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I. INTRODUCCIÓN
Para lograr dicho propósito, resulta necesario proponer un repaso previo de aspectos
sustanciales de la materia madre en la que los intereses encuentran su génesis y
desarrollo, esto es, el derecho de obligaciones civiles y comerciales, así como de la
realidad histórica reciente en relación con dichos aspectos y con otros; v.gr., de
índole económica.
Son dos las causas que podrían generar el crecimiento o aumento de la deuda
pecuniaria. Por un lado, el precio que se cobra por el uso del dinero ajeno (o como
fruto civil del capital en los términos de los arts. 2330 y 2424 in fine, CCiv.). Por el
otro, debido a la indemnización que se fija ante el retardo, por parte del deudor, en
el cumplimiento de dicha obligación (2).
Los intereses lucrativos o compensatorios resultan ser los frutos civiles del capital
(4), por cuanto son los que se fijan como contraprestación por el uso del dinero ajeno
o suerte de "precio de ese uso" (5). Son aquellos que se prevén en materia de
obligaciones dinerarias. Son independientes del factor de atribución subjetivo (culpa
o dolo) por cuanto son debidos aun ante el cumplimiento de la obligación. Al margen
de toda convención y en situaciones especiales pueden ser instituidos a través de la
ley atendiendo a razones de equidad y como producto del uso del dinero ajeno.
Por su parte, los intereses punitorios operan en las convenciones como una
modalidad de cláusula penal moratoria (6) y se adeudan en razón de la privación del
dueño de un capital que el deudor no tiene derecho a retener para sí. Según
Llambías, operan como sanción resarcitoria y como indemnización (7).
Finalmente, los intereses moratorios son aquellos que resultan de la ley y cobran
virtualidad ante el retraso del deudor en el cumplimiento de la obligación dineraria.
Se encuentran previstos en el art. 622, CCiv., y son exigibles aun cuando su
estipulación —como intereses punitorios— haya sido omitida por las partes.
El incumplimiento de una obligación de dar dinero acarrea una presunción legal del
perjuicio y de la relación causal de aquél con el retardo imputable al deudor. El
interés moratorio se debe sin necesidad de que el accipiens acredite haber sufrido
un perjuicio. De modo que el deudor moroso resulta responsable por "los daños e
Por último, cabe agregar que los créditos que devengan intereses moratorios son
aquellos que derivan de las obligaciones de dar dinero y de las de valor que,
finalmente, se satisfacen en dinero (10).
A su vez, este artículo se conjuga con el 508 del mismo plexo normativo. Como se
mencionó anteriormente, los intereses moratorios cumplen una doble función. Por un
lado, procuran el resarcimiento del acreedor (se intenta reparar el perjuicio
ocasionado a consecuencia del retardo injustificado e imputable al deudor en el
cumplimiento de la obligación); por el otro, mantener el valor del capital de condena.
La primera función referida debe ser integral en los términos del art. 1083, CCiv. Para
que ello ocurra, los intereses deben compensar la indisponibilidad del capital durante
el transcurso de la mora y cubrir la pérdida del valor adquisitivo de la suma
adeudada. De esta forma, se procura que el acreedor no reciba una suma nominal
depreciada en lugar de la justa indemnización que por derecho le asiste para paliar
el daño que el incumplimiento le habría ocasionado.
En otro orden de ideas, cabe mencionar que en el mentado art. 622 se faculta a los
jueces a determinar la tasa de interés moratoria que operará como indemnización
por el incumplimiento de las obligaciones de dar sumas de dinero. Dicha facultad
consiste en la selección de una tasa corriente —debe existir y no ser hipotética— que
cumpla la función resarcitoria referida en la nota al artículo precitado y que sea
retributiva en la indemnización compensatoria por el incumplimiento de la
obligación.
En el art. 1153, Código Civil francés (derivación del modelo doctrinal de Pothier), se
partía de la existencia de una tasa legal denominada tasa de la ordenanza, que
remitía al edicto de 1770, con antecedente en diversas disposiciones del régimen
monárquico.
En conclusión, el sistema del derecho clásico francés sólo consideraba la tasa del
mutuo civil como pauta para el cálculo del interés legal.
En el derecho civil debe existir una tasa que determinen o seleccionen los jueces en
función del precio corriente del dinero pero con la facultad de que estos porcentajes
varíen en razón del espacio o lugar (jurisdicciones) y de la temporalidad, para que no
deje de cumplir su función indemnizatoria real promedio (12).
A mayor abundamiento, y como se expresará en otro acápite de este trabajo (III, c],
iii], 1.3), puede advertirse que en el dec. 941/1991 se utiliza el término "podrá" como
sugestivo de la aplicación de la tasa de interés allí referida (13) (esto es, la pasiva
promedio que publica mensualmente el Banco Central de la República Argentina [en
adelante, BCRA]).
En nuestro país, las tasas del interés suben y bajan. A partir de ahí, cabe preguntarse
¿por qué entonces sujetarse a un porcentaje legal que en ocasiones podrá resultar
muy alto y en otras demasiado bajo? (14). En esta línea argumentativa estamos de
acuerdo con que la fijación de un porcentaje legal podría devenir en una tasa inferior
a la corriente, resultando esta situación, en consecuencia, una especie de invitación
para el deudor o un incentivo para que, ante determinadas circunstancias, opte por
incumplir con su obligación; o, en su caso, una forma de que los acreedores financien
la ganancia de los deudores reticentes a cumplir.
a) Ámbito de aplicación
Asimismo, este precepto resulta extensible a las demás obligaciones que no tienen
por objeto el dinero. Ello no obstante, en estas últimas el daño no es presumido, sino
que debe ser acreditado por quien lo alega.
En lo referente a los alcances del art. 622, CCiv., y a la mora del deudor, corresponde
estarse al régimen general sobre sus efectos previstos en el art. 509 de dicho
Por último, resta analizar cuál resulta ser el límite de la responsabilidad del deudor.
Es decir, si lo que se prioriza al imponer una tasa de interés moratoria es mantener
incólume el patrimonio del acreedor ante el retardo injustificado por parte del deudor
en el cumplimiento de la obligación.
Desde esa perspectiva y tomando como pauta lo expuesto por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el precedente "YPF" (16), en el apartado III, c), iii), 1.1, será
examinado lo relativo a la temática aludida con mayor profundidad.
