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I

LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO

I. LA ELECCION DEL HISTORIADOR


Frente a la inmensa y confusa realidad el historiador se ve
obligado a que en la aplicació n de sus ú tiles, señ alar un punto en
particular y hacer en ella una elecció n.

II. LA HISTORIA Y LOS HOMBRES


Es absurda la idea que el pasado sea considerado objeto de la
ciencia, ya que muchos mencionan: “la historia es la ciencia del
pasado”.

En los orígenes de la historiografía contaban confusamente


acontecimientos solo unidos entre sí, por la razó n de haberse
producido aproximadamente en el mismo momento.

En esta primera memoria de la humanidad, con el esfuerzo de un


aná lisis sostenido se realizó poco a poco su clasificació n.

La obra de una sociedad que modifica segú n sus necesidades del


suelo en el que vive, es recibida por instinto, un hecho “histó rico”.

Nuestros grandes antepasados, un Mchelet y un Fustel de


Coulanges, enseñ aron a reconocer que el objeto de la historia es
esencialmente el hombre o los hombres, má s que el singular
conviene a una ciencia de lo diverso el plural, que es el modo
gramatical de la relatividad.

Detrá s de los paisajes, herramientas, maquinas, escritos y de las


instituciones, la historia quiere aprender de los hombres. La
historia en cuanto al conocimiento de los hombres, depende de su
posició n particular frente al problema de la expresió n.

Cada ciencia tiene su propio lenguaje, los hechos humanos son


esencialmente fenó menos muy delicados y muchas veces escapan
a la medida temá tica. Para producirlos y comprenderlos bien, de
modo que se necesita gran finura de lenguaje y un color adecuado
en tono verbal.

III. EL TIEMPO HISTORICO


De la frase: “ciencia de los hombres”, hay que agregar “de los
hombres el tiempo”. El historiador no solo piensa en lo “humano”.

Muchas ciencias dividen el tiempo en fragmentos homogéneos,


por otro lado el tiempo de la historia, realidad concreta y viva, es
el plasma mismo, en el cual se bañ an los fenó menos y como el
lugar de su inteligibilidad.

A los historiadores les interesa mucho má s señ alar el lugar exacto


que ocupa en la cronología. El tiempo verdadero es un continuo,
es también un cambio de la síntesis de estos dos atributos,
provienen los grandes problemas de la investigació n histó rica.

IV. IDOLO DE LOS ORIGENES


La explicació n de lo má s pró ximo, por lo má s lejano, ha dominado
a menudo nuestros estudios hasta la hipnosis, en su forma má s
características, este ídolo de la tribu de los historiadores, tiene un
nombre: la obsesió n de los orígenes. Esa obsesió n ha tenido su
momento de favor particular, en el desarrollo del pensamiento
histó rico.

Renan escribió : “En todas las cosas humanas los orígenes merecen
ser estudiados antes que nada” y antes de él, Sante – Beuve dijo:
“Espía y noto con curiosidad lo que comienza”.

Esta es una idea tan propia como la palabra orígenes, en el


vocabulario corriente los orígenes son un comienzo que explica.

Un fenó meno histó rico no puede ser explicado en su totalidad


fuera del estudio de su momento. Esto es cierto de todas las
etapas evolució n, como también de las etapas en las que vivimos,
el proverbio á rabe dijo: “los hombres se parecen má s a su tiempo
que a sus padres”, el olvido de nuestra sabiduría oriental ha
desacredito nuestro estudio del pasado.

V. LOS LÍMITES DE LO ACTUAL Y DE INACTUAL


En el siglo pasado Michelet escribió : “Quien quiera atenerse al
presente, a lo actual, no comprenderá lo actual”. En el libro “el
pueblo” Leibniz incluía entre los beneficios que se esperaba de la
historia “Los orígenes de las cosas presentes, descubiertos en las
cosas pasadas porque una realidad nunca se comprende mejor
que por sus causas”.

En esta época, ocurrieron hechos extraordinarios, las revoluciones


sucesivas de las técnicas aumentaron el intervalo psicoló gico
entre las generaciones.

Algunos historiadores consideraron que los hechos má s cercanos


a nosotros son por ellos mismo rebeldes a todo estudio sereno,
solo quieren evitar a la casta Clío. Esto equivale a que apenas
tenemos un débil dominio sobre nuestros nervios, también el
momento en que entran las resonancias sentimentales.

El límite entre lo actual y lo inactual está lejos de regularse por la


medida de un intervalo en el tiempo.

Hay sabios que piensan que el presente humano es perfectamente


susceptible de conocimiento científico, pero también reservan su
estudio a disciplinas distintas que tiene por objeto el pasado.
Analizan y pretenden comprender la economía contemporá nea
ayudá ndose de observaciones limitadas, en el tiempo.

Consideran la época en la que viven como separada de las que


procedieron por contrastes vivos para no llevar en sí misma su
propia explicació n.
VI. COMPRENDER EL PRESENTE POR EL PASADO
El privilegio de auto inteligibilidad se apoya en unas series de
postulados, supone que las condiciones humanas han sufrido en el
intervalo de una o dos generaciones, un cambio rá pido y total.

La ignorancia del pasado no se limita a impedir el conocimiento


del presente, este compromete, en el presente, la misma acció n.

Para que una sociedad pueda ser determinada por el momento


anterior al que vive, no bastaría de una estructura perfectamente
adaptable al cambio en el cual carecería de osamenta.

Si se permite volver a la vista a nuestras aldeas, se descubre que


los niñ os mayormente son educados por sus abuelos, ya que las
condiciones de trabajo hacen que los padres estén ausentes en el
hogar.

En cada nueva formació n del espíritu y en có mo se unen los


cerebros maleables a los má s cristalizados, pasan por encima de
la generació n que aporta los cambios.

