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ENCANTADO
Autor – Mario Alberto Muñoz Zepeda
EN EL COMIENZO
Debo decir al lector incauto y poco instruido en las artes mágicas que,
cuando te rodeas de personas con dones especiales, humildes y sin nada de
arrogancia, muy lentamente uno va descubriendo todo un mundo de fantasías
y de ensueños, de recuerdos, de hechizos y decretos, de rigurosidad en el uso
del lenguaje mágico y descubres la importancia de la palabra, la amistad, el
café y las buenas conversaciones.
La vivienda de esta mujer estaba en la parte media del árbol y había una
escalera que en espiral te invitaba a subir cómodamente. Una vez arriba y ya
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cruzando el umbral de la puerta, escuché su voz que, de manera imperativa,
que me decía - ¡Quédate quieto! - y luego me lanzó un conjuro, - “¡Entra y
siéntate,.! – Y como cosa de magia, mi cuerpo todo, por completo, muy
rápidamente, buscó tomar asiento casi al instante. ¡Qué fuerza y convicción
expresaba a través de su voz! ¿Para qué desobedecerla si en mi conveniencia,
después de caminar mucho me era grato descansar? Sin pensarlo en ese
momento, busqué una silla y me senté. Así fue nuestro primer encuentro,
después de haber subido a la parte más alta del Árbol casi Milenario.
Este árbol recibió ese nombre después de haber soportado una gran
cantidad de embates de la naturaleza. Según me relató Damalibros, una gran
tormenta se produjo cuando las hadas se hicieron del poder junto al gran brujo
de “Más Allá”, y ese evento casi hizo desaparecer todo rastro de vida,
incluyendo a muchos árboles. La tormenta fue tan espantosa que solamente
muy pocos árboles quedaron en pie, y entre ellos se encontraba Árbol
Milenario y los Árboles Sabios, claro que, ellos estaban muy distantes de Árbol
Milenario, pero era éste igualmente sabio, al igual que los otros. Damalibros al
avecindarse por esos lugares entabló una hermosa amistad con él y desde
entonces ese árbol, el gran Árbol casi Milenario, se había transformado en su
mejor confidente. A medida que el tiempo avanzó sin pormenores, Gran Árbol
permitió que Damalibros viviera entre sus ramas y, poco a poco, esta hechicera
se estableció en la parte media de su esbelta estatura.
Libélula, por otra parte, era exquisita en todos sus gustos pero en
especial con el café. Para ella este brebaje era algo muy especial que le
provocaba un éxtasis extraño y misterioso que la llevaba hacia dimensiones
místicas. De partida, si lo bebías junto a ella se debía cumplir con el ritual
acostumbrado, éste debía estar bien caliente con agua recién hervida, debía
ser servido en taza pequeña y a una hora determinada. Nosotros
comprendíamos esa situación y, como amigos condescendientes, le
permitíamos esa excentricidad.
Cada vez que realizaba este ritual, el café lo degustaba con los ojos
cerrados, como si esos encuentros fueran los últimos que merecían ser bien
registrados en su memoria. Con el tiempo recordé esos instantes tan
especiales y comprendí algo muy importante, fue como si ella hubiera sabido
que esos momentos no se volverían a repetir. ¡Qué manera de expresar el
abatimiento por eventos que aún no ocurrían!
En algún momento supusimos que ese ritual del café respondía a un rito
para evocar a sus viejos ancestros, tomándose siempre los tiempos a su ritmo
y según sus necesidades, disfrutaba ese brebaje aromático. No era habitual
verla comer o alimentarse, nunca la vímos probar bocado alguno y era tal
nuestra curiosidad que, hasta pensamos que debía su existencia y
alimentación al aire mismo que todos respirábamos.
Tiempo después descubrí algo más sobre los encantamientos, fue algo
extraordinario y a la vez terrible. Gracias a Damalibros supe que era el café el
brebaje mágico por excelencia que Libélula utilizaba para sus encantamientos,
pero más que el café mismo, se trataba del aroma de éste. ¡Qué recuerdos
más fabulosos!
UN ENCUENTRO INESPERADO
Era tal el control que ejercía sobre todas ellas que cuando llegaba en su
carroza negra impulsada por la fuerza de su propia voluntad, todas volvianse
inquietas e inseguras, y ansiedades extrañas parecían dominarlas y empujarlas
hacia las cercanías de él.
Supe, tiempo después, que era ella amiga de la rapidez más pura que
existe, rapidísima para todo lo que hay que hacer, e incluso para caminar,
pues, hasta el acto mismo de caminar le producía desagrado por su lentitud.
Como ustedes saben, una bruja no puede utilizar espejos por que con su
sola imagen reflejada, estos se rompen en mil pedazos y es un método muy
usual para descubrirlas.
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Te ves bien, te ves bien, - y continué caminando, y no me detuve a
saludarla con un beso en la mejilla como era mi costumbre.
Después de mucho tiempo constaté los hechizos que esta bruja también
había estado practicando en mi persona. Así descubrí el porqué de mi actuar
cada vez que se me cruzaba por los caminos, siempre me empeñaba de mil
maneras en darle en el gusto en todo lo que ella me pedía. Una sonrisa, una
mirada pueden ser también conjuros cautivadores que te pueden enclaustrar
en oscuras andanzas.
Betzabé era una bruja inteligente y muy audaz, sabía de hechizos, era
hermosa como ella sola, atractiva y coqueta para cualquier mortal y cuando se
lo proponía, exageraba esas cualidades al máximo. Sin embargo su hermosa y
fina figura contrastaba con su manera de expresarse muy caótico y poco fino
para su porte. A pesar de su poca sutileza en decir verdades, sus frases y
palabras sueltas, unidas a buenos argumentos, sortilegios y hechizos, se
transformaban en verdades innegables que ofuscaban a otras discípulas del
gran brujo, siendo ella una de sus más cercanas.
Es en esta parte del relato que supe de la bruja Alexia, una hechicera
muy apasionada por las cosas extrañas, los misterios y hechizos mortales.
Supe que fue desterrada a causa de los decires de dos hadas que la acusaron
de maldecir a unos duendes y enanos y transformarlos en piedras. En ese
suceso se descubrió cuán controladas o manipuladas algunas brujas estaban.
Esta bruja era algo chiflada pero en momentos de cordura hablaba cosas
coherentes relacionadas con algunas hadas y con algunas brujas.
