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¿Nada funciona (“Nothing Works”) en el sistema penal?

Recuerdos y reflexiones
sobre el histórico artículo de Robert Martinson

Por Diego Zysman Quirós

I. Creo que el primer trabajo de Roberto Bergalli al que me acerqué como estudiante
fue “La teoría de la desviación y la recaída en el delito”, publicado en la famosa revista
penal argentina, Doctrina Penal, en el oscuro año de 1978. Tiempo antes, Bergalli se había
exilado en el exterior para desarrollar el resto de su actividad científica en Europa. Por
supuesto, yo desconocía esta circunstancia entonces y siquiera imaginaba que años más tarde
estudiaría con él en Barcelona y que de aquel encuentro surgiría una relación de amistad.
Las preocupaciones plasmadas en este trabajo mencionado eran parte de una obra de
mayor envergadura que se publicaría en España en 1980: La Recaída en el delito, Modos de
reaccionar contra ella (1980), libro que fue reiteradamente difundido por penalistas no
especialmente vinculados con los estudios sobre control social, sociología criminal o
criminología.
En verdad, el orden por el cual solemos acceder a ciertos autores es muchas veces
azaroso. Este dato, tal vez anecdótico, no deja de resultar interesante para una indagación de
rigor, en la cual se investigue el conocimiento general sobre el pensamiento de un autor y la
influencia que este ha generado en el medio académico, o, incluso, social, a partir de la
manera y orden en que fueron difundidas o importadas sus producciones teóricas. Sin
embargo, no es esto lo que pretende tratarse aquí...
El año pasado se cumplieron 30 años1 de “What works?...”, el famoso trabajo meta-
análitico de Robert Martinson sobre los resultados de los programas de tratamiento
resocializador. Un año antes de Surviller et punir, de Foucault, y todavía anclado en la
Modernidad, este articulo precipitó y encarnó como ninguno la crisis de la ideal resocializador
de los setentas.
Por ello me pareció adecuado rendir homenaje a Roberto Bergalli y a su sociología
critica, recordando, brevemente, el contenido y la relevancia de aquél trabajo testigo de una
época, y la historia de su mentor.

1
Escribo estas líneas en el 2005.
Como intentaré rescatar en unas palabras finales, además de recordar la relevancia de
aquél trabajo, su trama puede ayudarnos a reflexionar sobre la suerte de las
conceptualizaciones penales progresistas en momentos de cambio como los que estamos
viviendo.

II. En 1974 Robert Martinson dio a conocer en la revista norteamericana Public


Interest (una publicación de corte liberal apaerecida por primera vez en New York en 1965) el
artículo: What Works? – questions and Answers About Prison Reform, trabajo que
rápidamente capturó el interés de los especialistas de habla inglesa y del público en general, y
cuya cita se perpetuó inevitablemente en la literatura criminológica y jurídico penal
anglosajona, así como también en los discursos oficiales de EE.UU. y otros países como el
Reino Unido o Australia (Hughes 1998, Miller 19892). Por diversas razones este trabajo
parece haber tenido escaso impacto y difusión en el ámbito europeo-continental por lo que
estas líneas pretenden aportar información y ciertas reflexiones de interés. No tengo noticias
de que hubiese sido traducido al castellano, y sus referencias sólo han llegado a nosotros,
fragmentariamente, mediante traducciones o trabajos sobre sociología del control social o
criminología.

