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Intereses y tasas de interés: repaso y actualidad

Sumario: I. Introducción.— II. Intereses y tasas de intereses: finalidad.— III. Régimen


legal en la Argentina: art. 622, CCiv.— IV. Obligaciones de dinero y de valor.— V.
Fijación de la tasa de interés por los jueces.— VI. ¿Es procedente establecer una
doctrina plenaria sobre tasa de interés?— VII. Aplicación de tasas de intereses por los
tribunales.— VIII. Conclusiones

Autores: Yuvone, Natalia L. Galmarini, Pedro

Citas: TR LALEY AP/DOC/843/2013

I. INTRODUCCIÓN

El objeto de este trabajo consiste en dar cuenta de la realidad actual en torno a la


aplicación de intereses y de tasas de interés por algunos de los tribunales
argentinos, sobre todo por aquellos que tienen asiento en el territorio de la ciudad de
Buenos Aires, y en ofrecer ciertas conclusiones acerca de la pertinencia de la tasa de
interés que consideramos de aplicación adecuada por parte del Poder Judicial.

Para lograr dicho propósito, resulta necesario proponer un repaso previo de aspectos
sustanciales de la materia madre en la que los intereses encuentran su génesis y
desarrollo, esto es, el derecho de obligaciones civiles y comerciales, así como de la
realidad histórica reciente en relación con dichos aspectos y con otros; v.gr., de
índole económica.

De modo que en este artículo emplearemos como metodología de trabajo ir desde lo


teórico hacia lo práctico y desde lo general a lo particular. En suma, abordaremos los
tópicos más relevantes de la materia que nos ocupa vinculados con la temática
propuesta, justamente con la finalidad de proporcionar a los destinatarios de la
publicación de este trabajo un panorama integral de cómo, cuándo y por qué se
aplican intereses a los créditos adeudados y qué tasas corresponde utilizar.
Asimismo, haremos hincapié en cómo operan en el sentido indicado algunos de los
tribunales sobre los que fijaremos la mirada, en los casos que les son sometidos a su
decisión.

Además, juntamente con la exposición de los temas que consideramos atingentes al


cometido del trabajo y, luego de ella, daremos nuestra opinión acerca de ciertas
cuestiones, tales como la pertinencia de la aplicación de determinadas tasas de
interés conforme el régimen legal que rige en nuestro sistema jurídico; los problemas
que se plantean ante la aplicación de una u otra de ellas; las variantes vinculadas
con los momentos a partir de los cuales corresponde aplicarlas, en tanto ello puede
repercutir en la duplicación de la indemnización; la posibilidad, como alternativa, de
aplicar una tasa de interés distinta a las utilizadas por los bancos oficiales, entre
otras.

II. INTERESES Y TASAS DE INTERESES: FINALIDAD

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En nuestro Código Civil no se brinda una definición del término interés, lo cual puede
responder a lo expresado por Vélez Sarsfield en la nota al art. 495 en cuanto a que
"...las definiciones son impropias de un código de leyes...".

La doctrina caracteriza este instituto como el aumento paulatino que experimenta


una deuda de dinero, en razón de su importe y del tiempo transcurrido, prorrata
temporis. No brota íntegro en un momento dado, sino que germina y se acumula
continuadamente a través del tiempo (1).

Son dos las causas que podrían generar el crecimiento o aumento de la deuda
pecuniaria. Por un lado, el precio que se cobra por el uso del dinero ajeno (o como
fruto civil del capital en los términos de los arts. 2330 y 2424 in fine, CCiv.). Por el
otro, debido a la indemnización que se fija ante el retardo, por parte del deudor, en
el cumplimiento de dicha obligación (2).

Respecto de su clasificación, puede efectuarse en orden a su origen o a su finalidad.


Si se atiende a la primera de ellas, se lo clasifica en voluntario y en legal (3).

Desde el punto de vista de su función o finalidad, el interés voluntario se bifurca en


lucrativo y en punitorio, mientras que el legal, en retributivo y en moratorio. A su
vez, estas divisiones muchas veces se presentan como clasificaciones de las tasas,
recibiendo el nombre de "tasa moratoria", "tasa compensatoria", etcétera.

Los intereses lucrativos o compensatorios resultan ser los frutos civiles del capital
(4), por cuanto son los que se fijan como contraprestación por el uso del dinero ajeno
o suerte de "precio de ese uso" (5). Son aquellos que se prevén en materia de
obligaciones dinerarias. Son independientes del factor de atribución subjetivo (culpa
o dolo) por cuanto son debidos aun ante el cumplimiento de la obligación. Al margen
de toda convención y en situaciones especiales pueden ser instituidos a través de la
ley atendiendo a razones de equidad y como producto del uso del dinero ajeno.

Por su parte, los intereses punitorios operan en las convenciones como una
modalidad de cláusula penal moratoria (6) y se adeudan en razón de la privación del
dueño de un capital que el deudor no tiene derecho a retener para sí. Según
Llambías, operan como sanción resarcitoria y como indemnización (7).

En el ámbito de los intereses fijados en la ley, los retributivos o también


denominados compensatorios legales no se relacionan con la idea de sanción sino
con el carácter fructífero de los capitales que, de no ser así, haría inequitativo que
quien invierte dinero deje de ganar su rédito. Tienden a mantener un equilibrio
patrimonial y son concebidos en determinados supuestos, operando como un
régimen de excepción (8).

Finalmente, los intereses moratorios son aquellos que resultan de la ley y cobran
virtualidad ante el retraso del deudor en el cumplimiento de la obligación dineraria.
Se encuentran previstos en el art. 622, CCiv., y son exigibles aun cuando su
estipulación —como intereses punitorios— haya sido omitida por las partes.

El incumplimiento de una obligación de dar dinero acarrea una presunción legal del
perjuicio y de la relación causal de aquél con el retardo imputable al deudor. El
interés moratorio se debe sin necesidad de que el accipiens acredite haber sufrido
un perjuicio. De modo que el deudor moroso resulta responsable por "los daños e

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intereses que su morosidad le causare al acreedor en el cumplimiento de la
obligación" (9).

Por último, cabe agregar que los créditos que devengan intereses moratorios son
aquellos que derivan de las obligaciones de dar dinero y de las de valor que,
finalmente, se satisfacen en dinero (10).

En este artículo nos abocaremos básicamente al análisis de este último tipo de


interés.

III. RÉGIMEN LEGAL EN LA ARGENTINA: ART. 622, CCIV.

El régimen de los intereses moratorios se encuentra contenido en el libro II ("De los


derechos personales en las relaciones civiles"), secc. I, parte I ("De las obligaciones
en general"), tít. VII ("De las obligaciones de dar"), cap. IV ("De las obligaciones de
dar sumas de dinero"), art. 622, CCiv. En él se establece, en lo que aquí interesa, que
"[e]l deudor moroso debe los intereses que estuviesen convenidos en la obligación,
desde el vencimiento de ella. Si no hay intereses convenidos, debe los intereses
legales que las leyes especiales hubieren determinado. Si no se hubiere fijado el
interés legal, los jueces determinarán el interés que debe abonar".

Y, en su nota, Vélez Sarsfield aclaró que se "...abstuvo de proyectar el interés legal,


porque el interés del dinero varía tan de continuo en la República, y porque es muy
diferente el interés de los capitales en los diversos pueblos. Por lo demás, el interés
del dinero en las obligaciones de que se trata, corresponde a los perjuicios e
intereses que debía pagar el deudor moroso".

A su vez, este artículo se conjuga con el 508 del mismo plexo normativo. Como se
mencionó anteriormente, los intereses moratorios cumplen una doble función. Por un
lado, procuran el resarcimiento del acreedor (se intenta reparar el perjuicio
ocasionado a consecuencia del retardo injustificado e imputable al deudor en el
cumplimiento de la obligación); por el otro, mantener el valor del capital de condena.

La primera función referida debe ser integral en los términos del art. 1083, CCiv. Para
que ello ocurra, los intereses deben compensar la indisponibilidad del capital durante
el transcurso de la mora y cubrir la pérdida del valor adquisitivo de la suma
adeudada. De esta forma, se procura que el acreedor no reciba una suma nominal
depreciada en lugar de la justa indemnización que por derecho le asiste para paliar
el daño que el incumplimiento le habría ocasionado.

En otro orden de ideas, cabe mencionar que en el mentado art. 622 se faculta a los
jueces a determinar la tasa de interés moratoria que operará como indemnización
por el incumplimiento de las obligaciones de dar sumas de dinero. Dicha facultad
consiste en la selección de una tasa corriente —debe existir y no ser hipotética— que
cumpla la función resarcitoria referida en la nota al artículo precitado y que sea
retributiva en la indemnización compensatoria por el incumplimiento de la
obligación.

La "omisión" de Vélez en fijar el interés legal y la delegación de esta facultad al


Poder Judicial no supone la creación de un sistema casuístico. Entendemos que fue
contraria, justamente, la intención del codificador al disponer un interés legal y,

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subsidiariamente, que el Poder Judicial seleccione un interés moratorio conveniente
atendiendo a los factores de tiempo y de lugar.

No se trató de una omisión involuntaria, la que "jamás se supone en el legislador"


(11), sino que se intentó suplir un sistema de interés legal o edictal uniforme (como
lo era el previsto en el art. 1153, Código Civil francés, fuente de nuestra norma) por
un régimen de interés judicial uniforme con el que se atendiera a las variaciones del
precio del uso del dinero.

La tasa del interés es variable por su naturaleza y corresponde a la ley su


determinación. Esa característica especial hace que no pueda ser dispuesta en un
código de fondo, sino en una ley especial. Nótese que, en este sentido, los creadores
del Código Civil francés de 1807, en el art. 1907 decidieron diferir la fijación de la
tasa de interés moratorio a las leyes especiales y dejar libre la de interés
convencional.

En el art. 1153, Código Civil francés (derivación del modelo doctrinal de Pothier), se
partía de la existencia de una tasa legal denominada tasa de la ordenanza, que
remitía al edicto de 1770, con antecedente en diversas disposiciones del régimen
monárquico.

La fijación de una tasa legal emitida por el gobierno se debió a la inexistencia de un


interés corriente semejante al que regía en las relaciones entre comerciantes. Al
respecto, se consideró que toda sociedad ordenada precisaba de la imposición de un
interés legal para los contratos de hipotecas y para todos los actos públicos.

Incluso, no existió un máximo de interés convencional pero subsistió la tasa legal


según el régimen previsto en la época revolucionaria durante el período que corrió
entre las sanciones del Código Civil de 1804 y de la ley de septiembre de 1807.

Al no existir un interés corriente en las relaciones civiles (por cuanto se torna


dificultoso determinarlo por devenir de compromisos asumidos entre particulares con
necesidades mutas), el gobierno fijó el interés legal sobre la base de cuál habría sido
el interés en los contratos civiles en los que no existía, como dijimos, un interés
corriente. En este sentido, podría concluirse que aquél fue elaborado por parte de la
doctrina a partir del precio ordinario que podían obtener los particulares en los
mutuos civiles.

La concepción propuesta se estructuraba desde una mirada al préstamo entre


individuos privados. El interés en cuestión era el que se podía sacar de una suma de
dinero que en un principio estaba fuertemente relacionada con las rentas (rentes o
revenus) de la explotación de la tierra y que, sobre todo a partir de Pothier y
especialmente con el Código Civil de 1804 y con la ley de 1807, se vinculó al precio
máximo y lícito del mutuo civil.

En conclusión, el sistema del derecho clásico francés sólo consideraba la tasa del
mutuo civil como pauta para el cálculo del interés legal.

Si bien el sistema de tasa de interés judicial de Vélez recibe la influencia de la


tradición clásica francesa (concepto de interés legal uniforme, indignidad del Código
para establecerlo, imputación de daño en las obligaciones de dar sumas de dinero y
ajuste a forfait independientemente del daño efectivamente producido), difiere

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consideradamente por cuanto se adiciona la posibilidad de que la tasa de interés sea
determinada judicialmente atendiendo a las variables de tiempo y de lugar.

En este sentido, la regla propuesta en nuestro Código no consiste en un sistema de


politasas, ni de monotasa. La multiplicidad de tasas de interés judicial en las
obligaciones de dar sumas de dinero afectaría la previsibilidad económica exigible en
el derecho civil imponiendo una diversidad que conspiraría contra el sistema
uniforme y presunto en la tarifación del daño en las obligaciones de dar sumas de
dinero. Tampoco resultaría viable la imposición de una única tasa en toda la Nación,
fijada en la ley respectiva, que fuese invariable en razón del tiempo.

En el derecho civil debe existir una tasa que determinen o seleccionen los jueces en
función del precio corriente del dinero pero con la facultad de que estos porcentajes
varíen en razón del espacio o lugar (jurisdicciones) y de la temporalidad, para que no
deje de cumplir su función indemnizatoria real promedio (12).

A mayor abundamiento, y como se expresará en otro acápite de este trabajo (III, c],
iii], 1.3), puede advertirse que en el dec. 941/1991 se utiliza el término "podrá" como
sugestivo de la aplicación de la tasa de interés allí referida (13) (esto es, la pasiva
promedio que publica mensualmente el Banco Central de la República Argentina [en
adelante, BCRA]).

