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Hijas del olímpico Zeus y la titá n Mnemó sine, representan cada una un género
lírico o un conocimiento, desde la pastoril, pasando por la astrología, la comedia, el
drama, la tragedia, etc. Es mediante su influjo que el poeta/compositor trasciende su
condició n de simple mortal para transcribir el discurso divino, elevando en el proceso
el lenguaje comú n, volviéndolo un vehículo para la historia, el conocimiento, el deleite,
lo turbulento, lo horrido, da igual; todo cuá nto su intensidad eleve a la categoría de lo
sublime.
Es, de cierta forma, darle un orden al mundo desde las propias nociones
ordenadoras de la existencia. Los griegos, desde sus conceptos paradigmá ticos
(pathos, fatum, etc.) y sus formas compositivas (el dá ctilo, el yambo, etc.), generan un
orden esencial a su mundo; un mundo violento, atravesado por la nostalgia a un hogar
perdido, por los dolores de un camino de grandes vicisitudes, donde la vida de los
hombres parece azarosa e injusta en una micro escala, pero revela trayectorias
ignoradas y colisiones inevitables cuando la vemos desde el ojo divino, arquitecto de
estos planes secretos. Así, los griegos cargan de sentido cualquier acció n: guerras,
muertes, pestes, todo obedece a un sentido, todo viene calculado a priori. Esto es un
reflejo de lo que Luká cs (1885-1971) denomina la inmanencia de la épica: la
correspondencia de acció n y sentido en unidad, sin recurrir a lo externo,
determinando así un universo donde todo cuá nto ocurre tiene un sentido, una causa,
amparada en lo divino y lo humano (quizá s imá genes especulares entre sí):