Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Marcelo Percia
A los treinta y seis años escribe una carta a su padre de sesenta y siete.
Los tiempos de Kafka son los de Freud: los tiempos de los hijos que sufren
por los ideales frustrados de sus padres.
1
El padre pregunta desconcertado: ¿A quién saliste así? El hijo admite: no
soy lo que esperabas de mí. El padre sufre como si le violaran una caja de
seguridad. ¡Extraña culpa la del desencanto!1
Carta al Padre de Kafka relata esa sumisión histórica en tiempos del amor.
Nuestros tiempos, sin embargo, ya no son los del amor al padre como
deuda moral, sino como perplejidad compartida de un desencuentro
civilizatorio.
2.
Carta al padre está más cerca de Edipo que de Homero Simpson: si Edipo,
como padre, es un joven heroico y protector que toma como esposa a una
pobre reina viuda, que resulta luego ser su propia madre; Simpson es un
padre frágil adoptado por una mujer complaciente como si fuera su niño
grande.
2
así a su esposa: “¿Estás cuidando a los niños?”, le pregunta March, “Sí,
por supuesto”, asegura y se lo muestra frente al televisor mientras los
chicos se tiran por la ventana.3
3.
Carta al padre puede leerse como reclamo a un hombre rudo, como queja
por una vida familiar ingrata, como desahogo de un temeroso, como
protesta de un escritor que desea liberarse de la culpa que siente por ser
diferente al que debería ser.
El hijo no puede darse a conocer y el padre cuanto más cree conocerlo más
lo desconoce.
3
padre por la obra del hijo es uno de los mitos fundadores de la clase media
intelectual argentina.
4.
Después de Kafka, los hijos del siglo veinte, cada tanto, asumen una
posición mesiánica: vienen a componer un mal, a limpiar una culpa, a
liberar una potencia, a realizar una obra que mejore el mundo. Asumen la
misión de salvar a los padres de la vida que tienen. 4
Otras veces, la obra del hijo impugna el mundo del padre que es la historia
social habitada por esa pequeña biografía que envejece.
4
M´hijo el Dotor (1903) de Florencio Sánchez es una figura rioplatense del mesianismo familiar de las
primeras décadas del siglo XX.
4
propia derrota?, ¿cómo responde el hijo obligado al conformismo como
prueba de gratitud?, ¿cómo se rehúsa al servilismo, sin traicionar ese amor?
5.
La idea de encontrar una salida en donde el otro no la encontró, plantea una
tristeza de comienzo: el hijo viene al mundo para denunciar el encierro del
padre.
6.
¿Por qué para el padre las preocupaciones del hijo son problemas menores
comparados con los que él tuvo que enfrentar a su edad? Transcribe Kafka
en la Carta éstas expresiones de su padre “Quisiera tener yo tus
preocupaciones” o “No tengo una cabeza tan descansada”.
Como si para el padre, los temores, inquietudes, angustias del hijo, fueran
bagatelas: cosas sin importancia. El problema se puede describir así: el
padre necesita asegurarse, en la conciencia del hijo, del valor de su vida
5
El hijo suele decir al padre “no quiero ser como vos” como si temiera o rechazara la posibilidad de una
identificación. Tal vez se trata de enunciar otra proposición “no quiero el mundo que te hizo vivir así”.
5
haciendo de su persona la medida de toda experiencia posible, pero uno de
los efectos de esa supremacía comparativa es el sentimiento que inocula en
el hijo de nulidad de sí.
7.
La pesadilla de El proceso no es la de la burocracia, sino la de la culpa.
Uno de los jueces del tribunal dice: “Cada noche buscamos personas por
la ciudad que se sientan culpables y las traemos”. K. reflexiona en un
momento: “Es parte de este sistema que uno sea condenado no sólo sin
culpa, sino también sin saberlo”. La culpa no tanto por deseos incestuosos
prohibidos: parábola paranoica de la sociedad capitalista en la que el hijo
quiere para sí lo que tiene el padre, inculcación del mundo del padre como
deseo realizado, sino la culpa como sentimiento difuso del rechazo de ese
mundo. Rechazo que el padre necesita anular o traducir como ingratitud o
traición. Se mata al padre (si de alguna muerte se trata) con indiferencia
respecto de su mundo. Rechazo que no se confunde con el infantilismo que
dice no quiero nada de lo que me puedas dar. Rechazo como impugnación
pensada, no de la burocracia como formato vacío, sino de la sociedad a la
que el padre está sometido como mundo lleno de injusticias, desigualdades
y regulaciones del deseo.6
8.