En nuestro país, las tasas del interés suben y bajan. A partir de ahí, cabe preguntarse
¿por qué entonces sujetarse a un porcentaje legal que en ocasiones podrá resultar
muy alto y en otras demasiado bajo? (14). En esta línea argumentativa estamos de
acuerdo con que la fijación de un porcentaje legal podría devenir en una tasa inferior
a la corriente, resultando esta situación, en consecuencia, una especie de invitación
para el deudor o un incentivo para que, ante determinadas circunstancias, opte por
incumplir con su obligación; o, en su caso, una forma de que los acreedores financien
la ganancia de los deudores reticentes a cumplir.

En este sentido es que consideramos atinado el sistema que se brinda en el Código


Civil.

a) Ámbito de aplicación

Los intereses moratorios encuentran su génesis en el estado de mora del deudor en


el cumplimiento de su obligación. Como referimos anteriormente, son previstos para
las obligaciones de dar dinero y las de valor, que finalmente se satisfacen en dinero.
En consecuencia, tales intereses representan el daño moratorio, que deriva del
incumplimiento tardío y ocasiona la insatisfacción temporaria del acreedor.

Asimismo, este precepto resulta extensible a las demás obligaciones que no tienen
por objeto el dinero. Ello no obstante, en estas últimas el daño no es presumido, sino
que debe ser acreditado por quien lo alega.

En los casos de daños derivados de un hecho ilícito (responsabilidad extracontractual


o aquiliana), la deuda indemnizatoria resulta ser una deuda de valor porque su fin
consiste en la reposición de las cosas a su estado anterior (art. 1083, CCiv.).

En lo referente a los alcances del art. 622, CCiv., y a la mora del deudor, corresponde
estarse al régimen general sobre sus efectos previstos en el art. 509 de dicho

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Código. Es decir, que los intereses moratorios corren a partir del vencimiento de la
obligación a plazo cierto, sin necesidad de interpelación alguna por cuanto ésta se
produce de pleno derecho. En el supuesto de los hechos ilícitos, la mora también se
configura automáticamente "desde el día en que se produce cada perjuicio objeto de
reparación" (15).

Por último, resta analizar cuál resulta ser el límite de la responsabilidad del deudor.
Es decir, si lo que se prioriza al imponer una tasa de interés moratoria es mantener
incólume el patrimonio del acreedor ante el retardo injustificado por parte del deudor
en el cumplimiento de la obligación.

En este orden de ideas, consideramos que la tasa de interés debe representar el


daño causado al acreedor por la privación de su capital, traducida en una renta
semejante a la que aquél habría obtenido en caso de prevalerse del dinero en tiempo
y forma y de la que, eventualmente, podría haber retirado en el marco de un mutuo
civil. Esta última idea será desarrollada con mayores precisiones en el punto III, c),
iii), 1.

Cuando el deudor no paga su obligación en tiempo oportuno, la consecuencia directa


de dicho incumplimiento se traduce en la pérdida de inversión del capital por parte
de su acreedor y, consecuentemente, de la ganancia (intereses) que éste se vio
impedido de percibir conforme la pauta expuesta precedentemente.

Por otro lado, seguimos el criterio de que, en la medida en que el ámbito de


aplicación del art. 622, CCiv., corresponde a las obligaciones de dar sumas de dinero
(y de las de valor, una vez que son traducidas en dinero) aplicar los rubros daño
emergente y lucro cesante —que se constituyen en las categorías clásicas del daño
patrimonial resarcible (arts. 519 y 1069, CCiv.)— no resulta adecuado con el sistema
y la dinámica establecidos en dicho Código. Este aspecto se vincula con la extensión
del resarcimiento de los distintos tipos de obligaciones que integran el régimen civil
y comercial de nuestro país.

Desde esa perspectiva y tomando como pauta lo expuesto por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el precedente "YPF" (16), en el apartado III, c), iii), 1.1, será
examinado lo relativo a la temática aludida con mayor profundidad.

Por último, también anticipamos que será objeto de análisis lo concerniente a si la


tasa de interés es materia federal o de derecho común, en tanto eso resulta
indispensable para la procedencia de que los jueces cumplan con la pauta
manifestada en la nota al art. 622, CCiv., y el alcance de dicho parámetro.

b) Art. 565, CCom.

A través de la aplicación analógica del art. 565, CCom., es que fue suplida, durante
más de un siglo, la falta de previsión de la tasa moratoria del art. 622, CCiv. Así, se
consideró que "los intereses que cobran los bancos públicos" resultaba la tasa de
interés concordante con el carácter resarcitorio que debía guardar la indemnización
a cargo del deudor moroso. En este sentido, solía considerarse el interés que las
instituciones financieras requerían y no el que ellas pagaban por cuanto aquél era al
que, según se entendía, habría de someterse el acreedor ante la imposibilidad de
contar con su dinero a tiempo, en razón de que tendría que recurrir al crédito (17).
Ello no obstante, debemos anticipar que nosotros nos alineamos con otra postura en

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cuanto a la fundamentación por la cual corresponde la aplicación de dicha tasa, la
cual será expuesta en el pto. III, c).

Corresponde hacer la salvedad de que el codificador, en el art. 622, no efectuó un


reenvío a la normativa mercantil y a la tasa de descuento allí estipulada. Ello resulta
técnicamente inadmisible, por cuanto las leyes comerciales suponen la existencia de
las civiles, funcionan como su excepción y parten de antecedentes estipulados en el
derecho común, de manera tal que no podría haberse remitido desde lo general y
ordinario (Código Civil y, en este caso, el art. 622 como norma de reenvío) a lo
particular y excepcional (art. 565, CCom.) (18). La analogía con la normativa
comercial resultó precisa para asimilar el mutuo civil al comercial y, ante la falta de
tradición legal de intereses al respecto, para adecuar los que se cobraban en los
préstamos entre particulares a los que se estipulaban en el comercio.

Así, en virtud de una analogía funcional (ambas tasas cumplen la misma función), la
renta a considerar es la correspondiente a la tasa eventual del mutuo civil. Por ello, y
ante la inexistencia de ésta como precio corriente del dinero, resulta admisible
recurrir a la tasa del art. 565, CCom., que es una figura jurídica análoga (mutuo
comercial) y cumple una función análoga (retribuir el uso del dinero) a la que se
encuentra en la base de la tarifación de los intereses moratorios en el art. 622, CCiv.

En este sentido, en líneas generales y sin perjuicio de la ampliación de fundamentos


que haremos al respecto durante el desarrollo de este trabajo, los tribunales se
atuvieron a dicha directiva y, a falta de estipulación convencional, liquidaron los
intereses a la tasa que cobraba el Banco de la Nación Argentina en sus operaciones
ordinarias de descuento (19).

c) Indexación, valores actuales y tasas de interés

Los tres aspectos mencionados en el título correspondiente a este segmento del


trabajo son de vital importancia respecto de la temática aquí analizada.

Ello es así porque, finalmente y de alguna manera, operan como límites al marco de
acción con que cuentan los jueces para cuantificar los perjuicios que, en sus distintas
variantes, deben ser reparados a través de las indemnizaciones (20) que dichos
magistrados deben determinar en los casos en los que entienden.

1.— Indexación

En primer lugar, es menester recordar que en la ley 23928 —vigente— se estableció


el principio nominalista (21) y la expresa prohibición de todo procedimiento o
sistema de estabilización o reajuste, convencional o legal. Así también se dispuso
que, a partir del 1/4/1991, quedaba derogado todo lo establecido o pactado
anteriormente a esa fecha en relación con la actualización o indexación, respecto de
las relaciones y situaciones jurídicas existentes (22).

La prohibición de indexar fue recientemente avalada por la Corte Suprema en el caso


"Massolo", en la que el tribunal puso de manifiesto, entre otras cosas, que tanto la
ley 23928 (de Convertibilidad) cuanto la ley 25561 (Emergencia Pública y Reforma
del Régimen Cambiario) eran de orden público, razón por la cual sus disposiciones no
podían ser modificadas por la voluntad de los contratantes (23).

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Otro aspecto que ha sido destacado por el Alto Tribunal fue el objetivo
antiinflacionario que, mediante la prohibición genérica de la indexación, se
propusieron alcanzar los legisladores a través de la sanción de las leyes federales
mencionadas, siendo ella una medida de política económica con la que se procura
evitar que el alza de los precios relativos correspondientes a cada uno de los
sectores de la economía, al reflejarse de manera inmediata en el índice general
utilizado al mismo tiempo como referencia para reajustar los precios y salarios de
cada uno de los demás sectores, contribuya de manera inercial a acelerar las alzas
generalizadas de precios y a crear desconfianza en la moneda nacional (24).

Aquí aparece un elemento fundamental que se vincula con el tema tratado: la


inflación. Es decir, en épocas en las que los índices de inflación son elevados y
superan a los de las tasas de interés que, en el ámbito judicial, suelen aplicarse con
el objeto de compensar la pérdida del valor de la moneda o para mantener incólume
el crédito por el transcurso del tiempo en el que el acreedor no puede disponer del
dinero que se le debe, pues surge evidente un problema que viene dado por la
imposibilidad de indexar o actualizar créditos.

Entiéndase bien, más allá de que indexación e intereses responden a concepciones y


finalidades distintas, se encuentran interrelacionados, aunque más no sea de modo
indirecto.

Al respecto, es oportuno entonces señalar que, por vía de principios, "...no hay
confusión posible: la indexación es un medio para mantener igual (en términos de
poder adquisitivo) al capital; el interés, por el contrario, significa un plus, algo más
que se agrega a la deuda del capital" (25).

Dicho eso, debe tenerse presente que el problema, particularmente, surge respecto
de las obligaciones de dar sumas de dinero, es decir, aquellas vinculadas con el
ámbito de aplicación del art. 622, CCiv.

Ello es así por cuanto, de acuerdo con lo previsto en la ley 23928, rige el principio
nominalista y, por tanto, la suma pactada se mantiene inmóvil, aun mediando mora.
De modo que, en principio, la vía para reparar el daño moratorio in totum es la de la
aplicación de intereses (26), quedando vedada toda forma de actualización conforme
lo aquí expuesto.

Respecto de esto último, es pertinente recordar que en el art. 7, ley 23928, se hace
referencia exclusivamente a las obligaciones de dar sumas de dinero, las que se
cumplen, según también allí se dispone, entregando la cantidad nominalmente
expresada. A partir de ello, siguiendo a Trigo Represas cabe concluir que todos los
débitos que no se hallen liquidados y determinados en una precisa cantidad de
"pesos", al no estar expresados nominalmente en un importe concreto, quedan
igualmente excluidos de los alcances de tal normativa. Y es por esta razón también
que, a los fines de su ulterior pago, podrán ser liquidados respetándose a su
respecto la misma aptitud patrimonial que tuvieron en su origen, aunque ello se
traduzca en una cantidad numéricamente mayor que la adeudada al tiempo del
nacimiento de la obligación, siempre que en definitiva ambas sumas tuviesen
idéntico poder adquisitivo (27).

Ahora bien, así y todo, la Corte Suprema insiste con la aplicación de la tasa de
interés pasiva promedio que publique el BCRA, sumando como argumento para

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sostener su postura la prohibición prevista en las leyes 23928 y 25561 (28).

Por último, creemos pertinente finalizar este punto con la crítica efectuada por
Barbero sobre la fundamentación que llevó a aplicar la tasa pasiva en lugar de la
activa. Este autor dice que, por un lado, se afirmaba que la tasa activa protegía al
acreedor de la inflación (ya que ésta computaba la inflación) y, en consecuencia, era
una indexación encubierta. Sin embargo, se resolvía aplicar la pasiva con el objeto
de mantener el valor del crédito debido. En definitiva, concluye Barbero que al
aplicar dicha postura se está haciendo de todos modos lo que se entiende prohibido
(29).

2.— Valores actuales

Un aspecto fundamental es situarse en el momento en el que se fijan los montos que


corresponde pagar en virtud de los incumplimientos que genera el deber de reparar.
Ello así con el objeto de determinar cuáles son las repercusiones de que se lo haga
en ese momento y no en otro, tomando en cuenta los diferentes tipos de
obligaciones que existen en nuestro régimen jurídico y las limitaciones expuestas en
el punto precedente.

El punto en cuestión se traduce, al cabo, en establecer si al momento de cuantificar


un perjuicio a valores actuales y no históricos, aplicando a su vez una tasa que
contiene entre sus componentes el de inflación, se está incurriendo en la duplicación
de la indemnización que corresponde pagar.

Es de suma utilidad, por lo ilustrativa que resulta a los efectos aquí pretendidos, la
intervención del juez Racimo sobre el asunto en el fallo plenario "Samudio". Él,
convencido de que el ámbito de aplicación del art. 622, CCiv., corresponde sólo a las
obligaciones de dar sumas de dinero, y ensayando una explicación de lo que importa
la utilización de un interés nominal y de uno real, entiende que la única forma de
mantener simetría entre el acreedor de una suma de dinero y el acreedor de una
indemnización compensatoria sólo puede sostenerse cuando el quantum de la
obligación y la determinación del quid de la obligación, respectivamente, son
establecidos a momentos históricos. A partir de ello concluye que cuando en la
sentencia se establece el monto de lo adeudado a valores actuales y se calcula la
tasa de interés con el componente de depreciación monetaria desde la fecha del
daño se computa dos veces la depreciación monetaria y se favorece a un tipo de
acreedor sobre otro (30) (léase: aquellos acreedores de obligaciones que no son de
dar sumas de dinero respecto de los que sí lo son).

