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A Joaquín y Camilo
* Fariña, J.; Gutiérrez, C. (comp.): (2001) La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y Restitución de
niños. Editorial Lumen Humanitas. Buenos Aires. ISBN 987-00-0010-X.
1Lacan, J.: “El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Paidós, Bs. As., 1993, pág.
222, (subrayado del autor).
2 Como es conocido, cuando la madre era secuestrada durante el embarazo el niño era entregado al nuevo grupo
familiar inmediatamente después de producirse el parto. Esto no agrega una diferencia sustancial a lo mencionado
como luego quedará claro durante el desarrollo del trabajo.
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vínculos implicaban tomar una decisión crucial para la vida de esos niños ya que se
pretendía ubicar nada menos que el lugar paterno. No era, por tanto, un problema de
tipo práctico, sino que tal decisión dependía del criterio de legitimidad que se
sostuviera sobre la paternidad. ¿Cuáles son los padres legítimos? ¿Aquellos que dieron
origen al hijo o los que durante años fueron reconocidos explícitamente como tal por
el niño?
Como modo de responder a tal situación -y así legitimar la verdadera paternidad-,
surgieron nuevos términos para designar una antigua función. “Padres históricos”,
“padres sociales”, “padres psicológicos”, “padres de crianza”, “padres del corazón”,
“padres de sangre”, e incluso expresiones tautológicas como “los verdaderos padres
son los padres”, son las formas que adoptaron las voluntades para designar al
referente de la filiación3. Estas nominaciones dejan al problema en múltiples callejones
sin salida en la medida que, la mayor parte de las veces, se encuentran marcadas por
algún sesgo ideológico -ya provengan desde alguna pretendida ingenuidad o desde la
manipulación periodística de más de un canalla mediático. De este modo el equívoco
sobre la legítima paternidad permanece oscurecido por diversas militancias.
Pero para ser exactos, no se trata sólo de “términos”. Son los nombres de múltiples
lecturas sobre una antigua función cada vez más horadada y que reclama una
ordenación.
Por nuestra parte querríamos iniciar este trabajo con la siguiente afirmación: es
necesaria una decisión jurídica sobre la paternidad. Comenzar de este modo pretende
ingresar en nuestro tema poniendo de relieve el nudo en el que quedan atados padre y
ley. La paternidad necesita una decisión desde la ley.
Jurídico: del latín juridicus, término compuesto, formado por jus ‘derecho’ y dicere
‘decir’4. Lo jurídico supone la ley atada a la palabra que se dice, a la palabra enunciada
por alguien en particular. Esto ubica al que profiere tal palabra en un sitio de privilegio
a la hora de considerar los avatares de la ley frente a quien la enuncia. Tomaremos dos
ejemplos para desarrollar lo que queremos.
En primer lugar, recurriremos a la referencia bíblica acerca de aquella decisión del
rey Salomón para dirimir la disputa entre dos mujeres reclamando un mismo niño 5.
En segundo lugar nos serviremos, por una razón de tipo documental, del caso del
ex subcomisario Samuel Miara, apropiador de los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo
Tolosa.
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6 Legendre, P.: Lecciones VIII. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre. Siglo XXI. Madrid. 1994.
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que ahora nos interesa destacar es que, para el propio niño, el parto no cuenta como
dato de la experiencia. De lo contrario habría que suponer que la certidumbre de la
que Freud habla, remite a alguna forma de recuerdo de tal suceso, cosa improbable.
Tal certidumbre se sostiene, por lo tanto, desde otro terreno.
En cuanto al padre, la incertidumbre que pesa sobre él, muy por el contrario de
resultar una desventaja, es la ocasión de demostrar que la información que identifica
al genitor es insuficiente para situar la paternidad. La superposición de los lugares
paternos con el dato biológico se ha vigorizado a un punto tal que desdibuja un
principio del derecho romano que rigió el aparato jurídico de occidente y de donde
surge el adagio mencionado. Afirma el digesto romano 2,4,5: Quia semper certa es,
etiam si vulgo conceperit, pater vero is est quem nuptiae demostrant (Mientras que
ella {la madre} es siempre cierta, incluso cuando ha concebido a la ligera, el padre
verdadero es aquel designado por la boda).
En esta formulación el padre es tal a partir de una red de tres, sin relación de
cuerpo a cuerpo con su hijo. La incertidumbre sobre el padre resulta propicia para que
el derecho ubique la verdad de la paternidad a partir de una suposición. Esta
afirmación ficcional muestra su función performativa al operar como sentencia
fundadora: el padre no es cierto, pero la paternidad es verdadera.
