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ISSN 1334-6768
Thejournalisfinancially supported by the Ministry of Culture ofthe Republicof
Croatia and by the Municipal Funds of the City of Zagreb.
Maja Hrcovié
Zlatka
—¡Ey, hola! -la saludéa como si hubiera querido contarnos un secreto. Tomé otro
los gritos, intentando imponerme
al ruido circundante. sorbo de mi bebida y me corrí. Esperaba que Zlatka hiciera
lo mismo.
Me miró fijamente como si tuviera problemas de vista,
sólo un segundo; en el siguiente "ya sonrió ampliamente, se Pero Zlatka no se movió. Dejó que se sentara a su lado,
inclinó hacia mí y me preguntó con la voz quebrada qué en mi lugar, y hasta se le acercó. La grasienta chaqueta de
quería tomar. Indiqué la olla humeante, ella también pidió cuero la escondió en parte de mi mirada. Pero veo bien que
se ríe coqueta, que disfruta de los halagos. Una ola de des-
un vino caliente y se sentó a mi lado.
ilusión se quedó con la ilusión que había sentido hasta ese
—¿Estás sola? -le pregunté y eso era suficiente para em-
momento por mi nueva peluquera.
pezar, para llenar la conversación con banalidades.
Me sentí abandonada e insegura, parada como estaba,
Estaba sola, había venido al show directo del trabajo. No
sola, detrás de la espalda revestida porla chaqueta de cuero.
le importaba DJ Caos, nunca había escuchado una canció
n Me acerqué a la pista de bailey bailé un poco alrededor de
de él, sólo tenía ganas de salir a algún lado. Dijo que en la
mivasoy luegolo vacié para que no me molestara y dejé que
radio habían regalado entradas, había llamado, contestado
me absorbiera la masa de bailarines. En dos minutos ya me
mala la pregunta, pero igual le habían dado dos entradas.
bamboleaba de un lado a otro y gritaba trozos de versos sin
No había podido convencer a nadie para quela acompañara,
sentido a mi puño cerrado como si hubiera sido un micró-
amitad de semana, sus amigos tenían hijos, trabajaban, no
fono, trozos quese repetían sin cesar, como enun CD rayado.
tenfan ganas... casi había renunciado. Pero ahora estaba
Miflequillo pronto seaflojó por la humedad, el calorallí
contenta de estar allí, conmigo, Por cierto, se llamaba Zla-
dentro era parecido a un derrame cerebral. En el momento
tka.
justo, sacándose de adelante alos jóvenes bailarines de torso
-Quélindo nombre -dije y eso sonó más tierno de lo que
desnudo, Zlatka apareció ante mí con una sonrisa y dos ja-
quería.
rras de cerveza.
Un tipo horrible con chaqueta de cuero se nos acercó
—¡Este DJ estd hecho uncaos! -gritó en mi oído y empezó
cuando se cortó la luz. Hubo un cortocircuito, las luces se
a menearse en una parodia de baile que me hizo reír.
apagaron, paró la música también, la gente empezó a mo-
Sacudía su melena como si estuviera en el concierto de
verse nerviosamente. Todo se resolvió enun pardeminutos,
Sepultura’, movía el cuello al ritmo de la músicay al final de
Caos gritaba un poco al micrófono, toqueteaba los cables y
cada canción gritaba tanto que se le marcaban las venas del
nibien lo arregló, subió todavía más el volumen. De nuevo
azotados por las luces estroboscópicas, los parranderos
cuelloy las mejillas sele ponían rojas. De pronto todo estaba
bien de nuevo, comosi aquel tipo ni siquiera hubiera existido.
reanudaron el chillido agradecidos.
Nibien volvió la luz, el tipo con chaqueta de cuero quiso
a toda costa meterse entre Zlatka y yo. Quería tomarnos
desprevenidas, se nos acercó por la espalda y nos abrazó *Sepultura es una banda brasileña de heavy metal.
54 Maja Hrgovié
Zlatka
55
confundida y lenta. Le sonrio insegura a Mila, que empieza frente a la cancha donde algunos niño
s juegan al básquet,
a contarme sobre su clase de música y que hoy tiene un exa- A pesar del frío, no tienen puestas sus
chaquetas. Se tiran
men de audición que consiste en que la maestra pondráun Uunos contra otros, con las caras rojas,
gritando. Mila se
CD fragmentos de, por ejemplo, Mozart o Beethoven, para ajusta la bufandya le da un besoa Zlatka, que selo devuelve
quelos descubran el nombre de la composición, por ejemplo sobre la frente. “Frente inteligente”, dice.