En el mismo sentido se ha expresado Barbero al recordar que durante épocas de


gran inflación era común y correcto decir que no correspondía aplicar la tasa de
descuento sobre un capital actualizado, en tanto la tasa de descuento ya contenía un
plus para compensar la inflación (31).

La Corte Suprema también ha sido clara sobre el punto al exponer que resulta
indistinto, a los fines de la ley 23928, que el objeto inmediato de la obligación sea el
dinero o un valor abstracto que permita al acreedor adquirir ciertos bienes. Ello así,
en la medida en que, finalmente, lo decisivo es el momento en el que la obligación
se determina en una concreta suma de dinero, pues a partir de allí rige, sin
excepciones, la prohibición de estipular mecanismos de ajuste automático por
depreciación monetaria o de actualizar la deuda más allá del 1/4/1991 (32).

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Ahora bien, Zannoni, por su lado, sostiene un criterio opuesto al descripto
precedentemente. Al respecto, cuando debe expedirse en los votos que emite en la
sala F de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, donde en la actualidad
desempeña funciones como juez, marca una diferencia clara en relación con el punto
en discusión. Así, a diferencia de lo que entienden sus colegas de sala, él considera
que no es correcto sostener que el capital de condena incluye el componente
inflacionario. Aduce que la circunstancia de que, cuando se trata de resarcimientos
derivados de hechos ilícitos, el juez en la sentencia estima ciertos rubros
indemnizatorios a valores actuales (lo cual se hace a los fines de preservar en
equidad el carácter resarcitorio de la indemnización), no significa que se actualicen
los montos reclamados en la demanda o que se apliquen índices de depreciación
monetaria. Sobre esto último señala dos aspectos en los que asienta su postura. El
primero, que los procedimientos de actualización están prohibidos en las leyes
23928 y 25561. Y respecto del segundo aduce que, aunque pudiera argumentarse
que, más allá del límite legal indicado, la obligación de resarcir daños constituye una
típica obligación de valor que se liquida en dinero, existe consenso en que, por lo
menos a partir del dictado de la ley 23928, los montos liquidados por quien reclama
el resarcimiento en juicio constituyen parámetros que deben respetarse en
acatamiento del principio de congruencia, salvo lo que, en más o en menos, surja de
la prueba producida durante el proceso (33). Este distinguido magistrado,
finalmente, para sostener su posición, recurre a un argumento de autoridad y a otro
lógico.

El primero de ellos es sostenido a partir de la remisión sin más a la prohibición


prevista en las leyes 23928 y 25561. Ahora bien, ello por sí solo pareciera no ser
suficiente y, por tanto, es desde ahí que, a nuestro entender, recurre —ya como
necesidad para avalar su postura— a un argumento de índole lógico jurídica. Esto
último, ni más ni menos, es hacer uso de la fórmula "salvo lo que, en más o en
menos, surja de la prueba producida durante el proceso", reconocida en el ámbito
del derecho como apta para adecuar los montos requeridos en la demanda en virtud
de lo que resulte de la prueba producida en el marco del caso (34).

A partir de lo dicho, nos queda para nosotros que, más allá de la justificación que
ensaya este magistrado, al actuar como lo hace y como suele hacerse en la praxis
tribunalicia al dictarse el respectivo acto jurisdiccional con el que se pone fin al
proceso, al determinarse la cuantía de los daños en una sentencia conforme lo que
resulta de la prueba producida en el caso, en definitiva lo que se hace es aplicar
pautas de cuantificación asociadas con el tiempo de la sentencia o, en su caso, con
un momento ulterior al del reclamo efectuado en la demanda (v.gr. una pericia), pero
no con el de la liquidación efectuada al tiempo de la promoción de la acción. Por tal
razón, y sobre todo en tiempos como los actuales, en los que la inflación aparece de
modo claro en la realidad económica del país, el interrogante que surge
inmediatamente es cómo debería denominarse el cambio que existe en la
consideración de los jueces en cuanto a la estimación de los valores que sostienen
en un tiempo determinado respecto de otro ulterior. Esto es, si esos valores, en
algunos casos abstractos —como el "valor vida"—, no son modificados en razón de la
depreciación monetaria, pues cabe preguntarse en virtud de qué lo son.

Finalmente, añadimos que, como resultado de su postura, Zannoni aplica la tasa


activa determinada como doctrina legal en el plenario "Samudio" desde la mora y no

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desde la fecha en que se fijan los valores o montos indemnizatorios de acuerdo con
las variantes aquí señaladas.

Esta última consideración abre el camino para el tratamiento del tema siguiente.

3.— Tasas de interés

Sobre este punto nos interesa destacar dos cuestiones principales. La primera de
ellas, con sus desmembraciones, está vinculada con las causas por las cuales en los
tribunales se aplicaba y/o se aplica una u otra tasa de interés. La segunda se
relaciona con el carácter de la tasa de interés en lo referente a si se trata de materia
federal o de derecho común.

1. Pues bien, en lo que respecta a la primera de las cuestiones propuestas, de modo


liminar es preciso poner de relieve que el punto de partida para arribar a una
conclusión acerca de la pertinencia de la aplicación de una u otra tasa de interés
recae en el análisis del art. 622, CCiv., en su conjugación con los distintos tipos de
obligaciones que ofrece nuestro ordenamiento jurídico.

Asimismo, cabe recordar que la tasa de interés que históricamente aplicaban los
tribunales era la de descuento (activa). Como lo indica Barbero, nadie había pensado
que la mora pudiera derivar sólo en un interés pasivo, permitiendo retener el dinero
a una tasa por la que nadie lo prestaría (35).

Recordemos que en el Código Civil no se prevé un porcentaje de interés moratorio. Si


bien en el art. 622 de dicho cuerpo normativo —que encuentra fundamento en el art.
1153, Código Civil francés— se ha dispuesto como principio la existencia de una tasa
de interés legal y, subsidiariamente, ante su ausencia, que los jueces pudieran
determinar la tasa pertinente, el interés legal se funda en una disposición previa de
la ley en la que se establezca un precio por el uso del dinero, con la finalidad de que
rija en el orden civil, propendiendo a un régimen uniforme y previsible (36). Ahora
bien, "...el problema esencial —desde el punto de vista económico- es que resulta
dificultoso determinar el interés del comercio ordinario de la vida civil que se refiere
a los compromisos contraídos entre individuos que se acercan por sus necesidades
mutuas. No existe normalmente un interés corriente en estos casos. La fijación del
interés legal por disposición del gobierno supon[e] determinar previamente cuál e[s]
el interés que deb[e] regir en los contratos civiles en los que no existe un interés
corriente" (37).

El art. 622, CCiv., se basa en un concepto tarifado de presunción o imputación del


daño moratorio en las obligaciones de dar sumas de dinero que modifica el régimen
común. Es por ello que el cálculo de la tasa conveniente se fundamenta en el uso
presunto del dinero. A su vez, y recurriendo a lo expuesto en la nota al art. 622,
CCiv., es atinado advertir que el uso presunto del dinero por el acreedor de un mutuo
civil se realiza teniendo en cuenta el precio del interés del capital.

Ello, no obstante, habida cuenta de que el juez no cuenta con una tasa civil para los
mutuos, debe recurrir naturalmente al precio corriente de los capitales financieros,
de modo que la determinación judicial se aparta del puro sistema legal en cuanto se
funda en el precio corriente del dinero. En síntesis, la inexistencia de una tasa
corriente del interés convencional civil hace imprescindible recurrir a una analogía
con las tasas corrientes bancarias (38).

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Es a través de esa vía, entonces, que se arriba a la conclusión de que procede la
aplicación de la tasa activa que encuentra base legal en el art. 565, CCom. Esto es,
por la analogía que se presenta entre el préstamo del mutuante en el mutuo civil y el
préstamo del Banco de la Nación Argentina en el mutuo comercial.

La tasa que cobra esa entidad financiera en los mutuos bancarios es análoga
jurídicamente a la que cobra un individuo mediante un interés compensatorio a otro
individuo en los mutuos civiles. Lo decisivo, finalmente, sigue siendo que la tasa
legal se relaciona con el lucro eventual que habría podido obtener el acreedor
prestando su dinero si éste le hubiera sido restituido por el deudor al momento del
vencimiento de la obligación surgida del contrato contraído entre ambos. Es ésta
entonces una analogía jurídica.

Pero, a su vez, media una analogía funcional. Ésta se funda implícitamente en la


circunstancia de que en la concepción clásica de los intereses moratorios la tasa del
interés por el préstamo comercial cumplía la misma función que la tasa del interés
por el préstamo civil. Ello se traduce en que el acreedor debe ser resarcido con la
misma suma que habría obtenido de haber tenido a su disposición el monto al
momento en que le era debido. Lo que podría haber retirado de esa suma es,
genéricamente, lo que podría haber obtenido de haber prestado esa suma a otro
individuo. La tasa del mutuo comercial, así, cumple la misma función que la tasa del
mutuo civil y la posición del acreedor (mutuante hipotético) que no puede disponer
de su dinero es la misma que la del banco (39).

Desde la faz del deudor vemos que podría llegarse a la misma conclusión. El deudor
que se beneficia con la inejecución de la prestación debida corresponde que pague lo
que le costaría obtener por otro conducto el dinero que le prestaron (40).

Lo dicho es de suma importancia para entender desde lo conceptual la procedencia


de la aplicación de la tasa activa prevista en el art. 565, CCom., habitualmente
denominada "de descuento de documentos comerciales".

Ello lo aclaramos porque, como lo manifiesta el juez Racimo en "Samudio", si bien ha


sido tradición reiterada en nuestra doctrina la remisión al art. 565 indicado, lo cierto
es que la justificación provenía desde otra concepción, cual es que la tasa de interés
que corresponde aplicar es aquella que habría tenido que pagar el acreedor por la
necesaria toma de un préstamo a la entidad bancaria como consecuencia del
incumplimiento del deudor, lo cual ha sido entendido por parte de la jurisprudencia y
doctrina como daño emergente, en tanto se trataría de una consecuencia mediata
del incumplimiento.

1.1. Esta última interpretación habilita a observar que un razonamiento de ese tenor
es inexacto por distintas razones. En primer lugar, como se dijo, porque el ámbito de
aplicación del art. 622, CCiv., es propio de las obligaciones de dar sumas de dinero,
constituyéndose, así, en un sistema autónomo, cerrado y suficiente al que debe
recurrirse para obtener la solución legal a los incumplimientos vinculados con
aquéllas. Por lo tanto, a este tipo de obligaciones no se le aplican las normas de
derecho común, relativas a la extensión del resarcimiento de las obligaciones que no
tienen por objeto el dinero (41). Es por eso que, ante el incumplimiento de las
obligaciones de dar sumas de dinero, sólo corresponde el pago de intereses
moratorios (42). Sin perjuicio de ello, entendemos también que en caso de que el
deudor actuase con dolo, probado éste y el daño de que se trate, entonces sí se abre

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la vía para reclamar las consecuencias mediatas (art. 521, CCiv.), lo cual hace a la
coherencia del sistema todo, ya que, de lo contrario, tampoco aquí habría simetría
entre los acreedores que se transforman en sujetos activos de un reclamo pecuniario
como corolario de un incumplimiento malicioso.

Luego, más allá de lo expuesto precedentemente, y siguiendo a Alterini, Ameal y


López Cabana, consideramos que no es acertada la postura adoptada por la Corte
Suprema en el fallo "YPF" (43), en el sentido de que la consecuencia inmediata del
incumplimiento del deudor de dinero consistiría en el lucro cesante del acreedor,
representado por la tasa pasiva, y que su consecuencia mediata sería el daño
emergente, representado por la tasa activa.

Ello es así porque no es congruente con el sistema del Código Civil vincular de modo
estático los componentes del daño patrimonial resarcible (daño emergente y lucro
cesante [arts. 519 y 1.069]) con las consecuencias propias de la teoría de la relación
de causalidad adecuada que rige como pauta en el derecho de daños.

De tal forma, puede haber daño emergente y lucro cesante que sean consecuencias
inmediatas del incumplimiento, y daño emergente y lucro cesante que sean
consecuencias mediatas. Por tal razón, es inadecuado concluir que la tasa pasiva,
por constituir lucro cesante, es consecuencia inmediata del incumplimiento, y la
activa, como daño emergente, su consecuencia mediata. Por consiguiente, en tanto
la inmediatez de las consecuencias es antes lógica que cronológica y, a los efectos
de determinarla, debe tomarse como pauta lo previsto en el art. 901, CCiv., en
cuanto aquello que supone ocurrir de acuerdo con el curso natural y ordinario de las
cosas, nada obsta a que el daño emergente (tasa activa) sea consecuencia
inmediata del incumplimiento (44).

