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Cátedra I Psicología, Ética y Derechos Humanos

Facultad de Psicología, UBA


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RESTITUCIÓN DEL PADRE*


Carlos Gutiérrez

A Joaquín y Camilo

¿Cómo, desde este nivel, ha de procurarse el sujeto? Este es el


origen de la palabra que designa en latín el parir. Es término
jurídico, como lo son, curiosamente por cierto, todas las
palabras que designan el traer al mundo en indoeuropeo. La
propia palabra parto tiene su origen en una palabra que, en su
raíz, sólo significa procurar un hijo al marido, operación
jurídica y, digámoslo, social.
Jacques Lacan1

1. Los nombres de los padres


La desaparición de niños durante la dictadura militar de 1976/1983, y luego
apropiados ilegalmente -en muchos casos por los propios represores de sus padres-,
constituye un grave problema de múltiples alcances.
Más tarde, con la llegada del gobierno constitucional y tras la detección de algunos
de estos niños por el trabajo de los organismos de derechos humanos, se presentó, en
particular, una dificultad de enorme envergadura, cuyos efectos últimos no son aún
del todo visibles: ¿qué destino familiar corresponde dar a esos niños?
Estos, luego de permanecer un tiempo junto a sus padres y vivir con ellos una corta
vida familiar, pasaron a convivir, durante muchos años, con la familia que los apropió y
se ocupó de su crianza. Los niños convivieron con ésta creyéndola su familia de
origen.2
Esta delicada cuestión trajo consigo un abanico de perspectivas donde se han
mezclado profusamente las diversas formas de opinión. El interrogante fundamental
se presentaba a la hora de designar a los integrantes de ambas familias: ¿cómo
nombrar a los primeros?, ¿cómo nombrar a los segundos? Las dudas para designar los

* Fariña, J.; Gutiérrez, C. (comp.): (2001) La encrucijada de la filiación. Tecnologías reproductivas y Restitución de
niños. Editorial Lumen Humanitas. Buenos Aires. ISBN 987-00-0010-X.
1Lacan, J.: “El seminario. Libro 11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Paidós, Bs. As., 1993, pág.
222, (subrayado del autor).
2 Como es conocido, cuando la madre era secuestrada durante el embarazo el niño era entregado al nuevo grupo
familiar inmediatamente después de producirse el parto. Esto no agrega una diferencia sustancial a lo mencionado
como luego quedará claro durante el desarrollo del trabajo.
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vínculos implicaban tomar una decisión crucial para la vida de esos niños ya que se
pretendía ubicar nada menos que el lugar paterno. No era, por tanto, un problema de
tipo práctico, sino que tal decisión dependía del criterio de legitimidad que se
sostuviera sobre la paternidad. ¿Cuáles son los padres legítimos? ¿Aquellos que dieron
origen al hijo o los que durante años fueron reconocidos explícitamente como tal por
el niño?
Como modo de responder a tal situación -y así legitimar la verdadera paternidad-,
surgieron nuevos términos para designar una antigua función. “Padres históricos”,
“padres sociales”, “padres psicológicos”, “padres de crianza”, “padres del corazón”,
“padres de sangre”, e incluso expresiones tautológicas como “los verdaderos padres
son los padres”, son las formas que adoptaron las voluntades para designar al
referente de la filiación3. Estas nominaciones dejan al problema en múltiples callejones
sin salida en la medida que, la mayor parte de las veces, se encuentran marcadas por
algún sesgo ideológico -ya provengan desde alguna pretendida ingenuidad o desde la
manipulación periodística de más de un canalla mediático. De este modo el equívoco
sobre la legítima paternidad permanece oscurecido por diversas militancias.
Pero para ser exactos, no se trata sólo de “términos”. Son los nombres de múltiples
lecturas sobre una antigua función cada vez más horadada y que reclama una
ordenación.
Por nuestra parte querríamos iniciar este trabajo con la siguiente afirmación: es
necesaria una decisión jurídica sobre la paternidad. Comenzar de este modo pretende
ingresar en nuestro tema poniendo de relieve el nudo en el que quedan atados padre y
ley. La paternidad necesita una decisión desde la ley.
Jurídico: del latín juridicus, término compuesto, formado por jus ‘derecho’ y dicere
‘decir’4. Lo jurídico supone la ley atada a la palabra que se dice, a la palabra enunciada
por alguien en particular. Esto ubica al que profiere tal palabra en un sitio de privilegio
a la hora de considerar los avatares de la ley frente a quien la enuncia. Tomaremos dos
ejemplos para desarrollar lo que queremos.
En primer lugar, recurriremos a la referencia bíblica acerca de aquella decisión del
rey Salomón para dirimir la disputa entre dos mujeres reclamando un mismo niño 5.
En segundo lugar nos serviremos, por una razón de tipo documental, del caso del
ex subcomisario Samuel Miara, apropiador de los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo
Tolosa.

