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La Tecnología y las Personas: ¿Nos entendemos bien?

Si tenemos que referirnos a la vinculación entre la tecnología y el ser humano, estaríamos

frente a una multiplicidad de objetos, técnicas y sistemas


que en la actualidad forman parte de nuestras vidas. Es por
ello que vamos a enfocarnos en una dimensión de la
tecnología: las comunicaciones.

El recorrido histórico que se propone es apenas una breve


síntesis, diseñada a partir del ensayo de Gómez Arriagada
(2013) para abrir la discusión y reflexión sobre varias
situaciones que de él se desprenden. Como si fueran “popups” incómodos, que a veces no
dejan ver el contenido al fondo de la pantalla. O del texto, en nuestro caso.

Un rápido recorrido por la historia de las comunicaciones desde el siglo XIX al presente

La evolución y expansión mundial de las redes de telecomunicaciones en los últimos 150


años, ha permitido la creación de un espacio de interacción humana, el ciberespacio, con
el potencial de impactar a la sociedad en su conjunto desde una perspectiva económica,
social, política y cultural. Su desarrollo responde a un continuo proceso evolutivo de las
telecomunicaciones y tecnologías de la información que se inicia en la primera mitad del
siglo XIX.

El ciberespacio, por medio de la masificación, instantaneidad y alcance mundial de las


interrelaciones personales; ha permitido que las personas puedan ejercer distintos grados
de influencia tanto a nivel individual como social en cualquier parte del planeta y respecto de
cualquier tema, modificando sustancialmente las relaciones de poder tradicionales pudiendo
impactar en el orden social.

La evolución del ciberespacio: del telégrafo a la banda ancha móvil personal.

La descripción de la evolución de la forma en que se han difundido mensajes empleando


mecanismos para transmitirlos a distancia, podría perfectamente abarcar la historia misma
de la humanidad; sin embargo, es posible señalar que uno de los más extendidos en el
tiempo, incluso hasta nuestros días, ha sido el del correo. En efecto, durante un largo
período de la historia, ésta fue la única forma de transmisión a distancia de mensajes,
incidiendo el avance tecnológico en las velocidades de transporte del contenedor, en este
caso, el sobre. El predominio del correo que por siglos dominó el sistema de transmisión de
mensajes, sólo vino a ser amenazado durante el siglo XIX cuando los adelantos científicos
lograron la aplicación en las telecomunicaciones de la electricidad y el magnetismo, lo que
por primera vez permitió alcances de transmisión casi instantáneas más allá de la vista.
Es precisamente esta transformación, que se origina con la aparición del telégrafo eléctrico
por cables en 1844, la que conforma la base tecnológica que luego evolucionará en los
sistemas de comunicaciones actuales.

En efecto, en 1838 Samuel Morse presenta la solicitud de patente de su invento, el


telégrafo, por medio del cual, y empleando un código diseñado por él, podía transmitir
mensajes a través de señales eléctricas enviadas por un conductor eléctrico a grandes
distancias e independientemente a las condiciones atmosféricas.

Las primeras demostraciones prácticas del telégrafo de Morse se hicieron en 1844 y desde
entonces su implantación fue vertiginosa, prueba de lo cual fue el tendido en 1866 del
primer cable trasatlántico comercialmente exitoso, para materializar comunicaciones
telegráficas entre Europa y América.

Por primera vez en la historia de la humanidad, se disponía de un sistema de


telecomunicaciones disponible las 24 horas del día, siete días a la semana, en todo tiempo
y accesible como un servicio para la vida cotidiana.

Samuel Morse (1791-1872)

La dinámica de las telecomunicaciones iniciadas allá por mitad del siglo XIX sufriría un
drástico impacto durante la Segunda Guerra Mundial. En dicho período se enfatizó el
avance práctico -o tecnociencia- (Echeverría:2015), por sobre el conocimiento científico o
“ciencia pura” (Alzugaray:2007), para la búsqueda de soluciones de aplicación militar
inmediata. Desde allí y hasta el presente, las telecomunicaciones han permitido a los
individuos establecer múltiples comunicaciones de largo alcance y con retroalimentación
instantánea.

Es decir, dichas comunicaciones han logrado extender el alcance y cobertura de los oídos,
la voz y la vista a un nivel global; permitiendo las comunicaciones interpersonales casi
simultáneas con todo el mundo. El ciberespacio otorga tal grado de interconexión, que hoy
las personas tienen el potencial de ejercer diferentes grados de influencia tanto a nivel
individual como a nivel social, en cualquier lugar del planeta y respecto de cualquier tema.

