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PRESENTACIÓN
La palabra adolescencia significa exactamente hacerse adulto. Esto es, asumir las respon-
sabilidades propias del adulto. Este proceso de asumir los derechos y las obligaciones propias
de la persona adulta resulta, en nuestra sociedad, cada vez más difícil y complejo, y se realiza
a lo largo del periodo que llamamos adolescencia que comienza con la maduración física, esto
es, con la pubertad.
La pubertad, o madurez física, marcaba en las culturas primitivas el paso de la niñez a la
adultez; ahora bien, debido a la complejidad de la sociedad actual, la pubertad es únicamente
el comienzo de un largo proceso hasta convertirse en adulto.
Es por ello que en esta Unidad de Aprendizaje estudiaremos las consecuencias que tienen
para los adolescentes los cambios físicos y sus repercusiones psicológicas, como afectarán al
desarrollo de su identidad e imagen corporal integrándolas de manera efectiva en el autocon-
cepto del adolescente, los cambios que se producen en el desarrollo cognitivo caracterizado
por un pensamiento formal y consolidado durante esta etapa, para finalizar con el desarrollo
moral, emocional y social, donde los iguales adquieren un gran protagonismo para el adoles-
cente.
OBJETIVOS
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Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social
ADOLESCENCIA
DESARROLLO
CAMBIOS FÍSICOS
MORAL
1. INTRODUCCIÓN
2. CAMBIOS FÍSICOS
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cos. Al tiempo que se desarrollan los órganos reproductivos hasta alcanzar la madurez, se
produce una aceleración del ritmo de crecimiento físico que se conoce con el nombre de es-
tirón puberal.
Tanto la maduración sexual como el estirón puberal tienen lugar como consecuencia del
incremento en la producción de ciertas hormonas, principalmente de las hormonas sexuales
masculinas o andrógenos (testosterona) y femeninas o estrógenos.
Estas hormonas están presentes en pequeñas cantidades desde la niñez en los dos sexos,
pero en la pubertad, con la maduración de los ovarios en las chicas, la producción de estró-
genos crece notablemente mientras que la de andrógenos lo hace ligeramente (en circunstan-
cias normales), produciéndose un predominio de las hormonas sexuales femeninas sobre las
masculinas.
Todo lo contrario ocurre en los chicos, en los que la maduración de los testículos ocasiona
un incremento de andrógenos mientras que los estrógenos crecen en mucha menor propor-
ción y como consecuencia un predominio de las hormonas sexuales masculinas. La mayor
presencia de unas o de otras en cada sexo da lugar a la maduración de los caracteres sexuales
primarios y a la aparición de los caracteres sexuales secundarios.
Los caracteres sexuales marcan la diferencia entre los distintos sexos. Los caracteres se-
xuales primarios son los relacionados directamente con la reproducción, esto es, los órganos
sexuales masculinos y femeninos que maduran durante la pubertad. Los caracteres sexuales
secundarios no están directamente relacionados con la reproducción, pero configuran la mor-
fología típicamente masculina o femenina y constituyen un signo externo de la madurez sexual
de la persona. Asimismo, el incremento de las hormonas sexuales, en unión con algunas otras,
es el factor fundamental para impulsar definitivamente el crecimiento físico, puesto que después
el crecimiento ya no será posible debido a la soldadura de los cartílagos de unión (Dosil, 2012).
Siguiendo a Dosil (2012), los caracteres sexuales primarios que, como se dijo, son órganos
necesarios para la reproducción, son: ovarios, útero y vagina en las chicas, y testículos, pene
y próstata en los chicos, y maduran en la pubertad. Al tiempo, y como indicadores de la ma-
durez sexual aparecen los caracteres sexuales secundarios: el crecimiento de los senos y el en-
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El término tendencia secular fue utilizado por los especialistas para referirse a la aceleración
observada en el último siglo en el proceso de desarrollo físico en niños y adolescentes.