El teatro familiar es un espacio de exageración emocional. Cosas mínimas
adquieren el valor y la trascendencia de asuntos épicos: el terror nocturno
6
El padre paranoico de La condena sentencia a su hijo a morir ahogado porque vive la potencia y la
felicidad del muchacho como si le robara algo que le pertenece. Llama la atención, sin embargo, la
docilidad culpable del hijo que se arroja de un puente. En uno de los cuadernos póstumos de Kafka se
encontró anotada esta visión: “El suicida es un preso que ve en el patio de la prisión una horca, cree
equivocadamente que le está destinada, se escapa por la noche de la celda, baja y se ahorca solo”.
6
del hijo, la enuresis de la niña, la negativa de tomar la sopa, el capricho de
llevar una media sucia al jardín, el dolor de que el amiguito no quiera venir
a jugar a su casa, la obstinación de ponerse el dedo en la boca o comerse las
uñas o tocarse el pelo o juntar las piernas en forma indebida. La
experiencia familiar es la de la desmesura pasional: la amenaza de un
castigo, una sentencia verbal, la preferencia injusta de un hermano, la
observación de una fealdad física; cada cosa puede causar un sufrimiento
mayor y requerir de conductas heroicas para sobrellevarlo. El dramatismo
familiar hace olvidar que la vida pasional es aventura de un flujo social
inabarcable.
9.
Escribe Kafka en la Carta: “Así uno se convertía en un niño hosco,
distraído, desobediente, que buscaba siempre una huída, especialmente
una huída interior”. Kafka relata la invención de la interioridad como
territorio propicio para una huída. La interioridad es su escondite: se oculta
para tener una vida. La literatura es su secreto
10.
El psicoanálisis es un consuelo posible para una civilización que no sabe
qué hacer con la experiencia interior. Suele compararse el desahogo del
analizante con la confesión religiosa del pecador; es cierto, quizá, en lo que
respecta a la caricatura moral que aproxima al psicoanalista con el
confesor; pero no es lo mismo en cuanto al lugar de la interioridad: una
interioridad sin dios es una soledad que pide ser relatada a un semejante. La
existencia de dios aportaba el Otro imprescindible del mundo interior; dado
que es condición de la interioridad ser dialógica y reflexiva.
11.
Así describe Kafka, en su Carta, el ideal burgués de un padre en los
últimos tiempos del imperio: “Casarse, fundar una familia, aceptar los
hijos que lleguen, sostenerlos en este mundo inseguro y hasta conducirlos
un poco es, en mi opinión, el máximo a lo que puede aspirar un hombre”.7
7
El final de ese ideal familiar es una crueldad histórica: las tres hermanas de Kafka (Gabrielle, Valery y
Ottla, su favorita) fueron asesinadas en Auschwitz. Franz ya había muerto en 1924, Herman su padre en
1931 y Julie, su madre, en 1934. Padres e hijo están enterrados juntos en el nuevo cementerio judío de
Praga; los restos de las hermanas quemados en un gran incinerador.
7
en sí, es que, con toda evidencia, soy espiritualmente incapaz de casarme.
Esto es ostensible por el hecho de que a partir del momento en que me
decido a casarme ya no puedo dormir, la cabeza me arde de día y de
noche, mi vida ya no es mi vida y, desesperado, me tambaleo de uno a otro
lado”.
La paradoja del amor entre padre e hijo es que alcanzan máxima cercanía
en el momento de la despedida. El hijo debe partir cuando el padre no
puede seguir.
8
“Sólo soy literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa” escribe en su Diario.
