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SESIÓN 8

Martes 9 de mayo de 2023

8. LA REFORMA GREGORIANA

Deriva erróneamente su nombre del Papa Gregorio VII (1073−1085), quien en realidad
la llevó a cabo asegurando que la autoría de la misma pertenecía al Papa san Gregorio
MAGNO e Hildebrando se consideraba tan sólo con nuador (de ahí su nombre papal).
Sin embargo, la reforma había comenzado a ser puesta en prác ca algunos años antes,
durante el pon ficado del Papa León IX (1049−1054), empo en el cual el futuro
Gregorio VII (entonces solo diácono Hildebrando de Toscana) se hizo una de las más
reputadas figuras del papado, ensayando la adhesión a la reforma que comenzó con el
sínodo de Sutri (1046) convocado por el emperador alemán Enrique III para poner freno
a los escándalos que sacudían la sede romana, pero que se hacía di cil por la poca
duración de los periodos papales y la tenaz resistencia de los nobles

La situación de la Iglesia en el cambio de milenio, cons tuyó un periodo de grandes


contrastes. La sociedad, básicamente rural, se ve some da a los abusos de los señores
feudales. Esta situación dio lugar a un gran movimiento reformista dentro de la Iglesia.
Primero, los papas germánicos y luego desde Nicolás II a Gregorio VII, lucharon
encarnizadamente por eliminar los vicios que sufría la sociedad cris ana: la simonía
−compra−venta de oficios eclesiás cos−, el nicolaísmo o poca ejemplaridad del clero
−que no guardaba el celibato− y la inves dura laica −provisión de cargos eclesiás cos
por parte de los poderes seculares−. Todos estos males tenían un origen común: el
olvido del fin sobrenatural de la Iglesia y el afán de ambicionar más bienes temporales.

Los obje vos de la Reforma eran muy amplios. Aspiraba a la instauración en la sociedad
de una vida conforme al Evangelio. Para ello no era suficiente la restauración de las
estructuras eclesiás cas o la elevación moral del clero, sino que exigía una profunda
renovación espiritual (por lo tanto no polí co) de toda la Iglesia, desde su Cabeza (el
Papa) hasta el úl mo de sus miembros.

El primero de los papas reformistas fue Nicolás II, que en 1059 emi ó la Bula "In nomine
Domini.", en la que se estableció la elección pon ficia por el Colegio de cardenales, sin
intervención polí ca externa (el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico solía
proponer y hacer elegir su candidato a papa). Pero será Gregorio VII, en 1075, el que da
forma a los ideales reformistas en la Bula llamada Dictatus Papae, en la que afirma la
superioridad del Papa sobre toda la cris andad y pone en marcha las medidas
necesarias para acabar con los males de la Iglesia.

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La reforma Gregoriana no será aceptada por el emperador germánico ni por otros
monarcas, y por ello surgirá la pugna entre Enrique IV y Gregorio VII. En cambio, el rey
de Hungría fue uno de los primeros monarcas en aceptar e implantar las reformas
gregorianas en su reino, renunciando al derecho de inves dura

Se trató pues, de un amplio conjunto de reformas, hacer regresar la Iglesia a los empos
primi vos de Cristo y de los Apóstoles, por un lado, y por otro, afirmar el poder papal
frente al poder feudal que había priva zado la Iglesia en los siglos oscuros IX-XI; por la
connotación de «retorno a los orígenes» y enfrentamiento del poder temporal, la
reforma es vista hoy como la primera gran revolución europea:

a) Lucha por la elección canónica: En el Sínodo de Reims se afirmó que ninguno


puede asumir el gobierno de una Iglesia sin ser elegido por el clero y el pueblo.

b) Contra los nicolaítas (1) León IX fue duro: prohibió el ejercicio de clérigos
concubinarios y a sus mujeres las redujo a siervas del palacio laterano.

c) Contra la Simonía: sobre todo en Francia y en Italia se abrieron procesos contra


presbíteros y obispos simoníacos y muchos fueron depuestos y reordenados (abriéndose
la polémica por la validez del sacramento conferido por un simoniaco).

d) León IX se empeñó también por acrecentar el PRIMADO ROMANO reservándose

e) el tulo de Universalis ecclesiae primas et apostolicus, en el caso del cisma con


bizancio, por ejemplo. En tal condición viajó por toda Italia e incluso hasta Alemania
buscando apoyo para quitarse de encima a los normandos que asolaban la península.

