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Rigoberto González Montenegro

CONTINUIDAD O RUPTURA
CONSTITUCIONAL
Dos visiones excluyentes con
respecto a la Constitución

Panamá
2021

1
3.ª edición

Copyright © 2021, Rigoberto González Montenegro


Continuidad o ruptura constitucional
Dos visiones excluyentes con respecto a la Constitución

2
Índice

Introducción a la primera edición ________________ 4


Introducción a la segunda edición ________________ 8
Introducción a la tercera edición ________________ 10
I. Consideraciones introductorias _____________ 26
II. Qué significa e implica ordenamiento y
continuidad constitucional _________________ 35
III. Qué es e implica una ruptura constitucional ____ 51
IV. Qué es lo que hay que definir y el consenso que
se requiere previo a poner en marcha un proceso
constituyente ___________________________ 64
V. Lo que corresponde al poder constituyente
originario, al constituyente derivado y a los
poderes constituidos______________________ 71
VI. Continuidad y ruptura constitucional en Panamá 78
A. Los procesos de ruptura constitucional y de
reformas constitucionales en Panamá _______ 78
B. Problemática de la reforma o de la ruptura del
ordenamiento constitucional vigente _______ 91
VII. A manera de reflexión final _______________ 103
Bibliografía _______________________________ 109

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Introducción a la primera edición

Por más que se quieran obviar, ignorar, omitir y, en el


peor de los casos, desconocer, en los temas
constitucionales siempre estarán presentes los aspectos
políticos que preceden y giran alrededor de éstos. Es difícil,
para no decir que imposible, escindir los problemas
constitucionales de su relación con el problema político
que tales temas entrañan. Pensar que porque la
Constitución es una norma jurídica, la de superior jerarquía
del Estado constitucional de derecho, la misma puede ser
tratada al margen de la problemática del poder político que
subyace a la misma, implica un desconocimiento de la
problemática de los temas constitucionales. Peor aun
cuando se quiera desconocer el contexto en el que dicha
norma ha de ser aplicada.
Con lo antes afirmado no se trata que se pretenda
desconocer el aspecto normativo de la Constitución o, lo
que es lo mismo, su fuerza normativa. Es obvio que la
Constitución, en su condición de norma jurídica, tiene sus
propias particularidades, que por lo mismo tiene que ser
acatada o cumplida por los diversos actores políticos como
por los operadores jurídicos del sistema jurídico-político en
ésta configurado. Pero su condición de norma jurídica no
elimina ni hace desaparecer la problemática política a la que
ésta responde y en la que su aplicación queda inmersa. No
olvidemos, por si hace falta recordarlo, que lo que la
Constitución regula, y busca limitar, es el poder político.

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Todo esto se hace más patente, manifiesto, palpable y,


si cabe decirlo, más dramático, cuando se afronta un
proceso de reforma constitucional y, más aun, cuando lo
que se ha de afrontar es un proceso de ruptura
constitucional. ¿Habrá quien pueda pensar o ser tan
ingenuo de creer que la problemática que implica, tanto el
proceso de reforma constitucional como de la aprobación
de una nueva Constitución, se puedan abordar como si de
un simple problema normativo se tratase? Ni uno ni otro
proceso constitucional pueden ser abordados ni puestos en
práctica sin resolver, previamente, el problema político que
precede a éstos. Y uno de los momentos claves que
caracterizan a dicho problema político no es otro que el del
consenso que debe darse o existir entre las distintas fuerzas
políticas que han de decidir, cuál es el problema a resolver
cuando se está ante la Constitución: o su reforma, lo que
conlleva la continuidad de ésta, o su derogación, lo que
conlleva la ruptura del ordenamiento constitucional.
Expresado de otra manera, el dilema que se ha de afrontar
y dilucidar antes de la puesta en marcha de todo proceso
constituyente es determinar qué es lo que se quiere con la
Constitución: o dar continuidad al ordenamiento
constitucional en ella previsto, vía la reforma de la
Constitución, o la ruptura del ordenamiento constitucional,
lo que pasa ineludiblemente por la derogación de la
Constitución vigente con la consiguiente aprobación de una
nueva Constitución.
Es este el tema que motiva el presente trabajo. Con el
mismo se busca o pretende aportar unas ideas para el
debate que implica todo proceso constituyente, el cual de

5
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

por si siempre será polémico. En una democracia siempre


es importante y, además necesario, el debate así como la
participación ciudadana. Esto es lo que hace fuerte la
democracia. Para que ese debate ciudadano, cualquiera sea
el tema sobre el que se ha de debatir, y para que esa
participación cuente con las alternativas suficientes, es por
lo que se hace necesario conocer todas las ideas y
planteamientos en debate. Es dentro de esa concepción que
se aportan las ideas en las que se sustentan estas reflexiones
sobre lo que implica la continuidad y ruptura del orden
constitucional. Son eso ideas no dogmas.
Un comentario final. Este trabajo lo iniciamos el sábado
8 de noviembre de 2014. Para ese momento todavía no
había presentado mi renuncia como profesor de Derecho
constitucional de la Facultad de Derecho y Ciencias
Políticas de la Universidad de Panamá. Pero la decisión ya
estaba tomada. El motivo de la misma tenía que ver con el
trato humillante que como profesor universitario de más de
veinte años se me estaba dando desde el año académico de
2013 y agravado en 2014, lo que me impedía continuar
como profesor de dicha Facultad. Desde luego que no me
resultó fácil tomar la decisión de renunciar, fue un
momento duró y claro que triste, pero mis principios y
dignidad como persona siempre estarán primero. Hoy sigo
impartiendo clases, ahora como profesor de la Universidad
Santa María La Antigua, lo que permite dedicarme a una de
las pasiones que dan razón de ser a mi vida.
Finalmente y, como todos mis trabajos, éste queda
sujeto a las críticas y observaciones que caben hacerle, que

6
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

es lo propio de todo trabajo académico que se aprecie


como tal.
Rigoberto González Montenegro
Panamá, 2015

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Introducción a la segunda edición

Una vez más se plantea, con respecto a la Constitución


vigente, el dilema de tener que responder: continuidad o
ruptura constitucional. La respuesta a dicho dilema tiene,
para el ordenamiento constitucional diseñado en la
Constitución, respuestas distintas. En efecto, de optarse
por introducirle reformas a la Constitución, una vez más, se
le estaría dando continuidad al ordenamiento constitucional
formulado en ésta. Afirmamos esto ya que, modificar la
Constitución, a lo que lleva es a actualizarla o mejorarla,
pero manteniendo la Constitución que se actualiza o
mejora y, con ello, preservando el ordenamiento
constitucional en la Constitución regulado.
Por el contrario, optar por aprobar una nueva
Constitución pasa, ineludiblemente, por una ruptura
constitucional. Es decir, decidir elaborar y aprobar una
nueva Constitución, además de derogar la Constitución
existente, conlleva no darle continuidad al ordenamiento
constitucional en ella formulado.
Es por eso por lo que se debe tener claro, desde un
inicio, qué es lo que se quiere frente a la Constitución, qué
es lo que buscan las distintas fuerzas políticas y grupos de
la sociedad ante el aludido dilema: continuidad o ruptura
constitucional.
En el presente trabajo, que publicamos en segunda
edición previas algunas correcciones y adiciones,
abordamos la problemática que surge con respecto a la
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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

continuidad y a la ruptura constitucional. Son, desde luego,


reflexiones e ideas que quedan sujetas al debate y a las
consideraciones de los lectores y estudiosos de los temas
constitucionales.
Rigoberto González Montenegro
Panamá, 2018

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Introducción a la tercera edición

Sin duda alguna, abordar la problemática del poder


constituyente siempre implicará tratar sobre un tema, de
por sí, polémico. Polémico por varias razones y motivos y
que son debatidos, en cierta medida, en estas reflexiones
sobre lo que implica, la continuidad y la ruptura del
ordenamiento constitucional.
Ello obliga, por tanto, precisar, en esta introducción de
la tercera edición del presente trabajo, algunas de las ideas
que son desarrolladas, con más detenimiento, en los
distintos capítulos en los que se divide el mismo.
Una de estas ideas tiene que ver con un aspecto, hasta
cierto punto, filosófico-político y que resulta, de la máxima
relevancia para una adecuada comprensión de lo que
conlleva el ejercicio del poder constituyente.
Así, al abordar la problemática del poder constituyente
se parte del supuesto, por una parte, que su ejercicio
entraña una acción humana y, por la otra, que esa acción
humana tiene un propósito en concreto, dotar a un país o
Estado, de su Constitución. Esto está íntimamente
relacionado con el constitucionalismo, concepción
filosófico-política según la cual, los Estados deben contar
con una Constitución que, a la vez que limite el poder
político, asegure y garantice el reconocimiento de los
derechos fundamentales.

10
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Acorde a lo expresado, nos dice, Juan Fernando


Segovia, lo siguiente:
“…el origen del constitucionalismo puede
advertirse a partir del momento en el que
empieza a concebirse la Constitución como
ley humana (positiva) suprema o
fundamental, en sustitución de la ley natural,
de modo que el orden político y el gobierno
sea entendidos como producto de la
voluntad humana y no como la decantación y
concreción de principios políticos naturales,
universales, a través de la historia. Si la
voluntad, en lugar de concretar el orden, lo
crea e impone, entramos en la era del
constitucionalismo, lo que lleva implícita o
explícitamente, a la ideología del poder
constituyente: la voluntad soberana (del
principe, de los individuos, del pueblo, de la
nación) que da la Constitución”1.
De donde se sigue, que la Constitución no trata de
normas ya dadas, ya creadas en la naturaleza o por razón de
poderes divinos, sino que ésta es producto de la voluntad
humana, de las personas que integran el Estado. Es a los
integrantes de la comunidad a quienes compete darse sus

1 Segovia, Juan Fernando. «Ley natural, contrato social y poder constituyente


en el pensamiento anglosajón y francés». Recopilado en la obra, El problema
del poder constituyente, edición de Miguel Ayuso, Edit. Marcial Pons, España,
2012, p. 37

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

propias normas jurídicas y, entre la más importante, la


Constitución.
Esto es lo que explica la teoría democrática del poder
constituyente, al entenderlo como el derecho que tiene el
pueblo, como titular del poder soberano del Estado, a
darse su propia Constitución.
En concreto, hablar y debatir sobre el poder
constituyente, es hablar y debatir sobre un poder humano,
y que compete a los que integran una comunidad, la
comunidad jurídicamente organizada en Estado.
Y ese poder y el derecho que del mismo se deriva, hay
que decirlo claramente, nunca se pierde. El pueblo nunca
pierde su derecho, cuando las circunstancias así lo
impongan o justifiquen, a darse su Constitución.
Esta última afirmación nos lleva a otra idea que hay que
resaltar, y es la que tiene que ver con el concepto de poder
constituyente.
En ese sentido, hablar del poder constituyente es hablar
del poder por medio del cual se hace la Constitución del
Estado. El poder constituyente es el que se ejerce con la
finalidad, el propósito u objeto de hacer la Constitución.
Al referirse al concepto de poder constituyente, el autor
alemán, Dieter Blumenwitz, lo hace teniendo en cuenta,
tanto al denominado poder constituyente originario como
al conocido como poder constituyente derivado.

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Se observa, en ese sentido, que en un inicio el citado


autor alemán manifiesta que, “el poder constituyente es
aquel que tiene la capacidad de dictar o modificar una
Constitución”. Expresado esto, pasa a hacer la distinción
entre lo que implica, el poder constituyente originario y el
derivado.
Así, señala Dieter Blumenwitz, que “el poder
constituyente originario -verfassunggebende Gewalt,
pouvoir constituant originaire- es el que actúa
independientemente de un poder constituyente anterior. Es
el caso del poder constituyente que emerge con un nuevo
Estado o que surge de un acto revolucionario”.
Expuesto esto, el autor en mención pasa a referirse al
denominado poder constituyente derivado, identificándolo
como, “el poder constituyente derivado -
verfassungsandernde Gewalt, pouvoir constituant institué-
reconoce la existencia de un poder anterior y subordina su
acción a lo preceptuado por éste; actúa dentro de tales
límites preestablecidos y respeta la voluntad del
Constituyente originario”2.
Significa lo anterior que existe una clara distinción entre
el poder que hace la Constitución y al que corresponde
modificar o reformar dicha norma suprema. Esto es de
gran importancia manejarlo porque, la continuidad o

2Blumenwitz, Dieter. «Poder Constituyente originario y poder constituyente


derivado». Conferencia dictada en la Fundación Hanns-Seidel en Santiago de
Chile, el día 16 de septiembre de 1991. Política Nº 29. Chile, mayo 1992, p.
211

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

ruptura del orden constitucional dependerá, según el


ejercicio del poder constituyente que se ejerza, lo que
constituye el tema central de este trabajo.
Por tanto, cada vez que de hacer la Constitución se
trate, estaremos ante el ejercicio del poder constituyente
originario y, cuando de la reforma constitucional se trate, el
poder constituyente que se ponga en marcha, será el poder
constituyente derivado. Este último, como lo dice, Dieter
Blumenwitz, implicara, siempre, “la existencia de un poder
anterior” y, su actuación, quedará subordinada, sujeta o
condicionada, a lo que el poder constituyente originario
dejó establecido en la Constitución.
Lo que significa, que un poder es superior al otro. En
este caso, el poder constituyente originario, no sólo crea al
poder constituyente derivado, sino que es superior al
mismo.
La idea que se quiere resaltar, por consiguiente, es que
siempre habrá que diferenciar y saber, por lo que implica
un poder y otro y por las consecuencias que se derivan del
ejercicio de uno y otro poder, cuándo se está ante la
manifestación del poder constituyente originario, y cuándo
ante la actuación del poder constituyente derivado.
Se afirma lo anterior en la medida en que, cuando se
está ante el poder constituyente originario, se está ante un
poder político que actúa de hecho, que es de carácter
soberano, no sujeto, por tanto, a Derecho. Lo que no
ocurre en el supuesto del poder constituyente derivado que

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

es, en todo momento, un poder regulado, condicionado a


lo que se le fije en la Constitución.
Lo que significa que el poder constituyente originario es
anterior y superior a la Constitución, y el poder
constituyente derivado está sujeto y delimitado por la
Constitución.
El ejercicio del poder constituyente originario rebasa,
supera, deroga y quebranta el ordenamiento constitucional,
el del poder constituyente derivado actúa dentro de los
parámetros fijados en la Constitución, por lo que debe dar
continuidad al ordenamiento constitucional.
Acorde a lo antes aludido, no está demás traer a
colación las palabras de Martín Kriele, cuando señala que:
“…no hay dentro del Estado constitucional un
soberano, es decir, no hay nadie que tenga
soberanía, esto es, no hay un poder, siquiera
latente, que tenga las características de ser
indiviso, incondicionado, ilimitado, ser ultima ratio
en casos particulares, que pueda violar y crear el
derecho. Más aún: la existencia de un soberano
en este sentido, por una lado, y del Estado
constitucional por el otro, son dos
situaciones opuestas, mutuamente
excluyentes” . 3

3Kriele, Martín. Introducción a la teoría del Estado. Edit. Depalma, Argentina,


1980, pp. 150-151

15
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

A lo que adiciona y precisa el citado autor alemán que,


“en el Estado constitucional sólo hay competencias,
limitadas por el derecho constitucional preexistente. El
poder estatal está distribuido entre órganos, y todo órgano
sólo tiene aquel poder jurídico que le ha sido asignado por
el orden constitucional”4.
Sostenido esto, Kriele, al hacer referencia al poder
soberano que compete al pueblo lo hace manifestando que:
“El pueblo tiene…la posibilidad de derogar
la constitución mediante el voto popular,
eventualmente al darse en esa ocasión una
nueva constitución. En tal caso, no actúa
efectivamente dentro del marco de una
competencia constitucional. Actúa, entonces,
como pouvoir constituant (poder constituyente),
y no como pouvoir constitué (poder
constituido). Como poder constituyente es,
en efecto, soberano (…). Pero esto significa
que en esa medida el pueblo está por encima
del Estado constitucional, o visto en la
perspectiva temporal, es anterior al Estado
constitucional. Crea o deroga el Estado
constitucional, pero no está dentro del Estado
constitucional, de modo que la tesis: en el

4 Ibidem, p. 151

16
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Estado constitucional no hay soberano,


queda intacta”5.
Es por eso, como se verá en su momento y ya antes se
indicó, por lo que resulta de gran importancia saber definir,
cuál poder es el que se va a ejercer o poner en marcha. De
eso dependerá, qué es lo que va a ocurrir con la
Constitución y, de paso, con el ordenamiento
constitucional fijado en ella.
Otra idea a resaltar en esta introducción de esta tercera
edición respecto a la problemática sobre, continuidad o
ruptura constitucional, es que, tanto el ejercicio del poder
constituyente originario como del derivado, no se da
porque sí, es decir, la puesta en marcha de estos poderes,
según el que se quiera activar, no se da por el solo hecho de
querer ejercerlos.
Son circunstancias especiales y extraordinarias, sobre
todo cuando del poder constituyente originario se trata, las
que darían como resultado que se ponga en práctica el
poder constituyente.
Sobre el particular nos dice, Humberto Nogueira
Alcalá, que:
“el poder constituyente en cuanto poder
originario, no deriva de ningún otro poder
jurídico preexistente. El poder constituyente
sería un poder prejurídico y por ello

5 Ibidem, p. 152

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

ilimitado. El poder constituyente originario


es aquel que organiza y da forma jurídica a un
Estado o permite que este vuelva a refundar
su orden jurídico luego de un proceso
revolucionario o de un golpe de Estado,
constituyendo una erupción de la libertad
política del pueblo para dotarse de un nuevo
orden jurídico fundamental”6.
De lo expresado por Humberto Nogueira Alcalá, se
observa que, además de aludir a las particularidades de las
que está revestido el poder constituyente originario, señala
los momentos y circunstancias que, de darse, traerían como
resultado que dicho poder se manifieste.
Con relación a esto último, tales momentos y
circunstancias serían, cuando lo que se requiere es
organizar y dar forma política a un Estado, que es el caso
en el que, la nación en la que se asienta dicho Estado, se ha
independizado de otro al que pertenecía o cuando,
existiendo ya el Estado, se requiera, como manifiesta el
citado autor chileno, refundar al Estado por haberse
producido en el mismo, un proceso revolucionario o se ha
llevado a cabo, un golpe de Estado.
Por consiguiente, no son situaciones normales,
comunes u ordinarias, por decirlo de alguna manera, las

6 Nogueira Alcalá, Humberto. «Los límites del poder constituyente y el


control de constitucionalidad de las reformas constitucionales en Chile».
Estudios Constitucionales, vol. 4, núm. 2, noviembre, 2006, Centro de Estudios
Constitucionales de Chile, Chile, p. 438.

