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SERMÓN 85

TRABAJANDO POR NUESTRA PROPIA SALVACIÓN

FILIPENSES 2:12-13

Resumen

Algunas grandes verdades, tales como la existencia y atributos de Dios, y la diferencia

entre lo bueno y moral y lo malo, ya eran conocidas en parte por el mundo pagano. De alguna

manera, Dios alumbró a todo hombre. Y así, aquéllos que no tienen ley son ley para sí mismos.

Su propia conciencia da testimonio, determinando si actúan o no según sus dictámenes. Sin

embargo, hay dos grandes doctrinas que encierran verdades de suma importancia y que aun

los paganos más lúcidos del mundo antiguo ignoraban por completo. Me refiero a las doctrinas

tocantes al Hijo eterno de Dios, y al Espíritu de Dios --el Hijo, que se dio a sí mismo como

propiciación por los pecados del mundo, y el Espíritu de Dios, que los renueva conforme a la

imagen de Dios según la cual fueron creados.

Cierto, estas verdades nunca fueron conocidas por el vulgo, hasta que el evangelio las

sacó a luz. Y miles de personas en todos los tiempos comprendieron que de tal manera amó

Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda

más tenga vida eterna. Y como les fue confiada la palabra de Dios, ellos comprendieron que

Dios también nos dio su Espíritu Santo, quien produce en nosotros así el querer como el hacer,

por su buena voluntad.

«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo

en forma de Dios no consideró como un robo» (ese es el significado exacto de la palabra),

como un derecho suyo e inalienable, el «ser igual a Dios.» La palabra implica tanto la plenitud

como la altura suprema de la divinidad. El «se despojó» de la plenitud divina, ocultó su plenitud

a los ojos de los seres humanos y de los ángeles, «tomando» (y de esta forma despojándose)

«forma de siervo, hecho semejante a los hombres», un hombre tan real como los demás
hombres. «Y estando en la condición de hombre», un hombre común, «se humilló a sí mismo»

más aun, «haciéndose obediente» a Dios, aun cuando era igual a él, «hasta la muerte, y

muerte de cruz», la mayor instancia de humillación y obediencia que pueda imaginarse.

Después de poner el ejemplo de Cristo, el apóstol los exhorta a que se aseguren la

salvación que Cristo ha comprado para ellos: «Por tanto, ocupaos en vuestra salvación con

temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su

buena voluntad.»

Es posible encontrar tres aspectos contenidos en este versículo: En primer lugar, una

gran verdad que nunca debemos olvidar: «Dios es el que en nosotros produce así el querer

como el hacer, por su buena voluntad.» Segundo, cuál es nuestra parte para poder avanzar en

esto: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor;» Tercero, la conexión que existe

entre ambos: «Es Dios quien obra en vosotros», por tanto, «ocupaos en vuestra salvación.»

Se puede aclarar aún más el significado de estas palabras cambiando el orden: «Es

Dios el que por su buena voluntad produce así el querer como el hacer.» Al poner las palabras

en este orden se elimina toda posibilidad de mérito de parte de los seres humanos, y otorgando

a Dios toda la gloria por su obra. Es posible dar dos interpretaciones a esta expresión. En

primer lugar, «el querer» podría abarcar la religión interior y «el hacer», la religión exterior. Así

considerados, significa que Dios produce la santidad interior y exterior. Por otra parte, «el

querer» puede referirse a todo buen deseo, «el hacer» sería la consecuencia. En ese caso, el

significado de esta expresión sería que Dios inspira en nosotros todo buen deseo, y hace

posible que esos deseos se concreten en obras.

Las palabras en el texto original, to thélein y to energeîn, parecen indicar que esta

última construcción sería la mejor; to thélein, que nosotros traducimos «querer», obviamente

incluye todo buen deseo a la santidad interior o exterior. Y to energeîn, que traducimos
«hacer», expresamente se refiere al poder que viene de lo alto que nos confirma en toda buena

palabra y obra. Si llegamos a sentir y reconocer que toda iniciativa hacia el bien procede de lo

alto, como también el poder que la lleva a su concreción final; si es Dios quien no sólo impulsa

todo buen deseo, sino que lo acompaña y conduce (porque si así no fuera perecería) de esto

se desprende, entonces, que el que se gloría, gloríese en el Señor.

