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LA CULTURA COMO AUTOFORMACIÓN DEL HOMBRE

Mario Teo Ramírez

1. Modelo Social y Modelo cultural

La realidad humana puede ser analizada e interpretada según dos distintos modelos
teóricos: el modelo cultural y el modelo social. Se trata de puntos de vista sobre una
misma realidad, donde cada uno abarca y reconstruye lo mismo que el otro, aunque bajo
supuestos, esquemas y consecuencias distintas. El “modelo cultural” concibe al hombre
como un ser dotado de ciertas capacidades para resolver sus problemas concretos y
desarrollar
desarro llar sus posibilidad
posibilidades
es perceptivas,
perceptivas, prácticas y cognoscitiv
cognoscitivas.
as. Contra
Contra esta visión,
visión,
básicamente positiva, el “modelo social” insiste en los elementos negativos del ser
natural del hombre y piensa más bien las capacidades humanas como artificiales, como
medios de organización y encauzamiento de la vida inmediata. Mientras que para el
primer modelo el punto de partida son los problemas que la realidad y la experiencia
plantean al hombre, para el segundo son los problemas que plantean las relaciones entre
los hombre
hombres, s, tanto
tanto interin
interindiv
dividu
iduale
aless como
como interg
intergrup
rupale
ales.
s. De acuerd
acuerdo o con el primer
primer
modelo podemos entender la invención de la tecnología, la ciencia y las artes; de
acuerdo con el segundo, la invención de la religión, el derecho y la política.

Quepa avanzar que no se trata de una oposición material entre las realidades que
ambas perspectivas
perspectivas refieren,
refieren, esto es, entre la realidad
realidad cultural y la realidad
realidad social como
tales; se trata de una oposición entre las maneras en que se concibe cada tipo de realidad
a partir de la otra. Para el modelo cultural; la sociedad no es más que el contexto de la
acción cultural; para el modelo social la cultura es sólo un medio de integración y
confirmación social. He aquí la alternativa: bien somos seres culturales, creadores de
cultur
cul tura,
a, bien
bien somos
somos seres
seres sociale
sociales,
s, conviv
convivencencial
iales
es o gregar
gregarios
ios:: el constru
constructo
ctorr o el
sacerdote, el científico o el político, el artista o el administrador.

Ahoraa bien
Ahor bien,, el mode
modelolo so
socia
ciall ha do
domi
mina
nado
do en la hi histo
storia
ria de
dell pe
pens
nsam
amien
iento
to
occidental
occide ntal moderno,
moderno, específicamente
específicamente bajo dos modalidades
modalidades:: una, la estrategia
estrategia político-
político-
estatal, que en sus diversas variantes históricas e ideológicas (desde el liberalismo hasta
los sistemas totalitarios) ha consistido en la subordinación de la actividad cultural a los
imperativos del poder y la ideología; y otra, la estrategia epistemológica, que bajo la
égida de los modelos de las ciencias naturales ha introdu
introducido
cido y justificado un punto de
vista exterior y abstracto de la creación cultural. La perspectiva “epistemológica”, el
intento de ver la realidad cultural como “objeto” de un conocimiento científico, desde
sus variantes más empiristas hasta las más racionalistas,
racionalistas, no es otra cosa, en una última
instancia, que el privilegio del punto de vista del espectador sobre el del creador. Aun
las teorías más dialécticas y críticas que reconocen que la acción humana es inseparable
de una actividad simbólica se preocupan específicamente por explicar la manera en que
se da el acto de comprensión de un sentido, sus condiciones y requisitos y dejan en
segundo plano y como algo derivado el momento de la creación de sentido, esto es, el
momento propiamente genético y subjetivo de la acción cultural.

Ambas estrategias, la estatal y la epistemológica, se refuerzan mutuamente y


reproducen y difunden el punto de vista abstracto sobre la cultural. El “modelo social”,

no obstante,sociales
estructuras encuentre cada vez
orgánicas másformas
como momentos de crisis
positivas y fracaso.para
y necesarias La confianza en las
el mejoramiento
y perfeccionamiento de la vida social se encuentra actualmente en total decadencia.
Igualmente,
Igualm ente, desde hace varios años asistimos en las discusiones
discusiones filosóficas a una crisis
generalizada de las concepciones positivistas y cientificistas.

En ge
gene
neral
ral,, el “mod
“model elo
o soci
social
al”” qu
quee no
noss pr
prom
omet
etía
ía a la ve
vezz un méto
método
do de
ex
expl
plica
icaci
ción
ón y ununaa estrat
estrateg
egia
ia de resol
resoluc
ució
ión
n y trans
transfo
form
rmac
ació
ión
n de lalass reali
realida
dade
dess
económicas, políticas, morales y culturales está llegando a su término. El punto de vista
“objetivo” del hecho como la “efectividad” del sistema o de cualquier otro concepto
colectivo sustantivizado muestran sus contradicciones y limitaciones. Es hora pues de
volverr al “modelo cultural”,
volve cultural”, de redefini
redefinirlo
rlo y afinarlo para ensayar
ensayar desde él una nueva
perspectiva de explicación y de acción, un nuevo y a la vez milenario punto de vista
sobre la realidad humana: el punto de vista del hombre como creador, como formador y
transformador.

Para nosotros, la necesidad de una reflexión filosófica sobre la cultura no es sólo


de carácter académico, conceptual y de análisis sistemático, es una necesidad vital. La
cultural se ha convertido en el centro de problematización, reflexión y actuación en el
momento histórico que nos toca vivir. Hoy, nuestros problemas teóricos, conceptuales,
de reflexión e interpretación de la realidad y el mundo, así como los problemas de la
vida social, la convivencia y el devenir humano remiten ineludiblemente al espectro de
cuestiones relativas al concepto de cultural, esto es, relativas al concepto de la actividad

productora y creadora del ser humano.


Por una parte,
parte, el pensamiento crítico contemporáneo en la medida que ha estado
signado por el distanciamiento respecto a la Metafísica, es decir, respecto a toda visión
abstracta y general de la realidad, se ha visto en la necesidad de volver su atención
reflexiva al amplio y complejo mundo de la “existencia concreta de los hombres”.

