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Gutierrez, Capítulo 19

EL URBANISMO DEL SIGLO XIX EN AMÉRICA


Resumen

La ruptura de la integridad territorial definida por las pujas políticas de los caudillos
regionales y la presión económica de los intereses ingleses y franceses, señala un cambio
esencial para Iberoamérica.

Desde 1860 la inserción de varios de estos países dentro del sistema de la economía
mundial, les asigna el rol de productores de materias primas, posibilitando la expansión de
los países industriales y la colocación de sus capitales y manufacturas.

La expansión e integración de la economía mundial requería justamente extensión de tierras


fértiles y un vacío de poder que permitiera actuar sobre ellas. El flujo de capitales y apertura
comercial, vino acompañado de oleadas de inmigrantes que venían a generar tanto la mano
de obra necesaria como el mercado de consumo local.

La demanda de productos agropecuarios, la evolución de las tecnologías de transporte,


conservación y almacenamiento, la fertilidad de ciertos espacios territoriales (como la
pampa argentina) marcarán el proceso de desarrollo económico cuya crisis estallará en
1930.

Los espacios abiertos de Estados Unidos, Australia y Argentina captaron en conjunto el 40


por 100 del movimiento de capitales europeos entre 1874 y 1914.

Argentina, con escaso comercio externo hasta 1850, recibió entre esa fecha y 1939 casi
siete millones de inmigrantes, cerca del 10% de la inversión de capital del mundo y un tercio
de las inversiones totales efectuadas en América. Su capacidad de producción y el
desarrollo de las redes de servicios le posibilitó ocupar prontamente los primeros lugares en
las exportaciones mundiales de trigo, maíz, lino y carnes.

La ocupación del espacio se hizo junto con la inmigración más que nada de Italia y España,
el ferrocarril, y las modificaciones en la forma de tenencia de la tierra y uso del suelo.

La reorganización de los modos de producción y la localización de los nuevos contingentes


produjo un gran impacto de urbanización que alteró los núcleos existentes y generó nuevas
estructuras urbanas.

LAS CIUDADES DE NUEVA FUNDACIÓN

### Entiendo que recién importan los poblados ferroviarios ###

Colonias agrícolas
Desde mediados del siglo XIX se hace relevante la formación de colonias agrícolas con
inmigrantes europeos en diversos países de América.

En Cuba entre 1800 y 1840 se formaron 30 poblados dedicados a la explotación azucarera.


El puerto de Cienfuegos fundado en 1819 se desarrolló por la producción de caoba y el
tráfico de esclavos señalando la diferencia ocupacional y productiva entre los asentamientos
centrales y los costeros.

En Venezuela la inmigración fue fomentada durante el gobierno de Guzmán Blanco, pero


sus cifras no fueron muy relevantes. El mayor éxito fue el de la colonia Tovar de 1842.

La estructura original de asentamiento comprendía una capilla. la casa del jefe de la colonia,
el almacén y en la periferia el molino, aserradero y alfarería con su acequia. Con un loteo en
forma de herradura por sus condiciones topográficas, donde el centro urbano se ubicaba
abajo y las residencias arriba. El templo pierde su carácter dominante.

El carácter cerrado de la comunidad inmigrante está vinculado a la propuesta arquitectónica


transculturada tanto en lo morfológico como en lo tecnológico.

En Colombia las colonizaciones extranjeras en la zona de Antioquia incorporaron


interesantes planteos urbanos y arquitectónicos.

En el Perú los primeros ensayos de colonización comenzaron en 1853 pero fracasaron. Un


segundo grupo se restableció en 1857 en la confluencia de los ríos Pzuzo y Huancabamba
conformándose con colonos de Tirol y Renania.

La estructuración del poblado donde el templo con torre central preside el paisaje urbano,
señala un agrupamiento diferenciado con tipologías arquitectónicas similares a las
alemanas.

Sobre cimientos de piedra, en algunos casos sobreelevados, se formaron casas con núcleo
y galerías, con cubiertas quebradas de tejuelas de madera.

En la Argentina los intentos de colonias agrícolas de inmigrantes datan de 1853 y se


localizan en la provincia de Corrientes por convenio entre el Gobierno y empresarios
franceses que venían del fracaso de un proyecto similar en Paraguay.

En estos proyectos se adjudicaban a los colonos lotes de veinte cuadras cuadradas de 150
varas cada una y se dejaban cuatro leguas cuadradas alrededor de la colonia para separar
las tierras de pastoreo. Los ranchos iniciales eran construidos por el Gobierno que además
facilitaba herramientas, animales y el viaje de los colonos.

La falta de experiencia y organización hizo fracasar esta iniciativa, aun cuando muchos de
los colonos repoblaron los asentamientos de las misiones Jesuíticas destruidas en las
primeras décadas del siglo XIX.

Mayor resultado logró la fundación de Esperanza en la provincia de Santa Fe en 1856,


obteniendo una concesión de tierras similar a la correntina. La primera colonia agrícola
mantuvo la idea de damero con una traza de 4 por 5 manzanas de 150 varas y calles de 30
varas de ancho. La consolidación rápida de esta colonia sirvió de estímulo y se erigió una
gran Casa Municipal. La ideología liberal se convertía en la euforia privatista, con millones
de propietarios que en Europa solo hubieran sido vasallos.

La empresa suiza de Beck-Bernard y Herzog con sede en Basilea dio impulso a la


fundación de colonias en la provincia de Entre Ríos. La primera, San José, sería su puerto.
Las 100 familias que arribaron eran suizos y saboyanos. Algunos tuvieron dificultades ya
que al proceder de zonas montañosas eran malos agricultores. Posteriormente, Urquiza
trajo 200 familias más, la mayoría piamontesas, y se produjo por primera vez en la zona el
desarrollo de actividades vitivinícolas.

Desde 1860 la llegada de la inmigración sobre todo de familiares de colonos ya establecidos


motivó el crecimiento y proliferación de estas colonias. En Entre Ríos en 1890 ya había 45
colonias con 20,000 hectáreas cultivadas.