Por lo que se refiere a la pubertad, implica que las personas alcanzan antes la madurez se-
xual, y que su talla y tamaño son cada vez mayores. Así, en la actualidad, la edad media de la
aparición de la menarquía está entre los 12 y 13 años, mientras que hace un siglo estaba entre
los 15 y los 16. Este fenómeno sirve para demostrar que la asistencia sanitaria, la nutrición y
las condiciones de vida pueden hacer que las personas crezcan más y en menos tiempo. Ahora
bien, los datos hacen pensar que en los países más desarrollados, la mayoría de la población
alcanzará algún límite determinado genéticamente, y no es probable que la mejora de la calidad
de vida pueda adelantar mucho más la maduración sexual (Dosil, 2012).
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Los cambios físicos que se producen en la pubertad marcan la vida de los chicos y de las
chicas de esta edad pues tienen consecuencias sobre sus vivencias, sus emociones e intereses,
pero la reacción emocional de cada uno de ellos va más allá de los cambios físicos, puesto
que va a depender, también, de factores personales, familiares, educativos y sociales (Gor-
don-Larson, McMurray y Popkin, 2000).
Desde siempre se ha visto la adolescencia como un periodo de crisis tanto personal como
social, caracterizado por la rebeldía, por el deseo de enfrentarse a lo establecido, por la ines-
tabilidad emocional e, incluso, por una cierta tendencia al desequilibrio psicológico. En la ac-
tualidad, se admite que en la mayoría de los casos estos rasgos son bastante aparentes, aunque
menos graves de lo que se creía; sin embargo, tradicionalmente, los especialistas solían buscar
una explicación a los mismos en los cambios biológicos (Hall, Freud, etc.) o en la situación
personal y social del adolescente (teorías sociológicas o antropológicas). Actualmente, tiene
cierto sentido plantear el problema, por ejemplo, en términos de cómo el incremento de las
hormonas sexuales que se produce en la adolescencia puede afectar a la estabilidad emocional
y a la conducta sexual de las chicas y chicos.
Este planteamiento se basa en el hecho de que el síndrome premenstrual, relacionado di-
rectamente con el ciclo hormonal femenino, se caracteriza no solo por los síntomas físicos
sino también por alteraciones emocionales como la irritabilidad, la ansiedad, la depresión, tan
comunes antes y durante el periodo menstrual. E igualmente se sabe que un nivel artificial-
mente alto de testosterona para incrementar el rendimiento físico (en el caso de los atletas
para mejorar sus marcas personales) produce un incremento de la agresividad física y verbal,
tanto en mujeres como en hombres.
Son necesarias más investigaciones que muestren más luz sobre las repercusiones que tiene
la biología en las vivencias y en el comportamiento de las personas, y para conocer bien el
efecto de las hormonas sexuales sobre la forma de sentir y actuar de los púberes y adolescen-
tes. Bien es verdad, que el incremento de las hormonas sexuales en la pubertad muestra una
clara relación con estados como irritabilidad, impulsividad, dificultad de concentración, an-
siedad, agresividad, depresión etc.; pero si esto es cierto, también habrá de tenerse en cuenta
que las influencias familiares y sociales condicionan la madurez personal y emocional de las
chicas y chicos, que al actuar conjuntamente con los factores biológicos pueden modular y
controlar la influencia de estos (Dosil, 2012).
Como bien es sabido el desarrollo psicosexual, esto es, la capacidad para tener relaciones
maduras satisfactorias y responsables va más allá de la simple maduración genital. El desarrollo
de una sexualidad satisfactoria, en armonía con las propias necesidades y valores es, en la ma-
yoría de las personas, una condición fundamental para alcanzar la felicidad, y un fracaso en
este sentido suele ser fuente de conflictos y de infelicidad. Puesto que se trata de un tema al
que se le presta en la actualidad mucha atención no merece la pena insistir en ello, aunque de-
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bemos decir, por paradójico que parezca, que si la sexualidad es, posiblemente, el gran mito
de nuestra sociedad, tal vez se deba a que las familias y los educadores no le prestan la debida
atención en el momento adecuado.
Sin embargo, a pesar de la liberación experimentada por la sociedad en este tema en los
últimos años, el desarrollo psicológico vinculado a esta problemática continúa siendo una tarea
no fácil y no exenta de conflictos para chicas y chicos (Pressley y Roehrig, 2002; Santrock, 2003).