3 Paralelamente, las nuevas tecnologías de reproducción humana suscitaron la “ampliación” de la maternidad ya se


haga referencia a la persona a quien pertenece el óvulo fecundado (madre genética), a quien alojó en su vientre al
futuro niño o a quien lo ha parido (madre fisiológica) y (¿por último?) a quien cría al niño (madre social).
4 Corominas, Joan: Breve diccionario etimológico. Editorial Gredos. Madrid.
5 El análisis del este ejemplo retoma y continúa el emprendido por Gabriela Salomone en su trabajo “El padre en
función”, publicado en este mismo volumen. Dejo constancia de mi agradecimiento por ese estímulo.

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Comencemos por la parábola bíblica.

2. El rey Salomón y su corte


Ante el soberano se presentan dos prostitutas reclamando al mismo niño como
propio. Una de ellas –no se sabe cuál-, por aproximarse demasiado a su hijo lo asfixió
acostándose sobre él durante la noche, y ahora reclama un hijo ajeno. Ambas dicen
que el niño vivo es el propio y que el niño muerto es de la otra. No hay testigos fuera
de ellas y no hay forma de constatar la veracidad de los dichos para distinguir a la
verdadera madre de la apócrifa. La situación en esos términos no tiene salida.
Suele recordarse la parábola del Rey Salomón como una astucia del soberano para
descubrir cuál de las dos mujeres había dado vida al niño. Pero ¿cómo es posible
suponer que puede arribarse a una conclusión inequívoca al respecto? Para aquel que
no ha sido testigo del parto no es posible obtener certeza sobre el particular.
Corresponde entonces una aclaración acerca del adagio mater certissima, pater
semper incertus (la madre es cierta, el padre siempre incierto), afirmación retomada
por el propio Freud. Tal afirmación sólo puede leerse en términos biológicos de un
modo restringido. Tal lectura puede llevarse a cabo desde los progenitores pero no
desde el niño en cuestión. Con relación a éste la “certeza” sobre la madre debe
entenderse en verdad como los efectos subjetivos acerca del cuerpo materno, el que,
luego de la indiferenciación del origen, se inscribe como perdido. El movimiento de
alienación-separación del Otro tiene en el cuerpo materno el mapa imaginario donde
desplegarse.
Sobre este punto, el avance de la genética ha introducido un elemento que debiera
inquietarnos. El conocimiento científico logró arribar a la identificación biológica de los
progenitores con un margen de error insignificante. Sin embargo, la información
inequívoca de los estudios genéticos es productora de un conocimiento que no puede
tener una fuerza de inscripción como la señalada. La paternidad como resultado de un
dato de la biología acarrea serias dificultades, e intentar su explicación implica aceptar
un desafío de magnitud. Efectivamente, derivar la paternidad de tal circunstancia es
expresión de lo que Pierre Legendre6 señala sobre el particular. Este autor formula un
análisis que presenta casi al modo de una advertencia. Occidente se encuentra
actualmente inmerso en una política de filiación que hereda la experiencia carnicera
del hitlerismo: la paternidad con relación a una pura corporalidad en perjuicio de la
jerarquía institucional de la palabra.
Obviamente, cuando la información obtenida sobre la veracidad de los genitores
no se corresponde con lo que el sujeto creyó a lo largo de su vida, la aparición de tal
dato no puede resultar indiferente a quien se enfrenta con tamaña noticia. Menos aún
cuando en nuestros días el conocimiento científico ocupa un lugar de ideal tan
vigoroso en la cultura. Pero este tema debe ser tratado de un modo más amplio. Lo

