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LA VINCULACIÓN DE LA ESTIRPE

REFLEXIONES SOBRE LOS NUEVOS MODOS DE PROCREACIÓN


Françoise Héritier

Natalia Montes Marín

Françoise Héritier es una antropóloga francesa nacida en 1933, fue sucesora de Levi-Strauss en el Colegio
de Francia. Sus estudios se han centrado en gran medida sobre la dominación masculina, el matrimonio,
la familia y otros temas relacionados. Entre sus trabajos más reconocidos están: Masculino/femenino: el
pensamiento de la diferencia (1996) y Masculino/femenino II: disolver la jerarquía (2002). A lo largo de su
vida a recibido diferentes reconocimientos académicos, entre los cuales destaca la Medalla de Plata del
Centro Nacional de Investigación Científica bajo las Ciencias Humanas, otorgado en 1978.1

Síntesis.
El texto que nos compete corresponde al capítulo XI del libro de Héritier titulado: Masculino/femenino: el
pensamiento de la diferencia. Este escrito está dividido en una introducción y diez apartados bien
diferenciados según ciertos enfoques. En este sentido, considero pertinente detenerme en cada punto para
dar una idea sintética y acertada de su contenido.
-Introducción.
Así como la reproducción es un aspecto presente en todas las sociedades, los problemas que la
caracterizan también lo están. Definir qué es lo que garantiza la legitimidad de pertenencia al grupo;
establecer aquello que caracteriza la identidad de una persona dentro de un continuum biológico y social;
reglamentar los derechos y deberes del individuo y aportar una solución a la esterilidad, son algunas de
las complicaciones que se presentan.
Desde este punto de vista, la antropología se concentra en aclarar el tema de la inserción de los nuevos
modos de procreación y comparar fórmulas de parentesco para hallar constantes y tendencias marcadas.
Por ello, Héritier considera que: 1. Se deben tomar en cuenta los avances científicos sobre la reproducción
y la genética humana que se han ido desarrollando en los últimos años y 2. Se debe conservar la premisa
de que todo sistema de pensamiento y todo sistema social están fundado en el análisis crítico de lo
biológico. No es de extrañar entonces que, por una parte, las reglas que rigen la filiación estén conectadas
al cuerpo humano y por lo tanto a la diferencia, y por otra, que la aproximación física presente o ausente,
siga sujeta a una reproducción sexuada.
La primera constante que se puede sugerir de acuerdo a la observación de los hechos, es: NO tiene
sentido creer que lo social se atribuya a lo artificial porque lo biológico o genético se adscriba a lo
natural. Tanto los sistemas de filiación y parentesco como las modalidades de alianza y familia, se basan
en datos sociales, no biológicos, y esto es visible en diferentes sociedades.

