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CRÓNICAS SOBRE UN BOSQUE

ENCANTADO
Autor – Mario Alberto Muñoz Zepeda

MIS GRATOS RECUERDOS Y APRECIACIONES

Los siguientes textos desarrollados más abajo tienen dos propósitos


fundamentales, entretener y lograr una buena acogida en el lector a través de
un relato mágico, fantástico e imaginativo, no sin antes advertir que, de lo
descrito a modo de imaginaría sencilla y simple, es una realidad disfrazada con
eventos imaginativos e irreales pero que, sin descuidar la forma y el contenido,
están basados en hechos reales acaecidos hace ya mucho tiempo atrás,
durante una época poco precisa de mi vida.

Los personajes existen y aún son protagonistas de otras aventuras de las


cuales ya no formo parte. Sin duda alguna, después de leer estos textos donde
ellos son protagonistas, he de esperar que, de la misma forma que estos
relatos hace volar la imaginación hacia ese mágico lugar, otros textos similares
vean la luz a partir de esas otras experiencias y vivencias que puedan
enriquecer las presentes Crónica sobre un Bosque Encantado.

EN EL COMIENZO

Había un espeso y muy alejado bosque donde vivía Damalibros, una de


las más fantásticas hechiceras que jamás se había visto en todos estos tiempos
míticos de aventuras. Construída su vivienda en lo más alto de un Árbol casi
Milenario, esta hechicera tenía su hogar y sus espacios perfectos para
practicar sus más creativas artes mágicas. Desde las alturas de su amado árbol
y durante las tardes, muy tranquilamente, contemplaba el bosque muy atenta
a los eventos que se avecinaban y que debería saber contener de una u otra
manera.

Entre estantes repletos de libros, anaqueles con diferentes tipos de


plantas, hierbas y cosas similares, nuestra amiga hechicera ordenaba el
universo de los lenguajes etéreos y antiguos, utilizaba palabras y verbos que
otrora fueron creadores de cosas hermosas y duraderas, y que hoy ya no se
recuerdan.

En el libro “Los Anales de los Recuerdos Recientes”, se afirma que;

“en medio de un tupido bosque, tiene ella su morada, un espacio privado,


único y exclusivo, un lugar que ella misma ha ido construyendo con el paso
del tiempo y que se ha transformado en una extención de su hogar verdadero,
convirtiendo todo ese espacio único en un santuario de expiaciones para todos
los habitantes que por ahí se avecinen”.

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Y de acuerdo a lo que ví durante mi paso por esos lugares, confluyen
hacia ese sitio las más extrañas criaturas que Dios, en su santo sano juicio, ha
creado. Un ejemplo es una delgada y coqueta libélula amante del café y del
estrés adrenalínico, y que tenía la costumbre de visitar esos lugares. También
una bruja de nombre Betzabé y famosa por sus encantamientos, como también
otras tantas muy extrañas y terríbles, como una vendedora de halajas, otra
divulgadora de chismes y otra apasionada por las cosas extrañas y sin sentido.
Todas ellas conforman un corro ideal para desarrollar una crónica de aventuras
y desventuras sobre todas ellas.

Las brujas y hechiceras hacen siempre de las suyas, mas, Damalibros, la


Dama de los libros, fue capaz de contenerlas en múltiples ocasiones y
debidamente, a través de sortilegios especiales, les expulsó esas apariencias
benévolas y engañosas, dejándolas al descubierto con sus más malévolas
intensiones. El don de la palabra esas brujas no poseían, mas, Damalibros sí lo
tiene, pues todo cuanto habla se vuelve realidad, y solo basta que ella lo diga
para que, con asombro y espanto, todo lo dicho se cumpla a cabalidad.

Debo decir al lector incauto y poco instruido en las artes mágicas que,
cuando te rodeas de personas con dones especiales, humildes y sin nada de
arrogancia, muy lentamente uno va descubriendo todo un mundo de fantasías
y de ensueños, de recuerdos, de hechizos y decretos, de rigurosidad en el uso
del lenguaje mágico y descubres la importancia de la palabra, la amistad, el
café y las buenas conversaciones.

A medida que el tiempo transcurre, estando rodeado de personas


interesantes, cada momento se vuelve especial y más aún cuando algo o
alguien lo vuelve único y encantador, y así fue el día en que conocí a Libélula.
Ese día especial fue único para mí, pues, aunque no lo crean, llamó mi atención
de inmediato al sorprenderme con su vuelo rasante y majestuoso que me
ofreció cuando hizo su llegada al sitio donde Damalibros acostumbraba a
ofrecerme una taza de té.

Esta hechicera alada se avecindaba de vez en cuando por esos lugares


y así como llegaba, también, de manera muy sutil, se iba lejos, desaparecía y
pasaban días sin que revoloteara por ese mítico espacio tan único y especial.
Con el tiempo la fui conociendo más y más y me sentí muy interpretado por
ella en muchos aspectos, observándola detenidamente, me ví reflejado en su
persona pero en mis mejores años de antaño como explorador y aventurero.

Libélula era una hechicera experta en sortilegios de ensueños y


encantamientos especiales y una vez casi me hechizó por completo y si no es
por Damalibros y sus permanentes advertencias, estas crónicas no habrían
sido escritas nunca y las aventuras que más adelante se describen jamás se

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sabrían. Libélula se sabía única y sus alas cuádruples la llevaban por doquier,
¡¡Qué libertad expresada en tan hermoso porte y delgadez!!

Debo confesar que con Damalibros aprendí a valorar el don de la


palabra, en especial cuando ésta se transforma en afilada espada de la verdad.
Ella no se andaba por las ramas cuando tenía que decir las cosas. Su lenguaje
era directo y certero y era aguda en sus decires cuan aguja puntiaguda para
dar sus puntadas, para enrostrar verdades que todos evitaban decir en los
momentos más oportunos.

“Podré ser deslenguada pero jamás mentirosa,..” Repetía antes de


enrostrar sus acusaciones cara a cara cuando debía hacerlo. Fue maravilloso
verla lanzar sortilegios y hechizos enfrentando a muchas hechiceras en
aquelarres extraordinarios saliendo siempre indemne de ellos. Con Libélula
tuvo varias conversaciones honestas y muy directas, y creo que por esa razón,
la alada hechicera, pocas veces se hacía presente por esos lugares.

En una oportunidad se enfrentó ella solita al gran brujo, un mago que


anhelaba, por aquel entonces, encontrar el santo grial que todo brujo o
hechicero requiere para sus propósitos, el Gran Libro Mágico, texto maravilloso
que le permitiría alcanzar todo lo inalcanzable.

Hoy, lejos de esos parajes, exiliado por causa de extraños sortilegios en


otro bosque con senderos muy diferentes, si no controlara a mis leales pies, de
seguro que ya me habrían hecho regresar a ese Bosque Encantado.

EL GRAN ÁRBOL CASI MILENARIO

Cuando me avecindé por esos lugares había recorrido un gran trecho y


ya estaba muy cansado por el largo viaje. Empeñado en encontrar un refugio
antes del anochecer me adentré hacia el centro de ese bosque buscando un
lugar donde alojarme. Algunos lugareños me indicaron que, siguiendo uno de
los senderos más transitados, encontraría un gran árbol que todos conocían
con el nombre del Gran Árbol casi Milenario y que, seguramente, en ese lugar
encontraría alojamiento.

Con mucho entusiasmo me interné en ese maravilloso bosque y


mientras me dirigía hacia ese lugar algunos duendes y enanos que por ahí
vivían, me preguntaron por mi destino y algunos se alegraron y hablaron muy
bien de ese árbol, mientras que otros, mirándose entre ellos, movían sus
cabezas a modo de desaprobación y sin mayores comentarios se alejaban.

Como mi afán era llegar a un lugar apropiado para poder descansar,


caminé lo más rápido posible y cuando llegué al lugar señalado conocí a
Damalibros, una mujer muy especial y que me brindó toda su amistad.

La vivienda de esta mujer estaba en la parte media del árbol y había una
escalera que en espiral te invitaba a subir cómodamente. Una vez arriba y ya
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cruzando el umbral de la puerta, escuché su voz que, de manera imperativa,
que me decía - ¡Quédate quieto! - y luego me lanzó un conjuro, - “¡Entra y
siéntate,.! – Y como cosa de magia, mi cuerpo todo, por completo, muy
rápidamente, buscó tomar asiento casi al instante. ¡Qué fuerza y convicción
expresaba a través de su voz! ¿Para qué desobedecerla si en mi conveniencia,
después de caminar mucho me era grato descansar? Sin pensarlo en ese
momento, busqué una silla y me senté. Así fue nuestro primer encuentro,
después de haber subido a la parte más alta del Árbol casi Milenario.

Este árbol recibió ese nombre después de haber soportado una gran
cantidad de embates de la naturaleza. Según me relató Damalibros, una gran
tormenta se produjo cuando las hadas se hicieron del poder junto al gran brujo
de “Más Allá”, y ese evento casi hizo desaparecer todo rastro de vida,
incluyendo a muchos árboles. La tormenta fue tan espantosa que solamente
muy pocos árboles quedaron en pie, y entre ellos se encontraba Árbol
Milenario y los Árboles Sabios, claro que, ellos estaban muy distantes de Árbol
Milenario, pero era éste igualmente sabio, al igual que los otros. Damalibros al
avecindarse por esos lugares entabló una hermosa amistad con él y desde
entonces ese árbol, el gran Árbol casi Milenario, se había transformado en su
mejor confidente. A medida que el tiempo avanzó sin pormenores, Gran Árbol
permitió que Damalibros viviera entre sus ramas y, poco a poco, esta hechicera
se estableció en la parte media de su esbelta estatura.

Con Damalibros aprendí de sus artes mágica basadas básicamente en el


lenguaje mismo, era más que una hechicera, y cuando se lo proponía, se
transformaba en bruja muy temida y respetada, y no tanto por sus embrujos y
hechizos como por el uso correcto del lenguaje mágico utilizado para lograr sus
cometidos.

No pasó mucho tiempo de haberla conocido que, frente a mis propios


ojos, mi amiga fue desplegando sus dones de palabra al ton y son de las
circunstancias. – “¡¡No!!, ahora ustedes no entran,..” – Les dijo a los duendes
una vez que quisieron entrar a la fuerza para desordenar los estantes que
mantenía muy bien ordenados. Los duendes, convencidos de no poder entrar,
se quedaron en el umbral, inmóviles, como por arte de magia, sin dar un paso
más hacia el interior, sin traspasar ese umbral mágico. ¡Eso fue fantástico! En
otra oportunidad me dijo – “Amigo, tengo hambre,..” - Y sin más razones me
sorprendí yo mismo deambulando por algunos senderos del espeso bosque
junto a ella en busca de algo para apaciguar el apetito. Su poder reflejado en
su palabra era único, su poder de convencimiento era fenomenal, y desde una
retrospectiva actual, entiendo a quienes la esquivaban por los senderos y
caminos de aquellos lugares. Siempre era frontal en sus diálogos con otras
hechiceras y como bruja curtida en estas Artes, sus decretos reafirmaban
acciones que otras brujas rechazaban, y era más porque sus frases eran
sinceras, como verdades indesmentibles y que incomodaban.

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EXCENTRICIDADES DE LIBÉLULA

Libélula, por otra parte, era exquisita en todos sus gustos pero en
especial con el café. Para ella este brebaje era algo muy especial que le
provocaba un éxtasis extraño y misterioso que la llevaba hacia dimensiones
místicas. De partida, si lo bebías junto a ella se debía cumplir con el ritual
acostumbrado, éste debía estar bien caliente con agua recién hervida, debía
ser servido en taza pequeña y a una hora determinada. Nosotros
comprendíamos esa situación y, como amigos condescendientes, le
permitíamos esa excentricidad.

Cada vez que realizaba este ritual, el café lo degustaba con los ojos
cerrados, como si esos encuentros fueran los últimos que merecían ser bien
registrados en su memoria. Con el tiempo recordé esos instantes tan
especiales y comprendí algo muy importante, fue como si ella hubiera sabido
que esos momentos no se volverían a repetir. ¡Qué manera de expresar el
abatimiento por eventos que aún no ocurrían!

En algún momento supusimos que ese ritual del café respondía a un rito
para evocar a sus viejos ancestros, tomándose siempre los tiempos a su ritmo
y según sus necesidades, disfrutaba ese brebaje aromático. No era habitual
verla comer o alimentarse, nunca la vímos probar bocado alguno y era tal
nuestra curiosidad que, hasta pensamos que debía su existencia y
alimentación al aire mismo que todos respirábamos.

Respetuosos de sus extraños hábitos, la dejábamos ser por esos tiempos


muy breves que compartía con nosotros. Había veces que llegaba volando de
prisa, más que de costumbre, y nos explicaba que debía asistir a unas extrañas
sesiones que otras brujas convocaban. Muchas veces intenté saber de qué se
trataban esas extrañas sesiones y por las cuales siempre nos dejaba de lado.
Una vez, para salir de la curiosidad, subí unas cuantas ramas más arriba en el
Gran Árbol Milenario, pues, ella también tenía su espacio unos cuantos metros
más arriba de la vivienda de Damalibros. Vivir en la parte media de un gran
árbol no es algo común, pero ella lo hacía mucho más arriba, y era complicado
encaramarse a través de las ramas hasta lo más alto. Cuando ingresé
sigilosamente a su espacio privado la encontré sentada cabizbaja mirando
unos textos muy antiguos y realizando conjuros de manera susurrante. En otra
oportunidad y en secreto la ví cabeza a bajo, ¡Sí, es cierto! Y según me explicó
tiempo después sobre esa posición invertida, se trataba de“pases” mágicos
para ir de una dimensión a otra, y eso era lo primordial de sus encantamientos
que cautivaba a todos los duendes y enanos que tenía a su cargo. En otras
oportunidades el baile parecía poseerla y, cuan hechizo repentino, comenzaba
a bailar acompañada por todas las criaturas encantadas por ella, yo la ví varias
veces, la seguí para poder saber algo más sobre sus secretos hasta que,
sorpresivamente, descubrió mis intenciones.

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Hubo veces que tuvimos la impresión que Libélula nos tenía hechizados
a todos, pero especialmente a mí, pues siempre terminaba dándole la razón
en todas las cosas, preparándole y sirviéndole café cada vez que me lo
solicitaba y de acuerdo al ritual exigido por ella. Damalibros siempre me
hablaba de conjuros y de encantamientos, y sus observaciones respecto a mi
comportamiento para con ella, en especial cuando andaba por ahí cerca, eran
certeros y muy precisos. Un día me dijo, - “Amigo, te veo muy amigable con
Libélula, ten cuidado, una hechicera puede convertirse en una bruja terrible
cuando lo desea, y no me extrañaría que eso sucediera de un momento a
otro.....” – Y tiempo después sentí que un hechizo o algo parecido había caído
sobre mí. Durante un buen tiempo me transformé en un admirador de Libélula
y no podía despegar mis ojos de ella ni de sus movimientos, ni desenredarme
de sus palabras ni de su voz. Estuve un buen tiempo algo así como embrujado,
hechizado, atolondrado y estúpido. Damalibros, experta en urgar en la mente
de sus amigos y, posiblemente, hasta en sus mismas almas, advirtió mi
encantamiento y me guió profundamente con sus consejos y brebajes
misteriosos. Cuando tomé conciencia de ese extraño hechizo del cual yo era
víctima, decidí acercarme a Libélula para deshacer esos embrujos, pues mi
amiga me dijo que “todo hechizo acaba cuando te decides a enfrentarlo”. Me
costó bastante reconocerlo y con otros encantamientos aprendidos en tiempos
anteriores, logré desenredar lo enredado y pude crear un equilibrio
fundamental para poder coexistir, vivir y disfrutar la vida sin errores ni daños
con Libélula.

Tiempo después descubrí algo más sobre los encantamientos, fue algo
extraordinario y a la vez terrible. Gracias a Damalibros supe que era el café el
brebaje mágico por excelencia que Libélula utilizaba para sus encantamientos,
pero más que el café mismo, se trataba del aroma de éste. ¡Qué recuerdos
más fabulosos!

Hoy, el café y su aroma ya no surten efectos en mí pero la traen a mi


memoria y soy feliz con esos recuerdos.

Ambas hechiceras se fueron convirtiendo en mi complemento,


Damalibros tenía el don del lenguaje y sus sortilegios surtían efectos, Libélula,
por su parte, era experta en pociones y ungüentos, estratagemas gimnásticos
que solo ella podía realizar y que, al igual que las frases mágicas de la primera,
surtían efectos maravillosos. Tratando de emular su delgadez decidí copiar su
forma de vida, sus comidas, su ritmo y hasta sus estratagemas creativos y
mágicos, pero por más que me esforcé, jamás pude volar ni moverme con su
agilidad.

Con el paso del tiempo fuimos congeniando equilibradamente y


Damalibros se convirtió en una amiga y consejera excepcional, y con el tiempo
se transformó en mi conciencia a la cual no podía desobedecer. ¡Qué hechizos
caían sobre mí!

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Libélula, por el contrario, representaba mi “yo libre”, se transformó en
mi ego que deseaba tener alas para despegarse un poco del suelo y disfrutar
desde otras alturas lo vivencial que nos hace realmente crecer. ¡Qué hermosa
conciencia me guiaba en esos tiempos y qué hermosas alas me otorgó Libélula
para lograr mi equilibrio!

UN ENCUENTRO INESPERADO

Un día de invierno, entre lluvias y relámpagos, nos hallábamos


agazapados entre las frondosas ramas del Árbol Milenario. Ese día era especial,
casi todas las hechiceras y brujas habíanse reunido en la gran Caverna de los
Recuerdos, una pequeña explanada rodeada por inmensos árboles que,
inclinados hacia el centro, daban la impresión de ser un formidable techo
natural de frondosidades verdosas y oscuras que lo cubría todo. Ahí, cada
cierto tiempo, el brujo de “Más Allá” se avecindaba por algunas horas e
instruía a sus seguidoras para mantener su reino controlado y poder
gobernarlo desde la distancia, como lo había estado haciendo desde su partida.

Era tal el control que ejercía sobre todas ellas que cuando llegaba en su
carroza negra impulsada por la fuerza de su propia voluntad, todas volvianse
inquietas e inseguras, y ansiedades extrañas parecían dominarlas y empujarlas
hacia las cercanías de él.

Ese día sabíamos la razón de la visita. Desde su partida nadie había


quedado a cargo de su extenso reino y era preciso nombrar a quien lo
sucediera en esas labores. Desde que se supo de este fabuloso nombramiento,
una suerte de especulaciones comenzó a circular por todos los rincones de este
inmenso bosque. Libélula deseaba acudir al llamado, era la más sensible en
estas cosas brujeriles, a diferencia de Damalibros quien era más racional y
menos sentimental, y ésto se debía a que su arte mágico radicaba en el poder
del lenguaje. Pero la Dama de los Libros no era la única, el brujo de “Más Allá”
también lo utilizaba para trabajar a distancia a las distintas criaturas de
manera más engañosa, seductora y casi hipnotizante, y por eso había tantas
hechiceras que le eran incondicionales.

Yo, un simple aprendiz de estas artes maravillosas, no supe qué hacer.


Algo de mí me decía que tenía que ir hacia ese aquelarre, pero mi lado racional
me lo impedía. Recuerdo que muchas hechiceras nos fueron a ver en esa
oportunidad y nos exigieron ir porque el gran brujo así lo solicitaba en
pensamientos. Libélula, muy sensible en ese momento, me ofreció su
compañía y, después de tener el consentimiento de Damalibros, decidí partir
junto a ella. Recuerden que Damalibros era prácticamente mi conciencia.

Mientras avanzábamos por los estrechos senderos, Libélula, demasiado


inquieta e impaciente, emprendía su vuelo y se escabullía por entre las ramas
y los gruesos troncos, y a los pocos metros más allá se posaba a un costado del

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camino y apoyada en algún árbol muy cruzada de brazos me miraba de
manera exasperante.

Supe, tiempo después, que era ella amiga de la rapidez más pura que
existe, rapidísima para todo lo que hay que hacer, e incluso para caminar,
pues, hasta el acto mismo de caminar le producía desagrado por su lentitud.

Mientras me acerqué caminando hacia ella y viéndola totalmente


indiferente hacia mí y muy ansiosa por avanzar lo más rápido posible, le sugerí
que se fuera rápido hacia ese encuentro y que no se preocupara de mí, que yo
igual llegaría a ese lugar y que allá nos veríamos. Sin titubear aceptó mi
sugerencia y emprendió su vuelo sin decirme nada. Lo cierto es que, nunca
sentí que me hubiera obedecido, ella partiría con o sin mi consentimiento ,
pues, muy disciplinada con ella misma y sus sensibilidades, era indudable que
quería estar allá, quería llegar sola y ser parte de ese encuentro fabuloso. Tal
vez, en lo más íntimo, pensó que sería nombrada como representante del gran
brujo de “Más Allá”, y ese pensamiento la impulsó a partir rápidamente hacia
ese encuentro, pasaría un buen tiempo sin que nos volviéramos a ver.

Sin mayor preocupación y relajado continué mi camino por el sendero


que cada vez se hacía más y más tortuoso, y mientras me esforzaba por
avanzar más rápido haciéndole el quite a piedras y ramas dispersas por todas
partes, divisé a la bruja Betzabé, una mujer cuyo rostro irradiaba esplendor,
finura y mucho cuidado con ella misma. Sus labios eran rojos como la manzana
que mordió Blanca Nieves.

Han de saber ustedes que esta bruja utilizaba un maquillaje especial


que le daba a su rostro una apariencia aterciopelada, como de porcelana,
claro que, desde lejos, pues, ya más de cerca la realidad era otra. En ese
instante me sentí algo cohibido, tan hermosa bruja esperándome ahí, a los pies
de un gran árbol y en un lugar muy sombrío. La imaginación comenzó a hacer
su trabajo. Cuando la ví a la sombra de esos grandes árboles mi corazón
comenzó a latir más rápido. Su mirada era penetrante y sus ojos estaban
clavados en mí. Debo confesar que no pude evitar pensar que me estaba
esperando, y más si, su sonrisa cautivadora, solamente me la entregaba a mí y
solo a mí en ese momento. Pero qué triste es volver rápidamente a la realidad.
Su voz seductora y aterciopelada que me seducía cada vez que se acercaba,
en esta oportunidad sonó destemplada y sin sonoridades de conquista.

 Estoy nerviosa, super nerviosa, el brujo de “Más Allá” me espera, quiere


hablar conmigo, ¿cómo me veo? - me preguntó de manera imperiosa
mientras que, con sus manos, intentaba ordenar sus cabellos y se
lamentaba por no tener un espejo.

Como ustedes saben, una bruja no puede utilizar espejos por que con su
sola imagen reflejada, estos se rompen en mil pedazos y es un método muy
usual para descubrirlas.
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 Te ves bien, te ves bien, - y continué caminando, y no me detuve a
saludarla con un beso en la mejilla como era mi costumbre.

 Tal vez eres la elegida,...

 ¿Tú lo crees? - Me preguntó mientras seguí alejándome sin mirarla.

Continué mi camino sin detenerme ni intercambiar palabras con ella,


pensé en la poca deferencia que Betzabé había tenido conmigo. En ningún
momento me saludó o expresó algún tipo de sentimiento hacia mí como era su
costumbre. Cuando alguien dice ser tu amigo, al menos debiera preguntarte
algo que te atañe a tí y solo a tí, pero no ocurrió así en ese momento.

Después de mucho tiempo constaté los hechizos que esta bruja también
había estado practicando en mi persona. Así descubrí el porqué de mi actuar
cada vez que se me cruzaba por los caminos, siempre me empeñaba de mil
maneras en darle en el gusto en todo lo que ella me pedía. Una sonrisa, una
mirada pueden ser también conjuros cautivadores que te pueden enclaustrar
en oscuras andanzas.

Betzabé era una bruja inteligente y muy audaz, sabía de hechizos, era
hermosa como ella sola, atractiva y coqueta para cualquier mortal y cuando se
lo proponía, exageraba esas cualidades al máximo. Sin embargo su hermosa y
fina figura contrastaba con su manera de expresarse muy caótico y poco fino
para su porte. A pesar de su poca sutileza en decir verdades, sus frases y
palabras sueltas, unidas a buenos argumentos, sortilegios y hechizos, se
transformaban en verdades innegables que ofuscaban a otras discípulas del
gran brujo, siendo ella una de sus más cercanas.

Hubo veces que ella misma se encontraba estupenda como mujer y


todos así se lo hacían saber, pero, como ella misma lo reconocía, cuando abría
la boca toda finura y encanto desaparecía. Hay brujas que en apariencia no lo
parecen, pero basta un gesto, una mirada o una palabra, para identificarlas en
lo inmediato. Betzabé era una de ellas, claro que, somos muy pocos quienes lo
sabemos.

Como se consideraba una mujer muy espectacular, tenía muy seguro


que ella sería la elegida, ella representaría al gran brujo de “Más Allá” en todas
estas extensas tierras arbóreas.

Sin preocuparme más de ella continué mi camino. Después de sortear el


valle de los enanos, advertí que alguien venía tras de mí. Apenas sentí ruidos
próximos tras mis pasos miré hacia atrás y cuán grande fue mi sorpresa al ver
a Damalibros pisándome los talones.

Debo confesar que me alegré mucho al verla, su aparición me indicó que


algo importante sucedería y ella estaría ahí para contener eventos inesperados
que, ad portas de esas horas cruciales, pronto sucederían.
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HADAS Y BRUJAS, SERES IRRECONCILIABLES

Mientras caminábamos por los senderos de este bosque, Damalibros me


habló de las hadas, criaturas que habitan en las partes más alto de los árboles
y que son amigas de la luz y el calor, la alegría de los niños y la buenaventura.
Claro que, esa es una imagen fantasiosa dada por los escritores tradicionales
porque, de entre todas las criaturas existentes, las hadas de este bosque
revestían una importancia crucial para los eventos que pronto acaecerían por
estos lugares y, dadas las realidades de estos sitios alejados de los humanos,
estas hadas estarían muy lejos de ser lo que los cuentistas tradicionales
describían sobre ellas.

En una oportunidad fuí llevado en andas y a la fuerza donde ellas, a las


zonas más altas de algunos árboles y pude ver que, desde ahí, todo estaba
dispuesto para crear los hechizos más ingeniosos a favor o en contra de toda
criatura o persona que habitara esos parajes.

Mi presencia obligada producto de unos males alérgicos llevados por


hadas malintensionadas, me permitió conocer una parte desconocida del
bosque. Estando ahí por algunos momentos, jamás habría pensado que
hubiera lugares con tantas malas vibraciones al alero de tan bellas criaturas
que, con hechizos para encantar a las personas desencantadas e incautas,
producían tanto daño por doquier. En ese lugar pude ver listas y listas con
nombres de enanos y duendes que ellas mantenían bajo su control, y también
pude ver cómo, a través de unos aquelarres extrañísimos lograban tener
también bajo su dominio a varias brujas que, a ciegas, las obedecían en todo.

Morelia era el hada más astuta de todas ellas y gracias a sus


encantadoras artes se había ido convirtiendo en una líder innata frente al resto
de todas ellas, no habiendo nadie que fuera capaz de refutarle en público
alguna cosa.

Esa vez, cuando me llevaron en andas , un embrujo pareció envolverme


al instante pues, en un abrir y cerrar de ojos, las ví transformarse en personas
muy encantadoras, muy jóvenes y muy hermosas, coquetas y ensimismadas
en sí mismas. Pero así como me sentí embrujado, también un muy fuerte
aroma de café que provino, ¡quién sabe de dónde!, produjo en mí un
desencantamiento fugaz que me liberó de inmediato de esos embrujos y
hechizos. ¡Qué cosas más extrañas pueden producir los aromas! Nada es al
azar, todo lo que nos sucede tiene un “por qué”, un “para qué” y con los
acontecimientos, encantamientos y hechizos sucede lo mismo.

Damalibros me explicó que la juventud de esas hadas era aparente, de


jóvenes nada tenían. En el libro de “Los Anales de los Recuerdos Recientes”, se
explica lo siguiente;

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“ Morelia era el hada favorita del brujo de “Más Allá” que siempre la
consentía en todo, a tal punto que un día, muy lejos en el tiempo, ella le pidió
el control total de las alturas del bosque a cambio de pociones mágicas y
embrujos que le permitirían a él el control total de todas las criaturas. Poco
tiempo después el brujo lograba su propósito y ella se convertía en el hada de
los Pies Altos, un reino exclusivo para ella. Así fue cómo Morelia logró fama en
todos los rincones de ese inmenso bosque, y desde otros páramos, otras
hadas, tan especiales como ella comenzaron a llegar y a conformar su cohorte
que contó con el beneplácito del brujo mayor.”

Quien esté familiarizado con estas cosas esotéricas y misteriosas, sabe


que las hadas tienen una debilidad innata en su naturaleza, la cual conocemos
como “curiosidad,” y ésta comenzó a causar estragos entre ellas. Como
criaturas muy curiosas y entrometidas, una suerte de rumores y comentarios
comenzaron hacer mella en sus lealtades brujeriles y muy pronto unas
desconfiaban de las otras, y las brujas también hicieron de las suyas, claro que,
a un muy alto precio.

Es en esta parte del relato que supe de la bruja Alexia, una hechicera
muy apasionada por las cosas extrañas, los misterios y hechizos mortales.
Supe que fue desterrada a causa de los decires de dos hadas que la acusaron
de maldecir a unos duendes y enanos y transformarlos en piedras. En ese
suceso se descubrió cuán controladas o manipuladas algunas brujas estaban.
Esta bruja era algo chiflada pero en momentos de cordura hablaba cosas
coherentes relacionadas con algunas hadas y con algunas brujas.