Toda visión unilateral de la realidad (a partir de conceptos únicos y sólidos como


“Nat
“N atu
urale
raleza
za”,
”, “Hom
“Hombrbre”
e”,, “Raz
“Razóón”,
n”, “Con
“Concicien
enci
cia”
a”)) se ve hoy co con
nstan
stante
te y
sistemáticamente rebasada. Se impone por todas partes un pensamiento concreto y ágil,
capaz de perseguir la multiplicidad de aspectos y sentidos del mundo, su movilidad y su
cambi
cam bio,
o, pe
pero
ro capaz
capaz tamb
también
ién de guguard
ardar
ar un
unaa sabiduría afafin
inad
adaa qu
quee le pe
perm
rmit
itaa
sobreponerse a la simple dispersión y al escepticismo claudicante y reencontrar aquellas
interrogantes originarias acerca del sentido y valor de la existencia humana, sin las que
ninguna búsqueda teórica puede mantenerse y fructificar.

Por otra parte, cada vez resulta más evidente que toda transformación práctica de
la vida humana social, política, económica, pronto muestra sus límites si no se ubica en
el ho
horiz
rizon
onte
te de ununaa tr
tran
ansfo
sform
rmac
ació
ión
n cultural, esto
sto es, en el horizrizonte de una
transformación integral y fundamental que atañe a los sentidos y a los valores de la
vida, a los motivos y a los fines de la existencia, a las formas concretas en las que los
seres humanos hacemos y rehacemos cotidianamente nuestro ser: en la contingencia de
nuestra
nue strass biogra
biografías
fías y nuestra
nuestrass experi
experienc
encias
ias comuni
comunitari
tarias,
as, en la imprev
imprevisi
isibil
bilida
idad
d de
nuestros gustos, apreciaciones, pasiones, en la incertidumbre de nuestros proyectos,
propósitos e ideales.

Para el pensamiento crítico contemporáneo “la realidad cultural” –el mundo del

lenguaje, el pensamiento, la técnica, el arte, los


los valores- ha venido a adquirir prioridad
respecto a la “realidad natural” e incluso respecto a la mera “realidad social”. La
filosofía primera es hoy filosofía de la cultura.

2. El concepto de cultura

Nuestra tarea
tar ea fundamental consiste así en repensar el concepto de cultura en su sentido
máss ge
má gene
nera
rall y es
esen
enci
cial,
al, esto
esto es, en su sesent
ntid
ido
o filosófico
filosófico.. Po
Pode
demo
moss empe
empezazarr po
porr
puntualizar algunas de las acepciones más conocidas del término cultura: a) la noción
más amplia: todo lo que es producto de la actividad humana, todo aquello que el hombre
agrega a la naturaleza; b) en sentido más propio de la antropología: los sistemas de
representaciones colectivas que caracterizan a una sociedad humana en particular –lo
cultural se identifica con la dimensión simbólica de la existencia social (lenguaje, mito
y religión) en oposición
oposición a la dimensión práctico-mate
práctico-material-;
rial-; c) en tercer lugar, el sentido
sentido
más clásico: las formas consideradas superiores de la actividad humana (especialmente
el arte); d) finalmente, la noción común: un conjunto vago y general de saberes (el ser
“culto”).

Una acepción más, que incluye a las anteriores, considera a la cultura desde el
punto de vista del proceso y la define como la capacidad creadora y autocreadora del
hombre. Las cuatro acepciones indicadas se refieren a la cultura como un resultado o un
he
hech
cho.
o. Son
Son dedefi
fini
nici
cion
ones
es qu
quee fu
func
ncio
iona
nan
n co
como
mo pupunt
ntos
os de papart
rtid
idaa pa
para
ra or
orien
ienta
tarr la
explicación de ciertos fenómenos. Pero tales definiciones requieren de justificación. No
podemos responder verdaderamente a la pregunta: ¿qué es la cultural? Sin responder
también a una pregunta más profunda, más filosófica: ¿por qué existe la cultura?, ¿cuál
es su necesidad?

En general, podemos reducir a dos las concepciones de la cultura: bien como


condición general de la existencia de los hombres, bien como producto de su actividad.
Para la primera concepción la cultura es un sistema de realidades objetivas (técnicas,
represe
rep resenta
ntacio
ciones
nes,, costum
costumbre
bres,
s, instit
instituci
ucione
ones)
s) que hacen
hacen poposib
sible
le la existen
existencia
cia de los
individuos en sociedad; el hombre es un producto, un resultado o un defecto. A la
inversa, para segunda concepción la cultura es un mero producto, manifestación de un
ser ya dado y hecho. En cualesquiera de estas concepciones el hombre es exterior al
proceso cultural: bien porque es un ser receptivo y pasivo,
pas ivo, solamente reproductor
r eproductor de un
senti
sen tido
do ya plen
plenam
amen
ente
te estab
estable
leci
cido
do,, bien
bien poporq
rque
ue es un au auto
tor,
r, un
unaa espec
especie
ie de ser
espiritual, cuyas realizaciones nada le aportan y le son totalmente contingentes. Ambas
concepciones coinciden en que enfocan a la cultura desde un punto de vista “objetivo”:
o el hombre es un ser natural que transforma una realidad para satisfacer necesidades ya
prefijadas, o el hombre forma una realidad para realizar ideas o deseos ya
preconcebidos. La razón de la cultura ya estáes tá definida. Por el contrario, asumir un punto
de vista subjetivo, tal y como queremos hacer nosotros, consiste en reconocer que la
razón de la cultura no esta dada y que el hombree es tanto sujeto como objeto de la
acción cultural, es decir, que la creación cultural es ante todo autocreación del hombre.
El hombre no preexiste, en tanto que humano, a su propia acción cultural. La cultura no
es respuesta a necesidades o a deseos: es creación de una nueva necesidad, invención de
un nuevo deseo, de una sensibilidad inédita, de un nuevo Ser.
Cultura es creación, invención, fabricación, formación1. El reino de la cultura –la
técnica,
técnica, el arte, el conocimiento,
conocimiento, la filosofía,
filosofía, la ética y la interacción
interacción social- es el reino
en el que se despliega aquel ser, el hombre, que tiene por misión autoformarse, hacerse
a sí mismo: darse una naturaleza, constituirse –en una interactuación continua con lo
que ya hay un ser propiopropio:: un destin
destino,
o, una verdad,
verdad, una materialid
materialidad
ad inclus
incluso,
o, una
realidad.

