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BLOQUE B.

3 EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902)

B.3.1.- EL SISTEMA CANOVISTA: LA CONSTITUCIÓN DE 1876 Y EL TURNO DE PARTIDOS. LA


OPOSICIÓN AL SISTEMA.

Por Restauración en la historia de España se entiende tanto el hecho concreto


del restablecimiento de la monarquía en la figura de Alfonso XII, como, en un
sentido más amplio, el período comprendido entre 1874 y 1931, en el que la
Corona se mantuvo sustentada en un peculiar sistema político. No obstante,
dentro del sistema de la Restauración cabría hablar de 2 grandes momentos
como son el asentamiento de esta entre 1875-1902 y la crisis del sistema a
partir de 1902, coincidiendo con la mayoría de edad de Alfonso XIII tras la
regencia ejercida por su madre María Cristina desde 1885. Nos centraremos a
continuación en la implantación del sistema y el texto constitucional
aprobado como referente del nuevo modelo. El artífice de todo este sistema
fue Antonio Cánovas del Castillo, quién preparó la vuelta del rey y estructuró
el nuevo régimen. Pero la verdadera protagonista fue la burguesía, ahora
conservadora, que prefirió sacrificar la democracia si con ello se evitaba la
temida radicalización social.

Cánovas fue la figura clave de la Restauración ya que preparó el retorno a


España y al trono de Alfonso XII. Ante la división de los monárquicos Cánovas
volcó todos sus esfuerzos en presentar al príncipe Alfonso como único
candidato idóneo al trono. Para ello había redactado y hecho firmar al
príncipe Alfonso el Manifiesto de Sandhurst1 (Anexo I), en el que exponía al
pueblo español sus ideales religiosos y sus propósitos conciliadores. Pero los militares se adelantaron y el
desencadenante de la Restauración fue el pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos, que
proclamó rey de España a Alfonso XII en los últimos días de 1874.

Cánovas no solo había preparado la estrategia para entronizar nuevamente a los


Borbones, sino que también había diseñado el nuevo sistema político por el cual se
debía regir la monarquía a partir de entonces. Aspiraba a construir un sistema
político estable y sólido. El modelo ideal de parlamentarismo era, para Cánovas, el
británico. Se basaba en la existencia de dos grandes partidos que aceptaran
turnarse en el poder, con el fin de evitar la atomización parlamentaria y garantizar
las mayorías. Ambos debían aceptar pasar a la oposición si perdían la confianza
regia y parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores. Se trataba, en definitiva, de aplicar la
doctrina inglesa de la balanza de poderes, según la cual la estabilidad se basaba en el equilibrio de fuerzas
opuestas de igual poder: Corona y Parlamento de un lado, y partido gobernante y partido en la oposición del otro.
De este modo, el proyecto político de Cánovas tenía tres vértices: el Rey y las Cortes, como instituciones
fundamentales legitimadas por la historia; el bipartidismo, como sistema idóneo de alternancia en el poder, y una
Constitución moderada, como marco jurídico del sistema. El régimen de la Restauración fue muy conservador
tanto en el terreno de la política como, sobre todo, en materia social y económica. La Corona había sido
restablecida por los políticos conservadores, los hombres de negocios y los mandos militares. Todos ellos
compartían unos intereses y una visión comunes: la defensa del orden social y de la propiedad, la Monarquía como

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Cánovas desarrolló una hábil política de prestigio para ganar apoyos al partido alfonsino. Para ellos logró que la reina abdicase
en su hijo. A continuación Cánovas redactó un Manifiesto que el príncipe envió al país desde la academia militar inglesa en la que
estudiaba, en el que el rey prometía un gobierno plenamente constitucional y la ausencia total de represalias, conocido como el
Manifiesto de Sandhurst.
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garantía de estabilidad, la identificación de la República con la anarquía y la subversión, y la de la unidad de la


patria con el mantenimiento de las colonias.

La plasmación jurídica del régimen de Cánovas se observa en la nueva Constitución de 1876 (Anexo II). En
diciembre se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal, tal como establecía la
Constitución vigente de 18692. La Constitución de 1876 es un texto flexible, con el objetivo de permitir gobernar de
manera estable a los partidos que acepten el sistema. Sin embargo, su inspiración es doctrinaria y conservadora:

 La declaración de derechos y deberes es amplia, y recoge casi todas las conquistas de 1869. Pero, como en
1845, su concreción se remite a las leyes ordinarias, y éstas, en su mayor parte, tendieron a restringirlos,
especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.

 Respecto a los poderes del Estado, la Constitución vuelve al principio de soberanía compartida, al establecer
que la potestad de hacer las leyes reside en «las Cortes con el Rey». La Corona puede vetar una ley por una
legislatura.

 Las Cortes son bicamerales, con una Cámara Alta (Senado) y Congreso de los Diputados elegidos por sufragio
directo, aunque la Constitución no fija el sistema de votación, por lo que será el partido gobernante el que
decida (Anexo III), a través de la ley electoral, si el sufragio debe ser censitario o universal.

 El poder ejecutivo lo ejerce la Corona a través de los ministros, que responden ante las Cámaras. El rey elige
libremente al jefe de Gobierno y no es responsable ante las Cortes. El centralismo se acentúa también al
quedar bajo control del Gobierno ayuntamientos y diputaciones y ser suprimidos los fueros vascos. El texto
mantiene la independencia del poder judicial y la unidad de códigos.