Después de esos sucesos las dos hadas quedaron aisladas del resto del
mundo, en especial de las brujas que, a partir de esa acusación, tomaron
mayor distancia de ellas. Temerosas de Morelia que ya las tenía identificadas
como hadas celosas, entrometidas, curiosas y peligrosas, ambas intentaron
escabullirse y guarecerse en los lugares más inimaginables. Estuvieron
viviendo entre los enanos y duendes que no las trataban muy bien. Luego
adoptaron formas humanas que causaron tal espanto entre los mortales que,
al final decidieron buscar otros lugares más lejanos. Durante ese tiempo
conocieron a Libélula y ella, compadeciéndose, las cobijó en sus dominios y
compartió sus conocimientos. No bastó la buena voluntad ni las buenas
intenciones de Libélula para con ellas pues, un día las dos hadas decidieron
partir, volar hasta su reino sin brindarle mayores explicaciones a Libélula,
quien quedó extrañadísima por esta actitud. Nada se dice sobre lo que durante
ese tiempo ellas realizaron, pero de lo que todos estuvieron seguros es que
algo sucedió entre ellas. Al regresar a los dominios de Morelia, ambas
quedaron relegadas al reino de Pies Altos sin poder moverse de entre las
ramas y de los lugares más altas del bosque.
LIBÉLULA TRAICIONADA
En ese lugar, entre enormes rocas y una neblina espesa que apenas les
permitía mirarse las propias narices, por medio de conjuros especiales, Libélula
muy concentrada, logró que energías revitalizadoras vivificaran en ánimo y
optimismo a sus amigas, les brindó un sumo de extraños sortilegios, suficientes
para que siguieran viviendo, les dio vida para continuar cumpliendo con sus
obligaciones y propósitos, les brindó la capacidad de soñar y de reír, de tener
individualidad, no un Alma, pero sí identidad propia, transformándolas en
brujas tan iguales como el resto. De esta manera, transformadas de muy
buena manera e inteligente, dos brujas nuevas llegaban a este bosque y nadie
sabría de sus orígenes, y ese sería un gran secreto. Transformadas en medio
humanas en apariencia, ya nadie más las podría encontrar, de esta manera
lograban desaparecer para los ojos de Morelia, la reina de las hadas que, desde
su escape las buscaba por todas partes.
Sin que Libélula lo pudiera prever, las dos hadas, convertidas ahora en
brujas con poderes y voluntad propia, para sorpresa de ella, lanzando unas
risotadas escalofriante y viéndose empoderadas magníficamente con sus
nuevas apariencias y virtudes, realizaron conjuros misteriosos que tan solo las
hadas conocen y se los lanzaron a la libélula quien, golpeada por esos
inesperados flujos energéticos negativos, cayó al suelo muy debilitada. Luego,
sin mediar palabra alguna, las dos nuevas brujas emprendieron el vuelo muy
rápidamente dejándola sola, fatigada y tirada en el suelo inconsciente.
No fue fácil consignar tantos datos en ese viaje junto a mi amiga pues,
como buena hechicera, tiene la particularidad de hablar mucho y detallar al
máximo aspectos necesarios de cada situación vivida, pero solo así, gracias a
ese don especial que tiene, me fue posible poder saber aspectos importantes
que dan sentido a todos estos relatos.
Mientras nos hallábamos ocultos pudimos ver en los cielos aves enormes
que planeaban por sobre este lugar encantado y, en espiral, estas aves
descendían muy lentamente para luego, apenas tocaban el suelo con sus
garras, convertíanse en personas comunes y corrientes. Así, con atuendos
llamativos y muy elegantes, se dirigían hacia esta caverna ingresando por
alguno de los espacios abiertos que las hierbas y arbustos dejaban al ir
creciendo desordenadamente. En esos detalles podíase evidenciar que tanto
las hadas como los duendes ya no estaban cumpliendo con sus deberes
primordiales, cuidar y preocuparse del crecimiento de toda la floresta que
constituía la base de un ecosistema fabuloso que les proveía de todo.
Se dice que un hechizo muy fuerte habíase lanzado desde hacía mucho
tiempo y parecía controlar a todos los habitantes del bosque y eran muy pocos
quienes no estaban bajo esos influjos controladores.
Damalibros, por vivir en el Gran Árbol casi Milenario, fue protegida por
éste al momento de ser pronunciado ese hechizo, y por eso ella sentíase al
margen de toda esa locura vanidosa de sentirse una eminente hechicera ápta
para ocupar el puesto del gran brujo. Damalibros sabía perfectamente bien
cómo se alcanzan sueños y anhelos de manera inmediata y casi al instante. Sin
calificar si es bueno o malo ese anhelo de sobresalir del resto, el momento y
las circunstancias exigía decir la verdad, pero ¿Cómo hablar con la verdad si de
la mentira insistente se construyen otras verdades?
Pero no era tan solo Damalibros quien sabía de estas cosas, lejos de
nuestro refugio, los Árboles Sabios también sabían de ese libro y habían
dispuesto de una persona cuya obligación era recuperarlo. Morelia lo tuvo
entre sus manos y gracias a esos conocimientos logró el poder que deseaba,
logró ser la reina de las hadas y crear su propio reino, Pies Altos; gracias a eso
el brujo de “Más Allá” también obtuvo su poder y total dominio sobre una gran
cantidad de habitantes. Morelia sabe de esto, lo sabe, y esto le causa temor,
mucho temor. Los acontecimientos se sucedieron tal cual como estuvieron
previstos por los Árboles Sabios y el libro pasó a manos del gran brujo, y
cuando hubo que asegurar el dominio de bosques y más bosques, el libro
desapareció. Hubo rumores sobre Alexia y que sus conjuros provenían de ese
libro que estuvo a su alcance. Así, como rumor que se esparce a causa de
hechizos de lenguas, el gran brujo decidió sacarla de esos parajes, la hizo
desaparecer, de ese modo cortó de inmediato las habladurías que ya se
divulgaban sobre él y Alexia, sus encantamientos y brujerías.
Alexia, como hechicera, no era de las más prolijas en sus artes, así lo
decían sus constantes errores en materia de encantamientos. Desde cierta
perspectiva, su encanto personal y sus hechizos, durante un buen tiempo,
habían cautivado al gran brujo de “Más Allá” y en eso basaba ella toda su
confianza y lealtad hacia él, entendiendo que esa lealtad se trataba de un bien
recíproco. Una de sus amigas más próximas era Betzabé, una hechicera muy
hermosa que cautivaba con su mirada y su sonrisa a todo viajero incauto que
tuviera la mala fortuna de avecindarse por esos lugares. Ambas tenían una
afinidad en común, los duendes y los enanos, los rumores y los cominillos, y
toda suerte de eventos extraños que las alentaran a curiosear más allá de sus
propias narices.
