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El Santo Padre destaca dos falsificaciones de la santidad que desvían del camino: el gnosticismo y
el pelagianismo, heréticas, pero aún actuales. Se advierte sobre un inmanentismo antropocéntrico.
Se concluye con una exhortación a la Iglesia para liberarse del gnosticismo y pelagianismo,
instando a cada individuo a discernir cómo pueden manifestarse estas desviaciones en su vida.
Las bienaventuranzas van en contra de las costumbres y prácticas habituales del mundo. Vivirlas
requiere la intervención del Espíritu Santo para liberarse del egoísmo, la comodidad y el orgullo
Se analizan algunas bienaventuranzas, como la de los pobres de espíritu, los mansos, los que
lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los de corazón limpio, los que
trabajan por la paz, y los perseguidos por causa de la justicia
Se hace referencia al pasaje de Mateo 25,35-36, donde Jesús habla sobre el juicio final basado en
las obras de misericordia, destacando la importancia de reconocer a Cristo en los demás,
especialmente en los necesitados.
La santidad no debe separarse de la relación personal con el Señor. La caridad y la acción social
deben ir de la mano, no ser excluyentes.
Se critican las ideologías que reducen o relativizan la importancia de ciertos temas sociales, como
la situación de los migrantes, en comparación con otras cuestiones consideradas más "serias".
Se insta a los cristianos a aceptar y recibir las exigencias del Evangelio sin excusas ni
elucubraciones, reconociendo la dignidad de toda persona y comprometiéndose en la construcción
de un mundo más justo y solidario.
En este fragmento, se destaca la importancia de cinco manifestaciones del amor a Dios y al prójimo
dentro del marco de la santidad propuesto por las bienaventuranzas y Mateo 25,31-46. Francisco
se enfoca en aspectos del llamado a la santidad que considera cruciales en la actual cultura. Estas
manifestaciones incluyen: la firmeza interior centrada en Dios, la paciencia y constancia en el bien,
la humildad a través de las humillaciones, la alegría y el sentido del humor, y la audacia y fervor en
la misión evangelizadora.}
Además, se resalta la necesidad de vivir con alegría y sentido del humor, en contraposición al mal
humor y la tristeza. Se enfatiza que la alegría cristiana está acompañada del sentido del humor y
que ambas son expresiones de la gratitud hacia Dios.
Se enfoca en la importancia de prestar atención a los detalles, recordando cómo Jesús invitaba a
sus discípulos a hacerlo en varias ocasiones. Se destaca que la comunidad que preserva los
pequeños detalles del amor se convierte en un lugar de la presencia del Resucitado.
Se aborda el tema del combate espiritual, señalando que la vida cristiana es un combate
permanente contra las tentaciones y el mal. Se destaca la necesidad de fortaleza y valentía para
resistir las influencias del diablo y proclamar el Evangelio