La tarifación del art. 622, finalmente, no se asienta en la consideración de las


consecuencias sino en la tarifación de los eventuales usos del dinero (45), los cuales
pueden ser múltiples tomando en cuenta las variantes existentes en función de las
alternativas con las que cuenta un particular al tiempo de disponer eventualmente
de su dinero.

1.2. Otro aspecto que resulta importante señalar es el hecho de que suele pasarse
por alto que tanto la tasa de descuento (activa) como la pasiva contemplan índices
inflacionarios.

Como señala Barbero, debe desterrarse de una vez por todas la idea de que la
inflación, los costos o las utilidades son la explicación de la cuantía de la tasa activa
y no de la pasiva. Debe repararse en que, justamente con el fin de evitar la
aplicación de tasas que contuvieran índices de inflación, durante períodos de este
flagelo se aplicaba un interés puro (46). De modo que, ante dicho panorama, lo que
se descartaba no era una tasa del mercado, sino todas, debido a que todas eran
tasas reales y, por tanto, en mayor o menor medida receptaban la inflación (47).

Es por eso que si la finalidad pretendida con la no aplicación de la tasa activa era
evitar una indexación encubierta, pues tampoco correspondería aplicar la pasiva, ni
alguna otra que contemplara índices de inflación.

1.3. Consideramos necesario sumar como argumento a este análisis el hecho de que
no hay razón para considerar obligatoria la aplicación de la tasa pasiva en virtud de

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lo previsto en el art. 10, dec. 941/1991.

No coincidimos con lo expuesto por la Corte Suprema en el precedente "YPF", en el


que se entendió que dicha normativa se constituía en ley especial sobre el punto y
que el art. 622, CCiv., reenviaba a aquélla (razón por la cual, además, se adujo que
ya no resultaba necesario acudir a la analogía a la que solía recurrirse respecto del
art. 565, CCom., y que derivaba en la aplicación de la tasa activa (48)).

Sostenemos la postura de que no cabe efectuar interpretación alguna sobre el


alcance del término "podrá" utilizado con toda claridad en la previsión normativa
establecida en el dec. 941/1991. Recuérdese que en el art. 10 de esta preceptiva se
prevé que "...el Juez podrá indicar la tasa de interés...".

Al respecto, resulta aplicable la regla que indica que no puede presumirse la


inconsecuencia del legislador (49), en el caso del presidente, tomando en cuenta el
tipo de normativa de que se trata. En este sentido se expresó el juez Carranza
Casares en el plenario "Samudio". Asimismo, en esa oportunidad, dicho magistrado,
contrariamente a los que sostenían el criterio de que el término "podrá" debía
entenderse como "deberá", añadió que lo que había que presumir era un deliberado
propósito de que el interés fuera establecido por los jueces de acuerdo con las
circunstancias del caso (50).

Otro dato que sirve como aval para sostener la postura aquí manifestada es el
cambio que hubo en el seno de la Cámara Nacional Civil respecto del criterio
sustentado en el plenario "Vázquez" (51), lo cual quedó de manifiesto al dictar el
siguiente fallo plenario sobre tasa de interés ("Alaniz") (52), en el que se ratificó la
procedencia de la aplicación de la tasa pasiva del BCRA.

Es que, si bien en el primero de ellos se entendió que la aplicación de la tasa pasiva


había pasado a ser obligatoria para los jueces tras el agregado que en el art. 10, dec.
941/1991, se hizo a través del dec. 529/1991 (53), tal y como lo pone de resalto el
propio Carranza Casares al exponer sus fundamentos en el plenario "Samudio", ya
en "Alaniz" la mayoría no insistió con el criterio de que lo dispuesto en el
mencionado decreto se constituía en el fundamento que obligaba a aplicar la tasa
pasiva (54).

En el mismo sentido se expidió la mayoría de los integrantes de la Cámara Nacional


de Apelaciones en lo Comercial en el fallo plenario "La Razón" (55).

1.4. Por otro lado, tampoco puede desconocerse que si las tasas que suelen aplicarse
por los tribunales contienen índices de inflación proporcionados por el organismo
público nacional encargado de confeccionarlos (Instituto Nacional de Estadística y
Censos [Indec]), siendo que existe un reconocimiento prácticamente uniforme de
que no son fidedignos de la realidad económica actual, entonces debe concluirse
también que los porcentajes que determinan los bancos oficiales, que se siguen de
ellos, no serían acordes con la realidad imperante.

1.5. La tasa de interés, a partir de lo dicho, debería ser la tasa activa (préstamos) del
lugar donde se pacte el contrato o donde ocurra el hecho ilícito en el tiempo en que
los incumplimientos respectivos se produjeran. Esa postura se sigue a partir de la
línea de fundamentación empleada por Vélez Sarsfield en la nota al art. 622, CCiv.
Nótese que allí él hace referencia a la diferencia existente respecto del interés de los

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capitales en los diversos pueblos, razón por la cual ponderó conveniente que los
jueces determinaran cuál era la tasa aplicable en razón del tiempo y del lugar (56).

En consecuencia, ello adecuado a lo expuesto en el punto III, c), iii), 1, en torno de la


carencia de una tasa legal y de la analogía trazada con el mutuo comercial —y,
consecuentemente, la procedencia de la aplicación del art. 565, CCom.—, llevan a
concluir lo expuesto en el primer párrafo de este apartado.

2. La otra cuestión a señalar se vincula con si lo relativo a la determinación de la


tasa de interés suscita o no cuestión federal.

La Corte Suprema entendió primero que sí (57) y, luego, revirtió su postura (58). Así,
en un primer momento se consideró que se trataba de una cuestión federal en tanto
mediaban razones estrechamente relacionadas con la contención de la inflación,
vinculando esto con lo previsto en la ley 23928 y en su dec. reg. 529/1991 (59) y, en
definitiva, con que se trataba de una medida de naturaleza política. Ya en la segunda
etapa el tribunal cambió de criterio y comenzó a interpretar que la determinación de
la tasa de interés a aplicar como consecuencia del régimen de la Ley de
Convertibilidad, según se trate de obligaciones civiles o comerciales, no constituye
cuestión federal susceptible de habilitar la instancia extraordinaria, sino que queda
ubicada en el espacio de la razonable discreción de los jueces de la causa que
interpreten dicho ordenamiento, sin lesionar garantías constitucionales, en tanto sus
normas no imponen una versión reglamentaria única del ámbito en cuestión, es
decir, que la tasa de interés es de derecho común y —más allá del acierto o error—
materia reservada a los jueces (60).

Por nuestra parte, consideramos que, siguiendo el sistema previsto en el Código Civil
y por aplicación del principio previsto en el art. 75, inc. 12, CN, el último criterio
aludido es el adecuado, el que ha sido sostenido hasta la actualidad por el Alto
Tribunal.

IV. OBLIGACIONES DE DINERO Y DE VALOR

Si bien el reconocimiento de la doctrina de las obligaciones de valor ha sido


mayoritario, lo cierto es que la distinción con las obligaciones dinerarias tiene su
origen en la aparición de fenómenos económicos que distorsionaron el valor
adquisitivo de la moneda y su objetivo consiste en restablecer el equilibrio de las
prestaciones evitando que la distorsión de las reglas del mercado afecte
negativamente a una de las partes (61).

No obstante lo irrelevante que en algunas ocasiones importa distinguir las deudas de


valor de las de dinero, lo cierto es que en casos como el descripto en el párrafo que
antecede resulta trascendente. Las diferencias entre ellas responden a
caracterizaciones jurídicas asignadas por la doctrina y es a partir del encasillamiento
que de cada una se hace que se les asignan virtualidades propias de cada
encasillamiento (62).

En ese marco, se entiende que en la deuda de valor el deber de prestación concierne


a un valor abstracto o a una utilidad, referidos necesariamente a una porción o masa
de bienes (63).

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La distinción entre ambas es fundamental y constituye un arbitrio apropiado para
mantener la paridad de las prestaciones recíprocas, salvando la justicia conmutativa,
en tiempos de intensa inflación monetaria. La deuda de dinero es insensible a las
oscilaciones del poder adquisitivo de la moneda, debiendo satisfacerse con la misma
cantidad de ella fijada originariamente, salvo previsión contractual en contario. En
cambio, la deuda de valor toma en cuenta tales variaciones, porque en ella el objeto
debido es una utilidad a la que el acreedor tiene derecho, la cual ha de medirse en
los términos monetarios que correspondan al momento de la liquidación de la deuda.
La cuestión es saber cuánto vale, en dinero, cierto bien del que ha sido privado el
acreedor. Ese valor estará dado por la comparación que se haga con la moneda
nacional al tiempo de la liquidación que se practique de la deuda, por contrato o por
sentencia. Sólo después de efectuada y consentida esa liquidación queda
cristalizado el objeto debido y resulta convertida la deuda de valor en deuda de
dinero (64).

Ahora bien, la Corte Suprema ha sostenido que la prohibición de utilizar los


mecanismos de actualización por índices contenida en las disposiciones de la ley
23298 no admite excepciones de índole alguna e impide distinguir entre deudas de
valor y de dinero para exceptuar a las primeras de la prohibición legal (65).

Por su lado, Trigo Represas, contrariamente a la postura asumida por la Corte


Suprema y citando a Atilio Alterini, Banchio, Casiello, Compagnucci de Caso,
Condorelli y Moisset de Espanés, en el mismo sentido que lo expuesto en el punto III,
c) i), considera que no pueden caber dudas de que las obligaciones de valor no
resultan alcanzadas por el nominalismo previsto en la ley 23928 (66).

De los Santos, respecto de este tipo de obligaciones y ya vinculándolas con la tasa


de interés que corresponde aplicar a su respecto, ha expuesto que no es procedente
computar la tasa activa de interés durante todo el lapso que corre desde la mora,
sino sólo a partir de la sentencia en la que se determina su monto. Esta solución,
arguye, tiene por objeto evitar que se vea alterado el contenido económico del fallo
y, como efecto secundario, que se produzca una reducción generalizada de los
montos indemnizatorios a los fines de evitar la incidencia multiplicadora de la tasa
de interés (67).

Dicho ello, adherimos a que, por sus características propias, este tipo de
obligaciones son funcionales a contrarrestar los efectos nocivos que produce ante
determinadas circunstancias la prohibición de indexar. Asimismo, entendemos que
es el momento más cercano a la sentencia en el que corresponde cuantificar en una
suma de dinero, si es que ése finalmente es el resultado pretendido, el
incumplimiento del deudor, aplicando luego las tasas de interés que correspondan
de acuerdo con lo expuesto en el pto. III, c), 2), de este trabajo.

Por último, es menester agregar que participamos del criterio traído a este análisis a
través de la postura de Llambías, en cuanto a que una vez liquidada (cuantificada) la
deuda de valor, se transforma por lógica consecuencia en una de dar sumas de
dinero. Es por esta razón, entonces, que entendemos que el ámbito de aplicación del
art. 622 es contemplativo tanto de las deudas de dinero cuanto de las de valor.

V. FIJACIÓN DE LA TASA DE INTERÉS POR LOS JUECES

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La pauta fijada en la nota al art. 622, CCiv., es suficiente para concluir que en
nuestro sistema jurídico los jueces están habilitados para establecer la tasa de
interés aplicable a los casos que deben resolver. Claro que esa circunstancia se
presenta ante la ausencia de convención y de disposición legal.

La Corte Suprema también ha dejado en claro que esa tarea corresponde a los
jueces, incluso, como se dijo, modificando su postura en cuanto a que no era materia
federal sino de derecho común (remitimos al pto. III, c], 3], 2). Es decir, que se trata
de una facultad de todos los jueces y no sólo de los del Máximo Tribunal.

Advertimos que dicho margen de actuación resulta coherente en un sistema legal en


el que se permite a los jueces morigerar los intereses pactados cuando resultan
contrarios a la moral y a las buenas costumbres (arts. 953 y 1071, CCiv.) (68).

De tal modo, es dable concluir que el sistema fija un límite de máxima y que a partir
de allí el juez puede reducirlo conforme las circunstancias del caso con la finalidad
última de equilibrar las prestaciones y atendiendo, justamente, al principio de
equidad (69).

El límite de máxima estaría constituido por el porcentaje de la tasa activa


(préstamos) fijado por la entidad bancaria oficial de cada jurisdicción (pueblos, en
términos del codificador —remitimos al pto. III, c], 3], 1.5—) (70) y el mínimo por lo
razonable (71), operando como parámetros y como límites para alcanzar una
solución de este tipo los institutos y lo principios atinentes al caso consagrados en
nuestro ordenamiento jurídico, que habilitan a actuar de esa manera.

De hecho, en el plenario "Samudio" se tomó el recaudo de fijar, como principio, la


aplicación de la tasa activa desde la mora hasta el cumplimiento de la sentencia,
estableciéndose sin embargo una excepción para el caso de que el resultado del
cómputo de los intereses a dicha tasa, desde la mora hasta la sentencia, importara
una alteración del contenido económico del capital de condena que configurase un
enriquecimiento indebido. En definitiva, podría pensarse que se ha consagrado por
vía plenaria una facultad que el régimen civil ofrece a través de las distintas
facultades formales con que cuentan los jueces.