Traigo una orden de Regenta,.. - Nos dijo a todos los presentes,.. Esta
hechicera debe ser conducida hacia el centro del bosque,... - Y
extendiendo un manuscrito a los Árboles Sabios, quienes se dieron el
tiempo de leerlo, el extraño quedose de pie y completamente inmóvil a
un costado del árbol más viejo.
Los árboles murmuraron entre ellos un buen rato, entre ruido de ramas,
crujir de maderas y follajes muy compactos, los sabios habitantes enraizados
desde tiempos inmemoriales decidieron compartir lo que ya todos sabíamos.
Del hada malévola no se supo más y del extraño personaje que actuó
como mensajero pronto sabríamos más destalles.
Antes de continuar con el relato sobre Alexia y sus desventuras por esos
lugares, han de saber que, tanto los enanos como los duendes, son criaturas
muy sensibles y muy trabajadoras. Según el texto “Anales de los Recuerdos
Recientes”, estas criaturitas aprenden muy rápido y asimilan todo lo bueno y
hermoso que les puedes entregar, pero también todo lo malo y horrendo, es
por eso que, para cada bruja y hechicera, existen sus respectivos duendes y
Volviendo al relato principal, diremos que, cuando las dos hadas idearon
acusar a Alexia por practicar la brujería indebida, ellas también habían
incurrido en practicas similares, por lo que, aún sin proponérselo, ellas mismas
comenzaban a conformar un despropósito que no se había previsto
anteriormente, el cual era, tener razones para dudar de la autoridad de
Morelia, la reina de las hadas.
Como se sabía de antes, la bruja Alexia era muy poco prolija en muchos
aspectos pero su sensibilidad de hechicera experimentada en cosas de amores,
le permitía develar secretos que muy pocas hechiceras podían hacer. Sus
encantamientos le habían permitido escalar en los grados mayores brujeriles y
lograr tener un status de bruja adecuado para sus quehaceres habituales de
bruja “ad honorem”, permitiéndole llegar hasta donde estaba. Pero el destino
le tenía reservado otros propósitos y desafíos, y su desprolijidad la llevó a
enfrentarlos.
Fue por causa de esta acusación, que Alexia cayó en desgracia. Durante
un atardecer fue llevada frente a los Árboles Sabios y frente a ellos y a todos
los habitantes del bosque, fue juzgada de manera abrupta y sin piedad.
Cerrando los ojos, Alexia murmuró unos conjuros extraños por nadie
conocidos, y después de un breve instante, los volvió a repetir con tal
convicción y en voz alta que, de pronto, ¡BUUUMMM! Un estallido casi como un
trueno la hizo desaparecer, quedando en el lugar tan solo un manchón oscuro y
humo bastante mal oliente. Un murmullo generalizado se hizo sentir como
nunca antes habíase escuchado, y a partir de ese evento surgieron todo tipo de
conjeturas, rumores y nuevas expectativas para todos. Si ella había podido
realizar algo así, ¿Qué otras cosas podría hacer?
De las dos hadas acusadoras nunca más se supo hasta que, el brujo de
“Más Allá” consolidó su poder y sus dominios. Alexia despareció de manera
abrupta y real, y son muy pocos quienes saben su actual paradero.
EL APRENDÍZ
Este personaje llegó en un momento clave para los oscuros intereses del
gran brujo que en esos momentos aspiraba a transformarse en alguien de
mucha importancia. Este mago ambicionaba ser el más grande de todos los
brujos conocidos, pero, no era tanta su ambición por los conocimientos como
por el poder mismo y absoluto que buscaba.
Las horribles tiempos de criaturas que alentaban los malos tratos y una
vida repleta de trampas y mentiras, fueron desapareciendo, pero, como suele
suceder, siempre y en todo lugar, quedan reminiscencias de los tiempos
malos, y en este caso, más que tiempos malos, algunas costumbres aún se
Un día unos magos algo disconformes con sus vidas y rutinas brujeriles,
decidieron realizar una asamblea para conciliar sus necesidades inmediatas.
Después de una muy larga jornada de encuentros y desencuentros, decidieron
convocar al Aprendiz, un supuesto mago experto en muchas cosas misteriosas
pero, muy especialmente, en aquellas cosas relacionadas con la Ciencia de
los Hombres.
Entre esos magos estaba aquel que ambicionaba ser un gran brujo
mucho mejor que el resto de los que por ahí vivían. El Aprendiz, aprovechando
las ambiciones de muchos, al momento de ser invocado, lanzó un hechizo muy
discreto que dejó a todos un poco obnubilados en sus propósitos y anhelos,
ambiciones y vanidades personales. Claro que, el hechizo duró muy poco, algo
así como un pestañeo, pero fue suficiente para forzarlos a dejarlo libre por esos
parajes.
Entre las ramas más altas construyó su hogar y sin saberlo quedó casi al
lado de la morada de Damalibros, la hechicera más sabia y con mayores
conocimientos de esos lugares. A medida que los días se sucedieron a la
velocidad de un tiempo propicio para hacer amistades, el Aprendiz conoció a
sus vecinas más próximas, como también, de manera muy bien pensada,
comenzó a urdir su plan de control hacia todas partes, ese era el mandato de
sus invocantes, y con él ese conocimiento sobre una tecnología extraña
comenzaba a proliferarse por todos los rincones del bosque.
Hay quienes aseguran que ella se trasladó a ese árbol para saber más
sobre el nuevo visitante, pero esas son habladurías pues, entre las brujas,
siempre habrá desprestigios mutuos, son seres muy sensibles y bogan siempre
por ellas mismas, claro que, hay excepciones como en todas partes.
Las actitudes del gran mago eran un aspecto muy desconocido para todo
el resto de los habitantes. Sus hechizos y embrujos develaban, con el correr del
tiempo, intereses ocultos y casi egoístas. Si bien compartía muchas de sus
ideas, en otros aspectos había diferencias y éstas se fueron acentuado a
medida que la amistad con Libélula y Damalibros se acrecentaba día a día.
Todo ese tiempo fue clave para que el Aprendiz fuera descubriendo
poco a poco la realidad y que todo lo dicho por Damalibros, respecto a este
mago, era absolutamente cierto. Un pequeño mago con grandes ambiciones y
deseoso de servir sus propios intereses.
