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Núcleo temático : LA RESTAURACIÓN Y SU

CRISIS (1875-1931)

· TEMA 1: La Restauración (1875-1902)

I.- La Restauración (s. XIX): reinado de Alfonso XII y la regencia de Mª Cristina (1875-
1902).

1.- Reinado de Alfonso XII.


2.- Regencia de María Cristina de Haubsburgo-Lorena.

LA RESTAURACIÓN: 1874-1923

El tema que vamos a tratar abarca desde la caída de la I República hasta la


proclamación de Alfonso XIII como rey en 1902. La restauración de la monarquía en la
persona de Alfonso XII supone una etapa de estabilidad que durará hasta finales del
siglo XIX.
Esa estabilidad estará propiciada por la Constitución de 1876, el sistema
bipartidista creado por Canovas, y una cierta prosperidad económica. Pero estos logros
no ocultan grandes defectos del sistema: fraude electoral y caciquismo que deja a las
masas fuera del sistema, marginación de los partidos que están fuera del sistema
(republicanos, movimientos obreros, nacionalismos…). A la vez, afloran en las regiones
periféricas los primeros movimientos regionalistas y nacionalistas que aspiran a
conseguir un cierto grado de autonomía en un estado fuertemente centralizado.
Pero el gran mazazo para el sistema será la crisis del 98, año en el que se pierden
las últimas colonias, a partir de ahí España se replantea la razón de su ser y las medidas
a llevar a cabo para su modernización. El sistema político de la Restauración, que más o
menos ha funcionado en el XIX, se continúa en el XX, pero ya está obsoleto y acabará

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saltando por los aires en los años treinta con la caída de Alfonso XIII y la proclamación
de la II República en 1931.

INTRODUCCIÓN

Se denomina Restauración al período que abarca el breve reinado de


Alfonso XII (1874-1885), la regencia de María Cristina (1885-1902) y el reinado de
Alfonso XIII (1902-1931) que aceptó en su etapa final la dictadura militar del general
Primo de Rivera (1923-1930).
El pronunciamiento del general Martínez Campos, en diciembre de 1874,
puso fin a la República, proclamó rey a Alfonso XII y restauró la monarquía de los
borbones, en el hijo de Isabel II. El regreso de Alfonso XII a España, en enero de
1875, supuso además, la vuelta al poder del liberalismo conservador doctrinario que
había sido vencido durante el Sexenio revolucionario, y de la burguesía
conservadora y latifundista.

I. LOS APOYOS DEL RÉGIMEN DE LA RESTAURACIÓN.

1. La monarquía. El retorno de la dinastía borbónica.

Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración de los


Borbones porque esperaban que la nueva monarquía devolviera la estabilidad
política, y podría fin a los intentos de revolución democrática y social en España. El
proceso de inició con la dictadura del general Serrano, aunque Cánovas,
preparando el regreso del Rey (posiblemente se encuentra detrás del Manifiesto de
Sandhurst) consigue que el ejército (unionista, alfonsino) y la burguesía
conservadora deseen la restauración de la monarquía borbónica. Contra lo
planeado por Cánovas, el general Martínez Campos se pronuncia en Sagunto
proclamando rey a Alfonso XII, el único hijo varón de Isabel II. Cánovas asumió la
regencia hasta el regreso del rey en enero de 1875. El rey contaría con el apoyo de
todos los monárquicos- desde los moderados y unionistas hasta los progresistas del
sexenio. La monarquía era una institución superior, incuestionable, permanente y
al margen de cualquier decisión política. Constituía el poder moderador que debía
ejercer como árbitro de la vida política y garantizar el buen entendimiento y la
alternancia entre los partidos políticos. Por ello se establecía la soberanía
compartida y se le concedían amplios poderes al monarca.

2. La Iglesia

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Durante 1875 las primeras medidas del nuevo régimen consistieron en: lograr el
apoyo de la Iglesia, que se hallaba distante por los ataques recibidos durante el
periodo revolucionario; suspender los periódicos de la oposición que habían
florecido en los años anteriores; establecer tribunales especiales para los delitos de
imprenta; otorgar a la Iglesia la potestad de juzgar y censurar prensa y otros
escritos. La confesionalidad católica del Estado era evidente y el control de la
educación también. Vuelve la Iglesia del Concordato de 1851.

3. El Ejército

Para Cánovas era necesario conseguir el apoyo del Ejército, conseguir un


Ejército amigo. El ejército quedó subordinado al poder civil. Así una Real Orden de
1875 estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional y
que no debía intervenir en las contiendas de los partidos. Como contrapartida se
otorgaba a los militares una cierta autonomía para sus asuntos internos y se dotaba
al ejército de un elevado presupuesto. Y además, para evitar futuros
pronunciamientos militares, que podían romper la convivencia que defendía
Cánovas, el rey no sería en adelante solamente la clave del mecanismo político-
constitucional, sino también un efectivo jefe supremo del Ejército, en contraste
con los tiempos de su madre Isabel II, con lo que quedaba asegurada la sumisión
(Civilismo) de los altos mandos militares. Cánovas trata de poner fin al
protagonismo de los militares en la vida política.

4. La Burguesía oligárquica

Para Cánovas el apoyo de las élites oligárquicas era fundamental. Por primera
vez la burguesía moderada y progresista estará unida, defendiendo ambas un
sistema estable y basado en el orden conservador y liberal. La experiencia del
Sexenio, inestabilidad, desorden público unió a las clases dominantes con un
interés común.

II. LAS BASES DEL SISTEMA

a) El centralismo administrativo.

