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8. LA REFORMA GREGORIANA
Deriva erróneamente su nombre del Papa Gregorio VII (1073−1085), quien en realidad
la llevó a cabo asegurando que la autoría de la misma pertenecía al Papa san Gregorio
MAGNO e Hildebrando se consideraba tan sólo con nuador (de ahí su nombre papal).
Sin embargo, la reforma había comenzado a ser puesta en prác ca algunos años antes,
durante el pon ficado del Papa León IX (1049−1054), empo en el cual el futuro
Gregorio VII (entonces solo diácono Hildebrando de Toscana) se hizo una de las más
reputadas figuras del papado, ensayando la adhesión a la reforma que comenzó con el
sínodo de Sutri (1046) convocado por el emperador alemán Enrique III para poner freno
a los escándalos que sacudían la sede romana, pero que se hacía di cil por la poca
duración de los periodos papales y la tenaz resistencia de los nobles
Los obje vos de la Reforma eran muy amplios. Aspiraba a la instauración en la sociedad
de una vida conforme al Evangelio. Para ello no era suficiente la restauración de las
estructuras eclesiás cas o la elevación moral del clero, sino que exigía una profunda
renovación espiritual (por lo tanto no polí co) de toda la Iglesia, desde su Cabeza (el
Papa) hasta el úl mo de sus miembros.
El primero de los papas reformistas fue Nicolás II, que en 1059 emi ó la Bula "In nomine
Domini.", en la que se estableció la elección pon ficia por el Colegio de cardenales, sin
intervención polí ca externa (el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico solía
proponer y hacer elegir su candidato a papa). Pero será Gregorio VII, en 1075, el que da
forma a los ideales reformistas en la Bula llamada Dictatus Papae, en la que afirma la
superioridad del Papa sobre toda la cris andad y pone en marcha las medidas
necesarias para acabar con los males de la Iglesia.
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La reforma Gregoriana no será aceptada por el emperador germánico ni por otros
monarcas, y por ello surgirá la pugna entre Enrique IV y Gregorio VII. En cambio, el rey
de Hungría fue uno de los primeros monarcas en aceptar e implantar las reformas
gregorianas en su reino, renunciando al derecho de inves dura
Se trató pues, de un amplio conjunto de reformas, hacer regresar la Iglesia a los empos
primi vos de Cristo y de los Apóstoles, por un lado, y por otro, afirmar el poder papal
frente al poder feudal que había priva zado la Iglesia en los siglos oscuros IX-XI; por la
connotación de «retorno a los orígenes» y enfrentamiento del poder temporal, la
reforma es vista hoy como la primera gran revolución europea:
b) Contra los nicolaítas (1) León IX fue duro: prohibió el ejercicio de clérigos
concubinarios y a sus mujeres las redujo a siervas del palacio laterano.
[1] En la an güedad una secta gnós ca famosa por su liber naje en materia sexual.
Par endo jurídicamente del texto conocido como la "donación de Constan no" (forjado
a mediados del siglo VIII, en empos de la coronación de Pipino el Breve), el Papa afirmó
su derecho a ejercer sus prerroga vas espirituales, superiores a cualquier auctoritas
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temporal, en toda la Cris andad, en toda Europa, por lo que pasaba también a tener
autoridad sobre el emperador, confirmándolo o pudiendo deponerlo si no se
comportaba como buen príncipe cris ano. De todas formas, las sospechas de falsedad
de ese documento ya eran conocidas por Gregorio VII y este intentó no u lizar esta
donación como base de las reformas polí cas derivadas de la reforma eclesial, por lo
que desarrolla la teoría de las «Dos Espadas», según la cual el Papa ostenta autén ca y
plena auctoritas espiritual y potestas sobre la Iglesia, y el emperador, equivalente poder
en lo temporal, siendo meta sica y de iure, superior la auctoritas espiritual a la temporal
Una de las grandes reformas fue la generalización en toda la cris andad del rito romano
con el fin de unificar la liturgia romano−la na en toda la cris andad. En esta época el
canto gregoriano −máxima expresión de la música cris ana medieval− llega a su
madurez y sus melodías son divulgadas por toda Europa, sus tuyendo a los diversos
cantos litúrgicos frecuentes hasta entonces.
El sistema feudal afectó a los monasterios pues los grandes señores ambicionaban
conver rlos en sus señoríos y se adueñaron de ellos, nombrando abades o protectores.