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

que darían como resultado que se ponga en práctica el


poder constituyente originario. Lo que significaría que, así
como el poder constituyente originario es un poder
extraordinario, de igual forma su actuación ocurre y se
manifiesta, ante circunstancias extraordinarias.
En el caso del ejercicio del poder constituyente
derivado, también hay que tener presente que una
Constitución no se reforma por el simple hecho de tener
que reformarla. Deben existir, expresado de otra manera,
razones que justifiquen, que legitimen el que haya que
someterla a un proceso de modificación.
Como no puede determinarse, de antemano, el
momento en el que se haría necesario reformar la
Constitución, cabe traer a colación lo que al respecto
sostenía el constitucionalista español, Pedro de Vega,
cuando acertadamente señalaba que, “la reforma
constitucional es siempre políticamente conveniente
cuando resulta jurídicamente necesaria”7.
Lo que significaría que, serían razones de
actualización o adecuación jurídica del contenido
normativo de la Constitución, lo que justificarían,
políticamente, el que se le introduzcan reformas a la
Constitución. Por tanto, son razones jurídicas, y no
políticas, las que se deben aducir para activar el mecanismo
de reforma de la Constitución.

7De Vega García, Pedro. Reforma constitucional. Diccionario del Sistema Político
Español. Edit. Akal, España, 1984, p. 801.

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Estas últimas aseveraciones guardan relación con lo


que nos advierte el constitucionalista panameño, Carlos
Bolívar Pedreschi, cuando de manera clara y precisa
expresa que, “los fenómenos constitucionales, al igual que
los fenómenos naturales, no nacen por casualidad.
Tampoco por generación espontánea. Como los naturales,
los constitucionales también obedecen a causas específicas
que explican y determinan su origen”8.
De ahí que, no se debe pasar por alto, cualquiera sea
la posición que se adopte con respecto a la problemática
del poder constituyente, que los fenómenos
constitucionales, no se plantean ni surgen en abstracto, si se
quiere, no están colgados en el mundo de las ideas
manteniendo su pureza y ajenos a la realidad en los que
surgen y debaten. Estos están inmersos en un contexto
histórico específico, en una sociedad en concreto, en la que
imperan los valores e intereses de quienes determinan, la
forma como se considera se debe regir dicha sociedad y en
la que se debe basar el poder político del Estado.
Toda esa realidad aflora, se manifiesta, se hace sentir y
queda comprendida, de manera ineludible, en el contenido
normativo de la Constitución.
No está demás volver a citar las sabias y realistas
palabras del constitucionalista panameño, Carlos Bolívar
Pedreschi, cuando dejaba consignado lo siguiente:
8 Pedreschi, Carlos Bolívar. Suelas de mis zapatos. Autobiografía. Edición
Digital y Encuadernación: Pan American Printing Company (PrintShop),
Panamá, 2005, p. 390.

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

“¿Quién, entonces, determina el contenido de


una nueva Constitución? Gústenos o no, en
todos los Estados y en todos los tiempos, el
contenido de las Constituciones lo han
determinado las fuerzas sociales y económicas
que han contado con el poder político, o de
cualquier otra índole, para imponerlo”9.
Esta realidad es la que nos lleva a otro aspecto que hay
que tener presente, cuando se vaya a poner en marcha el
ejercicio del poder constituyente originario. Nos referimos
a un paso previo e ineludible, en toda convocatoria a un
proceso constituyente que tenga como mira, elaborar y
aprobar una Constitución, si de democracia estamos
hablando.
Nos estamos refiriendo, sin lugar a dudas, al consenso
que tiene que existir con respecto a los temas que serán
abordados, al momento de elaborar la Constitución y darle
forma jurídica a los distintos tema a debatir, consenso que
no ha de faltar, definitivamente, durante todo el debate y
aprobación de lo que terminara siendo, el contenido
normativo de la Constitución.
Como de forma categórica lo afirma, Óscar Alzaga,
cuando expresa que, “si consenso no es posible la
reforma”10, aseveración que si bien la hace con relación a la

9 Pedreschi, Carlos Bolívar. Hacía un nuevo orden constitucional. Panamá, 2019, p.


11.
10 Alzaga, Óscar. Del consenso constituyente al conflicto permanente. Edit. Trotta,

España, 2011, p. 58.

21
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

reforma de la Constitución la misma, a nuestro juicio, es


aplicable, y con mayor razón, al momento de activar el
proceso constituyente cuyo propósito final es aprobar una
Constitución.
Tienen que existir los grandes consensos, lo que implica
la mayor participación democrática posible, de todos los
grupos que conforman la sociedad, sin limitarse, en manera
alguna, a los grupos políticamente organizados en partidos
políticos. La aprobación de una Constitución que pretenda
fundamentarse, democráticamente, requiere de acuerdos en
cuanto a los principios, valores, concepciones e intereses
que quedaran convertidos en normas constitucionales.
Ahora bien, dichos consensos no han de entenderse,
que han de quedar reducidos entre los grupos mayoritarios
con exclusión de los grupos minoritarios, so pretexto que la
democracia se asienta sobre el principio de la mayoría.
No hay que olvidar que la democracia no es sólo un
problema de forma sino de sustancia, de contenido, y sus
contenidos tienen que ver con los derechos fundamentales
de todos los que integran la sociedad y, en materia de
derechos fundamentales o humanos, no impera el principio
de la mayoría sino el principio de respeto a la dignidad
humana que entraña, un trato igualitario y no
discriminatorio a persona alguna.
Como bien lo anota, David Grossman, “ser la mayoría
entraña una responsabilidad enorme y un formidable reto
político, social y, sobre todo, humano. Exige comprender
que la actitud respecto a la minoría es una de las grandes

22
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

pruebas que tiene que superar una mayoría en un régimen


democrático”11.
En esa misma línea de pensamiento se refiere, Luigi
Ferrajoli, cuando señala que, a raíz de todo lo que representó
en horror y retroceso en materia de derechos humanos, el
periodo previo y el comprendido durante la Segunda Guerra
Mundial, “ha cambiado la naturaleza de la democracia, que
ya no consiste en el simple poder de las mayorías, sino,
además, en los límites y en los vínculos impuestos a este en
garantía de los derechos fundamentales”12.
De ahí que, los consensos que han de imperar como
sustento a la puesta en práctica del poder constituyente
originario y a los que han de llegarse durante los debates y
aprobación de la Constitución, no pueden entenderse
como acuerdos que excluyan de la participación de grupos
minoritarios, aun cuando sus posiciones, democráticamente
sustentadas, no sean compartidas por los grupos
mayoritarios.
La Constitución es de todos, no de unos pocos, ni de
unos cuantos, ni de unos muchos, por más que estos
muchos sean la mayoría.
Una última reflexión en esta ya extensa introducción.

11 Grossman, David. «La igualdad no es una “recompensa”». Artículo de


opinión publicado en el Diario el Pais.es de 7 de agosto de 2018, versión
digital.
12 Ferrajoli, Luigi. Constitucionalismo más allá del Estado. Edit. Trotta, España,

2018, p. 16.

23
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

La reflexión tiene que ver con el hecho que, si bien es


de gran importancia contar con una Constitución que haya
sido el resultado de todo un proceso constituyente lo más
participativo posible, legitimado democráticamente, que los
consensos a los que se llegaron para la aprobación de la
Constitución, fueron el producto de la participación de
todos los grupos que integran la sociedad, ello por
relevante que sea, no es ni nunca será suficiente.
Se requiere, además de lo antes señalado, que exista la
intención y voluntad de todos los operadores del sistema,
una vez promulgada la Constitución, que ésta se cumpla,
que se concrete con hechos, con prácticas jurídico-políticas
cónsonas con los principios y valores previstos en la
Constitución y que permitan consolidar, toda una cultura
constitucional que haga efectivo el contenido normativo de
tal texto supremo.
Como bien lo expresa, Gerardo Pisarello, “un proceso
constituyente formal, en cualquier caso, no puede
entenderse como un proceso mágico, capaz de modificar la
realidad de la noche al día”13.
Lo que significa que, si hubo todo un compromiso y
acuerdos previos para poner en práctica, todo un proceso
constituyente que terminado dando como resultado
aprobar una Constitución, a partir de su promulgación, se

13Pisarello, Gerardo. Procesos constituyentes. Caminos para la ruptura democrática.


Edit. Trotta, España, 2014, p. 181.

24
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

va a requerir de un compromiso permanente, coherente y


consistente, en hacer efectiva la Constitución.
Esto último es cónsono con lo que nos dice, José
Antonio Marina, cuando señala que, “una ficción constituyente
sólo puede funcionar como tal si todo el mundo se
comporta ‘como si’ fuera verdadera”14.
Dicho de otra manera, para que la Constitución
despliegue su fuerza normativa, para que ésta no solamente
exista sino que se sienta, debe existir toda una
determinación por parte de todas las fuerzas políticas y
operadores jurídicos, en hacer valer lo establecido en la
Constitución.
Finalmente, este trabajo busca contribuir a la creación y
fortalecimiento de una cultura jurídica que nos permita ver
en la Constitución, no una simple norma decorativa ni una
norma en abstracto sino un texto jurídico que permita
cimentar, un Estado constitucional en que nadie se sienta
excluido, lo que es acorde con lo que siempre creyó y
lucho, el amigo Sebastián Rodríguez Robles, a quien
también dedicamos, en su memoria, estas reflexiones.
Rigoberto González Montenegro
Panamá, 2021

14Marina, José Antonio. La pasión del poder. Teoría y práctica de la dominación.


Edit. Anagrama, España, 2008, p. 226.

25
I. Consideraciones introductorias
Cuando se aprueba una norma jurídica, cualquiera que
ésta sea, se parte del supuesto que ello se hace, por lo
menos, con dos finalidades concretas: que se cumpla con lo
establecido en la misma, ello por una parte y, por la otra,
que su vigencia sea indefinida, es decir, para que rija en un
tiempo indeterminado, es decir, sin fecha de finalización,
salvo que se trate de una norma que se haya aprobado, con
el propósito expreso, para que rija de manera temporal o de
forma transitoria.
De manera que, emitir una norma jurídica conlleva
tener como condición previa, por parte de quienes la
expiden, unos propósitos claros: que se haga efectivo,
desde el momento de su entrada en vigencia, lo establecido
o regulado en ella, lo que debe hacerse durante todo el
tiempo en que ésta esté vigente, vigencia que se entiende
queda indeterminada en el tiempo. Dicho de otra manera,
la norma que ha sido aprobada no se le fija, de antemano,
fecha de vencimiento.
¿Qué va a significar esta vigencia indeterminada en el
tiempo? Pues, que a la norma jurídica aprobada en un
26
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

momento concreto, en unas condiciones determinadas y,


por un poder político con la capacidad y la facultad jurídica
para ello, debe dársele continuidad en lo futuro, al tratarse
de una norma que no tiene una fecha límite de vigencia,
aun cuando las circunstancias que determinaron su
aprobación, vayan variando y pese a que, quienes
elaboraron y aprobaron en su momento dicha norma
jurídica, ya no estén en ejercicio del poder político del
Estado.
¿Cómo se logra esta continuidad normativa en el
tiempo? Esto es posible por la suma de varios factores.
Uno de ellos, sin lugar a dudas, es por el carácter coercible
de toda norma jurídica. Aprobada una norma jurídica, los
operadores políticos y jurídicos del Estado, contaran con
toda una serie de instrumentos que le permitirán hacerla de
obligado cumplimiento.
Otro factor es la legitimidad con que cuenta quien ha
aprobado la norma jurídica en cuestión. Dicha legitimidad
implica, no solamente estar facultado para aprobar y emitir
las normas jurídicas de un país, y que éstas se hayan
aprobado siguiendo el procedimiento previsto para ello,
sino porque, además, éstas se aprueban en el entendimiento
que, con ellas, lo que se procura es el bien común y no la
satisfacción de los intereses de quienes, coyunturalmente,
detentan el poder político del Estado.
Otro factor tiene que ver con un elemento técnico, y
que compete a los operadores jurídicos del sistema, aunque
hay que decirlo, no de manera exclusiva y excluyente, como

27
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

es el de la interpretación que exige la aplicación de toda


norma jurídica.
En efecto, en la medida en que toda norma jurídica
requiere, para su aplicación para la resolución de cada caso
en concreto, de su interpretación, ello va a permitir, además
de establecer su sentido, actualizar ésta con el transcurso
del tiempo, sin necesidad de recurrir a su reformar ni tener
que reemplazarla por otra.
Esto último ocurre, su actualización por medio de la
interpretación, cuando se requiere aplicar la norma jurídica,
a nuevas situaciones no previstas del todo por quien en su
momento la elaboró y aprobó.
Lo que significa que, si a algo contribuye la
interpretación que requiere toda norma jurídica, con el
transcurrir de su vigencia en el tiempo, es a su
actualización. Así, una ley que fue aprobada dentro de unas
circunstancias concretas, lo que llevaba a que fuera
interpretada y aplicada de acuerdo a los parámetros de
interpretación jurídica imperantes para entonces, con el
pasar del tiempo se le interpretará, conforme a las nuevas
concepciones surgidas, al variar el contexto dentro del cual
se ha de aplicar la misma ley.
Con ello se actualiza, por parte de quien lleva a cabo la
interpretación de dicha norma jurídica, el sentido de la
norma sin necesidad de tener que reformarla, lo que se
logra debido a su adaptabilidad a las nuevas realidades a las
que debe ser aplicada.

28
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

A esto se suma el hecho cierto que, toda norma jurídica,


por su propia condición, le brinda a su intérprete, varias
opciones o alternativas en cuanto al sentido que deba darle
según el caso a resolver. Es decir, el intérprete no está
atado a un único sentido u opción, en la interpretación que
deba darle a la norma jurídica, al momento de su
aplicación.
Hay situaciones, sin embargo, en las que si bien se sigue
manteniendo la vigencia de la norma jurídica de que se
trata, se termina tomando consciencia, por los distintos
operadores del sistema jurídico, que para seguir
manteniendo ésta en el tiempo, se hace necesario e
ineludible, introducirle reformas.
En este caso se parte del supuesto que, si bien la norma
jurídica, hace tiempo aprobada, todavía llena los cometidos
que motivaron su elaboración y aprobación, la misma
requiere que se le introduzcan ciertas modificaciones.
Modificaciones, se podrá aducir, que son apremiantes, y
exigidas, con miras a actualizarla para adecuarla a las nuevas
circunstancias surgidas, como resultado de los cambios y
transformaciones sociales, culturales, políticas y
económicas.
Se busca y se logra, de esa manera, mantener la norma
vigente porque todavía su marco normativo, no ha perdido
eficacia pero, se es consciente, que necesita ser mejorada en
ciertos aspectos para que siga llenando su cometido. En
este caso, la continuidad de la norma jurídica será posible,
por razón de las modificaciones que oportunamente se le
hagan. Así, se le mejora, se le actualiza y se le adecua, por

29
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

medio de su modificación, a las nuevas circunstancias que


se deben afrontar, sin que dicha norma jurídica tenga que
ser derogada y reemplazada, en consecuencia, por otra.
Cuando se toma la decisión de reformar o modificar
una norma jurídica, ello trae como resultado que, la
voluntad e intereses del grupo político que en su momento
aprobó ésta, se complementa, con el pasar del tiempo, con
la voluntad e intereses de otro grupo político que, al igual
que el anterior, está en la capacidad y en la posibilidad de
tomar decisiones, sobre los temas que se deben legislar.
Y entre sus decisiones, al proceder este otro grupo
político a reformar una norma jurídica que fue aprobada en
un momento político distinto al suyo, está la de, si bien
mantener y dar continuidad a tal norma, adicionarle ahora
una nueva visión acorde a sus intereses o a las nuevas
circunstancias.
En ese sentido, se considera importante aún, lo
decidido por el grupo y fuerzas políticas que detentaban el
poder político del Estado en un momento determinado,
por eso todavía se mantiene la vigencia de dicha norma
jurídica, pese a que pudiera ser cambiada por otra, pero el
actual grupo político le introduce modificaciones que
vienen a responder, a los nuevos intereses de la comunidad
que representan.
Conforme a lo expresado hasta aquí, la idea esencial que
se quiere resaltar es la continuidad que se le da, a una
norma jurídica con el transcurso del tiempo, aun cuando a
ésta se le han podido introducir modificaciones o cuando

30
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

se le ha podido actualizar, al recurrirse a nuevos criterios de


interpretación, por parte de los distintos operadores
jurídicos que conforman el sistema jurídico-político del
Estado.
Si bien se está ante nuevas circunstancias y es otro el
grupo político el que está en la capacidad de determinar la
política y rumbo en la administración del Estado, dicha
norma se mantiene vigente por parte de éstos.
El país en el que tal norma sigue rigiendo ha podido
cambiar en muchos aspectos, en su desarrollo social y
económico, en sus concepciones culturales. De igual
manera, la población de tal país, ha podido adoptar nuevas
formas de comportamientos, habrán surgido nuevos
problemas y se habrán asumido nuevos retos. No obstante,
las soluciones que en su momento brindó la norma jurídica
que se mantiene vigente, y que fue aprobada mucho tiempo
atrás, siguen dando resultados, razón por la cual, su
contenido normativo, se puede seguir aplicando, al haberse
ajustado y actualizada oportunamente dicha norma jurídica,
a las nuevas realidades surgidas en dicha sociedad.
Tales actualizaciones han podido ser el producto, como
se indicó, de las interpretaciones de que ha sido objeto la
norma jurídica en cuestión, por parte de los operadores
jurídicos correspondientes, o por las oportunas reformas
que se le han introducido por parte del legislador.
De lo expuesto queda claro, pues, la idea de lo que
implica continuidad de una norma jurídica en el tiempo. Es
mantener su vigencia de manera indefinida, más allá del

31
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

momento y del poder político del grupo que la elaboró y


aprobó. La vigencia de dicha norma jurídica se prolonga sin
fecha definida en su aplicación y, su actualización ante
nuevas circunstancias será posible, en algunos casos,
recurriendo a nuevos criterios de interpretación jurídica y,
en otros, introduciéndole oportunas y necesarias
modificaciones.
Lo concreto es que la norma jurídica aprobada, en unas
circunstancias precisas y por un grupo político
determinado, se mantiene vigente y se sigue aplicando en el
tiempo, ante otra realidad y escenario distinto y por parte
de otros operadores de la estructura jurídico-política del
Estado.
Ahora bien, así como existen normas jurídicas que se
mantienen en el tiempo y a las que, por tanto, se les sigue
dando continuidad, hay otras que, por más modificaciones
que se la hayan hecho o se le puedan hacer, por más
interpretaciones que cabría darles, su marco jurídico ha
quedado desfasado, superado y rebasado por los nuevos
tiempos y circunstancias.
Cuando esto ocurre, y es esta la realidad jurídico-
política que hay que afrontar, lo que se impone es, no la
continuidad de una norma jurídica que ya no responde a las
expectativas que demanda la sociedad actual, sino la
ruptura de tal continuidad jurídica, para dar paso a una
nueva concepción en la forma de abordar los problemas
que afronta el Estado y los miembros de la sociedad que lo
integra.