[1] En la an güedad una secta gnós ca famosa por su liber naje en materia sexual.

8.1 Relaciones entre lo temporal y lo espiritual: las dos espadas

La reforma gregoriana es considerada el marco de la teocracia pon ficia, considerándose


que el Papa tenía la suprema autoridad sobre todos los cris anos y que nadie, excepto
Dios, podía juzgarlo; se afirmaba también que la Iglesia no come a errores en
formulaciones dogmá cas y morales, casi un preludio de la Infalibilidad Pon ficia
declarada ocho siglos después, por el Concilio Va cano I.

Par endo jurídicamente del texto conocido como la "donación de Constan no" (forjado
a mediados del siglo VIII, en empos de la coronación de Pipino el Breve), el Papa afirmó
su derecho a ejercer sus prerroga vas espirituales, superiores a cualquier auctoritas

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temporal, en toda la Cris andad, en toda Europa, por lo que pasaba también a tener
autoridad sobre el emperador, confirmándolo o pudiendo deponerlo si no se
comportaba como buen príncipe cris ano. De todas formas, las sospechas de falsedad
de ese documento ya eran conocidas por Gregorio VII y este intentó no u lizar esta
donación como base de las reformas polí cas derivadas de la reforma eclesial, por lo
que desarrolla la teoría de las «Dos Espadas», según la cual el Papa ostenta autén ca y
plena auctoritas espiritual y potestas sobre la Iglesia, y el emperador, equivalente poder
en lo temporal, siendo meta sica y de iure, superior la auctoritas espiritual a la temporal

8.2 Unificación litúrgica

Una de las grandes reformas fue la generalización en toda la cris andad del rito romano
con el fin de unificar la liturgia romano−la na en toda la cris andad. En esta época el
canto gregoriano −máxima expresión de la música cris ana medieval− llega a su
madurez y sus melodías son divulgadas por toda Europa, sus tuyendo a los diversos
cantos litúrgicos frecuentes hasta entonces.

8.3 La reforma monás ca

El sistema feudal afectó a los monasterios pues los grandes señores ambicionaban
conver rlos en sus señoríos y se adueñaron de ellos, nombrando abades o protectores.
La secularización monás ca fue tan extensa que, a principios del siglo X, era di cil
encontrar en Occidente monjes que llevaran una verdadera vida religiosa.

La reforma monás ca comienza, cómo vimos en la clase anterior, en el año 909 cuando
el duque Guillermo I de Aquitania concedió al abad Bernón los territorios de Cluny para
fundar un monasterio benedic no, donde el abad fuera libremente elegido por los
monjes y el convento fuese inmune a toda autoridad laica y del obispo diocesano.
Dependería así directamente del Romano Pon fice. El éxito de Cluny mo vó a otros
monasterios a solicitar su inclusión en la reforma, bajo la autoridad de la abadía de
Cluny. Así se cons tuyó la orden cluniacense, que se extendió por todo el Occidente y
llegó a contar a par r del cambio de milenio con cerca de 1.200 monasterios.

Ya en el siglo XI, san Bruno fundó la llamada Cartuja (1084),en 1084. Su lema, en la n, es
Stat Crux dum volvitur orbis ("La Cruz estable mientras el mundo da vueltas" y de hecho
es la única Orden que no ha sido nunca reformada porque nunca se ha deformado
(Nunquam reformata, quia nunquam deformata). Es una síntesis entre la vida solitaria y
la monás ca y la reforma llega a su cima con la creación del siglo XII, la orden del Císter,
fundada por san Roberto de Molesmes en el año 1098 con la apertura del monasterio de
Cîtaux. Pero será San Bernardo de Claraval, la figura clave del siglo, al fundar el

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monasterio de Claraval en el 1115, llenándola de vocaciones y trayendo consigo una
profunda renovación espiritual de toda la Iglesia.

El hilo conductor entre las diversas órdenes y la realidad social del empo se resume en
el dicho tan conocido: BERNARDUS VALLES, COLLES BENEDICTUS AMABAT, OPPIDA
FRANCISCUS ET DOMENICUS, CELEBRES IGNATIUS URBES.