6 Legendre, P.: Lecciones VIII. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre. Siglo XXI. Madrid. 1994.

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que ahora nos interesa destacar es que, para el propio niño, el parto no cuenta como
dato de la experiencia. De lo contrario habría que suponer que la certidumbre de la
que Freud habla, remite a alguna forma de recuerdo de tal suceso, cosa improbable.
Tal certidumbre se sostiene, por lo tanto, desde otro terreno.
En cuanto al padre, la incertidumbre que pesa sobre él, muy por el contrario de
resultar una desventaja, es la ocasión de demostrar que la información que identifica
al genitor es insuficiente para situar la paternidad. La superposición de los lugares
paternos con el dato biológico se ha vigorizado a un punto tal que desdibuja un
principio del derecho romano que rigió el aparato jurídico de occidente y de donde
surge el adagio mencionado. Afirma el digesto romano 2,4,5: Quia semper certa es,
etiam si vulgo conceperit, pater vero is est quem nuptiae demostrant (Mientras que
ella {la madre} es siempre cierta, incluso cuando ha concebido a la ligera, el padre
verdadero es aquel designado por la boda).
En esta formulación el padre es tal a partir de una red de tres, sin relación de
cuerpo a cuerpo con su hijo. La incertidumbre sobre el padre resulta propicia para que
el derecho ubique la verdad de la paternidad a partir de una suposición. Esta
afirmación ficcional muestra su función performativa al operar como sentencia
fundadora: el padre no es cierto, pero la paternidad es verdadera.
Ella sólo se sostiene en tanto función y se reconoce en un doble movimiento. El hijo
puede reconocer a su padre sólo si éste lo ha reconocido previamente. Tal
reconocimiento está sujeto a las leyes de parentesco de cada cultura: red simbólica
que nomina el lugar paterno prescindiendo de la constatación genética. Por lo tanto, si
padre y madre no son lugares que se correspondan necesariamente con sus
respectivas funciones biológicas, si los lugares paterno y materno no tienen como
fundamento último el dato biológico, entonces es posible indicar que el hijo nace tanto
del padre como de la madre.
Padre y madre son los puntos textuales de un mapa donde deberá situarse el hijo
en arreglo a la sucesión de las generaciones, ordenadas por las referencias simbólicas
que las inscriben en una tradición jurídica. En ese mapa el cartógrafo queda por fuera,
pero no por ello ajeno. El diseñador de los trazados no estará en persona -porque no la
tiene, no se trata de un existente-, pero tendrá efecto de presencia en aquel que opere
en su nombre. Aquí queremos ubicar nuestro punto de énfasis: en aquel que encarna
la función y cumple su oficio de transmitir una ley en carácter de agente de la misma.
Volvamos, ahora, a nuestro ejemplo que hemos dejado tan atrás. La disputa entre
las dos mujeres, en efecto, no tiene salida. Pero el rey encontrará una. Ordena que el
niño sea cortado en dos y que le sea entregada una mitad a cada una de ellas.
Geométricamente es la solución perfecta. ¿Cómo calificar a la “solución” del rey? La
decisión de Salomón debe ser señalada como un gesto de fastidio. Una decisión
terrible que expresa un capricho sanguinario. Una arbitrariedad que impone para
saldar un problema insoluble, sometiendo a esas mujeres a una operación de privación
radical. Queriendo un hijo ¿cómo contentarse con la mitad? Queriendo un hijo, la
mitad de eso se parece a la nada...
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La operación llevada a cabo por el rey puede ser leída en correspondencia con el
segundo tiempo del complejo de Edipo: la actitud despótica del padre terrible cuyo
deseo es ley. En esa instancia el padre real hace valer todo el peso de su fuerza. ¿Qué
es el padre real? El que obliga a una doble renuncia: hacia la madre y hacia el hijo.
Salomón es quien introduce esa decisión del corte.
Y frente al corte, cada una de las mujeres, a su turno, dará su respuesta. Una de
ellas -no se sabe cuál y quizás no importe- decide renunciar al niño. Decide cederlo para
mantenerlo vivo. Es entonces cuando, frente a la actitud de esa mujer, la situación
cambia radicalmente. A partir de ese momento -exactamente en el acto de renuncia-
Salomón advierte que ahí hay una madre. No se trata de haber descubierto a la madre,
sino de haber encontrado una madre. La renuncia funda un lugar que Salomón
sanciona como el lugar materno. No hay constatación alguna de la filiación biológica,
sólo la delimitación de una función que Salomón ubica a partir de la renuncia.
A su vez, es la actitud de la mujer la que modifica, determina, la posición misma del
rey. Porque en ese mismo acto el rey cambia su posición. Abandona la arbitrariedad de
su capricho sanguinario para sustituirla por una decisión que recibe desde otro sitio,
como claramente queda consignado en el pasaje bíblico: “...la sabiduría de Dios era
con él para hacer justicia”.
El segundo tiempo del Edipo da paso al tercero en el que el padre se presenta
tocado por la misma ley que transmite y sometido a ella. Oscar Massota lo dice en
estos términos: “Si [...] el padre real no basta para cumplir la función es porque todo
padre debe sustituirse a sí mismo o ser sustituido para funcionar como su propia
metáfora”7.
La crueldad del padre terrible que priva es ocupada ahora por la actitud del que da,
del que otorga; pero que necesitó -como condición previa para tal movimiento- de la
cesión de ese objeto de amor. La distancia entre el padre real y el padre simbólico es la
misma que existe, del lado del hijo, entre el desgarramiento de la carne y el sujeto
dividido.
Una de las mujeres decide ceder el objeto. La otra, en cambio, acepta el
despedazamiento diciendo: “No será ni mío ni tuyo. ¡Partidle!”. Es esa misma cuyo
desmedido amor la había aproximado tanto a su hijo hasta asfixiarlo bajo el peso de su
cuerpo. Si pudo reemplazar un niño por otro en un intercambio indolente, también
podrá en un movimiento metonímico reemplazar a este niño por una mitad. La mitad
de todo al menos es algo; algo con qué quedarse.
Con el reemplazo del niño muerto por el vivo la mujer pretende eludir esa muerte
como marca de la castración. Renegatoriamente busca evitarse el proceso del duelo
como ajuste de cuentas con el objeto perdido.

