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FILIPENSES 2:12-13
Resumen
entre lo bueno y moral y lo malo, ya eran conocidas en parte por el mundo pagano. De alguna
manera, Dios alumbró a todo hombre. Y así, aquéllos que no tienen ley son ley para sí mismos.
embargo, hay dos grandes doctrinas que encierran verdades de suma importancia y que aun
los paganos más lúcidos del mundo antiguo ignoraban por completo. Me refiero a las doctrinas
tocantes al Hijo eterno de Dios, y al Espíritu de Dios --el Hijo, que se dio a sí mismo como
propiciación por los pecados del mundo, y el Espíritu de Dios, que los renueva conforme a la
Cierto, estas verdades nunca fueron conocidas por el vulgo, hasta que el evangelio las
sacó a luz. Y miles de personas en todos los tiempos comprendieron que de tal manera amó
Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda
más tenga vida eterna. Y como les fue confiada la palabra de Dios, ellos comprendieron que
Dios también nos dio su Espíritu Santo, quien produce en nosotros así el querer como el hacer,
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo
como un derecho suyo e inalienable, el «ser igual a Dios.» La palabra implica tanto la plenitud
como la altura suprema de la divinidad. El «se despojó» de la plenitud divina, ocultó su plenitud
a los ojos de los seres humanos y de los ángeles, «tomando» (y de esta forma despojándose)
«forma de siervo, hecho semejante a los hombres», un hombre tan real como los demás
hombres. «Y estando en la condición de hombre», un hombre común, «se humilló a sí mismo»
más aun, «haciéndose obediente» a Dios, aun cuando era igual a él, «hasta la muerte, y
salvación que Cristo ha comprado para ellos: «Por tanto, ocupaos en vuestra salvación con
temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su
buena voluntad.»
Es posible encontrar tres aspectos contenidos en este versículo: En primer lugar, una
gran verdad que nunca debemos olvidar: «Dios es el que en nosotros produce así el querer
como el hacer, por su buena voluntad.» Segundo, cuál es nuestra parte para poder avanzar en
esto: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor;» Tercero, la conexión que existe
entre ambos: «Es Dios quien obra en vosotros», por tanto, «ocupaos en vuestra salvación.»
Se puede aclarar aún más el significado de estas palabras cambiando el orden: «Es
Dios el que por su buena voluntad produce así el querer como el hacer.» Al poner las palabras
en este orden se elimina toda posibilidad de mérito de parte de los seres humanos, y otorgando
a Dios toda la gloria por su obra. Es posible dar dos interpretaciones a esta expresión. En
primer lugar, «el querer» podría abarcar la religión interior y «el hacer», la religión exterior. Así
considerados, significa que Dios produce la santidad interior y exterior. Por otra parte, «el
querer» puede referirse a todo buen deseo, «el hacer» sería la consecuencia. En ese caso, el
significado de esta expresión sería que Dios inspira en nosotros todo buen deseo, y hace
Las palabras en el texto original, to thélein y to energeîn, parecen indicar que esta
última construcción sería la mejor; to thélein, que nosotros traducimos «querer», obviamente
incluye todo buen deseo a la santidad interior o exterior. Y to energeîn, que traducimos
«hacer», expresamente se refiere al poder que viene de lo alto que nos confirma en toda buena
palabra y obra. Si llegamos a sentir y reconocer que toda iniciativa hacia el bien procede de lo
alto, como también el poder que la lleva a su concreción final; si es Dios quien no sólo impulsa
todo buen deseo, sino que lo acompaña y conduce (porque si así no fuera perecería) de esto
su propia salvación». La palabra que fue traducida como «ocuparse» tiene la connotación de
hacer algo cabalmente. «Su propia salvación», es decir, algo que ustedes mismos deben
hacer. «Su propia salvación», salvación que comienza con una «gracia anticipante». Nos al
deseo primero de agradar a Dios, a esa primera sensación, leve y transitoria, de que hemos
pecado contra él. Esta salvación se continúa con la «gracia convincente», generalmente
salvación de Cristo, mediante la cual «por gracia, somos salvos por fe». Esta salvación
comprende dos grandes áreas: justificación y santificación. Por medio de la justificación somos
salvos de la culpa del pecado, y recuperamos el favor de Dios. La santificación nos libra del
poder y la fuente del pecado, y así recuperamos la imagen de Dios. Sabemos por experiencia y
por las Escrituras que esta salvación es al mismo tiempo instantánea y gradual. Comienza en el
El apóstol responde: «con temor y temblor». Es claro que estas expresiones, dichas
con fuerza por el apóstol, tienen dos implicancias. Por un lado, todo lo que hacemos, debemos
hacerlo con la mayor entrega, con todo cuidado y prudencia (esto quizás más estrechamente
ligado a la primera palabra, meta fóbou, «con temor»). Por otra parte, debemos ser diligentes y
actuar a tiempo, con toda rapidez y precisión -esto probablemente más ligado a la segunda
El profeta Isaías nos da una orientación general con respecto a los primeros pasos
que debemos dar: «Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien.», huye de todo pecado
como de una serpiente; abstente de todo mal, de obra y palabra y aléjate de toda manifestación
del mal. Aprende a hacer el bien, vuélvete celoso de buenas obras, de obras de santidad y de
misericordia. Ora en familia, escudriña la Escritura, participa de la cena del Señor, siempre que
puedan, hagan bien a toda persona, ocupándose de sus almas y también de sus cuerpos,
niéguense todo placer que no los prepare para gozarse en el Señor, y háganse el propósito de
Algunos dirán, Si es Dios quien obra en nosotros el querer y el hacer, ¿qué necesidad
hay de que nosotros trabajemos? Si afirmamos que Dios hace todo, ¿qué podemos hacer
nosotros?» En primera instancia puede parecer muy lógico. Pero si hacemos un análisis más
profundo, veremos, entonces, por una parte, es Dios quien obra en primer lugar, y esto hace
posible que nosotros actuemos. En segundo lugar, porque Dios obra, es nuestro deber obrar en
consecuencia.
Primeramente, Dios obra en ti, por eso puedes trabajar. De otra forma sería imposible.
Por consiguiente, a medida que Dios obra en ti, tú te encuentras en condiciones de trabajar por
tu propia salvación. En segundo lugar, porque Dios obra en ti, tú debes trabajar; debes ser
colaborador suyo (según las palabras del propio apóstol), de otro modo él dejará de obrar.
Por tanto, hermanos, trabajen, por la comida que a vida eterna permanece. Digan
junto con nuestro Señor, aunque con un sentido algo diferente: «Mi padre hasta ahora trabaja,
hacer bien. En virtud de la gracia anticipante de Dios que los conduce y acompaña, prosigan en
la obra de la fe, el trabajo del amor y la constancia en la esperanza. Estad firmes y constantes,
Análisis
Para esto, Wesley analiza el texto del Apóstol Pablo, en el que se establece la
siguiente premisa “Dios produce el querer como el hacer, según su buena voluntad”. Dios es
quien obra en nosotros y es por eso que podemos llevar a cabo la primera instrucción,
malo y hacer lo bueno. Lo bueno es definido como los medios de gracia, no solo individuales
Aplicación
realizar las buenas obras ya que estas son resultado de, primeramente el actuar de Dios en el