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La visión eudaimónica plantea que el núcleo duro del bienestar psicológico no estaría
necesariamente relacionado con experimentar situaciones placenteras o con satisfacer
deseos, lo cual generaría un afecto positivo pasajero. El marco general de la “teoría
de la autodeterminación” (Ryan y Deci, 2001), es probablemente el más influyente
en este sentido. Plantea que un funcionamiento psicológico sano está basado en: (a)
una adecuada satisfacción de las necesidades psicológicas básicas (básicamente tres:
autonomía, vinculación, y competencia), y (b) un sistema de metas congruente y
coherente (es decir, metas intrínsecas mejor que extrínsecas, y coherentes con los
propios intereses y valores).
En el ámbito clínico esto significa que un déficit importante en alguna de estas
áreas tenderá a aparecer asociado a diversas consecuencias negativas, como
un menor bienestar, y un mayor nivel de afecto negativo y de sintomatología
física y psicológica. Es importante destacar que, de forma adicional, otros autores
proponen la existencia de otras necesidades básicas, como por ejemplo, la seguridad
(ej.: Andersen, Chen y Carter, 2000; Maslow, 1943) -la cual puede jugar un papel muy
relevante en muchos problemas de ansiedad-, o el sentido vital (ej.: Baumeister, 1991;
Frankl, 1946/2004), que también aparece a menudo afectado en la población clínica.
Desde una perspectiva evolutiva, estos autores proponen que experiencias de
deprivación en una o varias de estas necesidades básicas pueden generar la aparición
de necesidades sustitutivas o motivos compensatorios con el objetivo de reducir por
otras vías menos saludables la sensación de insatisfacción (Deci y Ryan, 2000), como
la valoración excesiva de la imagen física, la admiración por parte de los demás, o la
dominación social1. En el ámbito clínico, se pueden observar algunas de estas
motivaciones compensatorias en ciertos trastornos de personalidad, como por ejemplo
en los trastornos narcisistas (i.e. deseo de grandiosidad) e histriónicos (i.e. deseo de
atención).
En cualquier caso, la investigación ha demostrado que, en la población general, las
personas que muestran una mayor satisfacción percibida en dichas necesidades
básicas, así como las personas que presentan metas coherentes con sus intereses,
valores y necesidades, tienen mayores niveles de bienestar cotidianos (Deci y Ryan,
2000).
Si éstas son las necesidades básicas, ¿cuáles son los indicadores fundamentales del
funcionamiento óptimo humano? La psicóloga norteamericana Carol Ryff, basándose
en tradiciones y modelos psicológicos, ha propuesto seis elementos eudaimónicos que
configuran un estado de salud mental óptimo (Ryff, 1989, 1995; Ryff y Singer, 1998).
Esos elementos serían los más relevantes para determinar el funcionamiento
psicológico óptimo (algo típicamente no tratado en el trabajo clínico centrado en los
síntomas), o “bienestar psicológico”. Todos esos ámbitos (véase la Tabla 1)
proceden de conceptos con una gran tradición en la psicología clínica y evolutiva (ej.:
sensación de control, relaciones positivas con los demás, o autonomía). El modelo de
Ryff ha sido muy influyente y, además, se han desarrollado instrumentos de medida a
partir de él con buenas propiedades psicométricas (como podrá verse en la Tabla 3
más adelante).
CRECIMIENTO
PERSONAL • Sensación de desarrollo • Sensación de no
continuo aprendizaje
• Se ve a sí mismo en • Sensación de no mejora
progreso • No transferir logros
• Abierto a nuevas pasados al presente
experiencias
• Capaz de apreciar mejoras
personales
PROPÓSITO EN LA VIDA
• Objetivos en la vida • Sensación de estar sin
• Sensación de llevar un rumbo
rumbo • Dificultades psicosociales
• Sensación de que el • Funcionamiento
AUTONOMÍA
• Capaz de resistir presiones • Bajo nivel de asertividad
sociales • No mostrar preferencias
• Es independiente y tiene • Actitud sumisa y
determinación complaciente
• Regula su conducta desde • Indecisión
dentro
• Se autoevalúa con sus
propios criterios
AUTOACEPTACIÓN
• Actitud positiva hacia uno • Perfeccionismo
RELACIONES POSITIVAS
CON OTROS • Relaciones estrechas y • Déficit en afecto, intimidad,
cálidas con otros empatía.