A través de la aplicación analógica del art. 565, CCom., es que fue suplida, durante
más de un siglo, la falta de previsión de la tasa moratoria del art. 622, CCiv. Así, se
consideró que "los intereses que cobran los bancos públicos" resultaba la tasa de
interés concordante con el carácter resarcitorio que debía guardar la indemnización
a cargo del deudor moroso. En este sentido, solía considerarse el interés que las
instituciones financieras requerían y no el que ellas pagaban por cuanto aquél era al
que, según se entendía, habría de someterse el acreedor ante la imposibilidad de
contar con su dinero a tiempo, en razón de que tendría que recurrir al crédito (17).
Ello no obstante, debemos anticipar que nosotros nos alineamos con otra postura en
Así, en virtud de una analogía funcional (ambas tasas cumplen la misma función), la
renta a considerar es la correspondiente a la tasa eventual del mutuo civil. Por ello, y
ante la inexistencia de ésta como precio corriente del dinero, resulta admisible
recurrir a la tasa del art. 565, CCom., que es una figura jurídica análoga (mutuo
comercial) y cumple una función análoga (retribuir el uso del dinero) a la que se
encuentra en la base de la tarifación de los intereses moratorios en el art. 622, CCiv.
Ello es así porque, finalmente y de alguna manera, operan como límites al marco de
acción con que cuentan los jueces para cuantificar los perjuicios que, en sus distintas
variantes, deben ser reparados a través de las indemnizaciones (20) que dichos
magistrados deben determinar en los casos en los que entienden.
1.— Indexación
Al respecto, es oportuno entonces señalar que, por vía de principios, "...no hay
confusión posible: la indexación es un medio para mantener igual (en términos de
poder adquisitivo) al capital; el interés, por el contrario, significa un plus, algo más
que se agrega a la deuda del capital" (25).
Dicho eso, debe tenerse presente que el problema, particularmente, surge respecto
de las obligaciones de dar sumas de dinero, es decir, aquellas vinculadas con el
ámbito de aplicación del art. 622, CCiv.
Ello es así por cuanto, de acuerdo con lo previsto en la ley 23928, rige el principio
nominalista y, por tanto, la suma pactada se mantiene inmóvil, aun mediando mora.
De modo que, en principio, la vía para reparar el daño moratorio in totum es la de la
aplicación de intereses (26), quedando vedada toda forma de actualización conforme
lo aquí expuesto.
Respecto de esto último, es pertinente recordar que en el art. 7, ley 23928, se hace
referencia exclusivamente a las obligaciones de dar sumas de dinero, las que se
cumplen, según también allí se dispone, entregando la cantidad nominalmente
expresada. A partir de ello, siguiendo a Trigo Represas cabe concluir que todos los
débitos que no se hallen liquidados y determinados en una precisa cantidad de
"pesos", al no estar expresados nominalmente en un importe concreto, quedan
igualmente excluidos de los alcances de tal normativa. Y es por esta razón también
que, a los fines de su ulterior pago, podrán ser liquidados respetándose a su
respecto la misma aptitud patrimonial que tuvieron en su origen, aunque ello se
traduzca en una cantidad numéricamente mayor que la adeudada al tiempo del
nacimiento de la obligación, siempre que en definitiva ambas sumas tuviesen
idéntico poder adquisitivo (27).
Ahora bien, así y todo, la Corte Suprema insiste con la aplicación de la tasa de
interés pasiva promedio que publique el BCRA, sumando como argumento para
Por último, creemos pertinente finalizar este punto con la crítica efectuada por
Barbero sobre la fundamentación que llevó a aplicar la tasa pasiva en lugar de la
activa. Este autor dice que, por un lado, se afirmaba que la tasa activa protegía al
acreedor de la inflación (ya que ésta computaba la inflación) y, en consecuencia, era
una indexación encubierta. Sin embargo, se resolvía aplicar la pasiva con el objeto
de mantener el valor del crédito debido. En definitiva, concluye Barbero que al
aplicar dicha postura se está haciendo de todos modos lo que se entiende prohibido
(29).
Es de suma utilidad, por lo ilustrativa que resulta a los efectos aquí pretendidos, la
intervención del juez Racimo sobre el asunto en el fallo plenario "Samudio". Él,
convencido de que el ámbito de aplicación del art. 622, CCiv., corresponde sólo a las
obligaciones de dar sumas de dinero, y ensayando una explicación de lo que importa
la utilización de un interés nominal y de uno real, entiende que la única forma de
mantener simetría entre el acreedor de una suma de dinero y el acreedor de una
indemnización compensatoria sólo puede sostenerse cuando el quantum de la
obligación y la determinación del quid de la obligación, respectivamente, son
establecidos a momentos históricos. A partir de ello concluye que cuando en la
sentencia se establece el monto de lo adeudado a valores actuales y se calcula la
tasa de interés con el componente de depreciación monetaria desde la fecha del
daño se computa dos veces la depreciación monetaria y se favorece a un tipo de
acreedor sobre otro (30) (léase: aquellos acreedores de obligaciones que no son de
dar sumas de dinero respecto de los que sí lo son).
La Corte Suprema también ha sido clara sobre el punto al exponer que resulta
indistinto, a los fines de la ley 23928, que el objeto inmediato de la obligación sea el
dinero o un valor abstracto que permita al acreedor adquirir ciertos bienes. Ello así,
en la medida en que, finalmente, lo decisivo es el momento en el que la obligación
se determina en una concreta suma de dinero, pues a partir de allí rige, sin
excepciones, la prohibición de estipular mecanismos de ajuste automático por
depreciación monetaria o de actualizar la deuda más allá del 1/4/1991 (32).
A partir de lo dicho, nos queda para nosotros que, más allá de la justificación que
ensaya este magistrado, al actuar como lo hace y como suele hacerse en la praxis
tribunalicia al dictarse el respectivo acto jurisdiccional con el que se pone fin al
proceso, al determinarse la cuantía de los daños en una sentencia conforme lo que
resulta de la prueba producida en el caso, en definitiva lo que se hace es aplicar
pautas de cuantificación asociadas con el tiempo de la sentencia o, en su caso, con
un momento ulterior al del reclamo efectuado en la demanda (v.gr. una pericia), pero
no con el de la liquidación efectuada al tiempo de la promoción de la acción. Por tal
razón, y sobre todo en tiempos como los actuales, en los que la inflación aparece de
modo claro en la realidad económica del país, el interrogante que surge
inmediatamente es cómo debería denominarse el cambio que existe en la
consideración de los jueces en cuanto a la estimación de los valores que sostienen
en un tiempo determinado respecto de otro ulterior. Esto es, si esos valores, en
algunos casos abstractos —como el "valor vida"—, no son modificados en razón de la
depreciación monetaria, pues cabe preguntarse en virtud de qué lo son.
