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ESTUDIO BIBLICO TIQUICO 2023

Domingo 10 de diciembre de 2023

“Instrucciones De Dios Que Se Deben Cumplir Fielmente”

Lección: Número Cap. 4, vers. 17 al 20. Habló también Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: No haréis que perezca
la tribu de las familias de Coat de entre los levitas. Para que cuando se acerquen al lugar santísimo vivan, y no mueran,
haréis con ellos esto: Aarón y sus hijos vendrán y los pondrán a cada uno en su oficio y en su cargo. No entrarán para ver
cuando cubran las cosas santas, porque morirán.

Comentario general: Los deberes de los hijos de Coat se detallan primero (vv. 4–20). Aarón y sus hijos estaban
designados para empaquetar el tabernáculo y los utensilios sagrados (vv. 5–13).
El arca (vv. 5–6), la mesa de la proposición (vv. 7–8), el candelero de oro (vv. 9–10), el altar de oro (v. 11), los
utensilios (v. 12) y el altar de bronce (vv. 13–14) fueron envueltos con la cubierta de pieles de tejones. Los demás
hijos de Coat estaban encargados de llevar estos artículos cubiertos (La fuente no se menciona aquí, pero ciertamente
la llevaban). No se les permitía tocarlos ni siquiera mirarlos descubiertos, porque morirían (vv. 15, 17–20). Eleazar hijo
de Aarón, estaba encargado del tabernáculo y de sus utensilios sagrados (v. 16).
El velo entre el Lugar Santísimo y el Lugar Santo siempre ocultaba de la vista el arca (v. 5). Aun cuando Israel se movía,
el arca estaba cubierta con el mismo velo, lo cual ilustra el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Nadie, salvo el sumo
sacerdote podía mirar el trono de Dios sobre el arca, hasta el Calvario cuando el velo se rasgó en dos para siempre.
Los capítulos también nos recuerdan que no todos tienen las mismas cargas que soportar. Los gershonitas y los meraritas
podían poner sus cargas en carros, pero los Cohatitas tenían que llevar sus cargas sobre sus hombros. Hay algunas cargas
que podemos compartir (Gá. 6: 2. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.), pero hay
otras cargas que solo podemos soportar (v. 5. porque cada uno llevará su propia carga.).
Resumen del 1 al 20: Las tareas de los levitas, 4:1–20. El trabajo de los hijos de Cohat recibe la más detallada
atención en 4:1–10 porque trata de las cosas más sagradas. ¿Cómo se puede mantener la santidad del tabernáculo y los
muebles sagrados cuando hay que desarmar el tabernáculo y llevar todas las cosas a otro lugar? Primeramente, los
sacerdotes bajan el velo entre el lugar santo y el lugar santísimo y lo usan para cubrir el arca. Después lo cubren con pieles
finas y con un paño azul.
Este paño azul por fuera sirve para identificar claramente el arca, al artículo más sagrado. Los sacerdotes también cubren
la mesa del pan de la presencia, el candelabro, el altar de oro, y los utensilios con un paño azul y con pieles finas por fuera.
(En el caso de la mesa, ponen un paño carmesí entre el paño azul y las pieles.) Cubren el altar de bronce con un paño de
púrpura y con pieles finas.
Azul, púrpura y carmesí son los colores usados para las cortinas dentro del tabernáculo (Éxo. 26:1, 31, 36) y para el efod
del sumo sacerdote (Éxo. 28:5–8). El sumo sacerdote llevaba una túnica de material azul (Éxo. 28:31). No sabemos
exactamente el significado de estos colores, pero en el mundo antiguo, azul y púrpura eran colores usados por los reyes y
nobles (ver Juec. 8:26; Est. 1:6; 8:15). Los colores entonces recuerdan a Israel de que Jehovah es su divino Rey. El
tabernáculo es como su palacio en la tierra, y el arca es como su trono. Aun los sacerdotes y levitas deben tratar el
tabernáculo y sus muebles con el mismo respeto que demostrarían a un rey.
No sabemos exactamente qué tipo de pieles usaron para cubrir los muebles. Diferentes traducciones han sugerido que
fueron pieles de tejones, de cabras, de focas, de marsopas o delfines, o de manatíes. Dado que se usaba como la cubierta
exterior del tabernáculo mismo (Éxo. 26:14) y de todos los muebles menos el arca, parece que su propósito era de dar
protección contra los elementos.
Después de cubrir los muebles, los sacerdotes les ponen las varas para poder llevarlos sin tocarlos directamente. (La
referencia a ponerle las varas al arca en 4:6 parece discrepar con Éxo. 25:15, que prohíbe que se quiten las varas.) Todo
lo relacionado con el tabernáculo mismo está bajo la dirección de Eleazar, hijo mayor de los hijos sobrevivientes de Aarón
(3:32; 4:16). Solamente después de que los sacerdotes hayan terminado con estos preparativos pueden acercarse los
levitas del clan de Cohat para llevar los muebles sagrados. Como los Coatitas tratan de las cosas más sagradas, corren el
riesgo más grande si no cumplen sus deberes correctamente. No deben tocar ni aun ver los muebles sagrados bajo pena
de muerte (v. 15, 20).
Esto explica la instrucción en el v. 18 de no permitir que el clan de Cohat sea eliminado. Los sacerdotes deben ejercer
sumo cuidado en hacer los preparativos para proteger las vidas de los hijos de Cohat (vv. 19, 20).

Ref. Bíblicas sobre instrucciones: «Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones
tal como os las entregué.» (1ª Cor. 11:2). ▬ «Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús» (1ª Tes.
4:2.). ▬ «Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las
ciudades de ellos.» (Mateo 11:1). ▬ «A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por camino de gentiles
no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad,
diciendo: El reino de los cielos se ha acercado» (Mateo 10:5 al 7).

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Texto: Proverbios Cap. 10, vers. 17. «Camino a la vida es guardar la instrucción; Pero quien desecha la reprensión, yerra.»

Comentario: El v. 17 apunta a la importancia de ser corregible. Por un lado, disciplina, es decir el proceso de la
“información-formación-reformación” (ver 3:11, 12), garantiza el camino de vida, la seguridad para vivir de día y descansar
de noche (ver 3:23 y 24). Por otra parte, la corrección o reprensión que se encuentra muchas veces en relación con la
palabra disciplina (ver 3:11; 5:12; 12:1; 13:18; 15:5, 10, 32), está abandonada, y se abre la puerta para que el individuo
tenga muchos problemas morales. ¡Sea corregible!: “Mas vale ponerse una vez colorado y no cien amarillos.”

1er Titulo: Dios ordena y establece el cuidado responsable de sus colaboradores. Vers. 17 y 18. Habló también
Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: No haréis que perezca la tribu de las familias de Coat de entre los levitas. (Léase:
San Juan 17:9 al 15 y 24. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y
todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo,
y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando
estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se
perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para
que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. ▬ (vers. 24). Padre,
aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has
dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.).

