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Leyendas del bosque mítico

Terri Windling
(traducción de Sandra Román)

Cuando entornamos los ojos hacia las sombras del


Bosque Mítico, un sorprendente rostro nos clava su
mirada: él es el Hombre Verde, enmascarado tras un
frondoso follaje que surge desde su boca. El Hombre
Verde es un símbolo pre-cristiano encontrado en tallas de
madera y piedra en templos paganos, tumbas, iglesias
medievales y catedrales. Fue utilizado también como un
motivo ornamental en la arquitectura victoriana en toda
una vasta zona que abarca desde Irlanda hasta Rusia. Si
bien es comúnmente percibido como un antiguo símbolo
celta, en realidad sus orígenes y significado original se
encuentran velados bajo el misterio. El nombre data
solamente de 1939, cuando la folklorista Lady Raglan
trazó una conexión entre las caras foliadas de las iglesias
inglesas y las leyendas folklóricas referidas al “Hombre
"The King of the
Green Men"
Verde”(the Green Man o "Jack of the Green"). El nombre
Brian Froud © 1998 evocativo fue ampliamente adoptado debido a la
legitimidad de esta conexión aunque permanece en debate
con muy pocas evidencias ciertas. Primitivos ejemplos conocidos de la cabeza foliada
(como fue conocida en épocas anteriores a Lady Raglan) provienen de la Roma clásica y
fue recién cuando el símbolo fue adoptado por la iglesia cristiana que se esparció y
proliferó a lo largo y a lo ancho de toda Europa. No existen escritos conocidos que
expliquen qué representa la cabeza foliada para las más tempranas religiones o por qué fue
precisamente incorporada a la arquitectura cristiana, pero la mayoría de los folkloristas
conjeturan que míticamente simboliza renacimiento y regeneración, y de esta manera fue
ligado a la iconografía cristiana de la resurrección. El Árbol de la Vida, un símbolo
universal de vida, muerte y regeneración, fue adaptado por el simbolismo cristiano de un
modo similar.
La figura de “Jack in the Green” está asociada con
el nuevo crecimiento de la primavera y las celebraciones del Día de Mayo. En Hastings,
Inglaterra, por ejemplo, la procesión a caballo de Jack es
todavía actuada por un hombre alto, vestido con un traje y
una máscara de hojas y coronado con flores. Él viaja a
través del pueblo, acompañado por hombres cuyo pelo,
piel y ropas son todas verdes y una mujer joven usando
flores, vestida y pintada enteramente de negro. En un
momento, aparecen bailarines llamados “Morris”, que
atascan la procesión y entretienen a la multitud mientras
Jack juega a cazar a las chicas bonitas, haciéndose el
tonto. Luego de un buen tiempo, él alcanza un monte
entre bosques debajo del castillo local. Los bailarines
esgrimen sus espadas de madera, golpeando al hombre de
la cabeza de hojas. Un poema es recitado solemnemente
sobre la criatura, luego alegremente invitan a cada
miembro de la comunidad a tomar una hoja de Jack para
la buena suerte. (De acuerdo al mitologista Sir James
Frazer, "la muerte de un espíritu arbóreo estuvo siempre
asociada con su renovación o resurrección en una forma "Woman and Mask"
mucho más joven y vigorosa”.) En Bavaria, un similar Robert Gould © 1998
árbol-espíritu, llamado “Pfingstl” deambula por los
pueblos rurales vestido con hojas de aliso y avellano, con una capa cubierta por flores. Dos
muchachos con espadas lo acompañan mientras golpea las puertas de las casas al azar,
pidiendo presentes. Pero en lugar de dárselos, la gente frecuentemente le arroja agua. La
cabalgata termina cuando los muchachos esgrimen sus espadas y matan al hombre verde.
En un ritual de Picardy, un miembro de "Compagnons du Loup Vert" vestido con una piel
de lobo verde con hojas, entra a la iglesia de la villa portando una vela y guirnaldas de
flores. Él espera hasta que se canta el Gloria, luego camina hacia el altar entre la gente.
Hacia el final de la ceremonia toda la comunidad lo desnuda y toma sus hojas como
talismán para la buena suerte.

