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Adolescencia

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PRESENTACIÓN

La palabra adolescencia significa exactamente hacerse adulto. Esto es, asumir las respon-
sabilidades propias del adulto. Este proceso de asumir los derechos y las obligaciones propias
de la persona adulta resulta, en nuestra sociedad, cada vez más difícil y complejo, y se realiza
a lo largo del periodo que llamamos adolescencia que comienza con la maduración física, esto
es, con la pubertad.
La pubertad, o madurez física, marcaba en las culturas primitivas el paso de la niñez a la
adultez; ahora bien, debido a la complejidad de la sociedad actual, la pubertad es únicamente
el comienzo de un largo proceso hasta convertirse en adulto.
Es por ello que en esta Unidad de Aprendizaje estudiaremos las consecuencias que tienen
para los adolescentes los cambios físicos y sus repercusiones psicológicas, como afectarán al
desarrollo de su identidad e imagen corporal integrándolas de manera efectiva en el autocon-
cepto del adolescente, los cambios que se producen en el desarrollo cognitivo caracterizado
por un pensamiento formal y consolidado durante esta etapa, para finalizar con el desarrollo
moral, emocional y social, donde los iguales adquieren un gran protagonismo para el adoles-
cente.

OBJETIVOS

• Describir los principales cambios físicos y características del desarrollo humano en la


pubertad y adolescencia, así como las repercusiones psicológicas.
• Analizar los procesos cognitivos propios en la etapa de la adolescencia.
• Valorar la importancia durante esta etapa de la imagen corporal, el autoconcepto y la
autoestima para un adecuado desarrollo personal en la formación de la identidad del
adolescente.
• Conocer la influencia de los iguales en esta etapa evolutiva para un desarrollo social,
emocional y moral óptimo.

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ESQUEMA DE LOS CONTENIDOS

ADOLESCENCIA

DESARROLLO
CAMBIOS FÍSICOS
MORAL

DESARROLLO DESARROLLO DESARROLLO


PERSONAL: SOCIAL EMOCIONAL
IMAGEN
PERSONAL,
AUTOCONCEPTO, DESARROLLO
AUTOESTIMA E COGNITIVO
IDENTIDAD

EXPOSICIÓN DE LOS CONTENIDOS

1. INTRODUCCIÓN

Se utiliza el término adolescencia para referirnos a la etapa de desarrollo en la que se pro-


ducen cambios físicos, psicológicos y sociales que convierten a un niño en adulto; esto es, el
periodo en el que una persona alcanza la madurez física, intelectual, emocional y social, mien-
tras que utilizamos el término pubertad para referirnos únicamente a la etapa en que se pro-
duce la madurez física y que coincide con el comienzo de la adolescencia.
Asimismo, hay autores que utilizan la palabra pubescencia para referirse al proceso de ma-
duración y el de pubertad para la consecución de la madurez sexual, pero la mayoría de los
autores suelen utilizar estas dos palabras como sinónimas, contribuyendo, de esta manera, a
evitar la proliferación de términos (prepubertad, preadolescencia) que más que clarificar con-
ceptos contribuyen a la confusión.
El término juventud generalmente se emplea para designar la fase de la vida, o el corres-
pondiente sector de la población, que incluye la adolescencia y el inicio de la adultez, mientras
que juvenil aplicado, por ejemplo, a delincuencia, se refiere a sujetos que carecen de la mayoría
de edad legal (Baltes, 2000).

2. CAMBIOS FÍSICOS

La pubertad supone la consecución de la madurez sexual y la culminación del crecimiento


corporal (Archibald, Graber y Brooks-Gunn, 2003). La madurez sexual o capacidad de re-
producción se pone de manifiesto con la aparición del ciclo menstrual en las chicas, es decir,
con la menarquía o primera menstruación, y con las primeras emisiones seminales en los chi-

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cos. Al tiempo que se desarrollan los órganos reproductivos hasta alcanzar la madurez, se
produce una aceleración del ritmo de crecimiento físico que se conoce con el nombre de es-
tirón puberal.
Tanto la maduración sexual como el estirón puberal tienen lugar como consecuencia del
incremento en la producción de ciertas hormonas, principalmente de las hormonas sexuales
masculinas o andrógenos (testosterona) y femeninas o estrógenos.
Estas hormonas están presentes en pequeñas cantidades desde la niñez en los dos sexos,
pero en la pubertad, con la maduración de los ovarios en las chicas, la producción de estró-
genos crece notablemente mientras que la de andrógenos lo hace ligeramente (en circunstan-
cias normales), produciéndose un predominio de las hormonas sexuales femeninas sobre las
masculinas.
Todo lo contrario ocurre en los chicos, en los que la maduración de los testículos ocasiona
un incremento de andrógenos mientras que los estrógenos crecen en mucha menor propor-
ción y como consecuencia un predominio de las hormonas sexuales masculinas. La mayor
presencia de unas o de otras en cada sexo da lugar a la maduración de los caracteres sexuales
primarios y a la aparición de los caracteres sexuales secundarios.
Los caracteres sexuales marcan la diferencia entre los distintos sexos. Los caracteres se-
xuales primarios son los relacionados directamente con la reproducción, esto es, los órganos
sexuales masculinos y femeninos que maduran durante la pubertad. Los caracteres sexuales
secundarios no están directamente relacionados con la reproducción, pero configuran la mor-
fología típicamente masculina o femenina y constituyen un signo externo de la madurez sexual
de la persona. Asimismo, el incremento de las hormonas sexuales, en unión con algunas otras,
es el factor fundamental para impulsar definitivamente el crecimiento físico, puesto que después
el crecimiento ya no será posible debido a la soldadura de los cartílagos de unión (Dosil, 2012).

2.1. Estirón puberal

El repentino crecimiento en la estatura y peso corporal que transforma el cuerpo del


chico/a es, sin lugar a dudas, el signo más destacado de la pubertad. Existe una gran variabi-
lidad interindividual sobre el momento en el que tiene lugar, por lo que no debe ser motivo
de preocupación ni la precocidad ni el retraso dentro de amplios márgenes.
Las chicas muestran precocidad en relación con los chicos en todas las manifestaciones
de la pubertad. En ellas suele comenzar entre los 9 años y medio y los 14 y medio, y en ellos
entre los 10 y medio y los 16.