La conjunción de redes de telecomunicaciones modernas, sistemas de información y


contenidos, ha permitido la emergencia de un nuevo medio ambiente artificial, el
ciberespacio en el que las personas pueden ejecutar actividades de todo tipo y
establecer relaciones interpersonales desreguladas y sin restricciones de tiempo y
espacio. Son las posibilidades que da el ciberespacio y no las telecomunicaciones en sí, el
que en el fondo está transformado a la sociedad, por cuanto es ahí donde las redes
sociales, por un lado, permiten la expansión del capital social y con ello las interacciones
que, eventualmente, posibilitan acciones de persuasión con impacto en el orden social.

Por otro lado, el ciberespacio brinda el soporte tecnológico para el desarrollo de las
actividades humanas de producción y ejercicio del poder y control, características de la era
de la información digital.

Es evidente que las tecnologías de comunicación actuales efectivamente han dado la


posibilidad de comunicarse desde cualquier lugar del planeta en forma instantánea, y si bien
este acceso depende aún del empleo de dispositivos que no todas las personas tienen
posibilidad de adquirir, también es evidente que éstos irán reduciendo sus precios, así como
los de los servicios que permiten el acceso a las redes de datos. Ojalá, más rápido de lo
que se viene dando en la actualidad.

Si a lo anterior se suman políticas e iniciativas gubernamentales tendientes a asegurar tanto


conectividad como acceso, es muy probable que en el mediano plazo la interconexión total
a nivel individual será una realidad, iniciándose en ese mismo momento la consolidación de
una conciencia global que tenderá a la unificación cultural, (¿acaso la cibercultura?) aún
cuando ello implique homogeneización de la identidad. Lo cual pareciera, a simple vista, un
altísimo costo. Esto está atravesando las fronteras y facilitando la imposición de un modelo
cultural, económico, social y político que, inexorablemente, tiende a la unicidad de los
pueblos y a la conformación de un ciudadano cosmopolita. (Gómez Arriagada:2013) La
pregunta en este momento sería ¿y qué sucede con aquellas personas que quedan por
fuera de esta nueva y emergente cibercultura?

El ciberespacio es un espacio que debe utilizarse y entenderse como una herramienta de


desarrollo tecnológico. Podemos definirlo como un entorno esencialmente virtual, es decir,
no físico e intangible, que se desarrolla gracias a la unión de los equipos de cómputo en
redes informáticas que permiten a los usuarios interactuar con otros individuos con acceso a
estas tecnologías. Esta interacción permite a los usuarios, disfrutar de ¿grandes ventajas?
al poder compartir información a manera de datos representados en textos, imágenes,
sonidos y/o videos en tiempo real o diferido.

Entramos al punto fundamental de lo que es el ciberespacio: LA INTERACCIÓN.

Este término, también muchas veces utilizado sin poseer un entendimiento claro de su
implicación, se refiere a la realización de una acción recíproca entre dos o más “objetos” o
sujetos que comparten ciertas propiedades homólogas. La interacción es en sí misma un
proceso que se establece entre un usuario con un dispositivo y otro sujeto, sea un usuario
en el extremo opuesto del proceso, o un sistema o software desarrollado para dar
respuestas automatizadas.

Debemos tener claro y muy en cuenta que el ciberespacio es un entorno, un espacio creado
por la virtualidad de la informática en red, mas no es el Internet como tal, un sitio de Internet
o una página Web, no constituye el ciberespacio, sino que por el contrario están EN el
ciberespacio, hacen parte de él así como una casa hace parte de una cuadra. En este
entorno se suceden acontecimientos tales como compras, visitas, conversaciones, llamadas
de voz, foros de opinión, entre otros.

En el ciberespacio, tomando la Web como el gran conjunto de sitios o páginas, el usuario


logra obtener de forma fácil y efectiva cualquier tipo de información que puede llegar a
convertirse en la consecución de un objeto específico, un bien tangible, un bien intangible,
incluso existe la posibilidad de encontrar gran variedad de servicios en línea que hacen de
este, un espacio altamente visitado. (Por nombrar un rubro, podríamos observar las
aplicaciones para encontrar al “verdadero amor”...)

Pero gracias a esta “Revolución Digital” se crean también ambientes simuladores de


realidades, es decir, la realidad virtual. El ciberespacio permite algo que podríamos llamar la
“convivencia” en línea, esto se ve claramente en los juegos de comunidades virtuales, en la
interacción en foros de discusión, y más directamente y en tiempo real, el Chat.

Aunque el término “ciberespacio” provenga del mundo de la literatura de ficción -apareció en


la obra de W. Gibson, Neuromante, en 1984 y allí es definido como una “alucinación
consensual”, lo cierto es que prendió pronto en el vocabulario popular para identificar una
nueva realidad que estaba formándose poco a poco. Su implantación rápida muestra el
grado de identificación obtenido por el término con la realidad a la que designa, aunque esta
realidad esté por describir, definir y explicar.