8.4 Se consolida la teocracia pon ficia

La lucha entre el poder temporal y el poder espiritual se ex ende cerca de dos siglos y
concluye con la victoria del Papa en el plano temporal, con sucesivas deposiciones y
excomuniones: desde el emperador Enrique IV (que pidió perdón al Papa en Canossa),
del Concordato de Worms, la excomunión de Federico II, hasta el asesinato del
Arzobispo de Canterbury, Thomas Becket, en Inglaterra, son una consecuencia de las
tenta vas de imponer la reforma. Así cómo los cuatro concilios de Letrán (Letrán I
(1123); Letrán II (1139); Letrán III (1179) y Letrán IV (1215), así como el Primer Concilio
de Lyon (1245) fueron hitos de todo este proceso reorganiza vo de la Iglesia. La plenitud
medieval o Alta Edad Media logra entonces importantes alcances:

★ Establece una clara separación de poderes entre lo secular y lo espiritual, alejando al


clero de las injerencias civiles y poniéndolo bajo la autoridad episcopal o papal
★ Asegura para toda la Iglesia pastores dignos, con vocación y vida ejemplar; pronto
llegarán las órdenes mendicantes a reforzar esa ansiada purificación del ministerio.
★ Se consolida la doctrina y la moral, en lo litúrgico y en la praxis co diana, de modo
que se reprime toda desviación heré ca como la cruzada contra los albigenses.Los
grandes papas juristas y la consolidación de su poder, hacen viable la empresa de
reconquista de los santos lugares, las ocho cruzadas que movilizarán a Europa.
★ Se abren paso primero las escuelas catedralicias y luego las universidades, que
forman al clero, los que solo podían ser juzgados por tribunales eclesiás cos.
★ Podemos hablar ya de un "pensamiento occidental" con propiedad: el desarrollo de
las universidades, la libertad del clero y su independencia jurídica posibilitaron la
escolás ca y la vuelta del Derecho romano.
★ Entra con fuerza el pensamiento de Aristóteles −a través de árabes y judíos, de la
mano de Santo Tomás y con este, el nacimiento de la experimentación cien fica.
★ El arte cris ano románico, es sucedido por el gó co y con el uso de una sola liturgia,
una sola regla eclesiás ca y una sola doctrina, aparece el primer sistema iconográfico
cris ano que hace de las iglesias verdaderos catecismos visuales.
★ Gracias a las alianzas polí cas, la presión musulmana puede ser contenida y la
cris andad respirar tranquila por varios siglos e incluso se inicia la reconquista
española que va a culminar con la toma de Granada en 1492.

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9. LOS CANÓNIGOS REGULARES

Una orden de canónigos regulares (Ordo Canonicorum Regularium) está conformada


por canónigos (es decir, sacerdotes) de una comunidad (una canonjía o una catedral)
que observan la vida en común, según una regla, y la combinan con el oficio clerical y la
vida apostólica. Las ramas femeninas son las llamadas canónigas.

Los canónigos regulares fueron uno de los grandes modelos clericales en la Edad
Media, junto a los monjes, los frailes mendicantes y el clero secular y combinaban
diversas prác cas de la vida comunitaria, sujeta a una regla, con la ac vidad pastoral.

Su origen está en los capítulos catedralicios, donde los canónigos formaron


comunidades viviendo juntos. Casi todos siguieron la Regla de San Agus n y fueron el
origen de algunas órdenes monás cas, que imitaron su manera de vivir. Sería el caso de
Nuestro Padre Santo Domingo que se canónigo en el capítulo catedralicio de Osma.

No son monjes, ya que el obje vo no es la vida contempla va ni el «alejamiento del


mundo», sino el ministerio público de los sacramentos y el apostolado. Tampoco son
clérigos regulares, ya que, al contrario de estos, los canónigos regulares están
vinculados a un lugar y una comunidad determinada y rezan la liturgia de las horas en
comunidad. Los canónigos seculares, por el contrario, pertenecen a una comunidad de
sacerdotes vinculada a una iglesia, pero no han hecho voto de vivir en comunidad.

9.1 Antecedentes

Los orígenes de las comunidades canónicas no son claros. Algunos autores, sos enen
que se originan hacia 1100, pero se sabe que, en el 763, el obispo de Metz reunió a los
clérigos de la catedral, viviendo en comunidad y bajo una regla y una disciplina que
quedaron recogidas en los Concilios de Aquisgrán del 789 y de Maguncia del 813. Pero
las primeras comunidades remontan sus orígenes a San Agus n, que en algunos
escritos expone este po de comunidad como modelo de vida.

