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Neurosis Obsesiva
El Hombre de las Ratas
Parte II

El texto que se presenta a continuación consiste en un recorte de la singular y


fascinante lectura que ofreció el Psicoanalista José Azar sobre este historial
freudiano. Tal lectura fue transmitida en el espacio del Grupo de Psicoanálisis de
Tucumán.

Retomando la ya enunciada dirección de la cura propuesta por Freud -referida a


relacionar cronológicamente las ideas obsesivas con la vida del paciente-, surge la
necesidad de interrogar: ¿Qué ocurrió en la vida de nuestro personaje?

Y, como en todos los casos, el destino del “futuro hombre de las ratas” comenzó a
escribirse mucho antes de su nacimiento. Destino que va trazando caminos antes que
haya alguien para transitarlos, que va proveyendo de la escenografía que armará el
escenario imaginario donde se representará el drama de una vida. Es lo que precede, la
prehistoria, el mito de origen.

Los mitos hablan de las relaciones fundantes del sujeto; cuentan de epopeyas, de
orígenes y forman parte estructural del fantasma. De cómo se incorporó el Nombre
del Padre cuentan los mitos. Y los mitos tienen que ver con el destino, son las marcas
del destino, son a-destinales. “La elucidación de los mitos nos interesa en forma directa,
puesto que no es posible que abordemos al sujeto con el que tenemos que vérnoslas en
el análisis, sin encontrar estas funciones del mito”.

Basados en la paciente construcción que realiza Freud en el análisis de su paciente,


diferenciamos dos escenarios del mito del hombre de las ratas que se representan
en el escenario transferencial. Dos escenarios donde el protagonista fundamental es el
padre. Dos escenarios que, en determinado momento, intercambian actores, pero
manteniendo el argumento central que nos permite observar “la estricta correspondencia
entre esos elementos iniciales, originales y fundamentales para el sujeto y el desarrollo
ulterior de la obsesión fantasmática”.

Uno es el escenario militar, donde se desencadena la angustiante obsesión de Paul.


Nos ubiquemos en él imaginariamente: no es cualquier escenario militar sino el del
ejército poderoso, elegante y respetuoso de los códigos de caballería de una monarquía
que extiende sus orígenes al antiguo Imperio Romano y con una tradición de 1000 años
de reinado de los Augsburgo. Pertenecer a este ejército proporcionaba posibilidad de
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prestigio y ascenso social, mucho más para un judío (a los judíos no les estaba permitido
ascender a cuadros superiores). Es el escenario del orgulloso ejército del Imperio
Austro-Húngaro, previo a la terrible y sucia guerra de trincheras, la primera de las
grandes.

Como en toda institución ejército, este escenario está regido por un rígido principio de
autoridad con una clara pirámide de mando: oficiales, suboficiales y soldados. Por otro
lado, este tipo de instituciones hace surgir un especial afecto que permite a sus
miembros sobrellevar el miedo y la angustia que genera enfrentar situaciones que
comprometen la libertad y la vida propia y ajena, que es la camaradería, la amistad…
Ese especial afecto surgido de “fuentes eróticas con inhibición de la meta sexual”. Lazo
social que “apuntala” las pulsiones y anuda los registros. Y, que como todo lazo
intersubjetivo, entraña un pacto.

El padre del hombre de las ratas es suboficial. El lugar de suboficial es el de militar


encargado de conducir tropas, pero no de generar órdenes que comprometan la
estrategia general. Es el que hace cumplir las órdenes emitidas por los mandos
superiores. Está subordinado al mando de los oficiales.

El padre de Paul es un hombre simpático, con amigos, pero…Un capítulo de su vida,


relatado anecdóticamente por él mismo, marca a fuego el fantasma de su hijo Paul:
Estando en el ejército, sus camaradas de armas, sus amigos, confían en él, haciéndolo
depositario de los fondos monetarios del regimiento. Y él, un inveterado jugador, los
pierde en el juego… Está a punto de perder no sólo su honor sino también su vida. Pero
-y aquí la otra parte importantísima de este capítulo central del mito- un amigo lo
salva: le presta el dinero que él malversó…Préstamo, deuda, que nunca puede
saldar.

El amigo salva su vida y su honor. Lo que el mal-versó puede ser sustituido por lo
que su amigo le presta. Es decir: arregla su mala versión con el auxilio de la buena
versión del amigo. Pero lamentablemente para Paul esta deuda no es salvada.

