguna dádiva recibió-- lo que pareciera no ser ob-
jeto de duda, pingüe negocio terminará resultando para el mismo haber procedido como lo hizo.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

V. Conclusiones

1. Encontrándose los distintos tipos de Intervenciones judiciales societarias ("veedurías", "co-


administraciones" e "Intervenciones plenas con desplazamiento") dentro de la vasta serie de herramien-
tas con que cuenta nuestra enciclopedia jurídica, no puede sino coincidirse en que la Justicia las contem-
pla con disfavor.

2. Quizás por el atávico miedo que impone lo desconocido, o --en mayor medida-- por motivos de razo-
nable prudencia tenidos en cuenta en un primer momento para discernirlas sólo de modo restrictivo, lo
cierto es que la evolución jurisprudencial posterior ha demostrado que existe hoy un verdadero "sinfín"
de "muletillas", "slogans" y "frases hechas", con las cuales nuestros tribunales casi --indefectiblemente--
rechazan planteos intervencionales o, les dan curso sólo tras acotarlos enormemente.

3. Si a ello se le suma que, en no pocos casos, los veedores, coadministradores e intervento res suelen ac-
tuar de modo excesivamente cauteloso, la resultante es que las vallas puestas a la fiscalización o --lisa y
llanamente-- a lo que debiera ser el estrictísimo rigor intervencional (con remoción y exclusión de la em-
presa intervenida de todos los imputados de venalidad), terminan frustrando totalmente la medida.

4. Y, la realidad final en los casos de referencia, es que nadie tendrá que preocuparse luego de haber
convalidado un "abuso de minorías", "una presión destinada a vender el paquete accionario", o "una lu-
cha de poderes en el seno de la empresa" al decidirse más adelante a hacer lugar a la medida, porque --
con toda seguridad-- los directivos infieles, únicos beneficiarios finales de este exceso de cautela, no ha-
brán dejado nada de la empresa intervenida.

5. Consecuentemente, juzgo que se impone una rápida toma de conciencia --fundamentalmente en el


ámbito jurisdiccional-- que los lleve a rever este gravísimo cuadro de impunidades que se viene toleran-
do, y que --cuando los planteos intervencionales son serios y aparecen debidamente fundados-- no les
tiemble el pulso para hacer cesar situaciones que, en la generalidad de los casos, se traducen en verda-
deros despojos. Los que, lamentablemente, sólo pueden ser confirmados --cuando se ha procedido con
una prudencia desmedida-- una vez que la sociedad intervenida ha sido totalmente "vaciada", y los di-
rectores infieles --luego removidos-- ya están prófugos, o se han insolventado.

(A) (*)FLORIA, Carlos Alberto & GARCIA BELSUNCE, César A., "Historia de los Argentinos", Buenos Aires,
"Círculo de Lectores S.A." por cortesía de "Editorial Kapelusz S.A." 1971, t. I, p. 286.

(1) Algún autor --me refiero a Víctor Zamenfeld-- agrega a su definición del instituto, con la cual la mía
guarda grandes semejanzas, la acotación de que la figura es "sólo susceptible de ser aplicada con criterio
restrictivo". En lo personal, y a tenor de las críticas al régimen legal (y a la jurisprudencia vigente), que
habré de formular en el desarrollo de este trabajo, he decidido obviar dicho aditamento. Véase de ZA -
MENFELD, "Acerca de algunas modalidades que presenta la intervención judicial en la actualidad", Revis -
ta "La Información", t. 73, N° 793 (enero de 1996), año 67, p. 135 y sigtes.

(2) Vid. HODGE O'NEAL, F., "Close Corporations. Law and Practice", Callaghan & Co., Chicago, 1971.

(3) MARTORELL, Ernesto Eduardo, "Prefacio" a mi obra "Sociedades de Responsabilidad Limitada", p. XII,
Ed. Depalma, Buenos Aires, 1989.

(4) MARTORELL, Ernesto Eduardo, "Los síndicos de sociedades anónimas: derechos, obligaciones, res-
ponsabilidades", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1991, p. 3, en donde puede verse un cuadro descriptivo que
indica que --hasta en el caso de nuestros grandes "holdings" de capital nacional, y de "megasociedades"
como nuestros Bancos comerciales de mayor envergadura-- el capital, a la fecha en que fue concebida
esa obra, era de composición predominantemente familiar.

(5) Por el giro lingüístico "paquete de control" ya universalizado, debemos entender al conjunto de accio-
nes que posee entidad suficiente como para atribuir a una o más personas una situación de control de
derecho, en el ejercicio efectivo del poder, en el seno de una sociedad anónima determinada. Véase, en
ese sentido, SUAREZ ANZORENA, Carlos, "Paquetes accionarios", Revista del Derecho Comercial y de las
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Obligaciones, t. 1990-A, 434, y --en similar dirección-- los trabajos de ROCA, Eduardo, "Transferencia de
"paquetes" de acciones", ED, 9-968/74; ODRIOZOLA, Carlos Secundino, "Acerca de las acciones de con-
trol", Revista del Derecho Comercial y de las Obligaciones, 1978, 1233 y sigtes.; ODRIOZOLA, Juan Mar-
tín; "Compraventa accionaria y takeover. La función profesional", en el libro; "Negocios para-societa-
rios", ps. 133/4, Univ. Notarial Argentina, Buenos Aires, 1994; GARCIA TEJERA, Norberto Julio; "Compra-
venta de acciones", ED, 116, año 1986; ps. 945/54; TRUFFAT, Edgardo Daniel, "Respon sabilidad por pasi-
vos ocultos del vendedor de un paquete accionario", Revista del Derecho Comercial y de las Obli-
gaciones, año 21, 14-6-988, ps. 830 y sigtes., BOLLINI SHAW, C., "Toma del poder societario o compra de
paquete accionario mayoritario en USA", ED, 120-753, FOIGUEL LOPEZ, H., "Transferencia de paquete ac-
cionario y concurso preventivo", ED, 85-891; HOCSMAN, Heriberto, "Conflictos en la partición sucesoria
de paquetes accionarios (Cosa mueble conjunto)", LA LEY, 1987-C, 924/7, y --en el exterior-- puede ver-
se; MENGONI, Luigi, "La divisione del pachetto azionario di maggioranza fra gli -credi dell' azionista", Ri-
vista delle Societá, año IV, 1959, p. 428; SIMONETTO, Ernesto, "Successione ereditaria e plus valore della
participazione azionaria di controllo", Rivistta della Società, año V, 1960, ps. 685, BAGNOLI, Willy, "Anco-
ra sulla divisione del pachetto azionario di maggioranza fra gli credi dell' azionista", Rivista, della Societá,
año IV, 1959, p. 652.

(6) O'NEAL, F. HODGE, "Squeeze - Outs, of minority shareholders: expulsion or oppression of business as-
sociate", Callaghan and Co. Chicago, 1975, y también en el ya citado "Close Corporations. Law and Prac -
tice", 2ª ed. A su vez, la interpretación del fenómeno a través de los ojos de un jurista argentino, puede
verse en el calificado trabajo de GARBER, Carlos A., "El cesarismo de las mayorías en las sociedades anó -
nimas 'cerradas' norteamericanas. Algunas de sus manifestaciones. Conflictos a que da lugar. Remedios
judiciales y legislativos", en "Conflictos...", p. 36 y siguientes.

(7) Para corroborarlo, puede compulsarse con provecho CARY-EINSENBERG, "Cases and materials on cor-
poration", p. 1206 y sigtes., 6ª ed. UCS, Foundation Press, 1991.

(8) Con el mandato de satisfacer --exclusivamente-- la inacción de la sindicatura, fue designado judicial-
mente un funcionario con grado de "interventor" en el único caso que se registra en nuestra enciclope -
dia jurídica. Véase, CNCom., sala A, 28/11/990, "Lucioni c. Oniria S.A.", ED, t. 142-511.

(9) PIPIA, V., "Digesto Italiano", t. I, N° 233, p. 444.

(10) GAIBISSO, César A. & MARISCOTTI, Raúl E.P.P., "Consideraciones sobre la intervención judicial en las
sociedades comerciales", LA LEY, 1993-A, 987.

(11) Véase, por ser provechoso hacerlo, el trabajo de la recordada Ana María Merovich de Aguinis y Ar -
noldo Kleidermacher; "El abuso de poder de la mayoría", en: "Conflictos Societarios", Colección "Temas
de Derecho Comercial", publicación del Instituto Argentino de Derecho Comercial, p. 163, Ed. Abaco,
Buenos Aires, 1983.

(12) En este sentido, no cabe sino aplaudir la permanencia y valentía de la prédica de mi amigo Ricardo
Nissen, que, sin ninguna especulación personal --y sin temor alguno a las repercusiones negativas que de
la misma pudieran derivársele-- viene cuestionando severamente la constante alusión a la "prudencia" y
"mesura", por parte de nuestros tribunales, para la aplicación de la "teoría de la desestimación de la per -
sonalidad". Corresponde aquí reproducir su pensamiento, fundamentalmente en la parte que dice: "En
definitiva, ese criterio restrictivo es impuesto como principio general a los jueces (por la jurisprudencia),
olvidando que es deber de los mismos resolver en cada caso en particular, y atento las características es-
peciales que se presentan en cada oportunidad para juzgar. Por el contrario, si el abuso de la personali -
dad es moneda corriente en nuestro medio, ¿por qué sostener hasta el cansancio un criterio restrictivo
para poner coto a estas maniobras, cuando ese fenómeno no constituye materia aislada del juzgamien -
to? Precisamente, ese absurdo criterio restrictivo es el que alienta la habitualidad de esas ilegítimas ac-
tuaciones". NISSEN, Ricardo Augusto; " El transvasamiento de sociedades", LA LEY, 1994-E, 400.

(13) COUSO, Juan Carlos y MUGUILLO, Roberto Alfredo, "La intervención judicial y las sociedades irregu -
lares o de hecho", en "Conflictos...", op. cit., en la nota anterior, p. 237 y siguientes.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Intervención judicial de las sociedades constituidas en el extranjero conforme al art. 123 de la Ley 19550

Por Pablo D. Frick

I. Nociones introductorias

La intervención judicial contenida en los arts. 113 a 117 de la Ley 19550 (LSC) es una de las tres medidas
cautelares estrictamente societarias, que procede respecto del órgano de administración.[3]

Su admisibilidad depende de que se configuren actos u omisiones de los administradores que pongan en
"peligro grave" a la sociedad (art. 113, LSC) y, quien peticione la medida tiene la carga de demostrar: (a)
su condición de socio, (b) la existencia y gravedad del peligro, (c) que agotó los recursos acordados por el
contrato social y, (d) que promovió acción de remoción previa o coetáneamente con el pedido de inter -
vención.

La intervención judicial entonces, según los hechos invocados, la gravedad involucrada y las demás cir-
cunstancias relevantes del caso, presenta tres variantes: (i) veeduría. (ii) coadministración y, (iii) adminis-
tración (art. 115, LSC). Esta última hipótesis, a diferencia de las dos anteriores, se produce con el despla -
zamiento momentáneo del órgano.

