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EL DIA en la lírica: arcaica y rupestre.

¿Y con qué fin toda está dialéctica en historia? /


¿Para qué ir al paraíso estando muerto /
¿Para qué alcanzar la gloria estando vivo
si la gloria está muy lejos de este huerto?

Roberto González. El huerto.


Álbum, Sesiones con Emilia. 1980.

Si hay algo común entre los seres humanos, del pasado, presente y del futuro, que
esencialmente los vincule y les forme el carácter, sin duda es el día. El día, como
umbral de acontecimiento de la existencia humana. Aun cuando tal umbral, que
también es horizonte, se observe y vivencie distinto, diferente, diverso y plural
desde la percepción, preocupación y actividad teórica y práctica de la humanidad en
cada periodo cultural y por tanto histórico. Desde luego, en el plano especulativo y
formal el día se advierte como homogéneo, regular e idéntico. Todos los días son
iguales y la vida sigue siendo la misma, continuamente resuena está expresión en la
calle o en cualquier sitio. Pero, en el plano pragmático y experiencial vital de cada
persona el día se atestigua como realidad múltiple: en forma, en contenido, en
sentido y en temporalidad. El día, es una clave de comprensión a las interrogantes
sustantivas que en su devenir las sociedades se plantean.

El día es un umbral cuyo reino primordial es el devenir. Cuando el devenir


interviene, es decir, afecta, el mundo mental y afectivo humano, entonces, nada es
necesario. Todo es contingente y azaroso. El umbral sitúa al hombre en los abismos
del <entre>>, e <<intervalo<< o <<alternancia>> de la vida y la muerte, pasado y
futuro. El “entre”, esto es el umbral, también como horizonte, siempre es un aquí,
un ahora, o sea, puro presente que se formula en relación al anterior y al posterior.
No solamente como adverbios de tiempo sino como concreto y singular y nunca
general existir. El intervalo o los umbrales, como escribe Byung-Chul-Han: “son
zonas de olvido, de perdida, de muerte, de miedo y de angustia, pero también de
anhelo, de esperanza, de aventura, de promesa y de espera. El umbral, en muchos
sentidos, también es una fuente de sufrimiento y dolor” 1. El día, como la vida, según
Roberto Gonzáles:

Hay también quien afirma que tan sólo es sufrimiento / soportables nada más en el
olvido / el que canta va buscando algún sediento / para echarle encima su vaso
vacío. (El huerto, Roberto González, en Sesiones con Emilia)

1
Chul-Han, Byung. El aroma del tiempo, p. 59. Herder.
Desde el despertar de la humanidad advienen dos narrativas distintas para referirse a
los sucesos: la épica y la lírica. La primera ostenta como referencia el pasado
mítico, remoto y extraño. Pasado lejano muy lejano de la humanidad, cuyos
protagonistas, no son tanto los hombres sino los titanes, los dioses, los semidioses,
las nifas, las magas, etc. Todos estos seres encarnan una fuerza o condición de la
naturaleza que se impone, por tanto, a las pasiones y decisiones del hombre. El
destino esta echado. Por supuesto, destacan las hazañas logradas por humanos,
quienes, auxiliados y favorecidos por alguna inspiración y fuerza divina, llegan a
convertirse en héroes y en ocasiones subversivamente emprenden una revuelta
contra los inmortales del monte Dicte. Por supuesto, así la pasará, pues los
olímpicos son inquietantemente vengativos, y las represalias contra los que se
oponen a sus planes son una muestra de que no están dispuestos a cederle el trono a
los mortales. Aun así, la épica o epopeya da cuenta del pasado pletórico, excelso y
heroico de la humanidad. El escenario de la épica es el terreno de las batallas en
donde se compite por afirmar el destino mediante la lucha cuerpo a cuerpo y las
habilidades y sagacidades para manejar las armas, pero también en las competencias
o juegos deportivas.

La segunda forma de dar cuenta de los sucesos humanos es la lírica. La lírica tiene
como referencia primera al presente, a la actualidad, es decir, al ahora, el aquí, el
día. Mucho antes de que apareciera el pensamiento filosófico encarnado en el
Logos, primero lo fueron, como forma de pensar el mundo, la poesía y la metáfora,
como su vía de expresión. Propiamente, la lírica, era la forma literaria empleada
para expresar tanto el pensar como el sentir, como lo fue la épica para la edad
anterior, y en gran medida será la tragedia en el comienzo de la edad clásica griega.
En palabras de Friedrich Schlegel:

En la más hermosa Edad de Oro de la lírica griega, la prosa y la elocuencia


pública todavía estaban en la cuna. La música y un lenguaje poético rítmico y
mítico eran el elemento natural para las efusiones de los bellos sentimientos
masculinos y femeninos, y también el verdadero órgano de la alegría festiva
popular y del entusiasmo público.