En Santa Fe se pasó de 6 centros poblados en 1869 a 30 en 1882 y 65 en 1884. La


población que en 1849 era de 19.720 habitantes pasó en 1882 a 195.000 habitantes.

Muchas de estas colonias fueron generadas por el ferrocarril directamente, como Roldán,
Bernstadt, Carcarañá, San Gerónimo o Cañada de Gómez en Santa Fe, y otras por el
sistema empresario o gubernamental.

Las características climáticas, la calidad de los suelos, el mayor consumo de cereales, el


ferrocarril, los puertos y la tecnificación le dieron a los colonos una enorme posibilidad de
desarrollo.

No faltaron intentos de experiencias sociales. En la provincia de Entre Ríos el empresario


español Vives de Lora fundó en 1875 la colonia Perfección financiada por el banco
Entrerriano, trayendo 130 familias españolas y organizándola según el sistema cooperativo
y socialista. Hubo conflictos con las autoridades del poblado, la expulsión de Vives y la
supresión de la colonia, donde también había fallado la dimensión de las unidades
productivas.

En Santa Fe se formó la colonia Jesús María que se instaló utilizando antiguos depósitos.

En general las colonias generaban varios pueblecitos satélites con su escuela y capilla a
medida que se extendían las tierras de cultivo y crecían las distancias. En otros casos las
colonias ampliaban su ejido, como sucedió en Villa Urquiza, de 1858, que se extendió en
1876, y al pasar de la colonia vieja a la nueva se nota que las calles no son una
prolongación directa y una calle en el límite de ambas corrige las divergencias.

El surgimiento de las colonias estuvo en todo momento vinculado a los sucesos de


evolución histórica europea. Así en 1882 se utilizó la decadencia agrícola de Bélgica por la
finalización de la guerra franco-prusiana para traer gran cantidad de colonos belgas a zonas
adyacentes a Villaguay, Entre Ríos.

Las colonias agrícolas asumen un trazado ortogonal que nace de un similar ordenamiento
territorial, en el cual el núcleo urbano es sólo una parte pequeña y modulada entre amplias
dimensiones de loteos de chacras o tierras agrícolas-ganaderas.

Esta ocupación del territorio productivo era más rigurosa y sistemática que el tradicional
esquema de mercedes de tierras coloniales ya que se planteaba al principio de la fundación
y con la actuación técnica de los agrimensores.

La falta de vigencia del paisaje natural respecto a la formación del poblado se puede
observar porque el poblado comienza con los sembrados sin línea de demarcación, ni
arbolado. La forma absolutamente regular de los poblados les quita todo atractivo y junto a
la ausencia de accidentes de terreno de la pampa quedará patente la falta de motivos
pintorescos que ofrece en casi toda su extensión.

Se logra esta homogeneidad por la ley de colonización de 1876 y las tipologías adoptadas
por los Departamentos Topográficos. En la trama urbana, la definición de una plaza central
de cuatro manzanas y dos grandes avenidas de 50 metros de ancho que se cruzan en su
centro hablan de centros urbanos del futuro. Sobre este modelo se formarán decenas de
poblados, entre ellos Resistencia y Reconquista o Formosa en la región chaqueña.

La ocupación del espacio físico, desde la manzana al loteo de tierra de labor, posee una
progresión modular que facilita la expansión del núcleo urbano sobre las chacras al
prolongar el damero.

En algunos casos coexisten durante la etapa fundacional la estructura dada por sector
administrativo generador de la colonia y el nuevo trazado. Como en el caso de Colonia
Florencia en el norte santafecino donde se nota claramente el núcleo formado por la casa
de Administración, sus dependencias, aserradero, curtiembre, talleres de herrería y
carpintería, molinos e ingenios proyectados y los 26 ranchos provisorios de los colonos con
el nuevo núcleo con su plaza rodeada de la capilla, escuela, oficina de telégrafos y
propietarios prominentes. En esta colonia, formada en 1885, se diseñaron junto al trazado
los edificios públicos y privados principales.

La procedencia de los colonos también influirá en la fisonomía urbana de sus


asentamientos. El caso más notorio del siglo XIX puede verificarse en los asentamientos
galeses de la Patagonia. En 1865 se radicaron 153 galeses formando primeramente
Rawson y luego Gaiman.

Ambos asentamientos se alzarían en las dos últimas décadas del XIX con una interesante
arquitectura en ladrillo. Rawson se estructuraba sobre ambas márgenes del río, mientras
que Gaiman, formada en 1875, tenía sus casas de arenisca grisácea.

El mismo tipo de carácter peculiar intentó dar Vicente Blasco Ibáñez a la colonia Nueva
Valencia que fundó en Corrientes a comienzos del siglo XX. Buscó desarrollar una calificada
organización social y económica formando una colonia arrocera altamente tecnificada que
sin embargo, se frustró por problemas financieros pese al esfuerzo del fundador y sus hijos,
por trasladar las experiencias de la huerta valenciana.

Algunos modos de producción como el vitivinícola y yerbatero generaron formas de


asentamiento lineal que en el caso de Mendoza recogen tradiciones en el tema. En
Misiones la fuerza de las vías de comunicación forzará una estructuración lineal de
asentamientos cuyo ejemplo más característico es El Dorado con una longitud de poblado
de forma abierta y lineal de más de 10 kilómetros. Otros asentamientos de colonización en
esta región respetarán la tipología clásica compacta.

La arquitectura de las colonias alemanas, suizas y polacas en esta zona se caracteriza por
asentamientos espontáneos y la revitalización de formas de la arquitectura popular de los
respectivos países y regiones realizadas en madera.

A pesar de la vigencia de las estructuras jurídicas españolas, la creciente participación de la


iniciativa privada en la radicación de colonos genera una morfología urbana menos rigurosa.

