Está en la página 1de 3

PLA sobre BUÑUEL

1. Fisonomía:

Era un joven bastante alto, corpulento, suficientemente bien vestido, con una
cara un poco monstruosa, en el sentido que parecía que se encontraba, todavía,
en un periodo de formación o de evolución biológica – una cara llena de
chichones, de protuberancias y más señalada por los volúmenes que por las
líneas. De lineal, aquella cara, realmente, no tenía nada: parecía la cara de un
gordo convaleciente de un resfriado muy fuerte: mejillas y pómulos hinchados,
frente abollada, nariz un poco deforme, cuello y cogotes protuberantes, manos
de cierto peso. Era una cara que parecía encontrarse en un momento de
espesamiento, muy poco fotogénica, como la que a veces se puede ver en
determinadas criaturas cuyas facciones se hacen lentamente y salen poco a poco
del magma de la biología inhabitual e imprecisa. Era imposible no imaginar
aquel joven con un pañuelo de seda blanca en el cuello detrás de unos cristales
de una habitación un poco sórdida – como era costumbre en nuestro país y en
aquella época en las personas que no tenían demasiada salud. En aquella cara,
pero, había unos ojos extremadamente penetrantes y vivos, de forma
almendrada, de una oscuridad intensa, que se manifestaban en una alteración de
suaves debilidades y de incompatibilidades reticentes1.

2. Actividad política:

En aquella época, del veinte al treinta de este siglo, Montparnasse era el centro
más activo del exilio político español originado por el Gobierno paternalista,
dictatorial e insulso encarnado en el general Primo de Rivera. Todas las
inmensas desgracias posteriores de la Península provienen de este periodo. A
primera vista parecía que Buñuel era un exiliado político más ... Lo cierto es que
nunca encontré a Buñuel en ninguna tertulia política de las innombrables que se
producían en Paris, y sobre todo en Montmartre, aquellos años. Atribuí esta falta
de presencia al temperamento especifico de Buñuel: hombre callado, silencioso,
desprovisto de cualquier gesticulación, grisáceo y completamente incapaz de
entrar en el detallismo anecdótico de la política española… y, por tanto,
incompatible con la verbosidad, el chismorreo, la palabrería, la ignorancia y la
bufonería fabulosa de aquellas tertulias frenéticas. Buñuel era considerado por
los innumerables correveidiles de Paris del momento como un tipo de la
cuadrilla - o, mejor dicho, de las innumerables cuadrillas que entonces se
producían-, pero lo cierto es que nunca le encontré haciendo acto de presencia en
tertulia política alguna2.

3. Surrealismo:

Entonces era la época del surrealismo, que los franceses se atribuyen, porque lo
que no pasaba en Paris en aquellos años, en estas materias, era inexistente, pero
que quizás es hiperbólico, porque, en el surrealismo, intervinieron de manera
1
Íbid.
2
Íbid.
decisiva Joan Miró i Salvador Dalí, ya que en las artes plásticas son los dos
artistas que han llegado a tener una cotización universal. El tercer elemento
peninsular que intervino en el surrealismo francés fue Luis Buñuel, porque, en
efecto, el film que hizo con Dalí, y que se tituló “Un chien andalou”, se proyectó
en salas minoritarias, hizo gran furor, promovió una gran conmoción y todavía
hoy se habla de él. En cualquier caso, Miró, Dalí y Buñuel empezaron entonces
una carrera que les llevó al punto más alto de la fama universal. No se puede
imaginar una manera de ser personal más diferente que la que tuvieron entonces
estos tres personajes: Dalí, impresionante hablador, ruidoso, exhibicionista,
adulador, imaginativo y al propio tiempo realista sistemático; Buñuel, silencioso,
callado, alusivo, despectivo, de gran resistencia, ambicioso sin parecerlo; Miró,
todavía más silencioso, escuchador, tenaz, complicado, de una salud perfecta y
una voluntad que solo puede explicarse por su ascendencia payesa
(tarraconense) tan marcada3.

4. Anarquista peninsular:

Entonces traté un poco más a Buñuel y me encontré - hasta el extremo que era
posible ver a este hombre con una cierta claridad - con el típico anarquista
peninsular, profundamente enemigo de la sociedad en la que se encontraba
inmerso y de unas convicciones arraigadas hasta el fondo y totalmente
inconmovibles. No me refiero al típico anarquista peninsular de tipo político,
interesado en proyectar una determinada apologética concreta, sino al anarquista
vertical, granítico y acerado. En realidad, la política no le interesaba nada… lo
que le interesaba era el problema del mal, el problema del mal en los hombres y
las mujeres, que consideraba consustancial con la constitución burguesa de las
instituciones y de la gente, y que solo veía posible corregir con una convulsión
psicológica y social… Sentía un perfecto menosprecio por el orden burgués por
estar basado en la hipocresía, la avaricia, el egoísmo, la ausencia de caridad, la
ocultación sexual; por la religión, que los curas han destruido al haberla vaciado
de su verdad profunda; por la justicia, que socialmente está manipulada con
groseras e inhumanas trampas; por la policía y los ejércitos, siempre y
ciegamente sometidos a la autoridad de cada momento y en definitiva a quien les
paga. Este era el corpus ideológico - quizás más sentimental que ideológico - de
Luis Buñuel. No quiero decir con esto que fuera un hombre que se dedicara a ir
por el mundo predicando de una manera desaforada lo que él consideraba que
era verdad. Más bien, de todo ello, hablaba muy por encima, y solo cuando se
encontraba en un ambiente muy comprensivo y favorable. Escudado detrás de su
silencio y de su escasa comunicación, no se extralimitaba, y así no era un
subversivo diríamos militante…4

5. Crítica social:

Conozco un poco la mentalidad de Buñuel. Antes de mi ida a Paris hice de


periodista, en Barcelona, dedicado especialmente a los atentados sociales que
tuvieron lugar en los últimos años de la primera gran guerra y en los años

3
Íbid.
4
Íbid.
inmediatamente posteriores. Con este motivo traté muchos anarquistas - no
hablo ahora de los profesionales de la pistola, sino de los anarquistas dominados
por la crítica social, algunos de ellos aragoneses - y pude ver pocos años
después, en Paris, que el corpus ideológico-sentimental de Buñuel era el mismo
que el de los hombres de la Confederación General. Es este corpus el que se
encuentra en la obra cinematográfica de Buñuel, y es en este sentido que se
puede decir - me parece - que esta obra es la realización, por la imagen, más
conseguida del anarquismo peninsular, monolítico, granítico y total. En tanto
que aragonés, Buñuel ha dado a esta realización un punto de dureza desprovista
de gracia, de dureza terrestre, esencial. La reacción antisocial de Buñuel no es la
del comunista fanático y cultivado. El comunismo nunca le ha gustado. Es
demasiado difícil y complicado. Es demasiado ordenado. Su reacción es
estrictamente ácrata, anarquista, y anarquista peninsular. Es el anarquismo de
faja y pantalón corto - de maño. Es un corpus ideológico-sentimental de una
gran simplicidad, enormemente esquemático y, por tanto, de una violencia
consustancial.5

5
Íbid.

También podría gustarte