Desde los tiempos de la Grecia arcaica la lírica se ha mantenido como una manera
de expresión de los acontecimientos o sucesos del día. Nada más que, mientras la
épica tiene como fondo la lucha bélica en el campo de batalla, la lírica encuentra
carta de ciudadanía en el escenario de la vida citadina. La ciudad como horizonte,
como fondo. C, Maurice, Bowra, en el texto de Historia de la literatura griega
comenta este hecho de suma importancia y en el que se puede apreciar que la poesía
como cualquier otro tipo de manifestación espiritual es un resultado de las
transformaciones sociales y de la vida material de las sociedades:
Cuando la era de las monarquías heroicas de la aristocracia, más bien halladas y
menos belicosas, la literatura experimentó un cambio correspondiente. Las
emociones y experiencias militares sustituyen a las viejas historias; la poesía viene
a ser obra de aficionados, a la vez que de profesionales; se vuelve más íntima e
inmediata. La primera manifestación de este cambio es el dístico elegiaco,
variedad del hexámetro épico encaminado ya al verso lírico, que se mantiene desde
el siglo VII a.C, hasta los últimos días de Bizancio2.

Sin duda, en todos los tiempos hay una relación entre la literatura y los sucesos
cotidianos de las ciudades. La lógica de la vida citadina transcurre en una
temporalidad que da lugar a que las fábulas, los mitos, las tradiciones, hábitos y
costumbres, así como las incidencias las denuncias se conviertan en un instrumento
y en ocasiones también fundamento pedagógico para poner a la luz las formas de
pensar y de sentir de sus habitantes en voz de poetas, trovadores, juglares, cantores
y en ocasiones de los propios ciudadanos. La función de divertimento, el carácter
didáctico y exhortativo a promover actitudes correctas en los hombres son trazos
propios de la lírica, de la lírica arcaica y la lírica rupestre. Ambas tienen como foco
central la vida común del hombre trascurrida día a día, principalmente en las zonas
urbana. Son poesías y canciones a la orden de la circunstancia. Del ser y del
padecer la existencia.

Un lírico arcaico decía lo siguiente:


Para los dioses todo es fácil. A veces levanta / del infortunio al hombre que está en
el suelo / oscuro. Otras, derriba. / Al que va a paso firme / lo hace caer de
espaldas. / Muchos males le acechan: / rota la mente, el hambre, el extravío.
(Arquíloco)

Un lírico rupestre deja saber que:


En la avenida están llorando / Los coches y los “tira” van aullando / Ya no me
importa si vendrá de nuevo el día / A quien le puede interesar / Cola de gato, cara
de borracho / Ojos de obsidiana, de obsidiana. (Fausto Arellín)

Los arcaicos, en general son todos aquellos que pertenecen a la Grecia Arcaica,
período largo que designa un universo muy extenso, amplio y profundo; denso,
primigenio, original. Este periodo desarrolla una vida propia en la que hay
producción de conceptos, visiones de mundo, cosmologías y antropologías, valores
e ideas de gobernabilidad; lo envuelve un horizonte mítico, religioso, mantico,
poético. Conocido este periodo como el paso del mytos al logos. Lo cual señala que
2
C, M, Bowra, en el texto de Historia de la literatura griega p. 30. Fondo de Cultura Económica.
Méx., 2008.
anterior al logos había o hubo una manera distinta de pensar el ser y el existir.
Primero la poesía luego la filosofía. Antes de la ciencia fue la sabiduría o antes del
reino claro y evidente del concepto está el universo difuso, ambiguo y oscuro de la
metáfora. La edad arcaica va desde Hesíodo hasta Píndaro y Baquílides, pasando
por los 7 sabios, la filosofía pura o de la naturaleza, la fábula, la tragedia, la
comedia3. Amplia etapa cultural.