8
de que no puede más y se queda en un refugio, tal vez con un arma para
resistir a los perseguidores o para matarse. El joven sigue, avanza
desgarrado, solo, se adelanta hacia no sabe dónde. Acepta que el otro no
puede acompañarlo. No lo abandona, parte sin él: marcha desamparado. Se
escucha un disparo o muchos. Enseguida, silencio.
Relata que recibió dos balazos cuando fue cazado en Costa de Oro por una
empresa privada: “Uno en la mejilla; no fue de importancia, pero dejó una
cicatriz roja, sin pelos, que me valió el repelente, ciento por ciento
inadecuado sobrenombre de Pedro el Rojo…”.
A partir de ese momento, el informante relata que buscó una salida: “Por
primera vez en mi vida me encontraba sin salida. (…) Sobreviví ese
período. Sollozar sordamente, dolorosos despiojamientos, lamer en
silencio un coco, golpetear la pared del cajón con el cráneo, chascar la
lengua si alguien se me acercaba, fueron mis primeras ocupaciones en mi
nueva vida; pero detrás de todo eso escondía una sola sensación: ninguna
salida. (…) ¡Yo había tenido hasta entonces tantas salidas!... ¡y ahora ya
ninguna! Estaba encallado. (…) No tenía ninguna salida, pero tenía que
encontrar alguna, porque sin ella no podía vivir”.
9
El post-simio de Kafka comprende, en ese triste y brutal comienzo, la
condición trágica de la vida humana: encontrar un camino allí donde no
hay ninguna salida. 9.
“Temo que no se entienda bien qué quiero decir con la palabra salida.
Empleo la palabra en su más completo y corriente sentido. Es a propósito
que no digo libertad. No me refiero a esa gran sensación de libertad hacia
todos lados. Como mono quizá la haya conocido y he tratado con hombres
que la anhelan. Pero en lo que a mí respecta ni entonces pretendí la
libertad ni tampoco ahora lo hago. A todo esto, los hombres se engañan
frecuentemente. Y así como la libertad es uno de los sentimientos más
elevados. Muchas veces, en las salas de varietés, antes de salir a escena,
he visto a dos artistas allá arriba, en el techo, trabajando en el trapecio. Se
mecían, se balanceaban, saltaban, quedaban colgando uno en brazos del
otro, uno llevaba al otro por los cabellos suspendidos de sus dientes.
‘También esto es libertad humana’, pensaba yo, ‘el movimiento soberano’.
¡Tú, escarnio de la sagrada naturaleza! Ningún edificio podría
permanecer en pie ante las risas de la simiedad frente a ese espectáculo.
No; yo no quería libertad; solamente una salida, a derecha, a izquierda, a
algún lado. No tenía más pretensiones. Así la salida fuese sólo un engaño;
la pretensión era pequeña, el engaño no sería mayor…”.
Luego de relatar por qué no se fugó del barco, explica: “Si yo hubiera sido
un partidario de la ya mencionada libertad, seguramente habría preferido
el océano a la salida que se me mostraba en la turbia mirada de esos
hombres”.
9
Ausweg, la palabra que utiliza Kafka, se traduce como salida, camino, recurso, arbitrio.
10
todavía le resulta insoportable la mirada del animal perturbado por el
amaestramiento.
10
King Kong (1933) es una película norteamericana que relata la exploración de una isla perdida en la que
capturan, como atracción circense, a un enorme y poderoso simio que vive en libertad y que se enamora
de la joven americana rubia y tonta que colabora en su aplacamiento. Una historia de la violencia
capitalista atemperada por las caricias imposibles entre la bestia y la muchacha (en el fondo) buena y
sensible.
11
pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En
el portal me detuvo y preguntó:
-¿Hacia dónde vas?
-No sé -respondí- simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí.
Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi
meta.
-¿Conoces entonces tu meta? -preguntó.
-Sí -repliqué- te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta”.
-No llevas provisiones de comida- me dijo.
-No necesito –respondí-. El viaje es tan largo que necesariamente pasaré
hambre si no me dan algo en el camino. Ninguna provisión puede
salvarme; felizmente es un viaje tremendamente largo.
15.
Partida es la acción de salir desde un punto para ir hacia.
Partida es potencia del por venir o destino sin fin.