Robert Martinson fue un criminólogo acreditado en su medio y con variadas


publicaciones previas cuya vinculación con las prisiones no era meramente teórica; tiempo
antes había sido detenido por actos relacionados con la defensa de los derechos civiles y como
consecuencia de ello había vivido cuarenta días en una unidad de máxima seguridad en la
Parchman State Penitentiary de Mississipi (Miller 1989; Sarre 1999). No obstante esta
currícula, a partir de la publicación del articulo en comentario la identificación de Martinson
con aquél trabajo devoró el resto de su obra pasada y restringió los caminos de su producción
futura.
A pesar de una década y media de esfuerzos su nombre quedó ligado hasta nuestros
días con el “Nothing Works” (“nada funciona”), eslogan simplificado de las conclusiones de
aquella obra y símbolo de la crítica más contundente y perviviente de la pena resocializadora.
El origen de esta publicación se remonta a 1966. En aquel año el New York State
Governor’s Special Comitee on Criminal Offenders decidio impulsar una investigación
convencido de que, a pesar que las prisiones de New York no habían realizado hasta entonces
un verdadero esfuerzo, evitar la reiteración delictiva mediante la prevención especial era un
objetivo que podía alcanzarse (Martinson 1974:23).
Esta investigación comenzó en 1968 y estuvo a cargo de Donald Lipton y Judith
Wilks; paradójicamente, Martinson ingresó tiempo más tarde en ella. Para 1970 el proyecto
había culminado formalmente, pero la información y los resultados obtenidos parecieron
perturbar los ánimos de sus impulsores, quienes entendieron que los resultados podían
amenazar los programas de resocialización existentes.
De este modo, a pesar que para 1972 el trabajo estaba editado para la publicación
final, las autoridades estatales decidieron no publicarlo e, incluso, prohibieron que se
publicase por cuenta de los investigadores.
Así pues, el informe se mantuvo totalmente oculto hasta que Joseph Alan Kaplon, un
abogado norteamericano, pretendió –con éxito- utilizar esta investigación como evidencia en
un juicio penal ante la Corte Suprema del Bronx. A partir de esta inesperada vía las
autoridades dieron su permiso para la publicación de los resultados (Martinson ídem). De este
modo, el trabajo circuló informalmente entre los especialistas y en 1974 Martinson publicó la
anticipación del informe mencionado (según parece, generando cierta tensión interna pues no
tenia autorización de sus colegas: Sarre 1999).
La investigación completa, de aproximadamente 1400 páginas, recién fue publicada en
New York en 1975, por la editorial Praeguer, bajo el título: Effectiveness of Correccional
Treatment: A Survey of Treatment. Evalution Studies, y consignó la autoría de los tres
investigadores, por orden alfabético.
Así pues, el trabajo individual de Martinson puede ser recordado aun hoy día como
ejemplo de un protagonismo oportunista inmerecido o como muestra de una crítica al
correccionalismo penal basada en una lucha contra los obstáculos por establecer la verdad.
“What works?...” presentaba y analizaba los resultados de reiteración delictiva de 231
evaluaciones de programas de tratamiento rehabilitador dados a conocer en idioma inglés, y
escogidos por ser científicamente aceptables. Ellos habían sido conducidos por diferentes
investigadores entre los años 1945 y 1967, lapso especialmente demarcado en atención al

