Machine Translated by Google

Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Anuario de Psicología Clínica y de la Salud, 5 (2009) 15­27

Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva

Carmelo Vázquez1 , Gonzalo Hervás2 , Juan José Rahona3 , Diego Gómez3

1 2 3
Profesor universitario. Departamento de Psicología Clínica, profesor interino, Candidatos de doctorado

Facultad de Psicología
Universidad Complutense. Madrid, España

ABSTRACTO

La Psicología Positiva está contribuyendo a una definición más precisa del contorno del bienestar humano y está incorporando plenamente estudios sobre elementos
positivos (fortalezas y emociones positivas) que sin duda están ampliando el marco de investigación y actuación de la psicología, en particular la de la Clínica. Psicología
y Psicología de la Salud. En los últimos años, el debate académico, desde una perspectiva científica, se ha remontado a dos antiguas orientaciones filosóficas: el
hedonismo y la eudaimonia. El enfoque hedónico concibe el bienestar como la presencia de afecto positivo y la ausencia de afecto negativo, mientras que la perspectiva
eudaimónica
Considera el bienestar como consecuencia de una plena actualización psicológica a partir de la cual las personas desarrollan todo su potencial.
Ya sea evaluado desde una perspectiva hedónica o eudaimónica, el bienestar parece desempeñar un papel en la prevención y la recuperación de las condiciones
físicas y las enfermedades y, por lo tanto, posiblemente contribuya a un aumento de la esperanza de vida. Finalmente, se discuten las implicaciones de estos
hallazgos tanto desde una perspectiva académica como, en términos más generales, desde un punto de vista social y político.

Palabras clave: salud, bienestar, hedonismo, eudaimonia, afecto positivo.

Recibido: 16 de noviembre de 2009
Aceptado: 20 de diciembre de 2009

INTRODUCCIÓN

Salud positiva y salud negativa. La perspectiva de la psicología

positiva.
Este artículo, publicado por una revista que se ocupa
desde hace tiempo de la psicología clínica y de la salud, permite
explicar la contribución de la psicología positiva a los campos de
la salud positiva y de la salud negativa, que creemos que es
enorme. En primer lugar, esta visión de la psicología permite
definir con mayor precisión las líneas generales
del bienestar humano. Además, está incorporando de lleno el
estudio de elementos positivos como las fortalezas y las
emociones positivas que, sin duda, están ampliando los marcos
de investigación y actuación de la psicología en general (Vázquez
& Hervás, 2008) y en particular como pretendemos mostrar de
forma concisa. en este trabajo, el de Psicología Clínica y
Psicología de la Salud.
El esfuerzo por comprender el bienestar y sus causas
no es nuevo pero es un tema que a lo largo de la historia siempre
ha despertado interés (McMahon, 2006).
En algún sentido, todas las intervenciones médicas y
psicológicas, así como las políticas, sociales y económicas,
apuntan a incrementar la calidad de vida de las personas como
uno de sus principales objetivos (Vázquez, 2009b).
De hecho, tomamos muchas de nuestras decisiones cotidianas
sopesando el grado de felicidad que podemos alcanzar nosotros
mismos o nuestros seres queridos (Gilbert, 2006).
Sin embargo, por razones relacionadas con la
sociología de la ciencia y con el desarrollo profesional de las
disciplinas científicas, el foco de intervención en áreas relacionadas
con la salud históricamente ha estado más a menudo en la
reducción del dolor, el sufrimiento y las deficiencias que en el
desarrollo individual y capacidades colectivas (Vázquez, 2009a).
En el campo de la psicología, el énfasis en los estados
psicológicos positivos tomados como factores protectores de la
salud física y mental, y especialmente la relación que existe entre
estos estados psicológicos positivos y sus repercusiones en el
desarrollo de enfermedades, sólo ha comenzado a estudiarse en
los últimos años. dos décadas (Taylor, Kemeny, Reed, Bower y
Gruenewald, 2000). Salvo algunos intentos raros como el de
Jahoda (1958), las teorías y modelos positivos son generalmente
recientes (Deci & Ryan, 2000; Keyes & Waterman, 2003; Ryff,
1989; Ryff & Keyes, 1995; Seligman, 2002), especialmente si los
comparamos con el largo desarrollo histórico de los modelos que
explican los trastornos mentales.

Autor correspondiente: Carmelo Vázquez. Facultad de Psicología. Universidad

Complutense. Campus de Somosaguas, 28223­Madrid. Número de teléfono: Como afirma recientemente Salanova (2008), una
(34) breve revisión de la literatura científica publicada durante los
913943090. Correo electrónico: cvazquez@psi.ucm.es últimos cien años (de 1907 a 2007) muestra
Machine Translated by Google
Vázquez, C.; Hervás, G.; Rahona, JJ & Gómez, D.: Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva
la publicación de 77.614 artículos sobre estrés, 44.667 sobre
depresión y 24.814 sobre ansiedad, pero sólo 6.434 sobre
bienestar. En esta numerosa y completa producción, el número
de estudios sobre la felicidad (1.159 artículos) y sobre el disfrute
(304 artículos) es casi simbólico.
Figura 1. Resumen del número de estudios científicos (hasta el 14
de mayo de 2009) asociados con el estado de ánimo negativo y
positivo publicados por PubMed.
(Términos utilizados: depresión, estrés, ansiedad, satisfacción,
felicidad, bienestar)
Algo parecido ocurre en el campo de la medicina. A
pesar de que se supone que la medicina se ocupa tanto de la
salud como de la enfermedad, una revisión de los artículos
médicos publicados sobre depresión, estrés o ansiedad muestra
una proporción de 6:1 en comparación con aquellos sobre
satisfacción, felicidad o bienestar (Ver Figura 1). Y si nos
centramos en estudios concretos que analizan la relación entre
el estado de ánimo y los síntomas fisiológicos, los estudios sobre
estados de ánimo negativos como la depresión o la ira, entre
otros, son veinte veces más frecuentes que los estudios que
abordan estados emocionales positivos (Pressman & Cohen,
2005). .
A pesar de este panorama, la tradicional atención a
los síntomas y enfermedades está cambiando paulatinamente
hacia un concepto de salud cada vez más amplio que incluye
aspectos del óptimo desempeño personal y no sólo la ausencia
de enfermedades. Como se detalla en otro lugar (Hervás,
Sánchez y Vázquez, 2008), esta concepción más positiva de la
salud se hizo explícita en la configuración inicial de la Organización
Mundial de la Salud, que, al final de la Segunda Guerra Mundial,
afirmó en el Preámbulo de sus Primeros Estatutos Sociales.
“La salud es un estado de completo bienestar físico,
mental y social, y no simplemente la ausencia de dolencias o
enfermedades”. (OMS, 1948)
Unos años más tarde, a propuesta de la OMS, la
Federación Mundial de Salud Mental definió 'salud' en 1962 como
“El mejor estado posible dentro de las condiciones existentes”.
De manera similar, la declaración final de la primera Conferencia
Internacional de la OMS sobre Promoción de la Salud, celebrada
en Ottawa en 1986, afirmó que:
“Para alcanzar un estado de completo bienestar
físico, mental y social, un individuo o grupo debe ser capaz de
identificar y realizar aspiraciones, satisfacer necesidades y
cambiar o afrontar el entorno. Por tanto, la salud se considera un
recurso para la vida cotidiana, no el objetivo de vivir.
La salud es un concepto positivo que enfatiza los recursos
sociales y personales, así como las capacidades físicas”.
dieciséis
(Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud. OMS, Ginebra,
1986)
Más recientemente, en un loable esfuerzo del
gobierno escocés por incorporar elementos de la psicología
positiva en sus planes de prevención e intervención en salud, la
salud mental fue definida como (Myers, McCollam, & Woodhouse,
2005): “La resiliencia emocional y espiritual que nos
permite disfrutar de la vida y sobrevivir al dolor, la
desilusión y la tristeza. Es una sensación positiva de bienestar y
una creencia subyacente en nuestra dignidad y valor y los de los
demás”.
La definición de 1948 de la OMS fue visionaria pero
quizás también utópica (Vázquez, 1990), ya que en aquel
momento no se disponía de instrumentos de medición adecuados
para profesionales o ciudadanos conscientes y comprometidos
con este enfoque renovador de los conceptos de salud y
enfermedad.
En este sentido, uno de nuestros retos más urgentes
es poner en funcionamiento el concepto de salud positiva en sus
distintos niveles (individual­comunitario, físico­mental, etc). La
incorporación de indicadores de salud positiva en el diseño de
programas de prevención e intervención es muy importante y
está suponiendo un cambio decisivo de perspectiva. Para analizar
la salud mental, además de criterios de morbilidad (como
prevalencia de personas con trastornos mentales, casos de
suicidio, camas hospitalarias disponibles, etc.), también se
pueden utilizar indicadores de salud positiva. En este sentido, es
importante valorar, por ejemplo, el intento de incluir indicadores
positivos (como el ítem de vitalidad extraído de la escala de
desempeño SF­30) en el plan de salud mental del Ministerio de
Sanidad español (Estrategia en Salud Mental). del Sistema
Nacional de Salud, 2007).
En el campo de la investigación sobre indicadores de
salud positiva, la propia OMS ha hecho un esfuerzo considerable
para hacer operativo el concepto de calidad de vida y desarrollar
instrumentos que faciliten una medición precisa (Grupo WHOQOL,
1994).
Procedentes del campo de la psicología, y especialmente, pero
no sólo, del movimiento de la psicología positiva (Seligman &
Csikszentmihalyi, 2000), existe un número creciente de
instrumentos orientados a medir aspectos relacionados con el
bienestar, como la satisfacción con la vida. , bienestar emocional,
fortalezas psicológicas o emociones positivas (Deaton, 2008;
Diener, 2009; Ong & Van Dulmen, 2007).
Además de brindar una definición más amplia de
salud e incorporar el estudio de los factores positivos asociados
a la salud y el bienestar, las últimas dos décadas han comenzado
a revelar que los estados psicológicos positivos no sólo son parte
integral de la salud, sino que también pueden De hecho, influyen
en la aparición de enfermedades y problemas físicos, así como
en los procesos de recuperación. La autopercepción de las
personas sanas, caracterizada por tener sentimientos positivos
sobre sí mismas, un sentimiento de autocontrol y una visión
optimista del futuro, proporciona reservas y un motor de recursos
no sólo para hacer frente a las dificultades cotidianas sino también
a aquellas que son especialmente estresantes e incluso
amenazantes para la propia existencia (Taylor et al., 2000). Tener
un buen estado físico o mental no sólo debe consistir en no tener
una enfermedad o trastorno, sino también en disfrutar de una
serie de recursos o habilidades que permitan afrontar las
adversidades (Almedom & Glandon, 2007). Y,
Machine Translated by Google

Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 5 (2009) 15­27

lo que es aún más importante desde la perspectiva de la salud
positiva, ese mismo estado de bienestar va a permitir alcanzar un
mayor desarrollo psicológico, social y comunitario (Fredrickson,
2009).
Los factores psicológicos positivos pueden tener una
relación tan fuerte con la salud como los negativos. En cuanto a
esto último, a lo largo de los años se ha acumulado una gran
cantidad de datos. Por ejemplo, las expectativas negativas se
asocian no sólo con una progresión más rápida hacia la muerte en
pacientes diagnosticados con SIDA, sino también con una aparición
más rápida de los síntomas en aquellos pacientes que previamente
habían sido asintomáticos (Taylor et al., 2000). Pero al mismo
tiempo nuevos estudios han demostrado que la capacidad de
seguir siendo optimista, por poco realista que sea (Reed, Kemeny,
Taylor & Visscher, 1999; Reed, Kemeny, Taylor, Wang & Visscher,
1994; Taylor et al . , 1992) y la capacidad de encontrar significado
ante la adversidad (Bower, Kemeny, Taylor & Fahey, 1998)
parecen ser factores protectores de la salud física.
hacia el disfrute y las actividades nobles). La felicidad sería, en
cierto sentido, la suma de momentos placenteros. La filosofía
hedónica ha tenido su continuación en filósofos como Hobbes y
Sade o en los filósofos utilitaristas, cuyas ideas sentaron las bases
de la nueva economía del siglo XVIII . En el campo de la psicología
moderna, el concepto predominante procedente de los psicólogos
hedónicos es el de bienestar subjetivo. El bienestar subjetivo suele
incluir dos elementos, a saber, el equilibrio afectivo, que se obtiene
restando la frecuencia de las emociones negativas a la frecuencia
de las emociones positivas, y, en segundo lugar, la satisfacción
vital percibida, que es más estable y tiene un mayor componente
cognitivo (Lucas , Diener y Suh, 1996). Si bien el equilibrio afectivo
y la satisfacción vital implican marcos temporales diferentes para
el bienestar subjetivo, ya que la satisfacción vital es un juicio global
sobre la vida misma, mientras que el equilibrio afectivo hace
referencia a la frecuencia relativa de afectos placenteros o
desagradables en la experiencia inmediata de uno (Keyes,
Shmotkin & Ryff, 2002), pueden entenderse como conceptos
vinculados a una perspectiva hedónica (Vázquez, 2009a).

Los observadores de la condición humana han

sostenido durante mucho tiempo que los estados mentales
positivos pueden conducir no sólo a un sentido de vida más
profundo sino también a una existencia más saludable. El desarrollo
Bienestar Bienestar
de procedimientos metodológicos rigurosos, que incluyen estudios
eudaimónico
longitudinales, instrumentos de medición adecuados y los
Autores hedónico Epicuro, Aristóteles,
mecanismos necesarios para controlar las influencias biológicas y
representativos Hobbes, Sade, Frankl, Ryff,
psicosociales, permiten hoy en día demostrar empíricamente la
Bentham, Bradburn, Deci, Seligman
validez de estas ideas (Taylor et al., 2000). Tennen, D.
Watson,
Conceptos básicos Kahneman Virtudes
Componentes del bienestar: hedonismo y eudaimonia Placer Afecto positivo/ Autorealización
Crecimiento
negativo Equilibrio psicológico
afectivo Emociones Objetivos y necesidades
La definición popular de salud de la OMS hace que la
positivas Fortalezas
idea de salud positiva gire en torno al concepto de bienestar. A Afecto neto Satisfacción con psicológicas
la vida
pesar de ello, podría ser interesante considerar qué puede aportar
la psicología científica a la definición de bienestar. En los últimos Medidas SWLS PWB
años ha surgido un interés y estudios sobre el bienestar (Vázquez características PANAS A TRAVÉS DE

& Hervás, 2009) y se han desarrollado conceptos y medidas (Ejemplos) Muestreo de

importantes para delinear el concepto de salud positiva. momentos emotivos.
Tabla 1. Autores, conceptos y mediciones básicas de los enfoques
hedónico y eudaimónico del bienestar psicológico.

Aunque desde una perspectiva subjetiva es

SWLS: Escala de satisfacción con la vida (Diener et al, 1985)
relativamente fácil identificar el propio grado de bienestar o
PANAS: Programa de afecto positivo y negativo (Watson et al., 1988)
felicidad, llegar a conclusiones más generales desde un enfoque
más riguroso ha demostrado ser una tarea más compleja (Ryan y PWBS: Escala de Bienestar Psicológico (Ryff, 1989)
Deci, 2001). En los últimos años, el debate académico, desde VIA: Valores en Acción Inventario de Fortalezas (Peterson & Seligman,
perspectivas científicas, ha vuelto a dos viejas orientaciones 2003)
filosóficas. La primera de estas perspectivas ha sido generalmente
A pesar de la difusión y amplio uso de esta concepción de
denominada hedonismo (Kahneman et al., 1999), que define el
bienestar, otros investigadores han enfatizado una perspectiva diferente,
bienestar como la presencia de afecto positivo y la ausencia de
habitualmente denominada bienestar eudaimónico. (Ver algunas
afecto negativo. La segunda perspectiva, tan antigua y moderna
características diferenciadoras de ambas perspectivas en la Tabla 1). En su
como la perspectiva hedónica, sugiere que el bienestar no consiste
Ética a Nicómaco, Aristóteles insta a los hombres a vivir según su daimon,
en maximizar las experiencias positivas y minimizar las negativas
es decir, el criterio ideal o de perfección que uno espera y da sentido a su
(Ryan & Deci, 2001) sino que se refiere a vivir plenamente o
vida. Todos los esfuerzos por vivir de acuerdo con ese daimon y por cumplir
permitir el máximo potencial humano. posible (Ryan, Huta y Deci,
y alcanzar
2008). Esta segunda perspectiva es ampliamente conocida como
eudaimonia.

Se cree que todo el potencial de uno da lugar a un estado óptimo,

El hedonismo tiene sus raíces en los filósofos griegos a saber, eudaimonia (Avia y Vázquez, 1998). La concepción

y Epicuro es probablemente su principal exponente (McMahon, eudaimónica establece que el bienestar radica en la realización de

2006). La idea básica es que el objetivo de la vida es experimentar acciones coherentes con valores profundos que impliquen un

la mayor cantidad posible de placer (aunque orientado compromiso pleno con el que las personas se sientan vivas y
reales (Waterman, 1993).

