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Año 3

Número 3
verano 2016

Revista de Políticas Sociales


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La cultura popular: diferentes perspectivas teóricas,


historia del concepto y panorama actual

Cora Gamarnik El objetivo de este texto es hacer un recorrido por las principales tradiciones popular. La noción de “cultura popular” no es la sum a de dos palabras
teóricas que pensaron lo popular. Analizar las diferentes posturas, pregun­ sino una construcción en sí misma. El adjetivo introduce un quiebre, una
Docente de la
tarse por los actores sociales, por sus prácticas de producción y consumo ruptura: si existe algo que es popular es porque hay alguna otra cosa que
Licenciatura en
Com unicación Social y por sus formas de resistencia frente a lo hegemónico. Nos proponemos no lo es. El adjetivo popular recorta y califica, habla de algo que no es.
UNM realizar un recorrido histórico por el concepto y revisar el panorama actual
de estudios en el área. El concepto “popular” nos remite al campo de la política, lo mismo que
coragamarnik@gmail.com sucede con la palabra “pueblo”. Es un concepto que está resem antizado,
A nalizar la cultura popular como un campo de lucha sigue siendo clave sus usos le otorgan nuevos significados. Por eso decimos que el término
para entender los modos en que se reproduce, se resiste y se crean alter­ popular es em inentem ente político. Por otro lado, el uso com ún del
nativas que perm itan construir una sociedad más igualitaria. Al mismo térm ino popular lo confunde con la idea de famoso y se le suele adju­
tiempo, proponem os abrir una discusión respecto de la relación entre dicar un com ponente cuantitativo.
los estudios de cultura popular y de cultura escolar. Un debate y una
producción teórica que todavía están pendientes. La idea de lo popular implica una noción de desnivel, de jerarquía, de
diferencia: hay algo que es popular porque es inferior a algo que no es
llam ado popular. Y esta diferencia es la que nos remite a la desigualdad
en el plano social y económico. La existencia de lo popular en el plano
simbólico no puede ser vista como una esfera autónom a, sino que está
íntim am ente relacionada con lo que sucede en el campo de la producción
Resistir, reproducir o crear: tres formas de
y en el campo de lo político. Es una noción de desigualdad que nace en
pensar lo popular la esfera de lo económico y social. Esta idea de jerarquía, de una cultura
“superior” y otra “inferior”, es una diferencia fuertem ente ligada con lo
político: hay una cultura “alta” versus una cultura “baja”, o una cultura
H ablar de cultura popular implica referirse a dos térm inos con una larga
“culta” versus una cultura “popular”. Esta idea de la división circula
tradición de análisis. Para el concepto de “cultura”, cuyo estudio es un
como una noción naturalizada, está instalada en el sentido común. Se
capítulo im portante de la historia de la antropología y la com unicación, se habla de la cultura culta, de lo sublime y lo bello, m ientras que la cultura
han construido m últiples definiciones a lo largo del tiempo: “conjunto de
popular queda en el lugar de lo degradado, lo feo, lo pobre.
elementos sim bólicos”, “conjunto de costum bres y valores”, “aquello que
distingue a la hum anidad de otros seres vivos”, “todo lo relativo al mundo A hora bien, los que se encargan de definir qué es lo culto y qué no, son
de las significaciones”, “estilo de vida de un grupo”, “conocimientos, los mismos que se ubican en el lugar de lo culto: dicho de otro modo, es
creencias, artes, leyes, m oral”, “respuesta colectiva a necesidades vitales la cultura dom inante la que define qué se entiende por cultura popular.
y existenciales”, etcétera. Pero el tem a que aquí queremos desarrollar Por esto se habla de una “violencia sim bólica”, término desarrollado
no es la cultura a secas, sino la cultura sum ada a un adjetivo: la cultura am pliam ente por Pierre Bourdieu. Cualquier análisis que se quiera hacer
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hoy de la cultura contem poránea no puede pasar por alto esta división viene de sus lecturas de Foucault, quien a su vez plantea que el que
entre cultura dom inante y cultura subalterna.1 tiene el saber tiene el poder y el que tiene el poder tiene el saber. Si los
que tienen el monopolio del saber, el conocim iento científico, aíslan
Lo primero que podem os decir, entonces, es que el concepto de cultura un objeto, lo recortan, lo ponen en un museo, lo objetivan, en algunos
popular es u n concepto relacional. No se puede definir en sí mismo, de casos tam bién lo idealizan, lo que hacen es retirarlo de sus orígenes.
m anera esen cialista , sino que hay que definirlo en relación con otra De Certeau se pone a analizar cómo son los procedim ientos del saber
cosa, y esa relación, además, es de tipo asim étrica y política. y plantea que lo que hace este saber para conocerlo es m atar al objeto,
quitarle vida. Para el autor es la misma operación de conocim iento -q u e
Hay m uchos autores que trabajaron estos tem as y nos perm iten pensar
retira un objeto determ inado, lo clasifica y lo o rd ena- lo que genera, en
con profundidad esta relación. En este texto vam os a trabajar funda­
ese gesto, un m ovim iento que reprime algo, es por eso que habla de “un
m entalm ente con tres autores: De Certeau, Bourdieu y Gramsci, quienes
gesto represivo que funda un saber”. Esa construcción de conocim iento
proponen pensar el tem a de la cultura popular a partir de tres pares de
se produce en el mismo m om ento en que un sector considera que debe
dicotom ías: Letrado-N o letrado; Legítimo-No legítim o; y Subalterno­
dom esticar y educar a otro, es decir, en el mismo m om ento en que se
D om inante, respectivam ente.
empiezan a considerar peligrosas las clases subalternas o populares: “hay
que dom esticar al buen salvaje”. La operación de construcción de saber
y de conocim iento es constitutiva, dirá De Certeau, de una operación
represiva, que dice lo que está bien y lo que está mal, lo que se puede
y lo que no se puede hacer o decir. Al objeto se le quita la voz y ahora
Las tácticas de los débiles esa voz la tiene el investigador, con lo cual -v a a plantear el au to r- el
saber que se construye sobre ese objeto habla más de los presupuestos
De Certeau (1925-1986) fue un investigador francés que combinó en del investigador que del objeto en sí mismo.
sus trabajos los estudios de historia, sociología, economía, literatura,
De Certeau, que está preocupado por analizar las estrategias de los
crítica literaria, filosofía, religión y antropología. La com binación de
débiles para resistir el poder, se hace más preguntas: ¿desde dónde habla
todas estas disciplinas no podía sino construir una visión innovadora. Su
la ciencia, desde dónde habla el investigador, desde dónde habla el que
libro La invención de lo cotidiano (1974) marcó un hito en los estudios
produce saber? ¿Cuál es el lugar que uno ocupa cuando produce saber?
sobre la cultura, al correr el análisis desde quien produce cultura y del
Estas preguntas sobre quién produce el saber y desde dónde se produce
producto cultural mismo, hacia el plano de quien la consume. Su interés
son las que perm iten interrogarse si “es posible la existencia de la cultura
estaba puesto en pensar cuáles eran las estrategias de los más débiles
popular fuera del gesto que la suprim e”. Es decir, la cultura popular
para resistir al poder dom inante.
existe, pero no existe como tal, como objeto de conocim iento. Es en el
El autor francés realizó dos planteos clave a la hora de pensar la cultura m om ento en que se la conoce, se la clasifica, se la estudia con métodos
popular. En el prim er caso se pregunta si “es posible la existencia de que no son neutrales, que alguien investiga, analiza y hace preguntas,
la cultura popular fuera del gesto que la suprim e”. En el segundo caso en que adquiere existencia. No como objeto empírico, sino como objeto
realiza u n a afirm ación: “la cultura popular no tiene voz propia”. Vamos a de conocim iento.
analizar en profundidad estas dos cuestiones: De Certeau plantea que el
Entonces, dice De Certeau y aquí vam os a la segunda afirm ación, el
saber construye poder y que este poder autoriza a un saber, esta premisa
problem a es que “la cultura popular es afásica ”, no tiene voz propia. No
es que no existe en la realidad, no es que no tenga existencia empírica,
no es que no la podem os ver, es que no tiene voz propia. No tiene una
voz legítima, no tiene saber y no tiene poder. Y si los tuviera, es porque
1. Por supuesto que para pensar la cultura contemporánea, el otro concepto clave es el
de la cultura masiva, pero no nos extenderemos en su explicación en esta oportunidad. estaría hablando desde la cultura letrada, y entonces ya no sería cultura
popular. Esta oposición “letrado-no letrado” no tiene que v er solam ente
con saber leer y escribir, sino con quiénes tienen el poder de disponer
y de adm inistrar los medios de expresión y de transm isión del saber. La
cultura popular no tiene poder de nom inación, no tiene poder de clasifi­
cación, no tiene los medios para hablar por sí misma.