Muchos rituales son remanentes rebajados


de ritos y festividades pre-cristianos. En las
más antiguas religiones, los árboles eran
sagrados y el lugar donde moraban los dioses,
las diosas y una gran variedad de espíritus de
la naturaleza. Algunos eruditos piensan que el
moderno “Día de Mayo” alguna vez formó
parte de ritos paganos de fertilidad primaveral
(en especial el “pole” con su forma fálica), por
cuanto estas procesiones a caballo tienen
Greenwood Mask elementos sexuales muy evidentes. Un punto
Wendy Froud © 1999 de vista arraigadamente animista, con una
fuerte reverencia por los árboles y la
sacralidad de la naturaleza, fue particularmente sostenida por los pueblos del norte de
Europa y las Islas Británicas, de esta manera se convirtieron en áreas donde los sacerdotes
cristianos de la oscura Edad Media (como el severo San Bonifacio en Devon) combatieron
las antiguas creencias, cortando los árboles sagrados y prendiendo fuego bosques enteros.
Para los nórdicos, en la salvaje y ventosa foresta de Escandinavia, un gigantesco fresno
llamado Yggdrasil fue el centro del universo. Las grandes raíces de este árbol conectaban el
Asgard (el reino de los dioses), Rime-Thusar (el reino de los Gigantes de Hielo), y
Niflheim (el reino de los muertos) con el mundo de los humanos, arriba. Las tribus celtas de
Gran Bretaña e Irlanda asignaron propiedades mágicas a cada tipo de árbol y sus ramas
(varas) fueron muy apreciadas por magos, guerreros y sanadores. Cada letra del "ogham",
el antiguo alfabeto celta, estaba representada por un árbol con sus asociaciones mágicas. El
símbolo de los árboles tiene una rica presencia poética en los mitos celtas.
El poeta inglés Robert Graves, en su extraordinario libro “La Diosa Blanca” estudia el
orden y los significados comprendidos en este alfabeto arbóreo. Él conjetura que el famoso
poema gaélico “La Batalla de los Árboles” (un grupo de antiguos poemas preservados en el
manuscrito del siglo XVI llamado "El Romance de Taliesin") se refiere a una batalla
druídica de palabras, más que a una literal batalla de la vegetación. Cuando la extensa
reconstrucción del poema hecha por Graves fue publicada in 1948, algunos eruditos en
mitología argumentaron que el trabajo de Graves fue “divinamente inspirado” mientras que
otros lo calificaron de “completamente loco” (una pregunta que uno podría también hacerse
referida al propio poeta Taliesin).
Los árboles y bosques sagrados jugaron un rol central en los mitos de origen grecorromano.