32
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

En estos casos, lo que las circunstancias y los


problemas a resolver exigen, es el reemplazo de la norma
jurídica que ha devenido en ineficaz y desfasada, por otra
que responda a las nuevas realidades y retos que se deben
abordar, desde la estructura jurídico-política del Estado en
consonancia con los nuevos intereses de la sociedad.
Se produce, de esa manera, una ruptura en la
continuidad jurídica y se da paso, a toda una nueva
normativa jurídica en la que vendrían a regularse, por una
parte, los intereses y valores de otro grupo político que está
en la capacidad de tomar decisiones relevantes, por contar
con la legitimidad democrática suficiente para ello, en la
reestructuración del ordenamiento jurídico del Estado, y
por la otra, en la que se plasmarían los nuevos criterios,
concepciones o paradigmas del Derecho.
En ese sentido, así como hubo en su momento, la
decisión y voluntad política de aprobar una ley y darle
continuidad en el tiempo, de lo que se trata ahora, al existir
la voluntad y respaldo político para así proceder, es adoptar
una nueva norma jurídica en reemplazo de la que, hasta
hacía poco, venía rigiendo.
De manera que, así como en su momento un grupo
político, que representaba los intereses mayoritarios de la
sociedad y, por lo tanto, contaba con el respaldo y
legitimidad democrática suficiente para tomar decisiones
relevantes en la administración del Estado, adoptó normas
jurídicas en las que se plasmaban, los valores e intereses de
dicho grupo representativo, y cuyas normas se mantuvieron
durante un tiempo determinado, ahora otro grupo político

33
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

que se encuentra en igual situación que el anterior, decide


no darle continuidad a esas normas jurídicas, aprobando
otras en reemplazo de aquéllas.
Ello significa, que el grupo político actual, no sólo es
consciente de la necesidad de un verdadero cambio, sino
que lo asume y concreta al adoptar decisiones dirigidas a
lograr las transformaciones que exigen los nuevos tiempos.
Se sigue de lo manifestado, que a diferencia de la
continuidad de una norma jurídica en el tiempo, en la que
se mantiene y se preserva la norma existente, ahora lo que
se produce es una ruptura, al aprobarse y cambiarse, una
norma vigente hasta hacía poco, por otra distinta y que
viene a reemplazar la que termina siendo derogada.
Lo importante a resaltar, en todo caso, es que las
normas jurídicas no son ni inmodificables ni eternas.
Quedan sujetas, siempre, a las modificaciones, al cambio, a
las transformaciones cuando no a su reemplazo por otras.
Se les puede dar continuidad por un tiempo, que puede ser
prolongado en unos casos, pero quedando siempre, sujetas
y condicionadas a las circunstancias en las que fueron
aprobadas, como a las trasformaciones que deben afrontar
durante su vigencia.
Estas circunstancias son las que determinan, la posible
adecuación de las normas jurídicas a las nuevas realidades,
lo que implica su continuidad en el tiempo, como su
desfase en otros casos con dicha realidad, lo que conlleva y
exige, en este caso, su reemplazo por otras normas.

34
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Cuando esto último se produce, trae como resultado lo


que se conoce como, una ruptura en la continuidad que
venía dándose, en el ordenamiento jurídico del Estado de
que se trate.
La idea a resaltar, en cuanto a lo expuesto, es que
ninguna norma jurídica es eterna en el tiempo. Que su
vigencia y continuidad está sujeta, a toda una serie de
circunstancias que pueden, o mantener su continuidad por
un tiempo pero que, también, cambiando éstas, pueden
traer como resultado su reemplazo por otra.

II. Qué significa e implica ordenamiento y


continuidad constitucional
Hoy día, al aludir al concepto de Constitución, se le
hace partiendo de unos supuestos plenamente aceptados y
consolidados y sobre los cuales, en principio, no existen
mayores controversias. Así, cuando se aborda el tema de la
Constitución, se lo hace en el sentido que nos estamos
refiriendo a un texto escrito que tiene la condición de una
norma jurídica.
Por consiguiente, no queda sujeto a debate reconocer
que la Constitución, no es un simple pacto político ni
mucho menos a un simple acuerdo al que llegan ciertos
grupos políticos, sino que ésta es, ante todo, una norma
jurídica. Y, como norma jurídica que es, la misma es de
obligatorio cumplimiento.
Para algunos sectores, resulta oportuno dejarlo
consignado, se podrá discutir, entre otros aspectos, sobre la

35
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

eficacia normativa de tal o cual Constitución, si ésta es


extensa o no, si es muy detallista o ambigua en su
formulación jurídica, si reconoce o no suficientes
mecanismos de control del poder político, o si las garantías
de protección de los derechos fundamentales, no
responden a las nuevas concepciones doctrinales sobre la
materia, pero sobre lo que no existe duda ni se pone en
cuestionamiento, es en cuanto a la condición de la
Constitución como norma jurídica.
Ahora bien, así como la Constitución es considerada
como una norma jurídica, también se reconoce que ésta no
es ni trata de cualquier norma, es decir, que cuando se
alude a la Constitución, no se está aludiendo, a una norma
jurídica más de las muchas que existen y son aprobadas en
un momento dado. De ahí que la Constitución, en su
condición de norma jurídica, es reconocida, y por tanto
aceptada, como la norma suprema del ordenamiento
jurídico del Estado.
En ésta, por su condición de norma suprema, se
sustentan todas las otras normas jurídicas y, por lo mismo,
la validez de éstas queda condicionada, a que se ajusten o
sean conforme con lo que se establece en la Constitución.
Es por esto por lo que se le denomina, o conoce, como la
ley de leyes, la ley fundamental o la ley o norma suprema
del ordenamiento jurídico.
Y, porque la Constitución es la norma suprema del
Estado, es por lo que se establecen una serie de
mecanismos por medio de los cuales, a la vez que se

36
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

asegura su contenido normativo, se le da continuidad en el


tiempo al ordenamiento jurídico en ella previsto.
Sobre estos supuestos se asienta la idea, y el concepto,
de lo que implica hablar, hoy día, de la Constitución: la
norma jurídica de superior jerarquía del ordenamiento
jurídico del Estado, la que por su significado y contenido
hay que preservar, consolidar y dar continuidad en el
tiempo.
Dicho lo anterior, cabe preguntarse lo siguiente, ¿qué es
lo que hace que la Constitución sea considerada como una
norma jurídica y además que, como tal, tenga la condición
de ser la norma o ley fundamental del Estado? Pues el
hecho cierto que, cuando es aprobada por quienes cuentan
con el poder suficiente para ello, lo hacen con ese
propósito en específico. Lo que significa que se le aprueba,
con la finalidad que esta norma jurídica, sea de obligatorio
cumplimiento y a la cual todos quedarán supeditados.
Por otra parte, su condición de norma suprema deviene
del hecho que, quien posee el poder de aprobar la
Constitución, está en la posibilidad de determinar las reglas,
derechos, principios y valores en base a los cuales se va a
ejercer el poder político del Estado, así como quedarán
determinados los espacios de libertad con que cuentan las
personas que integran la sociedad.
Es por esto por lo que en la Constitución se establecen
las vías como se ha de acceder al poder político del Estado,
la forma como éste ha de ejercerse así como el tiempo
durante el cual, quienes hayan accedido al mismo, pueden

37
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

desempeñar las facultades que competen a tal poder. Pero,


de igual manera, en la Constitución se reconocerán los
derechos y garantías de todos los que conforman la
sociedad del Estado de que se trate.
Todo esto hace que la Constitución se constituya, como
la norma suprema del ordenamiento jurídico. En ésta se
regulará, expresado de manera concreta, el Derecho
fundamental del Estado y, es por esta razón, que dicho tipo
de Estado hoy es denominado como Estado constitucional
de derecho. Y, cuando ese Estado se rige en base a un
régimen democrático, se le conocerá como un Estado
democrático y constitucional de derecho. Dicha
denominación implicará, de ahí, que se estará ante una
comunidad jurídicamente organizada, cuya norma suprema
es la Constitución y basado en un régimen político
sustentado en principios democráticos.
Ahora bien, si existe un poder al que compete y es
capaz de hacer la Constitución, ¿ante qué tipo de poder
estamos y quién es el titular de tan relevante poder? Una
primera reflexión, que se hace con miras a responder la
pregunta formulada, nos lleva a plantear lo siguiente. Si la
Constitución es la norma suprema del ordenamiento
jurídico, resulta lógico deducir que el poder, en ejercicio del
cual se hace y aprueba la Constitución, es un poder que,
además de ser anterior o previo a la Constitución, es
superior a la norma que hace y aprueba.
Una segunda reflexión nos llevaría a señalar lo que
sigue. Si el poder que hace la Constitución, es por lógica
política y jurídica, anterior y superior a la Constitución,

38
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

dicho poder no va a estar condicionado por la norma que


está en la capacidad de elaborar y aprobar. De donde se
sigue, por consiguiente, que el poder que es el creador de la
norma suprema, no depende ni está determinado por su
creación.
Estamos, en ese sentido, ante un poder de hecho y de
carácter político que se fundamenta en sí mismo. Lo que
significa, que no es ni trata de un poder de Derecho. En la
doctrina constitucional, el poder que hace y aprueba la
Constitución, se le conoce como el poder constituyente y,
por tratarse de un poder de hecho y soberano que se
sustenta en sí mismo y que da origen a la Constitución, se
le denomina poder constituyente originario.
Como quiera que el poder constituyente es el poder en
ejercicio del cual, se hace la Constitución y que, por lo
mismo, no está condicionado por la Constitución, por ser
éste un poder superior a la misma norma que hace, es por
lo que se le caracteriza como un poder ilimitado, soberano,
indivisible, extraordinario. Desde luego, todas estas
características son en función de su razón de ser, de la
finalidad que se persigue con su ejercicio, que no es otra
que hacer la Constitución.
Lo que significaría, luego entones, que al poder que le
compete hacer la Constitución, no le correspondería hacer
funciones de gobierno, porque estaríamos y daría lugar,
posiblemente, a un poder arbitrario en la medida en que no
estaría sujeto a Derecho.

39
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Por lo mismo, no le competiría emitir leyes ordinarias


puesto que su función es la función legislativa
extraordinaria, por medio de la cual se hace la norma
suprema del Estado y no ejercer la función legislativa
ordinaria, la que compete al poder legislativo ordinario que
se regula en la Constitución.
Expresado de otra manera, en ejercicio del poder
constituyente originario no cabe la máxima de que, el que
puede lo más puede lo menos, ya que este poder no puede
ser, a la vez que un poder ilimitado, un poder limitado.
Por lo mismo, el poder constituyente originario, no es
ni puede ser, a la vez que un poder de hecho un poder de
Derecho. O una cosa o la otra.
Y, como el poder constituyente originario es un poder
ilimitado, soberano e indiviso y, por tanto, no sujeto a
Derecho, es lo que explica que, al hacer la Constitución,
termine regulando, limitando y condicionando, el ejercicio
del poder político del Estado, a lo establecido en la
Constitución. De ahí que, al hacer la Constitución, el poder
constituyente originario termine configurando, la forma
como quiere que esté estructurado el poder político del
Estado.
Es el poder constituyente originario el que, al hacer la
Constitución, atribuye las funciones de competencia de las
distintas autoridades creadas por él en la Constitución,
determinando, de igual manera, las formas como se accede
al poder, el tiempo en el que, las diversas autoridades del
poder supremo del Estado, estarán ocupando sus cargos,

40
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

así como estableciendo los valores y principios que han de


orientar sus actuaciones. Con todo ello lo que se busca y
pretende es limitar, sujetar y condicionar el poder público
del Estado al derecho previsto en la Constitución.
Determina, en igual sentido el poder constituyente
originario, los derechos fundamentales, los espacios de
libertad a favor de los que integran la sociedad, como
también sus garantías para que éstos puedan ser
preservados, garantizados y efectivamente respetados.
Ante un poder como ese, la pregunta a responder, tal y
como ya se formulara es, ¿quién es el titular de ese poder
constituyente? Es decir, ¿a quién compete el poder de hacer
la Constitución? Y la respuesta a tales preguntas es que,
conforme a la teoría y concepción democrática, el titular
del poder constituyente no es otro que el pueblo. Es a éste
a quien pertenece, como titular de la soberanía popular, el
poder constituyente originario. Es el pueblo quien debe
darse, dicho de otra manera, su propia Constitución.
Se sigue de lo expuesto que, del ejercicio de un poder
de hecho, ilimitado, soberano, indivisible e incondicionado,
que es lo que caracteriza al poder constituyente originario y
cuyo titular es el pueblo, se pasa a un poder limitado,
condicionado, sometido a Derecho. No se trata de
cualquier Derecho, sino del Derecho público fundamental
previsto en la norma suprema del Estado constitucional de
derecho.
Y, como este Derecho, es el Derecho que ha querido y
establecido el pueblo, como titular del poder constituyente,

41
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

para reconocer los derechos, valores y principios de la


sociedad y de límite del poder político, es por lo que hay
que protegerlo, preservarlo, hacerlo valer y, por
consiguiente, darle continuidad en el tiempo.
De lo que se ha expresado queda clara la distinción que
se produce entre, el poder constituyente originario,
caracterizado por ser un poder de hecho, soberano e
ilimitado, y el poder o poderes que quedan configurados y
estructurados en la Constitución, lo que trae como
resultado que a éstos se les caracterice, como unos poderes
limitados y sujetos a Derecho.
Uno, el poder constituyente que hace la Constitución,
es un poder soberano, no sujeto a Derecho, los otros, los
poderes constituidos, son poderes limitados y sujetos a
Derecho, en este caso, al Derecho formulado en la
Constitución. Por consiguiente, cumplido el objetivo del
poder constituyente originario, que no es otro que hacer y
aprobar la Constitución, a partir de ahí lo que queda es
cumplir, desarrollar, acatar lo que se ha previsto en la
Constitución.
Dicho de manera que no quede duda alguna, lo que
corresponde a los poderes constituidos, es llevar a la
práctica el contenido normativo de la Constitución, con lo
que se hace efectivo el Derecho público fundamental
elaborado y aprobado por el poder constituyente originario.
¿Qué implica todo esto? Que a partir del hecho cierto
de la existencia de la Constitución, como la norma jurídica
suprema del Estado, de una situación de hecho, temporal y

42
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

de índole extraordinaria, surge una situación de Derecho


fundamentada en los valores, derechos y principios
previstos en la Constitución, a los que hay que dar
efectividad y, por tanto, continuidad en el tiempo.
De manera que, de un momento constituyente
temporal y soberano que busca establecer un orden, se
pasa, una vez aprobada la Constitución, a una situación de
Derecho que se concreta, y toma forma, en lo establecido
en tal norma suprema. Dicho orden debe ser permanente,
sustentarse toda su actividad en la norma jurídica aprobada,
la que, al tratarse de la Constitución, traería como resultado
el establecimiento, no de cualquier orden, sino del
ordenamiento jurídico-constitucional de la máxima
jerarquía normativa del Estado.
De ahí en más hay que dar continuidad a ese orden
constitucional. Debe existir, por tanto, una voluntad
política y jurídica dirigida a dar continuidad, a la obra
constitucional conforme a los valores, principios y
derechos establecidos en la Constitución.
Ese orden constitucional debe materializarse, por
consiguiente, en la realidad, lo que significa, que los
operadores del sistema deben buscar encausar, el ejercicio
del poder político así como la gestión de gobierno, la
administración del Estado, como la actividad política y
social de los integrantes de la sociedad, dentro de los
parámetros fijados en la Constitución. Debe consolidarse,
en fin, toda una cultura jurídico-constitucional acorde y
conforme con los parámetros previstos en la Constitución.

