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El Tratado de Verdún (843) había dividido el Imperio Carolingio en tres zonas: Germania o Francia
Oriental, Francia Occidental (actual Francia) y Lotaringia, zona situada entre las anteriores.

Los invasores nórdicos (vikingos) aprovecharon la debilidad en que se encontraba Europa, tras la
muerte de Carlomagno, y atacaron desde varios flancos. Los daneses comenzaron a controlar las
rutas del mar del Norte, los noruegos invadían el norte de Escocia e Irlanda, incluyendo las costas
occidentales inglesas.

La Francia Oriental o Germania, ubicada al este del río Rhin, debió soportar los ataques de los
húngaros y los eslavos, con lo que el poder del rey fue perdiendo prestigio y fortaleza,
contrariamente a los nobles, sobre todo, los duques, que poco a poco fueron controlando el
gobierno, eligiendo a los reyes, cargo que comenzó a transformarse en electivo, luego de la
desaparición de la dinastía carolingia. Esto motivó la fragmentación entre un poder central y varias
autoridades locales.

Con la aparición de Otón I, rey perteneciente a la dinastía de Sajonia, cuyo prestigio fue adquirido
al derrotar a los húngaros y a los eslavos, renace la idea de la autoridad imperial.

Al igual que Carlomagno, realizó una alianza con el Papa y se coronó emperador en el año 962,
dando nacimiento a un nuevo imperio: el Sacro Imperio Romano Germánico, denominación que
adquirió Germania, a partir de entonces. La denominación de sacro o sagrado provenía de la
ceremonia consagratoria de la autoridad imperial a cargo del Papa, representante de Dios en la
Tierra.

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El inmenso poder alcanzado por la Iglesia no se limitaba a lo religioso, ya que era propietaria de
grandes extensiones de tierra y cuantiosas riquezas. En la abadía de Cluny se habían realizado
favorables reformas y habían nacido dos nuevas órdenes, los Cartujos y los Cistercienses, que
crearon numerosos monasterios en Europa.

La buena relación entre el poder temporal y el religioso se quebrantó, cuando en el siglo XI, el Papa
Hildebrando, denominado Gregorio VII, impulsó una reforma religiosa, basada fundamentalmente
en establecer la jerarquía eclesiástica, cuyo máximo exponente era el Papa, que iba a ser elegido
por un colegio cardenalicio, la prohibición del matrimonio eclesiástico, para que los sacerdotes
estuvieran sólo dedicados a Dios, la adopción de un cuerpo normativo propio, el Derecho
Canónico, basado en el Derecho romano y la superioridad del poder papal sobre cualquier otro,
incluido el imperial.

Esta última pretensión desató el conflicto, conocido como Querella de las Investiduras, que se
extendió entre 1073 y 1122. Enrique IV, siguió designando obispos, ante lo cual el Papa lo intimó a
la obediencia, amenazándolo con la excomunión y la deposición, lo que finalmente se concretó.
Amenazado su poder, Enrique IV, pidió la absolución papal, lo que logró, pero al regresar a
Alemania, había sido nombrado emperador su cuñado, Rodolfo de Suabia.

Ante la negativa al pedido realizado por parte de Enrique IV a Gregorio VII, para que excomulgara
al nuevo emperador, el primero convocó a un concilio de prelados que depuso al Papa y nombró
en su lugar a uno nuevo, Clemente III, obispo de Rábena.

Ante esto el Papa depuesto, reunió un concilio en Roma en el año 1080, excomulgó a Enrique IV, lo
depuso y reconoció como emperador a su cuñado.

Sin embargo, Clemente III, coronó emperador a Enrique IV, quien envió tropas contra Roma.
Gregorio VII debió huir. Esta larga lucha tuvo su fin en el siglo XII, con el Concordato de Worms,
firmado el 23 de septiembre de 1122, por el cual la Iglesia conservaba la facultad de investir a los
clérigos y al poder imperial se le reservaban los demás poderes feudales y demás facultades
temporales.

Fue en el siglo XIII, cuando nuevamente se suscitó la polémica, cuando ocupó el mando el
emperador Federico Barbarroja, perteneciente a la dinastía de los Hohenstaufen, quien pretendió
imponer su mando sobre el Papado.

Paulatinamente el emperador comenzó a perder su poder, al compartir sus decisiones con otro
organismo, la Dieta, que debía aprobarlas y fiscalizar sus actos. Era un organismo constituido por
representantes de los príncipes y de algunas ciudades del Sacro Imperio.

A partir del siglo XV gobernaron los duques de Austria, de la dinastía de los Habsburgo. En su
máximo esplendor llegó a estar integrado por los actuales países de: Alemania, Austria, Suiza,
Liechtenstein, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, República Checa y Eslovenia, el este de Francia, el
norte de Italia y el oeste de Polonia. Fue disuelto en 1806 por Napoleón I.

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