Días antes de la gran reunión que se realizaría, en donde el brujo de


“Más Allá” anunciaría quién sería su sucesor por esos lugares, Alexia daba por
segura su nombramiento. La lealtad demostrada durante mucho tiempo
merecía ser reconocida en situaciones como esta. El gran brujo sabía muy bien
de todas estas cosas y Alexia siempre actuaba con el beneplácito de él. Se dice
que, en una oportunidad, dos hadas enfadadas por el mal trato que esta bruja
daba a los enanos bajo su cuidado y protección, acudieron a los Árboles Sabios
para acusarla de esos malos tratos, a lo que los árboles les exigieron pruebas
concretas. Las dos hadas, al no poder probar lo que decían, instaron a los
humanos que por ahí vivían a presentarse como testigos de los horrendo
maleficios que esta bruja despotricaba a diestra y siniestra en distintas partes
del bosque, maleficios que caían sobre desafortunados enanos y duendes que
vivían por esos lugares. Después de esas acusaciones, los Árboles Sabios
pidieron hablar con la acusada para formarse una opinión más certera, a lo que
la bruja se negó y buscó apoyo en el brujo de “Más Allá”. Cuentan que, días
después, el apoyo fue dado casi al instante y, gracias a poderes inimaginables,
Alexia sorteó las dificultades. Estando de pie frente a los árboles desapareció y
fue transportada hacia otros parajes mucho más distantes.

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Lo lamentable para esta bruja fue que no era ella la elegida para ocupar
el puesto del gran brujo en el Bosque Encantado. Los sueños que Alexia tuvo
por transformarse en una hechicera renombrada, se esfumaron con ella al
momento de ser expulsada por causa de esas acusaciones.

Después de esos sucesos las dos hadas quedaron aisladas del resto del
mundo, en especial de las brujas que, a partir de esa acusación, tomaron
mayor distancia de ellas. Temerosas de Morelia que ya las tenía identificadas
como hadas celosas, entrometidas, curiosas y peligrosas, ambas intentaron
escabullirse y guarecerse en los lugares más inimaginables. Estuvieron
viviendo entre los enanos y duendes que no las trataban muy bien. Luego
adoptaron formas humanas que causaron tal espanto entre los mortales que,
al final decidieron buscar otros lugares más lejanos. Durante ese tiempo
conocieron a Libélula y ella, compadeciéndose, las cobijó en sus dominios y
compartió sus conocimientos. No bastó la buena voluntad ni las buenas
intenciones de Libélula para con ellas pues, un día las dos hadas decidieron
partir, volar hasta su reino sin brindarle mayores explicaciones a Libélula,
quien quedó extrañadísima por esta actitud. Nada se dice sobre lo que durante
ese tiempo ellas realizaron, pero de lo que todos estuvieron seguros es que
algo sucedió entre ellas. Al regresar a los dominios de Morelia, ambas
quedaron relegadas al reino de Pies Altos sin poder moverse de entre las
ramas y de los lugares más altas del bosque.

Desde esos días transcurrió un tiempo prudente hasta que Libélula, en


uno de sus vuelos habituales, pasó por encima de esas copas y ramas más
altas del reino de las hadas, y durante su vuelo pudo ver cómo a las dos pobres
hadas las tenían atadas a unas gruesas ramas que las agobiaban todos los días
quitándoles sus energías vitales con la intención de secarlas. Libélula, una fiel
testigo de ésto, durante una noche decidió volar hasta Pies Altos, el dominio de
las hadas, y aprovechando la ausencia de Morelia, sin pensarlo mucho, se
escabulló por entre las ramas y sacudió sus alitas provocando una leve llovizna
mágica de encantos y buenaventura que cayó sobre ellas. Esta llovizna mágica
despertó a las dos hadas del letargo en que se encontraban, las hizo reaccionar
y, al mismo tiempo, descubrir en ese momento, conscientemente, que estaban
ahí castigadas sin saber desde cuándo y que sus energías vitales eran
absorbidas a causa de extraños sortilegios. Antes que estas hadas se dieran
cuenta, Libélula partió muy rápido volando por entre las gruesas ramas y,
confundiéndose por entre el espeso follaje, partió lejos y muy contenta por
haber ayudado a esas dos hadas. Tras ella quedó un leve trazo luminoso de
esencia lunar, esencia de libélulas mágicas, y siguiendo ese rastro luminoso,
las dos hadas también emprendieron su vuelo hacia las profundidades del
bosque perdiéndose para siempre del resto de sus compañeras. Estas dos
hadas se convertirían tiempo después en dos brujas que también tendrían sus
propósitos.

LIBÉLULA TRAICIONADA

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Después de haber liberado a esas dos pobres hadas, Libélula se dirigió
hacia un lugar muy apartado del bosque y ahí convocó a los poderes mágicos
de sus dominios, conjuró a los espíritus más ancestrales de su estirpe y con
todas esas energías se proveyó asimismo de nuevos hálitos de vida y cordura
para ayudar a las dos hadas fugitivas. La seguridad de ser la sucesora en el
cargo importantísimo que el gran brujo de “Más Allá” dejaba, le permitió ser
benevolente con esas dos criaturas, y decidió buscarlas para brindarles todo el
apoyo posible.

Nadie supo el porqué de toda esa decisión repentina, conociéndola,


aislada y de poquísimas amigas en ese bosque, Libélula, con este extraño
proceder, les planteó a todas un curiosísimo estratagema que no era fácil de
solucionar. Siempre hay extrañas lealtades que proteger y, a veces, esas
mismas lealtades perjudican, y Libélula, muy convencida del bien que
realizaba, buscó a las dos fugitivas hasta que las encontró en lo más apartado
del bosque.

Durante un buen tiempo decidió permanecer con ellas, ambas criaturas


estaban casi desnutridas y Libélula compadecida, decidió que esa era la
oportunidad de establecer alianzas para que, llegado el momento, creyendo
vanamente que era ella la que sucedería al gran brujo, establecer un apoyo
incondicional a su reinado. Si lograba el apoyo de las hadas a través de estas
dos fugitivas, todo sería fantástico para ella. Pero, como suele suceder, todo lo
deseable muchas veces se toma su tiempo en establecerse.

Después de encontrarlas se quedó junto a ellas el tiempo suficiente para


convencerlas de que era vital aceptar su ayuda si querían sobrevivir a los
embates de Morelia. Habiéndolas convencido las tres se dirigieron hacia un
lugar mucho más distante para descansar y aislarse por un tiempo de miradas
curiosas. Fue en ese lugar donde lo inevitable aconteció de manera
inesperada, pues, quien por intereses ayuda, desinterés recibe a cambio.

En ese lugar, entre enormes rocas y una neblina espesa que apenas les
permitía mirarse las propias narices, por medio de conjuros especiales, Libélula
muy concentrada, logró que energías revitalizadoras vivificaran en ánimo y
optimismo a sus amigas, les brindó un sumo de extraños sortilegios, suficientes
para que siguieran viviendo, les dio vida para continuar cumpliendo con sus
obligaciones y propósitos, les brindó la capacidad de soñar y de reír, de tener
individualidad, no un Alma, pero sí identidad propia, transformándolas en
brujas tan iguales como el resto. De esta manera, transformadas de muy
buena manera e inteligente, dos brujas nuevas llegaban a este bosque y nadie
sabría de sus orígenes, y ese sería un gran secreto. Transformadas en medio
humanas en apariencia, ya nadie más las podría encontrar, de esta manera
lograban desaparecer para los ojos de Morelia, la reina de las hadas que, desde
su escape las buscaba por todas partes.

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De esta manera dos hadas desaparecían y dos brujas comenzaban hacer
de las suyas. La enseñanza de este evento es que por más que quieras realizar
el bien, éste se desvanece ante intereses ajenos a todo propósito positivo.

Sin que Libélula lo pudiera prever, las dos hadas, convertidas ahora en
brujas con poderes y voluntad propia, para sorpresa de ella, lanzando unas
risotadas escalofriante y viéndose empoderadas magníficamente con sus
nuevas apariencias y virtudes, realizaron conjuros misteriosos que tan solo las
hadas conocen y se los lanzaron a la libélula quien, golpeada por esos
inesperados flujos energéticos negativos, cayó al suelo muy debilitada. Luego,
sin mediar palabra alguna, las dos nuevas brujas emprendieron el vuelo muy
rápidamente dejándola sola, fatigada y tirada en el suelo inconsciente.

Es increíble cómo las buenas intenciones que pueden guiar actos


misericordiosos, potencian las múltiples alternativas que desprestigian esas
mismas buenas intenciones.

Al recobrar el sentido miró a su alrededor con la esperanza de ver a sus


dos nuevas amigas pero descubrió con gran desilusión que se hallaba sola. A
partir de ese momento su confianza en ser la elegida se desvaneció. Sin duda
alguna, los hechos de los cuales ella era la principal artífice, no quedarían en
las sombras más apartadas del bosque, pues, hasta en las zonas más
inhóspitas, los rumores tienen su hábitat.

De las hadas no se supo nada más, pero el cominillo tradicional de


rumores comenzaron a circular en los rincones más apartados del bosque. Así
como dos hadas desaparecían, dos brujas tomaban notoriedad por su crueldad
y desprecio por la virtud de algunas buenas hechiceras que aún vivían por esos
lugares.

Cuando Libélula reapareció entre nosotros todos nos alegramos, era


nuestra heroína alada, el rumor sobre una bruja “auxiliadora” se había
extendido por todas partes y Damalibros ya estaba enterada de todo. Libélula
tenía el don de encantar a cuanta criatura pasara unos momentos con ella
conversando, riéndose de sus travesuras, de sus ideas y aromas exóticos. Era
indudable que ese día estaba recuperada por completo pero, en silencio y
aislada de miradas extrañas, susurraba conjuros de protección para ella y sus
amigos. Dos brujas la acechaban y la perseguían y ella se preparaba para
enfrentarlas.

Dicen algunos cronistas que Libélula pertenecía a la estirpe de las hadas


mágicas y que, por unos sortilegios mal utilizados, en libélula se vió convertida
y tuvo que abandonar el reino de las hadas. En algunos textos más antiguos se
explica que ella habitaba las zonas más húmedas cercanas a lagunas y
riachuelos y, siendo amiga de las hadas, se trasladó al reino de ellas donde
aprendió muchos secretos relacionados con sus poderes. Profunda conocedora
de esas artes mágicas, fue empeñándose en ser más y más perfecta hasta
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que, enfrentada a su propio afán de perfeccionar sus artes mágicas, descubrió
que Morelia no veía con buenos ojos que ella, una simple libélula,
perfeccionara artes mágicas que solo eran propias de las hadas. Supo también
por ese tiempo los oscuros planes de convertirse en reina pero de manera
truculenta, y eso tampoco fue de su agradó. Sabiendo cómo pensaba Morelia
decidió distanciarse de ella y de sus hermanas.

EN LA CAVERNA DE LOS RECUERDOS

Debo recordarles que estos eventos me fueron relatados por Damalibros


mientras caminábamos hacia la Caverna de los Recuerdos, y en el trayecto, de
vez en cuando, nos sentábamos a descansar y en esos momentos
aprovechaba de anotar aquellos aspectos más importantes de lo relatado.

No fue fácil consignar tantos datos en ese viaje junto a mi amiga pues,
como buena hechicera, tiene la particularidad de hablar mucho y detallar al
máximo aspectos necesarios de cada situación vivida, pero solo así, gracias a
ese don especial que tiene, me fue posible poder saber aspectos importantes
que dan sentido a todos estos relatos.

A medida que el tiempo trascurrió lentamente y gracias a mi memoria


privilegiada, pude deshilvanar lentamente todos estos detalles especiales
sobre estas bellas y apreciadas hechiceras. Así, gracias a caminatas extensas
que brindaban la posibilidad de gratas conversaciones interesantes, me fuí
enterando de pequeñas aventuras e historias apasionantes que eran dignas de
ser registradas y es por eso que estos pequeños relatos fueron conformando
un entramado casi épico en estas crónicas que ahora leéis.

Después de descansar algunas horas, continuamos nuestro camino. El


estrecho sendero que nos conducía hacia nuestro destino, al poco andar se
había ido convirtiendo en una vereda muy bien delineada sobre un césped bien
cuidado. Los gruesos troncos de los árboles ya estaban distantes unos de otros
y mientras caminábamos pudimos ver los imponentes árboles gigantescos que
se alzaban en medio de un claro y que, inclinados hacia el centro de éste,
producían sombras impenetrables desde afuera, como si la misma noche
estuviera habitando en su interior. Este lugar era conocido como La Caverna de
los Recuerdos.

Ya próximos a ese lugar decidimos ubicarnos tras unos arbustos


bastante altos y que nos protegían de posibles miradas curiosas. Escondidos
pudimos ver filas y filas de enanos encabezadas por sus nodrizas mágicas,
todas ellas con atuendos verdes simulando la identidad de la madre naturaleza
y que se apiñaban en la entrada principal de este lugar. Esas nodrizas no eran
más que hechiceras y brujas disfrazadas que, bajo el influjo del gran brujo de
“Más Allá”, controlaban a gran parte de los enanos y duendes de todos esos
lugares.

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Desde el interior podían oírse músicas, gritos de algarabía y estruendos
escalofriantes como si la tierra misma rugiera desde su interior más profundo
advirtiendo con ello eventos grandiosos y a la vez sombríos que pronto
sucederían. El gran brujo, con su presencia, impondría bajo hechizos a todo el
consejo de brujas y hechiceras a su discípula para ocupar su puesto en el
centro del bosque, un lugar construido para albergar a los mejores hechiceros,
brujas y hadas que pudieran merecer ese privilegio de estar ahí.

Mientras nos hallábamos ocultos pudimos ver en los cielos aves enormes
que planeaban por sobre este lugar encantado y, en espiral, estas aves
descendían muy lentamente para luego, apenas tocaban el suelo con sus
garras, convertíanse en personas comunes y corrientes. Así, con atuendos
llamativos y muy elegantes, se dirigían hacia esta caverna ingresando por
alguno de los espacios abiertos que las hierbas y arbustos dejaban al ir
creciendo desordenadamente. En esos detalles podíase evidenciar que tanto
las hadas como los duendes ya no estaban cumpliendo con sus deberes
primordiales, cuidar y preocuparse del crecimiento de toda la floresta que
constituía la base de un ecosistema fabuloso que les proveía de todo.

Las hadas ya no eran lo que los cuentistas de antaño escribieron, ahora,


todas ellas eran parte de un plan escalofriante que buscaba dominar a todas
las criaturas del bosque, un plan que tuvo sus comienzos en un tiempo lejano
que solo Damalibros conocía y que se esforzaba por mantener vivo en la
memoria colectiva, sin encontrar, todavía, a quien pudiera atesorar y ser el
continuador de esos saberes que debían mantenerse presentes y vivos en la
memoria de todos como una advertencia para tiempos futuros.

Mantener esos conocimientos y saberes había sido el objetivo de crear


un Libro Mágico que ayudaría a conservar todos los errores y aciertos de
cuanto brujo o hechicera realizara, de ese modo, al estudiar sus páginas, los
mismos errores no volverían a cometerse, mas, lamentablemente, los mismos
errores comenzaban a aflorar por culpa de la vanidad y la arrogancia, el
egoísmo y la mala voluntad.

Se dice que un hechizo muy fuerte habíase lanzado desde hacía mucho
tiempo y parecía controlar a todos los habitantes del bosque y eran muy pocos
quienes no estaban bajo esos influjos controladores.

Damalibros, por vivir en el Gran Árbol casi Milenario, fue protegida por
éste al momento de ser pronunciado ese hechizo, y por eso ella sentíase al
margen de toda esa locura vanidosa de sentirse una eminente hechicera ápta
para ocupar el puesto del gran brujo. Damalibros sabía perfectamente bien
cómo se alcanzan sueños y anhelos de manera inmediata y casi al instante. Sin
calificar si es bueno o malo ese anhelo de sobresalir del resto, el momento y
las circunstancias exigía decir la verdad, pero ¿Cómo hablar con la verdad si de
la mentira insistente se construyen otras verdades?

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Así como las brujas no pueden utilizar espejos sin dejar al descubierto su
identidad, todos estos seres extraños y alados que provenían de otros lugares,
no podían hablar de verdades sin dejar al descubierto sus propias falsedades.
No por mucho hablar se dicen cosas ciertas y no por ser hermosa y agraciada
se es bondadosa, dice una de las primeras líneas del famoso Libro Mágico que
a todas interesaba encontrar.

Cuando la entrada de la Caverna de los Recuerdos estaba pronto a ser


cerrada, decidimos salir de entre las altas hierbas y frondosos arbustos, y
caminar hacia ese lugar. Mientras Damalibros iba delante de mí abriéndose
paso por entre las criaturas que se apiñaban en la entrada, supuse que Libélula
estaría adentro esperándonos, y ese pensamiento me dejó tranquilo.

Una vez en el interior la oscuridad nos encegueció por algunos


segundos. Nuestras pupilas se adaptaron rápidamente y pudimos ver que, en
la parte más profunda de la caverna, las hechiceras, brujas, enanos y duendes,
habían levantado un escenario muy propio para la ocasión. En la primera fila
pudimos ver al gran brujo de “Más Allá” y, como si éste supiera que estabamos
ahí, vimos cómo, sentado y dándonos la espalda, de pronto giraba sobre su
cintura para observarnos y luego volvía a darnos la espalda.

 ¿Te fijaste amigo? - Exclamó Damalibros mientras se detenía y se


apoyaba en mi brazo, demostrándome con ello, lo impresionada que la
había dejado ese simple acto.

 Sí, es fantástico!! - Le dije, - Pero no es magia ni muestra de poderes


extrasensoriales, - Comenté, - Desde acá se puede ver quienes han
avisado al gran brujo de nuestra presencia.

Rápidamente ubicamos un lugar donde poder sentarnos. Los gnomos,


muy expertos en trabajar la madera, tallaron unos asientos en un enorme
tronco que se hallaba al lado de unos enanos muy bulliciosos y decidimos
quedarnos con ellos, sentados entre ellos, y desde ese lugar nos percatamos
que todos, absolutamente todos parecían estar bajo un control extraño y
poderoso.

Damalibros advirtió la presencia de brujos provenientes de otros reinos,


sin duda amigos del brujo de “Más allá”, ¡quién sabe!, tal vez aliados casuales
o simples visitas incautas que se apersonaban para curiosear y sentirse
importantes de estar ahí. Lo cierto es que todos se veían eufóricos, algo así
como descontrolados o, posiblemente, controlados por algún tipo de hechizo
misterioso.

Mi amiga sabía de todas estas cosas y, por tal razón, se mantenía


alejada de esas algarabías exageradas y ritualistas.

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Desde mi perspectiva de aprendiz descubrí que toda una historia estaba
entretejida desde tiempos muy antiguos y hoy, lejos de ese lugar, recuerdo a
Libélula, a Damalibros y a otras tantas hechiceras con nostalgia. Fue un
tiempo para aprender y muy propicio para develar misterios que, hasta ese
momento, permanecían ocultos.

Estando sentado junto a Damalibros busqué a Libélula con la mirada


por todas parte pero no la divisé por ningún lado, supuse que no había llegado,
tal vez una conversación la distrajo o simplemente acudió a otra cita, a otra
reunión extraña y desconocida para nosotros.

Al poco tiempo de haber ingresado el ruido reinante nos produjo dolor de


cabeza y mucho cansancio a ambos. Mientras estuvimos sentados observando
todo el evento mágico, el bullicio se volvió tan insoportable que, sin pensarlo
demasiado, decidimos retinarnos de ese lugar. Damalibros estaba muy
fatigada y escabulléndonos por entre los diferentes grupos de invitados, con
bastante dificultad logramos salir de ese lugar, el tiempo de estar presentes
había sido el prudente pero ya era hora de retirarse.

Una vez fuera de la Caverna de los Recuerdos nos dirigimos hacia el


Árbol casi Milenario. Durante el trayecto Damalibros me confesó que algo
importante debía decirme y que sería vital guardarlo en secreto.

Mientras regresábamos me confesó que Libélula tenía un papel muy


importante en todo esto y por eso era muy importante encontrarla. Cuando
llegamos a nuestro gran árbol, subimos utilizando los peldaños que en espiral
rodeaban el enorme tronco y nos conducían hacia lo más alto de éste. Una vez
en la sala principal, mi amiga encendió unas gruesas velas para iluminar toda
la estancia libresca, las sombras de la noche ya comenzaban a dominarlo todo.
Una vez sentados y saboreando unas deliciosas galletas con una taza de té, mi
amiga me enseñó un libro, un texto muy añoso que relataba eventos
acontecidos en épocas muy antiguas. Se trataba del Libro Mágico, un texto
muy codiciado en esos momentos por todos los habitantes del bosque, pero
que se hallaba incompleto y que los enanos se lo habían traído hacía mucho
tiempo atrás.

En toda historia hay cosas que deben ocultarse y también divulgarse,


eventos que deben ser relatados con la mesura de la prudencia y la cordura,
de lo contrario, el relato no sería consistente ni creíble.

Para mi amiga era imperioso que yo supiera de la existencia de ese


libro, supiera de los eventos que dieron origen a todo lo que nos rodeaba y
supiera además que este Libro Mágico no estaba completo, algunas partes
habían sido arrancadas por alguna razón muy especial y eso era lo que se
debía investigar. La existencia de este texto era conocida por muchos brujos y
brujas que lo buscaban afanosamente. Damalibros había estado estudiándolo
desde hacía mucho tiempo pues, en esas páginas, se hallaba la historia del
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reino, del gran brujo y de sus orígenes, del bosque, sus hechizos y de cómo,
muy lentamente, a través de Artes oscuras ese brujo se transformó en un brujo
mucho más poderoso. Ese libro, el verdadero, no tan solo entregaba datos de
interés histórico, también explicaba el cómo era posible alcanzar el poder total
con una serie de hechizos únicos que te aseguraban la total sumisión de todos
los habitantes del bosque. Este era un gran secreto conocido por muy pocos
que lo buscaban frenéticamente.

Pero no era tan solo Damalibros quien sabía de estas cosas, lejos de
nuestro refugio, los Árboles Sabios también sabían de ese libro y habían
dispuesto de una persona cuya obligación era recuperarlo. Morelia lo tuvo
entre sus manos y gracias a esos conocimientos logró el poder que deseaba,
logró ser la reina de las hadas y crear su propio reino, Pies Altos; gracias a eso
el brujo de “Más Allá” también obtuvo su poder y total dominio sobre una gran
cantidad de habitantes. Morelia sabe de esto, lo sabe, y esto le causa temor,
mucho temor. Los acontecimientos se sucedieron tal cual como estuvieron
previstos por los Árboles Sabios y el libro pasó a manos del gran brujo, y
cuando hubo que asegurar el dominio de bosques y más bosques, el libro
desapareció. Hubo rumores sobre Alexia y que sus conjuros provenían de ese
libro que estuvo a su alcance. Así, como rumor que se esparce a causa de
hechizos de lenguas, el gran brujo decidió sacarla de esos parajes, la hizo
desaparecer, de ese modo cortó de inmediato las habladurías que ya se
divulgaban sobre él y Alexia, sus encantamientos y brujerías.

LAS DESVENTURAS DE ALEXIA Y DE BETZABÉ

Para comprender la desconfianza que todo hechicera manifestaba tener


apenas veíase trabajando con las hadas, es muy importante saber lo que
sucedió con Alexia hace un tiempo atrás, antes de que Libélula descubriera lo
traicioneras que eran esas criaturitas.

Alexia, como hechicera, no era de las más prolijas en sus artes, así lo
decían sus constantes errores en materia de encantamientos. Desde cierta
perspectiva, su encanto personal y sus hechizos, durante un buen tiempo,
habían cautivado al gran brujo de “Más Allá” y en eso basaba ella toda su
confianza y lealtad hacia él, entendiendo que esa lealtad se trataba de un bien
recíproco. Una de sus amigas más próximas era Betzabé, una hechicera muy
hermosa que cautivaba con su mirada y su sonrisa a todo viajero incauto que
tuviera la mala fortuna de avecindarse por esos lugares. Ambas tenían una
afinidad en común, los duendes y los enanos, los rumores y los cominillos, y
toda suerte de eventos extraños que las alentaran a curiosear más allá de sus
propias narices.

Así como disfrutaban de intereses comunes, también tenían diferencias


muy grandes. Betzabé presumía de no necesitar a nadie para lograr sus
objetivos y en esto se parecía mucho al brujo de “Más Allá” que presumía de lo

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mismo. Mientras Alexia disfrutaba de la compañía de las hadas, Betzabé las
aborrecía por completo y jamás recurrió a ellas para solucionar sus problemas.
Alexia, por el contrario, siempre las solicitaba para pedirles consejos, hechizos
y pociones mágicas para solucionar infinidad de problemas que ella misma,
con su poca prolijidad de bruja, causaba por infinidad de partes.

Durante un tiempo Betzabé tuvo bajo su cuidado a un hada poco prolija


en sus labores mágicas. Su trabajo primordial consistía en guiarla en el cómo,
cuándo y dónde podía utilizar hechizos y encantamientos, y muy
especialmente en quiénes era posible practicarlos.

Un día Betzabé se ausentó de sus labores ordinarias y esto lo aprovechó


su ayudante alada para hacer de las suyas. En un simple abrir y cerrar de ojos,
esta joven puso en práctica todo lo que había aprendido hasta ese momento.
Aprovechando la ausencia de su maestra hechicera, la ambiciosa hada las
emprendió contra todos los enanos y duendes que se encontraban bajo su
cuidado y practicó con ellos sus mejores hechizos y conjuros. En sus prácticas
de hechicería dejó a varias criaturas atormentadas y heridas del Alma.

Al regresar de su ausencia, que duró algunos días, Betzabé se enteró de


todo lo sucedido y de inmediato recurrió a su amiga Alexia para pedirle
consejos, pero como esta era muy amiga de las hadas, su lealtad estaba
primero para con sus aladas amigas antes que con ella, por lo que, sin pensarlo
demasiado, no le brindó el apoyo deseado. Fue entonces que Betzabé,
sintiéndose temerosa por lo sucedido, decidió esconder ese evento negativo
utilizando algunos conjuros especiales para este tipo de situaciones. Como
buena hechicera en transmutaciones elementales, todos esos eventos
negativos los transformó en pequeños e indefensos recuerdos que no
afectaban a nadie y los encerró en una caja, escondiéndola en lo más profundo
de su pequeña casa. Del mismo modo, utilizando otros encantamientos
similares, hizo olvidar esos malos tratos a todos los pequeños afectados y lo
sucedido no pasó a mayores, quedando olvidado en la mente de todos los
pequeños duendes y enanos. Sin embargo, un día, mientras realizaba el aseo
habitual en toda su vivienda, esos eventos negativos, cuan bichitos muy
pequeños, salieron de ese lugar secreto y se escabulleron por entre las hierbas
y pastos que rodeaban la pequeña casa. Y como suele suceder, por más que
escondas un mal proceder, éstos se escabulleron cuan rumores vivos de
ansiedades por darse a conocer y desde ese momento la verdad se esparció
como mantequilla sobre tostadas calientes.

No hay cosas negativas que se puedan esconder por mucho tiempo, ni


silencios cómplices que los retengan.

Como el tiempo siempre es prudente con su sabio andar, dadas las


características negativas de esos eventos, este proporcionó las condiciones
suficiente para que éstos, los bichitos adorables del cominillo, al cabo de

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muchos días, ya convertidos en rumores, llegaran a oídos de Regenta, una de
las brujas más antiguas que iba quedando por esos lugares y la candidata
preferida del gran brujo de “Más Allá” para ser nombrada su legítima sucesora.

Una vez enterada de estas atroces prácticas oscuras de un hada, pues la


aprendiz de Betzabé era un hada muy pérfida, Regenta, la bruja voz, ojos y
oídos del gran brujo de “Más Allá”, la hizo comparecer ante su presencia. La
pobre Betzabé sufrió las consecuencias por su falta de prolijidad en las
enseñanzas impartidas a su joven ayudante y por su irresponsabilidad al
dejarla sola cuidando lo que no debía cuidar.

Estos tristes eventos significaron la ruina para la pobre hechicera y


desde ese momento fue vista como la culpable de todos los males que los
enanos y duendes comenzaban a experimentar. Llevada frente a los Árboles
Sabios fue enjuiciada por los errores cometidos por ella y su ayudante, y en el
momento preciso de la sentencia, dictamen que significaría un destierro
definitivo, algo fabuloso aconteció frente a todos. Mientras Betzabé muy
adolorida por los golpes recibidos, se hallaba de pie frente a los árboles
esperando lo inevitable, un extraño personaje apareció por entre los arbustos
más frondosos que rodeaban ese lugar de encuentros. Su voz fue fuerte y
clara y de inmediato el silencio impuso para hacerse oír.

 Traigo una orden de Regenta,.. - Nos dijo a todos los presentes,.. Esta
hechicera debe ser conducida hacia el centro del bosque,... - Y
extendiendo un manuscrito a los Árboles Sabios, quienes se dieron el
tiempo de leerlo, el extraño quedose de pie y completamente inmóvil a
un costado del árbol más viejo.

Los árboles murmuraron entre ellos un buen rato, entre ruido de ramas,
crujir de maderas y follajes muy compactos, los sabios habitantes enraizados
desde tiempos inmemoriales decidieron compartir lo que ya todos sabíamos.

Una orden proveniente desde la Regencia del bosque, impidió lo que,


hasta ese momento era inevitable, el destierro definitivo. La hechicera
castigada partiría hacia donde Regenta y allá otros eventos generarían otras
situaciones que se deberían afrontar con decisión y responsabilidad. Betzabé
tendría otras pruebas que afrontar y otras oportunidades para enmendar sus
propios errores y Aprendiz, el extraño la acompañaría hacia allá.

Del hada malévola no se supo más y del extraño personaje que actuó
como mensajero pronto sabríamos más destalles.

Advertida de todos estos sucesos, Alexia jamás consideró lo que todos le


decían respecto a las hadas. Ni Betzabé pudo hacerla cambiar de opinión
respecto a sus aladas amigas y fue tal la dependecia que mantuvo con esas
criaturas que también descuidó sus deberes de hechicera.

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Un día, mientras sobrevolaba sus dominios montada en su escoba, vio
desde lo alto que sus dos hadas amigas practicaban hechizos con sus enanos y
duendes, enseñándoles embrujos agresivos y practicando ensueños con cada
uno de ellos. Alexia, muy enfadada por lo que había visto, descendió
bruscamente, las enfrentó con mucha energía y valor y las expulsó de sus
dominios. Las dos hadas muy apasionadas por lo que les gustaba hacer,
atormentar y herir a las pequeñas criaturitas bajo su cuidado, al momento de
retirarse le advirtieron a Alexia que se cuidara mucho por que esa intromisión
en asuntos propios del quehacer de las hadas no era muy correcto, y menos de
parte de ella, que no era un ejemplo excepcional de cómo controlar a tanto
duende y enano bajo su cargo, y con el tiempo pronto volvería a saber de ellas.

