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UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS

FACULTAD DE DERECHO Y
CIENCIA POLÍTICA

CURSO: DERECHO
ADMINISTRATIVO ECONOMICO

1° PRACTICA CALIFICADA

DOCENTE:

Mgtr. NOBLECILLA RIVAS LUIS


ANTONIO

NOMBRES Y APELLIDOS:

FREDY REINALDO LUPA


ASUERO

CODIGO DEL ALUMNO:


2016123136

FILIAL:
AREQUIPA
EL MODELO ECONÓMICO PERUANO A LA LUZ DE LOS ÚLTIMOS
CONFLICTOS QUE EVIDENCIAN DIVERSAS POSICIONES: CONTINUIDAD DE
LA CONSTITUCIÓN DEL 93, MODIFICACIÓN DEL CAPÍTULO ECONÓMICO O
NUEVA CONSTITUCIÓN

CONTINUIDAD DE LA CONSTITUCIÓN DEL 93.

El 31 de diciembre de 1993, entró en vigencia la Carta de 1993 luego de su


aprobación por escasa diferencia en el discutido referéndum realizado el 31 de
octubre del mismo año. Como se recordará, la versión original de la Constitución
tuvo por finalidad legitimar el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 y plasmar reglas
no admitidas por la Constitución de 1979, con la finalidad de consolidar el régimen
fujimorista. A tal conclusión puede llegarse a partir del examen de las instituciones
plasmadas en dicho texto: fortalecimiento del Poder Ejecutivo, introducción de la
reelección presidencial inmediata, Congreso unicameral, reducción de atribuciones
de los gobiernos locales y regionales, ampliación de la competencia de la justicia
militar, pretendida extensión de la pena de muerte, entre otras. La novedad más
relevante, no obstante, fue la introducción de un nuevo modelo económico.

En un análisis a la carta magna vigente en el Perú, se puede observar que aun


cuando la Constitución de 1993 no tiene legitimidad de origen, debe quedar claro
que sí cuenta con una legitimidad de ejercicio y, más aún, no se puede dejar de
reconocer que ha tenido méritos. La constitución peruana de 1993 tiene un
desarrollo jurisprudencial sin precedentes en la historia republicana; y que a partir
de que se reinstaura el Tribunal Constitucional, del 2001 a la fecha se tiene un
derecho constitucional peruano cuando antes solo se podía hablar de historia del
derecho.
La actual Constitución ha conducido a cuatro gobiernos constitucionales
consecutivos, algo que en la historia de la república nunca se dio, y ha resuelto
varias crisis políticas, como las transiciones del 2000 y 2018, luego de las renuncias
de los entonces presidentes Alberto Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski,
respectivamente.

En el capítulo económico se fija las reglas de juego y contribuye con la aparición y


crecimiento de una clase media que ha mejorado su calidad de vida.

Actualmente se vienen dando diversas interpretaciones a la Constitución frente a


las denominadas crisis políticas. Tras recordar que las reglas de un juego no se
pueden cambiar, en alusión al respeto que merece la Constitución, que ésta no
puede ser flexible, y más bien r que esta es jurídica pero también política. Es política
porque busca limitar el ejercicio del poder; pero también es jurídica porque lo quiere
frenar a través del derecho. Por ello, es esencial encontrar el equilibrio y armonía
entre estos dos aspectos, porque toda solución que se brinde a una crisis en
general, va a repercutirle a ambos. Si hay algún vacío en alguna situación, habrá
que interpretarla o buscar una salida con lo que dice la Constitución, pero desde el
punto político se debe actuar con responsabilidad porque se puede sentar un
precedente que afecte luego la aplicación de la norma.

MODIFICACIÓN DEL CAPÍTULO ECONÓMICO O NUEVA CONSTITUCIÓN

La propuesta de aprobar una nueva Constitución que reemplace a la de 1993 va


cobrando fuerza y es oportuno analizar su viabilidad jurídica y política.

Nuestra Constitución ha previsto la posibilidad de que su reforma sea total o parcial,


lo cual implicaría, en el primer supuesto, un reemplazo del texto completo de la
Constitución de 1993 con sus modificatorias hasta la fecha. Así lo evidencia la
referencia del artículo 32° a la posibilidad de que puedan ser sometida a
referéndum “La reforma total o parcial de la Constitución”.
La Constitución de 1993 ha sido objeto de 20 reformas constitucionales, en temas
tan disímiles en trascendencia como el capítulo completo de la descentralización y
el cambio de denominación de la Superintendencia de Banca, Seguros y
Administradoras Privadas de Fondos de Pensiones (AFPs). Algunas de ellas han
seguido la vía de la doble votación calificada del Congreso de la República y otras
la del referéndum. Por ejemplo, las reformas mencionadas en este párrafo se
adhirieron al primer procedimiento; mientras que las recientes reformas vinculadas
al sistema electoral fueron aprobadas por referéndum. En ese sentido, nuestra
Constitución ha experimentado casi todas las variables previstas en su texto, menos
la reforma total.

En esta coyuntura, considero que la iniciativa ciudadana de reemplazar la


Constitución de 1993 debe canalizarse por los cauces que ella misma establece. No
debemos acudir a la figura de una asamblea constituyente porque nuestra
Constitución prevé una vía específica, y usar otro mecanismo no previsto en ella
nos conduce a un espacio fuera del marco constitucional. Ello es, no solo
inconstitucional per se, sino muy peligroso porque se carece de límites
constitucionalmente establecidos. Además, hay temas muy relevantes, tales como
definir cuándo y bajo qué reglas se elige la Asamblea Constituyente, y por qué
mecanismo esta aprobará el nuevo texto constitucional que, claro está, ninguna
entidad tiene actualmente competencia para hacerlo.

Es conveniente tener presente que la Constitución de 1993 fue elaborada por un


Congreso Constituyente Democrático elegido por el pueblo luego del auto golpe de
1992, y la Constitución de 1979 por una Asamblea Constituyente elegida en el
marco de un gobierno militar de facto al mando del país desde el golpe militar de
1968. Podría retroceder hacia constituciones previas, pero no es necesario para
comprender que las asambleas constituyentes se vinculan a un quiebre
constitucional que en Perú actualmente no ha ocurrido. Nuestro país tiene su
régimen constitucional plenamente vigente.
Soy consciente que la iniciativa de aprobar una nueva Constitución sobrepasa el
que se esté o no de acuerdo con tal o cual artículo del texto actual de la Constitución
de 1993. La iniciativa política de reemplazar la Constitución Política de 1993
proviene principalmente desde quienes la desconocen y se refieren a ella como “el
documento del 93” o la “Constitución de Fujimori”, minimizando la elección popular
del Congreso Constituyente Democrático y la participación plural de partidos
políticos en él. Es más, quienes asumen esta posición no solo se niegan a precisar
qué artículos en particular merecerían un cambio, sino que reclaman la vigencia de
la Constitución de 1979 como si esta no hubiera sido aprobada expresamente con
lineamientos de un gobierno de facto para institucionalizar las reformas
revolucionarias del gobierno militar.

En este contexto, la salida política y jurídica que consideramos viable es que el


nuevo Congreso asuma la tarea de definir si realiza la reforma total de la
Constitución dentro del marco de las reglas de la Constitución de 1993 y, de ser el
caso, el nuevo texto aprobado tenga una denominación propia que no la vincule con
la que reemplaza.

Respecto de iniciativas tan relevantes como el reemplazo de la Constitución, nos


toca a los peruanos actuar con madurez política y respeto al marco institucional
vigente, buscando consensos y no el caos.

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