El inconsciente escribe lo que el Otro dicta, pero no sabe ortografía. En alemán, idioma
en que se representa esta obra, ratten es ratas y raten es cuotas de una deuda. Y
spielratte es rata de juego…jugador compulsivo, inveterado. Rata, dinero, juego,
deuda del padre entran en la serie significante del hombre de las ratas. Y Azar
anexa que averiguó que otra de las acepciones de raten es aconsejar, lo que Paul dice
que su amigo solía hacer con él: darle otra versión, una buena versión que permita un
giro de sus torturantes ideas obsesivas. Entonces, la propuesta es incluir también este
sentido en este juego de sustituciones significantes. Esto se fundamenta en que las
primeras palabras de Paul al comenzar su análisis fueron en referencia a su amigo: el
que auxilia con su buena versión la mala versión del padre, el que anuda su desatada
estructura. Sustituto -springer- del padre y, también, del mítico amigo que

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estabiliza a su padre y que adquiere valor fálico en su estructura, “apuntalando” la


fallida función paterna.

El otro escenario del mito es el familiar: el padre de Paul en su casa también es


suboficial. Es su mujer la que tiene la voz de mando, es quien tiene el prestigio y aportó
el capital. Y él goza de los beneficios de éstos…Pero el goce tiene su precio. El mito
que circula en la casa, enunciado por boca de su propia mujer Rosa, es que su marido -el
padre del hombre de las ratas- estuvo enamorado antes de casarse de una pobre pero
muy linda mujer…Y que prefirió casarse con ella por la riqueza que recibiría de los
Rubensky, la acaudalada y sádica familia que la adoptó cuando era niña. El padre
responde que eso es algo perdido en el tiempo… Entonces… ¿Qué podría ver en el
campo de deseo de su madre como atribución fálica de su padre el pequeño Paul si lo
que escucha es del orden del desfallecimiento del padre?

Con respecto al personaje de Rosa, la madre del hombre de las ratas y de esa anal
familia, nunca fue un ejemplo de ternura. Era una madre que no cuidaba lo suficiente a
su prole. Ella se encargaba de mostrar la cobardía de su marido al resignar amor por
dinero…Y se presentaba así como una mujer nada deseable: eso lo tiene la otra, la por
ella recordada para que no se pierda en el olvido. Rosa sabe que no es querida por su
marido. Pero lo sabe desde siempre. Quizá desde el momento mismo en que sus padres
biológicos la entregaron a los sádicos parientes ricos para que la adopten. Es decir que
sus padres biológicos también resignaron su deseo por dinero. Arcaica herida
narcisística que se encarga sádicamente de repetir en sus otros cercanos, ocultando así
su depresión.

Habitualmente depresivas son las madres de los obsesivos, hijos “oralmente”


amados. Es el agobiado hijo preferido de una madre que encuentra en él lo que no
obtiene de su partenaire. El niño intuye, percibe, lo deseante de la madre por el padre,
así como también la insatisfacción, haciéndole cargo de ésta a la cuenta de su padre.
¿Qué le queda entonces a nuestro futuro obsesivo más que ser él el que
imaginariamente satisface y suple esa función? Y de ocupar ese lugar también
proviene la culpa que lo invade.

En el momento de la consulta, Paul está viviendo una situación que lo “emparenta”


con la de su padre: él está enamorado de Giselle Adler, su prima pobre (el ambiente
es profundamente endogámico, todas las relaciones son entre primos, lo que acentúa la
trama incestuosa de la neurosis obsesiva de Paul), pero el mandato de su madre y el
pedido de su padre antes de morir es que se case con la prima rica -otra Rubensky-
Le piden que la historia familiar repita, en una paradoja infernal, que obedezca la
orden de los padres pero a costa de no pagar la deuda que la vida impone, que
cometa lo que Lacan llamó “el único pecado del ser de la palabra”: ceder en el
deseo. Producto de una transacción de conveniencia -no de amor-, es empujado a
lo mismo: a un casamiento por conveniencia, no por amor.

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Padre que no lo bien-dice al morir, sino que lo empuja a su propia mal-versión en


la vida, dejándolo acorralado al no prohibirle la madre…Por el contrario: lo
empuja a que se case con otra Rubensky y le prohíbe “la otra”, la pobre a quien
ama, pero que está ligada a su vileza, a la traición de su deseo, a la deuda impaga.

De padre a hijo la castración se transmite. ¿Cómo podría este padre que a su mujer no
ama efectivizar la castración?...Su mirada está en la otra, en la que resignó por dinero.
¿Qué le prohíbe entonces cuando le prohíbe a su hijo la mujer que ama? A la madre no.
¿Puede entonces tener peso de ley la castración?

Y heirraten es casamiento en idioma alemán. Como una plaga el significante rata


invade su vida.

Su ubicación fantasmática es la de estar aprisionado, acorralado como una rata en


un laberinto sin salida.