1 Portal “France Inter”. Ver el siguiente link: https://www.franceinter.fr/personnes/francoise-heritier

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-Innovaciones que no lo son verdaderamente…
Héritier defiende que no hay bases sólidas para hablar de innovaciones en las nuevas formas de filiación
que integran la procreación medicamente asistida, por el simple hecho de que aún es vital la reproducción
bisexuada. La autora explica que las fórmulas de filiación ya están prescritas y que sólo en base a las
teorías utópicas de clonación se puede creer en fórmulas radicalmente distintas donde desaparece aquel
carácter bisexuado.
En este sentido la segunda constante es: La filiación es social porque consiste en la apropiación que
tiene un grupo, de una sola de las fórmulas posibles a partir de la reproducción sexuada y el margen
de libertad es reducido.
-El vínculo social prima sobre el biológico
Hay dos maneras de concebir la unión procreativa en todas las sociedades: 1) Unión Legítima: basada
en acuerdos, eventos religiosos o civiles, pagos, prestaciones compensatorias, entre otros, que garantizan
legitimidad a la descendencia en un grupo; 2) Unión ilegítima: para explicarla la autora toma como ejemplo
a los Samo. Ellos son patrilineales y consideran obligatorio que el hijo tenga un padre. Si una mujer no
tiene marido legítimo desde la infancia, el hijo pertenecerá al grupo de un hombre que designará como
padre. La importancia del tipo de vínculo entre los Samo se debe a que los hijos representan una riqueza
para el grupo. La presentación del hijo ante los parientes es crucial para integrarlo en la memoria grupal y
en la genealogía familiar, además ese vínculo determinará especialmente sus derechos.
No hay sociedades que tomen en cuenta únicamente el engendramiento biológico, todas lo diferencian de
la filiación socialmente definida y dan más peso a lo social que a lo biológico. Así, la filiación no es un
simple derivado del engendramiento, es una construcción social.
-El hijo y la persona
El engendramiento y la filiación social dan cuenta del estatuto del hijo, son los que definen sus derechos y
deberes sociales y dan sentido al sistema de representaciones y actitudes relacionadas, en parte, con lo
genético. Aquí se halla una tendencia: El niño no tiende a considerarse como un ser humano único y
completo cuando nace, poco a poco sus componentes propios se mezclan con los de sus progenitores,
quienes también los recibieron de sus padres. Dicho de otra manera, es la identidad social reconocida
del niño, la que asegura su existencia como ser humano.
-Deseo, pero sobre todo deber de descendencia
Más que querer tener un hijo, se trata del deseo de descendencia y realización y del cumplimiento de un
deber ante uno mismo y la colectividad. Héritier menciona que el matrimonio y la descendencia son
deberes que tenemos con nuestros antepasados. En muchas sociedades las mujeres sin descendencia se
tratan como niñas y al morir se entierran sin honores en el cementerio de los niños. En este sentido, la idea
primordial es que la descendencia asegura la continuidad de una cadena y la posibilidad de que uno
mismo pueda ser un antepasado.
-La desgracia de la esterilidad
La esterilidad tiende a ser asociada principalmente con las mujeres, se concibe como una desgracia
biológica suprema que repercute en las relaciones sociales. Entre las causas que se le han atribuido,
están la “venganza de los colaterales muertos sin descendencia y celosos de los vivos que triunfan allá

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donde ellos fracasaron” (Héritier; 1996: 259) y desgracias fisiológicas que pueden tener también relación
con la cooperación de los antepasados de alguno de los cónyuges.
-“La palabra hace la filiación y la palabra la retira”
El celibato y el ascetismo se valoran en algunas sociedades por estar sujetas a creencias relacionadas
con un estado de perfección y salvación. Sin embargo, eso no implica que el deseo de continuidad de un
linaje no exista.
La descendencia contribuye al recuerdo y por lo tanto a la supervivencia de los antepasados, pero en vista
de que también existen desgracias biológicas como la esterilidad, la muerte de los hijos, la impotencia,
entre otras, hay numerosas sociedades que cuentan con instituciones para hallar solución a estos
problemas.
-Soluciones sociales al problema biológico de la esterilidad
Lo que se quiere solucionar es la desgracia que denota la falta de descendencia. Los modos de solucionar
el problema son diversos. Héritier argumenta que puede haber equivalentes directos de las técnicas.
Mientras en el universo científico se habla de métodos como: fecundación in vitro, extracción de ovocitos
o embriones, entre otras. Desde la etnografía se observa un ocultamiento de la esterilidad masculina por
parte de las instituciones de algunas sociedades como los Samo y los Haya, razón por la cual existen
maridos estériles con descendencia. Instituciones de ese tipo permiten llevar a cabo el equivalente de una
inseminación natural con donante y la utilización pagada de un vientre para el provecho de un hombre o
una pareja.
-La mujer a la que se llama “padre”
Entre los Nuer, una mujer estéril es considerada como un hombre, que como padre, tiene derecho a que
se le atribuya una descendencia. Como la mujer Nuer estéril adquiere un estatus masculino, en el momento
en que regresa con sus hermanos, se considera como tío de sus sobrinas y recibe compensación
matrimonial por ellas. Además, esta mujer-hombre tiene derecho a obtener una esposa de la cual será el
marido. La descendencia se asegura porque un criado de una etnia extranjera presta servicio en la cama
a la esposa. No obstante, los hijos serán de la mujer-hombre porque es quien ha transferido ganado, los
hijos llevan su nombre, le llaman “padre” y la reconocen como progenitor. En este sentido lo femenino y
masculino no depender del sexo. Aquí la mujer se desempeña como hombre en toda su extensión social.
-Hijos que tienen varias “madres”
Literalmente, no hay instituciones sociales equivalentes a la donación de ovocitos o embriones. Sin
embargo, se puede asociar el caso de los Haya, entre los cuales un hombre cede temporalmente su esposa
embarazada a otro con una esposa estéril. Esto se hacía para donar un hijo, por consiguiente, la nueva
filiación se sobreponía a la anterior.
Otros casos como el de los tupi-kawahib del Brasil que practican la poliginia, expresan una indiferenciación
por la crianza de los hijos. Como regularmente las esposas están emparentadas, todas crían los hijos de
todas sin preocuparse por quién es la madre biológica. Esto refiere una especie de maternidad colectiva.
Entre las familias polígamas Mossi de Yatenga, la madre regularmente no es la madre social y el hijo sólo
se entera en su adultez de cuál fue la madre que le dio a luz. De esta manera las mujeres estériles o
quienes han perdido sus hijos, se benefician del cuidado de los hijos “ajenos” porque a cambio adquieren

