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El Medioevo fue un período largo y complejo, tradicionalmente llamado oscurantismo, dado que
los márgenes de alfabetización y de distribución de la cultura letrada en Europa decayeron muc
hísimo en comparación con la Antigüedad y sobre todo con el posterior Renacimiento. El espírit
u de la época fue el religioso, y el cristianismo imperó en la cultura europea, imponiendo la fe y
los valores dogmáticos por encima de cualquier otro punto de vista.
Se puede clasificar en dos partes: la literatura religiosa, emanada de la Iglesia y del mund
o de la cultura cristiana, y la literatura profana, menos abundante, emanada del pueblo.
Presenta un predominio absoluto de los valores cristianos en sus distintas formas de lit
eratura, desde la lírica hasta la narrativa. Esto implica en algunas ocasiones una referencia
directa a Cristo o al Evangelio, o a veces una simbología más o menos encubierta, en la cu
al muchas veces se “cristianizó” el imaginario tradicional de los pueblos celtas, germánicos
y anglosajones, por ejemplo.
Abundan los textos anónimos, especialmente en la literatura profana, con diversas versi
ones provenientes de la tradición oral popular. A menudo esto se debe a las dinámicas de
censura eclesiástica o fiscalización que había sobre los textos, dado que las masas popular
es eran iletradas y la circulación de la palabra escrita estaba muy restringida.
En contraste, muchos de sus autores conocidos fueron padres eclesiásticos, monjas o
sacerdotes, en cuyas obras se indagaban conceptos de teología, filosofía, liturgia o se hac
ían críticas veladas a la propia Iglesia.
Sus obras presentan una importante marca de oralidad, dado que a menudo eran leídas
a su audiencia, más que leídas en silencio, y ello se traduce en un predominio importante d
el verso, ya que facilita la memorización de las líneas.
Por otro lado, el didactismo fue un rasgo importante en esta literatura, de modo que la a
compañaba un espíritu moralizante, educativo.
Inicialmente fue compuesta toda en latín, pero a medida que avanzaban los siglos come
nzó a escribirse en lenguas vernáculas. Tanto el inglés como el francés
medievales tuvieron su momento de gloria como lengua de las letras medievales, mientras
que el español tuvo su auge hacia finales del período, durante el barroco
Los géneros más cultivados fueron el drama (las sagas), la fábula, la lírica y, hacia el
final del Medioevo, la novela.
Temas de la literatura medieval
Los libros de caballería. La lucha de las fuerzas cristianas contra el islam o contr
a los restos heréticos de religiones europeas antiguas tuvieron su representación e
n las gestas de caballería, en las que el arquetipo del héroe repetía más o menos u
na serie de hitos iniciáticos en un viaje plagado de símbolos.
El amor cortés. El romance entre ciudadanos del vulgo, especialmente entre past
orcillos enamorados, abundó en el medioevo, sobre todo en la literatura profana. E
ste tipo de amoríos solían ser intensos, poéticos y platónicos, y eran relatados en v
ersos y canciones.
La poesía mística. Versos sobre la experiencia religiosa o el amor al Señor, bajo l
os cuales a menudo se disfrazaban declaraciones de amor a terceros, especialme
nte en el caso de los sacerdotes, monjas o los amores imposibles.
La hagiografía. Las vidas de los santos, relatadas desde un punto de vista pedagó
gico, como ejemplo a seguir.
Los bestiarios. Se trataba de libros cercanos al atlas zoológico, en los que la ficci
ón tenía un lugar importante, ya que los animales eran explicados moralmente en l
ugar de científicamente. Así, muchos eran emblema de ciertos pecados, mientras
que otros aparecían como emisarios de Dios, tomados de distintas gestas de cabal
lería o del propio Evangelio cristiano.
Surgió en los siglos XV y XVI, pero tuvo sus primeras manifestaciones en la Italia
del siglo XIII y XIV, con las figuras de Dante Alighieri (1265-1321), Francesco
Petrarca (1304-1374) y Giovanni Bocaccio (1313-1375).
Presenció la reaparición de los motivos clásicos grecorromanos, así como de
la concepción del arte imitativo que Aristóteles desarrolla en su Poética. El
predominio de la religión como tema cede terreno de manera significativa.
Surgieron nuevos géneros, nuevas formas de la métrica y nuevos temas,
influenciados por la filosofía del humanismo.
Aparecieron grandes autores que serán universalmente aclamados y que hoy en
día son clásicos de la literatura.
Los principales países en que se desarrolló una obra literaria renacentista
fueron Italia, Alemania, Holanda, España, Portugal, Francia e Inglaterra.
La lírica. El género más cultivado durante el Renacimiento fue la poesía, que vivió
una renovación de formas importante, a partir de la influencia de los autores
italianos. En este género, además, apareció una ramificación de índole religiosa,
conocida como poesía mística o poesía ascética, las cuales eran dos corrientes de
un mismo deseo de aproximarse poéticamente a la experiencia de lo sagrado.
La novela moderna. El gran género nacido en el seno del Renacimiento fue la
novela moderna, cuyo primer texto fue El Quijote de Cervantes. Este género cobró
popularidad en los siglos posteriores y se instaló, de manera paulatina, como el
gran género moderno que Europa perfeccionó y exportó a todas las latitudes.
La dramaturgia. Muchas de las grandes obras renacentistas están escritas para
ser representadas en un teatro. Esto se debió a que el teatro era la gran forma
de comunicación masiva heredada de tiempos anteriores, y una que no exigía del
público mayormente analfabeto la capacidad de leer. Por eso las grandes obras de
Shakespeare o del Siglo de oro español, eran piezas teatrales.