La secularización monás ca fue tan extensa que, a principios del siglo X, era di cil
encontrar en Occidente monjes que llevaran una verdadera vida religiosa.
La reforma monás ca comienza, cómo vimos en la clase anterior, en el año 909 cuando
el duque Guillermo I de Aquitania concedió al abad Bernón los territorios de Cluny para
fundar un monasterio benedic no, donde el abad fuera libremente elegido por los
monjes y el convento fuese inmune a toda autoridad laica y del obispo diocesano.
Dependería así directamente del Romano Pon fice. El éxito de Cluny mo vó a otros
monasterios a solicitar su inclusión en la reforma, bajo la autoridad de la abadía de
Cluny. Así se cons tuyó la orden cluniacense, que se extendió por todo el Occidente y
llegó a contar a par r del cambio de milenio con cerca de 1.200 monasterios.
Ya en el siglo XI, san Bruno fundó la llamada Cartuja (1084),en 1084. Su lema, en la n, es
Stat Crux dum volvitur orbis ("La Cruz estable mientras el mundo da vueltas" y de hecho
es la única Orden que no ha sido nunca reformada porque nunca se ha deformado
(Nunquam reformata, quia nunquam deformata). Es una síntesis entre la vida solitaria y
la monás ca y la reforma llega a su cima con la creación del siglo XII, la orden del Císter,
fundada por san Roberto de Molesmes en el año 1098 con la apertura del monasterio de
Cîtaux. Pero será San Bernardo de Claraval, la figura clave del siglo, al fundar el
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monasterio de Claraval en el 1115, llenándola de vocaciones y trayendo consigo una
profunda renovación espiritual de toda la Iglesia.
El hilo conductor entre las diversas órdenes y la realidad social del empo se resume en
el dicho tan conocido: BERNARDUS VALLES, COLLES BENEDICTUS AMABAT, OPPIDA
FRANCISCUS ET DOMENICUS, CELEBRES IGNATIUS URBES.
La lucha entre el poder temporal y el poder espiritual se ex ende cerca de dos siglos y
concluye con la victoria del Papa en el plano temporal, con sucesivas deposiciones y
excomuniones: desde el emperador Enrique IV (que pidió perdón al Papa en Canossa),
del Concordato de Worms, la excomunión de Federico II, hasta el asesinato del
Arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, en Inglaterra, son una consecuencia de las
tenta vas de imponer la reforma. Así cómo los cuatro concilios de Letrán (Letrán I
(1123); Letrán II (1139); Letrán III (1179) y Letrán IV (1215), así como el Primer Concilio
de Lyon (1245) fueron hitos de todo este proceso reorganiza vo de la Iglesia. La plenitud
medieval o Alta Edad Media logra entonces importantes alcances:
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9. LOS CANÓNIGOS REGULARES
Los canónigos regulares fueron uno de los grandes modelos clericales en la Edad
Media, junto a los monjes, los frailes mendicantes y el clero secular y combinaban
diversas prác cas de la vida comunitaria, sujeta a una regla, con la ac vidad pastoral.
9.1 Antecedentes
Los orígenes de las comunidades canónicas no son claros. Algunos autores, sos enen
que se originan hacia 1100, pero se sabe que, en el 763, el obispo de Metz reunió a los
clérigos de la catedral, viviendo en comunidad y bajo una regla y una disciplina que
quedaron recogidas en los Concilios de Aquisgrán del 789 y de Maguncia del 813. Pero
las primeras comunidades remontan sus orígenes a San Agus n, que en algunos
escritos expone este po de comunidad como modelo de vida.
En los primeros siglos de la Iglesia, se daban dos maneras de vida consagrada: el ordo
canonicus y el ordo monas cus. Entre los siglos III y IV aparecen los eremitas o
anacoretas y, poco después, los cenobitas, dedicados, los primeros en solitario y los
segundos en comunidad, pero apartados del mundo, a la plegaria y al cul vo de la
perfección de la vida espiritual. En el otro extremo, los sacerdotes, inmersos de pleno
en la sociedad, dedicados al cuidado de las almas y de sus parroquias, bajo la autoridad
directa del obispo.