Partir es desencadenar un movimiento que, si no, se vuelve energía
atrofiada.
16.
Irineo Funes yace inmovilizado. No puede partir. El que parte se entrega a
una especie de olvido.11
17.
La partida es la aventura del juego.
11
Escribe Borges hacia el final de Funes el memorioso: “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz
de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no
había sino detalles, casi inmediatos”.
12
El Séptimo Sello de Bergman (1957) es una película sobre la partida: un
caballero del siglo XIV y su escudero, regresan a su país después de diez
años de combates en la Cruzadas por la recuperación de Tierra Santa.
Europa es arrasada por la peste y el terror. El hombre pregunta en su sueño
por el sentido de la vida. Así se lo ve despertar en una playa, cuando una
figura de rostro pálido cubierta con una capa negra se presenta como la
Muerte que viene a llevarlo. El caballero la desafía a una partida de ajedrez:
si gana seguirá viviendo; si pierde, tendrá que partir sin su carne.
18.
La despedida es el último gesto antes de la partida. El que parte se entrega
al olvido que es una forma de la ausencia.
19.
En Final de partida (1957) de Beckett cuatro personajes viven dentro de
una habitación fuera de la cual “todo es gris, negro claro”. Hamm, un
inválido ciego de mal humor en una silla de ruedas; Clov, el sirviente, que
no puede sentarse y deambula sin parar. Nagg y Nell, los padres de Hamm,
encerrados cada uno en un tacho de basura con las piernas mutiladas. “Uno
13
llora, llora, por nada, por no reír -exclama Hamm-… y poco a poco... una
verdadera tristeza nos invade”.
20.
Partir es traspasarse. La crítica de nosotros mismos -piensa Foucault-
consiste en ir más allá del propio límite. La meta es la partida de sí, no
como ausencia, sino como presencia posible fuera de ese límite. La meta es
partir libre de metas.
21.
Itaca es el poema del viaje como partida infinita. Kavafis, contemporáneo
de Kafka, en Itaca (1911) narra el largo camino de regreso (un viaje de
veinte años) de Ulises, tras la guerra de Troya, hasta su isla natal. “Cuando
emprendas tu viaje a Itaca / pide que el camino sea largo, / lleno de
aventuras, lleno de experiencias (…) Pide que el camino sea largo. / Que
muchas sean las mañanas de verano, en las que llegues / ¡con placer y
alegría! / a puertos nunca vistos antes (a puertos que tú antes ignorabas).
(…) Conserva siempre en tu alma la idea de Itaca: llegar a ella es tu
destino. / Más no apresures nunca el viaje (Mas no hagas con prisa tu
camino). / Es mejor que se alargue por años (…) Itaca te brindó tan
hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino…”. El poema
declara preferencias por las mañanas de verano para abrirse a lo ignorado o
para abismarse en la frontera de lo nunca visto. El viaje es una pedagogía
sensual que cautiva con hermosuras, rarezas, curiosidades y exotismos. El
poema presenta al destino no como meta obsesionada, sino como excusa
que impulsa la partida. El porvenir, para Kavafis, es lo que acontece
cuando nos extraviamos y la llegada se aplaza. La prisa es ansiedad que
malogra potencias.
22.
“A lo lejos, escuché el sonido de una trompeta y pregunté al sirviente qué
significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada”. El sonido de una trompeta
evoca lejanías: de esa intuición nacen las promesas. La lejanía es llamada
sin sujeto que llama; llamado sin objeto; llamado vacío y absoluto; llamado
de deseo que espera sin saber nada de eso que, sin embargo, llama.
23.
La joven residente (recién llegada al manicomio) hace la pregunta al
hombre delgado.
14
-¿Usted, cómo se llama?
-Yo no me llamo, a veces me llaman para pedirme cigarrillos, yerba o para
que haga mandados.
-¿Cómo lo llaman?
-Me dicen: “¡Vení huesito!”.
-¿Y… usted?
-Voy para ver de qué se trata
-¿Lo llaman huesito?
-Antes me llamaban Cardoso... como al hermano de la tía que me crió que
era medio pendenciero.
24.
Pensar es partir.