El centralismo, con eje en Madrid, se hizo patente en la Restauración. Se


reorganizaron las Diputaciones Provinciales y Ayuntamientos, en las poblaciones

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de más de 30.000 habitantes (casi todas las capitales de provincia) los alcaldes
serían nombrados por el rey, lo que equivalía a ser designados por el Gobierno, y
que los presupuestos provinciales y municipales deberían ser aprobados por este.
En línea con ese centralismo encontramos la abolición de los Fueros de las
Provincias Vascas por una ley de julio de 1876 (aunque la ley no hablaba
categóricamente de "abolir", sino de "reformar el antiguo régimen foral"). Por lo
demás, la excusa del fin de la guerra civil con los carlistas sirvió para engrandecer
la conciencia nacional unitaria alrededor de Alfonso XII y para que Cánovas
pusiera en práctica su idea de que el orden social interno pasaba por la unidad de
códigos y la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, plasmadas en la
Constitución.

b) Constitución de 1876

Había que convocar Cortes, que elaboraran la Constitución de la Restauración,


por sufragio universal, según las últimas disposiciones vigentes de 1872. Pero lo del
sufragio universal fue un mero trámite, porque ya se había organizado un partido
conservador dedicado a conseguir votos por "todos los medios" y desde arriba se
había frenado a la prensa. Las elecciones, con una gran abstención, dieron un
triunfo abrumador a la mayoría conservadora gubernamental.

El sistema político, liberal y parlamentario, de la Restauración, se basó en la


Constitución de 1876. Es una clara muestra de liberalismo doctrinario,
caracterizado por el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y
el rey. Se trata de una constitución de carácter marcadamente conservador e
inspirada en los valores históricos tradicionales: la monarquía, la religión y la
propiedad.
La Constitución consideraba a la monarquía (ejecutivo) como una institución
superior, incuestionable, permanente y al margen de cualquier decisión política. La
soberanía compartida le concedía amplios poderes al monarca: derecho de veto,
nombramiento de ministros y potestad de convocar las Cortes, suspenderlas o
disolverlas sin contar con el gobierno.
Las Cortes eran bicamerales y estaban formadas por el Senado y el Congreso de los
Diputados, este último de carácter electivo. La Constitución no fijaba el tipo de
sufragio, pero una ley de 1878 estableció el voto censitario, limitado a los mayores
contribuyentes. Sin embargo, en 1890, cuando estaba en el poder el partido liberal,
se aprobó el sufragio universal masculino. En el Senado, la mitad de senadores lo
eran por derecho propio o vitalicio, lo que daba la opción al rey y al gobierno a

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nombrar directamente a los senadores. La Constitución también proclamaba la
confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias. En
consecuencia se restableció el presupuesto del culto y clero.
La prolija declaración de derechos quedó limitada porque su aplicación se remitía a
leyes ordinarias que, en general, los restringieron, sobre todo, los de imprenta,
expresión, asociación y reunión.
Fue promulgada el 30 de junio de 1876 e iba a permanecer en vigor hasta 1931.
Aunque es de carácter moderado, es lo suficientemente elástica como para ser
aceptada por los progresistas.

c) El sistema político oficial: bipartidismo y turnismo

El creador del sistema político fue Cánovas del Castillo. Se basaba en la


existencia de dos grandes partidos (bipartidismo), el conservador y el liberal
(partidos dinásticos), que coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero
asumían de manera consensuada dos papeles complementarios.

El Partido Conservador, fundado por Antonio Cánovas del Castillo, estaba


formado por representantes de la burguesía latifundista y financiera, la aristocracia
y la jerarquía católica. Provenían de los liberales moderados, unionistas y parte de
los progresistas, cuya ideología liberal evolucionó hacia un cierto autoritarismo, la
defensa del orden público y social, de los valores morales de la Iglesia. Después de
la muerte del fundador, Francisco Silvela, Francisco Romero Robledo, Antonio
Maura y Eduardo Dato se convirtieron en los políticos conservadores más
destacados.
El Partido Liberal (Fusionista) de Práxedes Mateo Sagasta estaba formado
por un sector de los progresistas, los demócratas y los ex-republicanos moderados,
representaban a la burguesía industrial y comercial, las clases medias de
profesiones liberales y funcionarios. Su ideología liberal abogaba por las reformas
sociales, la educación y un cierto laicismo. Cuando en 1903 murió Sagasta, se
produjo una pugna entre diversos políticos para asumir la jefatura del partido:
Santiago Alba, el conde Romanones y José Canalejas.
Todos los otros partidos quedaron fuera del sistema político, al que se opusieron:
carlistas, republicanos, regionalistas, nacionalistas, además del movimiento obrero
socialista y anarquista.
En 1885, en vísperas de la muerte del rey, Cánovas y Sagasta firmaron el
Pacto del Pardo para afianzar la monarquía. Acordaron turnarse en el poder y no

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elaborar leyes que uno de los dos partidos pudiera derogar cuando llegase al
gobierno. Los partidos dinásticos, conservador y liberal renunciaban a los
pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba, por
tanto, que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad
institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del
liberalismo y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política

El carácter del turnismo deriva de la alternancia de los dos partidos


dinásticos en el gobierno. En la práctica, esta alternancia se construyó sobre el
fraude electoral y el caciquismo.

d) El sistema político real: caciquismo y fraude electoral

El carácter del turnismo deriva de la alternancia de los dos partidos dinásticos


en el gobierno. En la práctica, esta alternancia se construyó sobre el fraude
electoral y el caciquismo.
Pero la alternancia en el gobierno, fue posible gracias a un sistema electoral
corrupto y manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y utilizar
prácticas coercitivas sobre el electorado, valiéndose de la influencia y del poder
económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciquismo). La
adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario,
el trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y, sobre todo, por
la manipulación y las trampas electorales que se generalizaron a partir de 1890 con
la reintroducción del sufragio universal masculino.
El control del proceso electoral se ejercía a partir de varias instituciones: el
ministro de la Gobernación, los alcaldes y los caciques locales. Este ministro era,
de hecho, quien elaboraba la lista de los candidatos que deberían ser elegidos
(encasillado). Los gobernadores civiles transmitían la lista de los candidatos
"ministeriales" a los alcaldes y caciques y todo el aparato administrativo se ponía a
su servicio para garantizar su elección.
Todo un conjunto de trampas electorales ayudaba a conseguir este objetivo:
es lo que se conoce como el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los
resultados electorales.
Así, para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba
en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las
vivas), manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos y amenazar al
electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición e
intimidar a sus simpatizantes o no dejar actuar a los interventores, etc.).

