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Juan Alonso Palomo

Comentario texto Suma Teológica


Santo Tomás de Aquino

Suma Teológica (Summa Theologiae) es una obra escrita en la era medieval


por el teólogo y filósofo italiano Santo Tomás de Aquino, considerado hoy
un referente en este sentido siendo ejemplo a su vez de santidad en la
Iglesia Católica.
En este texto perteneciente a la obra Suma Teológica, se busca el sentido,
el fin último del hombre dando varias y diferentes respuestas que pueden o
no ser válidas y porqué. En este texto pese al esfuerzo que supone la
profunda reflexión desarrollada, no se acaba por encontrar o dar solución a
la pregunta siempre sin respuesta que todos nos hemos hecho alguna vez.
Durante su existencia, no vive el hombre solo para si mismo, sino también
para la memoria de los que le rodean y más aún, para la historia, que no es
más que el río por el que transcurre la existencia de la humanidad.
No tiene el hombre otro fin que el de existir para él y para no solo la
memoria de que le rodean o le rodearon sino también para la historia que
no es más que la vida de ese gran ente al que llamamos humanidad y del
que todos formamos parte como las células de un cuerpo que hacen todo lo
posible para conservar con vida al hombre y hacerle evolucionar.
En el texto original se desarrollan 8 casos de los que aquí solo hay 7 de
ellos. Se enuncian como preguntas sobre la bienaventuranza.
1. ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en las riquezas?
Sobre este tema el santo expresa la idea de que el fin último del hombre
es la riqueza. La propia Biblia lo cita diciendo en el Eclesiastés “Todo
obedece al dinero” siendo algo que domina totalmente el afecto del
hombre. Además Boecio, filósofo romano, dice en su obra
“Consolación” que la bienaventuranza es un estado perfecto con la
unión de todos los bienes y es por la riqueza que podemos obtener estos
bienes. El fin sumo es infinito y de nuevo el Eclesiastés dice “El avaro
nunca se llenará de dinero” siendo esto un deseo infinito.
Se contraponen estas afirmaciones con otra en la que el bien del hombre
consiste en conservar esa bienaventuranza y no en gastarla. Esto deja de
lado la riqueza como fin último, puesto que más que poseerla se gasta
para obtener otros bienes poniendo por delante a estos antes que el
propio dinero.
Juan Alonso Palomo

Existen dos clases de riquezas, naturales y artificiales. Las primeras


satisfacen nuestras necesidades principales como el agua comida o
techo; sin embrago las otras corresponden a una invención del hombre
siendo únicamente útiles para el intercambio o medida de cosas
vendibles.
Es todavía menos probable que las riquezas artificiales sean el fin
último sin serlo antes las naturales que tampoco lo son puesto que
cumplen la función de necesidad para satisfacer nuestros deseos más
simples además de producir una satisfacción limitada y sin aventurarse a
obtener la felicidad completa al individuo.
El hecho más palpable es que por ninguna de las riquezas terrenales es
posible obtener ninguna de las espirituales. Ya lo dijo el libro de los
Proverbios: ¿De qué sirve al necio tener riquezas si no puede comprar la
sabiduría?
En mi opinión no hay nada que objetar en este punto.

2. ¿La bienaventuranza del hombre consiste en los honores?


Si la bienaventuranza es considerada el premio de la virtud no hay razón
para no creer que esta es propiamente el honor. El honor se identifica
propiamente con Dios. Él es el honor y la Gloria. Y los hombres por su
parte solo desean la bienaventuranza que relacionan con su búsqueda
del honor y los que perderían grandes bienes y riquezas a cambio de este
privilegio.
Se dice en contra de esto que el honor sin embargo no pertenece al
honrado sino más bien a quien honra descartando al honor como fin
último. El honor acompaña a la bienaventuranza pero no lo es
propiamente.
Si los virtuosos en busca de la virtud buscasen únicamente el honor
entonces esta virtud se convertiría en ambición. Se debe honor a Dios
como testimonio de su excelencia pero no porque lo haga excelente. La
aprobación es lo que hace al hombre buscar el honor lo que le hace
sentirse aceptado en su sentido máximo. Por lo que tras estas
afirmaciones no podemos clasificar al honor como fin último.
En mi opinión el honor no constituye un fin último puesto que el honor
no produce él mismo sino que produce satisfacción y felicidad a quien
es honrado en busca de reconocimiento por su cometido. Por lo que el
honor no tiene carácter de fin sumo, lo sería más el reconocimiento
antes que el honor.
Juan Alonso Palomo

3. ¿La bienaventuranza del hombre consiste en la fama o gloria?