No obstante, la apreciación de la procedencia de la medida debe ser efectuada por el Juez, según esta -
blece expresamente la ley, con criterio restrictivo. Será el magistrado quien, luego de decidir acerca de la
admisibilidad la medida, fijará la misión que deberán cumplir los interventores, limitando las atribucio-
nes que les asigne de acuerdo con sus funciones, para lo cual no podrá otorgarles mayores facultades
que las que poseen los administradores naturales, conforme lo establezcan la ley o el contrato social. En
la decisión que admita la medida, el Juez deberá precisar la duración de la intervención, la cual sólo po -
drá ser prorrogada mediante información sumaria.[4]

Ahora bien, aunque las medidas cautelares que pueden dictarse respecto de entes societarios se hallen
específicamente reguladas por la LSC, el Código Procesal Civil y Comercial (CPCC) también les resulta apli-
cables en supuestos de excepción, como el que analizaremos a continuación.[5]

II. La sociedad constituida en el extranjero

Establece la LSC que la sociedad constituida en el extranjero se rige, en cuanto a su existencia y forma,
por las leyes del lugar de constitución (art. 118).

Al referirse a la "existencia", la ley alude a su personalidad jurídica y, al referirse a la "forma", alude a la


tipificación societaria o al conjunto de solemnidades prescriptas por la ley (locus regit actum) que deben
observarse al constituirse la sociedad. Asimismo, por "lugar de constitución" debe entenderse el país
donde la entidad ha cumplido con las formalidades establecidas por las leyes allí vigentes, para obtener
de los poderes públicos el reconocimiento de su personalidad jurídica. De tal modo, la ley reguladora de
la personalidad extraterritorial (lex constitutionis) resuelve cuáles son sus órganos representativos y los
actos que las obligan.[6]

La excepción al principio antedicho está contenida en el art. 124, que prevé que la sociedad constituida
en el extranjero que tenga su sede en la República o su principal objeto esté destinado a cumplirse en la
misma, será considerada como sociedad local a los efectos del cumplimiento de las formalidades de
constitución[7] o de su reforma y contralor de funcionamiento.[8]

Asimismo, la sociedad constituida en el extranjero se halla habilitada para realizar en el país actos aisla -
dos y estar en juicio. No obstante, para el ejercicio habitual de actos comprendidos en su objeto social,
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

establecer sucursal, asiento o cualquier otra especie de representación permanente, debe: (1) acreditar-
se la existencia de la sociedad con arreglo a las leyes de su país, (2) fijarse un domicilio en la República
cumpliendo con la publicación e inscripción exigidas por esta ley para las sociedades que se constituyan
en la República; y (3) justificarse la decisión de crear dicha representación y designar la persona a cuyo
cargo ella estará.[9]

Debido a la actividad que se encuentran habilitadas a realizar, las sociedades constituidas en el extranje -
ro deben tener un representante, el cual contrae las mismas responsabilidades que para los administra -
dores prevé la LSC.[10]

III. La intervención judicial de la sociedad inscripta conforme al art. 123, LSC

III.a) El art. 123 LSC regula el supuesto en que una sociedad extranjera integre una sociedad local en for -
ma originaria o derivada.[11]

En consecuencia, no parece difícil advertir que, en tanto ella resulte socia o partícipe de una sociedad re-
gularmente constituida en nuestro país, puede ser objeto -en caso de concurrir hechos conflictivos de
gravedad y los demás recaudos legales- de una intervención judicial. Pero como veremos, no de la regu-
lada en la ley societaria.

La sociedad extranjera que actúa conforme al art. 123, LSC, no integra el plexo de sociedades registradas
en nuestro país, pues sólo insinúa su existencia para permitir que el Estado verifique las características y
condiciones de su inscripción. Así, esta sociedad extranjera partícipe -ya sea como constituyente o como
adquirente de tenencias de compañías argentinas- no puede ser objeto de una declaración de interven -
ción en los términos del art. 113 LSC como consecuencia de la realización de este acto de inscripción. Es
que tal sociedad solamente ha acreditado su existencia en los términos de la ley argentina, realizando un
acto puntual en la constitución de una sociedad nacional.[12]

No obstante lo anterior, la jurisprudencia ha entendido que esta solución sólo abarca a los casos de in-
tervención judicial en grado de administración o coadministración, mas no a la intervención informativa
o mera veeduría, con base en que los dos primeros casos serían de cumplimiento imposible ya que la
medida no recaería sobre el órgano natural de administración, sino sobre representantes locales (art.
123, LSC) que no pueden ser asimilados a verdaderos administradores.[13]

En efecto, los representantes locales de sociedades constituidas en el extranjero no son representantes


orgánicos, sino mandatarios convencionales de la compañía participante en la sociedad local.[14]

Como es obvio, distinto es el supuesto de designación de un interventor recaudador (art. 223, CPCC),
veedor (art. 115, LSC) o informante (art. 224, CPCC), pues en estos casos no existe una intromisión invasi-
va ni desplazamiento del órgano de administración de la sociedad.[15] Por ende, estas medidas son sus-
ceptibles de recaer sobre la representación legal que actúe en el ámbito local, ya que, como dijimos "ab
initio", la intervención judicial regulada en los arts. 113/117 LSC constituye una medida cautelar típica -
mente societaria, mas ello no es óbice para que pueda dictarse en tal marco una intervención basada en
la normativa del CPCC (arts. 222/227) sobre la representación local de la sociedad constituida en el ex-
tranjero que participe en una compañía local.

III.b) De ello se derivan algunas consecuencias que no deben soslayarse.

En primer lugar, debido a que la intervención judicial de los arts. 113/117 LSC sólo puede ser solicitada
por los socios, la intervención derivada del CPCC puede ser peticionada por terceros si se suscitare un
conflicto con la sociedad, a fin de asegurar el resultado de la acción de fondo.[16]

En segundo término, no es necesaria la promoción simultánea o anterior de la acción de remoción de


los administradores, pues la medida cautelar genérica de intervención judicial -ya sea por la vía de los ar -
ts. 223/224 o 232 del CPCC- puede ser accesoria de otra acción de fondo distinta de aquélla, e incluso di-
ferente de una pretensión societaria en sentido estricto.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

En tercer lugar, tampoco será imprescindible agotar la vía intrasocietaria, ya que si se trata de un tercero
accionante, éste usualmente no estará en condiciones de acceder a lo que establezca el contrato social
para conflictos como el que le atañe, ni de utilizar los mecanismos previstos por aquél.

IV. Conclusión

Como hemos visto, incluso aquellos que en principio no pueden peticionar la intervención judicial de una
sociedad constituida en el extranjero en los términos del art. 123, LSC, por hallarse imposibilitados de he-
cho y de derecho para ello,[17] pueden -sin embargo- acceder limitadamente a tal medida recurriendo al
mecanismo previsto por el CPCC, que contiene sin lugar a dudas, requisitos más laxos para su admisibili-
dad.

Es que no resulta dificultoso comprender que, cuando los terceros pueden ver frustrados sus derechos
merced a la utilización -fraudulenta o no- de una sociedad constituida en el extranjero, el derecho no
puede desampararlos con base en rigorismos formales desprovistos de utilidad. Es por ello que, efec-
tuando una interpretación integral de nuestra ley societaria y del código de procedimientos, se advierte
la existencia de un camino transitable para el reconocimiento y aseguramiento de derechos que, de otro
modo, quedarían desprotegidos por la estricta vía establecida por la LSC.

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[3] Las otras dos medidas cautelares esencialmente societarias son la suspensión de los derechos del so -
cio cuya exclusión se persigue (art. 91, LSC) y la suspensión de la ejecución de decisiones asamblearias
impugnadas (art. 252, LSC).
[4] Como es lógico, la ley exige la prestación de una contracautela para la efectivización de la medida; cu -
ya extensión será fijada considerando las

circunstancias del caso concreto, los perjuicios que la medida pueda causar a la sociedad y las costas
causídicas (art. 116, LSC).
[5] CNCom., Sala A, "Alvarez Luchia, Mario c/Servycob SA s/ordinario s/inc. de art. 250", del 4/2/05; id.,
Sala E, "Said Kattan, Juan Carlos c/Said Antonio y otros s/medidas cautelares s/inc. apelación por: Juan
Antonio Said Kattan y SA Industrial Algodonera (SAIA)", del 23/10/89
[6] Verón, Alberto V., "Ley 19.550, comentada, anotada y concordada", t. II, editorial Astrea, Bs. As..
[7] Estas formalidades se refieren a los requisitos instrumentales, registrales y contractuales que se exi-
gen a una sociedad para su constitución (como si fuera una local) y no a que deba constituirse una nueva
sociedad. Si la sociedad constituida en el extranjero no cumple con las formalidades de constitución (co-
mo si fuere una sociedad local), se convierte en una sociedad irregular (arts. 21/26, LSC).Ver también
Rouillon, ob. cit., págs. 287/288 y 299.
[8] Si el principal funcionamiento de la sociedad constituida en el extranjero se realizará en el país, el art.
124 asimila a la sociedad constituida en el extranjero a una sociedad local a los efectos del cumplimiento
de las formalidades de constitución o de su reforma y contralor, correspondiendo entonces aplicarle la
normativa societaria argentina.
[9] Si se trata de una sucursal, se determinará además el capital que se le asigne cuando corresponda por
leyes especiales.
[10] En los supuestos de sociedades de tipos no reglamentados, la responsabilidad de los administrado-
res se ve regulada por el régimen de directores de sociedades anónimas (cnfr. arts. 119 y 121, LSC).
[11] Rouillon, Adolfo, "Código de Comercio", ed. La Ley, t. III, Bs. As., pág..294. Ver CNCom., Sala D,
"Scaab Scania Argentina S.A.", del 20/7/78, publ. en ED 79-390.
[12] Cnfr. Coll, Osvaldo W., "Intervención judicial de sociedades", ed. Lexis Nexis, Buenos Aires, 2005,
pág. 125.
[13] CNCom., Sala D, "Kahl, Amalia Lucia c/York Air S.A. y otros", del 21/7/2008, publ. en Supl. de Dcho.
Empresarial de elDial.com del 26/11/2008.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

(elDial - AA4B29)

Alí se agregó que: "…los representantes locales de una sociedad extranjera comprendida en el art. 123
de la ley 19.550, no pueden ser confundidos con el órgano natural de administración de ella, que es el
único sobre el cual podría cernirse la intervención con los alcances indicados (coadministración y admi -
nistración judicial con desplazamiento)…".
[14] Gagliardo, Mariano, "Responsabilidad de los directores de sociedades anónimas", ed. Lexis Nexis, t.
I, pág. 260. Bs. As, 2004
[15] Un reciente e interesante caso donde se designó un interventor informante puede cotejarse en el
fallo de la Sala C de la CNCom, recaído "in re". "Wherthein, Gerardo c/Telecom Italia SPA s/med. precau -
toria s/inc. de apelación", del 12/8/08.[16] El caso de un nombramiento de un interventor informante
sobre una sociedad extranjera donde el peticionante no era socio, puede cotejarse en el fallo de la Sala A
de la CNCom, recaído "in re" "Santivañez de Laurnagaray, María Cecilia c/Porto Litoral SA s/med. precau-
toria", del 14/10/08.[17] Ver pto. I párr. segundo y pto. III.b. de este trabajo.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Julio C. García Villalonga. Medidas autosatisfactivas en materia societaria.