 La cuestión religiosa se resuelve mediante el reconocimiento de la confesionalidad católica del país y la


garantía del sostenimiento del culto y del clero. A cambio, una ambigua libertad de creencias permite otros
cultos, pero siempre que se ajusten a la moral católica y con prohibición de sus manifestaciones públicas.

Cánovas una vez redactada la Constitución diseño, siguiendo el modelo inglés, un sistema bipartidista: su partido
será el conservador y recoge la herencia de moderados y unionistas, apoyándose en las clases altas; y la herencia
de los progresistas lo recogerá el partido liberal liderado por Práxedes Mateo Sagasta que será apoyado por la
burguesía industrial y gran parte de la población urbana. Ambos líderes y ambos partidos son representantes de un
eclecticismo político que permitirá establecer un turno pacífico. El resto de los partidos (carlistas, republicanos,
etc.) pasan a formar la oposición del sistema de la Restauración. Cánovas además establece el "turno a la inglesa",
por el que conservadores y liberales se turnan pacíficamente en el poder, con la finalidad de mantener una
estabilidad política.

Sin embargo, el sistema canovista basado en la Constitución de 1876 y la alternancia pacífica3 de los dos únicos
partidos existentes, estaba viciado, pues garantizaba el poder a jefecillos locales y caciques de provincias. En

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Se trataba, claro, de un sufragio universal masculino para mayores de 25 años.
3
Otro de los grandes objetivos del nuevo sistema era evitar la influencia de los “espadones” en la política, es decir, la influencia
que los militares venían teniendo en la vida política del país. Así Cánovas ideó la figura del rey-soldado, del rey como jefe del
ejército no sólo por tradición, sino porque en el futuro desarrollasen una carrera militar (Alfonso XII ya la hacía en Inglaterra
cuando contactaron con él) de forma que los oficiales le vieran como uno de los suyos, y la posible traición a la institución militar
tan firmemente convencida de la jerarquía y la obediencia, actuasen como freno ante futuros levantamientos. Esta idea, y una
hábil política e ascensos y subidas salariales para los militares, terminó creando un ejército de carácter conservador respecto del
régimen, pero que tiende a ctuar en bloque debido al aumento de su conciencia corporativa.
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realidad las elecciones no funcionaban libremente, sino que eran siempre


manejadas desde el poder y, en definitiva, el turno de partidos se producía
por mutuo acuerdo de sus jefes respectivos. Cuando un partido
experimentaba el desgaste de su gestión, o sencillamente cuando los
líderes políticos consideraban necesario un relevo en el disfrute del poder,
se sugería a la Corona el nombramiento de un nuevo gobierno. El nuevo
presidente era siempre el líder del partido hasta entonces en la oposición,
y recibía junto con su nombramiento el decreto de disolución de las Cortes
y la convocatoria de nuevas elecciones. Para asegurarse los resultados
electorales los dos partidos tenían su propia red. Se trataba de una red
piramidal: Oligarquía madrileña (altos cargos políticos), el gobernador civil
en las capitales de provincia y, por último, los caciques locales en las
comarcas, pueblos y aldeas. Dado el analfabetismo generalizado y el férreo
control que los «caciques» y «notables» ejercían sobre los pueblos,
conseguir el resultado pactado era bien sencillo, y de esta forma se
obtenía, invariablemente, una holgada mayoría para el partido
gobernante, que podía actuar así sin dificultad. El cacique era un personaje
destacado en el pueblo o comarca rural (personas influyentes por su poder
agrícola, ganadero, etc…) que regula el movimiento político en su ámbito y
controla los votos, a veces por métodos tan deshonestos como el
“pucherazo”, definido por la Academia de la Lengua como “fraude
electoral que consiste en computar votos no emitidos en la elección”4

Las labores legislativa y ejecutiva más importantes de los gobiernos en


este periodo son:

 Pacificación momentánea del país: se pone fin Tercera Guerra Carlista (1872-76 5), aunque la supresión de los
fueros alimentará el nacionalismo. También concluye la Guerra de Cuba (Paz Zanjón, 1878), si bien resurgirá
hasta concluir en 1898 con la pérdida definitiva de la isla.

 Aprobación de normas liberalizadoras, sobre todo con Sagasta al frente del gobierno entre 1885-90
(“Parlamento largo”): libertad prensa, imprenta, cátedra, asociación (Ley de Asociaciones 1887), Ley del Jurado
1888 (la sociedad obligada a participar en la administración de justicia), Código Civil 1889, sufragio universal
masculino 1890. Los conservadores por su parte respetarán estos cambios cuando accedan al poder.

 Aproximación a problemas sociales y al mundo obrero mediante la crea de la Comisión de Reformas Sociales
(1883) para estudiar el bienestar de los trabajadores (precedente Instituto de Reformas Sociales y Ministerio
de Trabajo).