El roble fue consagrado a Zeus, cuyos sacerdotes oían su


su voz en el murmullo de las hojas. Adonis, el dios del cambio de las estaciones y las
nuevas cosechas, nació del tronco de un árbol de mirra. La ninfa Daphne se convirtió en un
árbol de laurel para escapar de la violación de Apolo. El laurel fue sagrado en los cultos de
la Diosa, y fue el árbol de la inspiración poética. Muchos estudiosos consideran que el dios
Dionisos fue el predecesor del símbolo del Hombre Verde, ya que Dionisos fue
representado frecuentemente enmascarado y coronado
por hojas de parra y hiedra. Esta deidad fue el “Señor de
la Naturaleza Salvaje”, él fue el dios del vino (hecho con
uvas silvestres), el éxtasis y la sexualidad. Su presencia
podía enloquecer a comunidades enteras y sus
sacerdotisas, las ménades, deambulaban por los bosques
usando pieles de ciervo y zorro, amamantando a
cachorros de lobos con sus propios pechos. Dionisos fue
también el dios del mundo subterráneo (en su aspecto de
Dionisos Okeanos), asociado a la muerte y el
renacimiento, particularmente por que él mismo fue tres
veces nacido”. Primero como hijo de Perséfone y Zeus
(devorado de niño por los Titanes), la segunda vez como
"Green Man"
hijo de Semele de Tebas (quien murió como resultado de by Mark Wagner © 1999
los celos de Hera, mucho antes de completar el término
de su gestación), y en tercer lugar como el feto salido del cuerpo de Semele, nacido del
muslo de Zeus. El culto a Dionisos fue una de las grandes religiones mistéricas, cuyos ritos
abarcaban desde lo intelectual y contemplativo hasta las orgías y grandes borracheras, y los
cuales incluían (de acuerdo con lo que dice Robert Graves) la ritual ingestión de un hongo
alucinógeno, panaeolus papilionaceus, como manera de ayudarse en la percepción del
mundo numínico. Numerosos eruditos han marcado paralelismos entre Dionisos y el
hombre-ciervo Cernunnos, consorte de la Diosa Luna y señor de las forestas de Gran
Bretaña y Gales, cuyos seguidores podrían también haber usado un hongo, psilocybe, como
parte de sus ritos mistéricos. ("Psilocybe da una sensación de iluminación universal",
escribe Graves, "como puedo atestiguar por mi propia experiencia de él.") Cernunnos,
como Dionysos, fue asociado con el otro mundo y el gran ciclo de muerte y resurrección.
Cabezas talladas, representando a este dios de los bosques, eran emplazadas cerca de los
umbrales, vertientes y altares silvestres frecuentemente tallados con huecos en los cuales se
encajaban cuernos de antílope o de follaje.