Verso 17-18: Para evitar en lo posible que les sobrevenga alguna calamidad a los levitas mientras llevan las cosas
santísimas, el mandato de Dios insta nuevamente a los sacerdotes a hacer lo que ya se ha descrito en detalle en Números
4:5-15, no sea que por cualquier descuido de su parte ellos deberían cortar la tribu de las familias de los coatitas, es decir,
deberían causar su destrucción; a saber, si se acercaban a las cosas santas antes de que Aarón y sus hijos las hubieran
envuelto en la forma prescrita y se las hubieran entregado para que las llevaran. Si los coatitas vinieran por un solo momento
a mirar las cosas santas, morirían. ‫אל־ּתכריתו‬, “no extirpéis”, es decir, “tened cuidado de que los coatitas no sean cortados
por vuestro error y negligencia” (Ros.). “La tribu de las familias de los coatitas:” (shebet), la tribu, no se usa aquí, como se
hace con frecuencia, en su sentido derivado de tribu (Tribus), sino en el sentido literal original de stirps.

Comentario de Juan 17: 9. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque
tuyos son.
Jesús ruega por (περί) los elegidos, a fin de que se puedan aplicar todos los méritos de su redención a los que le han
sido dados (véase sobre 6:37, 39, 44; 17:6). Por éstos que le han sido dados da su vida (véase sobre 10:11, 14); en
consecuencia, también es por ellos—y sólo por ellos—que ruega (constantemente). Véase también Ro. 8:34 (“intercede por
nosotros”); He. 7:25 (“puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para
interceder por ellos”); He. 9:24 (“no entró Cristo en el santuario hecho de mano sino en el cielo mismo para presentarse
ahora por nosotros ante Dios”); y 1 Jn. 2:1 (“abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”).
Todo esto es específico, no universal. Sin embargo, la oración del Sumo Sacerdote mira más allá de los hombres que
estaban en el Aposento Alto esa noche, como resulta claro por los versículos 20 y 21. Resulta erróneo, además, decir (como
se hace a veces) que Jesús oró sólo por los creyentes. Antes bien, oró por todo su pueblo, también por aquellos que todavía
no creían en él, pero iban a aceptarlo con verdadera fe más adelante (de nuevo, véase versículos 20, 21), como resultado
de la gracia soberana.
Sin embargo, la oración por protección espiritual, santificación y glorificación (véase sobre 17:11, 15, 17, 24) no se hace
por aquellos que hasta el fin de su vida rechazan al Salvador. Las palabras, “no ruego por el mundo” son muy claras. Entre
el propósito de la expiación y el propósito de la oración sumo sacerdotal de Cristo hay armonía perfecta. Y esta unidad de
propósito divino incluye también el decreto. De hecho, ese consejo eterno es la base de todo lo que sigue. Por ello, leemos
“porque ellos (los que le han sido dados) son tuyos (en virtud de la elección desde la eternidad)”. No todos fueron dados.
Jesús no murió por todos. No oró para que los méritos salvadores de la cruz se aplicaran a todos. Aquí la lógica es perfecta.
Se nos recuerda “la cadena inquebrantable” (Ro. 8:29, 30): “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para
que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo … Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a
éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Todos éstos—¡y sólo éstos! — que fueron conocidos
antes y predestinados para salvación llegan por fin al cielo. (Por otra parte, el evangelio debe proclamarse a todos; la
muerte de Cristo es suficiente para todos; Dios atrae a los suyos de entre todas las naciones del mundo; ejerce autoridad
sobre todos; y es glorificado en todos.)
[10]. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío.
Jesús ruega por los discípulos porque le pertenecen no sólo a él sino también al Padre. Es natural esperar que el Padre
ha de estimar lo que le pertenece tanto a él como a su Hijo amado. Por ello en el versículo 9 Jesús dice, “ruego por ellos
(o sea, por los que se me han dado) … porque tuyos son”. Ahora agrega que esta doble propiedad abarca todo lo que el
Hijo posee.

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Nótese que dice no sólo, “y todo lo mío es tuyo”, sino también “y lo tuyo mío”. Esta última afirmación es sorprendente.
Sólo tiene sentido si el Padre y el Hijo son uno en esencia (cf. 10:30). Porque el que una criatura diga al Creador—o incluso
que un creyente diga a Dios—“todo lo mío es tuyo”, no es maravilloso. Pero el que alguien subordinado a Dios agregue, “y
lo tuyo mío”, requiere explicación. Incluso esta última afirmación es verdadera en el sentido de que “a los que aman a Dios
todas las cosas les ayudan a bien” (Ro. 8:28; cf. 1 Co. 3:21). Pero Jesús tiene en mente no sólo el hecho de que todas las
cosas promueven su gloria, sino también que de hecho es amo de todo y tiene autoridad sobre todo (cf. 17:2). El que aquí
se dirige al Padre es el mismo que estaba junto al Padre desde la eternidad (17:5).
Todo el universo entero pertenece tanto al Padre como al Hijo. Por ello, lo que es de interés para uno es de interés para
el otro. Por esto Jesús puede orar con tanto fervor por los discípulos. Son suyos, su propiedad. Por esto los ama. Pero todo
lo que es suyo, también es del Padre. Esta propiedad mutua implica interés mutuo y este interés mutuo garantiza acción
mutua.
Es muy difícil—quizá incluso imposible—hacer alguna distinción clara en este contexto entre Jesús como Mediador y
Jesús como Hijo eterno de Dios. El carácter de la propiedad puede diferir (en virtud de su generación y posición eterna
todas las cosas pertenecen naturalmente a Jesús como Hijo de Dios; en virtud de su misión, todas las cosas le han sido
dadas como Mediador); su cantidad o alcance no difiere. Además, ya sea que lo consideremos como Mediador entre Dios
y el hombre, o como Hijo eterno de Dios, en cualquier caso, el ‘Yo’ que habla es el mismo. Sin embargo, cuando Jesús
agrega, Y yo soy glorificado en ellos, piensa primordialmente en la gloria que como Mediador (que aquí habla como si
ya hubiera terminado completamente su tarea) obtiene por la salvación de sus discípulos. Las gracias que adornan a
aquellos que han sido sacados de las tinieblas para entrar en la luz reflejan su amor y poder redentores. Sin duda, si Pablo
puede llamar a la iglesia en Filipos “gozo y corona mía” (Fil. 4:1), y puede hablar de los hermanos en Tesalónica diciendo
“vosotros sois nuestra corona y gozo” (1 Ts. 2:20)—y ello porque estas congregaciones manifiestan los frutos de su labor—
tanto más derecho tiene Jesús a decir que en todas las cosas—sobre todo, en aquellas que desde toda la eternidad son
suyas—es glorificado.
[11]. Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Jesús habla aquí como si el Calvario
hubiera pasado; ¡tan seguro está del Calvario! En su pensamiento ya está ahora camino al Padre. Con esta situación ideal
como base de su ruego, Jesús menciona el hecho de que, con respecto a su presencia visible, deja a los discípulos en un
mundo malo. Por ello, sigue con toda naturalidad el ruego, Padre santo, guárdalo en tu nombre, el que tú me diste.
El mundo malo se contrasta con el Padre santo. El poder de éste es sin duda más que suficiente para contrarrestar la
influencia del primero. Siendo santo, el Padre está por encima de toda criatura (cf. Is. 6:3: el Santo es también el glorioso),
sobre todo por encima del pecado de la criatura. Jesús apela a las cualidades morales y espirituales que caracterizan al
Padre, en virtud de las cuales él es la causa de estas mismas cualidades (por tenue que sea su presencia) en los corazones
de los creyentes. Pide al Padre que vigile (véase también 8:51) a estos hombres, y que mantenga bajo su supervisión divina
todo lo que pudiera perjudicarlos espiritualmente. Pide que sean guardados en el nombre del Padre, su revelación por
medio de palabras y obras en la esfera de la redención, la misma revelación que Jesús les había transmitido y ellos habían
aceptado (17:6, 8). Y el propósito de este guardar es: para que sean uno, así como nosotros (somos uno). El
significado de este pasaje tan discutido es, después de todo, bien claro si se lo ve a la luz del contexto. Jesús no ruega que
algún día todas las denominaciones se conviertan en un grupo inmenso (por excelente que sea la unión de las iglesias
cuando se consigue sin el sacrificio de principios básicos). Cuando ofreció esta oración, no había denominaciones. Tampoco
pide que en una forma vaga la unidad esencial (u ontológica) del Padre y del Hijo se pueda reproducir en la vida de los
discípulos (aunque sea verdad que la unión mística entre los creyentes y Cristo procede, y es reflejo, de la relación entre
las personas de la santa Trinidad. El significado es, según nuestro parecer:
Jesús pide que los discípulos sean constantemente (adviértase el vigor del subjuntivo presente de duración) uno en su
posición frente al mundo; en otras palabras, que permanezcan unidos en amor y en defensa de la verdad, así como el
Padre y el Hijo son constantemente uno … y en este punto probablemente esperaríamos encontrar: “en su relación frente
al mundo, en todas sus acciones externas”; pero Jesús, sabiendo que esta unidad es incluso más profunda, quiere decir …
uno en esencia. Claro que la lógica exige que el significado sea unidad de cooperación. Pues bien, esto es lo que significa,
y aún más. En Dios la unidad de esencia es básica para la unidad de manifestación (la trinidad ontológica es la base de la
trinidad económica). El que no se indica sino unidad en esencia, se sigue de 17:21; véase sobre ese pasaje; y también
sobre 10:30.
[12]. Cuando estaba con ellos, yo los guardaba en tu nombre; el que tú me diste. Es decir, durante todo su
ministerio, por medio de la enseñanza y de los milagros, Jesús había cumplido su tarea como buen pastor de las ovejas.
Por ello las había él mismo guardado día tras día, presentándoles constantemente todo lo que había oído del Padre (en
cuanto al nombre del Padre que le había sido dado a Jesús; véase sobre versículo 11); yo los he guardado, y ninguno
de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Por medio de esta vigilancia
espiritual constante Jesús había guardado a los suyos, protegiéndolos contra la apostasía. El resultado había sido: ninguno
de ellos se perdió.
Cuando Jesús dice, “ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición”, no quiere decir que con excepción de Judas
todos aquellos que el Padre había dado al Hijo habían sido guardados. No quiere de ningún modo sugerir que en el caso
de Judas había fracasado en el desempeño de la misión encomendada. Por el contrario, tenemos aquí otro ejemplo de
expresión abreviada. Véase sobre 5:31. En forma más completa lo que Jesús quiere decir es esto:

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“Y los guardé, y ninguno pereció. Pero el hijo de perdición sí pereció. Sin embargo, lejos de indicar que en este caso el
plan eterno fracasó y la profecía quedó sin cumplimiento, sucedió precisamente para que la Escritura se cumpliera”.
El hijo de perdición (una expresión semítica; cf. Mt. 23:15; 2 Ts. 2:3) es el totalmente perdido, designado para perdición.
Resulta claro que se refería a Judas, si se comparan pasajes: 6:71; 13:2, 18, 26, 30; 15:2, 6. Ciertamente, el Padre, al que
aquí se dirige, sabía a quién se refería; también el Hijo; también los lectores del cuarto Evangelio. Y eso es suficiente. No
es importante en este contexto determinar si cada uno de los discípulos en el Aposento Alto comprendió por fin que este
hombre era Judas. Véase, sin embargo, sobre 13:28, 29.
Si bien, por una parte, Judas fue totalmente responsable, por otra parte, esta acción estaba incluida en el decreto divino
desde la eternidad, y en la profecía. Véase sobre 13:18. Por ello, cuando los discípulos oyeron que Jesús hablaba al Padre
acerca de la realización de esta tarea respecto a ellos, y el cumplimiento de la profecía incluso en el caso del hijo de
perdición, se fortalecieron en la fe, y comenzaron a darse cuenta de que nada ni nadie desbarataría el propósito divino. Por
ello, Calvino observa tan acertadamente que aquí fue eliminado lo que podía haber causado que vacilaran los corazones
débiles. Véase 16:1, 4.
[13]. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan en sí mismos mi gozo completo. Jesús
está consciente del hecho de que había llegado la hora en que debía separarse de la tierra para ir al Padre. De nuevo, al
igual que en el versículo 11, el significado no es: “Vengo a ti con un ruego”, sino (como también lo indica el contexto
inmediato): “Salgo del mundo; por ello, voy a ti”. El que esta sea la interpretación correcta, también se ve cuando se
compara esta afirmación con la del versículo 11. Nótese la secuencia: “Ya no estoy en el mundo … Voy a ti”.
Jesús habla estas cosas en el mundo (o, como diríamos, estando todavía en la tierra; véase nota 26, significado probable
1; véase también sobre 21:25) a fin de que los discípulos puedan poseer en medida plena el gozo que imparte. Véase sobre
15:11; cf. 14:27. Ciertamente, los pensamientos que se expresan en el contexto inmediatamente anterior tendrían el efecto
de llenar su vaso de gozo espiritual hasta rebosar. Ahora pueden cantar el equivalente de estrofas tan queridas a nuestro
corazón:
“Al cuidado de mi Padre estoy” (Cf. 17:11)
y
“¡Cuan firme cimiento se ha dado a la fe, De Dios en su eterna palabra de amor!” (Cf. 17:12)
[14]. Yo les he dado tu palabra, dice Jesús. El mismo les ha dado a estos hombres un don incomparable y permanente
(nótese el tiempo), a saber, la palabra misma del Padre, su mensaje. Véase sobre 17:6, 8. La palabra llena el corazón de
gozo inefable y lleno de gloria (véase 17:13b). Pero tiene otro efecto: Y el mundo los aborreció, porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo. Sería totalmente superfluo explicar estas palabras. No hay nada nuevo en
lo que Jesús dice. Se ha dicho antes. Véase sobre 15:19, 20. El elemento nuevo y consolador es éste, que Jesús les había
dicho antes a ellos lo que ahora le dice al Padre acerca de ellos. Qué gozo debe haber entrado en el corazón de estos
hombres al oír decir el Maestro respecto a ellos, “No son del mundo”. Pero debe haberse necesitado todo este consuelo
para contrarrestar la terrible verdad: “y el mundo los aborreció”. Los hombres malos los odian no tanto por lo que el
discípulo piensa, dice o hace (tomado en sí mismo), sino que es lo que (por medio de su actitudes, palabras y acciones)
demuestra ser lo que los convierte en perseguidores. El mundo odia al discípulo porque es tan totalmente diferente. No es
“del mundo”, así como Jesús no pertenece (no debe su carácter) al mundo.
[15]. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno.
En cuanto al verbo rogar, véase sobre 11:22. En apariencia, se hubiera podido esperar que la mención del inmenso odio
que los discípulos tendrían que soportar de parte del mundo iría seguido de un ruego al Padre para que los sacara del
mundo. Pero Jesús se niega a pedir esto. La razón es que los discípulos tienen una labor que realizar. La naturaleza de esta
labor no se indica con claridad aquí, ni siquiera en el versículo 18, a no ser que tomemos ese pasaje en conexión con todo
lo que lo precede. Se indica con claridad, sin embargo, en 15:27: “Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis
estado conmigo desde el principio”. (Véase sobre ese versículo). ¡Desde luego que Jesús no puede ahora rogar que sean
quitados los testigos!
Lo que sí ruega es esto—que el Padre guarde a los discípulos del mal, o del maligno. Ambas traducciones son admisibles.
Preferimos la segunda, por las siguientes razones:
(1) Repetidas veces, durante esta noche, Jesús ha hablado acerca de Satanás, el príncipe de este mundo (12:31; 13:27;
14:30; 16:11): que sería expulsado; que había entrado en Judas; que estaba en camino; y que había sido juzgado. Judas
había caído presa del malo. ¿Por qué resulta poco razonable suponer entonces, que Jesús rogara para que se protegiera a
los demás contra las artimañas de Satanás?
(2) 1 Jn. 5:18 es, hasta cierto punto, un pasaje paralelo. Aquí el guardar tiene como resultado que el malo no toque al que
ha nacido de Dios.
(3) Es casi imposible suponer que Jesús, al hablar de guardar a los suyos (que son del Padre también), no pensara en la
alegoría del pastor que vigila y protege a sus ovejas. En consecuencia, 10:29 (“nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre”) viene a la mente de inmediato. Ahora bien, el enemigo al que se refiere en 10:29 es decididamente personal; no
es sólo el mal en general, sino Satanás, el falso profeta, el perseguidor, etc. Por ello, también aquí en 17:15 pensamos en
el maligno, o sea en Satanás.
(4) El hecho de que detrás de todas las influencias siniestras esté Satanás mismo, de modo que sea sobre todo contra él
que el creyente necesite protección es la idea prevalente en el Nuevo Testamento (tanto en la enseñanza de Jesús como