Yo digo: “¡Suerte
“réquiem” o “sonata Patética”. Sujovialidad tiene un efecto en la clase de música!”, Mila dice: “Thanks”
y sale del auto.
benéfico sobre mi sensación de molestia. Me relaja. La observamos mientras corre haciaun grup
o de niñas que
Mila deja el tésobre la mesita a milado y sacude el ante- ríe con un bolso cuadrado. Una la saluda con
la mano, ale-
brazo deZlatka, “¡Dale, mamá, que tengo pre-horal” y seva teando como el sefialador de la pista de aterr
izaje con las
al baño, Zlatka abre los ojos lentamente y cuando me vea su banderas de semáforo. Se tira una a los brazos
delaotra, tan
lado, esboza una sonrisa perezosa y de nuevo sumerge la fuerte que los mechones de Mila que sobr
esalen debajo del
cabeza en la almohada. gorro se sacuden con fuerza.
—Así que, la pre-hora - suspira después de un tiempo, -Son compañeras de pupitre -aclara Zlatka,
que en se-
intentando salir dela cama. Cuando se da cuenta de que está guida pone primera y arranca lentamente.
completamente desnuda bajo el edredón, se envuelve en él El resto del viaje es más o menos horrible.
Sentimos la
Y se convierte en una larva. Le paso en silencio la camiseta ausencia de Milyano tenemos cómo reemplazarla
. Como si
estirada que anoche sacó con determinación para abando- lo de anochele hubiera pasado a otras personas
. El embote-
narla en algún lugar de la oscuridad de la habitación. llamiento en el que quedamos atrapadas avan
za a paso de
Desayunamos cereales con yogurt. Desde la caja nos hombre. El atasco camino al centro parece de
una eternidad
sonríeuna ardilla encorvada sobre una gran nuez como una impermeable. -Siempre es así, todas las mañanas
-dice
vidente sobre su bola de cristal. Zlatkyayo compartimos la Zlatka-. Simplemente no se puede evitar. Yo ya
nime pongo
resaca en silencio, pero eso no la hace más soportable. Mila nerviosa. Sin embargo, sus dedos sobre el volante
se mueven
esla única que parece sinceramente feliz: habla de la escuela, inquietos, y cuando los baja a la palanca de camb
io, dejan
cuenta acerca de sus materias preferidasy se autoalaba por su huella húmeda. Tiendo la mano hacia la radio, siento
la
las notas obtenidas al final del semestre anterior. necesidad de una canción, cualquiera, para dist
ender algo
Frentea la puerta del edificio, subimos al Yugo de Zlatka. la situación. Hasta vendrían bien losjingles prom
ocionales
Llevaráa Milaa la escuela, me llevará a mía casay luego se de Konzum.
iráal trabajo. -No funciona -Zlatka dirige una mirada comp
laciente
La escuela estácerca. En el camino por las calles mojadas alaradio-. Murió.
de Nueva Zegreb veo: muchos ángulos rectos, la muchedum-
bre enlacalle, algunos semáforos, las vías del tranvía detrás
—
de un seto poco podado. En un par de minutos ya estamos “Konzum es una cadena de supermercados.
60 - Maja Hrgovié
Zlatka 61
Miro fijamente el reloj roto de la plaza y luego la cara del tado. Con él dibujo alrededodel
r nombre de Zlatka un cora-
soldado de latón. Ésta esmi señal, seme ocurre, esas 2ón y una flecha que lo atraviesa. Guardo el
mane- lápiz enel bolso
cillas trabadas. Tomo el café rápidamente, agarro mi bu- y me dirijo hacia mi casa.