La diosa griega Artemisa fue también una criatura del


bosque, atendida por hermosas ninfas de los árboles (las
dríades) y por jóvenes solteras. Si bien ella fue una virgen
en las tradiciones tardías de Grecia y de Roma, en tiempos
antiguos ella fue la Madre de Todas las Criaturas y no
virginal en el sentido que hoy se utiliza esta palabra sino
libre del control de los hombres, como lo fueron también
sus sacerdotisas. Artemisa fue reverenciada como la Gran
Cazadora y temida por el carácter salvaje de su naturaleza.
Muchos bosques estaban consagrados a ella y por lo tanto
no podían ser traspasados sin correr peligro. En la famosa
historia de Acteón, un hermoso joven que estaba cazando
con sus amigos se internó torpemente en uno de sus
bosques y espió a la diosa que estaba dándose un baño.
Por este crimen, Artemisa lo transformó en un ciervo con
plena conciencia humana. Desconociendo esto, fue cazado
por sus amigos y despezado por sus propios perros. A
pesar de su posterior encarnación como una virgen,
Artemisa permaneció siendo la Diosa de los Nacimientos
bajo el nombre de Eileithéia. Ella era la diosa a quien se
"Daphne at the moment that encomendaban las mujeres embarazadas para no sufrir
Apollo . . . " dolor en el parto. En este aspecto, ella es la contraparte
Beckie Kravetz © 1999
femenina del hombre Verde. Primitivamente, fue
representada en tallas en piedra como una mujer dando nacimiento a un ramo de
vegetación. En algunas de ellas, ella mantiene su vulva abierta para que emerjan las hojas .
Este símbolo de la Mujer Verde es menos conocido que el del hombre Verde, por supuesto,
habiendo sido luego adaptado a la iconografía cristiana o la decoración victoriana y que
apareció en las iglesias irlandesas construidas antes del siglo XVI, donde fue conocida con
el nombre de Sheela-Na-Gig. Algunas de estas figuras aún permanecen intactas mientras
que otras fueron destruidas o sepultadas durante las reformas religiosas del siglo XIX.
La ciudad de Roma nació de una foresta, de acuerdo a las leyendas míticas sobre su
origen. Rhea Silvia (Rhea "del bosque") fue la hija del rey de Alba Longa hasta que su tío
le robó el trono. Ella fue quitada del medio y metida en el equivalente romano de un
monasterio pero dio a luz a dos mellizos, Rómulo y Remo, tras haber sido violada por
Marte, el dios de la guerra. El falso rey ordenó que los mellizos fueran ahogados, pero a
pesar de eso (y en el mejor estilo de los cuentos de hadas) fueron abandonados en el bosque
donde fueron amamantados por una loba. Ambos niños fueron criados por un bandolero y
llegaron así a la edad adulta. Cuando Remo emergió del bosque,
ayudó a su abuelo a recuperar el trono de Alba Longa y luego
regresó al bosque, des-
malezó un monte y fundó la ciudad de Roma. Bajo la ley romana,
el bosque que se hallaba ante sus puertas no pertenecía a nadie y
permaneció bajo jurisdicción civil. Este fue el reino de Silvanus,
el dios de los límites sagrados y de la naturaleza silvestre. A
medida que Roma creció, el poder de Silvano fue disminuyendo,
no solo localmente, sino también en todas las tierras donde el
imperio romano se extendió. En aquellos tiempos, explica Robert
Pogue Harrison en Forests: the Shadow of Civilization, "las
forestas estaban literalmente por todas partes: Italia, Galia,
España, Britannia, y toda la antigua cuenca del Mediterráneo. La
densidad de estos bosques preservaron la relativa autonomía y
diversidad de las familias y de las ciudades-estado de la
antigüedad. Los bosques fueron obstáculos para conquistar y
homogeneizar. En virtud de ello, las comunidades se
desarrollaron de un modo indígena, y por lo tanto cada una servía
para localizar el espíritu del lugar. En sus arboledas vivían
espíritus y deidades, faunos y ninfas que pertenecían a ese lugar y
no a otro. En su camino hacia universalizar el imperio, los
romanos fundaron caminos que desnudaron y atravesaron esa
latente masa “silvana”, construyeron carreteras, caminos
imperiales, instituciones y una extensa red integrada de "Dryad"
'telecomunicaciones.' "Las masivas deforestaciones de la tierra Virginia Lee © 1999
para la construcción o el uso agrícola produjeron profundas
implicancias ecológicas incluso en la antigüedad. Bosque tras bosque fueron talados y los