17
Machine Translated by Google
Vázquez, C.; Hervás, G.; Rahona, JJ & Gómez, D.: Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva
Sin embargo, podría ser apropiado considerar si la
perspectiva eudaimónica del bienestar humano puede evaluarse
o si es un elemento más bien retórico para medir. Carol Ryff, una
de las autoras más importantes del enfoque eudaimónico, ha
sostenido que las mediciones del bienestar históricamente han
adolecido de una falta de base teórica y han olvidado cuestiones
importantes del funcionamiento positivo. Al proponer el término
bienestar psicológico para distinguir el concepto de bienestar
subjetivo, más propio de la concepción hedonista, Carol Ryff ha
intentado superar tales límites y define el bienestar como el
desarrollo del potencial real de una persona. (Ryff, 1989, 1995).
De este modo, la felicidad o el bienestar psicológico no es la
principal motivación de una persona sino el resultado de una vida
bien vivida (Ryff & Keyes, 1995; Ryff & Singer, 1998).
La propuesta de Ryff consiste en un en
modelo multidimensional de bienestar psicológico vinculado a un
cuestionario para medirlo (Ryff, 1995) que representa seis
aspectos diferentes del bienestar óptimo a nivel psicológico. Cada
dimensión del bienestar psicológico plantea un desafío diferente
que las personas encuentran en sus esfuerzos por funcionar
positivamente (Keyes, Shmotkin y Ryff, 2002; Ryff y Keyes,
1995). De esta forma, aquellas personas que manifiestan
bienestar eudaimónico se caracterizan de la siguiente manera:
a) Tienen una autoestima positiva que incluye conciencia de las
limitaciones personales (Autoaceptación). b) Han desarrollado
y mantenido vínculos cálidos con los demás (Relaciones positivas
con los demás). c) Crean un contexto
circundante para satisfacer sus necesidades y deseos (Dominio
ambiental). d) Han desarrollado un fuerte sentido de
individualidad y libertad personal (Autonomía). e) Tienen un
sentido de dirección en la vida que unifica sus esfuerzos y
desafíos (Propósito en la vida). f) Tienen una dinámica de
aprendizaje permanente y de desarrollo continuo de
sus capacidades (Crecimiento personal).
De manera similar, la Teoría de la Autodeterminación
(Ryan & Deci, 2000) también vincula las ideas de eudaimonia y
autorrealización como aspectos centrales en la definición de
bienestar. Esta teoría se basa en una de las premisas básicas
del humanismo, que sostiene que el bienestar es principalmente
consecuencia de un funcionamiento psicológico óptimo. La teoría
de la autodeterminación afirma que el funcionamiento psicológico
saludable implica la satisfacción adecuada de las tres necesidades
psicológicas básicas, a saber, autonomía, competencia y relación,
así como un sistema de objetivos congruentes y coherentes (Deci
y Ryan, 2000). El primer elemento, la satisfacción de las
necesidades básicas, consiste en mantener un equilibrio vital que
garantice un nivel adecuado de satisfacción en cada uno de los
ámbitos de forma independiente. En cuanto al segundo
componente, el modelo sostiene que para desarrollar el bienestar
eudaimónico es necesario que cada persona establezca sus
objetivos personales, si es posible, siguiendo unos criterios.
Por ejemplo, las metas deben ser intrínsecas más que extrínsecas,
coherentes entre sí y, finalmente, coherentes con sus propios
valores e intereses, así como con sus necesidades psicológicas
básicas (Vázquez & Hervás, 2008).
Como podemos ver, la psicología básica.
Las necesidades propuestas por esta teoría casi coinciden con
tres de las dimensiones del modelo de Ryff, a saber, la autonomía,
el dominio ambiental y el sentido de estar conectado con los
demás, a pesar de que existen diferencias conceptuales entre
los dos modelos (Lent, 2003).
Además de esto, según la teoría de la
autodeterminación, la satisfacción de las necesidades psicológicas
básicas mejora tanto el bienestar subjetivo como el bienestar
eudaimónico (Ryan y Deci, 2001).
Según estos autores, este hecho cierra el debate sobre una
supuesta antítesis entre ambos tipos de bienestar, hedónico
versus eudaimónico (Ryan, Huta & Deci, 2008). En este sentido,
ambos pueden considerarse como 'caminos hacia la felicidad'
diferentes (Seligman, 2003); la concepción eudaimónica se centra
en el contenido de la vida y en los procesos que implica vivir bien,
mientras que la concepción hedónica se centra en un resultado
concreto, concretamente en lograr la presencia de afectos
positivos y la ausencia de afectos negativos, así como un
a sentimiento holístico de satisfacción con la propia vida.
el y medición del bienestar,
Sin embargo, la definición
ya sea hedónico o eudaimónico, aún está en sus inicios. A pesar
de los crecientes avances en la investigación eudaimónica y de
los importantes aportes teóricos y prácticos que implica el estudio
del bienestar, hay autores que dudan de que sea posible trasladar
a la psicología aquellos conceptos vinculados al enfoque filosófico
eudaimónico (Biswas­Diener , Kashdan y King, 2009).
Sin embargo, a pesar de su complejidad, creemos
que el camino abierto es realmente fértil y está demostrando una
vigencia cada vez más convergente. Por ejemplo, el bienestar
psicológico también está vinculado a las investigaciones
relacionadas con el cerebro y la llamada neurociencia afectiva
(Davidson, 2003, 2004). Altos niveles de bienestar psicológico
hedónico o eudaimónico parecen estar asociados a una actividad
asimétrica de la corteza prefrontal –por ejemplo, mayor activación
en el lado prefrontal izquierdo que en el derecho– (Urry et al.,
2004). Vale la pena señalar que, en este estudio, el bienestar
eudaimónico reveló un vínculo con la asimetría en el
electroencefalograma que se mantuvo después de controlar
estadísticamente el papel del bienestar hedónico. Este no fue el
caso en la dirección opuesta, ya que el bienestar hedónico ya no
estaba asociado significativamente con el patrón cerebral
asimétrico después de que se ajustó la influencia del bienestar
eudaimónico. En otro estudio utilizando resonancia magnética
funcional, van Reekum y sus colaboradores (2007) demostraron
que, ante estímulos adversos, las personas con mayor bienestar
eudaimónico tenían respuestas más lentas y una menor activación
de la amígdala, así como una mayor activación de la corteza
cingulada anterior ventral. Este último hallazgo sugiere que
algunas partes del cerebro pueden activarse para minimizar el
impacto de estímulos negativos y, en este sentido, también
sugiere la existencia de un posible mecanismo por el cual el
bienestar eudaimónico podría estar preservando y promoviendo
el bienestar hedónico. ­ser.
Salud y bienestar hedónico
La última década ha sido testigo de una explosión de
estudios científicos que han encontrado
18
Machine Translated by Google
Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 5 (2009) 15­27
asociaciones entre el nivel de emociones positivas y múltiples
sistemas fisiológicos y niveles de salud, tanto en la salud percibida
como en los parámetros de salud medidos objetivamente.
Una cuestión previa interesante es si el afecto positivo
y el afecto negativo son dos polos de un mismo continuo o por el
contrario son dos dimensiones diferentes e independientes entre sí.
Si ambos fueran parte del mismo continuo, la presencia de afecto
positivo indicaría la ausencia de afecto negativo. Además, si así
fuera, no tendría ningún sentido estudiar los efectos beneficiosos de
las emociones positivas sobre la salud ya que bastaría con acudir a
estudios publicados que relacionan sistemáticamente la elevada
presencia de emociones negativas con la propensión a desarrollar
determinadas enfermedades. (Booth­Kewley y Friedman, 1987;
Herbert y Cohen, 1993). Pero si, por el contrario, el afecto positivo y
el afecto negativo fueran dos dimensiones relativamente
independientes (Bradburn, 1969), como se ha demostrado en
numerosas ocasiones (Vázquez, 2000a), entonces sería apropiado
e interesante estudiar los beneficios específicos que aporta el afecto
positivo y el afecto negativo. La presencia de afecto positivo puede
contribuir a la salud.
La relación entre el afecto negativo y la salud ha sido
ampliamente estudiada desde el campo de la psiconeuroinmunología.
Algunos de estos estudios han encontrado que las personas
angustiadas o deprimidas muestran una peor respuesta inmune a
las vacunas. Por ejemplo, en un estudio reciente que incluyó la
vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) (Fang et al.,
2008), se encontró que entre las mujeres que habían sido vacunadas,
aquellas que manifestaban niveles más altos de estrés mostraban
una respuesta inmune más débil a VPH. Las personas con una
mayor emocionalidad negativa también son más vulnerables a las
infecciones y más propensas a la reactivación de virus latentes en
sus sistemas (Glaser y Kiecolt­Glaser, 2005). Además, se ha
descubierto que los estados emocionales negativos aumentan la
producción de citocinas proinflamatorias (Kiecolt­Glaser et al., 2003;
Lutgendorf et al., 1999), como la interleucina 6 (IL­6), que se ha
relacionado a diversas enfermedades relacionadas con la edad,
como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, artritis,
osteoporosis, enfermedad de Alzeimer, enfermedades periodontales
y algunos tipos de cáncer (Kiecolt­Glaser, McGuire, Robles, &
Glaser, 2002).
Todos estos hallazgos parecen indicar que las emociones
negativas pueden debilitar la respuesta del sistema inmunológico.
Ahora la pregunta es si este sistema puede verse impulsado por
emociones positivas. Uno de los estudios más potentes que ha
intentado responder a esta pregunta fue dirigido por Cohen, Alper,
Doyle, Treanor y Turner (2006). En concreto, estos autores midieron
los estilos afectivos positivos y negativos de los participantes junto
con otras variables sociales y demográficas. A continuación, los
participantes en el estudio fueron inoculados con el Rinovirus o con
el virus de la Influenza y observados durante un período de