fanda y el bolso y bajo; pago, salgo. Delante de la panadería En el camino la imagino sorprendida, acer
cándose al
ya noestá el barrendero, pedaleó más adelante. El cielo está vidrio, abriendo la puertay tocando con los
dedos los gru-
gris, el aire estd peligrosamente frío, y la plaza másviva que mos del lápiz atrapados en las letras. Me imag
ino una son-
antes. risa que le arquea la comisura de sus labios
y le suaviza toda
—Podría nevar -una mujer conversa por su celular. Paso la cara, esas patas de gallo en forma de rayos
de sol. Me río
junto a ella, vuelvo hacia el jardín botánico, hacia la esta- sola, primero de manera contenida, en voz baja,
y luego de
ción, camino rápido, corro. Tranvías, personas, coches. manera incontenible; grito, me río fuerte, estoy
feliz. Un
Corro a través de las imágenes de la ciudad tan rápido que grupo de borrachos sentados frente de una pequ
eña tienda
noalcanzan adherirseme. Luego no me acordaré de nada, ni me miran sorprendidos, apretando las botel
las contra sí,
siquiera de que, al cruzar las vías, me levanto el pantalón y obtusos, frunciendo el ceño.
las salto como enun ensayo de folklore, ni de queallado de
la casa del guardavías ya me falta el aliento, pero de todas (del libro Gana aquel al que menos le importa,
2010)
formas sigo, más rápido, de pronto comprendía que eranlas
doce menos cinco. Para cualquier cosa. Traducción: Nikolina Zidek
En el Rin Tin Tin, miro a través del vidrio, sólo está Zla-
tka. Recuperando aliento la veo muy cerca del espejo, cor-
tándose el flequillo con la ayuda deun pequeño peine. Está
tan concentrada que en ningún momento mira hacia afuera,
tal vez ni siquiera pestañee. Cuando termina, se aleja y se
sopla el flequillo. Entonces desaparece detrás de una pe-
queña puerta, donde debe estar el baño.
El bombeo de mi corazón resuena en mis oídos mientras
busco el lápiz labial en el fondo de mi bolso. Lo saco y apoyo
supunta contra el vidrio. Mis manos tiemblan un poco. Me
zumban los oídos. Nolo plancé, el lápiz comenzóa resbalar
solo por el vidrio: primero una granZ, temblorosa, de color
bordó. Es como liberación de algo. Después escribo: L-A-T-
K-A. Zlatka. Ella todavía está detrás de aquella puerta. Mi
respiración es entrecortada. Mi lápiz labial casi se ha ago-
Maja Hrcovié
El culo de ballena
amucharona sulado. La mujer del conductor subió el vidrio de mi espalday tomarme por la cintura. De a poco ahuecó
hasta la mitad para que no le diera el viento. Seguimos. su mano temblorosa en torno de mis costillas, desnudas
En el auto hacía calor y los soldados, sabiendo que he- bajo mi remera, hasta que llegó a uno de mis pechos. Vaci-
dían, contaron que en el lugar de donde venían no había lando -solo un momento-, apoyó la palma de su manotier-
duchas. Tenían un acento campechano. Ala mujer del con- namente, como si hubiera sido un grano de café en la
ductor leinteresaba saber cuánto tiempo hacía que estaban cumbre de un flan. No alcancéa protestar, ni tampoco que-
en la zona de accióny esto hizo que los dos del otro lado ría hacerlo; el placer que me provocaba su mano casi me
comenzaran a parlotear. Sólo el tipo a mi lado se mantuvo escandalizó. Giré y miréa mi compañero de viaje de manera
callado. A veces agregaba algo para complementar lo que inquisitiva, pero él tenía la vista fija hacia adelante, por
decían sus compañeros, Tenía un lindo tono de voz. Lo miré encima del hombro del conductor, en el camino que serpen-
desde un costado: era buen mozo. Hastalas ojeras le queda- teaba a lo largo del cañón. Era como si lo de su mano y mi
ban bien: un macho sufrido, muy adecuado para una fanta- pecho no tuviera nada que ver con él.
sía sexual. Tenfamos las manos pegajosas, apoyadas sobre Los otros dos le describían a la mujer del conductor la
los muslos: cuando me movi, a lo largo del antebrazo me vida del soldado, hablaban de la guardia nocturna en la
quedó una mancha de nuestro sudor común. montaña, de los osos y los ciervos del bosque, mientras yo
En ese asiento, los cuatro parecíamos dátiles en una caja miraba por la ventana las copas de los árboles, desbordantes
de poliestireno. por ser verano y los pastos, verdes, como el uniforme del
—¿Y vosotros adónde vais? -quiso saber uno delos solda- hombre que me abrazaba. Me acomodé en sus brazosy dejé
dos. queuna sonrisa quedara vibrando en el borde de mis labios.
