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Si hay algo común entre los seres humanos, del pasado, presente y del futuro, que
esencialmente los vincule y les forme el carácter, sin duda es el día. El día, como
umbral de acontecimiento de la existencia humana. Aun cuando tal umbral, que
también es horizonte, se observe y vivencie distinto, diferente, diverso y plural
desde la percepción, preocupación y actividad teórica y práctica de la humanidad en
cada periodo cultural y por tanto histórico. Desde luego, en el plano especulativo y
formal el día se advierte como homogéneo, regular e idéntico. Todos los días son
iguales y la vida sigue siendo la misma, continuamente resuena está expresión en la
calle o en cualquier sitio. Pero, en el plano pragmático y experiencial vital de cada
persona el día se atestigua como realidad múltiple: en forma, en contenido, en
sentido y en temporalidad. El día, es una clave de comprensión a las interrogantes
sustantivas que en su devenir las sociedades se plantean.
Hay también quien afirma que tan sólo es sufrimiento / soportables nada más en el
olvido / el que canta va buscando algún sediento / para echarle encima su vaso
vacío. (El huerto, Roberto González, en Sesiones con Emilia)
1
Chul-Han, Byung. El aroma del tiempo, p. 59. Herder.
Desde el despertar de la humanidad advienen dos narrativas distintas para referirse a
los sucesos: la épica y la lírica. La primera ostenta como referencia el pasado
mítico, remoto y extraño. Pasado lejano muy lejano de la humanidad, cuyos
protagonistas, no son tanto los hombres sino los titanes, los dioses, los semidioses,
las nifas, las magas, etc. Todos estos seres encarnan una fuerza o condición de la
naturaleza que se impone, por tanto, a las pasiones y decisiones del hombre. El
destino esta echado. Por supuesto, destacan las hazañas logradas por humanos,
quienes, auxiliados y favorecidos por alguna inspiración y fuerza divina, llegan a
convertirse en héroes y en ocasiones subversivamente emprenden una revuelta
contra los inmortales del monte Dicte. Por supuesto, así la pasará, pues los
olímpicos son inquietantemente vengativos, y las represalias contra los que se
oponen a sus planes son una muestra de que no están dispuestos a cederle el trono a
los mortales. Aun así, la épica o epopeya da cuenta del pasado pletórico, excelso y
heroico de la humanidad. El escenario de la épica es el terreno de las batallas en
donde se compite por afirmar el destino mediante la lucha cuerpo a cuerpo y las
habilidades y sagacidades para manejar las armas, pero también en las competencias
o juegos deportivas.
La segunda forma de dar cuenta de los sucesos humanos es la lírica. La lírica tiene
como referencia primera al presente, a la actualidad, es decir, al ahora, el aquí, el
día. Mucho antes de que apareciera el pensamiento filosófico encarnado en el
Logos, primero lo fueron, como forma de pensar el mundo, la poesía y la metáfora,
como su vía de expresión. Propiamente, la lírica, era la forma literaria empleada
para expresar tanto el pensar como el sentir, como lo fue la épica para la edad
anterior, y en gran medida será la tragedia en el comienzo de la edad clásica griega.
En palabras de Friedrich Schlegel:
Desde los tiempos de la Grecia arcaica la lírica se ha mantenido como una manera
de expresión de los acontecimientos o sucesos del día. Nada más que, mientras la
épica tiene como fondo la lucha bélica en el campo de batalla, la lírica encuentra
carta de ciudadanía en el escenario de la vida citadina. La ciudad como horizonte,
como fondo. C, Maurice, Bowra, en el texto de Historia de la literatura griega
comenta este hecho de suma importancia y en el que se puede apreciar que la poesía
como cualquier otro tipo de manifestación espiritual es un resultado de las
transformaciones sociales y de la vida material de las sociedades:
Cuando la era de las monarquías heroicas de la aristocracia, más bien halladas y
menos belicosas, la literatura experimentó un cambio correspondiente. Las
emociones y experiencias militares sustituyen a las viejas historias; la poesía viene
a ser obra de aficionados, a la vez que de profesionales; se vuelve más íntima e
inmediata. La primera manifestación de este cambio es el dístico elegiaco,
variedad del hexámetro épico encaminado ya al verso lírico, que se mantiene desde
el siglo VII a.C, hasta los últimos días de Bizancio2.