Lo expuesto en la primera parte de este punto del trabajo nos lleva necesariamente
hacia un interrogante, cual es si la facultad consagrada a favor de los jueces de
establecer la tasa de interés y las pautas tomadas en cuenta por el codificador para
no hacerlo (nota art. 622) se constituyen en un límite a la fijación de una doctrina
plenaria en materia de intereses. Dicha pregunta será respondida en el punto
siguiente.

VI. ¿ES PROCEDENTE ESTABLECER UNA DOCTRINA PLENARIA SOBRE TASA


DE INTERÉS?

Para dar una respuesta a este interrogante resultan de gran utilidad algunos de los
conceptos esbozados por parte de los jueces que intervinieron en el plenario
"Samudio" que, con una claridad expositiva digna de destacar, han sellado sus
posiciones al respecto.

Así, la mayoría del pleno de la Cámara Nacional Civil ha dicho al respecto que es
conveniente y razonable unificar las opiniones jurídicas de dicho cuerpo judicial en la

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materia. De lo contrario, según entendieron los camaristas que conformaron ese
grupo, la cantidad y variedad de tasas de interés posibles y la amplia competencia
del fuero civil en materias donde los jueces son los encargados de establecerlas les
crearía a los justiciables un estado de enorme incertidumbre en relación con la tasa
aplicable (72).

El juez Racimo, avanzando sobre la cuestión, añadió que el objetivo del art. 622 no
es permitir un conjunto de decisiones según las cuales cada juez pueda determinar
libremente cuál es el interés del capital en el derecho civil, teniendo en cuenta las
circunstancias de la causa. Adujo que, precisamente, el régimen de indemnización
tarifada en las obligaciones de dar sumas de dinero impone un interés judicial
uniforme que sólo exige que los jueces determinen cuál es el interés del capital
apropiado que varía en razón del tiempo y de los pueblos. La variabilidad temporal y
espacial del interés es lo decisivo y no la multiplicidad de los eventuales intereses. A
partir de eso concluyó que la multiplicidad de tasas de intereses judiciales en las
obligaciones de dar sumas de dinero afecta la previsibilidad económica exigible en el
derecho civil imponiendo una diversidad que conspira contra el sistema uniforme y
presunto en la tarifación del daño en dichas obligaciones (73).

Por otro lado, en el voto de la minoría acerca del interrogante aquí propuesto, se
expuso que la cuestión vinculada con la fijación de una tasa de interés es
contingente y circunstancial y, por tanto, no puede resolverse a través del
establecimiento de una doctrina obligatoria.

Además de remitirse, para fundar su posición, a lo expuesto por el codificador del


Código Civil en la nota al art. 622, la minoría aduce que la libertad en la aplicación
de la tasa que resultase más adecuada al caso que eventualmente se encontrara
bajo juzgamiento, y que ese grupo menor propicia, se encuentra inspirada en el
principio moralizador del proceso y en las indelegables facultades de los magistrados
para apreciar los hechos y las conductas de modo de realizar el valor justicia
atendiendo a las particularidades de las causas y a las posturas asumidas en el
pleito por los litigantes.

Por último, en lo que bien podría apreciarse como una respuesta a lo aportado por el
juez Racimo sobre el punto, ponen en tensión los valores de seguridad y justicia,
resultando a su criterio que el que debe prevalecer es el último. Ello no obstante,
apoyan su postura en la convicción de que los jueces actuarían con prudencia al
momento de fijar las tasas de intereses respectivas, con lo cual entienden que, de
todos modos, ello impediría la sorpresa de los litigantes y, a través de eso, lograrían
también satisfacer el valor seguridad (74).

Ambas posturas aparecen en nuestra consideración sin fisuras y con una solvencia
tal que podrían ser seguidas, en principio, sin miramientos. Empero, somos de la
idea de que el valor seguridad, en este caso, tiene una relación estrecha con el valor
igualdad y esto, en última instancia, es lo que nos mueve a adherir a la posición que
sostiene que la vía del fallo plenario es la adecuada para unificar criterios. De tal
forma, los destinatarios del resultado de actuar de la manera indicada, en principio
—ya veremos en el apartado siguiente que no siempre es así—, recibirán un mismo
trato ante una misma situación o similar circunstancia.

VII. APLICACIÓN DE TASAS DE INTERESES POR LOS TRIBUNALES

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La finalidad perseguida en este capítulo del trabajo se centra en exponer qué tasas
de intereses aplican algunos de los tribunales con asiento en el territorio de la ciudad
de Buenos Aires, a lo que sumaremos la postura de la Suprema Corte de la Provincia
de Buenos Aires y una novedad legislativa que también ha tenido lugar en esta
última jurisdicción.

a) Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil

Aplica la tasa activa "cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta
días del Banco de la Nación Argentina" en virtud de la doctrina plenaria fijada en el
fallo "Samudio".

Ello no obstante, creemos adecuado exponer cómo decide cada una de las salas que
integran dicha Cámara en función de la forma en que ha sido establecida la doctrina
plenaria indicada, y habida cuenta de la disparidad de criterios que, a pesar de la
doctrina obligatoria, existe entre los jueces que conforman dicho cuerpo judicial.

Sala A: aplica a supuestos daños y perjuicios en los que se fijan indemnizaciones a


valores actuales, desde el momento en que se produjo el perjuicio hasta la fecha de
la sentencia de grado, una tasa del 8% anual y, desde allí hasta el efectivo pago, a la
tasa activa establecida en el plenario "Samudio", en razón de que el tribunal
considera que imponer esta última desde la mora configuraría una alteración del
capital de condena que conllevaría un enriquecimiento ilícito (75).

El juez Picasso, en disidencia, aplica la tasa activa del referido plenario desde la
mora hasta el efectivo pago. Se considera que el hecho de que se hayan fijado
partidas resarcitorias a valores actuales no configura la excepción contemplada en el
último párrafo de la parte dispositiva de la doctrina plenaria (76).

Sala B: en supuestos de daños y perjuicios aplica la tasa activa del referido plenario
desde la mora hasta el efectivo pago (77).

El Dr. Díaz Solimine, en disidencia, propone aplicar la tasa pasiva promedio desde la
mora hasta la fecha de la sentencia definitiva y, desde ese pronunciamiento hasta el
efectivo pago, la tasa activa del referido plenario. Entiende que la doctrina del
plenario se aplica siempre que no se altere el contenido económico de la sentencia,
es decir, un desplazamiento injustificado de bienes del patrimonio del deudor al del
acreedor (78).

Sala C: cuando se trata de una indemnización de daños y perjuicios fijada a valores


actuales aplica la tasa pasiva desde la mora hasta la fecha de la sentencia de alzada
y, desde ese pronunciamiento hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario
referido (79).

Sala D: la mayoría, en supuestos de daños y perjuicios, aplica la tasa pasiva del


BCRA desde la mora hasta el dictado del plenario "Samudio" (20/4/2009) y, desde
entonces hasta el efectivo pago, la tasa activa prevista en dicho fallo (80).

El juez Sánchez, en disidencia, cuando la indemnización de daños y perjuicios fue


fijada a valores actuales, aplica la tasa del 6% anual desde la mora hasta el dictado
del plenario "Samudio" (20/4/2009) y, de allí en adelante, hasta el efectivo pago, la
tasa activa (81).

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Sala E: cuando la indemnización por daños y perjuicios fue fijada a valores actuales
aplica la tasa del 6% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia de grado y,
desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario referido (82).

Sala F: aplica la tasa del 8% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia y,
desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa cartera general (préstamos)
nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina (83).

El juez Zannoni aplica la tasa activa del referido plenario desde la mora hasta el
efectivo pago (84).

Sala G: cuando en la sentencia de primera instancia no se efectuó actualización del


monto indemnizatorio aplica la tasa activa del referido plenario, desde la mora hasta
el efectivo pago (85).

Sala H: aplica la tasa activa por todo el período en mora, invocando el precedente
"Northlands" del 24/4/2009 (86).

El juez Mayo, en disidencia, aplica la tasa pasiva promedio que fija el BCRA desde la
mora hasta el dictado de "Samudio" (20/4/2009) y, desde ahí hasta el efectivo pago,
la tasa activa del referido plenario (87).

Sala I: aplica la tasa del 6% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia de
grado y, desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario referido (88).

En otro supuesto, desde la fecha del hecho dañoso hasta la fecha de la sentencia
apelada —en la que fueron fijadas las partidas— aplicó la tasa del 6% anual como
pura, la que consideró suficientemente compensatoria cuando se aplica a valores
actuales. A partir de entonces y hasta el efectivo pago, aplica la tasa activa cartera
general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de la Nación
Argentina. Ello con excepción de los intereses sobre partidas reconocidas por
reparaciones y desvalorización del rodado y privación de uso fijadas según valores a
la fecha del hecho, por lo que aplican la tasa activa desde esa fecha (89).

Sala J: no aplica la tasa activa del plenario "Samudio" por todo el período de mora,
por cuanto considera que ello implica que los intereses correspondientes a una
indemnización de daños, fijada a valores actuales, alteran el significado económico
del capital de condena, configurándose, de ese modo, un enriquecimiento sin causa
del peticionario (90). Por lo tanto, aplica la tasa pasiva desde la mora hasta la fecha
de la sentencia de grado y, desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del
plenario referido (91).

Sala K: aplica la tasa activa del referido plenario desde la mora hasta el efectivo
pago por cuanto se considera que la aplicación de dicha tasa, al período previo al
dictado de la sentencia, no importa una alteración trascendente del significado
económico de la condena que pueda conllevar a un enriquecimiento ilícito (92).

Sala L: aplica la tasa del 8% anual desde la mora hasta la fecha de la sentencia y,
desde ésta hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario referido (93).

La jueza Pérez Pardo, en disidencia, aplica la tasa activa del plenario referido desde
la mora hasta el efectivo pago (94).

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Sala M: se considera que las sumas otorgadas en concepto de indemnización por
daños y perjuicios fijadas a valores actuales y la tasa activa del referido plenario
incluyen el componente inflacionario; por lo tanto, aplica la tasa del 8% anual desde
la mora hasta la fecha en la que se determinó la indemnización a valores actuales y,
desde ahí hasta el efectivo pago, la tasa activa del plenario "Samudio" (95).

No aplica la tasa activa establecida en el plenario "Samudio" desde la mora hasta el


efectivo pago para evitar un enriquecimiento indebido (96) o una duplicación
injustificada del monto de condena (97).

b) Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial

Esta Cámara de Apelaciones, a través del plenario "La Razón", dispuso la aplicación
de la tasa activa. En rigor, el pleno rechazó la posibilidad de que con la vigencia de
ley 23928 debiera aplicarse la tasa pasiva ante la ausencia de convención o de leyes
especiales, sosteniendo, en definitiva, la aplicación del art. 565, CCom.

Ahora bien, dicha tasa, en virtud de lo dispuesto en el fallo plenario "Uzal" (98), era
capitalizable. Es decir, allí se consagró como doctrina plenaria que resulta
procedente la capitalización de intereses más allá de los supuestos previstos en el
art. 623, CCiv., en el que, cabe recordar, se prevén dos supuestos válidos de
anatocismo.

Por último, cabe reseñar que, en 2003 y como consecuencia de la revisión solicitada
por el Ministerio Público Fiscal del fuero a raíz de los reiterados fallos de la Corte
Suprema en los que dejaba sin efecto la doctrina en la que se dispuso la validez de la
capitalización de intereses aludida, la Cámara Comercial modifica la doctrina
plenaria consagrada en el fallo "Uzal" en el sentido de que no corresponde la
capitalización de intereses para otros supuestos que no fueran los reconocidos en la
ley positiva, esto es, en el indicado art. 623, CCiv.

De manera que, y a modo de síntesis, esta Cámara de Apelaciones y los tribunales


inferiores que conforman el fuero comercial aplican la tasa activa (cfr. art. 565,
CCom.) fijada por el Banco de la Nación Argentina para sus operaciones de
descuento a treinta días, no capitalizable.

c) Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo

Esta Cámara, conforme da cuenta Highton (99), decidió en pleno que, a partir de la
vigencia de la ley 23928, se emplearía la tasa pasiva de interés mensual promedio
publicada por el BCRA en cumplimiento del art. 10, dec. 941/1991, y que todos los
intereses se aplicarían sobre el capital actualizado al 1/4/1991 y no sobre los
intereses que hasta entonces se hubieran devengado, salvo lo dispuesto en el art.
623, CCiv. (100).

Luego, a partir de lo decidido por la Corte Suprema en cuanto a que la tasa de


interés era materia de derecho común y que estaba sometida a la razonable
discreción de los jueces de la causa, adoptó una solución alternativa, la cual
consistió en la aplicación del 24% anual desde el 1/4/1991 hasta el 31/3/1992, del
15% anual desde el 1/4/1992 hasta el 31/3/1993 y del 12% anual desde el 1/4/1993
en adelante (101). Por último, cabe señalar que en la actualidad esta Cámara de
Apelaciones aplica la tasa activa indicada en el punto precedente (102).