I.- Introducción

En la actualidad se habla, con razón, de la "jurisdicción oportuna", cuya finalidad reside no sólo en dar a
cada uno lo suyo (ius suum cuique tribuiendi), sino de hacerlo "cuando corresponde", esto es, en tiempo
útil para satisfacer las expectativas de los peticionantes.[2]

Así pues, en la esfera del derecho procesal y particularmente en la de los comúnmente denominados
procesos urgentes, además de las medidas cautelares reguladas por el Código Procesal Civil y Comercial
de la Nación, y de las acciones de amparo, de habeas data y de habeas corpus consagrados en el art. 43
de la Constitución Nacional, los Tribunales han comenzado a introducir en forma pretoriana -desde hace
poco más de una década- un instituto "no cautelar" que viene a sumarse y a complementar dicho cua-
dro. Trátase de la denominada "medida autosatisfactiva".[3]

A su análisis y aplicación en la esfera del derecho societario habrá, pues, de limitarse el contenido de es -
te artículo, para lo cual se estima conveniente -antes que nada- efectuar un breve repaso en lo atinente
a su concepto, a su finalidad y a las notas características que permiten diferenciar a la medida autosatis -
factivas de las medidas cautelares tradicionales.

A ello me abocaré seguidamente.

II.- Concepto, finalidad y notas características de la medida autosatisfactiva.

Ha de comenzarse señalando que la medida autosatisfactiva constituye un requerimiento "urgente" for-


mulado por los justiciables al órgano jurisdiccional, que se agota una vez obtenido su despacho favo -
rable. Esta característica -a diferencia de lo que ocurre con las medidas cautelares- trae aparejada per se
la innecesariedad de entablar una acción principal ulterior para evitar su caducidad o decaimiento.[4]
Ello, pues lo que precisamente se pretende con esta medida, es evitar la frustración de los derechos o el
daño irreparable que podría provocar el tiempo necesario para obtener su reconocimiento con la sen -
tencia judicial que recaiga en un juicio principal.[5]

En esa inteligencia, la medida bajo estudio puede ser conceptuada como aquella "solución jurisdiccional
urgente no cautelar, despachable in extremis, en la que por mediar una fuerte probabilidad de que el
planteo formulado sea atendido favorablemente por el Tribunal receptor, se produce una ‘satisfacción
definitiva’ de los requerimientos del postulante, deviniendo por tal motivo en autónoma, al no depender
su vigencia y mantenimiento de la interposición o ulterior introducción de una demanda".[6]

En esa línea de ideas Peyrano ha señalado acertadamente que la medida procesal sub examine propor-
ciona una solución orgánica a tres (3) tipos de problemas distintos:

a) Se procura con ella remediar la flaqueza propia de la teoría cautelar clásica conforme a la cual sólo
puede alcanzarse una solución jurisdiccional urgente a través de la promoción de una cautelar que, inevi-
tablemente, reclama la ulterior o concomitante iniciación de un proceso principal, so pena del decai -
miento de la respuesta jurisdiccional urgente obtenida.[7] Así las cosas, para encuadrarse en el susodi -
cho esquema, quien está interesado en conseguir una tutela jurisdiccional "urgente", inevitablemente se
ve en la obligación de "imaginar" una acción principal (que frecuentemente no le interesa) para poder
trasuntar en la misma el requerimiento formulado respecto de una pronta tutela jurisdiccional. Sin em -
bargo, y tal como se declaró en las VIII Jornadas Nacionales de Derecho Procesal de Uruguay (abril de
1995), "las exigencias de la vida jurídica actual han determinado la necesidad de crear estructuras desti -
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

nadas a la resolución urgente de pretensiones en forma definitiva, al margen de la tutela cautelar y pro-
visional clásicas".[8]

b) Ofrece adecuada respuesta a los interrogantes que plantean muchas disposiciones legales que, a to-
das luces, establecen soluciones urgentes no cautelares que no encuentran correspondencia adecuada
en la doctrina cautelar clásica recogida en la normativa procesal civil.

c) Se erige en una eficiente herramienta jurídica para hacer cesar ciertas conductas o vías de hecho -en
curso o inminentes- contrarias a derecho, respecto de las cuales el aparato cautelar resulta inoperante o,
por lo menos ineficiente. Así, en materia societaria, esta medida puede ser empleada como remedio, v. -
gr., para solucionar la situación del representante del órgano de administración de una sociedad co-
mercial, que halle vedado -ilegítimamente- su derecho a ingresar a la sede social del ente.[9]

Tales puntualizaciones permiten explicar porqué la causa próxima más importante del origen de las me-
didas autosatisfactivas haya sido la percepción de la ausencia de una medida idónea de entre el conjunto
de atribuciones judiciales existentes para satisfacer ciertas situaciones urgentes que no encuentran solu -
ciones adecuadas en las medidas precautorias tradicionales. De ello dan cuenta incluso fundadas opinio-
nes de civilistas y comercialistas abocados al estudio del tema, además de procesalistas, que han unifi-
cado criterio en el sentido al manifestar que pese a no estar expresamente legislada, esta medida se en -
cuentra en un avanzado estado de transición hacia su elevación a rango de "doctrina recibida".[10]

Ello pues (se reitera) son muchos y variados los supuestos -comprendidos algunos en la esfera del dere-
cho societario- en los cuales resulta palmario que si bien concurre una situación de "urgencia" que re -
clama pronta y eficiente solución jurisdiccional, no se visualiza la necesidad ni la conveniencia de hacer
otra cosa que resolverla prontamente, y nada más, cupiendo dejar de lado los principios de instrumenta-
lidad (relativo a la calidad "accesoria" de la medida cautelar respecto al juicio principal que debe iniciarse
en el plazo legal establecido) y de caducidad cautelar, propios del proceso cautelar.[11]

Lo señalado con prelación ha llevado a afirmar que "si bien todo lo cautelar es urgente, no todo lo ur -
gente es cautelar". Es que -resulta oportuno aclararlo- la categoría de lo urgente resulta mucho más am-
plia que el horizonte de lo cautelar.[12]

Repárese que si bien se trata de una medida que en la generalidad de los casos se resuelve "inaudita par -
te" (aunque, como veremos infra, esto no es absoluto), tal circunstancia no trae aparejada una vulne-
ración del principio de bilateralidad y contradicción en el proceso, toda vez que este último se afianza
con el ejercicio ulterior de la potestad impugnatoria que se abre con la pertinente vía recursiva. Es que
ante el "juicio inmediato (que involucra conocimiento y decisión)", rigen analógicamente los principios
del procedimiento monitorio que desplazan la iniciativa del contradictorio del actor al accionado "confi-
riéndose la oportunidad de ser oído, no antes sino después de la decisión en su contra, siempre que se
cite al demandado para que se pueda defender".[13]

De allí que si bien esta medida comparte con las cautelares el carácter de "urgente"[14] -del que deriva
la ejecutabilidad inmediata-, así como la mutabilidad[15] y el requisito del peligro en la demora para su
despacho favorable -que se traduce en la necesidad de tutela judicial inmediata a los fines de evitar la
frustración del derecho del peticionante- la primera se diferencia de las últimas en que:

a) No es instrumental, circunstancia que evidencia su condición de diligencia no cautelar.

b) Tampoco es provisional por cuanto su resultado no queda ligado al resultado de una litis principal que
no existe.[16]

c) No necesariamente debe disponerse "inaudita parte", debiendo reservarse dicha posibilidad exclusi-
vamente para los supuestos en que exista convicción suficiente, cercana a la certeza, respecto del dere-
cho invocado.[17]
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

d) El grado de conocimiento para disponer la tutela autosatisfactiva es la existencia de una fuerte proba -
bilidad cercana a la certeza y no la simple verosimilitud.[18] Ello pues en las medidas cautelares es re -
querida una "cognición sumaria", para la que basta un simple grado de verosimilitud posible, en tanto
que para la concesión de la medida autosatisfactiva es menester la presencia de una "cognición sumaria
profundizada", existiendo -a diferencia de las primeras- un grado de verosimilitud probable o certeza
probable sucedánea (fuerte probabilidad).[19]

e) Como consecuencia de lo referido precedentemente, no es necesaria, en todos los casos, la prestación


de contracautela, recaudo que sólo deviene exigible -en resumidas cuentas- cuando la medida es decre -
tada inaudita parte y sin la suficiente certeza del derecho invocado.[20]

III.- En torno a la ausencia de la regulación expresa de la medida bajo estudio en el Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación.

Llegado a este punto, no se pasa por alto que si bien (y tal como se dijera en uno de los párrafos anterio-
res) las medidas autosatisfactivas no fueron recepcionadas en los textos legales a nivel nacional[21], lo
cierto es que tal ausencia de soporte normativo no importa, derechamente, la orfandad de apoyatura ju-
rídica del instituto, realidad -ésta- de la que dan muestra diversos remedios procesales de creación pre -
toriana, nacidos para corregir anomalías o desequilibrios (procedimentales o sustanciales), al abrigo de la
aplicación del principio contenido en el art. 16 del Cód. Civil.[22]

Al respecto, se estima procedente referir brevemente que la operatividad actual de las medidas autosa-
tisfactivas deriva del "poder cautelar general" que le asiste al juez, conforme al artículo 232 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, que constituye "una norma casi en blanco para que sea llenada
por el magistrado", en situaciones de excepcionalidad y previa verificación de la concurrencia de los res-
tantes recaudos.[23]

Peyrano añade, como argumentos corroborantes de las aseveraciones precedentes, distintas fuentes: las
atribuciones legales implícitas, el ancho pliegue del artículo 43 de la Constitución Nacional, el andamiaje
de las medidas cautelares genéricas y, muy especialmente, los numerosos dispositivos legales que pre-
vén soluciones que más allá de su designación, constituyen medidas autosatisfactivas.[24]

En tal sentido, es claro que la función integradora del derecho procesal como subsistema jurídico orde -
nado e interrelacionado, la labor interpretativa dinámica y progresista del juez y, fundamentalmente, el
contenido de las normas abiertas como las que regulan las medidas cautelares tradicionales, son ele-
mentos que, sumados, otorgan suficiente sustento legal abastecedor para acoger pretorianamente el
instituto sub examine y postular -de ese modo- su aplicación en materia comercial y, particularmente, en
la esfera societaria.[25]

Ello sentado -y siguiendo el esquema metodológico propuesto- corresponde pasar a enunciar los princi-
pales supuestos -sin que ello implique agotar el amplio espectro de posibilidades- en los que resulta per-
tinente la procedencia del instituto bajo estudio en la esfera del derecho societario.