Ensayo. Comprendido como una disertación en prosa sobre un tema específico, el
ensayo hizo su aparición en el Renacimiento. Diversos filósofos y pensadores lo
cultivaron con entusiasmo, ya que les permitía reflexionar sobre los temas
centrales y las inquietudes del momento. Este género, más que ningún otro,
reflejaba la vocación de la razón humana por dar cuenta del universo alrededor,
cosa sólo posible gracias al humanismo y al racionalismo de la época.
Sonetos (1582-1624)
La Fábula de Polifemo y Galatea (1621)
Soledades (1613)
Fue una de las grandes figuras del teatro barroco español. Gran parte
de su producción se perdió, en la que cultivó una gran variedad
temática y con la que hizo grandes aportes tales como el mito del don
Juan. Entre sus obras destacan:
La literatura neoclásica o Neoclasicismo fue una corriente literaria del siglo XVIII
que tomó los modelos literarios grecolatinos como ejemplo a seguir.
Eso nos hace pensar en el Renacimiento, etapa en la que la cultura grecorromana
también cobró protagonismo. Ciertamente, hay una similitud entre ambas corrientes.
No obstante, existe una diferencia sencilla pero importante:
Para los renacentistas, la literatura antigua y sus elementos eran un mundo
llamativo del que podían tomar inspiración en mayor o menor medida, sin
perder su estilo personal.
Para los neoclásicos, la literatura grecolatina era el punto de partida obligatorio.
Debían seguir las reglas de composición de los griegos y los romanos, o, de lo
contrario, no estaban haciendo arte realmente.
Podemos notar que en el primer caso la influencia era casi opcional, mientras
que en el segundo era una imposición absoluta. Por esa razón, algunos expertos
dicen que el Neoclasicismo es la evolución máxima del Renacimiento.
Considerando el sentido de las dos partes por separado, el resultado sería ‘nuevo
clasicismo’. Este significado es perfecto, porque la literatura neoclásica es
precisamente la restauración de la literatura de la Antigüedad.
Ese gusto se vio reforzado por dos hechos, ambos relacionados con los
descubrimientos de unas ruinas. El primero ocurrió en Herculano, en 1738; el otro, en
Pompeya y en el año 1748.
Todo eso fue llevando la imitación de lo grecolatino hasta el extremo, con lo cual
se convirtió en la fuente de la que todos los escritores y artistas partían para elaborar
sus obras.
Características del Neoclasicismo
Predominio de la razón
Esa finalidad no llegaba al límite de ser un adoctrinamiento en ningún punto. Era tan
solo un medio que tenían los escritores para mantener lo más culta posible a la
población.
Los neoclásicos retomaron también ese concepto. Por consiguiente, sus textos
dejaban de lado la simple idea de entretener, para intentar transmitir una enseñanza a
quien los leyera. De este factor dependería el valor de la obra en sí misma.
La enseñanza en cuestión podía ser de tipo moral, histórico, etc. Muchas veces
se relacionaba con la ética correcta que debía tener todo buen ciudadano.
Exigencia de disciplina
Este rasgo va unido al predominio de la razón. A través de esta, los autores debían ser
capaces de tener una disciplina intachable al momento de escribir.
Para los neoclásicos, el lenguaje debía reflejar la máxima plenitud de sus capacidades
expresivas. Eso implicaba respetar tanto las normas que reglamentaban su
construcción como el léxico formal.
Regulación académica
Durante esta etapa ocurrió igualmente que se desarrolló una regulación académica
sobre la producción literaria. En resumidas cuentas, fueron apareciendo escuelas que
dictaban dos cosas:
La mitología ya había sido retomada por los renacentistas, pero los eventos históricos
de Roma y la Antigua Grecia no habían recibido tanta atención como para ser el centro
de una obra. Por el contrario, preferían retratar la historia contemporánea de su país o
de Europa.
El conocimiento racional
El enfoque podía variar según el autor, aunque lo más común era hacer una crítica
de las ideas asumidas por la tradición cristiana. Para ello se dejaba en claro, casi
siempre de un modo ridículo, que no eran válidas; posteriormente eran contrastadas
con principios científicos y racionales.
Desde luego, una temática tan atrevida generó un rechazo por parte de la Iglesia. Sin
embargo, había libertad suficiente como para que los autores pudiesen desarrollarla
sin temor a ser encarcelados o censurados.
El republicanismo
Aunque fue un tema menor, el republicanismo (lo referente a las repúblicas) está
presente en algunas obras de esta corriente como asunto central o como una idea que
el autor busca explorar. La incorporación de esta temática se debe, por supuesto, al
contexto de la época.
Durante las últimas décadas del siglo XVIII, empezó una búsqueda de cambio del
poder en la sociedad. Hasta entonces el control había estado en manos de la
monarquía, pero una serie de eventos fueron restándole prestigio y validez.
En consecuencia, se desarrollaron varias manifestaciones y levantamientos en contra
de los reyes que fueron dando paso a la creación de países republicanos. El ejemplo
más famoso y representativo de esto es la Revolución francesa.
Toda esa agitación era para algunos autores un material de composición perfecto. En
cuanto al enfoque, este era negativo o positivo de acuerdo con la postura del escritor
respecto a las Revoluciones.
Jean Racine
A pesar de que quedó huérfano a temprana edad, Racine fue acogido por sus abuelos,
quienes le garantizaron una buena educación. En un principio esperaban que se
dedicara al mundo eclesiástico. Lo hizo, aunque solo por un tiempo, pues su
vocación literaria lo impulsó a dedicarse a la escritura.
La manera de crear obras que tenía este escritor es muy curiosa. Primero escribía el
texto en prosa; luego se dedicaba a armarlo en versos con una rima y una musicalidad
perfectas. El resultado final reflejaba siempre un lenguaje claro y sin adornos
innecesarios, pero muy sugerente.