7 Masotta, O.: "Consideraciones sobre el padre en 'El hombre de las ratas'". En Los casos de Sigmund Freud 3.
Ediciones Nueva Visión. Bs. As. 1979. Página 23.

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La posesión del objeto en cualquier condición es la expresión de una voracidad


ajena al deseo materno que en tanto deseo se encuentra atravesado por la ley. Ahí, en
cambio, sólo se trata de la irrenunciable completud narcisista. Si la madre no está
dispuesta a hacer el sacrificio de su satisfacción desprendiéndolo de sí, pues entonces
será el niño quien deba ocupar el sitio sacrificial como ofrenda en el altar de una
satisfacción de completud que compromete la institución misma del sujeto. En el calor
de ese cariño inmenso el hijo es ubicado en la pira ardiente, abrazado por las llamas de
un amor inextinguible. ¿Qué es una madre? La que cede su objeto más preciado, la
que por su castración se somete a la ley paterna en una renuncia del lado de la cultura.
Para que el orden humano sea tal no basta con el padre, la madre y el niño: hace
falta un término decisivo que es la ley. Ese término ordena las distintas funciones y es
el que permite que de la cría nazca un hijo encadenado a una genealogía fundadora. Es
la instancia de la ley la que instituye y nombra todos los lugares.
Pasemos ahora al otro ejemplo anunciado en el comienzo del trabajo.