IV.- La medida autosatisfactiva y la constitución de la sociedad

Como es sabido, para perfeccionar la constitución de una sociedad comercial, el art. 5° de la ley 19.550,
exige la presentación del contrato constitutivo ante el Registro Público de Comercio (o la Inspección Ge-
neral de Justicia, en su caso) del domicilio social, en el término perentorio de quince (15) días previstos
por el art. 39 Cód. Comercio.

Dicha inscripción resulta relevante, toda vez que mientras ésta no tiene lugar, no es posible sostener que
la sociedad conformada bajo uno de los tipos sociales autorizados haya sido constituida regularmente,
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

con los riesgos que ello trae aparejado en el supuesto de que el ente comenzare a desarrollar su activi -
dad, fundamentalmente en lo que respecta a la responsabilidad de los socios y de quienes contratan por
la sociedad (cfr. arg. art. 23, ley 19.550).

De allí que, tal como señala acertadamente cierta doctrina, todos los fundadores de la sociedad y aún los
administradores que no poseen las facultades de representación, ostentan un interés legítimo en que el
instrumento constitutivo del ente se presente en término, con el objeto de evitar las consecuencias per-
judiciales que es capaz de generar tal situación de incertidumbre.[26]

Repárese que en este caso, la interposición de una medida autosatisfactiva adquiere acabado sentido,
toda vez que lo que con ella se procura es que el Tribunal requerido arbitre las providencias de menester
para que el interesado logre -en la esfera de su legítimo derecho- el cumplimiento del art. 5° supra ci-
tado.

De este modo la medida bajo estudio se erige en una suerte de tutela preventiva, que no justifica de
modo alguno la existencia de un litigio posterior, al brindarse -con la orden judicial pertinente- eficaz res-
puesta a la problemática planteada por el peticionante.

V.- La medida autosatisfactiva y los actos extraños al objeto social

Señala el art. 58 de la ley 19.550 que el administrador "que de acuerdo con el contrato o por disposición
de la ley tenga la representación de la sociedad, obliga a ésta por todos los actos que no sean notoria -
mente extraños al objeto social…", añadiendo dicha norma que tales facultades de los representantes no
afectan, respecto de los terceros, la validez interna de las restricciones contractuales y la responsabilidad
por su infracción.

Trátase, pues, de la recepción normativa de la teoría de la apariencia, y por la cual el legislador tuvo en
cuenta la conjugación necesaria que debe hacerse entre los intereses de los terceros y de los socios, por
un lado, y la tónica actual del tráfico mercantil -caracterizado por su celeridad-, por otro. Y de esa suma -
toria de elementos se entendió que era de menester amparar -en aras de la seriedad del comercio y de
la seguridad de las relaciones jurídicas- los derechos de quienes contratan con la sociedad (véase exposi-
ción de motivos de la ley).

En ese marco, y si bien la diligencia de un "buen hombre de negocios" (art. 59, ley 19.550) impone que,
frente a determinados actos, el administrador solicite la autorización de la asamblea por exigirlo así el
estatuto, lo cierto es que si actúa obviando tal recaudo previo, el acto resulta perfectamente válido fren -
te a terceros -siempre y cuando no sea notoriamente extraño al objeto social-, sin perjuicio de las res-
ponsabilidades que pudiesen caber al representante.

Desde esta perspectiva, nada impide que el socio que tome conocimiento de la potencial realización de
un acto de dichas características, pueda requerir al Tribunal -en pos de mantener incólume la observan-
cia del estatuto social y la integridad de los activos de la sociedad- una medida autosatisfactoria de índo-
le inhibitorio tendiente a obstaculizar la consumación del negocio jurídico del administrador desleal, in-
dependientemente de las acciones que a posteriori se dedujeren para remover a este último de su cargo.

Indudablemente, en un supuesto de esta índole -v.gr., la adquisición de un crédito o de un giro bancario


excesivo que hubiese requerido la previa aprobación de la asamblea- no se aspira a la promoción de un
litigio, pero es obvio que la urgencia amerita la concesión de la medida sub examine.

Al respecto, la jurisprudencia tiene dicho que aún cuando la sociedad no haya promovido acción social
contra ex miembros de su directorio, y la medida autosatisfactiva peticionada importe alcanzar el objeto
pretensional sustancial, al consistir en el libramiento de una orden a fin de que una entidad bancaria no
pague los cheques de pago diferido librados por los ex directores con imputación al pago de sus honora -
rios no aprobados por la asamblea de accionistas, corresponde hacer lugar a la misma si la realidad del
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

caso demuestra la existencia de un perjuicio irreparable atento a la exorbitancia de las sumas insertas en
los instrumentos frente a las dificultades financieras y económicas por las que atraviesa la empresa, con
la consiguiente afectación del crédito bancario que la percepción de dichas sumas implicaría.[27]

VI.- La medida autosatisfactiva y el derecho de información y acceso a la contabilidad de la sociedad

En la actualidad, gran parte de los códigos procesales en lo civil y comercial -tanto el nacional, como los
provinciales- prevén una medida que autoriza al socio a examinar los libros de la sociedad, sin sustancia-
ción, con la sola presentación del contrato, instando al Tribunal a decretar las disposiciones de menester
si correspondiere.[28]

Constituye éste un instrumento introducido en la legislación ritual (regulado dentro de los denominados
"procesos voluntarios", aunque en esencia constituye una medida de tipo autosatisfactivo) para tornar
efectivo lo estipulado por el art. 55, ley 19.550, que confiere al socio el derecho a examinar los libros y
papeles sociales y a recabar informes del administrador, y que rige respecto a todos los tipos societarios,
con excepción de las sociedades anónimas y de las sociedades de responsabilidad limitada que contasen
con un órgano de fiscalización.[29] Aún así, en este último supuesto, es sabido que los accionistas que re-
presenten no menos del dos (2) por ciento del capital social pueden requerir al síndico información sobre
las materias que son objeto de su competencia (art. 294, ley 19.550) y en la hipótesis que la misma les
fuese denegada, interponer una medida autosatisfactiva para alcanzar su cometido.[30] Al respecto se
abundará infra.

De su lado, tal como los socios poseen la antedicha facultad, también los administradores que no osten -
tan aquel status pueden, mediante una medida autosatisfactiva de similar alcance a la comentada en el
primer párrafo de este título (aunque distinta a la del código de rito, reservada a los socios del ente), ac -
ceder directamente a la contabilidad social, en casos en que el órgano colegiado -v.gr., el directorio- im-
posibilite a algún director el ejercicio de tal derecho.[31]

VII.- La medida autosatisfactiva y la prórroga del contrato social

En otro orden de ideas, el art. 95 de la ley 19.550 enuncia que la prórroga del plazo de una sociedad de -
be disponerse, y la inscripción solicitarse, antes del vencimiento del plazo de duración de la sociedad. Ca-
so contrario, esto es, que caduque dicho plazo y, lo que es peor aún, que la sociedad siga funcionando en
esas condiciones, los administradores sociales incurren -salvo en el supuesto de asuntos urgentes y de
aquellos tendientes a adoptar las medidas necesarias para la liquidación del ente- en una responsabili-
dad ilimitada y solidaria respecto a los terceros y a los socios, sin perjuicio de la responsabilidad que les
quepa a estos últimos (art. 99, ley 19.550).

En ese contexto es claro que una sociedad enrolada bajo estos parámetros deviene en una sociedad irre -
gular, pudiendo cualquier socio requerir su disolución (art. 22, ley 19.550) o, a lo sumo, merced a la in-
corporación de la ley 22.903 en el art. 95 de la ley societaria, la reconducción del ente.

Por ello, si en una sociedad regular se dispuso la prórroga del plazo, y estando próximo su vencimiento
existiesen motivos que justificasen su pronta inscripción en el registro, es dable que el socio interesado
requiera al Tribunal, a través de una medida autosatisfactiva, el arbitrio de los medios idóneos para la
presentación ante el Registro del instrumento que resuelva la prórroga en cuestión.[32]

Repárese que en el supuesto comentado no se procura la iniciación de un litigio, sino tan sólo el cumpli-
miento de una disposición tomada de antemano por el órgano de gobierno de la sociedad, erigiéndose la
medida sub examine en instrumento idóneo para alcanzar dicha finalidad en caso de existir negligencia
del representante social encargado de concretar la inscripción.
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VIII.- La medida autosatisfactiva y las irregularidades detectadas con anterioridad a la celebración de la


asamblea

VIII.1.- Respecto a la convocatoria defectuosa a asamblea

Llegado a este punto, cabe indagar si frente a un supuesto de convocatoria a asamblea defectuosa es
viable la interposición de una medida de esta especie para obstar a su celebración.

Al respecto, y como es sabido, el art. 237 de la ley societaria establece un procedimiento para convocar a
las asambleas en las S.A., que debe ser cumplido ineludiblemente en forma y plazo, atento a que su ob -
servancia regular permite presumir que todos los accionistas fueron notificados a la convocatoria.[33] De
allí que los vicios en la convocatoria traigan aparejados -por regla general- la nulidad de la asamblea (cfr.
arg. art. 251, ley 19.550) frente al pedido expreso de algún accionista que no hubiese concurrido a la mis-
ma.[34]

En este cuadro de situación, parte de la doctrina ha llegado a sostener que ante una convocatoria efec -
tuada en forma defectuosa, sería viable -en virtud de los principios de eficacia y economía procesal- peti-
cionar una medida autosatisfactiva que resuelva la no realización de la asamblea, luego de acreditado
ante el Tribunal que no se cumplió con lo dispuesto por la ley.[35]

Sin embargo, se estima que, al menos en las sociedades de familia y de pocos socios, proponer una solu -
ción como la señalada podría malograr una reunión social que aunque mal convocada, resultase entera -
mente válida. Trátase del caso de la denominada "asamblea unánime".

Al respecto, el art. 237, apartado 3, ley 19.550, establece que "la asamblea podrá celebrarse sin publica-
ción de la convocatoria cuando se reúnan accionistas que representen la totalidad del capital social y las
decisiones se adopten por unanimidad de las acciones con derecho a voto".

Bajo esta modalidad, la ley introduce lo que en la legislación comparada también se conoce como asam-
blea totalitaria o asamblea universal, y que -jurídicamente considerada- es la forma perfecta de actuar
de las personas jurídicas, en cuanto concreción de derechos y obligaciones, ya que exterioriza un equili -
brio perfecto entre los elementos subjetivos y objetivos que modulan el acto asambleario, no en -
contrándose las decisiones allí establecidas ni siquiera limitadas por el orden del día diseñado origina-
riamente para dicho encuentro.[36]

De allí que si a la asamblea en cuestión acude la totalidad del capital suscripto (lo que incluye a los titula -
res de acciones que no tienen derecho a voto) y las decisiones son tomadas por la totalidad de los votos
emitibles, resulta irrelevante que la publicación de la convocatoria no hubiese sido realizada, ni menos
aún que la asamblea hubiese sido irregularmente citada.[37]

Alcanzada esta conclusión, se considera que en supuestos donde no existe otra anomalía más que la irre-
gular convocatoria a la asamblea, la concesión de la medida bajo estudio debe ser sumamente res-
trictiva, so riesgo de que un accionar apresurado terminase erigiéndose en un impedimento para la cele-
bración de una reunión social cuyas decisiones pudiesen ser perfectamente válidas.