El proceso de colonización ordenado por la actividad rural coloca al pueblo en la periferia


del sistema y regula localización y emplazamiento a partir de las coordenadas productivas
agropecuarias.

En Uruguay las fundaciones privadas o estatales como Sarandí del Yi (1876) o Belén (1873)
indican la vigencia del damero con cinturón suburbano de quintas y áreas agrícolas. Las
reglamentaciones para trazados de pueblos promulgadas en 1877 coinciden con los
esquemas de las colonias agrícolas argentinas en cuanto a las avenidas de 50 metros que
se cortan en la plaza central.
Las dimensiones de la plaza de cuatro manzanas fue objeto de críticas por el enorme
espacio abierto que se generaba desde el inicio del pueblo.

La nacionalidad de los inmigrantes no sólo origina variaciones tipológicas en las viviendas


transculturales, sino que introduce modificaciones en la propia estructuración urbana. Así
vemos que Puerto Montt (Mellipulli) en el sur chileno se organiza con dos plazas en una de
las cuales está el municipio y la iglesia católica y en la otra se alinean el hospital y el templo
protestante. Hay que recordar que hubo migraciones que sólo fueron traídas para mano de
obra como los chinos en Perú o Cuba que llegaron por millares entre 1843 y 1874 y
formaron barrios específicos en Lima o en La Habana.

La laguna de Llanquihue (Chile) se convirtió en el centro de la inmigración alemana a la


región que comenzó a poblarse en 1852 y que veinte años más tarde contaba con unos
3.000 alemanes distribuidos en caseríos y villorrios de madera en que se alineaban no sólo
las residencias, sino incipientes industrias.

Más al sur, la colonia de Punta Arena fue refundada en 1851 con calles estrechas y
tortuosas y sitios demasiados pequeños en proporción del terreno que se podía disponer,
por lo cual fue re-trazada en 1868 por Oscar Viel, que a partir de una calle de recta trazó la
plaza principal de 100 metros de frente reservando todos los solares frente a ella para
edificar más tarde los edificios fiscales. El resto de las manzanas, separadas por cuadras de
20 metros, fueron parceladas en 10 solares cada una. Las 34 manzanas de la colonia
fueron rodeadas por avenidas de 50 metros, tras las cuales aparecen otras 38 manzanas
rurales.

Las fundaciones chilenas en el sur, en el Arauco, comprenden asentamientos formados


entre 1862 y 1868, algunos de ellos fueron mucho tiempo colonias militares.

En Bolivia, la explotación de caucho en la región del Beni determinó en 1882 la fundación


de la población de Riberalta que alcanzó auge a principios del siglo XX.

Colonias agrícolas militares y reducciones


Los avances de fronteras internas que se producen en el siglo XVIII se prolongan en el XIX
por parte de las nuevas naciones de consolidar sus dominios territoriales.

Tanto el sur chileno como el sur argentino eran regiones en poder del indígena que había
resistido tres siglos la presión española.

La ocupación parcial de estas áreas se había ido produciendo en la primera mitad del XIX,
pero la idea de la conquista del desierto fue tomando importancia hasta la década de 1880
con la expulsión o acorralamiento definitivo del indígena en el sur y en el Chaco.

La antigua idea de consolidar fronteras poblando, reapareció en las colonias de base militar
y forma de producción agrícola, complementada con las avanzadas misioneras para la
catequización de los indígenas.

Dos ejemplos teóricos argentinos, uno formulado para 10 colonias en el Chaco en 1856 por
Augusto Brougnes y otro del ing. Nicolás Grondona para la Patagonia muestran los criterios
para estas formas de asentamiento.

Las colonias del Chaco adoptaban una estructura lineal con un eje central donde se
ubicaban las viviendas y a sus espaldas los lotes agrícolas de 20 cuadras de profundidad.
El esquema, simétrico, ubicaba en el centro una capilla y una escuela como equipamiento
institucional. Cada colonia tenía una población de 200 familias, unas 1.000 personas.

Por el contrario el diseño de la Colonia Agrícola Militar Argentina (1875) se definía por un
partido compacto en el centro (Cantón), un área de 400 metros para núcleo residencial y las
extensiones de cultivo perimetralmente hasta abarcar una longitud de casi 10 kilómetros de
lado. El Cantón comprendía un fortín central, canales, capilla, comandancia, cárcel, escuela,
posada, enfermería, correo y conjunto de vivienda de la oficialidad y familias, 40 casas en
total.

No hay entre ambos una correlación entre el parcelamiento de la tierra y la estructuración


del centro urbano salvo la centralidad del asentamiento respecto de las áreas de cultivo.
Tampoco las dimensiones de la parcela siguen un criterio homogéneo. Similar fenómeno
puede verse en las reducciones indígenas que forman los religiosos en los terrenos
conquistados en las campañas al desierto o como avanzadas en áreas no consolidadas.

Esto puede ser por respeto a las formas de asentamiento indígena y por cierta
espontaneidad y provisionalidad que se manifiesta reiteradamente. Las fundaciones y
fracasos de este tipo de localización fueron frecuentes. Las que perduraron fueron
habitualmente vueltas a trazar y ordenadas por los Departamentos Topográficos
Provinciales.

Las acciones de colonización militar tuvieron en general un planeamiento del cual


carecieron las fundaciones religiosas.

En este sentido, el Plan de Alsina de 1875 para colonizar y urbanizar sobre la frontera
pampeana tenía objetivos explícitos. La experiencia enseña que la formación de pueblos
sobre las fronteras y al amparo de las fuerzas que las guarnecen, han dado excelentes
resultados, aunque haya poco o ningún incentivo para el poblador.

En la planificación de Alsina se definía un ejido de cinco leguas en cada dirección y 200


leguas cuadradas de pastoreo. La acción militar consiguiente consolidó centros urbanos
como Guaminí, Trenque Lauquen, Adolfo Alsina y Puan en el transcurso del año 1877.