Alexia, como hechicera algo muy despreocupada de las formalidades, no


le dio mayor importancia a las amenazas de esas dos locas hadas pues ella
sentíase protegida por su gran amigo, el brujo de “Más Allá”, y sentía su lealtad
hasta en lo más profundo de su ser. Pero Alexia no sabía algo que era de
mucha importancia en esos momentos, las hadas eran parte de un reino que
comenzaba a tomar fuerza y su poder se encontraba en manos de Morelia y de
Regenta, y en esos ambientes brujeriles, todo aquello que no iba con lo
predispuesto desde antes, lamentablemente, no tenía maneras de ser
modificado en absoluto por el Consejo Brujeril.

Se dice que esta bruja, confiada en esas lealtades extrañas, se sintió


protegida por el gran brujo que le aseguró lealtad plena en tiempos muy
convulsos.

Desde su llegada, Alexia jamás pudo complementarse bien con las


hechiceras locales y de vez en cuando, sin proponérselo, ella misma veíase
enfrascada en pequeñas rencillas con otras brujas. Sus hechizos y sortilegios
no eran del todo aprobados por las otras hechiceras, mas, sabiendo todos que
ella contaba con el beneplácito del gran brujo, pasaban por alto sus constantes
errores. Hubo veces que, las mismas hadas que la asistían en la elaboración de
pócimas y brebajes de “buenaventura” para sus enanos y duendes, advertían
que las hierbas y caldos utilizados no eran los correctos, por lo que ellas la
ayudaban en corregir esos errores. Al poco tiempo transcurrido, ya no sus
hadas asistentes la cuestionaban, sino que, todas las demás murmuraban
cosas que no se pueden escribir en estas breves crónicas por respeto a todos
los habitantes de bosque.

Antes de continuar con el relato sobre Alexia y sus desventuras por esos
lugares, han de saber que, tanto los enanos como los duendes, son criaturas
muy sensibles y muy trabajadoras. Según el texto “Anales de los Recuerdos
Recientes”, estas criaturitas aprenden muy rápido y asimilan todo lo bueno y
hermoso que les puedes entregar, pero también todo lo malo y horrendo, es
por eso que, para cada bruja y hechicera, existen sus respectivos duendes y

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enanos, y es a través de lo aprendido y la conducta de éstos como es posible
medir lo bueno y lo malo de nuestras extrañas amigas.

En uno de los párrafos aleccionadores del texto citado se dice a las


brujas lo siguiente: “Por muy bruja que seas, también estás sujeta a una
evaluación del Consejo, por lo tanto, por mucho que se oculten las malas artes
practicadas, es a través de estas criaturitas como se pueden descubrir
propósitos y despropósitos de cada una de ustedes.”

Es indudable que, a la luz de ese párrafo, a pesar de ser brujas,


ciertamente una ética brujeril propende siempre a regular sus artes mágicas y
a resguardar a sus potenciales discípulos y aprendices.

Volviendo al relato principal, diremos que, cuando las dos hadas idearon
acusar a Alexia por practicar la brujería indebida, ellas también habían
incurrido en practicas similares, por lo que, aún sin proponérselo, ellas mismas
comenzaban a conformar un despropósito que no se había previsto
anteriormente, el cual era, tener razones para dudar de la autoridad de
Morelia, la reina de las hadas.

Morelia, por su parte, sabiendo que la acusación contra Alexia dañaba su


imagen como reina de las hadas y ponía en duda el control que ella tenía sobre
sus congéneres, en secreto, voló durante una noche de luna llena, y a
escondidas, hacia el reino del brujo de “Más Allá”. Durante esas horas acordó
con el gran brujo los hechizos y encantamientos necesarios para tomar el
control de todo lo existente por aquel entonces en todo el bosque.

Según algunos relatos, partió con un extraño bulto a cuestas muy


pesado y valioso. Después se supo que llevaba en su poder, atado a su cintura,
un libro muy antiguo que contenía todas las fórmulas requeridas sobre
hechizos, encantamientos, sortilegios y decretos muy bien descritos y
ordenados, que permitiría “obtener todo lo deseable y anhelado por quien lo
utilizara”. Sabiendo las consecuencias de esto y confiada en la lealtad que le
aseguraba el gran brujo, le entregó ese texto antiguo a cambio de obtener el
dominio de su propio reino, Pies Altos.

Es en este punto del relato en donde ese Libro Mágico comienza a


obtener la notoriedad que antes jamás tuvo. Todos los habitantes hablaban de
un texto que ayudaba de manera notoria a quien lo poseyera, a “obtener todo
lo deseable y anhelado por quien lo utilizara”. Otros habitantes del bosque no
creían nada de esas cosas y por esa razón, no prestaban oídos.

Tiempo después de esa visita al gran brujo, los encantamientos no se


hicieron esperar y en el transcurso de una sola noche, el hada Morelia fue
reconocida, de manera casi instantánea, por todo el resto de las hadas como la
reina suprema de Pies Altos, sus dominios fueron marcados con polvo de
estrellas y todas las criaturas indefensas pasaron a ser controladas por

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extraños embrujos y encantamientos. Esa noche fue terrible, muchos que se
resistieron desaparecieron sin dejar rastro, así fue como Morelia adquirió su
reino y Alexia descubrió que no bastaba la lealtad para continuar con sus
prácticas.

Como se sabía de antes, la bruja Alexia era muy poco prolija en muchos
aspectos pero su sensibilidad de hechicera experimentada en cosas de amores,
le permitía develar secretos que muy pocas hechiceras podían hacer. Sus
encantamientos le habían permitido escalar en los grados mayores brujeriles y
lograr tener un status de bruja adecuado para sus quehaceres habituales de
bruja “ad honorem”, permitiéndole llegar hasta donde estaba. Pero el destino
le tenía reservado otros propósitos y desafíos, y su desprolijidad la llevó a
enfrentarlos.

Las dos hadas acusadoras fueron bien claras al momento de su


denuncia, “Alexia ejercía su poder sobre los enanos y duendes utilizando
embrujos y hechizos, y a través de éstos las pequeñas criaturas obedecían,
mas, no por entendimiento ni razón, sí, por temor y miedo a lo peor”. Esa
acusación fue terrible para nuestra amiga Alexia.

Fue por causa de esta acusación, que Alexia cayó en desgracia. Durante
un atardecer fue llevada frente a los Árboles Sabios y frente a ellos y a todos
los habitantes del bosque, fue juzgada de manera abrupta y sin piedad.

Las hadas acusadoras no estuvieron presentes, su accionar había


desatado la ira de la reina de las hadas, Morelia, pero ella sí estuvo ahí y
observó con beneplácito el acontecer de los eventos.

Alexia, muy confiada en su amigo gran brujo, de igual modo, esperó


confiada que ese extraño mensajero, aquel que salvó a Betzabé del destierro
más horrendo, también se presentara en ese lugar. La lealtad asegurada por el
gran brujo alimentaba su esperanza que, muy lentamente, comenzaba a
desvanecerse a medida que se acercaba la medianoche.

Los Árboles Sabios preguntaron a la hechicera cuán ciertas eran esas


acusaciones. Sin embargo, dolida en lo más profundo de su ser, ella respondió
con silencio y gestos de desprecio hacia todos los presentes. Según los
comentarios que se recogían por doquier, había conjuros y hechizos que nadie
conocía y que muchas criaturas se vieron afectadas porque los había lanzado a
diestra y siniestra durante un arrebato de enojo y de ira. Por más que le
insistían a que respondiera o se defendiera, hidalgamente se mantuvo de pie
frente a todos. Fue en ese momento que comprendió que nadie recurriría en su
defensa, la lealtad tan asegurada por su lejano amigo de “Más Allá” no se
manifestó, por lo que decidió recurrir a su última alternativa para salvarse del
castigo.

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Hay veces la culpabilidad no es de quien es acusado, sino de quien,
sabiendo de la culpabilidad del otro, no remedió aquel evento negativo en el
momento oportuno.

Cerrando los ojos, Alexia murmuró unos conjuros extraños por nadie
conocidos, y después de un breve instante, los volvió a repetir con tal
convicción y en voz alta que, de pronto, ¡BUUUMMM! Un estallido casi como un
trueno la hizo desaparecer, quedando en el lugar tan solo un manchón oscuro y
humo bastante mal oliente. Un murmullo generalizado se hizo sentir como
nunca antes habíase escuchado, y a partir de ese evento surgieron todo tipo de
conjeturas, rumores y nuevas expectativas para todos. Si ella había podido
realizar algo así, ¿Qué otras cosas podría hacer?

Después de ese momento el reino de Morelia se afianzó, Pies Altos se


transformó en un lugar de pocos amigos. Tan solo hadas y algunos invitados
podían ir y venir por entre sus laberínticas enramadas construidas en las partes
más altas de los árboles.

Yo estuve ahí y puedo dar testimonio de todo lo que se dice. Entre


hermosas hadas uno se siente muy bien, pero esa es la magia, sin darte cuenta
caes en sus redes y poco a poco te embelecen con sus encantos y hermosas
frases, su juventud y aparentes buenas intenciones, pero, gracias al aroma del
café, escapé a sus hechizos cautivadores.

De las dos hadas acusadoras nunca más se supo hasta que, el brujo de
“Más Allá” consolidó su poder y sus dominios. Alexia despareció de manera
abrupta y real, y son muy pocos quienes saben su actual paradero.

Los tiempos se sucedieron como ya estaba previsto y los propósitos de


cada cual se trastocaron a medida que, una suerte de lealtades, se
transformaban en despropósitos para ellos mismos.

EL APRENDÍZ

El mensajero que salvó a Betzabé de un destierro seguro, fue el


Aprendiz, un extraño personaje que llegó de tierras muy lejanas y con
conocimientos muy abundantes en muchas materias. Su llegada trajo algo de
armonía y de equilibrio al bosque, aunque por muy corto tiempo. Sabía sobre el
lenguaje mágico de las hadas, de las escrituras antiguas, sobre los hechizos y
los embrujos.

Muy familiarizado estaba con la lectura de cartas y la numerología, había


enfrentado a muchas brujas y hechiceras, y había sobrevivido a todas. Consigo
venía un conocimiento extraño que ya comenzaba a diseminarse por doquier,
una ciencia que lentamente se extendía de manera soterrada y misteriosa sin

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que nadie pudiera saber sobre su procedencia pero que todos atribuían a la
temida “Ciencia de los Hombres”.

Este personaje llegó en un momento clave para los oscuros intereses del
gran brujo que en esos momentos aspiraba a transformarse en alguien de
mucha importancia. Este mago ambicionaba ser el más grande de todos los
brujos conocidos, pero, no era tanta su ambición por los conocimientos como
por el poder mismo y absoluto que buscaba.

En el libro de “Los anales de los Recuerdos Recientes” se explicaba que:


“El gran brujo de Más Allá fue un tipo bastante arrogante y ególatra que
afirmaba ser el más poderoso brujo y mago de todos los tiempos y que, todo lo
que él sabía y lograba realizar, era producto de sus grandes saberes y
expertises mágicas. Se autodefinía como el único mago que no debía nada a
nadie y que todo lo hermoso que se veía por esos bosques era gracias a sus
mágicas intervenciones para mejorar la vida de todos los habitantes de su
reino”.

El Aprendiz, por otro lado, era experto en cosas desconocidas, en


especial sobre unos artefactos que comenzaban a llegar gracias a la Ciencia de
los Hombres y su propósito esencial era proveer de esos conocimientos
extraños a quien estuviera dispuesto a recibirlos.

De acuerdo a crónicas de aquellos tiempos, el Aprendiz fue invocado por


unos brujos inexpertos para que les entregara conocimientos sobre esas
nuevas Artes, pero, lo cierto es que se trataba de otros conocimientos que
permitía ver la realidad desde otra perspectiva, desde una mirada tecnológica
más que mágica o milagrosa.

En un tiempo muy anterior al presente, las arañas dominaban todos los


rincones del mundo junto a otras muchas criaturas espantosas. Tejiendo y
urdiendo infinidad de planes atentatorios contra todas las criaturas afables e
inteligentes, quienes se les atrevieran a contradecirlas, el descrédito y el
destierro serían su futuro inmediato. Con la finalidad de perpetuerse en el
tiempo, de muchas maneras, entablaron amistad con muchas criaturas
enemigas de lo correcto y de la honestidad, y así infinidad de lealtades oscuras
comenzaron a manifestarse. A pesar de toda esa arrogancia arácnida, la
naturaleza, muy lentamente, fue generando espacios hermosos y cálidos, fue
poblando de verdor aquellos lugares ausentes de ella, y al cabo de un tiempo
impreciso, otros ambientes más sanos y limpios fueron creándose según los
ritmos de su propia energía creadora.

Las horribles tiempos de criaturas que alentaban los malos tratos y una
vida repleta de trampas y mentiras, fueron desapareciendo, pero, como suele
suceder, siempre y en todo lugar, quedan reminiscencias de los tiempos
malos, y en este caso, más que tiempos malos, algunas costumbres aún se

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mantenían, a pesar que las arañas ya no se hallaban en gran número por esos
lugares.

Como sabio conocedor de Artes nuevas y extrañas, el Aprendiz supo de


inmediato el porqué había sido invocado. Las antiguas arañas y su poder
mágico no eran más que un mal recuerdo para algunas hechiceras y magos de
estos tiempos, pero otros esperaban revivir esos viejos tiempos.

Afortunadamente, para estas criaturas mágicas del bosque, no había


mayor contrapeso para rechazar sus conjuros y sortilegios, y la vida transcurría
para todos muy plácidamente, incluyendo para unos pocos humanos
aventurados por esos lugares y donde mucha superstición tomaba el control al
momento de tomar decisiones.

Un día unos magos algo disconformes con sus vidas y rutinas brujeriles,
decidieron realizar una asamblea para conciliar sus necesidades inmediatas.
Después de una muy larga jornada de encuentros y desencuentros, decidieron
convocar al Aprendiz, un supuesto mago experto en muchas cosas misteriosas
pero, muy especialmente, en aquellas cosas relacionadas con la Ciencia de
los Hombres.

El convocar a un extraño no perjudicaría a nadie, después de todo, las


brujas y hechiceras, unidas en sus capacidades brujeriles, ya comenzaban a
contrapesar los hechizos y encantamientos propios de los magos, por lo tanto,
este individuo vendría a reforzar sus alicaídas fuerzas mágicas.

Entre esos magos estaba aquel que ambicionaba ser un gran brujo
mucho mejor que el resto de los que por ahí vivían. El Aprendiz, aprovechando
las ambiciones de muchos, al momento de ser invocado, lanzó un hechizo muy
discreto que dejó a todos un poco obnubilados en sus propósitos y anhelos,
ambiciones y vanidades personales. Claro que, el hechizo duró muy poco, algo
así como un pestañeo, pero fue suficiente para forzarlos a dejarlo libre por esos
parajes.

Sin que se dieran cuenta de lo manipulados que estaban, accedieron a


dejarlo completamente en libertad a cambio de recibir conocimientos sobre
esas Artes desconocidas y que se relacionaban con la Ciencia de los Hombres y
los autómatas, artilugios mecánicos que comenzaba a inquietar a las
hechiceras y brujas de todo ese inmenso Bosque Encantado.

Como es sabido, las arañas tejen enormes telarañas con la finalidad de


atrapar su comida y mantenerse bien alimentadas y fuertes para poder
enfrentar cualquier tipo de adversidad. Estos mismos hilos, a parte de ser hilos
mortales para todas las criaturas pequeñas y voladoras, son muy buenos
conductores de las vibraciones físicas que producen los ruidos, las
conversaciones y la música. El Aprendiz era pues, un profundo estudioso y
conocedor de la Gran Telaraña, una red casi infinita que se había ido

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construyendo silenciosamente durante muchos años sin que ninguna
hechicera, bruja, nigromante, mago o brujo, lo advirtiese. Hoy nosotros la
conocemos como Web o internet y al igual que las arañas de antaño, los
hombres con toda su ciencia y tecnología, emulando ese tejido maravilloso,
comenzaban a extenderla silenciosamente por todas las regiones que aún
estan lejos de su alcancé físico y más allá.

Este conocimiento era su Arte mayor, se trataba de la Ciencia de los


Hombre que, poco a poco comenzaba a filtrarse en ese inmenso mundo
mágico, y todos querían llegar a dominarlo y los brujos y magos más que
nadie. El Aprendiz llegó con esa finalidad, entregar ese conocimiento tan
necesario a todos los habitantes pero muy especialmente a ellos, para los
magos y brujos.

Una vez liberado de la invocación que lo trajo a este mundo, el Aprendiz


comenzó a buscar un lugar donde poder vivir tranquilamente. Por un tiempo
anduvo merodeando por los rincones más apartados de la floresta hasta que,
llegando a un pequeño claro, descubrió un lugar que lo dejó muy impresionado,
era el lugar perfecto para él.

Observando atentamente el entorno al cual había llegado, sintió que ese


era el lugar apropiado para construir su morada. Frente a él un Árbol
Milenario de gran altura se levantaba, era el lugar perfecto, y como todo lo
perfecto merece una oportunidad en lo imperfecto de toda cotidianidad,
decidió construir en ese lugar su vivienda, ignorando que otros ya lo utilizaban
y lo tenían como propio.

Entre las ramas más altas construyó su hogar y sin saberlo quedó casi al
lado de la morada de Damalibros, la hechicera más sabia y con mayores
conocimientos de esos lugares. A medida que los días se sucedieron a la
velocidad de un tiempo propicio para hacer amistades, el Aprendiz conoció a
sus vecinas más próximas, como también, de manera muy bien pensada,
comenzó a urdir su plan de control hacia todas partes, ese era el mandato de
sus invocantes, y con él ese conocimiento sobre una tecnología extraña
comenzaba a proliferarse por todos los rincones del bosque.

Aprovechando los silencios de la madrugada, comenzó a conjurar a


todos los espíritus y entidades provenientes de los más apartados lugares del
mundo, claro que, todo gracias a esa tecnología extraña.

Una extraña red invisible similar a una inmensa telaraña comenzaba a


extenderse de manera muy soterrada por todo el bosque. Se trataba de una
red imperceptible y que prometía a los brujos y magos mantener bajo control a
todos los habitantes, en especial a las brujas y hechiceras más temidas.

Mientras se dedicaba a urdir el plan encomendado, muy abstraído en esa


labor y sin saberlo, Libélula, que también vivía en ese mismo Árbol Milenario, y

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unos cuantos metros más arriba que él, estaba muy atenta a lo que
comenzaba a hacer. Ella, como sabia hechicera y muy convencida de sus
propios propósitos, sabía que ese individuo recién llegado le sería muy útil a
ella y a su amado Pericles. Esa tecnología estaba destinada para ella y para
Pericles, y de una u otra manera debía conseguirla a como diera lugar.

Hay quienes aseguran que ella se trasladó a ese árbol para saber más
sobre el nuevo visitante, pero esas son habladurías pues, entre las brujas,
siempre habrá desprestigios mutuos, son seres muy sensibles y bogan siempre
por ellas mismas, claro que, hay excepciones como en todas partes.

Al poco tiempo de haber llegado, el Aprendiz hizo amistad con


Damalibros y conoció parte de las historias de las cuales ella misma había sido
partícipe. Muy lentamente fue descubriendo cosas interesantes en todo ese
bosque y esta hechicera vio en él a la persona ideal para sus propósitos.

Es importante decir que, en la época en que el Aprendiz llegó por esos


lugares, el conocido brujo de “Más Allá” no era más que un pequeño mago
embobado en sus propias ambiciones, pero éste lo había convocado junto a
otros brujos y su propósito principal era cultivar permanentemente una lealtad
casi incondicional hacia él, como gran brujo. Con la convicción plena de que
compartían inquietudes y ambiciones similares, un arduo trabajo los llevó a
conocerse un poco más y al poco tiempo un grado de complicidad comenzaba
a unirlos en propósitos bastante oscuros. El afán por poner en práctica
hechizos extrañas y utilizar artes mágicas antiguas, los motivó en continuar
sus investigaciones que, a través de “aciertos y desaciertos” los llevaría a
lograr un control total de todo el bosque y de sus habitantes gracias a esa
tecnología de la cual ya comenzaba a hablarse por todas partes.

En conversaciones cotidianas, que fueron dándose en diferentes


oportunidades, ambos fueron elaborando planes de conquista y de control
sobre todos los rincones más apartados del bosque. La idea de una gran red
que controlaría todo, similar a una gran telaraña, entusiasmó mucho al gran
brujo y el Aprendiz comenzó a extenderla por todas partes. El afán de ser
siempre mejor que los otros brujos, llevó al gran brujo a insistir en eso de la
gran red y el Aprendiz se afanó en ello. Por las noches, utilizando unos
artilugios extraños, convocaba más y más autómatas que comenzarían a
transformarse en artículos indispensables para todas las hechiceras, autómatas
que serían fieles guardianes de todos sus secretos y fórmulas mágicas. Qué
mejor que entregarles estos artilugios para convencerlas de la necesidad de
ellos para después, a través de esos hilos invisibles de esa telaraña inmensa,
robar todos los secretos que muy bien escondidos tenían. Era un plan perfecto,
lastima que, Libélula, muy intuitiva, y a sabiendas de todo lo que vendría, no
estaba dispuesta a que le arrebataran la posibilidad de ser la mejor hechicera
de todos los tiempos y de todo ese bosque y perder la oportunidad de ser
elegida para regir todo ese lugar.

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Es en esta parte del relato que el Aprendiz descubre una bifurcación
importante en su trayectoria definida por el gran brujo. Durante esos días este
ya sostenía una muy buena amistad con Damalibros y Libélula, y a medida que
esa amistad lo llevaba a conocerlas, también se interesó en las Artes de
ambas hechiceras. Muy lentamente, lo que estaba muy seguro en el devenir de
cada uno de los protagonistas, de pronto cambió abruptamente a causa de la
amistad nacida por intereses muy afines entre Aprendiz y ellas dos.

El tiempo permitiría develar cosas importantes que, como frutos frescos


y maduros, florecerían en la mente y en los sentimientos del Aprendiz y, dadas
las realidades de los tiempos que transcurrían, tomar una decisión lo llevaría a
distanciarse de sus propios propósitos originales.

Las actitudes del gran mago eran un aspecto muy desconocido para todo
el resto de los habitantes. Sus hechizos y embrujos develaban, con el correr del
tiempo, intereses ocultos y casi egoístas. Si bien compartía muchas de sus
ideas, en otros aspectos había diferencias y éstas se fueron acentuado a
medida que la amistad con Libélula y Damalibros se acrecentaba día a día.

Todo ese tiempo fue clave para que el Aprendiz fuera descubriendo
poco a poco la realidad y que todo lo dicho por Damalibros, respecto a este
mago, era absolutamente cierto. Un pequeño mago con grandes ambiciones y
deseoso de servir sus propios intereses.

El tiempo permitió develar, en un lapso adecuado, aspectos extraños y


negativos de este individuo y el Aprendiz, advirtiendo actitudes muy
autoritarias de éste, decidió tomar distancia y, muy lentamente, dejó de
frecuentarlo. Lo que antes los unía, de un momento a otro, los distanció por
completo, y no por ser opuestos, sino por una ambición sin precedentes
increíble y una arrogancia perpetua que parecía crecer y alimentarse de las
mismas hechiceras más cercanas a él. Las ambiciones ilimitadas de este brujo
lo transformarían, en un corto tiempo, en el brujo de “Más Allá”.

Fue así como el Aprendiz, como buen tejedor de estratagemas,


lentamente descubrió que no era el único decepcionado de las acciones de
este brujo, sino que, eran muchas las hechiceras hechizadas que, como
zombies, deambulaban por los senderos y caminos del bosque inconscientes
de lo que hacían, respondiendo solamente a sus llamados y deseos más
caprichosos.

Fue entonces, después de haber conocido a Damalibros, que Libélula


apareció en un momento clave para el Aprendiz y también para ella, pues
ambos algo en común tenían, el gusto por las Artes que la Ciencia de los
Hombre les proporcionaba a cada cual lo suyo.

LOS SECRETOS DE APRENDÍZ Y LIBÉLULA

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Al inicio fueron encuentros casuales y tímidos donde compartían ese
brebaje especial que ella degustaba con gran fascinación, el café. Un interés
común por los autómatas los llevó a compartir horas y horas ese extraño
brebaje entre lucubraciones muy reflexivas en torno a la utilidad de éstos.

A medida que ambos se conocían, muy lentamente fueron revelando sus


Artes mágicas utilizadas para sus propios fines. Ella controlaba sus entornos y
su propio destino, y confesó que su mejor amigo era un autómata que lo
conservaba desde tiempos muy antiguos y lo había bautizado con el nombre
de Pericles.

Deben saber que un autómata es un ser inanimado que responde a


ciertas combinaciones relacionadas con la magia y cosas mecánicas. Ese
autómata era poseedor de conocimientos que ella almacenaba
constantemente en él. Ese artilugio de la nueva ciencia se había transformado
en un grial de saberes y de conocimientos que a muchos comenzaba a
interesar. Pero Pericles no era único, otros similares a él ya comenzaban a ser
utilizados por otras hechiceras y eso era preocupante para Libélula, que
sentíase ser la única en todo.

Estudiosa en esas nuevas cosas, en ese nueva ciencia, vio en el


Aprendiz al anunciado mago de estas Artes, pues, el gran brujo se los había
prometido a todas, invocar a un experto en artes relacionadas con esos
conocimientos desconocidos para muchas de ellas.

Muy ansiosa por el logro de sus propios propósitos, Libélula intuyó que
sería fácil comprender esos nuevos conocimientos que Aprendiz dominaba a la
perfección, pero también le incomodaba el saber sobre las intenciones
iniciales del Aprendiz. Alentando a todas las hechiceras a utilizar esos
autómatas que él mismo había introducido en el bosque como verdaderos
caballos de troya, una vez en el interior de cada vivienda, morada o escondite,
a través de ellos, sería capaz de extraer los conocimientos que cada una de
ellas guardara en esos artilugios. Ella no era tonta, como buena bruja sabía lo
que tendría que hacer muy pronto, y se preparaba para actuar en lo inmediato.

El Aprendiz, ignorando lo que Libélula ya sabía y pensaba hacer,


utilizaba esa nueva ciencia vinculada a la telaraña para estudiar y encontrar
cosas perdidas, cosas novedosas, cosas ininteligibles y que, de una forma
especial, cautivaban a Libélula, y de esa forma la seducía a través de ideas y
conocimientos para lograr hacerla caer en sus propias redes y poder
manipularla de muchas maneras y aprender más de sus embrujos y pociones,
conocimientos y hechizos; y ella lo dejaba, pues tonta no era, ella también
perseguía sus fines, quería saber más y más sobre la Gran Telaraña y sus
poderes ocultos.

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Lo hermoso de esta extraña relación de hechicero y de hechicera, era
que produjo autoconocimiento en ambos y a partir de esos tiempos dedicados
a ellos mismos surgieron sentimientos mutuos que los perjudicarían.

La magia suele ser benévola cuando energías, emociones y sentimientos


similares tienen la posibilidad de juntarse en los momentos más inesperados.
Libélula y el Aprendiz compartían las mismas inquietudes pero sus finalidades
eran diametralmente opuestas.

Dicen que la magia los embriagó por completo, la web o telaraña los
cautivó a ambos y así cada cual perdió su propósito original. Ambos
experimentaban todo el potencial que la gran Telaraña les ofrecía para
transmutar la materia a partir de simples ideas y pensamientos, y Pericles, el
autómata, aprendía más y más junto a ellos y en silencio.

Este artilugio se conectaba a esa misteriosa red y a través de los hilos


que se extendían por todas partes, ambos hechiceros pudieron enterarse de
infinidad de eventos acaecidos a distancias enormes, como también, de
conversaciones conspirativas atroces que de mil maneras a ellos dos afectaría.
Durante ese tiempo ella comprendió el porqué de la red, el porqué de los
autómatas y de cómo sería posible acceder a conocimientos que con tanto
celo, muchas de sus congéneres, mantenían en secreto. Y eso le preocupó.

Después de un tiempo impreciso, ella descuidó sus labores y muchas


brujas le quitaron el saludo, sin embargo, era leal a su Aprendiz y compartió
sus conocimientos y saberes con él al igual que él con ella. Ambos sabían que
una amistad así estaba prohibida, más todavía si, después de un tiempo, todas
ellas se habían enterado que los magos y brujos buscarían mil maneras de
impedir que ellas, todas las hechiceras y brujas, pudieran alcanzar los
mayores grados brujeriles.

Para él Libélula era una hechicera ideal y una bruja terrible y


encantadora a la vez. Como bien sabía desde hace tiempo, una hechicera es
dócil y amable, amiga gentil cuando no ve en peligro su identidad e
independencia. La bruja aparece cuando nada de lo que busca puede
satisfacer su sed de saberes, y eso fue lo que sucedió en ella.

Una noche, mientras conversaban sobre cosas misteriosas,


encantamientos y brujerías, él intentó hechizarla para saber de dónde ese
autómata llamado Pericles provenía y cuán importante era para ella. Sin dar
tiempo para dejarse “encantar”, Libélula realizó sus pases mágico-gimnásticos
y dejó cautivo al Aprendiz en un aura mágica prendado completamente de
ella. Se dice que anduvo así un buen tiempo, algo así como desorientado y
también mal humorado y sin saber el porqué. Libélula disfrutó mucho ese
momento pero al final comprendió que no podía dejar a su amigo a merced de
sus caprichos por siempre, por lo que, después de pensarlo un poco,

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deshechizó a su amigo y lo hizo olvidar cosas importantes, saberes únicos que
ahora solamente a ella le pertenecían.

Desconcertada por sus propias emociones, Libélula, como buena


hechicera, sabía todo lo que vendría y decidió distanciarse de su amigo, no sin
antes, realizar algunos embrujos especiales, porque, a su buen juicio, ambos
no podrían lograr sus ansiados propósitos sujetos el uno al otro. El amor entre
hechiceros está prohibido según los escritos antiguos, y así debía ser. El
hechizo practicado en el Aprendiz lo haría olvidar todo y desde ese momento
ella se sentió libre de él y más tranquila. Ya nada le pesaba en su conciencia.