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en la de los apóstoles); véase además de los pasajes enumerados antes bajo (1) y (2), también: Mt. 4:1; 13:19, 38, 39;
Jn. 8:44; 13:2; Hch. 5:3; 2 Co. 12:7; Ef. 2:2; 4:27; 6:11, 12; 1 Ts. 2:18; Stg. 4:7; 1 P. 5:8; Ap. 12:3; 20:2.

▬ 24. Padre, aquellos que me has dado, deseo que donde yo estoy, también ellos estén constantemente
conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del
mundo. ¿Qué puede igualar la ternura inefable de este último ruego? “Padre (véase sobre 1:14),
… deseo … es mi placer, es mi deleite”. Esta clase de desear no es más débil que querer. De nada sirve objetar a una u
otra traducción. El griego θέλω tal como se usa aquí, combina el elemento deleite del verbo desear con el elemento de
reflexión y determinación del verbo querer.
El deseo de Jesús es: “aquellos que me has dado, … donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. La traducción
estrictamente literal sería “lo que me has dado, deseo que donde yo estoy, también ellos estén constantemente conmigo”.
Esto no suena bien. Sin embargo, esta traducción más literal no debe dejarse de lado. Pone de relieve un detalle, a saber,
el amor profundo del Sumo Sacerdote por los suyos, vistos primero como un todo (lo que), luego en forma separada (ellos),
como en 17:2, porque en el original esta cláusula está colocada en el comienzo mismo de la frase, para mayor énfasis.
Este ruego coloca un fundamento para la promesa de 14:3. Es decir, el fundamento siempre estuvo ahí, pero ahora se
revela a los discípulos en el Aposento Alto. El Hijo ruega que el Padre coopere con él en llevar a término la promesa que
había sido hecha a los discípulos, y que ahora se extiende de modo que incluya a todos los que le han sido dados. A Jesús
le gusta esa expresión: los que me has dado: véase sobre 6:39; 17:2, 9, 11; cf. 6:44. Desde la eternidad le habían sido
confiados, a fin de que a su tiempo fueran la recompensa de su sacrificio expiatorio. En consecuencia, desea que todos los
que le han sido dados moren para siempre en su presencia inmediata, a fin de que puedan deleitarse para siempre en la
visión de la gloria de Dios en Cristo, visión que comienza aquí en la tierra (2 Co. 3:18), y alcanza su culminación en el cielo.
La gloria de la que Cristo habla es la suya. La llama “mi gloria que me has dado”. El Hijo desea que todos los creyentes
lo contemplen para siempre (θεωρ_σιν), es decir el esplendor de sus atributos divinos tal como se reflejan en su naturaleza
humana exaltada (aunque, desde luego, nunca llegan a ser parte de esa naturaleza humana) y en el carácter transformado,
el gozo indescriptible, el amor inextinguible, y la paz perfecta de todos los que entran en el descanso que aguarda al pueblo
de Dios. Esta es la gloria que el Padre ha dado al Hijo.
Esta visión de Dios en Cristo es la felicidad arrebatadora de todo el pueblo de Dios. Véase Sal. 17:15; 27:4; 90:16; y 1
Jn. 3:2; cf. también 2 Co. 3:18. Al contemplarlo, ellos, como prismas perfectos, refractan la luz que brota de su aspecto
glorioso, y muestran su belleza exquisita de colorido en vidas dedicadas totalmente a él. Verdaderamente, la lumbrera de
la nueva Jerusalén es el Cordero (Ap. 21:23).
Como una composición musical sublime que, después de haber conmovido las fibras más íntimas del alma, finalmente
viene a terminar en una culminación inolvidable, así el ruego final de esta oración conmovedoramente hermosa del gran
Sumo Sacerdote alcanza su cenit de ternura infinita en las palabras, “… porque me has amado desde antes de la fundación
del mundo”.
Es natural y totalmente apropiado considerar esta cláusula como modificante de la inmediatamente anterior. Porque el
Padre amó al Hijo desde antes de la fundación del mundo (o sea, desde la eternidad) que le dio su gloria. Cf. 17:5 y Ef.
1:4. En cuanto al verbo amar y su principal sinónimo.

Ref. Bíblica: «Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.» (1ª de Pedro 5.7).
«Como el padre se compadece de los hijos. Se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.» (Salmo 103:13-14). ▬ «El da a la bestia su mantenimiento. Y a los hijos de los cuervos
que claman.» (Salmo 147:9).
«Pues aún los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos
pajarillos.» (Lucas 12: 7).

2° Titulo: Clara instrucción, poner a cada uno en el oficio asignado por Dios. Vers. 19. Para que cuando se
acerquen al lugar santísimo vivan, y no mueran, haréis con ellos esto: Aarón y sus hijos vendrán y los pondrán a cada uno
en su oficio y en su cargo. (Léase: 1ª a los Corintios 12:27 y 28. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros
cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente, apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros,
luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ▬
2ª de Pedro 1:8. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto
al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.).

Verso 19: “Esto haced con ellos”, sc., lo que se prescribe en Números 4:5-15 con referencia a su servicio.