En este marco, la escuela como lugar de transm isión de los bienes sim bó­
licos ocupa un lugar central, ya que la educación es el dispositivo letrado
por excelencia. Esto no significa que los sujetos populares no hablen,
sino que no tienen una voz legítima. Su voz es capturada y puesta en
circulación por los dispositivos legítimos: la escuela, el Estado, las polí­
ticas públicas, los medios de com unicación, etc.

Entonces, volviendo a la pregunta de si es posible la existencia de


la cultura popular fuera del gesto que la suprime, vem os que es una
pregunta bastante compleja porque implica que aquel que se dedica al
análisis de la cultura popular es en realidad “el mismo que suprim e” a
la cultura popular. Como el problem a ético del antropólogo que, cuando
estudia al otro, da herram ientas al dom inante para que lo dom inen o
“dom estiquen” mejor. Ahora bien, en el m om ento en que se captura una
práctica que no tiene discurso propio, se produce una “representación”,
se tom a u n elemento de la cultura popular y se lo representa (mediática,
publicitaria o académicamente). Visto de esta m anera, la cultura popular
es la representación que hacen quienes tienen el poder de aquellos que
no tienen una voz legítim a para autorrepresentarse. La definición de
representación en su sentido más básico es algo que está en lugar de
otra cosa. En el caso de la cultura popular se puede hablar de violencia
simbólica, ya que la cultura popular no tiene capacidad de nom inación,
no puede representarse a sí misma, no tiene los medios ni la legiti­
m idad para hacerlo, alguien lo tiene que hacer por ella y ese es el rol del
analista cultural.

De Certeau, como dijimos antes, es un m uy buen lector de Foucault,


quien estudió, entre otras cosas, los dispositivos de control y disciplina.
Este au to r planteó que todo dispositivo de control lleva en sí mismo
algún punto de fuga, alguna válvula de escape. Todo poder tiene como
contrapartida un “m icrocontrapoder”. De Certeau, si bien com parte la
idea de Foucault, no se v a a interesar por los dispositivos de control,
sino por esos puntos de fuga, a los que él llam a las “tácticas del débil”,
pequeñas acciones cotidianas, rutinarias, individuales, minúsculas, que
desafían de algún modo al poder. Si el mercado aum enta los precios, se
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buscan las ofertas, se inventa el trueque, etcétera. De Certeau sostiene voz del sujeto popular y el analista”, y desde ese lugar, desde esa exas­
que esas pequeñas acciones v an dejando huellas, m arcas en el sistema, perada conciencia, sí se puede analizar la cultura popular.
son como gotas de agua que v an horadando la piedra.