Muy ansiosa por el logro de sus propios propósitos, Libélula intuyó que
sería fácil comprender esos nuevos conocimientos que Aprendiz dominaba a la
perfección, pero también le incomodaba el saber sobre las intenciones
iniciales del Aprendiz. Alentando a todas las hechiceras a utilizar esos
autómatas que él mismo había introducido en el bosque como verdaderos
caballos de troya, una vez en el interior de cada vivienda, morada o escondite,
a través de ellos, sería capaz de extraer los conocimientos que cada una de
ellas guardara en esos artilugios. Ella no era tonta, como buena bruja sabía lo
que tendría que hacer muy pronto, y se preparaba para actuar en lo inmediato.
Dicen que la magia los embriagó por completo, la web o telaraña los
cautivó a ambos y así cada cual perdió su propósito original. Ambos
experimentaban todo el potencial que la gran Telaraña les ofrecía para
transmutar la materia a partir de simples ideas y pensamientos, y Pericles, el
autómata, aprendía más y más junto a ellos y en silencio.
El gran brujo había sido aconsejado por uno de sus más cercanos, el
Aprendiz. Luego, tomadas las decisiones se aplicaron las medidas inmediatas
para asegurar el control de todos los dominios que existían en el bosque,
incluyendo a todos los habitantes. El lugar donde ambos conversaron tiene
una importancia crucial, pero lo es más saber quien estuvo ahí por casualidad
y se enteró de todo.
Por cosas extrañas que siempre suelen suceder, Libélula fue testigo de
estos eventos desde su propia morada, pues ella, antes de avecindarse al Gran
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Árbol casi Milenario, vivía en uno de los árboles donde se realizó esa
conversación. Ignorantes de su presencia, tomaron decisiones importantes y
ella, con mucho regocijo, supo de primera fuente todo lo que se tramaba. Ni el
gran brujo ni el Aprendiz se cercioraron de encontrarse solos mientras
caminaban por uno de los senderos más apartados. Sin preocuparse
mayormente hablaron sin pausas y sin precaución y Libélula, justo ahí, unos
cuantos metros más arriba, tenía su morada bien protegida entre las frondosas
ramas. Muy en silencio escuchó y escuchó toda la conversación, y muy
contenta de enterarse de todos estos planes, ella mismo comenzó a prepararse
para recibir de muy buena manera a ese Aprendiz tan especial y requerido por
todos ellos. Lo más importante de todo este evento supremo era que, todos
ellos ignoraban que Libélula no era indiferente a esos conocimientos, por el
contrario, era ella una profunda conocedora de esas artes y al momento de
entablar amistad con el Aprendiz, tenía todo un plan preciso para adquirir más
y más conocimientos relacionados con el Libro Mágico, la telaraña y algo
mucho mayor, algo que hasta a ella misma le producía un regocijo enorme.
Su amigo Aprendiz era para ella y para nadie más, debía ser como
Pericles, manejable para sus propósitos y los conocimientos que portaba
debían ser para ella pues así su gran sabiduría de hechicera estaría por sobre
En algunas crónicas encontradas se asegura que ese embrujo fue tal que
se desconocía asimismo olvidando incluso su nombre y sus propósitos. Durante
un buen tiempo deambuló confundido por los diferentes caminos del bosque.
REGENTA
Por otra parte, Libélula tenía también sus intenciones y algo buscaba en
el Aprendiz, eso era muy notorio y era “vox populis” ese interés y,
posteriormente, esa extraña relación amistosa lo confirmaba del todo.
Damalibros averiguó estas cosas y otras tantas, por que ahí mismo,
tirado en el camino, el pobre Aprendiz deliraba apasionadamente. Supo,
además, que mientras anduvo desorientado y perdido en sus propios
pensamientos y sentimientos, Libélula lo estuvo siguiendo volando entre ramas
y ramas y a escondidas, y lo escuchó delirar muchas veces y conversar con
Cerca de ahí, entre ramas secas y arbustos muy tupidos, dos brujitas
observaban cómo Damalibros ayudaba a un extraño y desconocido habitante
del bosque. Observaron que la hechicera era hábil en el manejo de ungüentos
y medicinas herbarias, saberes que a ellas les interesaba aprender y, deseosas
de conocer a otras brujas y de aprender, ambas hechiceras de muy baja
estatura, decidieron salir a conversar con ella.
Las dos brujas amigas de Petrus, Cecilia y Marjorie, eran dos pequeñas
aprendices que nada tenían que envidiarle a otras hechiceras. Ambas
cultivaban artes muy diferentes y eran excelentes en lo que realizaban.
Regenta, muy amiga del gran brujo, había conseguido que éste le concediera
permisos especiales para poder tener a su lado ayudantes para todas sus
labores de bruja mayor, y durante años ellas dos fueron sus únicas aprendices
que le colaboraron en todo, sin desmerecer la buena voluntad de Petrus quien
ya no era considerado ayudante ni aprendíz.
Sin saber exactamente a los acuerdos que Regenta había llegado con el
gran brujo gracias a la existencia de ese magnífico libro, Petrus continuó sus
labores de recopilador de hechos históricos y de anécdotas extrañas y
maravillosas que sucedían en ese bosque mágico, pero no estaba conciente de
que su compendio de textos sin clasificar, en verdad, había sido y era una
herramienta precisa para alcanzar todo lo inalcanzable. Su compendio de
textos mágicos se transformaba así, de un momento a otro, en el Libro Mágico
que todos buscarían para el logro de sus más preciados anhelos y sueños. Y
como bien decía uno de sus primeros escritos, ...según tus conjuros,
alcanzarás todo lo deseable en un “santiamén”. Este es el origen de ese libro y
su autor, hasta el día de hoy, vive ignorando su mejor trabajo de recopilador,
pues no le interesan las cosas mágicas.
REGENTA ENFADADA
Se cuenta que los duendes y los enanos, que fueron los primeros en
encontrar esos restos dispersos de este viejísimo texto, de manera inmediata
se las arreglaron para hacerlo llegar a Damalibros, para que ésta lo restaurara
y se los leyera, pues, aunque ustedes no lo crean, los duendes y los enanos no
saben leer. La Dama de los Libros al hojear los restos de esta compilación de
textos antiguos, comprendió la importancia de éstos e inmediatamente inició la
búsqueda de las partes faltantes, para ella era imperioso encontrarlas.