Y Paul queda atrapado en la ratonera a la que la cobardía de los padres lo empujó,


donde la enfermedad o el suicidio aparecen como las únicas barreras al goce del
Otro, “salidas” que terminan entrampándolo más. Refiramos a la idea de cortarse
la garganta con una navaja o de correr al sol -donde el correr y el sudar aparecen
como equivalentes al vómito de la bulimia-, en una fracasada forma de sacarse al
Otro de encima, de sustraerse en lo real al deseo del Otro.

Nos ubiquemos en el consultorio del Dr. Freud:

¿Qué le opone éste a las recurrentes ideas de suicidio de su paciente? ¿Qué inventa para
reimaginarizar la escena, para crear un intervalo entre el pensamiento y el acto que
amenaza con su pasaje? De asombro en asombro nos lleva lo actual del accionar
freudiano en esta situación que amenaza con su desborde: le ofrece un libro, “Joie de
vivre” de Zolá…Alegría de vivir opone a su apesadumbrado ánimo.

Las ratas también tienen para Paul el significado de niños: “Hasta que un día apareció
en sus ocurrencias…”, siguiendo el relato de Freud, “…La damisela de las ratas
perteneciente al cuento Pequeño Egloff de Ibsen y se volvió irrefutable la conclusión de
que en muchas configuraciones de su delirio obsesivo las ratas significaban también
hijos”. En La damisela de las ratas, versión de El flautista de Hamelin, las ratas son
atraídas al agua y -a causa de la traición, del drama de la palabra dada y no
cumplida (fallada) de los padres- también son atraídos como ratas los hijos. Los
niños también son ratas. Ratería de los padres que transforma en ratas a los hijos.

La rata es su lugar de identificación. ¿Qué otro le queda? Es la que roe y muerde. Tal
como él lo hizo cuando niño y recibió brutal castigo de su padre. Y a lo que respondió
cargando de odio los objetos que conocía: “…lámpara, toalla, plato, etc.”. Siendo este
episodio el que generó el comentario del padre que adquiere valor y peso de frase
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fantasmática: “Este chico será un gran hombre o un gran criminal”, dejándolo


encerrado en el fantasma obsesivo de “O lo mejor o lo peor”. Entonces, en sus ideas
la rata también es castigada cruelmente por los hombres, a causa de “lo de rata” que
tiene el hombre.

¿Qué otro lugar de identificación le queda si es el producto, no de una amorosa


relación, sino de una ratería de sus padres? ¿Y qué puede ese padre donar si no
sólo traiciona su deseo, sino también a sus amigos? ¿A qué identificarse si los
emblemas del padre son la traición, lo abyecto, la deuda impaga?

Los dos escenarios se conectan e intercambian en relación al posicionamiento


gozoso del padre en relación al dinero. De deudas impagas los dos tratan…En el
militar, con el amigo que lo salva. En el familiar, con la mujer pobre a quien amaba y
abandona por dinero, quedando en deuda con ella y con su deseo.

Y ambos escenarios confluyen en el escenario transferencial. Desde el comienzo


mismo de la obra, aparecen las ratas…“Tantos florines, tantas ratas” es la primera
ocurrencia, contada tiempo después, que acude a su mente cuando Freud le plantea los
honorarios. Son las ratas evocadas por el relato del capitán cruel, ratten; las raten de
cuotas, deudas; de heiraten, casamiento y de spielratte, rata de juego. Sobre la deuda
impaga gira de un escenario a otro el hombre de las ratas. En su fantasía hace un
intercambio…la deuda, en vez de pagarle al amigo, debía pagarle a la mujer pobre.
Tanto que, en ese juego de sustituciones, el motivo que posteriormente aclara es que la
vuelta al campamento también obedecía al querer encontrarse con la camarera de una
posada -sustituto de la mujer pobre-. Empareja deuda y empareja a los personajes de
su mito…la misma tortura para su padre y para la mujer que ama.

Se trata aquí de la fallida función del padre simbólico, del que da nombre e inscribe
legalmente en la serie sucesoria, en la herencia. ¿De cuál herencia podría
apropiarse Paul si la “cargada” al padre proferida por la madre era que nada
tendría sin ella? Un padre más pobre que una rata. Es a la madre a quien debe pedir
autorización Paul para comenzar su análisis. La herencia del padre es sólo deuda.

Falla de la función simbólica del padre e insatisfacción depresiva de la madre tejen


la trama de la historia infantil del obsesivo. La debilidad de la ley del padre que
interdicta el goce de la madre es interpretada como causa de la insatisfacción
materna, por lo tanto el sujeto es llamado a ocupar el lugar del que hace gozar al
otro materno.