Los trazados son en damero, con manzanas de 100 varas de lado, calles de 20 o 30 varas
de ancho, ocho solares por manzana y plaza central (Guaminí). En otros casos como
Trenque Lauquen se mantiene el esquema de cuatro solares por manzana o en Puan varían
en la dimensión de la plaza, pero no hay nada suponga una nueva teoría de trama urbana
en estas nuevas fundaciones militares.

Una situación intermedia puede ser la de la colonia agrícola fortificada como sucedió en San
Justo, Santa Fe, fundada por Jonás Larguía. En el centro colocó el pueblecito de 40
ranchos en torno a la administración, fabricando una torre mangrullo para control y
rodeando todo por foso y parapeto. Alrededor del pueblo había 1.500 varas de cultivo
comunal y 20 cuadras de chacras.

### Entiendo que recién importan los poblados ferroviarios ###

Los poblados ferroviarios


Las deficientes vías de comunicación constituían uno de los inconvenientes esenciales para
la extracción de la producción agropecuaria y su traslado al centro de consumo industrial. El
ferrocarril fue la vía de de salida de productos y entrada de inmigrantes favoreciendo la
instalación de nuevos poblados, unos más vinculados a las propias obras ferroviarias y los
otros como colonias agrícolas-ganaderas.

El sistema del ferrocarril se trazaba no para unir centros de población, sino para crearlos,
para valorizar regiones enteras hasta entonces de poco valor y que, en cuanto se
construyen las vías férreas, son invadidas por especuladores que dirigen hacia ella a los
inmigrantes para ponerlas en producción.

Hubo pueblos fundados directamente por empresarios del ferrocarril y muchos otros por
iniciativa privada de empresas de colonización y terratenientes.

Para fundar un pueblecito, cuando las líneas férreas pasan por sus tierras, el propietario
cede a la administración del ferrocarril un gran lote de terreno donde se construye la
estación y vivienda de Jefe para la parada del tren. En torno al cual lotea el terreno en
cuadras y regala una a un negociante con obligación de instalar la tienda y un recreo para el
futuro.

En la Argentina un ejemplo puede ser Firmat en Santa Fe, organizada luego de la


prolongación de la vía férrea del Oeste Santafecino. Ignacio Firmat instalará el pueblo en
1888 junto al edificio de la estación y restaurante, alcanzando en 1890-93 una densidad de
ocupación importante con calles arboladas en damero.

El Estado también formó parte. La Ley Provincial de Entre Ríos de 1877 disponía la
expropiación de tierras para colonias a ambos lados de la vía del ferrocarril destinadas a
generar las estaciones y poblados intermedios entre Victoria y Nogoyá, Gualeguay, Rosario
de Talla y Villaguay.

Peyret sostiene que el ferrocarril no hubiera venido tan pronto sin la inmigración y la
colonización pero es probable sostener la posición Inversa pues ambos elementos jugaron
un papel complementario altamente eficiente. Con frecuencia empresarios de colonización
terminaron instalando compañías de ferrocarril y viceversa.

Algunas provincias centrales como Córdoba tuvieron una expansión en su política de


colonización a partir del ferrocarril complementando con obras de inmigración. Sampacho
1875, fundada por el ferrocarril Andino, Caroya y Villa María 1876, del ferrocarril central
argentino son ejemplos de las primeras colonias cordobesas.

Áreas como el sur de la provincia de Santa Fe, zona ganadera. fueron colonizadas
fundamentalmente a partir de la extensión del Ferrocarril Central Argentino que obtuvo en
propiedad las extensiones de tierras junto a las vías desde Rosario hasta Córdoba.

Los poblados formados junto a estaciones ferroviarias suelen ser fragmentados por las vías
y adquieren tipologías diversas. Hay colonias agrícolas como Caroya o Firmat que toman
forma de flecha en virtud de las tierras residuales que dejó la red ferroviaria.

En muchos casos los pueblos nuevos en torno a las estaciones provocaron la muerte de
antiguos poblados del siglo XVIII que no pueden competir con el nuevo centro urbano
generado en su periferia. Este tipo de asentamientos se deben a la especulación económica
de la empresa ferroviaria que desea controlar y valorizar tierra propia y evita áreas urbanas
ya existentes.

En diversas partes del país también se formaron algunos poblados cuya base económica
fundamental serán los propios talleres y almacenes ferroviarios como sucede con Tafí Viejo,
Pérez, Laguna Paiva o Tolosa.
Sus trazados estarán condicionados a funciones específicas. Al igual que los barrios
portuarios o los puertos militares adoptan una morfología adecuada a su función, sin
responder a tipologías preestablecidas.

En buena parte de los países de América el desarrollo y expansión de múltiples


asentamientos estuvo vinculado a la traza del ferrocarril, como la marginación del mismo
significó la decadencia de otras ciudades.

En Venezuela, Barquisimeto se convirtió en un importante centro comercial cuando se


concluye el ferrocarril de Aroa en 1877, que permitía trasladar el cobre hasta la costa. La
unidad entre los puntos extractivos/productivos y el puerto constituyen la base de la
economía exportadora de materias primas que definieron los capitales británicos para las
economías americanas, lo cual a la vez definió la imagen física de las vías de comunicación
dominantes, la localización de nuevos centros urbanos y potenciación de los existentes.

Los nexos ferroviarios en Venezuela de Caracas-La Guaira o Valencia-Puerto Cabello en la


década de 1880 indican el fortalecimiento de este sentido operativo del capital inglés, como
podría constatarse igualmente en Perú con la vinculación de los asentamientos de la Sierra
como Arequipa y Juliaca con la costa y sobre todo el empalme ferroviario entre Lima y su
puerto del Callao.

La conexión entre la capital y el puerto se verifica también en México y Veracruz en 1873


dando salida a una capital nacional no portuarias o con una vinculación remota con puerto.