En otro lugar, lejos de los dominios de los duendes y de los enanos, una
hermosa y delgada Libélula encontraba unos extraños textos que enseñarían, a
quien los poseyera, una infinidad de sortilegios y de hechizos. Encantada por lo
que había encontrado, esta pequeña criatura comenzó afanosamente su
lectura apasionada y ésto significó que logró alcanzar un dominio casi pleno en
casi todo lo que ahí se explicaba respecto a cómo alcanzar lo inalcanzable,
lograr lo imposible y ver cumplirse todo aquello que se vé como algo
improbable. Mientras practicó estos hechizos, recordó que en el interior de su
mecánico amigo Perícles, escritos parecidos tenía a su haber, y ese recuerdo
tan sutil, le produjo complacencia inmediata. Hasta ese momento el destino le
otorgaba más posibilidades de alcanzar el grado máximo de hechicera mayor.
Cuando llegó a trabajar con Petrus y Regenta, esta nueva y joven bruja,
no cuestionó nada y a nadie, y esto fue muy bien visto por Regenta y Petrus,
quien a esas alturas, ya había realizado su magnífica labor de compilar esos
Como buen mago de las historias, Petrus solía desaparecer por tiempos
indefinidos con la finalidad de recabar información muy variada sobre eventos
que fuesen importantes, cosa que a él le fascinaba por completo. Después,
cuando ya tenía en su memoria y en sus notas lo suficiente para comenzar a
escribir sus historias, regresaba al Árbol Hueco y se encerraba por horas y
horas y, a veces, por días completos. Así, poco a poco, sus historias
comenzaban a develar, en cierto modo, sus inquietudes más personales pero
no menos importantes para su labor de recopilador de eventos extraordinarios.
Todo lo que Petrus escribió fue quedando guardado entre una infinidad de
archivos y documentos, y si pudiéramos leer esos escritos, comprenderíamos
que todos sus relatos son el reflejo de una infinidad de historias que, de mil
formas, están hiladas una tras otra, permitiéndonos comprender la historicidad
de todo ese mundo mágico y extraño.
Pero para que ustedes sepan, estas dos brujas amigas, Cecilia y Marjorie,
compartían un arte extraordinario y casi desconocido. Ya sabemos algo de sus
orígenes y es éste lo que les permitía transformarse en polillas o mariposas
muy pequeñas según la ocasión y las circunstancias, para así, en esas
condiciones, volar durante las noches de luna llena. Esta habilidad muy
particular, les permitió recorrer grandes distancias y para observar y para
escuchar sobre todas las cosas buenas y malas que sucedían por esos lugares.
Terminadas las noches de luna, volvían a su estado normal y procedían a
relatar todo lo visto y oído a Petrus, y este mago, muy afanado por cumplir
bien con sus labores encomendadas no perdía detalles de los relatos de sus
amigas y, poco a poco, grandes volúmenes de datos se acumulaban por todos
los rincones de la pequeña habitación que compartían como morada.
Una de las grandes historias develadas gracias a los escritos de Petrus fue
precisamente el origen de Marjorie y Cecilia. En uno de los textos escrito por el
Esa delgada hechicera que las ayudó fue Libélula y, sin duda alguna,
algo obtuvo a cambio por brindar esa ayuda. Ese detalles lo sabremos más
adelante a medida que estas crónicas se desarrollen según los propósitos para
lo cual han sido escritas.
Se dice que esta hechicera estaba muy bien considerada dentro de los
círculos de poder de todo ese reino, e incluso, desde Pies Altos la miraban con
mucho respeto. Pero, como dijimos antes, Cecilia no tomaba decisiones a la
rápida, a causa de sus inseguridades, siempre buscaba consejos prácticos que
le permitieran avanzar en sus propósitos sin molestar a nadie ni tampoco herir
sentimientos. De variadas maneras prefería siempre el camino de las “cosas
correctas” y jamás procedía a hechizar o a encantar sin la rigurosidad brujeril.
Sus artes eran magníficas y con ella, la labor de Petrus, el mago de las
historias, se simplificaba aún más en muchos aspectos. Cecilia continuaría
catalogando y ordenando el gran legajo de libros y archivos donde se
acumulaba una infinidad de historias jamás contadas ni relatadas, pero sí,
archivadas y muy bien escritas con lujo de detalles, todo un hermoso trabajo
realizado por el mago de las historias. Llegar a compartir tiempos, inquietudes
y espacios con Petrus fue algo extraordinario para ella, algo muy especial,
El cómo llegó esta hechicera a ser parte del grupo del Árbol Hueco fue
muy especial. Un día, muy de mañana, cuando Regenta aún administraba las
zonas más apartadas del bosque que pertenecían al gran brujo, se sintió
locamente impulsada por extraño sortilegio, unas ansias de caminar la dominó
y, cuando cosas extrañas le sucedían, ansiedades incontrolables como estas,
ella sabía perfectamente bien que algo bueno se aproximaba. Esa mañana,
mientras caminaba muy desenfadada, inesperadamente, se topó con la bruja
Cecilia, quien, en ese momento, buscaba hongos y hierbas para proveer sus
escasas reservas de cosas extrañas que utilizaba para sus conjuros y hechizos.
Experta en intuir las habilidades que tenía cualquier persona que, por
extrañas circunstancias, se le ponía por delante, Regenta advirtió que Cecilia,
bruja muy correcta en una infinidad de procedimientos brujeriles, era la
hechicera perfecta para sus fines últimos. Se cuenta que conversaron un buen
rato, entre hierbas, matorrales y a la sombra de los inmensos árboles. Un búho
que, casualmente tenía su habitación en ese mismo lugar pero un par de
metros más arriba, entre ramas y hojas, pudo escuchar todo lo conversado y
guardó en su memoria privilegiada todos los detalles de ésta. Dicen que ese
búho fue quien, tiempo después compartió ese diálogo con la Dama de los
Libros, y que ese diálogo quedó muy bien registrado en la biblioteca de las
historias. Hay quienes desearían buscarlo y averiguar qué cosas ambas brujas
conversaron y a qué acuerdo llegaron. El búho solo confirma que, muchas
noches después, la bruja Cecilia se trasladó al Árbol Hueco, el lugar que
Regenta utilizaba como su residencia permanente junto a Petrus y desde ese
día pasó a ser parte de ese lugar.
Así fue como Cecilia llegó donde Regenta y conoció a Petrus, mas,
faltaría otra bruja que complementaría este fabuloso trío de criaturas unidas a
los vaivenes de la voluntad de otro ser que, con una infinidad de hilos, a
voluntad, jugaba con todos los ilusos que en él creían encontrar lealtad y
amistad duradera.