Entonces, el ciberespacio lo entendemos como un espacio virtual de interacción, es decir,


como un espacio-sistema - relacional. A diferencia de otros tipos de espacios, que pueden
ser utilizados para distintas funciones, pero que tienen una naturaleza física primaria, el
ciberespacio surge directamente como un espacio relacional. Dos personas pueden
encontrarse en un lugar y comenzar allí algún tipo de relación, pero ese espacio estaba ahí
antes y seguirá después de que esa relación termine. El ciberespacio existe solamente
como espacio relacional; su realidad se construye a través del intercambio de información;
es decir, es espacio y es medio. Una red sin interacción entre sus miembros deja de ser una
red; la red existe porque existen relaciones entre sus integrantes.
El ciberespacio surge en y por la comunicación, de ahí su doble naturaleza de espacio y
medio. Es, por tanto, un espacio que se genera cuando se producen ciertos tipos de
comunicación.

La diferencia entre un espacio físico y un espacio virtual generado en el acto de


comunicación es esencial para comprender la naturaleza del ciberespacio. De esta
circunstancia se derivan toda una serie de consideraciones y características que lo
convierten en algo históricamente único, en una experiencia humana nueva.

Este nuevo espacio virtual está constituido, básicamente, por la ampliación de nuestra
capacidad de comunicación, es decir, de interacción. En ocasiones, se entiende el
ciberespacio como una gran acumulación de información. Esto es cierto, pero no es lo más
importante. No dejaría de ser simplemente una gran base de datos en la que los usuarios se
limitarían a localizar información y saldrían como de cualquier biblioteca. Lo
verdaderamente importante son las posibilidades de interacción.

A diferencia de otros medios -el ciberespacio es también medio-, permite la convivencia, la


construcción de relaciones de diversos tipos y grados. Es, en efecto, espacio en todos los
sentidos, aunque sea virtual. (Acaso tendríamos que definir “virtual”, también, pero
seguiríamos abriendo cuestionamientos)
La base de este espacio virtual y relacional, punto de encuentro, lugar de convivencia, es la
comunicación, el intercambio de información.
Es necesario, para comprender su especificidad, analizar las formas de comunicación que
permite.

Tipos y niveles de comunicación en el ciberespacio

Las comunicaciones que se establecen son de tres tipos básicamente: 1) las relaciones de
intercambio de información entre máquinas; 2) las relaciones de intercambio de información
entre hombres y máquinas; y 3) las relaciones de intercambio de información entre seres
humanos a través de las máquinas.

Estos tres tipos de intercambios de información no deben pensarse como elementos


separados. La realidad es que en el ciberespacio quienes se comunican directamente son
las máquinas. Son ellas las que actúan como mediadoras para posibilitar nuestras
comunicaciones interpersonales. (A esta altura cabe preguntarse si más que herramientas
posibilitadoras, son el nuevo instrumento de control del siglo XXI.) El ciberespacio es, pues,
un espacio relacional cibernético, en el que una máquinas, que constituyen una red, sirven
de medio para que se establezcan unas comunicaciones entre humanos. El hecho es que
estos tres tipos de comunicaciones se dan simultáneamente, formando parte de un proceso:

(1) para establecer contacto con otros seres humanos que están en otros puntos de la red,
(2) nosotros nos comunicamos con las máquinas,
(3) que se comunican entre sí.
Sin embargo, optar por el término “comunicación” tanto para máquinas como para personas,
o entre personas y máquinas, puede inducirnos a un sutil error si pensamos que estos
procesos de intercambio de información son de la misma naturaleza. Efectivamente, en los
tres casos se produce un intercambio de información, pero estos tienen fines y
condicionantes distintos. Los fenómenos de intercambio de información se dan
prácticamente en todos los niveles de la escala biológica y es la forma de regulación o de
autorregulación de los sistemas complejos. Pero lo que nos interesa en este momento son
dos tipos de fenómenos de intercambio y su naturaleza: los que se producen entre las
personas y las máquinas, como así también la interrelación entre ambas.

Los intercambios de información entre máquinas.

Las máquinas poseen sus propios lenguajes; aquellos que, creados por los seres humanos,
se han realizado para que ellas puedan responder a los requerimientos de otras máquinas o
de los seres humanos cuando demandan de ellas algún tipo de respuesta/acción. Estos
lenguajes posibilitan sus programas para el procesamiento de la información que entra y
sale de ellas.