3. Proceso genérico y proceso individual

Tal es, para nosotros, el aspecto esencial y último del concepto de cultura: el proceso,
genérico e individual a la vez, de autoconstitución y autoformación del hombre; el
proceso a través del cual la especie humana en su conjunto y a cada individuo en
particular hacen su ser, dividen lo que son y están siendo. Más concretamente, es el
proceso por el cual ambas dimensiones –el ser genérico y el ser individual del hombre-
se constituyen, interactúen y se rebasan mutuamente. Esto significa que el proceso de
au
auto
toco
cons
nsti
titu
tuci
ción
ón de
dell ho
homb
mbrere no es un unív
ívoc
oco:
o: no es un meca mecani
nismo
smo obobje
jeti
tivo
vo qu
quee
determinaría y definiría las existencias individuales, sin otra opción que la repetición; ni
tampoc
tam pocoo es una polvar
polvareda
eda de experie
experienci
ncias
as subjet
subjetiva
ivass irredu
irreductib
ctibles,
les, incapa
incapaces
ces de
producir y referirse a algo común. La cultura es tanto resultado como acción,
objetiv
objetivida
idadd como
como subjet
subjetivi
ividad
dad,, realida
realidad
d colecti
colectiva
va como
como experie
experienci
nciaa person
personal.
al. La
dialéctica es plena y perfecta: nada es la cultura sin la vivencia subjetiva que la captura,
actualiza y la vivifica; pero nada es la experiencia individual sin las realidades y los
sentidos culturales a los que se refiere y consagra. Nada es la cultura sin el individuo,
nada el individuo sin la cultura.

La autoconstitución del hombre sólo tiene sentido de realidad y concreción si se


realiza como acción individual; si casa quien hace del proceso de la especie su propio
compromiso
compr omiso personal,
personal, existencial
existencial y corporal.
corporal. De lo contrario, si sólo permanecemos
permanecemos al
nivel del proceso genérico, la cultura no pasa de ser una repetición, un equivalente de la
“naturaleza”. Pero la cultura no es al hombre lo que las determinaciones biológicas de la
especie a los seres vivos: la individualidad humana en sí misma es un fin y su ser no se
agota en su capacidad
capacidad de responder
responder a las exigencias
exigencias de un orden general.
general. La cultura
cultura es
material, formal y funcionalmente algo distinto de la naturaleza; es trascendencia y no
consecuencia del ser natural; invención de “otra cosa” y no consecución de la mismidad
de lo natural.

Sostener que la cultura es la manera que tiene el hombre para resolver los
problemas y las necesidades que su supuesto ser natural le plantea es quedarse en una
concepción instrumental, contingente e incompleta; es considerar a la cultura como
simple medio. Por el contrario, considerar a la cultura como fin significa que ello no es
solame
solamente
nte invenc
invención
ión sino autoin
autoinven
venció
ción:
n: crea
crea las solucio
soluciones
nes para
para proble
problemas
mas que

1
Para Gadamer, la Formación o Bildung, “pasa a ser algo muy estrechamente vinculado al concepto de la
cultura, y designa en primer lugar el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y
capacidades naturales del hombre”. Hans-Georg Gadamer, Verdad y método. Fundamentos de una
hemenéutica filosófica, Salamanca,
Salamanca, Sígueme, 1988, p. 40. Incluso, para este filósofo, “lo convierte en
ciencias a las ciencias del espíritu se comprende mejor desde la tradición del concepto de formación que
desde la idea de método de la ciencia moderna” (p. 47). Todo lo cual nos remite a la concepción clásica
de la cultura que no ha dejado de subsistir en los tiempos modernos y que es la idea de un proceso de
“educación”, de formación concreta e integral de la personalidad en todos sus niveles (aspecto subjetivo),
antes que la posesión especializada y precisa de un conjunto de saberes o conocimientos generales
(aspecto objetivo).
también crea. El hombre inventa para autoinventarse, para ser algo nuevo y distinto, y
no sólo para mantener una ser ya dado.

Si la cultura es autoinvención, se ella no es una mera respuesta a algo previo, es


porque el hombre al abrirse al mundo cultural, a su mundo propio, abandona en ese
mome
mo ment
nto
o to
todo
do “ser
“ser na
natu
tural
ral”;
”; qu
qued
edaa empl
emplazazad
adaa pa
para
ra sí mism
mismo o to
toda
da “e
“esen
senci
cia”
a” o
“naturaleza”. Ingresamos de ello a un ámbito de artificio, de fabricación, de tal manera
que todo nuestro ser se ve envuelto por un nuevo sentido,
sentido, por un nuevo propósito; todo
queda englobado y comprendido por el mundo de la cultura.