43
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Aprobar y contar con la Constitución es,


indiscutiblemente, un paso y un momento importante en la
consolidación de un régimen democrático y constitucional,
pero de por sí no es suficiente. La Constitución, además de
existir, debe ser efectiva, debe concretarse en las
actuaciones que lleven a cabo los poderes constituidos en la
administración del Estado, dicha norma suprema, por
tanto, debe vivirse, sentirse en todos los ámbitos al
ejercerse el poder como los derechos fundamentales.
Como bien lo señala un profesor español de Derecho
constitucional, la Constitución escrita es una pero la
Constitución vivida es otra y, ésta última, adicionamos
nosotros, debe buscar ajustarse, permanentemente, a los
valores, principios y derechos que el constituyente
estableció, en su momento, como los parámetros de
convivencia política y social del Estado.
Debe existir, como afirmaba a su vez un profesor
alemán, una voluntad constitucional comprometida con los
valores, principios y derechos consignados en la norma
suprema, para que ésta sea realmente asumida y cumplida.
Si en su momento el pueblo, como titular del poder
constituyente originario, plasmó en la Constitución lo que
consideraba necesario y fundamental para condicionar,
limitar y controlar el poder político, para que éste no fuera
ejercido de manera despótica y reconoció, de igual modo,
los derechos mínimos que se requieren y hacen posible la
vida en sociedad, previendo de esa manera un régimen u
orden jurídico constitucional, dicha obra hay que

44
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

mantenerla, custodiarla, preservarla, mejorarla y


actualizarla, si las condiciones así lo exigen.
Se requiere, de ahí, la continuidad del orden
constitucional para desarrollarlo, consolidarlo y
fortalecerlo. Esto requiere, sin duda alguna, de
compromiso, responsabilidad, voluntad, acuerdos y
decisiones en procura de hacer valer el contenido
normativo de la Constitución
Este ordenamiento constitucional se preserva, por
ejemplo, mediante mecanismos como el control de
constitucionalidad. Así, si se expide una ley contraria a lo
que tiene señalado la Constitución, el tribunal competente
para custodiar el contenido normativo de la norma
suprema, deberá hacer valer la ley superior sobre la ley
ordinaria.
Es decir, lo regulado en la Constitución, al ser la norma
suprema y de mayor jerarquía, producto del poder
constituyente originario, se impone a lo regulado en la ley
de inferior jerarquía, por ser dicha ley producto de un
poder constituido delimitado en la Constitución. Si se le ha
impuesto un límite al poder constituido al que se le
atribuyó la facultad de hacer la ley, de rebasar o desbordar
tal límite constitucional, será posible, mediante el control
de constitucionalidad, restablecer el Derecho público
configurado en la Constitución, así como los principios o
valores vulnerados.

45
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Al preservar, de esa manera la Constitución, se le da


continuidad al orden constitucional en ella regulado. Y,
además de preservarlo, se le da continuidad en el tiempo.
De igual manera, si lo que se requiere es actualizar la
Constitución, porque uno o varios de sus artículos o una
parte de ella, ha quedado desfasada, rebasada por las
nuevas realidades políticas, sociales, económicas o
culturales, se deberán introducir las modificaciones
constitucionales necesarias con miras a poner a tono la
Constitución, con esas nuevas realidades.
Para esto cuenta la Constitución, con el procedimiento
que ha sido regulado con el propósito de poder reformar,
modificar y actualizar, lo que de la Constitución requiere
ser mejorado. De ahí que, mediante el mecanismo de
reforma constitucional, al mejorar y adecuar la
Constitución a las nuevas necesidades de la sociedad,
también se le da continuidad al orden constitucional
establecido en ella.
La continuidad se da en la medida en que, la reforma
constitucional, parte de un supuesto concreto, las reformas
o modificaciones que requieren ser introducidas a la
Constitución, se hacen a partir de la Constitución y en base
de lo que ésta tiene previsto para introducir tales reformas
o modificaciones.
A su vez, la reforma constitucional responde a otro
supuesto importante de la teoría constitucional consistente
en que, el poder de reforma, al estar regulado en la
Constitución, no tiene un poder mayor ni es superior al

46
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

poder que en su momento estableció el poder de reforma


en la Constitución. Es por esto por lo que, doctrinalmente,
el poder de reforma, es denominado el poder constituyente
derivado, a diferencia del poder que hace la Constitución
que se conoce como, poder constituyente originario.
De donde se sigue que lo que compete al poder
constituyente derivado, es dar continuidad al orden
constitucional regulado en la Constitución, al tener la
posibilidad de introducirle las modificaciones que, a la vez
que permiten actualizarla, hacen posible mantenerla en el
tiempo. Esto es así en la medida en que la reforma
constitucional inicia en la Constitución y termina en la
Constitución.
En ese sentido, en la Constitución vamos a encontrar,
quién tiene iniciativa para activar dicho mecanismo, a quién
compete conocer y decidir sobre las reformas que se
pretenden introducir y, cuál es el procedimiento a seguir
para debatir y aprobar las propuestas de reforma que se
pretenden introducir a la Constitución. Si el fundamento
del poder constituyente derivado es la Constitución, lo que
lo hace un poder de Derecho, su facultad no puede ir más
allá de la norma en la que está regulado.
De ahí que el poder constituyente derivado, puede
reformar ciertas partes o artículos de la Constitución más
no puede derogar la Constitución. Y, como no puede
derogarla, lo que le queda es dar continuidad al orden
constitucional previsto en la Constitución, con las
actualizaciones, modificaciones o mejoras que está en la
capacidad de introducirle.

47
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Dicho de otra manera, cuando se opta por introducirle


reformas a la Constitución, lo que se está haciendo es
actualizarla, mejorarla, adecuarla, ajustarla a los nuevos
tiempos, todo lo cual conlleva mantenerla en el tiempo,
dando continuidad a la misma, ahora con las reformas que
se le hayan introducido.
Ante lo planteado y formulada la pregunta en cuanto a,
¿qué implica ordenamiento y continuidad constitucional?,
cabe la siguiente respuesta. El ordenamiento constitucional
es la estructura jurídico-política que se ha formulado en la
Constitución para la administración del Estado,
formulación que se establece en base a la concepción del
constitucionalismo y por tanto se caracteriza, en esencia,
por regular, por una parte, los límites a los que queda sujeto
el ejercicio del poder político y, por la otra, el
reconocimiento de los derechos fundamentales.
Dicho ordenamiento jurídico-político se estructura,
como se reconoce en la doctrina, sobre la base del principio
de la soberanía popular como fundamento del poder
político y del principio de supremacía constitucional según
el cual, la Constitución se constituye como la norma de
superior jerarquía del ordenamiento jurídico del Estado.
En fin, el ordenamiento constitucional es el resultado
del ejercicio del poder constituyente originario y es el que
queda regulado, estructurado, previsto o determinado en la
Constitución. Con el establecimiento del mismo se
pretende que, el ejercicio del poder político no sea
arbitrario, despótico, por eso se le sujeta a Derecho. De
igual manera, con el ordenamiento constitucional se busca

48
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

reconocer los derechos fundamentales como espacios de


libertad y de pretensiones frente al poder político del
Estado.
De lo explicado queda claro que, así como hay un
momento para el establecimiento del ordenamiento
constitucional, existe otro para la continuidad del
ordenamiento constitucional. Esta continuidad no se trata
de un simple pasar del tiempo, no implica, tampoco, un
conformarse con la sola existencia de la Constitución. Es
eso y más, es decir, de lo que se trata es que, si bien resulta
importante el primer paso de darse y contar con una
Constitución, también se requiere que esta norma jurídica
suprema se viva como tal, que sus valores determinen la
actuación de los operadores jurídico-político del sistema,
que los integrantes de la sociedad, no sólo sepan de la
existencia de los derechos que le son reconocidos por tal
norma, sino que éstos sean realmente eficaces, que los
mecanismos previstos para su tutela brinden las respuestas
esperadas con su regulación.
La idea que quiere dejarse consignada es que, la
continuidad constitucional debe caracterizarse, por la
existencia de toda una cultura constitucional que haga
posible que, la Constitución formalmente aprobada en su
momento, en ejercicio del poder constituyente originario,
se materialice en los aspectos esenciales del Estado
constitucional de Derecho como los son, el ejercicio de un
poder sometido a Derecho como la puesta en práctica de
los derechos fundamentales.

49
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

La Constitución, como ninguna otra norma jurídica,


cambia o incide, por si sola ni de manera automática, en la
realidad política y social en la que ha sido aprobada. De ahí
que, para que ésta exista como norma cumplida y efectiva
es necesaria, como se ha indicado, voluntad, compromiso y
decisiones políticas en procura de acatar y hacer cumplir,
los lineamientos que la Constitución tiene previstos para la
gestión de gobierno y de administración del Estado.
De igual manera, al aprobarse las leyes en desarrollo de
la misma, por ejemplo, se ha de optar por aquellas que
amplíen, los marcos de participación ciudadana en los
asuntos e intereses que la afectan. La continuidad
constitucional conlleva, de ahí, el desarrollo, interpretación,
preservación y defensa de la Constitución conforme a los
valores, principios y derechos en ella previstos.
Al dar continuidad al orden constitucional se consolida,
afianza y se fortalece, la concepción normativa de lo que
significa la Constitución, como la norma suprema del
ordenamiento jurídico del Estado constitucional de
Derecho.
La continuidad constitucional implica, por tanto,
mantener, desarrollar, preservar, fortalecer, consolidar,
ampliar y actualizar en el tiempo, el ordenamiento
constitucional regulado en la Constitución. Como se trata
del ordenamiento jurídico elaborado en su momento por el
poder constituyente originario, a objeto de regular y
someter a Derecho el ejercicio del poder político, al mismo
habrá que darle continuidad en el tiempo, de manera que

50
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

permita afianzar las instituciones democráticas en las que se


erige el Estado constitucional de Derecho.

III. Qué es e implica una ruptura constitucional


Antes de abordar en concreto lo que es e implica una
ruptura constitucional, se impone hacer unas reflexiones
previas que permitan, en relación y complemento con las ya
expuestas, comprender en su amplitud lo que tal
acontecimiento jurídico-político representa para el Estado
constitucional de Derecho.
En ese sentido, una primera reflexión tiene que ver con
el momento en el que se elabora y aprueba la Constitución.
Expresado de otra manera, siempre es importante conocer
el momento constituyente en el que surge la Constitución.
No cabe duda, como ocurre en el caso de toda norma
jurídica, que el contexto en el que es aprobada la
Constitución incide, ineludiblemente, en el contenido de su
formulación normativa. Ninguna Constitución puede
abstraerse de la realidad política en la que es elaborada y
aprobada.
Es obvio que la Constitución no se hace por sí sola,
alguien es su creador y ese alguien está determinado por las
circunstancias que imperan, al momento en el que es
elaborada dicha norma jurídica. A ello se aúna, que hay
unos hechos políticos que existen previos a que surja la
Constitución y que son relevantes a la hora de tomarse la
decisión de elaborarla.

51
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

En resumen, la Constitución no se hace en abstracto ni


por qué sí, ésta es el resultado de toda una serie de
circunstancias y de hechos que le preceden e inciden en su
contenido. La Constitución se elabora y se aprueba, en un
contexto y en un momento histórico de un país del que no
se puede marginar o sustraer.
Por consiguiente, si la Constitución surge en un
ambiente democrático, producto de grandes consensos, de
la mayor participación política posible y de máxima
libertad, resulta obvio que esta realidad quedará plasmada, y
tomará forma, en las normas jurídicas que han de integrar
la Constitución. Es más que probable que dicho contexto
permita configurar, una Constitución para la libertad,
previendo normas que hagan posible, la mayor
participación política de la sociedad en la gestión del
gobierno del Estado, así como regular un poder político
limitado pero sin hacerlo ineficaz.
De igual manera, en gran medida las ideas, valores,
principios y concepciones sobre el Derecho en general y
del Derecho constitucional en particular en boga al
momento de elaborar la Constitución, encontraran
recepción en su contenido normativo. Esa es la
importancia de conocer el contexto o momento
constituyente en el que surge y es elaborada una
Constitución.
Otra reflexión que cabe hacer, y que hay que tener
presente al momento de entrar a analizar lo que significa e
implica una ruptura constitucional, tiene que ver con los
denominados factores reales de poder que hacen posible la

52
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Constitución, tal y como éstos fueran planteados, en su


momento, por el autor de la conocida obra, ¿Qué es una
Constitución?
Es decir, si existe una Constitución, aunque resulte una
verdad de Perogrullo decirlo, es porque alguien la ha
hecho. Y ese alguien que está en la capacidad de hacer y
aprobar la Constitución, determina su formulación jurídica,
hace que la Constitución sea de tal manera y no de otra. De
eso tratan los factores reales de poder, los que pueden ser
definidos, como los poderes o fuerzas políticas y sociales
que juegan un papel relevante y determinante, en el
contexto en el que surge la Constitución y que, por lo
tanto, participan o inciden en su elaboración y aprobación.
Y, desde luego, no solamente estos factores reales de
poder se hacen sentir en el momento constituyente, sino
también durante todo el tiempo en el que la Constitución
esté vigente.
La existencia de los factores reales de poder, o como se
les quiera denominar, es lo que lleva a que en la doctrina se
hable, de Constitución en sentido formal y Constitución en
sentido material. De acuerdo a esta distinción doctrinal, la
Constitución en sentido formal es el documento escrito y
formalmente aprobado. Si se quiere, es el texto jurídico
estructurado en títulos, capítulos, en secciones, según el
caso, que contienen, como un todo, los distintos artículos
que regulan las diversas materias previstas en la
Constitución.

53
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Por su parte, la Constitución en sentido material, sería


la suma de la Constitución formal más la realidad
constitucional en la que encontramos y se activan los
ciudadanos, los grupos o asociaciones de éstos, los partidos
políticos, los operadores del sistema jurídico-político que
condicionan, según su capacidad e intensidad jurídica como
su poderío político, la eficacia y sentido normativo de los
preceptos constitucionales.
Concretamente, la Constitución en sentido material
vendría a ser, el texto jurídico formalmente aprobado más
la realidad constitucional en la que éste tiene vigencia. De
manera que, si quienes componen la realidad constitucional
se identifican con los valores, principios y el Derecho
regulado en la Constitución, harán valer ésta ante los
acontecimientos y circunstancias que han de afrontarse, en
el acontecer político y social del Estado de que se trate.
En otras palabras, harán posible que la Constitución no
sólo exista formalmente sino que se sienta, se viva y se
actué conforme a sus valores y principios, haciendo posible
y eficaz la fuerza normativa de la Constitución.
Por el contrario, si entre quienes componen los
factores reales de poder, y que temporalmente llegan a
detentar el poder político del Estado, no existe ni poseen
una voluntad política de hacer valer la Constitución, nos
encontraríamos ante una realidad constitucional en la que
se daría, una disociación entre lo que dice la Constitución
formal y lo que se hace y prevalece en la realidad. Se viviría,
así, en medio de lo que un autor alemán denominaba, como
una esquizofrenia constitucional, con el peligro de vaciar a

54
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

la Constitución de su contenido normativo, haciéndola


ineficaz en cuanto a ser considerada como la norma
limitadora del poder político del Estado.
De darse o producirse esto último, la Constitución
podrá decir lo que quiera pero quienes detentan el poder
político gobernarán como si ésta no existiera. De ocurrir
esta realidad jurídico-política la Constitución, más que una
real y eficaz norma jurídica, quedaría reducida a una simple
hoja de papel.
Conforme a lo expuesto se infiere la importancia que
tiene conocer la problemática en la que surge, se aprueba y
tiene vigencia la Constitución. Se sigue, de ahí, que para
tener una compresión real e integral de los problemas
constitucionales es necesario conocer, claro está, el
contenido normativo de la Constitución pero también se
impone tener presente, el contexto en el que esta norma
surgió así como el entorno en el que se da su vigencia,
como el papel que para la eficacia de la Constitución juegan
y desempeñan, los factores reales de poder.
De donde se sigue, de acuerdo a las reflexiones
expuestas, y que nos permiten dejar claramente establecido,
que el poder constituyente, en este caso el poder
constituyente originario, al momento de manifestarse, de
actuar, de ejercerse con miras de hacer y aprobar la
Constitución, estará determinado y, por ende
condicionado, por el contexto en el que llevará a cabo su
función.

55
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

De igual manera, y hay que decirlo con contundencia y


sin rodeos, el alcance de lo que haga o pueda llegar a hacer
el poder constituyente originario dependerá,
ineludiblemente, del papel que ejerzan, al momento de
formular el contenido normativo de la Constitución, los
factores reales de poder. Dicho de otra manera, el ejercicio
del poder constituyente implica la actuación de las personas
por medio de la cual se hace la Constitución y, la actuación
de éstas, se da en función de los intereses y valores con los
que se identifican o de los que son portadores según al
grupo, asociación o partido político al que pertenezcan, los
que quedarán plasmados en el contenido de la
Constitución.
En fin, la Constitución no se hace en abstracto, no se
hace sola, alguien determina y, por tanto, condiciona qué es
lo que en ésta se regulará, qué es lo que se dispondrá sobre
la forma como se accederá y ejercerá el poder político,
cuáles han de ser los derechos de los que integran la
sociedad, cuáles han de ser los valores y principios en base
a los cuales se ha de desarrollar la Constitución.
Si bien se reconoce hoy día, de acuerdo a una teoría del
poder constituyente democrático, que el titular de dicho
poder es el pueblo, no menos cierto es que ese pueblo, aun
cuando pueda considerarse como uno solo, en su
condición de la suma de todos los miembros integrantes de
la nación constituida en el Estado al que pertenecen, está
conformado por personas individuales que a su vez, de
acuerdo a los valores, ideas y principios que compartan y
con los que se identifican, se asocian ya sea en grupos de

56
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

intereses o en partidos políticos de distintas concepciones e


ideologías.
Y estos grupos, estas asociaciones, estos partidos
políticos, constituyen los diversos factores reales de poder
que condicionan, sin duda alguna, el ejercicio del poder
constituyente a la hora que éste se manifiesta. E
igualmente, estos grupos, asociaciones o partidos políticos
determinarán, en su condición de factores reales de poder,
como fuera señalado, la continuidad del orden
constitucional e incidirán, sin duda alguna, en el sentido
que ha de darse a la Constitución, según las circunstancias y
realidades que han de afrontar.
Y, en la medida en que la Constitución está
condicionada por el contexto en el que es aprobada, como
por los factores reales de poder que son los que
determinan, cuál ha de ser su contenido normativo así
como la continuidad del orden constitucional en dicha
norma suprema establecido, la vigencia y permanencia de la
Constitución también se verá afectada, y quedará sujeta,
ineludiblemente, al surgimiento de ciertos hechos y
actuaciones de los factores reales de poder, cuando éstos
últimos adoptan la decisión de dar por terminada su
continuidad y reemplazarla por otra.
Y cuando estos hechos se producen y los factores reales
de poder así lo deciden, ya no se tratará de la problemática
de la vigencia y eficacia de la Constitución, como tampoco
de la continuidad del ordenamiento constitucional en ella
regulado, sino de la derogación de ésta con la consiguiente
ruptura constitucional que ello implica.