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d) Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad
de Buenos Aires

Esta Cámara de Apelaciones no ha establecido aún doctrina plenaria sobre el punto,


pero está próxima a hacerlo, tomando como base para decir esto el momento en el
que este trabajo se está produciendo (103). Ello no obstante, remitiéndonos a lo
ocurrido hasta la actualidad, podemos señalar que la sala 1ª de esa Cámara aplica la
tasa pasiva promedio que publica mensualmente el BCRA. Cabe agregar que el juez
Balbín aplica —en disidencia—, a partir de 2010, la tasa activa —la misma que aplica
la Cámara Civil por "Samudio"— y que los tres camaristas de dicha sala aplican, a su
vez, por el período 6/1/2002 hasta el 30/9/2002, la tasa activa (104). Este último
criterio también ha sido sostenido por los jueces Centanaro y Daniele, integrantes de
la sala 2ª (105).

Sin perjuicio de lo expresado en la última parte del párrafo precedente, cabe agregar
que la sala 2ª de dicho fuero ha adoptado una postura singular respecto de la
aplicación de la tasa de interés. Así, a partir de 2005 aplica un promedio entre la
tasa activa ("de descuento de documentos comerciales a treinta días publicada por
el Banco de la Nación Argentina") y la pasiva promedio que publica mensualmente el
BCRA (106).

e) Corte Suprema de Justicia de la Nación

El Alto Tribunal federal aplica la tasa pasiva promedio que publica el BCRA. Ello lo
hace cuando dicta sentencias en los casos en los que conoce en instancia originaria
(107). La aclaración se efectúa en tanto, conforme su postura, el asunto se trata de
una cuestión de derecho común y, por tanto, sometida a la discrecionalidad de los
jueces, con lo cual no decide sobre la materia bajo análisis por otra vía que no sea
aquélla.

f) Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires

Este tribunal tiene como criterio la aplicación de la tasa pasiva del banco oficial de
su jurisdicción. Así, dispone que "...los intereses moratorios deben ser calculados a la
tasa que pague el Banco de la Provincia de Buenos Aires en sus depósitos a treinta
días..." (108).

g) Fuero laboral de la provincia de Buenos Aires

Recientemente, en la provincia de Buenos Aires se ha sancionado la ley 14399 (109)


en la que se estableció la aplicación de la tasa activa del Banco Provincia. Al
respecto, específicamente se dispuso que "[a]l monto total por el que se condene a
la demandada se deberá adicionar los intereses devengados desde la fecha de su
exigibilidad y hasta el efectivo pago, según el cálculo de intereses ‘al promedio de la
Tasa Activa’ que fija el Banco de la Provincia de Buenos Aires en sus operaciones de
descuento".

Ello, cable aclarar, se hizo en el marco de la modificación del art. 48, ley 11653,
razón por la cual sólo es aplicable a los créditos laborales.

VIII. CONCLUSIONES

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1. Para que la reparación sea integral o plena (110), los intereses tienen que
compensar la indisponibilidad del capital durante el transcurso de la mora y, a su
vez, cubrir la pérdida de su valor adquisitivo.

2. Existe una relación directa entre la cuantificación de los perjuicios cuya reparación
se requiere y la aplicación de las tasas de intereses. Es por ello que al momento de
cuantificar y de determinar la tasa de interés para el caso los jueces deben actuar
con prudencia a los efectos de no alterar el contenido económico de la decisión
contenida en la sentencia. Esta actividad, claro está, importa tanto tomar en
consideración la posición del acreedor cuanto la del deudor.

3. El art. 622, CCiv., resulta de aplicación a las obligaciones que tienen por objeto el
dinero y, a las de valor, una vez que ellas son traducidas en dinero.

La tasa de interés moratorio que debería aplicarse ante el incumplimiento en término


de dichas obligaciones es la tasa correspondiente al mutuo civil o, más
precisamente, al promedio de los mutuos civiles proveniente del producto de las
operaciones que pudieran llevarse a cabo entre los mutuantes y los mutuarios. Ello
es así, por cuanto, conforme el origen y la finalidad del art. 622 —complementado
por su nota—, que encuentra su antecedente en el art. 1153, Código Civil francés, se
basa en el precio del uso ordinario del dinero, lo cual puede provenir de la ley o del
mercado de capitales.

Ahora bien, en razón de que no existe una ley en la que se fije una tasa legal
conforme el mecanismo indicado, lo cual resulta atendible en tanto ésa es una tarea
muy dificultosa para un gobierno, se presenta como apropiado que los jueces
recurran por vía analógica (art. 16, CCiv.) a la tasa de interés prevista en el art. 565,
CCom. Esta conclusión se asume porque existe estrecha relación entre el mutuo civil
y el mutuo comercial, siendo que dicha preceptiva se refiere concretamente a un
contrato comercial: el de préstamo (111).

En tal contexto, corresponde aplicar la tasa activa (préstamos) del Banco de la


Nación Argentina o de los bancos oficiales de cada jurisdicción (remitimos al punto 6
de las conclusiones), no capitalizable.

Ahora bien, en el caso de las obligaciones de dar sumas de dinero deberá aplicarse
esa tasa de interés desde la mora hasta el efectivo pago, mientras que en el caso de
las obligaciones de valor ello deberá ocurrir en la forma en que en el punto siguiente
se describirá.

4. En lo relativo a los tipos restantes de obligaciones, entonces, es decir, aquellas


que no tienen por objeto el dinero y las derivadas de la comisión de un hecho ilícito
(incluyendo en éstas las de valor), también procede la aplicación de la tasa activa,
pero a partir de que la cuantía del perjuicio es determinada a valores actuales, lo
cual resulta conveniente que se haga en el momento más próximo al dictado de la
sentencia, siendo por otro lado la solución que consagra la jurisprudencia (112).

Antes de dicha oportunidad, lo que corresponde es la aplicación de una tasa pura


que, conforme los valores históricos utilizados y lo que apreciamos adecuado en la
actualidad, habría de rondar entre el 6% y 8% anual. De lo contrario, se podría
producir una distorsión del contenido de la condena (113).

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En esa línea de razonamiento, la Corte Suprema ha dicho que la determinación del
capital actualizado debe llevar a la reducción de los intereses para evitar una grave
alteración de los valores contenidos en la condena, habida cuenta de que las
particularidades que llevan a modificar los montos nominales establecidos traen
consigo la necesidad de armonizar los accesorios referidos (114).

5. Es sustancial lograr simetría en la reparación de los perjuicios ocasionados, ya sea


en materia contractual o extracontractual e, incluso, respecto de las obligaciones de
dar sumas de dinero respecto de las que no lo son. Ello es así en virtud de principios
tales como el de reparación plena, el de equidad, el de igualdad y el de seguridad
jurídica. En tal dirección, y tomando en cuenta el principio nominalista y la
prohibición de indexar vigentes (leyes 23928 y 25561), resulta adecuado encontrar
los cauces para que las decisiones judiciales, en cuanto a indemnizaciones se
refieren, no sean asimétricas.

A partir de esa premisa y, sobre todo, tomando en consideración períodos de


inflación como el actual, consideramos necesaria la aplicación de tasas de intereses
puras con porcentajes regulares que se apliquen desde la mora o desde la ocasión
en la que se cuantifica el perjuicio que fuera, dependiendo ello del tipo de obligación
de que se trate.

En ese contexto, si se trata de una obligación de dar sumas de dinero, entonces en


virtud de las limitaciones establecidas en las leyes mencionadas debería aplicarse la
tasa activa desde la mora hasta el efectivo pago de lo debido, tal y como se dijo en
el punto 4 de estas conclusiones.

Luego, en relación con los tipos restantes de obligaciones, deberá operarse a la


inversa: desde la mora, aplicar una tasa de interés puro y, una vez cuantificado el
daño a valores actuales, la tasa activa hasta el efectivo pago.

Ahora bien, en el supuesto de las obligaciones dinerarias, si el caso lo requiriese


conforme sus circunstancias, sería viable la posibilidad de adicionarle un porcentaje
de intereses en concepto de tasa pura (115). Ello debería ser meritado, entre otras
cosas, en virtud de los índices inflacionarios que existieran para el período que
transcurrió entre la mora y el dictado de la sentencia, es decir, debería atenderse la
depreciación monetaria sufrida por la moneda en ese lapso y su repercusión en la faz
del acreedor y, en su caso, del deudor.

No debe soslayarse al respecto que, finalmente, los jueces cuentan con facultades
para determinar la tasa de interés (art. 622, CCiv., y su nota), pero también para
morigerar intereses en las situaciones en que eso resulte necesario. Ello así de
acuerdo con la aplicación de algunos de los principios aquí señalados (v.gr. equidad)
y con las circunstancias del caso.

En definitiva, lo que se pretende es mantener incólume el crédito del acreedor y no


castigar al deudor, aunque esté prevista una pena ante la configuración de
conductas maliciosas en el incumplimiento de la prestación debida (art. 622, párr. 2,
CCiv.).

Todo ello lo decimos, finalmente, sin dejar de destacar la posibilidad de capitalización


prevista en el art. 623, CCiv., ante los supuestos allí establecidos a modo de
excepciones a la regla fijada en esa norma.

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6. Otro aspecto que vemos necesario conjugar con lo expuesto en estas conclusiones
es el concerniente a los requisitos de tiempo y de lugar que deben tomarse en
cuenta para determinar la tasa de interés aplicable.

Así, el tiempo es un factor fundamental para determinar la tasa de interés aplicable,


sobre todo teniendo presente la realidad histórica vivida en la Argentina, en la que
hubo distintos períodos de inflación. Es que la depreciación de la moneda genera la
necesidad de adecuar las tasas de intereses a la realidad de cada época en la que
ese flagelo se presenta. Muestra de ello es que en los últimos veinte años la Cámara
Nacional Civil se reunió en tres oportunidades para determinar una tasa de interés
con el objeto de que fuera empleada con carácter obligatorio en todos los casos
susceptibles de su aplicación.

En suma, la realidad económica imperante en cada época puede suscitar la


necesidad de adecuar la tasa de interés conforme distintos factores que pueden
influir y, consecuentemente, producir un estado de cosas en el que el cambio se
presente como una obligación.

En lo vinculado con el lugar, también es un hecho que en las distintas jurisdicciones


de este país no se mantiene congruencia y simetría respecto de los valores de
mercado y del precio del uso del dinero. Tampoco la depreciación monetaria se
manifiesta en un pie de igualdad o con la misma gradación.

A partir de tal circunstancia es que toma aún más vigor la postura adoptada por el
codificador, manifestada en la nota al art. 622, CCiv. Y es por ello que, una vez
concluido que la tasa que corresponde aplicar es la activa (préstamos), pues hay que
tomar la correspondiente al banco oficial de la jurisdicción que corresponda, tal y
como acontece, por citar un ejemplo, en la provincia de Buenos Aires (remitimos al
pto. VII, f]).

En este aspecto, además, toma significación el hecho de que promedie un lapso de


inflación y que el organismo nacional encargado de medirla (Indec) no opere de
modo acorde con la realidad existente en lo atinente a los índices proporcionados,
discordantes con ésta. Este elemento de análisis, y que suele integrar las tasas de
interés corrientes fijadas por las entidades bancarias, termina siendo relevante para
la solución aquí dada.

La idiosincrasia de cada pueblo o ciudad será de suma importancia para que, al


tiempo de fijar tasas de interés, éstas sean un reflejo de aquélla. Ello es así porque
deberán mensurarse las características de cada comunidad para que exista
proporción entre una cosa y la otra. De lo contrario, no habría conexión lógica entre
el origen y la finalidad de cómo debería fijarse una tasa de interés legal y la que
aplique el juez de la jurisdicción de que se trate.

Una alternativa de ello podría ser optar por un promedio entre la tasa de interés
activa que adoptase la entidad financiera oficial pertinente de la Nación (Banco de la
Nación Argentina) y la que fijara la de la jurisdicción local correspondiente (v.gr.
Banco de Corrientes). De este modo, podría pensarse en un porcentaje que siempre
tendría una especie de orden de reenvío a lo que ocurre en el ámbito del gobierno
central, que siempre tiene incidencia en las economías regionales. A través de tal
metodología se establecería una tasa de interés uniforme en todo el país, la cual,
claro está, tendría su variación en función de la realidad local y no de la nacional, en

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tanto esta última —en la ecuación propuesta— sería igual para todas las
jurisdicciones. Además, con el sistema indicado no se correría el riesgo de que se
viera afectado el principio republicano de gobierno, en razón de que lo definitorio
seguiría siendo la realidad de cada jurisdicción.

(1) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho civil. Obligaciones", t. II-A, 5a ed., Ed.
LexisNexis - AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2005, p. 203.

(2) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones civiles y comerciales", 2ª ed. actual., Ed. AbeledoPerrot, Buenos Aires,
1998, ps. 469/470.

(3) Art. 621, CCiv.; C. Nac. Civ., sala A, 27/3/1992, "Martínez, Carlos A. v. Papelera
San Luís S.R.L", LL 1993-A-76.

(4) Arts. 2330 y 2424, CCiv.

(5) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho..." cit., t. II-A, p. 203.