Los rupestres, son “esos” quienes un día asaltaron chidamente la escena cultural del
“De efe” durante los primeros años de la década de 1980 y cuya voz cobró fuerza
inmediatamente al Terremoto del 85, para hacer retumbar y estremecer nuevamente
la Ciudad con sus musicogramas o esas rollitas que hicieron sentir y arder la piel y
la conciencia (todavía) de un gran sector de la población, otorgándole la palabra,
sobre todo, a sectores marginados y desfogando todo el impulso contracultural de
una creatividad y expresión que por décadas había sido prohibida, sistemáticamente
negada, suprimida. Como desesperadamente expresaba el buen “Daga”, es decir, el
Gerardo Enciso:

No puedo echarme un toque ni leer a Marx, / ni echarme un cachondeo con mi nena


allá atrás, / ni traer el pelo largo, / ni rocanrolear, / no puedo ir a la escuela ni a
trabajar. (Gerardo Enciso. Parada suprimida)

Durante esos tanáticos años ochenta, Alex Lora testimoniaba que: “Únicamente
podía tocar el hijo de Díaz Ordaz” (Alex Loran, en soy un chavo de onda), la demás
banda tenía que buscar sus propias zonas de expresión: la vecindad, los hoyos
fonkie, los patios y auditorios escolares, los reclusorios, la calle y la banqueta; listos
para salir corriendo cuando la “tira” se hacía presente para el apañon, ante lo que la
banda respondía como podía. Por supuesto, con botellazos, pues botellas era lo que
sobraban. Así lo deja saber Guillermo Briseño y Jaime Moreno Villareal en esa rolla
titulada: “el botellazo”, en el disco de Está … valiendo el corazón.
Reventó / Vino el botellazo; / Se prohibió el rock ese día, / Por falta de garantías. /
(…) -¡No le tiren al pianista! / -¡¿Qué se traen con el bajista?! / ¡Me van a romper
mi lira! / ¡se los va llevar la tira! / ¡muestren su ciudadanía!, / ¡más respeto pa’l
artista!. (El botellazo. Guillermo Briseño y Jaime Moreno Villareal. Disco: Está
valiendo … el corazón.)

Tanto para Herman Fränkel, como para Bernardo Barruecos Frank, las obras líricas
son “poemas y canciones breves”, de estilo y metro diferentes, incluyendo lo
elegíaco”4. Berruecos Frank, en Poesía arcaica griega detalla lo siguiente:

3
Véase: Fränkel. Herman. Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica. Edit. Visor, col. La balsa de
medusa # 36. Madrid 1993.
se trata de poemas de circunstancia y de ocasión (...) destinados a ser recitados o
cantados frente a públicos específicos y diseñados para generar ciertos efectos en
sus oyentes, constituyéndose así en la voz colectiva de la comunidad y erigiéndose
en el paradigma de comportamiento y en la guía de orientación vital, política,
marcial y religiosa5.

La poesía lírica, pues, significo literalmente “aquello relativo o lo relacionado con la


“lira”, de manera que un poeta lírico es aquel que representaba sus poemas con el
acompañamiento de la lira. Un término importante a este respecto fue Melos, que
significa “canción” o “melodía”, y que fue utilizado por varios de los poetas líricos.
La fuerza mágica de las palabras inherente a su materia fonética, a su ritmo vital y a
su realidad ontológica la representan asimismo los arcaicos y rupestres con
inigualable eficacia. La magia de las palabras arranca de la condición en la que el
significante, que puede ser un fonema, un símbolo musical o un icono visual, está
ontológicamente unido a las sombras de las cosas, en el sentido metafísico que el
concepto de sombra tiene para las culturas ancestrales; sustancia animada y
metamórfica inherente a todos los seres. Ahí las sombras tienen vida, música y alma
propia. Decía Solón, uno de los 7 sabios de Grecia, que:

La mente (espíritu, voluntad, nous) de los inmortales / se oculta a todos los


hombres. … No hay hombre feliz. Todos son desgraciados / cuanto Helios
contempla desde arriba. (Solón)

También Rodrigo González escribía esto:


un requinto de jazz, / fugaz e improvisado; / una imagen en el aire, / de un pintor
apresurado (Rodrigo. Rock en vivo)

Sin duda que lo que está en juego en el horizonte de la mirada lírica, arcaica y
rupestre, es la condición existencial del hombre que deviene durante el día. El día es
de naturaleza ontológica y todo lo que en éste suceda tiene forzosamente que ser
existencial. El día se llena de incidentes, de esto, de aquello, de poco, de mucho.
Como canta Armando Rosas:
Un peso aquí y un peso allá / rasguñando, / porque esta vida poco da; / un domingo
un domino en la mesa, / un vaso de cerveza / y un buen concierto recordar.
El hombre no puede sustraerse o abstraerse del día. Situarse y permanecer al margen
del día es imposible. El día no cesa de acontecer; el día también es la mañana, la
tarde, el amanecer; el día son todos los tiempos en que puede ser dividido, más no