Debe quedar claro que la sexualidad en modo alguno debiera ser considerada como un
problema ni a esta edad ni en ninguna otra. Ahora bien, si esto es cierto no lo es menos que
en la edad a la que nos referimos surgen ciertas dificultades que es necesario afrontar de forma
adecuada y, para ello, se necesita una buena formación. Afortunadamente son muchos los
adolescentes, que a pesar de las tensiones que conlleva el logro de la madurez, consiguen su-
perar con relativo éxito las dificultades con las que se encuentran.
La falta de información, o ideas falsas sobre la sexualidad a estas edades pueden causar in-
quietud y ansiedad sobre lo que están viviendo, en algunos chicos y chicas. Así, la menarquía
puede experimentarse como algo negativo en incluso traumático si la chica no ha sido prepa-
rada adecuadamente o aquella ha tenido lugar de forma precoz. Ciertamente, existen muchos
tabús al respecto y si a esto se le añade las molestias reales que les producen a bastantes mu-
jeres, se comprende que haya bastantes chicas que la vivan con cierto desagrado.
Con similar preocupación pueden vivir los chicos las emisiones nocturnas o sueño húmedo
cuando no son debidamente informados de ello. Algo parecido puede ocurrir con la mastur-
bación y con las fantasías sexuales, que se incrementa en estos años que, si bien son comunes
en ambos sexos, son más frecuentes en ellos. Algunos llegan a pensar que tal vez no sean del
todo normales por estas prácticas o que le puedan causar daños físicos como excesivo gasto
de energía o riesgo de agotar los espermatozoides (Brooks-Gunn y Paikoff, 1997; De Bellis,
Keshavan, Beers, Hall, Frustaci, Masalehdan y Boring, 2001; Patterson, 1995).
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parta. Algunas chicas y chicos son conscientes de su diferencia desde niños, otros lo descubren
en la adolescencia (o en la edad adulta), unos lo aceptan y otros se niegan a aceptarlo, espe-
cialmente si en su entorno resulta difícil asumirlo (Dosil, 2012).
Un número importante de adolescentes teme ser homosexual, en buena medida porque
en esta etapa de la vida las experiencias homosexuales son relativamente frecuentes, aunque
las experiencias aisladas en este campo no condicionan la orientación sexual. El hecho de que
afecte a un 4/5 por 100 de los individuos, independientemente de su cultura y momento his-
tórico, es uno de los argumentos que aducen los que defienden el importante papel que en
ello juega la biología. En todo caso, sus consecuencias pueden dificultar el desarrollo psico-
sexual en la adolescencia, puesto que les resulta, en principio, más difícil para gays y lesbianas,
tanto por ser un grupo minoritario, como por las presiones sociales que reciben.
Nuestra sociedad mitifica la imagen externa convirtiéndola en un valor casi absoluto, tanto
en la vida real como en los medios de comunicación. Los modelos estéticos que proporcionan
estos medios son excepcionales y, a veces, enfermizos o irreales. Si a esto se añade la necesidad
de los chicos y chicas a estas edades de ser aceptados por sus compañeros, fácilmente se com-
prende la importancia de la imagen física, también conocida como tiranía del cuerpo. De ahí
la necesidad ineludible de muchos por alcanzar un cuerpo ideal realizando todo tipo de sacri-
ficios (Shapka y Keating, 2005).
La importancia del aspecto físico reviste en estos años una especial relevancia, puesto que
se convierte en criterio decisivo del juicio u opinión que tienen sobre sí mismos, lo que explica
la cantidad de horas que a estas edades están ante el espejo. En diversas investigaciones se
destaca que lo que más les preocupaba a los púberes y adolescentes de su propia persona son
los rasgos corporales, antes que cualquier otro. Y en la misma línea contestaron cuando les
preguntaba sobre lo que cambiarían de sí mismos. Los adolescentes, y principalmente las
adolescentes, valoran negativamente su apariencia física en relación con el tipo ideal de su gru-
po de edad, manifestando un sentimiento de descontento y un deseo de cambio y de mejora
corporal.