Ella sólo se sostiene en tanto función y se reconoce en un doble movimiento. El hijo
puede reconocer a su padre sólo si éste lo ha reconocido previamente. Tal
reconocimiento está sujeto a las leyes de parentesco de cada cultura: red simbólica
que nomina el lugar paterno prescindiendo de la constatación genética. Por lo tanto, si
padre y madre no son lugares que se correspondan necesariamente con sus
respectivas funciones biológicas, si los lugares paterno y materno no tienen como
fundamento último el dato biológico, entonces es posible indicar que el hijo nace tanto
del padre como de la madre.
Padre y madre son los puntos textuales de un mapa donde deberá situarse el hijo
en arreglo a la sucesión de las generaciones, ordenadas por las referencias simbólicas
que las inscriben en una tradición jurídica. En ese mapa el cartógrafo queda por fuera,
pero no por ello ajeno. El diseñador de los trazados no estará en persona -porque no la
tiene, no se trata de un existente-, pero tendrá efecto de presencia en aquel que opere
en su nombre. Aquí queremos ubicar nuestro punto de énfasis: en aquel que encarna
la función y cumple su oficio de transmitir una ley en carácter de agente de la misma.
Volvamos, ahora, a nuestro ejemplo que hemos dejado tan atrás. La disputa entre
las dos mujeres, en efecto, no tiene salida. Pero el rey encontrará una. Ordena que el
niño sea cortado en dos y que le sea entregada una mitad a cada una de ellas.
Geométricamente es la solución perfecta. ¿Cómo calificar a la “solución” del rey? La
decisión de Salomón debe ser señalada como un gesto de fastidio. Una decisión
terrible que expresa un capricho sanguinario. Una arbitrariedad que impone para
saldar un problema insoluble, sometiendo a esas mujeres a una operación de privación
radical. Queriendo un hijo ¿cómo contentarse con la mitad? Queriendo un hijo, la
mitad de eso se parece a la nada...
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La operación llevada a cabo por el rey puede ser leída en correspondencia con el
segundo tiempo del complejo de Edipo: la actitud despótica del padre terrible cuyo
deseo es ley. En esa instancia el padre real hace valer todo el peso de su fuerza. ¿Qué
es el padre real? El que obliga a una doble renuncia: hacia la madre y hacia el hijo.
Salomón es quien introduce esa decisión del corte.
Y frente al corte, cada una de las mujeres, a su turno, dará su respuesta. Una de
ellas -no se sabe cuál y quizás no importe- decide renunciar al niño. Decide cederlo para
mantenerlo vivo. Es entonces cuando, frente a la actitud de esa mujer, la situación
cambia radicalmente. A partir de ese momento -exactamente en el acto de renuncia-
Salomón advierte que ahí hay una madre. No se trata de haber descubierto a la madre,
sino de haber encontrado una madre. La renuncia funda un lugar que Salomón
sanciona como el lugar materno. No hay constatación alguna de la filiación biológica,
sólo la delimitación de una función que Salomón ubica a partir de la renuncia.
A su vez, es la actitud de la mujer la que modifica, determina, la posición misma del
rey. Porque en ese mismo acto el rey cambia su posición. Abandona la arbitrariedad de
su capricho sanguinario para sustituirla por una decisión que recibe desde otro sitio,
como claramente queda consignado en el pasaje bíblico: “...la sabiduría de Dios era
con él para hacer justicia”.
El segundo tiempo del Edipo da paso al tercero en el que el padre se presenta
tocado por la misma ley que transmite y sometido a ella. Oscar Massota lo dice en
estos términos: “Si [...] el padre real no basta para cumplir la función es porque todo
padre debe sustituirse a sí mismo o ser sustituido para funcionar como su propia
metáfora”7.
La crueldad del padre terrible que priva es ocupada ahora por la actitud del que da,
del que otorga; pero que necesitó -como condición previa para tal movimiento- de la
cesión de ese objeto de amor. La distancia entre el padre real y el padre simbólico es la
misma que existe, del lado del hijo, entre el desgarramiento de la carne y el sujeto
dividido.
Una de las mujeres decide ceder el objeto. La otra, en cambio, acepta el
despedazamiento diciendo: “No será ni mío ni tuyo. ¡Partidle!”. Es esa misma cuyo
desmedido amor la había aproximado tanto a su hijo hasta asfixiarlo bajo el peso de su
cuerpo. Si pudo reemplazar un niño por otro en un intercambio indolente, también
podrá en un movimiento metonímico reemplazar a este niño por una mitad. La mitad
de todo al menos es algo; algo con qué quedarse.
Con el reemplazo del niño muerto por el vivo la mujer pretende eludir esa muerte
como marca de la castración. Renegatoriamente busca evitarse el proceso del duelo
como ajuste de cuentas con el objeto perdido.
7 Masotta, O.: "Consideraciones sobre el padre en 'El hombre de las ratas'". En Los casos de Sigmund Freud 3.
Ediciones Nueva Visión. Bs. As. 1979. Página 23.
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8 Registrado en audio y difundido por el programa "Edición Plus", emitido por Telefé.