1ª a los Corintios 12:27. Vosotros sois el cuerpo de Cristo e individualmente miembros de él.
▬ a. «Vosotros sois el cuerpo de Cristo». Pablo se dirige a los miembros de la iglesia de Corinto con el pronombre
personal vosotros. Son el pueblo santificado en Cristo Jesús y que son llamados a ser santos (1:2). Sin embargo, esta gente
peleaba, causaba divisiones, no excomulgaron al hermano inmoral, demandaban judicialmente a los hermanos, criticaban

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a los apóstoles y no observaban con propiedad la Santa Cena. A pesar de todos estos defectos, Pablo les dice que son el
cuerpo de Cristo.
En el texto griego, Pablo usa el sustantivo cuerpo en el sentido absoluto del término. Esto es, la palabra aparece sin el
artículo definido. Pablo no habla de «un cuerpo» o de «el cuerpo», sino sólo de «cuerpo», con lo cual indica que este es el
solo y único cuerpo, porque no hay ningún otro cuerpo de Cristo. No se refiere al cuerpo físico de Cristo, sino que habla en
forma figurada de la iglesia como el cuerpo de Cristo (p. ej., Ef. 1:23; Col. 1:24). Para decirlo de otro modo, Pablo afirma
que la iglesia a la que pertenecen los corintios es una entidad sin divisiones.
La iglesia como el cuerpo figurativo de Cristo existe en él y pertenece a él. Está genuinamente unido a Cristo, porque
cada creyente individual está por fe incluido en él. Cada congregación local es un microcosmo de toda la iglesia, de tal
manera que todo el que observe las distintas funciones de la congregación sabe que este cuerpo es la iglesia en acción.
Aquí Pablo declara el principio de unidad en la multiplicidad. En la siguiente oración hablará de la multiplicidad en unidad.
▬ b. «E individualmente miembros de él». No tenemos información del tamaño de la congregación de Corinto, pero Pablo
afirma que cada individuo es parte del cuerpo de Cristo. Al hablar así, Pablo subraya la individualidad de los miembros,
porque cada uno ha recibido un don diferente del Señor. Con estos dones y funciones a su disposición, todos los miembros
contribuyen juntos al bienestar de la comunidad cristiana.
[28]. Y Dios ha nombrado en la iglesia, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer
lugar, maestros; luego, los milagros; después, dones de sanidad, obras de ayuda, administración, tipos de
lenguas.
En versículos anteriores, Pablo enseñó que Dios dispone las partes del cuerpo humano (v. 18) y combina sus varios
miembros (v. 24). Esto es cierto, no sólo respecto al cuerpo humano físico, sino también de la iglesia. Dios distribuye a los
miembros en la iglesia una variedad de dones diseñados para servir al cuerpo. Dios mismo es el que nombra a alguien a
un oficio o le da una función que realizar. Dios llama a los individuos a que tomen una posición oficial dentro de la iglesia,
aun cuando los miembros de la iglesia sean los que llaman, ordenan o instalan a los hermanos en sus posiciones. Como
dice el escritor de la epístola a los Hebreos: «Nadie ocupa ese cargo por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que es
llamado por Dios» (Heb. 5:4). Por ejemplo, Pablo y Bernabé fueron llamados por el Espíritu Santo y apartados por la iglesia
de Antioquía (Hch. 13:1–3). Funcionaron en la iglesia como apóstoles, profetas y maestros. Es un hecho de que la frase en
la iglesia se aplica a la iglesia universal y no sólo a la congregación de Corinto.
En orden descendente, Pablo enumera tres grupos de personas que han recibido dones espirituales: los apóstoles, los
profetas y los maestros. En otra carta menciona a cuatro grupos: «Él mismo [Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros,
profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros» (Ef. 4:11; cf. Ro. 12:6–8). También menciona cinco dones,
aunque por implicación se habla de personas que ejercen estos dones.
▬ a. «En primer lugar, apóstoles». Jesús comisionó directamente a doce para que fueran sus apóstoles, incluyendo a
Matías, sucesor de Judas (cf. Lc. 6:13–16; Hch. 1:23–26). Pero el círculo apostólico se extendió más allá de los doce, ya
que Pablo era un apóstol (Ro. 1:1), lo mismo que Bernabé (Hch. 14:14). Pablo escribe que Andrónico y Junias eran hombres
destacados entre los apóstoles, aunque no funcionaban como tales (Ro. 16:7). Este texto parece querer decir que los
apóstoles respetaban mucho a estos dos hombres. Los apóstoles sirvieron como embajadores de Cristo, para proclamar,
enseñar y registrar las buenas nuevas.
Por supuesto que Pablo no quiere enseñar que cada congregación individual tiene sus propios apóstoles. Los apóstoles
sirvieron a toda la iglesia en sus primeros años de formación. El oficio apostólico fue sólo para un tiempo y cesó con la
muerte del último apóstol que murió, el apóstol Juan, quien murió probablemente en el año 98 d.C. Las estipulaciones
requeridas para ser apóstol hacían imposible que hubiese sucesores. Primero, para ser apóstol uno tenía que haber seguido
al Señor Jesús desde su bautismo hasta su ascensión y, segundo, haber sido testigo de su resurrección (Hch. 1:21, 22).
Aunque Pablo no acompañó a Jesús durante su ministerio terrenal, vio al Señor resucitado, lo que lo capacitaba para dar
testimonio de su resurrección (9:1; Ro. 1:1–4). Esta es la razón por la que Pablo se llama a sí mismo «nacido fuera de
tiempo» (15:8).
▬ b. «En segundo lugar, profetas». A diferencia de los apóstoles, que servían a toda la iglesia, los profetas con frecuencia
servían en una congregación local (p. ej., Hch. 13:1). Aun cuando un apóstol (p. ej., Juan en el libro de Apocalipsis) podía
profetizar, un profeta jamás funcionó como apóstol. En unos pocos textos, Pablo menciona a los apóstoles y a los profetas
juntos (Ef. 2:20; 3:5), pero no los pone al mismo nivel. Ambos permanecen como dos grupos distintos, porque los apóstoles
son apóstoles y los profetas son profetas. Ni en el presente texto ni en otros pasajes (Ef. 4:11; Ap. 18:20; Didaqué 11.3)
es posible igualar el oficio de profeta con el de apóstol.
Los apóstoles hablaron y escribieron con la misma autoridad que Dios entregó a los profetas del Antiguo Testamento.
Eran testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Los profetas del Nuevo Testamento también hablaron con la
autoridad del Espíritu Santo. Junto con los apóstoles colocaron el fundamento de la iglesia (Ef. 2:20) y su rango seguía al
de los apóstoles. Además, las declaraciones de los profetas debían ser evaluadas (14:29) para proteger a la iglesia de falsos
profetas cuya influencia perjudicaba su bienestar.
La iglesia antigua tenía profetas que predecían el futuro, entre los cuales estaba Agabo (Hch. 11:28; 21:10); Juan en la
isla de Patmos también funcionó en esa calidad (Ap. 1:3; 22:9, 18). En Antioquía, la iglesia era instruida por maestros y
profetas, los cuales eran Bernabé, Simeón apodado el Negro, Lucio de Cirene, Manaén y Saulo (Hch. 13:1); en Jerusalén
estaban Judas y Silas (Hch. 15:32); y en Cesárea residían las cuatro hijas de Felipe el evangelista (Hch. 21:8, 9). La tarea