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Rosalía de castro cuenta cómo en su pueblo de Galicia las urnas de las elecciones eran puestas en el tejado por los caciques
locales y bajaban llenas de votos al finalizar la jornada electoral, y siempre con los resultados necesitados garantizados.
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La Tercera Guerra Carlista comenzó el 21 de abril de 1872, tras la pérdida de 13 escaños y entre acusaciones e fraude electoral
a este mismo partido en las elecciones celebradas ese mismo año. El alzamiento se produjo en las provincias vascas, Navarra y
Cataluña, al grito de “Abajo el extranjero! ¡Viva España!, pretendiendo derrocar a Amadeo I de Saboya en detrimento del
candidato al trono, Carlos VII, quien prometió volver al status anterior a los Decretos de Nueva Planta de comienzos del siglo
XVIII. Tras derrotar a los carlistas en 1875, el general Martínez Campos se dirigió al Norte para poner fin a la guerra. Tras unirse
al ejército de Quesada se produjo el asalto, que terminó con la toma de las últimas posiciones carlistas el día 2 de marzo de 1876.
El Decreto abolitorio del 21 de julio 1876 suprimió definitivamente parte de los fueros de Navarra y País Vasco, aunque de nuevo
se permitió la reinserción de soldados y oficiales en el ejército regular.
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 Debate entre proteccionismo económico y el librecambismo resuelto a favor del primero (arancel Cánovas de
1891) para proteger los intereses de la industria catalana y vasca, de la minería asturiana y de los
terratenientes cerealistas castellanos; pero perjudicial para los consumidores, pues supuso una subida de
precios.

La prematura muerte de Alfonso XII (1885) dejó la corona en manos de una Regencia en la persona de la reina
madre María Cristina (1885-1902). La Regente acepta el turno de partidos. Sagasta sustituyó a Cánovas como jefe
de gobierno, según el procedimiento del turno (el Pacto del Pardo 6, según el cual ambos dirigentes habrían
acordado el relevo, es de dudosa veracidad histórica).

Los liberales aprovecharon esta oportunidad para emprender una de las labores legislativas más importantes de la
Restauración. Su objetivo esencial era introducir en el sistema político canovista ciertas aspiraciones progresistas
del Sexenio que eran compatibles con la Constitución de 1876. Así se redactó la Ley de Asociaciones que permitía
la legalización de las organizaciones obreras (1887) y la Ley de Sufragio Universal (1890) que paulatinamente
erosionaran el sistema de turno al permitir que afloraran los excluidos del sistema, entre ellos destacan los
movimientos obreros y los nacionalismos.

EL NACIONALISMO CATALÁN

El desarrollo económico de Cataluña contribuyó a la formación de una burguesía diferenciada, que hizo suyos los
postulados nacionalistas del siglo XIX, apoyándose en el renacimiento cultural de la lengua catalana. Las
reivindicaciones nacionalistas marcharán, desde finales de siglo, paralelas a otras dos cuestiones: el deseo de
ruptura con el régimen de la Restauración, y el afán proteccionista para la industria textil.

En cuanto al desarrollo de estos movimientos, destacamos varios momentos que


configuraron la formación del regionalismo y del nacionalismo catalán, siendo el
primero de ellos la aparición de la "Renaixença" 7, un movimiento intelectual, literario,
apolítico y de carácter burgués surgido a partir de los años treinta del siglo XIX. Su
propósito consistía en difundir el pasado de Cataluña y recuperar sus señas culturales
tradicionales de identidad nacional, especialmente la lengua. Por esto se impulsó la
publicación en catalán de numerosas obras historiográficas y literarias.

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Consistiría en una “renovación” del compromiso de los líderes de los partidos turnistas sobre el funcionamiento del sistema, que
suscitaba algunos recelos ante la regencia de una reina extranjera. No obstante, algunos historiadores dudan de su verdadera
existencia.
7
Plenamente coincidente con las corrientes romántica de la Europa de comienzos del siglo XIX.
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A continuación, aparecerían la creación de las Bases de Manresa (1892) y la creación de la LLiga regionalista
(1901), debida fundamentalmente a la actividad de Enric Prat de la Riba, que previamente participó en la
formación de la Unió Catalaniste, de ideología conservadora y católica. Prat de la Riba redactó su programa
conocido como "Las Bases de Manresa"8 (Anexo IV), donde se pedía un régimen de autogobierno para Cataluña.

En 1901 estas orientaciones cuajan en la formación de la “Lliga Regionalista”, surgida tras el acuerdo de varios
grupos catalanistas moderados. El equipo dirigente de la “Lliga” quedó encabezado por Francesc Cambó, como
líder principal, y por el mismo Prat de la Riba como ideólogo de mayor valía 9. Los dos objetivos primordiales del
programa de la “Lliga” consistían en demandar la autonomía política de Cataluña dentro del Estado español y
defender los intereses económicos de las cuatro provincias, sobre todo reclamando mayor protección para las
actividades del empresariado industrial catalán.

EL NACIONALISMO VASCO

Los signos diferenciales que identifican, en términos objetivos, a la nación vasca son el
idioma euskera y los derechos privilegiados forales históricos perdidos en 1876 (tras la
conclusión de la III Guerra carlista). El Partido Nacionalista Vasco (PNV) fue creado en
1895 por Sabino Arana Goiri, quien formuló los fundamentos teórico-ideológicos del
PNV (Anexo V).