VIII.2.- Respecto a la publicación de la convocatoria en la que se omiten uno o más puntos del orden del
día

Situación distinta a la anterior es la representada por aquella en la que si bien se cumplen con las forma-
lidades legalmente exigidas en lo que a la publicación de la convocatoria respecta, se omite -ya sea en
forma dolosa o culposa- incluir en dicha publicación uno o más puntos del orden del día aprobado con
anterioridad por el directorio.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

En un caso, el interesado requirió tutela autosatisfactiva a fin de que el juez actuante dispusiese la sus -
pensión de la realización de la asamblea de la sociedad alcanzada, fijando en su consecuencia una nueva
fecha, con el propósito de que se abordasen todos y cada uno de los puntos del orden del día aprobados
en las reuniones del directorio, que habían sido celebradas anteriormente.[38]

El juez acogió la petición formulada.

Para así decidir, el sentenciante determinó:

i) Que no existía óbice para la procedencia de la medida requerida, el hecho de que la misma no estu -
viese específicamente regulada por el ordenamiento jurídico, al resultar encuadrable en el ordenamiento
procesal dentro de las "medidas cautelares de carácter genérico".

ii) Que si bien tampoco el ordenamiento societario la preveía, tampoco la prohibía, siendo -pues- admi-
sible en pos de la tutela más eficiente del interés societario y el de los socios.

Es obvio entonces que la medida en cuestión se constituyó en una verdadera pretensión autónoma, en
virtud de la cual no era necesario aguardar a lo que se resolviera en algún otro proceso para conservar la
solución urgente obtenida, lo que justificó -en definitiva- su viabilidad.

VIII.3.- Respecto a la negativa a brindar cierta información al socio con anterioridad a la celebración de la
asamblea

Quizás en el ámbito donde la medida comentada puede adquirir mayor envergadura es en el relacionado
al derecho de información del socio en tanto presupuesto para acceder a la regular celebración del acto
de gobierno societario.

Así pues, se ha decidido que los asuntos que se deben someter a consideración y resolución de las asam-
bleas -en el caso de una sociedad anónima-, tales como el balance general, estado de resultados, distri-
bución de ganancias y las medidas relativas a la gestión de la sociedad, requieren el cumplimiento previo
de obligaciones de carácter informativo, pues los accionistas tienen derecho a recibir una reseña de los
datos necesarios sobre la situación económica y financiera de la empresa a los fines de tomar adecua-
damente sus decisiones. Caso contrario -es decir, si dicha documentación no es puesta a consideración
de los accionistas con al menos los quince (15) días de anticipación que establece la ley- el socio afectado
se halla habilitado a solicitar la nulidad del acto asambleario celebrado.[39]

Repárese en que para evitar llegar a ese extremo, y dependiendo de las circunstancias del caso, un socio
que fuese indebidamente privado por alguno de los órganos sociales del acceso a cierta información pri -
mordial para la defensa de sus intereses, puede solicitar -sea ya a través de una medida autosatisfactiva
o de una medida cautelar- la suspensión del acto de gobierno societario, hasta tanto se revirtiese la irre -
gular situación o al menos el interesado pudiese hacerse de un informe provisional.[40]

En tal sentido, se ha planteado en un precedente la posibilidad de requerir la suspensión preventiva de


una convocatoria a asamblea.[41] En dicho caso se falló a favor de la cautelar deducida, al hallarse "acre-
ditada la insatisfacción del derecho de información de los accionistas respecto de la documentación con-
validada por el atacado acto asambleario" (aún no celebrado), resultando "procedente conceder la sus -
pensión preventiva de diversas decisiones que presenten vinculación con los recordados documentos".

Al respecto, y frente a la disquisición planteada de si corresponde deducir una medida cautelar o una
medida autosatisfactiva para lograr la suspensión de la celebración del acto asambleario, se advierte que
si bien una vez acreditados los diversos recaudos procesales (verosimilitud del derecho, peligro en la de-
mora y contracautela), no existirían inconvenientes en que el juez otorgase una medida cautelar, lo cier-
to es que la cuestión adquiere otro tinte cuando la cautelar solicitada contiene a la larga lo pretendido
en la acción de fondo.[42] En este caso, el supuesto fáctico (de considerarse procedente la medida) en -
cuadra en el marco de las medidas autosatisfactivas -ya que la continuación del proceso principal carece
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de significación práctica- por lo que, como lógico corolario, debe recurrirse a esta última figura jurí dica -
creada por la doctrina-, y no a la primera.[43]

[2] Cfr. PEYRANO, Jorge W., "La medida autosatisfactiva: forma diferenciada de tutela que constituye una expresión
privilegiada del proceso urgente. Génesis y evolución" en "Medidas Autosatisfactivas", Editorial Rubinzal Culzoni,
Buenos Aires, 2002, p. 13.

[3] Cfr. PEYRANO, Jorge W., "Informe sobre las medidas autosatisfactivas", en LL, 1996-A-999.

En relación a la denominación conferida, Peyrano estima técnicamente más adecuada la de "medidas autosatisfac-
tivas" a la de "procesos urgentes", empleada hasta entonces, aclarando que si bien algunos eligieron desfigurar lo
conocido, encuadrándola como una cautelar autónoma -al no caducar ni sobrevenir a ella la iniciación de un juicio
principal-, la mayoría buscó fijar los límites de un nuevo concepto jurídico: el de "medida autosatisfactiva". Ello
pues dicha designación permitió ocupar, de manera coherente y fundada, la referida sensación de vacío. En tal sen-
tido, en países como EE.UU., a través del régimen de los injuctions, y asimismo en Italia, Alemania y Perú, el ideario
de la medida autosatisfactiva está presente de lege data, y su funcionamiento es corriente. En dichos lugares, el re-
ferido ideario se encuentra en paralelo con la diligencia cautelar ortodoxa sin mezclarse y asignándose a esta última
el rol que le compete. En lugar de "desfigurar" a la "teoría cautelar clásica" se ha preferido preservarla y generar un
nuevo instituto pensado por y para dar respuestas eficaces y expeditas a ciertas situaciones de urgencia que no re -
claman (por sí mismas o porque no les interesa a los afectados) la promoción de acciones principales posteriores.
Cfr. PEYRANO, Jorge W., "Los nuevos ejes de la reforma procesal civil: la medida autosatisfactiva", E.D. diario del
24/10/1996; mismo autor, "Una nueva vía procesal para preservar el derecho a la privacidad; el proceso urgente",
revista jurídica Vox Juris de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres (Lima), suplemento
de mayo de 1995, p. 14.

Ello no obsta a señalar que la doctrina acuñó –en paralelo- a la medida bajo estudio como "cautela material o de
efectos materiales o satisfactiva" (MORELLO, Augusto M., "La cautelar material", JA, 1992-IV-314), "medida antici -
patoria material o satisfactiva" (BERIZONCE, Roberto O., "Tutela anticipada o definitoria", JA, 1996-IV-764), "me -
dida anticipatoria impropia por consumación" (RIVAS, Adolfo A., "La jurisdicción anticipatoria y la cosa juzgada pro-
visional", LL, suplemento de Actualidad del 22/02/1996), y "acción o tutela civil inhibitoria o inhibitoria defini tiva"
(LORENZETTI, Ricardo L., "La tutela civil inhibitoria", LL, 1995-C-1217; ANDORNO, Luis O., "El denominado proceso
urgente (no cautelar) en el derecho argentino como instituto similar a la acción inhibitoria en el derecho italiano",
JA 1995-II-887), entre otras.

[4] Cfr. PEYRANO, Jorge W., "La medida autosatisfactiva…", p. 13.

[5] Cfr. BORETTO, Mauricio, "La tutela autosatisfactiva operando en la práctica", Ed. El Derecho – Colección Acadé-
mica, Buenos Aires, 2005, p. 11.

[6] En sentido análogo, cfr. DE LOS SANTOS, Mabel, "Resoluciones anticipatorias y medidas autosatisfactivas", Ju-
risprudencia Argentina, 1997-IV-800.

[7] PEYRANO, Jorge W., "Reformulación de la teoría de las medidas cautelares: tutela de urgencia. Medidas autosa -
tisfactivas", en JA, 1997-II-926.

[8] Cfr. PEYRANO, Jorge W., "La medida autosatisfactiva…", p. 16.

[9] No obstante -y pese a la crítica efectuada por la doctrina- la jurisprudencia no es unánime. Cfr. GALDÓS, Jorge
Mario, "Un fallido intento de acogimiento de una medida autosatisfactiva", en LL, 1997-F-482.

[10] Cfr. ANDORNO, Luis, "El denominado proceso urgente (no cautelar) en el Derecho argentino…", cit. supra.; LO-
RENZETTI, Ricardo Luis, "La tutela civil inhibitoria", cit. supra; ZAVALA DE GONZALEZ, Matilde, "Derecho a la inti-
midad", Abeledo Perrot, Buenos Aires, 1982, p. 157; NICOLAU, Noemí, "La tutela inhibitoria y el nuevo artículo 43
de la Constitución Nacional", LL 1996-A-1247, entre otros.

[11] Art. 207 CPCCN; cfr. PEYRANO, Jorge W., "Régimen de las medidas autosatisfactivas. Nuevas propuestas" en
"Medidas Autosatisfactivas", Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002, p. 30.

[12] Cfr. PEYRANO, Jorge W., "Informe sobre las medidas autosatisfactivas", en LL, 1996-A-999.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

[13] Estas ideas del actual desarrollo ex post del derecho de defensa fueron expuestas por el Dr. Augusto M. More-
llo en una de sus ponencias en las III Jornadas del Foro de Derecho Civil, celebradas en Olavarría en agosto de 1997,
cfr. asimismo MARTINEZ, Oscar J. Y VIERA, Luis A., "El proceso monitorio (Bases para su legislación uniforme e ibe-
roamericana)", en Revista Jurídica Ius, N° 41, 1990, ps 51, 74, 77 y ss.

[14] Aunque bien distingue la doctrina que la "urgencia" en la medida autosatisfactiva es una "urgencia pura o in -
trínseca", en tanto que en las medidas cautelares lo que se presenta es una "urgencia funcional".