cuarentena de 5 o 6 días, dependiendo del tipo de virus.
El afecto positivo se asoció con tasas más bajas de enfermedad. En
concreto, los participantes que reportaron una mayor emocionalidad
positiva tenían tres veces menos probabilidad de desarrollar una
enfermedad del tracto respiratorio superior después de controlar los
efectos de otras variables como el tipo de virus, la masa corporal, la
edad, el nivel educativo, la estación del año o la emocionalidad
negativa.
Aún más relevante, en términos absolutos, es que el
19
El grado de asociación entre el afecto positivo y las tasas de
enfermedad fue mayor que el mostrado entre el afecto negativo y las
tasas de enfermedad. Además, cuando ambas variables se utilizaron
simultáneamente como predictores, el afecto negativo perdió su
capacidad de predecir enfermedades. Aunque vale la pena llamar la
atención sobre este estudio, debido a su diseño experimental y
controles precisos, no es en absoluto único. Varios estudios han
demostrado que el afecto positivo podría estar relacionado con una
mejor salud y longevidad. Por ejemplo, en un estudio prospectivo de
dos años de duración realizado con más de dos mil participantes de
entre 65 y 99 años, Ostir, Markides, Black y Goodwin (2000)
demostraron que la presencia de afecto positivo o bienestar
emocional tiene un impacto diferente al de ausencia de depresión o
afecto negativo, y que, precisamente, es el afecto positivo el que
parece proteger a los individuos del deterioro físico debido a la edad,
y afectar positivamente a su independencia emocional y esperanza
de vida. Estos mismos investigadores también han demostrado la
relación entre el afecto positivo y el menor riesgo de infarto de
miocardio (después de 3­
año de seguimiento) y accidente cerebrovascular (después de seis
años) (Ostir, Markides, Peek y Goodwin, 2001).
El conocido Estudio de Monjas realizado por Danner,
Snowdon y Friesen (2001), llevado a cabo con monjas, encontró
evidencia de que cuando el afecto positivo era evidente alrededor
de los 20 años, podía predecir una mayor esperanza de vida 60
años después. Este estudio mostró una fuerte asociación entre el
contenido emocional positivo en relatos autobiográficos breves,
escritos al ingresar a la congregación religiosa, y la longevidad
evaluada seis décadas después, cuando los participantes tenían
entre 75 y 95 años. Para ser precisos, las monjas que habían
expresado contenidos más positivos en estos textos vivieron una
media de 6,9 años más que aquellas que habían expresado una
emocionalidad menos positiva.
En este sentido son relevantes los estudios del grupo
liderado por Andrew Steptoe. Estos investigadores han descubierto
que el afecto positivo, medido por el total de momentos de bienestar
durante la jornada laboral de las participantes (mujeres de mediana
edad), se asociaba con un menor cortisol en la saliva, una menor
frecuencia cardíaca, una menor presión sistólica y un menor estrés.
respuesta fibrinógena relacionada (Steptoe, Wardle y Marmot, 2005).
En general, estos indicadores de buena salud física fueron
independientes de la edad, el nivel socioeconómico y el estado
emocional negativo de estas mujeres. Además, se descubrió que en
un grupo de hombres sanos de mediana edad, aquellos que
manifestaban un estado afectivo más positivo, medido sumando sus
evaluaciones del estado de ánimo obtenidas en 4 momentos
diferentes durante 2 días hábiles, tenían una respuesta inflamatoria
más baja (evaluada mediante pruebas fibrinógenas). concentraciones
en plasma1 ) y presión arterial más baja cuando fueron expuestos a
tareas mentalmente estresantes en condiciones de laboratorio
(Steptoe, Gibson, Hamer y Wardle, 2007).
Por su parte, aunque la satisfacción con la vida es un
indicador más general y con más componentes cognitivos que el
afecto positivo, también se ha relacionado con una mayor esperanza
de vida. Koivumaa­Honkanen y sus colaboradores (2000) realizaron
un
1
El fibrinógeno es una proteína responsable de la formación de fibrina
debido a su degradación. Se ha asociado con un mayor riesgo de ataque
cardíaco.
Machine Translated by Google
Vázquez, C.; Hervás, G.; Rahona, JJ & Gómez, D.: Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva
Estudio longitudinal de veinte años con más de 22.000 personas
sanas. Este estudio demostró que la satisfacción con la vida
podría predecir la tasa de mortalidad en esta muestra, incluso
después de controlar variables como la edad, el estado civil, el
estatus social, el tabaquismo, el consumo de alcohol y la actividad
física.
En resumen, parece cada vez más evidente que el
afecto positivo juega un papel importante en la salud. Sin
embargo, aún es prematuro establecer relaciones causales
definitivas. Sin embargo, el afecto positivo no sólo contribuye a
reducir el riesgo de enfermedad sino que también parece facilitar
la recuperación. Así, las personas con más afecto positivo tienen
casi el triple de posibilidades de recuperarse, en un año, de
problemas de salud como un infarto, un ictus o una fractura de
cadera (Ostir et al., 2002).
Emociones positivas y salud. Modelos propuestos
Pressman y Cohen (2005) proponen que la influencia
del afecto positivo en la salud puede explicarse mediante dos
modelos. Uno de ellos destaca el efecto directo del afecto positivo
sobre el sistema fisiológico, como se representa en la Figura 2.
Figura 2. Influencia directa del afecto positivo sobre el modelo de
salud (SNA: sistema nervioso autónomo; HPA: eje hipotalámico­
pituitario­suprarrenal).
(Reproducido con autorización del propietario de los derechos de
autor, Pressman & Cohen, 2005).
Según este modelo, el afecto positivo fomenta
prácticas saludables, como mejorar la calidad del sueño, hacer
más ejercicio físico o llevar una dieta más equilibrada, que al
mismo tiempo se relacionan con menores tasas de morbilidad y
mortalidad.
El afecto positivo también actúa sobre el sistema nervioso
autónomo (SNA), generalmente reduciendo la frecuencia
cardíaca, la presión arterial y los niveles de epinefrina y
noradrenalina en la sangre. Afecta al eje hipotalámico­pituitario­
suprarrenal, ya que la presencia de afecto positivo se ha
relacionado con menores niveles de cortisol en sangre (hormona
relacionada con enfermedades autoinmunes e inflamatorias) y,
en menor medida, con mayores niveles de oxitocina y la hormona
del crecimiento. Además, el afecto positivo favorece la presencia
de opioides endógenos (endorfinas), tanto de forma indirecta, a
través de la actividad física, como de forma más directa a través
de la activación emocional general (Gerra et al., 1996, 1998).
Estas endorfinas reducen la actividad en el SNA y en el sistema
endocrino (Drolet et al.,
2001) y modificar la función inmune (McCarthy, Wetzel, Sliker,
Eisenstein, & Rogers, 2001). Aparte
20
A partir de esto, si bien es ampliamente conocido que el
aislamiento y la presencia de pocas o más bien ineficientes redes
sociales se relaciona con un mayor riesgo de morbilidad y
mortalidad (Cohen, 2004; Elliot & Humberson, 2004), comienza
a haber evidencia de que el afecto positivo Facilita la creación y
mantenimiento de vínculos sociales, que protegen la buena salud.
Más concretamente, la reciprocidad social, es decir, percibir que
uno se ofrece a la red social pero también es recompensado por
ella, está vinculada a un mejor estado de salud (Siegrist, 2005).
Es probable que las emociones positivas tengan un
efecto directo en el sistema corporal (Barak, 2006). De hecho, los
hallazgos de laboratorio sugieren que esto puede ser así. Algunos
estudios han demostrado que varios tipos de estímulos
placenteros pueden tener diferentes impactos psicobiológicos
(Watanuki y Kim, 2005).
Por ejemplo, la actividad de la corteza frontal izquierda aumenta
en presencia de olores agradables, mientras que los estímulos
verbales positivos aumentan la secreción de inmunoglobulina A,
un parámetro típico de la actividad del sistema inmunológico, y
disminuyen el cortisol en la saliva, un parámetro de actividad en
el sistema hipotalámico­hipofisario. ­Sistema adrenocortical, que
interviene en la discriminación de estímulos afectivos y la
expresión emocional. Algunos estudios también han demostrado
que el afecto positivo está asociado a algunos patrones de
activación cortical eléctrica (Urry et al., 2004), y el buen humor
cotidiano está relacionado con niveles elevados de la función
central serotoninérgica (Flory, Manuck, Matthews y Muldoon,
2004). ), que también puede ser importante debido a su relación
con una mayor resistencia a la insulina y niveles de presión
arterial. Se sabe desde hace años que inducir un estado de
ánimo positivo, viendo una película de comedia, por ejemplo,
puede mejorar las respuestas inmediatas del sistema
inmunológico, evaluadas midiendo la inmunoglobulina A en la
saliva (Dillon, Minchoff y Baker, 1985).
El segundo enfoque para explicar la relación entre el
afecto positivo y la salud destaca la influencia del estrés en el
sistema fisiológico. En este caso, el afecto positivo funciona como
un amortiguador del estrés al reducir los efectos perniciosos del
estrés en el sistema, como se representa en la Figura 3.
Figura 3. Influencia indirecta del afecto positivo en el modelo de
salud. (SNA: sistema nervioso autónomo; HPA: eje hipotalámico­
pituitario­suprarrenal). Reproducido con permiso del propietario de
los derechos de autor. (Pressman y Cohen, 2005).
Según el segundo enfoque, el afecto positivo influye
en las respuestas al estrés en diferentes niveles. En primer lugar,
las personas que disfrutan de un afecto más positivo no tienen
tantos conflictos sociales, por lo que tienen menos factores de
estrés que gestionar. En segundo lugar, cuando tienen que lidiar
con situaciones potencialmente estresantes, las personas con un
afecto más positivo tienen
Machine Translated by Google
Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 5 (2009) 15­27
mejores redes sociales en las que puedan confiar.