Una experiencia ú nica es siempre impotente para discriminar sus


propios factores y para suministrar su propia interpretació n.

VII. COMPRENDER EL PASADO POR EL PRESENTE


La incomprensió n del presente nace de la ignorancia del pasado.
No es en vano esforzarse por comprender el pasado si no hay
conocimiento del presente.

La facultad de captar lo vivo es, en efecto, la cualidad dominante


del historiador. No hay que dejarnos engañ ar por cierta frialdad
de estilo, los má s grandes han poseído esa cualidad, quizá s esta
facultad sea como un don, pero no por eso no es necesario
ejercitarlo y desarrollarlo constantemente.
Los historiadores siempre toman de preciso los elementos que
sirven para reconstruir el pasado.

La educació n de la sensibilidad histó rica, ocurre en que el


conocimiento del presente es directamente má s importante para
la comprensió n del pasado.

El camino natural de toda investigació n es el que va de lo mejor


conocido a lo má s oscuro y para encontrar la luz es necesario
llegar hasta el presente.

Lo que un historiador quiere captar es un cambio.

La vida es demasiado breve y los conocimientos se adquieren


lentamente, hasta el mayor genio no puede tener una experiencia
total de la humanidad.

La ú nica historia verdadera que no se puede hacer sino en


colaboració n, es la historia universal.

II
OBSERVACION HISTORICA

I. CARACTERES GENERALES DE LA OBSERVACION


HISTORICA
Los caracteres de la informació n histó rica han sido descritos
muchas veces. El historiador se halla en la imposibilidad de
comprobar por sí mismo los hechos que estudia.

Los historiadores no pueden hablar de las épocas que han


precedido si no es recurriendo a los testimonios, es parecido a un
juez que trata de reconstruir un crimen al que no ha asistido. En
una palabra, en contraste con el conocimiento del presente, el
conocimiento del pasado será necesariamente “indirecto”.

Toda informació n sobre cosas vistas hecha en buena parte de


cosas vistas por otro.
Todo conocimiento de la humanidad extraerá siempre de los
testimonios de otro una gran parte de su sustancia. El
investigador del presente no goza de mayores privilegios que el
historiador del pasado.

El alejamiento entre el objeto del conocimiento y el investigador


ha preocupado a muchos teó ricos de la historia, pensaban en una
historia de hechos, episodios, concede una importancia al hecho
de volver a registrar las palabras o actitudes de personajes que
está n agrupados en una escena de duració n corta.

El simple razonamiento que excluye toda posibilidad de una


explicació n diferente, nos permite pasar del objeto comprobado al
hecho del que este objeto aporta prueba.

La primera característica del conocimiento de los hechos humanos


del pasado consiste en ser un conocimiento por huellas.

El pasado es un dato que ya nada habrá de modificar, pero el


conocimiento de este, es algo que está en constante progreso, que
se transforma y se perfecciona sin cesar.

II. LOS TESTIMONIOS


Los indicios sin premeditació n, deja caer el pasado a lo largo de su
ruta, nos permiten suplir las narraciones, cuando no las hay, o
contrastarlas si su veracidad es sospechosa.

En los testimonios decididamente voluntarios, ha dejado de ser el


objeto preferido de la atenció n de los investigadores, por lo
general se interesan por lo que se deja entender sin haber
deseado decirlo.

Desde el momento en el que se resignan a registrar puramente los


dichos de los testigos, desde el momento en el cual se lo proponen.

Muchas personas se forman una imagen de la marcha del trabajo


de los historiadores.
El historiador reú ne los documentos, los lee, se esfuerza en pesar
su autenticidad y su veracidad, tras ellos deduce sus
consecuencias.

Lamentablemente, nunca historiador alguno ha procedido así,


porque los textos o documentos arqueoló gicos, así sean los má s
claros y los má s complacientes, no hablan sino cuando se sabe
interrogarlos.

La facultad de escoger es necesaria, pero tiene que ser muy


flexible, susceptible de recoger en una multitud de nuevos
aspectos, abierta de a todas las sorpresas, de modo que pueda
atraer desde el comienzo todas las limaduras del documento.

La diversidad de los testimonios histó ricos es casi infinita, todo


cuanto el hombre dice o escribe, fabrica, cuando toca puede y debe
informarnos acerca de él.

La historia no es todavía como debiera ser, pero no es una razó n


para cargar a la historia posible con el peso de errores que no
pertenecen sino a la historia mal comprendida.

Cuanto má s se esfuerza la investigació n por llegar a los hechos


profundos, menos le es permitido esperar la luz si no es por medio
de rayos, en este caso de testimonios muy diversos en su
naturaleza.

III. LA TRANSMISION DE LOS TESTIMONIOS


Una de las tareas má s difíciles que enfrenta un historiador es la de
reunir los documentos que se cree necesitar. No lo lograría sin
ayuda de diversas guías: inventarios de archivos o de bibliotecas,
catá logos de museos y repertorios bibliográ ficos de toda índole.

En las obras histó ricas serias, el autor generalmente coloca una


lista de siglas de los archivos que ha compulsado, de los libros que
le han servido.
El espectá culo de la investigació n, con sus éxitos y fracasos, no es
casi nunca aburrido.

En los antiguos archivos judiciales encontramos documentos de


quiebras de empresas que, si hubiesen seguido disfrutando de una
existencia fructuosa y honorable, hubiesen acabado por destruir el
contenido de sus legajos.

Mientras las sociedades no organicen racionalmente, con su


memoria, su conocimiento propio, renunciando a dejar este
cuidado a sus propias tragedias, no lo lograran si no con los dos
principales responsables del olvido y la ignorancia, teniendo así la
negligencia, que extravía los documentos y má s peligrosa todavía,
la pasió n del secreto.

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