Sin duda, en todos los tiempos hay una relación entre la literatura y los sucesos
cotidianos de las ciudades. La lógica de la vida citadina transcurre en una
temporalidad que da lugar a que las fábulas, los mitos, las tradiciones, hábitos y
costumbres, así como las incidencias las denuncias se conviertan en un instrumento
y en ocasiones también fundamento pedagógico para poner a la luz las formas de
pensar y de sentir de sus habitantes en voz de poetas, trovadores, juglares, cantores
y en ocasiones de los propios ciudadanos. La función de divertimento, el carácter
didáctico y exhortativo a promover actitudes correctas en los hombres son trazos
propios de la lírica, de la lírica arcaica y la lírica rupestre. Ambas tienen como foco
central la vida común del hombre trascurrida día a día, principalmente en las zonas
urbana. Son poesías y canciones a la orden de la circunstancia. Del ser y del
padecer la existencia.
Los arcaicos, en general son todos aquellos que pertenecen a la Grecia Arcaica,
período largo que designa un universo muy extenso, amplio y profundo; denso,
primigenio, original. Este periodo desarrolla una vida propia en la que hay
producción de conceptos, visiones de mundo, cosmologías y antropologías, valores
e ideas de gobernabilidad; lo envuelve un horizonte mítico, religioso, mantico,
poético. Conocido este periodo como el paso del mytos al logos. Lo cual señala que
2
C, M, Bowra, en el texto de Historia de la literatura griega p. 30. Fondo de Cultura Económica.
Méx., 2008.
anterior al logos había o hubo una manera distinta de pensar el ser y el existir.
Primero la poesía luego la filosofía. Antes de la ciencia fue la sabiduría o antes del
reino claro y evidente del concepto está el universo difuso, ambiguo y oscuro de la
metáfora. La edad arcaica va desde Hesíodo hasta Píndaro y Baquílides, pasando
por los 7 sabios, la filosofía pura o de la naturaleza, la fábula, la tragedia, la
comedia3. Amplia etapa cultural.
Los rupestres, son “esos” quienes un día asaltaron chidamente la escena cultural del
“De efe” durante los primeros años de la década de 1980 y cuya voz cobró fuerza
inmediatamente al Terremoto del 85, para hacer retumbar y estremecer nuevamente
la Ciudad con sus musicogramas o esas rollitas que hicieron sentir y arder la piel y
la conciencia (todavía) de un gran sector de la población, otorgándole la palabra,
sobre todo, a sectores marginados y desfogando todo el impulso contracultural de
una creatividad y expresión que por décadas había sido prohibida, sistemáticamente
negada, suprimida. Como desesperadamente expresaba el buen “Daga”, es decir, el
Gerardo Enciso:
Durante esos tanáticos años ochenta, Alex Lora testimoniaba que: “Únicamente
podía tocar el hijo de Díaz Ordaz” (Alex Loran, en soy un chavo de onda), la demás
banda tenía que buscar sus propias zonas de expresión: la vecindad, los hoyos
fonkie, los patios y auditorios escolares, los reclusorios, la calle y la banqueta; listos
para salir corriendo cuando la “tira” se hacía presente para el apañon, ante lo que la
banda respondía como podía. Por supuesto, con botellazos, pues botellas era lo que
sobraban. Así lo deja saber Guillermo Briseño y Jaime Moreno Villareal en esa rolla
titulada: “el botellazo”, en el disco de Está … valiendo el corazón.
Reventó / Vino el botellazo; / Se prohibió el rock ese día, / Por falta de garantías. /
(…) -¡No le tiren al pianista! / -¡¿Qué se traen con el bajista?! / ¡Me van a romper
mi lira! / ¡se los va llevar la tira! / ¡muestren su ciudadanía!, / ¡más respeto pa’l
artista!. (El botellazo. Guillermo Briseño y Jaime Moreno Villareal. Disco: Está
valiendo … el corazón.)