El pobre individuo quedó desmemoriado y olvidó sus propósitos


fundamentales y hasta su propia identidad, claro que, esto último fue por corto
tiempo.

Después de este episodio, Libélula dejó a su amigo y decidió volar hacia


la Caverna de los Recuerdos. Una vez en ese aislado y solitario lugar, muy
ansiosa por saberse partícipe de todos los acontecimientos que sucederían, y
sintiéndose que ella era la elegida para conducir los destinos del bosque,
decidió introducirse en el éter y buscar todo lo relacionado con su futuro y el
destino que a ella le tocaría jugar durante esos tiempos. En “Los Anales de los
Recuerdos Recientes” se lee lo siguiente;

“Libélula buscó una hora prudente en donde nadie pudiera verla


ingresar a la Caverna de los Recuerdos y ese momento fue durante una media
noche cuando hubo luna llena. Ansiosa, nerviosa e inquieta por la magia que la
embriagaba y la impulsaba a desplegar sus alas para volar libremente, y todo
producto de ese embrujo lunático, sin pensarlo mucho cogió lianas silvestres y
se ató a un árbol para evitar que sus propias alas se la llevaran lejos.”

“Atada a un grueso árbol por la cintura, Libélula convulsionó


dramáticamente por unos segundos y de pronto sus ojos se tornaron
completamente blancos y su rostro palideció como la luna misma. En ese
momento Libélula viajaba no físicamente, sino, más bien por el éter, un tiempo
y un espacio indeterminado que solo es conocido por los seres más limpios y
puros de mente y cuerpo, de corazón y Alma. Fue durante ese vuelo no físico
que ella supo de eventos que no debía saber, vio cosas que no debía ver,
aprendió de cosas que nadie sabía y supo verdades que la enloquecieron de
manera casi permanente. Un rato después, volviendo en sí, de sus ojos
salieron unas lágrimas que rodaron por sus mejillas, lo visto en su viaje por el
éter afectaba ahora sus sentimientos.”

Mucho tiempo después de este evento, muchos dijeron que Libélula


había partido lejos, que su amigo Aprendiz la había herido mucho en sus
sentimientos y que Damalibros, molesta por llevarse a su amigo lejos del lado
de ella, con unos cuantos encantamientos la había hecho desaparecer. ¡ Es
increíble todo lo que se dice cuando nada hay que decir!
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Al despertar de su trance caótico, Libélula comprendió que su deber era
alcanzar su propósito final, el cual era, ser reconocida por el consejo de
hechiceras como la mejor de todas, la más sabia y experimentada, la mejor en
sus pócimas de amor y de locura, la única en volar de noche bajo la luz de la
luna. Muy segura de si misma, todas estas cualidades le alentaban la seguridad
de ser elegida como la sucesora del gran brujo del bosque; su destino estaba
escrito, las hadas la odiarían, pero ella lo había visto todo y sabía que era
posible alcanzarlo.

Si pudiéramos saber todo sobre nuestro destino los esfuerzos por


alcanzarlo no tendrían sentido. Es por eso que la vida nos entrega indicios de
éste, partes incompletas que hemos de ir completando a medida que
avanzamos en los vericuetos de nuestro propio destino.

LIBÉLULA, PERÍCLES Y EL INFORTUNIO DEL APRENDÍZ

Pericles fue un autómata muy útil en los primeros tiempos de esta


historia. Libélula le confiaba todas las fórmulas de sus pócimas, sus embrujos y
encantamientos, y por sobre todo, un secreto único e inigualable.

Según relatos recogidos Libélula compró a unos gitanos un autómata.


Para ellos esta criatura mecánica estaba poseída por un demonio o algo
parecido, y como no tenían control sobre él, decidieron venderlo. Pericles no
estaba endemoniado, más bien respondía a otras artes mágicas que los gitanos
desconocían y que Libélula dominaba a la perfección. Este autómata, con el
paso del tiempo, se convertiría en el mejor nexo entre la gran telaraña y
Libélula, y ambos se complementarían muy bien.

A lo largo de tantos años de arduo aprendizaje el autómata tenía


conciencia de sí mismo pero no podía comunicarse, no podía hablar, pues ese
don no le fue dado por sus creadores. El destino de este mecánico personaje
era el de guardar secretos valiosísimos, fórmulas mágicas y grandes textos
sobre brujería y hechizos, y para que no los divulgara el don del habla se le
había negado. Así, quien fuera su dueño, tendría la seguridad absoluta de que
nada de lo que acumulara en sus celdillas de memoria sería revelado. Libélula,
muy amiga de los artilugios mecánicos de su tiempo, comprendió que ese
autómata significaría algo muy importante en los tiempos venideros y por eso,
a penas lo vio en el mercado de los gitanos, sin titubear, lo compró de
inmediato.

Mientras se habituaba al trato de su nueva dueña, con mucho agrado se


fue convirtiendo en su admirador número uno, y más agradecido estuvo
cuando, durante un atardecer de verano, fue bautizado con el nombre de
Pericles. ¡Qué felicidad! Todo su interior mecánico pareció vibrar con una
energía inigualable y desde ese entonces sintió que tenía un Alma, desde ese

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momento su hechicera amiga lo consideró una persona valiosísima y él se
sintió muy importante.

Así fue como Pericles se transformó en alguien especial y a partir de ser


bautizado comenzó a participar en la vida y en las aventuras de Libélula. No
era una persona propiamente tal, pero para ella se trataba de alguien ideal
aunque no fuera un ser humano, y ella lo consideraba honesto y mucho más
leal que las personas mismas.

Perícles resguardaba todos los conocimientos que ella le confiaba y era


el ser ideal para trabajar con los saberes vinculados a la web, pues, aunque no
lo crean, el autómata había sido creado con ese fin, ser un excelente artilugio
tecnológico que permitiría a su dueño, llegado el momento, poder informarse
de todo lo que aconteciera a su alrededor sin mediar ningún tipo de sortilegios
mágicos ni brujeriles. Perícles había sido creado para ese momento preciso y
Libélula lo sabía desde siempre. Lo crearon para utilizar de manera muy
inteligente los finos hilos de la gran telaraña, pues era esa su finalidad última,
ser un artilugio indispensable para comprender aún más los conocimientos
sobre la Ciencia de los Hombres.

Cuando el Aprendiz se avecindó por esos lugares, Libélula, durante una


autoinducción de hipnótico trance, había sondeado secretos muy ocultos que
ya nadie recordaba pero para ella eran muy importantes. Su amistad con el
Aprendiz le permitió ahondar más aún sus conocimientos sobre las arañas y
sobre sus más atípicas conductas y hábitos de todo tipo. Esos conocimientos
eran fundamentales para sus propósitos y jamás descuidó las nuevas
alternativas que este personaje le brindaría en el futuro. Esta amistad le
permitió conocer un poco más a Damalibros, la guardiana de las historias y
relatos más antiguos existentes hasta ese momento.

Pericles y Damalibros algo en común tenían, mientras el autómata era


un guardián y portador de muchos saberes pertenecientes a Libélula,
Damalibros conservaba esos saberes y otros tantos en diferentes lugares del
bosque, manteniéndolos a buen resguardo de intereses malignos. El Aprendiz,
por su parte, recogía datos de interés para el gran brujo, pues, hemos de
recordar que fue invocado por éste y otros brujos para ayudarlos a tomar el
control a través de esa gran telaraña y poder controlar a todas las hechiceras.

El gran brujo había sido aconsejado por uno de sus más cercanos, el
Aprendiz. Luego, tomadas las decisiones se aplicaron las medidas inmediatas
para asegurar el control de todos los dominios que existían en el bosque,
incluyendo a todos los habitantes. El lugar donde ambos conversaron tiene
una importancia crucial, pero lo es más saber quien estuvo ahí por casualidad
y se enteró de todo.

Por cosas extrañas que siempre suelen suceder, Libélula fue testigo de
estos eventos desde su propia morada, pues ella, antes de avecindarse al Gran
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Árbol casi Milenario, vivía en uno de los árboles donde se realizó esa
conversación. Ignorantes de su presencia, tomaron decisiones importantes y
ella, con mucho regocijo, supo de primera fuente todo lo que se tramaba. Ni el
gran brujo ni el Aprendiz se cercioraron de encontrarse solos mientras
caminaban por uno de los senderos más apartados. Sin preocuparse
mayormente hablaron sin pausas y sin precaución y Libélula, justo ahí, unos
cuantos metros más arriba, tenía su morada bien protegida entre las frondosas
ramas. Muy en silencio escuchó y escuchó toda la conversación, y muy
contenta de enterarse de todos estos planes, ella mismo comenzó a prepararse
para recibir de muy buena manera a ese Aprendiz tan especial y requerido por
todos ellos. Lo más importante de todo este evento supremo era que, todos
ellos ignoraban que Libélula no era indiferente a esos conocimientos, por el
contrario, era ella una profunda conocedora de esas artes y al momento de
entablar amistad con el Aprendiz, tenía todo un plan preciso para adquirir más
y más conocimientos relacionados con el Libro Mágico, la telaraña y algo
mucho mayor, algo que hasta a ella misma le producía un regocijo enorme.

Sin duda, gracias a Pericles, grandes conocimientos la pusieron por


encima del gran brujo, de las hadas, de Morelia e incluso por sobre Damalibros,
pero sus dudas surgieron al conocer al Aprendíz. Éste, aun siendo Aprendiz, en
ciertas artes arácnidas la superaba, y no tanto por sus saberes y conocimientos
como por lo viejo que era y sus experiencias que aquilataban su ser y su saber
ancestral. Es por esta sencilla razón que, muy lentamente, al igual que las
arañas tejen y tejen sus telas, así también Libélula comenzó a tejer su camino
y destino, tejido que la llevó a tener que entretejer dilemas y hechizos con el
Aprendiz y las hadas, sus principales enemigas.

Cuando tuvo la seguridad de confiar en el Aprendiz, decidió compartir


con él uno de sus más grandes secretos, un secreto que para ella era
hermosísimo y significaba trascender más allá de su tiempo. En un lugar muy
apartado del bosque, en un sitio creado por ella durante muchos años, se
encontraba Pintita, una hermosísima libelulita que representaba la continuidad
de su estirpe para los tiempos venideros. Ese secreto revitalizaba su Alma y
sus energías se renovaban día a día con solo pensarlo y alegrarse por ello.
Además de Pintita, también era parte de sus secreto un viejo libro que le
pertenecía desde los tiempos anteriores a Pericles, un libro que guardaba
secretos muy importantes y que en ese momento junto a su Aprendiz se
convertiría en lo más hermoso que pudiera haber vivido en toda una vida.

El amor es un sentimiento hermoso y trascendental y sabiendo el riesgo


que significaba confiarse al Aprendiz, de igual manera reveló sus dos más
preciados secretos.

En medio de una hermosa noche estrellada, entregó lo más hermoso que


ella atesoraba, la ubicación de Pintita y el gran Libro Mágico que, nadie supo
cómo había llegado a su poder. Mientras conversaban sobre ese voluminoso

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libro, le explicó al Aprendiz cómo alcanzar todas aquellas cosas deseables por
muy imposibles que fueran. Ese libro era muy codiciado por muchos seres
avecindados por esos lugares y el Aprendiz algo sabía sobre eso, Damalibros le
había enseñado uno parecido y sabía que estaba incompleto y que era
importante encontrar la otra parte. Cuando Libélula le enseñó ese formidable
texto, el Aprendiz supo de inmediato que se trataba de esa otra parte perdida
y que le faltaba a Damalibros. Observando las imágenes y leyendo algunos
textos mágicos le comentó a Libélula que ese libro estaba incompleto pero que
la otra parte estaba en buenas manos. En ese momento, deseoso de ir donde
su amiga de los libros para informarle de este descubrimiento, descuidó los
sentimientos y emociones que Libélula experimentaba por él en ese instante y
desde mucho tiempo atrás.

Como dijimos anteriormente, el amor es un sentimiento formidable y


poderoso, y es perpetuo cuando de quienes se aman nace espontáneamente,
sin cálculos egoístas ni encantamientos interesados. En ese momento el
Aprendiz solo pensaba en volver a ver a Damalibros y en ser portador de
buenas noticias sobre esa otra parte perdida e informarle que se encontraba a
buen resguardo en manos de Libélula.

Esa noche ambos estuvieron juntos compartiendo un aromático café y


ensimismados en interesantes conversaciones. Descubrieron la importancia del
número tres en algunos hechizos y lo imperioso que era dominar el décimo
conjuro que a muchos, incluyéndolos, los mantenía aún muy lejos de ser
expertos en sus respectivas artes mágicas. Pero lo que el Aprendiz no sabía era
que, mientras conversaba animadamente y le confiaba muchos de sus antiguos
encantamientos aracnidos, sin darse cuenta, ella lo había descubierto y muy
lentamente comenzaba a inducirlo a hablar de sus saberes más importantes
sobre la gran telaraña. Una vez hechizado por completo y antes que se diera
cuenta o pudiera hacer algo, Libélula lo hipnotizó con uno de sus sortilegios
especiales.

Su amor no era correspondido y por más que lo disimulaba, Aprendiz no


supo esconder su ansiedad por partir hacia el gran Árbol casi Milenario donde
habitaba Damalibros. Libélula sin pensarlo demasiado y con el dolor de su
Alma, lanzó unos hechizos por medio de pensamientos muy fuertes y el
Aprendiz desde ese momento olvidó lo que había visto y conversado. En lo
más profundo de su corazón, Libélula se sintió traicionada. Pericles fue testigo
de todo ello y en él guardó Libélula ese maravilloso libro tan ambicionado por
tantos. Después que Aprendiz quedara inconsciente, Libélula realizó unos
“pases mágicos” y el Libro Mágico se desvaneció convirtiéndolo en algo
extraño con nombre de “datos” y se materializó en el interior de Pericles.

Su amigo Aprendiz era para ella y para nadie más, debía ser como
Pericles, manejable para sus propósitos y los conocimientos que portaba
debían ser para ella pues así su gran sabiduría de hechicera estaría por sobre

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todas las demás brujas. El Aprendiz no debía compartir su secreto ni sus
saberes, nadie debía saberlo, ella era poseedora de una herramienta única
para lograr un fin último, ser la mejor hechicera del bosque y eso nadie se lo
impediría.

Tuvo que pasar mucho tiempo para que, a través de sueños y de


ensueños, nuestro amigo Aprendíz pudiera descubrir lo que su amada amiga le
había hecho.

Lo que parecía hermoso no lo fue y lo que parece inevitable lo es en los


momentos más inesperados. Embrujado por sortilegios extraños y nunca antes
practicados, el Aprendiz vivió todo un tiempo confuso y muy desorientado y los
efectos causaron un desequilibrio en los distintos avatares de este juego de
poderes, ambiciones y bondades extrañas.

Mucho tiempo después de estos eventos hay quienes vieron al Aprendiz


caminar de noche por los senderos más escabrosos, incluso anduvo cerca de
Pies Altos, el reino de las hadas. Durante algunos días hablaba con Alexia, ó
más bien, creía hablar con ella. Buscó a Betzabé en los lugares más apartados
y hasta ella misma se extrañó de esas historias. A veces se le vió por todas
partes y en otras, nada de él se sabía. El hechizo fue tan fuerte y mortal que ni
siquiera se reconocía asimismo cuando se observaba en los charcos de agua.
Dicen que se le vió durmiendo agazapado entre ramas y arbusto.

En algunas crónicas encontradas se asegura que ese embrujo fue tal que
se desconocía asimismo olvidando incluso su nombre y sus propósitos. Durante
un buen tiempo deambuló confundido por los diferentes caminos del bosque.

REGENTA

Fue durante esos días donde el Aprendiz anduvo “desmemoriado” y


confundido que Regenta tomó protagonismo. El gran brujo, después de
establecer su reinado y asegurarse de la lealtad de todas sus hechiceras y
magos, dejó a una bruja como reina de todos esos lugares.

Fue durante ese gran aquelarre en al Caverna de los Recuerdos, donde


Regenta fue designada como su sucesora, dejando a todas las más ansiosas y
mejor preparadas, sorprendidas por la designación. Tuvo que pasar algo de
tiempo hasta que todas asimilaran lo acontecido, pues a todas las tomó por
sorpresa.

Cuando Regenta asumió el poder en un aquelarre estruendoso, todos los


presentes, hadas y duendes, magos y brujos, hechiceras y hechiceros, todos
por igual, sabían que no sería ella la verdadera gobernante del bosque, mas
bien, sería una representante del gran brujo de “Más Allá”. De esta manera el
gran brujo se aseguró un control absoluto sobre todo el bosque y eso significó
que nadie podría pensar, hablar ni hacer cosas a escondidas de él. Así, lo

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previsto se cumplió al pie de la letra y todos los augurios se convirtieron en
una realidad casi absoluta.

Dada esta nueva situación, todos se vieron empujados a establecer


nuevas lealtades, amistades y alianzas, dándose inicio a un ir y venir, un
pulular de criaturas que iban de un lugar a otro estableciendo nuevas
amistades, claro que, por necesidades y no por verdadera amistad, y era esta
una nueva realidad que a todos afectó por igual.

No muy lejos, por uno de los senderos menos transitados, Damalibros


caminaba algo distraída pensando en sus obligaciones de hechicera. Con la
llegada del Aprendiz nuevas posibilidades se le presentaban para lograr su
cometido, el cual era desenmascarar al gran brujo y a todas sus hechiceras
cómplices.

El Libro Mágico comenzaba a tomar importancia y lo que antes era


meramente un rumor o mito, al poco tiempo, con la expulsión de la bruja
Alexia, este libro se transformaba en algo muy importante. Sin duda alguna,
Regenta también estaría involucrada en estas conspiraciones por alcanzar el
poder sin mayores problemas, por algo, de manera imprevista y presurosa el
gran brujo le había concedido ese privilegio. Habiendo otras más capaces, tuvo
que elegir a la menos apta, se decía en los lugares más apartados

Recordemos que Damalibros también tenía sus propósitos y que éstos


solo se alcanzarían si sus dos amigos verdaderos, Libélula y el Aprendiz, se
dejaban de flirtear como dos adolescentes y se concentraban más en sus
verdaderos propósitos que coincidían con los de ella.

Desde que se había propuesto ir en busca de ellos algo le decía que


muy pronto tendría novedades. Libélula tenía secretos que ella conocía y el
Aprendiz conocimientos que le interesaban.

Mientras caminaba por el sendero más pedregoso y accidentado que


existía por esos lugares, recordó momentos importantes vividos con sus dos
amigos. Mientras tuvieron la oportunidad de conversar y de reír sobre una
infinidad de cosas tontas durante esos plácidos días ella se dió cuenta que el
Aprendiz se sentía interesado por Libélula, pero no tanto por lo que podría
saber en materia de embrujos y de hechizos como por su forma de ser. Esa
personalidad extrovertida a veces y con secretos en otras, su manera algo
descuidada en su forma de vestir y con sus hierbas, bolsos, textos mágicos y
pociones mágicas que siempre quedaban tiradas por cualquier parte, le atraían
profundamente. Esas cualidades muy propias de ella eran otros de sus
estratagemas mágicos que realizaba para atraer a sus víctimas como moscas a
la miel. Y el pobre individuo ya era una de esas.

Libélula era una hechicera talentosa y una bruja excepcional. Sus


encantamientos variaban de persona a persona pues, en su habilidad de

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hechicera, sabía perfectamente qué hechizo o encantamiento sería efectivo
para tal o cual persona, según sus propósitos, y para el Aprendiz, ella ya
realizaba lo propio.

Es importante decirles que Aprendiz se hallaba imbuido en ella y le


encantaba verla revolotear por todos los rincones que habitualmente visitaba
buscando cosas que había olvidado en algún momento al pasar por esos
lugares.

Después de tantas jornadas de entretención y de practicar hechizos y


sortilegios, Damalibros descubrió que esos olvidos, claro está, eran parte de
sus embrujos permanentes utilizados para lograr la atención de alguien, y en
este caso, el objetivo era el Aprendiz. No tan solo era el aromático café uno de
sus hechizos, también el olvidar cosas era otro de sus encantamientos
preferidos y surtía efecto según el grado de sensibilidad de su “objetivo” y en
este caso, lo había logrado.

¡Qué desdicha sucederá ahora! Se dijo la dama de los libros mientras


avanzaba despreocupada por el camino. Pensó que Aprendiz era una pieza
clave en todo lo que sucedía en ese momento y según los comentarios que se
divulgaban, su amigo era amigo del gran brujo y algo debía saber sobre él,
sobre cómo había alcanzado el poder total en el bosque y de cómo lo lograría
en el reino de “Más Allá”.

Por otra parte, Libélula tenía también sus intenciones y algo buscaba en
el Aprendiz, eso era muy notorio y era “vox populis” ese interés y,
posteriormente, esa extraña relación amistosa lo confirmaba del todo.

Mientras caminaba distraída, algo llamó su atención. Unos cuantos


metros más adelante por el sendero, vió un bulto oscuro que obstaculizaba el
paso a cualquier caminante que se aventurara por ese lugar. A medida que se
acercaba muy prudentemente y con sigilo, pudo ir distinguiendo que ese bulto
no se trataba de una cosa u objeto, pues, con asombro vio que a la vera del
camino, entre los arbustos más desgreñados, se encontraba su amigo
Aprendiz tirado cuan largo era y en muy mal estado.

El pobre individuo estaba boca abajo en medio de una mata de ortigas.


Muy preocupada y con mucha pena lo tomó de los tobillos y lo arrastró lo más
que pudo alejándolo de ellas. Luego, en cuclillas al lado de él, de su bolso
mágico y herbario, extrajo algunas telas y pequeños frascos con diferentes
tipos de medicinas. Así, mientras la noche comenzaba a anunciar su llegada
estirando las sombras de los árboles y arbustos, procedió a curar las heridas de
su amigo, a limpiar su rostro y a vendar uno de sus brazos que se hallaba
bastante rasguñado. Las caídas sufridas debieron ser bastante fuertes, pensó
mientras hurgaba en su bolso para encontrar otras medicinas.

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A medida que limpiaba las heridas de su amigo, este despertó y le sonrió
brevemente. Enseguida, estando aparentemente despierto, comenzó a delirar
cosas extrañas que llamaron su atención. Durante un buen rato éste habló
sobre cosas muy interesantes y que le permitió atar los cabos sueltos de toda
esta historia. ¿Libélula sería la culpable de todo esto? ¿Qué habría pasado
entre ellos? ¿Tendría algo que ver Regenta en este enigmático caso? Desde
ese momento no transcurriría mucho tiempo para que descubriera que una
enemistad entre Libélula y Aprendiz había surgido, y eso complicaba cada vez
más todo este asunto.

Hay quienes aseguran que ese distanciamiento provocó que Aprendiz


continuara con su propósito original al igual que ella. Se cuenta también que,
celosa por descubrir que su amigo Aprendíz sostenía una amistad muy especial
con Damalibros, enfurecida, de un “santiamén” le borró la memoria y éste
quedó “desmemoriado”. “Un caballero no tiene memoria.. ” dicen, pero algo
así sería patético. Otros aseguran que, en ese estado de absoluta inconciencia
y desorientación plena, la bruja Alexia regresó a sus pensamientos por
extraños sortilegios y él se perdió en esa maraña de ensueños oníricos. El
hablar con Alexia se volvió algo habitual en su locura inducida y la bruja
Betzabé también tomó mucho protagonismo durante ese tiempo en la mente
del infeliz. Libélula advirtió estas alucinaciones y con mayor fuerza aplicó su
hechizo terrible.

Lo que pudo averiguar Damalibros fue que, entre disvaríos y


alucinaciones, el pobre Aprendíz tuvo encuentros con Alexia. Mientras le
limpiaba las heridas, el infelíz le contó que durante algunas tardes, casi
siempre al anochecer, la bruja Alexia se le aparecía y le instruía en sus
secretos más ambiciosos y de cómo los había ido logrando gracias al Libro
Mágico. Ese tan ambicionado libro causaba excitaciones de todo tipo en Alexia
a tal extremo que, tentada por oscuros pensamientos, lo utilizó para sus
prácticas y, estando en esas descuidadas prácticas de hechicería, sus dos
hadas ayudantes la descubrieron de manera infraganti.

Fue durante una tarde en que Alexia se materializó frente al Aprendiz y


le confirmó que su amigo, el gran brujo, le había facilitado el Libro Mágico. En
su afán de descifrar algunos de sus conjuros, sus dos hadas amigas, la
descubrieron y no le avalaron practicar esos hechizos con sus duendes y
enanos, sus sirvientes menores. El gran brujo, en vez de apoyarla decidió
relegarla por temor a divulgar ese secreto, pero ya era tarde, pues todos ya
sabían sobre ese texto.

Damalibros averiguó estas cosas y otras tantas, por que ahí mismo,
tirado en el camino, el pobre Aprendiz deliraba apasionadamente. Supo,
además, que mientras anduvo desorientado y perdido en sus propios
pensamientos y sentimientos, Libélula lo estuvo siguiendo volando entre ramas
y ramas y a escondidas, y lo escuchó delirar muchas veces y conversar con

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alguien que ella no veía. Dentro de sus delirios algo de conciencia tenía, por lo
que sabía que Libélula por ahí andaba, siguiéndolo y que todo lo que él habló
con Alexia en ese estado de trance, Libélula lo había escuchado pues, aún
“desmemoriado”, sabía de ella y de sus sentimientos.

Muchas veces, para olvidar cosas importantes, mentalmente asoman


otras cosas que permiten aminorar los dolores del Alma.

Cerca de ahí, entre ramas secas y arbustos muy tupidos, dos brujitas
observaban cómo Damalibros ayudaba a un extraño y desconocido habitante
del bosque. Observaron que la hechicera era hábil en el manejo de ungüentos
y medicinas herbarias, saberes que a ellas les interesaba aprender y, deseosas
de conocer a otras brujas y de aprender, ambas hechiceras de muy baja
estatura, decidieron salir a conversar con ella.

PETRUS, EL MAGO DE LAS HISTORIAS

En el hueco de un gran árbol la morada de dos brujas se hallaba


construida. Esos lugares eran los dominios de Petrus, el mago de las historias,
y junto a él dos brujas muy obedientes le hacían compañía.

Después de mucho tiempo de gobernar esos inhóspitos lugares, la


enigmática Regenta, bruja y hechicera experimentada en un “cuanto hay” de
cosas, fue convocada por el gran brujo hacia sus dominios. Se dice que, de un
día para otro, partió hacia el centro del bosque y les dejó ese lugar a Petrus y
a sus amigas, exigiéndoles, claro está, que lo administraran de la mejor forma
posible y sin descuidar los encantamientos que durante años ella había
establecido guiada por su mentor, el gran brujo. Petrus, su discípulo más
aventajado, recibió con agrado la noticia y las dos brujitas asistentes de
Regenta, se convirtieron, a partir de ese momento, en aprendices de su amigo
Petrus.

El brujo de “Más Allá”, el brujo mentor de Regenta, después de


establecer su reinado perpétuo por esos lugares, partió lejos convocado por
otros magos y brujos que requerían de sus servicios. Regenta, como era una de
sus discípulas predilectas, de pronto alcanzó notoriedad por haberse
trasladado hacia el centro del bosque, causando toda suerte de especulaciones
y comentarios que jamás distorsionaron la realidad, pues, a buen entendedor,
todo estaba previsto con mucha anterioridad.

Se cuenta que, durante una extraña jornada de hechizos y embrujos que


se realizó en la Caverna de los Recuerdos, prescindiendo de todas las brujas
consejeras, el gran brujo nombró a Regenta su sucesora inmediata con amplios
poderes y dejó bajo su cuidado aquel libro de los hechizos, ese texto misterioso
que todo el mundo codiciaba y, según las crónicas más antiguas, otorgaba casi
de manera inmediata, todo lo que su dueño deseara. Así fue cómo, de un día
para otro, Regenta se transformaba en bruja mayor de esos lugares, dejando

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perplejas a otras tantas que también soñaban con ser grandes hechiceras y
que se consideraban muy cercanas al gran brujo.

Las dos brujas amigas de Petrus, Cecilia y Marjorie, eran dos pequeñas
aprendices que nada tenían que envidiarle a otras hechiceras. Ambas
cultivaban artes muy diferentes y eran excelentes en lo que realizaban.
Regenta, muy amiga del gran brujo, había conseguido que éste le concediera
permisos especiales para poder tener a su lado ayudantes para todas sus
labores de bruja mayor, y durante años ellas dos fueron sus únicas aprendices
que le colaboraron en todo, sin desmerecer la buena voluntad de Petrus quien
ya no era considerado ayudante ni aprendíz.

Desde que Regenta se había avecindado por esos lugares, Petrus, un


mago experto en cosas escritas y escribano por excelencia, había comenzado
la compaginación de todos los saberes existente sobre brujas y duendes,
magos y hechiceros, nigromantes y fantasmas, como también, todo aquello
relacionado con la historia de todos esos lugares. Como buen caminante y
buen conversador, mientras sus pies lo llevaban hacia los lugares más
inexplorados existentes, con su mente privilegiada y su don de escritura,
registraba en su cuaderno de apuntes, todo aquello que a sus ojos de buen
escribano e historiador era digno de ser consignado en sus relatos e historias
sobre ese mundo mágico.

Un día, después de muchas andanzas recopilatorias, cansado y muy


agobiado por cosas terribles que había visto, llegó a los dominios de Regenta,
quien habitaba en el interior de un gran Árbol Hueco. Sabiendo que en el
interior de ese macizo árbol alguien se encontraba, llamó a la puerta y Regenta
lo recibió. Dicen que ese encuentro no fue casual, pues, quien todo gobierna,
ya lo había previsto y Regenta, como bruja experimentada en “un cuanto hay”,
sabía que él era el complemento necesario para cumplir sus propósitos.

El tiempo transcurrió a su ritmo cadencioso y normal hasta que ambos


se complementaron muy bien en una infinidad de cosas, y muy lentamente y
con mucha dedicación, Petrus decidió aplicar un orden cronológico, según su
criterio de buen compaginador, a una gran cantidad de papiros y libros que
Regenta mantenía acumulados, dispersos y amontonados por todos los
rincones de Árbol Hueco.