2En el Reino Unido el Home Office ha referido varias veces la idea en sus documentos (Hughes 1998,
48; Garland 2001, 58).
apogeo de las experiencias científicas resocializadoras. Los programas estudiados incluían
educación y entrenamiento vocacional de jóvenes y adultos, psicoterapia individual y grupal,
transformaciones ambientales, tratamiento médico a través de drogas y cirugía, resultados
ligados al grado de seguridad del encarcelamiento y la extensión de la condena, de la
descarcelación, la terapia comunitaria, los usos de probation y parole y la supervisión
intensiva. Básicamente, una muestra importante de los ensayos efectuados en Estados Unidos
(de donde provenían la gran mayoría), Reino Unido e, incluso, otros países como Israel o
Dinamarca (Martinson 1974).
Entre los diversos aspectos mediante los cuales se podía medir el mejoramiento
personal, Martinson se concentró en la reiteración delictiva (recidivism), “el fenómeno que
refleja más directamente qué tan bien están llevando a cabo el objetivo resocializador los
programas de tratamiento del presente” (Martinson 1974, 24).
Ahora bien, el verdadero interés de este trabajo estuvo dado por sus demoledoras
conclusiones; sus palabras han sido citadas, repetidamente, por los escritos anglosajones sobre
la prisión y la finalidad resocializadora de las penas: “Con pocas y aisladas excepciones, los
esfuerzos rehabilitadores que han sido reportados hasta aquí, no han tenido efecto apreciable
en la reiteración delictiva” (Martinson 1974, 25: Mathiesen 2003, 90).
Como correlato de ello, el apartado final del artículo esbozaba una pregunta retórica
cuya respuesta, al poco tiempo, fue convertida por los titulares de periódicos y revistas en
eslogan y palabra clave de la crítica al correccionalismo penal; a partir de este momento
aquella frase ejerció enorme influencia en el pensamiento académico, en las políticas penales
y en el saber popular sobre las prisiones y otras formas de castigo.
Martinson cerraba su texto inquiriendo: “¿Nada funciona?” (“Does nothing work?”).
A su lado afirmaba: “Podría ser, por otro lado, que haya un efecto más radical en nuestras
actuales estrategias que lo mejor de la educación, o lo mejor de la psicoterapia, no puedan
superar, o incluso, reducir apreciablemente las poderosas tendencias de los infractores de
continuar en el comportamiento delictivo” (Martinson 1974:49).
A pesar de que recientemente se ha señalado que este escrito permitía una lectura
menos fatalista, mayoritariamente se entendió que con aquellas expresiones Martinson
afirmaba que el problema no era sólo una cuestión de programas deficientemente articulados
o todavía faltos de esfuerzo o perfección –modo habitual de explicar hasta entonces los
fracasos en la resocialización-. Por el contrario, Martinson pretendía demostrar que era la
teoría criminal basada en la patología individual la que se encontraba descarriada3 y que
visiones alternativas del castigo como las sustentadas en la prevención general, aparecían, no
sólo ofensivas al sentido de justicia, sino también carentes de efectividad. Por todo ello,
también consideraba que la prisión parecía surgir como un anacronismo destinado a ser
“...reemplazado por medios más efectivos de control social” (Martinson 1974:50).
Lo cierto es que el estudio de Martinson, quien ya había expresado con anterioridad su
evaluacion crítca a la pretensión resocializadora, generó un impacto desconocido hasta
entonces. Unos quince años antes, reconocidos penólogos como Bárbara Wooton o Donald
Cressey habían formulado similares conclusiones sin que aquellas incidieran de esa manera en
el debate académico y, menos aun, político penal.4 (Cullen y Gilbert 1989, 144)
Así pues, este trabajo, consagrado como acontecimiento cultural, se difundió en
publicaciones especializadas y revistas de actualidad, también en la televisión, donde
Martinson fue entrevistado en el famoso programa de noticias “60 minutos” de la cadena
CBS. A partir de estas pocas páginas la ideología del “nada funciona” tomó un ímpetu
incomparable frente a cualquiera de sus predecesores que extendió el cuestionamiento a la
prisión, pero también a las demás medidas correccionales, como la probation, las penas
intermedias o comunitarias, y la función disuasoria de la pena, en general (Garland 2001:61).
“Nothing works” pasó a ser el slogan de la época (Sarre 1999).
En 1979 un panel de investigación en técnicas de resocialización de la Academia
Nacional de Ciencias revisó el estudio de Martinson, Lipton y Wilks e informó que “Lipton,
Martinson y Wilks fueron ... precisos y justos en su apreciación de la literatura sobre
resocialización”. También expresó que “no sabemos de programa o metodo de
resocializacion que pueda garantizarse para reducir la actividad criminal o poner en libertad
a los infractores” (Sarre 1999).
La aparición de informes similares en lugares como el Reino Unido tampoco se hizo
esperar, a pesar que la experiencia resocializadora había tomado un cariz muy diferente que
en los EE.UU. En 1976 una investigación de S. R. Brody5 llegó a similares conclusiones que
las expresadas por Martinson (Ashworth 1997,1098; Mair 1007,1200).