Otro aspecto importante vinculado a la imagen corporal es el relativo a las repercusiones
de la maduración temprana o tardía. En efecto, una precocidad o un atraso en la maduración
física hacen que los adolescentes se sientan desfasados en relación con sus compañeros, lo
que le puede proporcionar ventajas o desventajas con las lógicas repercusiones psicológicas.
Para los chicos es una ventaja la mayor fuerza física por lo que los que maduran antes
tienen más posibilidades de ser líderes, y los que maduran tarde suelen tener más problemas
de adaptación y de sentirse marginados y dominados.
Sin embargo, para las chicas las ventajas de la precocidad no son tan claras, puesto que si
bien pueden sentirse más atractivas para los chicos de cursos superiores se encuentran más
desfasadas en relación con los compañeros de su edad y, además, les resulta más complicado
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3.2. Autoconcepto
3.3. Autoestima
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El autoconcepto está afectado por múltiples factores entre los que cabe destacar: los éxitos
y fracasos y la importancia que el sujeto les da a estos; la valoración recibida de los demás (en
particular de “los otros significativos”); la comparación social; y las atribuciones o modo en
cómo explicamos lo que nos ocurre.
El autoconcepto es una realidad dinámica que experimenta variaciones como consecuencia
del desarrollo. Con la edad, se incrementa su grado de diferenciación y organización hasta
llegar a ser una teoría del yo relativamente coherente y compleja, sobre los 15 años, produ-
ciéndose cambios en el predominio o en la atención a distintas dimensiones del yo.
En general, los niños pequeños tienen un autoconcepto positivo e inflado y cuando se au-
todescriben hacen referencia a aspectos observables concretos y externos, mientras que los
adolescentes desarrollan una visión de sí más realista e incluso más pesimista, y en sus auto-
descripciones destacan aspectos de su mundo interno y privado y se describen con referencia
a categorías más abstractas.
El autoconcepto influye y condiciona hasta cierto punto la conducta. Las personas con
alta autoestima confían en sus fuerzas, capacidades y virtudes por lo que se muestran asertivos
y motivados por la búsqueda del éxito, mientras que las personas con baja autoestima muestran
insatisfacción y rechazo de sí mismas, tienen dificultades para manejar óptimamente las si-
tuaciones y se sienten vulnerables frente a las situaciones amenazantes.
3.4. Identidad
La búsqueda de la propia identidad es, según E. Erikson, la tarea más importante del ado-
lescente. En otras palabras, encontrar una autodefinición coherente que responda a la pregunta
“¿quién soy yo?”. La identidad es un aspecto esencial de nuestra personalidad y hace referencia
a dos ideas: en primer lugar, a la noción de autoconsistencia o unidad (ser uno mismo en el
momento presente y a lo largo del tiempo); y, en segundo lugar, a la diferenciación o distinción:
tener identidad es ser diferente, es ser distinto a los demás. Por lo tanto, la identidad es lo que
nos hace únicos y diferentes de las demás personas. Debido a los cambios rápidos, tanto fí-
sicos, como mentales y sociales que se producen en la adolescencia, es normal que se vea
afectado su sentimiento de identidad (Adams, Abraham y Markstrom, 2000; Berzonsky, 2002;
Bosma y Kunnen, 2001).
La primera conclusión a la que nos lleva la teoría de E. Erikson es que los adolescentes
deberán pasar una crisis para alcanzar la identidad adulta; crisis que se caracteriza por someter
a análisis y a juicio las creencias, los valores y la ideología recibida. Cuando la crisis se supera
de forma satisfactoria, el adolescente descubre o elabora una serie de creencias y de valores
personales con los que se compromete y a los que intenta ser fiel, pero cuando la crisis no se
supera, el adolescente termina no creyendo en nada, y no comprometiéndose con nada, puesto
que piensa que nada merece la pena.