En el interior de este árbol Regenta mantenía una infinidad de cosas


extrañas guardadas en diferentes tipos de cajas y cajoneras, pero lo que más
llamó la atención de Petrus al llegar a ese lugar, fue la gran cantidad de
pergaminos y viejos textos muy antiguos, libracos añejos y casi deshechos
producto de años y años de estar arrumbados por todos los rincones
enmohecidos. Al poco tiempo de haber llegado, y aprovechando las ausencias
de su anfitriona, Petrus se dedicó a ordenar y a clasificar todos esos inmensos
tomos donde se relataban historias fabulosas de tiempos muy antiguos. Fue

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entonces que, durante uno de esos días, cambiando de lugar unos papiros muy
antiguos encontró algunos textos con extraños hechizos y sortilegios que
llamaron su atención.

En su afán de tener todo ordenado, compilado cronológicamente y bien


clasificado según las categorías que él mismo había ido creando, sin pensarlo,
reunió todos aquellos sortilegios escritos por muy diferentes autores, y elaboró
un magnífico compendio que se transformaría en un tesoro invaluable para los
brujos y brujas, hechiceras y hechiceros, magos y hadas deseosos por ir más
allá de sus propias habilidades y deseos.

Como Petrus era un experto conocedor de hechos históricos, no pudo


incluir ese compendio de extraños embrujos en ninguna de las categorías
creadas por él. Así fue como, esa extraña compilación de textos mágicos,
quedó relegada a un estante todo polvoriento y, tiempo después, olvidado por
completo.

Ese antiguo compendio de ideas, de encantamientos, sortilegios y


hechizos, con el transcurrir de los meses y los años, se transformaría en la
herramienta fundamental que utilizaría el gran brujo para convertirse en el
brujo de “Más Allá”. Petrus, ignorante de todo lo que es la magia, solamente
recolectó un sin fin de textos dispersos y sin ningún sentido, pero Regenta,
muy amiga del gran brujo, leyendo esos textos mágicos logró comprender lo
importante de ellos, pues, quien tuviera esos dones especiales y habilidades
extremas para conjurar todo lo que ahí estaba expuesto de manera misteriosa,
le permitiera alcanzar todo lo deseado. Y como ella también compartía iguales
inquietudes que su amigo, también hizo tratos con él a cambio de privilegios
que ella ambicionaba desde hace mucho tiempo.

Sin saber exactamente a los acuerdos que Regenta había llegado con el
gran brujo gracias a la existencia de ese magnífico libro, Petrus continuó sus
labores de recopilador de hechos históricos y de anécdotas extrañas y
maravillosas que sucedían en ese bosque mágico, pero no estaba conciente de
que su compendio de textos sin clasificar, en verdad, había sido y era una
herramienta precisa para alcanzar todo lo inalcanzable. Su compendio de
textos mágicos se transformaba así, de un momento a otro, en el Libro Mágico
que todos buscarían para el logro de sus más preciados anhelos y sueños. Y
como bien decía uno de sus primeros escritos, ...según tus conjuros,
alcanzarás todo lo deseable en un “santiamén”. Este es el origen de ese libro y
su autor, hasta el día de hoy, vive ignorando su mejor trabajo de recopilador,
pues no le interesan las cosas mágicas.

Una vez en el poder y estando todo el bosque bajo su regencia, el gran


brujo devolvió a Regenta el Libro Mágico exigiéndole que lo escondiera en lo
más profundo de los confines de la tierra, pero Regenta lo devolvió al estante
donde había estado por años sin que nadie advirtiera sus poderosos conjuros.

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Petrus, sin advertir que su libro de conjuros había sido utilizado por el
gran brujo, un día decidió sacarlo del estante donde se encontraba para hacer
espacio a otros libros más pequeños. El Libro Mágico quedó sobre la mesa
olvidado y las brujitas ayudantes de Regenta lo encontraron y comenzaron a
leerlo. A partir de entonces, Cecilia y Marjorie cambiaron en muchos aspectos,
y Petrus, advirtiendo esos cambios, celebró con ellas esos portentos increíbles
experimentados en sus dos amigas pero sin interesarse en el cómo lo habían
logrado.

REGENTA ENFADADA

El tiempo transcurrió a su ritmo habitual como había sido desde siempre,


el día dió paso a la noche y esta nuevamente al día, y fue durante uno de éstos
que Regenta recordó algo muy importante. Ese día comenzó a buscar el Libro
Mágico que debía proteger de miradas ambiciosas e interesadas, le había
prometido al gran brujo esconderlo muy bien en los confines de la tierra pero, a
veces muy descuidada hasta consigo misma, olvidó dónde lo había dejado,
había sido muy poco obediente con su mentor. Se dice que no pudo
encontrarlo pues, todos esos textos mágicos generaban tal energía que,
dependiendo de quien los poseyera, estos mismos escritos embrujaban al
poseedor según sus más íntimos deseos, y siendo buenos o malos, de igual
forma, instaban al portador a cuidarlo y atesorarlo hasta el momento más
apropiado para ser utilizado. Y nosotros ya sabemos quiénes lo tomaron, por lo
que, quienes lo poseían en ese momento ya estaban encantadas por tan
maravilloso portento escrito que tanto bien comenzaba a proporcionales casi
de manera inmediata.

Como no quería sentirse culpable por no esconder o destruir ese


magnífico códice de fórmulas mágica que permitía alcanzar éxitos
inimaginables, decidió utilizar uno de los hechizos más poderosos que en ese
momento recordó. Ese hechizo permitía que, el objeto deseado, se esfumara
de donde estuviera en ese momento, pero eso exigía a la bruja saber
exactamente el lugar donde se encontraba, y Regenta ignoraba ese exclusivo
requisito. Otra alternativa del hechizo era dividirlo en partes iguales y estando
este gran Libro Mágico seccionado, en un tiempo futuro, quien lo tuviera en sus
manos, jamás podría utilizarlo en su totalidad.

Después de estas reflexiones, algo más tranquila, continuó realizando


sus actividades brujeriles habituales hasta encontrar el momento oportuno. Sus
dos ayudantes, Cecilia y Marjorie, durante esos días estuvieron muy
cooperadoras y amigables, algo muy extraño en ellas. Este fue el primer indício
que Regenta tuvo para apresurar su decisión, seguramente estas dos
hechiceras algo sabían, pensó Regenta, y era imperioso para ella lanzar ese
conjuro.

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Una noche, mientras sus dos ayudantes dormían y sin que lo supieran,
Regenta decidió salir a caminar. Mientras avanzaba decidió alejarse lo que más
pudo de su Árbol Hueco y se internó hacia lo más profundo del bosque. Aún
siendo una bruja de “tomo y lomo”, el aventurarse durante la noche no le
acomodaba demasiado y menos caminando sola. Algo temerosa por la
oscuridad reinante, decidió pedir ayuda a las luciérnagas y luego de chasquear
sus dedos, varios bichitos luminosos avanzaban unos metros por delante de
ella e iluminaban el sendero mientras caminaba. Después de varias horas, se
detuvo, dirigió su mirada hacia la oscura e impenetrable floresta y volvió a
chasquear sus dedos, de pronto, producto de la magia, una muy sutil voluta de
humo se produjo al instante produciendo una extraña luminosidad fatua y
desde su interior se desprendieron muchos trozos de textos incompletos y
viejísimos, quedando dispersos sobre algunas ramas y hierbas secas. Esos
primeros restos del mítico libro quedaron ahí durante un muy largo tiempo sin
que nadie los descubriera, pero ese lugar desolado no era tierra de nadie, sin
saberlo, Regenta hacía rato había entrado a los dominios de las hadas, de los
duendes y de los enanos.

Se cuenta que los duendes y los enanos, que fueron los primeros en
encontrar esos restos dispersos de este viejísimo texto, de manera inmediata
se las arreglaron para hacerlo llegar a Damalibros, para que ésta lo restaurara
y se los leyera, pues, aunque ustedes no lo crean, los duendes y los enanos no
saben leer. La Dama de los Libros al hojear los restos de esta compilación de
textos antiguos, comprendió la importancia de éstos e inmediatamente inició la
búsqueda de las partes faltantes, para ella era imperioso encontrarlas.

En otro lugar, lejos de los dominios de los duendes y de los enanos, una
hermosa y delgada Libélula encontraba unos extraños textos que enseñarían, a
quien los poseyera, una infinidad de sortilegios y de hechizos. Encantada por lo
que había encontrado, esta pequeña criatura comenzó afanosamente su
lectura apasionada y ésto significó que logró alcanzar un dominio casi pleno en
casi todo lo que ahí se explicaba respecto a cómo alcanzar lo inalcanzable,
lograr lo imposible y ver cumplirse todo aquello que se vé como algo
improbable. Mientras practicó estos hechizos, recordó que en el interior de su
mecánico amigo Perícles, escritos parecidos tenía a su haber, y ese recuerdo
tan sutil, le produjo complacencia inmediata. Hasta ese momento el destino le
otorgaba más posibilidades de alcanzar el grado máximo de hechicera mayor.

Este detalle sobre el cómo Libélula se hallaba más aventajada que el


resto de sus congéneres, explica el porqué tenía el convencimiento de que ella
debía ser la elegida para gobernar todo ese Bosque Encantado. Para ella fue
una gran decepción, muy grande y dolorosa al enterarse que Regenta había
sido la elegida.

De esta manera este maravilloso compendio de una infinidad de


hechizos y encantamientos, quedó disperso en otros lugares, quedando, eso sí,

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la parte más importante en manos de Regenta, parte dejada en medio de una
infinidad de papeles, archivos, carpetas y cajones, y en su propia morada, claro
que, ignorando que, Cecilia y Marjorie, atentas a lo que sucedería, a buen
resguardo ya habían leído partes importantes de ese Libro Mágico. Ambas, con
mucho esmero de hechiceras ambiciosas, avanzaron lo suficiente en sus
aprendizajes al momento que Regenta decidió dividirlo en tres partes.

A medida que los meses y años transcurrieron después de esos hechos,


Regenta supo que el gran brujo había compartido los más importantes secretos
de este magnífico texto mágico con Morelia, la reina de Pies Altos. Supo
también que, Damalibros, la muy conocida dama de los libros, una de las
hechiceras más respetables del bosque, se había apropiado de una de esas
partes que ella había desechado y lanzado por medio de sortilegios en mitad
del bosque con el afán de que se perdiera.

Mucho tiempo después, al cambio de estación, supo que Libélula, una


criatura extraña y solitaria, también se había apropiado de la otra parte que
ella misma y por medio de sortilegios, había lanzado a ciegas a cualquier parte
del bosque.

El tiempo fue generoso al cubrir con un manto de olvido estos sucesos


relatados, sin embargo, éste mismo proporcionaría las condiciones necesarias
para que todo quedara al descubierto y eso enfadaba de sobre manera a
Regenta, pues, cada vez que lo recordaba, por su culpa, otras hechiceras ya
sabían sobre ese gran secreto y su amigo, el gran brujo, el que aún nada sabía
de su gran descuido, de un momento a otro se enteraría.

NUEVAS AMISTADES PARA EL APRENDÍZ

Retrocediendo un poco en el tiempo es importante saber cosas que nos


sirven para complementar estos relatos mágicos y extraños. Petrus, el mago
de las historias, mucho antes de conocer a las dos ayudantes de Regenta,
dedicaba todos sus esfuerzos en sus labores por ordenar una infinidad de
documentos, consignar folios y papiros para luego categorizarlos según sus
contenidos. Esta tarea que realizaba muy diligentemente y con gran agrado,
era importantísima para él pues así, reuniendo y clasificando información, era
capaz de comprender ese mundo.

El tiempo dedicado lealmente a su labor sería premiado con creces


pues, sin que lo supiera, desde lejanas tierras, una persona de nombre Cecilia
llegaría para ayudarle en tan magnífica labor.

Cuando llegó a trabajar con Petrus y Regenta, esta nueva y joven bruja,
no cuestionó nada y a nadie, y esto fue muy bien visto por Regenta y Petrus,
quien a esas alturas, ya había realizado su magnífica labor de compilar esos

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textos maravillosos. Días después otra bruja llegó al Árbol Hueco y así fue
como Marjorie se integró a este magnífico grupo excelso de hechiceras. El
origen de ambas era bastante oscuro y a nadie le importó en ese momento, lo
que interesaba era que el trabajo de Petrus y de Regenta tuviera continuidad y
ese sería el propósito fundamental de estas dos hechiceras

Como buen mago de las historias, Petrus solía desaparecer por tiempos
indefinidos con la finalidad de recabar información muy variada sobre eventos
que fuesen importantes, cosa que a él le fascinaba por completo. Después,
cuando ya tenía en su memoria y en sus notas lo suficiente para comenzar a
escribir sus historias, regresaba al Árbol Hueco y se encerraba por horas y
horas y, a veces, por días completos. Así, poco a poco, sus historias
comenzaban a develar, en cierto modo, sus inquietudes más personales pero
no menos importantes para su labor de recopilador de eventos extraordinarios.
Todo lo que Petrus escribió fue quedando guardado entre una infinidad de
archivos y documentos, y si pudiéramos leer esos escritos, comprenderíamos
que todos sus relatos son el reflejo de una infinidad de historias que, de mil
formas, están hiladas una tras otra, permitiéndonos comprender la historicidad
de todo ese mundo mágico y extraño.

Durante un atardecer bastante frío y en ausencia de Petrus, las dos


brujitas, muy temerosas de situaciones que rompían la cotidianidad de sus
labores, fueron testigos de algo inusual. Sentadas muy cómodamente
disfrutando el descanso merecido después de una jornada extenuante, desde
el umbral del Árbol Hueco, observaron a la distancia, durante unos instantes
cómo, la muy conocida Dama de los Libros, ayudaba a un completo
desconocido. Viendo el mal estado de ese extraño personaje y que era
auxiliado por una conocidísima hechicera, no podían hacer menos, por lo que,
sin pensarlo, saltaron de sus cómodas sillas y acudieron a prestar ayuda,
ofreciendo luego su propia morada para dar cobijo a este extraño habitante
del bosque. Fue así como, lo imprevisto se torna en algo previsto para bien de
quien participa en ello, y por medio de este suceso fue posible que Aprendiz
conociera a dos hechiceras que, con el paso del tiempo, se transformarían en
personas muy importantes para él y para esta historia.

Pasado un tiempo prudente y viendo que el Aprendiz comenzaba a


evidenciar síntomas de mejoría, Damalibros decidió partir en busca de Libélula.
Hacía tiempo que nada de ella sabía y quería averiguar más detalles del por
qué había embrujado al Aprendiz. Deseaba saber qué cosas comenzaban a
distanciar a estos dos amigos que antes se eran incondicionales. Libélula
estaba desaparecida y el Aprendiz desmemoriado totalmente. ¿Qué cosas
habían ocurrido para que esos dos buenos amigos se distanciaran? ¿Qué
eventos se produjeron para terminar así?

Antes de alejarse y confiar la seguridad de éste a las dos hechiceras,


intentó conversar a solas con el Aprendiz para averiguar algunas cosas

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relacionadas con su estado de salud mental, pero éste no recordaba nada del
porqué estaba ahí y menos de las razones causante de todo eso. Libélula había
hecho un muy buen trabajo, había practicado en su amigo un hechizo poderoso
para que éste olvidara todo lo sabido desde el instante mismo del conjuro
practicado. Y había sido tan perfecto el hechizo que, el pobre Aprendiz, no
sabía el por qué estaba en ese lugar tan lejos de su morada..

Los tiempos cambian y lo que fue hermoso es recuerdo grato en lo


venidero y Damalibros sabía de estas cosas, ella misma recordaba eventos
hermosos que otrora la enorgullecían y que ahora, durante el tiempo en que
transcurre esta historia, no eran más que recuerdos gratos e inspiradores.

Al retirarse de Árbol Hueco, Damalibros pidió a sus dos nuevas amigas


hechicera que cuidaran del Aprendiz y que después, de alguna manera, les
devolvería ese favor. Y sin decir más, la mujer ordenó su bolso mágico y partió
alejándose de esos parajes.

Es importante explicar que, en muchas oportunidades y por las noches


Petrus desaparecía, nadie sabía por dónde andaba durante muchas horas
pero insinuaba esos lugares distantes y desconocidos al momento de contar
sus historias bastante extravagantes. Por su parte, las dos brujitas disfrutaban
la ausencia de Petrus y aprovechando las noches de luna llena, también tenían
sus salidas nocturnas y de manera muy inusual. No en vano, el descubrir por
casualidad ese magnífico Libro Mágico les había ayudado a mejorar sus
hechizos y sus encantamientos.

Pero para que ustedes sepan, estas dos brujas amigas, Cecilia y Marjorie,
compartían un arte extraordinario y casi desconocido. Ya sabemos algo de sus
orígenes y es éste lo que les permitía transformarse en polillas o mariposas
muy pequeñas según la ocasión y las circunstancias, para así, en esas
condiciones, volar durante las noches de luna llena. Esta habilidad muy
particular, les permitió recorrer grandes distancias y para observar y para
escuchar sobre todas las cosas buenas y malas que sucedían por esos lugares.
Terminadas las noches de luna, volvían a su estado normal y procedían a
relatar todo lo visto y oído a Petrus, y este mago, muy afanado por cumplir
bien con sus labores encomendadas no perdía detalles de los relatos de sus
amigas y, poco a poco, grandes volúmenes de datos se acumulaban por todos
los rincones de la pequeña habitación que compartían como morada.

En ausencia de Petrus el tiempo transcurrió como es debido y con él las


heridas del Aprendíz sanaron por completo y una amistad extraña surgió entre
los tres.

CECILIA, MARJORIE Y SUS ORÍGENES

Una de las grandes historias develadas gracias a los escritos de Petrus fue
precisamente el origen de Marjorie y Cecilia. En uno de los textos escrito por el

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mismísimo Petrus y de acuerdo a lo relatado por ellas mismas, durante una
noche de luna llena, una libélula pasó volando por los árboles más altos del
Reino de las Hadas, el desconocido reino de Pies Altos, dejando tras de sí una
fina estela de polvo lunar que ellas decidieron seguir. Eso no gustó a la reina
Morelia debido a que un hada debe ser recatada lo más posible y no dejarse
tentar ni distraer por cosa alguna, y el error de ellas fue salir volando a tontas y
a locas desde ese lugar. Eso disgustó mucho a Morelia quién, apenas supo de
esta impertinencia por parte de dos de sus súbditas, prometió castigarlas por
lo poco recatadas en su actuar. Buscando refugio por todos los rincones del
bosque, se encontraron con una delgada hechicera que les prometió
transformarlas en brujas y pasar desapercibidas para el resto de los habitantes
del bosque, promesa que tenían un precio y a lo cual ellas accedieron. Así fue
cómo del reino de las hadas dos desaparecían sin dejar rastro y dos brujas
extrañas aparecían por los lugares más apartados.

Esa delgada hechicera que las ayudó fue Libélula y, sin duda alguna,
algo obtuvo a cambio por brindar esa ayuda. Ese detalles lo sabremos más
adelante a medida que estas crónicas se desarrollen según los propósitos para
lo cual han sido escritas.

Se dice que, Regenta, durante un tiempo posterior al de estos eventos y


en un lugar distante de toda esta vorágine de lealtades y ansiedades
descontroladas, se mantenía indiferente a todo tipo de rumores sin saber que
cerca de ahí vivían dos brujas muy especiales. Una de ellas era muy obediente
y observante de todo lo que es correcto y apropiado según las circunstancias,
y siempre prefería el camino de las cosas correctas y jamás se dejaba tentar
por lo fácil. Su nombre era Cecilia, y era más conocida como la bruja de las
inseguridades. Quienes la conocieron admiten que siempre fue correcta en sus
procedimientos brujeriles y jamás tomó acciones sin antes consultar a su
amiga, otra bruja algo más extraña pero igualmente especial para esos
tiempos de conspiraciones y disgustos.

Se dice que esta hechicera estaba muy bien considerada dentro de los
círculos de poder de todo ese reino, e incluso, desde Pies Altos la miraban con
mucho respeto. Pero, como dijimos antes, Cecilia no tomaba decisiones a la
rápida, a causa de sus inseguridades, siempre buscaba consejos prácticos que
le permitieran avanzar en sus propósitos sin molestar a nadie ni tampoco herir
sentimientos. De variadas maneras prefería siempre el camino de las “cosas
correctas” y jamás procedía a hechizar o a encantar sin la rigurosidad brujeril.
Sus artes eran magníficas y con ella, la labor de Petrus, el mago de las
historias, se simplificaba aún más en muchos aspectos. Cecilia continuaría
catalogando y ordenando el gran legajo de libros y archivos donde se
acumulaba una infinidad de historias jamás contadas ni relatadas, pero sí,
archivadas y muy bien escritas con lujo de detalles, todo un hermoso trabajo
realizado por el mago de las historias. Llegar a compartir tiempos, inquietudes
y espacios con Petrus fue algo extraordinario para ella, algo muy especial,

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pues, a pesar de no saberse nada de su procedencia, Regenta la consideró
como una hechicera apta para las labores que le encomendaría.

El cómo llegó esta hechicera a ser parte del grupo del Árbol Hueco fue
muy especial. Un día, muy de mañana, cuando Regenta aún administraba las
zonas más apartadas del bosque que pertenecían al gran brujo, se sintió
locamente impulsada por extraño sortilegio, unas ansias de caminar la dominó
y, cuando cosas extrañas le sucedían, ansiedades incontrolables como estas,
ella sabía perfectamente bien que algo bueno se aproximaba. Esa mañana,
mientras caminaba muy desenfadada, inesperadamente, se topó con la bruja
Cecilia, quien, en ese momento, buscaba hongos y hierbas para proveer sus
escasas reservas de cosas extrañas que utilizaba para sus conjuros y hechizos.

Experta en intuir las habilidades que tenía cualquier persona que, por
extrañas circunstancias, se le ponía por delante, Regenta advirtió que Cecilia,
bruja muy correcta en una infinidad de procedimientos brujeriles, era la
hechicera perfecta para sus fines últimos. Se cuenta que conversaron un buen
rato, entre hierbas, matorrales y a la sombra de los inmensos árboles. Un búho
que, casualmente tenía su habitación en ese mismo lugar pero un par de
metros más arriba, entre ramas y hojas, pudo escuchar todo lo conversado y
guardó en su memoria privilegiada todos los detalles de ésta. Dicen que ese
búho fue quien, tiempo después compartió ese diálogo con la Dama de los
Libros, y que ese diálogo quedó muy bien registrado en la biblioteca de las
historias. Hay quienes desearían buscarlo y averiguar qué cosas ambas brujas
conversaron y a qué acuerdo llegaron. El búho solo confirma que, muchas
noches después, la bruja Cecilia se trasladó al Árbol Hueco, el lugar que
Regenta utilizaba como su residencia permanente junto a Petrus y desde ese
día pasó a ser parte de ese lugar.

Así fue como Cecilia llegó donde Regenta y conoció a Petrus, mas,
faltaría otra bruja que complementaría este fabuloso trío de criaturas unidas a
los vaivenes de la voluntad de otro ser que, con una infinidad de hilos, a
voluntad, jugaba con todos los ilusos que en él creían encontrar lealtad y
amistad duradera.

En otro lugar de este inmenso bosque, durante una cálida noche, otra
bruja extraña e igualmente apasionada por sus quehaceres, por sus artes, sus
sueños y anhelos, escudriñaba las estrellas para determinar el momento
exacto donde ella comenzaría a ser parte de toda esta fabulosa historia. Las
coincidencias suelen ser magníficas cuando cumplen un buen propósito, y esta
fue una de esas, pues, justo esa noche de luna llena, cuando, por casualidad
descansaba sobre unas hojas de ciruelo convertida en una mariposa nocturna,
vió pasar volando a una libélula muy velozmente hacia el reino de las hadas.
Su curiosidad fue tal que, obviando el efecto hipnotizador que la luna ejercía
sobre ella, emprendió el vuelo rápidamente siguiendo el rastro que la libélula
dejó al pasar a gran velocidad por ahí.

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La mariposa de la noche, la bruja que tuvo la oportunidad de seguir el
vuelo de Libélula durante una noche de luna llena, descubrió que ésta tenía
amistades en el reino de las hadas, y fue testigo de cómo, durante esa noche,
haciendo uso de polvos de luna llena, liberaba a dos hadas que se hallaban
cautivas en lo más alto de ese reino.

Convertida en una persona común y corriente, días después, Marjorie


decidió caminar hacia el centro del bosque. Durante el día las mariposas de la
noche no pueden transformase en ellas mismas por lo que, se dió mucho
ánimo para caminar un largo trecho y lograr su cometido. Sus intenciones eran
claras, sabía que el gran brujo recibiría de muy buen agrado su relato sobre
una libélula desequilibraba que dejaba en libertad, utilizando polvos mágicos
de luna llena, a dos hadas, posiblemente, muy dañinas. Mientras caminaba
muy despreocupada y divirtiéndose observando a los enanos cómo
correteaban libremente a esa hora de la mañana, de pronto se topó frente a
frente con Regenta quien regresaba a sus dominios después de haber
conversado con Cecilia. Como ya sabemos, Regenta tenía ese don exclusivo de
intuir las habilidades que cada persona tenía al momento de tenerlas en frente,
y vio también en esta bruja a la hechicera ideal para sus propósitos de mucho
más adelante.

Tiempo después de estos encuentros y compartiendo los tiempos y


espacios dados por Regenta, una extraña amistad surgió entre todas ellas. El
tiempo se encargaría de ir limando las asperezas que surgirían y Petrus, como
buen anfitrión, pues era ya más que un secretario para Regenta, servía de
catalizador para compatibilizar los tan diferentes caracteres y temperamentos
de sus amigas.

Las dos brujas, siendo muy opuestas en sus artes, confluían muy
cómodamente en el estudio y elaboración de hechizos y encantamientos al
interior de ese árbol. Ellas dos, con el paso del tiempo, develarían poco a poco
uno de los secretos más bien guardados en ese mundo extraño y lejano.

Así, poco a poco, Regenta creó su propio consejo brujeril alimentado con
extraños acuerdos de amistad y lealtad incondicionales, y al margen de lo que
el gran brujo había dispuesto. El tiempo se encargaría de ir despejando las
dudas y los misterios de estas extrañas amistades.

EL ÉTER

Cuando el Aprendíz fue recuperando parte de su memoria, muy


lentamente, comenzó a atar cabos sueltos del porqué estaba ahí. Recordó a
Damalibros y a Libélula, mas, las razones del porqué no pudo, por lo tanto,
como buen caballero, poco a poco, se resignó a no tener memoria de una
parte importante de su vida.

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Imagina, por un momento, no tener recuerdos de lo que te ha sucedido.
Sin embargo los tiempos estaban dados para que, junto a Cecilia y a Marjorie,
dos hechiceras muy especiales, Aprendiz volviera a recordar lo olvidado.

Como Libélula había aplicado sobre él un hechizo muy fuerte sobre sus
recuerdos, no sintió necesidad de preguntar nada relacionado con ella ni de los
porqués de estar ahí. Durante ese tiempo estuvo muy adolorido, fatigado y casi
muerto, y eso le era suficiente para comprender la importancia de no recordar
nada y disfrutar la compañía de esas dos hechiceras que, poco a poco,
cautivaban su atención con los más ingeniosos trucos y artilugios vistos.

Regenta había partido lejos, muy lejos, y Petrus, dentro de todo lo


posible, ocupaba el lugar de su antigua maestra. Su morada ahora le
pertenecía y lo ambicionado para sí, era suyo y sentíase fabuloso estando ahí,
mas, Regenta, habíase trasladado hacia el centro del bosque, y él, como fiel y
leal mago, también debió partir con ella. Este acontecimiento sirvió mucho
para que, las dos brujas junto al Aprendiz tuvieran tiempo para conocerse y,
muy lentamente, comenzar a descubrir nuevos estratagemas que se
develarían ante sus propios ojos.

Antes de continuar con estas crónicas, es muy importante explicar


algunas cosas sobre creencias y cosas ocultas para quienes no están
familiarizados con la magia ni las cosas brujeriles. Desde tiempos muy
antiguos, desde antes de la ciencia de los hombres, existió un espacio-tiempo
exclusivo para quienes podían acceder a él, esa dimensión atemporal fue
conocida como “éter”.

Durante el tiempo de desvaríos de Aprendiz, Cecilia y Marjorie se fueron


enterando de cosas interesantes, de eventos desconocidos por ellas y que
alimentaron ese deseo intrínseco a toda hechicera, curiosear más allá de lo
debido y permitido, debilidad muy normal entre ellas y, dentro de todos los
cánones de respetabilidad, un don o habilidad óptima cuando se trata de evitar
sucesos inevitables.

Estando el Aprendiz, a ratos casi consiente de su inconciencia, las dos


hechiceras no paraban de preguntarle cosas relacionadas con sus delirios y
desvaríos. Es en esta parte de la historia donde no debemos ser tan severos
con ellas dos, pues, más allá de juzgarlas por interrogar a un pobre trastornado
mental que yacía ahí varios días arrumbado sobre un montón de vetustos
archivos y viejos documentos que a nadie interesaba, ellas fueron la clave para
que Aprendíz recuperara su salud y su memoria.

Estando en un estado de ingravidez mental casi permanente durante


muchos días, y al cuidado de ellas dos, Aprendiz hizo abandono de su cuerpo
material y accedió al tan anhelado éter, dimensión atemporal tan deseada por
los más sabios magos y no tan sabios también. Las dos brujas, claro está, no
podían ver cómo este extraño desquiciado personaje salía de su propio cuerpo
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físico, pero supusieron algo así después de lo que oyeron de éste mientras
desvariaba.

“oh! Esto es increíble, es como estar volando,...” susurraba el pobre


individuo mientras aleteaba estando recostado sobre el montón de archivos y
legajos de papeles escritos. Cecilia y Marjorie sonreían frente a tan graciosa
situación pero, poco a poco, fueronse dando cuenta de las cosas importantes
que el Aprendiz balbuceaba. Poniéndose serias por todo lo que escuchaban el
interés por esos secretos develados así, de manera tan simple y sencilla,
significó para ellas un indicio de lo que buscaban desde hace tiempo.