3
En Bergalli (1978) puede encontrarse un detallado análisis de las propuestas resocializadoras y su vinculación
la concepción patológica del individuo delincuente.
4 Wooton, B. (1959) Social Science and social pathology, London: George Allen & Unwin; Cressey, D.R.
(1958): “The Nature and effectiveness of correctional techniques” en Law and Contemporary Problems,
23.
Lo cierto es que en muy poco tiempo se afirmó una nueva ortodoxia que estableció que
los objetivos resocializadores eran insustentables y que los programas de rehabilitación estaban
desacreditados o al menos eran de dudosa confianza. Como consecuencia de ello, la búsqueda
de penas reformadoras y el presupuesto para lograrlas se vio desplazado hasta el presente a
una posición marginal en el sistema de justicia criminal (Allen 1998,18; Garland 2001,8).

III. Nadie discute con seriedad que la trascendencia del trabajo de Martinson,
susceptible a variadas lecturas y críticas metodológicas, no se vinculó particularmente con la
persuasión de sus argumentos y evidencias sino con la oportunidad de su presentación en un
ambiente político coyunturalmente favorable a dar crédito a estas afirmaciones. Como Cullen
y Gendreau (1989) -los investigadores que mayor oposición han presentado a estas
evidencias- han afirmado, la doctrina del “nada funciona” ha sido un constructo social antes
que una verdad científica6. Para la década del setenta la resocialización y su expresión jurídica
más representativa –el sistema de penas indeterminadas- obtuvieron, por distintas razones, el
rechazo de los sectores radicales, liberales y conservadores (Cullen y Gilbert 1989,111;
Cohen, 1988,355)
La critica de tinte liberal y también radical, deploró el funcionamiento de la prisión y
las consecuencias que aquélla había demostrado desde las primeras reformas penitenciarias.
En particular afirmó que tras la noción de tratamiento se escondía en verdad violencia y
arbitrariedad, además de un incisivo avance del estado en el control de las personas (Cullen y
Gilbert 1989,110; Morris 1985:23).
El pensamiento conservador identificó el (supuesto) aumento del índice delictivo que
existía desde los sesentas con el fracaso de la prevención especial positiva, la benevolencia
injustificada con los delincuentes -producto de la resocialización- y la discreción judicial y
administrativa existente en materia del cumplimiento de las condenas a prisión.
De este modo, fueron muchos los que dieron la bienvenida al “Nothing works”,
diagnóstico que para algunos llevaba (al menos) a la abolición de las cárceles y para otros a
desplazamientos del estado hacia formas de menor intervención social y mayor penalidad.
En consecuencia, la crisis fiscal del estado y el clima político de los setentas y

5
The Effectiveness of Sentencing, Home Office Research Study no. 35, London, HMSO.
6
Por supuesto, una afirmación que sólo logra pleno sentido si entendemos que las verdades científicas no son
producto de una construcción social.
ochentas desplazándose hacia la derecha en los EE.UU., el Reino Unido y otros países
europeos, propició cambios en el sistema de justicia penal. Ante la confluencia de las críticas
al correcionalismo aparecieron en escena castigos más severos y económicos, sustentados en
el retribucionismo y la prevención general negativa, fundamentos más afines a los
presupuestos neoliberales y conservadores (Hollin 1994; von Hirsch 1998). Conjuntamente
con ello, desde los años ochenta se practicó una importante restricción de fondos destinados al
tratamiento resocializador y a las investigaciones vinculadas con aquél (Garland 2001, 60).
En este panorama la crisis del ideal rehabilitador decantó en una de las mas
importantes modificaciones legislativas del siglo y en un voraz incremento de la población
penal norteamericana, prácticamente a la cabeza de los países occidentales7.
En efecto, desde mediados de los setentas se inició un importante desplazamiento
desde el sistema de la pena indeterminada hacia un sistema de estricta predeterminacion de las
penas, en el cual desapareció o se restringió el instituto de la parole o libertad condicional,
instrumento característico de la finalidad resocializadora. Como ejemplo de ello, las
sentencing guidelines federales, en vigor desde 1987, excluyeron expresamente el objetivo
resocializador de sus pautas principales (Christie 1993; Garland 2001, 60: Zysman 2003).