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Agus n valoraba posi vamente el es lo de vida en común de los monjes y las
posibilidades de crecimiento espiritual que comportaba; propuso en sus escritos que
los sacerdotes de una diócesis se reunieran y vivieran en comunidad secundum regulam
sub sanc s Apostolis cons tutum ("según la regla establecida por los santos
apóstoles"), siguiendo una regla de vida, combinando y conciliando la plegaria y la vida
monás ca con la vida apostólica en lo que llamaba "un monasterio de clérigos", que
llevaría en la prác ca el proyecto de vida comunitaria de los primeros cris anos de
Jerusalén, descrito en los Hechos de los Apóstoles. Su origen se remontaba pues a la
comunidad apostólica y, de hecho, en cues ones de precedencia, se daba la primacía a
los canónigos regulares por encima de los benedic nos, considerada la primera orden
monás ca como tal (conflicto que se explicó en una clase precedente).
Las comunidades de canónigos regulares seguían pues, una regla de vida en común,
Vivían juntos en una domus canónica o residencia y estaban inscritos al elenco o lista
(canon) de una iglesia local, donde prestaban su servicio.
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La Regla tenía en el siglo XI diversas redacciones lo que dio lugar a congregaciones
diversas. La primera habla del ordo monasterii que dio origen al llamado "ordo novus”,
de una gran austeridad monás ca, donde se integran los premostratenses y los
canónigos de san Rufo. La segunda solo incluía la regla y no era tan rigurosa y dio lugar
al ordo an quus, seguida por los canónigos lateranenses o los de San Mauricio.
Los canónigos regulares son, hoy, poco numerosos, aunque, en el siglo pasado, un
amplio sector de presbíteros diocesanos, ha clamado por la necesidad de una vida
comunitaria, pero no ha implicado el retorno a las comunidades canónicas. Las que hay
enen una naturaleza a medio camino entre las comunidades monás cas y las
sociedades de vida apostólica e incluyen no solo sacerdotes, sino también laicos
coadjutores. Las órdenes de canónigos regulares más conocidas hoy son:
Entre los ya ex nguidos, están: los canónigos regulares de san Antonio, los de Santa
María in Oporto, los de san Giorgio in Alga, los de san Juan Evangelista y otros.
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Canonical, siendo una de las cuatro Órdenes Prela cias de la Iglesia, formada por
canónigos regulares que viven en común bajo la profesión de la Regla de San Agus n y
Cons tuciones propias, adscritos a una determinada comunidad (canonía), y que
conjugan la vida monás ca de contemplación y trabajo con el apostolado de la cura
de almas. A los religiosos de esta Orden se les conoce como premonstratenses,
norber nos, canónigos blancos o mostenses (en España). La Orden se compone de
abadías autónomas y prioratos que dependen de una abadía fundadora.
El género de vida que San Norberto y sus primeros compañeros querían imitar era el de
la vita apostolica. Es decir, aquel es lo de vida que Jesús había llevado con sus
Apóstoles y que después sería caracterís co de la primera comunidad cris ana como
reflejan los Hechos de los Apóstoles: tener un solo corazón y una sola alma; tener todas
las cosas en común; perseverar en la enseñanza de los Apóstoles; permanecer unidos
en oración con María, Madre de Jesús; compar r el Pan; dar tes monio de la
Resurrección de Cristo con palabras y obras, etc. La espiritualidad propia de la Orden
está marcada por la experiencia personal de San Norberto y la de los primeros
compañeros que compar eron su proyecto. Se caracteriza por ser:
La Orden Premonstratense estuvo presente en toda Europa con mul tud de abadías. La
reforma protestante, la Revolución Francesa, las polí cas desamor zadoras del s. XIX,
las grandes guerras y los regímenes comunistas europeos acabaron con la vida
canonical premonstratense en varios países de Europa. Durante el s. XX se abrieron
casas en otros países fuera de Europa y se fue restaurando la vida premonstratense en
aquellos países donde la Iglesia había sido perseguida. La Orden cuenta en la actualidad
con unos mil miembros masculinos en los siguientes países: Francia, Bélgica, Holanda,
Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Alemania, España, Italia, Austria, Hungría, República
Checa, República Eslovaca, Polonia, Rumanía, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Chile,
Perú, Sudáfrica, República Democrá ca del Congo, India y Australia. Parte integrante de
la Orden es la rama femenina, las Canonesas Regulares de Prémontré.
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