“Oh!, desde aquí puedo ver la parte faltante, está aquí, en este lugar,
debo decirle a Damalibros y a Libélula,.. la parte del Libro Mágico,... la parte
faltante está aquí,...OHH!! con esa parte se completan los conjuros para
alcanzar todo lo deseable,...esa parte está aquí,..Ahhhhh!” Y por tanto aletear,
los archivadores se desparramaron y él, como estaba recostado sobre ellos,
cayó al suelo en medio de un estrepitoso estruendo acompañado de unas
risotadas brujeriles jamás antes escuchada por mortal alguno. Las carcajadas
emitidas por ambas hechiceras prácticamente fueron groseras y muy subidas
de tono, pues, a parte de esas carcajadas, también oíanse extraños ruidos
guturales como provenientes desde el interior de ellas mismas pero ya no
humanas.

Cecilia y Marjorie, comprendieron desde ese momento que, Regenta y


Petrus, un secreto enorme habían tenido guardado entre sus manos, un
secreto muy bien escondido ahí mismo. Y si eso era verdad, si ese texto
mágico les había otorgado el poder para establecer sus dominios en todo el
orbe conocido, poder alcanzar todo lo deseable, sin duda alguna, a ellas
también les ayudaría. Fue en ese momento que, entendieron por qué ambos
habían sido convocados a servir al gran brujo de “Más Allá”, y además
comprendieron que, esas lealtades incondicionales, no eran tanto por el buen
trabajo realizado durante años, como por las oscuras artes que predominaban
hasta ese momento.

Cuando se trata de alcanzar lo inalcanzable, hemos de sacrificar cosas


que son parte de nuestra esencia, y cuando logramos lo tan anhelado,
descubrimos el vacío que hemos cavado en nuestro entorno, como los fosos
que rodean los antiguos castillos para evitar ataques furtivos de enemigos
siempre al acecho.

El tiempo transcurrió muy lentamente y el Aprendiz ya se había


habituado a residir en ese lugar y con ambas hechiceras. De vez en cuando
emprendía viajes hacia su antigua morada, hacia la parte del bosque donde se
encontraba el gran árbol que le brindó protección y cobijo por mucho tiempo.
Durante algunos días se quedaba por ahí y conversaba con Damalibros sobre
temas livianos y sin mayor relevancia. Durante una de esas visitas, Damalibros

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le contó que, de manera infructuosa, durante muchas jornadas, buscó a
Libélula sin poder encontrarla por ninguna parte. Estaba desaparecida y ni los
duendes ni los enanos sabían de ella.

Durante uno de esos días decidió deambular por muchas horas por los
diferentes senderos que recordaba y le traían a la memoria imágenes y
sensaciones extrañas, y después de mucho caminar, de manera reflexiva y a
paso lento, emprendió el regreso hacia el Árbol Hueco donde sus dos amigas
hechiceras lo esperaban. Con ellas Aprendiz fue redescubriendo la amistad, la
sinceridad y la honestidad, valores muy naturales en muchas personas pero
aún desconocidos por esos parajes.

Una mañana, casi de madrugada, despertó a sus dos amigas hechiceras


y les pidió ayuda, algo debía hacer, no sabía qué, pero la respuesta estaba ahí,
entre todas esas carpetas y legajos de papeles inservibles y que a nadie
interesaba. Mientras el Aprendiz comenzaba a sacar cajas fuera del árbol
repletas de papeles, ambas brujas se dieron una mirada cómplice, una mirada
que, sin mediar palabra alguna, todo dice al instante. Ese era el momento tan
esperado, el momento había llegado, el Aprendiz comenzaba a recordar algo y
ellas le ayudarían a recuperar sus propósitos olvidados.

Sin duda alguna, el famoso Libro Mágico debía ser ubicado y ellas ya lo
habían tenido en su poder. ¿Habría otra copia o partes de él aún en Árbol
Hueco? Sin dar mayores explicaciones, el Aprendiz decidió salir a caminar,
dejando a las dos hechiceras completamente solas y sorprendidas por su
decisión. Les ordenó de manera imperativa que, con mucho cuidado, buscaran
algún documento o compendio de textos extraños que por ahí se encontrara y
con la orden expresa de que, apenas descubrieran algo así, le avisaran lo más
pronto posible. Ambas mujeres sintiéronse dichosas por la confianza que este
individuo les proporcionaba. Ahora era posible lograr sus cometidos tan
ansiados desde hace mucho tiempo. Un extraño sentimiento se apoderó de
ellas hacia él, y con mucha más ahínco decidieron continuar la búsqueda.

LA GRAN TELARAÑA

La bruja betzabé estaba sentada en la rama más alta de su árbol


favorito, y desde ahí observó al Aprendiz que venía aproximándose por uno de
los senderos que conducía a su pequeña casa ubicada a los pies de ese árbol.

Muy preocupada de su imagen personal saltó desde lo alto y fue


descendiendo muy suavemente hasta posarse con mucha delicadeza a la
entrada de su morada. De entre sus faldones extrajo su espejo especial, se
miró en él y, como cosa mágica, una extraña luminosidad salió de este objeto
iluminando su rostro el cual, de manera inmediata, se embelleció por completo
y al instante. Ahora lucía muy hermosa, sus labios veíanse muy bien
delineados y rojos como la manzana de Blanca Nieves. Luego, muy
rápidamente, se tomó los cabellos y los jaló con tal fuerza que un pequeño
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quejido salió de entre sus labios, y al instante, esa mota toda desgreñada de
pelos largos y sucios se transformó en una hermosísima cabellera que tomó el
tono apropiado y delicado que al Aprendiz gustaba mucho. Ella sabía de sus
gustos, lo conocía bien en muchos aspectos, mas, jamás había logrado
hechizarlo como otra bruja lo había hecho, y ella, casi avergonzándose de sus
propios pensamientos, asumió la mejor actitud de recato posible en ese
inesperado momento. Impaciente y fingiendo indiferencia lo esperó paradita a
la entrada de su casa.

-Hola amiga Betzabé, le dijo el Aprendiz a penas la divisó paradita a la


entrada de su casa.

-Hola amigo, ¿Cómo estás?, Respondió Betzabé mientras, muy coqueta


fingía sorpresa por la visita y, contoneándose, caminó lentamente a su
encuentro.

Ambos se abrazaron muy tiernamente y permanecieron así varios


segundos. Para los poco instruidos en estas relaciones y artes, cuando dos
hechiceros se abrazan, de manera misteriosa, suelen levitar a causa de sus
energías limpias pero no fue así en este caso, por lo que, decepcionados, se
desabrazaron y tomados aún de las manos, mirándose a los ojos, se sonrieron
el uno al otro y luego, de manera muy ceremoniosa, caminaron hacia unas
sillas dispuestas a la entrada de la casa de Betzabé. Ella había pensado en
todo, las brujas suelen ser muy previsoras y ella era la mejor de todas en estas
artes.

- Amiga, comenzó diciendo Aprendiz, - ¿Sabes algo de Libélula?

 Nada, absolutamente nada. - Respondió Betzabé mientras, de


manera obsesionada, miraba al Aprendiz con una mirada que
insinuaba oscuras intenciones pero que el Aprendiz ni siquiera
advirtió.

 Debo encontrarla, agregó Aprendiz, -algo importante debo decirle y


desde hace días nadie sabe de su paradero, es extraño,..

 ¿Por qué es extraño? -Preguntó la bruja. Y continuó con sus


observaciones, - Tú sabes que esa Hechicera solo buscaba tus
conocimientos y nada más. Dicen que ahora se avecindó donde las
hadas, sus protectoras; además con todos esos conocimientos sobre
la web o telaraña hace y deshace por todas partes.

 No!! Esas son solo habladurías!!, -aseguró convencidamente el


Aprendiz. -Ella jamás haría daño a otras criaturas,... Sentenció
abruptamente y guardó silencio.

 Dicen que tú eres el culpable de todo lo que sucede, - comentó la


bruja. -Ayudaste al gran brujo en todos sus planes y, a la vez, con
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eso de la gran telaraña, todo el bosque y hasta el mundo, está bajo
su control.

 Sí, sí eso es verdad, ayudé a ese brujo en muchas cosas pero jamás
que se hiciera del poder total, él lo tenía previsto desde mucho antes.
Mi única contribución fue entregarle orientaciones generales y eso no
es un delito, es simple caridad, y nada más.

 ¿Sabes amigo? -Dijo Betzabé mientras se ponía de pie y caminaba


hacia la entrada de su casa,... -Tu caridad no fue igual para todas
nosotras, Libélula aprovecha esos conocimientos sobre la telaraña
para su provecho propio y con ese autómata llamado Perícles está
sembrando el terror por allá lejos, en Pies Altos. Tantas veces te
busqué y nada.

 Mírame bruja Betzabé, te desconozco,.. -comenzó diciendo Aprendiz,


mientras se ponía de pie y caminaba hacia ella,..- Libélula sabía de
esas artes,.. ahora, si ustedes no sabían de esas cosas ya no es mi
problema.

 Ahh! , Vé donde ella, búscala y descubrirás la realidad y la verdad. - Y


diciéndole ésto, se desvaneció frente a él por completo.

Las brujas son muy especiales, son expertas en desaparecer de manera


espectacular en momentos especiales y en especial cuando no pueden lograr
su cometido.

Sin darle mayor importancia al enojo de Betzabé, el Aprendiz decidió


caminar hacia su nueva morada, el Árbol Hueco. Sabía que sus nuevas amigas,
Cecilia y Marjorie, le tendrían novedades sobre ese mágico libro, ese libro que
todos decían que “permitiría alcanzar lo inalcanzable a partir de hechizos y
sortilegios” .Quien lo tuviera en su poder todo se volvía alcanzable.

La gran telaraña ya cubría todo el orbe conocido y la ciencia de los


hombres se fortalecía cada vez más y más. Mientras tanto, Lejos, muy lejos de
esos páramos, otros autómatas comenzaban a dominar el arte de la web o
telaraña, entre ellos Perícles que ya se comunicaba y se fortalecía con otros
similares a él. La ciencia de los hombres los había creado y, junto con la gran
telaraña, toda la realidad mágica comenzaba a debilitarse y con ello, las
hechiceras, brujas y magos, volvían a sentir esos temores que, en la
primigenia de este mundo, los llevó a confabularse con el gran brujo.

Por su parte, Betzabé cuando vió aproximarse al Aprendiz, recién había


arribado de uno de sus vuelos. Como experta bruja encantadora, no utilizaba
escoba ni usaba las artes de la “mutación corporal” para poder volar y
trasladarse de un lugar a otro. ¡No!. Nada de eso. Como toda una dama, desde
pequeña había desarrollado el don de levitar. Así, como si fuese un espíritu o

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fantasma errante, esta bruja se dedicaba a deambular por los distintos
senderos del bosque, en especial durante los atardeceres invernales, así, de
manera muy consiente, sembraba el terror por doquier y muchos habitantes de
por ahí, a muy temprana hora, se encerraban en sus casas y escondites por
temor de encontrarse con ella y quedar encantados por haberla visto. ¡Qué
pretenciosa era Betzabé!

Han de saber ustedes que esta bruja era muy especial y sin saber
muchas cosas, por simple intuición femenina se enteraba de situaciones que
para muchos eran caóticas. Un día, mientras levitaba, alcanzó a divisar a
muchas hechiceras muy ensimismadas ya no en sus quehaceres brujeriles, sino
que, en largas pláticas con sus novedosos y extraños ayudantes autómatas,
artilugios mecánicos que comenzaban a distorsionar los propósitos reales de
cada una de ellas. Encantar, hechizar y dominar todo ese mundo aún alejado
de la ciencia de los hombres, ya parecía ser algo de tiempos pasados, atrás
quedaban las mil formas de morir de amor, el secreto de las arañas y los diez
pasos para ser la mejor bruja del año; los nuevos artilugios traídos por el
Aprendiz ya comenzaban a embobar las mentes de todas sus hechiceras
amigas. Y el aprendiz era el culpable, él era el principal aliado del gran brujo de
“Más Allá” y no entendía cómo, Libélula, hechicera hábil y muy cauta en todos
sus encantamientos, había podido caer tan bajo, hacerse amiga de este ser
recién llegado y que nadie sabía de su procedencia.

Por sus hechizos los conoceréis,.. dice el manual básico de los


aprendices de artes extrañas y de encantamientos, y ella, una bruja muy
austera y con vasta experiencia, se sintió, en algún momento de sus
entretenidas pláticas con el Aprendiz, algo así como encantada por extraños
sortilegios, hechizos que este brujo, sin duda alguna, le había lanzado en algún
momento de descuido.

Muy enfada consigo misma decidió partir en busca de Libélula, ella


tendría respuestas a muchas interrogantes aún no contestadas por muchas de
sus amigas respecto a cosas brujeriles, a cosas que tan solo atañen a las
hechiceras y a las brujas.

Como no podía levitar a causa de la gran telaraña que por doquier se


encontraba y obstruía todas las alturas del bosque, se dió mucho ánimo y ,
apenas observó que Aprendiz se alejaba de su vivienda, volvió a
materializarse a la entrada de su casa. Muy rápidamente, con un chasquido de
sus dedos, cubrió su hermosa figura con vestidos más elegantes y como era su
costumbre, volvió a embellecerse para iniciar su viaje caminando rumbo hacia
el otro extremo del bosque, hacia las Montañas Añosas. Según los rumores,
Libélula se había ido hacia esos lugares con Pericles, ese autómata que tanta
envidia originó en muchas de ellas y también junto a Pintita, una de sus
descendientes.

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EL LUGAR DONDE SE ORIGINÓ TODO, LAS MONTAÑAS AÑOSAS

Las montañas añosas era un lugar completamente deshabitado. En vez


de árboles inmensas rocas dominaban el paisaje, una espesa niebla de gases
sulfurosos impedía ver más allá de tu propia naríz y exigía al explorador
caminar con mucho cuidado.

Ahí, en ese lugar ya olvidado, estaba el origen de todas las cosas


existentes en el gran bosque encantado. Antiguas crónicas relatan en detalle
una infinidad de sucesos imposibles de creer y de corroborar. Sin embargo, en
ese lugar misterioso y muy lejano, las hadas y las libélulas fueron creadas por
extraños embrujos y sortilegios, y existe un relato que resume muchos
escritos antiguos.

“Esmeralda era una hechicera de la primigenia brujeril de antaño.


Durante mucho tiempo vivió por esos lugares y detestaba a los bichos que
deambulaban por entre rocas y aguas malolientes. Un día, después de una
borrachera que duró muchas jornadas, enfadada con sus amigas que la
dejaron tirada en el barro, lanzó unos hechizos al azar, hacia cualquier
dirección, sin saber que éstos caerían en algunas criaturas inofensivas que, a
la postre, se convertirían en hadas y libélulas”.

La vieja hechicera no alcanzó a vivir lo suficiente para ver su magna


creación, unas criaturitas inofensivas que con el tiempo serían dueñas de todo
un bosque que, muy lentamente, comezaba a crearse producto de todas las
combinaciones posibles de magia y de hechizos de cuantas brujas antiguas
habitaron durante mucho tiempo esos lugares tan inhóspitos y apartados,
lugares muy antiguos y de los cuales ya no queda vestigio alguno, salvo, las
Montañas Añosas que ya no son visitadas ni habitadas por nadie.

La bruja Betzabé sabía de Libélula, sabía que ella había partido hacia
allá, hacia ese lugar inhóspito pues allá encontraría la paz que tanto necesitaba
para educar a su descendencia la cual comenzaba con Pintita, su pequeña
libelulita.

Después de mucho caminar, Betzabé encontró a unos enanos que vivían


a los pies de los grandes Árboles Sabios. Como su largo andar la había
fatigado, decidió quedarse junto a ellos durante un tiempo para saber algo más
sobre esos parajes e indagar sobre el paradero de Libélula.

Recuerden que Betzabé era una bruja muy fina y delicada, muy dama
para todo, y demostró su incomodidad de inmediato por no ser atendida de la
forma adecuada a su porte destacado.

Los enanos sabían todo sobre ella, pues, como ustedes saben, cuando
hablas con un enano, es como que conversaras con todos ellos, y cuando le
cuentas algo a uno de ellos, es como que a todos le dices lo mismo. Es por eso

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que, cada cosa que ellos saben, todos ellos lo saben, por lo que, lo que los
enanos de Betzabé sabían, los enanos de allá lejos, también lo sabían.

Como dijo Aprendiz en un momento, los enanos son privilegiados pues


tienen una mente colmena, solo basta que uno de ellos escuche y vea algo,
para que el resto de ellos también lo sepa.

Entre conversaciones y delirios alocados de algunos enanos, poco a


poco, Betzabé se enteró que Libélula había estado por ahí junto un autómata.
Supo que huía de un brujo malévolo que quería destruirla por completo. Un
hechicero que quería apoderarse de Perícles, su autómata sirviente y llevarselo
lejos junto a Pintita, la pequeña libelulita, su hija. Ellos dedujeron, sin
preguntarle nada que, esa pequeña criaturita debía ser hija de ese malévolo
brujo que la acechaba. Y compadecidos de ella, utilizando todos sus portentos
de enanos, una noche de luna llena, crearon un portal momentáneo hacia el
“éter”, y Libélula lo traspasó y desapareció tras él.

Después de varios días, Betzabé regresó a sus dominios, no sin antes,


pasar por el gran Árbol Hueco, lugar donde habitaba el Aprendiz y las dos
hechiceras. Como el viaje había sido muy largo y ella no estaba acostumbrada
a caminar, llamó a la puerta de este árbol, lugar completamente desconocido
para ella. Cecilia abrió la puerta y quedó sorprendida al ver a una hechicera tan
hermosa parada ahí, en el umbral de su puerta. Marjorie, la otra hechicera que
se hallaba en ese momento ordenando unos extraños textos, dejó de hacer lo
suyo para asomarse a la puerta, y, como también había adquirido ese don
único que Regenta tenía, ese don de saber de inmediato todo sobre la persona
que se le pusiera por delante, supo que Betzabé era portadora de algo muy
interesante y de gran importancia para ella.

Lo hermoso de las historias mágicas está en las coincidencias que se van


produciendo según los intereses de quienes son protagonistas de estas
historias. Marjorie tenía mucho interés en encontrar esos fabulosos textos
mágicos que, leyéndolos en voz alta, proporcionaban la virtud de alcanzar lo
inalcanzable, lograr tener en su poder todo lo deseable. Marjorie supo que
Betzabé no sabía nada del poder de esos textos por lo que, sin decir nada,
maquinó una triquiñuela muy elaborada para apoderarse de ellos. Según lo que
Aprendiz había balbuceado durante sus delirios febriles, esos textos se
hallaban en ese lugar muy bien guardados. Si ella no se adelantaba, esta bruja
recién aparecida, Betzabé, se los llevaría. Ninguna otra razón podía tener para
llegar ahí, donde ellas, sin duda alguna, Betzabé lo sabía y por eso su llegada
tan abrupta e inoportuna. Esta llegada la puso en estado de alerta.

Como ya sabemos, Petrus, en un descuido, lo dió a la luz de entre otros


textos antiguos y este libraco quedó sobre una mesa durante un buen tiempo
sin que nadie advirtiera lo importante que era para algunas personas poseerlo.
Marjorie, como buena hechicera con propósitos bien claros, lo había

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encontrado hurgando por todos los rincones del Árbol Hueco, y esos hechizos
serían lo suficientemente poderosos como para lograr su cometido final.

Hemos de ayudar al lector también en recordar que, Regenta, muy


molesta por un descuido casi imperdonable por parte del gran brujo, olvidó
esconder ese magnífico compendio de hechizos y sortilegios y que en lugar de
hacerlo, lanzó unos encantamientos para que este magnífico volumen de
textos casi sagrados para toda hechicera, se dividiera en tres partes. Una de
esas parte quedó ahí, en Árbol Hueco, parte del texto que Marjorie ya poseía.

El Aprendiz, al momento de la llegada de Betzabé al Árbol Hueco, no se


encontraba ahí, y es por eso que jamás Betzabé se enteró que este individuo
vivía con esas dos extrañas y magníficas hechiceras. Cecilia preparaba el
almuerzo en ese momento y Marjorie continuaba buscando entre papeles y
cajas algún otro texto olvidado. Al cabo de unos instantes, su esfuerzo fue
compensado casi de inmediato, pues otros textos, igualmente valiosos,
estaban ahí desde los tiempos de Regenta.

Las tres hechiceras almorzaron muy contentas y el tema central de la


conversación fue el Aprendíz. Imaginen ustedes la conversación que las tres
divas hechiceras tuvieron, entre risotadas escalofriantes y ruidos guturales casi
demoniacos, celebraron el hecho de estar juntas y poco a poco fueron
comprendiendo lo importante de estar ahí las tres juntas, ya que, por esas
cosas casuales, el destino las había provisto de un poder sin igual, un poder
que a las tres, mientras lo desearan, les permitiría alcanzar lo inalcanzable y
obtener todo lo deseable por muy difícil que fuera.

Ese día fue fabuloso. Betzabé supo de lo importante que era encontrar
ese texto maravilloso y de los poderes que podía otorgar al potador. Así fue
comprendiendo cómo, el gran brujo que ahora era conocido como el brujo de
“Más Allá” había alcanzado el poder total. También supo cómo Morelia, la reina
de las hadas y que habitaba en Pies Altos, aún conservaba esos poderes tan
atemorizantes y consideró genial la manera de cómo lo había alcanzado.
Durante ese día y la madrugada siguiente, las tres brujas fueron enseñándose
trucos y hechizos que las alentaron a sentirse poseedoras de dones especiales
y, de vez en cuando, el trío estallaba en risotadas escalofriantes que asustaron
a casi todos los habitantes de los alrededores.

En medio de reflexiones y devaneos producto de brebajes extraños,


Marjorie comprendió el cómo Regenta y Petrus habían partido a las
proximidades del reino del gran brujo y decepcionada quedó al enterarse,
durante esa noche de aquelarre, que todo lo que le exigían a ellas, esos dos no
lo habían realizado ni logrado nunca.

Para ser un buen hechicero o hechicera se exige mucha concentración y


dedicación, abstinencia en muchas cosas mundanas y esos dos, Regenta y
Petrus, lo que menos habían hecho era abstenerse en sus apetencias más
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mundanas. Qué indignación sintió Marjorie en esos momentos íntimos y
reflexivos. Ya de madrugada, mientras Cecilia y Betzabé dormían sobre las
desordenadas y viejas cajas repletas de papeles añosos, Marjorie salió fuera
y, transformada en Mariposa de la noche, comenzó a revolotear por los
alrededores. Su corazón estaba confundido, su mente desordenada, y sus
deseos por alcanzar lo inalcanzable le causaban una completa desesperación;
por momentos sentíase estar fuera de control.

Tanto esfuerzo por complacerlos con su dedicación y abstinencia en


muchas cosas. ¡Qué decepción! Ninguno de los dos era lo que ella creyó que
eran, maestros en artes mágicas. Ahora comprendía el porqué de lo inútil de
sus pócimas de amor, sortilegios de locura y encantamientos inícuos hacia
quienes fueron dirigidos. Nada, absolutamente nada, de lo aprendido con ellos
tenía validez alguna, todo, a esas alturas, era inutilidad pura.

Al amanecer, cuando Cecilia y Betzabé despertaron de su borrachera


brujeril, Marjorie ya se encontraba muy lejos con el texto mágico. Las dos
brujas no se preocuparon mayormente de la ausencia de Marjorie, por el
contrario, al verse solas, miradas cómplices surgieron entre ambas. Betzabé y
Cecilia ya sentíanse liberadas de Marjorie, solo bastó que Betzabé se
presentara ahí, en Árbol Hueco, para que una nueva atmósfera de afinidad y
candor comenzara a aplacar toda esa pésima energía que, tanto Marjorie como
el Aprendiz, esparcían con su sola presencia, impregnando todo lugar habitable
con energías que incomodaban. Rato después, mientras desayunaban, ambas
brujas se dieron cuenta que la hechicera habíase apropiado de esos fabulosos
textos mágicos, mas, no le dieron mayor importancia.

Cecilia y Betzabé descubrieron que eran hechiceras diferentes, sabían de


conjuros y hechizos, sortilegio buenos y hermosos, como también otros tantos
muy perversos y prohibidos. Ambas eran más amigas de atisbar el porvenir a
través de sus calderos mágicos y advertir a quienes estaban involucrados.
Sabiendo que Marjorie no volvería, pues, sus respectivos calderos, así lo habían
pronosticado hacía ya mucho tiempo, decidieron salir a caminar por los
senderos de los alrededores. Una amistad muy especial surgió entre ambas y
gracias a ella, ambas hechiceras se consolidarían como las mejores de esos
tiempos.

Lejos, muy lejos de Árbol Hueco y convertida aún en Mariposa de la


noche, cerca de las áridas Montañas Añosas, Marjorie decidió descansar. Con la
fuerza de su pensamiento y muy bien concentrada, volvió a tomar su forma
humana. Muy apesadumbrada por lo que había descubierto, se sentó sobre
unos troncos a descansar y se quedó muy pensativa. Sintió en lo más profundo
de su corazón que todo lo deseable por ella era posible, tuvo la seguridad
plena que alcanzaría todo lo deseado utilizando de buena forma esos textos
que ya se encontraban completos y en su poder. Ya era tiempo de utilizarlos en
provecho propio y lograr ser tan magnífica como quienes decíanse serlo sin

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merito propio. Decidida a todo se preparó mentalmente, se concentró y abrió
ese legajo de textos antiguos. Desde hacía tiempo tenía memorizadas las
frases claves para alcanzar todo lo deseable. Muy decidida cerró sus ojos,
estaba lista, y después de algunos sortilegios susurrantes, pronunció en voz
alta y con fuerza las primeras líneas de ese texto mágico.

El día transcurrió plenamente hasta el mediodía, pues, justo cuando los


enanos y duendes se preparaban para probar sus meriendas, y cuando las
brujas y hechiceras descubrían sus calderos para preparar las viandas para sus
ayudantes, una explosión enorme sacudió todo el bosque y sus alrededores. El
ruido y el remezón fue tan grande que, desde el reino de “Más Allá”, el gran
brujo envió a sus cuervos espías para que le informaran de lo sucedido. Los
estantes de Damalibros se sacudieron con tal fuerza que, muchos libros
antiquísimos quedaron desparramados por el lugar. En todas las viviendas y
escondrijos el estallido produjo destrozos muy variados. Las pequeñas casas de
los duendes y de los enanos sufrieron daños en sus ventanas y chimeneas. En
las alturas del reino de las hadas, muchos hermosos balcones se derrumbaron
cayendo por entre los follajes de sus respectivos árboles causando más daño a
quienes vivían más abajo, entre las ramas. Algunas brujas tuvieron tal susto
que, con sortilegios muy improvisados, pronunciados a la ligera y sin mayor
concentración, desaparecieron y no fueron vistas nunca más. ¡Quien sabe a
dónde se fueron!

Nuestras dos brujas amigas, a sabiendas de lo que sucedería, pues,


como expertas en calderos mágicos, atisvaron el porvenir anticipadamente por
lo que, al momento de esa gran explosión, ambas se encontraban ya muy lejos
de esos lugares.

PERICLES ABANDONADO

Bueno, para continuar con este relato, han de saber que los gitanos,
personas muy extrañas y que deambulan por todas partes, querían deshacerse
de un autómata enmohecido y sin utilidad para ellos. Después de viajar por
muchos lugares lejanos llegaron a este inmenso bosque mítico y mágico. El
cómo llegaron es un misterio pero estuvieron acampando durante un tiempo
en los dominios de los enanos y, como ya es sabido, Libélula, viendo el
mercado que habían instalado para vender una infinidad de cosas, vió a
Pericles e, impulsivamente, lo compró como una baratija.

Pericles tenía su historia antes de llegar a estos lugares. Se dice que él,
como producto de la ciencia de los hombres, también había sido construido con
un propósito, el cual estaba inserto en sus celdillas de recuerdos permanentes.
Pericles estaba destinado a ser utilizado por la hechicera Libélula quien debía
alcanzar su propósito final, el cual era ser considerada la mejor hechicera de su
tiempo. Del mismo modo, Perícles fue un eslabón clave para que, según los
tiempos que transcurrían en ese lugar, Libélula fuera contactada por Aprendiz.

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Muy lejos de estos lugares mágicos la ciencia de los hombres comenzaba
a encontrar explicación a todas las cosas anómalas y extrañas que ocurrían en
su realidad simple y pura. La Gran Telaraña o web, no fue más que una excusa
muy bien planeada por los mismos hombre para aprender más sobre
conocimientos que desde hacía tiempo exigían respuestas y generaban cada
vez más y más interrogantes. Pericles fue entonces, desde una cierta
perspectiva, una herramienta primordial para poder acceder a saberes
extraños que a los hombres interesaba saber y dominar.

Cuando los brujos y magos establecieron ese pacto entre ellos para
poder prescindir de sus amigas hechiceras y brujas, jamás consideraron que
esa herramienta creada por las arañas, las grandes tejedoras, podría ser
utilizada también en contra de todos por igual. La telaraña construida poco a
poco cubrió por completo todo el bosque y continuó extendiéndose más allá.
Con el tiempo ésta lo cubría todo y el Aprendiz conocía la importancia de ésta
para el estudio de este mundo mítico. Libélula, por su parte, era conocedora de
la telaraña, su instinto de maestra hechicera la había guiado en todas estas
cosas extrañas y el Aprendiz fue también un eslabón perfecto entre ella y la
telaraña, pues, a través de él confirmó muchas de sus intuiciones y Aprendiz
descubrió en ella un conocimiento del cual él estaba ajeno hacía mucho
tiempo, la magia.

Pericles fue entonces, en esta parte de la historia, ese eslabón perfecto


que uniría lo mágico con la realidad de la ciencia de los hombres. Al poco
tiempo de estar al lado de Libélula, Perícles comprendió que no era él un
simple artilugio creado por los hombres, él tenía un propósito y esto lo alentó a
ir más allá, lo llevó a tomar decisiones que no debía tomar.

Una tarde, a escondidas de Libélula, a través de unos agujeros que tenía


en la parte posterior de su cabeza, se conectó a la telaraña introduciendo uno
de sus hilos en uno de esos agujeros.