Estos se resumen en la defensa de la recuperación de la independencia vasca,


separación de España y creación de un País Vasco con gobierno propio y fronteras
internacionales. Radicalismo antiespañol. Exaltación de la etnia vasca10. Integrismo
religioso católico y absoluta negación de cualquier otra religión no católica. Arana
postulaba un estado vasco vaticanista, casi teocrático. Promoción del idioma y
recuperación de las tradiciones culturales vascas (Anexo VI). El fundador del PNV
estimaba necesario evitar cualquier influencia cultural española, calificada de
perniciosa y ajena al país. Apología del mundo rural vasco, en trance de desaparición, como modelo cultural mítico,
idealizado, sin castellanizar y sin "contaminar" por ideas modernas como el liberalismo, el socialismo o el
librepensamiento.

Al principio, su apoyo social fue escaso debido a su radicalismo antiespañol e independentista, su rancio
tradicionalismo agrario y su limitación al entorno vizcaíno. Por ello, desde comienzos del siglo XX, evolucionó hacia
posiciones más moderadas para extender su influencia entre la población vasca.

EL REGIONALISMO GALLEGO

El regionalismo gallego surgió en los años ochenta del siglo XIX, cuando surgieron dos tendencias:

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Las Bases para la Constitución Regional de Cataluña, más conocidas cómo Bases de Manresa, son un proyecto de Constitución
regional catalana qué se presentó en una ponencia de la Unió Catalanista antes del consejo de representantes de las
asociaciones catalanistas, Reunidas en Manresa los días 25 Y 27 de marzo de 1892. Son consideradas el inicio del catalanismo
político. Las Bases de Manresa recogen las tendencias de la intelectualidad y la burguesía catalanas, que tenían en el federalismo
conservador, el regionalismo foralista y la autonomía política los puntos fuertes de su ideario político.
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Además de lo expuesto, Prat de la Riba contribuyó a crear la Mancomunidad de Cataluña, un organismo regional que funcionó
desde 1914 a 1925 y que contribuyó al desarrollo de infraestructuras, obras públicas, trasnportes y servicios en Cataluña.
También ayudó a la difusión de las ideas regionalistas con publicaciones como La nacionalitat catalana.
10
El nacionalismo vasco es profundamente racista, considera a la raza vasca distinta y superior de la española.
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 La tendencia tradicionalista, representada por Alfredo Brañas, con planteamientos


tradicionalistas y antiliberales que mitificaban la sociedad tradicional gallega.

 La tendencia liberal-democrática, encabezada por Manuel Martínez Murguía, que


reivindicaba para Galicia un ente nacional en clave racial. En 1890 se creó la Asociación
Regionalista Gallega de Santiago. Pero las divisiones
internas y la escasa base social del movimiento limitaron su consolidación.

LOS ORÍGENES DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA

La combatividad de las primeras asociaciones obreras durante el periodo 1868-1873 quedó frenada por el gobierno
de Serrano. En general, los gobiernos de la Restauración no profundizaron en los problemas sociales, que en un
país escasamente desarrollado como España no parecía agobiante. De todas formas, poco a poco se fue
practicando una mayor política de tolerancia y a finales de siglo surgen algunas leyes protectoras del proletariado
industrial, mientras que ante los problemas sociales del campo reinó la indiferencia.

Cuando en 1881 el gobierno Sagasta autorizó nuevamente las organizaciones internacionalistas, comenzó un
periodo de intensa actividad propagandística11 y organizativa obrera con asambleas, congresos, creación de
periódicos, publicación de manifiestos, mítines, huelgas y manifestaciones
callejeras. Este rápido crecimiento del movimiento sindical inquietó a la
burguesía conservadora y a los empresarios.

Dentro del obrerismo español se mantuvo el predominio de la corriente


anarquista, que se atomizó en múltiples tendencias, entre las cuales
destacó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE)
creada en 1881. Por su falta de disciplina interna, su sistema asambleario,
su apoliticismo y su implantación en todos los ámbitos laborales fue el
sindicato con mayor número de afiliados, en su mayoría jornaleros
andaluces y obreros industriales catalanes y levantinos. Los principales
rasgos ideológicos que definían a los anarquistas eran la defensa de la
revolución violenta y del recurso a huelgas generales, insurrecciones,
sabotajes y actos terroristas como medios para destruir el Estado burgués
capitalista opresor y liberar a la humanidad de la explotación (asesinato de Cánovas del Castillo). El apoliticismo,
rechazo del juego político y de la participación en elecciones, consideradas un engaño y un profundo
anticlericalismo, negación de la religión y de la Iglesia.

La corriente marxista del movimiento obrero se organizó en 1879 alrededor de un


pequeño núcleo de trabajadores de imprenta madrileños (Pablo Iglesias)
seguidores de las doctrinas de Marx y Engels que decidieron pasar a la acción y
constituir en 1879 (Anexo VII) el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Aprovechando la Ley de Asociaciones de 1887 y la mayor concentración obrera de
Cataluña se creó en 1888 la Unión General de Trabajadores (UGT), que, aunque
estatutariamente independiente del Partido Socialista, estaba inspirada por él. El
objetivo de los socialistas era la revolución, la toma del poder de forma violenta
por la clase proletaria. Pero hasta que llegara el momento oportuno de llevarla a
cabo era preciso atravesar una larga fase de organización y propaganda, durante la
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Esta actividad sumada a la libertad de prensa aprobada durante el gobierno largo de Sagasta (1883) generan, por ejemplo, la
publicación del semanario El Socialista en 1886.
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cual la lucha del PSOE debería ser pacífica y legal, participando en el juego político y presentándose a las
elecciones, más que para ganar votos, para difundir el mensaje marxista, ya que la clase trabajadora sólo triunfaría
cuando fuera más fuerte.