Esta última consideración abre el camino para el tratamiento del tema siguiente.
Sobre este punto nos interesa destacar dos cuestiones principales. La primera de
ellas, con sus desmembraciones, está vinculada con las causas por las cuales en los
tribunales se aplicaba y/o se aplica una u otra tasa de interés. La segunda se
relaciona con el carácter de la tasa de interés en lo referente a si se trata de materia
federal o de derecho común.
Asimismo, cabe recordar que la tasa de interés que históricamente aplicaban los
tribunales era la de descuento (activa). Como lo indica Barbero, nadie había pensado
que la mora pudiera derivar sólo en un interés pasivo, permitiendo retener el dinero
a una tasa por la que nadie lo prestaría (35).
Ello, no obstante, habida cuenta de que el juez no cuenta con una tasa civil para los
mutuos, debe recurrir naturalmente al precio corriente de los capitales financieros,
de modo que la determinación judicial se aparta del puro sistema legal en cuanto se
funda en el precio corriente del dinero. En síntesis, la inexistencia de una tasa
corriente del interés convencional civil hace imprescindible recurrir a una analogía
con las tasas corrientes bancarias (38).
La tasa que cobra esa entidad financiera en los mutuos bancarios es análoga
jurídicamente a la que cobra un individuo mediante un interés compensatorio a otro
individuo en los mutuos civiles. Lo decisivo, finalmente, sigue siendo que la tasa
legal se relaciona con el lucro eventual que habría podido obtener el acreedor
prestando su dinero si éste le hubiera sido restituido por el deudor al momento del
vencimiento de la obligación surgida del contrato contraído entre ambos. Es ésta
entonces una analogía jurídica.
Desde la faz del deudor vemos que podría llegarse a la misma conclusión. El deudor
que se beneficia con la inejecución de la prestación debida corresponde que pague lo
que le costaría obtener por otro conducto el dinero que le prestaron (40).
1.1. Esta última interpretación habilita a observar que un razonamiento de ese tenor
es inexacto por distintas razones. En primer lugar, como se dijo, porque el ámbito de
aplicación del art. 622, CCiv., es propio de las obligaciones de dar sumas de dinero,
constituyéndose, así, en un sistema autónomo, cerrado y suficiente al que debe
recurrirse para obtener la solución legal a los incumplimientos vinculados con
aquéllas. Por lo tanto, a este tipo de obligaciones no se le aplican las normas de
derecho común, relativas a la extensión del resarcimiento de las obligaciones que no
tienen por objeto el dinero (41). Es por eso que, ante el incumplimiento de las
obligaciones de dar sumas de dinero, sólo corresponde el pago de intereses
moratorios (42). Sin perjuicio de ello, entendemos también que en caso de que el
deudor actuase con dolo, probado éste y el daño de que se trate, entonces sí se abre
Ello es así porque no es congruente con el sistema del Código Civil vincular de modo
estático los componentes del daño patrimonial resarcible (daño emergente y lucro
cesante [arts. 519 y 1.069]) con las consecuencias propias de la teoría de la relación
de causalidad adecuada que rige como pauta en el derecho de daños.
De tal forma, puede haber daño emergente y lucro cesante que sean consecuencias
inmediatas del incumplimiento, y daño emergente y lucro cesante que sean
consecuencias mediatas. Por tal razón, es inadecuado concluir que la tasa pasiva,
por constituir lucro cesante, es consecuencia inmediata del incumplimiento, y la
activa, como daño emergente, su consecuencia mediata. Por consiguiente, en tanto
la inmediatez de las consecuencias es antes lógica que cronológica y, a los efectos
de determinarla, debe tomarse como pauta lo previsto en el art. 901, CCiv., en
cuanto aquello que supone ocurrir de acuerdo con el curso natural y ordinario de las
cosas, nada obsta a que el daño emergente (tasa activa) sea consecuencia
inmediata del incumplimiento (44).
1.2. Otro aspecto que resulta importante señalar es el hecho de que suele pasarse
por alto que tanto la tasa de descuento (activa) como la pasiva contemplan índices
inflacionarios.
Como señala Barbero, debe desterrarse de una vez por todas la idea de que la
inflación, los costos o las utilidades son la explicación de la cuantía de la tasa activa
y no de la pasiva. Debe repararse en que, justamente con el fin de evitar la
aplicación de tasas que contuvieran índices de inflación, durante períodos de este
flagelo se aplicaba un interés puro (46). De modo que, ante dicho panorama, lo que
se descartaba no era una tasa del mercado, sino todas, debido a que todas eran
tasas reales y, por tanto, en mayor o menor medida receptaban la inflación (47).
Es por eso que si la finalidad pretendida con la no aplicación de la tasa activa era
evitar una indexación encubierta, pues tampoco correspondería aplicar la pasiva, ni
alguna otra que contemplara índices de inflación.
1.3. Consideramos necesario sumar como argumento a este análisis el hecho de que
no hay razón para considerar obligatoria la aplicación de la tasa pasiva en virtud de
Otro dato que sirve como aval para sostener la postura aquí manifestada es el
cambio que hubo en el seno de la Cámara Nacional Civil respecto del criterio
sustentado en el plenario "Vázquez" (51), lo cual quedó de manifiesto al dictar el
siguiente fallo plenario sobre tasa de interés ("Alaniz") (52), en el que se ratificó la
procedencia de la aplicación de la tasa pasiva del BCRA.
1.4. Por otro lado, tampoco puede desconocerse que si las tasas que suelen aplicarse
por los tribunales contienen índices de inflación proporcionados por el organismo
público nacional encargado de confeccionarlos (Instituto Nacional de Estadística y
Censos [Indec]), siendo que existe un reconocimiento prácticamente uniforme de
que no son fidedignos de la realidad económica actual, entonces debe concluirse
también que los porcentajes que determinan los bancos oficiales, que se siguen de
ellos, no serían acordes con la realidad imperante.
1.5. La tasa de interés, a partir de lo dicho, debería ser la tasa activa (préstamos) del
lugar donde se pacte el contrato o donde ocurra el hecho ilícito en el tiempo en que
los incumplimientos respectivos se produjeran. Esa postura se sigue a partir de la
línea de fundamentación empleada por Vélez Sarsfield en la nota al art. 622, CCiv.
