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El panorama cultural era desolador. El año 1939 supuso un año cero en la literatura española:
con Lorca y Machado muertos, y gran parte de la generación del 27 exiliada, la Edad de Plata
de la literatura española había llegado a su trágico final. La guerra supuso la fragmentación de
la cultura española: la España peregrina que partió al exilio y los que se quedaron, que podían
dividirse en vencedores y vencidos.
2. La lírica de posguerra
La literatura de la época se caracteriza por la diversidad. En esta época publican
Se refleja un gran prosaísmo, donde el contenido ―el mensaje político y social― se impone a
la forma, destacando como temáticas los problemas de España, las injusticias y la superación
del odio provocado por la Guerra Civil. Con un lenguaje directo y conversacional, es una
poesía que se dirige a la inmensa mayoría. Entre estos autores destacan Gabriel Celaya con
Cantos íberos, Pido la paz y la palabra de Blas de Otero y Mientras los hombres mueren de
Carmen Conde.
Entre estos autores destacan Pere Gimferrer con La muerte en Beverly Hills y Extraña fruta,
Félix de Azúa y Manuel Vázquez Montalbán.
3. El teatro de posguerra
Durante la Guerra Civil, el teatro español se limitó a servir como instrumento de agitación y de
propaganda, y el impacto del final de la guerra fue tremendo. Además, la censura, que se
mantuvo hasta 1977, afectó más al teatro que a otros géneros. En estas condiciones, gran
parte de la creación de esta época permaneció inédita y los propios escritores se
autocensuraban con frecuencia. Entre los autores que se exiliaron a Hispanoamérica tras la
Guerra Civil destaca Alejandro Casona con La dama del alba.
Por un lado, Antonio Buero Vallejo, el autor más reconocido y de mayor presencia, intenta
reflejar en sus obras una visión crítica de la realidad. Su producción teatral está marcada por el
compromiso con los temas humanos más universales. Su género predilecto es la tragedia, con
la que pretende la catarsis del espectador, y en sus obras muestra los problemas de la
sociedad, pero nunca las soluciones, cerrándolas siempre con un interrogante sin respuesta.
Respecto a su técnica, el diálogo cobra un papel fundamental con el lenguaje denso y preciso
de sus protagonistas y también cabe citar sus efectos de inmersión para que el espectador
experimente las mismas limitaciones de los personajes. Entre sus grandes obras de esta época
destacan El tragaluz y La Fundación.
Por otro lado, los nuevos aires de los sesenta traen un mayor alejamiento del teatro comercial
y la búsqueda de nuevas formas y técnicas. Los autores renovadores siguieron creando un
teatro fuertemente crítico con la realidad social de España, pero sus novedades estéticas no
fueron aceptadas por un público y una crítica muy conservadores. Los principales autores son
Francisco Nieva ―creador del teatro furioso, cuyo simbolismo y carácter onírico se refleja en
obras como La carroza de plomo candente― y Fernando Arrabal ―cuyo teatro pánico,
provocador y rebelde, recoge elementos de las vanguardias y del teatro de lo absurdo en obras
como El cementerio de automóviles.
No podemos olvidar un fenómeno importante que surge a finales de los sesenta: el teatro
independiente, que supone el rechazo del teatro conservador mediante la elaboración de una
estética peculiar y de la autofinanciación. Destacan grupos como Els joglars o Els comediants
que han llevado a cabo una síntesis entre lo experimental y lo popular.
Por último, es difícil establecer las tendencias del siglo XXI, ya que encontramos
representantes de manifestaciones variadas y dispares. No obstante, podemos resaltar una
poesía de la experiencia con autores como Elvira Sastre o Loreto Sesma y una poesía
simbolista o de neovanguardia con autores instapoetas, autores que publican su obra en redes
sociales como Instagram, como la española Leticia Sastre o el canadiense Rupi Kaur. En el
género dramático resalta el teatro comercial e institucional y la proliferación de un nuevo
género de gran éxito, el teatro musical, con producciones como Hoy no me puedo levantar o
Malinche.
5. Conclusión
La lírica y el teatro de posguerra, al compás del desarrollo de la posguerra española,
evolucionan desde una literatura arraigada ―que busca olvidar la guerra― y una literatura
desarraigada ―con un gran sentimiento de angustia existencial y de duda― hacia una
literatura social de fuerte compromiso y rehumanización y una literatura de experimentación.
En la democracia se produjeron una serie de vertiginosos cambios que hicieron evolucionar la
literatura hacia una gran variedad, donde podemos resaltar como tendencias actuales la
poesía de la experiencia, los instapoetas y el teatro comercial e institucional y el teatro
musical.