En otro lugar de este inmenso bosque, durante una cálida noche, otra
bruja extraña e igualmente apasionada por sus quehaceres, por sus artes, sus
sueños y anhelos, escudriñaba las estrellas para determinar el momento
exacto donde ella comenzaría a ser parte de toda esta fabulosa historia. Las
coincidencias suelen ser magníficas cuando cumplen un buen propósito, y esta
fue una de esas, pues, justo esa noche de luna llena, cuando, por casualidad
descansaba sobre unas hojas de ciruelo convertida en una mariposa nocturna,
vió pasar volando a una libélula muy velozmente hacia el reino de las hadas.
Su curiosidad fue tal que, obviando el efecto hipnotizador que la luna ejercía
sobre ella, emprendió el vuelo rápidamente siguiendo el rastro que la libélula
dejó al pasar a gran velocidad por ahí.
Las dos brujas, siendo muy opuestas en sus artes, confluían muy
cómodamente en el estudio y elaboración de hechizos y encantamientos al
interior de ese árbol. Ellas dos, con el paso del tiempo, develarían poco a poco
uno de los secretos más bien guardados en ese mundo extraño y lejano.
Así, poco a poco, Regenta creó su propio consejo brujeril alimentado con
extraños acuerdos de amistad y lealtad incondicionales, y al margen de lo que
el gran brujo había dispuesto. El tiempo se encargaría de ir despejando las
dudas y los misterios de estas extrañas amistades.
EL ÉTER
Como Libélula había aplicado sobre él un hechizo muy fuerte sobre sus
recuerdos, no sintió necesidad de preguntar nada relacionado con ella ni de los
porqués de estar ahí. Durante ese tiempo estuvo muy adolorido, fatigado y casi
muerto, y eso le era suficiente para comprender la importancia de no recordar
nada y disfrutar la compañía de esas dos hechiceras que, poco a poco,
cautivaban su atención con los más ingeniosos trucos y artilugios vistos.
“Oh!, desde aquí puedo ver la parte faltante, está aquí, en este lugar,
debo decirle a Damalibros y a Libélula,.. la parte del Libro Mágico,... la parte
faltante está aquí,...OHH!! con esa parte se completan los conjuros para
alcanzar todo lo deseable,...esa parte está aquí,..Ahhhhh!” Y por tanto aletear,
los archivadores se desparramaron y él, como estaba recostado sobre ellos,
cayó al suelo en medio de un estrepitoso estruendo acompañado de unas
risotadas brujeriles jamás antes escuchada por mortal alguno. Las carcajadas
emitidas por ambas hechiceras prácticamente fueron groseras y muy subidas
de tono, pues, a parte de esas carcajadas, también oíanse extraños ruidos
guturales como provenientes desde el interior de ellas mismas pero ya no
humanas.
Durante uno de esos días decidió deambular por muchas horas por los
diferentes senderos que recordaba y le traían a la memoria imágenes y
sensaciones extrañas, y después de mucho caminar, de manera reflexiva y a
paso lento, emprendió el regreso hacia el Árbol Hueco donde sus dos amigas
hechiceras lo esperaban. Con ellas Aprendiz fue redescubriendo la amistad, la
sinceridad y la honestidad, valores muy naturales en muchas personas pero
aún desconocidos por esos parajes.
Sin duda alguna, el famoso Libro Mágico debía ser ubicado y ellas ya lo
habían tenido en su poder. ¿Habría otra copia o partes de él aún en Árbol
Hueco? Sin dar mayores explicaciones, el Aprendiz decidió salir a caminar,
dejando a las dos hechiceras completamente solas y sorprendidas por su
decisión. Les ordenó de manera imperativa que, con mucho cuidado, buscaran
algún documento o compendio de textos extraños que por ahí se encontrara y
con la orden expresa de que, apenas descubrieran algo así, le avisaran lo más
pronto posible. Ambas mujeres sintiéronse dichosas por la confianza que este
individuo les proporcionaba. Ahora era posible lograr sus cometidos tan
ansiados desde hace mucho tiempo. Un extraño sentimiento se apoderó de
ellas hacia él, y con mucha más ahínco decidieron continuar la búsqueda.
LA GRAN TELARAÑA
Sí, sí eso es verdad, ayudé a ese brujo en muchas cosas pero jamás
que se hiciera del poder total, él lo tenía previsto desde mucho antes.
Mi única contribución fue entregarle orientaciones generales y eso no
es un delito, es simple caridad, y nada más.
Han de saber ustedes que esta bruja era muy especial y sin saber
muchas cosas, por simple intuición femenina se enteraba de situaciones que
para muchos eran caóticas. Un día, mientras levitaba, alcanzó a divisar a
muchas hechiceras muy ensimismadas ya no en sus quehaceres brujeriles, sino
que, en largas pláticas con sus novedosos y extraños ayudantes autómatas,
artilugios mecánicos que comenzaban a distorsionar los propósitos reales de
cada una de ellas. Encantar, hechizar y dominar todo ese mundo aún alejado
de la ciencia de los hombres, ya parecía ser algo de tiempos pasados, atrás
quedaban las mil formas de morir de amor, el secreto de las arañas y los diez
pasos para ser la mejor bruja del año; los nuevos artilugios traídos por el
Aprendiz ya comenzaban a embobar las mentes de todas sus hechiceras
amigas. Y el aprendiz era el culpable, él era el principal aliado del gran brujo de
“Más Allá” y no entendía cómo, Libélula, hechicera hábil y muy cauta en todos
sus encantamientos, había podido caer tan bajo, hacerse amiga de este ser
recién llegado y que nadie sabía de su procedencia.
La bruja Betzabé sabía de Libélula, sabía que ella había partido hacia
allá, hacia ese lugar inhóspito pues allá encontraría la paz que tanto necesitaba
para educar a su descendencia la cual comenzaba con Pintita, su pequeña
libelulita.
Recuerden que Betzabé era una bruja muy fina y delicada, muy dama
para todo, y demostró su incomodidad de inmediato por no ser atendida de la
forma adecuada a su porte destacado.
