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El recorrido analítico con Freud, esta articulado por la pregunta por el padre a través de su vida sexual (el padre

como
amenazador e invasor, idea enfermiza de que este escucha sus pensamientos tras el episodio de sus primeras erecciones).
También a través de la neurosis infantil (el recuerdo de la reprimenda del padre y su deseo de muerte hacia el).

Lacan propone la noción de mito para hacer valer la historia del caso → El mito que todo sujeto se fabricaría, que seria lo que
vela lo imposible de decir de la verdad del sujeto y por otra parte indica el lugar de esta verdad.

En la neurosis obsesiva, lo que da su valor al mito y gira en torno a la duda y a la petrificación es que los reordenamientos son
orientados por una tendencia del sujeto a cargarse con las faltas del Otro, a rectificarlas, en este caso, tanto la duda del padre
sobre si una mujer u otra, la pobre, la rica, sus deudas de juego. La neurosis obsesiva se caracteriza por la subjetivación
forzada de la falta del otro poniéndola como propia.

Las dos situaciones en el caso, son las de las “faltas” del padre. La figura paterna esta devaluada:
 La deuda de juego  El padre había sido aficionado a los juegos de naipe y en una ocasión dilapidó fondos y un amigo le
habría prestado esa cantidad para saldar la deuda, sin embargo su padre nunca pudo devolver el dinero. A Ernest le
resultaba penoso ese pecado de la juventud de su padre.
 La elección de objeto de amor de su padre  Se vio en la disyuntiva de elegir entre la mujer rica (mamá de Ernest) y la
mujer pobre de la que estaba enamorado, pero al final decidió casarse con la primera por conveniencia. Elige un
casamiento ventajo renunciando o quedando en deuda en relación al amor. La madre pasa a ser la que aporta los medios
de vida, de modo que el prestigio se encuentra de su lado.

Esta es la constelación familiar de un sujeto. Hay un padre devaluado y una madre con prestigio →Un padre devaluado con
una deuda en relación al amor y una deuda de dinero. Esta situación se reproduce y lo lleva a un mandato paterno (Al menos
es vivido como un mandato).

La neurosis se le desencadena cuando se encuentra en una situación parecida a la del padre: la duda entre la mujer rica o
pobre. Tras la muerte del padre, la madre de Ernest le comunica que había hablado con su familia respecto al futuro de este y
uno de sus primos ricos había expresado su disposición a entregarle a una de sus hijas como esposa cuando él terminara sus
estudios, así tal vinculación con los negocios familiares le abrirían un brillante futuro profesional. Otras situaciones, tambien
importantes, son la deuda de los quevedos y el encuentro con el goce del capitán cruel puesto en situación paterna.

En agosto del año en que comenzó el tratamiento, Ernest realizaba maniobras militares. Un día tras una marcha desde X, el
paciente perdió sus quevedos, para no detenerse a buscarlos decidió renunciar a ellos y en cambio telegrafiar a su óptico en
Viena para que a vuelta de correo le enviara unos nuevos. Durante una pausa en la marcha desde X se vio involucrado en una
charla con dos oficiales, uno de los cuales le parecía particularmente afecto a la crueldad, causando mucha angustia en el. En
esa plática el capitán antes referido contó haber leído sobre un modo de tortura, especialmente terrorífico a juicio del paciente,
que consistía en atar al condenado, luego sobre su trasero es puesto un tarro dado vuelta, en este luego se hacen entrar ratas
que penetraban en el ano.

La imagen del suplicio genera toda suerte de temores. Temores de que ese suplicio pudiera ser inflingido a las personas más
queridas: al padre (muerto) y a la dama de sus pensamientos (mujer pobre). El paciente se revuelve contra esa idea y declara lo
ajena que le resulta, la tortura sería sufrida de forma indirecta, es decir no era él quien se veía haciéndolo.

A la tarde siguiente, el mismo capitán le dio un paquete que había llegado con el correo que contenía sus quevedos y le dijo que
el teniente primero A. había pagado el reembolso por él, así que era a quien debía devolver el importe. Al momento se le
presentó la siguiente sanción: no devolver el dinero, de lo contrario sucedería la tortura a la dama y al padre. Enseguida dicha
sanción se transformó en un juramento que decía “Tú debes devolver al teniente primero A. las 3.8 coronas”.

Surgieron las mayores dificultades, aparentemente objetivas, para devolver la suma de dinero → La dificultad esta en poder
pagar, rembolsar ese dinero. O sea de mantener o de revivir algo que es del orden de la deuda. El deber, el mandato de pagar
la deuda y, paralelamente, el deber, el mandato de no pagar. Lo pago. No lo pago. Esas ambivalencias, esas contradicciones,
son justamente lo que llama Freud la resignificación de las pulsiones y dice que hay una anulación retroactiva del acto. Lo
hago, no lo hago. El segundo acto cancela al primero.

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No logra hacerlo y retorna a Viena donde busca a su amigo que lo acompaña a pagar la deuda a la estafeta posta. El paciente
tuvo siempre el conocimiento de que no era el teniente A el que habría pagado el reembolso, sino la empleada del correo. De
todos modos Paul hizo el juramento basado en ese error.