Marcia (Marcia, 1966; Marcia y otros, 1993) establece cuatro tipos o estados de identidad
en la adolescencia en base a dos conceptos o criterios básicos:
1. Exploración: el adolescente debe dedicar un tiempo a reflexionar, contrastar, ensayar
y analizar los diferentes ámbitos o áreas de su experiencia personal y social (amistades,
estudios o trabajo, ideas religiosas y políticas, valores, cultura y sociedad, etc.).
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4. DESARROLLO COGNITIVO
De acuerdo con Piaget, la última etapa del desarrollo cognitivo se inicia a partir de los 11
años y se denomina periodo de las operaciones formales, pues ya no será necesaria la realidad
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concreta para operar, sino que es posible realizar operaciones abstractas. Esta capacidad de
desarrollo del pensamiento abstracto es evidente cuando los adolescentes se preguntan por
cuestiones universales tales como la justicia o la libertad, consideraciones hasta el momento
indiferentes, así como al realizar análisis físicos o matemáticos con términos complejos. Para
Elkind (1967) la etapa de las operaciones formales constituye la “conquista del pensamiento”.
Entre las nuevas estrategias cognitivas que se desarrollan en este periodo cabe señalar el
pensamiento hipotético-deductivo, es decir, ante un problema se elabora una teoría general
sobre el mismo donde se incluyen todos los factores que pueden estar afectando y, posterior-
mente, se deducen hipótesis específicas. Estas hipótesis son probadas y se confirma cuáles
son aplicables al mundo y al momento concreto de estudio. Para comprobar estas estrategias
de solución de problemas Piaget diseñó un experimento que utilizaba un péndulo suspendido
en una cuerda y una serie de pesos. El objetivo del problema era determinar qué factores afec-
taban a la velocidad del movimiento del péndulo, manejando, entre otras variables, la longitud
de la cuerda, los distintos pesos, la fuerza de oscilación del péndulo y la altura desde la que se
soltaba el péndulo.
El modo de resolución del problema de los adolescentes manifestó, por un lado, su capa-
cidad para realizar una investigación sistemática, probando cada una de las hipótesis, regis-
trando los datos con objetividad y, por otro lado, elaborando conclusiones lógicas. Esta forma
de análisis, cercana al pensamiento científico, manifiesta un enorme salto frente al pensamiento
operacional que, aunque con capacidad para comprobar hipótesis, se trata de una comproba-
ción inconstante y con dificultades para separar las influencias de cada factor, manteniendo
opiniones aun cuando la evidencia empírica se muestre en su contra. Así pues, lo que distingue
al pensamiento formal de etapas anteriores es el manejo de posibilidades abstractas.
Como decíamos, el pensamiento abstracto nos permite alejarnos de los hechos y situaciones
concretas. Sin embargo, en los primeros años de la adolescencia esto no se logra plenamente,
sobre todo en el ámbito de las relaciones interpersonales, debido a que los aspectos emociona-
les distorsionan el pensamiento lógico, tal como lo demuestran diferentes investigaciones. Pa-
samos a comentar, a continuación, algunos rasgos del pensamiento adolescente (Dosil, 2012).
4.2.1. Egocentrismo
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Es normal que alguien, después de lo dicho en el párrafo anterior, crea que los demás están
permanentemente pendientes de él. El exagerado sentido del ridículo y la timidez de muchos
adolescentes tienen mucho que ver con esto. De alguna manera podríamos decir que el ado-
lescente es un actor ante una audiencia imaginaria formada por todo el universo que está pen-
diente de él como gran protagonista.
El rasgo que acabamos de describir le lleva a pensar que en esas situaciones no caben tér-
minos medios: “¿de qué sirve que yo me esfuerce día a día si poco o nada va a depender de
lo que yo haga?”. Por ejemplo: “tengo un maravilloso sueño ecologista, pero para poder rea-
lizarlo necesitaría muchos medios, casi un milagro; por lo tanto, que yo tire un papel o una
colilla en el suelo poco o nada va a cambiar, no tendrá importancia alguna”. Las personas que
no valoran el esfuerzo diario, la superación diaria, pueden quedarse toda su vida esperando
un milagro para llevar a cabo sus sueños, o, tal vez algo peor, creerse y sentirse salvadores.