Entonces, frente a todas las concepciones de la cultura como un reper­


torio de bienes simbólicos, De Certeau v a a plantear que la cultura es
otra cosa: son esos desvíos , esos atajos. Específicamente plantea que
“la cultura popular es un modo de operar sobre los productos de otros”. La cultura popular no existe
A nalizar la cultura, entonces, es analizar esas operaciones: lo que se hace
con lo que nos dan. Esa vida rutinaria y cotidiana, aburrida, esconde
acciones de resistencia, gestos que él llam a “m icrorrevoluciones”. Esto Pierre Bourdieu (1930-2002), con sus análisis acerca del capital cultural
trae u n serio riesgo para los investigadores, porque en esta clave todo o y el mundo de lo simbólico, con sus conceptos de campo y de habitus,
casi todo puede ser leído como resistencia. perm ite un acercam iento a la categoría de cultura popular desde otro
lugar. Él propone analizar la cultura a partir del binom io de lo legítimo
El otro tem a que desarrolla De Certeau es lo que él llam a las m in oritarias y lo ilegítimo y, si la cultura es lo que se define como legítimo, la cultura
m ayorías , ese oxímoron que le perm ite decir que las grandes m ayorías son popular es una apropiación degradada de este capital legítimo. Para Bour­
en realidad m inoritarias en térm inos culturales porque no producen, pero dieu no se derivan posibilidades de resistencia, oposición y contrahege­
son consum idoras y en ese consumo hacen cosas. Lo que sucede es que m onía para la cultura popular, porque en definitiva esta cultura popular
esas acciones, p o r u n lado, son tan cotidianas que no se ven, y por el otro sólo se realiza en los m árgenes perm itidos por la cultura dom inante.
son m uy heterogéneas, ya que hay tantos consum os como consumidores.
Para De Certeau h ay unos sectores que producen Cultura (con m ayús­ Esta visión hizo que Bourdieu sea acusado de “pesimismo sociológico”,
cula): la escuela, las bibliotecas, las academias, los lugares de legitim a­ ya que el centro de su planteo es que no cualquier expresión de la cultura
ción del saber y u n a gran m in oritaria m ayoría que consume, de m anera popular debe ser interpretada como un acto de resistencia o de autoa-
oscura, silenciosa, produce m arcas y opera sobre esas producciones. firmación, por el contrario, todas las formas de contracultura suponen,
para Bourdieu, un cierto capital cultural sin el cual no hay posibilidad de
Estos planteos teóricos de De Certau, si bien son profundam ente inno­ resistencia. Esta es una posición m uy polémica ya que supone que toda
vadores respecto de la concepción de cultura popular que se tenía hasta acción de contrahegem onía debe pasar por el espacio de lo dom inante,
entonces, contienen serios riesgos . Uno de los autores que los identifica y debido a que toda contracultura exige un cierto capital cultural. La posi­
contesta es Carlo G inzburg (Turín, 1939), un historiador italiano defensor ción de Bourdieu acerca de la inexistencia de una cultura popular que
de la m icrohistoria, cuya obra más reconocida es El queso y los gusanos. no sea reflejo degradado o contestación culposa de la cultura legítim a es
Este libro reconstruye la cosm ogonía de un campesino del siglo XVI, un criticada en un texto de G rignon y Passeron (1991) donde se plantea que
m olinero del norte de Italia, a partir de dos juicios que le hizo la Inqui­ analizar la cultura de los sectores populares como aquella producción
sición. Esto es, analiza los rasgos propios de una cultura oral, popular, simbólica que sólo contesta o refleja la dom inación simbólica está redu­
tradicional y cam pesina a partir de utilizar los fragm entos de cultura ciendo el fenóm eno a una determ inación externa. Los autores plantean
letrada. En este texto, G inzburg plantea que la pregunta que se hacen que se opera en forma reduccionista al identificar lo popular y lo subal­
algunos analistas acerca de si puede estudiarse la cultura popular fuera terno con las carencias y los límites de la pobreza. Esta visión teórica
del gesto que la suprime (en clara alusión a De Certau), es una pregunta no deja ver la producción cultural de los sectores populares, resultado
retórica ya que, si se contesta que no, no se puede estudiar nada. Para no de su propia capacidad creativa. Daniel Míguez y Pablo Semán (2006)
m atar el objeto no lo estudio. La propuesta de Ginzburg, entonces, frente se preguntan al respecto: “¿por qué prefigurar la cultura de los sectores
a esta im posibilidad, es que “h ay que ser exasperadam ente consciente de populares como un gusto que emerge de su estado de necesidad y que de
este gesto, exasperadam ente consciente de los filtros que m edian entre la ninguna m anera estaría constituido por sus grados relativos de libertad?''.