4
Fränkel, Herman, Poesía y Filosofía en la Grecia arcaica. P. 137. Col. La balsa de medusa, 63.
Edit. Visor, Madrid 1993.
5
Berruecos Frank, Bernardo. Poesía arcaica griega. Siglos VII-V a. C. T. I. p IX-X. Universidad
Nacional Autónoma de México. 2018.
es la suma de estos momentos. El día, quizás, sea la única medida real de tiempo de
la que dispone el ser humano para apercibirse en el mundo. Y tal vez el día ni
siquiera sea de carácter temporal sino relacional. Es el continuo suceder. El día lleva
a la conciencia en su viaje; la conciencia cae con el día y se levanta con él. El día
jamás termina. Al igual que no hay día que no se llegue (ni deuda que no se pague)

Bajo la lupa de la lírica arcaica y rupestre todo lo existente es cambiante. La


realidad es al modo de un fugitivo sueño y posee la intensidad del agitado e
inquietante mar; el día, al igual que la verdad no puede por tanto ser de carácter
conceptual, de ahí se sigue que no sea posible un lenguaje que atrape y fije el
suceder del día y el acontecer de la verdad, pues, las palabras simples y a veces
coloquiales que la lírica arcaica y rupestre emplea evaden todo carácter fijo, de
consistencia lógica. Al día lo llena el azar y lo colma la posibilidad. En la Grecia
antigua, sentenciaba Arquíloco, lo siguiente: Azar y Destino, Pericles, todo le dan
al hombre (Arquíloco), es decir, relativismo puro hay aquí para el hombre, pero es
un destino fijado por los dioses.

En la década de los 80´s Jaime López, cantaba que:


El Sol escupe su limosna cruel por la banqueta, en fiebre de oropel (Alma de
tabique, Jaime López. Oficio sin beneficio)

Aunque, el Sol es nuevo cada día, y no puedes tapar el sol con un dedo, ni alumbrar
tu camino con una vela. Esto sentenciaba Heráclito.

La noción del día aparece ya en las partes más modernas de la epopeya en un


discurso de la Odisea. Ya cuando Ulises ha regresado a Ítaca y ajusta cuentas con
todos los pretendientes de su bella y seductora esposa: Penélope. El divino Ulises
hace una demostración de su destreza en el sometimiento de sus enemigos por vía
de la fuerza física, pero también muestra lo sabio que ahora es en la palabra. Canto
XVII de, sobre la pelea entre Ulises e Iro, el mendigo. Ahí, Homero ha dejado
escrito lo siguiente:
“Voy a decirte algo, escúchalo y entiéndelo; / de todo lo que anda en la tierra y
respira/ y come, no hay ser más quebradizo que el hombre. /En tanto dan los dioses
virtud y sus rodillas son ágiles, / no piensa en que algo malo puede avecinarse; /
más cuando imponen su pena los dioses felices. / lo soporta forzado con ánimo
paciente / pues la mente del hombre en la tierra cambia, / como el día que envía el
padre de los dioses.” 6

6
Fránkel, Herman, p. 138.
La poesía lírica está, en cierto sentido, al servicio del “día” y es “efímera 7”, tanto
como el propio hombre en su acaecer.
Criaturas efímeras: ¿qué sois y qué no sois? El hombre es una sombra de sueños.
Pero, cuando llega el don divino de la gloria, un resplandor radiante y una
existencia feliz cubre a los hombres (Píndaro) (Arquíloco. Fränkel p 462)

Rodrigo González escribía lo siguiente:


Cuando tenga la suerte / de encontrarme a la muerte, yo le voy a ofrecer / todo el
tiempo vivido y este vaso henchido / por un distante instante, /un instante de olvido.
(Rodrigo González. Rockdrigo. Disco: Hurbanoistorias)

El hombre es por completo efímero, es decir, sometido al día y entregado a su


cambio. Aquí está la dirección o dimensión en la que la existencia se comprenderá
desde la poesía y canto lírico. Armando Rosas, en invención para tragafuegos y
cuarteto rupestre escribe lo que sigue:
Con todo, vivo en tu lumbre, me derrito en tu infierno. / Con todo, no oigo consejos
ni proverbios de viejo. / Me cantan las madrugadas un presagio de invierno, / Y me
despierto, / Y me despierto muriendo, / Y me desnuda / Un sentimiento de acecho.
(Armando Rosas. Invención para tragafuegos y cuarteto rupestre)