2.2. Maduración sexual

Siguiendo a Dosil (2012), los caracteres sexuales primarios que, como se dijo, son órganos
necesarios para la reproducción, son: ovarios, útero y vagina en las chicas, y testículos, pene
y próstata en los chicos, y maduran en la pubertad. Al tiempo, y como indicadores de la ma-
durez sexual aparecen los caracteres sexuales secundarios: el crecimiento de los senos y el en-

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sanchamiento de la pelvis en las chicas y el ensanchamiento de los hombros y la barba en los


chicos, entre otros.
Existe una gran variabilidad sobre el momento de su aparición. El primer signo de pubertad
en las chicas es el crecimiento de los senos al tiempo que se redondean las caderas, seguido
de un crecimiento de los órganos genitales y la aparición del vello púbico. Posteriormente se
produce un periodo de gran crecimiento corporal que precede a la menarquía. Unos dos años
después de la aparición del vello púbico, aparecerá el vello axilar y los cambios en las glándulas
sebáceas y sudoríparas.
Por su parte, la primera manifestación en los chicos es el crecimiento de los testículos, que
es previo a la aparición del vello púbico. Luego, se producirá un rápido incremento de la talla
y el peso, y poco después la madurez sexual. La primera eyaculación de semen suele darse un
año después del primer cambio de voz que coincide con el crecimiento del pene, de la próstata
y de las vesículas seminales. Más tarde crece el vello axilar, se transforma la voz definitivamente
y aparece la barba.
También se producirá un cambio de la piel (igual que en las chicas), que se hará más gruesa,
y en la que jugarán un papel importante las glándulas sebáceas con la aparición del acné, más
frecuente en ellos que en ellas, por efecto de la testosterona. Asimismo, en algunos chicos
tiene lugar durante la pubertad un crecimiento de los pechos que puede durar hasta el final
de la adolescencia, que, a veces, puede dar lugar a una ansiedad injustificada puesto que se
trata de un proceso normal.
Los procesos de maduración sexual que estamos describiendo comienzan, por lo general,
en las chicas entre los 10 y 11 años para concluir sobre los 14-16, y en los chicos se inician
entre los 12-13 años para finalizar sobre los 16-18. Debido a la mayor precocidad de las chicas
durante este proceso, ellas son más altas y están más desarrolladas que ellos; sin embargo, al
finalizar la pubertad las diferencias se inclinan a favor de los chicos, pasando a ser ellos en
torno a un 8 por 100 más altos que ellas. Las cifras que se manejan son medias, pero, como
decíamos, existe gran variabilidad. En algunos casos el proceso comienza ya a los 9 años en
ellas y a los 10 en ellos, y finaliza con bastante demora, en ellas a los 18 años y en ellos a los 20.

2.3. Tendencia secular

El término tendencia secular fue utilizado por los especialistas para referirse a la aceleración
observada en el último siglo en el proceso de desarrollo físico en niños y adolescentes.
Por lo que se refiere a la pubertad, implica que las personas alcanzan antes la madurez se-
xual, y que su talla y tamaño son cada vez mayores. Así, en la actualidad, la edad media de la
aparición de la menarquía está entre los 12 y 13 años, mientras que hace un siglo estaba entre
los 15 y los 16. Este fenómeno sirve para demostrar que la asistencia sanitaria, la nutrición y
las condiciones de vida pueden hacer que las personas crezcan más y en menos tiempo. Ahora
bien, los datos hacen pensar que en los países más desarrollados, la mayoría de la población
alcanzará algún límite determinado genéticamente, y no es probable que la mejora de la calidad
de vida pueda adelantar mucho más la maduración sexual (Dosil, 2012).

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2.4. Repercusiones psicológicas de la maduración física

Los cambios físicos que se producen en la pubertad marcan la vida de los chicos y de las
chicas de esta edad pues tienen consecuencias sobre sus vivencias, sus emociones e intereses,
pero la reacción emocional de cada uno de ellos va más allá de los cambios físicos, puesto
que va a depender, también, de factores personales, familiares, educativos y sociales (Gor-
don-Larson, McMurray y Popkin, 2000).
Desde siempre se ha visto la adolescencia como un periodo de crisis tanto personal como
social, caracterizado por la rebeldía, por el deseo de enfrentarse a lo establecido, por la ines-
tabilidad emocional e, incluso, por una cierta tendencia al desequilibrio psicológico. En la ac-
tualidad, se admite que en la mayoría de los casos estos rasgos son bastante aparentes, aunque
menos graves de lo que se creía; sin embargo, tradicionalmente, los especialistas solían buscar
una explicación a los mismos en los cambios biológicos (Hall, Freud, etc.) o en la situación
personal y social del adolescente (teorías sociológicas o antropológicas). Actualmente, tiene
cierto sentido plantear el problema, por ejemplo, en términos de cómo el incremento de las
hormonas sexuales que se produce en la adolescencia puede afectar a la estabilidad emocional
y a la conducta sexual de las chicas y chicos.
Este planteamiento se basa en el hecho de que el síndrome premenstrual, relacionado di-
rectamente con el ciclo hormonal femenino, se caracteriza no solo por los síntomas físicos
sino también por alteraciones emocionales como la irritabilidad, la ansiedad, la depresión, tan
comunes antes y durante el periodo menstrual. E igualmente se sabe que un nivel artificial-
mente alto de testosterona para incrementar el rendimiento físico (en el caso de los atletas
para mejorar sus marcas personales) produce un incremento de la agresividad física y verbal,
tanto en mujeres como en hombres.
Son necesarias más investigaciones que muestren más luz sobre las repercusiones que tiene
la biología en las vivencias y en el comportamiento de las personas, y para conocer bien el
efecto de las hormonas sexuales sobre la forma de sentir y actuar de los púberes y adolescen-
tes. Bien es verdad, que el incremento de las hormonas sexuales en la pubertad muestra una
clara relación con estados como irritabilidad, impulsividad, dificultad de concentración, an-
siedad, agresividad, depresión etc.; pero si esto es cierto, también habrá de tenerse en cuenta
que las influencias familiares y sociales condicionan la madurez personal y emocional de las
chicas y chicos, que al actuar conjuntamente con los factores biológicos pueden modular y
controlar la influencia de estos (Dosil, 2012).

2.5. Repercusiones psicológicas de la maduración sexual

Como bien es sabido el desarrollo psicosexual, esto es, la capacidad para tener relaciones
maduras satisfactorias y responsables va más allá de la simple maduración genital. El desarrollo
de una sexualidad satisfactoria, en armonía con las propias necesidades y valores es, en la ma-
yoría de las personas, una condición fundamental para alcanzar la felicidad, y un fracaso en
este sentido suele ser fuente de conflictos y de infelicidad. Puesto que se trata de un tema al
que se le presta en la actualidad mucha atención no merece la pena insistir en ello, aunque de-