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Bourdieu, al contrario de De Certeau, no deja m argen a las “brechas”, a éste es una visión parcial de la vida, m uchas veces resignada y confor­
los m árgenes. Para él no toda rebeldía es liberadora. Los críticos de Bour­ m ista. Esa superación se puede realizar siguiendo tres pasos: rescatando
dieu en este aspecto de su teoría se preguntan: ¿dónde está el m argen la cultura popular para hacerla visible; legitim ándola, es decir, ponién­
para que las clases subalternas transform en lo que heredan o reciben dola a la altura de otros objetos culturales; y superándola, lo que implica
de la clase dom inante? En su defensa, hay otros autores que sostienen la producción, por parte de los sectores subalternos, de su propia visión
que la riqueza y solidez de los análisis de Bourdieu perm iten, al proveer del m undo em ancipatoria. Para Gramsci, la cultura popular será legítim a
los instrum entos para conocer a fondo las prácticas, una operación de y superadora en tanto prom ueva una em ancipación de los individuos.
“desvelam iento” que posibilita la acción en mejores condiciones. En su Pero si lo que se prom ueve es una subordinación resignada, entonces no
libro La m iseria del m undo (1999), una investigación profunda sobre el se puede hablar de cultura popular. Esto im plica una visión en la cual
origen social del sufrim iento y la desdicha de los hom bres y mujeres de se llegará a la cultura popular como una transform ación a través de la
sectores populares, el autor sostiene que “a pesar de las apariencias, lo participación. La cultura popular es una construcción a realizar.
que el m undo social ha hecho puede, arm ado de ese saber, deshacerlo.
Lo que es seguro, en todo caso, es que nada es menos inocente que el Los análisis de Gramsci tuvieron dos objetivos esenciales: por un lado,
laissez-faire (...) toda política que no saque plenam ente partido de las m ostrar los procesos por medio de los cuales las clases dom inantes ejer­
posibilidades -p o r reducidas que ellas fueran - que son ofrecidas a la citan su control cultural y político. Por el otro, buscar al interior de la
acción, y que la ciencia puede ayudar a descubrir, puede ser considerada cultura popular un núcleo de ideas y experiencias que podrían conver­
como culpable de no-asistencia a persona en peligro”. tirse en una concepción superior del m undo. La conclusión a la que llega
es que es necesario crear una verdadera “cultura nacional y popular”
Bourdieu defiende una teoría de la acción, pero ésta recae fundam ental­ para superar el “folklore”.
m ente en los sectores que poseen un capital cultural legítimo.
Veamos, con un ejemplo, cómo lo analizarían hipotéticam ente los tres
autores estudiados. En una investigación realizada por docentes del Semi­
nario de Cultura Popular y M asiva de la Facultad de Ciencias Sociales
de la UBA, fueron entrevistadas chicas jóvenes de sectores populares
que van a bailar cumbia. Las dos investigadoras les preguntaron a las
Crear una cultura nacional y popular chicas qué opinaban de las letras de las canciones (que son claram ente
sexistas y denigradoras del rol de la mujer) y las respuestas fueron que
las letras no les gustaban, que eran guarangas, machistas, groseras, etcé­
El tercer autor que nos permite analizar de m anera profunda la cultura tera, pero que cuando estaban bailando no les im portaba lo que decían
popular es A ntonio Gramsci (1891-1937), teórico m arxista, fundador las canciones. Ellas disfrutaban la cumbia y lo que buscaban en esas
del Partido Comunista Italiano, diputado, periodista y pedagogo, entre ocasiones era bailar y divertirse. En térm inos de De Certeau, para ellas
otras cosas. Escribió en prisión los famosos Cuadernos de la cárcel que el baile es un lugar de goce, un lugar de resistencia, de desvío, donde, a
incluyen un análisis de la historia italiana y del nacionalism o, así como pesar de las letras que las denigran, se pueden divertir igual. Construyen
ideas y reform ulaciones sobre la teoría m arxista y las teorías educativas su propia práctica en los m árgenes y a pesar del discurso dom inante.
de entonces. Gramsci revoluciona el análisis de lo popular al plantear que
es necesaria la construcción de una cultura popular contrahegem ónica,
que será el resultado de la superación dialéctica del “folklore”,2 ya que
dominantes y su función es la de m antener a dicha clase en una posición subordinada.
Utiliza ese concepto para explicar lo que generalmente se define como sentido común y
para denominar todas aquellas prácticas que normalmente llamamos populares. No hay
2. Para Gramsci el folklore es la forma más inferior de la cultura y del pensamiento filo­ que confundir con el uso del término folklore como conjunto de las tradiciones, creencias
sófico de la clase subalterna. Es un producto derivado de la alta cultura de las clases y costumbres populares.
s
r*