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Pero en todo el proceso era fundamental la figura del cacique, término que
procede de América y que significaba algo así como jefe de indios. Los caciques eran
individuos o familias que, por su poder económico o por sus influencias políticas,
controlaban una determinada circunscripción electoral. El caciquismo era más
evidente en las zonas rurales, donde una buena parte de la población estaba
supeditada a los intereses de los caciques, quienes, gracias al control de los
ayuntamientos, hacían informes y certificados personales, controlaban el sorteo de
las quintas, proponían el reparto de las contribuciones, podían resolver o complicar
los trámites burocráticos y administrativos y proporcionaban puestos de trabajo.
Así, los caciques se permitieron ejercer actividades discriminatorias y con
sus "favores" agradecían la fidelidad electoral y el respeto a sus intereses.
Todas estas prácticas fraudulentas se apoyaban en la abstención de una
buena parte de la población, cuya apatía electoral se explica tanto por no sentirse
representada como por el desencanto de las fuerzas de la oposición en participar
en el proceso electoral. En general, la participación electoral no superó el 20% en
casi todo el período de la Restauración.

II. EVOLUCIÓN POLÍTICA DURANTE EL REINADO DE ALFONSO XII (1874-1885)


Y LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1885-1902).

1. Evolución política.

Durante la restauración podemos señalar dos periodos: El reinado de Alfonso XII


(1876- 1885) y la Regencia de su esposa María Cristina (1885-1902) que comenzó tras
la muerte de Alfonso XII y terminó con la mayoría de edad de Alfonso XIII.

a) El reinado de Alfonso XII (1874-1885).

El sistema político que se impuso en el país trajo consigo una etapa de gran
estabilidad. Lo cual no oculta sus debilidades: era un sistema corrupto y
antidemocrático. La alternancia de los dos partidos funcionó. El Partido
Conservador estuvo en el poder durante los primeros años del reinado. Este
partido se encargó de aprobar una serie de leyes de carácter conservador: la ley de
imprenta, la ley electoral que reintroducía el sufragio censitario, el control de los
ayuntamientos.
Los dos hechos más destacados de su reinado fueron la finalización de los dos
conflictos que se habían iniciado durante el Sexenio: la tercera guerra carlista y la
guerra de Cuba.

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Entronizado Alfonso XII, la guerra carlista caminaba hacia su fin en 1875: los
ejércitos de Jovellar y Martínez Campos dominaron el Maestrazgo y Cataluña, y,
posteriormente, una fuerte ofensiva sobre Vizcaya y Guipúzcoa dispersó al ejército
carlista y obligó a Carlos VII a emigrar a Francia en febrero de 1876. El final de la
tercera guerra carlista llegó con victoria en marzo de 1876, si bien el miedo de los
Gobiernos de Madrid a posibles rebrotes de la misma iba a permanecer en las
décadas siguientes. El final del conflicto carlista trajo como consecuencia la
reforma del régimen foral (1876). Esta actuación acorde, además, con el control y la
centralización que reclamaba una administración moderna y eficaz. Lo más
importante de esta modificación foral fue la adopción de una fórmula intermedia:
la obligación por parte de las provincias vascas de contribuir con contingentes de
soldados para el servicio militar, y el establecimiento de los conciertos económicos
especiales, que todavía perduran. Esto último representaba para los vascos una
notable autonomía en materia económica y hacendística. Según esta fórmula, los
impuestos no los cobraba la Hacienda del Estado, sino las diputaciones vascas,
quienes aportarían después a las arcas del Estado el cupo acordado como
contribución a los presupuestos generales.
El otro gran problema al que hay que hacer frente es la Guerra de Cuba,
llamada Guerra de los Diez Años. La estabilidad en España hace que se pueda
reclutar un ejército de 25.000 hombres y enviarlos a Cuba. Allí el general Martínez
Campos combina la acción guerrera con las gestiones diplomáticas. Fruto de ello
fue la firma de la paz con los rebeldes en 1878 en la paz de Zanjón. A cambio de esto
los rebeldes veían mejorada su situación, los prisioneros fueron amnistiados. El
problema no solucionó, simplemente se pospuso hasta 1895 en que estallaría la
guerra definitiva que acabaría en 1898 con la pérdida de Cuba.
En 1881 y hasta 1884 se inició el turno al subir al poder el Partido Liberal.

b) La regencia de María Cristina (1885-1902).

Alfonso XII muere en noviembre de 1885, estando la reina embarazada, el futuro


Alfonso XIII nacería en mayo de 1886, y la reina actuaría como regente hasta su
mayoría de edad en 1902. En este periodo hay que destacar un hecho clave, el pacto
de El Pardo de 1885 firmado por Cánovas y Sagasta. Este pacto fue clave, ya que tras
la muerte de Alfonso XII pudo haber una gran crisis, pero este acuerdo lo evitó. En
este pacto los dos dirigentes políticos acordaron el turnismo de forma pacífica,
Cánovas que era el jefe de gobierno cuando murió Alfonso XII cedió el poder a
Sagasta para poder seguir el sistema, y además los dos acordaron respetar a la
Regente.