Por otra parte, el origen de los regionalismos y nacionalismos como movimientos políticos debe buscarse en la
negativa por parte del sistema a asumir otros intereses que no fueran los de la oligarquía agraria, financiera e
industrial que actuaba en Madrid. El punto de partida de los argumentos nacionalistas se halla en una afirmación:
Cataluña y el País Vasco son naciones y como tales tienen derecho a autogobernarse. En su dimensión política el
nacionalismo puede ser formulado siguiendo planteamientos más o menos radicales, que irían desde la petición de
autonomía manteniendo la unidad de España, hasta la reclamación de autodeterminación o independencia.

B.3.2.- LAS GUERRAS DE CUBA, EL CONFLICTO BÉLICO CONTRA ESTADOS UNIDOS Y LA


CRISIS DE 1898.

Por Restauración, en la historia de España, se


entiende tanto el hecho concreto del
restablecimiento de la monarquía en la figura
de Alfonso XII, como, en un sentido más amplio,
el período comprendido entre 1874 y 1931, en
el que la Corona se mantuvo sustentada en un
peculiar sistema político. Nos centraremos a
continuación en el acontecimiento capital de la
política exterior de la primera parte de la
Restauración (1875- 1902), que no es otro que
la liquidación del Imperio Colonial en 1898.

Los diferentes gobiernos del "turno" demostraron su ineficacia y su incapacidad para hacer frente a los más graves
problemas internos del país. El inmovilismo y la voluntad de evitar cualquier modificación que pusiera en peligro
los intereses políticos y económicos de los grupos sociales dominantes (alta burguesía y terratenientes)
caracterizaron la acción gubernamental tanto del Partido Conservador como del Partido Liberal. Los sucesivos
gobiernos renunciaron a transformar sustancialmente el sistema político para resolver dificultades en aumento, a
pesar de las declaraciones retóricas de los ministros y de algunos proyectos e intentos de reforma que siempre
fueron aplazados. Uno de los problemas que amenazó la continuidad del régimen canovista fue la pérdida de las
últimas colonias en 1898. Podemos establecer una secuencia con tres grandes apartados para explicar el
denominado “Desastre del 98”

ANTECEDENTES: LA CUESTIÓN CUBANA.

En fechas anteriores a 1898 España y Cuba ya mantuvieron una serie de refriegas como la 1ª Guerra de Cuba 1868-
78, desatada a partir del “Grito de Yara” y concluida con la Paz de Zanjón (1878), la Guerra Chiquita de agosto de
1879 a septiembre de 1880, y las insurrecciones de 1883 y 1885. El problema de fondo son básicamente las
continuas negativas de España a conceder una mayor autonomía a la isla. El comercio cubano resulta
especialmente interesante para una metrópoli que no solo no cede a las pretensiones independentistas, sino que
refuerza su control sobre la colonia con el envío de emigrantes gallegos.

En este tirante marco de relaciones entre España y Cuba aparece Estados Unidos, potencia que a lo largo del siglo
XIX había realizado sucesivos intentos fallidos por comprar la isla a España. El gigante estadounidense es el

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principal comprador del tabaco y azúcar cubanos, y el emplazamiento de la isla resulta especialmente interesante
para el control estratégico del Caribe.

GUERRA DE CUBA Y CONFLICTO CON EEUU.

Hacia 1895 estallaron de nuevo insurrecciones independentistas en


Cuba y Filipinas, dos de las colonias que aún conservaba España. Pronto
intervino EEUU, proporcionando material y armamento a los rebeldes
cubanos.

Los rebeldes cubanos, entre los que encontramos tanto criollos como
esclavos, deciden sublevarse para reclamar su independencia en 1895.
Destacaron inicialmente las figuras de José Martí (líder civil) y Máximo
Gómez (líder militar), fundadores del Partido Revolucionario Cubano en
Nueva York, redactores del “Manifiesto de Montecristi” 12 y promotores
del levantamiento de febrero de 1895 conocido como el “Grito de
Baire”. Las causas del levantamiento están en el incumplimiento de lo
pactado en la paz de Zanjón (propiciado en parte por la propia negativa de la oligarquía agrícola cubana a ello).

Seguidamente, en 1896, también estalla la rebelión en Filipinas, en este caso inspirada en las ideas de José Rizal,
liderada por Emilio Aguinaldo y sofocada momentáneamente por el general Polavieja.

Mientras, en Cuba, la metrópoli decide enviar a más de 200.000 soldados al mando inicialmente del general
Martínez Campos y, tras su dimisión, de Valeriano Weyler, valedor de una línea excesivamente represiva que
acrecentó la aversión hacia los españoles. A finales de 1897 se destituye a Weyler 13 y se aboga por una política más
sutil que pasa por conceder la autonomía a Cuba. La medida llega tarde y la revolución seguirá su curso.
Finalmente se producirá la entrada de Estados Unidos en el conflicto.