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bemos decir, por paradójico que parezca, que si la sexualidad es, posiblemente, el gran mito
de nuestra sociedad, tal vez se deba a que las familias y los educadores no le prestan la debida
atención en el momento adecuado.
Sin embargo, a pesar de la liberación experimentada por la sociedad en este tema en los
últimos años, el desarrollo psicológico vinculado a esta problemática continúa siendo una tarea
no fácil y no exenta de conflictos para chicas y chicos (Pressley y Roehrig, 2002; Santrock, 2003).
Debe quedar claro que la sexualidad en modo alguno debiera ser considerada como un
problema ni a esta edad ni en ninguna otra. Ahora bien, si esto es cierto no lo es menos que
en la edad a la que nos referimos surgen ciertas dificultades que es necesario afrontar de forma
adecuada y, para ello, se necesita una buena formación. Afortunadamente son muchos los
adolescentes, que a pesar de las tensiones que conlleva el logro de la madurez, consiguen su-
perar con relativo éxito las dificultades con las que se encuentran.
La falta de información, o ideas falsas sobre la sexualidad a estas edades pueden causar in-
quietud y ansiedad sobre lo que están viviendo, en algunos chicos y chicas. Así, la menarquía
puede experimentarse como algo negativo en incluso traumático si la chica no ha sido prepa-
rada adecuadamente o aquella ha tenido lugar de forma precoz. Ciertamente, existen muchos
tabús al respecto y si a esto se le añade las molestias reales que les producen a bastantes mu-
jeres, se comprende que haya bastantes chicas que la vivan con cierto desagrado.
Con similar preocupación pueden vivir los chicos las emisiones nocturnas o sueño húmedo
cuando no son debidamente informados de ello. Algo parecido puede ocurrir con la mastur-
bación y con las fantasías sexuales, que se incrementa en estos años que, si bien son comunes
en ambos sexos, son más frecuentes en ellos. Algunos llegan a pensar que tal vez no sean del
todo normales por estas prácticas o que le puedan causar daños físicos como excesivo gasto
de energía o riesgo de agotar los espermatozoides (Brooks-Gunn y Paikoff, 1997; De Bellis,
Keshavan, Beers, Hall, Frustaci, Masalehdan y Boring, 2001; Patterson, 1995).

2.5.1. Identidad sexual

La identidad sexual es el hecho de identificarse con las características biológicas, psicoló-


gicas y sociales propias del hombre o de la mujer. El sentimiento de la masculinidad o de la
feminidad es un proceso que se desarrolla antes de la adolescencia, pero cuando existe una
incongruencia entre el sexo anatómico y la identidad sexual, la aceptación de la maduración
y la diferenciación que se produce puede ser traumática.
Esta incongruencia con frecuencia no es del todo completa, pero si de alguna manera se
presenta, puede ocasionar que ciertas chicas se sientan especialmente incómodas con la mens-
truación y que algunos chicos se sientan mal con las características sexuales masculinas que
maduran o se desarrollan en la pubertad. En casos extremos, pueden desembocar en el tran-
sexualismo, aun cuando la evolución más frecuente es hacia la homosexualidad.
La homosexualidad ha tenido diferentes consideraciones a lo largo de la historia. En la ac-
tualidad, es considerada como preferencia sexual por las personas del mismo sexo. Esta pre-
ferencia puede estar condicionada por factores genéticos, hormonales o por las propias
experiencias del sujeto, especialmente por las primeras, según el marco teórico del que se

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parta. Algunas chicas y chicos son conscientes de su diferencia desde niños, otros lo descubren
en la adolescencia (o en la edad adulta), unos lo aceptan y otros se niegan a aceptarlo, espe-
cialmente si en su entorno resulta difícil asumirlo (Dosil, 2012).
Un número importante de adolescentes teme ser homosexual, en buena medida porque
en esta etapa de la vida las experiencias homosexuales son relativamente frecuentes, aunque
las experiencias aisladas en este campo no condicionan la orientación sexual. El hecho de que
afecte a un 4/5 por 100 de los individuos, independientemente de su cultura y momento his-
tórico, es uno de los argumentos que aducen los que defienden el importante papel que en
ello juega la biología. En todo caso, sus consecuencias pueden dificultar el desarrollo psico-
sexual en la adolescencia, puesto que les resulta, en principio, más difícil para gays y lesbianas,
tanto por ser un grupo minoritario, como por las presiones sociales que reciben.

3. DESARROLLO PERSONAL: IMAGEN PERSONAL, AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA E IDENTIDAD

3.1. Imagen personal

Nuestra sociedad mitifica la imagen externa convirtiéndola en un valor casi absoluto, tanto
en la vida real como en los medios de comunicación. Los modelos estéticos que proporcionan
estos medios son excepcionales y, a veces, enfermizos o irreales. Si a esto se añade la necesidad
de los chicos y chicas a estas edades de ser aceptados por sus compañeros, fácilmente se com-
prende la importancia de la imagen física, también conocida como tiranía del cuerpo. De ahí
la necesidad ineludible de muchos por alcanzar un cuerpo ideal realizando todo tipo de sacri-
ficios (Shapka y Keating, 2005).
La importancia del aspecto físico reviste en estos años una especial relevancia, puesto que
se convierte en criterio decisivo del juicio u opinión que tienen sobre sí mismos, lo que explica
la cantidad de horas que a estas edades están ante el espejo. En diversas investigaciones se
destaca que lo que más les preocupaba a los púberes y adolescentes de su propia persona son
los rasgos corporales, antes que cualquier otro. Y en la misma línea contestaron cuando les
preguntaba sobre lo que cambiarían de sí mismos. Los adolescentes, y principalmente las
adolescentes, valoran negativamente su apariencia física en relación con el tipo ideal de su gru-
po de edad, manifestando un sentimiento de descontento y un deseo de cambio y de mejora
corporal.
Otro aspecto importante vinculado a la imagen corporal es el relativo a las repercusiones
de la maduración temprana o tardía. En efecto, una precocidad o un atraso en la maduración
física hacen que los adolescentes se sientan desfasados en relación con sus compañeros, lo
que le puede proporcionar ventajas o desventajas con las lógicas repercusiones psicológicas.
Para los chicos es una ventaja la mayor fuerza física por lo que los que maduran antes
tienen más posibilidades de ser líderes, y los que maduran tarde suelen tener más problemas
de adaptación y de sentirse marginados y dominados.
Sin embargo, para las chicas las ventajas de la precocidad no son tan claras, puesto que si
bien pueden sentirse más atractivas para los chicos de cursos superiores se encuentran más
desfasadas en relación con los compañeros de su edad y, además, les resulta más complicado

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adaptarse a los cambios de tipo sexual excesivamente precoces y, en consecuencia, tienden a


ser menos sociables (Dosil, 2012).

3.2. Autoconcepto

Siguiendo a Machargo (2002), la vinculación e implicación de la imagen corporal con el


autoconcepto ha sido estudiada ampliamente en psicología. El autoconcepto que se puede
definir como la totalidad de pensamientos y sentimientos que hacen referencia al sí mismo
como objeto, actúa como un filtro que influye en cómo percibimos la realidad y en cómo res-
pondemos a ella. Nadie nace con un determinado autoconcepto sino que este se aprende a
través de la experiencia. Es una realidad compleja integrada por múltiples percepciones en
distintos ámbitos. Engloba las imágenes o percepciones de lo que creemos ser, de lo que nos
gustaría ser y de lo que le presentamos o queremos presentarle a los demás. Es un sistema de
percepciones organizado, jerárquico, coherente y estable aunque susceptible de cambios, pu-
diendo ser descrito como una organización cognitiva-afectiva que influye en la conducta.
El autoconcepto real incluye referencia a múltiples aspectos que el individuo ve cuando se
mira a sí mismo (corporal, social, académico, emocional, espiritual, etc.) y también una visión
general de su yo que se nutre de estas percepciones en distintos campos y que dependiendo
de la importancia que se les da, llegan a ser componentes centrales o periféricos de esa defi-
nición del yo.
El autoconcepto ideal, posible o futuro incluye lo que el sujeto desea, quiere o teme ser.
Las imágenes ideales o posibles tienen dos funciones importantes:
1. Sirven de incentivos para la conducta futura; actúan como proyectos desde los que se
guía la conducta, como puente de unión entre el presente y el futuro.
2. Proporcionan el contexto evaluativo e interpretativo desde el que se juzga el yo real.

