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Muñecas de porcelana.

Guárdame para después. Procura que nuestros encuentros fortuitos sean en la madrugada. Que
las medias luces oculten tu cara, para revelarte por secciones. Que la mirada te dibuje con luz,
poco a poco. Que los destellos lunares se deslicen por las cortinas y se escurran hasta tu
cuerpo desnudo, casi sin tocarte.
Guárdame para lo privado. Espera a que todos se hayan ido. Espera a que estemos solos para
hablar de lo bien que te va el vestido, de lo fácil que me resulta, de un tirón, arrancártelo del
cuerpo. Prestidigitación. De un solo movimiento, toda la pieza se convierte en piel desnuda y
cuerpo al rojo vivo.
No pretendas que te haga el amor como animal. El sexo no es sexo sólo porque sí. El sexo se
experimenta al calor de las palabras. Se envuelve en fantasía, se cubre de palabras.
No pretendas cultivar cuerpos sin cabeza. En la cama o en la cocina, o en el patio, o en la
iglesia, o en el coche; donde quiera que decidas hacerme el amor, resulta más excitante con
una frase, un sonido y unas palabras.
Te voy desnudando de ti, para poco a poco encontrarme con tu poesía.
Me gusta que sonrías, que gires tu cuerpo, que asomes la mirada detrás del horizonte de tus
hombros. Me gusta que al pasar mis labios por tu cuello sostengas la respiración de manera
discreta y la resistencia de tus pulmones se escuche en mi oreja. Me gusta que cuando mis
manos toman tu cintura, tu cuerpo se repliegue contra el mío. Me gusta que, al deslizar mi
lengua por tu vientre, tus músculos se contraigan en una danza cardíaca.
Mordiéndote los labios pides me detenga. ¿Es un chiste? ¿Quién en su sano juicio se detendría
con esa petición? Es una lástima que sea la cama de tu sobrina. Las estúpidas muñecas de
porcelana observan desde las sombras, y me comienzan a excitar. Como si el público estuviera
a punto de aplaudir. Sus caritas esperan a descubrir lo que hay cuando muere la inocencia. Con
sus rostros preguntan: ¿En qué se convierten los niños cuando encuentran el amor?
¡En Poetas!
¿En qué se convierten las niñas cuando encuentran el amor? ¡En Diosas!
Me detienes y dejas al público moribundo, angustiado, preguntando qué va hacer el tipo feo a la
linda mujer.
¡Y qué te voy a hacer!
¡Van a ver lo que te voy a hacer!
Pero no me dejas, me asesinas antes de que pueda reaccionar.
Tus labios, cargados de palabras, seis tiros para fusilarme. Cartuchos .44 de mágnum. Me
besas. Entre mordidas y labios rojos me disparas: Quiero que me hagas el amor. Las
detonaciones me cruzan desde la parte baja de la garganta y suben a través de mi cerebro, me
despedazan el cráneo y las tripas. Temerosas, se eyectan hacia la pared. Mancho de sangre a
las muñecas de porcelana.
Sin alma, voluntad y cerebro, desnudo de mí mismo, me haces el amor.
Qué tonto fui al pensar que puedo hacerte algo, que mis pellejos logran excitar tu cuerpo o que
mi hombría debe guiarte en la cama. ¡Qué tonto fui! Mujer, trapeaste conmigo el suelo. Me
tomaste de la mano, como infante, temeroso de los placeres, y me llevaste a conocer el deseo.
Las pobres muñecas miran asombradas, asustadas. “¿Qué le han hecho al pobre tipo feo?”
Le botaron el alma y ahora yace en el suelo.
Texto:José de la Serna
Equivócate conmigo.
Ven como no queriendo y equivócate conmigo, sólo un desliz cada primer domingo del mes;
dedícaselo al señor, a este señor del que eres musa, santa patrona, divina decana. Déjame
suceder en tu vida por azar y accidente; sin planearlo, sin esperar más.
Déjame tropezar sobre ti, y en el acto de torpeza más alevoso e imprevisto, que mis labios rosen
con los tuyos y mi lengua enjuague viejos besos cáusticos, besos de amores pasados, de
amores que prefieres lavar de tu boca y tu frente. Déjame enjuagarte las caricias que se te
hacen cicatrices.
Y por accidente, por mero error humano, en un paso mal dado, en un movimiento involuntario,
quitarte la ropa, romper los botones de tu blusa. Así, con afán de repararlo en breve, sin más
alternativa, desnudar tu pecho. Vamos a ser las personas con menos suerte del mundo.
Equivócate conmigo y deja que tu lengua se escurra por mi cuerpo, que tu labial dibuje un
camino de huellas que se hunden en la tierra fértil de mi carne, serpenteando, perdidas, hasta
las cavernas escondidas que imploran con sus ecos ser descubiertas, exploradas, iluminadas en
caricias. Ven equivócate conmigo, cumple con tu deber humano y erra una vez al mes. Cae a mi
lado y deja que sea yo ese diablo que te chupe, el inocente que te recoja.
Permite que me equivoque y por accidente mis palmas se hagan el viento que sopla en tus
senos morenos, deslizándome, navegando los surcos de tus pezones. Deja que me equivoque y
confunda este cuerpo con la lluvia que te baña en su tacto frío. Deja que me equivoque y
confunda mi lengua con olas de mar que acaricia eternamente las playas de tu centro hasta
convertirte en arena.
Equivócate y confunde las copas de vino con vasos de agua. En un error, garrafal e infantil,
olvida vestir tu cuerpo y metete en el mío, y yo, vagabundo sin remedio, verme obligado a
habitar tu carne y sangre y huesos. Porque si polvo somos y en polvo nos convertiremos, yo
quiero ser tu polvo; porque si sólo somos barro, yo quiero llenar de agua fresca tu jarro y taza.
Equivócate y piensa que me amas; esta vez no te vayas.
Equivócate conmigo una vez más.
QUIERO HACER CONTIGO TODO LO QUE LA POESÍA AÚN NO HA ESCRITO

Cualquiera diría al verte


que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.

Te veo venir por el pasillo


como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
—en mi vida—
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.

Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.

Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.

Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.

Tienes el pelo más bonito del mundo


para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.

Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.

Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.

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