Uno de los tangos más hermosos sobre la partida es Naranjo en flor (1944)
de Virgilio y Homero Expósito. Explica en uno de sus versos: “Primero
hay que saber sufrir, / después amar, después partir / y al fin andar sin
pensamiento...”.
25.
Partir puede ser salir a recuperar lo perdido, marchar a la conquista de lo
que no se tiene, comenzar a desprenderse de lo poseído.
26.
El fuera de aquí es de la especie del fuera de sí. El fuera de sí no es el
frenesí de los excitados que deliran: esa exaltación loca apunta al cielo y
aspira al paraíso. El fuera de sí de la partida es huída del yo. No es
deserción, sino entrada en el desierto.
15
Partir es vagabundear entre un desierto conocido y otro desierto
desconocido. ¿Cómo se sabe en qué desierto se está si todos los desiertos se
parecen? “Ay, ¡Estoy cansado de mí!”, es la voz del desierto sobre
saturado de sí.
27.
El fuera de aquí es un vacío que auxilia a la interioridad. Escribe Foucault
(1989): “La atracción, tal como la entiende Blanchot, no se apoya en
ninguna seducción, no interrumpe ninguna soledad, no funda ninguna
comunicación positiva. Ser atraído, no consiste en ser incitado por el
atractivo del exterior, es más bien experimentar, en el vacío y en la
indigencia, la presencia del afuera. Lejos de llamar a la interioridad a
aproximarse a otra distinta, la atracción manifiesta imperiosamente que el
afuera está ahí, abierto, sin intimidad, sin protección ni obstáculo (¿cómo
podría tenerla, él que no tiene interioridad, sino que la despliega al infinito
fuera de toda clausura?), pero que en esta abertura misma, no es posible
acceder, pues el afuera no revela jamás su esencia, no puede ofrecerse
como una presencia positiva –como una cosa iluminada desde el interior
por la certidumbre de su propia existencia- sino únicamente como la
ausencia que se retira lo más lejos posible de sí misma y se abisma en la
señal que emite para que se avance hacia ella, como si fuera posible
alcanzarla”.
28.
El sirviente no comprende, no escucha, detiene en el umbral, pregunta por
el destino, inquiere por la meta como punto de llegada. El patrón ordena lo
que no se cumple, escucha, se pregunta por el significado de lo remoto. No
sabe a dónde va y sin embargo posee una meta. No piensa en arribar sino
en partir.
16
señor del saber es Don Quijote, el loco, y no Sancho. Si Sancho se
equivoca al invocar el buen sentido, se cuida de acapararlo. El no cree que
haya otro que el de su señor, y es al de él a quien apela. Su intervención -
modesta- representa algo así como el grado cero de de la intervención
analítica. Será necesario ir más lejos, pero también es necesario partir de
allí: escuche lo que usted ha dicho. (…)… digo que sobre su asno, ese
iletrado esboza ya –y sin sacar de ahí ninguna gloria- el lugar del gran
Otro, aquel que no siendo nadie no es el sujeto, sino que representa el
lugar de la palabra. Pues es ante el gran Otro, y no ante un escudero,
donde Don Quijote debería proceder al examen de lo que ha dicho”.
29.
Se suele decir, entre nosotros, para describir un embrollo social, un absurdo
burocrático, una racionalidad inútil y sin reglas previsibles: es una
situación kafkiana. Se reduce lo kafkiano a cualquier circunstancia molesta
en que la civilización consume sus mejores energías, kafkiano es el eros de
la tramitación innecesaria o el aplazamiento sin fin de un acto mínimo.
Pero lo kafkiano no es queja ciudadana nerviosa y escandalizada por la
pereza libidinal ni protesta contra la administración que se ama a sí misma,
lo kafkiano interesa como potencia de lo neutro. También como sentido de
la fuga: el fuera de aquí como meta infinitamente larga, como partida de sí
en la que no alcanzan previsiones ni provisiones. Partida no tanto como
partición, sino como fuera de todas partes. Lo kafkiano, así pensado,
recupera su potencia secuestrada por el adjetivo que se consume en la
protesta contra las burocracias.
V. Interpretaciones partidas
30.