• Le preocupa el bienestar
de los demás
• Capaz de fuerte empatía,
afecto e intimidad
• Persistencia
• Integridad / Honestidad
• Vitalidad / Entusiasmo
• HUMANIDAD • Amor
• Amabilidad / Generosidad
• Inteligencia social
• Liderazgo
• TEMPLANZA • Perdón
• Humildad/Modestia
• Prudencia
• Autocontrol
• Esperanza / Optimismo
• Humor / Juego
• Espiritualidad / Propósito
Tabla 2. Propuesta de una taxonomía de las virtudes y las 24 fortalezas psicológicas (Peterson y Seligman, 2004).
Las virtudes son las características centrales del carácter valoradas por filósofos
morales y pensadores religiosos. De la revisión dirigida por Peterson y Seligman
(2004) sobre aquellas virtudes relativamente constantes a lo largo del tiempo,
diferentes culturas, y tradiciones religiosas y de pensamiento, emergen seis (ver Tabla
2):
Sabiduría: No equivale ni está relacionada con el CI sino con el deseo de conocer,
la creatividad, o ser una persona juiciosa o con una buena perspectiva sobre las
cosas.
Humanidad: Está relacionada con capacidades para mejorar la vida de los demás
mediante conductas prosociales y de cercanía (altruismo, generosidad, amabilidad,…).
Trascendencia: Tiene que ver con una sensación de estar conectado a algo que
nos trasciende y que es mayor que nosotros poniendo en perspectiva nuestras vidas.
Fortalezas como el sentido del humor, la espiritualidad (no religiosidad), o la gratitud,
serían algunos ejemplos de manifestación de esta virtud.
Las fortalezas del carácter serían los procesos psicológicos que definen las virtudes.
Constituyen los mecanismos a través de los que se manifiestan esas virtudes. En su
revisión, Peterson y Seligman hicieron una propuesta taxonómica que incluye 24
diferentes fortalezas que han originado ya una actividad de investigación considerable,
en parte debido a que sus creadores diseñaron un test para conocer las fortalezas de
carácter: el VIA (Valores en Acción)3que está disponible en línea de manera gratuita,
en varios idiomas (incluido el español), en una página web que han completado más
de un millón de personas hasta 2012. Se ha comprobado que todas las fortalezas
están asociadas positivamente con la satisfacción con la vida, pero esa relación es
mayor con algunas (Vitalidad, Entusiasmo, Curiosidad, Amor, Esperanza, Gratitud)
que con otras (Modestia, Apreciación de la belleza y la excelencia, Creatividad,
Mentalidad abierta, y Amor por el conocimiento). No obstante, siguiendo la idea de
Aristóteles, pero también del filósofo Spinoza, la satisfacción no es causa de las
fortalezas sino algo inherente a su práctica. La idea es que las virtudes no tienen
ningún valor si no se practican y ejercitan. Sólo adquieren sentido en la acción y de
ahí, por cierto, el nombre del cuestionario de medida señalado.
Las fortalezas se caracterizan por ser independientes entre sí, relativamente estables
en el tiempo, y moldeables por el contexto. Como las virtudes, todas operarían en
todos los tiempos y culturas, tienen un valor moral intrínseco (a diferencia de talentos o
habilidades como la inteligencia, por ejemplo), y cada una tiene un opuesto
indeseable. Como veremos más adelante, han diseñado ejercicios o “intervenciones”
para que los participantes conozcan sus propias fortalezas y usen “aquello en lo que
son buenos” para mejorar su estado de ánimo y sus niveles de satisfacción vital,
incluso entre personas diagnosticadas con depresión (Seligman, Steen, Park &
Peterson, 2005).