El hecho de que Ernest “ocultara” no sólo en el relato a Freud, sino a sí mismo, algo que supo desde el comienzo y es que
había sido la chica de la estafeta postal quien había pagado por él los quevedos, podría pensarse como que para el Hombre de
las Ratas no cuestionar la palabra del capitán cruel era imperioso. Ante la imposibilidad de cuestionar la palabra de este Otro,
capitán de un goce cruel, el hombre de las ratas arma el síntoma de representaciones contra representaciones que asientan
sobre una premisa, sabida falsa por él. Ocultarse esta información a sí mismo resguarda un punto de goce que lo tiene sujeto.
Punto de goce que lo muestra en pasividad ante otro hombre. Una pasividad ante el padre.

En las tempranas palabras del padre: "Este chico será un gran hombre o un gran criminal" → ya está planteada para Ernest la
encerrona binaria de corte obsesivo. El desencadenamiento de la enfermedad, los planes matrimoniales que para él tenía la
madre, lo encierran en la reproducción del mito familiar: casamiento por conveniencia (como el padre) o por amor. Esto,
sabido por él, pero a lo cual no adhirió cuando Freud se lo subrayara, provocó una respuesta desde el inconsciente: un sueño
transferencial en el cual él queda en posición de objeto frente a un supuesto deseo de Freud de casarlo/cazarlo con su hija.
Hija con quien él no se casaría por sus bellos ojos –dice la letra del sueño-, sino por el valor de dinero que éstos exhiben, al
cual su propio goce lo ata.

Dice Freud que un acontecimiento históricamente vivido en una generación, puede resultar en rasgo de carácter en la
siguiente y síntoma en la tercera. En el padre, la doble deuda de amor y de dinero no produjo pregunta subjetiva: pudo vivir
con ella, alojarla como rasgo de carácter. "Los impasses no resueltos en la situación original se desplazan" dice Lacan - "y se
repiten en otros puntos de la red". Hizo eco en el hijo, que se ubica fantasmáticamente como uno de los términos del
intercambio: como el pequeño Eyolf, una rata. "Tantos florines: tantas ratas", reza el texto que en apretado axioma ubica el
pacto que le dio origen.

Ernest se pone en la obligación obsesiva de saldar lo insaldable del padre: las deudas paternas con su propio deseo. La
inhibición que lo aísla y lo paraliza gozosamente, muestra al Hombre de las Ratas detenido en su avance deseante. Muestra un
hombre-rata, rata-niño eternizado en un tiempo sin fin. Niño que no puede cumplir sus ideales: recibirse prontamente de
abogado, elegir mujer, casarse, eventualmente tener hijos, porque no puede salir él de la posición congelada de hijo. → La
operatoria de apropiación de su deseo requiere la tramitación simbólica de su relación con el padre. Padre al que Ernest no
puede mirar de frente en sus fallas. Aún al precio de dejarse absorber por un goce que no cesa, goce que Freud se dedica
penetrar vía el expediente del relevo minucioso del odio reprimido al padre.

¿Cómo hubiera podido este padre transmitirle una identificación deseante al hijo, justamente él, que pudo dejar de lado a
la mujer deseada para quedarse con la conveniente? → La operación paterna exhibe sus fallas: la madre no ha quedado
suficientemente interdicta. El mito familiar informa que el padre ha "vendido" su deseo, que la potencia fálica, ubicada en el
dinero, está del lado materno y que el padre pretendía que el hijo hiciera el mismo movimiento que él, esto es, que apostara a
la mujer rica (la madre), dejando de lado a la amada. Y el hijo, en conflicto con esta posición, no puede pese a ello responderle
sino desde su propia fijación a las marcas familiares. Enredado fantasmáticamente entre las equivalencias freudianas, Ernest
condensa en la identificación a las ratas la cifra de su goce y de su detención.

Cuando niño, Ernest fantaseaba que sería amado por su enamorada de doce años, bajo la condición de perder al padre. En la
fantasía de venganza de la adultez, en la que tan a menudo se solazaba, perdía trabajo y amada para ganar reconocimiento,
honor y rectitud. Podría pensarse como la que le falto al padre.

Lo que no resolvió el padre, el sujeto lo pone a su cargo y pospone o destruye el encuentro con su deseo. La angustia surge
cuando el montaje de un padre ideal (caballero, buen soldado) cae por el encuentro traumático con el goce del Otro
(capitán cruel) con la evocación de un goce anal colocando al capitán cruel en el lugar del padre. Este padre aparece
entonces como cobarde y gozador. Esto reactiva las identificaciones con un padre “caído” del ideal, el de la duda y el de la
deuda. Esto lo lleva a sus propios síntomas, la duda también entre una mujer pobre y una rica, y la deuda imposible a saldar
de sus quevedos que le lleva a lo imposible de saldar su deuda simbólica con su padre. → Es decir, no puede aceptar el don
del padre, el falo simbólico, porque esto significaría enfrentarse a su propio falo, es decir, pasar de la duda de ser o no ser el
falo, a tenerlo para poderlo perder.

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De esta forma el sujeto se carga con las faltas del padre, hasta llegar al trance obsesivo, que es una defensa frente al goce,
desviando el interés a rituales y otros pensamientos, en un desplazamiento y en una regresión de la libido a un estadio sádico
anal.

En la inhibición, postergación infinita de la confrontación con la castración, el obsesivo resguarda el goce que lo atrapa,
sumergiéndose en la miseria neurótica del objeto imposible, para no pasar por la pérdida de goce que implica la desdicha de
un goce común. "Infortunio ordinario" en palabras de Freud.

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