57
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Dicho de otra manera, así como en su momento se


dieron ciertos hechos, y se afrontaron ciertas circunstancias
que llevaron a que los factores reales de poder, contaran
con la justificación suficiente para elaborar y aprobar una
Constitución, habrá, de igual modo, otras situaciones de tal
relevancia que llevarán a que, los factores reales de poder se
manifiesten de nuevo, en esta ocasión, para tomar la
decisión de derogar la Constitución existente y proceder a
reemplazarla por otra.
Cuando esto ocurre lo que se da, es un
quebrantamiento del orden constitucional en la medida en
que, no sólo se interrumpe la continuidad del que está
rigiendo, sino que se establece otro en su reemplazo. Dicha
ruptura o quebrantamiento constitucional, es el resultado
de la derogatoria de la Constitución vigente hasta ese
momento, y con ella, el reemplazo del ordenamiento
constitucional regulado en la Constitución que se deroga y
que es reemplazada por otra.
Ante lo expresado cabe formular la pregunta, ¿qué es e
implica una ruptura constitucional? Una ruptura
constitucional sería, así, la interrupción que se produce del
ordenamiento jurídico-político regulado en la Constitución
vigente, lo que ocurre como consecuencia de la derogación
de ésta, derogación que es ocasionada como resultado de
unos hechos políticos revestidos de tal trascendencia y que
han llevado a la toma de dicha decisión, situación que trae
como resultado, la aprobación de una nueva Constitución.
La ruptura constitucional también puede entenderse,
como el rompimiento o quebrantamiento del ordenamiento

58
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

constitucional existente, al interrumpirse su continuidad y


cesar su vigencia, ya sea de manera abrupta o no, por el
surgimiento de hechos políticos que rebasan lo establecido
en la Constitución o porque quienes detentan
temporalmente el poder político del Estado, han decidido
derogar la Constitución.
Una ruptura constitucional implica, de ahí, la
derogación de la Constitución, lo que exige y conlleva, la
manifestación de una voluntad política dirigida de manera
expresa con esa finalidad, la que se da por parte de quienes
están en posesión del poder político suficiente y necesario,
como para adoptar y hacer valer dicha decisión. De manera
que, de una situación de Derecho, como la que representa
la existencia y vigencia del ordenamiento constitucional
previsto en la Constitución, se pasa a una de hecho al ser
derogada la Constitución, lo que ocasiona una ruptura de
tal ordenamiento jurídico-político. Dicha derogatoria se
produce con miras a aprobar una nueva Constitución.
Como resulta fácil establecer, una ruptura
constitucional se diferencia, de manera radical, de la
vigencia y continuidad del ordenamiento constitucional. La
ruptura parte del supuesto de la derogación de la
Constitución. La existencia y continuidad del ordenamiento
constitucional se da sobre la base de la vigencia,
preservación y permanencia de la Constitución.
De igual forma, la continuidad del ordenamiento
constitucional conlleva la posible actualización,
modernización o modificación de la Constitución, vía la
reforma constitucional lo que implica, desde luego,

59
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

mantener la Constitución. La ruptura constitucional


conlleva, por el contrario, la pérdida de vigencia de la
Constitución y su reemplazo por otra.
Como se ve, en un caso, en la continuidad del
ordenamiento constitucional, va a existir una voluntad
política, y unas actuaciones jurídicas, dirigidas a preservar,
defender y, de ser necesario, mejorar o reformar la
Constitución para mantenerla vigente. En el otro, en la
ruptura constitucional, la voluntad política que se
manifiesta tiene un propósito político claro, preciso y
concreto, derogar la Constitución con miras a aprobar otra.
Si hasta hacía poco, por existir la Constitución, los
factores reales de poder tenían y por ende estaban
obligados a actuar dentro del marco constitucional, ahora
éstos buscarán superar dicho marco jurídico constitucional
con miras a establecer otro. La existencia y continuidad del
ordenamiento constitucional no le ofrece otra alternativa, a
los operadores del sistema jurídico-político, que tener que
sustentar sus actuaciones en base a lo que les permite la
Constitución. En la ruptura constitucional, por el contrario,
quienes actúan con el propósito de derogar la Constitución
y reemplazarla por otra, no requieren de esa sustentación,
pues la Constitución desaparece como norma jurídica.
La idea que debe quedar claramente consignada es que,
la actuación de quienes derogan la Constitución, constituye
un hecho político, de ahí que no requieran fundamentar
dicho actuar en base a la norma que dejará de existir.

60
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

En fin, en la continuidad del ordenamiento


constitucional, el problema de fondo de toda actuación
jurídico-política, pasa por tener que contar con una
legitimidad jurídico-constitucional. Lo que significa que
cada actuación de los poderes constituidos, tiene que ser
conforme, ajustarse y fundamentarse en la Constitución.
Por el contrario, en la ruptura constitucional la legitimidad
que se requiere será estrictamente política y, además,
democrática, siendo una situación de hecho no de
Derecho.
Diversas serán las circunstancias políticas que darían
como resultado, una ruptura constitucional. Así, por
ejemplo, una ruptura constitucional puede darse, como
consecuencia de un golpe de Estado, en la medida en que
éste implica el acceso al poder, desconociendo y
violentando lo establecido en la Constitución, aun cuando
formalmente ésta no sea derogada. En este caso, quienes
promueven y controlan dicho golpe de Estado, una vez
consolidado el mismo, pueden, con el pasar del tiempo,
decidir revestir al régimen surgido producto de tal acto de
fuerza política, de una formalidad jurídica con la adopción
de una nueva Constitución.
Otro caso puede darse cuando, las distintas fuerzas
políticas de un país, previo acuerdo o conceso, deciden de
manera democrática, derogar la Constitución existente para
reemplazarla por otra. En el caso del golpe de Estado, la
ruptura del ordenamiento constitucional se da por medios
violentos, de manera abrupta, mediante el uso de la fuerza.
Por el contrario, cuando esta ruptura se da previo consenso

61
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

entre las distintas fuerzas políticas, es decir, entre los


grupos que conforman los factores reales de poder, la
ruptura será por vías pacíficas y democráticas.
Lo que debe quedar claro, en todo caso, es que una
ruptura constitucional no se da ni produce porque sí. En
efecto, serán situaciones concretas, y que se han ido
sucediendo y acumulando en el tiempo y con respecto a las
cuales, por considerarse insoportables, existe el
entendimiento y la convicción que pueden y deben ser
superadas, lo que se hace a través de una solución radical.
De igual manera, la existencia de hechos políticos
extraordinarios, pueden traer como resultado que se
produzca, o se lleve a cabo, una ruptura constitucional.
Estas situaciones o hechos políticos pueden ser, entre
otras, prácticas políticas reiteradas que deterioran la
institucionalidad del Estado, o cuando éstas, las
instituciones del Estado, se les utiliza con fines distintos
para el que fueron creadas, o cuando dichas instituciones
son utilizadas en provecho de los intereses de grupos
determinados de la sociedad, como cuando se producen
constantes actos de corrupción que implican, la
apropiación o despilfarro de fondos públicos, sin que los
autores de tales delitos sean procesados ni mucho menos
condenados.
Se crea, de esa manera, lo que pudiéramos denominar,
una impunidad institucionalizada, lo que termina restándole
legitimidad, tanto a los detentadores del poder político o a
la clase política propiamente tal, como credibilidad a las
instituciones.

62
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Estos hechos por separado o producidos de forma


conjunta, van produciendo, con el transcurso del tiempo, el
vaciamiento de toda fuerza normativa de la Constitución o
el desconocimiento de ésta en la toma de decisiones sobre
temas de relevancia y que afectan a los intereses públicos.
Por otra parte, situaciones como el poco o nulo respeto
desde el poder, a los derechos fundamentales, la ineficacia
de las instituciones de protección de tales derechos, el
descredito en el que pueden caer los grupos o partidos
políticos en sus actuaciones y que terminan afectando su
credibilidad, cuando no su legitimidad o falta de aceptación
ciudadana, también constituyen hechos que pueden derivar,
como se indicó, en una pérdida del contenido normativo de
la Constitución y, de paso, en una ruptura constitucional.
En resumen y en base a lo planteado, una ruptura
constitucional se produce, como resultado de hechos y
situaciones concretas que terminan afectando, la
legitimidad del ordenamiento constitucional haciendo
insostenible su continuidad, producto de lo cual se decide
derogar la Constitución con miras a aprobar otra y dar
lugar a un nuevo ordenamiento constitucional.
Cuando se da una ruptura constitucional se pondrá en
marcha, por parte de los factores reales de poder que han
dado lugar a tal quebrantamiento del ordenamiento
constitucional, o por parte de otras nuevas fuerzas políticas
y sociales, un proceso constituyente que pasará por diversas
etapas y cuya finalidad última será, aprobar una nueva
Constitución.

63
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

IV. Qué es lo que hay que definir y el consenso


que se requiere previo a poner en marcha
un proceso constituyente
En la doctrina constitucional se suele aludir, al
concepto de proceso constituyente, para referirse al
proceso que se promueve con la finalidad de elaborar y
aprobar una nueva Constitución. Se busca, con ello,
diferenciar dicho proceso, del procedimiento que se lleva a
cabo para introducirle reformas a la Constitución.
De manera que, de acuerdo a lo expresado, se
entendería por proceso constituyente el que, quienes están
en la capacidad de ponerlo en marcha, lo hacen con el
objetivo claro y preciso, previa derogación de la
Constitución vigente, de elaborar y aprobar una nueva
Constitución, para lo cual se han de seguir una serie de
etapas hasta cumplir con dicho propósito.
Esta posición doctrinal excluiría del concepto de
proceso constituyente, por tanto, al procedimiento que se
pone en marcha, acorde a lo previsto en la Constitución,
con la finalidad de introducirle modificaciones a dicha
norma suprema.
No obstante, consideramos que el concepto de proceso
constituyente puede ser entendido, tanto en un sentido
amplio, como en un sentido restringido.
Decimos esto en la medida en que el término proceso
implica, la puesta en práctica de un conjunto de pasos,
fases o etapas, todas ellas dirigidas a alcanzar un propósito

64
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

u objetivo, previamente determinado. Y esto ocurre, tanto


para el caso de la aprobación de una nueva Constitución,
como cuando lo que se va es a reformar ésta.
Lo que significaría que, ya sea que se trate de la
aprobación de una Constitución o de la modificación de la
misma, en uno u otro supuesto, se ha de llevar a cabo un
proceso, en este caso, un proceso constituyente. Es decir,
un proceso que tiene que ver con la Constitución, ya sea
para reformarla o para derogarla y aprobar una nueva.
Por consiguiente, y de acuerdo a lo señalado, estaríamos
ante un proceso constituyente, en sentido amplio, cuando
lo que se busca es la elaboración, aprobación y puesta en
vigencia de una nueva Constitución. Por el contrario,
estaríamos ante un proceso constituyente en sentido
restringido, cuando lo que se pretende es modificar la
Constitución.
Como resulta fácil deducir, la diferencia entre un
proceso constituyente y otro va a resultar radical y
manifiesta. ¿Por qué se afirma esto de manera
contundente? Dicha aseveración tiene como fundamento lo
siguiente. El proceso constituyente que se pone en marcha,
para hacer una Constitución, parte del supuesto de la no
existencia de tal norma jurídica, de ser este el caso, o de la
aprobación de una nueva en reemplazo de la que está
vigente, para lo cual se requiere derogar la Constitución que
existe.
Por el contrario, en el supuesto del proceso
constituyente que se activa, con miras a reformar la

65
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Constitución, la situación es otra toda vez que dicho


proceso tiene que sustentarse y realizarse, conforme a lo
que al respecto tenga previsto la Constitución que se va a
modificar.
Por otra parte, el proceso constituyente que se
promueve, con el propósito de hacer la Constitución, se
ejerce en ejercicio del poder constituyente originario, que es
un poder soberano o político que actúa de hecho y, por
tanto, no sujeto a Derecho. En el caso del proceso
constituyente cuya finalidad es introducir reformas a la
Constitución, el mismo implica el ejercicio del denominado
poder constituyente derivado, el cual es un poder de
Derecho por estar regulado y, por ende, delimitado en la
Constitución.
En fin, el proceso constituyente que se pone en marcha
con el propósito de hacer la Constitución, no requiere de
sustentación jurídica, no está delimitado ni condicionado
en su ejercicio por una norma jurídica. Este es un proceso
que se lleva a cabo, o se activa, en nombre del titular del
poder constituyente originario. Por el contrario, el proceso
constituyente que busca reformar la Constitución tiene,
como condición previa, la existencia del Derecho en el que
se encuentra regulado y que, por ende, lo delimita y le fija
su alcance. De ahí que su marco de acción, su alcance en
cuanto a su ejercicio, inicia en la Constitución y termina en
la Constitución.
En concreto, por medio de uno de dichos procesos
constituyente se hace la Constitución, lo que conlleva una
ruptura constitucional cuando previamente existe una

66
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Constitución, en la medida en que ésta será derogada para


ser reemplazada por otra y, en el otro proceso
constituyente, su ejercicio implica el mantenimiento y
preservación de la Constitución y, por ende, la continuidad
del ordenamiento constitucional puesto que a través de este
proceso, al introducirle reformas a la Constitución, se le
mantiene vigente.
En fin, como el proceso constituyente que se promueve
con el propósito de hacer una nueva Constitución, tiene
como sustento el ejercicio del poder constituyente
originario, su ejercicio se hace fuera del marco
constitucional, por tratarse de un poder extraconstitucional.
En el caso del proceso constituyente que se activa con
miras a reformar la Constitución, al ser y tratarse de un
poder regulado en la Constitución, es un poder que se
encuentra dentro del marco constitucional, lo que lo
convierte en un poder de Derecho, sujeta su actuación y
alcance, a la misma Constitución que lo regula y le da
fundamento.
Esta diferencia que se produce, entre un proceso
constituyente y otro, es lo que obliga a tener que definir,
como paso previo, cuál de ellos es el que se va a poner en
marcha. ¿Por qué se afirma esto? ¿Resulta ineludible esta
definición? ¿Por qué se requiere, como condición previa, de
esta definición en cuanto al proceso constituyente que se
ha de activar?
Las respuestas a las preguntas planteadas tienen una
respuesta clara y precisa. La definición previa en cuanto a

67
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

determinar, cuál proceso constituyente es el que se va a


poner en marcha, es porque de esto dependerán, cuáles
serán las reglas democráticas y constitucionales que se han
de poner en práctica. De esta definición dependerá,
expresado de otra manera, cuál será el camino a seguir y
cuál ha de ser el fin que se persigue con el mismo.
Concretando más la respuesta a las preguntas
formuladas, podemos adicionar lo siguiente. De lo que se
trata de definir, antes de activar un proceso constituyente,
es si lo que se va a hacer es una nueva Constitución o a
reformar la existente. Esto por algo simple que nunca
estará de más expresar y recordar, no es lo mismo hacer
una Constitución que reformar la Constitución.
Esto por lo que ya en su momento se señaló, y que
consiste en lo siguiente, al ir a hacer una Constitución se
deroga, de existir una Constitución previa, la que está
vigente y se actúa de hecho no sujeto a Derecho, lo que se
hace en ejercicio del poder constituyente originario. Si de lo
que se trata es de reformar la Constitución, se ha de actuar
conforme a lo previsto en ésta, lo que implica, poner en
práctica el procedimiento que con tal fin se ha regulado en
la Constitución, lo que se hace en ejercicio del poder
constituyente derivado.
En el primer caso se hace a un lado la Constitución, ya
que se le deroga, y se procederá a actuar de manera
soberana, es decir, sin estar sujeto a Derecho, pues el fin es
hacer una nueva Constitución. En el segundo caso se
mantiene la Constitución, se actúa en base a ésta, se ejerce

68
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

un poder de Derecho con el objetivo de actualizar, mejorar


o fortalecer la normativa constitucional existente.
Como se aprecia, la diferencia es manifiesta, ya que en
un caso, cuando se ejerce el poder constituyente originario,
se actúa libre de la existencia de un marco jurídico, sin estar
atado a normas jurídicas. En el otro, cuando se ejerce el
poder constituyente derivado, se debe actuar dentro de un
marco jurídico, en este caso el que está fijado en la
Constitución, la que se podrá reformar, actualizar,
modernizar, todo ello en función de mantener vigente la
Constitución.
He ahí la importancia de definir, de tener claro qué es lo
que se quiere, qué es lo que se persigue o pretende, al
plantear se promueva un proceso constituyente. Las reglas,
principios y camino a seguir varían según lo que se vaya a
hacer. Y esa definición exige y está condicionada, sin lugar
a dudas, al consenso al que han de llegar los distintos
grupos políticos y sociales que representan e integran los
factores reales de poder.
Todo proceso constituyente que se lleve a cabo,
conforme a principios democráticos, debe estar precedido
del mayor consenso posible. Ya sea que lo que se busca es
reformar la Constitución, o cuando de lo que se trata es de
hacer una nueva. Ya sea en un caso u otro, los diversos
grupos y fuerzas políticas y sociales representativas de los
intereses de la sociedad, han de llegar a los grandes
acuerdos sobre los temas de mayor relevancia y significado
que serán abordados, durante el proceso constituyente que
se ha de instaurar.

69
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Este consenso permitirá, no sólo tener claridad y


precisión, en cuanto a los fines u objetivos que se persiguen
con el proceso constituyente que se ha de poner en marcha,
sino que ello facilitará, en gran medida, la labor
constituyente al momento de entrar a formular el
contenido normativo de las reformas a introducir a la
Constitución o de las que contendrá la nueva Constitución
que se ha de elaborar y aprobar. Así, los distintos temas,
materias o aspectos consensuados, tomarán forma por
medio de las distintas normas que integraran la
Constitución, cuya modificación se llevará a cabo, o de la
que se elaborará y aprobará como la nueva Constitución del
Estado de que se trate.
Lo importante que se tiene que saber, es que todo
proceso constituyente conlleva, además de tener que definir
qué es lo que se va a hacer, es decir, reformar o hacer la
Constitución, de un consenso previo de todas las fuerzas o
grupos políticos y sociales que asegure, la mayor
representación y participación posible.
De ahí que, la definición sobre lo que se busca con el
proceso constituyente a poner en práctica, y el consenso
sobre los temas y materias que se van a abordar durante
dicho proceso, son aspectos que han de quedar claros con
miras a alcanzar los propósitos de los asuntos
constitucionales a afrontar.

