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El fuero constitucional

El fuero constitucional es definido por la jurisprudencia mexicana como una


inmunidad del servidor público oponible al Poder Judicial, por la consignación del
Ministerio Público de algún delito común. El término de inmunidad (in- munitas) se
aplica en su sentido originario, desde el siglo XVI, como privilegio o protección
contra cualquier acción persecutoria, cuando el acusado se encuentra en un sitio
protegido con esa inmunidad. En el siguiente siglo (XVII), la inmunidad se
convierte en una prerrogativa de una persona, particularmente de los diputados y
senadores, para evitar la aprehensión y la sustanciación de un proceso penal
incoado en su contra.
El fuero constitucional opera bajo dos aspectos: como fuero-inmunidad y como
fuero de no procesabilidad ante las autoridades judiciales ordinarias federales o
locales, teniendo en ambos casos efectos jurídicos diversos y titularidad diferente
en cuanto a los altos funcionarios en cuyo favor lo establece la Constitución.

El término de fuero, aunque ampliamente multívoco, fue incluido en el Acta de


Reformas de 1847 por Mariano Otero en su artículo 12; no obstante, el mismo
Otero utiliza en el siguiente artículo, el 13, el término de "declaración" para
significar la resolución del Congreso sobre si hay o no ha lugar a proceder
penalmente contra el funcionario aforado De cualquier manera, la reforma
constitucional del 28 de diciembre de 1982 ha adoptado el término de declaración
de procedencia para referirse a lo que la Constitución, la doctrina y la
jurisprudencia habían denominado como fuero constitucional.
El fuero constitucional como está actualmente regulado en México, seguirá siendo
útil en la protección de la integridad de los congresos, sobre todo, porque la
persecución e investigación de los delitos es, desde 1900, una función
desempeñada por un colaborador del Presidente de la República o de los
Gobernadores de los Estados y por lo tanto, no es independiente del Poder que
tradicionalmente ha antagonizado con el Poder Legislativo.
En un principio, esta inmunidad era un verdadero fuero pues según el decreto del
28 de noviembre de 1811, dictado por las Cortes de Cádiz, se disponía que las
Cortes integrarían un tribunal "para que con arreglo a Derecho sustancie o
determine la causa, consultando a las Cortes la sentencia antes de su ejecución",
de la misma manera, según la Constitución de Cádiz en su artículo 128, se
dispuso que en las causas criminales contra los diputados; no podían ser juzgados
sino por el "Tribunal de Cortes".
De esta manera, se concluye la interpretación judicial de que la licencia no suple al
desafuero o a la declaración de procedencia, sino que constituye simplemente una
autorización para que el servidor público no desempeñe sus obligaciones
inherentes al cargo público, sin perder su investidura, tal como el significado
laboral lo sugiere. Esta interpretación es significativa ya que precisa- mente el
fuero opera frente a los tribunales y si el máximo Tribunal del país ha dado esta
interpretación debemos acreditarla plenamente. Incluso, la Suprema Corte ha
interpretado que el fuero se extiende a los presuntos diputados, es decir, cuando
todavía no han sido confirmados como funcionarios electos por la autoridad
correspondiente," lo cual confirma que el fuero opera a partir del día de la
elección, tal como se detallaba en el artículo 43 de la Constitución de 1824.
Fuero por inmunidad. Las inmunidades
El sistema constitucional mexicano reconoce la existencia de inmunidades; ellas
surgieron con vista a salvaguardar la persona de algunos servidores públicos, en
tiempos en que había autoridades arbitrarias, no existía un estado de derecho ni
jueces imparciales que lo defendieran. Su existencia en la actualidad se explica
bien en función de que subsisten las causas que les dieron origen o bien porque
sus titulares, por el poder que detentan, a través de privilegios temporales, siguen
al margen de la acción de la justicia.
La conservación de los privilegios es en detrimento del principio de igualdad ante
la ley y en desprestigio de las instituciones públicas. Las inmunidades cuya
existencia reconoce la constitución son el juicio político, la declaración de
procedencia y la inviolabilidad o irresponsabilidad (arts. 110, 111 y 61,
respectivamente). Los servidores públicos que están amparados por ellas, son
únicamente los enumerados expresamente. De la inviolabilidad sólo gozan los