La mism
mismaa rereal
alid
idad
ad biol
biológ
ógic
icaa del
del homb
hombrere ad
adqu
quie
iere
re ot
otro
ro se
sent
ntid
ido
o y ot otra
rass
posibilidades: ya no es sólo el resultado de la evolución natural sino, todavía más, de la
evolución cultural: del proceso histórico, práctico, técnico, moral, cognoscitivo, a través
del cual el ser humano ha buscado en todo momento y en todas las instancias darse un
ser, formarse una naturaleza. Según Clifford Geertz, las investigaciones recientes en
antropología han permitido descartar “la perspectiva secuencial de las relaciones entre
la física y el desarrollo cultural del hombre en beneficio de la idea de una superposición
interactiva”2 La cultura no es algo que venga a agregarse a una realidad biológica ya
establecida, definitiva y única; “por lo menos formas elementales de actividad cultural o
protocultural (simple fabricación
fabricac ión de herramientas, caza, etc.) parecen haberse registrado
re gistrado
entre algunos de los australopitecus, y esto indica que hubo un traslado o superposición
de un millón de años 3entre el comienzo de la cultura y la aparición del hombre tal como
lo co
cono
nocecemo
moss ho
hoy”
y” . Rasg
Rasgos
os biol
biológógic
icos
os cacarac
racte
terís
rísti
tico
coss de
dell ho
homb
mbre
re mode
modernrno
o –
especialmente relativos al tamaño del cerebro- no se alcanzaron antes del surgimiento
de la cult
cultur
ura,
a, por
por lo que que re
resu
sult
ltaa equi
equivo
voca
cada
da totoda
da co conc
ncep
epci
ción
ón de
dete
term
rmin
inis
ista
ta y
reduc
red ucci
cion
onist
istaa de co
cort
rtee “n
“nat
atur
ural
alis
ista”
ta”.. In
Inclu
cluso
so re
resu
sult
ltaa in
inad
adec
ecua
uada
da to
toda
da la vivisi
sión
ón
“escatológica”, analítica, de la realidad humana: el hombre no es un compuesto de
naturaleza y cultura, de biología y espíritu, es una realidad única e integral aunque
compleja y múltiple. En general, las características propias de la humanidad del hombre
–la sensibilidad, la sexualidad, la conducta ética, el pensamiento- no son “hechos
natura
naturales”
les”,, consecu
consecuenc
encias
ias de la estruct
estructura
ura biológ
biológica;
ica; nada
nada serían
serían sin un contex
contextoto
propiamente cultural, es decir, sin un “sentido” que yo no es unívoco y prístino. El
hombre es producto de su propia praxis, “efecto” de una realidad que él ha hecho y
continuamente hace y rehace.

Ahora bien, que no hay “naturaleza humana” no quiere decir que no haya un
medio,
med io, un contex
contexto
to o unas
unas ciertas
ciertas condic
condicion
iones
es específ
específica
icas;
s; no quiere
quiere decir
decir que el
hombre sea absoluta indeterminación, puro “no ser”, y que su tarea de autoconstitución
sea un proceso meramente personal y espiritual, no problemático. Precisamente porque
el hombre no posee una esencia, una naturaleza, se encuentra comprometido de tal
manera con la contingencia
contingencia del mundo
mundo que sólo en el proceso
proceso concreto y específico de
su existencia puede llegar a ser “algo”. El hombre no se forma a sí mismo sin tener a la
ve
vezz qu
quee form
formar
ar (t
(tran
ransfo
sform
rmar)
ar) el medi
medioo en el ququee ap
apar
arece
ece.. Sólo
Sólo pu
pued
edee da
darse
rse un
unaa
“naturaleza” porque transfigura toda naturaleza previa; sólo puede construirse un ser
empe
em peza
zand
ndo
o por
por reco
recons
nstr
trui
uirr las
las cond
condic
icio
ione
ness de su se ser.
r. La ac
acci
ción
ón hu
huma
mana
na es
está

comprometida con la inercia y la opacidad del mundo, nunca es un proceso simple y
cerrado en sí mismo. Por esto, no es sólo un acto voluntario, individual y mental; es
también, necesariamente, un proceso social, práctico y corporal.
2
Clifford Geertz,
Geertz, La interpretación de las culturas, Barcelona,
Barcelona, Ed. Gedisa, 1987, p. 53
3
Id., p. 53.
La autoformación del hombre no está determinada u conducida por algo previo,
pero no opera en el vacío, no es, como supone la concepción espiritualista de la realidad
humana, una iniciación absoluta. Que la naturaleza está siempre medida, “interpretada”
por la cultura, no implica que ahora lo absoluto sea la cultura, que ella ocupe el lugar
primario, sustancial y jerarquizante que ocupaba el “orden natural”. Nada ganaríamos
con sustituir un orden por otro. Pasar al plano de la cultura es pasar a una concepción
relativista del orden (y del desorden), es pasar a la dimensión del “azar como necesidad”
y del artificio como destino.

Entre el determinismo naturalista y el indeterminismo espiritualista aparece esta


dimensión de la existencia concreta, de la praxis, que es la razón de la cultura, su
justificación y posibilidad. Cuando se olvida esa dimensión y sólo prevalece una
concepción de la cultura como mecanismo general y exterior, es porque se olvida que la
esencia de la cultura es la actividad creadora, la acción viva y concreta; porque se olvida
qu
quee lo prop
propio
io de
dell ho
homb
mbrere no cocons
nsist
istee sólo
sólo en su cacapa
paci
cida
dad
d pa
para
ra tran
transfo
sform
rmar
ar su
naturaleza dada y crearse una “segunda” naturaleza, sino para transformar y rebasar
permanentemente esa última; pues ella no es sólo estructura y forma sino también
sentido y significación, en fin, no sólo realidad objetiva sino también realidad subjetiva.
Es por eso que la cultura establecida nunca deja de estar atravesada por cierto impulso,
por cierto temblor o indeterminación; por más objetivada y organizada que se encuentre
–por más inconsciente y pasiva que sea
s ea la acción individual- nunca se convierte en un
orde
orden
n lega
legall in
inmu
muta
tabl
blee y term
termin
inad
ado.
o. Impe
Imperce
rcept
ptib
iblem
lemen
ente,
te, y ta
tamb
mbié
ién
n de mane
manera
ra
inconsciente y hasta pasiva, comienza a surgir algo nuevo, a delinearse una conciencia,
una duda, la posibilidad de la actividad. De esta manera, la cultura se reencuentra
consigo misma, con su principio generador, con su activismo fundamental.

El punto de vista “objetivo” de la cultura, la consideración de la realidad cultural


como un conjunto de resultados alcanzados que definen exteriormente la acción y la
vida de los individuos y los grupos, es aquel punto de vista que desconoce el proceso
como tal, el advenir mismo de la cultura. Sólo tiene ojos para lo que ya está “hecho”,
para lo coagulado e inerte. La< cultura no aparece con toda su fuerza y su impulso
creador, con su capacidad de problematización, concreción e inventiva. Es sólo un dato
a ser conoci
conocido,
do, memori
memorizad
zado,
o, usado;
usado; una cosa
cosa exteri
exterior,
or, objetiv
objetivada,
ada, “aline
“alineada
ada”.
”. En
términos de Hegel: ha perdido su sustancia y verdad que es la fuerza y la espontaneidad
del espíritu, la actividad.