Una pequeña fábula es un texto de Kafka que dice así: “¡Ay! -dijo el ratón-
. El mundo se está poniendo cada día más pequeño. Al principio era tan
grande que le tenía miedo. Corría y corría y me hacía feliz saber esos
muros, a derecha e izquierda, a los lejos. Pero esas paredes se estrechan
tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la
trampa hacia la que voy.
-Sólo tienes que cambiar el rumbo -dijo el gato... y se lo comió”.
31.
Una ficción sobre la estrechez no como límite sino como limitación, sobre
el vacío no como posibilidad sino como amenaza. Un relato sobre cómo la
angostura conduce (indefectible) hacia una boca que traga: última cavidad
húmeda, tibia, cerrada. Y, sin embargo, queda la sensación de que, la cita
17
final, era evitable. De que el ratón no supo (pudo o quiso) desobedecer a la
voluntad que lo manda.
32.
Deleuze y Guattari en Kafka. Por una literatura menor (1975) señalan que
la obra del checo no es interpretable. Si interpretar es explicar una cosa por
otra o trazar equivalencias simbólicas o correspondencias entre metáforas,
dicen que la literatura de Kafka resiste a la interpretación. Sugieren que sus
ficciones son experiencias de evocación, diseminación, dispersión.
18
Asociación libre es una contingencia prefigurada o inclinada hacia lo que
se espera encontrar. Ninguna asociación es libre, se trata de
encadenamientos verosímiles para los discursos culturales que nos habitan.
El curso del mundo no sigue la inteligencia del agua que se filtra por los
techos de las terrazas o desciende desde las montañas; no es un solo curso o
un conjunto previsible, aunque los expertos desesperen por encontrarle
coherencia. La demanda de un orden es una debilidad humana.
12
Lukács observaba que la literatura de Kafka expresa en forma realista la soledad y la angustia humana a
través de situaciones extrañas que se vuelven creíbles por el tratamiento que el checo hace de signos
mínimos que construyen el cotidiano social, escribe: “lo inverosímil, parece real a causa de la fuerte y
sugestiva verosimilitud de los detalles”.
19
Benjamin (1934) también advierte sobre los excesos interpretativos que
desde su publicación sufrió la obra de Kafka, abusos tanto de la
interpretación teológica como psicoanalítica. Sugiere que Kafka planeó una
trampa para los interpretadores: una deliberada inconclusión o dilación del
desenlace o final esquivo sin ningún mensaje. Con la literatura de Kafka
ocurre, sin embargo, algo extraño: la imposibilidad misma de la
interpretación desencadena una y otra vez el deseo de argumentación. La
diferencia entre interpretación y argumentación es que mientras que la
primera pretende desentrañar la verdad de un texto, la segunda carretea
sobre diferentes pistas para tentar un despegue nunca asegurado hacia
donde el deseo sea.13
33.
La fábula hace recordar a un juego de chicos que se llama El gato y el
ratón: los jugadores hacen un círculo con las manos entrelazadas. Uno
dentro del círculo hace de ratón y otro fuera hace de gato. El gato tiene que
atrapar al ratón. El ratón, dentro del círculo, está seguro y protegido. Los
jugadores que hacen la ronda ayudan al ratón levantando y bajando los
brazos para dejarlo entrar e impedir el paso del gato. El ratón sale, provoca
al gato, vuelve a entrar.
Un cuento popular recopilado por los hermanos Grimm hacia la mitad del
siglo XIX se titula El gato y el ratón que llevan una vida en común. Es la
anécdota de un gato que fingiendo amistad, tras muchas mentiras termina
devorando al pobre ratón que había accedido a vivir con él.
13
En un texto que se llama Contra la interpretación, Susan Sotang (1964), escribe “La obra de Kafka,
por ejemplo, ha estado sujeta a secuestros en serie por no menos de tres ejércitos de intérpretes. Quienes
leen a Kafka como alegoría social ven en él ejemplos clínicos de las frustraciones y la insensatez de la
burocracia moderna, y su expresión definitiva en el estado totalitario. Quienes leen a Kafka como
alegoría psicoanalítica ven en él desesperadas revelaciones del temor de Kafka a su padre, sus angustias
de castración, su sensación de impotencia, su dependencia de los sueños. Quienes leen a Kafka como
alegoría religiosa explican que K. intenta, en El castillo, ganarse el acceso al cielo; que José K., en El
proceso, es juzgado por la inexorable y misteriosa justicia de Dios”.