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Durante el gobierno de Sagasta (1885-1890), llamada esta etapa Gobierno largo
se acordaron numerosas ideas liberales como la ley de Asociaciones de 1887 que
permitía la legalización de las organizaciones obreras, en la clandestinidad desde la
dictadura de Serrano. El sufragio universal masculino de 1890, no es que creyera
sinceramente en el voto popular, pero esto le permitía aumentar su liderazgo
dentro del Partido Liberal. La ley del Jurado de 1888 que permitía la creación de
jurados populares para juzgar ciertos delitos. Consiguió, también, la aprobación de
todos los derechos individuales que ya aparecieron en la constitución de 1869. En lo
económico se aprobó el código de comercio y el código civil.
En los últimos años de la Regencia de María Cristina se rompe la estabilidad
creada por los líderes de los dos partidos dinásticos. En 1897 Cánovas muere
asesinado por el anarquista Angioillo, y su lugar es ocupado por Silvela y más tarde
por Maura, quienes desean regenerar la vida política. El Partido Liberal y Sagasta
tuvieron que sufrir la crisis del 98 y asumir el desprestigio político producido por la
derrota. Sobre la crisis del 98 hablaremos más adelante. Sagasta murió en 1903,
momento en que el partido empezó a dividirse en varias tendencias que no
lograron aglutinar los líderes que le sucedieron y que dieron lugar a una lucha por
el poder en el interior del partido.

Problemas de la Restauración

Problema político

La corrupción y fraude electoral indicaba la falta de legitimidad política y


democrática del sistema. Los intelectuales y los partidos políticos de la oposición
criticaban el caciquismo de la política española. Las reformas que impulsaron los
partidos dinásticos no fueron más allá de buenas intenciones y no lograron
democratizar el régimen.
La oposición política, formada por los republicanos, los carlistas, los
regionalistas y nacionalistas, así como por el movimiento obrero socialista y
anarquista, quedó excluida del sistema de la Restauración a causa del fraude
electoral y no pudo acceder en ningún momento al gobierno.

Movimientos antidinásticos

Republicanismo

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Los republicanos, contrarios a la monarquía y a favor de un reformismo
social y político, se erigieron en la oposición parlamentaria más importante al
régimen de la Restauración, a pesar de ser los grandes derrotados por el
pronunciamiento de 1874, la represión a que fueron sometidos y las variadas
divisiones internas (tendencias, reorganización de fuerzas), todo ello le restaron
eficacia y apoyo electoral a su programa político.

Durante la Restauración, los principales partidos republicanos eran:

La adaptación más rápida a las nuevas condiciones la protagonizó el viejo dirigente


republicano Emilio Castelar, que evolucionó hacia posturas cada vez más
moderadas. Convencido de que la Restauración garantizaría el orden social,
consideró “posible” que la monarquía asumiese alguno de los principios
democráticos y creo el Partido Republicano Posibilista.

Un caso contrario fue el del político progresista Ruiz Zorrilla, quien viró hacia el
republicanismo radical que no descartaba la acción violenta contra la monarquía:
fundó el Partido Republicano Progresista.

El republicanismo con más adeptos y más fiel a su ideario inicial fue el Partido
Republicano Federal, que seguía teniendo como líder a Pi y Margall y contaba con
el apoyo de una parte importante de las clases populares.

El sufragio universal masculino comportó una cierta revitalización del


republicanismo y estimuló la formación de alianzas electorales (Unión
Republicana) en 1893 y 1901, que agrupaban a las distintas familias republicanas a
excepción de los posibilistas. A pesar de que las alianzas permitieron aumentar los
escaños parlamentarios, el republicanismo perdió parte de sus antiguas bases
sociales y tuvo que luchar por los votos populares en competencia con el nuevo
obrerismo representado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado
por Pablo Iglesias en 1879.

Carlismo

Después de su derrota en la 3a guerra carlista (1872–1876), el movimiento carlista


tardó algún tiempo en readaptar su actividad para convertirse en un nuevo partido
político capaz de tomar parte en las contiendas electorales. Carlos VII depositó su
confianza como jefe del carlismo en Cándido Nocedal, quien extendió los Círculos
Carlistas por todo el país. Los carlistas mantuvieron su fuerza en Navarra, el País

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Vasco y Cataluña, pero su influencia era escasa en el resto del territorio español, el
programa mantenía en vigencia los antiguos principios, unidad católica, fuerismo,
antiliberalismo, tradicionalismo etc.

Movimientos Nacionalistas

En el último cuarto del s. XIX comenzó en España el ascenso e movimientos de


carácter regionalista o nacionalista. Grupos de intelectuales, políticos, periodistas y
hombres de negocios empezaron a proponer en ciertas regiones españolas,
primero en Cataluña, el País Vasco y Galicia, pero más tarde también en Valencia,
Andalucía y Aragón, políticas contrarias al uniformismo y al centralismo estatal
propios del liberalismo español.
Se entiende por regionalismo, la doctrina política según la cual en el gobierno de un
estado debe atenderse especialmente al modo de ser y a las aspiraciones de cada
región.
Se entiende por nacionalismo, ideología de un pueblo que, afirmando su naturaleza
de nación, aspira a constituir una entidad autónoma o un Estado independiente.

El Nacionalismo catalán (catalanismo).

La región pionera en desarrollar un movimiento regionalista fue Cataluña,


donde a lo largo del s. XIX había tenido lugar un crecimiento económico superior a
cualquier otra región española. La industrialización había hecho de Barcelona y su
entorno la primera zona industrial de España y había propiciado el nacimiento de
una influyente burguesía de empresarios industriales. Este nuevo grupo social
sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en los diferentes
gobiernos e hizo de la defensa del proteccionismo un elemento aglutinador.