Otra dimensión del autoconcepto lo constituye el sí mismo presentado o público. Todos


nos damos cuenta de que no nos manifestamos de la misma manera ante sujetos o grupos,
sino que tendemos a manejar nuestras presentaciones según sean las diferentes “audiencias”.
Presentamos distintas caras o imágenes de nosotros mismos a nuestra familia, compañeros,
etc., que, a veces, parecen incluso contradictorias. Sin perder la propia identidad, hay ciertos
elementos del yo que se destacan y maquillan más en unas situaciones que en otras.

3.3. Autoestima

Siguiendo a Machargo (2002), la autoestima es la dimensión evaluativa y afectiva del auto-


concepto. Es la evaluación que el individuo realiza y habitualmente mantiene respecto de sí
mismo, que se expresa en una actitud de aprobación o desaprobación e indica la medida en
que el sujeto cree ser capaz, significativo, exitoso y valioso. Dentro de la autoestima podemos
distinguir dos dimensiones:
1. La autoestima general o sentimiento general de autovalía.
2. Una autoestima de competencia o eficacia en ámbitos concretos.

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El autoconcepto está afectado por múltiples factores entre los que cabe destacar: los éxitos
y fracasos y la importancia que el sujeto les da a estos; la valoración recibida de los demás (en
particular de “los otros significativos”); la comparación social; y las atribuciones o modo en
cómo explicamos lo que nos ocurre.
El autoconcepto es una realidad dinámica que experimenta variaciones como consecuencia
del desarrollo. Con la edad, se incrementa su grado de diferenciación y organización hasta
llegar a ser una teoría del yo relativamente coherente y compleja, sobre los 15 años, produ-
ciéndose cambios en el predominio o en la atención a distintas dimensiones del yo.
En general, los niños pequeños tienen un autoconcepto positivo e inflado y cuando se au-
todescriben hacen referencia a aspectos observables concretos y externos, mientras que los
adolescentes desarrollan una visión de sí más realista e incluso más pesimista, y en sus auto-
descripciones destacan aspectos de su mundo interno y privado y se describen con referencia
a categorías más abstractas.
El autoconcepto influye y condiciona hasta cierto punto la conducta. Las personas con
alta autoestima confían en sus fuerzas, capacidades y virtudes por lo que se muestran asertivos
y motivados por la búsqueda del éxito, mientras que las personas con baja autoestima muestran
insatisfacción y rechazo de sí mismas, tienen dificultades para manejar óptimamente las si-
tuaciones y se sienten vulnerables frente a las situaciones amenazantes.

3.4. Identidad

La búsqueda de la propia identidad es, según E. Erikson, la tarea más importante del ado-
lescente. En otras palabras, encontrar una autodefinición coherente que responda a la pregunta
“¿quién soy yo?”. La identidad es un aspecto esencial de nuestra personalidad y hace referencia
a dos ideas: en primer lugar, a la noción de autoconsistencia o unidad (ser uno mismo en el
momento presente y a lo largo del tiempo); y, en segundo lugar, a la diferenciación o distinción:
tener identidad es ser diferente, es ser distinto a los demás. Por lo tanto, la identidad es lo que
nos hace únicos y diferentes de las demás personas. Debido a los cambios rápidos, tanto fí-
sicos, como mentales y sociales que se producen en la adolescencia, es normal que se vea
afectado su sentimiento de identidad (Adams, Abraham y Markstrom, 2000; Berzonsky, 2002;
Bosma y Kunnen, 2001).
La primera conclusión a la que nos lleva la teoría de E. Erikson es que los adolescentes
deberán pasar una crisis para alcanzar la identidad adulta; crisis que se caracteriza por someter
a análisis y a juicio las creencias, los valores y la ideología recibida. Cuando la crisis se supera
de forma satisfactoria, el adolescente descubre o elabora una serie de creencias y de valores
personales con los que se compromete y a los que intenta ser fiel, pero cuando la crisis no se
supera, el adolescente termina no creyendo en nada, y no comprometiéndose con nada, puesto
que piensa que nada merece la pena.
Marcia (Marcia, 1966; Marcia y otros, 1993) establece cuatro tipos o estados de identidad
en la adolescencia en base a dos conceptos o criterios básicos:
1. Exploración: el adolescente debe dedicar un tiempo a reflexionar, contrastar, ensayar
y analizar los diferentes ámbitos o áreas de su experiencia personal y social (amistades,
estudios o trabajo, ideas religiosas y políticas, valores, cultura y sociedad, etc.).

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2. Compromiso: analizados los distintos ámbitos de experiencia, el adolescente debe de-


cidir y comprometerse con alguna de las opciones analizadas.

Según se hayan realizado los procesos de “exploración” y de “decisión o compromiso” se


llegará a un tipo de identidad u otro. A continuación, comentamos los cuatro tipos básicos
propuestos por Marcia:
a) Identidad difusa
El adolescente carece de una dirección clara. Aunque explora las opciones y realidades
del entorno, no acaba de identificarse y comprometerse con algunas de ellas. En algunos
casos porque él mismo no encuentra su papel social y en otros porque la sociedad res-
tringe sus opciones de elección a algo que no encaja con sus aptitudes, inclinaciones o
deseos. Por tanto, no se compromete ni toma una decisión.
b) Estado de moratoria
Es un tiempo para conocer, explorar y experimentar las opciones y posibilidades que
el medio ofrece al adolescente. El adolescente debe tomar conciencia, personalmente,
de los valores, creencias, trabajos y personas que encuentra en su medio sociocultural.
Esto lleva un tiempo, que se ha ido alargando a medida que la sociedad se ha ido ha-
ciendo más compleja y ofrece mayor número de alternativas y posibilidades. En una
sociedad primitiva, de corte rural, los adolescentes tienen poco que ensayar y explorar,
porque prácticamente los valores, trabajos y relaciones con las personas están estable-
cidas de antemano. En el estado de moratoria, los adolescentes no han definido o reali-
zado compromisos todavía. Estarían en el proceso de exploración (recogen información,
la contrastan, etc.) con el deseo de encontrar valores y metas para guiar su vida.
c) Identidad hipotecada
El individuo se compromete con personas, objetivos, valores y papel social sin haber
dedicado el tiempo requerido a explorar las diferentes opciones y alternativas. Esta iden-
tidad se da cuando el adolescente acepta unos valores o una profesión, por ejemplo,
porque lo dicen los padres o porque es lo que la sociedad le impone. No se plantean
otras alternativas distintas a las que vienen dadas. Es una forma radical y muy poco au-
tónoma de solucionar el tema de la identidad personal.
d) Identidad realizada
La realización de la identidad se logra cuando el adolescente realiza las tareas de explo-
rar, ensayar y contrastar valores, personas y profesiones y finalmente se identifica y
compromete con algunos de ellos, dando una orientación y sentido a su vida.