La fama y la gloria la puede obtener uno mismo pero necesita
estrictamente de los demás, las personas que le rodean puesto que es a
través de ellos que se manifiesta este fenómeno. La fama se considera a
veces sinónimo del recuerdo, la eternidad que el hombre necesita para
no caer en el olvido. La bienaventuranza es también sinónimo de
eternidad por lo que de alguna forma la fama y la gloria constituyen la
bienaventuranza.
Esta fama sin embargo es solo terrenal. Con Dios, la vida anterior es
olvidada y se pasa a formar parte de la verdadera gloria, la gloria de
Dios.
La fama y la gloria desgraciadamente pueden obtenerse tanto por
buenas como por malas acciones y eso la hace convertirse en un bien
imperfecto que puede construir como destruir. Boecio decía “Son
muchos los que deben su renombre a la falsa opinión del vulgo: ¿puede
darse algo más vergonzoso? Pues quien es alabado sin merecimiento
forzosamente sentirá vergüenza de los elogios”.
La bienaventuranza es estable por si misma pero la fama no lo es en
absoluto. Es frágil y con un simple rumor puede quedar destruida. Esto
es lo que la caracteriza como humana y no divina. Dios es eterno y
perfecto; los hombres no lo somos.
La fama no es más que reconocimiento. En este sentido comparte
semejanzas con el honor pero este solo puede significar admirable, la
fama sin embargo no.
La perfección del bien humano no la puede producir el mismo
conocimiento humano, sino que procede de la bienaventuranza de otro
que la convierte en perfecta.

4. ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en el poder?


Todo se asemeja a Dios y es todopoderoso. El hombre al obtener poder
se asemeja incluso más a Dios. En las escrituras se dice propiamente
“no hablaras mal de los Dioses” refiriéndose en el momento a los
poseedores del poder. La bienaventuranza, por definición es lo que se
opone a lo más repulsivo en todos sus modos por lo que si los hombres
Juan Alonso Palomo

huyen de la esclavitud y esto es lo opuesto al poder por oposición, el


poder es el fin sumo del hombre.
Pero Boecio dice de nuevo en su obra “Consolación”” “El poder
humano no es capaz de impedir el peso de las preocupaciones ni de
esquivar la inquietud” “¿Llamarás poderoso a quien se rodea de una
escolta y teme más que es temido?”. Esto deja el poder sin capacidad de
ser un fin último.
El poder, al tener razón de principio, tras él se obtienen lo que se quiere
o busca, por eso no es compatible con la bienaventuranza puesto que
esta es un fin último. El poder, como toda acción humana puede ser para
bien o para mal mientras que la bienaventuranza solo entiende el sentido
de la bondad, por lo que no puede ocasionar mal a nadie siendo
considerado un bien perfecto. Todos los principios anteriores al
proceder de medios internos discrepan con la bienaventuranza que solo
procede de medios internos del individuo sin buscar la aprobación de
otros.
El poder es algo intangible pero visible que el hombre creo en su inicio
para mantener el orden y la paz entre diferentes individuos o grupos
pero que no tardo en volverse contra nosotros mismos. El poder pude
causar tanto mal como bien para todos y esto es lo que lo diferencia de
un fin último con carácter perfecto, un fin que a lo mejor ni siquiera
existe en el mundo puesto que los humanos creados por Dios si nos
parecemos a él aun no somos perfectos y todas nuestras acciones tienen
dos caras, una mala y otra buena.
El poder, tras la felicidad, es el principio más buscado por el hombre
desde que posee saber e inteligencia. Pero es realmente saber que
tenemos el control sobre lo que nos rodea la verdadera razón por la que
buscamos el poder o solo por sentirse diferente y superior a los demás.
No es difícil responder a esta pregunta personalmente si se conoce a uno
mismo pero el problema es que no todos lo hacemos. De cualquiera de
los modos este no es un fin sumo para el hombre.