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Miara: El lunes me voy al colegio. Salgo del colegio y me voy a la defensora. Hagan lo
que les parezca. ¿Me escuchaste?
Gonzalo R. T.: Sí, te escuché.
Miara: Punto. A la tarde mamita te da y te compra todas las pilchas. Al otro día te vas
al colegio con la pilcha nueva. ¿Me entendiste?
Gonzalo R. T.: Ignorante del derecho no, pero..., no entiendo. ¿Qué quiere decir..., que
yo me puedo anotar en un colegio aunque el juez esté en contra?
Miara: Sí.
En otro tramo del diálogo el ex subcomisario deviene legislador.
Miara: Nosotros estamos especulando con esta nueva ley que se está por aprobar. Te
faltan dos meses para tener 17. Faltan dos o tres meses para que se firme esta ley. Vos
vas al colegio y que no firme nadie. Vos vas igual. En el colegio te van a aceptar porque
ese es el espíritu de Don Bosco. Yo te voy a enseñar a vos. Vos vas igual aunque nadie
te vaya a firmar. No importa, vos vas igual. Sale la ley... ¿sabés quién te firma la libreta
tuya?
9 Se trata de un desconocimiento de lo que la cultura instituye entre los humanos y que los tiempos que corren
empañan al punto de gestar un individuo libre, autónomo, que adquiere su fuerza en la dinámica del mercado y su
despliegue en el discurso delirante de la libertad. Legendre (op. cit.) lo llama "privatización de la Referencia
absoluta". Por otra parte -y en el mismo sentido- resulta insoslayable mencionar el vasto desarrollo que, desde la
perspectiva de la psicología política, lleva a cabo Narciso Benbenaste acerca de la privatización de lo público
(Benbenaste N., "Autoritarismo democrático", Edición de la UNLZ, Bs. As. 1997).
10 Lacan, J.: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis". Escritos 2, Siglo XXI. Bs As.
1984. Décima edición. Pág. 560/561 (subrayado nuestro).
11 En la última cita de Lacan presentada, falta una frase interrogativa para completar el párrafo: “¿Pero quién
articula que la mentira así percibida implica la referencia a la función constituyente de la palabra?” Este
interrogante lanza un desafío que nuestro trabajo acepta aproximando una respuesta posible. La respuesta de
mayor envergadura se encuentra en las articulaciones que provienen de un lugar que ningún analista puede omitir y
al que recurre el propio Lacan para probar tal devastación: la clínica.
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“La idea de que la psicosis es un intento de restitución de las funciones del sujeto,
intento llevado a cabo por el mismo sujeto, es hoy un lugar común. Se recuerda
menos que la fórmula debe también ser aplicada a la neurosis. [...] la función que
en este caso el sujeto trata de reconstruir es, en primer lugar, la función del
padre.”12
No está de más recordar esta cita sobre todo cuando ella habla de un olvido que
perdura; y servirnos de ella para enfatizar que los efectos de catástrofe simbólica no
debieran preocuparnos sólo cuando se llega hasta la psicosis.
12 Masotta, O.: "Consideraciones sobre el padre en el 'Hombre de las Ratas'". Los casos de Sigmund Freud 3.
Ediciones Nueva Visión. Bs. As., 1979, pág. 9 (subrayado nuestro).
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como referencia fundadora. De allí la decisiva intervención del que se presenta como
padre mostrando un nudo de triple nombre (Real-Simbólico-Imaginario): un existente,
soporte de una Ley que es puesta en escena. Una Ley representada en su doble
acepción; como en lugar de, y en su sentido escénico, teatral.
No se trata entonces de ser padre (el padre no tiene ser) sino de oficiar de padre.
Este oficio no responde a ninguna forma de arbitrariedad sino que es el resultado de lo
instituido por una tradición.
13 Legendre, P., “El inestimable objeto de la transmisión”, Siglo XXI, México, 1996, pág. 62.
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Bibliografía
Corominas, J.: “Breve diccionario etimológico”. Gredos. Madrid. 1972.
Fariña, J.J. & Likes, B.: “Cuestiones éticas y epistemológicas ante la experimentación
psicológica con niños”, en este volumen.
Freud, S.: “Tótem y Tabú”. Obras completas. Biblioteca Nueva. Madrid.
Lacan, J.: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”.
Escritos 2, Siglo XXI. Bs. As. 1984. Décima edición.
Lacan, J.: “Las formaciones del inconciente”.
Legendre, P.: “Lecciones VIII. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre” y “El
inestimable objeto de la transmisión”. Siglo XXI.
Massota, O.: “Consideraciones sobre el padre en el ‘Hombre de las Ratas’”. Los casos
de Sigmund Freud 3. Ediciones Nueva Visión. Bs. As. 1979.
Salomone, G.: “El padre en función”, en este volumen.
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