El logro de la identidad y el tiempo de moratoria tienen efectos positivos para la persona-


lidad y la adaptación social del adolescente, mientras que la identidad hipotecada y el estado
de difusión interfieren negativamente en el desarrollo personal y social, tienen mayores difi-
cultades de ajuste psicológico y de ajuste social (Kroger, 1995). Los adolescentes que exploran
activamente y se comprometen mejoran su autoestima, se sienten más seguros de sí mismos
y más confiados en los otros, presentan mayor nivel de ajuste personal, dan un sentido a sus

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actividad y se sienten mejor adaptados e integrados en su contexto familiar y social (Marcia


et ál., 1993; Kroger, 1995; Berzonsky y Adams, 1999).

4. DESARROLLO COGNITIVO

4.1. El pensamiento abstracto

Como bien es sabido, el pensamiento abstracto aparece en la adolescencia. Las aportaciones


de Jean Piaget sobre el desarrollo intelectual condicionaron gran parte de los trabajos posterio-
res sobre este tema. Piaget definía la inteligencia como una capacidad de adaptación al medio.
Recordemos que según las teorías evolucionistas, la supervivencia de un organismo o de
una especie depende de su capacidad para adaptarse a las condiciones del medio en el que
vive. Ahora bien, la gran diferencia y la gran ventaja de la inteligencia en relación con otras
formas de adaptación es que en los últimos estadios del desarrollo, la inteligencia funciona
con una gran independencia de la realidad concreta.
La culminación del desarrollo intelectual se consigue, precisamente, con el pensamiento
formal o abstracto que significa la liberación o la separación definitiva del pensamiento en
relación con la realidad concreta. En efecto, el pensamiento concreto maneja hechos de la rea-
lidad, mientras que el pensamiento abstracto maneja posibilidades e ideas, maneja abstraccio-
nes más que hechos concretos.
El pensamiento formal permitió la ciencia, pues posibilitó a los humanos poder pensar
sobre la realidad alejándose de ella, sin sus limitaciones físicas espacio-temporales. El pensa-
miento formal nos permite elaborar hipótesis, razonar sobre ellas y someterlas a prueba. Gra-
cias a este poderoso instrumento que supone el pensamiento formal, hemos podido crear las
condiciones de vida que hoy tenemos, y beneficiarnos de los avances científicos que disfru-
tamos (Gardner, 1993; Loehlin, 2000).
Disponer de esta capacidad de razonamiento, más o menos completa, en estos años ado-
lescentes, permitirá a las chicas y chicos acometer análisis de la realidad que antes les eran
prohibitivos y, por tanto, capacidad para ser críticos.
Los adolescentes analizarán y criticarán sus propias ideas: sus creencias, valores, normas y
opiniones; esto es, todo aquello que les fue transmitido por los mayores. Analizarán y criticarán
la sociedad en la que viven, empezando por la forma de pensar, de actuar y de ser de sus pa-
dres, profesores, y de todos aquellos que han tenido una especial significación en su vida. Así
pues, el desarrollo de la capacidad de razonamiento abstracto va a permitirle analizarlo todo
y criticarlo todo, lo que no necesariamente es negativo, puesto que le posibilitará desarrollar
su propio criterio, su propia identidad (Dosil, 2012).

4.2. Características del pensamiento adolescente

De acuerdo con Piaget, la última etapa del desarrollo cognitivo se inicia a partir de los 11
años y se denomina periodo de las operaciones formales, pues ya no será necesaria la realidad

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concreta para operar, sino que es posible realizar operaciones abstractas. Esta capacidad de
desarrollo del pensamiento abstracto es evidente cuando los adolescentes se preguntan por
cuestiones universales tales como la justicia o la libertad, consideraciones hasta el momento
indiferentes, así como al realizar análisis físicos o matemáticos con términos complejos. Para
Elkind (1967) la etapa de las operaciones formales constituye la “conquista del pensamiento”.
Entre las nuevas estrategias cognitivas que se desarrollan en este periodo cabe señalar el
pensamiento hipotético-deductivo, es decir, ante un problema se elabora una teoría general
sobre el mismo donde se incluyen todos los factores que pueden estar afectando y, posterior-
mente, se deducen hipótesis específicas. Estas hipótesis son probadas y se confirma cuáles
son aplicables al mundo y al momento concreto de estudio. Para comprobar estas estrategias
de solución de problemas Piaget diseñó un experimento que utilizaba un péndulo suspendido
en una cuerda y una serie de pesos. El objetivo del problema era determinar qué factores afec-
taban a la velocidad del movimiento del péndulo, manejando, entre otras variables, la longitud
de la cuerda, los distintos pesos, la fuerza de oscilación del péndulo y la altura desde la que se
soltaba el péndulo.
El modo de resolución del problema de los adolescentes manifestó, por un lado, su capa-
cidad para realizar una investigación sistemática, probando cada una de las hipótesis, regis-
trando los datos con objetividad y, por otro lado, elaborando conclusiones lógicas. Esta forma
de análisis, cercana al pensamiento científico, manifiesta un enorme salto frente al pensamiento
operacional que, aunque con capacidad para comprobar hipótesis, se trata de una comproba-
ción inconstante y con dificultades para separar las influencias de cada factor, manteniendo
opiniones aun cuando la evidencia empírica se muestre en su contra. Así pues, lo que distingue
al pensamiento formal de etapas anteriores es el manejo de posibilidades abstractas.
Como decíamos, el pensamiento abstracto nos permite alejarnos de los hechos y situaciones
concretas. Sin embargo, en los primeros años de la adolescencia esto no se logra plenamente,
sobre todo en el ámbito de las relaciones interpersonales, debido a que los aspectos emociona-
les distorsionan el pensamiento lógico, tal como lo demuestran diferentes investigaciones. Pa-
samos a comentar, a continuación, algunos rasgos del pensamiento adolescente (Dosil, 2012).

4.2.1. Egocentrismo

Es la sensación del adolescente de que es absolutamente único y excepcional. En efecto,


muchos adolescentes se sienten tan fascinados con sus vivencias y sensaciones que creen que
ninguna otra persona sintió y vivió nada igual. Esta situación, que Elkind llama fábula personal,
puede empujarle a asumir que él/ella no está sujeto a las reglas naturales que afectan al resto
de los humanos. Expresiones como “ya sé que si los demás hacen esto les ocurrirá esto...,
pero a mí no”; por la misma razón pueden pensar “yo no me voy a contagiar de sida...”, “yo
no tengo accidentes...”, “yo controlo la droga...” etc.
Esta sensación de invulnerabilidad, mágica e irracional, próxima a la omnipotencia es es-
pecialmente peligrosa y se refleja en el lenguaje, incluso de muchos adultos, cuando se pre-
guntan, después de que ocurra algo malo “¿por qué a mí me pasa esto?”, como si las leyes no
actuaran para ellos igual que para el resto de los mortales.

