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H)amor ¹³ Miriam Reyes

Te tengo todo marcado como un yacimiento arqueológico. No es extraer los restos de ti lo que
persigo –ruinas de una ciudad tallada en la arenisca– lo que quiero es penetrarte taladrar la piedra
de tu cuerpo y este sexo cóncavo de mujer se vuelve inútil para mi deseo.

Cavo en tu ombligo

para entrar por el flujo de tu sangre.

Vacío mi espíritu como aire en tu boca

y te observo respirarme.

Ya sé que no necesito de piel para tocarte

no es eso

lo que yo quiero es hacerme

una cueva en tu cuerpo.

Flexiono tus rodillas

bajo mis axilas como los brazos de un taladro.

Las aceras que rompo

son las de tu calle.

De extenderse hacia ti mis brazos se han convertido en un tendido eléctrico: entre tú y yo


descansan los pájaros juegan a la cuerda las tormentas se encienden las ciudades. Contra toda
recomendación se diría. No te necesito te dije. Yo soy mi casa mi sangre solo la llevan un puñado
de palabras y en mis brazos la única criatura soy yo. Entonces me plantaste arbolitos
alrededor plagados de nidos en sus copas y estas enredaderas que me suben por las paredes.

Detesto las imprecisiones cuando dices todo el tiempo en realidad deberías decir en
ocasiones. Detesto aún más la ligereza con la que usas ciertas palabras cómo construyes frases
enteras sin cimientos. Cuando dices todo tiene más sentido a tu lado siento ganas de hacerte
daño físicamente.

Amor y escoria Ainhoa Güemes


No voy a permitir que me priven de la fuerza de amar. Sé que deshacer el rostro no es nada
sencillo, se puede caer en la locura. Pero yo soy una cabeza buscadora que viaja junto a otras
almas amigas, otras cabezas que buscan una nueva tierra. Marcamos una X en el espaciotiempo,
trazamos nuevas coordenadas agarradas a la cola de fuego de las líneas de fuga. Hacemos el
mono. Alegres, serpenteamos.

Una X o una Y. El rostro es la máquina terrorífica que propaga las ondas de lo Mismo hasta la
extinción de lo que no se deja identificar. 0 y 1. Rostro despótico, su extrema crueldad solo es
comparable a su extrema estupidez. Quiero partir, huir del eco de esa absurda liturgia, atravesar el
horizonte en un barco de vela. Fluidos potenciales que se liberan y oscilan en alta mar.

Nosotras tenemos una piedra azul, otra verde / y por extraño que parezca / aunque los huesos y la
carne de nuestros cuerpos / llenen el espacio de textualidades, por extraño que
parezca / existimos donde no pueden vernos ni tocarnos /

Idea Vilariño

Yo quisiera llorando

Decírtelo

Mostrarte

Decirte destrucción

Y que tú me entendieras

O decirte se fue

El verano se fe

O decirte

No te amo

Y que tú me entendieras
I.M.

no quiero pedirle peras al olmo


(yo soy mi propio olmo)

ni andar metiendo ruido


pa' que sean tres nueces con suerte

ya no sé qué es mi corazón
no sé si ha sido domesticado
o nunca fue silvestre

es un musculito sin forma, parece


una fruta madura que pisé con mi zapato
y acabo de darme cuenta

no quiero pedirle peras al olmo o sámaras al peral


o chañares al guayacán, qué sé yo

¿desde cuándo lo traigo así?


quizá qué será lo que tenía en mi suela.

Nydia Pando se merece todas las odas.


(2) Cuando grande quiero ser como la amiga de Gabriela Wiener.
(3) El versito de Jorge Drexler que dice ¿Quién quiere que yo quiera lo que creo que quiero? me
parece una pregunta muy queer (sin intención, supongo).

Estoy cansada, la utopía y la norma me marean entre ellas. Yo quería dinamitar todas las reglas de
la piel y del contacto, que quedaran suspendidas y sirvieran solo para mirarlas como estrellas: bien
muertas y distantes. Pero aquí, recostada, las rearmo en constelaciones y no puedo escaparme del
lenguaje que conozco.

