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Un rápido recorrido por la historia de las comunicaciones desde el siglo XIX al presente
Las primeras demostraciones prácticas del telégrafo de Morse se hicieron en 1844 y desde
entonces su implantación fue vertiginosa, prueba de lo cual fue el tendido en 1866 del
primer cable trasatlántico comercialmente exitoso, para materializar comunicaciones
telegráficas entre Europa y América.
La dinámica de las telecomunicaciones iniciadas allá por mitad del siglo XIX sufriría un
drástico impacto durante la Segunda Guerra Mundial. En dicho período se enfatizó el
avance práctico -o tecnociencia- (Echeverría:2015), por sobre el conocimiento científico o
“ciencia pura” (Alzugaray:2007), para la búsqueda de soluciones de aplicación militar
inmediata. Desde allí y hasta el presente, las telecomunicaciones han permitido a los
individuos establecer múltiples comunicaciones de largo alcance y con retroalimentación
instantánea.
Es decir, dichas comunicaciones han logrado extender el alcance y cobertura de los oídos,
la voz y la vista a un nivel global; permitiendo las comunicaciones interpersonales casi
simultáneas con todo el mundo. El ciberespacio otorga tal grado de interconexión, que hoy
las personas tienen el potencial de ejercer diferentes grados de influencia tanto a nivel
individual como a nivel social, en cualquier lugar del planeta y respecto de cualquier tema.
Por otro lado, el ciberespacio brinda el soporte tecnológico para el desarrollo de las
actividades humanas de producción y ejercicio del poder y control, características de la era
de la información digital.
Este término, también muchas veces utilizado sin poseer un entendimiento claro de su
implicación, se refiere a la realización de una acción recíproca entre dos o más “objetos” o
sujetos que comparten ciertas propiedades homólogas. La interacción es en sí misma un
proceso que se establece entre un usuario con un dispositivo y otro sujeto, sea un usuario
en el extremo opuesto del proceso, o un sistema o software desarrollado para dar
respuestas automatizadas.
Debemos tener claro y muy en cuenta que el ciberespacio es un entorno, un espacio creado
por la virtualidad de la informática en red, mas no es el Internet como tal, un sitio de Internet
o una página Web, no constituye el ciberespacio, sino que por el contrario están EN el
ciberespacio, hacen parte de él así como una casa hace parte de una cuadra. En este
entorno se suceden acontecimientos tales como compras, visitas, conversaciones, llamadas
de voz, foros de opinión, entre otros.
Este nuevo espacio virtual está constituido, básicamente, por la ampliación de nuestra
capacidad de comunicación, es decir, de interacción. En ocasiones, se entiende el
ciberespacio como una gran acumulación de información. Esto es cierto, pero no es lo más
importante. No dejaría de ser simplemente una gran base de datos en la que los usuarios se
limitarían a localizar información y saldrían como de cualquier biblioteca. Lo
verdaderamente importante son las posibilidades de interacción.
Las comunicaciones que se establecen son de tres tipos básicamente: 1) las relaciones de
intercambio de información entre máquinas; 2) las relaciones de intercambio de información
entre hombres y máquinas; y 3) las relaciones de intercambio de información entre seres
humanos a través de las máquinas.
(1) para establecer contacto con otros seres humanos que están en otros puntos de la red,
(2) nosotros nos comunicamos con las máquinas,
(3) que se comunican entre sí.
Sin embargo, optar por el término “comunicación” tanto para máquinas como para personas,
o entre personas y máquinas, puede inducirnos a un sutil error si pensamos que estos
procesos de intercambio de información son de la misma naturaleza. Efectivamente, en los
tres casos se produce un intercambio de información, pero estos tienen fines y
condicionantes distintos. Los fenómenos de intercambio de información se dan
prácticamente en todos los niveles de la escala biológica y es la forma de regulación o de
autorregulación de los sistemas complejos. Pero lo que nos interesa en este momento son
dos tipos de fenómenos de intercambio y su naturaleza: los que se producen entre las
personas y las máquinas, como así también la interrelación entre ambas.
Las máquinas poseen sus propios lenguajes; aquellos que, creados por los seres humanos,
se han realizado para que ellas puedan responder a los requerimientos de otras máquinas o
de los seres humanos cuando demandan de ellas algún tipo de respuesta/acción. Estos
lenguajes posibilitan sus programas para el procesamiento de la información que entra y
sale de ellas.
Los lenguajes de las máquinas están diseñados para que se establezcan los intercambios
de información necesarios para que alcancen el objetivo (meta) predeterminado. Dos o más
máquinas conectadas suponen una ampliación de sus propios sistemas, inicialmente
aislados, y la creación de un sistema más amplio en el que fluye la información aumentando
su capacidad de actuación, es decir, de procesamiento. El ejemplo más claro son los
proyectos de trabajo distribuido en los que las máquinas integrantes de una red pueden
trabajar colaborativamente destinando una parte de sus recursos a crear un
macro-ordenador, virtual emergente, con una capacidad de procesamiento muy superior a la
de cada uno de ellos individualmente. O simplemente cuando conectamos los distintos
dispositivos en nuestros hogares: celulares, computadoras, televisores “smart”, impresoras,
etc.
Esto es posible gracias a la existencia de lenguajes comunes, que posibilitan el
procesamiento de señales/instrucciones por parte de las diferentes máquinas y su
colaboración en una meta/tarea común.
Las máquinas son sistemas que poseen dispositivos de entrada y de salida. En nuestro
caso, es en los primeros donde se establecen las interfaces que posibilitan el intercambio
entre máquinas y seres humanos. Para que sea posible comunicarse con la máquina es
necesario establecer un lenguaje comprensible para que traduzcamos nuestras intenciones
en órdenes. Los límites de nuestras intenciones están en los límites de las órdenes que la
máquina puede aceptar para procesarlas. Es decir, que nuestras posibilidades
comunicativas se reajustan en función de aquellas que la máquina puede aceptar y convertir
en salida lógica o mecánica.
Los humanos se comunican a través de máquinas.
Para ir cerrando…
La tecnociencia avanza mucho más rápido que nuestra reflexión sobre sus consecuencias.
Junto con los cambios evidentes que trae la innovación hay otros que se nos ocultan, o
cuyas consecuencias a medio y largo plazo no son tan evidentes. Las mentes dedicadas al
desarrollo de la ciencia y la tecnología no se ocupan de reflexionar acerca de estas
consecuencias porque no es esa su tarea, lo cual, en
este momento, es especialmente preocupante por la
velocidad a la que se están produciendo los cambios
y por su enorme capacidad de transformar la vida
humana en poco tiempo.