5. ¿Consiste la bienaventuranza del hombre en algún bien del


cuerpo?
El Eclesiastés dice “No hay tesoro mayor que la salud del cuerpo” pero
este se puede referir de la misma manera al estado físico, anímico o
espiritual, por lo tanto este pasaje no tiene mucho peso en lo que a mí
respecta. La salud y bienestar físico no es mas que un deseo del hombre
Juan Alonso Palomo

para actuar directamente sobre un deseo mayor que puede ser la belleza
el éxito o simplemente como mejora de la autoestima.
Este, aún más importante que los anteriores, no puede de ninguna
manera ser un fin último. El hombre aventaja a la bestia en lo que a
bienaventuranza se refiere pero no lo hace en los bienes del cuerpo
como al león en fuerza o a la gacela en velocidad.
Al igual que la riqueza, un fin último no puede servir como puente para
alcanzar otro, debe conservarse en él.
De todos los bienes que el hombre posee la salud parece y es esencial
puesto que condiciona en su mayoría todos los demás bienes o acciones
del hombre. Pero esta relación no se puede confundir con el fin sumo.

6. ¿La bienaventuranza del hombre consiste en el placer?


La bienaventuranza consiste en el placer y la delectación ya que no se
desea por otra cosa, sino que se quiere en sí mismo. “Es ridículo
preguntarle a uno por qué quiere deleitarse” (X Ethic). La respuesta
siempre va a ser por placer, porque lo desea.
El placer y la delectación del hombre en algún momento de su vida le
hacen despreciar los demás bienes dejándolos en segundo plano
mientras la experiencia del placer dure absorbiendo la voluntad y razón
del hombre.
El mayor deseo es el bien para todos, de sabios a necios y de
bondadosos a malignos, todos ellos tienen deseos y desean su
satisfacción por lo que constituye un fin universal.
Sin embargo si el placer pudiera proporcionar realmente la felicidad
nada impediría a las bestias ser bienaventuradas. Solo hay que observar
el triste resultado de la culminación de los placeres de los hombres para
darse cuenta de que nunca proporcionaron la felicidad completa ni un
bien para todos.
Siempre que el individuo lo quiera, en su placer buscará el bien sobre
todo, pero es justo esto lo que delata la función del placer, el bien para
el que lo busca. De esta forma el placer y el bien están unidos de forma
irremediable por lo que el placer no puede ser el fin último.
El placer es lo que buscan y han buscado todos los seres de esta tierra
siempre desde los gobernantes y poderosos a los más humildes. No se
puede decir que el placer no ha sido un elemento de máxima
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importancia en cuanto a lo que el fin último se refiere pero este no lo


constituye en su totalidad.
El placer ha controlado al hombre siempre y quien controla el placer
controla al hombre en gran medida.

7. ¿La bienaventuranza del hombre consiste en algún bien creado?


El hombre puede recibir como bien mayor un bien creado puesto que no
hay algo que supere los límites de toda creación. Por lo tanto lo creado
es el fin último de la persona
Solo la bienaventuranza es un bien existente, infinito y perfecto pero no
creado. Todo bien creado procede de Dios, de su creación, nosotros y lo
que nos rodea.
Es imposible e incomprensible que el fin último de un ser consista en un
bien creado puesto que este no produce más que una sensación, un
sentimiento convirtiéndose de nuevo en la cerilla para encender la
hoguera, algo para conseguir algo.
No es posible referirse a este fin último sin toparse directamente con el
creador puesto que el universo, por inmensamente extenso que pueda
ser nunca igualara a Dios puesto que Él es infinito y el universo no.
El fin del hombre no es visible, no es tangible pero si es sensible. No es
otro fin que Dios que se encuentra en el universo sin encontrase, que es
el que es y al que el hombre le ha dado todo su ser. Dios mismo es el fin
último.

Al comienzo hablé de la humanidad como un gran cuerpo humano y de las


personas como células de este. Esta reflexión lleva directamente al que
puede ser realmente el fin último del hombre que no es más que existir para
la humanidad. Dentro de ese fin y no a través de él, el hombre experimenta
otras sensaciones y se conduce por principios distintos a los que
erróneamente consideramos fines sumos. ¿No es la propia mentalidad y
vida de la persona la que le lleva irremediablemente a este fin?
Yo lo pienso así, EXISTIR como fin último de la persona.

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