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5. DESARROLLO SOCIAL
Siguiendo a Dosil (2012), una cierta confrontación con las normas y valores de la sociedad
adulta cumple, para muchos investigadores, una función saludable en este momento de desa-
rrollo. La rebelión adolescente incluiría la existencia de conflictos con los padres, enfren-
tamiento con los valores y normas de comportamiento aceptado socialmente, así como
aislamiento e incomunicación con los adultos, unida a inestabilidad emocional. Los resultados
de las investigaciones nos indican que si bien la rebelión adolescente suele llamar bastante la
atención, sin embargo, son minoritarios los conflictos que presentan cierta gravedad, no pa-
sando del 20 por 100 las familias que viven esa situación.
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Existe la creencia por parte de los adolescentes (pero posiblemente también por parte de
los adultos) de que gran parte de los compañeros de su generación comparten sus valores y
que la mayoría de los adultos están desfasados. Ahora bien, en la mayoría de los casos, este
conflicto es más aparente que real, originado principalmente por algo normal al desarrollo
como es la necesidad de un cierto distanciamiento entre los hijos y los padres como conse-
cuencia de su madurez sexual, y de la necesidad de desarrollar la propia identidad, más que
de una ruptura real entre valores de distintas generaciones. Por esta razón, las disputas entre
padres e hijos adolescentes son más frecuentas entre los 12 y 14, años tendiendo a disminuir
progresivamente. La gran mayoría de los adolescentes suelen rechazar los valores de sus padres
de forma parcial y transitoria, y gran parte de sus discusiones tienen que ver con una mayor
demanda de libertad.
Una condición fundamental para un desarrollo no problemático de la independencia es el
estilo educativo de los padres (Allen et ál., 2001). Una de las clasificaciones más seguidas, contem-
pla la existencia de tres grandes estilos de educación parental: autoritario, democrático y per-
misivo. Estos estilos se diferencian por el grado de libertad que los padres les dan a sus hijos.
En el democrático (caracterizado por regularidades y perturbaciones), los padres procuran
definir las actividades de los hijos de manera racional y orientado al problema; en el autoritario
(caracterizado por muchas regularidades y pocas perturbaciones), los padres valoran la obe-
diencia y creen en la restricción de la autonomía del hijo, y en el permisivo (caracterizado por
muchas perturbaciones y pocas regularidades), los padres proporcionan toda la autonomía
posible, siempre que no se ponga en peligro la supervivencia física del hijo.
Los estudios vienen a decirnos el estilo educativo democrático es, en líneas generales, el
más aconsejable desde un punto de vista psicológico-educativo. El estilo democrático se ca-
racteriza por un grado de libertad moderado y por una exigencia razonada o justificada. Es,
sin lugar a dudas, el que más contribuye a que los niños y adolescentes sean cada vez más res-
ponsables, independientes y que tengan una adecuada autoestima. Asimismo, tienen un mejor
concepto de sus padres que los restantes y valoran mejor la educación recibida.
En la adolescencia, los iguales ocupan un papel muy importante en la vida de los chicos y
chicas. Gran parte del tiempo lo pasan con los compañeros y amigos, que con frecuencia pa-
recen ser más importantes que la familia. El adolescente necesita contar con un grupo de
iguales, no sólo para divertirse, sino también como medio de aprendizaje personal y social,
de contraste de opiniones, de ensayo de experiencias y de afirmación e independencia frente
al mundo adulto (Brown, Theobald y Klute, 2002).
La influencia de los iguales no es la misma en todos los adolescentes. En algunos casos
puede ser profunda y afectar a su forma de pensar y de actuar, a las actitudes y valores y a
muchos aspectos del estilo de vida cotidiano. En los comienzos de la adolescencia la influencia
es mayor y parecen ser más influenciables los chicos que las chicas. En ambos géneros, en ge-
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neral, la influencia se hace más patente en aspectos poco trascendentales, como la forma de
vestir, el gusto por un tipo de música, lugares de ocio frecuentados, seguimiento de modas y
estilos de conducta. Pero, los padres siguen ejerciendo una gran influencia en los temas y
cuestiones más importantes, como los estudios, salud, ideas, valores, normas básicas de con-
vivencia o problemas serios a los que hacer frente.
