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El valor de una obligación es el valor actual de los flujos de caja, descontando los
pagos futuros por el tipo de interés que los inversores esperan obtener sobre sus
obligaciones.
Para valorar los cupones se puede emplear la fórmula de las anualidades y luego
sumar el valor actual del pago final del valor nominal.
Los precios de las obligaciones varían con los tipos interés, así si el tipo de interés
es inferior al del cupón, el precio del bono es superior al valor nominal y viceversa.
Las obligaciones con un precio superior a su valor nominal se venden con prima,
los inversores que la compran afrontan perdidas de capital durante la vida de las
mismas, de modo que la rentabilidad de estos bonos es siempre inferior a su
rentabilidad actual. Por el contrario las obligaciones con precios inferiores a su
valor nominal se venden con descuento. Los inversores en obligaciones con
descuento se benefician con ganancias de capital durante la vida de las mismas;
la rentabilidad de estos bonos es mayor que la rentabilidad actual.
Una visión más específica que discute el funcionamiento del mercado de capitales
se encuentra en la Hipótesis de Mercado Eficiente (HME). Entre otros, Fama
(1992, 1970) supone que el mercado de capitales es un espacio que garantiza la
libre movilidad de capitales, la información existente está disponible para todos los
agentes y, además, es gratuita.2 Ello garantiza que los precios de los títulos
financieros sean de equilibrio, dada la información disponible. Desde esta
perspectiva, el principal espacio de intermediación financiera tiene lugar en el
mercado de capitales, cuya función es distribuir los escasos recursos financieros
existentes, denominados ahorros (S) entre los proyectos de inversión (i) con
mayores rendimientos, o sea, garantiza el financiamiento de la inversión en un
nivel que maximiza el crecimiento económico, dados los recursos disponibles.