También se privilegió la articulación entre los asentamientos industriales mineros y la costa


como puede constatarse en el ferrocarril peruano que sube a la Oroya a 4.800 metros de
altura (1869-1886) y el tramo hacia el centro industrial de Cerro de Pasco realizado por
empresas norteamericanas.

En Ecuador la unión entre los dos polos urbanos de desarrollo, Quito y Guayaquil, comenzó
en 1897 y se concluyó en 1908 por una empresa norteamericana.

Chile contó con los primeros tendidos de ferrocarril de Sudamérica con el tramo
Caldera-Copiapó 1851, el de Santiago-Valparaiso 1863 y luego el ferrocarril longitudinal
entre Santiago y Puerto Montt y un conjunto de líneas que unían los establecimientos
salitreros después de la guerra del Pacífico donde se apoderó de territorios de Perú y
Bolivia 1884.

Aunque estos ferrocarriles desarrollaban las potencialidades urbanas de las terminales o los
puntos intermedios, su uso estaba centrado en la movilización comercial y no en la
ocupación territorial como en el caso de Argentina, de amplias áreas abiertas y vacías.

### Estructuras urb. surgidas de núcleos agroindustriales o mineros parece que no va ###

Ciudades de nueva fundación de actividad predominantemente terciaria


Un ejemplo relevante es sin duda el de La Plata en Argentina, creada como capital de la
provincia de Buenos Aires una vez que se federalizó la ciudad de Buenos Aires como
capital del país en 1880.

La idea de un nuevo trazado ideal para reemplazar la tradicional cuadrícula española y


generar la ciudad del futuro se encontró tempranamente en la ideología para modificar la
traza urbana de Buenos Aires en 1828 con diagonales y plazas centrales. Otro interesante
proyecto del inglés G. Micklejohn 1824 incluía un New Town de manzanas rectangulares
construidas sobre el río. En ambos casos la ideología del comerciante inglés es, con todo el
territorio a sus espaldas, una suerte de isla ficticia que recuerda a Inglaterra, controlando un
nuevo puerto como centro del poder económico.

El proyecto de 1828 de Bevans significaba la ruptura total del tejido urbano y sus diseños
avanzaban hasta el proyecto de manzana con diagonal y estudio de los edificios
esquineros, pre-anunciando los ensanches de las ciudades europeas.

En 1872 se trazará cerca de Buenos Aires el pueblo de Almirante Brown, hoy Adrogué, por
parte de los arquitectos italianos Nicolás y José Canale quienes resolvieron el diseño sobre
la base de dos diagonales que se cortan en la plaza principal del pueblo, incorporando la
reciente estación de ferrocarril y proyectando a la vez los edificios públicos.

La repercusión de este trazado fue notable y fue premiado en la exposición continental de


1882. En 1875 Felipe Senillosa planteó la apertura de diagonales en Buenos Aires
aludiendo a razones de embellecimiento urbano. El proyecto de Senillosa organizaba dos
sistemas de diagonales, unas mayores y otras menores, con manzanas alargadas.

Con la fundamentación teórica de Juan Martín Burgos y la presencia de estos antecedentes


el trazado de La Plata concretó la imagen de la nueva ciudad burocrática para la generación
del 80.

Este modelo concebido como paradigmático no tendrá suerte en posteriores planificaciones


recogiendo solamente experiencias aisladas como Villa Alurralde en Tucumán 1888.

Como el modelo, la misma población de La Plata era predominantemente europea desde el


principio, un censo de 1885 indica 10.809 italianos, 10.458 argentinos y 2.246 españoles
además de los de otras nacionalidades.

Las ideas rectoras del nuevo diseño deben ubicarse en el eje monumental, la jerarquización
de los edificios públicos como centros monumentales, la presencia de vastas áreas verdes y
la forestación de las calles, que en definitiva constituyen el rostro peculiar de la ciudad. Los
principales edificios se construyeron tras sus concursos, internacionales, en que triunfaron
proyectos alemanes y su eclecticismo llevó a compararlos con el ensanche de Cerdá para
Barcelona: “Palacios con su jardín ocupando una hectárea, que difieren entre sí en un
mosaico arquitectónico en que se ve de todo, incluso el gótico y el asirio”.

La definición de la traza de La Plata muestra los conceptos urbanísticos de final del siglo,
particularmente en la integración de las áreas de parque y la delimitación del crecimiento
con la avenida de circunvalación.

La fuerza de su orientación obligó a modificar el diseño portuario, mostrando el carácter


dominante de lo urbano-terciario sobre los aspectos funcionales-productivos. La ciudad
igualmente fue concebida entroncada al puerto de Ensenada que se comenzó en 1883 y
concluyó cuatro años más tarde.

El ferrocarril nace con la ciudad y colabora en la edificación de la misma. En 1884 se colocó


una línea de tranvías uniendo la nueva urbe con Barracas, al sur en la periferia de Buenos
Aires.

En lo referente a lo simbólico, la plaza central y los polos de referencia de la catedral y el


municipio continúan las ideas hispánicas, aunque las superficies verdes: plazas, paseos,
parques, llegaban a casi un 10% del tejido urbano, dimensión inconcebible para las antiguas
trazas coloniales.

La densidad de ocupación era baja, con solares de 10 por 60 metros, lo que supone una
población ideal de alrededor de 150.000 habitantes.

Junto a este tipo de diseño teórico concretado en la praxis urbanística no faltaron otras
propuestas utópicas de ciudades ideales cargadas de connotaciones ideológicas.

La imagen inglesa de país chico y eficiente pesó en numerosos ideólogos del liberalismo
americano. Domingo Faustino Sarmiento con el planteo “civilización o barbarie” negó a los
hombres que la integraban y al propio territorio.

Al proponer en 1850 la creación de una ciudad, Argirópolis, ubicada como capital de los
Estados Unidos del Río de la Plata, la localizaba en la isla Martín García y afirmaba que el
interior, al oeste de la pampa, se muere: está muy lejos de la costa, donde el comercio
europeo enriquece y agranda ciudades, puebla desiertos, crea poder y desenvuelve
civilización.

