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La Historia, Los Hombres Y El Tiempo: La Elección Del Historiador
La Historia, Los Hombres Y El Tiempo: La Elección Del Historiador
La palabra historia es una palabra muy vieja, [tan vieja que a veces
ha cansado. Cierto es que rara vez se ha llegado a querer eliminarla
el vocabulario.] Hasta los sociólogos de la escuela durkheimia-
na le hacen un lugar, pero para relegarla en el último rincón de
1, ciencias del hombre: suerte de mazmorras donde arrojan los
h chos humanos considerados a la vez como los más superficia-
l• y los más fortuitos, mientras que reservan a la sociología todo
1quello que les parece susceptible de análisis racional. Por el con-
lrario, aquí conservaremos su significación más amplia. [De ante-
1nano la palabra no veda ninguna dirección hacia la cual se pueda
1 rientar la investigación: sea de preferencia hacia el individuo o
hacia la sociedad, sea hacia la descripción de las crisis momentá-
1 as o hacia la búsqueda de los elementos más durables; no en-
¡ rra en sí misma ningún credo; no compromete, conforme con su
•limología primera, a nada más que a la "investigación".] Desde
qn apareció hace más de dos milenios en los labios de los horn-
lu • , sin duda ha cambiado mucho de contenido. En el lenguaje,
sel destino de todos los términos que realmente tienen vida.
•,¡ la ciencias tuvieran que buscarse una nueva denominación cada
11•z que logran una conquista, ¡cuántos bautismos habría y cuánto
l11•mpo se perdería en el reino de las academias! No obstante, al
.,. •uir siendo serenamente fiel a su glorioso nombre helénico,
1111e tra historia no será la misma que escribía Hecateo de Mileto,
' i>mo la física de lord Kelvin o de Langevin no es la de Aristóteles.
1 in embargo, ¿qué es la historia?
No tendría ningún interés empezar este libro, centrado en torno
1 1 >S problemas reales de la investigación, con una larga y rígida
1 l1•finición. ¿Qué trabajador serio se ha preocupado alguna vez de
l< s con ecuencias. A poca distancia del fondo del golfo había una
ciudad: Brujas, que se comunicaba con él por un corto trecho de
río. Por las aguas del Zwin recibía o expedía la mayor parte ~e las
mercancías que hacían de ella, guardadas todas las proporc10nes,
el Londres o el Nueva York de aquellos tiempos. Era notable
cómo día a día el terreno se iba cegando. A medida que la super-
ficie inundada se alejaba, los muelles de Brujas se iban adorme-
ciendo, por más que la ciudad adelantara cada vez más sus ante-
puertos hacia la embocadura. Ci~rtamente no ~e. ésa: ni. con mucho,
la única causa de su decadencia. ¿Acaso la física mode sobre lo
social sin que su acción esté preparada, favorecida o permitida
por otros factores que provienen del hombre mismo? Pero en el
movimiento de las ondas causales, no cabe duda de que esa causa
cuenta como una de las más eficaces.
Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica el suelo don-
( de vive según sus necesidades es, como todos lo sentimos por ins-
tinto, un hecho "eminentemente histórico" Las vicisitudes de un
poderoso centro de intercambio también lo son. En un ejemplo
muy característico de la topografía del saber tenemos, P?r _un.ª
parte, un punto de intersección donde la ali~a de dos d.1sc1~~1-
nas resulta indispensable para cualquier tentativa de exphcac1on
y, por la otra, un punto de tránsito en el que, una vez que ya se
ha dado cuenta de un fenómeno y sólo sus efectos han quedado
sin definirse, una de las disciplinas lo cede definitivamente a la
otra. ¿Qué sucedió en cada caso para que la historia haya apare-
cido de manera tan imperiosa? Apareció lo humano.
En efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasados, un
Michelet, un Fustel de Coulanges, nos enseñaron a r~conocerlo: el
objeto de la historia es, por naturaleza, el hombre. 4 Mejor dicho:
4 Sin traicionar a Marc Bloch, creo que se puede colocar aquí la nota a pie de
página que él había previsto: "Fustel de Coulanges, lección de apertura de 1862,
en Ja Revue de synthese historique, t. 11, 1901, p. 243; Mzchelet, curso de la Escuela
Normal, 1829, citado por G. Monod, t. 1, p. 127: 'Nos ocupamos a la vez del es~
dio del hombre individual, esto es la filosofía, y del estudio del hombre soC1al,
esto es Ja historia'. Conviene agregar que más adelante Fuste! dijo en ~a fórmula
más concisa y plena Jo que la exposición que se acab_a ~e leer no hace s1~0 comen-
tar: 'La historia no es la acumulación de los acontec1m1entos de cualqwer natura-
leza que ocurrieron en el pasado. Es la ciencia de las sociedades ~un:ai:as' . Pero,
más tarde Jo veremos, quizá así se reduzca al exceso la parte del md1v1duo en la
historia; el hombre en sociedad y las sociedades no son dos nociones exactamente
equivalentes".
LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 7