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su amor. Otras instituciones sociales también adoptan medidas relacionadas como el caso de los Yoruba
de Nigeria y las madres portadoras.
-Los hijos nacidos de un padre difunto
Algunas instituciones son equivalentes a la inseminación post mortem. Un ejemplo se observa en el
levirato. Éste implica que el hermano menor del marido muerto se casa con la viuda y procrea con ella en
nombre de su hermano muerto. Entre los Nuer, el matrimonio fantasma consiste en que al morir un hombre,
un pariente próximo toma de su rebaño para pagar la compensación matrimonial. Por lo tanto, como el
ganado con que se pagó la alianza era del difunto, entonces se procrea en nombre de él. En estos casos
los hijos tienen claro que: su padre social o pater es el difunto y su progenitor será llamado según la relación
de parentesco que les une. Dicho de otra manera, el término designado al progenitor depende del
parentesco que hubo entre el pater y el progenitor. Si su progenitor era hermano de su pater, entonces su
progenitor es su tío.
En este sentido, todas las fórmulas que se piensan posibles ya han sido experimentadas en sociedades
concretas. Esto solo es posible porque se sustentan en la ley del grupo, están inmersas en la estructura
social y en el imaginario colectivo. La ley de grupo debe tener claros los elementos de su filiación, los
derechos de sucesión y herencia. Es bastante complicado que una decisión individual corte los lazos de la
filiación, porque el peso social es primordial.
-Derecho colectivo y reivindicaciones individuales
La ley francesa de 1972 expresa, desde un punto de vista antropológico, que para reivindicar un hijo se
puede remitir a la filiación social legítima, a la voluntad o a la verdad biológica. Esto lleva a la siguiente
cuestión: ¿se puede integrar también la verdad puramente genética?. Hay ciertas complicaciones, por
ejemplo: En la inseminación con donante o de la cesión de ovocitos se restringe la donación por parte de
familiares de las parejas estériles. Los conflictos familiares que surgen con el nacimiento de un hijo así
concebido, son causa del incesto de segundo tipo. La pregunta entonces es: ¿por qué hay una tendencia
en preferir que las cosas se resuelvan entre familia?. Héritier piensa que se puede tratar del deseo antiguo
de mantener la continuidad del linaje.
Finalmente, la autora no deja de recordar que lo social no puede reducirse a lo biológico ni a lo genético.
Como se puede observar a lo largo del texto, la vinculación de la estirpe se gesta en una relación entre lo
biológico y lo social, pero sin duda es lo social lo que pesa más.

Bibliografía.
HÉRITIER, Françoise, “La vinculación de la estirpe. Reflexiones sobre los nuevos modos de
procreación”, en: Masculino/femenino: El pensamiento de la diferencia, Barcelona, Editorial Ariel,
1996, p. 251-272.

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