La elección de una isla para capital de uno de los territorios más extensos del continente
pone a las claras la mentalidad insularista y negadora de su propia circunstancia espacial.

Aquí radica una de las contradicciones esenciales del pensamiento positivista y liberal
anticuado que identifica ciudad con “civilización”. Desde esta mirada el planteo sarmientino
es atacado por Juan Bautista Alberdi valorando el papel del sector agropecuario y de la
sociedad rural como parte indisoluble de una misma realidad social y cultural articulada con
la urbana.

Para Sarmiento, la isla de Martín García cumplía mejor los requisitos que Washington para
Estados Unidos en atención a su ubicación estratégica, sin observar lo imprescindible de las
comunicaciones con un territorio vastísimo. La falta de vinculación con este territorio era
justamente considerada como una virtud del proyecto porque lo importante era la
vinculación comercial con las potencias hegemónicas.

El modelo norteamericano en lo político, el europeo en lo espacial-urbano eran los ejes de


referencia con que la llamada generación del 80 trataría de resolver la dicotomía de la
nueva capital cuyo proceso culminaría en la federalización de Buenos Aires y la fundación
de La Plata.

La urbanización del esparcimiento


El deterioro de las condiciones de habitabilidad de algunos centros urbanos por la
concentración poblacional y la carencia de adecuada infraestructura y equipamiento originó
epidemias que generaron movilidad interna de la población.

Los sectores de mayores ingresos buscaron con el traslado a la periferia una recuperación
de calidades ambientales y paisajísticas naturales organizando los suburbios de casas
quintas de fin de semana o para temporadas de veraneo.

La organización del nexo entre ciudad y campo o ciudad-hacienda-estancia que utilizaba la


oligarquía terrateniente se planteó como meta para la burguesía urbana.

La utilización de los recursos naturales de las ciudades costeras en algunos países generó
nuevas ciudades cuyas funciones predominantes fueron las de esparcimiento y recreación.
Lima comenzó generando suburbios residenciales de casas quintas en la Magadalena
vinculadas al centro mediante tranvías, pero pronto se impusieron los cercanos balnearios
de Miraflores, Barranco y Chorrillos.

El balneario de preferencia era Chorrillos, reconstruido luego de la invasión chilena de 1881.


Los chalets y ranchos señalaban la importancia que adquiría el balneario cuando las
familias de la aristocracia se movían allí los meses de verano.

La conexión del tranvía a Lima permitía un movimiento constante entre el pueblo, con una
población permanente de servicios y las actividades urbanas. El equipamiento de Chorrillos
estaba dado por la explanada-terraza que era el punto de encuentro y vida social, con
casino, regatas y teatros para conciertos y bailes.

También contaban con adeptos los baños termales o de aguas medicinales, y en el caso de
Lima, el punto preferido para este tipo de excursiones era Ancón que estaba conectado a la
ciudad por ferrocarril y ofrecía una playa baja y arenosa. En Arequipa el más famoso era el
balneario de Yura, vinculado a la ciudad por tren y que tenía instalaciones de agua
ferruginosa y sulfúrica.

Las condiciones climáticas no permitieron la concreción de ciudades de deportes invernales,


como sucedería con Bariloche en el siglo XX. Sin embargo un intento de ciudad balneario
de invierno se realizó en Empedrado (Corrientes) aprovechando las aguas templadas del río
Paraná.

La iniciativa fue tomada por una empresa privada y apuntaba a la formación de una ciudad
radial en torno a un hotel-casino que incluía 150 habitaciones, canchas deportivas e
hipódromo además de la infraestructura propia de energía y servicios. Desplegada sobre la
costa comprendía anillos sucesivos urbanos y de quintas y su límite estaba fijado por la
traza de la conexión ferroviaria.

La idea de la vida campestre durante el día y la actividad social nocturna constituían el eje
de la organización de estos asentamientos que unían la foresta natural a los parques de
exóticas especies y marmóreas estatuas. El proyecto fracasó con la quiebra del
casino-hotel.

Mayor fortuna tuvieron los asentamientos balnearios como los de Necochea en 1881 y Mar
del Plata en 1874.

Sobre un antiguo saladero con muelle se formó Mar del Plata con un trazado en damero
que reitera el esquema modular de la manzana urbana hasta la chacra rural, sistema que
hemos visto en las colonias agrícolas. Aquí, en cambio, el centro urbano adquiere un peso
inicial que se afianzó con la llegada del ferrocarril en 1886.

La rápida conexión con Buenos Aires generará un rápido crecimiento de Mar del Plata con
la instalación de hoteles como el Bristol (1888) con capacidad de 500 habitaciones, casino,
teatro y otros servicios al borde del mar.

La superposición del esquema urbano de las colonias se nota en la plaza central de cuatro
manzanas, pero lo fundamental era aquí el aprovechamiento del desarrollo costero
articulando sucesivas ramblas-paseo.

Al principio se trataba de la contemplación del mar y luego se complementó con el baño de


mar.
Los acontecimientos de la primera guerra mundial limitaron la posibilidad del viaje a Europa
habitual en las familias de la oligarquía argentina y produjo el auge demográfico y edilicio de
Mar del Plata y otros balnearios de la costa bonaerense.

La arquitectura pintoresquista señaló el carácter frívolo y no urbano que se deseaba para el


paisaje de la ciudad, concebida como sumatoria de obras autónomas que competían por su
calidad constructiva, el muestrario de materiales o técnicas, las dimensiones e inclusive por
lo insólito o estrafalario.

Junto a estos chalets residenciales, una arquitectura maderera portátil y flexible venía a
poner en relieve la calidad artesanal y la riqueza de posibilidades de crecimiento de la
ciudad.

La expansión y ensanche de las ciudades


Cada país presenta peculiaridades, en algunos la antigua capital crece acumulativamente,
en otros las viejas ciudades del poder virreinal tienden a opacarse, inclusive con
decaimiento poblacional.