De nuevo escuché la respuesta a la pregunta que yo Sentía duro mi pezón, enhiesto contra la palma que lo cu-
misma había hecho hacía poco. El conductor y su mujer bría. El conductor subió el volumeny en la radio se escuchó
estaban yendo a la capital a ver a la madre del conductor, una versión dance de una canción de folklore tradicional; él
que tenía una pierna comida hasta la rodilla porla gangrena. se sabía la letra de memoria. Cantabay evitaba con alegría
Algo a había picadoy ella había seguido los consejos -equi- los baches que los morteros habían dejado en el camino.
vocados- de un curandero, que le había puesto una pomada En eso, nos topamos con una pequeña ciudad, realmente
hecha de ajo picado, ortiy ga miel. Lo único que necesitaba pequeña: a la distancia, parecía un puñado de papelitos
era una curita. arrugados, desparramados en el pasto. Cuando nos acerca-
—Le van a amputar la pierna -aclaró el conductor y, mos, vimos edificios medio derrumbados. En uno de ellos,
cuando empezaron las noticias, cambió de radio. justo al lado de la ruta, un letrero: “Cevapi”. Ahí paramos a
~¢Hay espacio? No vaya a ser que te caigas para afuera descansar. El conductor estacionó el Skoda en la tierra pol-
misoldado, y yo me reí. vorienta. Mi soldado sacó su mano de abajo de mi camiseta
Lo tomó como una señal para pasar el brazo por detrás Y dejó un recuerdo cálido y húmedo sobre mi piel. Salimos
68 Maja Hrgovié El culo de ballena 69
. -Ma, ¿por qué en Londres un negro y un A mí, nuestra pequeña ciudad me parecía realmente
blanco pueden
ir por ahí agarraditos de la mano?
hermosa. Hay un montón de vegetación, la gente es fuerte,
—¿Quién te ha dicho eso? las mujeres son lindas, el clima, templado e incluso el mar
—Vanjac. no quedalejos si se va en coche. Hay muchos cafés llenos de
—¡Di
i letúa Vanj
anjac que hubiera
ierasisido mejoj r que se hubi jóvenes y hasta una discoteca. Algunos viven en edificios,
quedado en Londres! pero es más bonito tener un jardín y animales. Se lo enu-
- e
. Ml padre estaba lavando el coche en meré. Dijo que esperaba conimpaciencia el día de supartida,
el patio. Era el primer
lommgo soleado después deun largo invi solo tenía que juntar un poco de dinero. Me imaginaba a
erno. En el jardín,
e. cerezo había florecido y se estaba geni Vanjac caminando por una ciudad grande como las que
al al aire libre. Da-
vid llenaba un balde con agua jabo aparecenenlatelevisión, pasando al lado de vidrieras llenas
nosa.
) —Papá, ¿por qué en Londres un negro de zapatillas Nikey discos de música.
y un blanco pueden
ir de la mano? Me lo ha dicho —A David mi padre nunca dejará que se vaya -lo espeté.
Vanjac.
—Zf)rque sonunos maricones de mierda. ¿Verdad, —¿Quién le va a pedir permiso? -me contestó Vanjac y
David?
—Sip. escupió bastante lejos.
Yo escupí también, pero más flojo.
Yo sabía qué significaba un puto maricón. No quería que David se fuese a aquella ciudad con sus
Significaba: si-
doso. En nuestra ciudad había uno. Petas nos zapatillas de marca, quería que se quedase en casa. Quería
llevó hasta su
edificio. Vivía en el primer piso. que al menos, si se iban, que él y Vanjac me llevasen a mí
-¿Quién lo hará? también, pero esa posibilidad ni siquiera sc les pasó por la
—¡Puesyo! cabeza. Me los imaginaba diciendo: “Olvídate, ni siquiera
Normalmente no soy un energúmeno ni terminastela primaria”. Eso era lo queibanadecir. O talvez
tiro piedras a
las ventanas de la gente, pero esta vez di les gustara ir de la mano como cl negroy el blanco, y no
Davi ; en el blanco. Por
av{dy Vanjac. Para que nadie. pensara que mihermanoera querían que yo los viera así. Sc lo dije a mi padre, como al
unsidoso. pasar. El viejo arregló que, en cuanto acabara la escuela, a
David le reclutasen para hacer el servicio militar.
Vanjac me caía bien porque me grababa disco
s buenísimos,
me contaba historias divertidas y tenía unas
zapatillas de Y de repente un día, al principio del verano, David y Vanjac
cuero azul. Crujían cuando rozaban la una contra la
otra. desaparecieron. Los buscamos por todas partes durante dos
Eran muy buenas. Tenían una línea amari
lla en la mitad. días.