En los primeros siglos de la Iglesia, se daban dos maneras de vida consagrada: el ordo
canonicus y el ordo monas cus. Entre los siglos III y IV aparecen los eremitas o
anacoretas y, poco después, los cenobitas, dedicados, los primeros en solitario y los
segundos en comunidad, pero apartados del mundo, a la plegaria y al cul vo de la
perfección de la vida espiritual. En el otro extremo, los sacerdotes, inmersos de pleno
en la sociedad, dedicados al cuidado de las almas y de sus parroquias, bajo la autoridad
directa del obispo.

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Agus n valoraba posi vamente el es lo de vida en común de los monjes y las
posibilidades de crecimiento espiritual que comportaba; propuso en sus escritos que
los sacerdotes de una diócesis se reunieran y vivieran en comunidad secundum regulam
sub sanc s Apostolis cons tutum ("según la regla establecida por los santos
apóstoles"), siguiendo una regla de vida, combinando y conciliando la plegaria y la vida
monás ca con la vida apostólica en lo que llamaba "un monasterio de clérigos", que
llevaría en la prác ca el proyecto de vida comunitaria de los primeros cris anos de
Jerusalén, descrito en los Hechos de los Apóstoles. Su origen se remontaba pues a la
comunidad apostólica y, de hecho, en cues ones de precedencia, se daba la primacía a
los canónigos regulares por encima de los benedic nos, considerada la primera orden
monás ca como tal (conflicto que se explicó en una clase precedente).

9.2 Consolidación y división en el siglo XI

Las comunidades de canónigos regulares seguían pues, una regla de vida en común,
Vivían juntos en una domus canónica o residencia y estaban inscritos al elenco o lista
(canon) de una iglesia local, donde prestaban su servicio.

Promovida la orden en Italia mediante la Congregación del Beato Pedro de Hones s y la


Congregación de San Rufo, a par r del Sínodo Romano de 1059, se separaron los
canónigos seculares de la diócesis, que vivía cada uno independiente y los regulares,
que vivían en comunidad y seguían una regla y un carisma propio: ajustarse a las
normas y costumbres de vida de los Santos Padres siguiendo la Regla de San Agus n.

En empo de la reforma gregoriana reciben su estatuto propio de manos del papa


Urbano II (1088−99), recogiendo las experiencias de los canónigos de san Rufo,
fundados en 1039 y dando comienzo a siglo y medio de gran florecimiento y
disfrutando de un alto grado de autonomía y, preocupados por la formación y moral del
clero, por comba r la simonía y el nicolaísmo. Adoptaron la “Regla de San Agus n”,
cada uno con su propia interpretación, desde los canónigos de San Rufo de Aviñón,
fundados en 1039, hasta los canónigos regulares del Espíritu Santo, fundados en
Venecia en 1423. Las principales congregaciones serán:

● la de canónigos lateranenses que existe en la actualidad en los tres con nentes.


● la de san Rufo de Aviñón, que tuvo un fuerte influjo en Cataluña
● la de san Bernardo, en los Alpes (1081), famosa por sus hospitales de montaña.
● la de Marbach (1094), cuya regla fue aceptada por las canónigas alemanas.
● la de san Víctor (1110), cerca de París, cuna de la escuela teológica y mís ca.
● la de Windesheim, en 1387, fundamental para el movimiento de la devo o moderna.
● la de los Canónicos regulares de la Santa Cruz, (1210), en Bélgica.

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La Regla tenía en el siglo XI diversas redacciones lo que dio lugar a congregaciones
diversas. La primera habla del ordo monasterii que dio origen al llamado "ordo novus”,
de una gran austeridad monás ca, donde se integran los premostratenses y los
canónigos de san Rufo. La segunda solo incluía la regla y no era tan rigurosa y dio lugar
al ordo an quus, seguida por los canónigos lateranenses o los de San Mauricio.

Pronto surgieron polémicas en torno a la interpretación de la regla. Los canónigos del


ordo an quus vivían en una austeridad moderada, mientras que los del ordo novus
promovía una severidad mayor, siguiendo el modelo cisterciense: abs nencia perpetua,
ayuno con nuado, trabajo manual etc. El ordo an quus se impuso en el sur de Europa,
mientras que el ordo novus se difundió más en las zonas rurales del norte de Europa.
Después de diversos intentos de otros papas, Inocencio II impuso en 1137 que se
abandonara el ordo novus y se adoptara para toda la regla menos rígida.