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de los profetas era enseñar en las congregaciones locales. Instruían sobre la conducta cristiana, y actuaban junto a los que
habían recibido el don de enseñar las Escrituras.
Aunque los profetas recibían el don de profecía, no hay evidencia de que perteneciesen a un oficio permanente de las
comunidades cristianas antiguas. Su don consistía en la habilidad de profetizar, esto es, de recibir la revelación de Dios y
de predicar su Palabra.
«En el período que vino después de los apóstoles, el profeta todavía podría estar por sobre el ministro local, pero pronto
llegaría el día en que este don de profecía pasaría a los ministros locales que predicaban la palabra para edificar a los
miembros de la comunión cristiana».
La iglesia antigua tuvo varios profetas, entre los cuales estaba Agabo (Hch. 11:28; 21:10), Judas y Silas (Hch. 15:32).
Pero durante el segundo siglo la influencia de la profecía se extinguió, cuando en Asia Menor surgió Montano, quien reclamó
ser un profeta con una revelación nueva sobre la venida de Cristo. Por un tiempo, el montanismo tuvo su influencia, pero
pronto fue condenado como espurio. Por haber sido un fraude, el montanismo fue menospreciado. Los profetas dejaron de
ser importantes cuando la iglesia confió más en la Escritura que en la profecía.
▬ c. «En tercer lugar, maestros». Si Pablo hace una diferencia entre profetas y maestros, ¿en qué difieren?
Primero, en los días de Pablo al maestro se le respetaba por su habilidad para instruir a otros. Por ejemplo, la gente se
dirigía a Jesús usando el término hebreo rabí, que quiere decir «mi gran [maestro]». En contraste con los maestros, a los
profetas no siempre se les respetaba, porque las tácticas de los falsos profetas desprestigiaron a la profecía. De hecho,
Pablo amonesta a los cristianos: «no desprecien las profecías» (1 Ts. 5:20).
Segundo, mientras que el profeta esperaba hasta recibir una revelación (14:30), el maestro tenía las Escrituras como la
Palabra revelada de Dios. Los estudiantes tenían que aprender la sana doctrina y las tradiciones que sus instructores les
enseñaban. Los libros eran tan caros que sólo los ricos podían adquirirlos. Por esto, el maestro ocupaba la pedagogía de la
repetición, para ayudar a sus estudiantes a que se aprendieran de memoria lo enseñado. Pablo afirma que él era un apóstol
y maestro del evangelio de Cristo (2 Ti. 1:11).
Por último, según Pablo la labor del maestro se relaciona de cerca con la del pastor (Ef. 4:11). Gran parte del tiempo del
pastor está dedicado a la enseñanza del pueblo.
▬ d. «Luego, los milagros». Pablo habla de milagros, no de los que hacen milagros. La traducción literal es «milagros»,
que por implicación apunta a quienes los realizan. Como los milagros no ocurren con frecuencia, el don de hacer maravillas
no es permanente (léase la explicación del v. 10).
▬ e. «Después, dones de sanidad». Los dones de sanidad tampoco son permanentes (véase el comentario al v. 9). La
palabra griega que está detrás de «dones» es jarismata, la cual aparece al principio de la lista de dones espirituales en el
versículo 4 y al final del capítulo en el versículo 30. De todos los dones, Pablo sólo llama jarismata (sustantivo plural en el
griego) a las sanidades.
▬ f. «Obras de ayuda». La palabra griega antilēmpseis sólo ocurre aquí en todo el Nuevo Testamento, y es traducida
por «asistencias» (NTT, NBE), «don de asistencia» (BJ, CI, cf. BP, NC), «los que ayudan a otros» (NVI, cf. VP), «asistir a
los necesitados» (CB, cf. LT). El verbo aparece tres veces en el Nuevo Testamento. En Lucas 1:54 el verbo habla de ayudar
a Israel, lo mismo que en la Septuaginta en el texto de Isaías 41:9. En Hechos 20:35 se refiere a ayudar al débil. En 1
Timoteo 6:2 quiere decir beneficiar.
En el presente pasaje, el sustantivo significa ayudar o tender la mano de amor y misericordia tanto a los que están dentro
como fuera de la comunidad cristiana. Un comentarista afirma que el término «sugiere definitivamente la ayuda prestada
por las autoridades gobernativas a quienquiera que esté necesitado u oprimido». Pero es más probable que fuesen los
miembros de la comunidad cristiana los que recibían este don espiritual de ayudar a otros, y no el gobierno.
▬ g. «Administración». La palabra griega kybernēseis sólo ocurre una vez en todo el Nuevo Testamento. Un sustantivo
de la misma raíz aparece dos veces (Hch. 27:11; Ap. 18:17) con la idea de «piloto» o «capitán de barco». La palabra
española gobernar viene del latín gubernare y del griego kybernan, lo cual significa «sostener el timón, navegar». Pablo
parece sugerir que el don espiritual de la kybernēseis es la habilidad para conducir el timón de la iglesia.
En las epístolas pastorales, Pablo escribe que los ancianos que gobiernan bien la iglesia, en especial los que se dedican
a predicar y enseñar (1 Ti. 5:17) son dignos de doble honor. Es decir, Pablo se refiere a los ancianos gobernantes y a los
ancianos docentes. Por cierto, que la persona que tiene el don de gobernar en la iglesia es digna de respeto.
▬ h. «Tipos de lenguas». Este es el último de los nueve dones. Como Pablo los cita según su orden de importancia, el
último es el menos trascendental. Presumimos que este don se hizo tema controvertido porque algunos miembros de la
iglesia de Corinto le habían dado un valor excesivo. Por consecuencia, al colocar el don de lenguas en último lugar, Pablo
corrige las ideas equivocadas de estos creyentes. Lo mismo hace al dedicar un capítulo completo al amor y al mandarles
después que se comuniquen en una forma inteligible.
La expresión tipos de lenguas es idéntica a las palabras del versículo 10 (consúltese el comentario). Pablo no se refiere
a un idioma en particular, entendible o no entendible, sino que a la variedad de lenguas que eran habladas en el área
metropolitana de Corinto. Con todo, el hablar idiomas extranjeros o la práctica de la glosolalia con frecuencia es causa de
alienación y aislamiento. Esto hace necesaria la intervención de traductores o intérpretes que superen las barreras
lingüísticas. Sin embargo, notemos que en esta lista particular Pablo ni siquiera incluye el don de interpretación (cf. v. 30).
2ª de Pedro 1: 8. Porque si esas cualidades abundan en ustedes, evitarán que sean inútiles e improductivos en el
conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