El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidió con un notable


renacimiento de la cultura catalana y una expansión del uso de su lengua vernácula,
el catalán. En este contexto y a mediados del s. XIX, nació un movimiento conocido
como la Renaixença, cuyo objeto era la recuperación de la lengua y de las señas de
identidad catalanas. De este modo, el catalanismo surgió de la conjunción del
progreso económico y el renacimiento cultural o, como se dijo en aquel tiempo, de
la unión del arancel y la poesía.

Los primeros movimientos prenacionalistas de carácter político lo


encontramos en el carlismo y su pretensión de recuperar los fueros, y en el

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federalismo de la mano de Pi i Margall. Los dos movimientos, por la situación del
momento, fracasaron.

Por otro lado, en la década de 1880 se desarrolló el catalanismo político, que


tuvo varias corrientes. Una de ellas estuvo basada en el tradicionalismo y en el
obispo Torras y Bages su máximo representante. Otra, esta es la importante, era de
carácter progresista, base popular, y principios federalistas y estuvo alentada por
Valentí Almirall (republicano federal), considerado como el padre del catalanismo
político. Almirall fundó en 1882 el Centre Català, que empezó a defender la
autonomía de Cataluña. En 1885 impulsó la redacción de un Memorial de Agravios
que denunciaba la opresión de Cataluña y reclamaba la armonía entre los intereses
y las aspiraciones de las diferentes regiones españolas. Era un programa
regionalista que mantenía, al mismo tiempo, la fidelidad a la monarquía y la
búsqueda de una amplia autonomía. Almirall en su obra Lo catalanisme defendía la
necesidad de respetar y fomentar la "manera de ser y las costumbres tradicionales"
de las comarcas forales y reivindicaba las divisiones "naturales" frente a las
provincias "artificiales" surgidas del unitarismo liberal. Asimismo, daba el paso
decisivo al señalar: "Nuestro objetivo es que Cataluña recobre su personalidad por
el camino del particularismo".

Un grupo de intelectuales, vinculados al periódico La Renaixença y de


carácter conservador, fundaron la Unió Catalanista (1891), una federación de
entidades de carácter catalanista de tendencia conservadora. Su programa quedó
fijado en las Bases de Manresa en 1892, que defendía una organización confederal
de España y la soberanía de Cataluña en política interior. El regionalismo pasó
entonces a convertirse en verdadero nacionalismo.

El impacto de la crisis del 98 fue decisivo para la maduración y expansión


social del catalanismo. Las pérdidas económicas tras el desastre del 98 empujó a la
alta burguesía hacia el nuevo movimiento, esto cuajó en la creación en 1901 de un
nuevo partido, la Lliga Regionalista, que contó entre sus principales líderes a Enric
Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentaba un programa político
conservador, centrado en la lucha contra el corrupto e ineficaz sistema de
Restauración y a favor de un reformismo político que otorgase la autonomía a
Cataluña. Sus éxitos electorales en Barcelona a partir de 1901 la convirtieron en la
fuerza hegemónica en Cataluña hasta 1923.

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En 1906 se creó la Solidaritat Catalana, una coalición liderada por la Lliga
regionalista, a la que acompañaban carlistas y republicanos catalanistas. Consiguió
un gran éxito electoral en las elecciones a Cortes de 1907 (41 de 44 escaños) y ayudó
al dominio político de la Lliga en Cataluña.

El Nacionalismo vasco

El auge del nacionalismo vasco a finales del siglo XIX, se vincula con la
reivindicación de los fueros — abolidos al finalizar la guerra carlista en 1876—, y con
una reacción defensora de la lengua, cultura y sociedad vascas frente a los cambios
sociales, económicos y culturales que provocan la industrialización y la llegada
masiva de inmigración del resto de España a Vizcaya. Es importante, dejar muy
claro, que el nacionalismo vasco tiene peculiaridades distintas al catalán. Se
desarrolló sobre dos pilares fundamentales: Sabino Arana y el Partido Nacionalista
Vasco.

El pensamiento político de Sabino Arana (1865–1903) nace de la concepción


de una raza vasca que odia a los maketos o españoles porque pertenecen a una raza
inferior; son los inmigrantes de las zonas industriales, cuyo mestizaje con los
vascos provoca la degeneración racial. Exalta la lengua, la cultura y la historia del
País Vasco basada en el foralismo (Dios y Antiguas Leyes), y el tradicionalismo —
que considera la religión católica como pilar ideológico, moral y social del pueblo
vasco —.

La sociedad vasca tradicional, de base rural y patriarcal, está en peligro de


desaparición por la revolución industrial de finales del siglo XIX. Arana denostó la
ciudad porque es industrial, liberal, atea y maketa, y también odia la burguesía
industrial vasca porque facilita la destrucción de las esencias vascas al favorecer la
inmigración española que llegaba a trabajar en las fábricas vizcaínas.

La solución que planteaba era la independencia del País Vasco,


denominación creada por Sabino, al igual que la ikurriña. Desde 1901, moderó su
discurso y aceptó un planteamiento autonomista.

El 31 de julio de 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco con una solemne


declaración antiespañola y con una voluntad de restaurar en el territorio el orden
jurídico tradicional. Pero el partido no fue capaz de conseguir nada mientras se
mantuvo en la órbita de la pequeña burguesía bilbaína tradicionalista, por lo que se
vio obligado a ampliar sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial. Fue

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entonces cuando apareció la tensión interna entre los defensores de la
independencia y los que buscaban, como objetivo más viable y práctico, la
autonomía dentro del Estado español.
Estos últimos, urbanos, industriales y con dinero imprescindible para el
partido, se impusieron en el control del PNV y entraron en una línea autonomista
"catalana", copiando la idea de "rehacer España" desde, en este caso, el País Vasco.