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José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

4.2.2. Excesiva conciencia de sí mismos

Es normal que alguien, después de lo dicho en el párrafo anterior, crea que los demás están
permanentemente pendientes de él. El exagerado sentido del ridículo y la timidez de muchos
adolescentes tienen mucho que ver con esto. De alguna manera podríamos decir que el ado-
lescente es un actor ante una audiencia imaginaria formada por todo el universo que está pen-
diente de él como gran protagonista.

4.2.3. Dificultad para decidirse

La tendencia a idealizar puede llevarle a dividir el mundo entre lo maravilloso, y lo horrible


y vulgar. En un mundo así, cualquier decisión puede ser trascendental y llevarnos a la maravilla
o al horror. Asimismo, es consciente de la inmensa cantidad de posibilidades que presenta
cualquier situación de la vida cotidiana, por lo que si uno espera a estar seguro, se quedaría
inmóvil, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de los problemas que nos presenta la
vida no son problemas científicos, no tienen una única solución correcta y segura al 100 por
100.

4.2.4. Hipocresía aparente

El rasgo que acabamos de describir le lleva a pensar que en esas situaciones no caben tér-
minos medios: “¿de qué sirve que yo me esfuerce día a día si poco o nada va a depender de
lo que yo haga?”. Por ejemplo: “tengo un maravilloso sueño ecologista, pero para poder rea-
lizarlo necesitaría muchos medios, casi un milagro; por lo tanto, que yo tire un papel o una
colilla en el suelo poco o nada va a cambiar, no tendrá importancia alguna”. Las personas que
no valoran el esfuerzo diario, la superación diaria, pueden quedarse toda su vida esperando
un milagro para llevar a cabo sus sueños, o, tal vez algo peor, creerse y sentirse salvadores.

4.2.5. Crítica de las figuras de autoridad

La capacidad de apartarse de la realidad les permitirá idealizar e imaginar posibilidades idea-


les. También les llevará a pensar que no hay razones para que el mundo no sea perfecto, aparte
de la torpeza y egoísmo de los adultos. Lo lógico sería pensar que las personas tienen defectos
y virtudes, y que pueden existir buenas razones para que no sean perfectos; sin embargo, las
necesidades emocionales que están viviendo les llevan a criticarlos en exceso e incluso a sentir
vergüenza de ellos. Ha de verse todo esto como parte de un proceso evolutivo y deberemos
aprovechar la ocasión para hacerle ver que nadie es perfecto, ni los demás, ni él mismo, pues
no hemos de olvidarnos que esta crítica atroz del adolescente también es consigo mismo y
eso puede ser peligroso en todos los órdenes.

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Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

4.2.6. Tendencia a discutir

Una buena manera de ejercitar su capacidad de razonamiento abstracto es la discusión, la


discusión sobre diversos temas, especialmente los relacionados con sus preocupaciones per-
sonales. En este sentido, la educación basada en el sentido crítico es un procedimiento ex-
celente para aprender a separar los argumentos de las cuestiones personales y emocionales y,
por lo tanto, para alcanzar un pensamiento maduro, que sin renunciar a la enorme utilidad
que nos ofrece la abstracción, no pierda el contacto con la realidad de la vida en toda su di-
versidad y complejidad.

5. DESARROLLO SOCIAL

La independencia define mejor que cualquier otra característica la culminación de la ado-


lescencia. La independencia es, ante todo, la capacidad de la persona para tomar decisiones
por sí misma, sin estar condicionada por los demás, capacidad que depende, preferentemente,
del desarrollo personal.
Recordemos que el razonamiento abstracto posibilita que el sujeto perfeccione de forma
progresiva sus juicios morales acerca de su comportamiento y el de los demás, y, asimismo, le
posibilita el descubrimiento de valores y creencias personales que determinarán sus compro-
misos y metas en la vida; y cuando estos valores y creencias son personales y no impuestos,
el sujeto se esfuerza por alcanzarlos, los respeta y es fiel a los mismos asumiendo responsa-
bilidades (Jacobs y Klaczynski, 2005).
Asimismo, debemos tener presente que también la sociedad juega un papel importante,
puesto que la asunción de responsabilidades va a depender de las oportunidades que aquella
le dé a los individuos, por lo que la independencia de las personas siempre estará limitada por
las posibilidades que cada sociedad le ofrezca (Bronfenbrenner, 2005).
En conclusión, el camino que lleva a la independencia siempre es potencialmente conflic-
tivo: los adolescentes tienden a exigir cada vez más libertad y a edades inferiores, y los padres
pueden imponer mediante la autoridad sus propios criterios, que conlleva no fiarse de ellos
(McIntosh, Metz y Youniss, 2005).

5.1. Rebelión adolescente

Siguiendo a Dosil (2012), una cierta confrontación con las normas y valores de la sociedad
adulta cumple, para muchos investigadores, una función saludable en este momento de desa-
rrollo. La rebelión adolescente incluiría la existencia de conflictos con los padres, enfren-
tamiento con los valores y normas de comportamiento aceptado socialmente, así como
aislamiento e incomunicación con los adultos, unida a inestabilidad emocional. Los resultados
de las investigaciones nos indican que si bien la rebelión adolescente suele llamar bastante la
atención, sin embargo, son minoritarios los conflictos que presentan cierta gravedad, no pa-
sando del 20 por 100 las familias que viven esa situación.

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José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

5.2. Ruptura intergeneracional

Existe la creencia por parte de los adolescentes (pero posiblemente también por parte de
los adultos) de que gran parte de los compañeros de su generación comparten sus valores y
que la mayoría de los adultos están desfasados. Ahora bien, en la mayoría de los casos, este
conflicto es más aparente que real, originado principalmente por algo normal al desarrollo
como es la necesidad de un cierto distanciamiento entre los hijos y los padres como conse-
cuencia de su madurez sexual, y de la necesidad de desarrollar la propia identidad, más que
de una ruptura real entre valores de distintas generaciones. Por esta razón, las disputas entre
padres e hijos adolescentes son más frecuentas entre los 12 y 14, años tendiendo a disminuir
progresivamente. La gran mayoría de los adolescentes suelen rechazar los valores de sus padres
de forma parcial y transitoria, y gran parte de sus discusiones tienen que ver con una mayor
demanda de libertad.
Una condición fundamental para un desarrollo no problemático de la independencia es el
estilo educativo de los padres (Allen et ál., 2001). Una de las clasificaciones más seguidas, contem-
pla la existencia de tres grandes estilos de educación parental: autoritario, democrático y per-
misivo. Estos estilos se diferencian por el grado de libertad que los padres les dan a sus hijos.
En el democrático (caracterizado por regularidades y perturbaciones), los padres procuran
definir las actividades de los hijos de manera racional y orientado al problema; en el autoritario
(caracterizado por muchas regularidades y pocas perturbaciones), los padres valoran la obe-
diencia y creen en la restricción de la autonomía del hijo, y en el permisivo (caracterizado por
muchas perturbaciones y pocas regularidades), los padres proporcionan toda la autonomía
posible, siempre que no se ponga en peligro la supervivencia física del hijo.
Los estudios vienen a decirnos el estilo educativo democrático es, en líneas generales, el
más aconsejable desde un punto de vista psicológico-educativo. El estilo democrático se ca-
racteriza por un grado de libertad moderado y por una exigencia razonada o justificada. Es,
sin lugar a dudas, el que más contribuye a que los niños y adolescentes sean cada vez más res-
ponsables, independientes y que tengan una adecuada autoestima. Asimismo, tienen un mejor
concepto de sus padres que los restantes y valoran mejor la educación recibida.