Concretamente en febrero de 1898 el acorazado estadounidense Maine, atracado en el puerto de La Habana, sufre
una voladura. En torno al incidente se barajan tres posibles hipótesis, a saber: 1.) Se trató simplemente de un
desafortunado accidente; 2.) Efectivamente España explosionó el acorazado y 3.) El mismo Estados Unidos detona
su propia embarcación a fin de encontrar el pretexto oportuno que justificara la entrada en el conflicto.

En cualquier caso, el episodio desemboca en un conflicto


a tres bandas en el que la clase política y la prensa
española pecaron de un carácter belicista y nacionalista
que hizo soñar a la opinión pública con una victoria
militar a sabiendas que esta no era factible. Finalmente,
la contienda en los escenarios filipino y cubano concluye
con las derrotas marítimas de España en Cavite y
Santiago de Cuba. La guerra fue un paseo militar para EE.
12
Se trata de un manifiesto político que firmaron los líderes del movimiento independentista cubano José Martí y
Máximo Gómez, en el que se exponen las razones del levantamiento contra España y los planteamientos básicos del
Partido Revolucionario Cubano. El nombre le viene de que dicho taratdo fue firmado en la localidad de Monte Cristi
en la República Dominicana.
13
La táctica de Weyler de dividir la isla en secciones cuyos límites eran celosamente vigilados por los soldados españoles, y de
reprimir la revuelta en las zonas interiores, para lo que no dudó en movilizar a los campesinos, granjeó profundas enemistades a
los españoles, pero dio la victoria militar a España hasta su sustitución.
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UU., los combates resultaron muy desiguales y la armada española quedó destruida en dos enfrentamientos
navales. Durante el conflicto bélico EE. UU. conquistó las colonias españolas de Puerto Rico, que sirvió de excelente
base militar, y Filipinas donde encontraron un centro de operaciones para penetrar en los nuevos mercados de
Asia.

La guerra hispano-norteamericana, conocida también como Guerra de los Cien Días, finalizó con la capitulación de
España en agosto de 1898 y la firma del Tratado de París en diciembre de ese mismo año. El Tratado de París
supone el reconocimiento de la independencia de Cuba y la cesión a EEUU de Puerto Rico, Guam (en Marianas) y
Filipinas a cambio de 20 millones de dólares. Asimismo, en 1899 España vende a Alemania las Islas Carolinas, las
Islas Marianas (excepto Guam) y Palaos. El Tratado de París representó, al mismo tiempo, el primer capítulo del
colonialismo estadounidense y el último del colonialismo español en América y en el Pacífico.

REPERCUSIONES DEL 98

La liquidación del Imperio Colonial Español es conocido


historiográficamente como el “Desastre el 98”, el cual
llevaría implícitas una serie de repercusiones que a
continuación destacamos.

En el plano de la psicología colectiva, el pueblo español vivió


la derrota como un trauma nacional, extendiéndose los
sentimientos de inferioridad, desmoralización e impotencia.
La incertidumbre alcanzó incluso a la prensa de la época, que
llegó a temer un ataque y ocupación de las islas Canarias.

En el plano exterior, el 98 tuvo como consecuencia la liquidación de los restos de nuestro imperio colonial
ultramarino. No obstante, la pérdida de las colonias no fue un hecho aislado. Formó parte de un proceso de
redistribución colonial entre las grandes potencias que se dio a fines del XIX y que también perjudicó a otros
países.

En el plano intelectual y literario, el desastre colonial


influyó en el desarrollo del "Regeneracionismo", así como
en las amargas y pesimistas reflexiones de los autores de la
Generación del 98. Entre quienes analizaron las causas de
esa situación destacó una serie de intelectuales, los
llamados regeneracionistas el más conocido de los cuales
fue Joaquín Costa. Para ellos, el origen del problema
estaba en el aislamiento del cuerpo electoral del país, la
corrupción de los partidos del turno y el atraso económico
y social que España tenía respecto a los países europeos
más avanzados. Criticaban el entramado político de la
Restauración y lo definían como un “organismo enfermo” y
“degenerado”. Para cambiar la situación propusieron
programas basados en la reorganización política, la
dignificación de la vida parlamentaria, la reforma educativa, la acción orientada hacia la ayuda social, las obras
públicas y, en definitiva, una política encaminada al bien común y no en beneficio de los intereses de la oligarquía.
Pero los regeneracionistas se quedaron en la teoría. No quisieron formar partidos ni participar en la vida política.

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BLOQUE B.3 EL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN (1874-1902)

Por ello su crítica, con ser un revulsivo valioso, fue estéril, porque no trascendió en un movimiento político
concreto con capacidad de acción

En el plano demográfico se calcula que las guerras de 1895-1898 costaron en conjunto unas 120.000 muertes, de
las cuales la mitad fueron de soldados españoles. La mayoría de las bajas se debieron a enfermedades infecciosas.
Si al principio los daños no repercutían demasiado en una opinión pública adormecida, poco a poco comenzaron
las protestas y se fue extendiendo la amargura entre las familias pobres cuyos hijos habían sido enviados a la
guerra por no poder pagar las quintas (los jóvenes podían librarse del servicio militar si pagaban una elevada
cantidad de dinero o cuota en concepto de redención o, si retribuían a un sustituto).