(6) El concepto vertido que generó esta cita pareciera haber sido volcado en el art.
769, Proyecto de reforma, actualización y unificación de los Códigos Civil y Comercial
de la Nación (dec. 191/2011). Allí se prevé que "los intereses punitorios
convencionales se rigen por las normas que regulan la cláusula penal".

(7) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, ps. 203/204.

(8) Ver arts. 466, 1950, 2030 y 2298, CCiv.

(9) Art. 508, CCiv.

(10) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, cit., p. 209.

(11) Corte Sup., Fallos 314:258; 315:727, 2268; 316:1115; 317:1820; 319:1131,
3241; 320:2701; 321:2021; 322:2189; 323:585.

(12) C. Nac. Civ., en pleno, 20/4/2009, "Samudio de Martínez, Ladislaa v. Transportes


Doscientos Setenta S.A s/daños y perjuicios" (votos de los jueces Racimo y Carranza
Casares).

(13) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", 1ª reimpr., Ed. Astrea, Buenos Aires,
2000, ps. 96/97.

(14) Barbero, Ariel E., "La determinación judicial de la tasa de interés moratorio", LL
Online; LLC 2002-962.

(15) C. Nac. Civ., en pleno, 16/12/1958, "Gómez v. Empresa Nacional de


Transportes", LL 93-667. En la reforma al Código Civil de 1993 (art. 717, Proyecto del
Ejecutivo) se propuso fijar como principio que para que el deudor incurriera en mora
era necesario que se requiriese judicial o extrajudicialmente el cumplimiento de la
obligación, consagrando entre sus excepciones las obligaciones de plazo cierto y las
que nacen de un hecho ilícito. En el Proyecto de unificación, actualización y
modificación de los Códigos Civil y Comercial de la Nación, "[s]iguiéndose en esta

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materia al Proyecto de Código Civil de 1993 de la Comisión PEN (art. 569) y al
Proyecto de Código Civil de 1998 (art. 346), se ha preferido no ingresar en la
caracterización de las diferentes especies de plazos, más afín a la labor de la
doctrina. Sin perjuicio de ello, [sí se consideró que era] menester tratar de sus
efectos en ocasión del régimen de la mora y de las normas relativas al tiempo de
pago de las obligaciones, entre otros ámbitos" (ver fundamentos). Así es que, en el
art. 886, se prevé como principio el de la mora automática y luego, en el art. 887,
sus excepciones. En este último se prevé que "[l]a regla de la mora automática no
rige respecto de las obligaciones: a) sujetas a plazo tácito; si el plazo no está
expresamente determinado, pero resulta tácitamente de la naturaleza y
circunstancias de la obligación, el acreedor debe interpelar al deudor para
constituirlo en mora; b) sujetas a plazo indeterminado propiamente dicho; si no hay
plazo, el juez a pedido de parte, lo debe fijar en procedimiento sumario, a menos que
el acreedor opte por acumular las acciones de fijación de plazo y de cumplimiento,
en cuyo caso el deudor queda constituido en mora en la fecha indicada por la
sentencia para el cumplimiento de la obligación. En caso de duda respecto a si el
plazo es tácito o indeterminado propiamente dicho, se considera que es tácito".

(16) Corte Sup., "YPF v. Corrientes Provincia de", LL 1992-B-216; "Entidad Binacional
Yaciretá v. Misiones Provincia de", LL 1992-E-167.

(17) C. Nac. Civ., en pleno, 23/3/2004, "Alaniz, Ramona E. y otro v. Transportes 123
SACI interno 200 s/daños y perjuicios" (ampliación de fundamentos del Dr. Molteni).

(18) C. Nac. Civ., en pleno, "Samudio", cit. (votos del Dr. Racimo).

(19) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, p. 214.

(20) Art. 505, inc. 3, CCiv.

(21) Art. 7, ley 23928, modificado a través del art. 4, ley 25561. El principio
nominalista, que es un principio del derecho de obligaciones, importa, bajo una
suerte de ficción legal, una presunción iuris et de iure de que el valor de la moneda
no cambia o, dicho de otro modo, que el valor de la moneda no es tomado en cuenta
cuando el monto de la obligación es determinado. En suma, a los efectos del
nominalismo, el valor de la moneda no es relevante si el monto de la obligación en
dinero es fijo, con lo cual el pago de la suma nominal resulta idóneo para la
cancelación de la obligación (Vítolo, Daniel R., "Ley de Convertibilidad y obligaciones
de dar sumas de dinero", RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, 2001, p. 291).

(22) Arts. 7 y 10, ley 23928, modificados a través del art. 4, ley 25561.

(23) Corte Sup., 20/4/2010, "Massolo, Alberto J. v. Transporte del Tejar S.A".

(24) Ver considerando 16 de "Massolo".

(25) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 67.

(26) El régimen argentino en este aspecto es un reflejo del sistema francés. Así, y
conforme lo sostuvo la doctrina francesa de acuerdo con lo previsto en el art. 1153
del Code, los intereses moratorios agotaban toda la indemnización ante el

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incumplimiento y la mora del deudor en las obligaciones de dar sumas de dinero.
Pues bien, en el art. 622 de nuestro Código pareciera seguirse la misma línea (véase
al respecto la nota a este último artículo, en cuanto allí se dice que "...el interés del
dinero en las obligaciones de que se trata, corresponde a los perjuicios e intereses
que debía pagar el deudor cedido". Ahora bien, más allá de eso, sí sería posible
cuando el deudor causa otros daños obrando con dolo, o se ha pactado una cláusula
sobre intereses moratorios (léase, punitorios), o en los casos en que
excepcionalmente en la ley así se dispuso (Compagnucci de Caso, Rubén H., "La
evolución de los intereses y su clasificación en el Proyecto de Código Civil de 1998",
RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2001, ps.
415/416).

(27) Trigo Represas, Félix A., "Deudas de dinero y deudas de valor. Significado actual
de la distinción", RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni,
Santa Fe, 2001, p. 43 y en "La Ley de Convertibilidad a un año y medio de su
vigencia, LL 1992-D-1094 y ss., n. VIII-e.

(28) "...De conformidad con lo dispuesto por el art. 61, ley 21839..., los réditos que
corresponde reconocer con posterioridad a la entrada en vigencia de la Ley de
Convertibilidad 23928 deben calcularse según la tasa de interés pasiva promedio
que publique el Banco Central de la República Argentina; y la ley 25561, si bien
deroga el régimen de convertibilidad impuesto por la ley 23928, no modifica en lo
sustancial los arts. 7 y 10 (v. art. 4, ley 25561), por lo que se mantiene la prohibición
de actualización monetaria, indexación por precios, variación de costos o
repotenciación de deudas, cualquiera fuere su causa" (Fallos 328:4507). Con
anterioridad el tribunal había dicho que la decisión de aplicar tasas pasivas de las
operaciones de descuento del Banco de la Nación Argentina a los intereses que
corresponden a partir de la vigencia de la Ley de Convertibilidad obedecía a razones
estrechamente conectadas con la contención de la inflación (7/10/1993, in re
"Ciabasa S.A v. La Buenos Aires Cía. de Seguros S.A").

(29) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 70.

(30) De los fundamentos del camarista Fernando M. Racimo al responder el


interrogante 4 del fallo plenario "Samudio", cit.

(31) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 69.

(32) Corte Sup., 30/1/1993, "De la Cruz de Sessa, Adela M. v. Sessa, Alejandro J.
s/divorcio 67 bis".

(33) C. Nac. Civ., sala F, 2/7/2010, "Iñiguez de Vásquez, Beatriz A. y otro v. Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires y otros s/daños y perjuicios".

(34) La jurisprudencia actual admite la fórmula "o lo que en más o en menos resulte
de la prueba" y, a partir de ella, adecua la cuantía de la reparación de los perjuicios
de que se trate. Ello no obstante, también es pertinente subrayar que lo que puede
modificarse son los aspectos intrínsecos del daño y no los extrínsecos, en tanto si
ocurriese respecto de los últimos entonces habría una intolerable modificación de lo
requerido en la demanda y, por ende, se produciría la afectación del principio de
congruencia. Pero no la habría, volviendo a los aspectos intrínsecos del perjuicio, si
la cuantía de la reparación varía en virtud de la inflación habida desde la demanda

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hasta la sentencia, trámite que por cierto puede prolongarse (Alterini, Atilio A.,
Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de obligaciones...", cit., p.
278).

(35) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 66.

(36) En el caso de nuestro país ya el codificador se encargó de aclarar por qué no fijó
—proyectó, en sus palabras— un interés legal, justificando su proceder en el hecho
de que el interés del dinero varía continuamente en la República, además de ser
diferente el interés de los capitales en los diferentes pueblos (ver nota al art. 622,
CCiv.).

(37) El juez Racimo, en el fallo plenario "Samudio", al responder el tercer


interrogante allí planteado.

(38) Este criterio de remitirse a tasas de intereses fijadas por entidades bancarias ha
sido seguido en el último Proyecto de unificación, actualización y modificación de los
Códigos Civil y Comercial de la Nación de 2012 (ver art. 768, inc. c).

(39) El desarrollo del pto. c), 1, ha sido efectuado tomando como base algunos de los
conceptos y conclusiones vertidos por el juez Racimo (prácticamente sin alteraciones
e incluso con fragmentos textuales) en el fallo plenario "Samudio" al responder el
tercer interrogante de éste. Invitamos y remitimos a la lectura completa de las
intervenciones realizadas por dicho magistrado en aquel plenario, ya que de modo
muy didáctico expone el origen y la problemática en torno a los intereses y a la
aplicación de tasas de interés.

(40) "La idea es que el incumplimiento no debe beneficiar al deudor, o, dicho de otro
modo: que si él tiene una suma de dinero exclusivamente por su incumplimiento, no
debe ese incumplimiento colocarlo en mejor condición que si hubiera acudido a un
banco" (Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 85).

(41) Arts. 520 y 521, CCiv.

(42) Es pertinente señalar que ante el incumplimiento de obligaciones de dar sumas


de dinero no media la necesidad de acreditación alguna sobre el perjuicio
ocasionado, pues media una presunción legal sobre la relación de causalidad
relevante con el incumplimiento.

(43) Corte Sup., "YPF", cit. (ver considerandos 36 y 37).

(44) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 293.

(45) Del voto del juez Racimo en "Samudio" al dar respuesta al tercer interrogante.

(46) Enterés puro o neto compensa o retribuye el uso del capital por el deudor o el
no uso del dinero por parte del acreedor (Highton, Elena I., "Intereses: clases y punto
de partida", RDPyC, Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa
Fe, 2001, p. 103).

(47) Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., ps. 69/70.

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(48) Ver consid. 35 del fallo "YPF", cit.

(49) La Corte Suprema ha entendido que debe interpretarse la letra de la ley cuando
se emplean varios términos opcionales. Ha dicho que es regla segura de exégesis la
de que esos términos no son superfluos, sino empleados con algún propósito, dado
que la inconsecuencia en el legislador no se presume (del 19/12/1991, "Mansilla,
Manuel A. v. Hepner, Manuel y otro", Fallos 304:1820).

(50) Ver voto del juez Carlos A. Carranza Casares al dar respuesta al segundo
interrogante.

(51) C. Nac. Civ., en pleno, 2/8/1993, "Vázquez, Claudia A. v. Bilbao, Walter y otros".

(52) C. Nac. Civ., en pleno, "Alaniz", cit.

(53) Ver Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 95.

(54) Ver voto del juez Carlos A. Carranza Casares al dar respuesta al segundo
interrogante de "Samudio".

(55) En autos "Sociedad Anónima La Razón", el 27/4/1994, JA 1995-I-477.

(56) Del voto del juez Racimo en "Samudio" al dar respuesta al segundo
interrogante.

(57) Corte Sup., "Ciabasa S.A", cit.

(58) Corte Sup., "Banco Sudameris v. Belcam S.A", Fallos 317:506.

(59) Highton, Elena I., "Intereses: clases...", cit., p. 97.

(60) Highton, Elena I., "Intereses: clases...", cit., p. 98.

(61) Medina, Graciela y Hollweck, Mariana, "¿Cómo proteger los alimentos de los
efectos de la inflación, de la emergencia económica y de la mora?", RDPyC,
Obligaciones dinerarias. Intereses, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2001, p. 252.

(62) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 480. Estos autores afirman que las obligaciones dinerarias y
las de valor carecen de un ser real y que se distinguen en cuanto a su ser de razón,
derivado de las caracterizaciones que de ellas se hacen.

(63) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 478.

(64) Llambías, Jorge J., "Tratado de derecho...", cit., t. II-A, ps. 166/167.

(65) Fallos 316:2604.

(66) Trigo Represas, Félix A., "Deudas de dinero...", cit., p. 42.