70
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

V. Lo que corresponde al poder constituyente


originario, al constituyente derivado y a los
poderes constituidos.
Como resulta fácil deducir de lo planteado hasta aquí,
existen unas claras y marcadas diferencias en cuanto a los
fines que corresponden al denominado poder constituyente
originario, al identificado como poder constituyente
derivado como los que competen a los poderes
constituidos. Ello significa que la puesta en escena de uno y
otros, se ajustará a reglas distintas en su actuar y el
resultado del ejercicio de éstos no será el mismo.
Saber lo que dichos poderes pueden hacer o las
competencias que pueden ejercer, es lo que permitirá tener
una idea más precisa, en cuanto al papel que cada uno ha
de asumir, al momento de tener que determinar, si de lo
que se requiere es la continuidad y preservación del
ordenamiento constitucional, previsto en la Constitución, o
cuando de la ruptura de éste se trate, con la consecuencia
de tener que aprobar una nueva Constitución.
Dicho lo anterior cabe formularse la siguiente pregunta,
¿qué tipo de poder o funciones compete ejercer a dichos
poderes?
Como se señaló en su momento, el poder constituyente
originario ejerce, un poder soberano o de carácter político,
no sujeto a Derecho, por lo que su actuación es de hecho.
En el caso del poder constituyente derivado, como también
se indicó, si bien por medio de éste va a ser posible
reformar la Constitución, éste no deja de ser un poder de
71
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Derecho, toda vez que está regulado en la Constitución. Lo


mismo ocurre con los otros poderes constituidos, en la
medida en que éstos son los poderes que, en su momento,
el poder constituyente originario, configuró en la
Constitución, estableciendo con ello su ámbito de
competencia.
Si bien, tanto el poder constituyente originario, como el
derivado, ejercen funciones constituyentes al actuar con
respecto a la Constitución, su diferencia de esencia estriba
en que uno, el poder constituyente originario, puede
derogar la Constitución lo que no puede hacer el
constituyente derivado, toda vez que lo más que puede
hacer, por importante que sea esta función, es reformar la
Constitución.
A los otros poderes constituidos, lo que les
corresponde ejercer son poderes ordinarios regulados,
previstos o estructurados en la Constitución. Estos poderes
constituidos también son conocidos, en la doctrina, como
los órganos constitucionales por medio de los cuales se
manifiesta la voluntad jurídico-política del Estado.
¿Qué va a implicar esta diferencia que se da entre tales
poderes? Que para la actuación del poder constituyente
originario no se requiere, no hace falta, que norma alguna
así lo establezca, puesto que es un poder soberano no
delimitado por el Derecho. Contraria será la situación del
poder constituyente derivado y, con mayor razón, la de los
poderes constituidos, al ser ambos poderes sujetos a
Derecho.

72
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

De manera que, para reformar la Constitución, sólo se


podrá hacer conforme a lo que en la Constitución se haya
dispuesto. Por tanto, no cualquiera podrá activar el
procedimiento para introducir modificaciones a la
Constitución, como tampoco cualquiera podrá conocer de
las propuestas de reformas, ni éstas podrán ser aprobadas
de cualquier forma.
Explicado en otros términos, la Constitución no se
puede reformar por vías de hecho sino de Derecho, y ese
Derecho a tomar en cuenta, es el que queda fijado en la
Constitución. En el caso de los poderes constituidos
ordinarios, éstos también sólo podrán actuar conforme a lo
que en la Constitución se les haya atribuido.
Como se puede deducir de lo que se lleva expresado, el
poder constituyente originario, al hacer la Constitución,
porque esa es su función, da origen al poder constituyente
derivado y a los poderes constituidos, por lo que éstos
quedarán sujetos y determinados, a lo que en dicha norma
suprema se establezca. Esto significa que el poder
constituyente originario, es superior al poder constituyente
derivado y, con mayor razón, a los poderes constituidos
ordinarios puesto que uno y otros son creados por quien
hace la Constitución.
¿Qué importancia tiene poder diferenciar, lo que
implican uno y otros poderes? Pues que esto permitirá
tener claro, cuál es el papel que han de desempeñar éstos,
en cuanto a la problemática de la continuidad del
ordenamiento constitucional y cuando de la ruptura
constitucional se trate. Es decir, ello hará posible saber

73
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

establecer, cuál es la finalidad de uno y de otros poderes


con respecto a la Constitución.
Así, en el caso del poder constituyente derivado y la de
los poderes constituidos, lo que les corresponde no es más
que dar continuidad, al ordenamiento constitucional
regulado en la Constitución. Significa esto que los mismos
deberán, según la competencia de cada uno y según las
circunstancias en las que han de actuar, preservar,
desarrollar, defender, actualizar o reformar la Constitución.
Dicho de manera precisa, deberán actuar dentro del
marco jurídico fijado por la Constitución y, por
consiguiente, dar continuidad al ordenamiento
constitucional en ésta previsto. Al estar regulados en la
Constitución, va a traer como resultado que se deban a
ésta, por lo que su legitimidad está condicionada, y sujeta a
la existencia y mantenimiento de la Constitución.
En concreto, la finalidad del poder constituyente
derivado y la de los poderes constituidos, es actuar en
función de mantener vigente la Constitución, ello con el
propósito de dar continuidad, al ordenamiento
constitucional. Si la existencia de uno y otros poderes se
debe a la Constitución, que sigan existiendo dependerá de
la vigencia y continuidad de dicha Constitución. De ahí que
uno y otros poderes deban preservar y custodiar la norma a
la que se deben.
Al fin y al cabo, tanto el poder constituyente derivado,
como los poderes constituidos, como los son, los clásicos
órganos constitucionales, a saber, el legislativo, el ejecutivo

74
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

y el judicial, aunque modernamente éstos no son los únicos


poderes con que cuenta el Estado constitucional de
Derecho, son poderes configurados, regulados en la
Constitución, lo que los convierte, a todos, en poderes
constituidos. Si bien con funciones y competencias
distintas, con alcances diferentes, pero sin dejar de ser
poderes constituidos.
Por el contrario, el ejercicio del poder constituyente
originario implicará, una ruptura constitucional desde el
momento en que, por medio del mismo, a la vez que se
deroga la Constitución que exista, lo que se busca es hacer
una nueva Constitución. Todo acto que conlleve la
derogación de la Constitución trae como resultado una
ruptura constitucional o, lo que es lo mismo, un
quebrantamiento del ordenamiento regulado en la
Constitución, al cesar ésta en su vigencia.
De donde se sigue que, promover el ejercicio del poder
constituyente originario es optar por una vía de hecho
puesto que, a través de éste, lo que se busca es hacer una
Constitución lo que pasa, de existir una Constitución al
ponerse dicho poder en marcha, por la derogación de la
que esté vigente. La ruptura constitucional se va a producir,
desde el momento en el que se deroga la Constitución.
Por consiguiente, el papel del poder constituyente
originario no es preservar, mantener, actualizar o reformar
la Constitución. Tampoco le corresponde, ni compete, dar
continuidad al ordenamiento constitucional. Su papel es
hacer la Constitución y, si al proceder a ello se encuentra

75
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

con que existe una Constitución, hará desaparecer ésta y


adoptará otra en su reemplazo.
Lo que debe quedar claro es que, el ejercicio del poder
constituyente originario, no se convoca para hacer gestión
de gobierno ni para ejercer la función legislativa ordinaria,
ni mucho menos para administrar justicia ni para fiscalizar
la actuación de los poderes constituidos, su misión es una:
hacer la Constitución. Es por ello que su convocatoria
implica una ruptura constitucional, una ruptura
constitucional con respecto al ordenamiento constitucional
existente, el que será reemplazado, al aprobarse una nueva
Constitución, por otro.
Se sigue de lo expresado, que siempre habrá que saber
diferenciar lo que corresponde al poder constituyente
originario, de lo que compete al poder constituyente
derivado así como de las funciones que han de asumir los
poderes constituidos. De ahí que el ejercicio del poder
constituyente originario, nunca podrá verse como una
violación a la Constitución, puesto que éste no está sujeto a
la misma. Es ésta la que queda condicionada, en cuanto a
su continuidad, a lo que en un momento determinado
disponga el titular del poder constituyente originario.
Como se ha expresado y se ha dejado señalado, si la
Constitución es producto del poder constituyente
originario, mal puede ésta, la Constitución, ser más que el
poder que la ha creado. Es la Constitución la que se asienta
o fundamenta, y tiene origen, en el poder constituyente
originario cuyo titular es el pueblo, quien es el que en su
nombre se hace la Constitución.

76
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Por el contrario, el ejercicio del poder constituyente


derivado y, con mayor razón, el de los poderes
constituidos, sí puede cuestionarse, según cada caso en
particular, como violatorio o infractor de la Constitución
en los casos en los que, su actuación, no se ajuste a los
parámetros fijados en tal norma jurídica. Desde el
momento en el que el poder constituyente derivado, es un
poder creado en la Constitución, la única forma posible
que, jurídica y constitucionalmente le estará permitido, es
proceder conforme a los lineamientos que le han sido
fijados en la norma en la que encuentra su origen y su
regulación.
Lo que significa, que el procedimiento regulado en la
Constitución para introducirle reformas, no es para derogar
o destruir la Constitución. Por ende, el poder constituyente
derivado debe mantener, preservar y dar continuidad al
ordenamiento constitucional. Igual va a ocurrir con los
poderes constituidos, éstos no tienen otra alternativa que
desplegar sus competencias dentro del marco
constitucional.
Tanto en un caso como en el otro pueden incurrir,
como se ha indicado, en violación de la Constitución, de no
ajustar el ejercicio de las facultades que les han sido
conferidas en dicha norma jurídica, a los parámetros fijados
en tal norma jurídica. Estos poderes sí pueden ser
demandados, de ser el caso, como infractores de la
Constitución.
En concreto, saber distinguir lo que implica el ejercicio
del poder constituyente originario, del ejercicio del poder

77
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

constituyente derivado, como de lo que corresponde a los


poderes constituidos, resulta de gran importancia para
poder determinar, lo que va a ocurrir con la Constitución y
el ordenamiento constitucional previsto en ésta, a la hora
de poner en práctica, uno y otros poderes, así como las
responsabilidades que han de asumir, los distintos actores
políticos y sociales en la decisiones constitucionales que se
han de adoptar.
Esto permitirá definir, en última instancia, si de lo que
se trata es de preservar la Constitución y dar continuidad al
ordenamiento constitucional configurado en dicha norma
suprema o si, lo que se deberá afrontar, es una ruptura
constitucional con todas las consecuencias que ello
conlleva.

VI. Continuidad y ruptura constitucional en


Panamá

A. Los procesos de ruptura constitucional y de


reformas constitucionales en Panamá

Un estudio del constitucionalismo de la era republicana


de Panamá permite establecer, y diferenciar, los diversos
procesos constituyentes que se han llevado a cabo durante
dicho periodo.
En efecto, desde su separación de Colombia en
noviembre 1903, en nuestro país se han puesto en práctica,
los dos tipos de procesos constituyentes antes aludidos.

78
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Así, una vez materializada la separación del país


suramericano al que nos habíamos unidos en 1821, al
declararnos independientes de la corona española, los que
promovieron dicho acto de secesión convocaron a unas
elecciones para elegir a unos constituyentes, que integrarían
la denominada Convención Nacional constituyente.
Correspondería a esta Convención constituyente, la
aprobación de la que vendría a ser nuestra primera
Constitución de la era republicana, es decir, la Constitución
de 1904.
En esta primera experiencia, el proceso constituyente
que se activó fue el que hemos identificado como, proceso
constituyente en sentido amplio. Esto es así toda vez que
este proceso constituyente tenía como finalidad aprobar, y
por tanto dotar al Estado recién creado como resultado de
la aludida separación, de su Constitución. Así como se
ejerció un acto soberano al momento en el que se decidió
separarnos de Colombia, de igual manera se ejerció un acto
soberano, no sujeto ni condicionado a Derecho, al
aprobarse la Constitución de 1904.
De manera que, así como no se requería que existiera
una norma jurídica que reconociera el derecho de los
panameños, de aquel momento, a su independencia,
tampoco era necesario que norma jurídica alguna dispusiera
que éstos pudieran darse, una vez constituidos como
Estado independiente, su propia Constitución.
En efecto, tanto la decisión de un pueblo, de declararse
independiente de otro al que se encontraba unido, como la
decisión de adoptar una Constitución constituyen, o son,

79
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

un acto soberano. Es decir, el ejercicio de uno y otro


derecho implica el derecho que tiene un pueblo, de
declararse independiente de otro como de darse su propia
Constitución.
Ello fue lo que aconteció, primero en 1903, cuando
nuestro país se separa de Colombia y, después en 1904,
cuando como resultado de la secesión de 1903, se decide
dotar al recién creado Estado panameño de su propia
Constitución.
Lo que se tenía claro era que, cuando se convocó a la
elección para escoger a los que integrarían la Convención
Nacional constituyente, lo que se buscaba era que se
aprobara una Constitución para el Estado que se había
creado, de forma independiente del de Colombia. La
Constitución panameña de 1904, fue el producto del
ejercicio del poder constituyente originario del pueblo
panameño, conforme a las concepciones, valores e
intereses de los factores reales de poder que determinaron
la separación de Panamá de Colombia.
Durante la vigencia de la Constitución de 1904, se
activó, en diversos momentos, el mecanismo de reforma
que ésta preveía para introducirle modificaciones. Cuando
esto se produjo, lo que se puso en marcha fue el proceso
constituyente en sentido restringido. Es decir, se cumplió
con lo que al respecto establecía la cláusula de reforma
prevista en dicha Constitución, según la cual se requería de
la aprobación, en dos periodos legislativos distintos, de la
aprobación de la Asamblea Nacional de diputados.

80
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

La Constitución de 1904 regulaba, como lo harían las


otras Constituciones de la era republicana, el denominado
método de reforma constitucional de las dos Asambleas.
Según dicho método de reforma, una primera Asamblea,
durante el periodo para el cual fue electa y por mayoría de
sus miembros, aprueba las propuestas de reformas
constitucionales y, una vez realizadas las elecciones para la
renovación de tal Asamblea y, por consiguiente, en otro
periodo y momento político distinto, tiene que darle su
voto afirmativo mayoritario, para que las reformas sean
definitivamente aprobadas. De no contar con la mayoría
requerida se entiende, desde luego, rechazada la propuesta
de reforma constitucional.
Esta experiencia no sirvió de mucho para el momento
en el que se aprobó la Constitución panameña de 1941.
Decimos esto en la medida en que, dicha Ley suprema, fue
aprobada siguiendo un procedimiento no fijado en la
Constitución de 1904, y que terminó siendo reemplazada
por la de 1941. Así, como resultado de las elecciones de
1940, asume el gobierno del Estado el presidente Arnulfo
Arias Madrid. Ya en funciones éste presenta, ante la
Asamblea Nacional de diputados, un proyecto de
Constitución para su aprobación, cuyos integrantes, al igual
que el presidente, habían sido electos en 1940 e iniciaban,
en consecuencia, ambos poderes públicos, un nuevo
periodo presidencial y legislativo.
Una vez aprobado el aludido proyecto de Constitución
por la Asamblea, el presidente de la República emite un
Decreto por el cual asume los plenos poderes del Estado,

81
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

deroga el mecanismo de reforma constitucional previsto en


la Constitución de 1904 y convoca a un plebiscito para que,
mediante esta vía, el pueblo decidiera, si daba o no su
consentimiento mayoritario a tal propuesta de
Constitución.
Lograda dicha aceptación popular, la Constitución
entró a regir en enero de 1941. Durante la corta vigencia de
la Constitución de 1941, ya que ésta fue reemplazada por la
Constitución que fuera emitida en 1946, a la misma no se le
llegaron a introducir modificaciones.
Con respecto a la forma como fue aprobada la
Constitución de 1941, no cabe duda alguna que, si bien
había una intención clara en cuanto a lo que se buscaba,
contar con una nueva Constitución, quienes contaban con
el poder suficiente para ello, optaron por una vía de hecho,
revestida de cierta legitimidad constitucional.
En efecto, en un primer momento, sometieron el
proyecto de Constitución al conocimiento de la Asamblea
Nacional de diputados, para lo cual se siguió el
procedimiento de reforma constitucional previsto en la
Constitución de 1904. Es decir, pese a que dicho
procedimiento para lo que estaba regulado, era para
introducirle reformas a la Constitución cuando así se
requiriera, para lo que se terminó utilizando fue para
aprobar una nueva Constitución.
Por ende, lo que se perseguía no era reformar la
Constitución sino reemplazarla por otra. Alcanzado el
primer objetivo, la aprobación del proyecto de

82
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Constitución por la Asamblea Nacional de diputados, se


pasó a un segundo momento, se emitió un decreto por
parte del presidente de la República mediante el cual, por
una parte, dejaba sin efecto la cláusula de reforma de la
Constitución de 1904 y, por la otra, convocaba a un
plebiscito con miras a la decisión final, alcanzar la
aprobación de la nueva Constitución.
No se requiere de mayor esfuerzo para concluir, que los
poderes constituidos de aquel momento mezclaron y
utilizaron, a la vez, los dos tipos de procesos
constituyentes, el que se convoca para hacer una
Constitución y el que se tiene previsto para reformar ésta,
con el único fin de hacer e imponer una nueva
Constitución. Lo que resulta cierto es que, lo que se
terminó promoviendo y concretando, por parte de los
factores reales de poder que contaban con la fuerza política
determinante para hacerlo, fue una ruptura constitucional
desde el momento en que se derogó la Constitución de
1904 y se adoptó la de 1941, aunque dicha ruptura no
conllevó la interrupción de la continuidad de las
autoridades electas.
Lo que permite demostrar dicha experiencia
constitucional vivida en 1940, es que no se puede ejercer,
como si de un solo poder se trátese, dos poderes con
finalidades distintas y, por lo demás, con legitimidades
excluyentes. Esto por algo muy simple y obvio, no se
puede pretender reformar la Constitución y derogarla a la
vez. O se le reforma o se le deroga. O se da continuidad a

83
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

la Constitución y al ordenamiento constitucional previsto


en ella o lo que se produce es una ruptura constitucional.
Teniendo como propósito los factores reales de poder
de 1940, hacer y aprobar una nueva Constitución, lo que
finalmente hicieron, a lo que terminaron optando fue por
un mecanismo, no regulado en la Constitución, en la
medida en que ésta no permitía aprobar una nueva
Constitución en la forma como lo hicieron. Al mezclar
ambos procedimientos, y siendo la finalidad real, aprobar
una nueva Constitución, fue esto lo que terminó
imperando. La supuesta reforma de la Constitución, al
activarse el mecanismo de reforma constitucional, fue
rebasada por la intención real de aprobar una nueva
Constitución.
La Constitución de 1941 fue reemplazada, como se
sabe, por la de 1946. Para la aprobación de tal norma
suprema se convocó, una Asamblea Constituyente. Ahora
bien, la convocatoria de esta Asamblea Constituyente, no
se dio porque sí, o porque quien estaba al frente del
Ejecutivo en ese momento, por un simple deseo, así lo
quiso hacer. Es dentro del contexto de toda una crisis
política que se había generado, entre las distintas fuerzas
políticas que habían gestado la remoción del presidente
Arnulfo Arias Madrid en octubre de 1941 y que se
disputaban el control del poder político del Estado, lo que
llevó a que se diera tal salida a la crisis política que se
afrontaba por dichos grupos políticos que procuraban
controlar el poder político del Estado.