9.4 Situación actual

Los canónigos regulares son, hoy, poco numerosos, aunque, en el siglo pasado, un
amplio sector de presbíteros diocesanos, ha clamado por la necesidad de una vida
comunitaria, pero no ha implicado el retorno a las comunidades canónicas. Las que hay
enen una naturaleza a medio camino entre las comunidades monás cas y las
sociedades de vida apostólica e incluyen no solo sacerdotes, sino también laicos
coadjutores. Las órdenes de canónigos regulares más conocidas hoy son:

● Los Canónigos regulares de la Santa Cruz fundados en 1210 en la actual Bélgica


● Los canónigos regulares de san Agus n confederados, obra de Juan XXIII en 1959
● Los Canónigos regulares Premonstratenses
● Los Canónigos regulares de la Orden Teutónica; (actualmente de la Reforma)
● Los Canónigos regulares de la Orden de la Santa Cruz; (de la iglesia anglicana)

Entre los ya ex nguidos, están: los canónigos regulares de san Antonio, los de Santa
María in Oporto, los de san Giorgio in Alga, los de san Juan Evangelista y otros.

Muchas de estas ramas tuvieron la correspondiente deriva femenina. Hoy sobreviven


las congregaciones: Lateranenses de san Agus n (con dos federaciones la española y la
italiana), del Santo Sepulcro, de San Víctor, de Windesheim−Letrán, a las cuales hay que
añadir las Hospitalarias de la Misericordia de Jesús (con una rama francesa y otra
canadiense) y de la congregación del Santo Espíritu de Sajonia (Polonia).

Mención especial merece El Candidus et Canonicus Ordo Praemonstratensis fundado


por San Norberto de Xanten en 1120 en Prémontré (Francia). Se trata de una Orden

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Canonical, siendo una de las cuatro Órdenes Prela cias de la Iglesia, formada por
canónigos regulares que viven en común bajo la profesión de la Regla de San Agus n y
Cons tuciones propias, adscritos a una determinada comunidad (canonía), y que
conjugan la vida monás ca de contemplación y trabajo con el apostolado de la cura
de almas. A los religiosos de esta Orden se les conoce como premonstratenses,
norber nos, canónigos blancos o mostenses (en España). La Orden se compone de
abadías autónomas y prioratos que dependen de una abadía fundadora.

El género de vida que San Norberto y sus primeros compañeros querían imitar era el de
la vita apostolica. Es decir, aquel es lo de vida que Jesús había llevado con sus
Apóstoles y que después sería caracterís co de la primera comunidad cris ana como
reflejan los Hechos de los Apóstoles: tener un solo corazón y una sola alma; tener todas
las cosas en común; perseverar en la enseñanza de los Apóstoles; permanecer unidos
en oración con María, Madre de Jesús; compar r el Pan; dar tes monio de la
Resurrección de Cristo con palabras y obras, etc. La espiritualidad propia de la Orden
está marcada por la experiencia personal de San Norberto y la de los primeros
compañeros que compar eron su proyecto. Se caracteriza por ser:

- Canonical: Dedicados a la celebración digna y pública de la Eucaris a y de la Liturgia


de las Horas (Oficio Divino).
- Eucarís ca: Norberto defendió la Presencia Real de Jesús en la Eucaris a frente a las
herejías y transmi ó este amor por el San simo Sacramento a sus hijos.
- Mariana: La Orden presentó desde sus inicios un acentuado amor filial por la Virgen
María, en cuyo honor visten hábito blanco y se levantaban las casas de la Orden.
- Penitencial: El es lo interno de vida en las casas es monás co y orientado al rigor de
vida en la oración, el trabajo manual, el silencio, el ves do, las comidas y ayunos, etc.
- Apostólica: Saliendo al encuentro de las almas en el mundo. Los Norber nos a enden
a la Iglesia local principalmente a través del servicio pastoral en parroquias.

La Orden Premonstratense estuvo presente en toda Europa con mul tud de abadías. La
reforma protestante, la Revolución Francesa, las polí cas desamor zadoras del s. XIX,
las grandes guerras y los regímenes comunistas europeos acabaron con la vida
canonical premonstratense en varios países de Europa. Durante el s. XX se abrieron
casas en otros países fuera de Europa y se fue restaurando la vida premonstratense en
aquellos países donde la Iglesia había sido perseguida. La Orden cuenta en la actualidad
con unos mil miembros masculinos en los siguientes países: Francia, Bélgica, Holanda,
Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Alemania, España, Italia, Austria, Hungría, República
Checa, República Eslovaca, Polonia, Rumanía, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Chile,
Perú, Sudáfrica, República Democrá ca del Congo, India y Australia. Parte integrante de
la Orden es la rama femenina, las Canonesas Regulares de Prémontré.

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