En 1898 Arana, es elegido diputado por Vizcaya.

Otros nacionalismos. Galicia. Valencia. Andalucía.

El galleguismo, a pesar del Rexurdimento cultural, fracasó como opción


política. Destacaron Irmandade y A nosa terra. La causas del fracaso son
económicas porque la mayoría de la población es campesina, vive en la miseria y
abocada a la emigración. La lengua y la cultura gallegas están muy arraigadas entre
las clases populares, pero sólo una minoría intelectual se preocupa por la política.
El valencianismo tuvo una débil Renaixença cultural que limitó su desarrollo
político. El andalucismo tuvo en Blas Infante su creador y principal figura desde
1910, aunque con poco éxito cultural y político.

Movimiento obrero

Problema o cuestión social

Las duras condiciones laborales (jornadas interminables, salarios insuficientes,


hambre en el campo y desempleo en la ciudad) intensificaron los conflictos sociales
y la agitación obrera en forma de continuas huelgas y violentas protestas contra la
explotación burguesa. Sin embargo, las respuestas del gobierno a las demandas de
los trabajadores alternaron la dura represión, empleando a sangre y fuego al
ejército y la Guardia Civil, con algunas medidas insuficientes.

Para defender a los trabajadores de la explotación a la que se les sometía,


nació el movimiento obrero, canalizado en dos frentes de lucha: la demanda de
mejoras laborales, en manos de los sindicatos y la vía de los partidos políticos para
acceder al gobierno, tanto por los caminos legales de participación en las
elecciones como mediante la revolución.

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Mientras el republicanismo ejerció una oposición exclusivamente política al
régimen de la Restauración, el movimiento obrero -entendido como la actividad
política y social de los obreros y campesinos para mejorar su situación y defender
sus derechos- se opuso frontalmente a todo el sistema.

Movimiento obrero

El asociacionismo obrero moderno dio sus primeros pasos en España


durante el Sexenio Democrático, tras la fundación en 1869 de la primera sección
española de la Internacional y, al año siguiente, de la Federación Regional Española
de la Asociación Internacional de Trabajadores; al acabar 1872 la Federación
Regional aseguraba que el número de afiliados sobrepasaba los 30.000 en todo el
país, un tercio de ellos en Cataluña. La escisión de la Primera Internacional entre
los seguidores de Bakunin y Marx tuvo su reflejo en España donde el movimiento
obrero se dividió en dos corrientes: el anarquismo y el socialismo, con un claro
predominio anarquista.

Durante la Dictadura del General Serrano y los primeros gobierno de la


Restauración las organizaciones obreras fueron ilegalizadas y hubieron de moverse
en la clandestinidad. La situación cambió en 1881 con la llegada de los liberales al
poder de los liberales de Sagasta, con todo la ley sólo les permitió salir de la
clandestinidad y siempre durante todos estos años el gobierno respondía con una
dura represión a cualquier actividad reivindicativa.

El socialismo (marxistas)

Arraigó con fuerza en Madrid. En 1871 los tipógrafos madrileños crearon la


Asociación General del Arte de Imprimir, presidida desde 1874 por Pabro Iglesias,
adscrita a la corriente socialista de la Primera Internacional. El 2 de mayo de 1879,
el mismo núcleo de tipógrafos fundó el Partido Socialista Obrero Español. Al
carecer la capital de un fuerte tejido industrial, el partido creció en el mundo de la
artesanía, los oficios y excepcionalmente entre las profesiones liberales, entre sus
veinticinco fundadores había, joyeros, marmolistas, tipógrafos, médicos. Durante
años el PSOE apenas sobrepasó los dos centenares de militantes, de hecho no
celebró su primer congreso hasta 1888.

En su programa político, la sociedad se dividía en dos grandes clases: la


burguesía o clase dominante y el proletariado, esclavo “en todas sus formas”. Para
acabar con esta situación abogó (defendió) “la posesión del poder político por la

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clase trabajadora”, la transformación de la propiedad privada en propiedad común
de la nación, y todo ello permitiría la abolición de las clases sociales. Este era el
programa máximo, el horizonte hacia el que los trabajadores deberían encaminar
su lucha. Pero en la práctica, los socialistas rehuyeron la actividad insurreccional y
adoptaron una estrategia gradualista, primero mejorar las condiciones de vida de la
clase trabajadora, sufragio universal, reducción de la jornada laboral etc.

El las últimas décadas del siglo, los socialistas trabajaron por la expansión
del asociacionismo obrero, la difusión de la conciencia de clase entre los
trabajadores, como la fiesta del 1 de mayo, huelga, mítines. Criticaban a las
instituciones, al sistema canovista y al resto de partidos políticos, incluso a los
republicanos, a los que tildaban de burgueses. En 1888 se fundó el sindicato
socialista UGT, Unión General de Trabajadores.

A pesar de criticar el sistema y las instituciones, el PSOE participó en las


elecciones desde la aprobación del sufragio universal. Con ciertos pequeños logros,
Bilbao, Asturias, el partido no lograría representación parlamentaria hasta 1910,
año en que se presentaron, pese a las críticas, con una coalición con los
republicanos, Pablo Iglesias ganó el primer escaño para los socialistas en el
Congreso.

El anarquismo

Los anarquistas comenzaron a reorganizarse durante el primer gobierno de


Sagasta. En septiembre de 1881 fundaron en Barcelona la Federación de
Trabajadores de la Región Española (FTRE), un año después la misma aseguró que
el número de sus afiliados ascendía a 57.934. Casi dos tercios residían en Andalucía,
el resto en Cataluña. La fuerza del anarquismo andaluz asustó tanto a los
propietarios como al gobierno; varios asesinatos cometidos a finales de 1882 y
principios de 1883 por delincuentes comunes fueron atribuidos a una supuesta
organización anarquista llamada la Mano Negra y sirvieron de pretexto para una
durísima represión en Andalucía, en la que se empleó a fondo la Guardia Civil, y
que se saldó con ciento de detenciones y una quincena de condenas a muerte. La
FTRE se disolvió en 1888. Su desaparición reflejaba las tensiones internas en el seno
del anarquismo, dividido en dos grandes corrientes: los colectivistas y los
comunistas libertarios, éstos últimos defendían que el fruto del trabajo fuera
distribuido entre los miembros de la comunidad en función de las necesidades de
cada cual.