84
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Se optó, por tanto, por una vía democrática y pacífica


para resolver, la controversia que se daba entre los factores
reales de poder que buscaban, el control del poder político
del Estado panameño. No se dio en abstracto ni por
altruismo político, expresado de otra manera, la
convocatoria de la Asamblea Constituyente de 1945 y,
producto de la cual, se aprobó la Constitución de 1946.
Lo cierto es que, la que ha venido a ser la tercera
Constitución de nuestra era republicana, fue el resultado de
todo un proceso constituyente que se activó, con la
voluntad y propósito de dotar al país de una nueva
Constitución.
Se puso en marcha, por ende, el poder constituyente
originario, lo que permitió hacer a un lado la Constitución
de 1941, con la consiguiente elección de los constituyentes
que integrarían la Asamblea Constituyente y a quienes les
correspondería, aprobar la nueva Constitución. Fue un
proceso constituyente basado en reglas democráticas, lo
que revistió de una gran legitimidad a la Constitución de
1946.
Demás está decir, por lo que ya se ha estado
manifestando, que la Constitución de 1941 no preveía, ni
siquiera como método de reforma de la Constitución, la
convocatoria de una Asamblea Constituyente. No obstante,
esto no era necesario y, por tanto, no se requería que
estuviera previsto en la Constitución de 1941, ya que para
el caso de la Asamblea Constituyente que se convoca, con
el fin de hacer una Constitución, no se requiere que
Constitución alguna así lo establezca. Esto es así toda vez

85
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

que, cuando esto se vaya a hacer, lo que se estaría


ejerciendo es el poder constituyente originario que trata,
como ya se señaló, de un poder de hecho y soberano que,
como derecho, pertenece al pueblo como titular de la
soberanía popular.
Por eso fue posible hacer la Constitución de 1946 vía
una Asamblea Constituyente, aun cuando esto no estuviera
regulado de esa manera en la Constitución de 1941.
Lo cuestionable de dicha Asamblea Constituyente,
convocada para hacer y aprobar la nueva Constitución, fue
que, terminada su labor, en vez de disolverse decidió
constituirse como asamblea legislativa ordinaria. Peor aún,
los integrantes de esta Asamblea volvieron a retomar su
condición de Asamblea Constituyente, para tratar de
dirimir en el conflicto político surgido, entre el candidato
oficialista y el de la oposición por razón de las elecciones
presidenciales de 1948 y, pretender elegir ellos, quién debía
ser el presidente de la República. Lo que constituyó una
experiencia positiva y democrática, terminó distorsionada
presa de malas prácticas políticas.
Posteriormente, esta Constitución fue objeto de una
serie de reformas, para lo cual se siguió el mecanismo
previsto en tal norma suprema para introducirle
modificaciones. Lo concreto es que la Constitución de
1946, fue el producto del ejercicio del poder constituyente
originario vía la convocatoria de una Asamblea
constituyente con funciones de una Asamblea
constituyente originaria.

86
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Esto último implicó, una ruptura constitucional con


relación al ordenamiento constitucional regulado en la
Constitución de 1941. Esta ruptura constitucional fue
concertada, y se pusieron en práctica, reglas democráticas al
convocarse una Asamblea Constituyente, cuyos integrantes
fueron elegidos mediante voto popular. Durante la vigencia
de la Constitución de 1946, se le introdujeron diversas
modificaciones para lo cual se siguió, el procedimiento que
tal Constitución preveía con tal fin.
En 1968 se da un golpe de Estado promovido por los
militares panameños y, como consecuencia de éste, en
1972, se aprueba la Constitución de dicho año, norma
suprema que, por lo menos formalmente, es la que está
vigente al día de hoy en nuestro país, pese a todas las
reformas constitucionales de que ha sido objeto.
Esta última afirmación tiene como sustento, la parte
final de la referida Constitución pues, en ésta se señala, que
la misma fue dada, “en la ciudad de Panamá, a los 11 días
del mes de octubre de 1972”, a lo que se adiciona que ésta
ha sido “reformada por los Actos Reformatorios No 1 y
No 2 de 5 y 25 de octubre de 1978, respectivamente; por el
Acto Constitucional aprobado el 24 de abril de 1983; por
los Actos Legislativos No 1 de 1993 y No 2 de 1994; y por
el Acto Legislativo No 1 de 2004”.
Como se aprecia, lo que se reconoce, de manera formal,
es que la actual Constitución panameña es la que fuera
aprobada en 1972, a la que se le han ido introduciendo
modificaciones por medio de diversos actos reformatorios
y en momentos distintos. Lo así aseverado no significa, en

87
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

manera alguna, que se desconozcan las reformas


sustanciales de que ha sido objeto la actual Constitución.
No cabe duda que, antes que dicha Constitución se
aprobara, ya se había producido en nuestro país, un acto de
fuerza de acceso al poder político, como lo es un golpe de
Estado, lo que implicó toda una ruptura constitucional con
respecto al ordenamiento constitucional vigente para la
fecha y que, con posterioridad, conllevó a la derogatoria de
la Constitución de 1946, con la consiguiente aprobación de
la Constitución de 1972.
Por más obvio que resulte decirlo, no está demás
señalar que, así como quienes dieron el golpe de Estado, no
necesitaban de fundamentación jurídica alguna con miras a
pretender legitimar su acto de quebrantamiento del orden
constitucional existente, tampoco requerían sustentar la
aprobación de la Constitución de 1972, en ninguna norma
jurídica. Ambas fueron actuaciones de hecho y de
imposición de la fuerza político-militar que gestó el golpe
de Estado de 1968.
Ante lo planteado la pregunta a formular sería, ¿qué
diferencia va a existir entre dichas actuaciones de hecho, el
golpe de Estado de 1968 y la aprobación de la Constitución
de 1972, y la que se produce cuando se manifiesta el poder
constituyente originario, si nos estamos refiriendo a que
estos son supuestos de actuaciones de hecho? Pues que, la
ruptura constitucional que ocasiona un golpe de Estado,
con la consiguiente aprobación de una Constitución, casi
siempre serán actos de fuerza antidemocráticos, sobre todo
cuando éste se lleva a cabo, en contra de un gobierno que

88
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

haya sido el resultado de unas elecciones populares, por


más que el gobierno constituido democráticamente pueda
ser cuestionado en sus actuaciones.
Desde luego, puede ocurrir el caso, como de hecho ha
sido así, que el régimen derrocado sea una dictadura y que,
el propósito de las fuerzas políticas involucradas en dicho
acto político de hecho, además de ser opositoras a la
dictadura, lo que buscan es instaurar un sistema de
gobierno democrático.
Retomando la idea del tema en desarrollo, el ejercicio
del poder constituyente originario, por el contrario, es la
manifestación del derecho soberano que corresponde al
pueblo de darse su Constitución, aun cuando para ello
tenga que derogar la que esté vigente.
Por el contrario, un golpe de Estado, en la mayoría de
las veces, sino en todas, implica un acto de fuerza en contra
del orden constitucional establecido, sin tomar en cuenta la
voluntad popular y que termina imponiendo, por parte de
quienes llevaron a cabo dicho golpe de Estado, una
Constitución que responde a los intereses del grupo que
promovió el acto de fuerza en cuestión, lo que se hace con
poca o ninguna participación política, cuando no
excluyéndolos, a los grupos opositores a tal situación.
El ejercicio del poder constituyente originario,
precedido de un amplio consenso político, cuando es
realmente democrático, permite la participación posible, de
todas las fuerzas políticas y sociales en la configuración de
las estructuras políticas de poder del Estado, así como en la

89
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

formulación de los valores, principios y reglas en base a las


cuales, se ha de ejercer el poder político y desenvolver sus
actividades la comunidad.
Es por ello por lo que la Constitución de 1972, quienes
la elaboraron, lo hicieron regulando un régimen militar y
dictatorial que plasmaba y respondía, a los intereses de
quienes promovieron y controlaron el golpe de Estado de
1968 e impusieron tal Constitución. La manifestación del
referido golpe de Estado, constituyó un acto de fuerza
antidemocrático y, como tal, impuso una Constitución
hegemónica por responder al grupo político que la hace e
impone al resto de la sociedad, como así se le denomina a
este tipo de Constitución en la doctrina.
La elaboración y aprobación de la Constitución de
1972, por ende, se dio dentro de un contexto que se reflejó
en la misma, y que estableció un marco jurídico para la
opresión y no un Derecho constitucional para la libertad.
Esta Constitución ha sido objeto de diversos procesos
de reformas constitucionales. Uno de ellos llevados a cabo
durante el régimen militar, en este caso, los procesos de
reforma de 1978 y 1983 y otros realizados ya en
democracia, una vez el retorno e instauración de este
sistema de gobierno, luego de la invasión de que fue objeto
nuestro país en 1989.
Tales procesos de reformas constitucionales han sido
los de 1993, 1994 y el último el de 2004. Salvo el proceso
de reforma constitucional de 1983, todos los demás se
ajustaron a lo previsto en el mecanismo de reforma

90
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

regulado en la Constitución. Las modificaciones de 1983 se


introdujeron, en efecto, por una vía de hecho, es decir por
medio de un procedimiento que no era el regulado en la
Constitución, que fue lo que permitió que tales reformas
fueran sustanciales, llegando incluso a que ciertos juristas
panameños hayan llegado a afirmar, que las reformas
introducidas en 1983, trajeron como resultado la
aprobación de una nueva Constitución.
Lo cierto es que, por lo menos formalmente, la
Constitución vigente es la de 1972 por la razón antes
expuesta. Expresado de otra manera, no existe
formalmente lo que algunos juristas panameños denominan
como la Constitución panameña de 1983.
Otra cosas sería sostener que la actual Constitución,
siga siendo la misma que se aprobara originalmente en
1972, o negar que ésta haya sido objeto de reformas
sustanciales.

B. Problemática de la reforma o de la ruptura del


ordenamiento constitucional vigente

Después de más de cuarenta años de existencia de la


actual Constitución panameña, y ante la realidad
constitucional y política que se afronta después de casi
treinta años de retorno al régimen democrático, la gran
pregunta a formular es, ¿reforma o ruptura constitucional?
Por tanto, después de más de cinco procesos de
reformas constitucionales de que ha sido objeto la
Constitución vigente y que fuera aprobada en 1972, y ante

91
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

la realidad constitucional y política actual, ¿lo que ésta


requiere es de nuevas modificaciones? Los desgates del
sistema político imperante y las distorsiones que éste
presenta, ¿son problemas estrictamente constitucionales y,
por consiguiente, sus soluciones pasan por introducirle
nuevas reformas a la Constitución?
Por el contrario, si pese a las distintas, variadas y
sustanciales reformas que se han introducido a la
Constitución vigente y ante la sensación, percepción y
realidad política y constitucional que indican, que las cosas
siguen igual o peor, ¿habrá llegado el momento de afrontar,
ya no un proceso de reformas constitucionales, sino uno
que implique una ruptura constitucional que permita
avocarnos, a un verdadero y profundo cambio o
transformación constitucional?
El momento que se vive, que en gran medida, es el
resultado de todos estos años de aciertos y desaciertos
políticos, económicos e institucionales, de ilusiones y
esperanzas, unas realizadas muchas más frustradas, de
encantos y desencantos, de adelantos y retrocesos, todo
ello dentro del marco de unas instituciones que buscan y
necesitan ser fortalecidas, y de unas reglas democráticas
respetadas y que han permitido la alternabilidad en el
ejercicio del poder político, nos permiten y justifican
preguntarnos, ¿continuidad o ruptura constitucional?
Ante la pregunta formulada y la disyuntiva que ésta
plantea debemos preguntarnos, a la vez, ¿cuáles alternativas
nos da el marco constitucional para afrontar dicha

92
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

interrogante, es decir, la de continuidad o ruptura


constitucional?
Con respecto a la problemática de la continuidad
constitucional se puede decir, en principio, que las
alternativas que nos brinda la Constitución están
claramente definidas. Dicho de otra manera, si lo que se
quiere es reformar, una vez más, la Constitución y, con ello,
mantener el ordenamiento constitucional regulado en ésta,
son tres las opciones que encontraremos y que permitirán,
a la vez que modificar, actualizar o reforzar el espacio de
libertad y de limitación del poder político que la misma
dispone, dar continuidad en el tiempo al ordenamiento
constitucional establecido, sin que se produzca una
perturbación o quebrantamiento constitucional.
En ese sentido, la Constitución dedica todo un Título a
la denominada cláusula de reforma constitucional por
medio de la cual, de ponerse en marcha, se ejercería el
poder constituyente derivado. Lo que debe quedar claro es
que, a través de estas vías, lo único constitucionalmente
viable, una vez activada una de ellas, es introducir
modificaciones a la Constitución, lo que conllevaría
mantener la misma y dar continuidad, por consiguiente, al
ordenamiento constitucional en ésta configurado.
Decimos y afirmamos esto último, pues de eso trata y
en eso consiste, el ejercicio del poder de reforma
constitucional. Es un poder que, como ya vimos, se inicia a
partir de lo previsto en la Constitución, se ejerce acorde a
las reglas fijadas en la misma y por el cual, lo que se busca,
es introducirle reformas a la Constitución. Todo ello

93
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

implica mantener, actualizar o mejorar lo que se reforma,


que no es otra cosa que la Constitución.
Los aludidos métodos de reforma constitucional, y que
están previstos en el artículo 313 y 314 de la Constitución,
son los siguientes:
i) el tradicional de las dos Asambleas según el cual, una
primera Asamblea de diputados, aprueba las propuestas de
reformas constitucionales por la mayoría absoluta de sus
integrantes, las que deberán ser nuevamente aprobadas, por
igual mayoría, por otra Asamblea en otro periodo
legislativo distinto, una vez realizadas las respectivas
elecciones para su renovación. De eso trata el aludido
método de las dos Asambleas.
Una primera Asamblea, en el periodo constitucional
para el cual fue electa, debate y aprueba las propuestas de
reformas constitucionales. Superada esta primera etapa,
dichas reformas así aprobadas tienen que ser remitidas, a la
próxima Asamblea que resulte electa para un nuevo y
distinto periodo constitucional. Esta última Asamblea
deberá aprobar las reformas constitucionales propuestas,
para que se pueda perfeccionar el proceso de reforma
constitucional.
Esta vía de reforma constitucional está prevista, en el
numeral 1 del artículo 313 de la Constitución. Según lo
establecido en el numeral en mención, la primera Asamblea
debe someter, a tres debates las propuestas de reformas y
ser aprobadas, en tales debates, por la mayoría absoluta de
los integrantes de la referida Asamblea. La segunda

94
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Asamblea deberá aprobar, por la misma mayoría, las


reformas constitucionales, en solo debate y sin poder
modificar el Acto constitucional por el que se pretende
reformar la Constitución. Dicho de otra manera, o lo
aprueba tal y como fue aprobado por la primera Asamblea
o lo rechaza.
ii) El otro método regulado en el artículo 313 de la
Constitución, es el de una sola Asamblea de diputados la
que deberá aprobar, en dos legislaturas seguidas, las
propuestas de reformas constitucionales por mayoría
absoluta de sus integrantes las que, a su vez, deberán ser
sometidas a referéndum para su aprobación definitiva. Este
otro método está regulado, en el numeral 2 del artículo 313
de la Constitución. Conforme a este método, la última
palabra la tiene el pueblo ya que, de no contar con la
aprobación de la mayoría, una vez realizado el referéndum,
las propuestas de reformas constitucionales quedarán
rechazadas.
iii) El método de la convocatoria de una Asamblea
constituyente, Asamblea constituyente que en nuestro país
se ha dado en llamar, como Asamblea constituyente
paralela. Sobre este método se harán unos comentarios más
adelante y que está previsto en el artículo 314 de la
Constitución.
Estos son los métodos de reforma constitucional, cada
uno con sus particularidades, que prevé nuestra
Constitución y que, de activarse según cada caso, permiten
introducirle modificaciones a la misma. Son mecanismo
para reformar la Constitución, manteniendo y dando

95
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

continuidad, de esa manera, al ordenamiento constitucional


previsto o configurado en la Constitución. Al optarse por
uno de éstos, no se produce ni se persigue una ruptura
constitucional, ello porque la Constitución no es derogada.
No hay que olvidar que la reforma de la Constitución
implica, el ejercicio de una facultad que está regulada, y
condicionada, a lo que se tenga establecido en la
Constitución que se va a reformar. Se trata, de ahí, de un
poder limitado por la misma norma que lo regula, que lo
prevé, que le fija las condiciones dentro de las cuales le es
dado actuar y que, en consecuencia, le dispone su finalidad.
Si quien está en la capacidad, y en la posibilidad de
reformar la Constitución, encuentra su legitimidad y
sustento en la Constitución, resulta claro que el mismo no
podrá tener un poder mayor que la Constitución en la que
se encuentra regulado. Dicho de manera contundente, y
como en su momento se señaló, el poder de reforma
constitucional es un poder creado y por tanto, al ser un
poder creado, no puede tener ni pretender ejercer, un
poder igual al que es ejercido por su creador. Dicho de esta
otra manera, si el poder constituyente derivado es creado
por el poder constituyente originario, mal puede terminar
pretender tener los mismos poderes que el poder que lo
creo.
Es por esto por lo que se afirma que, de optarse por la
vía de la reforma de la Constitución vigente, al no implicar
ello el reemplazo de la misma por otra, lo que termina
dándose es la continuidad del ordenamiento constitucional
regulado en tal norma suprema, por más que se le

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

introduzcan modificaciones de cierta relevancia y alcance.