El amor es un cadáver putrefacto: una aproximación muy lejana al amor Nydia Pando

Entonces la revolución soy yo con un fusil en la cabeza mirándome al espejo y balbuceando para
sentir que alguien me escucha pero también que alguien me domina y me corta la voz; que me
introduce a la fuerza la cuchara llena y soy yo con un fusil en la cabeza queriendo cazar mi propio
alimento, mirándome al espejo porque este mundo me ha dejado huérfana y «yo también estoy
muy mal [...], o peor. O sea
ue dispárame un tiro entre los ojos... o sálvame», decía Frank Yerby en Mayo fue el fin del mundo.
No hay salvación y nadie se atreverá a darme ese tiro. Mucho menos yo misma.

Luego, me fui a buscar, pues, los alimentos por mi cuenta, negando la


estructura del amor como muerte, y me fui a enfrentar con el amor como un cadáver putre- facto.
Pero, para no sonar fatalista, contextualizo: en Amour, Michael Haneke pone una primera escena
con el cadáver de una anciana putrefacta rodeada de flores. La primera vez que vi esto, creí que
tenía un profundo problema en mi interior, por- que jamás: ningún San Valentín,
ninguna fotografía en sepia de dos
niños estúpidos besándose con un ramo de flores en las diminutas manos; jamás nin- guna
fotografía de adolescentes en Converse con puntas en los pies para
alcan- zarse la boca con una frase cursi en Comic Sans sobre la eternidad del amor me ha- bían con
movido como lo hizo esa escena. Había encontrado, ahí, en el cadáver putrefacto rodeado de
flores, mi propio alimento; una interpretación diferente del amor, no propiamente mía, pero sí
que me acabaría por apropiar.

Somos el espectáculo, glotones que tragaron lo que nos daban imaginando que eso era el amor,
pero nos han engañado y la digestión nos está haciendo trizas; pero hay que aguantar porque,
como dice el dicho: de tripas, corazón. Me digo, mirando
el filme, «no obedezcas para seguir afuera»,

Rex

hasta kiza te mandaría un msj para fumarnos

uno en la playa

solo eso

un churrito

no tengo ningún tipo de necesidad de concretar esto

kizá un besito en una tarde

me dan ganitas de conocerte un poquito más

pero ni tanto
esta demise(x)ualidad sino puede ser hostil

en cambio, un poquito, lo justo y necesario

para k me sigas gustando

y seguir teniendo ganas de acariciar

ese tatuaje

ese rayo

esa tormenta

eso k nunca voy a conocer

Del mismo modo que la identidad masculina o femenina se adquiere


por un proceso performativo de repeticiones de códigos que nos
preceden y nos determinan (Butler), aprendemos a sentir y a
desarrollar afectos bajo el referente de “el amor”. Como si fueran las
únicas gafas de que disponemos para ver el mundo, para sentir, para
establecer vínculos, para vivir en sociedad. Todos monolingües,
hablando el lenguaje universal del amor. Pero hay más lenguas, la
política se escribe desde lo intraducible, desde lo incomunicable,
desde códigos secretos que tenemos que inventarnos. Babel contra
el amor. El amor nos vuelve codificables, comprensibles, integrables,
normales. La subversión pasa por otro sitio: que no sepan qué idioma
hablamos.

Qué te crees, ¿que eres el primero que piensa en destruir o en


criticar el amor? Prefiero pensar que bromeas. Pero, por favor, mira
un poco dentro del mundo heterosexual antes de citarlo en cada
frase. En el mundo heterosexual que yo conozco, amor es una palabra
tonta, para las chicas idiotas. Sin embargo, tu discurso sobre la
libertad, la independencia, las redes de amistad… lo encuentras en la
cultura heterosexual si buscas cinco minutos. Ese es en realidad el
discurso masculino heterosexual dominante sobre las chicas. Pero
busca una pareja como Annie y Beth en el mundo heterosexual,
busca bien, porque seguro que no encuentras nada similar. Además
es posible que para algunas post-putas y las post-porno la utopía del
amor sea esencial. ¿Deberíamos esconderlo? Una vez más, no voy a
pedirte perdón por sobrevivir y sentirme bien.

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