Par Berruecos Frank, los poemas líricos están claramente anclados en el presente e
incurren en declaraciones explícitas en la primera persona del singular y del plural.
Oigamos a Píndaro. Dice éste:
Quiero buscar los placeres del día, / Y tranquilo, viajar a mi vejez, y al destino /
Asignado. Todos morimos; / (Píndaro)

Si el espíritu humano es tan completamente transformable y sí el instante que


modifica el ser cambia también radicalmente la imagen del mundo, la situación
eventual de la propia persona adquiere una importancia sobresaliente. El hombre es
por completo “efímero”, es decir, está sometido al día y entregado a su cambio.
Arquíloco, el fundador de la lírica griega, dice en uno de sus poemas:
Tiene el hombre mortal, Glauco, hijo de Léptimes, / el ánimo como el día que Zeus
manda, / y piensa como aquello en que trabaja.

Bajo la misma intención, en el disco de Hurbanihistorias, en instante distante,


expresaba Rodrigo que:

7
Fránkel p. 138
Si tuviera ilusiones / si existieran razones locuras /mentira pasiones /no habría
necesidad / de pasarme por horas bebiendo cantimploras / de esta gis soledad / de
esta eterna ansiedad.

Como podemos apreciar, hay en la lírica arcaica y rupestre una mirada que abre el
acceso a un reino que se encuentra más allá de las palabras o de los discursos bien
estructurados que atan la existencia a previas categorías o primeros principios. Tal
mirada puede ser calificada como relación con el misterio de otra realidad, de otra
verdad, de otros valores. Esta mirada poética de estar fuera de los límites de lo
permitido es lo que le otorga al arcaico y al rupestre no solamente su función
divertida o diver-siva, sino también un aura oscura y atemorizadora. Y también,
dicha mirada, explica la actitud de comprensión del individuo frente al abismo de la
vida y de la muerte y, por otro lado, el desacato a la autoridad: de la “tira” y del
poder de lo institucional. Los arcaicos y los rupestres están ligados a la negatividad
del pensamiento.

El día como centro de la lírica arcaica y rupestre recorre asuntos como el amor, el
odio, la fiesta, el vino, la comida, pero también, el valor, el honor, el placer y el
dolor, así como la amistad, la belleza, la guerra; y desde un ángulo ontológico, la
estructura de la existencia y los horizontes de sentido están presentes en los cantos
elegíacos, en las odas y epigramas. Aunados a los rasgos de actualidad de los
acontecimientos. Para los poetas líricos, arcaicos y rupestres, es un hecho
inobjetable que, en los sucesos, siempre contingentes y azarosos del día, lo que
acontece no es si no y el ser y existir. Así, el día y el existir son uno y lo mismo, lo
uno y lo otro en los intervalos del devenir. Alegrías y pesares, Azar y Destino.
Lluvia, frío, que son soportables con un buen vino y compañía. Alceo, amigo y
amante de Safo, decía que: En invierno, se bebe porque hace frío: Zeus manda la
lluvia, y del cielo cae / una fuerte tormenta, el agua se congela … / Para romper el
frío, enciende fuego, / echa en la cuba, sin medida, / dulce vino, y coloca / un
mullido cojín en tu cabeza.
Y completaba cantando Alceo, que: No hay que entregar el corazón a la pena, /
nada se gana con la pesadumbre, ¡oh Baquis! La mejor cura es / hacerse con vino
y emborracharse.

En la lírica rupestre lo doméstico, lo regular e incidencias del cotidiano vivir


también revela los procesos de rutina y de sobrevivencia por las que atraviesa el
individuo común: un desempleado “buscado trabajo”, los días de la semana
levantándose temprano, comprando el periódico, haciendo largas colas llenado
papeles hasta que (le) decían que luego (le) hablarían; una secretaria con las manos
sobre la máquina de escribir, contestando llamadas día tras día sin sentir; o un
obrero que mira para sus adentros y únicamente encuentra puras cuentas que pagar:
me asomé a mis adentros, sólo vi viejas cuentas y una manera insólita de
sobrevivir, miré hacia todos lados y dije “Dios, ¿qué ha pasado?” Nada, muchacho,
sólo eres un asalariado”; un ama de casa un poco triste que deja sus manos entre los
platos y las penas; o bien la descripción de la dura rutina, en general, de la vida de la
mujer en el hogar de clase media-baja de cualquier ciudad y del campo también:

Abrió los ojos. Se echó un vestido. / Se fue despacio pa’ la cocina. Estaba oscuro.
Sin hacer ruido, / prendió la estufa, y a la rutina. Sintió el silencio como un
apuro. / Todo empezaba en el desayuno. / Dobló su espalda, gozó un suspiro, /
sintió ridícula la esperanza; / al más pequeño le ardió la panza, /
rompió el silencio, soltó un llorido. / Sirvió a su esposo, vistió a los niños, / cambió
pañales, sirvió los panes. / Llevó a sus hijos para la escuela; / pensó en la dieta que
se comían/ Etc., etc.

Asimismo, los aspectos o temas de eros, de la seducción, de la pasión los celos, lo


placeres sensuales y sexuales se encuentran en el corazón de la lírica arcaica y de la
rupestre desde la honda, maravillosa, misteriosa y enigmática sensibilidad femenina.
Safo de Lesbos, la primera gran poetiza, manifestaba que:

De verdad, quisiera estar muerta. / Ella marchó de mi con abundantes / lágrimas y


me dijo; / <<Qué horrible es esto, Safo, / de verdad, yo no quiero separarme>>. /
Y yo le contesté: <<Vete y piensa en mí con alegría, / pues sabes lo que hemos sido
para ti. / Y si no, recuerda nuestro goce /de lo bello y sublime. / Con guirnaldas de
violetas / olientes y rosas te sentabas / junto a mí, y lazos de colores /tejidos de
tiernas flores / pusiste en mi frágil cuello. / Empapaste tu pelo con Mirna, / con
breteion tu cara y tu cuerpo, / y con especies reales de Lidia / sobre suaves cojines
… para calmar tu deseo. / y no hubo bosquecillo ni lugar / sagrado que no llenase
el sonido / de nuestras canciones y la lira.8

Y la única mujer, Nina Galindo, que aparece en la famosa foto de los rupestres,
junto con Roberto Ponce, escriben esto:
Sabes muy bien que te amo también, / ¿por qué me tratas así? / Dame tu amor o
déjame en paz. / Llévate lejos tu blues / Mientras ayer dormías aquí, / hoy has
huido de mí. / dime por qué te portas así, / abrazando a otra mujer. / Ya tu veneno
en la cama quedó, / y no me deja dormir. / No existe antídoto para el amor, / y creo
que voy a morir. / 9
8
Fränkel, Hermann. Poesía y filosofía en la Grecia arcaica. 177.
9
Llévate lejos tu blues. Nina Galindo. En Rupestre, el cancionero. P. 29.
Siglos antes, Safo ya había escrito que:
Parece igual a los dioses el hombre / al que veo sentado frente a ti / siguiendo
absorto tu dulce sonido, / y la risa encantadora que a mi / ha turbado el corazón en
el pecho, / Sólo te miro y ya la voz me falla, / la lengua se me quiebra y un sutil
/juego recorre por la piel adentro; / dejo de ver y zumban mis oídos, / corre el
sudor y estremecida / estoy toda; como hierba del prado / me quedo verde, y estoy
como muerta. / Más a todo cabe sobreponerse, pues … 10

Arcaicos y rupestres conciben sus poemas y canciones a partir de la materialidad de


los acontecimientos cotidianos en los que se encuentran vitalmente envueltos;
utilizan las palabras como instrumentos mágicos y juegan con ellas como realidades
cósicas. Si deseas saber más al respecto, no dejes de suscribirte al canal del Oráculo
del pensamiento y la expresión. Ten presente que, si así lo decides, entonces al igual
que los arcaicos y los rupestres, alinearas tus pensamientos con tus palabras y
acciones, pero también con las situaciones sociales elementales, e introducirás tu
creatividad personal en la formación de la idea de mundo y de sí mismo. O por lo
menos consciente serás de que vas con el día. O bien, como deja saber Roberto
González:
Yo no sé hasta dónde se reciente lo vivido / pues saberlo es simplemente estar ya
muerto / seguiré cantando a lo prohibido / y gozando de los frutos de este huerto 11.

10
Fränkel, Hermann. Poesía y filosofía en la Grecia arcaica. 175.
11
El huerto. Roberto González. Rupestre, el cancionero p. 14.

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