No alcanzan los Significantes del Nombre del Padre para amarrarse y queda
atrapado en una significación incestuosa con los objetos que causan su deseo. Ahí
es donde debe recurrir a idealizar un padre -el propio, la religión, el ejército, la
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ciencia, etc.- para sostenerse en la vida. En procura que los ideales -ese padre
ideal- le hagan borde al goce de esa depresiva madre insatisfecha.

¡Cuánta depresión parece cargar Rosa Rubensky, vendida por sus padres a los sádicos y
ricos parientes “que la trataban muy mal” y comprada por un hombre que le trueca hijos
por dinero, “tantos florines, tantas ratas”, “tantos florines, tantos hijos”. ¿Qué otro lugar
de falicidad/felicidad le queda que la de su primer hijo varón -Paul-?

Lacan plantea en el “Mito individual del neurótico” que lo ocurrido no resuelto en la


situación original se desplaza y se repite en otros puntos de la red, confirmando lo que
Freud nos enseñó en “Moisés y la religión monoteísta”. Un acontecimiento vivido en
una generación genera rasgos de carácter en la siguiente y síntomas en la tercera. El
padre vivió -y así se lo contó a su hijo, anecdóticamente- su deuda para con los amigos
y para con su deseo, como un rasgo de carácter que no le generó preguntas. Y lo que en
el padre no genera preguntas, en el hijo genera dudas. Las deudas de los padres las
pagan los hijos. Paul paga con su duda, con su propio deseo, por ejemplo al pasivizarse
ante el relato del capitán cruel, que lo enfrenta a un destino de rata, sin brecha por donde
salir.

El padre, vía materna y por la propia vía, le transmite una identificación basada
en la claudicación del deseo. No le da vía libre, no le da un salva conducto que le
permita circular por la vida; sino una vía muerta, una identificación ratonera que
lo deja atrapado, inhibido. Trampa de la que Paul lucha por salir, respondiendo
desde donde las marcas familiares lo dejaron, desde su fantasma.

Regresemos ahora a la estación, al andén, de donde partimos:

“Cuando al terminar las maniobras vaciló durante tanto tiempo entre salir para Viena o
quedarse y cumplir su juramento, no hizo sino representar con ello en un solo conflicto
los dos que desde siempre estaban: el de si debía o no obedecer al padre, el de si habría
de permanecer o no fiel a su amada”.

Aparecen en su duda representados los dos conflictos que lo acorralan: o quedarse


pegado a la obediencia al padre, a la deuda del padre -según el mito que lo habita-,
o ir en busca de su objeto sexual, pagando la deuda del padre. Pero el pago de la
deuda al padre, deuda simbólica, precisa que la castración su función cumpla, que
ese Otro pueda ser barrado para que el objeto caiga. ¿Y cómo esta función
simbólica del padre podrá cumplirse si desde los orígenes viene fallada?

Y aquí juega importante papel en el mito familiar del hombre de las ratas un
cuarto término, el que ocupa en la estructura cuaternaria del Edipo -como lo plantea
Lacan- la atribución fálica: el amigo desconocido de su padre, quien le salva la vida y
el honor y a quien nunca se le paga la deuda.

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Amigo que sustituye en lo que falla de la función paterna, estabiliza la estructura y


anuda los registros. En lo que “las ratas de las deudas” no alcanzan a ajustar, “las ratas
del consejo de este otro” lo re-imaginarizan y le abren brechas. Este otro, amigo que
aconseja, lo acompaña a realizar el giro para que la deuda deje de ser imposible de
pagar…Y, así, la mal-versión pueda sustituirse por otra-versión: que la deuda
impaga, la traición, lo abyecto puedan no ser el único lugar de identificación
posible.

“Estar solo como una rata” es estar fundido, entregado a la abyección, sin otro
semejante que muestre la semejanza y la diferencia. Y no estaba “solo como una rata”
el hombre de las ratas. Esto es lo que lee Azar de este historial.

No es casual el nombre de ficción que utiliza Freud para el amigo de Paul: Springer, que
en alemán significa “caballo del juego de ajedrez”. Caballo del ajedrez que -como el del
contemporáneo caballo de Juanito- sustituye, suple, springen -en alemán- lo faltante de
la función del padre y abre brechas acompañándolo a realizar el “giro de pago” de una
deuda imposible.

Lugar del amigo, del freund, es el que Freud en un comienzo juega,


acompañándolo a hablar de su tormento y “aprovecha” el papel propuesto para
construir transferencia, sustituciones y, desde ese cobijo y abriendo brechas,
interpreta y construye.

Psic. Susú Díaz Puertas

Agosto de 2020

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