Sólo desde el punto de vista de la acción, de la actividad y la creación, la cultura


puede ser pensable en todo su sentido y alcance. Pues colocarnos en el momento activo a ctivo
de la cultura es remitirnos a su momento genético, trascendental: momento originario y
generador en el que apenas va a decidirse aquello que va a ser; momento en que la
acción
acción aparece
aparece como
como duda,
duda, como
como interro
interrogac
gación
ión y apertu
apertura
ra de poposib
sibili
ilidad
dades,
es, como
como
movimi
mov imient
ento
o conqui
conquista
stador
dor e invent
inventivo
ivo.. Ahora
Ahora bien,
bien, esta
esta posibi
posibilid
lidad
ad es perman
permanent
ente.
e.
Continuamente podemos reencontrar ese impulso creador, revivirlo y avivarlo: cuando
cada uno de nosotros en tanto ser individual retoma por su cuenta el proyecto de la
cultura. Pues sólo el individuo lleva acabo en toda su extensión y concreción el acto
creador.

Tall es la para
Ta parado
doja
ja,, el mist
mister
erio
io y la pr
prod
oduc
ucti
tivi
vida
dad
d de la cu
cult
ltur
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simul
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amen
ente
te y sin de
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to,, ge
gené
néri
rica
ca e in
indi
divi
vidu
dual:
al: lo más
más un
univ
iver
ersal
sal y lo másmás
singular. Es el universal que sólo alcanza en lo singular y es singular Como punto de
emer
em erge
genc
ncia
ia de lo ununiv
iver
ersal
sal.. El “ser
“ser pa
para
ra sí mism
mismo”o” dedell ho
homb
mbre
re ún
únic
icam
amen
ente
te es
conquistable cuando el individuo se concibe en sí mismo no como “parte” numérica de
la especie sino como lugar de autocomprensión y autorrealización de la especie; el
hombre “es un ser y en su conocer” 4. Por esto, cultura
cultura es, estrictamente,
estrictamente, aquel proceso
proceso
que puede predicarse tanto de una colectividad, del género en su totalidad, como de una
individualidad. Esto significa también que la cultura es tanto un sistema, una realidad
existente, una estructura o una memoria, como una tarea práctica y hasta una pasión, un
proceso de “autoperfeccionamiento”. La cultura es educación social y aprendizaje
individual, proceso colectivo y vocación personal.

4. La cultura como síntesis de materialidad y espiritualismo

En general, el concepto activo, subjetivo y procesal de la cultura permite superar todas


las dicotomías con las que el pensamiento clásico ( y hasta el sentido común) ha querido
pensar la realidad humana y, en cierta medida, la realidad en general. No sólo la
dicotomía universal-individual, sino también las dicotomías materia-espíritu, necesidad-
libe
libert
rtad
ad,, alma
alma-c-cue
uerp
rpo,
o, etc.
etc. La cult
cultur
ura,
a, en cu cuan
anto
to prproc
oces
esoo pr
prác
ácti
tico
co-c
-con
oncr
cret
eto,
o,
transformado
transfo rmadorr del mundo
mundo y formador
formador de la experiencia
experiencia humana,
humana, es el ámbito universal
de la medi
mediac
ació
ión,
n, el mund
mundoo gene
genera
rall de los
los en
encu
cuen
entr
tros
os,, la
lass tran
transf
sfig
igur
urac
acio
ione
ness y
reconfigurac
reconf iguraciones
iones de lo existente.
existente. La acción cultural
cultural es el proceso a través del cual los
opuestos se interpenetran, las dicotomías se disuelven, los lejanos se aproximan y el
mundo se pone en movimiento…

La cultura es acción creadora: no es mera “acción”, mera realización de las


posibilidades ya inscritas en un orden de realidad preexistente; ni tampoco mera
“creación”, simple despliegue de un ser puro que es ya< dueño de sí mismo. No
pertenece, es esencia,
es encia, ni al orden de la “materialidad” (al del resultado, la objetivación).
No es sólo acción económico-material ni acción subjetivo-espiritual. “Creación
cultural”
cultural” es un proceso dual de la actividad humana, tanto material
material como espiritual.
espiritual. La
“obra cultural” es una realidad en la que se ha materializado una espiritualidad, un
sentido, es decir, una elección y una decisión. Tal relación la concebimos como una
instau
instauraci
ración
ón inmane
inmanente;
nte; esto
esto signif
significa
ica que los término
términoss que entran
entran en relació
relación
n –la
materia y el espíritu- modifican su ser propio; ya no son lo mismo que eran siendo
independientes.

La materia se vuelve una materialidad capaz de desplegar las fuerzas y potencias


más extrañas, más abiertas; y el espíritu de ser una instancia “mental”, abstracta e irreal,
para devenir estilo y figura: sentido que se ofrece a la percepción, a la acción, a la
vive
vivenc
ncia
ia.. Grac
Gracia
iass a la cult
cultur
ura,
a, la mate
materi
riaa y el es espí
píri
ritu
tu de
devi
vien
enen
en rereal
alid
idad
ades
es
experienciadas, vivivivida
das;
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vale
len
n en tant
tantoo se “a“apa
pare
recen
cen”” o “man
“manif
ifie
iesta
stan”
n”,, en tanto
tanto
fenomi
fen ominal
nalizac
ización
ión del ser y no en tanto tanto realid
realidade
adess sustan
sustancial
ciales
es y sustan
sustancili
cilizad
zadas,
as,
afirmadas en una existencia absoluta, abstracta y cerrada en sí misma. La cultura es el
devenir-fenómeno de la materia y el devenir-fenómeno del espíritu, es la fenomenología
actuadaa y efectuada. Filosóficam
actuad Filosóficamente,
ente, nuestro
nuestro siglo es a la vez la época de la reflexión
cultural y la época de la fenomenología, la época del retorno del pensamiento a la
concreción del mundo y la idea.5 Fenomenológico es todo pensamiento concreto y
crítico: que se remite a las cosas pero no como supuestamente son “en sí” y “por sí”

4
Kart Marx, Manuscritos económico-filosóficos
económico-filosóficos de 1844, citado por Marshall Sahlins, Cultura y razón
práctica, Barcelona,
Barcelona, Ed. Gedisa, 1988, p. 132.
sino como son en relación a un sujeto; y a la vez, no respecto a un sujeto formal y puro
(kantiano) sino a un sujeto vivo y activo, tal y como se muestra a sí mismo y a los otros
en su ser cotidiano. En el plano fenomenológico no hay materia sin espíritu y al revés
plano filosófico no hay fenomenología sin teoría de la cultura (de la mediación materia-
espíritu) y al revés: sólo la actitud fenomenológica, en su sentido más amplio –como
descripción de las codas tal como se aparecen en una experiencia concreta y viva-,
permite captar la potencia del mundo cultural, su particularidad y multiplicidad, su
vitalidad.