Nótese que allí él hace referencia a la diferencia existente respecto del interés de los
La Corte Suprema entendió primero que sí (57) y, luego, revirtió su postura (58). Así,
en un primer momento se consideró que se trataba de una cuestión federal en tanto
mediaban razones estrechamente relacionadas con la contención de la inflación,
vinculando esto con lo previsto en la ley 23928 y en su dec. reg. 529/1991 (59) y, en
definitiva, con que se trataba de una medida de naturaleza política. Ya en la segunda
etapa el tribunal cambió de criterio y comenzó a interpretar que la determinación de
la tasa de interés a aplicar como consecuencia del régimen de la Ley de
Convertibilidad, según se trate de obligaciones civiles o comerciales, no constituye
cuestión federal susceptible de habilitar la instancia extraordinaria, sino que queda
ubicada en el espacio de la razonable discreción de los jueces de la causa que
interpreten dicho ordenamiento, sin lesionar garantías constitucionales, en tanto sus
normas no imponen una versión reglamentaria única del ámbito en cuestión, es
decir, que la tasa de interés es de derecho común y —más allá del acierto o error—
materia reservada a los jueces (60).
Por nuestra parte, consideramos que, siguiendo el sistema previsto en el Código Civil
y por aplicación del principio previsto en el art. 75, inc. 12, CN, el último criterio
aludido es el adecuado, el que ha sido sostenido hasta la actualidad por el Alto
Tribunal.
Dicho ello, adherimos a que, por sus características propias, este tipo de
obligaciones son funcionales a contrarrestar los efectos nocivos que produce ante
determinadas circunstancias la prohibición de indexar. Asimismo, entendemos que
es el momento más cercano a la sentencia en el que corresponde cuantificar en una
suma de dinero, si es que ése finalmente es el resultado pretendido, el
incumplimiento del deudor, aplicando luego las tasas de interés que correspondan
de acuerdo con lo expuesto en el pto. III, c), 2), de este trabajo.
Por último, es menester agregar que participamos del criterio traído a este análisis a
través de la postura de Llambías, en cuanto a que una vez liquidada (cuantificada) la
deuda de valor, se transforma por lógica consecuencia en una de dar sumas de
dinero. Es por esta razón, entonces, que entendemos que el ámbito de aplicación del
art. 622 es contemplativo tanto de las deudas de dinero cuanto de las de valor.
La Corte Suprema también ha dejado en claro que esa tarea corresponde a los
jueces, incluso, como se dijo, modificando su postura en cuanto a que no era materia
federal sino de derecho común (remitimos al pto. III, c], 3], 2). Es decir, que se trata
de una facultad de todos los jueces y no sólo de los del Máximo Tribunal.
De tal modo, es dable concluir que el sistema fija un límite de máxima y que a partir
de allí el juez puede reducirlo conforme las circunstancias del caso con la finalidad
última de equilibrar las prestaciones y atendiendo, justamente, al principio de
equidad (69).
Lo expuesto en la primera parte de este punto del trabajo nos lleva necesariamente
hacia un interrogante, cual es si la facultad consagrada a favor de los jueces de
establecer la tasa de interés y las pautas tomadas en cuenta por el codificador para
no hacerlo (nota art. 622) se constituyen en un límite a la fijación de una doctrina
plenaria en materia de intereses. Dicha pregunta será respondida en el punto
siguiente.
Para dar una respuesta a este interrogante resultan de gran utilidad algunos de los
conceptos esbozados por parte de los jueces que intervinieron en el plenario
"Samudio" que, con una claridad expositiva digna de destacar, han sellado sus
posiciones al respecto.
Así, la mayoría del pleno de la Cámara Nacional Civil ha dicho al respecto que es
conveniente y razonable unificar las opiniones jurídicas de dicho cuerpo judicial en la
El juez Racimo, avanzando sobre la cuestión, añadió que el objetivo del art. 622 no
es permitir un conjunto de decisiones según las cuales cada juez pueda determinar
libremente cuál es el interés del capital en el derecho civil, teniendo en cuenta las
circunstancias de la causa. Adujo que, precisamente, el régimen de indemnización
tarifada en las obligaciones de dar sumas de dinero impone un interés judicial
uniforme que sólo exige que los jueces determinen cuál es el interés del capital
apropiado que varía en razón del tiempo y de los pueblos. La variabilidad temporal y
espacial del interés es lo decisivo y no la multiplicidad de los eventuales intereses. A
partir de eso concluyó que la multiplicidad de tasas de intereses judiciales en las
obligaciones de dar sumas de dinero afecta la previsibilidad económica exigible en el
derecho civil imponiendo una diversidad que conspira contra el sistema uniforme y
presunto en la tarifación del daño en dichas obligaciones (73).
Por otro lado, en el voto de la minoría acerca del interrogante aquí propuesto, se
expuso que la cuestión vinculada con la fijación de una tasa de interés es
contingente y circunstancial y, por tanto, no puede resolverse a través del
establecimiento de una doctrina obligatoria.
Por último, en lo que bien podría apreciarse como una respuesta a lo aportado por el
juez Racimo sobre el punto, ponen en tensión los valores de seguridad y justicia,
resultando a su criterio que el que debe prevalecer es el último. Ello no obstante,
apoyan su postura en la convicción de que los jueces actuarían con prudencia al
momento de fijar las tasas de intereses respectivas, con lo cual entienden que, de
todos modos, ello impediría la sorpresa de los litigantes y, a través de eso, lograrían
también satisfacer el valor seguridad (74).
Ambas posturas aparecen en nuestra consideración sin fisuras y con una solvencia
tal que podrían ser seguidas, en principio, sin miramientos. Empero, somos de la
idea de que el valor seguridad, en este caso, tiene una relación estrecha con el valor
igualdad y esto, en última instancia, es lo que nos mueve a adherir a la posición que
sostiene que la vía del fallo plenario es la adecuada para unificar criterios. De tal
forma, los destinatarios del resultado de actuar de la manera indicada, en principio
—ya veremos en el apartado siguiente que no siempre es así—, recibirán un mismo
trato ante una misma situación o similar circunstancia.
Aplica la tasa activa "cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta
días del Banco de la Nación Argentina" en virtud de la doctrina plenaria fijada en el
fallo "Samudio".
Ello no obstante, creemos adecuado exponer cómo decide cada una de las salas que
integran dicha Cámara en función de la forma en que ha sido establecida la doctrina
plenaria indicada, y habida cuenta de la disparidad de criterios que, a pesar de la
doctrina obligatoria, existe entre los jueces que conforman dicho cuerpo judicial.