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▬ a. Traducciones. Este versículo se presta a dos traducciones posibles en razón del orden de las palabras en el griego. La
extensa frase prepositiva: “En el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” puede ser tomada ya sea con los adjetivos
inútiles e improductivos (en la presente y en otras versiones) o con el verbo griego traer. Esta es la primera traducción: “Si
tenéis una abundante cantidad de éstas (virtudes), las mismas os traerán a un verdadero conocimiento de nuestro Señor
Jesucristo” (BJer). Sin embargo, la otra traducción es la preferida, dado que el verbo traer también tiene el significado de
hacer, lo que junto con el adjetivo inútil parece ser una expresión idiomática. La mayoría de los traductores favorecen esta
combinación y presentan la lectura siguiente: “para impedir que seáis ineficaces e improductivos en vuestro conocimiento
de nuestro Señor Jesucristo”.
▬ B. Significado. Si poseemos estas ocho virtudes, dice Pedro, y si éstas siguen desarrollándose, cosecharemos
abundantemente. Pedro no está indicando que debemos ir tomando estas virtudes en su orden de precedencia, como si la
una dependiera de la otra. Más bien indica que debemos cultivar todas al mismo tiempo y verlas crecer y desarrollarse
(véase 1 Ts. 3:12). La consecuencia de este desarrollo es que no somos inútiles e improductivos en nuestras vidas
espirituales (referirse a Gá. 6:10). Estamos ocupados en la aplicación de estas virtudes y así somos testigos de sus
resultados visibles. Cuando somos ineficaces, estamos ociosos, y cuando no somos productivos somos inútiles en la sociedad
(comparar Mr. 4:19), Tal no es el caso cuando todas nuestras virtudes aumentan y dan fruto, especialmente en cuanto a
nuestro conocimiento de Cristo. Pedro desarrolla un tema favorito en esta epístola: “Crecer en el conocimiento de Jesucristo
nuestro Señor” (1:2, 3, 8; 3:18). Del mismo modo en que los padres quieren que sus pequeños hijos aumenten peso, así
Pedro desea nuestro crecimiento espiritual al ir conociendo cada vez más a Jesús.

Ref. bíblica de oficios: «Núm. 4: [4]El oficio de los hijos de Coat en el tabernáculo de reunión, en el lugar santísimo,
será este: [15]. Y cuando acaben Aarón y sus hijos de cubrir el santuario y todos los utensilios del santuario, cuando haya
de mudarse el campamento, vendrán después de ello los hijos de Coat para llevarlos; pero no tocarán cosa santa, no sea
que mueran. Estas serán las cargas de los hijos de Coat en el tabernáculo de reunión.»
«Porque está escrito en el libro de los Salmos: Sea hecha desierta su habitación, Y no haya quien more en ella; y: Tome
otro su oficio.» (Salmo 109:8 = Hch. 1:10).
«A éste levantó Dios al tercer día, e hizo que se manifestase; no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había
ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.» (Hch. 10:40-41)
«Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias.» (1ª
a los Cor. 7:17).

3er Titulo: Prohibición de Dios para evitar muerte. Vers. 20. No entrarán para ver cuando cubran las cosas santas,
porque morirán. (Léase: 1ª de Samuel 6:19. Entonces Dios hizo morir a los hombres de Bet-semes, porque habían
mirado dentro del arca de Jehová; hizo morir del pueblo a cincuenta mil setenta hombres. Y lloró el pueblo, porque Jehová
lo había herido con tan gran mortandad. ▬ Hebreos 2:3. ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan
grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron.).

Verso 20: ‫ּכבּלע‬, “como una golondrina, un trago”, es probablemente una expresión proverbial, según la analogía de
Job 7:19, para “un solo instante”, de la cual el árabe también proporciona ejemplos (ver A. Schultens sobre Job 7: 19). La
traducción de septiembre, ἐξάπινα, transmite el sentido real. 1 Samuel 6:19 proporciona una ilustración histórica de
Números 4:20.
(Nota: Según Knobel, Números 4:17-20 han sido interpolados por Jehovista en el texto elohístico. Pero las razones para
esta suposición son débiles en todo momento. Ni el uso peculiar de la palabra shebet, para la cual no existe un paralelo
correspondiente en todo el Antiguo Testamento, ni la construcción de ‫ נגׁש‬con ‫את‬, que sólo se encuentra en 1 Samuel 9:18
y 1 Samuel 30:21, ni el Hiphil ‫הכרית‬, pueden ser considerados como criterios de un uso Jehovista. la afirmación de que el
Elohista pone el énfasis en acercarse y tocar las cosas santas (Números 4:15; Números 8:19; Números 18:3, Números
18:22), y no en verlas o mirarlas, se basa en una antítesis que se impone arbitrariamente en el texto, ya que no sólo ver
(Números 4:20), sino también tocar (Números 4:19), se describe como causante de la muerte; de modo que ver y tocar
no forman antítesis en absoluto.)

1ª de Samuel 6: Entrada en Bet-semes, 6:12–21. Bet-semes en heb. quiere decir “casa del sol” aunque no sabemos
por qué. Era la ciudad más cercana a Ecrón, a unos 25 km. al este, dentro del territorio de Israel. Tuvo después una historia
bastante ilustre, generalmente mencionada en el contexto de las batallas realizadas en o alrededor de ella. Hubiera sido
mayo o junio cuando el arca llegó a Bet-semes. Este parece haber sido el caso por la siega del trigo y siendo así, la gente
hubiese estado en el campo trabajando Al ver el arca y contemplar la importancia de la situación, el regocijo no conocía
límites. Puesto que era una ciudad levita (ver Jos. 21:16), los hombres hubieran sabido qué hacer. Valiéndose de la madera
de la carreta y la proximidad de una gran piedra, hicieron sacrificar las dos vacas en holocausto a Dios. Realmente estos
dos animales satisfacían los requisitos de Números 19:2 para la purificación de la inmundicia. Y no solamente esto, sino
que también hicieron holocaustos y ofrecieron sacrificios (v. 15), festejando esta gran ocasión. La vaca muerta fuera del
campamento tiene su cumplimiento en la persona del Salvador quien murió por nosotros fuera del campamento (ver Heb.
13:12). Según el tex-to, la piedra quedaba como testimonio perpetuo del regreso del arca en victoria. En el AT el adorador

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se acercaba a Dios por medio del sacrificio, presentándose el sacrificio por los pecados (Lev. 1) y los sacrificios de paz en
acción de gracias (Lev. 3). Son ofrendas voluntarias y como tal suben a Dios como sacrificios de olor grato cumplidos en
Cristo (Ef. 5:2). Todo esto le hubiera agradado a Dios.
Pero la historia del arca en Bet-semes terminó mal. Los hombres en su profana curiosidad miraron dentro del arca, algo
específicamente prohibido en Números 4:20. La LXX dice aquí: “Vieron el arca”, pero el hebreo dice: “Miraron adentro.”
Parece que el texto hebreo está en lo cierto. Los hombres se acercaron indebidamente en su desobediencia sin guardar la
santidad y reverencia que demandaba la ley. La pena de muerte fue aplicada inmediatamente por Dios mismo y murieron
70 de ellos. El hebreo aquí dice 50.070, lo que realmente presenta un problema. La pequeña ciudad no hubiera tenido una
población tan grande. Además, el orden de las palabras en el hebreo no es común ni usual para expresar un número como
este. Flavio Josefo, el historiador judío del siglo I d. de J.C., dice que solamente 70 murieron en Bet-semes. Unos cuantos
manuscritos antiguos escritos en hebreo tampoco incluyen el número 50.000. Por estas razones los traductores de la RVA
han puesto setenta, calculando que este habrá sido el número originalmente escrito y que por un error cometido más tarde,
un copista hubiera puesto 50.070.
La pregunta del v. 20 establece el pavor del pueblo ante esta demostración del tremendo poder de Dios. Es la reacción
de hombres asombrados por la santidad de Jehovah y profundamente conscientes de su propia indignidad. Como dice
Hebreos 10:31: ¡Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo! Su última pregunta es: “¿Quién pueda dar lugar al arca?
¿Quién puede tomarla para que salga de aquí?” La respuesta a esa pregunta viene pronto.