En Chile, Santiago manifestó una expansión lineal mayor que la propia tasa de crecimiento
nacional y lo mismo sucedió paulatinamente con México, Caracas y Río de Janeiro
impulsada por el traslado de la corte portuguesa, pero Bogotá o Lima pierden gravitación
relativa. A pesar de las prolongadas guerras civiles, ciudades como Montevideo y Buenos
Aires mantuvieron su hegemonía por su carácter portuario que les permitía controlar los
recursos económicos de la aduanas.

Las migraciones, la producción de las haciendas y plantaciones, así como el fomento de las
exportaciones privilegiaron ciertas áreas continentales. En la Argentina, a partir de 1850 el
litoral fluvial tuvo una rápida expansión y pequeños villorrios como Rosario triplicaron su
población en una década. Aquí y en la mayoría de los países americanos estos fenómenos
de concentración ocasionaron la ruptura de los equilibrios económicos regionales del
sistema colonial.

El afianzamiento de las antiguas capitales como centros de poder en los respectivos países
aparece consolidado a fines del siglo XIX por la concentración de las decisiones y el control
administrativo, vinculado a la dependencia externa de las economías nacionales.

Sin embargo, las tasas de crecimiento de algunas ciudades secundarias fueron mayores
que la de la propia capital, como sucede con Rosario, Santa Fe, San Pablo, Porto Alegre y
otras. Las causas de estos crecimientos están en relación con la producción minera,
cercanía a un puerto, trazado de ferrocarril y nudo de interconexión comercial, etcétera.

El impacto sobre los antiguos tejidos urbanos que tuvieron las obras de infraestructura y
equipamiento urbano. el ferrocarril, la red tranviaria, el sistema de comunicaciones y la
energía eléctrica fue impresionante.

Algunos de estos sistemas se superpusieron a la trama existente, pero otros, como el


ferrocarril, generaron límites, privilegiando o deprimiendo los valores de la tierra urbana, y
crearon huellas perdurables que aún hoy, cuando se han ido retirando de la ciudad dejan
amplias franjas abiertas centrales.
Cuando el ferrocarril es periférico a los centros la estación genera de todos modos un nuevo
polo de atracción con fuerza equivalente a la que tenían en el periodo colonial las ferias y
tambos ubicados a la salida de los caminos troncales de comercialización.

Aún cuando en general las extensiones urbanas realizadas por los Departamentos
Topográficos mantienen las trazas en damero, las condiciones de amplitud de las calles
varían con el desarrollo de la circulación en carruajes. Se incorpora además el bulevar o
avenida ancha que separa la circulación de doble sentido y se complementa con aceras
espaciosas y forestadas.

El éxito urbano-social de las antiguas alamedas llevó a la localización de paseos donde la


vida pública se concentraba y uno de cuyos primeros ejemplos continentales fue el Paseo
Tacón en La Habana en la primera mitad del siglo XIX.

El paseo fue complementado, no sólo con obras de ornato urbano sino también con otras
funciones edilicias como el café, los clubs y salas de juego.

El paseo lo acompañará luego el parque que permitía recuperar la naturaleza u ordenarla


en función de un uso recreativo urbano, como sucede con el cerro de Santa Lucía en
Santiago de Chile. Amplias áreas verdes fueron previstas en las ciudades tanto por razones
recreativas como por fundamentación higiénica y a la vez las calles y plazas secas de las
ciudades coloniales se fueron forestando modificando así la imagen del paseo urbano.

La forestación incidió sobre la colocación de veredas más amplias en los ensanches y los
parques obligaron a destinar extensas superficies en las cuales se ubicaron lagos
artificiales, jardines botánicos y zoológicos, pabellones y otros elementos arquitectónicos.

La idea de recuperación de la naturaleza se manifiesta a la vez en la proliferación de casas


quintas suburbanas y deja su impronta en el centro de antiguas ciudades donde las líneas
de edificación se retiran para formar jardines delanteros cercados. Las avenidas donde se
alinean estas obras adquieren una imagen absolutamente distinta de la fisonomía urbana
del XVIII.

Las obras de arquitectura, monumentos o hitos significativos que a veces subordinan hasta
las propias trazas comienzan a proliferar, revalorizando los antiguos símbolos,
resignificandolos o creando otros nuevos.

El incremento del tránsito obligó a ampliar el campo visual y determinó medidas como el
ochavamiento de las esquinas, modificando la traza de las calles con normas que pronto se
incorporaron a los códigos de nueva construcción y a los ensanches urbanos.

Mientras tanto el incremento del valor de la tierra en las áreas urbanas llevó a la
compartimentación de los lotes y el desarrollo de nuevas tipologías de vivienda. En las
áreas de alta concentración migratoria surgieron rápidamente los fenómenos de
tugurización y hacinamiento generando las casas de vecindad y conventillos.

El deterioro de las condiciones ambientales, las pocas medidas de salubridad y las


epidemias llegaron a introducir modificaciones sensibles a través de la movilidad urbana
interna. En Buenos Aires la fiebre amarilla de 1871 produjo el surgimiento del barrio norte y
el abandono del tradicional barrio sur por los sectores de altos ingresos y la promoción de
obras de salubridad urbana.
La concentración de actividades administrativas y el crecimiento del papel del Estado
produjo una superposición con los antiguos centros históricos y por ende una disminución
del carácter residencial de los mismos.

El equipamiento asistencial y educativo fue perfilando polos en la estructura de los barrios


que se unían a la tradicional función nucleadora de la parroquia.

Buenos Aires
Las transformaciones de Buenos Aires constituyen un ejemplo notable del proceso de
urbanización del siglo XIX en América Latina sobre todo en atención a la concentración
poblacional que la lleva de 35.000 habitantes en 1800 a 174.000 pobladores en 1869 y a
cerca de un millón en 1900.