La diferencia radica que el primer tipo de urgencia mencionado reclama -como objeto único y acotado- el de pre-
venir, precaver y evitar la producción o agravamiento de un daño mediante el pronunciamiento judicial concomi-
tante y actual -lo que implica la existencia de una relación inmediata entre la pretensión satisfactiva y el perjuicio-,
en tanto que la "urgencia funcional" intermedia una relación 'indirecta o mediata' entre la petición cautelar y el da -
ño a evitar, no enfocándose en la urgencia per se, sino evaluando la misma en relación a los fines del proceso prin-
cipal que debe suceder a toda cautelar. Cfr. PEYRANO, Jorge W. y EGUREN, María C., "Medidas autosatisfactivas y la
necesidad de su regulación legal", LL 2006-E, 949.

[15] O también denominada "flexibilidad", prevista a los fines de evitar perjuicios o gravámenes innecesarios al titu-
lar de los bienes, pudiendo disponerse un aseguramiento distinto al solicitado u obtenido, teniendo en cuenta la
importancia del derecho que se intenta proteger (art. 204 CPCCN).

[16] Ello obviamente sin perjuicio de reconocer que, como toda decisión judicial, se encuentra sujeta implícita-
mente a la regla rebus sic stantibus; es decir, puede cesar si se modifican las circunstancias tenidas en cuenta para
acordarla. Cfr. PALACIO, Lino E, "Derecho Procesal Civil", Ed. Abeledo-Perrot, Buenos Aires, vol. VIII, ps. 49/50.

[17] Al respecto, adviértase que tratándose de procesos de cognición restringida, que agotan el conflicto y lo re -
suelven de una vez y para siempre, el mero contralor ulterior en vía recursiva, puede llegar a resultar insuficiente
en un sector importante de supuestos en lo que al resguardo del principio de bilateralidad o de defensa en juicio
respecta. Consecuentemente, siempre que las particularidades del caso sujeto a examen lo permitan –léase ausen-
cia de certeza casi absoluta-, debiera admitirse una suerte de sustanciación rápida o audiencia urgente.

[18] En tal sentido, el anteproyecto de Código Procesal Civil y Comercial para la Ciudad de Buenos Aires elaborado
por los Dres. Morello, Eisner, Arazi y Kaminker exige que: "Se acredite la existencia de un interés tutelable cierto y
manifiesto" (art. 67, Medidas autosatisfactivas).

[19] Cfr. PÉREZ RAGONE, Álvaro, "Concepto estructural y funcional de la tutela anticipatoria"; LLNOA, 2000,797.

[20] En efecto, no puede soslayarse que algunos principios de la teoría general de las medidas cautelares sirven pa-
ra explicar y resolver este tipo de requerimientos urgentes, tales como la relación entre el grado de apariencia del
derecho y la entidad de la contracautela (a mayor verosimilitud del derecho, menor contracautela y viceversa), pe-
ro tal circunstancia no resulta suficiente para concluir que este proceso autónomo, no instrumental, sea cautelar.
En efecto, se trata -conforme se señaló- de una medida que genera un proceso autónomo en el sentido que no es
tributario ni accesorio respecto de otro, agotándose en sí mismo. Su dictado acarrea -se recuerda una vez más- una
satisfacción definitiva de los requerimientos del postulante. En esa inteligencia se impone aclarar que lo de "satis-
facción definitiva" debe entenderse en sus justos límites. Morello esclarece sobre el particular que ello acontece en
el supuesto en que la medida autosatisfactiva es consentida o que adquiere firmeza como resultado de la frustra-
ción de las vías impugnatorias interpuestas por el recipiendario de la misma. Cfr. MORELLO, Augusto, "La tutela sa-
tisfactiva", en J. A., 1995-IV-413, en anotación al fallo de la Cám. Nac. Civ., sala G, 4-5-94, "Zambardieri, Juan C. C/
Municipalidad de Buenos Aires"; mismo autor, "La tutela anticipatoria ante la larga agonía del proceso ordinario",
en ED 169-1341.

[21] Lo que no obsta a señalar que ya las provincias de Corrientes (Código Procesal Civil de la provincia, arts. 785 a
790), Santa Fe (ley provincial n° 11529, relativa a la protección contra la violencia familiar) Chaco (Código Procesal
Civil de la provincia, art. 232 bis) y La Pampa (Código Procesal Civil de la provincia, art. 305) incorporaron la figura
legislativamente. Cfr. PEYRANO, Jorge W y Eguren, María C., "La batalla por la entronización legal de la medida au-
tosatisfactiva", en www.abeledoperrot.com/Noticias/MostrarNoticiaNew.asp?tipo=1&cod= 7205, última consulta
efectuada en setiembre de 2008.

[22] Cfr. GALDÓS, Jorge Mario, "Un fallido intento…", cit. supra.

[23] Cfr. DE LAZZARI, Eduardo N., "La cautela material", en J.A., 1996-IV-651; BERIZONCE, Roberto O., "Tutela anti-
cipatoria y definitoria", cit. supra.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Es importante destacar lo relativo a la relevancia de la "excepcionalidad mencionada", pues de lo contrario –esto


es, la mutación de la excepción en regla- podría darse lugar a una irritante desigualdad, ya advertida por nuestro
Máximo Tribunal in re: "Bustos, Alberto Roque y otros c. Estado Nacional s/acción de amparo", del 26/10/2004, LL
2005-A, 136. Comparte esta opinión CHIAPPINI, Julio, "La medida autosatisfactiva: uso excepcional", LL Patagonia
(diciembre), 1311.

[24] PEYRANO, Jorge W., "Reformulación…", cit. supra.

[25] NICOLAU, Noemí L., "La tensión entre el sistema y el microsistema en el Derecho Privado" en Trabajos del Cen-
tro N° 2 del Centro de Investigaciones de Derecho Civil de la Universidad Nacional de Rosario, 1997, p. 79; cfr. PEY-
RANO, Jorge W., "Las medidas autosatisfactivas en materia comercial", J.A., 1995-I-822.

[26] SILVERSTEIN, Ricardo, "Algunas aplicaciones de las medidas autosatisfactivas en el derecho societario argen -
tino", en "Medidas Autosatisfactivas", Editorial Rubinzal Culzoni, Buenos Aires, 2002, p. 525.

[27] CCivyComRosario, Sala II, 18/09/1998, in re: "Faiart Argentina S.A.", LL, 2000-B, 826. Trátase -éste- del primer
caso en el que un tribunal de apelaciones hizo lugar lisa y llanamente a una medida autosatisfactiva. Cfr. BORETTO,
ob. cit., p. 83.

[28] Cfr. art. 781 CPCCN.

[29] En un supuesto se decidió que ante al cercenamiento del derecho de información de un socio cabía oficiosa-
mente encuadrar la pretensión -impetrada como diligencia preliminar y, en subsidio, como producción anticipada
de prueba- conceptualizándola en el citado art. 781 CPCCN por lo que ordenó que la sociedad debía poner a dispo-
sición de un interventor informante designado judicialmente los libros sociales para extraer los datos requeridos.
Cfr. CNCom., Sala B, 26/9/96, "Chmea, David c. Bolin S.A.", JA, semanario del 18/6/97, p. 81.

[30] Para el tema específico del derecho a la información del socio ver VERON, Alberto V., "Sociedades Comercia-
les", T.I, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1998, ps. 400 y ss.; NISSEN, Ricardo, "Ley de sociedades comerciales", t. 1, Ed.
Abaco, Buenos Aires, 1993, p.369; BALBIN, Sebastián, "Sobre el derecho del socio a la información social y su ac -
ceso", en Cuestiones actuales de Derecho Empresario, Ed. Errepar, Buenos Aires, 2005, ps. 33 y ss.; ESTRADA, Jorge
A., "Reflexiones acerca de la aplicación del artículo 55 de la ley 19.550", ED, 76-885; LUCHINSKY, Rubén O., "Aposti-
llas sobre la dinámica judicial en torno del derecho de información de los socios en las sociedades mercantiles", Re -
vista del Derecho Comercial y de las Obligaciones, año 26, p. 201; CASTELLANI, Horacio E., "Información a la que
puede acceder el accionista para votar un aumento de capital en una sociedad anónima", DJ, 1997-2, 561; MOLINA
SANDOVAL, Carlos, "Fronteras actuales del derecho de información del socio", Sociedades, RDPC, 2003-2; AGUINIS,
Ana María, "El derecho de información de los accionistas", RDCO, año 11, 1978, p. 290, ESCUTI, Ignacio, "Derecho
de información del accionista", RDCO, año 20, 1987, p. 553, entre otros.

[31] Recuérdese que, en el caso de la SA, todo director tiene derecho a acceder a la contabilidad social en razón de
la competencia del órgano que integra, de la indelegabilidad de sus funciones y de la responsabilidad solidaria que
se le impone (arts. 255, 266, 274 y cc., ley 19.550). Cfr. NISSEN, Ricardo, "Algunas consideraciones sobre el derecho
al examen de los libros y papeles sociales por los socios en las sociedades comerciales", Sociedades, RDPC, 2003-2,
p. 189.

[32] SILVERSTEIN, Ricardo, ob. cit., ps. 527/528.

[33] HALPERÍN, Isaac – OTAEGUI, Julio, "Sociedades Anónimas", Ed. Depalma, Buenos Aires, p. 568.

[34] CNCom., Sala A, 07/07/1978, in re: "Facio, Juan c. Facio de Crotta, Alcira y otros".

[35] Cfr. PEYRANO, Jorge W., "Las medidas autosatisfactivas en materia comercial", JA, 1996-I-823; FARINA, Juan,
"Tratado de Sociedades Comerciales. Sociedades Anónimas", Ed. Zeus, Rosario, 1979, p. 293; SILVERSTEIN, Ricardo,
ob. cit., ps. 531/532.

[36] SASOT BETES – SASOT, "Sociedades Anónimas. Las asambleas", Ed. Abaco, Buenos Aires, 1978, ps. 546/547.

[37] ZALDIVAR, Enrique y otros, "Cuadernos de Derecho Societario", Volumen III, Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires,
ps. 350.

[38] Juzgado Civil, Comercial y en Minas de la ciudad de Mendoza n° 12, 10/01/2002, in re: "Magna Inversora S.A. c.
Banco de Mendoza S.A. p/medidas precautorias", ED, 197-362.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

[39] CNCom., Sala B, 05/02/2004, in re: "Errecart, Susana L. c. La Gran Largada S.A. y otros", en
www.csjn.gov.ar/jurisprudencia.

A mayor abundamiento, repárese en que la información es un requisito de validez para toda deliberación. Sólo un
accionista informado acerca de la marcha de los negocios sociales puede deliberar, discutir y formar su opinión pa-
ra decidir el sentido de su voto, respecto a la aprobación o no de un estado contable, apoyando determinados can-
didatos a administradores, ejerciendo o no su derecho de suscripción preferente en caso de aumento de capi tal,
aceptando o rechazando el dividendo propuesto por el directorio, etc. Cfr. ANAYA, Jaime, "El derecho de infor -
mación del accionista y sus límites", ED, 132-369; MATTA Y TREJO, Guillermo, "Reflexiones en torno al derecho de
información en la sociedad anónima moderna", LL, 1996-E-1206; CNCom., Sala A, 23/11/2006, in re. "Isabella, Pas-
cual c. Bingo Caballito S.A.".