¿Que diría Bourdieu de esta práctica? Que no hay ningún elemento de


resistencia, sino que, por el contrario, hay una práctica de reproducción
que term ina legitim ando las letras denigrantes, m ientras que Gramsci
plantearía, en cambio, que es necesario estudiar qué es lo que conecta
la cum bia con el disfrute de estas chicas y propondría crear una música
que, perm itiendo el goce y el disfrute, contenga letras em ancipadoras.

A pesar de las contradicciones, de las enorm es diferencias teóricas, de


las contraposiciones, de los diferentes conceptos y lenguajes desde los
cuales los autores construyen su modelo teórico, hay algo en lo que
coinciden todos: para pensar la cultura popular es im portante la idea
de relación oposicional. En las tres perspectivas analizadas hay una
m irada relacional, que propone una lógica asim étrica atravesada por el
poder. No se puede analizar la cultura popular como un objeto aislado.
Todo análisis debe tener en cuenta, en todo caso, la relación que existe
entre la cultura popular y la cultura oficial, esa relación asim étrica de
influencia recíproca. Pero aun cuando se analice un objeto de la cultura
popular de esta forma, no se puede perder de vista que el monopolio de
los medios de expresión, de la cultura legítim a y de la lengua es de la
cultura letrada. Se pueden buscar esas zonas de indeterm inación relativa
donde los sujetos populares tienen ciertos grados de autonom ía para
producir creativam ente, pero no podemos perder de vista la desigualdad
simbólica y m aterial desde la que se parte.

Los riesgos de analizar lo popular

Cuando trabajam os con dim ensiones como la de cultura popular, uno de


los mayores riesgos es el análisis etnocéntrico, es decir, sobreim prim ir
sobre las clases populares la visión de la cultura legítim a. El etnocen­
trismo implica identificar los valores propios de una clase social como
los valores universales y considerar entonces “inferior”, “no civilizado”,
“salvaje”, etcétera, a otros grupos sociales que no pertenecen al mismo
sector que aquel que hace el análisis.