5.3. El papel de los iguales

En la adolescencia, los iguales ocupan un papel muy importante en la vida de los chicos y
chicas. Gran parte del tiempo lo pasan con los compañeros y amigos, que con frecuencia pa-
recen ser más importantes que la familia. El adolescente necesita contar con un grupo de
iguales, no sólo para divertirse, sino también como medio de aprendizaje personal y social,
de contraste de opiniones, de ensayo de experiencias y de afirmación e independencia frente
al mundo adulto (Brown, Theobald y Klute, 2002).
La influencia de los iguales no es la misma en todos los adolescentes. En algunos casos
puede ser profunda y afectar a su forma de pensar y de actuar, a las actitudes y valores y a
muchos aspectos del estilo de vida cotidiano. En los comienzos de la adolescencia la influencia
es mayor y parecen ser más influenciables los chicos que las chicas. En ambos géneros, en ge-

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Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

neral, la influencia se hace más patente en aspectos poco trascendentales, como la forma de
vestir, el gusto por un tipo de música, lugares de ocio frecuentados, seguimiento de modas y
estilos de conducta. Pero, los padres siguen ejerciendo una gran influencia en los temas y
cuestiones más importantes, como los estudios, salud, ideas, valores, normas básicas de con-
vivencia o problemas serios a los que hacer frente.
Durante la adolescencia se crean grupos de iguales organizados fuertemente (Berk, 1998).
La pertenencia a estos grupos da identidad al adolescente, ya que le hace sentirse diferente y
con rasgos propios frente a una colectividad informe y más numerosa, como puede ser el
conjunto de alumnos del colegio o instituto al que asiste.
Por ultimo, durante los años de adolescencia la amistad toma una mayor profundidad. Para
los chicos y las chicas de estas edades la amistad se mide desde dos perspectivas. La primera,
y la más importante, es la intimidad. Ésta se basa en la cercanía psicológica y comprensión
mutua. Y la segunda, los adolescentes quieren que sus amigos sean leales, que estén a su lado
y no les abandonen por otra persona (Berndt, 1999). A estas edades, los amigos son impor-
tantes para aliviar el dolor psicológico provocado por la soledad, la tristeza o el miedo.
Las chicas valoran más la cercanía emocional, los vínculos íntimos y la confianza que los
chicos, lo que no significa que éstos no tengan verdaderas amistades ni valoren aquellos as-
pectos, sino que en sus relaciones amistosas valoran más otras áreas, como las deportivas o
aficiones. La intimidad en los chicos está relacionada con la mayor o menor identificación de
género. Los que se identifican fuertemente con su papel masculino es menos probable que
formen relaciones íntimas que aquellos que son más flexibles en ese aspecto.

6. DESARROLLO EMOCIONAL

Los estudios sobre el desarrollo emocional posteriores a la adolescencia no son abundantes


pues muchos autores han considerado ésta como un periodo que evidencia niveles máximos
de desarrollo emocional.
Sin embargo, las características propias del periodo adolescente (necesidad de asumir los
cambios físicos y aceptar nuevas dimensiones de la personalidad que comienzan a descubrirse,
labilidad emocional, búsqueda de equilibrio entre autonomía y dependencia con el entorno
familiar, primeros enamoramientos y primeras decepciones) cuestionan este cénit emocional
del adolescente.
Por un lado, los adolescentes tienen una mayor conciencia de los estados afectivos y son
capaces de explicar sus conductas haciendo referencia a sus emociones. Tanto el desarrollo
cognitivo como el dominio del lenguaje favorecen este progreso. Además, y a diferencia de la
etapa anterior, son capaces de entender la existencia de sentimientos contrarios hacia una mis-
ma persona (Harter y Whitesell, 1989), comprendiendo que es posible sentirse enfadado con
sus padres porque no le permiten realizar una salida nocturna, y mantener simultáneamente
el cariño hacia ellos. Sin embargo, el egocentrismo operacional formal, que analizamos en
apartados anteriores, les mantiene tan preocupados en sí mismos que no siempre son capaces
de considerar otras perspectivas. No obstante, cuando así lo hacen manifiestan el reconoci-
miento de los factores personales para explicar las reacciones emocionales en los otros, gracias
al desarrollo del pensamiento hipotético-deductivo.

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José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

En este periodo, según los estadios de Hoffman (1991) se alcanza el nivel de empatía con
la desgracia de los demás, de tal forma que emerge la conciencia de que el sufrimiento de los
otros no es algo transitorio, sino que responde a una situación y circunstancias previas. Esta
capacidad empática puede promover el desarrollo de actitudes dirigidas a aliviar el sufrimiento
de diversos grupos sociales.
Por último, y aunque muestran una mayor capacidad para controlar sus emociones, em-
pleando estrategias cognitivas más elaboradas tales como la evitación, el distanciamiento o el
desplazamiento, todavía tendrán que esperar a la etapa adulta para lograr el empleo de estra-
tegias más maduras tales como la reevaluación de la situación, la ironía o el humor (Labou-
vie-Vief, Hakim-Larson, Devoe y Schoeberlein, 1989), pues poseer la capacidad, al igual que
ocurre en el adulto, no siempre implica el uso de la misma pues pueden verse desbordados
por los cambios que deben afrontar.

7. DESARROLLO MORAL

La aparición del pensamiento abstracto va a permitir, a su vez, que se desarrollen criterios


nuevos para juzgar la propia conducta y la conducta de los demás. Según Köhlberg durante
los años adolescentes se produce, en bastantes personas, un tránsito progresivo del nivel con-
vencional (en el que la moralidad se basa en la conformidad social) al nivel posconvencional
(en el que la moralidad se basa en principios éticos que uno mismo elige). La culminación de
este nivel posconvencional no es alcanzada por todos los individuos y no se logra plenamente
antes del final de la adolescencia.
Este es el nivel superior del desarrollo moral, en el que los sujetos internalizan y hacen
suyos unos principios y valores morales que comparten con los demás y que pueden incluso
ir más allá de la autoridad y de las normas establecidas. La moralidad se ha interiorizado por
completo y no se basa en principios ajenos. Las personas siguen principios morales sobre
bondad, maldad, equidad y justicia, fundamentados en su interior.