[40] Cfr. GATANI, Hugo, "Las medidas autosatisfactivas como vías procesales hábiles para el ejercicio del derecho de
información", en IX Congreso argentino de derecho societario – V Congreso iberoamericano de derecho societario y
de la empresa, t. IV, San Miguel de Tucumán, 2004, p. 495.

[41] CNCom., Sala C, 18/12/1980, in re: "Saunier, R.E. c. Casa de las Juntas S.A.", ED, 92-592, donde si bien se efec -
tuó el planteo bajo la forma de una medida cautelar, nada obstaba a que la cuestión hubiese sido deducida como
una medida autosatisfactiva.

[42] Cfr. MOLINA SANDOVAL, Carlos, "Fronteras…", cit supra.

[43] Es que, tal como enuncian NAVEIRA y TRUFFAT, "en la hora que vive la República, los jueces están llamados a
ser –a través de sus sentencias- conspicuos e indispensables reparadores del social. Su mayor aporte a la pacifica-
ción será así, dictar sentencias justas que restablezcan el cauce de la vida comunitaria. Para hacerlo, en medio de
esta crisis de desasosiego, deberán romperse los moldes de todos los clisés en los que enmudece y se abisma la Jus-
ticia…", "Una medida cautelar concursal conmocionante", LL, 2002-B, 611.

Citar: elDial.com - DCF1F

Publicado el 24/09/2008
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

CNCom., sala D, 21/07/08, Kahl, Amalia Lucía c. York Air S.A. y otro s. medida precautoria.

Sociedad constituida en el extranjero (Panamá). Participación en sociedad local. Ley de sociedades: 123.
Inscripción en la Inspección General de Justicia. Representante. Naturaleza jurídica. Carácter orgánico.
Mandato. Medida cautelar. Intervención societaria. Veeduría. Procedencia.

Publicado por Julio Córdoba en DIPr Argentina el 25/03/09.

2º instancia.- Buenos Aires, 21 de julio de 2008.-

1°) York Air S.A., codemandada en estas actuaciones, apeló la decisión de fs. 405/408 que dispuso su in-
tervención societaria, con grado de veeduría (fs. 465 vta. pto. III).

Los fundamentos del recurso obran a fs. 595bis/599 y fueron respondidos a fs. 683/687.

2°) Esta causa fue promovida por la señora Amalia Lucía Kahl, en el marco de un conflicto de alcances
mayores que mantiene con quien, según dijo, fue su pareja por más de una década, el señor Jorge Raúl
Cermesoni. En tal sentido, a efectos de evidenciar la magnitud de la disputa, fue denunciado en el escrito
de demanda que ella se ha desplegado en trece pleitos anteriores (fs. 377/378).

En el presente caso, la señora Kahl demandó a York Air S.A. (una sociedad constituida en Panamá, e ins-
cripta en nuestro país ante la I.G.J. como accionista de la sociedad local Degas S.A. en los términos del
art. 123 de la ley 19.550) reclamando se declare su nulidad e inmediata liquidación, en tanto la calificó
de simulada y de ser un mero instrumento formal para encubrir el patrimonio del nombrado Cermesoni.
Asimismo, demandó a este último a fin de que personalmente se le impute la actuación, actividad y pa-
trimonio de York Air S.A., de acuerdo a lo previsto por el art. 54 in fine de la ley 19.550 (fs. 375 vta.).

3°) En una presentación ampliatoria, la demandante requirió la designación de un interventor informan-


te a fin de que el funcionario "… dé noticia al Tribunal acerca de la existencia, actuación, patrimonio y re-
gularidad del funcionamiento de la sociedad extranjera…" York Air S.A. Tal pedido fue fundado en el art.
224 del Código Procesal (fs. 403 vta.).

A despecho del marco procesal precedentemente indicado en el que la actora encuadró su pedido caute-
lar, la resolución de fs. 405/408 decretó la intervención societaria de York Air S.A., en el grado de veedu-
ría, con fundamento concurrente en lo dispuesto por el art. 114 de la ley 19.550.

Contra esta decisión es que se interpuso el recurso de apelación que aquí se considera.

4°) El recurso deducido por York Air S.A. fue justificado con diversos argumentos:

a) Es improcedente intervenir una sociedad inscripta en los términos del art. 123 de la ley 19.550.

b) La señora Kahl carece de legitimación activa para pretender la veeduría impugnada. Ello en tanto no
es socia de la intervenida.

c) No () aparecen reunidos los recaudos necesarios para tornar procedente la medida cautelar.

d) York Air S.A. cumplió los requerimientos informativos presentados por el señor veedor, aún cuando
los entendió improcedentes.

e) Por último, y en forma subsidiaria, reclamó la adecuación de la contracautela conforme la trascenden-


cia de la medida ordenada.

5°) A fin de brindar un discurso lógico, corresponde analizar con carácter preliminar lo atinente a la nega-
da legitimación de la señora Amalia Kahl para pretender la cautelar admitida, ya que si no estuviera legi-
timada procedería directamente la revocación de la decisión apelada, tornándose innecesario ingresar
en los restantes aspectos controvertidos.

Como fue destacado, la medida cautelar fue pedida por la actora con exclusivo sustento en el art. 224
del Código Procesal, pero la decisión apelada la decretó con fundamento concurrente en lo dispuesto
por el art. 114 de la ley 19.550. Tal particularidad ha ampliado, en lo referido al marco normativo aplica-
ble, el debate dado por las partes ante esta alzada, y a ese marco cabe estar.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

En ese orden de ideas, la recurrente sostuvo que la cuestión sub examine está exclusivamente regida por
el art. 114 de la ley societaria, pues se trata de una norma especial que desplaza la general prevista por
el art. 224 del Código Procesal, siendo además que esta última no puede modificar aquélla otra (fs. 597).

Esta argumentación debe ser desechada por dos razones:

(a) En primer lugar, porque es contradictoria con el discurso de la apelante. Es que si se sostiene la im-
pertinencia de intervenir una sociedad inscripta en los términos del art. 123 de la ley 19.550, no puede al
mismo tiempo afirmarse que la única intervención admisible sería la reglada por el art. 114 de esa nor-
mativa.

(b) En segundo lugar, porque no existe la prevalencia normativa apuntada por la recurrente.

En tal sentido, es claro que la señora Kahl no es socia de York Air S.A. En momento alguno invocó seme-
jante cosa. Y, desde esa perspectiva, no es un sujeto activamente legitimado para pedir la intervención
con fundamento en el art. 114 de la ley 19.550, ya que esta norma exige la condición de "socio" en el pe-
ticionante.

Pero es del caso observar que la actora no ha fundado su pedido cautelar en esa norma societaria, sino –
como se dijo- en lo dispuesto por el art. 224 del Código Procesal, y es a la luz de este último precepto
que su legitimación resulta indiscutible.

En efecto, como lo ha destacado la doctrina, la restricción subjetiva contenida que resulta del art. 114 de
la ley societaria, no es óbice para que los terceros, una vez suscitado un pleito entre ellos y la sociedad,
puedan pretender las medidas cautelares que aseguren la satisfacción de su derecho –y con mayor razón
si los actos de la sociedad, pudieran tener por fin inmediato defraudarlos-, sea alguna de las medidas re-
guladas por los arts. 223 y 224 del Código Procesal, o aquellas decretadas por aplicación del art. 232 del
mismo código (conf. Pérez Peña, L., Intervención judicial de sociedades comerciales, Buenos Aires, 2005,
p. 106; Cámara, H., Derecho Societario - Estudios relacionados con las leyes 19.550 y 22.903, Buenos Ai-
res, 1985, p. 649; Roitman, H., Ley de Sociedades Comerciales, comentada y anotada, Buenos Aires,
2006, t. II, p. 704; Molina Sandoval, C., Intervención judicial de sociedades comerciales, Buenos Aires,
2003, ps. 56 y 58).

Así pues, el agravio de que se trata debe ser rechazado.

6°) Cabe ahora analizar si es factible intervenir una sociedad extranjera inscripta en el país en los térmi-
nos del art. 123 de la ley 19.550.

Esta última norma regula el caso de una sociedad extranjera que integra una sociedad argentina en for-
ma originaria (fundacional) o en forma derivada, estableciendo los requisitos necesarios para ello (conf.
esta Sala, 20/7/78, "Saab Scania Argentina S.A.", ED t. 79, p. 730).

En punto a la posibilidad de intervenir una sociedad extranjera participante (socia) de una sociedad local,
se ha afirmado que ello no es posible porque, de acuerdo a los efectos que derivan de la aplicación del
art. 123 de la ley 19.550, la sociedad extranjera "… no va a formar parte del plexo de sociedades registra-
das en el país, sino que va a insinuar su existencia, acreditándola, para de ese modo permitir que el Esta-
do Nacional verifique las características y condiciones de su inscripción, y así que esta sociedad extranje-
ra participe ya sea como constituyente o como adquirente de tenencias societarias de sociedades argen-
tinas. Así las cosas, mal puede interpretarse que esta sociedad extranjera podría recibir los efectos de
una declaración de intervención como consecuencia de la realización de este acto de inscripción. En este
supuesto, la sociedad extranjera solamente ha acreditado su existencia en los términos de la ley argenti-
na, y ha realizado un acto puntual en la constitución de una sociedad nacional…" (conf. Coll, O., Interven-
ción Judicial de Sociedades, Buenos Aires, 2005, p. 125).

Ahora bien, en el entendimiento de esta sala, este último criterio –expuesto por su autor con marcada
generalidad y que parecería, sin otra indagación, dar razón a la apelante- no es aplicable simpliciter a to-
dos los casos de intervención societaria, sino solamente a aquellos en los cuales se pretenda una inter-
vención que conlleve ingerencia en la actuación del órgano natural de administración (coadministración),
o directa sustitución de dicho órgano (administración judicial con desplazamiento). Por el contrario, el
criterio es inaceptable tratándose de una intervención informativa o veeduría.
Intervencion judicial de sociedades mercantiles

Ello es así, porque en los dos casos citados en primer término (coadministración y administración judicial
con desplazamiento), la intervención societaria es improcedente no sólo, ciertamente, por las razones
apuntadas por el autor citado, sino fundamental y particularmente porque ella sería de cumplimiento
imposible, toda vez que la medida cautelar no recaería sobre órgano natural de administración alguno,
que es lo jurídicamente apropiado y correcto.

