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Expte. Nº 12317/2016
JUZGADO Nº 58.-
AUTOS: “MENDEZ CASARIEGO FERNANDO C/ SILVER CROSS
AMERICA INC S.A. S/ DESPIDO”
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En el sub lite, arriba firme a esta Alzada, que la demandada se dedica a la
prestación de servicios médicos y que posee un establecimiento sanitario, como
así también, que contrató los servicios del actor como “kinesiólogo” para que
atienda a los pacientes que le derivaba y en funciones inherentes al objeto de la
explotación.
Dicho esto, dada la discusión habida entre las partes -que constituye la litis
de autos- corresponde aplicar el art. 23 LCT el cual establece “… El hecho de la
prestación de servicios hace presumir la existencia de un contrato de trabajo…”.
Sin embargo, la norma no consagra dicha presunción de un modo absoluto sino
que reconoce excepciones “cuando por las circunstancias, las relaciones o
causas que lo motiven se demostrase lo contrario” y “en tanto que por las
circunstancias no sea dado calificar de empresario a quien presta el servicio”.
En este orden, toda vez que la quejosa reconoce la prestación de servicios de
Sr. Méndez Casariego pero afirma que se trató de un vínculo de carácter no
laboral y que se trató de una locación de servicios vinculado a otras causas, a la
ella le incumbía el “onus probandi” respecto de la validez del tipo contractual
que invoca en el responde (arts. 23 de la LCT y 377 del CPCCN).
En efecto, la carga de la prueba se invierte, no solo por el mecanismo
normativo del sentido literal de la presunción dispuesta por el mentado art. 23
LCT, sino también por la aplicación al caso del principio de primacía de la
realidad de los hechos por sobre las formas.
Sin embargo, la recurrente no aportó elemento probatorio alguno que
sustente su postura relativa a la autonomía de la prestación, tal como lo concluye
la Sentenciante.
Por el contrario, los testimonios de Porza, Sáenz y De Sancho –quienes
atestiguan a propuesta del actor a fs. 74/76, 78/79 y 80/81- analizados a la luz del
principio la regla de la sana crítica (art. 386 CPCCN), corroboran que el
reclamante estuvo incorporado como kinesiólogo en una empresa ajena (art. 5
LCT), desempeñándose en el establecimiento propiedad de la demandada
(Sanatorio Güemes) y en labores inherentes al objeto social de aquélla (prestación
de servicios médicos) pues atendía a los pacientes que le eran previamente
asignados en los consultorios externos del servicio de kinesiología y en días y
horarios previamente otorgados, estaba sujeto a las órdenes e instrucciones
impartidas por la jefa del servicio y percibía una contraprestación dineraria.
Dichas declaraciones resultan convictivas no sólo por su coherencia y similitud
(cfr. art. 386 CPCCN), sino porque fueron compañeros de trabajo del accionante,
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sin que exista en la causa elementos de juicio que desvirtúen los citados
testimonios.
Las circunstancias expuestas resultan demostrativas de la subordinación de
los servicios prestados por el actor, los que se llevaron a cabo en un ámbito sujeto
al poder jurídico organizacional y dirección de la empresa, lo que torna
procedente la presunción del art. 23 LCT.
En nada altera las conclusiones arribadas y la naturaleza jurídica laboral de
la relación que medió entre las partes, el hecho que Méndez Casariego emitiera
facturas para poder percibir sus emolumentos como aduce la recurrente en su
memorial (cfr. pericial contable y documental). Sobre esta cuestión, considero
que no interesa la calificación que las partes involucradas le den a la relación, ni
la forma en que llamen a la retribución por el servicio prestado, sino que, lo
relevante es la esencia de la vinculación que, en tanto traduzca una subordinación
jurídica, es decir, una sujeción actual o potencial directivas jerárquica, importa
una relación laboral de carácter dependiente.
En esta ilación, es importante señalar que, la actividad autónoma presenta,
generalmente ciertas características, indicativas de que se cumple la actividad en
interés propio y por cuenta propia. De igual modo, si la persona es convocada a
cumplir un servicio para una empresa o establecimiento en tales condiciones, los
indicios de la autonomía transitan por la auto organización del trabajo, es decir el
propio prestador del servicio es el organizador de su prestación; el desempeño en
tales condiciones, es libre, no sujeto a órdenes o instrucciones; tampoco exhibe un
marcado control de la prestación de servicio, sino el correspondiente a la
medición del resultado buscado. En tales condiciones, podría la persona del
prestador de servicio ser sustituible, por propia necesidad del mismo con una
posición jurídica igualitaria o equivalente entre los sujetos que se vinculan y es el
prestador de servicios quien asume los riegos que implican el cumplimiento de la
actividad y es el mismo quien se hace cargo de los gastos que insume la
prestación. En dichas circunstancias, generalmente los ingresos del prestador del
servicio son por montos notablemente superiores a los que son propios de un
contrato de trabajo. En el sub lite, no se demostró ninguno de los indicios
señalados como particulares de la actividad autónoma y por la que se diferencian
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de una prestación de servicio subordinada, en el marco de los arts. 21, 22 y 23
LCT.