Una telaraña es una herramienta utilizada para múltiples propósitos y los


hombres, de manera muy inteligente, gracias a su ciencia y tecnología
desarrollaron algo similar pero con una sola finalidad, escudriñar lo mágico de
todo ese mundo ajeno a la razón humana y a su lógica.

Perícles, como un producto de esa ciencia y de esa tecnología, comenzó


por voluntad propia a cumplir su cometido programado desde hacía tiempo.
Apenas pudo, realizó esa conexión, y de inmediato una infinidad de visiones
comenzó a tener en su mente de autómata. Vió que las brujas preparaban en
secreto sus pócimas, los enanos discutían entre ellos y se enfadaban con sus
hechiceras nodrizas.

Durante esa conexión, Perícles se alegró de manera inmediata, todo lo


brujeril desaparecía, las pócimas y sortilegios no eran más que palabrotas sin
sentido lanzadas al viento sin efectar al mundo real y verdadero. Descubrió
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que la “magia” no era más que otra mentira creada por oscuros intereses que
buscaban mantener temerosa a todas las personas. Estando conectado, supo
de todos esos secretos, toda esta información iba quedando guardada en esa
infinidad de hilos arácnidos muy finos que no eran percibidos a simple vista, y
todos esos secretos quedaban a disposición de toda persona que requería de
ellos. Vió que más allá había otros reinos y ambiciones en muchas de las
hechiceras que habitaban por esos lugares. Supo que su ama tenía unos
secretos muy grandes y que, a parte de ella, él era el único que tenía acceso a
ellos. Cerró los ojos y comenzó a hurgar en todas las cosas imaginables que
tenía en su interior hasta que encontró un cúmulo de cosas con el nombre de
“datos”. En el interior de esa especie de caja muy bien cerrada con un
candado, había algo que le era desconocido y que su curiosidad comenzaba a
exigirle que la abriera. ¡Qué secretos habrá ahí! Procesó su mente de
autómata.

Sabiéndose portador de un gran secreto Perícles comenzó a disfrutar


todo lo que veía y escuchaba a través de esos hilos finísimos que se habían ido
tejiendo por todas partes. ¡Qué maravilla! Exclamó el autómata al poder ver y
sentir todo aquello. Ahora entendía el porqué del amor incondicional que
Libélula le expresaba cada vez que lo tenía cerca. Así descubrió que,
utilizandolo a él, a través de él, ella adquiría saberes que antes jamás habría
adquirido, a través de su corporalidad ella se enteraba de todas las cosas que
sucedían por ahí cerca y allá lejos.

Durante un buen tiempo el autómata vio maneras de incursionar en la


red sin ningún problema. Aprovechando que su ama se hallaba distraída a
causa de Aprendiz que siempre la envolvía en un manto de ensueños y
tonterías que solo a ella le interesaba, él, muy en secreto, urgaba en las
memorias de otros autómatas y sacaba secretos e información valiosísima para
ella y para él, y también para los hombres que, sin que él lo pudiera evitar, les
llegaba a todos ellos por igual.

Esa plena libertad que tenía casi todos los días, no sería eterna. Mientras
concentrado estaba hurgando en la interioridad de si mismo, un día Libélula,
quien durante ese momento se hallaba creando pócimas de amor y de
encantamientos, advirtió que su autómata algo comenzaba a hacer sin su
consentimiento. Mientras estaba concentrada combinando los ingredientes que
tenía a su alcance, los sutiles ruidos de los mecanismos internos de Perícles
fueron suficientes para que estos la pusieran en alerta. Como el autómata
estaba cubierto por una infindad de pequeñas placas metálicas, placas que se
diferenciaban unas de otras por tener símbolos brujeriles diferentes, Libélula
rápidamente dejó de hacer lo que hacía y sacó una de esas placas dejando a
Perícles al descubierto. Al retirar la placa un pequeño visor quedó a la vista
mostrando a través de él, todo lo que el autómata había estado haciendo a
escondidas. Entre todas esas cosas “datos” quedó al descubierto, sus “datos”,
toda una infinidad de pócimas y hechizos, embrujos y encantamientos. Ese

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compendio de “datos” le pertenecía a ella y solo a ella, y Aprendíz había
pagado con la pérdida de su memoria por enterarse de ese secreto y lo mismo
sucedería con su amigo, hasta ahora incondicional, Perícles.

El incursionar por la red o telaraña sin su consentimiento develó de


inmediato que Pericles ya no era de confiar, debía dejarlo al margen de toda
actividad, y de inmediato lo dejó de lado, tirado entre unas cajas viejas y
malolientes. Pero eso no había sido todo.

Durante sus momentos más felices, el autómata conoció al Aprendíz.


Para él no era más que un simple humano con pretensiones de mago o de
hechicero, presumía de ser un muy buen conocedor de las artes arácnidas,
artes relacionadas con la web o telaraña, conocimientos que no existirían
gracias a la ciencia de sus creadores, los humanos. Y para poder utilizar esa
infinita red que tanto miedo generaba en muchas hechiceras, todas por igual
requerirían de él, de un autómata que les permitiera interpretar la gran
cantidad de saberes y embrujos que se podían adquirir utilizando esta gran
telaraña. El Aprendiz no era más sabio ni inteligente que él, pero su dueña, su
ama amada, lo miraba con otros ojos, y eso le molestó. Durante muchas
noches de luna llena, mientras ella, enloquecida por ese embrujo que le
producía el astro de la noche, volaba y volaba sin control por sobre las copas
de los árboles más altos del bosque, él se preparaba, él escudriñaba a través
de esa inmensa telaraña todo lo hermoso y lo importante que el bosque les
ofrecía a todos por igual y, a cada cual, sus primicias únicas y especiales. En
verdad, todos eran felices dentro de sus respectivos espacios y dominios que el
bosque les proporcionaba desde sus orígenes. Y él buscaba lo mismo, tener su
tiempo para si mismo, ser felíz junto a ella, su hermosa libélula, pero el destino
solamente lo había considerado tan solo como un eslabón más de una cadena
que permitiría a otros encontrar sus verdaderos propósitos dejándolo a él de
lado, transformándolo en tan solo un objeto desechable y nada más.

El autómata no podía hablar pero sí podía sentir, y con mucho amor


mostraba a su amada libélula, a través de su visor inserto en su pecho
metálico, una infinidad de cosas novedosas e interesante que la mantuvieran
siempre atenta a él y tan solo a él.

Pero no todo parece ser como uno quiere que sean las cosas y mientras
más te esfuerzas en ese propósito otras situaciones surgen y lo impiden.

Perícles anhelaba que Libélula siempre estuviera a su lado pero el


Aprendiz parecía cautivarla e hipnotizarla, y cuando él se presentaba, ella caía
en un estado extraño de hipnosis, estado que Aprendíz utilizaba para
preguntarle una infinidad de cosas relacionadas con sus artes de hechicera.
Perícles, furioso por ver a su amada caer tan fácilmente en los hechizos de ese
pelajustán, durante una noche se conectó a la gran red y decidió buscar

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hechizos y brujerías que le permitiera desembrujar a su amada y liberarla de
ese humano malévolo y distorsionador de las realidades mágicas.

Así fue como, en un momento impreciso, en su afán de desembrujarla y


liberarla de ese mago siniestro, realizó unos muy malos conjuros en su
pensamiento de autómata y el gran secreto que debía mantenerse ahí, dentro
de él muy bien escondido, de pronto se materializó a sus pies. Aterrado por el
error cometido escondió ese legajo de textos mágicos materializado entre
ramas y follajes bastantes espesos y ahí los dejó, no sin antes, desconectarse
de la gran red. Pero en vano fue todo lo que hizo por ocultar su error fatal.

Un día, mientras Libélula, en una hermosa mañana ordenaba todas las


cosas necesarias para continuar con el estudio de sus embrujos, descubrió
entre unas ramas y espeso follaje, aquel legajo de viejos documentos y
pergaminos. El error cometido por Perícles quedó al descubierto y peor aún, su
intromisión en algo que solo a ella concernía causó en la delgada criatura una
gran decepción. Su único amigo verdadero, honesto y portador de todo lo que
ella le confiaba, le comenzaba a traicionar y, a partir de ese instante, decidió
apartarse para siempre de él.

Ese fue el día donde Pericles pasó a un segundo lugar, pues Libélula no
encontró correcto que éste escudriñara el universo del éter y todo el bosque a
través de la gran red. Esa labor era de ella y de nadie más y en eso, el
autómata había demostrado que ya no era confiable. Ese mismo día supo
también que Perícles no era el único y que otros como él, otros autómatas, ya
se encontraban al servicio de muchas otras hechiceras y, sin duda alguna,
todos ellos comenzaba a realizar lo mismo, indagar a través de esa maldita
red, todos los secretos posibles escondidos en los sitios más inimaginables.
Con mucha inquietud y temor, vió que Perícles había materializado uno de sus
secretos más grandes, el libro de los textos mágicos que permitiría a todo
individuo ambicioso y portador de ellos, alcanzar lo inalcanzable y tener a su
alcance todo lo deseable.

Libélula recordó entonces que, tiempo atrás, Aprendiz recibió de manos


de ella ese maravilloso texto. Pero su amado amigo se alegró no porque ella
se lo confiaba, más bien, por que había logrado encontrar un preciado objeto
que otra hechicera se lo había encomendado y ese sentir muy personal
experimentado por el Aprendiz, ella lo sintió como traición. Pobre Aprendíz y
qué desdicha para ella.

Desde ese recordado y doloroso momento una aflicción enorme parecía


consumirla por completo, comprendió que Aprendiz, al igual que Pericles,
cumplían también uno de sus propósitos claves, recuperar ese maravilloso
Libro Mágico. Lo sentido hacia él no era más que un capricho momentáneo, no
era amor, no era más que un interés momentáneo y nada más.

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En ese instante de recuerdos fugaces, reaparecieron en su mente
imágenes dolorosas para su orgullo y sus pretensiones de ser considerada la
mejor hechicera de todo ese bosque encantado.

Muy triste por lo que acababa de descubrir, que su Pericles no era más
que un simple autómata traidor, reaparecieron impulsos algo incontrolables
que siempre brotaban en su interior por no poder controlar esas frustraciones
que la dominaban por completo, y todo a causa de su afán, casi ciego, de
querer tener todo bajo su control. Recordó que, mientras Aprendiz hojeaba ese
texto maravilloso, en su mente surgieron voces silenciosas que la instaron a
realizar el conjuro mortal que borró la memoria de Aprendiz casi por completo,
dejándolo desmemoriado durante un buen tiempo.

El pobre autómata, al verla transformarse en alguien que jamás había


visto, buscó refugio muy asustado entre unas ramas deshojadas, Libélula lo
buscó con la mirada y al encontrarlo escondido, en su pensamiento surgieron
las mismas voces que borrarían ahora la memoria de Perícles. A su mente vino
el conjuro pronunciado contra Aprendiz y ahora lo pronunciaría con mayor
convicción: “..Por el amor sincero que te ofrezco y el engaño que me entregas,
condeno al olvido tus recuerdos más preciados conmigo,..” Y en ese momento
el autómata sufrió unos espasmos extraños y de entre sus ranuras y
articulaciones saltaron unas chispas como si, en su interior, trozos de carbón se
rompieran en mil pedazos. Luego, después de un muy breve instante, de entre
esas mismas ranuras y articulaciones, comenzó a salir humo lo que indicó que
había quedado inservible.

Qué tristeza tan enorme embargó a Libélula en ese momento. En un


rincón se hallaba su autómata humeando y en su mente el recuerdo de un
hombre sin memoria y que nada especial recordaría de ella.

Fue después de ese episodio que, muy decepcionada, pidió a los enanos
ayuda para partir lejos y transformarse en alguien inubicable por siempre. Su
interés ahora debía ser la seguridad de Pintita, su amada descendiente quien
continuaría con su estirpe de libélulas mágicas. Los enanos comprendieron
todo lo vivido por esta hermosa criatura y, después de un consejo muy privado
del cual no hay registro, concedieron a Libélula su solicitud. A cambio de ese
favor, recibirían ese gran texto mágico que a tantos enloquecía.

Según los relatos recogidos a través de los enanos, esta hermosa


criatura lo encontró abandonado en el bosque. Después de leer
concienzudamente y aprender y practicar muchos de esos hechizos, a través
de esos mismos conjuros lo transformó en “datos”, un estado de la materia
muy particular y que tan solo Pericles podía resguardarlo, de ahí la confianza
única que esta hechicera le tenía. Ese maravilloso texto era un verdadero Grial
para quienes lo buscaban y ella, muy honesta consigo misma, no permitiría
que ese libro maravilloso cayera en manos de algún brujo descriteriado o

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malévolo. Después de mucho cuidarlo junto a su autómata, encontró en
Aprendíz al portador ideal de ese maravilloso texto mas, al poco tiempo
despertó a la realidad y vió quién realmente era, un simple mortal, un hombre
con sus propias ambiciones personales; y algo más terrible, un hombre al
servicio del gran brujo, pues él mismo lo había invocado; y su autómata amigo,
Pericles, se transformaba en alguien en quien ya no podía confiar.

Después de un consejo secreto, los enanos abrieron un portal


transportador, una puerta hacia el “éter”, y Libélula decidida traspasó ese
umbral y se adentró hacia allá. Los enanos jamás supieron hacia dónde había
partido pues ni ellos tenían control sobre esas desconocidas fuerzas. Lo que sí
estuvo muy claro es que el autómata quedó arrumbado entre ramas y hierbas
secas y aún humeantes. Y aunque no lo crean, aún en ese calamitoso estado,
un propósito tenía que cumplir en un tiempo venidero, pues, como suele
suceder, nada está al azar en estos mundos mágicos.

Tiempo después Betzabé, otra de las brujas interesadas en saber más


sobre Libélula y su paradero, llegaría por esos lugares a indagar sobre ella y
otras cosas más.

LA GRAN EXPLOSIÓN

Mientras todos los habitantes del bosque realizaban sus actividades


normales como todos los días, una sacudida atroz remeció gran parte de este.
Cuando esto sucedió Damalibros y el Aprendiz conversaban en el Árbol casi
Milenario. Betzabé y Cecilia se encontraban muy lejos del epicentro, Petrus, el
mago de las historias, cumplía labores de Regente, tal como Regenta lo había
hecho antes que él, y el gran brujo de “Más Allá”, continuaba con sus labores
de gran hechicero y brujo mayor de todo el orbe conocido.

Recordemos que Marjorie, decepcionada de muchas cosas, decidió poner


en práctica esos fabulosos hechizos encontrados en Árbol Hueco y para ello
emprendió un largo camino hacia las Montañas Añosas. Estando ahí
completamente sola, después de pensarlo mucho, decidió probar suerte y
pronunció las palabras mágicas que le concederían todo, ó, casi todo.

“Abro el portal de los deseos para que me concedas todo lo deseado,...


aquí espero ansiosa para que me concedas lo soñado”,... alzando los brazos
hacia lo alto esperó con sus ojos cerrados.

Después de pronunciar estos sortilegios un estallido fenomenal se


produjo que remeció toda la tierra conocida. Algunos enanos que se hallaban
encaramados sobre los árboles a distancias enormes, solamente pudieron ver
un destello que generó una luz tan luminosa como el sol mismo, y segundo
después, un ruido ensordecedor se produjo y una ventolera que los lanzó lejos.
Las hechiceras vieron sus calderos completamente destruidos a causa del
ensordecedor ruido y sus viviendas cayeron sobre ellas. Cuentan que, a causa

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de este inédito suceso, muchas perdieron sus ingredientes herbáceos, pues el
remezón fue tal que, todos los frascos que contenían pócimas cayeron al suelo
y todos esos encantamientos se perdieron para siempre.

Damalibros y Aprendiz sintieron el remezón más fuerte, tal vez por estar
mucho más cerca de las Montañas. Los libros que ahí se guardaban cayeron al
suelo estrepitosamente y algunos estantes se desplomaron como si alguien, a
escondidas, los hubiera empujado. Los dos amigos se asomaron a la ventana y
desde ahí vieron una enorme columna de humo que se levantaba en dirección
hacia las Montañas Añosas pero también hacia los dominios de Petrus, donde
se encontraba Árbol Hueco, Cecilia y Marjorie.

Aprendíz se preocupó por sus dos brujas amigas, Cecilia y Marjorie, y


decidió emprender el regreso hacia el Árbol Hueco, lugar donde vivía desde
que tenía memoria. Muy rápidamente se despidió de su anfitriona y partió
rumbo hacia su morada.

Mientras avanzaba por los dominios de los enanos se enteró que una
hechicera malvada había estado por ahí buscando a otra hechicera y como no
había conseguido resultados óptimos, enfadada con todos ellos, lanzó unos
hechizos tan poderosos que, en un santiamén, todo el consejo de los enanos
había sido destruido. Cuando Aprendiz pasó por ahí, todos los pequeños
enanos corrían de un lado para otro temerosos por este suceso y preparaban
sus cosas para partir lejos de ahí pues, sin ser muy inteligente, sabían que todo
esto se repetiría y estaban muy seguros de ello.

Aprovechando que se hallaba en el reino de los enanos, decidió


adentrarse hacia las Montañas Añosas que se encontraban al otro lado de éste
por lo que, con calma y paciencia continuó su camino. Mientras se dirigía hacia
allá, pensó que, personalmente y sin terceros, podría cerciorarse de los
acontecimientos que comenzaban a generar todo ese alboroto entre los enanos
y otros habitantes del bosque. Fue mientras pasaba frente a la alcaldía de los
enanos que, sin querer, se encontró con uno de los miembros del consejo. Muy
sorprendido, Aprendiz se detuvo a conversar con el pequeño mientras todo el
resto de la población iba de un lugar a otro preparándose para una salida
inminente.

-Bruno, amigo, qué tal ! - Saludó Aprendiz mientras el pequeño


caminaba portando una maleta que, al parecer, era muy pesada para él.

 Oh!! Aprendiz, - respondió el enano sorprendido, - Qué bueno verte


sano y salvo por estos lugares, - continuó diciendo mientras
caminaba con dificultad debido al peso que llevaba.

 ¿Qué te trae por aquí, amigo mío? - Preguntó Bruno.

 ¿Qué pasó por acá? , - preguntó el Aprendiz, casi de manera ansiosa.

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 Al parecer alguien utilizó el libro de los hechizo por allá, - dijo el
enano, - cerca de las Montañas Añosas,...señalando las Montañas y la
humareda que aún era visible.

Dando por cierto los rumores que había escuchado mientras se


adentraba hacia este reino, preguntó lo que no debía preguntar y le
respondieron lo que no debían responderle.

 ¿Qué bruja produjo todo esto? - Preguntó Aprendiz

 No lo sé, respondió el enano.

 Pero tú eres partes del consejo de los enanos, ¿cómo no vas a saber
nada? - Increpó Aprendiz al enano en medio de todo un bullicio que
aumentaba y aumentaba en medio de gritos y aullidos de los perros
que sueltos, corrían por todas partes como buscando refugio.

 Aprendiz, no sé nada, - reiteró Bruno, - yo soy un miembro reciente


de ese consejo, - Explicó , - y cuando se reunieron con Libélula me
dejaron fuera, no sé nada de nada, - Terminó diciendo algo airado
Bruno que, de inmediato emprendió la huida de ese lugar, pues,
según los rumores, una bruja malévola volvería a destruirlos a todos.

Aprendiz se quedó pensativo, miró a Bruno, su pequeño amigo, que


corría con bastante dificultad hacia lo más espeso del bosque como si ahí,
entre las sombras y los enormes troncos, fuera a estar a salvo de esa bruja.

Decidió continuar su camino hacia las Montañas Añosas, tal vez por allá
encontraría más respuestas a sus inquietudes. Si Libélula había utilizado el
libro de los hechizos para alcanzar sus propósitos él también podría utilizarlo
para sus propios fines. Claro que, como su memoria no estaba del todo bien, no
tenía la seguridad precisa de saber o de entender cuál era verdaderamente su
propósito.

Mientras se dirigía hacia esos lugares, los restos de la gran red o gran
telaraña, comenzaban a disolverse por todas partes. Caminando por uno de los
senderos más transitados del bosque la extraña niebla que, muy lentamente
había ido cubriendo todo el bosque desde su llegada, ahora comenzaba a
descender lentamente como un polvillo blanquecino que se asentaba sobre las
ramas y hojas, sobre el césped y los senderos. Desde lejos, algunas copas de
los árboles, veíanse de un suave color blanco aterciopelado muy suave y que,
muy lentamente, se desvanecía mientras la luz solar entibiaba la floresta. La
gran explosión había cumplido un propósito muy importante, eliminar esa
telaraña que preocupó a casi todas las criaturas libres que habitaban el
bosque.

La idea de llegar hasta las montañas se desvaneció casi de inmediato al


recordar que sus dos amigas hechiceras se hallaban solas y, aprovechando una
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bifurcación en el sendero, tomó el camino que lo llevaría hacia Árbol Hueco, su
morada compartida con sus dos hechiceras amigas.

Al llegar al Árbol Hueco quedó perplejo y muy temeroso. La gran


explosión lo había partido en dos y en su interior estaba el caos absoluto.
Restos de madera y ramas se hallaban esparcidas por todas partes y ese
polvillo blanco lo cubría todo. Muy rápidamente ingresó por lo que antes había
sido la entrada y comenzó a remover todos los restos de libracos y sacos
repletos de papeles. Aliviado descubrió que sus dos amigas no estaban ahí,
seguramente habían alcanzado a huír y eso lo dejó un poco más tranquilo. El
cielo veíase más limpio, menos neblinoso y el piar de algunas aves anunciaban
algo nuevo que vendría con ese amanecer. Sin preocuparse más del árbol
caminó hacia lo más espeso de la floresta y prosiguió su viaje.

Al medio día se encontraba frente a los Arboles Sabios que habían


sobrevivido a la explosión. Estos árboles son milenarios y hasta ese entonces
eran la memoria viva y colectiva de todas las criaturas que habitaban por esos
lugares.

Aprendiz jamás había estado por ahí ni los Árboles Sabios lo conocían,
mas, sí sabían de su existencia y de sus propósitos finales.

 ¡Bienvenido, Aprendiz!, … - Dijo el árbol más anciano con una voz


profunda y con tono muy solemne.

 ¿Qué haces por estos lugares? - Preguntó otro de los árboles más
encorvado y con menos follaje en sus ramas.

 ¿Estás satisfecho por lo que has realizado? - Preguntó otro más...

 Perdón, árboles amigos, - Contestó Aprendiz mientras caminaba


hacia el árbol más añoso.

 ¿A qué se deben todas estas preguntas? - Terminó diciendo Aprendiz


mientras se detenía a unos cuantos metros del árbol más anciano.

 No cuestionen mi presencia,.. Les dijo mientras los miraba a todos,..-


Tampoco cuestionen mi deseo de averiguar el paradero de Libélula,..
- Dijo Aprendiz muy sereno y tranquilo mientras se mantenía de pie y
muy firme frente al árbol más anciano.

LAS BRUJAS LOCAS Y SUS DESVENTURAS

Lejos de ese lugar, Cecilia y Betzabé, recorrían el bosque intentando


averiguar el paradero de Marjorie, la otra hechicera de Árbol Hueco que una
mañana despertó de madrugada y partió lejos con una de las partes más
importantes del Libro Mágico de los hechizos y sin considerarlas a ellas.

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Betzabé intuía que todo eso del Libro Mágico y sus poderes, algo tenía
que ver con el Aprendiz y Libélula, con Damalibros y el gran brujo.

Mientras caminaban Cecilia comentó a Betzabé que a partir de ese


momento se adentraban en los dominios de las Brujas Locas, unas brujas que
se caracterizaban por llevar una muy particular forma de vida. Caminando
distraídamente no se percataban que el silencio reinante se hacía más
estremecedor y nada parecía perturbar todo ese entorno mágico y
verdaderamente silencioso, a excepción de sus propias pisadas que cada vez
oíanse más fuertes.

Betzabé desconocía el nombre de toda esa extensa explanada con muy


pocos árboles añosos y en donde ella misma tenía su pequeña vivienda a los
pies de un árbol. A medida que avanzaban reconoció a la distancia su Árbol
Preferido, pues así lo había bautizado desde su llegada a esos lugares, y
mientras se adentraban más y más en esos hermosos parajes sin árboles viejos
y grandes arbustos, se sintió algo identificada con ese nombre pues, siendo
honesta consigo misma, también había realizado cosas locas a modo de
travesuras, claro que, muy en secreto y hacía ya mucho tiempo atrás.

Sin preocuparse del entorno, Cecilia le explicó que al momento de


avecindarse por esos lugares, muchas hechiceras le habían recomendado ese
lugar por tratarse de un sitio aislado y con muy pocos accesos conocidos, es
decir, sendero alguno conducía a esa explanada que estaba rodeada por una
infinidad de añosos árboles y que la protegían de miradas curiosas y
exploradores atrevidos. El cómo había llegado ahí, fue gracias a la magia de la
misma Cecilia que, entre vericuetos, recovecos y bifurcaciones un sendero
apareció a sus pies y pudieron continuar sin que se dieran cuenta.

Desde su llegada a esos lugares, Cecilia, aprovechando esa


particularidad de convertirse en polilla, durante las noches de luna llena,
aprovechando la oscuridad, podía explorar todo a su alrededor. Así fue como,
en sus primeras noches de vuelo, Cecilia conoció a Carola, a Ruthy y a otras
tantas brujas y hechiceras bastante locas y desequilibradas.

Enloquecidas a causa de amores furtivos y desencuentros varios, dos


hechiceras se empeñaban mutuamente en complementarse en todas sus
aventuras, se apoyaban, se aconsejaban e incluso compartían sus pócimas y
brebajes para encantar y dominar a quienes les interesaba. Eran dos
hechiceras muy concentradas en lo de ellas y en sus calderos, y solamente
rumores divulgaban toda vez que podían hacerlo, claro que, sus historias y
relatos no era posible corroborar y muchas veces, hechos y eventos
inesperados, parecían de suerte, afianzar aún más lo que ellas divulgaban ó
inventaban.

En esta parte del relato es importante indicar que, muchas de estas


hechiceras, en un tiempo no muy preciso, sentíanse enamoradas del gran
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brujo, pero, más que amor, era el interés que éste despertaba en las
expectativas de cada una de ellas. Recordemos que el sueño de “alcanzar lo
inalcanzable utilizando cierto tipo de conjuros” ya se había divulgado por todas
partes y nuestras dos brujitas algo tenían que ver con todo esto.

Carola, experta en objetos de plata, durante sus recorridos que realizaba


por todos esos lugares, había escuchado que el Aprendiz, enloquecido por un
amor no correspondido, en un momento de furia, fulminó a Libélula en un
santiamén, y que a causa de eso, el pobre individuo había enloquecido y por
ende, había perdido su memoria. En muchas oportunidades lo había
encontrado deambulando por algunos senderos poco transitados del bosque y
que, en muchas oportunidades le había manifestado su interés por su persona,
y que ella, muy inocente sobre estas cosas de embrujos y sortilegios, habíase
sentido algo así como, atraída por extraño encantamiento.

Por otro lado, Alexia, la bruja expulsada que vivió también por esos
lugares, al enterarse de ese amor no correspondido, buscó maneras de
contactarse con Aprendiz pero todos sus esfuerzos fueron infructuosos. La
bruja Carola, cada vez que podía, también ponía en práctica sus conocimientos
sobre hechizos aprendidos de su mentora la bruja Ruthy. Las veces que pudo,
compadecida por el estado mental de Aprendiz, utilizando su magia logró
protegerlo de embrujos y de encantamientos que la misma Alexia, desde lejos,
lanzaba sobre él. Sin embargo, Carola también contaba otras versiones
extrañas y, a la vez, diferentes y que no pueden ser corroboradas por nadie.
Una de esas historias tiene relación con Aprendiz y la compra de muchas
alhajas y joyas a ella misma, y según ella, todas esas chucherías eran para
Libélula.

Para los entendidos en artes mágicas, la venta de alhajas por parte de


una bruja no puede ser cierto y menos si son de plata o de oro. Si son de plata
las brujas y hechiceras se ven impedidas de utilizarlas pues les produce
alergias e hinchazones. Si son de oro, este metal se opaca y tiende a
desvanecerse. Siempre una bruja te dirá que tiene alhajas de oro pero que no
las usa por temor a que se las roben. Si oyes algo así, ten por seguro que se
trata de una bruja.

La bruja Ruthy, por su parte, también tenía su historia peculiar y casi


siempre hablaba muy bien de su gran amigo, el gran brujo de “Más Allá” y
junto a Carola podíase ver una suerte de complicidad mutua que crecía y crecía
y que las unía cada vez más y más.

Ruthy, una de las brujas mayores y más loquilla de esos lugares, intentó
hechizar al Aprendiz en varias oportunidades. Dicen que cuando Aprendiz
estuvo viviendo en el Gran Árbol casi Milenario, junto a Damalibros, muchas
veces se la vió entrar y salir de ese lugar, a veces muy bien compuesta y otras
veces mal humorada. Es que ese brujo, brujo experimentado, deshacía los

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hechizos que ella le lanzaba y, en retrospectiva, fue él quien la hechizó a tal
punto que la dejó embobada. Al poco tiempo de esos sucesos el gran brujo se
enteró de esto y por esa razón sucedió lo que tenía que suceder.

Dicen que, desde ese entonces, Ruthy y Libélula no podían verse ni


intercambiar palabra alguna, ni el gran brujo podía ver al Aprendiz. Era tal la
rivalidad entre ellos que, más allá de ser ciertos esos rumores, el gran brujo,
Regenta y Petrus, en momentos distintos tuvieron que intervenir para que
estas desavenencias no pasaran a mayores.

Al atardece, Cecilia le había contado mucho más de lo necesario a


Betzabé sobre esas dos brujas y estando en las proximidades de las viviendas
de ellas, ambas decidieron pasar a verlas pues, después de todo, la ocasión lo
merecía.

Ambas brujas vivían entre unas enormes zarzamoras que crecían al


borde de una acequia llamada, Acequia del “Qué Dirán”. En ese lugar muy
desolado, Carola y Ruthy habían construido una pequeña casa alejada de todos
los árboles y de sus sombras. Un enorme caldero, más grande del común de
los calderos, se hallaba casi a la entrada de la casa y como era un caldero
demasiado grande, las dos amigas habían decidido dejarlo fuera de casa, así,
en el interior de la vivienda había más espacio para acomodar todas las cosas
importante, las alhajas de Carola, supuestamente de plata, y unos pequeños
libritos donde Ruthy escribía todos sus secretos muy personales y el de otros
no tan íntimos.