Pasemos ahora al segundo punto: si Dios «obra en ustedes» entonces «ocúpense de

su propia salvación». La palabra que fue traducida como «ocuparse» tiene la connotación de

hacer algo cabalmente. «Su propia salvación», es decir, algo que ustedes mismos deben

hacer. «Su propia salvación», salvación que comienza con una «gracia anticipante». Nos al

deseo primero de agradar a Dios, a esa primera sensación, leve y transitoria, de que hemos

pecado contra él. Esta salvación se continúa con la «gracia convincente», generalmente

denominada «arrepentimiento» en las Escrituras. Luego experimentamos la verdadera

salvación de Cristo, mediante la cual «por gracia, somos salvos por fe». Esta salvación

comprende dos grandes áreas: justificación y santificación. Por medio de la justificación somos

salvos de la culpa del pecado, y recuperamos el favor de Dios. La santificación nos libra del

poder y la fuente del pecado, y así recuperamos la imagen de Dios. Sabemos por experiencia y

por las Escrituras que esta salvación es al mismo tiempo instantánea y gradual. Comienza en el

momento en que somos justificados y a partir de ese momento crece lentamente.

¿De qué forma debemos «ocuparnos» de nuestra propia salvación?

El apóstol responde: «con temor y temblor». Es claro que estas expresiones, dichas

con fuerza por el apóstol, tienen dos implicancias. Por un lado, todo lo que hacemos, debemos

hacerlo con la mayor entrega, con todo cuidado y prudencia (esto quizás más estrechamente

ligado a la primera palabra, meta fóbou, «con temor»). Por otra parte, debemos ser diligentes y

actuar a tiempo, con toda rapidez y precisión -esto probablemente más ligado a la segunda

palabra, meta trómou, «con temblor».


¿Cuáles Son Los Pasos Que Según Las Escrituras Debemos Seguir Para Ocuparnos De

Nuestra Propia Salvación?

El profeta Isaías nos da una orientación general con respecto a los primeros pasos

que debemos dar: «Dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien.», huye de todo pecado

como de una serpiente; abstente de todo mal, de obra y palabra y aléjate de toda manifestación

del mal. Aprende a hacer el bien, vuélvete celoso de buenas obras, de obras de santidad y de

misericordia. Ora en familia, escudriña la Escritura, participa de la cena del Señor, siempre que

puedan, hagan bien a toda persona, ocupándose de sus almas y también de sus cuerpos,

niéguense todo placer que no los prepare para gozarse en el Señor, y háganse el propósito de

aferrarse a todo aquello que los acerque a Dios.

Algunos dirán, Si es Dios quien obra en nosotros el querer y el hacer, ¿qué necesidad

hay de que nosotros trabajemos? Si afirmamos que Dios hace todo, ¿qué podemos hacer

nosotros?» En primera instancia puede parecer muy lógico. Pero si hacemos un análisis más

profundo, veremos, entonces, por una parte, es Dios quien obra en primer lugar, y esto hace

posible que nosotros actuemos. En segundo lugar, porque Dios obra, es nuestro deber obrar en

consecuencia.

Primeramente, Dios obra en ti, por eso puedes trabajar. De otra forma sería imposible.

Por consiguiente, a medida que Dios obra en ti, tú te encuentras en condiciones de trabajar por

tu propia salvación. En segundo lugar, porque Dios obra en ti, tú debes trabajar; debes ser

colaborador suyo (según las palabras del propio apóstol), de otro modo él dejará de obrar.

Por tanto, hermanos, trabajen, por la comida que a vida eterna permanece. Digan

junto con nuestro Señor, aunque con un sentido algo diferente: «Mi padre hasta ahora trabaja,

y yo trabajo.» Teniendo en cuenta que él continúa obrando en ustedes, nunca se cansen de

hacer bien. En virtud de la gracia anticipante de Dios que los conduce y acompaña, prosigan en
la obra de la fe, el trabajo del amor y la constancia en la esperanza. Estad firmes y constantes,

creciendo en la obra del Señor siempre.

Análisis

Wesley nos habla acerca de la perseverancia y el camino de perfeccionamiento, como

es que un creyente tiene la posibilidad de mantenerse en la gracia de Dios, para esto es

necesario “ocuparse en la salvación, con temor y temblor”.

Para esto, Wesley analiza el texto del Apóstol Pablo, en el que se establece la

siguiente premisa “Dios produce el querer como el hacer, según su buena voluntad”. Dios es

quien obra en nosotros y es por eso que podemos llevar a cabo la primera instrucción,

“ocuparnos de nuestra salvación”.

La forma en la que debemos ocuparnos es mediante el no hacer y hacer. No hacer lo

malo y hacer lo bueno. Lo bueno es definido como los medios de gracia, no solo individuales

sino comunitarios y los actos de misericordia y santidad social.

Aplicación

En la vida cristiana podemos ver que no debemos caer en frustración al intentar

realizar las buenas obras ya que estas son resultado de, primeramente el actuar de Dios en el

cristiano, pero no debemos excusarnos de no hacerlas aludiendo a que Dios no ha actuado,

debemos anhelar el actuar de Dios en nuestra vida.

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