diputados y senadores al congreso de la unión. Los principios que regulan las
inmunidades son los siguientes: Por regla general, por virtud del art. 13, todos son
iguales ante la ley.
Excepcionalmente, algunos servidores públicos, por razón de las funciones que
tienen encomendadas, están al margen del principio de igualdad ante la ley. Las
inmunidades son temporales; duran mientras se desempeña la función; si hay
función hay privilegio; se pierden o suspenden por haber terminado el periodo
fijado por la ley, por pedir licencia o haber sido suspendido en el ejercicio del
encargo. Están referidas, preferentemente, a la materia penal, no pueden estar
referidas a otras materias. Para que existan se requiere de un texto constitucional
expreso. Gozan de ellas únicamente los enumerados expresamente.
Debía entenderse que las inmunidades están referidas a los sujetos y materias
determinados expresamente. La realidad demuestra otro estado de cosas. Gozan
de inmunidad los familiares de los servidores públicos, sus domicilios e, incluso, la
alta jerarquía del clero católico, los grandes empresarios y un número crecido de
exfuncionarios públicos. Únicamente tienen existencia legal las inmunidades
expresamente previstas en la constitución; las leyes secundarias no pueden
ampliar las inmunidades ni aumentar el número de beneficiarios de ellas. Las
normas que contienen inmunidades son de interpretación estricta; no son
susceptibles de ampliarse a sujetos, circunstancias o tiempos no previstos
expresamente.
El juicio político
El juicio político es una forma de inmunidad. Lo es por cuanto a que por virtud de
él un servidor público se sustrae a la acción investigadora y persecutora del
ministerio público; queda al margen de la jurisdicción de los tribunales ordinarios;
sujeto al juicio de sus pares; por sus ilícitos únicamente se le pueden imponer
como penas la de destitución e inhabilitación; y de que se trata de una institución
que si bien para su aplicación sólo tiene una existencia teórica, en cambio, para
efectos prácticos, de ella deriva impunidad.
La institución existe desde 1917, no obstante, ello no se ha presentado un solo
juicio político, lo que se traduce en un auténtico sistema que garantiza impunidad
e irresponsabilidad.
Características del juicio político: El juicio político es un procedimiento de
excepción. Lo es en muchos sentidos: porque se sigue a servidores públicos que
están al margen del sistema ordinario de persecución y castigo de ilícitos; porque
sólo en forma aislada y ocasional el congreso de la unión abandona sus funciones
naturales de legislar, vigilar y ratificar y se aboca a la de juzgar; porque es un juicio
entre pares: la misma clase gobernante juzga a uno de sus miembros, y porque es
de esperarse que los servidores públicos, en virtud de la protesta que han rendido
de guardar la constitución y las leyes que de ésta emanan, se conduzcan en forma
apropiada.
El juicio político es uninstancial; se inicia con el acuerdo que emite el presidente
del senado en el sentido de declararse constituido en jurado de sentencia y
concluye con la resolución que condena o absuelve al reo. No hay instancia
posterior. No hay primera ni segunda instancias. No hay recursos ni quién conozca
de ellos. También tiene la característica de ser sumarísimo; no existen ni admite
excepciones dilatorias; no puede haber incidentes de previo y especial
pronunciamiento.
El párr. 1 del art. 114, además, ratifica la regla general que deriva de la disposición
B de la fracc. VII, del art. 20; reitera que aun el jurado de sentencia está obligado a
sentenciar las causas antes de un año; también establece una excepción: no
obstante que se trata de penas relativamente leves, pueden imponerse más allá
del plazo de cuatro meses.
En los términos del art. 12 de la Ley federal de responsabilidades de los
servidores públicos (LFRSP) debe tomarse como fecha de inicio del
procedimiento, para los efectos de computar el plazo de un año a que alude el
primer párrafo del art. 114, en el cual debe dictarse resolución, aquella en que la
sección instructora de la cámara de diputados recibe de las comisiones unidas de
gobernación, puntos constitucionales y justicia, el dictamen afirmativo de incoación
del procedimiento; ése debe ser el momento para que comience a correr el
término, porque a partir de él un servidor público queda sujeto a lo que determine
dicha sección instructora.

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