Los enanos sabían todo sobre ella, pues, como ustedes saben, cuando
hablas con un enano, es como que conversaras con todos ellos, y cuando le
cuentas algo a uno de ellos, es como que a todos le dices lo mismo. Es por eso
Ese día fue fabuloso. Betzabé supo de lo importante que era encontrar
ese texto maravilloso y de los poderes que podía otorgar al potador. Así fue
comprendiendo cómo, el gran brujo que ahora era conocido como el brujo de
“Más Allá” había alcanzado el poder total. También supo cómo Morelia, la reina
de las hadas y que habitaba en Pies Altos, aún conservaba esos poderes tan
atemorizantes y consideró genial la manera de cómo lo había alcanzado.
Durante ese día y la madrugada siguiente, las tres brujas fueron enseñándose
trucos y hechizos que las alentaron a sentirse poseedoras de dones especiales
y, de vez en cuando, el trío estallaba en risotadas escalofriantes que asustaron
a casi todos los habitantes de los alrededores.
PERICLES ABANDONADO
Bueno, para continuar con este relato, han de saber que los gitanos,
personas muy extrañas y que deambulan por todas partes, querían deshacerse
de un autómata enmohecido y sin utilidad para ellos. Después de viajar por
muchos lugares lejanos llegaron a este inmenso bosque mítico y mágico. El
cómo llegaron es un misterio pero estuvieron acampando durante un tiempo
en los dominios de los enanos y, como ya es sabido, Libélula, viendo el
mercado que habían instalado para vender una infinidad de cosas, vió a
Pericles e, impulsivamente, lo compró como una baratija.
Pericles tenía su historia antes de llegar a estos lugares. Se dice que él,
como producto de la ciencia de los hombres, también había sido construido con
un propósito, el cual estaba inserto en sus celdillas de recuerdos permanentes.
Pericles estaba destinado a ser utilizado por la hechicera Libélula quien debía
alcanzar su propósito final, el cual era ser considerada la mejor hechicera de su
tiempo. Del mismo modo, Perícles fue un eslabón clave para que, según los
tiempos que transcurrían en ese lugar, Libélula fuera contactada por Aprendiz.
Cuando los brujos y magos establecieron ese pacto entre ellos para
poder prescindir de sus amigas hechiceras y brujas, jamás consideraron que
esa herramienta creada por las arañas, las grandes tejedoras, podría ser
utilizada también en contra de todos por igual. La telaraña construida poco a
poco cubrió por completo todo el bosque y continuó extendiéndose más allá.
Con el tiempo ésta lo cubría todo y el Aprendiz conocía la importancia de ésta
para el estudio de este mundo mítico. Libélula, por su parte, era conocedora de
la telaraña, su instinto de maestra hechicera la había guiado en todas estas
cosas extrañas y el Aprendiz fue también un eslabón perfecto entre ella y la
telaraña, pues, a través de él confirmó muchas de sus intuiciones y Aprendiz
descubrió en ella un conocimiento del cual él estaba ajeno hacía mucho
tiempo, la magia.
Esa plena libertad que tenía casi todos los días, no sería eterna. Mientras
concentrado estaba hurgando en la interioridad de si mismo, un día Libélula,
quien durante ese momento se hallaba creando pócimas de amor y de
encantamientos, advirtió que su autómata algo comenzaba a hacer sin su
consentimiento. Mientras estaba concentrada combinando los ingredientes que
tenía a su alcance, los sutiles ruidos de los mecanismos internos de Perícles
fueron suficientes para que estos la pusieran en alerta. Como el autómata
estaba cubierto por una infindad de pequeñas placas metálicas, placas que se
diferenciaban unas de otras por tener símbolos brujeriles diferentes, Libélula
rápidamente dejó de hacer lo que hacía y sacó una de esas placas dejando a
Perícles al descubierto. Al retirar la placa un pequeño visor quedó a la vista
mostrando a través de él, todo lo que el autómata había estado haciendo a
escondidas. Entre todas esas cosas “datos” quedó al descubierto, sus “datos”,
toda una infinidad de pócimas y hechizos, embrujos y encantamientos. Ese
Pero no todo parece ser como uno quiere que sean las cosas y mientras
más te esfuerzas en ese propósito otras situaciones surgen y lo impiden.
Ese fue el día donde Pericles pasó a un segundo lugar, pues Libélula no
encontró correcto que éste escudriñara el universo del éter y todo el bosque a
través de la gran red. Esa labor era de ella y de nadie más y en eso, el
autómata había demostrado que ya no era confiable. Ese mismo día supo
también que Perícles no era el único y que otros como él, otros autómatas, ya
se encontraban al servicio de muchas otras hechiceras y, sin duda alguna,
todos ellos comenzaba a realizar lo mismo, indagar a través de esa maldita
red, todos los secretos posibles escondidos en los sitios más inimaginables.
Con mucha inquietud y temor, vió que Perícles había materializado uno de sus
secretos más grandes, el libro de los textos mágicos que permitiría a todo
individuo ambicioso y portador de ellos, alcanzar lo inalcanzable y tener a su
alcance todo lo deseable.
Muy triste por lo que acababa de descubrir, que su Pericles no era más
que un simple autómata traidor, reaparecieron impulsos algo incontrolables
que siempre brotaban en su interior por no poder controlar esas frustraciones
que la dominaban por completo, y todo a causa de su afán, casi ciego, de
querer tener todo bajo su control. Recordó que, mientras Aprendiz hojeaba ese
texto maravilloso, en su mente surgieron voces silenciosas que la instaron a
realizar el conjuro mortal que borró la memoria de Aprendiz casi por completo,
dejándolo desmemoriado durante un buen tiempo.
Fue después de ese episodio que, muy decepcionada, pidió a los enanos
ayuda para partir lejos y transformarse en alguien inubicable por siempre. Su
interés ahora debía ser la seguridad de Pintita, su amada descendiente quien
continuaría con su estirpe de libélulas mágicas. Los enanos comprendieron
todo lo vivido por esta hermosa criatura y, después de un consejo muy privado
del cual no hay registro, concedieron a Libélula su solicitud. A cambio de ese
favor, recibirían ese gran texto mágico que a tantos enloquecía.
LA GRAN EXPLOSIÓN
Damalibros y Aprendiz sintieron el remezón más fuerte, tal vez por estar
mucho más cerca de las Montañas. Los libros que ahí se guardaban cayeron al
suelo estrepitosamente y algunos estantes se desplomaron como si alguien, a
escondidas, los hubiera empujado. Los dos amigos se asomaron a la ventana y
desde ahí vieron una enorme columna de humo que se levantaba en dirección
hacia las Montañas Añosas pero también hacia los dominios de Petrus, donde
se encontraba Árbol Hueco, Cecilia y Marjorie.