Durante la adolescencia se crean grupos de iguales organizados fuertemente (Berk, 1998).
La pertenencia a estos grupos da identidad al adolescente, ya que le hace sentirse diferente y
con rasgos propios frente a una colectividad informe y más numerosa, como puede ser el
conjunto de alumnos del colegio o instituto al que asiste.
Por ultimo, durante los años de adolescencia la amistad toma una mayor profundidad. Para
los chicos y las chicas de estas edades la amistad se mide desde dos perspectivas. La primera,
y la más importante, es la intimidad. Ésta se basa en la cercanía psicológica y comprensión
mutua. Y la segunda, los adolescentes quieren que sus amigos sean leales, que estén a su lado
y no les abandonen por otra persona (Berndt, 1999). A estas edades, los amigos son impor-
tantes para aliviar el dolor psicológico provocado por la soledad, la tristeza o el miedo.
Las chicas valoran más la cercanía emocional, los vínculos íntimos y la confianza que los
chicos, lo que no significa que éstos no tengan verdaderas amistades ni valoren aquellos as-
pectos, sino que en sus relaciones amistosas valoran más otras áreas, como las deportivas o
aficiones. La intimidad en los chicos está relacionada con la mayor o menor identificación de
género. Los que se identifican fuertemente con su papel masculino es menos probable que
formen relaciones íntimas que aquellos que son más flexibles en ese aspecto.
6. DESARROLLO EMOCIONAL
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En este periodo, según los estadios de Hoffman (1991) se alcanza el nivel de empatía con
la desgracia de los demás, de tal forma que emerge la conciencia de que el sufrimiento de los
otros no es algo transitorio, sino que responde a una situación y circunstancias previas. Esta
capacidad empática puede promover el desarrollo de actitudes dirigidas a aliviar el sufrimiento
de diversos grupos sociales.
Por último, y aunque muestran una mayor capacidad para controlar sus emociones, em-
pleando estrategias cognitivas más elaboradas tales como la evitación, el distanciamiento o el
desplazamiento, todavía tendrán que esperar a la etapa adulta para lograr el empleo de estra-
tegias más maduras tales como la reevaluación de la situación, la ironía o el humor (Labou-
vie-Vief, Hakim-Larson, Devoe y Schoeberlein, 1989), pues poseer la capacidad, al igual que
ocurre en el adulto, no siempre implica el uso de la misma pues pueden verse desbordados
por los cambios que deben afrontar.
7. DESARROLLO MORAL
En este estadio, las personas consideran las leyes y las reglas como instrumentos flexibles
al servicio de los objetivos humanos. Pueden imaginar alternativas al orden social vigente. Se
pueden cambiar y modificar las leyes cuando hay una buena razón para hacerlo. Las normas
que rigen la conducta se pueden acordar entre los miembros de una sociedad, de modo que
se busquen normas que promuevan el bien de todos sus miembros.
Representa el estadio más elevado del razonamiento moral. El individuo se basa en su pro-
pia conciencia para decidir lo que es correcto y lo que no lo es. Define la moralidad en térmi-
nos de principios y valores absolutos que son aplicables en todas las sociedades y situaciones
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particulares. Más que unas normas de conducta, la persona tiene unos principios o criterios
universales, como los derechos humanos.
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ACTIVIDADES
1. Realiza un trabajo de campo a través de entrevistas con tus amigos/as sobre la pubertad
e investiga cuándo comenzó en su caso y cómo se dieron cuenta de ello. A continuación,
comenta las experiencias positivas y negativas que hayan tenido. Comprobarás que los va-
rones que maduran temprano manifiestan más experiencias positivas que los que lo hacen
más tardíamente, todo lo contrario a lo que ocurre en las mujeres.
2. Analiza las consecuencias que la aparición del pensamiento formal supone, y relaciona
este hecho con el idealismo y la rebelión adolescente y juvenil.