La comprensión de la cultura no se alcanza sin la aprehensión de este doble


movimiento por el cual el espíritu se materializa y la materia se espiritualiza. La acción
cu
cult
ltur
ural
al es el planteamiento co conc
ncret
reto
o de la relación enentre
tre mate
mateririaa y espíri
espíritu
tu,, la
superación de su oposición y exclusión, y la superación, también, de la simple unidad
abstracta y clausurada.
La dualidad subsiste y se desarrolla; las relaciones siempre son concretas y específicas,
interminables. Esto es lo que significa que sólo podemos comprender el ser cultural del
hombre en términos inmanentes: la acción cultural, en tanto creadora, no es exterior a la
materia que forma y transforma, y, por ello, tampoco puede pretender agotarla, acabarla,
dar su verdad definitiva. Entre materia y espíritu no hay “síntesis” como unificación o
identificación cerrada, pues hay un proceso sintético tan dinámico y abierto que ya no
pueden ser una sin el otro ni “concebirse” de forma separada.

Por esto
Por esto,, tant
tanto
o el ma
mateteria
riali
lism
smo
o co
como
mo el espiri
espiritu
tual
alism
ismo
o (en sus
sus didive
versa
rsass
versiones) resultan ineficaces para comprender el fenómeno cultural. Ambas posiciones
sólo son posibles en la medida que operan abstractamente: según un concepto abstracto
de materia que no es desconocida y que sólo “entiende” el teórico; o según la noción de
un espíritu abstracto que nada produce y nada transforma. 6 De lo que se trata es de
comprender el movimiento, el intercambio entre la materia y el espíritu que es la
realidad y el sentido de cultura.

Las ex
Las expl
plic
icaci
acion
ones
es mate
materia
riali
list
stas
as de la cu
cult
ltur
uraa pi
pierd
erden
en de vi
vist
staa el ca
carác
rácte
terr
inventivo de la acción; la cultura es solamente un medio para resolver problemas que ya
estaban planteados y de los que sólo por mala suerte la naturaleza no nos facilitó las
soluciones. El materialismo es siempre y desprecia los alcances más altos e intensos de
la actividad humana. Su criterio es el utilitarismo, una noción siempre dogmática y
elemental de “utilidad” (y de “funcionalidad”): ya el utilitarismo individual (lo que
conviene a los individuos) ya el utilitarismo social (lo que conviene a la Sociedad) .7

5
Las dos líneas principales del pensamiento fenomenológico contemporáne
contemporáneo, o, la que proviene de Husserl
y la que se desarrolla a partir del segundo Wittgenstein, conducen por distintos caminos –descripción
ontológica y descripción analítica- a un replanteamiento de las relaciones del sujeto con su mundo
concreto que es un mundo que es un mundo de “sentido”, lingüístico-vital y ya no “natural”. A través de
la realidad del lenguaje toda la experiencia cultural del hombre adquiere un carácter “trascendental”,
constitutivo y constituyente. Para una reflexión sobre las convergencias ocultas entre las dos principales
(y contrarias) corrientes filosóficas contemporáneas,
contemporáneas, el neopositivismo y la fenomenología, cf. Karl-Otto
Apel, La transformación de la filosofía, Madrid, Taurus, 1985.
6
El espíritu es un sustancia, una coda; como afirma Merleau-P
Merleau-Ponty:
onty: “el espíritu es nada o es una
transformación
transformac ión real y no ideal del hombre” ( La estructura del comportamiento, Buenos Aires, Hechette,
1957, p. 254).
7
Es una “cualidad decisiva da la cultura –en cuanto confiere a cada modo de vista las propiedades que lo
caracterizan- no el hecho de que esa cultura deba ajustarse a restricciones materiales,
materiales, sino que lo haga de
acuerdo con un esquema simbólico definido, que nunca es el único posible. De ahí que la cultura sea lo
que constituye la utilidad”. Marschall Sahlins , Cultura y razón práctica. Contra el utilitarismo en la
Ahora bien, el error no estriba en remitirse a un criterio de “utilidad”, sino en dar
por establecido lo que él significa. Al utilitarismo acrítico de las concepciones
materia
mat erialist
listas
as no se trata
trata de oponer
oponerle
le un criteri
criterioo espiri
espiritua
tualist
listaa de “inuti
“inutilid
lidad”
ad”,, de
grat
gratui
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d, sino
sino un
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ncep
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ción
ón acacti
tiva
va,, co
conc
ncret
retaa y mult
multív
ívoc
ocaa de la ututil
ilid
idad
ad,, un
pragmatismo integral: lo que sirve, es lo que me sirve, pero lo que me sirve no sólo
para sostener y mantener mi ser sino para desarrollarlo y ampliarlo, para mejorarlo,
transformarlo y superarlo.

Las explicaciones “espiritualistas” de la cultura no tiene ojos para la necesidad


de la ac
acci
ción
ón cult
cultur
ural
al,, no pasa
pasann de ver
ver en ella
ella un ca cato
to gr
grat
atui
uito
to,, la ex
expr
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taci
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ón de un se serr qu
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o”.. La cucult
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uraa pe
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“exhi
“exhibi
bici
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o”:: es mero
mero de desp
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simple
le “o“ost
sten
enta
taci
ción
ón”,
”, popodr
dría
ía
igualmente no ser.