Por lo tanto, utilizan estrategias de afrontamiento más eficaces
que, a su vez, también les llevan a sentir que pueden afrontar los
problemas. Además, el afecto positivo hace posible que las
respuestas fisiológicas vuelvan más rápidamente a un estado
normal después de un evento estresante.
(Fredrickson y Levenson, 1998; Fredrickson, 2009).
Aunque la mayoría de los estudios sobre la influencia
del afecto positivo en la salud indican que dicha actividad positiva
está relacionada con una menor morbilidad, una menor mortalidad,
una mejor calidad de vida y funcionamiento, un menor número de
síntomas, un diagnóstico menos grave y una mayor supervivencia,
algunos estudios han encontrado un efecto inverso. relación,
especialmente en personas con enfermedades graves. Este
hallazgo puede explicarse por el hecho de que las personas con
un afecto más positivo que padecen enfermedades graves
pueden a veces subestimar el número de síntomas, tienden a ser
excesivamente optimistas sobre la evolución de su pronóstico y,
por tanto, son menos estrictos a la hora de seguir las
prescripciones médicas (Derogatis, Abeloff y Melisaratos, 1979;
Devins et al., 1990).
Salud y bienestar eudaimónico
Respecto al bienestar eudaimónico, también existen
cada vez más datos sobre su asociación con indicadores
biológicos relacionados con la salud y, sorprendentemente, se
ha encontrado que este tipo de bienestar tiene una relación más
consistente con la salud física que el bienestar hedónico. medidas
(Vázquez & Castilla, 2007). Las razones de este fascinante
hallazgo no están claras; sin embargo, el bienestar eudaimónico
puede estar relacionado con mecanismos de regulación del
afecto a corto y largo plazo a través de la búsqueda de conductas
de supervivencia y otras de ajuste a las demandas ambientales
(por ejemplo, dar sentido a la experiencia, buscar lo positivo en
lo que nos sucede, ajustar objetivos de vida). , etc.), mientras
que el bienestar hedónico, aunque subjetivamente más
importante, está más relacionado con la satisfacción y el disfrute
de las circunstancias inmediatas (Vázquez y Castilla, 2007).
El grupo de investigación liderado por Carol Ryff, ha
encontrado algunos de los resultados más interesantes en este
ámbito. En muestras con mujeres de edad avanzada, han
encontrado que aquellas con niveles más altos de propósito de
vida, más sentimientos de crecimiento personal y mejores
relaciones interpersonales mostraban un menor riesgo
cardiovascular (niveles más bajos de hemoglobina glicosilada2 ,
menor peso corporal, menor relación cintura­cadera, tasas más
altas de colesterol "bueno" (HDL) y una mejor regulación
endocrina, es decir, niveles más bajos de cortisol en la saliva a lo
largo del día (Ryff et al., 2006; Ryff, Singer y Love, 2004).
Este vínculo entre niveles más bajos de cortisol y
bienestar eudaimónico también se ha probado en otros estudios
(por ejemplo, Lindfors y Lundberg, 2002). En cuanto a los factores
inflamatorios, las personas con mejores relaciones interpersonales
(bienestar interpersonal) y sentimientos de propósito de vida
muestran niveles más bajos de interleucina 6 (IL­6) y su
interleucina soluble.
2
Forma de hemoglobina (HbAlc) utilizada sobre todo para identificar la
concentración media de glucosa plasmática durante largos periodos de
tiempo. Puede controlar la glucosa media en sangre en relación con un
período de 2 a 3 meses antes de la prueba y también es un marcador
relevante de riesgo diabético y cardiovascular.
21
receptor (sIL­6r) (Friedman et al., 2005; Friedman, Hayney, Love,
Singer y Ryff, 2007).
Muchas de estas variables (presión arterial sistólica
y diastólica, ancho de cintura, medidas de colesterol, hemoglobina,
cortisol, niveles de epinefrina y noradrenalina) están relacionadas
con la llamada carga alostática3 (Ryff & Singer, 2002). Estudios
longitudinales sobre el envejecimiento han demostrado que una
carga alostática elevada predice enfermedades cardiovasculares,
deterioro cognitivo y físico y mortalidad. Las mujeres tienen
menos probabilidades de tener una carga alostática elevada que
los hombres, lo que puede ser significativo, ya que la esperanza
de vida de las mujeres es 7 años más larga.
Una cuestión especialmente importante sobre el
papel del bienestar eudaimónico en la biología y la salud es que
parece funcionar como un amortiguador o protector frente a los
efectos adversos de las experiencias negativas (Fredrickson,
2009). Por ejemplo, algunos estudios han demostrado que las
mujeres de edad avanzada con deficiencia de sueño (definida
como el tiempo total de sueño dividido por el tiempo total en
cama) tenían niveles más altos de interleucina IL­6 (Friedman et
al., 2005). Esta diferencia, sin embargo, desapareció en el
subgrupo de mujeres con buen nivel de bienestar interpersonal.
En la predicción de la hemoglobina glicosilada
(HbAlc), el grupo de investigación de Ryff ha encontrado que las
mujeres con menor nivel económico presentan un aumento de
este parámetro a lo largo del tiempo (Tsenkova, Love, Singer, &
Ryff, 2008) pero los resultados están moderados tanto por la
papel de los factores hedónicos (es decir, afecto positivo) y
factores eudaimónicos (es decir, propósito de vida y crecimiento
personal). Pero un aspecto muy relevante del estudio es que los
niveles de HbAlc en mujeres con alto bienestar positivo no
diferían en función de su estatus socioeconómico.
El papel del optimismo en la salud
El optimismo es, de todos los rasgos de personalidad,
el más relevante para esta revisión ya que, además de estar
fuertemente asociado con un mayor bienestar, parece jugar un
papel importante en la salud física (Avia & Vázquez, 1998).
Numerosos estudios de investigación han demostrado que el
optimismo está relacionado con una mayor protección frente a
las enfermedades y con una mayor esperanza de vida. Por
ejemplo, Peterson, Seligman y Vaillant (1988) llevaron a cabo un
análisis de escritos personales sobre situaciones vividas durante
la Segunda Guerra Mundial por un grupo de 99 graduados de la
Universidad de Harvard.
Más de treinta años después, los optimistas tenían mejor salud y
mostraban menos mortalidad que los pesimistas.
Maruta, Colligan, Malinchoc y Offord (2000, 2002) encontraron
un resultado similar en una muestra de más de 700 pacientes de
medicina general que habían sido evaluados mediante una escala
de optimismo. Treinta años más tarde se demostró que los
optimistas no sólo vivieron más que el resto de los participantes
(50% de reducción del riesgo de muerte), sino que su tasa de
supervivencia fue significativamente mejor de lo esperado en
función de sus características sociales y demográficas, es decir,
edad, sexo y año de nacimiento. Además, tenían mejor salud
física y mental, lo que fue evaluado por
3
La carga alostática se ha definido como la tensión acumulativa en
varios sistemas fisiológicos (cardiovascular, el sistema metabólico (el eje
hipotalámico­pituitario­suprarrenal) y el sistema nervioso simpático).
Machine Translated by Google
Vázquez, C.; Hervás, G.; Rahona, JJ & Gómez, D.: Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva
mediante el cuestionario SF­36 (Short­Form Health
Encuesta)
El optimismo parece tener cierta influencia en la
resistencia a la enfermedad y en la mejora de la salud pero, ¿a través
de qué mecanismo? Tal como se describió anteriormente sobre la
influencia de los efectos positivos en la salud, el optimismo puede
afectar la salud a través de varias vías. En primer lugar, el optimismo,
la esperanza y las expectativas positivas son elementos que pueden
proteger la salud en situaciones desafiantes para el equilibrio de las
personas (Vázquez & Castilla, 2007; Taylor et al., 2000) a través de
vías directas. Por ejemplo, los sistemas corporales de las personas
más optimistas generan mejores respuestas de inmunocompetencia
que los de las pesimistas, tomando como indicador la actividad de las
células NK (natural killers)­ (Sieber, Rodin, Larson, & Ortega (1992).
En términos generales, el optimismo también parece
estar relacionado con un mejor estado del sistema inmunológico.
Kamen­Siegel, Rodin, Seligman y Dwyer (1991) demostraron la
relación entre un estilo de pensamiento optimista y mejores respuestas
del sistema inmunológico en un grupo de personas sanas de entre 62
y 87 años. Los beneficios del optimismo se reflejaron en una menor
presencia de células supresoras de T8. El optimismo se asocia con
un mejor estado de ánimo, una mayor actividad citotóxica de las
células NK y un mayor número de células T colaboradoras4
(Segerstrom, Taylor, Kemeny, & Fahey, 1998). Incluso en estudios de
mujeres con cáncer de mama, además de otras variables psicosociales
como el hecho de tener una relación estable, el optimismo inicial es
un predictor de la calidad de vida varios años después (Carver, Smith,
Antoni, Petronis, Weiss et al . ., 2005).
Más allá de la influencia sobre el sistema inmunológico,
el optimismo parece prevenir enfermedades en dos sistemas básicos
para la supervivencia: el respiratorio y el circulatorio. En un estudio
prospectivo de ocho años, Kubzansky y sus colaboradores examinaron
los efectos del optimismo sobre el rendimiento pulmonar en un grupo
de 670 hombres de entre 45 y 89 años. Aquellos con un estilo
atribucional más optimista tenían mayores niveles de rendimiento
pulmonar y un deterioro más lento de esta función, independientemente
de que fumaran. Un estudio adicional observó que tras un periodo de
seguimiento de diez años, los optimistas tenían la mitad de riesgo de
sufrir enfermedad coronaria que aquellos con altos niveles de
pesimismo (Kubzansky, Sparrow, Boconas y Kawachi, 2001).
En segundo lugar, una tendencia al optimismo puede
afectar la salud a través del comportamiento que se manifiesta ante
los problemas de la vida en general y de la salud en particular. Este
comportamiento, si es adecuado, puede prevenir el estrés crónico y