Me dijo que me las daría cuando calzara 43. De
todos modos, Ahora todos callan, pero los periódicos escribían sobre
€l cuando se graduase iba a dejar este lugar inmu
ndo. eso, salió incluso en la television. Los encontramos a la sa-
-¡Adiós, cucarachas! -gritaba. lida de la ciudad, en el campo, colgados cada uno de un ce-
232 Olja Savitevié Ivantevié Maricones
233
rezo. Todo el mundo sabe que
fui yo quien los vio primero,
Pero no saben cómo fue todo, Los demás guardamos silencio. Y así todo el tiempo
Los cerezos que acababan de . Yo
madurar, todavía llenos de también guardo silencio, pero en miinterior estoy nervio
hojas, la hierba crecida y ama so.
rillenta. Lo primero que vi fue - Esta mañana, antes de irnos para la iglesia y al cemen
ron las zapatillas de Vanjac, -
azules conrayas amarillas, terío, tía Rosa sacd del armario mi traje de comunión, que
tambaleándose bajo las ramas
grité:“¡Vanja, Vanjal”, muy con y heredé de David y lo sacudió. Nos pusimos tristes y ella me
tento de haberlos encontrado
porfin. Pensaba que estaban rec abrazó; era suave y cálida, su pelo olía a rosquillas fritas
ogiendo cerezas. Y entonces y
mientr as corría tropecé con el otro dealguna forma eso me puso todavía más triste,
cuerpo. Era David, mi
hermano. Estaba colgado, Peko entró en la habitación para pedirnos que nos apu-
frio, pálido, y conla lengua
afuera Táramos. Yo me estaba vistiendo y él tranquilizaba a Rosa
como si estuviera disgustado
con algo, o aún peor.
enel pasillo, con mucho cuidado para no hacer ruido, pero
No sépor qué todo el mundo igual le of decir:
estaba preocupado por mí, ini
que hubiera sido yo el ahorca -¡Vamos, cálmate! Tal vez así sea mejor, ¿acaso se puede
do! No lloré demasiado; sólo
UN poco, cuando los encontré, llevar una vida así?
de miedo, porque nunca an-
tes había visto un muerto. Sim
plemente no tengo ganas de
hablar con nadie. Porla noche, Tan pronto entramos en casa tras el entierro me fuia buscar
antes de dormir, me esfuerzo
POr imaginar a David: quiero la escopeta y luego al patio, apunté hacia el tío y disparé.
que Vvenga a mi sueño para
poder explicarle que no quer ¡Estoy harto de ti, cabrón! Cuando mi tía y mi madre me
ía soplarle a papá queibaaes
caparse de casa, que estoy arrepe - vieron se pusieron a gritar y mi viejo saltó hacia mí. Yo no
ntido y que lo extraño. Pero
cuando me duermo, no sueño, quería matarlo ni tampoco ir a la cárcel; sólo quería darle
sólo se me aparecen a veces
las zapa tillas de Vanja, asomando enelculooenla pierna. Pero me tembló el pulsoyla balase
por entre las ramas de los
Cerezos, como si estuvieran escondién estrelló contra un árbol justo al lado de Peko.
dose dentro dela copa
del árbol, como el Pdjaro estornino Papá me arrancó la escopeta de las manosy levantó sus
. Yo se los quito y huyo.
enormes palmas como si hubiera querido aplastarme; yo
Tía Rosa y Peko llegaron para escondími cabeza, a la espera de lo que tuviera que pasar,
consolar Y ayudar un pocoa
mamá: no deja de tomar tra pero él sólo apoyó su mano sobre mi hombro, mientras re-
nquilizantes y se pasa el día
entero sentada como una estatua. petía:
A mi padre nisiquiera lo
veo, desde el descubrimiento que -Hijo mío, hijo mío...
se escondió en el cobertizo,
ocupado en algo, afila que te afil
a. Rosa nos cocina y Peko
filosofa. Todos piensan en Davi (del libro Hacer reir al perro, 2006)
d, lo sé, pero nadie lo men-
ciona. Sólo Peko, apesadumbrado,
poco a poco lo suelta:
—Era un buen muchacho, peroandab Traducción: David Prpa
a en mala compañía.
OLJA SAVICEVIÉ IVANCEVIÉ
Nieve