En cuanto a las consecuencias económicas, las pérdidas materiales, si bien no fueron excesivas en la metrópoli,
salvo la fuerte subida de los precios de los alimentos en 1898, sí fueron graves a largo plazo. La derrota supuso la
pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, así como de los mercados privilegiados que éstas suponían y
de las mercancías que, como el azúcar, el cacao o el café, deberían comprarse en el futuro a precios
internacionales.

En cuanto a las consecuencias políticas la crisis política resultó inevitable. El desgaste fue de ambos partidos, pero
afectó esencialmente al Liberal y a Sagasta, a quien tocó la misión de afrontar la derrota. Con él desapareció la
primera generación de dirigentes de la Restauración, que tuvo que ceder el terreno a los nuevos líderes.

Por último, lo más grave fue el desprestigio militar, derivado de la dureza de la derrota, a pesar de la capacidad
demostrada aisladamente por algunos generales y del valor de las tropas. Era evidente que las Fuerzas Armadas no
habían estado preparadas para un conflicto como el ocurrido. Aunque en último extremo la responsabilidad era
más política que militar, el Ejército salía considerablemente dañado en su imagen, lo que traería graves
consecuencias en el siglo XX.

ANEXO I

He recibido de España un gran número de felicitaciones con motivo de mi cumpleaños. Cuantos me han
escrito muestran igual convicción de que sólo el restablecimiento de la Monarquía Constitucional puede
poner término a la incertidumbre que experimenta España. Dícenme que antes de mucho estarán conmigo
todos los de buena fe sean cuales fueren sus antecedentes políticos, comprendiendo que no pueden tener
exclusiones ni de un monarca nuevo y desapasionado, ni de un régimen que represente la unión y la paz...

Por virtud de la espontánea y solemne abdicación de mi augusta madre, tan generosa como infortunada, soy
único representante yo del derecho monárquico en España...

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Por todo esto, sin duda, lo único que inspira ya confianza en España es una Monarquía hereditaria y
representativa. En el entretanto, no sólo está hoy por tierra todo lo que en 1868 existía... Si de hecho se halla
abolida la Constitución de 1845, hallase de hecho abolida la que en 1869 se formó sobre la base inexistente
de la Monarquía...

No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente... Llegado el caso, fácil será que se
entiendan un príncipe leal y un pueblo libre...

Sea la que quiera mi propia suerte, ni dejaré de ser buen español, ni, como todos mis antepasados, buen
católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente liberal.

Alfonso de Borbón, Sandhurst, 1 de diciembre de 1874.

ANEXO II

Art. 11. La religión católica, apostólica, romana, es la del Estado. La Nación se obliga a mantener el culto y
sus ministros. Nadie será molestado en territorio español por sus opiniones religiosas ni por el ejercicio de
su respectivo culto, salvo el respeto debido a la moral cristiana. No se permitirá, sin embargo, otras
ceremonias ni manifestaciones públicas que las de la religión del Estado.

Art. 13. Todo español tiene derecho a emitir libremente sus ideas y opiniones (…); a reunirse pacíficamente;
a asociarse para los fines de la vida humana; a dirigir peticiones individual o colectivamente al rey, a las
Cortes y a las autoridades...

Art. 18. La potestad de hacer las leyes reside en las Cortes con el rey.

Art. 19. Las Cortes se componen de dos cuerpos colegisladores, iguales en facultades: el Senado y el
Congreso de los Diputados. (…)

Art. 20. El Senado se compone de senadores por derecho propio; senadores vitalicios nombrados por la
Corona; senadores elegidos por las corporaciones del Estado y mayores contribuyentes en la forma que
determine la ley.

Art. 50. La potestad de hacer ejecutar las leyes reside en el rey, y su autoridad se extiende a todo cuanto
conduce a la conservación del orden público en el interior y a la seguridad del Estado en el exterior,
conforme a la Constitución y a las leyes.

Art. 51. El rey sanciona y promulga las leyes.

Constitución de 1876.

ANEXO III

El sufragio universal, que es en sí mismo una malísima institución política, una institución incompatible con
todo ordenado régimen político, y más si ese régimen es el monárquico, el sufragio universal, aun cuando
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sea verdad (y sobre todo ha de ser verdad), es incompatible a la larga con la propiedad individual, con la
desigualdad de las fortunas y con todo lo que no sea un socialismo desatentado y anárquico. El sufragio
universal no puede ser más que un instrumento de socialismo o una farsa vil, y, en estos últimos tiempos, es
bajo ese título postrero, como he juzgado conveniente calificarlo.

(…) ¿Quién piensa, quién ha dicho siquiera que, después de que en España se haya votado una ley de
sufragio universal, las opiniones de las muchedumbres, de los pobres, de los que nada tienen, estarán
representadas en las urnas electorales? ¿Hay alguien que sospeche esto siquiera?

Antonio Cánovas del Castillo, 8 de noviembre de 1888.

ANEXO IV

Base 3ª.- La lengua catalana será la única que, con carácter oficial, podrá usarse en Cataluña.

Base 4ª.- Sólo los catalanes, ya lo sean por nacimiento o en virtud de naturalización, podrán
desempeñar en Cataluña cargos públicos.

Base 7ª.- El poder legislativo Regional radicará en las Cortes Catalanas.

Base 12ª.- Cataluña contribuirá a la formación del ejército permanente de mar y tierra por medio
de voluntarios o bien mediante una compensación en metálico.