suelos que alguna vez fueron fértiles se vieron erosionados. Nuestra moderna desesperación
al ver desaparecer de la faz del planeta las tierras plantadas de árboles no es una emoción
única del siglo XX. Tan temprano como en el siglo IV a.C., Platón escribió su tristeza (en
Critias) por la aridez de los montes que rodean Atenas, luego de que bosque tras bosque
hubieran caído bajo las hachas de los constructores de barcos.
De acuerdo con la tradición Greco-Romana, las dríades (las ninfas que viven en los
árboles) mueren cuando sus árboles personales son cortados. Esto es también real para otros
espíritus arbóreos que habitan los bosques de Europa, incluyendo las hadas de la vegetación
de muchas diferentes culturas. En algunas leyendas admonitorias, las hadas toman su
venganza sobre los humanos que se atrevan a perturbar sus lugares. En otros, las hadas
desfallecen en silencio cuando su hábitat es destruido y, cuando ellas mueren, la belleza y
el alma mágica de la tierra muere con ella. Los espíritus sobrenaturales de los bosques
pueden tomar muchas formas, desde las exquisitas dríades de los griegos hasta los horribles
trolls de Finlandia y Noruega. Las “swor skogsfru” (esposas de los bosques) de Suecia, son
seductoras y absolutamente hermosas... en el frente. En su parte de atrás estas mujeres
hadas están hechas de corteza de troncos. En Italia, las silvanas (mujeres árboles) se casan
con los silvanos (hombres árboles) para producir los “folleti”, las encantadas hadas de la
tierra. En Inglaterra, muchos duendes de la tierra construyen sus hogares en las raíces de los
robles y cada clase de árbol tiene su propio duende para servirlos y permitir su crecimiento.
Los hombres hechos de corteza seducen a las jóvenes doncellas en los cuentos de hadas de
Europa del Este. Algunos de ellos son peligrosos, mientras que otros son tiernos amantes.
Los espíritus en el bosques de Broceliande (ahora
conocidos como Paimpont) en Brittania, también
tienen una gran gama de caracteres que van desde
los benevolentes a los malignos. En una vieja
leyenda, un viajero perdido encuentra en su camino
un extraño castillo. La hermosa dama de la casa le
ofrece comida y bebida... y sus propios brazos para
dormir. Él, galantemente rechaza esto último, con lo
cual quiebra el poder del hada sobre él. La luz de la
mañana revela el castillo en ruinas, vacío e invadido
por la foresta. Broceliande es el bosque donde
"Spirit of Desert Sycamore"
Merlin, el mago, yace atrapado en las entrañas de un
T. Windling © 1999 árbol, burlado y seducido por el hada hechicera
Vivian (también conocida como Nimue). Merlin es
una figura íntimamente conectada con los bosques en la tradición arturiana. Durante sus
años de locura él deambuló por los bosques de Gales, luego de la desastrosa Batalla de
Arderydd. En ese tiempo aprendió la lengua de los animales y agudizó sus poderes
proféticos. Una historia similar cuenta las experiencias de Suibhne, un héroe irlandés
hechizado por una maldición en una batalla y forzado a volar hacia los bosques en la forma
de un pájaro. Como Merlin (y otras figuras chamánicas que buscan los Misterios en la
naturaleza silvestre), Suibhne se vuelve loco durante su largo exilio, pero cuando emerge de
su prueba, se ha convertido en un maestro sobre todas las criaturas del bosque1.
En los romances épicos, los héroes se internan en los
bosques, para probar su fuerza, coraje y fe; algunas veces,
como Merlin, ellos encuentran la locura allí, como el
Orlando de Ariosto (Orlando Furioso, uno de los grandes
poemas del Renacimiento Italiano. En la famosa historia
medieval del Rey Verde, esta misteriosa figura cabalga
hacia los bosques rumbo a Camelot en la víspera de Año
Nuevo. Sus ropas son verdes, su caballo es verde, su cara
es verde, como también lo son todas sus joyas brillantes.
Lleva un arbusto sagrado en una de sus manos y un hacha
de acero verde en la otra. El Caballero Verde hizo público
un desafío por el cual cualquier caballero de la corte podía
batirse con él y tomar su cabeza, pero en el término de un
año, su oponente debía internarse en la foresta y someterse
al mismo desafío. Gawaine acuerda esto para salvar el
honor de su rey. Él cortó en rebanadas la cabeza del
Caballero Verde, pero la criatura la levantó y se volvió
galopando hacia el bosque, llevando su cabeza bajo el "Green Knight" - Iain McCaig