20
34.
La asechanza de lo abierto y la estrechez de lo cerrado confunden a las
desconcertadas astucias humanas.
Las fobias freudianas son defensas sofisticadas que no saben cómo resolver
la tensión entre el deseo y la amenaza.
35.
El mundo es ancho y ajeno para los pobres que viven fuera del sueño
europeo.14
36.
El pasaje del límite a la limitación es muy rápido.
37.
En la angostura, estalla la intensidad de los detalles; en la estrechez, las
pequeñas cosas hablan en loca simultaneidad.
21
¿Cómo cambiar de rumbo si todo se va estrechando de modo que nos
vemos obligados a tomar esa única dirección?
38.
“El mundo se está poniendo cada vez más pequeño”: nos queda la
felicidad de sentir que hablando nos alejamos de los muros.
Kafka piensa que nada de eso podía servir. Recursos similares habían
utilizado otros navegantes. El canto de las sirenas se abría paso a través de
todas las cosas. La desenfrenada pasión de los seducidos hacía saltar
cuerdas, cadenas, o cualquier otra forma de sabiduría humana.
Cuando la nave del más astuto llegó, las poderosas no cantaron. ¿Pensaron
atraparlo de esa forma? Lo cierto es que Ulises no oyó ese silencio.
Imaginó que, protegido como estaba, no escuchaba nada. Creyó estar ante
profundas inspiraciones del alma, la voz de lo más preciado, la extrema
melodía del mundo. Imaginó la mortal belleza de lo inescuchable.
Las sirenas, más hermosas que nunca, no pudieron poseerlo. ¿La felicidad
por darse a la fuga que reflejaba en el rostro de Ulises (que sólo pensaba en
cera, cadenas, argucias), deshizo el encanto? ¿Qué ocurrió en aquella
improbable circunstancia? ¿Un simple engaño pudo más que el revelado
misterio del universo?
22
Concluye Kafka: Ulises, se dice, fue tan fecundo en ardiles, fue un zorro
tal que ni la misma diosa del destino pudo penetrar en su fuero más íntimo.
Quizá -aunque esto escapa a la comprensión humana- se haya dado cuenta
de que las sirenas guardaron silencio, y haya opuesto a ellas y a los dioses
el simulacro mencionado como una especie de escudo”.
Kafka piensa que, de haber tenido conciencia, las sirenas hubieran sido
aniquiladas ese día.
El silencio de las sirenas es un texto sobre otro texto que vuelve a relatar lo
ya relatado con una variación: incorpora el arma más terrible de las sirenas
(el silencio) y la defensa humana más poderosa (la simulación)16; y, sin
embargo, sugiere que todo se resuelve como un malentendido: el Ulises de
Kafka finge escuchar lo que no podrá oír, pero su fuga maravillosa sólo
resulta por azar. Para Kafka, el héroe griego se salva por pura suerte de
principiante: instante de coincidencias únicas, conjugación irrepetible,
acontecimiento de deseo.
40.
El peor hechizo es la locura posesiva. Poseer o ser poseído es la opción de
los atrapados. La astucia de Kafka es desposesiva: sabe que la lógica
propietaria es la celda del deseo.
16
Este argumento hubiera encantado a José Ingenieros.
23
Bibliografía
Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (1975). Kafka. Para una literatura menor. Editora
Nacional, Madrid, 2002.
Kafka, Franz. Carta al padre. Traducción y prólogo Carlos Correas. Leviatán. Buenos
Aires, 2005.
Liberman, Arnoldo (1994). Franz Kafka o el padre culpable. En La nostalgia del padre.
Un ensayo sobre el derrumbe de la certeza paterna. Ediciones Temas de Hoy. Madrid,
1994.
Lukács, Georg. ¿Franz Kafka o Thomas Mann? Significación actual del realismo
crítico. Editorial Era. México, 1967.
24