(67) Ver la respuesta brindada por la jueza De los Santos al tercer interrogante en el
fallo plenario "Samudio". Una muestra de la aplicación de dicho criterio puede verse
en el fallo "L., J. L. y otro v. Arcos Dorados S.A s/daños y perjuicios", dictado por la

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sala F de la Cámara Nacional Civil, el 23/8/2011. Allí se hizo una discriminación
conforme los distintos perjuicios resarcidos. Así, se dijo que "[r]especto de los
importes ‘incapacidad física’, ‘incapacidad psíquica’ y ‘daño moral’, los intereses se
computarán desde la producción de cada perjuicio hasta este pronunciamiento
[sentencia] (en el que fueron estimados los valores actuales) a la tasa del 8% anual,
y de allí hasta su efectivo pago a la tasa activa establecida en la doctrina plenaria
[‘Samudio’]. Los intereses relativos a la suma fijada en concepto de ‘gastos médicos,
de farmacia y traslado’, que no fueron valorados en esta instancia por haber sido
declarado desierto el recurso a su respecto, se computarán desde que se produjo el
perjuicio hasta la sentencia de primera instancia a la tasa del 8% anual y de allí
hasta su efectivo pago a la tasa activa. En cuanto al monto fijado en concepto de
‘tratamiento psicológico’, por tratarse de gastos futuros no realizados, los intereses
correrán desde que quede firme este pronunciamiento (en el que fueron valorados) a
la tasa activa antes referida, pues no ha habido erogaciones en torno a este punto
que justifiquen su percepción desde la fecha del accidente".

(68) Corte Sup., 22/12/1992, "García Vázquez, Héctor y otro v. Sud Atlántica Cía. de
Seguros", Fallos 315:2980, entre muchos otros.

(69) La noción de equidad se encuentra regulada en los arts. 907 y 1069, CCiv., y ha
sido mantenida en el art. 1742, Proyecto de reforma y unificación de los Códigos Civil
y Comercial de la Nación (dec. 191/2011), siendo este último una síntesis de aquéllos
y sumándose, justamente, como pauta de evaluación "las circunstancias del hecho".
Algo similar ocurre con lo que fue la modificación al art. 656, párr. 2, en la reforma
introducida a través de la ley 17711 (1968), vinculado con la atenuación de la pena
estipulada como cláusula penal. Adviértase que allí también se empleó la fórmula
"...y demás circunstancias del caso" como pauta de valoración para que el juez
acceda a dicha atenuación, lo cual fue reproducido en el art. 794, Proyecto de
reforma y unificación aludido. A ello puede añadirse que en el art. 771 de este último
se dispuso, bajo el rótulo de "facultades judiciales", que el juez pueda, en las
circunstancias allí previstas, reducir los intereses. Finalmente, y tal vez ésta pueda
presentarse como la pauta más importante por su ubicación en el Proyecto, es
preciso subrayar que en el art. 1 de éste (titulado "Fuentes y aplicación") se dispone
que para resolver los casos que ese Código rige "...se tendrá en cuenta la
jurisprudencia en consonancia con las circunstancias del caso" (Galmarini, Pedro,
"Gestión de negocios. Empleo útil. Enriquecimiento sin causa. Declaración unilateral
de voluntad", en Rivera, Julio C. [dir.], "Comentarios al Proyecto de Código Civil y
Comercial de la Nación 2012", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2012, ps. 962/963).

(70) "El art. 1092 del Anteproyecto de Bibiloni reemplazaba con una redacción más
precisa el actual art. 622, y establecía que el deudor moroso debía ‘los intereses
convenidos para ese supuesto’ (es decir, para la mora). Luego preveía que ‘si no
hubiere pacto sobre ellos, debe los intereses compensatorios del contrato, y en su
defecto los corrientes en el lugar de cumplimiento, según la tasa que los bancos
cobrasen por sus préstamos ordinarios’" (Barbero, Ariel E., "Intereses moratorios",
cit., p. 85). Este autor (Barbero), siguiendo la postura de Bibiloni, concluye que no se
admite más que la tasa de los créditos bancarios, pero tampoco menos. La
explicación de ello, de modo sucinto, radica en que si el acreedor no consigue
acceder a dicho crédito no es culpa del deudor, pero tampoco del acreedor (Barbero,
Ariel E., "Intereses moratorios", cit., p. 86).

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(71) El término "razonable" atraviesa el derecho y cala hondo en el modo de
aplicarlo al tiempo de resolver cuestiones cuya resolución no aparece de inmediato.
Es que muchas son las oportunidades en las que los operadores jurídicos recurren a
lo "razonable" como modo de justificación de las decisiones o posiciones que
asumen en los casos de que se traten. Es un parámetro que se encuentra arraigado
a esta disciplina desde larga data. Es una herramienta de actuación de la
jurisprudencia, de la que hace uso regularmente en tanto lo razonable está vinculado
a lo equilibrado, a la equidad, a lo justo —entendido como abstracción de la idea de
justicia—. En definitiva, es una de las vías de acceso a una solución en la que
confluyen los hechos circundantes del caso y la aplicación armónica del
ordenamiento jurídico. Al respecto, es apropiado mencionar que en el título
preliminar (cap. 1) el Proyecto se ha previsto que la obligación del juez de resolver
los asuntos sometidos a su jurisdicción debe ser mediante "...una decisión
razonablemente fundada" (art. 3), constituyéndose dicha expresión, por lo demás, en
un principio general aplicable a todos los asuntos que se presenten a su
conocimiento (Galmarini, Pedro, "Gestión de negocios...", cit., p. 958).

(72) Remitimos a la respuesta dada por la mayoría al segundo interrogante en


"Samudio".

(73) Ver último párrafo de los fundamentos del juez Racimo, que integra la mayoría,
al responder el segundo interrogante en "Samudio".

(74) La minoría que votó en el sentido indicado respecto del segundo interrogante,
similar al aquí propuesto en el apartado VII de este trabajo, estuvo integrada por los
camaristas Li Rosi, Álvarez Juliá, Cortelezzi, Díaz Solimine, Varela y Mattera.

(75) C. Nac. Civ., sala A, 21/6/2012, "Lier, Jorge P. v. Camara, Francisco J. y otros
s/daños y perjuicios (acc. tran. v. les. o muerte)", LL Online AR/JUR/32390/2012.

(76) Ibíd.

(77) C. Nac. Civ., sala B, 31/3/2011, "Lodeiro, Osvaldo M. v. Transportes Metropolitano


General Roca S.A", LL Online AR/JUR/20827/2011.

(78) C. Nac. Civ., sala B, 23/3/2011, "Morilla, Silvia R. v. Trenes de Buenos Aires S.A
s/daños y perjuicios".

(79) C. Nac. Civ., sala C, 31/5/2010, "M., C. A. v. Arte Radio Televisivo Argentino S.A y
otro", y del 3/5/2011, "Bidart, Patricia v. Lin De Tan Kuei Chiao y otro s/daños y
perjuicios".

(80) C. Nac. Civ., sala D, 16/10/2012, "Sematur S.R.L v. Puertas Rivera, Jesús A. y
otros s/daños y perjuicios".

(81) C. Nac. Civ., sala D, 14/9/2010, "Santich, María Cristina y otro v. Microómnibus
Ciudad de Buenos Aires SATCI y otro".

(82) C. Nac. Civ., sala E, 27/12/2010, "Socodo, Diego C. v. Velardi, Cayetano y otros";
28/2/2011, "Ramírez, Ricardo A. v. Club Atlético Boca Juniors y otros" y 19/10/2012,
"Garay, Miguel Ángel v. Canal, Raúl Ramón y otros s/daños y perjuicios".

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(83) C. Nac. Civ., sala F, 12/5/2011, "Moyano, María Teresa y otros v. Martínez, Diego
A. y otros s/cobro de sumas de dinero" y 18/4/2012, "Bursa, Ángel R. y otro v. Renault
Argentina S.A s/daños y perjuicios".

(84) C. Nac. Civ., sala F, 18/4/2012, "Bursa, Ángel R. y otro v. Renault Argentina S.A
s/daños y perjuicios".

(85) C. Nac. Civ., sala G, 13/2/2012, "Lella, Pablo E. v. Casarotto, Gastón M. y otros
s/daños y perjuicios".

(86) C. Nac. Civ., sala H, 7/5/2012, "Maydana, María Florencia v. Metrovías S.A
s/daños y perjuicios".

(87) Ibíd.

(88) C. Nac. Civ., sala I, 14/10/2010, "Venturi, Stella M. v. Micro Ómnibus Quilmes S.A.
Línea 159".

(89) C. Nac. Civ., sala I, 2/10/2012, "Goncebat, Esteban A. y otro v. Transportes


Colegiales SACI y otros s/daños y perjuicios".

(90) C. Nac. Civ., sala J, 19/4/2012, "Acuña, Marcela A. y otros v. Garret, Gerardo A. y
otros s/daños y perjuicios".

(91) C. Nac. Civ., sala J, 3/5/2012, "Santa Cruz, Roberto v. Fernández, Jorge R. y otros
s/daños y perjuicios" y 30/8/2012, "Gómez, Roberto Daniel y otro v. Arcos Dorados
Argentina S.A y otro s/daños y perjuicios".

(92) C. Nac. Civ., sala K, 28/10/2010, "Félix, Marcelo Sebastián v. Romano, Matías
Adrián"; 6/4/2011, "V. E., G. V. v. M., R. s/daños y perjuicios" y 18/10/2012, "Biscia,
Claudia H. v. Fernández, José y otros s/daños y perjuicios".

(93) C. Nac. Civ., sala L, 13/7/2012, "Mateu, Alfredo L. v. Metrovías S.A s/daños y
perjuicios".

(94) C. Nac. Civ., sala L, 12/7/2012, "Marotto, Miriam E. v. Transporte Atlántida S.A
s/daños y perjuicios" y 13/7/2012, "Mateu, Alfredo L. v. Metrovías S.A s/daños y
perjuicios".

(95) C. Nac. Civ., sala M, 23/9/2010, "Toledo, William D. v. Jaureguialzo, Juan María y
otros" y 10/11/2010, "Martelli, Héctor v. Supermercados Toledo S.A y otro".

(96) C. Nac. Civ., sala M, 13/12/2011, "Borgione, Cristóbal N. v. Acuña, David D. y


otros s/daños y perjuicios".

(97) C. Nac. Civ., sala M, 24/5/2012, "León Lydia v. Benítez, Nelson Alfredo y otro
s/daños y perjuicios".

(98) C. Nac. Com., 2/10/1991, en pleno, "Uzal S.A v. Moreno, Enrique".

(99) Highton, Elena I., "Intereses: clases...", cit., p. 100.

(100) C. Nac. Trab., 24/6/1992, en pleno, acta 2100, JA 1992-I-641.

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(101) C. Nac. Trab., 9/6/1994, en pleno, acta 2155.

(102) C. Nac. Trab., 7/5/2002, acta 2357, ampliada por la resolución 8 de 2002. Cabe
aclarar que esto último no se trata de un plenario, sino de una recomendación que
se hace a los jueces respecto de la aplicación de la tasa de interés.

(103) La sala 2ª del fuero Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad


Autónoma de Buenos Aires ha declarado la procedencia de un recurso de
inaplicabilidad de ley tendiente a que se fije doctrina plenaria sobre la tasa de
interés aplicable. Ello ha tenido lugar en el marco de la causa "Eiben, Francisco v.
GCBA s/empleo público", del 14/3/2013.

(104) C. Cont. Adm. y Trib. Ciudad Bs. As., 15/10/2010, "Claude, Matías G. y otros v.
GCBA s/daños y perjuicios".

(105) C. Cont. Adm. y Trib. Ciudad Bs. As., 3/5/2012, "Pereyra, Leo L. v. GCBA y otros
s/empleo público".

(106) C. Cont. Adm. y Trib. Ciudad Bs. As., 2/2/2010, "Pereira do Amaral, Beatriz S. v.
GCBA".

(107) Corte Sup., 19/8/2004, "Serenar S.A v. Buenos Aires, Provincia de s/daños y
perjuicios"; 12/8/2008, in re "Reynot Blanco, Salvador C. v. Santiago del Estero,
Provincia de s/daños y perjuicios", entre muchos otros.

(108) Sup. Corte Bs. As., 29/9/2010, "Florentin, Leonor v. Guevara, Roberto,
Compañía de Ómnibus ‘25 de Mayo’ S.A y otros s/daños y perjuicios", entre otros.

(109) Publicada en el BO del 12/12/2012, n. 26969.

(110) El llamado principio de reparación integral es enunciado con la expresión: debe


repararse todo el daño, no más allá del daño, pero todo el daño. Es dable subrayar
que se entiende por reparación plena, la que condice con la plenitud propia de cada
ordenamiento jurídico, la que se obtiene según lo que cada ordenamiento jurídico
atribuye al causante del daño. Eso, y nada más (Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y
López Cabana, Roberto M., "Derecho de obligaciones...", cit., ps. 266/267).

(111) C. Nac. Com., 25/8/2003, en pleno, "Calle Guevara, Raúl (fiscal de Cámara)
s/revisión de plenario".

(112) Alterini, Atilio A., Ameal, Oscar J. y López Cabana, Roberto M., "Derecho de
obligaciones...", cit., p. 277. Dichos autores consideran lógico que la evaluación del
daño se lleve a cabo en el acto que importa el dictado de la sentencia, debido a que
ésa es la oportunidad procesal en la que se fija la cuantía del perjuicio y la más
cercana a la fecha de pago.

(113) Fallos 326:259; 327:508, entre otros.

(114) Fallos 308:2402.

(115) Ver fundamentos aportados por los jueces Piaggi, Monti y Caviglione Fraga en
el plenario "La Razón", aquí citado.

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