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La disolución de la FTRE fue también la consecuencia de llevar hasta el
último extremo el ideal anarquista, al contrario que los socialistas, los anarquistas
condenaban toda forma de poder político, perseguían la abolición del Estado…Por
esta razón nunca constituyeron un partido político.

Desaparecida la FTRE, el anarquismo se reordenó en pequeñas células. La


dispersión potenció las acciones individuales. Los partidarios, de la propaganda por
el hecho, es decir, del atentado terrorista. Si los socialistas renunciaban a la
violencia, los anarquistas se reservaron el derecho a actuar contra el Estado y los
propietarios de los medios de producción, acusados de esclavizar a la clase
trabajadora.

En 1892 quinientos anarquistas ocuparon Jerez de la Frontera para liberar de


prisión a unos compañeros. Cuatro anarquistas fueron condenados a muerte y
ejecutados desplegándose una contundente represión sobre el anarquismo en
Andalucía. A partir de este momento la violencia anarquista aumento, el 23 de
septiembre de 1893, el general Martínez Campos se salvó de un atentado en
Barcelona; su autor Paulino Pallas, fue ejecutado. A modo de réplica, dos meses
después, el anarquista Santiago Salvador lanzó una bomba en mitad de la
representación del Teatro Liceo, donde hubo veintidós muertos. Vuelta a la
represión contra los anarquistas, y respuesta de éstos, en junio de 1896, otro brutal
atentado, una bomba al paso de la procesión del Corpus por la calle Canvis Nous de
Barcelona, murieron seis personas. El gobierno de Cánovas respondió con una
campaña contra todo el entorno anarquista. Los acusados fueron juzgados en el
conocido como Proceso de Montjuïc, que se resolvió con la ejecución de cinco
detenidos. En agosto de 1897, tres meses después de las ejecuciones, el anarquista
italiano Michelle Anguiolillo asesinó de un disparo a Cánovas del Castillo mientras
descansaba en el balneario de Sata Águeda. La violencia y el magnicidio fueron una
peculiaridad del anarquismo español.

El recurso de la represión no fue la única reacción del Estado frente al


empuje del movimiento obrero. En los últimos años del s. XIX se planteó por
políticos y periodistas “la cuestión social”: condiciones de vida miserables de los
trabajadores. El miedo ante brotes de violencia hizo que en toda Europa se
impulsarán medidas por los Estados, para la mejora de la situación social. La
primera iniciativa de este tipo en España fue la Comisión de Reformas Sociales, en
diciembre de 1883, dedicada al estudio de todas las cuestiones que interesan para la
mejora y bienestar de las clases trabajadoras. Sin embargo sus proyectos no

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llegaron a cuajar. También en las últimas décadas del s. XIX comenzó a extenderse
entre los conservadores la convicción de que el Estado debía adoptar medidas que
mejoraran la situación de los trabajadores ( la iglesia por su parte publicó la
encíclica Rerum Novarum, en 1891, que estableció las líneas generales de la doctrina
general de la Iglesia.

CRISIS DEL 98: LIQUIDACIÓN DEL IMPERIO COLONIAL Y SUS


CONSECUENCIAS.
En abril de 1892, José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, tres
independentistas cubanos exiliados, fundaron en Estados Unidos el Partido
Revolucionario Cubano. Tres meses después, en el otro extremo del planeta
(Filipinas) Andrés Bonifacio iniciaba en la clandestinidad una sociedad que defendía
la independencia de aquellas islas.

El 24 de febrero de 1895 estalló la insurrección en Cuba. Aunque su lider, el


escritor y periodista José Martí, murió durante una emboscada en mayo, los
sublevados controlaban pocos días después la zona oriental de la isla. Mientras
tanto, en la metrópoli, Cánovas reemplazó a Sagasta el 23 de mayo y entre sus
primeras decisiones figuró el nombramiento de Martínez Campos como capitán
general de Cuba. Promotor de la Paz de Zanjón, el nuevo capitán buscó el acuerdo
con los rebeldes, pero fracasó y la revolución se extendió por todo el territorio
cubano. En febrero de 1896 el general Valeriano Weyler reemplazó a Martínez
Campos. La idea de Weyler era precisa, acabar con la insurrección y sus métodos
expeditivos, campos de vigilancia (donde se encerraban a campesinos y esclavos).
La insurrección empezó a ser controlada, pero la dureza de tal política dio pie en
abril a una nota de protesta de Estados Unidos, cuya opinión pública incitada por la
prensa, se iba decantando por la intervención en Cuba.

En agosto de 1896 otro frente bélico se abrió en Filipinas.

Al tiempo que mejoraba la situación, el gobierno norteamericano propuso al


español la compra de Cuba por 300 millones de dólares. Rechazada la oferta,
Estados Unidos, reconoció en mayo de 1897 a los cubanos la condición de
beligerantes, lo que significaba que en adelante, dejarían de ser tratados como

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guerrilleros rebeldes y tendrían la misma consideración que el gobierno español.
La situación en España empeora por el momento Cánovas es asesinado.