la complicación de problemas físicos y/o psicológicos. En este sentido,
el optimismo es muy relevante, ya que parece fomentar estrategias
activas para afrontar el estrés y los problemas de salud, lo que se
relaciona con conductas de resolución de problemas, autocuidado y
planes de recuperación (Scheier, Weintraub, & Carver, 1986). Por
ejemplo, en el estudio realizado por Scheier y sus colaboradores
(1989) con un grupo de pacientes sometidos a bypass coronario, los
más optimistas, evaluados antes de la intervención quirúrgica, no sólo
hicieron una rehabilitación más activa
4
Las células T colaboradoras ayudan a otros glóbulos blancos
en procesos inmunológicos, incluida la activación de células T
citotóxicas y macrófagos, entre otras funciones.
22
planes, pero mostraron una mejor recuperación y calidad de vida seis
meses después en relación con la reanudación del trabajo y el
tiempo libre, las actividades sociales y sexuales.
CONCLUSIONES
Todos los hallazgos descritos en este artículo coinciden
con la misma idea: el bienestar no sólo se asocia con una mayor
satisfacción psicológica, sino que también tiene importantes
implicaciones para la salud física. Ya sea evaluado desde un enfoque
hedónico o eudaimónico, el bienestar parece desempeñar un papel
en la prevención y recuperación de condiciones y enfermedades
físicas, permitiendo incluso un aumento de la esperanza de vida. La
convergencia de resultados no debería sugerir que la relación entre
bienestar y salud sea simple. Más bien al contrario, el bienestar
parece mejorar la salud desde diversas perspectivas y por diferentes
caminos. En primer lugar, todo afecto positivo, satisfacción con la
vida y diversas dimensiones del bienestar eudaimónico propuesto por
Ryff parecen predecir resultados positivos para la salud.
En segundo lugar, parece claro que existen muchos caminos de
acción para el bienestar y la salud física. El bienestar parece tener
una relación directa con algunos parámetros de protección física,
como los asociados a la capacidad inmune, pero también puede tener
efecto a través de otras vías, como el aumento de comportamientos
saludables, buenas estrategias de afrontamiento de problemas de
salud o amortiguadores de estrés.
Todos estos datos sugieren que promover el bienestar
puede tener importantes efectos sobre la salud. En primer lugar, hay
que tener en cuenta el elevado y difícil de estimar coste que supone
una enfermedad y una muerte prematura.
En segundo lugar, tenemos en cuenta los costes sanitarios y otros
costes indirectos como bajas laborales, falta de productividad, etc. A
partir de esta situación, se podría concluir que promover el bienestar
puede ser útil no sólo desde un punto de vista social y humano, sino
también desde una perspectiva económica (DeVol & Bedroussian,
2007). Por tanto, la medición y promoción del bienestar se convierte
en un objetivo social y político deseable (Diener, Lucas, Schimmack
& Helliwell, 2009; Vázquez, 2009b).
Esto es aún más cierto en el caso de algunos
colectivos, como las personas mayores, a quienes, fundamentalmente
por motivos culturales, les resulta más difícil sentirse bien consigo
mismos y con las actividades que realizan. Además, como demuestra
un estudio longitudinal que duró más de 20 años, las personas con
percepciones más positivas sobre su envejecimiento en la línea base
(cuando tenían 50 años o más) vivieron más (una media de 7,6 años
más). años) que aquellos que mostraron percepciones más negativas
sobre su propio envejecimiento (Levy, Slade, Kunkel y Kasl, 2002).
Por ello, promover el bienestar en este periodo de la vida es
especialmente necesario.
Los hallazgos descritos en este artículo también
transmiten la importancia de que las unidades de salud y los
profesionales de la salud presten atención a los diferentes estados
emocionales, bienestar versus malestar. Todos los datos mostrados
sugieren que potenciar las emociones positivas podría mejorar la
salud al mismo nivel que la que muestran otras actividades, como el
ejercicio físico, una buena alimentación o dejar de fumar (Vázquez,
Hernangómez, & Hervás, 2004). Sin embargo, es muy raro encontrar
medidas preventivas.
Machine Translated by Google
Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 5 (2009) 15­27
programas que mejoran el bienestar y las emociones positivas.
Por eso es muy difícil encontrar profesionales de la salud que
den respuestas al importante papel del bienestar y las emociones
positivas como elementos de vida saludable. Difundir estos
hallazgos entre médicos, enfermeras y otros profesionales de la
salud puede ser una forma necesaria de convertir cada vez más
la actual falta de atención a lo positivo dentro del área de la salud
en una mayor conciencia y mayores recursos para ponerla en
práctica.
Mirando más allá, las instituciones públicas también
deberían ser más conscientes de la conexión entre mente y
cuerpo y, en concreto, del papel que desempeña el bienestar
en la recuperación y prevención de enfermedades.
Diseñar y aplicar programas específicos de promoción del
bienestar en diferentes etapas de la vida y fomentar la
investigación de esta asociación sobre enfermedades concretas
son sólo algunas de las formas en que instituciones y
profesionales pueden responder a la importancia de estos
hallazgos.
Finalmente, podría ser importante difundir
socialmente estos hallazgos para difundir la idea de que
mantener y aumentar el bienestar es un objetivo importante en
tiempos de buena salud, pero también cuando la salud se ve
amenazada. Como decíamos, esto es crucial en las personas
mayores, pero también en otros períodos de la vida en los que
el mantenimiento del bienestar suele quedar relegado a un
segundo plano debido a la sobrevaloración de algunos objetivos
profesionales o de otra índole.
Este artículo comenzó reflexionando sobre cuál
podría ser la contribución de la psicología positiva a la salud y
a la medicina clínica. Como conclusión de la revisión que
hemos realizado, pensamos que estos aportes pueden ser
fértiles y variados, siempre y cuando: 1. Este enfoque
psicológico promueva cambios conceptuales importantes en la
definición de salud positiva anclándolos en una visión
compleja del bienestar. ­ser que incluye componentes
hedónicos y eudamónicos (Vázquez, 2009a)
2. Incorpora el análisis e investigación de emociones y
cogniciones hasta ahora ignoradas por la psicología
científica (Fernández­Abascal, 2009) y de gran interés
en el campo de la intervención (Vázquez, Hervás, & Ho,
2008; Hervás, Sánchez, & Vázquez , 2008; Vázquez,
Pérez­Sales, & Hervás, 2008).
3. Favorece la investigación sobre el papel de las emociones y
cogniciones positivas en el origen y mantenimiento del
bienestar físico y mental.
4. Redefine lo que se entiende como cambio terapéutico y
'recuperación' utilizando una perspectiva más amplia y
comprensiva que los criterios basados en síntomas
tradicionalmente utilizados (Zimmerman et al., 2006;
Vázquez & Nieto, en prensa).
5. Incorpora una perspectiva multidisciplinar sobre la promoción
del bienestar que implica todos los ámbitos individuales,
sociales e institucionales (Seligman, 2003; Vázquez &
Hervás, 2008).
En conclusión, si bien se ha recorrido un camino
valioso, el futuro presenta numerosos desafíos que deben
abordarse con el objetivo de dar forma a muchas de las líneas
de investigación sobre la relación entre bienestar y salud.
Algunos de los desafíos pertenecen a la comunidad científica,
pero no debemos olvidar que otros pasos importantes
corresponden a las instituciones públicas y a la sociedad en
general.
23
entero.
Referencias
Almedom, AM y Glandon, D. (2007). La resiliencia no es la
ausencia de trastorno de estrés postraumático, como tampoco
la salud es la ausencia de enfermedad. Revista de pérdida y
trauma, 12, 127­143.
Andrews, FM y Robinson, JP (1991). Medidas de bienestar
subjetivo. En JP Robinson, PR
Sharer y LS Wrightsman (Eds.), Medidas de personalidad y
actitudes psicológicas sociales (págs. 61­114). San Diego:
Prensa académica.
Aspinwall, LG y Taylor, SE (1997). Una puntada en el tiempo:
autorregulación y afrontamiento proactivo.
Boletín Psicológico, 121, 417­436.
Avia, MD y Vázquez, C. (1998). Optimismo inteligente.
Psicología de las emociones positivas.
Madrid: Alianza Editorial.
Barak, Y. (2006). El sistema inmunológico y la felicidad.
Reseñas de autoinmunidad, 5, 523­527.
Biswas­Diener, R., Kashdan, TB y King, LA
(2009). Dos tradiciones de investigación de la felicidad, no dos
tipos distintos de felicidad. Revista de Psicología Positiva, 4,
208­211.
Booth­Kewley, S. y Friedman, HS (1987).
Predictores psicológicos de enfermedades cardíacas: una
revisión cuantitativa. Boletín Psicológico, 101,
343–362.
Bower, JE, Kemeny, ME, Taylor, SE y Fahey, JL (1998).
Procesamiento cognitivo, descubrimiento de significado,
disminución de CD4 y mortalidad relacionada con el SIDA entre
hombres seropositivos al VIH en duelo. Revista de Consultoría
y Psicología Clínica, 66, 979­986.
Bradburn, Nuevo México (1969). La estructura del bienestar
psicológico. Chicago: Aldina.
Carver, CS, Smith, RG, Antoni, MH, Petronis, VM, Weiss, S. y
Derhagopian, RP (2005).
La personalidad optimista y el bienestar psicosocial durante el
tratamiento predicen el bienestar psicosocial entre los
supervivientes de cáncer de mama a largo plazo. Psicología
de la Salud, 24(5), 508­516.
Cohen, S. (2004). Relaciones sociales y salud.
Psicólogo estadounidense, 59, 676–684.
Cohen, S., Alper, CM, Doyle, WJ, Treanor, JJ y Turner, RB
(2006). El estilo emocional positivo predice la resistencia a la
enfermedad después de la exposición experimental al rinovirus
o al virus de la influenza A.
Medicina psicosomática, 68, 809–815.
Danner, DD, Snowdon, DA y Friesen, WV
(2001). Emociones positivas en los primeros años de vida y
longevidad: hallazgos del estudio de las monjas. Revista de
Personalidad y Psicología Social, 80, 804­813.
Davidson, RJ (2003). Neurociencia afectiva y psicofisiología:
hacia la síntesis. a
Machine Translated by Google
Vázquez, C.; Hervás, G.; Rahona, JJ & Gómez, D.: Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva
Psicofisiología, 40, 655­665.
Davidson, RJ (2004). Bienestar y estilo afectivo: sustratos
neuronales y correlatos bioconductuales. Transacciones filosóficas
de la Royal Society, 359, 1395­1411.
Deaton, A. (2008). Ingresos, envejecimiento, salud y bienestar en
todo el mundo: evidencia de la encuesta mundial Gallup. Revista
de perspectivas económicas, 22,
53­72.
Deci, EL y Ryan, RM (2000). El "qué" y el "por qué" de la búsqueda
de objetivos: las necesidades humanas y la autodeterminación
del comportamiento. Investigación psicológica, 11,
227­268.
Derogatis, LR, Abeloff, MD y Melisaratos, N.
(1979). Mecanismos de afrontamiento psicológico y tiempo de
supervivencia en el cáncer de mama metastásico. Revista de la
Asociación Médica Estadounidense, 242, 1504–1508.
Devins, GM, Mann, J., Mandin, H., Paul, LC, Hons, RB, Burgess,
ED, Taub, K., Schorr, S., Letourneau, RN y Buckle, S. (1990).
Predictores psicosociales de supervivencia en la enfermedad renal
terminal.
Revista de enfermedades nerviosas y mentales, 178, 127–
133.
DeVol, R. y Bedroussian, A. (2007). Un Estados Unidos insalubre:
la carga económica de las enfermedades crónicas.
Recuperado el 5 de noviembre de 2009 de http://minority­
health.pitt.edu/
archive/00000851/01/ECONOMIC_B
URDEN_DE_ENFERMEDAD_CRÓNICA.pdf.
Diener, E., (2009). (Ed.). Evaluación del bienestar. Las obras
completas de Ed Diener. Oxford, Reino Unido: Springer.
Diener, E., Emmons, RA, Larsen, RJ y Griffin, S. (1985). La escala
de satisfacción con la vida. Revista de evaluación de la personalidad,
49, 71­75.
Diener, E., Lucas, R., Schimmack, U. y Helliwell, J.
(2009). Bienestar para las políticas públicas. Oxford: Prensa de la
Universidad de Oxford.
Dillon, KM, Minchoff, B. y Baker, K. (1985).
Estado emocional positivo y mejora de la
sistema inmunitario. La Revista Internacional de Psiquiatría en
Medicina, 15, 13­17.
Drolet, G., Dumont, EC, Gosselin, I., Kinkead, R., Laforest, S. y Trottier, JF
(2001). Papel del sistema opioide endógeno en la regulación del estrés
Progreso en respuesta.
Neuropsicofarmacología y psiquiatría biológica, 25, 729–741.
Elliott, S. & Umberson, D. (2004) Tendencias demográficas
recientes en los EE. UU. e implicaciones para el bienestar. En JL
Scott, J. Treas y M. Richards (eds.), El compañero de Blackwell
para la sociología de las familias. Malden, MA: Blackwell.
Estrategia en Salud Mental del Sistema Nacional de
24
Salud, 2007. Recuperado el 12 de noviembre de 2009 de http://
www.msc.es/organizacion/sns. Ministerio de Sanidad.
Fang, CY, Miller, SM, Bovbjerg, DH, Bergman, C., Edelson, MI,
Rosenblum, NG, Bove, BA, Godwin, AK, Campbell, DE y Douglas,
SD (2008). El estrés percibido se asocia con una respuesta
deficiente de las células T al VPH16 en mujeres con displasia
cervical. Anales de medicina conductual, 35, 87–96.
Fernández­Abascal, E. (2009). (Ed.). Las emociones positivas
(págs. 375­392). Madrid: Pirámide.
Flory, JD, Manuck, SB, Matthews, KA y Muldoon, MF (2004). La
función serotoninérgica en el sistema nervioso central está
asociada con calificaciones diarias de estado de ánimo positivo.
Revista de investigación psiquiátrica, 129, 11­19.
Fredrickson, BL (2001). El papel de las emociones positivas en la
psicología positiva: la teoría de ampliar y construir las emociones
positivas. Psicólogo estadounidense, 56, 218–226.
Fredrickson, BL (2009). Positividad. Nueva York: Corona.
Fredrickson, BL y Levenson, RW (1998).
Las emociones positivas aceleran la recuperación de las secuelas
cardiovasculares de las emociones negativas.
Cognición y emoción, 12, 191–220.
Friedman, EM, Hayney, MS, Love, GD, Singer, BH y Ryff, CD
(2007). La interluequina­6 plasmática y los receptores de IL­6
solubles se asocian con el bienestar psicológico en las mujeres de
edad avanzada. Psicología de la Salud, 26(3), 305­313.
Friedman, EM, Hayney, MS, Love, GD, Urry, HL, Rosenkranz, MA,
Davidson, RJ, Singer, B.
H. y Ryff, CD (2005). Relaciones sociales, calidad del sueño e
interleucina­6 en mujeres mayores.
Actas de la Academia Nacional de Ciencias, 102, 18757­18762.
Gerra, G., Fertomani, G., Zaimovic, A., Caccavari, R., Reali, N.,
Maestri, D., Avanzini, P., Monica, C., Delsignore, R. y Brambilla, F.
(1996).
Respuestas neuroendocrinas a la excitación emocional en mujeres
normales. Neuropsicobiología, 33, 173–181.
Gerra, G., Zaimovic, A., Franchini, D., Palladino, M., Giucastro, G.,
Reali, N., Maestri, D., Caccavari, R., Delsignore, R. y Brambilla, F.
(1998).
Respuestas neuroendocrinas de voluntarios sanos a la
“tecnomúsica”: relaciones con los rasgos de personalidad y el
estado emocional. Revista Internacional de Psicofisiología, 28,
99­111.
Gilbert, DT (2006). Tropezando con la felicidad. Nueva York: Knopf.
Glaser, R. y Kiecolt­Glaser, JK (2005). Disfunción inmune inducida
por el estrés: implicaciones para la salud.
Inmunología de Nature Reviews, 5, 243–251.
Machine Translated by Google
Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 5 (2009) 15­27
Herbert, TB y Cohen, S. (1993). Depresión e inmunidad: una
revisión metaanalítica. Boletín psicológico, 113, 472–486.
Hervás, G., Sánchez, A. y Vázquez, C. (2008)
Intervenciones psicológicas para la promoción del bienestar. En
C. Vázquez & G. Hervás (Eds.), Psicología Positiva aplicada.
(págs. 41­71). Bilbao: Desclée de Brower.
Jahoda, M. (1958). Ideas actuales de salud mental positiva.
Nueva York: Libros básicos Kahneman, D.,
Diener, E. y Schwarz, N. (Eds.).
(1999). Bienestar: Los fundamentos de la psicología hedónica.
Nueva York: Fundación Russell Sage.
Kamen­Siegel, L., Rodin, J., Seligman, ME y Dawyer, C.
(1991). Estilo explicativo e inmunidad mediada por células.
Psicología de la Salud, 10, 229­235.
Keyes, CLM, Shmotkin, D. y Ryff, CD (2002).
Optimizar el bienestar: el encuentro empírico de dos
tradiciones. Revista de Personalidad y Psicología Social, 82,
1007­1022.
Keyes, CLM y Waterman, MB (2003).
Dimensiones del bienestar y la salud mental. En m.
Bornstein, L. Davidson, CLM Keyes y K. Moore (Eds.) Edad
adulta, bienestar: desarrollo positivo a lo largo del curso de la
vida, (págs. 477­497).
Hillsdale, Nueva Jersey: Erlbaum.
Kiecolt­Glaser, JK, McGuire, L., Robles, TR y Glaser, R. (2002).
Emociones, morbilidad y mortalidad: perspectivas desde la
Nuevo
psiconeuroinmunología. Revista anual de psicología, 53, 83­107.
Kiecolt­Glaser, JK, Preacher, KJ, MacCallum, R.
C., Atkinson, C., Malarkey, WB y Glaser, R.
(2003). El estrés crónico y los aumentos relacionados con la
edad en la citocina proinflamatoria IL­6. Actas de la Academia
Nacional de Ciencias, 100, 9090–9095.
Koivumaa­Honkanen, H., Honkanen, R., Viinamaki, H.,
Heikkila, K., Kaprio, J. y Koskenvuo, M.
(2000). Satisfacción con la vida autoinformada y mortalidad a
20 años en adultos finlandeses sanos. Revista Estadounidense
de Epidemiología, 152(10), 983­991.
Kubzansky, LD, Sparrow, D., Vokonas, P. y Kawachi, I.
(2001). ¿Está el vaso medio vacío o medio lleno? Medicina
Psicosomática, 63, 910­916.
Kubzansky, LD, Wright, RJ, Cohen, S., Weiss, S.
T., Rosner, B. y Sparrow, D. (2002). Respirar con facilidad:
un estudio prospectivo sobre el optimismo y la función
pulmonar en el Estudio Normativo de Envejecimiento.
Anales de medicina conductual, 24 (4), 345­353.
Cuaresma, RW (2003). Hacia una perspectiva teórica y
práctica unificadora sobre el bienestar y el ajuste psicológico.
Revista de Psicología de Consejería, 51 (4), 482­509.
Levy, B., Slade, M., Kunkel, S. y Kasl, S. (2002).
Beneficio longitudinal de las autopercepciones positivas de
25
envejecimiento sobre la salud funcional. Revista de
Gerontología: Ciencias Psicológicas, 57B, P409 – P417.
Lindfors, P. y Lundberg, U. (2002). ¿La baja liberación de
cortisol es un indicador de una salud positiva? Estrés y Salud,
18, 153­160.
Lucas, RE, Diener, E. y Suh, EM (1996).
Validez discriminante de las medidas de bienestar.
Revista de Personalidad y Psicología Social, 71,
616­628.
Lutgendorf, SK, Garand, L., Buckwalter, KC, Reimer, TT,
Hong, S. y Lubaroff, DM (1999).
Estrés vital, alteraciones del estado de ánimo y niveles
elevados de interleucina­6 en mujeres mayores sanas.
Revistas de Gerontología: Serie A. Ciencias biológicas y
ciencias médicas, 54, M434 – M439.
Maruta, T., Colligan, RC, Malinchoc, M. y Offord, KP (2000).
Optimistas versus pesimistas: tasa de supervivencia entre
pacientes médicos durante un período de 30 años. Actas de
Mayo Clinic, 75(2), 140­143.
Maruta, T., Colligan, RC, Malinchoc, M. y Offord, KP (2002).
Optimismo­Pesimismo evaluado en los años 1960 y estado
de salud autoinformado 30 años después. Actas de Mayo
Clinic, 77(8), 748­753.
McCarthy, L., Wetzel, M., Sliker, JK, Eisenstein, T.
K. y Rogers, TJ (2001). Opioides, receptores de opioides y la
respuesta inmune. Dependencia de drogas y alcohol, 62,
111­123.
McMahon, DM (2006). Una historia de la felicidad. Madrid:
Tauro.
Myers, F., McCollam, A. y Woodhouse, A. (2005).
Programa nacional para mejorar la salud mental y el bienestar y
abordar las desigualdades en salud mental en Escocia. Mentes
iguales. Edimburgo: Ejecutivo escocés. Centro Escocés de
Desarrollo para la Salud Mental.
Ong, AD y van Dulmen, M. (Eds.). (2007).
Manual de métodos en psicología positiva. Nueva York:
Oxford University Press.
Ostir, GV, Goodwin, JS, Markides. KS, Ottenbacher, KJ,
Balfour, J., Guralnik, JM
(2002). Efectos diferenciales de la salud física y emocional
premórbida en la recuperación de una enfermedad aguda.
Revista de la Sociedad Americana de Geriatría, 50, 713­
718.
Ostir, GV, Markides, KS, Black, S. y Goodwin, JS (2000). El
bienestar emocional predice la independencia funcional y la
supervivencia posteriores.
Revista de la Sociedad Estadounidense de Geriatría, 48, 473­
478.
Ostir, GV, Peek, MK, Markides, KS y Goodwin, JS (2001). La
asociación entre el bienestar emocional y el riesgo futuro de