Por último, cabe señalar que en la presente causa no resulta de aplicación los
lineamientos del caso “Rica, Carlos Martín c/ Hospital Alemán y otros s/
despido”. Y digo esto porque, en dicho precedente, el Máximo Tribunal revocó
un pronunciamiento de la Sala VII y esta Sala que integro, con voto de la
Suscripta, siguió los lineamientos de la Corte. En lo sustancial, se sostuvo –
teniendo en cuenta las pruebas aportadas- que “… el actor no era un trabajador
ajeno a la organización de la empresa demandada sino que, contrariamente,
tenía un rol activo pues estaba asociado a la misma y, en razón de ello,
participaba de las facultades de organización y dirección que eran atributos
propios de aquella (artículos 64, 65 y 66 de la LCT)… Dichas particularidades
del vínculo que tenía el actor con el Hospital demandado, persuaden acerca de
la dudosa existencia de un vínculo de naturaleza laboral. En efecto, es
infrecuente que un trabajador subordinado tenga participación activa en el
ejercicio de la organización y dirección de la empresa, facultad que –cabe
recordar- nuestro régimen legal reserva “exclusivamente” al empleador
(artículos 64, 65 y 66 aludidos)… la prestación de servicios del actor, como
médico en el Hospital demandado, lo hizo asociándose con otros médicos de la
entidad. En efecto, ingresó en la asociación de médicos de la demandada…
donde los cargos jerárquicos (Jefe de área o especialidad) eran elegidos por el
propio actor junto con los otros colegas, con votación y decisión mayoritaria…
integraba de manera asociativa al Hospital demandado, y no de forma
subordinada, a punto tal que -como se dijo- participaba en la elección de los
otros médicos que iban a integrar el plantel del Hospital y también en la
selección de los Jefes de “área” o “especialidad”; todo lo cual determina que
participaba de la organización y dirección de la empresa, al menos en materia
funcional, lo que excluye su condición de trabajador dependiente… el actor no
sólo participaba de las facultades de dirección y organización de la empresa
sino, además, esas facultades de la empresa se encontraban limitadas respecto
del contrato del propio actor, toda vez que la accionada no estaba facultada
para introducir de manera unilateral cambios en el contrato de aquél. Ello,
sugiere fuertemente la ausencia de un vínculo de naturaleza laboral por cuanto
faltaba el elemento fundamental de la relación laboral que es la “subordinación
técnica”, esto es, el poder del empleador de decidir de forma unilateral la forma
en que se va organizar la empresa y como se van a ejecutar los contratos de
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trabajo de sus dependientes…”. En la especie, no se verifica ninguna de las
circunstancias apuntadas precedentemente pues ninguna prueba produjo la
demandada que lo acredite.
En definitiva, entiendo que la Sra. Juez A quo ha subsumido adecuadamente
el caso en las normas que lo rigen, como así también, que el actor resulta acreedor
a las indemnizaciones legales dispuestas en grado (cfr. arts. 242 y conc LCT).
Lo demás expresado en el memorial recursivo en este segmento, pese al
esfuerzo argumental de la apelante, trasunta en una mera manifestación de
disconformidad y discrepancia con lo decidido en grado que en una crítica
concreta y razonada de los aspectos de la sentencia que consideran equivocados
(art. 116 L.O.) por lo que deviene improcedente.
Conforme todo lo expuesto, propicio confirmar en este aspecto la decisión
apelada.
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contradicen la postura adoptada en el inicio donde se afirmó la existencia de un
despido verbal (fs. 7 vta.) y a la que también aludió en su misiva "… ante el
despido verbal de su parte…” (TCL del 18/08/15) por lo que no pueden ser
examinados en esta etapa (art 277 CPCCN).
Desde esta perspectiva y, siendo que el propio actor manifestó en su
demanda que el 17/08/2015 fue despedido verbalmente por su empleadora, no
cabe otra alternativa que estimar que el distracto se produjo en dicha fecha. En
consecuencia, resulta acertado lo resuelto por la Judicante en lo que atañe a las
multas derivadas de la LNE y debe mantenerse el temperamento adoptado en
grado. Así lo voto.
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corrección (arts. 6º, 7º, 19 de la Ley 21.839, art. 38 de la L.O. y art. 13 ley 24.432
y D.L. 16638/57). Así lo propicio.
Ante mí:
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