Cuando Cecilia y Betzabé llegaron, las dos anfitrionas se alegraron


mucho, desde hacía mucho tiempo no sabían de Cecilia y menos de Betzabé,
pues no la conocían, y a partir de ese momento sintieron que mucho tenían
que hablar. Así Betzabé se enteró de otras cosas que desconocía sobre el
Aprendiz y sobre Libélula. El amor que se profesaban el uno al otro era
conocido por Regenta, la bruja que gobernó muy poco tiempo esos lugares.
Gracias a ella el gran brujo se enteró y buscó mil maneras de apartarlos. Así
fue que ideó una manera de hacerlo y convocó a las dos hadas perdidas, esas
dos hadas que habían hecho de las suyas en los tiempos de Alexia.

Transformadas por artes oscuras, artes extraídas del famoso libro


mágico tan buscado, las dos perversas hadas fueron transformadas en
hechiceras, una se convertiría en Cecilia y la otra en Marjorie. Dos hadas que
buscaban frenéticamente a Libélula por orden del gran brujo, del brujo de “Más
Allá”. Libélula las había liberado del cautiverio impuesto por Morelia, el hada
reina, y de aquel entonces, muy afanosamente la buscaban junto a Pintita, su
hija. El porqué de esa búsqueda frenética jamás estuvo muy claro, pero cierto
es que, a pesar de haber sido ayudadas por esa criatura, las dos hechiceras la
buscaban afanosamente para eliminarla. En un embrujo casi mítico, Libélula
creyó haberlas convertido en brujas, creyó que les cambiaba la identidad para

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resguardarlas del enojo de Morelia, pero la verdad no fue tal, pues todo había
estado predispuesto por el gran brujo de “Más Allá”. Tal era su poder.

Cecilia, a sabiendas que su secreto sería revelado en ese encuentro,


anticipándose al evento mismo, confesó a Betzabé su verdadero origen, el
precio por pasar a verlas fue devastador. Ruthy sabía de todo esto pues
ayudaba en todo lo posible a su amado brujo de “Más Allá”, por lo tanto nada
nuevo escuchaba en ese momento. Cecilia se sintió muy avergonzada y sintió
que era el momento preciso de continuar develando secretos.

Presionada por el temor al gran brujo y a Morelia, la reina de las Hadas,


se vió obligada a obedecer. Cecilia les contó que, junto a Marjorie debían
buscar a esa libélula y destruirla, eliminarla, recobrar aquellas valiosísimas
hojas dispersas que pertenecían al Libro Mágico y entregárselo a Morelia, pues
ella, como una amiga especial del gran brujo, se encargaría de entregárselo.
Cuando supieron que el Aprendiz había quedado desmemoriado producto de
un hechizo casi mortal de su ex-amada, Marjorie esperó a Libélula entre las
hojas de un gran árbol durante una noche de luna llena. Agazapada entre los
espesos follajes de la floresta, muy cerca de donde ella vivía, esa noche la vio
pasar velozmente volando hacia el reino de las hadas, la siguió y descubrió que
liberaba a dos hadas cautivas, y con asombro descubrió que las liberadas eran
en realidad ellas mismas, Marjorie y Cecilia. ¿Cómo era posible aquello? ¿Cómo
pudo verse asi misma, a distancia, recluída, liberada y luego escapar siguiendo
un rastro de polvos mágicos de libélula?

Esa noche Marjorie quedó casi trastornada y no pudo sacar de su


memoria lo que había visto. Tiempo después Cecilia la escuchaba hablar
dormida mientras eran ayudantes de Regenta y de Petrus. Siempre escuchó
sobre ese suceso y, aprovechando que dormía profundamente, y compartían la
misma habitación en el Árbol Hueco, mientras Marjorie hablaba dormida ella le
hacía preguntas relacionadas con esos extraños eventos. Marjorie sufrió la peor
parte, pues, sin saberlo, mientras seguía el vuelo de Libélula, ésta se dio
cuenta de que era seguida por una mariposa de la noche y de manera muy
astuta, como una forma de confundirla y que descubriera una verdad increíble,
lanzó por medio de pensamientos muy fuertes hechizos mientras volaba y se
acercaba al reino de las hadas. Ese fue un encantamiento otra vez único, un
“traslado dimensional” breve, esto es, ir hacia un tiempo atrás por un breve
lapso para luego regresar. Libélula era experta en el “ir y venir” a través del
éter, y Marjorie, sorprendida por aquella experiencia, no logró recuperarse. El
Libro Mágico ofrecía conocimientos que si no eran bien empleados, causaban
estragos a todo nivel. Libélula si era capaz de realizar esos “pases mágicos” a
nivel de pensamiento solamente, ¿Qué podría hacer utilizando “decretos” a
viva voz?

Después de esta confesión forzada por parte de Cecilia, Betzabé


comprendió la importancia de saber el paradero de esa criatura, el gran brujo

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veía con temor que una simple libélula pudiera ser tan poderosa a través del
lenguaje. Con esos poderes aprendidos de ese libro, cualquier cosa podría
pasar en lo venidero, y él acostumbrado a tener bajo control todo lo que le
rodeaba, no lo toleraría más.

Así fue que Cecilia se enteró de todo aquello. Y como ella y Marjorie no
lograron su cometido, ahora ellas eran el objetivo de la furia de Morelia y del
gran brujo. Desde ese momento se comprendió el porqué de avecindarse con
Regenta y Petrus, dos amigos incondicionales del gran brujo, pues de esa
manera, en algo, podrían aplacar el malestar que ese brujo sentía por ellas dos.

Muy incómoda sentada entre estas hechiceras, decidió partir. Algo le


decía que Marjorie estaba en problemas y que debía ayudarla a superar ese
trauma causado por un embrujo extraño y perturbador. Poder enviar a una
persona a otro tiempo por breve lapso, era algo cautivador pero también
horrendo. ¿Qué consecuencias podría acarrear algo así? El solo pensarlo
complicó a Cecilia sin haberlo vivido.

Betzabé se despidió de Carola y de Ruthy, y junto a Cecilia emprendió


su marcha hacia donde vivía Damalibros, tiempo después, lejos de ahí, más
allá del centro del bosque, Damalibros recibía cálidamente a Betzabé y a
Cecilia, las tres brujas conversarían hasta muy adentrada la noche y
descubrirían, a partir de sus artes brujeriles, toda una realidad que debería ser
contenida de alguna manera, el gran sacrificio para purgar culpas ya se
advertía sin pensarlo mucho.

UN DESTIERRO INEVITABLE

la explosión que Marjorie había provocado al realizar esos conjuros que


le permitiría alcanzar todo lo deseado, había destruido toda esa capa neblinosa
que cubría todo el bosque. A medida que las horas transcurrieron lentamente
después de ese estruendo, un polvillo blanquecino estuvo cayendo por todas
partes, se trataba de los restos calcinados de la gran telaraña, de la cual el
gran brujo y el Aprendiz se enorgullecieron en su momento. Al fin el cielo de
ese rincón del mundo se hallaba libre de telarañas, de redes invisibles que
obstaculizaba el libre desplazamiento de toda criatura mágica a través del aire,
volando, levitando o tele transportándose, como lo hacían las brujas más
experimentadas.

Por todas partes del bosque los hilos de la gran red o telaraña caían
sutilmente. Las arañas que la habían construido serían expulsadas y los
cómplices desterrados de por vida. El Aprendiz estaba entre ellos y junto a él
también estaba el autómata Perícles.

Mientras los Árboles Sabios conversaban con el Aprendiz desde hacía


muchas horas, todos los seres mágicos eran convocados por ellos mismos
hacia ese lugar. Las hechiceras más jóvenes fueron las primeras en llegar

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impulsadas más por curiosidad que por comprender lo complejo de la situación
que se vivía. La gran red arácnida ya no existía y lo que la justificaba ya no
tenía importancia. Casi al anochecer, una comitiva de hadas se presentó junto
a Morelia. Los enanos y los duendes no llegaron, como era obvio, el miedo se
encargó de llevárselos lejos y nunca más volvieron a aparecer por esos
lugares.

Al cabo de algunas horas, cerca de la media noche, rodeados por todas


las criaturas mágicas del bosque, los Árbol Sabios terminaron con sus
alocuciones hacia el Aprendiz. Habían sido unos monólogos muy extensos y
cansadores pero Aprendiz estaba acostumbrado a escuchar esas largas
diatribas casi infinitas, pues su brujo amigo tenía la costumbre de embelecer a
todas sus hechiceras de esa manera.

La luminosidad de las luciérnagas otorgaron una leve tonalidad


amarillenta a todos los espacios abiertos a esa hora de la noche. Todos se
encontraban muy expectantes a lo que sucedería en ese lugar.

 Aprendiz, - Dijo el árbol más anciano, - Después de todo lo visto y


escuchado en este lugar hemos decidido que deberás alejarte de
estos lugares para siempre.

 ¡Qué! - exclamó sorprendido el Aprendiz.

 ¡están locos todos ustedes! - Protestó el pobre individuo mientras


buscaba con su mirada algún tipo de apoyo de los que se
encontraban presentes.

 ¡Estaba previsto que una hechicera destruiría la gran telaraña, Y eso


ha sucedido....- afirmó uno de los arbustos más pequeños

 Todo ha sido previsto amigo Aprendiz,.. - Comentó el árbol más


anciano con su voz profunda y ritmo cadencioso y solemne.

 Amigos árboles,... - exclamó Aprendiz mirándolos a todos, - ¿Por qué


quieren deshacerse de mí?

 Ah!, Pequeño Aprendiz, - Dijo otro de los árboles más ancianos,..


Fuiste traído a estos lugares para ayudar a un brujo arrogante a
convertirse en algo más que un brujo,...

Después de esta afirmación un pesado silencio se produjo. Todos los


presentes se miraron unos a otros sorprendidos por los dichos del árbol. Al
parecer lo dicho por el gran abedul era cierto y el pobre indivíduo quedó en
silencio, toda su arrogancia y seguridad se desvaneció al instante, y esa
situación anunciaba una pronta sentencia que nadie podría evitar.

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 ¿Sabes que esa telaraña ó web, como le dices, ya no existe? -
Preguntó una de las hadas que ahí se encontraba atenta a lo que se
decía.

 ¿Sabes que Libélula nos traicionó a todas nosotras? - Preguntó


Morelia, la reina de las hadas.

 Amigos, yo llegué a hacerme cargo de la telaraña,... - contestó


Aprendiz bastante confundido a esas alturas de la conversación.

En ese momento una voz femenina se escuchó proveniente de entre la


arboleda y una silueta muy fina y delgada se hizo ver a la luz de la luna, era
Libélula quien descendía suavemente hacia el centro de ese lugar
completamente despejado de arbustos y árboles e iluminado por la luz de la
luna. Su llegada generó de inmediato expresiones de asombro en algunos, de
inquietud en otros y de júbilo en otros tantos. Todos estábamos expectantes.

Libélula descendió suavemente desde las copas de los árboles más altos
y mientras lo hacía su voz fue escuchada por todos.

 Yo no he traicionado a nadie,.. - Dijo Libélula, mientras descendía


suavemente. Su figura pareció emitir una extraña luminosidad que
disminuyó a medida que posaba sus pies en tierra firme.

Ya de pie a un costado de Aprendiz veíase como transparente y a todos


inquietó esta aparición, pues, no faltó quien asombrado y temeroso, creyó
estar viendo un fantasma.

 Hace un tiempo atrás, .. - Comenzó diciendo Libélula,.. - En la época


de las brujas ancianas, una de ellas, una tal Esmeralda, conjuró a los
espíritus de la naturaleza.

 ¡No empieces con tus mentiras, bruja alada,..! - Increpó muy airada
Morelia, la reina, mientras se aproximaba hacia ella con serias
intenciones de agredirla físicamente.

 BASTAS! - Exclamó uno de los árboles con voz fuerte y decidida. - Es


tiempo de escuchar lo que se tiene que decir,... - Sentenció el árbol,..
¡Continúa con lo que tienes que decirnos,... - Ordenó el árbol.

Todas las criaturas mantuvieron un silencio sepulcral y comenzaron a


acomodarse en sus respectivos lugares para escuchar lo que Libélula, la bruja
voladora, les contaría a todos.

De pie y a un costado del Aprendiz, Libélula enfrentó a todos los


presentes. Comenzó hablándole a él, al Aprendiz y mirándole fijamente a los
ojos. Los Árboles Sabios y todas las criaturas que ahí se encontraban pusieron
atención.

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 Amigo, amado amigo Aprendiz, - Comenzó diciendo,.. - Apenas supe
de tí me apresuré por conocerte, … supe a lo que venías desde un
tiempo mucho antes que tú lo supieras,..

 Árboles amigos,... - Continuó diciendo,...Sé que he infringido las


reglas fundamentales relacionadas con el éter, Desde que supe que
él vendría,.. Apuntó al Aprendiz,.. - quise cerciorarme de lo que él
sería capaz de hacer y no me arrepiento,..

 Utilizaste el poder del éter para confundir a la bruja Marjorie y ésta,


sin más, creyó que utilizabas algunos hechizos del Libro Mágico. -
Afirmó uno de los árboles más jóvenes.

 ¡Marjorie ha muerto!, .. Afirmó una de las hadas que ahí se


encontraba.

 No!! No es cierto!! - Dijo el más anciano de los árboles. - No ha


muerto, tan solo está ahora en el éter,.. - Afirmó el anciano,... - Pero
a diferencia de Libélula que decidió partir, Marjorie no sabe donde se
encuentra.

 ¿Cómo es eso? - Preguntó Aprendiz a los árboles,. Sorprendido.

 Consiste en estar en un estado de Ser y no Ser,... - Respondió otro


que se hallaba más cerca.

 ¡¡Hay que rescatarla, entonces!!... - sugirió una de las hadas,.. - No!,


no!, eso nunca, jamás lo dejaré,... - Se anticipó Morelia, la reina de la
hadas,... - Esa bruja fue una de las nuestras y junto a Libélula nos
traicionó,... - Afirmó con bastante convicción.

 ¡Nadie ha traicionado a nadie, pequeñas hechiceras,..! - Irrumpió el


árbol más anciano.

 Libélula decidió partir lejos,... - Afirmó el árbol,.. - Y muy bien por ella
y su estirpe,.. - Terminó diciendo.

 ¿Quién es el culpable de todo esto, entonces? - Preguntó la hechicera


Carola que recién llegaba por esos lugares cargada de alhajas.

 Todas ustedes son culpables,... - Respondió otro árbol más retirado


de todos,.. Vuestras apetencias personales han fortalecido al gran
brujo,.... - Sentenció con bastante vehemencia.

 Y eso no es todo,.. - Agregó otro,.. - En vuestro afán de ser admiradas


por algún mago o brujo, habéis caído en la soberbia de sentiros
únicas y exclusivas,... y eso no es posible en estos dominios
exclusivos y que pertenecen a todos.

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 ¡El Aprendiz es el culpable de todo esto! - Dijo Morelia apuntándolo y
caminando hacia él muy agresivamente. Estaba muy furiosa.

 ¡¡BASTA YA!! - Gritó el árbol más anciano.

 ¡LIBÉLULA,..!! - Llamó el árbol,.. - ¿Cómo te declaras?

 ¡Árboles amigos, me declaro culpable por amar apasionadamente!

 ..Y DE QUÉ MÁS?

 De utilizar hechizos prohibidos,.. no debí quitar memorias, no debí


hacer uso indebido del éter ni de engañar a Marjorie,...

 Pero algo a tu favor tienes, …. - Afirmó otro de los árboles más


pequeños.

 ¡¡Sí!!, eso es cierto,. - Afirmó el anciano,.. -Liberaste a dos hadas de


las manos de Morelia y eso fue muy bien visto por todos.

 Tu auto exilio será breve, pequeña libélula,.. no te atormentes,..


Aseguró un pequeño arbusto que ya se perfilaba como un gran roble,
uno gigante.

 ¡Aprendiz! - dijo un árbol,... - No eres más culpable que Libélula pero


trasgrediste algunas reglas fundamentales,...por lo tanto, serás
expulsado hacia otro bosque lejano de otras brujas inimaginables y
de ellas serás aprendiz de verdad, y estarás confinado por todo el
tiempo venidero que te reste de vida. -Y sacudiendo sus ramas
sentenció ¡Que así sea!

Y en ese momento Aprendiz fue envuelto en un remolino vertiginoso de


humo y algo luminoso que lo hizo desaparecer al instante y todos los presentes
quedaron en silencio y asombrados por el castigo. Por más que se indagó a
través del éter su paradero, nada se supo, el pobre individuo desapareció al
instante y nunca más se supo de él.

Esta nueva forma de desaparecer causó expectación en todos los


presentes y sirvió de escarmiento para todos. Libélula, aun siendo inocente de
todo lo sucedido, también sufrió un escarmiento, fue sentenciada de por vida
al olvido perpetuo de los últimos momentos que estuvo con su amigo. La pobre
criatura jamás volvería a recordar a su amigo Aprendiz, salvo que, algún
eslabón perdido y no considerado por ese hechizo, le trajera a su memoria
nuevamente esos recuerdos.

Después de ese día todo amaneció en calma. Libélula ya no fue vista


más por esos lugares. El Árbol casi Milenario no fue más visitado por criaturas
extrañas y Damalibros continuó asesorando a cuanta hechicera se lo pedía,
una calma retornó hacia esos lugares y los pocos enanos que se quedaron
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continuaron haciendo de las suyas, claro que, la nostalgia aún se percibía en
algunas hechiceras.

EL SECRETO DE BETZABÉ

Muy lejos de ese lugar, Damalibros y Betzabé sabían que la gran telaraña
acababa de desaparecer y por tal razón Aprendiz ya no era necesario por esos
lugares. En ese momento jamás supusieron que el pobre individuo ya no se
encontraba entre ellas y, además, sabían que los artilugios de la ciencia de los
hombres ya no eran necesarios. Los autómatas que se habían popularizado
entre las hechiceras, en ese mundo mágico, ya no tenían sentido sin la gran
red o telaraña. Betzabé lo sabía cómo algo que había intuido desde mucho
tiempo antes por haber compartido muchos momentos especiales con el
Aprendiz.

Mientras Betzabé miraba el paisaje nocturno desde el improvisado


balcón, La Dama de los libros sacó de entre un montón de libracos unos folios
de apariencia muy antigua, unos pergaminos que se hallaban atados con unas
cuerdas hechas de cáñamo.

Fue en ese momento que Betzabé tuvo la oportunidad de observar esos


textos mágicos muy antiguos y muy poderosos. Sabía que si eran pronunciados
con voz clara, con convicción y con toda su fuerza vital todo lo expresado se
cumpliría. Para lograr que estos hechizos fueran eficaces, la voz cumplía un
papel muy importante, impostar la voz era lo fundamental, técnica que muy
pocos brujos y brujas manejaban y que el Aprendiz había dominado a la
perfección.

Damalibros, mientras se hallaba sentada en una silla muy enclenque,


explicó a Betzabé lo importante de ese libro mágico que acababa de hojear.
Los más ambiciosos brujos y brujas lo codiciaban a tal extremo que, cualquier
cosa estaban dispuestos a hacer con tal de poder hojearlo, y Betzabé, muy
incómoda la interrumpió. Ella sabía muchas cosas secretas de cómo el gran
brujo había alcanzado todo su poder y de cómo lograba dominar a todas las
hechiceras que por ahí habitaban. Betzabé sabía muchas cosas y la Dama de
los Libros quedó sorprendida cuando ésta le explicó su historia y de cómo
había llegado hasta ahí.

En un tiempo lejano a los relatos actuales, Betzabé supo de Aprendiz y


se apresuró por llegar a esos bosques. No hay claridad exacta de sus orígenes
pero desde que apareció por esos lugares, siempre y en todo momento, buscó
al Aprendiz para que la ayudara con su autómata. Libélula no era la única que
tenía un autómata a sus servicios, Betzabé también era poseedora de uno
extraordinariamente eficiente.

Cuando se avecindó por esos lugares, sintió algo especial por el


Aprendiz, éste tenía sus encantos y esto la anduvo encantando por un tiempo

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y, aprovechando que sus intereses eran similares, también lanzó sus hechizos
para hacerlo caer en sus redes de hechicera. Con el tiempo supo de Libélula y
de su interés por Aprendiz, y como dama y bruja que era, decidió apartarse y
dejar el camino libre a esa criatura. El tiempo pasó a su ritmo y poco a poco se
concentró en sus labores brujeriles. Ese fue el tiempo donde conoció a Alexia y
junto a ella enfrentó varios desafíos, eventos que le dieron la oportunidad de
tratar con las hadas que, con el tiempo, serían sus peores enemigas. Es en ese
punto donde Libélula y Betzabé tuvieron algo en común, ambas desarrollaron
una extraña aversión por las hadas que, según dicen, les dura hasta el día de
hoy. El porqué es algo difuso, extraño, pero ambas tenían muy claro el peligro
que las hadas significaban para todos los habitantes del bosque.

En un relato oscuro y extraño dado a conocer por ella misma mucho


tiempo después de todas estas historias, ella afirmó que un hechizo la hizo
fijarse en un amigo mago con el cual comenzó a compartir muchas de sus
aventuras más fabulosas. Sorprendida por su amante hechicero en estas cosas,
le hizo entrega de un artilugio mecánico que dominaba todo tipo de lenguajes
mágicos, asegurándole que, desde ese momento, no requeriría de magos
amigos que la acompañaran. Desde aquel entonces, su amigo mago
desapareció para siempre y desde entonces tuvo la más completa seguridad
que ese artilugio había sido su amado amigo desaparecido. En silencio y sin
tanta elocuencia, cada vez que podía, acudía al gran Árbol casi Milenario a ver
al Aprendiz para que le aconsejara sobre el cómo utilizar a su autómata pero
también, si era posible, volverlo a su estado original, desembrujándolo.

El Aprendiz había sido el experto en el lenguaje arácnido, el lenguaje de


la red o la telaraña y que permitía a toda hechicera y bruja adquirir
conocimientos a través de sus autómatas, artilugios creados por la ciencia del
hombre para auscultar el mundo mágico que esa ciencia no podía entender.
Aprendiz buscó mil formas de desembrujar al amigo de Betzabé pero todos sus
esfuerzos fueron inútiles. Transmutar la materia no era su arte y el gran brujo
se enteró de esos intentos lo que significó advertir a ambos lo que sucedería si
continuaban con esas conversaciones.

En una época muy anterior el gran brujo embelesó a cuanta hechicera se


le puso por delante y Betzabé había sido una de ellas. Por información
proporcionada por él, su labor consistiría en distanciar a la bruja voladora del
Aprendiz, pues, todo el mundo sabía que, estando ambos juntos y unidos en
artes y conocimientos, el poder que adquirirían en cuanto al dominio del
lenguaje arácnido los llevaría a controlar la gran telaraña a su propio beneficio.
Regenta lo sabía y, empujada por el gran brujo, lanzó hechizos mortales contra
ambos, generó habladurías, crearon pociones venenosas de lenguas,
sortilegios de engaños y mentiras neblinosas, pero, después de todos esos
esfuerzos, Libélula y el Aprendiz, se unían cada vez más y más. Fue entonces,
ante la imposibilidad de separarlos que Betzabé entró a la escena para romper
lo irrompible.

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Esta hechicera fue leal con el gran brujo hasta que descubrió que la
exigida lealtad dependía de la amistad que tuviera con las hadas, las mejores
aliadas que él tenía y que le eran incondicionales. Antes de ver a su amiga loca
Alexia enjuiciada a causa de las acusaciones provenientes de dos hadas, ella
misma tuvo que enfrentar similares embates producto de un hada
irresponsable que el mismo gran brujo le había asignado como ayudante. La
amistad entre brujas y hadas no era posible.

Con el tiempo Betzabé conoció al Aprendiz y entabló una amistad


duradera y muy enriquecedora. Ambos se trasformaron en “videntes de lo
venidero”, una etapa brujeril alcanzada por muy pocas personas amantes de
las artes brujeriles. Poco a poco establecieron una muy buena relación sin
hechizarse mutuamente y comprendieron lo hermoso de la amistad verdadera,
claro que, antes de la aparición de Libélula.

La Dama de los Libros entendió en su momento que el destino de su


amigo Aprendiz estaba ligado a la suerte de alguna hechicera, supo también
que Betzabé tenía una labor especial que cumplir en toda esta historia y que,
esa extraña amistad de su amigo con Libélula sería el corolario de todo esto. La
gran telaraña de la cual tanto presumían Libélula, Aprendiz y el gran brujo,
desaparecería para siempre y todo el bosque quedaría nuevamente a merced
de todos ellos, los seres mágicos del Bosque Encantado. La ciencia de los
hombres, por muy evolucionada que fuera, jamás podría develar los grandes
secretos que por cada rincón de ese bosque, muy ocultos se hallaban.

TIEMPO DESPUÉS

El gran brujo de “Más Allá” perdió un poco de su poder por esos lugares,
la gran red arácnida había sido destruida y ya nadie se recordaba de ella.
Dicen los rumores que, durante las noches primaverales, entre las más altas
copas de los árboles, Libélula canta hermosas canciones de amor, de aventuras
y de buenos deseos para su Pintita. Algunas hadas amigas la escuchan durante
las noches de luna llena. Otras, las más ancianas, disfrutan los aromas de sus
pócimas mágicas y brebajes de ensueños que, durante esas mismas noches, lo
inunda todo y trae a la memoria de los pocos que recuerdan, el amor que hubo
entre Aprendiz y Libélula, un amor extraño y de hechizos que no podía
proliferar en medio de tantas ambiciones personales, incluyendo la de ambos.

El Bosque Encantado está ahora tranquilo. No hay rumores de nada ni


temores extraños. El brujo de “Más Allá” tiene otros problemas y Marjorie
volvió del éter algún tiempo después, y junto a Cecilia se establecieron algo
más cerca del centro de este bosque. Ambas gozan de poderes especiales y
aguardan ansiosas el momento predispuesto para ellas. Dicen que con
extraños sortilegios dominan a Petrus y logran todo lo que desean gracias a los
sortilegios aprendidos de esas lecturas esporádicas del Libro Mágico.

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Damalibros lamentó estos acontecimientos y perdió contacto con
Libélula quien, definitivamente, desapareció por completo y jamás volvió al
Árbol casi Milenario.

La Dama de los Libros añora esos días especiales de sesiones de té y


café, de galletas y de auscultaciones al entorno brujeril. Dicen que, durante
tiempos prolongados ella se ausenta de sus dominios y los más entendidos en
cosas brujeriles aseguran que es capaz de desdoblarse y viaja donde está su
amigo Aprendiz. Eso nadie lo sabe pero, en un bosque mágico y encantado,
todo es posible que ocurra. De Libélula solo se dice que deambula por los
lugares más concurridos que Aprendiz visitó, habla sola mientras camina y a
escondida entre las frondosas ramas de los árboles que tiene a su cargo, bebe
en silencio su café sorbo tras sorbo y cerrando sus ojos, intenta recordar lo que
ese exquisito aroma le insinúa, y hasta ahora no lo logra recordar nada de
nada.

El Aprendiz está desaparecido aunque, gracias a Pericles, su paradero ya


lo averigüé. Dice el autómata que hacia el norte, más allá de las Montañas
Añosas, existe otro bosque maravilloso. Algunas brujas más conocedoras de lo
que está “Más Allá” dicen que el Aprendiz se encuentra con unas hechiceras
enormemente poderosas, tanto así que, el pobre ya no duerme por la infinidad
de sortilegios, fórmulas mágicas y encantamientos que debe aprender y
practicar. Según algunos roedores que deambulan por todas partes, esas
hechiceras son conocidas como las Brujas del Caldero.

Se sabe también que Libélula recuperó en parte su memoria y que


Pericles algo tuvo que ver en ello. Se cuenta que, gracias al autómata, Libélula
se contactó con el Aprendiz y algo conversaron. Damalibros extraña
enormemente a su amigo y todas las criaturas que deambulaban por el Gran
Árbol casi Milenario, ya están desaparecidas, no concurren como era antes y
otras han ido ocupando sus lugares.

Alexia hace de las suyas en un bosque algo extraño donde una tal Sonia,
una bruja despechada, la tortura todos los días con tareas imposibles de
realizar y la pobre busca soluciones rápidas que la hacen olvidar cada vez más
y más su propósito original.

Petrus, el mago de las historias, sigue como regente a la fuerza, el gran


brujo no lo ha dejado de atormentar con esas obligaciones brujeriles que solo a
él se le ocurren, a parte que, se enfrenta a grandes desafíos que ponen en
juego su poder.

Morelia se mantiene tranquila en su reino, sus hadas están bajo su


control y atenta espera el advenimiento de su poder total. El Libro Mágico está
desaparecido pero todas las hadas ya recolectaron todo lo necesario,
escudriñaron los rincones más apartados del bosque encontrando todos los
escondites secretos que la Dama de los Libros utilizaba, sin encontrar rastros
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de él. De Perícles encontraron restos de su memoria y lograron atomizar esos
“datos” en textos reales y tangibles.

Hoy, en estos momentos, buscan al Aprendiz ansiosamente pero será


muy difícil que lo encuentren. Y si así lo hacen, tres brujas terribles lo protegen,
no en vano llegó por esos lugares, y sacarlo de ahí será imposible, un pacto se
selló entre ellos y no será posible hacerlo volver.

Por esos lugares nuevas aventuras se le presentan y hemos de esperar


muy pronto otras crónicas igualmente interesantes, las Brujas del Caldero son
terribles y ya se aprontan a afianzar sus dominios. El Aprendiz está con ellas y
abiertamente desafían al gran brujo de “Más Allá”.

Los calderos comienzan a humear azufre y hedores similares a las


Montañas Añosas. La bondad y la maldad vienen con ellas y pronto harán de
las suyas. Que Damalibros nos proteja con su sabiduría y sortilegios. Amén..

FIN DE

“CRÓNICAS SOBRE UN BOSQUE ENCANTADO”

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