El juez Picasso, en disidencia, aplica la tasa activa del referido plenario desde la
mora hasta el efectivo pago. Se considera que el hecho de que se hayan fijado
partidas resarcitorias a valores actuales no configura la excepción contemplada en el
último párrafo de la parte dispositiva de la doctrina plenaria (76).
Sala B: en supuestos de daños y perjuicios aplica la tasa activa del referido plenario
desde la mora hasta el efectivo pago (77).
El Dr. Díaz Solimine, en disidencia, propone aplicar la tasa pasiva promedio desde la
mora hasta la fecha de la sentencia definitiva y, desde ese pronunciamiento hasta el
efectivo pago, la tasa activa del referido plenario. Entiende que la doctrina del
plenario se aplica siempre que no se altere el contenido económico de la sentencia,
es decir, un desplazamiento injustificado de bienes del patrimonio del deudor al del
acreedor (78).
Sala F: aplica la tasa del 8% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia y,
desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa cartera general (préstamos)
nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina (83).
El juez Zannoni aplica la tasa activa del referido plenario desde la mora hasta el
efectivo pago (84).
Sala H: aplica la tasa activa por todo el período en mora, invocando el precedente
"Northlands" del 24/4/2009 (86).
El juez Mayo, en disidencia, aplica la tasa pasiva promedio que fija el BCRA desde la
mora hasta el dictado de "Samudio" (20/4/2009) y, desde ahí hasta el efectivo pago,
la tasa activa del referido plenario (87).
Sala I: aplica la tasa del 6% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia de
grado y, desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario referido (88).
En otro supuesto, desde la fecha del hecho dañoso hasta la fecha de la sentencia
apelada —en la que fueron fijadas las partidas— aplicó la tasa del 6% anual como
pura, la que consideró suficientemente compensatoria cuando se aplica a valores
actuales. A partir de entonces y hasta el efectivo pago, aplica la tasa activa cartera
general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina. Ello con excepción de los intereses sobre partidas reconocidas por
reparaciones y desvalorización del rodado y privación de uso fijadas según valores a
la fecha del hecho, por lo que aplican la tasa activa desde esa fecha (89).
Sala J: no aplica la tasa activa del plenario "Samudio" por todo el período de mora,
por cuanto considera que ello implica que los intereses correspondientes a una
indemnización de daños, fijada a valores actuales, alteran el significado económico
del capital de condena, configurándose, de ese modo, un enriquecimiento sin causa
del peticionario (90). Por lo tanto, aplica la tasa pasiva desde la mora hasta la fecha
de la sentencia de grado y, desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del
plenario referido (91).
Sala K: aplica la tasa activa del referido plenario desde la mora hasta el efectivo
pago por cuanto se considera que la aplicación de dicha tasa, al período previo al
dictado de la sentencia, no importa una alteración trascendente del significado
económico de la condena que pueda conllevar a un enriquecimiento ilícito (92).
Sala L: aplica la tasa del 8% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia y,
desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario referido (93).
La jueza Pérez Pardo, en disidencia, aplica la tasa activa del plenario referido desde
la mora hasta el efectivo pago (94).
Esta Cámara de Apelaciones, a través del plenario "La Razón", dispuso la aplicación
de la tasa activa. En rigor, el pleno rechazó la posibilidad de que con la vigencia de
ley 23928 debiera aplicarse la tasa pasiva ante la ausencia de convención o de leyes
especiales, sosteniendo, en definitiva, la aplicación del art. 565, CCom.
Ahora bien, dicha tasa, en virtud de lo dispuesto en el fallo plenario "Uzal" (98), era
capitalizable. Es decir, allí se consagró como doctrina plenaria que resulta
procedente la capitalización de intereses más allá de los supuestos previstos en el
art. 623, CCiv., en el que, cabe recordar, se prevén dos supuestos válidos de
anatocismo.
Por último, cabe reseñar que, en 2003 y como consecuencia de la revisión solicitada
por el Ministerio Público Fiscal del fuero a raíz de los reiterados fallos de la Corte
Suprema en los que dejaba sin efecto la doctrina en la que se dispuso la validez de la
capitalización de intereses aludida, la Cámara Comercial modifica la doctrina
plenaria consagrada en el fallo "Uzal" en el sentido de que no corresponde la
capitalización de intereses para otros supuestos que no fueran los reconocidos en la
ley positiva, esto es, en el indicado art. 623, CCiv.
Esta Cámara, conforme da cuenta Highton (99), decidió en pleno que, a partir de la
vigencia de la ley 23928, se emplearía la tasa pasiva de interés mensual promedio
publicada por el BCRA en cumplimiento del art. 10, dec. 941/1991, y que todos los
intereses se aplicarían sobre el capital actualizado al 1/4/1991 y no sobre los
intereses que hasta entonces se hubieran devengado, salvo lo dispuesto en el art.
623, CCiv. (100).
Sin perjuicio de lo expresado en la última parte del párrafo precedente, cabe agregar
que la sala 2ª de dicho fuero ha adoptado una postura singular respecto de la
aplicación de la tasa de interés. Así, a partir de 2005 aplica un promedio entre la
tasa activa ("de descuento de documentos comerciales a treinta días publicada por
el Banco de la Nación Argentina") y la pasiva promedio que publica mensualmente el
BCRA (106).
El Alto Tribunal federal aplica la tasa pasiva promedio que publica el BCRA. Ello lo
hace cuando dicta sentencias en los casos en los que conoce en instancia originaria
(107). La aclaración se efectúa en tanto, conforme su postura, el asunto se trata de
una cuestión de derecho común y, por tanto, sometida a la discrecionalidad de los
jueces, con lo cual no decide sobre la materia bajo análisis por otra vía que no sea
aquélla.
Este tribunal tiene como criterio la aplicación de la tasa pasiva del banco oficial de
su jurisdicción. Así, dispone que "...los intereses moratorios deben ser calculados a la
tasa que pague el Banco de la Provincia de Buenos Aires en sus depósitos a treinta
días..." (108).
Ello, cable aclarar, se hizo en el marco de la modificación del art. 48, ley 11653,
razón por la cual sólo es aplicable a los créditos laborales.
VIII. CONCLUSIONES
2. Existe una relación directa entre la cuantificación de los perjuicios cuya reparación
se requiere y la aplicación de las tasas de intereses. Es por ello que al momento de
cuantificar y de determinar la tasa de interés para el caso los jueces deben actuar
con prudencia a los efectos de no alterar el contenido económico de la decisión
contenida en la sentencia. Esta actividad, claro está, importa tanto tomar en
consideración la posición del acreedor cuanto la del deudor.