Estadio 5. La orientación del contrato social

En este estadio, las personas consideran las leyes y las reglas como instrumentos flexibles
al servicio de los objetivos humanos. Pueden imaginar alternativas al orden social vigente. Se
pueden cambiar y modificar las leyes cuando hay una buena razón para hacerlo. Las normas
que rigen la conducta se pueden acordar entre los miembros de una sociedad, de modo que
se busquen normas que promuevan el bien de todos sus miembros.

Estadio 6. La orientación de los principios éticos universales

Representa el estadio más elevado del razonamiento moral. El individuo se basa en su pro-
pia conciencia para decidir lo que es correcto y lo que no lo es. Define la moralidad en térmi-
nos de principios y valores absolutos que son aplicables en todas las sociedades y situaciones

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particulares. Más que unas normas de conducta, la persona tiene unos principios o criterios
universales, como los derechos humanos.

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ACTIVIDADES

1. Realiza un trabajo de campo a través de entrevistas con tus amigos/as sobre la pubertad
e investiga cuándo comenzó en su caso y cómo se dieron cuenta de ello. A continuación,
comenta las experiencias positivas y negativas que hayan tenido. Comprobarás que los va-
rones que maduran temprano manifiestan más experiencias positivas que los que lo hacen
más tardíamente, todo lo contrario a lo que ocurre en las mujeres.

2. Analiza las consecuencias que la aparición del pensamiento formal supone, y relaciona
este hecho con el idealismo y la rebelión adolescente y juvenil.

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EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

1. Indica qué caracteres sexuales están relacionados directamente con la reproducción:


a) Secundarios.
b) Masculinos.
c) Primarios.
d) Femeninos.

2. El repentino crecimiento en la estatura y peso corporal que transforma el cuerpo de las


chicas durante la pubertad suele comenzar:
a) Entre los 9 años y medio y los 14 y medio.
b) Entre los 9 años y los 15 y medio.
c) Entre los 10 años y medio y los 14 y medio.
d) Entre los 10 años y medio y los 16.

3. ¿Qué fenómeno sirve para demostrar que la asistencia sanitaria, la nutrición y las condi-
ciones de vida pueden hacer que las personas crezcan más y en menos tiempo?
a) Cohorte generacional.
b) Tendencia secular.
c) Audencia secular.
d) Fenómeno generacional.

4. ¿Cuál de las siguientes afirmaciones es falsa?


a) Un número importante de adolescentes teme ser homosexual.
b) Los adolescentes desarrollan un autoconcepto de sí más realista e incluso más posi-
tivo e inflado.
c) El incremento de las hormonas sexuales en la pubertad muestra una clara relación
con estados como irritabilidad, impulsividad, ansiedad, etc.
d) La masturbación y fantasías sexuales se incrementa durante la adolescencia y es
común en ambos sexos.

5. ¿A qué nos referimos con una realidad compleja integrada por múltiples percepciones en distintos
ámbitos que engloba las imágenes o percepciones de lo que creemos ser, de lo que nos gustaría ser y de lo
que le presentamos o queremos presentarle a los demás?
a) Autoconcepto.
b) Autoconcepto ideal.
c) Autoestima.
d) Autoconcepto real.

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José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

6. De los cuatro tipos o estados de identidad definidos por Marcia, en cuál de ellos el ado-
lescente debe tomar conciencia personalmente, de los valores, creencias, trabajos y per-
sonas que encuentra en su medio sociocultural y requiere de un tiempo para conocer,
explorar y experimentar las opciones y posibilidades que el medio ofrece al adolescente.
a) Identidad realizada.
b) Identidad hipotecada.
c) Identidad difusa.
d) Estado de moratoria.

7. Entre las nuevas estrategias cognitivas que se desarrollan durante la adolescencia cabe se-
ñalar el:
a) Pensamiento deductivo.
b) Pensamiento hipotético-inductivo.
c) Pensamiento hipotético-deductivo.
d) Pensamiento inductivo.

8. ¿Cuál de los siguientes rasgos no es característico del pensamiento adolescente?


a) Crítica de las figuras de autoridad.
b) Insuficiente conciencia de sí mismos.
c) Hipocresía aparente.
d) Egocentrismo.

9. Durante los años de adolescencia la amistad toma una mayor profundidad ¿Cuál es el pri-
mer aspecto y más importante basado en la cercanía psicológica y comprensión mutua?
a) Lealtad.
b) Complicidad.
c) Confianza.
d) Intimidad.

10. ¿En qué estadio de desarrollo moral las normas que rigen la conducta se pueden acordar entre los
miembros de una sociedad, de modo que se busquen normas que promuevan el bien de todos sus miembros?
a) Orientación del contrato social.
b) Orientación del pensamiento postconvencional.
c) Orientación de los principios éticos universales.
d) Orientación del contrato normativo.

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GLOSARIO

Adolescencia: etapa del desarrollo (que se inicia con la pubertad) en la que se producen cambios
físicos, psicológicos y sociales que convierten a un niño en adulto.
Egocentrismo: fenómeno que se da en una etapa del desarrollo, en que no se diferencia el yo
del no yo, es decir, entre el sujeto y los objetos.
Fabulación: actividad mental por la que un individuo inventa un hecho imaginario y lo relata
como real.
Identidad personal: es lo que nos hace únicos y diferentes de las demás personas. Es un aspecto
esencial de nuestra personalidad y hace referencia a dos ideas: a la noción de autoconsis-
tencia o unidad (ser uno mismo en el momento presente y a lo largo del tiempo) y a la di-
ferenciación o distinción (tener identidad es ser diferente, es ser distinto a los demás).
Identidad sexual: hecho de identificarse con las características biológicas, psicológicas y sociales
propias del hombre o de la mujer.
Pensamiento abstracto/formal: representa la culminación del desarrollo intelectual, y supone la li-
beración o la superación definitiva del pensamiento en relación con la realidad concreta.
Nos permite elaborar hipótesis, razonar sobre ellas y someterlas a prueba.
Pubertad o madurez física: marcaba en las culturas primitivas el paso de la niñez a la adultez. De-
bido a la complejidad de la sociedad actual, la pubertad es únicamente el comienzo de un
largo proceso hasta convertirse en adulto.
Rebelión adolescente: incluye la existencia de conflictos con los padres, enfrentamiento con los
valores y normas de comportamiento aceptadas socialmente, así como aislamiento e in-
comunicación con los adultos, e inestabilidad emocional.
Tendencia secular: aceleración observada en el último siglo en el proceso de desarrollo físico en
niños y adolescentes.
Toxicidad: efecto nocivo de una sustancia sobre la mente o el organismo. El daño puramente
físico no suele ser lo que presenta mayor peligro, sino el hecho de que el consumo de de-
terminadas drogas introduce a los sujetos en ambientes y estilos de vida destructivos.

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