infarto de miocardio en adultos mayores. Psiquiatría primaria,
8, 34­
38.
Peterson, C. y Seligman, eurodiputado (2003). El
Machine Translated by Google
Vázquez, C.; Hervás, G.; Rahona, JJ & Gómez, D.: Bienestar psicológico y salud. Aportes de la psicología positiva
Clasificación de fortalezas Valores en Acción (VIA).
Washington, DC: Asociación Estadounidense de Psicología.
Peterson, C., Seligman, eurodiputado y Vaillant, GE
(1988). El estilo explicativo pesimista es un factor de riesgo de
enfermedad física: un estudio longitudinal de treinta y cinco años.
Revista de Personalidad y Psicología Social, 55, 23­27.
Pressman, SD y Cohen, S. (2005). ¿Los afectos positivos influyen
en la salud? Boletín Psicológico, 131,
925–971.
Reed, GM, Kemeny, ME, Taylor, SE y Visscher, BR (1999).
Expectativas negativas específicas para el VIH y duelo relacionado
con el SIDA como predictores de la aparición de síntomas en
hombres homosexuales VIH positivos asintomáticos. Psicología
de la Salud, 18, 354­363.
Reed, GM, Kemeny, ME, Taylor, SE, Wang, H.­YJ y Visscher,
BR (1994). "Aceptación realista" como predictor de disminución
del tiempo de supervivencia en hombres homosexuales con
SIDA. Psicología de la Salud, 13, 299­
307.
Ryan, RM y Deci, EL (2001). Sobre la felicidad y los potenciales
humanos: una revisión de las investigaciones sobre el bienestar
hedónico y eudaimónico. En S. Fiske (Ed.), Annual Review of
Psychology (págs. 141­166). Palo Alto, CA: Reseñas anuales, Inc.
Ryan, RM, Huta, V. y Deci, EL (2008). Vivir bien: una perspectiva
de la teoría de la autodeterminación sobre la eudaimonia. Revista
de estudios de la felicidad, 9, 139­
170.
Ryff, CD (1989). La felicidad lo es todo, ¿o no?
Exploraciones sobre el significado del bienestar psicológico.
Revista de Personalidad y Psicología Social, 57, 1069­1081.
Ryff, CD (1995). Bienestar psicológico en la vida adulta.
Direcciones actuales en la ciencia psicológica, 4(4), 99­104.
Ryff, CD, Love, GD, Urry, HL, Muller, D., Rosenkranz, MA,
Friedman, E., Davidson, RJ y Singer, B. (2006). Bienestar y
malestar psicológico: ¿tienen correlatos biológicos distintos o
reflejados? Psicoterapia y Psicosomática, 75, 85­95.
Ryff, CD y Keyes, CLM (1995). La estructura del bienestar
psicológico revisada. Revista de Personalidad y Psicología Social,
69, 719–727.
Ryff, CD y Singer, B. (1998). Los contornos de la salud humana
positiva. Investigación Psicológica,9,1­28.
Ryff, CD y Singer, BH (2002). De la estructura social a la biología:
la ciencia integradora en pos de la salud y el bienestar humanos.
En CR Snyder y SJ
López (Eds.), Manual de psicología positiva (págs. 541­554).
Londres: Oxford University Press.
Ryff, CD, Cantante, BH y Love, GD (2004).
26
Salud positiva: conectando el bienestar con la biología.
Transacciones filosóficas de la Royal Society de Londres B, 359,
1383­1394.
Salanova, M., (2008). Organizaciones saludables: una aproximación
desde la Psicología Positiva. En Vázquez, C., & Hervás, G. (Eds.),
Psicología Positiva aplicada (pp 403­427). Bilbao: Desclée de Brower.
Scheier, MF, Matthews, KA, Owens, J., Magovern, GJ, Sr.,
Lefebvre, RC, Abbott, RA y Carver, CS (1989). Optimismo
disposicional y recuperación de la cirugía de bypass de arteria
coronaria: los efectos beneficiosos sobre el bienestar físico y
psicológico. Revista de Personalidad y Psicología Social, 57,
1024­1040.
Scheier, MF; Weintraub, JK y Carver, CS
(1986). Afrontar el estrés: estrategias divergentes de optimistas y
pesimistas. Revista de Personalidad y Psicología Social, 51,
1257­1264.
Ejecutivo escocés (2005). Programa nacional para mejorar la
salud mental y el bienestar que aborda las desigualdades en
salud mental en Escocia. Edimburgo: Centro Escocés de
Desarrollo para la Salud Mental.
Segerstrom, SC, Taylor, SE, Kemeny, ME y Fahey, JL (1998). El
optimismo está asociado con el estado de ánimo, el afrontamiento
y el cambio inmunológico en respuesta al estrés. Revista de
Personalidad y Psicología Social, 74, 1646­1655.
Seligman, eurodiputado y Csikszentmihalyi, M. (2000).
Psicología positiva: una introducción. Psicólogo estadounidense,
55, 5­14.
Seligman, eurodiputado (2002). Felicidad Auténtica.
Nueva York: Free Press/Simon y Schuster.
Sieber, WJ, Rodin, J., Larson, L. y Ortega, S.
(1992). Modulación de la actividad de las células asesinas
naturales humanas por exposición a estrés incontrolable.
Cerebro, comportamiento e inmunidad, 6(2), 141­156.
Siegrist, J. (2005) Reciprocidad social y salud: nueva evidencia
científica e implicaciones políticas.
Psiconeuroendocrinología, 30, 1033­1038
Steptoe, A., Gibson, EL, Hamer, M. y Wardle, J.
(2007). Correlatos neuroendocrinos y cardiovasculares del afecto
positivo medidos mediante un cuestionario ecológico momentáneo.
evaluación y por
Psiconeuroendocrinología, 32(1), 56­64.
Steptoe, A., Wardle, J. y Marmot, M. (2005).
Afecto positivo y procesos neuroendocrinos, cardiovasculares e
inflamatorios relacionados con la salud.
Actas de la Academia Nacional de Ciencias, 102, 6508­6512.
Taylor, SE, Kemeny, ME, Aspinwall LG, Schneider, SC,
Rodríguez, R. y Herbert, M.
(1992). Optimismo, afrontamiento, angustia psicológica y
comportamiento sexual de alto riesgo entre hombres en riesgo
de contraer SIDA. Revista de Personalidad y Psicología Social,
Machine Translated by Google
Anuario de Psicología Clínica y de la Salud / Annuary of Clinical And Health Psychology, 5 (2009) 15­27
63, 460­473.
Taylor, SE, Kemeny, ME, Reed, GM, Bower, J.
E. y Gruenewald, TL (2000). Recursos psicológicos, ilusiones
positivas y salud. Psicólogo estadounidense, 55(1), 99­109.
Tsenkova, VK, Love, GD y Singer, BH
(2007). El estado socioeconómico y el bienestar psicológico
predicen cambios en el tiempo en la hemoglobina glicosilada en
mujeres mayores sin diabetes.
Medicina Psicosomática, 69(8), 777­784.
Tsenkova, VK, Love, GD, Singer, BH y Ryff, CD (2008). El
afrontamiento y el afecto positivo predicen cambios longitudinales
en la hemoglobina glicosilada.
Psicología de la Salud, 27(2, Suppl), S163­S171.
Urry, HL, Nitschke, JB, Dolski, I., Jackson, DC, Dalton, KM,
Mueller, CJ, Rosenkranz, MA, Ryff, CD, Singer, BH, Davidson,
RJ (2004).
Hacer que una vida valga la pena: correlatos neuronales del
bienestar. Ciencia psicológica, 15(6), 367­372.
van Reekum, CM, Urry, HL, Johnstone, T., Thurow, ME, Frye,
CJ, Jackson, CA, Schaefer, HS, Alexander, AL y Davidson, RJ
(2007).
Las diferencias individuales en la actividad de la amígdala y la
corteza prefrontal ventromedial están asociadas con la velocidad
de evaluación y el bienestar psicológico.
Revista de Neurociencia Cognitiva, 19, 237­248.
Vázquez, C. (1990). El concepto de conducta anormal. En: F.
Fuentenebro & C. Vázquez (Eds.), Psicología Médica,
Psicopatología, y Psiquiatría (Vol.1, pp 449­472). Madrid: McGraw­
Hill.
Vázquez, C. (2009a). La ciencia del bienestar psicológico. En C.
Vázquez & G. Hervás (Eds.), La ciencia del bienestar:
Fundamentos de una Psicología Positiva (págs. 13­46). Madrid:
Alianza Editorial.
Vázquez, C. (2009b). El bienestar de las naciones. En C. Vázquez
& G. Hervás (Eds.), La ciencia del bienestar: Fundamentos de
una Psicología Positiva
(págs. 103­141). Madrid: Alianza Editorial.
Vázquez, C., & Castilla, C. (2007). Emociones positivas y
crecimiento postraumático en el cáncer de mama. Psicooncología,
4, 385­404.
Vázquez, C., Hernangómez, L., & Hervás, G. (2004).
Longevidad y emociones positivas. En L. Salvador­Carulla, A.
Cano & JR Cabo (Eds.), Longevidad: Un tratado integral sobre
promoción de la salud en la segunda mitad de la vida (págs.
752­761). Madrid: Panamericana.
Vázquez, C., & Hervás, G. (Eds.), (2008). Psicología Positiva
aplicada. Bilbao: Desclée de Brower.
Vázquez, C., & Hervás, G. (Eds.) (2009). La ciencia del bienestar:
Fundamentos de una Psicología Positiva. Madrid: Alianza Editorial.
27
Vázquez, C., Hervás, G., & Ho, S. (2006).
Intervenciones clínicas basadas en la psicología positiva:
fundamentos y aplicaciones. Psicología Conductual, 14, 401­432.
Vázquez, C., & Nieto, M. (en prensa). Rehabilitación psiquiátrica:
Nuevos problemas y viejas soluciones.
En A. Blanco, D. Navarro et al. (Eds.), Rehabilitación psiquiátrica.
Madrid: Síntesis.
Vázquez, C., Pérez­Sales, P., & Hervás, G. (2008).
Efectos positivos del terrorismo y crecimiento postraumático: una
perspectiva individual y comunitaria. En A. Linley y S. Joseph
(Eds.), Trauma, recuperación y crecimiento: perspectivas
psicológicas positivas sobre el estrés postraumático (págs. 63­91).
Nueva York: Lawrence Erlbaum Associates.
Watanuki S. y Kim YK (2005). Respuestas fisiológicas inducidas
por estímulos placenteros. Revista de Antropología Fisiológica y
Ciencias Humanas Aplicadas, 24, 135­138.
Waterman, AS (1993). Dos concepciones de la felicidad:
Contrastes de expresividad personal (eudaimonia) y disfrute
hedónico. Revista de Personalidad y Psicología Social, 64, 678–
691.
Watson, D., Clark, LA y Tellegen, A. (1988).
Desarrollo y validación de medidas breves de afecto positivo y
negativo: las escalas PANAS.
Revista de Personalidad y Psicología Social, 54(6), 1063­1070.
Organización Mundial de la Salud (1948). Preámbulo de la
constitución de la Organización Mundial de la Salud. En Registros
Oficiales de la Organización Mundial de la Salud, nº 2, p. 100.
Ginebra: Organización Mundial de la Salud.
Organización Mundial de la Salud (1986). Carta de Ottawa para
la Promoción de la Salud: Primera Conferencia Internacional sobre
Promoción de la Salud, Ottawa, noviembre de 1986.
Ginebra: OMS.
Grupo de Calidad de Vida de la Organización Mundial de la Salud
(grupo WHOQOL). (1994). Desarrollo del WHOQOL: Justificación
y estado actual.
Revista Internacional de Salud Mental, 23(3), 24­56.
Zimmerman, M., McGlinchey, JB, Posternak, M.
A., Friedman, M., Attiullah, N. y Boerescu, D.
(2006). ¿Cómo debería definirse la remisión de la depresión? La
perspectiva del paciente deprimido.
Revista Estadounidense de Psiquiatría, 163, 148­150.