1
Nota de la traductora: En términos psicológicos, el bosque simboliza lo más profundo de la psique. El
interior donde nos zambullimos en búsqueda de nuestro propio ser, ya sea voluntariamente, ya empujados por
una larga depresión o el proceso de alguna enfermedad. En un principio, este proceso puede parecer que nos
lleva hacia la locura, pero una vez que lo superamos y salimos de él, emergemos renovados con nuevas
habilidades y fortalezas que jamás hubiéramos imaginado tener. Este es el misterio de los ritos de iniciación.
brazo. Un año más tarde, Gawaine buscó al Caballero Verde en la Capilla Verde del
bosque. El sobrevivió al desafío pero fue humillado por el hombre verde y su hermosa
esposa mediante un acto deshonesto (recomiendo la excelente traducción de Gawaine and
the Green Knight hecha por J.R.R. Tolkien si prefieren leer la historia completa). En el
romance francés Valentine and Orson, la Emperatriz de Constantinopla es acusada de
adulterio y arrojada fuera del palacio. En el medio del bosque ella da a luz a mellizos. Uno
de ellos es rescatado por un noble caballero y es criado en la corte mientras que el otro
niño, Orson, es robado por una osa y se pierde en la espesura. Los hermanos se encuentran
por casualidad, luchando, luego se convierten en íntimos amigos y compañeros de
aventuras, antes de que un oráculo les informara de su parentesco. El muchacho salvaje se
civiliza, aunque mantiene una manera primitiva en su fuerza, pero cuando su hermano
muere, regresa a vivir al bosque. Esta épica representa otra gran figura arquetípica, el del
hombre primitivo y poderoso que podemos encontrar por ejemplo en la leyenda de
Gilgamesh (en la figura de Enkidu) tanto como en Tarzan de los Monos. "La imaginación
medieval estuvo fascinada por el hombre salvaje," advierte Robert Pogue Harrison, "pero
posteriormente al status que alcanzó durante la Edad Media no fue más que el de un
personaje imaginario”. En muchas historias tanto hombres como mujeres fueron
frecuentemente encontrados en la naturaleza salvaje, frecuentemente se trataba de gente
“insana”. Si los encontraba algún cazador trataba de capturarlos vivos y llevarlos a la
civilización para maravillar a la gente. Otro famoso hombre salvaje de la literatura puede
encontrarse en el Romance Yvain, de Chretien de Troyes; en la obra de Jacob Wasserman,
Casper Hauer (basada en un hecho real en la vida de un niño salvaje encontrado en la plaza
del mercado de Nuremberg en 1829). Otro personaje es Mowgli, en el Libro de la Selva
de Rudyard Kipling. (Para una hermosa descripción del
hombre salvaje en un contexto moderno se puede recurrir
a la memorable novela lírica de Alice Hoffman, titulada
Second Nature.) Las leyendas de los bandoleros míticos
son una subcategoría de las historias relacionadas con el
Hombre Verde (Robin Hood, por ejemplo). El héroe es
generalmente un hombre civilizado que es compelido al
crimen a través de un acto de injusticia. Relatos mágicos
de ermitaños y místicos del bosque son otra subcategoría
y las leyendas cristianas están llenas de santos que viven
en la naturaleza y se alimentan con miel y bellotas. Esto
está naturalmente reforzado por experiencias actuales de
personas poco comunes (que en tiempo primitivos eran
místicos, herbalistas, brujas, viudas, excéntricos o
simpletones) que viven marginados de la sociedad y fuera
de las ciudades, sea por elección o por necesidad. Una
anciana vecina mía de Devon recuerda en su juventud a un
viejo sin brazos que vivía en una caverna y de quien se
"Treebeard"
Alan Lee © 1978
creía tenía poderes proféticos.
Para los Románticos alemanes, los bosques sostenían el
alma de los mitos y de esto modo la cultura volk se mantenía más pura y verdadera que los
artificios de la civilización. Hoffman, Tieck, Fouque, Novalis y otros se internaron en los
bosques de las leyendas de hadas para crear místicos, oscuros y mágicos trabajos mediante
el uso avezado de los arquetipos míticos. En el temprano siglo XIX, los hermanos Grimm
publicaron su famosa colección de relatos folklóricos, llenos de leyendas en las cuales un
viaje hacia los bosques oscuros era el catalizador para la magia y la transformación. La
pasión por el folklore se esparció a lo largo de Europa, tocando todas las áreas del arte