Mal se puede poner en marcha, el mecanismo de reforma
constitucional, para un fin distinto del que está previsto.
De ahí la importancia que tiene, como también se ha
expresado, el consenso al que previamente han debido
llegar los diversos grupos, tanto políticos como de la
sociedad civil, en cuanto a lo que se persigue, al avocarse a
poner en marcha un proceso constitucional, ya que ello
determinará, cuál es el resultado final que se quiere con el
mismo. Acordado o consensuado lo que se quiere, se sabrá
cuál es el camino a seguir con respecto a la Constitución.
Se tendrá claro, por tanto, si lo que se pretende es
mejorar, perfeccionar, reformar o modificar la
Constitución, lo que significa que lo que se ha acordado es
mantenerla o, si lo que se quiere, es derogarla lo que
significa que, lo que previamente se acordó, fue
reemplazarla para dar paso a otra Constitución.
La pregunta a formular, de ahí, no es si la vigente
Constitución panameña puede o no ser reformada, pues la
respuesta a esta pregunta la encontramos en la
Constitución, sino si lo que ésta necesita, realmente, es ser
nuevamente modificada luego de todas las reformas que en
distintos momentos se le han introducido. Planteado de
otra manera, los cambios y transformaciones que exige
nuestro país, sobre todo en la forma como se concibe y
ejerce el poder, ¿se podrán dar introduciendo simples
reformas a la Constitución?

97
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

La realidad que se ha vivido en estos años de retorno al


régimen democrático, los efectos que en la práctica ha
producido el sistema político configurado en la
Constitución, dan sustento para afirmar que, ha llegado la
hora de afrontar una ruptura constitucional con dicho
sistema. Una ruptura producto de una amplia, participativa
y representativa concertación entre todos los grupos
políticos y las asociaciones que conforman la sociedad civil,
que implique la mayor legitimidad democrática posible.
Ante esa afirmación cabe preguntarse, ¿permite nuestra
Constitución y, por ende, es posible una ruptura
constitucional concertada sin que ello sea interpretado, a su
vez, como una violación a lo establecido en ella, por
paradójico que sea dicho planteamiento? Para responder
este interrogante con una sustentación mínimamente
aceptable, aunque no necesariamente por ello compartida,
debemos ubicar, en la Constitución, lo que permitiría dar
una respuesta afirmativa. Para esto debemos tener en
cuenta, lo que establece el artículo 314 de la Constitución.
¿Qué dispone el citado precepto constitucional? Que
mediante la convocatoria de una Asamblea constituyente,
que en nuestro caso se ha dado en denominar, Asamblea
Constituyente Paralela, “podrá adoptarse una nueva
Constitución”. No obstante lo así previsto y lo categórico
de dicha expresión, la forma como tal tema, es abordado y
regulado en el citado artículo, merece un análisis más
detenido.
En ese sentido, si bien en el artículo 314 de la
Constitución comienza reconociéndose, como se vio, que

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

se puede adoptar o, lo que es lo mismo, aprobar una nueva


Constitución mediante una Asamblea constituyente, más
adelante se establece que por medio de tal Asamblea
constituyente, se “podrá reformar la actual Constitución de
forma total o parcial”, lo que lleva a imponerle una serie de
limitaciones consistentes en que en ningún caso, al
proceder a reformar la Constitución, las decisiones que
adopte dicha Asamblea constituyente, “tendrán efectos
retroactivos, ni podrán alterar los periodos de los
funcionarios electos o designados, que estén ejerciendo su
cargo al momento en que entre en vigencia la nueva
Constitución”.
Como resulta fácil deducir, quienes configuraron la
Asamblea constituyente, tal y como fue regulada en el
artículo 314 de la Constitución, o no tenían ni idea de lo
que estaban haciendo y, por tanto, poco era lo que sabían
sobre el tema que estaban regulando, lo que explicaría el
contenido del referido artículo, o simplemente lo hicieron a
propósito, con miras a confundir a quienes fueran a poner
en práctica lo previsto en dicha norma constitucional.
Esto es así toda vez que, una lectura de lo que en este
artículo se ha dispuesto, da cuenta que se incurre en una
contradicción, cuando se alude a los motivos que se
tendrían que aducir, al proceder a convocar la aludida
Asamblea constituyente. Es decir, quienes vayan a activar la
vía de la Asamblea constituyente se encontraran con la
siguiente contradicción: el artículo 314 de la Constitución, a
la vez que sirve para hacer y aprobar una nueva
Constitución, lo que implicaría la derogatoria de la

99
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Constitución vigente, con lo que se ocasionaría, sin lugar a


dudas, una ruptura constitucional, sirve a su vez para
reformar la Constitución, lo que conlleva su mantenimiento
y continuidad del orden constitucional en ella dispuesto.
Lo establecido en el citado artículo, por tanto, no es
más que una contradicción ya que, como se explicó, uno es
el poder constituyente originario, que es el que hace la
Constitución, caracterizándose por ser un poder de hecho,
soberano e ilimitado, y otro es el poder constituyente
derivado, que es al que compete reformar la Constitución.
Uno podrá derogar la Constitución, al no estar sujeto a ella,
pues él es el creador de la Constitución, nos referimos al
poder constituyente originario y el otro está condicionado y
sujeto a la Constitución en la que está regulado, lo que
significa que no puede derogarla.
De manera que la Asamblea constituyente regulada en
el artículo 314 de la Constitución no puede ser, a la vez,
una Asamblea constituyente para ejercer, en el mismo
proceso constituyente, el poder constituyente originario y
el poder constituyente derivado. O uno u otro pero no ser
los dos a la vez. Uno excluye al otro en la medida en que
uno es el creador, el que regula, el que constituye y el otro
es el que es creado, regulado, el constituido como poder de
reforma.
Expresado de manera clara, no se puede pretender
derogar la Constitución y, a la vez, reformarla en un solo
proceso constituyente.

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Pese a lo explicado, ¿se puede concertar la convocatoria


de la Asamblea constituyente prevista en el artículo 314 de
la Constitución, para hacer una nueva Constitución? La
respuesta es positiva en la medida en que, como se indicó,
dicho precepto constitucional, no obstante el desacierto en
la manera como fue formulado, permite que vía la
convocatoria de la denominada Asamblea Constituyente
Paralela, se pueda adoptar una nueva Constitución.
Desde luego, de convocarse la referida Asamblea
constituyente con esa finalidad, esto significaría que las
limitaciones que en tal norma se establecen, en cuanto a
que las decisiones que adopte dicha Asamblea
constituyente, no “tendrán efectos retroactivos, ni podrán
alterar los periodos de los funcionarios electos o
designados, que estén ejerciendo su cargo al momento en
que entre en vigencia la nueva Constitución”, no
representarían mayor cosa en lo que respecta a las
funciones que compete ejercer a una Asamblea
constituyente, que haya sido convocada para hacer una
nueva Constitución.
Esto es así toda vez que, al quedar revestida dicha
Asamblea constituyente del poder constituyente originario,
la misma ejercería un poder soberano que, al tener la
capacidad de derogar la Constitución que va a reemplazar,
no quedaría limitada ni condicionada por lo que en ésta se
disponga, incluyendo las aludidas limitaciones.
En concreto, si se pacta o acuerda que la Asamblea
constituyente a convocar, con miras a hacer una nueva
Constitución, queda sujeta a las limitaciones que establece

101
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

el artículo 314 de la Constitución a reemplazar, ya no se


estaría ante una Asamblea constituyente en ejercicio del
poder constituyente originario.
Mal se puede pretender tener un poder constituyente
originario que, a la vez que va a hacer una nueva
Constitución, está limitado por la Constitución que se va a
derogar y a reemplazar. O se va a estar ante una Asamblea
constituyente en ejercicio del poder constituyente originario
y, por consiguiente, no sujeta ni limitada por la
Constitución a reemplazar, o lo que se estará es ante una
Asamblea constituyente en ejercicio del poder
constituyente derivado y, por tanto, limitada, condicionada
y sujeta a la Constitución a reformar sin que pueda
derogarla.
O una cosa u otra pero no la misma a la vez. Dicho de
manera clara y precisa, o se es poder constituyente
originario o no se es. Y si se es, la Asamblea constituyente
por medio de la cual se va a ejercer éste, no puede quedar
sujeta a lo que disponga ni establezca Constitución alguna y
menos a la que se va a reemplazar.
El poder constituyente de quien ejerce el poder
constituyente originario, no puede quedar condicionado a
ningún otro poder del Estado ni mucho menos sujeto a
norma jurídica alguna. O se tiene el poder constituyente
originario, que es un poder político, o no se tiene.
Esa es la disyuntiva en la que se encontraría, y tendría
que afrontar, la Asamblea constituyente que se convocase,
conforme a lo establecido en el artículo 314 de la

102
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Constitución y cuyo propósito sea aprobar una nueva


Constitución.
O sus integrantes asumen sus tareas sin limitación
alguna, en cuanto a la finalidad para la que fueron
convocados, hacer una nueva Constitución, aun cuando
exista un acuerdo previo que pretenda condicionar el
alcance de sus funciones, en base a las limitaciones que
dispone el aludido artículo y a las que ya nos referimos, o
quedan reducidos, restringidos o condicionados como
constituyentes solamente a introducir reformas, con lo que
ya no se trataría de una Asamblea constituyente, en
ejercicio del poder constituyente originario, sino una
Asamblea constituyente en ejercicio del poder
constituyente derivado.
Esto último significaría, que los integrantes de dicha
Asamblea constituyente, con poderes de reforma, no
podrían disponer, real y efectivamente, sobre las reglas del
juego a seguir, en cuanto a la Constitución, pues no
podrían derogar la misma ni eliminar las restricciones que
ésta les impone.
Y, si la pueden derogar, para aprobar una nueva
Constitución, derogada la misma, las limitaciones que ésta
establece a tal Asamblea constituyente denominada como
paralela, desaparecerían con la Constitución derogada.

VII. A manera de reflexión final


No cabe duda que cuando se abordan temas que tienen
que ver con la problemática de la Constitución, ya sea que

103
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

se traten de los relacionados con las diversas formas como


puede ser interpretada ésta, así como los que tienen que
ver, con sus mecanismos de defensa y la recepción de los
tratados internacionales en materia de derechos humanos ,
como los atinentes a los distintos procesos constituyentes
que se pueden poner en marcha, ya sea para introducirle
reformas a la Constitución o cuando de rupturas
constitucionales se trate, entre otros, existirá más de una
concepción y posición en cuanto a la forma de estudiar,
analizar, afrontar o plantear éstos.
Dicho de otra manera, es obvio que en los temas
constitucionales, no puede existir un criterio único y
valedero que excluya cualquier otro sobre tales temas, por
muy versado y sustentado que el mismo sea. Expresado de
forma concreta y contundente, con respecto a los temas
constitucionales no existe una verdad única, absoluta y
excluyente.
Desde luego, lo antes afirmado no implica, que no se
vayan a plantear o exponer posiciones, unas más sensatas
que otras, así como habrá las que sean más fundamentadas,
coherentes, sistematizadas y realistas que otras. En unos
casos, primara el idealismo y la esperanza, en el sentido que
se pueden cambiar las cosas para bien, cuando se abordan
reformas o rupturas constitucionales, en otros el pesimismo
y la desilusión ante tantas promesas de cambios frustradas,
cuando no incumplidas.
Ante la posición, en temas constitucionales, que parte
del supuesto que, todo está mal y hay que cambiarlo,
sustituirlo o reemplazarlo, la posición según la cual, no

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

obstante que hay cosas que no están ni andan bien, éstas se


pueden enmendar, modificar o reformar para mejorarlas,
siempre se plateará la disyuntiva, ¿reforma o ruptura
constitucional? ¿Mantener la Constitución,
introduciéndoles reformar oportunas y necesarias, o
derogar la Constitución para iniciar un nuevo orden o ciclo
constitucional?
¿Qué es lo importante cuando se plantean estos temas
constitucionales? Que en una democracia, pueden y deben
ser abordados, con la mayor amplitud y debate posible, sin
que ninguna de las opciones sea excluida, de antemano, en
la medida en que, conforme a la concepción del régimen
democrático, todos los temas son, en principio, debatibles
quedando sujetos, en cuanto a su aprobación y en ciertos
casos, a la regla de la mayoría, sin que ello signifique que,
por ser la mayoría, sea la más conveniente y convincente.
De ahí que, es la existencia previa de un régimen
democrático, en el que imperen real y efectivamente los
derechos fundamentales y las libertades políticas, así como
en el que se dé una amplia participación ciudadana y en el
que se lleguen a los grandes consensos sobre los temas y
camino a seguir, lo que debe presidir el proceso
constituyente por el que se opte.
Expresado de otra manera, en el proceso
constituyente que se ha de poner en marcha con miras a
reformar o reemplazar la Constitución, según lo que se
haya acordado, caben todos los que integran la sociedad y
sus propuestas, lo que ha de permitir que dicho proceso
cuente con la mayor legitimidad posible.

105
CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

Un recuento de nuestra historia constitucional del


periodo republicano, da cuenta que nuestro país no ha sido
ajeno a los dos tipos de procesos constituyentes, que ya
fueron abordados y analizados en el presente trabajo.
Ello significa, de ahí, que en distintas etapas de nuestra
historia, según el momento político que se vivía, hemos
sido capaces de afrontar y dar respuesta, por vías pacíficas y
democráticas, a las necesidades de cambios,
transformaciones o de reformas constitucionales que se
requerían.
Acorde a ello, ejemplo de un proceso constituyente
promovido, con miras a aprobar una nueva Constitución,
lo constituye el que dio origen a la Constitución de 1946. Si
bien el mismo implicó, una ruptura constitucional con
respecto a lo que preveía la Constitución de 1941,
Constitución que terminó siendo reemplazada por la de
1946, dicha ruptura o quebrantamiento constitucional se
llevó a cabo, por medio de una vía democrática que se
caracterizó, por una amplia participación política. Se
aprobó, de esa manera, lo que en la doctrina se conoce
como, una Constitución de compromiso, por ser producto
del consenso de todos los grupos políticos representativos
de la sociedad.
No obstante, nuestra historia constitucional también
conoce, de experiencias de procesos constituyentes
promovidos, dentro de un contexto contrario a los
principios democráticos y regidos por un régimen
dictatorial. Ejemplo de ello, fue el proceso constituyente
que dio como resultado la aprobación de la Constitución de

106
RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

1972. Ese proceso constituyente se dio, dentro del marco


del régimen militar que imperaba para ese momento, el que
había sido instaurado por motivo del golpe de Estado de
1968.
La Constitución, así aprobada, vino a ser lo que en la
doctrina constitucional se denomina, como Constitución
hegemónica, por ser una Constitución impuesta por el
grupo político que contrala el poder político del Estado. En
su elaboración no se le da participación a los grupos
políticos que adversan, a quienes detentan el poder del
Estado, por lo que ésta solamente refleja y recoge, los
intereses de quienes gobiernan. Esto fue lo que ocurrió con
la elaboración de la Constitución de 1972, que terminó
regulando un régimen militar y dictatorial.
Lo que debe quedar claro, expresado de forma clara y
precisa y sin que haya duda al respecto, es que una ruptura
constitucional puede plantearse y llevarse a cabo, por
medio de vías democráticas, sin que ello sea interpretado o
conlleve un golpe de Estado. ¿Por qué se afirma esto? Por
una parte, porque el pueblo nunca pierde su derecho a
poder cambiar, derogar o reemplazar la Constitución
existente, por una nueva Constitución y, por otra parte,
porque las Constituciones no son ni pueden ser entendidas,
como obras absolutas o definitivas que se aprueban, de una
vez y para siempre.
No hay que olvidar que las Constituciones son normas
jurídicas que se aprueban, en un contexto determinado y
que, por lo mismo, quedan sujetas a las transformaciones, a
los cambios que se producen en su entorno, en la realidad

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CONTINUIDAD O RUPTURA CONSTITUCIONAL

política, social y constitucional, a los hechos que tarde o


temprano, inciden en la forma como son interpretadas o
entendidas y que pueden hacer, más tarde que temprano,
que las mismas queden desfasadas con el tiempo y no
respondan, a las nuevas realidades y necesidades del pueblo
en el que rigen.
En definitiva, así como las Constituciones son hechas
en un momento determinado las mismas, con el pasar del
tiempo y en otro contexto, pueden ser derogadas y
aprobadas otras en su reemplazo.
En concreto, la Constitución no agota ni puede agotar
la democracia, como tampoco puede suprimir ni suprime el
poder constituyente originario del pueblo, poder
constituyente al que siempre podrá recurrirse, cuando las
necesidades históricas de un pueblo así lo impongan.
Y no puede pretenderse que nuestro país escape,
como no ha escapado, a esa realidad. Es por eso por lo
que, así como en otras circunstancias, panameños que
afrontaron otros tiempos de cambios y de rupturas, fueron
capaces de asumir los retos de darse una nueva
Constitución por vías pacíficas y democráticas, los
panameños y panameñas de hoy, también lo pueden hacer,
quizás no igual, pero sí con la posibilidad de hacerlo mejor.
El reto está ahí y habrá que afrontarlo. Una nueva
república siempre es posible.

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RIGOBERTO GONZÁLEZ MONTENEGRO

Bibliografía

Si bien al abordar los temas aquí desarrollados, salvo en


la introducción de la tercera edición, no se cita a pie de
página obra alguna, ello no significa que no se haya
consultado o estudiado a los autores que han tratado
dichos temas de índole constitucional. En ese sentido,
varias son las obras y distintos los autores que nos sirven
de referencia y que nos permiten sustentar lo que aquí
afirmamos. Entre éstos y sus obras podemos señalar, entre
muchas otras, las siguientes.
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Edit. Trotta, España, 2011.
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