En efecto, los representantes locales de una sociedad extranjera comprendida en el art. 123 de la ley
19.550, no pueden ser confundidos con el órgano natural de administración de ella, que es el único so-
bre el cual podría cernirse la intervención con los alcances indicados (coadministración y administración
judicial con desplazamiento). A tales representantes locales no corresponde asignarles el carácter de re-
presentantes orgánicos. En rigor, los representantes legales a los que alude el citado art. 123 no son sino
mandatarios convencionales de la sociedad extranjera participante en la sociedad local (conf. Boggiano,
A., Sociedades y grupos multinacionales, Buenos Aires, 1985, p. 98; Cesaretti, O., Responsabilidad de los
representantes de sociedades extranjeras ante la legislación nacional, en la obra colectiva "Sociedades
ante la I.G.J." [dirig. por Vítolo, D.], Buenos Aires, 2005; Cabuli, E., Representación de sociedades consti-
tuidas en el exterior, LL 2008-B, p. 875: en sentido concordante, véase res. I.G.J. n° 551/05, 17/5/2005,
caso "Tipiel S.A."). De ahí, consiguientemente, que no puedan ellos ser alcanzados por una intervención
que tenga los referidos alcances.

Empero, distinto es el caso de la designación de un interventor veedor, con fines de control e informa-
ción. Es que en esta hipótesis no hay ingerencia ni desplazamiento del órgano natural de administración
de la sociedad, sino que su cometido se circunscribe a una función meramente informativa de la activi-
dad cumplida por la representación legal (convencional) a la que se refiere el art. 123 de la ley 19.550. Y
estando ausente toda ingerencia o desplazamiento del órgano natural de administración, la medida pue-
de recaer sobre la apuntada representación legal (convencional) local, en el entendimiento de que ella
podría ser útil para esclarecer cómo se desarrolla la participación de la sociedad extranjera (representa-
da) en la sociedad argentina, así como cuál es el estado de los bienes, operaciones y actividades inheren-
tes a tal participación. En la especial hipótesis de autos, ello se aprecia como particularmente pertinente,
desde el punto de vista instrumental, respecto de la acción dirigida contra Jorge Raúl Cermesoni en los
términos del art. 54 in fine de la ley societaria.

Con base en esta última perspectiva, corresponde el rechazo del agravio de la demandada.

7°) La recurrente sostuvo que no se habían reunido los recaudos que exige el dictado de toda medida
cautelar.

La crítica también es desestimable.

Es notorio que en el caso el derecho de la pretensora es verosímil.

Es que las decisiones judiciales que antecedieron este proceso brindan apoyo fáctico a la medida en aná-
lisis.

Las diversas nulidades de asambleas de Degas S.A. revelan no sólo una evidente litigiosidad entre la se-
ñora Kahl y el señor Cermesoni, socios ambos de aquel ente, sino la posibilidad de un eventual conflicto
económico con York Air S.A., en tanto esta habría suscripto un aumento de capital autorizado mediante
una de las asambleas anuladas.

Pero, en lo que hace específicamente a York Air S.A. y el objeto de esta demanda, las decisiones dictadas
por la Justicia Nacional en lo Penal Económico (fs. 278/283 y fs. 344) abonan prima facie lo postulado por
la actora en punto a que aquella sociedad extranjera podría ser una pantalla destinada a encubrir bienes
de propiedad de Cermesoni. No desconoce la sala que tales decisiones no son definitivas en tanto abren
una etapa de mayor investigación. Sin embargo, ellas dan cuenta del preliminar bonus fumus iuris nece-
sario para el dictado de la cautelar de que se trata.

Demás está decir que esta conclusión es sustancialmente provisoria, como ocurre en todas las sentencias
que disponen medidas precautorias. Así esta verosimilitud que hoy abona la confirmación de la decisión
de grado, podrá ser revertida si eventualmente se incorporasen a la causa elementos probatorios que la
desdibujen.
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En punto al peligro en la demora, este recaudo también aparece evidente.

Es que la demanda fundada en el art. 54 in fine de la ley 19.550 podría carecer de toda utilidad si no se
alegarán en tiempo próximo los elementos de juicio (informes) que podrían dar cuenta de la situación
denunciada en la demanda, o sea, de la utilización de la forma societaria para encubrir una distinta reali-
dad patrimonial.

8°) En lo concerniente a la contracautela fijada (anotación de embargo preventivo sobre las acciones que
la actora posee en Degas S.A.), no se aprecia que la información requerida por el auxiliar fuera suscepti-
ble de generar perjuicio o gravamen alguno que no pudiere ser resarcido con la caución real exigida al
demandante; aspecto sobre el cual precisamente, el memorial carece de una crítica concreta y acabada
en los términos del CPr 265, constituyendo sólo una mera discrepancia con la solución adoptada por el
primer juzgador para dirimir la cuestión.

9°) Antes de cerrar esta decisión, estima la sala apropiado destacar que la cautelar que queda confirma-
da focalizará su actividad en la representación local de York Air S.A.

Y en esos límites cabrá al señor juez a quo meritar la pertinencia de los requerimientos que haga el vee-
dor y el consecuente cumplimiento que concrete la representación legal (convencional) local.

En tal sentido, cabe recordar, una vez más, que el objeto de este pleito es indagar sobre la realidad de la
sociedad extranjera y la propiedad de sus activos; y por las razones ya explicitadas, la intervención (que
es sólo veeduría) no debe interferir en los actos de administración o disposición que cumpla su represen-
tación legal (convencional) en el país, sino sólo informar al juez acerca de esos aspectos.

Al respecto, no deja de ser apreciado por el Tribunal que en el requerimiento efectuado por el veedor
oportunamente designado, se solicitó el: "… 1) detalle preciso de toda la documentación habida y exis-
tente en relación a la sociedad York Air S.A., en este país …; 2) detalle de todos los libros, ya sea conta-
bles y/o societarios y/o cualquier otro tipo, que lleve la sociedad supuestamente inscripta en la Inspec-
ción General de Justicia (IGJ) conforme los términos del art. 123 de la ley 19550…; 3) detalle de las opera-
ciones comerciales y/o financieras y/o bancarias realizadas por la sociedad York Air S.A. en este país…; 4)
detalle de todas las inversiones y/o participaciones societarias que tiene la sociedad York Air S.A. en el
país, como así también, los trámites y/o tratativas que pudieran existir en torno a la constitución de cual-
quier sociedad en la República…; 5) detalle de los procesos judiciales y/o administrativos en trámite y/o
concluidos que tenga y/o haya tenido la sociedad York Air S.A. en el país; 6) detalle de las presentaciones
contables y/o impositivas, ya sean nacionales y/o provinciales y/o municipales que haga y/o haya hecho
la sociedad York Air S.A.…" (fs. 456).

Pero, como fue adelantado, tales requerimientos deben ser objeto de especial análisis por parte del se-
ñor juez a quo, en particular frente a la eventual resistencia de la intervenida.

10°) Por todo lo expuesto, y sin que el presente implique adelantar o emitir juicio de valor sobre la admi-
sibilidad de la acción de fondo, la sala resuelve: Confirmar el pronunciamiento recurrido. Distribuir las
costas de Alzada en el orden causado, atento las particularidades que exhibe el caso. Devuélvase sin más
trámite, confiándose al magistrado de primera instancia proveer las diligencias ulteriores (CPr 36:1) y las
notificaciones pertinentes. Es copia fiel de fs. 688/695.- G. G. Vassallo. J. J. Dieuzeide. P. D. Heredia.

Expte. 9813.11. Fuentealba Alvear Leonel Alexis c/ Systemcorp S.A. s/ medida precautoria s/ Incidente
de apelación" – CNCOM – SALA C – 17/05/2011

Viene apelada por la sociedad demandada la resolución copiada a fojas 48/49, que dispuso la interven-
ción, en grado de veeduría, del ente ideal emplazado.-

Sostiene que no correspondió el dictado de esta medida con único fundamento en la suspensión de
asamblea decretada en otro expediente y basada en el incumplimiento del deber de información al socio
(cfr. art. 55, LSC; Expte. n° 96.265 que en este acto se tienen a la vista). Esto así, pues aquel pronuncia-
miento también se encuentra actualmente cuestionado, y el acta notarial sobre cuya base se tuvo por
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acreditada la violación del derecho de información del actor, en ese expediente, contiene irregularidades
que la afectan como medio probatorio válido.-

II.- De la detenida lectura del pronunciamiento apelado resulta que la medida cautelar de veeduría aquí
dispuesta, tuvo como único fundamento otra medida del mismo tipo -v.gr. suspensión cautelar de asam-
blea- decretada en el expediente n° 96.265.-

En dicha causa, asimismo, la medida cautelar ordenada a instancias del aquí accionante, que es titular
del 4% de las acciones de la firma demandada, se fundó únicamente en el incumplimiento o violación de
su derecho a la información, lo que, a la sazón, se tuvo por acreditado con base en cierta acta notarial la -
brada extrajudicialmente (ver fojas 61/63 Expte. cit.).-

Ahora bien: sin entrar a examinar la viabilidad de aquella medida cautelar, lo cierto es que, tratándose
aquí de una intervención societaria en grado de veeduría, esta Sala tiene dicho reiteradamente que el
derecho individual de información y control del socio sobre la administración debe ser canalizado,
cuando es negado o dificultado, a través de las medidas judiciales pertinentes (cfr. Halperìn, I., "Socie-
dades de responsabilidad limitada", Buenos Aires, 1980, p. 255, Nº 26, texto y nota nº 74). Y en este
sentido, cabe señalar que no es la intervención societaria sino el procedimiento específicamente pre-
visto por el artículo 781 CPCC, la vía natural externa y forzada para que el socio ejercite su derecho de
información (cfr. esta Sala en, 20.2.07, en "Svendsen, Cristina c/ El Imparcial S.A. s/ ordinario"; ídem
Sala "B", "Waltraud Therese Emma c/ Niwal SA s/ diligencia preliminar", del 30/10/2002, ídem Sala
"D" en "Travaglini Francisco c/ Facciuto Héctor s/ ordinario", del 23.9.08 ; v. Mascheroni-Couso-Mu-
guillo, "El socio - derechos y obligaciones", Bs. As., 1989, p. 118; Roitman, h., "Ley de sociedades co-
merciales, comentada y anotada", buenos aires, 2006, t. I, p. 792 Y sgtes.; v. Pérez Peña, "Intervención
judicial de sociedades comerciales", Bs. As., 2005, ps. 116/117).-

En ese marco, la medida cautelar dispuesta deberá ser revocada.-

Por lo demás, no se desconoce que tanto, en aquel expediente como en esta causa, las medidas cautela-
res se fundaron en otros hechos que eventualmente podrían dar lugar a un supuesto de intervención
(ver fojas 4/10 de esta causa; fojas 3/6 del expediente 96.265 citado). Mas nada de ello fue tenido por
cierto en la sentencia apelada que, a la postre, no fue recurrida por la parte actora. Por ende, no corres -
ponde que este tribunal examine dichas circunstancias, en atención a las facultades restringidas que
prescriben los artículos 277 y 278 CPCC.-

III.- Por ello, se resuelve: revocar el pronunciamiento apelado, con costas a cargo de la actora vencida
(cfr. art. 68, CPCC).-

elDial.com - AA6D55

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