popular y adoptando un nuevo clima académico para la colección de relatos orales y
baladas. En Escocia, el reverendo George Macdonald, inspirado por los trabajos de los
románticos alemanes, comenzó a escribir historias folklóricas como "The Light Princess" y
"The Golden Key", las cuales son ahora clásicos de la literatura mágica. En los bosques de
hadas de Macdonald los árboles que hablan (a la vez malvados y maravillosos) están
tomados directamente de arquetipos míticos, formando parte de una tradición literaria que
corre desde los árboles proféticos en las aventuras mágicas de Alejandro el Grande a través
del "Bosque de los Suicidas" en el Infierno del Dante, hasta los Ents de “El Señor de los
Anillos” de Tolkien. El yerno de Macdonald, el pintor victoriano Edward Burne-Jones y
sus colegas del movimiento de arte Pre-Rafaelita volvieron una y otra vez a los arquetipos
forestales en sus pinturas, poesía y prosa incluyendo novelas como The Wood Beyond the
World por el gran amigo de Burne-Jones, William Morris. A medida que el siglo avanzaba,
el poeta irlandés William Butler Yeats encontró la magia en la penumbra de los bosques
para encender su arte. En los primeros años del siglo XX, escritores como Hope Mirrlees
(Lud in the Mist), James Stephens (The Crock of Gold), y Lord Dunsany crearon leyendas
modernas y míticas para explorar los bosques que yacen (para tomar una frase de Dunsany)
"más allá de los campos que conocemos".
Luego aparecieron tres hidalgos de Oxford (Tolkien, C.S. Lewis y Charles Williams), cuyo
trabajo ha sido influenciado profundamente por las antiguas tradiciones mágicas. Es el
desafío de los fantasistas modernos asimilar los trabajos
producidos por estos tres grandes (Tolkien en particular),
para evitar caer en pálidas imitaciones de su obra. Los
escritores modernos que pudieron hacerlo exitosamente
(Alan Garner, Ursula K. Le Guin, Philip Pullman, etc.)
están todos familiarizados con la fuente mítica de
material que los Maestros del pasado utilizaron con gran
efecto. Neil Gaiman es otro buen ejemplo de “hacedores
de mitos” al igual que Dunsany, Mirrlees y Christina
Rossetti y su encantadora novela Stardust. Esta historia,
está situada en un bosque inglés ante la Pared que separa
nuestro mundo del de las hadas y realmente parece una
historia clásica del siglo XIX, a la vez fresca y original.
El espíritu del bosque es también una cautivante
presencia en las películas japonesas como Princess
Mononoke. Las historias de bosques de Patricia A.
McKillip son algunas de la más fina literatura fantástica;
"A Dream of Apples"
recomiendo sus novelas Winter Rose y The Book of Atrix Charles Vess © 1999
Wolfe en particular, así como también su inusual historia
contemporánea Stepping from the Shadows. También recomiendo el "mundo imaginario"
de las novelas de Sean Russell (como World Without End y Sea Without a Shore); The
Bloody Chamber por Angela Carter, con un sabor ligeramente freudiano; The Green Man
por Kingsley Amis, The Corn King and Spring Queen por Naomi Mitchison, un trabajo
clásico de ficción mitológica que surge de los estudios folklóricos de Frazer y otros
eruditos. Entre esas lecturas vinculadas al Hombre Verde y al folklore forestal recomiendo:
Green Man por William Anderson y Clive Hicks, Forests: The Shadow of Civilization por
Robert Pogue Harrison, The White Goddess (La Diosa Blanca) de Robert Graves, y The
Golden Bough (La Rama Dorada) de Sir James Frazer.

Hacia el final de su libro informativo sobre el simbolismo del “Green Man”, William
Anderson nos recuerda que esta criatura misteriosa ha sido alterada a lo largo de los siglos,
cambiando nuestra percepción cultural de los bosques y la naturaleza salvaje a medida que
nos hemos ido moviendo desde una antigua relación animista con la naturaleza hacia una
posición de dominio sobre ella. William relaciona la reciente popularidad del Hombre
Verde con la aparición del movimiento ecologista moderno y anota lo siguiente:

"Green Man"
Ari Berk © 1999

Nuestros remotos ancestros decían a su madre Tierra, "somos tuyos."


La moderna humanidad dice a la Naturaleza, "Tú eres mía."
El Hombre Verde ha retornado como una cara viviente de las fuerzas de vida, a través de
cuya boca podemos decir al Universo: "Todos somos Uno."

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