Tanto el espiritualismo como el materialismo ignoran la esencia y la dinámica


creadora de la acción cultural; pues lo que les falta es una comprensión de la cultura
como encuentro, como lucha y resolución de la materialidad y la espiritualidad, de la
utilidad y es sentido, de la inercia y la acción.

Ciertamente, ni la cultura ni el espíritu son meros efectos de realidades previas


(el mundo
mundo natura
naturall físico-
físico-bio
biológ
lógico
ico),
), y en este
este sentido
sentido las luchas
luchas del pensami
pensamient
ento
o
antipositivista en todas sus variantes (dialéctica, fenomenología, existencialismo) han
sido necesarias. Pero no se gana mucho con una concepción que radicalizando la
separación conduzca a una concepción de la identidad cerrada del espíritu y de la
improductividad y vacuidad de la cultura. La cultura pensada en términos de acción, de
actividad creadora, es lo que nos permite escapar a la dicotomía naturaleza-espíritu, lo
que nos permite
permite comprender
comprender el proceso concreto de la relación como tal. Este proceso
es en sí mism
mismo o la veverd
rdad
ad de la na
natu
tura
ralez
lezaa y la ve
verd
rdad
ad de
dell espír
espírit
itu;
u; el mome
moment
nto
o
generador, trascendental, por el cual advienen un mundo natural y un mundo humano.

5. La cultura como síntesis de necesidad y libertad

La comprensión de cultura se nos ha presentado tradicionalmente bajo la siguiente


alterna
alternativ
tiva:
a: bien
bien la cultur
culturaa respond
respondee a una necesid
necesidad
ad pero
pero se encuen
encuentra
tra limita
limitada,
da,
subordinada, o bien es un acto libre pero inmotivado e ineficaz. O la cultura está
sometida a la necesidad o ella es “innecesaria”. Frente a esta alternativa, lo que debemos
hacer es reformular
reformular el concepto
concepto de necesidad.
necesidad. Cuando se concibe a la cultura como un
conjunto de respuestas unívocas y simples es porque se suponme que las necesidades
son, más o menos,
menos, algo fijo y uniforme.
uniforme. Pero la misma existencia
existencia de la acción cultural
nos muestra que no podemos
podemos entender el concepto de necesidad en términos positivos y
naturalistas. Al responder con una acción creadora a una necesidad ésta adquiere ya otro
carácter
cará cter,, otra
otra dimens
dimensión
ión.. Es una “necesid
“necesidad”
ad” que es insepa
inseparab
rable
le –como
–como no noss lo ha
8
mostrado Sastre- del acto de libertad que la acción despliega, y de esta manera, es
siempre una “necesidad concreta”, envuelta de intenciones y propósitos, configurada y
circunscrita.
teoría antropológica, Barcelona, Ed. Gedisa, 1988, p. 9.
8
“Así comenzamos a entrever la paradoja de la libertad: no hay libertad sino en situación y no hay
situación sino por la libertad. La realida-humana
realida-humana encuentra doquiera resistencias y obstáculos
obstáculos que no ha
creado ella; pero esos obstáculos y resistencias no tienen sentido sino en y por la libre elección que la
realidad humana es”. Jean Paul Sastre, El ser y la nada, Buenos Aires, Ed. Losada, 1972, p. 602.
Es por esto que no podemos mantener el esquema estímulo-reacción al nivel de
la actividad cultural. La cultura es una respuesta a problemas que sólo pueden aparecer,
definirse como tales, gracias a su propia emergencia. La realidad en sí y la naturaleza
previa no son obstáculos para algo mientras no ha emergido esta intencionalidad, esa
voluntad propiamente humana de expresión y resolución, de superación. Pero a su vez,
esa intención es vacía, esa voluntad es nada si no logra encarnarse inmediatamente, sino
se convierte pronto en materialidad y acción. La libertad no es la condición absoluta,
previa y totalmente espontánea de la acción cultural; más bien, la cultura es el ejercicio
mism
mi smoo de la libe
libert
rtad
ad.. Cier
Cierta
tame
mentnte,
e, la libe
libert
rtad
ad no se agagot
otaa en nining
ngun
unaa de sususs
realizaciones
realizaciones particulares,
particulares, pero de cualquier
cualquier forma ella es nada si no llega a realizarse;
realizarse;
pues el hombre es ese ser que posee la capacidad no sólo de concebir algo ssino ino también,
y todavía más, de hacerlo
hacerlo.. La mera acción no es lo propio del hombre, sino la acción en
cuanto
cua nto realizac
realización
ión de la liberta
libertad,
d, en cuanto
cuanto forma
forma de descub
descubrim
rimien
iento
to y desarro
desarrollo
llo..
Asimismo, la pura libertad para concebir posibles sólo lo propio del hombre si él se
quedara más atrás de sí mismo, si fuera incapaz de rebasar y rebasarse: de ser otro y de
ser más.

Sólo po
Sólo pode
demo
moss tene
tenerr un
unaa co
comp
mpre
rens
nsió
ión
n ad
adec
ecua
uada
da de la cr
creac
eació
ión
n cucult
ltur
ural
al si
afirmamos al mismo tiempo la necesidad a la que responde y la libertad que instaura. Es
por la acción cultural que estas dos dimensiones se encuentran mediadas y relativizadas
relativizadas,,
ya no son lo mismo de lo que eran separadas: la necesidad no es un fatalismo, un
determinismo, sino un impulso, una presión, un problema; la libertad, por su parte, no es
un acto
acto grat
gratui
uito
to y efíme
efímero
ro,, inmo
inmoti
tiva
vado
do y dedesc
scon
onte
text
xtua
uado
do,, es ununaa bú
búsq
sque
ueda
da un
unaa
experimentación. No se cierra, por esto, en el resultado alcanzado: la obra creada se
vuelve
vue lve capaz
capaz entonc
entonces
es de instau
instaurar
rar un mundo
mundo de prosecu
prosecucio
ciones
nes y recreaci
recreacione
ones:
s: un
mundo cultural, un horizonte de sentido, que, sin embargo, nunca llega a constituirse en
un
unaa esfera
esfera “o
“obj
bjet
etiva
iva”,
”, “en sí” en un unaa estru
estruct
ctur
uraa qu
quee ex
exter
terio
iorr y mecá
mecáninicam
camen
ente
te
determinara a los sujetos y sus acciones concretas. El “mundo” cultural, en cuanto no
esta hecho más que e ciertos trazos, marcas o señales, no arriba propiamente a la
existencia sin la acción de los sujetos concretos que retoman por su cuenta esos “datos”,
los reutilizan y reviven. Por esto, la prosecución es un movimiento simultáneo de
retrospección y prospección, un volver atrás y un ir más allá; una renovación crítica, un
ejercicio de libertad. Al retomar una obra cultural no solamente la hacemos existir sino
que, aún más, agregamos algo al ser que ya era y heredamos a los que nos sobrevendrán
un sentido más intenso, más complejo y más amplio.