Base 13ª.- El mantenimiento del orden público y seguridad interior de Cataluña estarán
confiadas al Somatén y a los mossos de l´esquadra.

Base 15ª.- La enseñanza pública... deberá organizarse de una forma adecuada a las
necesidades y carácter de la civilización de Cataluña.

Base 16ª.- La Constitución Catalana y los derechos de los catalanes estarán bajo la
salvaguarda del Poder ejecutivo catalán.

Enric Prat de la Riba. Manresa, 27 de marzo de 1892.

ANEXO V

Fui yo carlista hasta los diecisiete años, porque carlista había sido mi padre, aunque un carlista que solo
trabajó por el lema “Religión y Fueros” y a quien el dolor de la ruina de nuestras libertades lo llevó al
sepulcro. Pero el año ochenta y dos (¡bendito el día en que conocía a mi Patria, y eterna gratitud a quien me
sacó de las tinieblas extranjeristas!), una mañana en que nos paseábamos en nuestro jardín, mi hermano Luis
y yo entablamos una discusión política. (…) Mi hermano ya era bizcaíno nacionalista; yo defendía mi
carlismo per accidens, (…) tantas pruebas históricas y políticas me presentó él para convencerme de que
Bizcaia no era España, (…) que (…) concluí prometiéndole con ánimo sereno la historia de Bizcaia y
adherirme firmemente a la verdad (…).

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Vuestra raza, singular por sus bellas cualidades, pero más singular aún por no tener ningún punto de
contacto o fraternidad ni con la raza española ni con la francesa, que son sus vecinas, ni con raza alguna del
mundo, era la que constituía a vuestra Patria Bizcaia, y vosotros, sin pizca de dignidad y sin respeto a
vuestros padres, habéis mezclado vuestra sangre con la española o maketa, os habéis hermanado o
confundido con la raza más vil y despreciable de Europa (…).

Y ahora, gritad conmigo: ¡Viva la independencia de Bizcaia!

Sabino Arana Goiri, “El discurso de Larrazábal”, 3 de junio de 1893.

ANEXO VI

Los catalanes quisieran que no sólo ellos, sino también todos los demás españoles establecidos en su región
hablasen catalán; para nosotros sería la ruina el que los maketos residentes en nuestro territorio hablasen
euskera. ¿Por qué? Porque la pureza de la raza es, como la lengua, uno de los fundamentos del lema
bizkaino, y mientras la lengua, siempre que haya una buena gramática y un buen diccionario, puede
restaurarse aunque nadie la hable, la raza, en cambio, no puede resucitarse una vez perdida.

Sabino Arana, “Errores catalanistas”, 1894.

ANEXO VII

Considerando que la sociedad actual tiene tan sólo por fundamento el antagonismo de clases; que éste ha
alcanzado en nuestros días su mayor grado de desarrollo; que la explotación que ejercen aquellos (la
burguesía) sobre estos (el proletariado) es debida únicamente a la posesión
por los primeros de la tierra, máquinas y demás instrumentos de trabajo; que dicha posesión
está garantizada por el poder político, hoy en manos de la clase explotadora (…), exigimos:

 Primero.- La posesión del poder político por la clase trabajadora.

 Segundo.- La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en


propiedad común de la sociedad entera (...). Abolición de clases, o sea, emancipación completa de los
trabajadores.

 Tercero.- La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los


instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total
de su trabajo y la enseñanza integral a los individuos de ambos sexos (…).

Y como medios inmediatos para acercarnos a la realización de este ideal, los siguientes: Libertades políticas.
Derecho de coalición o legalidad de las huelgas. Reducción de las horas. Prohibición del trabajo de los niños
menores de nueve años, y de todo trabajo poco higiénico o contrario a las buenas costumbres, para las
mujeres. Leyes protectoras de la vida y de la salud de los trabajadores. (…) Creación de escuelas gratuitas
para la primera y segunda enseñanza y de escuelas profesionales en cuyos establecimientos la instrucción y
educación sean laicas.

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Declaración fundacional del Partido Socialista Obrero Español. Madrid, 20-7-1879.

ANEXO VIII

Art. 1.° España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. En atención a que dicha isla,
cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, éstos, mientras dure su
ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que, por el hecho de ocuparla, les impone el
derecho internacional para la protección de vidas y haciendas.

Art. 2.° España cede a los Estados Unidos la isla de Puerto Rico y las demás que están ahora bajo su
soberanía en las Indias Occidentales, y la isla de Guam en el archipiélago de las Marianas o Ladrones.

Art. 3.° España cede a los Estados Unidos el archipiélago conocido por las Islas Filipinas [...]. Los
Estados Unidos pagarán a España la suma de veinte millones de dólares (20.000.000) dentro de los tres
meses después del canje de ratificaciones del presente Tratado.

Art. 6.° España, al ser firmado el presente tratado, pondrá en libertad a todos los prisioneros de guerra y a
todos los detenidos o presos por delitos políticos a consecuencia de las insurrecciones en Cuba y en
Filipinas, y de la guerra con los Estados Unidos. Recíprocamente, los Estados Unidos pondrán en libertad a
todos los prisioneros de guerra hechos por las fuerzas americanas, y gestionarán la libertad de todos los
prisioneros españoles en poder de los insurrectos de Cuba y Filipinas [...].
Tratado de París. 1898.

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