IV. Entre quienes han apreciado la obra de Martinson y conocían su perfil y


trayectoria se sostiene que aquel trabajo pretendía difundir el informe para “vaciar las
prisiones” y que jamás hubiese esperado que la derecha norteamericana utilizase aquellas
conclusiones con fines punitivos. Recordemos que el trabajo de Martinson fue utilizado,
incluso, para sustentar la necesidad de la pena de muerte en una sociedad en la cual la
resocialización era un mito desacreditado cientíicamente (Rose 2002) .
Tal vez, turbado por esta clase de usos de las conclusiones de su investigación y por el
panorama político y penitenciario que ya se visualizaba al finalizar la década, Martinson
publico en 1979 en la Hofstra Law Review, “New Findings, New Views. A Note of Caution
Regarnding Sentencing Reform”, un artículo que relativizaba la valoración y consecuencias
de su trabajo anterior. Sin embargo, en el contexto de crisis correccional aún las propias
aclaraciones posteriores del autor fueron escasamente atendidas. Martinson expresó:
“Contrariamente a mi posición previa, algunos programas de tratamiento tienen un efecto

7
Según los últimos informes del Bureau of justice Statistics de 2002, mas de dos millones de personas
encarceladas y 6.700.000 sujetas a control del sistema penal por el auge de la probation.
apreciable en la reiteración delictiva .... Algunos programas son en verdad benéficos. Nueva
evidencia de nuestro estudio actual me lleva a rechazar mi conclusión original ... He dudado
hasta ahora, pero la evidencia en nuestros estudios es, simplemente, demasiado aplastante
para ignorarla” (cit. por Cullen y Gendrau: 1989:26).
Este trabajo cayó en oídos sordos. Se ha expresado que fue, tal vez, el más ignorado en
el marco del debate sobre la resocialización (Miller 1989).
Aproximadamente un año después de haber publicado este artículo, en el invierno de
1980, Martinson se arrojó al vacío desde el noveno piso de su edificio en Manhattan. Pocos
han resitido la tentación de vincular este hecho con la frustración de un autor por el uso ligero
o perverso de las conclusiones de su obra. Este hecho resulta anecdótico. Sin embargo la
parábola de “Nothing Works” puede motivar reflexiones de mayor importancia.

V. En un contexto de transformaciones como las del presente, las apuestas del


progresismo penal deben evaluarse con cautela. Los discursos ya asentados deben re-
examinarse teórica y prácticamente pues historias del sistema penal como la que aquí se ha
recordado demostraron, que, en ciertos contextos las posibilidades de confluir en discursos
penales que sean fácilmente cooptados, están latentes. Proyecciones del derecho penal en
materia de género, discriminación y tutela de las minorías, así como también en materia de
derechos fundamentales, violencia policial y corrupción de funcionarios pueden ayudar a
construir instrumentos represivos difíciles de dominar. Las críticas a la cárcel desprovistas de
sólida reflexión teórica, la preocupación por las víctimas y las propuestas de participación
comunitaria en el sistema penal son también terrenos hábiles para el encuentro de intereses
penales muy diversos a los que debe ingresarse con cuidado. Por supuesto, esto no significa
que debamos escapar a intervenir en estos temarios. Sin embargo, lo más conveniente sería
hacerlo “con los pies bien en la tierra”; quien sabe, lo más cerca del piso.

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