3. El ex subcomisario Miara y su orden


Los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa fueron apropiados ilegalmente en
1977 por el entonces subcomisario Miara y su esposa, la Sra. Castillo. Se fraguó la
documentación que acreditaba el nacimiento de los niños utilizando como coartada un
embarazo genuino de la Sra. Castillo; embarazo que no llegó a su término perdiendo el
hijo que esperaba. Este hecho se produce pocos meses antes de la apropiación de los
mellizos, quienes llegan a manos de Miara y Castillo el 16 de Mayo de 1977. Ese día
Samuel Miara lleva los mellizos a su hogar y le permite a su mujer recuperar el doble
de lo perdido.
Miara fue condenado por la justicia por el delito de robo de menores, sustitución
de identidades y falsificación de documentos. Recluido en determinado momento en la
Superintendencia de Seguridad Federal, recibe, junto a su esposa, la visita del Gonzalo
Reggiardo Tolosa. Era un encuentro clandestino: el juez había prohibido el contacto del
detenido con los menores, a la vez que confió la guarda de los jóvenes al tío materno,
Eduardo Tolosa.
En ese encuentro se produce entre ellos un diálogo del que presentamos algunos
fragmentos8 :
Samuel Miara: Yo... ¿sabés qué haría Gonzalo?

Gonzalo Reggiardo Tolosa: Sí.

8 Registrado en audio y difundido por el programa "Edición Plus", emitido por Telefé.

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Miara: El lunes me voy al colegio. Salgo del colegio y me voy a la defensora. Hagan lo
que les parezca. ¿Me escuchaste?
Gonzalo R. T.: Sí, te escuché.
Miara: Punto. A la tarde mamita te da y te compra todas las pilchas. Al otro día te vas
al colegio con la pilcha nueva. ¿Me entendiste?

Gonzalo R. T.: Sí.


Miara: Y se terminó el problema. Cuando el otro [Eduardo Tolosa] te diga algo... ‘No
voy a ir macho. Dejame de romper las pelotas’. O lo cagás a trompadas. Y seguís yendo
al colegio.
Beatriz Castillo: ¿Por qué estás tan asustado?

Gonzalo R. T.: No estoy asustado, no estoy asustado. Pero no entiendo cómo...

Miara: Ignorante del derecho.

Castillo: Inseguro, inseguro.

Gonzalo R. T.: Ignorante del derecho no, pero..., no entiendo. ¿Qué quiere decir..., que
yo me puedo anotar en un colegio aunque el juez esté en contra?
Miara: Sí.
En otro tramo del diálogo el ex subcomisario deviene legislador.
Miara: Nosotros estamos especulando con esta nueva ley que se está por aprobar. Te
faltan dos meses para tener 17. Faltan dos o tres meses para que se firme esta ley. Vos
vas al colegio y que no firme nadie. Vos vas igual. En el colegio te van a aceptar porque
ese es el espíritu de Don Bosco. Yo te voy a enseñar a vos. Vos vas igual aunque nadie
te vaya a firmar. No importa, vos vas igual. Sale la ley... ¿sabés quién te firma la libreta
tuya?

Gonzalo R. T.: No.

Miara: Vos, ¿entendiste?


Este material permite muchos costados para el análisis. Nos centraremos en
considerar el valor que la ley adquiere en esa reunión a partir de la palabra de Miara.
En primer término, señalemos el forzamiento de un encuentro clandestino: el juez
había prohibido el contacto de los procesados con Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa;
transgresión que cuenta con la anuencia cómplice de sus ex camaradas de la Policía
Federal. El lugar prohibido por la ley es el escenario donde Miara se coloca y despliega
su palabra.
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Segundo, el llamado a la desobediencia de Gonzalo a otra de las determinaciones