Tanto para Herman Fränkel, como para Bernardo Barruecos Frank, las obras líricas
son “poemas y canciones breves”, de estilo y metro diferentes, incluyendo lo
elegíaco”4. Berruecos Frank, en Poesía arcaica griega detalla lo siguiente:
3
Véase: Fränkel. Herman. Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica. Edit. Visor, col. La balsa de
medusa # 36. Madrid 1993.
se trata de poemas de circunstancia y de ocasión (...) destinados a ser recitados o
cantados frente a públicos específicos y diseñados para generar ciertos efectos en
sus oyentes, constituyéndose así en la voz colectiva de la comunidad y erigiéndose
en el paradigma de comportamiento y en la guía de orientación vital, política,
marcial y religiosa5.
Sin duda que lo que está en juego en el horizonte de la mirada lírica, arcaica y
rupestre, es la condición existencial del hombre que deviene durante el día. El día es
de naturaleza ontológica y todo lo que en éste suceda tiene forzosamente que ser
existencial. El día se llena de incidentes, de esto, de aquello, de poco, de mucho.
Como canta Armando Rosas:
Un peso aquí y un peso allá / rasguñando, / porque esta vida poco da; / un domingo
un domino en la mesa, / un vaso de cerveza / y un buen concierto recordar.
El hombre no puede sustraerse o abstraerse del día. Situarse y permanecer al margen
del día es imposible. El día no cesa de acontecer; el día también es la mañana, la
tarde, el amanecer; el día son todos los tiempos en que puede ser dividido, más no
4
Fränkel, Herman, Poesía y Filosofía en la Grecia arcaica. P. 137. Col. La balsa de medusa, 63.
Edit. Visor, Madrid 1993.
5
Berruecos Frank, Bernardo. Poesía arcaica griega. Siglos VII-V a. C. T. I. p IX-X. Universidad
Nacional Autónoma de México. 2018.
es la suma de estos momentos. El día, quizás, sea la única medida real de tiempo de
la que dispone el ser humano para apercibirse en el mundo. Y tal vez el día ni
siquiera sea de carácter temporal sino relacional. Es el continuo suceder. El día lleva
a la conciencia en su viaje; la conciencia cae con el día y se levanta con él. El día
jamás termina. Al igual que no hay día que no se llegue (ni deuda que no se pague)
Aunque, el Sol es nuevo cada día, y no puedes tapar el sol con un dedo, ni alumbrar
tu camino con una vela. Esto sentenciaba Heráclito.
6
Fránkel, Herman, p. 138.
La poesía lírica está, en cierto sentido, al servicio del “día” y es “efímera 7”, tanto
como el propio hombre en su acaecer.
Criaturas efímeras: ¿qué sois y qué no sois? El hombre es una sombra de sueños.
Pero, cuando llega el don divino de la gloria, un resplandor radiante y una
existencia feliz cubre a los hombres (Píndaro) (Arquíloco. Fränkel p 462)
Par Berruecos Frank, los poemas líricos están claramente anclados en el presente e
incurren en declaraciones explícitas en la primera persona del singular y del plural.
Oigamos a Píndaro. Dice éste:
Quiero buscar los placeres del día, / Y tranquilo, viajar a mi vejez, y al destino /
Asignado. Todos morimos; / (Píndaro)
7
Fránkel p. 138
Si tuviera ilusiones / si existieran razones locuras /mentira pasiones /no habría
necesidad / de pasarme por horas bebiendo cantimploras / de esta gis soledad / de
esta eterna ansiedad.