Mientras, el gobierno norteamericano siguió atosigando, a finales de


septiembre el presidente americano Mckinley lanzó un ultimátum a Sagasta para
que alcanzara un acuerdo con los rebeldes. Sagasta no estaba dispuesto a negociar
con la guerrilla, pero sí intentó ganar el apoyo de la población civil mediante
concesiones políticas: autonomía de Cuba y Puerto Rico. Pero estas medidas no
bastaron para los independentistas. Hacia finales de 1897, sofocada la rebelión en
Filipinas, la guerra empezó a decantarse a favor del gobierno español.

Pero el 15 de febrero de 1898 el acorazado americano Maine, fondeado en el


puerto de la Habana, se fue a pique tras una explosión en la que fallecieron 264
marinos y dos oficiales. Aunque las causas nunca estuvieron claras, el gobierno
estadounidense responsabilizó al español, al que lanzó un ultimátum redactado en
términos inaceptables. Rechazado el ultimátum, Estados Unidos declaró la guerra a
España el 25 de abril. Poco más de tres meses duró el conflicto. El 1 de mayo el
almirante Dewey destruyó la flota española fondeada en la bahía filipina de Cavite.
Al hilo de la intervención americana, rebrotó la insurrección indígena. El 12 de
junio Emilio Aguinaldo, líder rebelde, proclamó la independencia de Filipinas.

Las cosas no iban mejor en las Antillas. A mediados de mayo la flota española
en el Caribe se guareció en el puerto de Santiago de Cuba. Los yanquis tomaron la
ciudad, cuando los barcos españoles intentaron salir a mar abierto fueron hundidos
uno a uno. El 27 de julio de 1898 España reconoció su derrota y solicitó
conversaciones de paz. Habían muerto cerca de 60.000 españoles. Tras el Tratado
de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, Estados Unidos se quedó con Puerto
Rico, Filipinas y la isla de Guam y Cuba obtuvo su independencia. El 30 de junio de
1899 Alemania compró las islas de Pacífico-las Carolinas, Marianas y Palaos- donde
España apenas había ejercido la soberanía y quedaron fuera de su control tras la
derrota. España había perdido el resto de su imperio colonial.

Consecuencias: crisis del 98

La derrota de 1898 sumió a la sociedad y a la clase política española en un


estado de desencanto y frustración. Para quienes la vivieron, significó la
destrucción del mito del imperio español, en un momento en que las potencias
europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales en Asia y África, y la
relegación de España a un papel secundario en el contexto internacional. Además,

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la prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un
ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos
incompetentes. Y esa visión cuajó en buena parte de la opinión pública española.

a) Repercusiones económicas y políticas.

A pesar de la envergadura del "desastre" y de su significado simbólico, sus


repercusiones inmediatas fueron menores de lo que se esperaba. No hubo una gran
crisis política, como se había vaticinado, ni la quiebra del Estado, y el sistema de la
Restauración sobrevivió al "desastre" consiguiendo la pervivencia del turno
dinástico. Los viejos políticos conservadores y liberales se adaptaron a los nuevos
tiempos y a la retórica de la "regeneración" y el régimen mostró una gran capacidad
de recuperación.

Tampoco hubo crisis económica a pesar de la pérdida de los mercados


coloniales protegidos y de la deuda causada por la guerra. Las estadísticas de la
época nos muestran que en los primeros años del nuevo siglo se produjo una
inflación baja, una reducción de la Deuda Pública y una considerable inversión
proveniente de capitales repatriados. Así, la estabilidad política y económica que
siguió al "desastre" deja entrever que la crisis del 98, más que política o económica,
fue fundamentalmente una crisis moral e ideológica, que causó un importante
impacto psicológico entre la población.

La derrota presentó a la sociedad y a la intelectualidad española, la realidad


de un país sin peso en el contexto internacional, sin imperio colonial en un
momento en que las potencias europeas se repartían África y Asia, se hizo evidente
la corrupción del sistema político y la incompetencia de los políticos españoles.
Esta visión pesimista de España la plasmó en el ámbito literario la Generación del
98.

La corriente de pensamiento político que cuestionó los valores del sistema


político canonista fue el regeneracionismo. Joaquín Costa, en su obra Oligarquía y
caciquismo describió los males y corrupciones de la España de fin de siglo;
denunció la incultura de la sociedad española, la decadencia de la oligarquía
caciquil y el atraso español. Para solucionar esta situación proponía escuela y
despensa, es decir, facilitar la educación a la población, y modernizar España
siguiendo el modelo europeo.

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En materia económica consideraba que era fundamental desarrollar una
política hidráulica de embalses y una modernización de la agricultura para
asegurar la alimentación de la población.

Costa creía que la solución al problema político vendría de la mano de un


líder fuerte (un cirujano de hierro) que conduciría y movilizará las clases medias o
masas neutras, hasta ahora fuera del sistema, limpias de la corrupción caciquil y
apartadas del movimiento obrero revolucionario.

El surgimiento de la generación literaria del 98 se vincula al desastre


colonial. Este grupo de escritores tuvo una visión pesimista de España (identificada
solo con Castilla). Escritores como Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno, Azorín. Pío
Baroja, Ramiro Maeztu, Valle-Inclán y Antonio Machado reflexionaron en su obra
sobre el sentido de España y su papel en la historia.

El regeneracionismo intelectual y literario influyó en la vida política


española del primer tercio del siglo XX. Ante los síntomas de agotamiento y crisis
de la Restauración, una parte de la clase política liberal y conservadora intentará
reformar el sistema canovista. Cuando el fracaso se hizo evidente, la oposición
política republicana, nacionalista y obrera presentó con fuerza sus planteamientos
políticos que abarcaban desde la huelga general revolucionaria hasta la republica
burguesa, pasando por los intentos de la burguesía catalana de participar en el
gobierno de Madrid.

El sistema de la Restauración había recibido un duro golpe, pero había


sobrevivido casi intacto al desastre.

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