Los lenguajes de las máquinas están diseñados para que se establezcan los intercambios
de información necesarios para que alcancen el objetivo (meta) predeterminado. Dos o más
máquinas conectadas suponen una ampliación de sus propios sistemas, inicialmente
aislados, y la creación de un sistema más amplio en el que fluye la información aumentando
su capacidad de actuación, es decir, de procesamiento. El ejemplo más claro son los
proyectos de trabajo distribuido en los que las máquinas integrantes de una red pueden
trabajar colaborativamente destinando una parte de sus recursos a crear un
macro-ordenador, virtual emergente, con una capacidad de procesamiento muy superior a la
de cada uno de ellos individualmente. O simplemente cuando conectamos los distintos
dispositivos en nuestros hogares: celulares, computadoras, televisores “smart”, impresoras,
etc.
Esto es posible gracias a la existencia de lenguajes comunes, que posibilitan el
procesamiento de señales/instrucciones por parte de las diferentes máquinas y su
colaboración en una meta/tarea común.

La comunicación de los humanos con las máquinas

Las máquinas son sistemas que poseen dispositivos de entrada y de salida. En nuestro
caso, es en los primeros donde se establecen las interfaces que posibilitan el intercambio
entre máquinas y seres humanos. Para que sea posible comunicarse con la máquina es
necesario establecer un lenguaje comprensible para que traduzcamos nuestras intenciones
en órdenes. Los límites de nuestras intenciones están en los límites de las órdenes que la
máquina puede aceptar para procesarlas. Es decir, que nuestras posibilidades
comunicativas se reajustan en función de aquellas que la máquina puede aceptar y convertir
en salida lógica o mecánica.
Los humanos se comunican a través de máquinas.

El diccionario define “cibernética” como el “estudio de las


analogías entre los sistemas de control y comunicación de los
seres vivos y los de las máquinas; y en particular, el de las
aplicaciones de los mecanismos de regulación biológica a la
tecnología” (DRAE). Esta definición adquiere una nueva
dimensión cuando no se trata ya del “estudio de analogías”, sino
del estudio de un proceso integrado. Ya no hay analogías, casos
separados que muestran semejanzas, sino un proceso integrado en el que personas y
máquinas se encuentran imbricados plenamente a través de una intermediación
comunicativa.

La denominada CMC (Computer Mediated Communication) ha supuesto un campo de


estudio de este tipo de relación en los procesos señalados. Trata de abarcar el conjunto del
acto comunicativo y sus condicionamientos y posibilidades. Su ámbito es la comunicación
“persona-máquinas-persona”. En sus comienzos, se ajustaba al tipo de comunicación
posible en función del desarrollo de la tecnología, es decir, las formas textuales escritas de
las comunicaciones. Posteriormente se ha ido ocupando de todas aquellas herramientas de
comunicación que han ido apareciendo al aumentar el desarrollo de la Red, tanto en su
parte de hardware como de software. (Aguirre:2010)

Para ir cerrando…

La tecnociencia avanza mucho más rápido que nuestra reflexión sobre sus consecuencias.
Junto con los cambios evidentes que trae la innovación hay otros que se nos ocultan, o
cuyas consecuencias a medio y largo plazo no son tan evidentes. Las mentes dedicadas al
desarrollo de la ciencia y la tecnología no se ocupan de reflexionar acerca de estas
consecuencias porque no es esa su tarea, lo cual, en
este momento, es especialmente preocupante por la
velocidad a la que se están produciendo los cambios
y por su enorme capacidad de transformar la vida
humana en poco tiempo.

¿Cómo serán las relaciones humanas en el


ciberespacio? ¿No estamos poniendo la tecnología,
sin darnos cuenta, al servicio de evitar relacionarnos
con los/as otros/as? Si fuera cierto que, en algún
sentido, nos hacemos un 'yo' en la relación con
los/as otros/as, ¿qué le pasaría a lo que conocemos
como 'identidad personal' si cada vez nos aislamos
más de las personas? ¿Qué papel juega el Ciberespacio en el proceso de aislamiento y en
la posible pérdida de definición de la identidad personal? Y ¿qué papel juega la pérdida de
identidad personal en nuestro comportamiento?
¿Qué impacto tendrá todo esto en la ética o en la política? ¿Tendremos que repensar
categorías políticas fundamentales como democracia, sociedad, poder, derechos humanos
y sobre todo Cibercultura? ¿Qué podemos entender por sociedad cuando los y las
ciudadanos/as interactúan regularmente en y desde el ciberespacio con personas que están
al otro lado del mundo y, en cambio, apenas se ven con sus vecinos en sus propias
veredas?

Algunos interrogantes sobre los que iremos reflexionando en las


próximas clases.
¿Eso todo por ahora?
Alexis

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