del juez: que el muchacho fuerce de hecho la decisión del magistrado de que asista al
colegio de La Plata, y que regrese, en cambio, a su anterior lugar de estudios.
Tercero, la convocatoria a que los jóvenes desoigan cualquier reglamentación
(“hagan lo que les parezca”).
Cuarto, la “especulación” con una ley inexistente. En este contexto “especular” con
la ley es una expresión de fuertes resonancias.
La posición de pura arbitrariedad de Miara es una tentación para leer en ella la del
padre terrible de la horda primitiva. Pero en verdad se trataría de un error producto de
la ligereza. Un análisis más detenido no resistiría siquiera una comparación en
términos descriptivos. El padre terrible tiene lugar como un tiempo necesario en el
complejo de Edipo al llevar a cabo una operación de corte, estableciendo una doble
prohibición, hacia la madre y hacia el hijo; ese segundo tiempo que, en tanto tiempo
lógico, requiere del primero y el tercero para constituirse como tal, pone en juego el
deseo paterno como fundamento de la ley. Es el deseo del padre por la madre el que
opera como ley.
En el ejemplo que aquí presentamos nada de esto está presente. Veamos qué
surge de su observación. Especular con una ley inexistente no es una mentira menor.
Sobre todo por provenir de quien proviene. Ese que ahí pretende ubicarse en el lugar
paterno juega a crear la ilusión de una ley que no tiene ni puede tener lugar. El que
juega a una ley inventada, juega a ser el inventor de la ley. En este juego alguien
pierde. Un hijo pierde al Padre porque Un-Padre impostor, usurpó su lugar. Ese
encuentro en el lugar prohibido es el espacio propicio para la pérdida de una función.
Hablar desde el lugar paterno en nombre de la ley, convoca a la prohibición. Miara
en cambio habla desde la usurpación: de ahí no puede surgir prohibición alguna. Por el
contrario, Miara hace un llamado a la más absoluta transgresión. Tras sus palabras
ninguna legalidad queda en pie, sólo la parodia de una regimentación que tiende a
arrasar con toda palabra inscrita dentro del lenguaje.
Estos dos gestos (¿cómo llamarlos?) que fijan la posición de Miara ante la ley
tienen respuestas, por parte de Gonzalo Reggiardo Tolosa, que indican la posición
subjetiva del muchacho frente a cierto vacío. La respuesta del joven a la propuesta de
desobediencia a la decisión del juez -decisión tomada por el representante de la ley- es
de cierta perplejidad (“¿Qué quiere decir..., que yo me puedo anotar en un colegio
aunque el juez esté en contra?”). Ante esta interrogación -mitad perplejidad, mitad
desafío-, Miara, inquebrantable, enfatiza su propuesta: “Sí”.
Frente a otra de las embestidas de Miara contra toda referencia legal como tercero
fundador (la especulación con la “ley”), la actitud de Gonzalo Reggiardo Tolosa
muestra, como en la situación anterior, matices para un análisis revelador de eso que
ahí se produce. El muchacho va en busca de una palabra ordenadora. Espera encontrar
en ese sitio la referencia que organice sus actos y sus límites. Encontrándose frente a
aquel a quien creyó su padre durante años, lo observa “especular” con la ley y no
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puede entender lo que sucede. Es acusado, incluso, de “ignorante del derecho”.


¿Cómo no ignorar, lo que nunca existió, lo que no puede inscribirse porque no ha
tenido lugar o porque su endeblez hizo que se inscribiera accidentalmente? Gonzalo
Reggiardo Tolosa busca algún orden y se encuentra con una orden que expresa -y a la
vez convoca- violencia simbólica y material9.
En el final del diálogo Miara dice “... el que no sabe no puede hablar”; y más tarde
deja caer la conocida expresión “el pez por la boca muere”. No basta con encontrar en
eso la forma enunciativa acerca de que las palabras dicen más de lo que cree el que las
pronuncia. Se trata en verdad de la muerte de la palabra que abandona su función
simbólica para ser sólo instrumento de una operación que empuja al silencio. En esa
boca que miente hay una función que muere.
Lacan lo expresa en estos términos:
“Aún más allá (del lugar que reserva la madre a la palabra del padre, o sea al
Nombre del padre en la promoción de la ley) la relación del padre con esa ley debe
considerarse en sí misma, pues se encontrará en ello la razón de esa paradoja por
la cual los efectos devastadores de la figura paterna se observan con particular
frecuencia en los casos en que el padre tiene realmente la función de legislador o
se la adjudica, ya sea efectivamente de los que hacen las leyes o ya que se presente
como pilar de la fe, como parangón de la integridad, como virtuoso [...], como
servidor de una obra de salvación, [...] todos ellos ideales que demasiadas
ocasiones le ofrecen de encontrarse en postura de demérito, de insuficiencia,
incluso de fraude, y para decirlo de una vez de excluir el Nombre-del-Padre de su
posición en el significante.
No se necesita tanto para lograr este resultado, y nadie de los que practican el
análisis de niños negará que la mentira de la conducta sea por ellos percibida hasta
la devastación”.10
La conducta de Miara es una pura acción sin legitimidad. Sólo la exacerbación de
una potencia de destitución que elimina toda posibilidad de ubicarse como
padre.11