3. El art. 622, CCiv., resulta de aplicación a las obligaciones que tienen por objeto el
dinero y, a las de valor, una vez que ellas son traducidas en dinero.
Ahora bien, en razón de que no existe una ley en la que se fije una tasa legal
conforme el mecanismo indicado, lo cual resulta atendible en tanto ésa es una tarea
muy dificultosa para un gobierno, se presenta como apropiado que los jueces
recurran por vía analógica (art. 16, CCiv.) a la tasa de interés prevista en el art. 565,
CCom. Esta conclusión se asume porque existe estrecha relación entre el mutuo civil
y el mutuo comercial, siendo que dicha preceptiva se refiere concretamente a un
contrato comercial: el de préstamo (111).
Ahora bien, en el caso de las obligaciones de dar sumas de dinero deberá aplicarse
esa tasa de interés desde la mora hasta el efectivo pago, mientras que en el caso de
las obligaciones de valor ello deberá ocurrir en la forma en que en el punto siguiente
se describirá.
No debe soslayarse al respecto que, finalmente, los jueces cuentan con facultades
para determinar la tasa de interés (art. 622, CCiv., y su nota), pero también para
morigerar intereses en las situaciones en que eso resulte necesario. Ello así de
acuerdo con la aplicación de algunos de los principios aquí señalados (v.gr. equidad)
y con las circunstancias del caso.
A partir de tal circunstancia es que toma aún más vigor la postura adoptada por el
codificador, manifestada en la nota al art. 622, CCiv. Y es por ello que, una vez
concluido que la tasa que corresponde aplicar es la activa (préstamos), pues hay que
tomar la correspondiente al banco oficial de la jurisdicción que corresponda, tal y
como acontece, por citar un ejemplo, en la provincia de Buenos Aires (remitimos al
pto. VII, f]).
Una alternativa de ello podría ser optar por un promedio entre la tasa de interés
activa que adoptase la entidad financiera oficial pertinente de la Nación (Banco de la
Nación Argentina) y la que fijara la de la jurisdicción local correspondiente (v.gr.
Banco de Corrientes). De este modo, podría pensarse en un porcentaje que siempre
tendría una especie de orden de reenvío a lo que ocurre en el ámbito del gobierno
central, que siempre tiene incidencia en las economías regionales. A través de tal
metodología se establecería una tasa de interés uniforme en todo el país, la cual,
claro está, tendría su variación en función de la realidad local y no de la nacional, en
(1) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho civil. Obligaciones", t. II-A, 5a ed., Ed.
LexisNexis - AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2005, p. 203.
(2) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones civiles y comerciales", 2ª ed. actual., Ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires,
1998, ps. 469/470.
(3) Art. 621, CCiv.; C. Nac. Civ., sala A, 27/3/1992, "Martínez, Carlos A. v. Papelera
San Luís S.R.L", LL 1993-A-76.
(6) El concepto vertido que generó esta cita pareciera haber sido volcado en el art.
769, Proyecto de reforma, actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial
de la Nación (dec. 191/2011). Allí se prevé que "los intereses punitorios
convencionales se rigen por las normas que regulan la cláusula penal".
(7) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, ps. 203/204.
(10) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, cit., p. 209.
(11) Corte Sup., Fallos 314:258; 315:727, 2268; 316:1115; 317:1820; 319:1131,
3241; 320:2701; 321:2021; 322:2189; 323:585.
(13) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", 1ª reimpr., Ed. Astrea, Buenos Aires,
2000, ps. 96/97.
(14) Barbero, Ariel E., "La determinación judicial de la tasa de interés moratorio", LL
Online; LLC 2002-962.
(16) Corte Sup., "YPF v. Corrientes Provincia de", LL 1992-B-216; "Entidad Binacional
Yaciretá v. Misiones Provincia de", LL 1992-E-167.
(17) C. Nac. Civ., en pleno, 23/3/2004, "Alaniz, Ramona E. y otro v. Transportes 123
SACI interno 200 s/daños y perjuicios" (ampliación de fundamentos del Dr. Molteni).
(18) C. Nac. Civ., en pleno, "Samudio", cit. (votos del Dr. Racimo).
(21) Art. 7, ley 23928, modificado a través del art. 4, ley 25561. El principio
nominalista, que es un principio del derecho de obligaciones, importa, bajo una
suerte de ficción legal, una presunción iuris et de iure de que el valor de la moneda
no cambia o, dicho de otro modo, que el valor de la moneda no es tomado en cuenta
cuando el monto de la obligación es determinado. En suma, a los efectos del
nominalismo, el valor de la moneda no es relevante si el monto de la obligación en
dinero es fijo, con lo cual el pago de la suma nominal resulta idóneo para la
cancelación de la obligación (Vítolo, Daniel R., "Ley de Convertibilidad y obligaciones
de dar sumas de dinero", RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, 2001, p. 291).
(22) Arts. 7 y 10, ley 23928, modificados a través del art. 4, ley 25561.
(23) Corte Sup., 20/4/2010, "Massolo, Alberto J. v. Transporte del Tejar S.A".
(26) El régimen argentino en este aspecto es un reflejo del sistema francés. Así, y
conforme lo sostuvo la doctrina francesa de acuerdo con lo previsto en el art. 1153
del Code, los intereses moratorios agotaban toda la indemnización ante el
(27) Trigo Represas, Félix A., "Deudas de dinero y deudas de valor. Significado actual
de la distinción", RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2001, p. 43 y en "La Ley de Convertibilidad a un año y medio de su
vigencia, LL 1992-D-1094 y ss., n. VIII-e.
(28) "...De conformidad con lo dispuesto por el art. 61, ley 21839..., los réditos que
corresponde reconocer con posterioridad a la entrada en vigencia de la Ley de
Convertibilidad 23928 deben calcularse según la tasa de interés pasiva promedio
que publique el Banco Central de la República Argentina; y la ley 25561, si bien
deroga el régimen de convertibilidad impuesto por la ley 23928, no modifica en lo
sustancial los arts. 7 y 10 (v. art. 4, ley 25561), por lo que se mantiene la prohibición
de actualización monetaria, indexación por precios, variación de costos o
repotenciación de deudas, cualquiera fuere su causa" (Fallos 328:4507). Con
anterioridad el tribunal había dicho que la decisión de aplicar tasas pasivas de las
operaciones de descuento del Banco de la Nación Argentina a los intereses que
corresponden a partir de la vigencia de la Ley de Convertibilidad obedecía a razones
estrechamente conectadas con la contención de la inflación (7/10/1993, in re
"Ciabasa S.A v. La Buenos Aires Cía. de Seguros S.A").