Los proyectos teóricos de transformación urbana plantean una ruptura total con lo existente.
Sin embargo, toda la propuesta chocará con la realidad de la ciudad y se remitirá al pórtico
neoclásico de la catedral y a investigaciones sin resultados sobre pozos artesianos, utopías
de canales que cruzan el país y otros varios proyectos urbanos inviables.

Las condiciones de las guerras civiles y los bloqueos de las grandes potencias europeas a
Rosas limitaron al máximo las posibilidades de realización de obras públicas a escala
urbana. Los conflictos entre Buenos Aires y el interior por la federalización de las rentas de
la aduana se cierran con la capitalización de 1880.

El crecimiento de la ciudad ya había comenzado en 1860 con la concentración de población


rural y la llegada de los primeros inmigrantes. Así se fueron definiendo áreas de trabajo
como el mercado de frutos en Barracas al sur y centros portuarios y de saladeros al norte
en San Fernando y San Isidro.

La penetración hacia la zona rural a través del ferrocarril privilegiará la función del puerto
que será determinante de la primacía económica y política de la ciudad a escala territorial.

La tierra llana permite la extensión de la ciudad sobre la zona de las antiguas chacras
llegando a tomar los dos polos urbanos de casas quintas que se habían nucleado en Flores
y Belgrano, entrando en el ejido en 1887.

La apertura que significa la inserción en el mercadeo económico mundial variará


sustancialmente la identificación ideológicamente endeble de Buenos Aires con su territorio
hacia un horizonte comercial-cultural europeo.

La ciudad deberá ser cosmopolita para pertenecer al sistema prestigiado y ello se obtendrá
mediante una escenografía urbana y trayendo población europea que reemplace a la
existente.

En los suburbios de la ciudad se irán formando los centros de actividades manufactureras,


que prolongan el núcleo portuario de la boca del Riachuelo y a la vez irán surgiendo los
poblados periféricos de casas quintas como Adrogué, Morón, Bella Vista, Ramos Mejía y los
formados por loteos o el ferrocarril como Lomas de Zamora, Temperley, Lanús, Devoto, etc.

La penetración del ferrocarril en la ciudad irá fragmentando la continuidad de la traza


urbana, generando a la vez polos de atracción en las estaciones, barrios de viviendas
ferroviarias, galpones y talleres.
El perímetro de la ciudad es definido en 1887 con la avenida de circunvalación lo que
permite visualizar una imagen física del conjunto. Desde 1884 se acometerá la obra de la
Avenida de Mayo como el eje monumental urbano que uniría la Plaza de Mayo con la de
Lorea, donde se instalaría el palacio del Congreso,

La presencia ideológica de Haussman como las experiencias urbanas de Berlín, Milán o


inclusive Washington o Boston testimonian la preocupación cosmopolita de los funcionarios.

El cambio implicó la pérdida de buena parte del patrimonio arquitectónico, como el Cabildo
que es parcialmente demolido, mientras la Recova de la plaza desaparece totalmente y la
casa de Rosas en San Benito de Palermo será demolida para colocar allí el monumento a
Sarmiento y convertir el resto en parque.

El desarrollo privilegiado del barrio norte y la costa y la expansión de casas quintas en


Flores y Belgrano tiene su contracara en la tugurización del histórico barrio sur.

En esta época se formulan los primeros proyectos de viviendas obreras (1885) y se encaran
obras de salubridad e infraestructura, pero las carencias de unidades de habitación son
formidables como consecuencia de la inmigración y el proceso de urbanización. En 1892
Buenos Aires tenía 2,200 conventillos con 31.000 cuartos donde se alojan 121.000
personas, con un promedio de cuatro habitantes por cuarto.

La valoración del terreno urbano determina a la vez la fragmentación del loteo y la


densificación ocupacional. En 1895 más de un millar de edificios superan los tres pisos.

El centro urbano próximo a la Plaza de Mayo se comienza a transformar en la city, núcleo


de poder económico donde se ubican las actividades bancarias, la Bolsa de Comercio, la
Bolsa de Cereales, el Centro Industrial, los clubs, las compañías de seguros, la Sociedad
Rural y los representantes de entidades extranjeras.

Allí se superponen además diversas funciones del Estado con los edificios que requiere la
capitalidad nacional, mientras que los mercados, centros de distribución y los servicios
energéticos, de gas o aguas corrientes se ubican en la periferia.

Las comunicaciones del centro a los barrios se privilegian a través del ferrocarril, el tranvía a
caballo en 1870, eléctrico en 1898 y subterráneo en 1913. Las formas de ocupación del
espacio responden a tendencias contrapuestas con concentración centralizada entre 1869 y
1895 (densidades de 108 habitantes por hectárea) hasta la dispersión suburbana entre
1893 y 1914 (densidades de 67 habitantes por hectárea).

El uso de la ciudad no fue restringido ni se aprecia una estratificación social-racial. La


marginalidad económica afectaba simultáneamente a inmigrantes europeos y a criollos.

La crisis de 1890 puso en evidencia la fragilidad económica del liberalismo especulativo y


cuestionó la hegemonía de su conducción, pero no alteró la dependencia global que
afectaba al país que era un satélite integrado a la estrategia inglesa.

El campo cultural fue entregado al prestigio del urbanismo y la arquitectura francesa, cuyas
normativas de la École des Beaux Arts constituían el buen gusto y la belleza. La llegada de
profesionales europeos y la formación de argentinos en Alemania o Francia determinará la
integración en el nuevo horizonte cultural.

La ciudad-puerto miraba hacia afuera y negaba su realidad territorial mientras se adhería a


este plan de progreso indefinido y continuo que sería golpeado por la crisis de 1930.
El derroche de los recursos del país en la importación de elementos lujosos, la especulación
como modo lícito de enriquecimiento, la adopción de formas de vida externas, acompañó el
compromiso de que la imagen física de Buenos Aires no fuera solo una escenografía
urbana, sino el reflejo de generaciones extraviadas culturalmente.

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