9 Se trata de un desconocimiento de lo que la cultura instituye entre los humanos y que los tiempos que corren
empañan al punto de gestar un individuo libre, autónomo, que adquiere su fuerza en la dinámica del mercado y su
despliegue en el discurso delirante de la libertad. Legendre (op. cit.) lo llama "privatización de la Referencia
absoluta". Por otra parte -y en el mismo sentido- resulta insoslayable mencionar el vasto desarrollo que, desde la
perspectiva de la psicología política, lleva a cabo Narciso Benbenaste acerca de la privatización de lo público
(Benbenaste N., "Autoritarismo democrático", Edición de la UNLZ, Bs. As. 1997).
10 Lacan, J.: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis". Escritos 2, Siglo XXI. Bs As.
1984. Décima edición. Pág. 560/561 (subrayado nuestro).
11 En la última cita de Lacan presentada, falta una frase interrogativa para completar el párrafo: “¿Pero quién
articula que la mentira así percibida implica la referencia a la función constituyente de la palabra?” Este
interrogante lanza un desafío que nuestro trabajo acepta aproximando una respuesta posible. La respuesta de
mayor envergadura se encuentra en las articulaciones que provienen de un lugar que ningún analista puede omitir y
al que recurre el propio Lacan para probar tal devastación: la clínica.
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Las palabras de Miara tienen como destino un eclipse subjetivo en Gonzalo. El


anonadamiento provocado en el muchacho es la prueba de ese oscurecimiento.
Pero a su vez la perplejidad y el no-entendimiento, por parte de Gonzalo,
cuestionan la conducta que miente sobre la filiación, y son el esfuerzo que el muchacho
lleva a cabo para no quedar cubierto por la sombra de un dios oscuro: agujero negro
que corroe los soportes simbólicos en los que un sujeto se sostiene. Estas actitudes de
Gonzalo son una apuesta desde la posición de sujeto por mantener en pie aquello
contra lo que embiste Miara. Ante el rechazo de la ley el joven responde con un
rechazo al rechazo. Perplejidad y no-entendimiento son tanto efecto de eclipsamiento
como reacción frente a una acción devastadora que tiende a abolir la eficacia simbólica
de la palabra.
Miara, con su mentira, hace un intento por velar la verdad de la castración; de la
propia.

La verdad de la castración impone el reconocimiento de una ley que opera


vaciando el lugar de la causa del deseo al dejar caer un objeto irremediablemente
perdido e instituyendo así al sujeto hablante. La ley torna a esto inevitable. El
problema es que, finalmente, la ley puede ser evitada. Se trata de una extraña
operación de saqueo que no consiste en quitar sino en rellenar el lugar vacío de la
causa con una presencia intrusiva que se niega a ser tachada. Otra vez Massota:

“La idea de que la psicosis es un intento de restitución de las funciones del sujeto,
intento llevado a cabo por el mismo sujeto, es hoy un lugar común. Se recuerda
menos que la fórmula debe también ser aplicada a la neurosis. [...] la función que
en este caso el sujeto trata de reconstruir es, en primer lugar, la función del
padre.”12

No está de más recordar esta cita sobre todo cuando ella habla de un olvido que
perdura; y servirnos de ella para enfatizar que los efectos de catástrofe simbólica no
debieran preocuparnos sólo cuando se llega hasta la psicosis.

Cuando la conducta mentirosa se muestra, la legalidad naufraga al no hallar el


soporte que la sostenga. El padre, en tanto agente de una función es aquel que dice la
ley. ¿Qué es el padre simbólico? El que introduce una tercera renuncia, la propia. Se
borra del acto legislativo, tachándose como presunto autor de la ley. Al sustituirse a sí
mismo no se mantiene incólume como fuente de la ley. Renuncia al lugar que lo ungía
con atributos de autoría llamándose a silencio. De este modo se ofrece como la
encarnación necesaria para hacer pasar por su palabra al Otro de la ley, al tercero

12 Masotta, O.: "Consideraciones sobre el padre en el 'Hombre de las Ratas'". Los casos de Sigmund Freud 3.
Ediciones Nueva Visión. Bs. As., 1979, pág. 9 (subrayado nuestro).