El otro riesgo es el de la idealización. El análisis idealizado de la cultura


popular se relaciona históricam ente con m ovim ientos políticos ligados a
lo que se denom ina “populism o”. El populismo implica un rescate de lo
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popular en el marco de una política cultural más amplia, que confronta Arturo Jauretche y Juan José H ernández Arregui, entre otros. En la
con la clase dom inante y que, en el m ejor de los casos, considera lo década del 70 aparecen los prim eros textos que analizan, desde el campo
popular como “folklore pintoresco”. En A rgentina, el prim er peronismo de la com unicación, la relación entre la cultura popular y los medios.
es el m om ento donde aparece una legitim ación de la cultura popular Aníbal Ford, Jorge Rivera y Eduardo Romano (1990) se plantean la tarea
desde el poder. Hay una idealización rom ántica de la cultura popular. de recuperar el patrim onio cultural que había sido m enospreciado por
la cultura de elite, como los folletines, las letras de tangos y la poesía
En los análisis de cultura popular se producen oscilaciones entre estas popular, entre otros. Pero es la década del 80 la que instala definitiva­
dos posturas riesgosas: la populista y la etnocéntrica. La postura popu­ mente en la agenda académ ica los estudios sobre cultura popular. Hasta
lista se involucra, se mimetiza con lo que analiza hasta perder de vista la entonces, los estudios de com unicación y, entre ellos, los que analizaban
opinión propia. La m irada etnocéntrica analiza la cultura popular desde las prácticas de los sectores populares, estaban influidos por la llam ada
una jerarquización de valores que naturaliza la diferencia. Un tercer Teoría de la Dependencia. En la década de los 70, una década signada
riesgo es el que proviene del análisis de De Certeau: v er en toda práctica por rebeliones populares y dictaduras militares, las investigaciones se
popular (ir a la cancha, bailar cumbia, creer en un santo, hacer compras, proponían rastrear las raíces del imperialismo cultural. Predom inaban la
m irar televisión, etcétera) una práctica de resistencia. crítica ideológica inspirada en la tradición m arxista y los análisis semio-
lógicos bajo la influencia del estructuralism o. Los medios eran vistos
¿Qué hacer para escapar a esos riesgos? Es im portante, cuando uno
como aparatos ideológicos del Estado, se denunciaba la m anipulación en
analiza situaciones, prácticas u objetos de la cultura popular -pensem os
la instancia emisora y la alienación en la recepción. Se hacían detallados
por ejemplo el fútbol, los carnavales, la murga, tom ar mate, etcétera-,
estudios acerca de la propiedad de los medios. En los 80, el análisis de
ubicar dichas prácticas en tiempo y espacio. A nalizarlas en mom entos
la cultura se complejiza en América Latina, a partir de la relectura de
concretos, describiendo los aspectos relacionados de esa práctica de
Gramsci y de la influencia de la Escuela de Birmingham. Con la recupe­
cultura popular con la cultura dom inante y con la cultura (también
ración dem ocrática en todo el continente, com ienza a haber desplaza­
dom inante) masiva. Y pensar que ningún análisis es fijo en el tiempo.
m ientos im portantes desde el punto de vista teórico. Uno de ellos es el
Una práctica que en algún m om ento fue de resistencia puede dejar de
pasaje del concepto de dom inación -q u e im plicaba un análisis del uso de
serlo y viceversa.
la violencia, del Poder con m ayúscula, más monolítico y absoluto- al de
hegem onía y consensos. Dos autores fueron m uy influyentes en los estu­
dios de cultura y com unicación en la segunda m itad de los 80: García
Canclini con su libro Culturas híbridas: Estrategias p a ra entrar y salir
de la m odernidad y Jesús M artín Barbero con De los m edios a las m edia­
Un poco de historia ciones . La revalorización de los sujetos y sus prácticas, el lugar de las
mediaciones, las prácticas de recepción y los estudios de cultura popular
La división entre el mundo de lo culto, de lo letrado, de lo civilizado por son algunas cuestiones que resurgieron con fuerza en este período. Un
un lado, y el m undo de lo popular, lo “bárbaro”, lo “salvaje” por el otro, ejemplo de los análisis que circulaban en esa década lo expresa este
nos rem onta hasta principios del siglo xix. Una de las prim eras formas párrafo de Néstor García Canclini (1984): “en la década de los setenta,
de estudiar lo popular tenía que v er con atravesar esas fronteras. Renato los estudios encarados desde el modelo anterior m ostraron su unilatera-
Ortiz (1996) señala que lo popular era algo que se tenía que ir a conocer. lidad, su fatalismo, sus deficiencias para explicar muchos aspectos de la
Hay u n a idea de diferencia espacial entre un m undo y el otro. El folklo­ cultura popular. Bajo la influencia gram sciana, se prestó atención a la
rista, el estudioso del m undo de lo popular, iba hacia su objeto. capacidad de réplica y autonom ía de las clases subalternas. El avance de
m ovim ientos políticos alternativos y la inserción esperanzada de inte­
En A rgentina, el interés por estudiar la cultura popular tiene una larga lectuales en ellos fom entaron una exageración opuesta a la del decenio
tradición, con nom bres como Raúl Scalabrini Ortiz, Fermín Chávez, anterior: se insistió tanto en la contraposición de la cultura subalterna y