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EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN
3. ¿Qué fenómeno sirve para demostrar que la asistencia sanitaria, la nutrición y las condi-
ciones de vida pueden hacer que las personas crezcan más y en menos tiempo?
a) Cohorte generacional.
b) Tendencia secular.
c) Audencia secular.
d) Fenómeno generacional.
5. ¿A qué nos referimos con una realidad compleja integrada por múltiples percepciones en distintos
ámbitos que engloba las imágenes o percepciones de lo que creemos ser, de lo que nos gustaría ser y de lo
que le presentamos o queremos presentarle a los demás?
a) Autoconcepto.
b) Autoconcepto ideal.
c) Autoestima.
d) Autoconcepto real.
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6. De los cuatro tipos o estados de identidad definidos por Marcia, en cuál de ellos el ado-
lescente debe tomar conciencia personalmente, de los valores, creencias, trabajos y per-
sonas que encuentra en su medio sociocultural y requiere de un tiempo para conocer,
explorar y experimentar las opciones y posibilidades que el medio ofrece al adolescente.
a) Identidad realizada.
b) Identidad hipotecada.
c) Identidad difusa.
d) Estado de moratoria.
7. Entre las nuevas estrategias cognitivas que se desarrollan durante la adolescencia cabe se-
ñalar el:
a) Pensamiento deductivo.
b) Pensamiento hipotético-inductivo.
c) Pensamiento hipotético-deductivo.
d) Pensamiento inductivo.
9. Durante los años de adolescencia la amistad toma una mayor profundidad ¿Cuál es el pri-
mer aspecto y más importante basado en la cercanía psicológica y comprensión mutua?
a) Lealtad.
b) Complicidad.
c) Confianza.
d) Intimidad.
10. ¿En qué estadio de desarrollo moral las normas que rigen la conducta se pueden acordar entre los
miembros de una sociedad, de modo que se busquen normas que promuevan el bien de todos sus miembros?
a) Orientación del contrato social.
b) Orientación del pensamiento postconvencional.
c) Orientación de los principios éticos universales.
d) Orientación del contrato normativo.
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GLOSARIO
Adolescencia: etapa del desarrollo (que se inicia con la pubertad) en la que se producen cambios
físicos, psicológicos y sociales que convierten a un niño en adulto.
Egocentrismo: fenómeno que se da en una etapa del desarrollo, en que no se diferencia el yo
del no yo, es decir, entre el sujeto y los objetos.
Fabulación: actividad mental por la que un individuo inventa un hecho imaginario y lo relata
como real.
Identidad personal: es lo que nos hace únicos y diferentes de las demás personas. Es un aspecto
esencial de nuestra personalidad y hace referencia a dos ideas: a la noción de autoconsis-
tencia o unidad (ser uno mismo en el momento presente y a lo largo del tiempo) y a la di-
ferenciación o distinción (tener identidad es ser diferente, es ser distinto a los demás).
Identidad sexual: hecho de identificarse con las características biológicas, psicológicas y sociales
propias del hombre o de la mujer.
Pensamiento abstracto/formal: representa la culminación del desarrollo intelectual, y supone la li-
beración o la superación definitiva del pensamiento en relación con la realidad concreta.
Nos permite elaborar hipótesis, razonar sobre ellas y someterlas a prueba.
Pubertad o madurez física: marcaba en las culturas primitivas el paso de la niñez a la adultez. De-
bido a la complejidad de la sociedad actual, la pubertad es únicamente el comienzo de un
largo proceso hasta convertirse en adulto.
Rebelión adolescente: incluye la existencia de conflictos con los padres, enfrentamiento con los
valores y normas de comportamiento aceptadas socialmente, así como aislamiento e in-
comunicación con los adultos, e inestabilidad emocional.
Tendencia secular: aceleración observada en el último siglo en el proceso de desarrollo físico en
niños y adolescentes.
Toxicidad: efecto nocivo de una sustancia sobre la mente o el organismo. El daño puramente
físico no suele ser lo que presenta mayor peligro, sino el hecho de que el consumo de de-
terminadas drogas introduce a los sujetos en ambientes y estilos de vida destructivos.
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