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como referencia fundadora. De allí la decisiva intervención del que se presenta como
padre mostrando un nudo de triple nombre (Real-Simbólico-Imaginario): un existente,
soporte de una Ley que es puesta en escena. Una Ley representada en su doble
acepción; como en lugar de, y en su sentido escénico, teatral.

No se trata entonces de ser padre (el padre no tiene ser) sino de oficiar de padre.
Este oficio no responde a ninguna forma de arbitrariedad sino que es el resultado de lo
instituido por una tradición.

Por el contrario, cuando la presencia palabrera de Miara despliega su conducta


mentirosa y hace oír su orden, ¿dónde está el padre? El padre está desaparecido.

4. La política del Padre


Entre las posturas ideológicas -cuyo alcance último es la concepción carnicera de la
filiación- y la proposición simbólica -en cuyo campo se despliega la ley y su efecto, el
sujeto deseante-, asoma la canallada mediática. Esa expresión sofisticada de la
“opinión pública”, no deja de ser una variante más de las posiciones ideológicas al
desestimar la ley sustituyéndola con una concepción vulgar del amor. Destacar como
decisivo el “amor” de la crianza es forjar una variante sentimental que oficia de
coartada para un acto de delincuencia profunda al llamar paternidad a una práctica de
pillaje. Designar como “padres históricos” a los ladrones de niños es una operación
renegatoria de la historia misma.
A diferencia de esa tergiversación se trata de lograr que el padre recupere su lugar.
Ante el rechazo de la ley simbólica -horadando el lugar de fundación-, la legislación
está convocada estructuralmente a dirigirse hacia allí a restituir una función. El
carácter ficcional de la ley -en el que se sostiene su estatuto de verdad fundadora- es
llamado a ese sitio donde los cuerpos se desorientan porque los lugares se han
extraviado; llamada, por lo tanto, a situar “un discurso de la verdad, es decir, un
discurso que remite en definitiva al principio de división fundador. Un discurso así no
es una teoría; es una palabra social, una palabra producida por un montaje dogmático,
de parte de una sociedad que juega su apuesta de estructura de tal modo que al jugar
su propia reproducción implica en ella a sus sujetos humanos, los cuerpos que
instituye, hablándolos. Para cada uno de nosotros, ser hablado por los procedimientos
jurídicos de la sociedad constituye el elemento primero de nuestra entrada en la
vida”13
La ley está convocada a agujerear la consistencia de esa orden de mando
sustituyéndola por un mandato: otorgando una marca genealógica al vaciar el lugar de
la impostura devolviendo el apellido del que no está.
La restitución de niños desaparecidos a sus legítimas familias es en verdad un acto

13 Legendre, P., “El inestimable objeto de la transmisión”, Siglo XXI, México, 1996, pág. 62.
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Cátedra I Psicología, Ética y Derechos Humanos
Facultad de Psicología, UBA
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de restauración de la función paterna. La restitución no es del niño sino del Padre.


Y reingresar al padre a su sitio requiere de algo más que la devolución del apellido.
No sólo en decisiones jurídicas puntuales sino en el replanteo de una política de
filiación que ubique los lugares de Padre e Hijo en la escena de lo humano
devolviéndolos a su posición en la palabra.
Si reintegrar el sujeto a su historia tiene algún sentido humano sólo lo será al
sostener la ley desbaratando la impostura.

Bibliografía
Corominas, J.: “Breve diccionario etimológico”. Gredos. Madrid. 1972.
Fariña, J.J. & Likes, B.: “Cuestiones éticas y epistemológicas ante la experimentación
psicológica con niños”, en este volumen.
Freud, S.: “Tótem y Tabú”. Obras completas. Biblioteca Nueva. Madrid.
Lacan, J.: “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”.
Escritos 2, Siglo XXI. Bs. As. 1984. Décima edición.
Lacan, J.: “Las formaciones del inconciente”.
Legendre, P.: “Lecciones VIII. El crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el padre” y “El
inestimable objeto de la transmisión”. Siglo XXI.
Massota, O.: “Consideraciones sobre el padre en el ‘Hombre de las Ratas’”. Los casos
de Sigmund Freud 3. Ediciones Nueva Visión. Bs. As. 1979.
Salomone, G.: “El padre en función”, en este volumen.

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