Como podemos apreciar, hay en la lírica arcaica y rupestre una mirada que abre el
acceso a un reino que se encuentra más allá de las palabras o de los discursos bien
estructurados que atan la existencia a previas categorías o primeros principios. Tal
mirada puede ser calificada como relación con el misterio de otra realidad, de otra
verdad, de otros valores. Esta mirada poética de estar fuera de los límites de lo
permitido es lo que le otorga al arcaico y al rupestre no solamente su función
divertida o diver-siva, sino también un aura oscura y atemorizadora. Y también,
dicha mirada, explica la actitud de comprensión del individuo frente al abismo de la
vida y de la muerte y, por otro lado, el desacato a la autoridad: de la “tira” y del
poder de lo institucional. Los arcaicos y los rupestres están ligados a la negatividad
del pensamiento.
El día como centro de la lírica arcaica y rupestre recorre asuntos como el amor, el
odio, la fiesta, el vino, la comida, pero también, el valor, el honor, el placer y el
dolor, así como la amistad, la belleza, la guerra; y desde un ángulo ontológico, la
estructura de la existencia y los horizontes de sentido están presentes en los cantos
elegíacos, en las odas y epigramas. Aunados a los rasgos de actualidad de los
acontecimientos. Para los poetas líricos, arcaicos y rupestres, es un hecho
inobjetable que, en los sucesos, siempre contingentes y azarosos del día, lo que
acontece no es si no y el ser y existir. Así, el día y el existir son uno y lo mismo, lo
uno y lo otro en los intervalos del devenir. Alegrías y pesares, Azar y Destino.
Lluvia, frío, que son soportables con un buen vino y compañía. Alceo, amigo y
amante de Safo, decía que: En invierno, se bebe porque hace frío: Zeus manda la
lluvia, y del cielo cae / una fuerte tormenta, el agua se congela … / Para romper el
frío, enciende fuego, / echa en la cuba, sin medida, / dulce vino, y coloca / un
mullido cojín en tu cabeza.
Y completaba cantando Alceo, que: No hay que entregar el corazón a la pena, /
nada se gana con la pesadumbre, ¡oh Baquis! La mejor cura es / hacerse con vino
y emborracharse.
Abrió los ojos. Se echó un vestido. / Se fue despacio pa’ la cocina. Estaba oscuro.
Sin hacer ruido, / prendió la estufa, y a la rutina. Sintió el silencio como un
apuro. / Todo empezaba en el desayuno. / Dobló su espalda, gozó un suspiro, /
sintió ridícula la esperanza; / al más pequeño le ardió la panza, /
rompió el silencio, soltó un llorido. / Sirvió a su esposo, vistió a los niños, / cambió
pañales, sirvió los panes. / Llevó a sus hijos para la escuela; / pensó en la dieta que
se comían/ Etc., etc.
Y la única mujer, Nina Galindo, que aparece en la famosa foto de los rupestres,
junto con Roberto Ponce, escriben esto:
Sabes muy bien que te amo también, / ¿por qué me tratas así? / Dame tu amor o
déjame en paz. / Llévate lejos tu blues / Mientras ayer dormías aquí, / hoy has
huido de mí. / dime por qué te portas así, / abrazando a otra mujer. / Ya tu veneno
en la cama quedó, / y no me deja dormir. / No existe antídoto para el amor, / y creo
que voy a morir. / 9
8
Fränkel, Hermann. Poesía y filosofía en la Grecia arcaica. 177.
9
Llévate lejos tu blues. Nina Galindo. En Rupestre, el cancionero. P. 29.
Siglos antes, Safo ya había escrito que:
Parece igual a los dioses el hombre / al que veo sentado frente a ti / siguiendo
absorto tu dulce sonido, / y la risa encantadora que a mi / ha turbado el corazón en
el pecho, / Sólo te miro y ya la voz me falla, / la lengua se me quiebra y un sutil
/juego recorre por la piel adentro; / dejo de ver y zumban mis oídos, / corre el
sudor y estremecida / estoy toda; como hierba del prado / me quedo verde, y estoy
como muerta. / Más a todo cabe sobreponerse, pues … 10
10
Fränkel, Hermann. Poesía y filosofía en la Grecia arcaica. 175.
11
El huerto. Roberto González. Rupestre, el cancionero p. 14.