(32) Corte Sup., 30/1/1993, "De la Cruz de Sessa, Adela M. v. Sessa, Alejandro J.
s/divorcio 67 bis".
(33) C. Nac. Civ., sala F, 2/7/2010, "Iñiguez de Vásquez, Beatriz A. y otro v. Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires y otros s/daños y perjuicios".
(34) La jurisprudencia actual admite la fórmula "o lo que en más o en menos resulte
de la prueba" y, a partir de ella, adecua la cuantía de la reparación de los perjuicios
de que se trate. Ello no obstante, también es pertinente subrayar que lo que puede
modificarse son los aspectos intrínsecos del daño y no los extrínsecos, en tanto si
ocurriese respecto de los últimos entonces habría una intolerable modificación de lo
requerido en la demanda y, por ende, se produciría la afectación del principio de
congruencia. Pero no la habría, volviendo a los aspectos intrínsecos del perjuicio, si
la cuantía de la reparación varía en virtud de la inflación habida desde la demanda
(36) En el caso de nuestro país ya el codificador se encargó de aclarar por qué no fijó
—proyectó, en sus palabras— un interés legal, justificando su proceder en el hecho
de que el interés del dinero varía continuamente en la República, además de ser
diferente el interés de los capitales en los diferentes pueblos (ver nota al art. 622,
CCiv.).
(38) Este criterio de remitirse a tasas de intereses fijadas por entidades bancarias ha
sido seguido en el último Proyecto de unificación, actualización y modificación de los
Códigos Civil y Comercial de la Nación de 2012 (ver art. 768, inc. c).
(39) El desarrollo del pto. c), 1, ha sido efectuado tomando como base algunos de los
conceptos y conclusiones vertidos por el juez Racimo (prácticamente sin alteraciones
e incluso con fragmentos textuales) en el fallo plenario "Samudio" al responder el
tercer interrogante de éste. Invitamos y remitimos a la lectura completa de las
intervenciones realizadas por dicho magistrado en aquel plenario, ya que de modo
muy didáctico expone el origen y la problemática en torno a los intereses y a la
aplicación de tasas de interés.
(40) "La idea es que el incumplimiento no debe beneficiar al deudor, o, dicho de otro
modo: que si él tiene una suma de dinero exclusivamente por su incumplimiento, no
debe ese incumplimiento colocarlo en mejor condición que si hubiera acudido a un
banco" (Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 85).
(44) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 293.
(45) Del voto del juez Racimo en "Samudio" al dar respuesta al tercer interrogante.
(46) Enterés puro o neto compensa o retribuye el uso del capital por el deudor o el
no uso del dinero por parte del acreedor (Highton, Elena I., "Intereses: clases y punto
de partida", RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa
Fe, 2001, p. 103).
(49) La Corte Suprema ha entendido que debe interpretarse la letra de la ley cuando
se emplean varios términos opcionales. Ha dicho que es regla segura de exégesis la
de que esos términos no son superfluos, sino empleados con algún propósito, dado
que la inconsecuencia en el legislador no se presume (del 19/12/1991, "Mansilla,
Manuel A. v. Hepner, Manuel y otro", Fallos 304:1820).
(50) Ver voto del juez Carlos A. Carranza Casares al dar respuesta al segundo
interrogante.
(51) C. Nac. Civ., en pleno, 2/8/1993, "Vázquez, Claudia A. v. Bilbao, Walter y otros".
(54) Ver voto del juez Carlos A. Carranza Casares al dar respuesta al segundo
interrogante de "Samudio".
(56) Del voto del juez Racimo en "Samudio" al dar respuesta al segundo
interrogante.
(61) Medina, Graciela y Hollweck, Mariana, "¿Cómo proteger los alimentos de los
efectos de la inflación, de la emergencia económica y de la mora?", RDPyC,
Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2001, p. 252.
(62) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 480. Estos autores afirman que las obligaciones dinerarias y
las de valor carecen de un ser real y que se distinguen en cuanto a su ser de razón,
derivado de las caracterizaciones que de ellas se hacen.
(63) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 478.
(64) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, ps. 166/167.
(67) Ver la respuesta brindada por la jueza De los Santos al tercer interrogante en el
fallo plenario "Samudio". Una muestra de la aplicación de dicho criterio puede verse
en el fallo "L., J. L. y otro v. Arcos Dorados S.A s/daños y perjuicios", dictado por la
(68) Corte Sup., 22/12/1992, "García Vázquez, Héctor y otro v. Sud Atlántica Cía. de
Seguros", Fallos 315:2980, entre muchos otros.
(69) La noción de equidad se encuentra regulada en los arts. 907 y 1069, CCiv., y ha
sido mantenida en el art. 1742, Proyecto de reforma y unificación de los Códigos Civil
y Comercial de la Nación (dec. 191/2011), siendo este último una síntesis de aquéllos
y sumándose, justamente, como pauta de evaluación "las circunstancias del hecho".
Algo similar ocurre con lo que fue la modificación al art. 656, párr. 2, en la reforma
introducida a través de la ley 17711 (1968), vinculado con la atenuación de la pena
estipulada como cláusula penal. Adviértase que allí también se empleó la fórmula
"...y demás circunstancias del caso" como pauta de valoración para que el juez
acceda a dicha atenuación, lo cual fue reproducido en el art. 794, Proyecto de
reforma y unificación aludido. A ello puede añadirse que en el art. 771 de este último
se dispuso, bajo el rótulo de "facultades judiciales", que el juez pueda, en las
circunstancias allí previstas, reducir los intereses. Finalmente, y tal vez ésta pueda
presentarse como la pauta más importante por su ubicación en el Proyecto, es
preciso subrayar que en el art. 1 de éste (titulado "Fuentes y aplicación") se dispone
que para resolver los casos que ese Código rige "...se tendrá en cuenta la
jurisprudencia en consonancia con las circunstancias del caso" (Galmarini, Pedro,
"Gestión de negocios. Empleo útil. Enriquecimiento sin causa. Declaración unilateral
de voluntad", en Rivera, Julio C. [dir.], "Comentarios al Proyecto de Código Civil y
Comercial de la Nación 2012", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2012, ps. 962/963).