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la hegem ónica y en la necesidad política de defender la independencia lugar de socialización, el consumo como constructor de ciudadanía. Los
de la primera, que am bas fueron pensadas como exteriores entre sí. Con estudios de cultura popular se desplazaron, dejando lugar a los análisis
el supuesto de que la tarea de la cultura hegem ónica es dom inar y la de sobre globalización, identidades, consumos. En síntesis, se com enzaron
la cultura subalterna es resistir, m uchas investigaciones no parecen tener a estudiar las diferencias en vez de las desigualdades.
otra cosa que averiguar fuera de los modos en que una y otra cultura
desem peñan sus papeles en este libreto. (...) Una prim era regla m etodoló­
gica es no sustancializarlos en agentes determ inados: no existen sectores
que se dediquen fu ll-tim e a construir la hegem onía, otros entregados al
consum ism o y otros tan concientizados que viven sólo para la resis­ De la cultura popular a la(s)
tencia y el desarrollo autónom o de una existencia popular alternativa”.
cultura(s) popular(es)
A su vez, este auto r recibió u n a crítica en un debate histórico para el
campo, de J. Brunner, quien le planteó incurrir en una incongruencia
teórica al m ezclar en una única postura a Gramsci con Bourdieu. Como En la actualidad los estudios de cultura popular resurgen bajo una nueva
forma. En las publicaciones recientes, más que una discusión teórica
vem os, preguntarse p o r la cultura popular parece ser, sobre todo, pregun­
o diálogo entre autores, hay descripción de objetos, trabajos etnográ­
tarse p o r quiénes piensan y desde qué lugares este objeto ta n escurridizo.
ficos, investigación de prácticas concretas. Prim a una bibliografía que
Otro autor que trabajó la cuestión de lo popular tem pranam ente en estudia casos específicos: el fútbol, las bailantas, los santos, los m ovi­
A rgentina fue M ario M argulis (1982). Este au to r planteaba que “la m ientos piqueteros, las prácticas de clientelismo político, la religiosidad,
cultura popular es la cultura de los de abajo, fabricada por ellos mismos, los consum os estéticos, los libros de autoayuda, los best-sellers, el “rock
carente de medios técnicos. Sus productores y consum idores son los chabón”, etcétera.
mismos individuos; crean y ejercen su cultura. No es la cultura para ser
vendida sino para ser usada. Responde a las necesidades de los grupos Dicen Daniel Míguez y Pablo Semán al respecto, en la “Introducción”
a su libro Entre santos, cum bias y piqu etes. Las culturas p opu lares en
populares”. El auto r se proponía estudiar la cultura popular auténtica,
la A rgen tin a reciente: “el campo de estudios de la cultura popular se
dentro de un contexto social de dom inación y explotación, y encontró
en el sistem a de respuestas solidarias, creadas por los grupos opri­ ha transform ado en un archipiélago: se m ultiplican los ‘estudios de
caso’ o ‘etnografías’ de tal o cual grupo o sector social (los pobres, los
midos, u n a respuesta: “la cultura popular surge en los sectores populares
m arginales, los villeros, los piqueteros, los cartoneros, etcétera), pero
de la conciencia com partida -au n q u e en sus comienzos ésta sea una
conciencia vaga, poco lú cid a- de sus necesidades, carencias y opresión, se pospone la reflexión acerca de aquello que los estudios particulares
revelan sobre una realidad mayor. (...) El problem a es que cuando esta
y a su vez genera conciencia, solidaridad, un lenguaje y un cúmulo de
perspectiva se lleva al extrem o peca de un particularism o y de un em pi­
símbolos, que perm iten av anzar en la tom a de conciencia y en la acción.
La tom a de conciencia p o p u la r p a sa p o r sus p ro p ia s creaciones, elabo­
rismo que dificultan arribar a niveles adecuados de generalización”.
Aparecen tam bién nuevas reflexiones, nuevos conceptos puestos en
radas y com partidas por sectores oprimidos a partir de una actividad
juego, nuevos cruces teóricos. Un ejemplo de ello es el planteo de los
solidaria. Y en esas formas culturales creadas por ellos reconocen y veri­
fican sus circunstancias y su potencialidad de acción”. mismos autores, que, haciendo un balance de los estudios sobre culturas
populares en la actualidad, plantean: “ahora es posible precisar algo
Estos son sólo dos ejemplos de los m últiples textos, autores y perspectivas más los mecanism os que operan en este proceso creativo de la cultura
que a lo largo de la década del 80 analizaron lo popular. En la década popular partiendo de otra perspectiva. (...) Los trabajos que relevamos
del 90, en cambio, se redujeron notablem ente los estudios sobre estos hasta aquí exploran la experiencia de la subordinación partiendo de
temas. La investigación en com unicación y cultura se empezó a teñir sus dim ensiones colectivas. (. ) Además de su dim ensión político-co­
de “culturalism o”. Se comenzó a estudiar el rol del mercado como un lectiva, la experiencia de la subordinación puede concebirse como una
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am enaza psicológica a la autoestim a y la integridad personal. El sujeto La dicotomía entre la cultura popular
se encuentra colocado entre los grupos que, a la luz de otras miradas