El procedimiento irreverente de las cosas sagradas (cap. 6)


Al establecer Dios la ley del santuario y designar cuidadosamente las tareas que debían cumplir los levitas, la orden dada
a Moisés y Aarón fue que cuando se acercaran al lugar santísimo vivieran, y no murieran cuando se acercaran a las cosas
más sagradas y no debían ver ni por un instante las cosas cubiertas (Núm. 4:19, 20).
¿Pero qué hicieron los hombres de Bet-Semes? (1 Sam. 6:19–21). Exactamente lo contrario: procedieron
irreverentemente con las cosas sagradas contenidas en el Arca. El resultado: 50.070 murieron aquel día: Y lloró el pueblo...
Hay gente que se acerca a las cosas sagradas solamente por curiosidad sin más intención que manipular aquellas cosas
que Dios puso a nuestro alcance.
Bet-Semes ("casa del sol") era una ciudad levítica ubicada a pocos km. de Jerusalén, que sería el destino final donde
debía permanecer el Arca. Los de Bet-Semes la pasaron a Quiriat-jearim y quedó en custodia en casa de Abinadab, y luego
a la casa de Obed-edom, 70 años antes de llegar a Jerusalén donde la trajo David con alegría (2 Sam. 6:12).
Hay lecciones en la vida que tienen un precio muy alto; pero queda claro que cuando se trata de mandatos divinos y de
amar, respetar y reverenciar todo lo que atañe al culto y las cosas de Dios, él nos reserva bendiciones al guardar su Palabra.
El Arca ha dejado de ser el símbolo de la presencia de Dios desde el momento que Jesucristo, el Señor y Mesías el Verbo
de Dios hecho carne se hizo presente y el poder del Espíritu Santo nos guía de día y de noche.

Hebreos 2: [3ª]. ¿Como escaparemos si descuidamos una salvación tan grande? La palabra clave de esta parte
de la oración, que comenzara en el versículo precedente, es “salvación”. El término ya ha sido utilizado en 1:14, donde se
les dice a los lectores que todos los ángeles son espíritus ministradores que sirven a los creyentes (los herederos de la
salvación). El valor de la salvación nunca debe ser subestimado, ya que su precio fue el sufrimiento y la muerte de Jesús.
A él se le llama autor de la salvación que lleva muchos hijos a la gloria (2:10). Por consiguiente, la salvación del creyente
es inconmensurablemente grande.
Tal como lo declara el versículo 2, el mensaje del Antiguo Testamento no pudo ni puede ser violado sin sufrir las
consecuencias. Cuánto más, entonces (dice este versículo), debiéramos nosotros atesorar nuestra salvación. Si llegamos a
desatender el mensaje respecto a nuestra redención, es imposible que escapemos a la ira de Dios y al castigo subsiguiente.
Cuanto más precioso es el don, tanto mayor es el castigo si no se lo tiene en cuenta.
[3b]. Esta salvación, anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que le
oyeron. El eje del capítulo 2, tal como lo fue el del capítulo 1, es Jesús, el Hijo de Dios, que es Señor aun de los ángeles.
Y los vv. 2–3 son un ejemplo del tipo de argumento que va de lo menor a lo mayor, método que el escritor emplea
repetidamente en esta epístola.51 Estos versículos recuerdan a los lectores la enseñanza respecto a la superioridad del Hijo
(1:4–14); el método de argumentación que usa el escritor enfatiza el contraste que hay entre los ángeles, que transmitieron
la ley, y Jesús, que proclamó el evangelio. Los ángeles solamente sirvieron de mensajeros cuando estuvieron presentes en
el Monte Sinaí, pero el Señor ha venido con el mensaje de salvación, que él mismo proclamó y que sus seguidores
confirmaron por medio de la Palabra hablada y escrita.
En este versículo (3b) el énfasis recae en Jesús, cuya palabra es cierta. Es verdad que los ángeles trajeron “el mensaje”,
mientras que Jesús trajo “salvación”. El escritor empero, emplea un recurso literario denominado metonimia (por medio del
cual se trae a la memoria un concepto a través de una palabra que describe una idea relacionada con el mismo. Tenemos
un ejemplo en las palabras de Abraham al hombre rico que quiere mantener a sus cinco hermanos fuera del infierno: “Ellos
tienen a Moisés y a los Profetas” [Lc. 16:29]. La intención es de decir que tienen el Antiguo Testamento.). Del mismo modo
la palabra salvación se refiere al evangelio de salvación proclamado por Jesús. Esta sola palabra abarca la doctrina de la
redención en Cristo y se refiere, en cierto sentido, al Nuevo Testamento. Jesús no vino a anular la Ley y los Profetas, sino
a cumplirlos (Mt.5:17). El Antiguo y Nuevo Testamentos son la revelación escrita de Dios para el hombre, aunque la plenitud

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de la redención se manifieste en el Nuevo. Jesús, cuyo nombre se deriva del nombre Josué (salvación), fue el primero en
proclamar las riquezas de la salvación. Desde el momento de su aparición en público hasta el día de la ascensión, Jesús dio
a conocer la plena revelación redentora de Dios. El, que descendió del cielo y que por consiguiente está sobre todos, fue
enviado por Dios a dar testimonio de “aquello que ha visto y oído” (Jn. 3:32). Su mensaje de salvación plena y gratuita
“fue el verdadero origen del evangelio”.
No obstante, quizá los lectores podrían argumentar que ellos no habían oído a Jesús proclamar su mensaje, ya que el
ministerio terrenal de Jesús duró solamente tres años, los cuales pasó principalmente en Israel. Es incontable el número
de personas que jamás tuvo la oportunidad de escucharle. El escritor de Hebreos responde a esta objeción diciendo que el
mensaje “nos fue confirmado por aquellos que le oyeron”. Ni él mismo había tenido el privilegio de haber estado entre el
auditorio de Jesús; también él había tenido que escuchar a aquellos seguidores que habían oído la palabra dicha por Jesús.
Esta declaración nos dice que estos seguidores eran fieles testigos de las palabras y obras de Jesús. Ellos, como testigos
presenciales, dieron testimonio de la veracidad de los eventos ocurridos y del mensaje que había sido predicado (Lc. 1:1–
2). Y el escritor indica que él y los lectores de la epístola pertenecían a la segunda generación de seguidores; no habían
escuchado el evangelio de labios de Jesús mismo. Este hecho descarta la posibilidad de una paternidad literaria apostólica
para la carta a los hebreos. Si tenemos en cuenta que el escritor declara que él y sus lectores tuvieron que fiarse de los
informes de los seguidores originales de Jesús, es razonable suponer que habían transcurrido algunas décadas desde la
ascensión de Jesús.

Ref. Bíblica: Jugarse con las cosas de dios: «¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!» (Heb. 10:31).
Vio la Santidad de Dios: «Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando
en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.» (Isaías 6:5).

Prohibición: «Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en
Asia» (Hechos 16:6).
«Solamente a la tierra de los hijos de Amón no llegamos; ni a todo lo que está a la orilla del arroyo de Jaboc ni a las
ciudades del monte, ni a lugar alguno que Jehová nuestro Dios había prohibido.» (Deut. 2:31).

Advertencia de apartase: «El hombre que se aparta del camino de la sabiduría Vendrá a parar en la compañía de los
muertos.» (Proverbios 21:16).
Amén, para la honra y gloria de Dios.

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