(70) "El art. 1092 del Anteproyecto de Bibiloni reemplazaba con una redacción más
precisa el actual art. 622, y establecía que el deudor moroso debía ‘los intereses
convenidos para ese supuesto’ (es decir, para la mora). Luego preveía que ‘si no
hubiere pacto sobre ellos, debe los intereses compensatorios del contrato, y en su
defecto los corrientes en el lugar de cumplimiento, según la tasa que los bancos
cobrasen por sus préstamos ordinarios’" (Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios",
cit., p. 85). Este autor (Barbero), siguiendo la postura de Bibiloni, concluye que no se
admite más que la tasa de los créditos bancarios, pero tampoco menos. La
explicación de ello, de modo sucinto, radica en que si el acreedor no consigue
acceder a dicho crédito no es culpa del deudor, pero tampoco del acreedor (Barbero,
Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 86).
(73) Ver último párrafo de los fundamentos del juez Racimo, que integra la mayoría,
al responder el segundo interrogante en "Samudio".
(74) La minoría que votó en el sentido indicado respecto del segundo interrogante,
similar al aquí propuesto en el apartado VII de este trabajo, estuvo integrada por los
camaristas Li Rosi, Álvarez Juliá, Cortelezzi, Díaz Solimine, Varela y Mattera.
(75) C. Nac. Civ., sala A, 21/6/2012, "Lier, Jorge P. v. Camara, Francisco J. y otros
s/daños y perjuicios (acc. tran. v. les. o muerte)", LL Online AR/JUR/32390/2012.
(76) Ibíd.
(78) C. Nac. Civ., sala B, 23/3/2011, "Morilla, Silvia R. v. Trenes de Buenos Aires S.A
s/daños y perjuicios".
(79) C. Nac. Civ., sala C, 31/5/2010, "M., C. A. v. Arte Radio Televisivo Argentino S.A y
otro", y del 3/5/2011, "Bidart, Patricia v. Lin De Tan Kuei Chiao y otro s/daños y
perjuicios".
(80) C. Nac. Civ., sala D, 16/10/2012, "Sematur S.R.L v. Puertas Rivera, Jesús A. y
otros s/daños y perjuicios".
(81) C. Nac. Civ., sala D, 14/9/2010, "Santich, María Cristina y otro v. Microómnibus
Ciudad de Buenos Aires SATCI y otro".
(82) C. Nac. Civ., sala E, 27/12/2010, "Socodo, Diego C. v. Velardi, Cayetano y otros";
28/2/2011, "Ramírez, Ricardo A. v. Club Atlético Boca Juniors y otros" y 19/10/2012,
"Garay, Miguel Ángel v. Canal, Raúl Ramón y otros s/daños y perjuicios".
(84) C. Nac. Civ., sala F, 18/4/2012, "Bursa, Ángel R. y otro v. Renault Argentina S.A
s/daños y perjuicios".
(85) C. Nac. Civ., sala G, 13/2/2012, "Lella, Pablo E. v. Casarotto, Gastón M. y otros
s/daños y perjuicios".
(86) C. Nac. Civ., sala H, 7/5/2012, "Maydana, María Florencia v. Metrovías S.A
s/daños y perjuicios".
(87) Ibíd.
(88) C. Nac. Civ., sala I, 14/10/2010, "Venturi, Stella M. v. Micro Ómnibus Quilmes S.A.
Línea 159".
(90) C. Nac. Civ., sala J, 19/4/2012, "Acuña, Marcela A. y otros v. Garret, Gerardo A. y
otros s/daños y perjuicios".
(91) C. Nac. Civ., sala J, 3/5/2012, "Santa Cruz, Roberto v. Fernández, Jorge R. y otros
s/daños y perjuicios" y 30/8/2012, "Gómez, Roberto Daniel y otro v. Arcos Dorados
Argentina S.A y otro s/daños y perjuicios".
(92) C. Nac. Civ., sala K, 28/10/2010, "Félix, Marcelo Sebastián v. Romano, Matías
Adrián"; 6/4/2011, "V. E., G. V. v. M., R. s/daños y perjuicios" y 18/10/2012, "Biscia,
Claudia H. v. Fernández, José y otros s/daños y perjuicios".
(93) C. Nac. Civ., sala L, 13/7/2012, "Mateu, Alfredo L. v. Metrovías S.A s/daños y
perjuicios".
(94) C. Nac. Civ., sala L, 12/7/2012, "Marotto, Miriam E. v. Transporte Atlántida S.A
s/daños y perjuicios" y 13/7/2012, "Mateu, Alfredo L. v. Metrovías S.A s/daños y
perjuicios".
(95) C. Nac. Civ., sala M, 23/9/2010, "Toledo, William D. v. Jaureguialzo, Juan María y
otros" y 10/11/2010, "Martelli, Héctor v. Supermercados Toledo S.A y otro".
(97) C. Nac. Civ., sala M, 24/5/2012, "León Lydia v. Benítez, Nelson Alfredo y otro
s/daños y perjuicios".
(102) C. Nac. Trab., 7/5/2002, acta 2357, ampliada por la resolución 8 de 2002. Cabe
aclarar que esto último no se trata de un plenario, sino de una recomendación que
se hace a los jueces respecto de la aplicación de la tasa de interés.
(104) C. Cont. Adm. y Trib. Ciudad Bs. As., 15/10/2010, "Claude, Matías G. y otros v.
GCBA s/daños y perjuicios".
(105) C. Cont. Adm. y Trib. Ciudad Bs. As., 3/5/2012, "Pereyra, Leo L. v. GCBA y otros
s/empleo público".
(106) C. Cont. Adm. y Trib. Ciudad Bs. As., 2/2/2010, "Pereira do Amaral, Beatriz S. v.
GCBA".
(107) Corte Sup., 19/8/2004, "Serenar S.A v. Buenos Aires, Provincia de s/daños y
perjuicios"; 12/8/2008, in re "Reynot Blanco, Salvador C. v. Santiago del Estero,
Provincia de s/daños y perjuicios", entre muchos otros.
(108) Sup. Corte Bs. As., 29/9/2010, "Florentin, Leonor v. Guevara, Roberto,
Compañía de Ómnibus ‘25 de Mayo’ S.A y otros s/daños y perjuicios", entre otros.
(111) C. Nac. Com., 25/8/2003, en pleno, "Calle Guevara, Raúl (fiscal de Cámara)
s/revisión de plenario".
(112) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 277. Dichos autores consideran lógico que la evaluación del
daño se lleve a cabo en el acto que importa el dictado de la sentencia, debido a que
ésa es la oportunidad procesal en la que se fija la cuantía del perjuicio y la más
cercana a la fecha de pago.
(115) Ver fundamentos aportados por los jueces Piaggi, Monti y Caviglione Fraga en
el plenario "La Razón", aquí citado.