sociales (muy potentes y plenas de consecuencias), tienen menos valor y la cultura escolar
y, de hecho, participan desfavorablem ente en relaciones de distribu­
ción y apropiación de bienes materiales y simbólicos. Así, ju n to a la
La relación entre la cultura escolar y la cultura popular, tanto en el plano
dim ensión colectivo-política de la subordinación sectorial, subyace en
de la investigación teórica como en las prácticas concretas del trabajo
la cultura popular la experiencia individual de am enaza identitaria y
escolar, es una deuda pendiente. La cultura popular entra a la escuela
m aterial, y de frustración personal”.
de todas formas, pero, con algunas excepciones, ni desde el campo de
Si en los 80 el objeto de estudio era la cultura popular, ahora hay un los estudios de educación ni en los trabajos de análisis de las culturas
pasaje de lo singular a lo plural: se habla de las culturas populares. populares existen reflexiones sobre las im plicancias y complejidades que
Esto m uestra un corrim iento teórico y metodológico al mismo tiempo. produce el choque de estas dos culturas.
Si antes predom inaba el análisis de la cultura popular como “objeto
El autor que m ayores aportes hizo para pensar la relación entre cultura
exótico” desde un etnocentrism o elitista o como un objeto idealizado
popular y educación fue Gramsci. Beatriz Sarlo, en su texto “Culturas
por un populismo rom ántico (en sus tendencias más extremas), ahora
populares viejas y nuevas” que escribió en su libro Escenas de la vida
predom ina una visión particularista. Desde el punto de vista m etodoló­
postm odern a (1994), problem atiza el impacto de los cambios cultu­
gico se estudian prácticas específicas, se observa, se entrevista, se hacen
rales en la sociedad contem poránea y analiza las culturas populares
trabajos de campo, se reconstruyen las ideas políticas que hay detrás
en relación con la escuela pública. Según la autora: “en una escuela
de esas prácticas: un com edor escolar, una actividad religiosa, un gusto
fuerte e intervencionista, los letrados im pusieron valores, mitos, histo­
musical, el rol de las mujeres en sus casas, etcétera. Se reconstruye el
rias y tradiciones a los sectores populares. Pero tam bién fue el espacio
sentido de esas prácticas a partir de lo que los sujetos mismos plantean,
laico, gratuito y teóricam ente igualitario donde los sectores populares
se analiza su visibilidad, su relación con los medios de com unicación.
se apoderaron de instrum entos culturales que luego utilizaron para sus
El investigador se instala a la altura de los sujetos. Se intenta observar
propios fines e intereses. La escuela, sin duda, no enseñaba a com batir la
con u n a m irada despojada de visiones teóricas preconstruidas, en una
dom inación simbólica, pero proporcionaba herram ientas para afirm ar la
revalorización de lo micro. Esto tiene sus consecuencias. Es verdad que
cultura popular sobre bases distintas, más variadas y más m odernas que
se gana en diversidad, en profundización del saber en los estudios de
las de la experiencia cotidiana y los saberes tradicionales. A partir de esa
caso. Se proponen nuevos objetos y se ensayan mejores herram ientas de
distribución de bienes y destrezas culturales, los sectores populares reali­
análisis, lo que en definitiva perm ite una com prensión más significativa
zaron procesos de adaptación y reconversión m uchas veces exitosos. Las
de los procesos que afectan a las clases populares. Pero esto mismo trae
mujeres, en especial, conocieron tem pranam ente la igualdad legal que
aparejado tam bién serios riesgos, lo que com únm ente se llam a “confundir
exigía su presencia en la escuela tanto como la exigía a los varones”.
el árbol con la botánica”, esto es, perder de vista los análisis totaliza­
dores, que hacen hincapié en las condiciones de desigualdad económica La escuela fue un factor esencial de m odernización liberadora de los
y social de los sectores involucrados. En definitiva, ganar en el detalle a sectores populares que com prendieron el v alo r del saber y supieron
partir de una visión culturalista a riesgo de olvidarse de la vieja y nunca valerse de él, contradiciendo las posturas reproductivistas que veían en
superada noción de clase. toda transm isión del conocim iento una im posición del poder.

La idea de una educación dem ocrática depende, entre otras cosas, de


los lazos de com unicación que se establezcan entre la cultura escolar
y la cultura popular. Los sectores populares no poseen ningún recurso
todopoderoso para com pensar por sí solos las desigualdades simbólicas
(desigualdad en el acceso a las instituciones educativas, desigualdades
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frente a las posibilidades de elección de ofertas audiovisuales, desigual­
dades de form ación cultural de origen, etcétera).

La creación de nuevas universidades públicas y la Ley de Servicios de


Com unicación A udiovisual prom ulgada en el 2009 fueron en ese sentido
fuertes políticas de Estado que fortalecieron simbólica y m aterialm ente
la posibilidad de contribuir, en térm inos de Gramsci, a crear una verda­
dera cultura popular. Y acá sí, todos los protagonistas del espacio educa­
tivo y com unicacional tenem os un gran compromiso.
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