En el ámbito general de la existencia cultural podemos comprender cómo son


posibles a la vez el pasado y el futuro, lo colectivo y lo individual, la objetividad y la
subjetividad, la determinación y la indeterminación, la necesidad y la libertad, la razón y
la imaginación. No hay anulación de la dualidad, de la disparidad, reducción a un
sistema
sistema único
único y unifor
uniforme
me donde
donde cada
cada cosa
cosa ocupar
ocuparía
ía su lugar
lugar son equívoco
equívocos.s. Todo
Todo
fenómeno cultural está atravesado por un destino de equivocidad, está expuesto a la
duda, a la interpretación y la reelaboración. Sin nuestra propia acción, vive en la
indeterminación, pero no en una indeterminación absoluta, como la acción tampoco es,
a su vez, una determinación total. Ambas dimensiones, desde el momento que sólo se
concretan mediante su interactuación, se determinan una a otra y las dos son igualmente
in
inde
deter
termi
mina
nada
dass (e ininde
deter
termi
minab
nable
less to
tota
talme
lment
nte).
e). Los
Los siste
sistema
mass cu
cult
ltur
ural
ales
es tien
tienee su
sustancia en la vida concreta de la actividad individual e interindividual sólo puede
desplegarse a partir de un contexto concreto, lingüístico, histórico-social, ideológico,
moral, etc. No hay necesidad irrebatible ni libertad incondicionada; lo que hay es el
movimiento, la dialéctica: una necesidad en la libertad y una libertad en la necesidad. La
acción cultural como creación del problema y como invención de la solución.

Ninguna instancia subsiste en sí misma, ni el sistema cultural ni la acción


indi
indivi
vidu
dual
al.. Pe
Pero
ro esesta
ta ex
exig
igen
enci
ciaa co
conc
ncep
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tual
al no es un unaa le
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y de loloss pr
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de
deseq
sequi
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libr
brio
io pu
pued
edee da
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cho.
o. Y lo
loss pe
peli
ligr
gros
osos
os son,
son, bi
bien
en el meca
mecani
nism
smo o y
autoritarismo letal del “Sistema”, bien el anarquismo y el aislamiento, el salto vacío de
la pura acción desencarnada y la pura decisión desorientada. Estos extremos son los que
se producen cuando una instancia se concibe absoluta, poseedora de la verdad del
proceso y se propone anular su diferencia con la otra. El equilibrio es una aventura y un
riesgo, un “equilibrio en movimiento”, que sólo busca su objetivo como a tientas. La
dialéctica
dialéctica necesidad-li
necesidad-libertad
bertad,, materia-espíri
materia-espíritu,
tu, cultura-ind
cultura-individu
ividuo,
o, no se convierte
convierte en
sistema, en teoría, no se cierra en la identidad de un resultado último; sólo permanece
válida cuanto “actuada” y “vivida”, en cuanto es, a su vez, dialéctica en movimiento.

La cucult
ltur
uraa no es só
sólo
lo la relac
relació
ión
n mater
materia-
ia-esp
espír
írit
itu,
u, sino
sino la revers
reversib
ibil
ilid
idad
ad
permanente, el desarrollo continuo, la relativización general. La cultura no es –y por
ende ninguna cultura
cultura en particular- una “solución”, una “respuesta”. Ella es un mundo,
mundo,
pero abierto; una solución, pero provisional.

Ahor
Ah oraa bien
bien,, no hay
hay una
una dial
dialéc
écti
tica
ca sino
sino much
muchas
as;; di
dive
vers
rsas
as mane
manera
rass de
problematizar y multiplicidad de respuestas. La cultura es un proceso particular y plural.
Como señala Clifford Geertz: “somos animales incompletos o inconclusos que nos
completamos o terminamos por obra de la cultura, y por obra de la cultura en general
sino por formas en alto grado particulares de ella: la forma dobuana y la forma javanesa,
la forma hopo y la forma italiana, la forma de las clases superiores y la de las clases
inferiores, la forma académica y la comercial”. 9 Si no hay naturaleza humana previa a la
cultura, entonces la existencia de una diversidad de formas culturales implica que la
diversidad es constitutiva de la “esencia” humana y que el “Hombre” –la unidad en sí
de la especie humana bajo ciertos rasgos básicos y universales- no existe.

Por ello, toda filosofía de la cultura es necesariamente una filosofía concre


concreta
ta y
relativa.. Inseparable del nivel de desarrollo práctico y cognoscitivo del ser humana y las
relativa
sociedades históricas. Inseparable, pues, de la modalidad particular de la existencia
humana, desde los niveles de la acción técnica y la organización social hasta los de la
actividad científica en sus distintos niveles. Esto no quiere decir que una filosofía de la
cultura rehace cualquier reflexión o afirmación de carácter más general (ontológica
incluso), como si sólo consistiera en un relativismo limitador. Por el contrario, de lo que
se trata es de llevar la interrogación filosó
filosófica
fica a su dimensión
dimensión más concreta
concreta y actual.
actual.
Esto implica que la filosofía ha de proponerse comprender la pertenencia de la acción
cultural
cultu ral en los marcos de una visión integral
integral de la realidad y en los de una concepción
concepción
total del ser y la racionalidad humanas. Implica, pues, que la filosofía de la cultura ha de
buscar convertirse en el fundamento y el sentido último del pensar filosófico.

9
Clifford Geertz, op. Cit., p. 55.

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