Mientras avanzaba por los dominios de los enanos se enteró que una
hechicera malvada había estado por ahí buscando a otra hechicera y como no
había conseguido resultados óptimos, enfadada con todos ellos, lanzó unos
hechizos tan poderosos que, en un santiamén, todo el consejo de los enanos
había sido destruido. Cuando Aprendiz pasó por ahí, todos los pequeños
enanos corrían de un lado para otro temerosos por este suceso y preparaban
sus cosas para partir lejos de ahí pues, sin ser muy inteligente, sabían que todo
esto se repetiría y estaban muy seguros de ello.
Pero tú eres partes del consejo de los enanos, ¿cómo no vas a saber
nada? - Increpó Aprendiz al enano en medio de todo un bullicio que
aumentaba y aumentaba en medio de gritos y aullidos de los perros
que sueltos, corrían por todas partes como buscando refugio.
Decidió continuar su camino hacia las Montañas Añosas, tal vez por allá
encontraría más respuestas a sus inquietudes. Si Libélula había utilizado el
libro de los hechizos para alcanzar sus propósitos él también podría utilizarlo
para sus propios fines. Claro que, como su memoria no estaba del todo bien, no
tenía la seguridad precisa de saber o de entender cuál era verdaderamente su
propósito.
Mientras se dirigía hacia esos lugares, los restos de la gran red o gran
telaraña, comenzaban a disolverse por todas partes. Caminando por uno de los
senderos más transitados del bosque la extraña niebla que, muy lentamente
había ido cubriendo todo el bosque desde su llegada, ahora comenzaba a
descender lentamente como un polvillo blanquecino que se asentaba sobre las
ramas y hojas, sobre el césped y los senderos. Desde lejos, algunas copas de
los árboles, veíanse de un suave color blanco aterciopelado muy suave y que,
muy lentamente, se desvanecía mientras la luz solar entibiaba la floresta. La
gran explosión había cumplido un propósito muy importante, eliminar esa
telaraña que preocupó a casi todas las criaturas libres que habitaban el
bosque.
Aprendiz jamás había estado por ahí ni los Árboles Sabios lo conocían,
mas, sí sabían de su existencia y de sus propósitos finales.
¿Qué haces por estos lugares? - Preguntó otro de los árboles más
encorvado y con menos follaje en sus ramas.
Por otro lado, Alexia, la bruja expulsada que vivió también por esos
lugares, al enterarse de ese amor no correspondido, buscó maneras de
contactarse con Aprendiz pero todos sus esfuerzos fueron infructuosos. La
bruja Carola, cada vez que podía, también ponía en práctica sus conocimientos
sobre hechizos aprendidos de su mentora la bruja Ruthy. Las veces que pudo,
compadecida por el estado mental de Aprendiz, utilizando su magia logró
protegerlo de embrujos y de encantamientos que la misma Alexia, desde lejos,
lanzaba sobre él. Sin embargo, Carola también contaba otras versiones
extrañas y, a la vez, diferentes y que no pueden ser corroboradas por nadie.
Una de esas historias tiene relación con Aprendiz y la compra de muchas
alhajas y joyas a ella misma, y según ella, todas esas chucherías eran para
Libélula.
Ruthy, una de las brujas mayores y más loquilla de esos lugares, intentó
hechizar al Aprendiz en varias oportunidades. Dicen que cuando Aprendiz
estuvo viviendo en el Gran Árbol casi Milenario, junto a Damalibros, muchas
veces se la vió entrar y salir de ese lugar, a veces muy bien compuesta y otras
veces mal humorada. Es que ese brujo, brujo experimentado, deshacía los
Así fue que Cecilia se enteró de todo aquello. Y como ella y Marjorie no
lograron su cometido, ahora ellas eran el objetivo de la furia de Morelia y del
gran brujo. Desde ese momento se comprendió el porqué de avecindarse con
Regenta y Petrus, dos amigos incondicionales del gran brujo, pues de esa
manera, en algo, podrían aplacar el malestar que ese brujo sentía por ellas dos.
UN DESTIERRO INEVITABLE
Por todas partes del bosque los hilos de la gran red o telaraña caían
sutilmente. Las arañas que la habían construido serían expulsadas y los
cómplices desterrados de por vida. El Aprendiz estaba entre ellos y junto a él
también estaba el autómata Perícles.
Libélula descendió suavemente desde las copas de los árboles más altos
y mientras lo hacía su voz fue escuchada por todos.
¡No empieces con tus mentiras, bruja alada,..! - Increpó muy airada
Morelia, la reina, mientras se aproximaba hacia ella con serias
intenciones de agredirla físicamente.
Libélula decidió partir lejos,... - Afirmó el árbol,.. - Y muy bien por ella
y su estirpe,.. - Terminó diciendo.
EL SECRETO DE BETZABÉ
Muy lejos de ese lugar, Damalibros y Betzabé sabían que la gran telaraña
acababa de desaparecer y por tal razón Aprendiz ya no era necesario por esos
lugares. En ese momento jamás supusieron que el pobre individuo ya no se
encontraba entre ellas y, además, sabían que los artilugios de la ciencia de los
hombres ya no eran necesarios. Los autómatas que se habían popularizado
entre las hechiceras, en ese mundo mágico, ya no tenían sentido sin la gran
red o telaraña. Betzabé lo sabía cómo algo que había intuido desde mucho
tiempo antes por haber compartido muchos momentos especiales con el
Aprendiz.
TIEMPO DESPUÉS
El gran brujo de “Más Allá” perdió un poco de su poder por esos lugares,
la gran red arácnida había sido destruida y ya nadie se recordaba de ella.
Dicen los rumores que, durante las noches primaverales, entre las más altas
copas de los árboles, Libélula canta hermosas canciones de amor, de aventuras
y de buenos deseos para su Pintita. Algunas hadas amigas la escuchan durante
las noches de luna llena. Otras, las más ancianas, disfrutan los aromas de sus
pócimas mágicas y brebajes de ensueños que, durante esas mismas noches, lo
inunda todo y trae a la memoria de los pocos que recuerdan, el amor que hubo
entre Aprendiz y Libélula, un amor extraño y de hechizos que no podía
proliferar en medio de tantas ambiciones personales, incluyendo la de ambos.
Alexia hace de las suyas en un bosque algo extraño donde una tal Sonia,
una bruja despechada, la tortura todos los días con tareas imposibles de
realizar y la pobre busca soluciones rápidas que la hacen olvidar cada vez más
y más su propósito original.
FIN DE