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JuanAntonio05

Historia de España

2º Bachillerato

Estudios España

Reservados todos los derechos.


No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
Unidad 6.- La construcción del Estado Liberal.
Parte I: el reinado de Isabel II (1833-68).

1.- La regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y la primera Guerra Carlista.

1.1.- La Guerra Carlista.

Con la muerte de Fernando VII en 1833, se desató una nueva crisis sucesoria en España: el rey
había anulado la ley sálica para que su hija Isabel le sucediera. El hermano del rey, don Carlos
María Isidro, no aceptó a su sobrina como reina y, apoyado por los sectores más conservadores de
la sociedad, partidarios del absolutismo, dio inicio a una guerra civil que no terminaría hasta 1839,
y que tendría dos rebrotes más.
La reina Isabel II, de solo tres años, estuvo bajo la regencia de su madre, doña María Cristina
de Borbón-Dos Sicilias, quien, para mantener a su hija en el trono, se apoyó en los liberales,
teniendo que hacerles concesiones a pesar de ser absolutista.

Don Carlos representaba la continuidad del absolutismo, así como la unión del Trono y el Altar,
es decir, una monarquía basada en el origen divino del poder de los reyes. Estaba dispuesto a
continuar favoreciendo el control educativo y social de la Iglesia y a continuar con la Inquisición,
por lo que amplios sectores del clero español lo apoyaron. También tuvo muchos apoyos en el
mundo rural, ya que los propietarios agrícolas y el campesinado compartían su visión
conservadora. Asímismo, contó con la aceptación de la mayoría de la población del País Vasco y
Navarra, ya que don Carlos había prometido respetar los fueros como parte de la tradición.
También algunas zonas de Aragón, Valencia y Cataluña se unieron a don Carlos por este motivo.

En el bando isabelino se encontraban la mayoría de las ciudades, ya que allí predominaba la


burguesía, de ideología liberal. También la mayoría de la alta nobleza y el alto clero se mantuvo
fiel a la reina, ya que aceptaron la decisión del difunto rey. Gran parte del ejército también era
liberal y en el exterior, el bando isabelino recibió ayuda financiera de Francia y Gran Bretaña,
gobernados por monarquías liberales.
El desarrollo de la Guerra.

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Los liberales o isabelinos contaban con el control de las grandes ciudades, lo que suponía que
controlaban también las fábricas de armas. Además los carlistas contaban con pocos militares de
auténtico prestigio, a excepción del general Zumalacárregui. A pesar de ello, los carlistas tomaron
la iniciativa en el comienzo de la Guerra, aunque la muerte de Zumalacárregui intentando ocupar
Bilbao, hizo que los carlistas comenzaran a replegarse. En 1837, don Carlos intentó lanzar una
expedición para tomar Madrid, pero fracasó por falta de organización de su propio ejército y la
acción del general isabelino Espartero. Tras un nuevo fracaso en la toma de Bilbao, los carlistas
dirigidos por el general Maroto empezaron negociaciones de paz con el bando isabelino, dirigido
por Baldomero Espartero, y finalmente, firmaron la paz en el llamado Convenio de Vegara en
1839. Los militares carlistas fueron amnistiados a cambio de reconocer como reina a Isabel II y les
dieron la oportunidad de continuar en el ejército, mientras que don Carlos María Isidro y sus hijos
partieron para el exilio, aunque sin renunciar a sus pretensiones al trono.

1.2.- La regencia de María Cristina (1833-40).

Aunque era partidaria del absolutismo, la reina regente tuvo que buscar el apoyo de los liberales
para frenar el avance de su cuñado y los carlistas. Su hombre de confianza, Cea Bermúdez,
permitió la vuelta de muchos de los liberales exiliados en tiempos de Fernando VII, y comenzó un
acercamiento a los políticos liberales más moderados para determinar cómo iba a ser el nuevo
gobierno de España. Durante el mandato de Cea Bermúdez, fue nombrado ministro Javier de
Burgos, quien hizo la división provincial de España (1833) que se ha mantenido casi sin cambios
hasta la actualidad. Sin embargo, los problemas de la Hacienda no hacían sino empeorar, y los
liberales no se conformaban con las reformas administrativas de Cea, por lo que este fue sustituido
por un liberal moderado: Martínez de la Rosa. El nuevo gobierno liberalizó la economía,
especialmente la industria, que dejó de estar controlada por los gremios, y también se concedió
libertad para el comercio.
En el terreno político, se intentó un acercamiento a los liberales con la promulgación del Estatuto
Real de 1834, una carta otorgada, que aunque imitaba la forma de una constitución no lo era en
realidad, pues la reina seguiría conservando prácticamente todo su poder. En el Estatuto, no
aparecía la soberanía nacional, pues la soberanía pertenecía a la reina. En cuanto al poder
legislativo, la reina era la única con poder de hacer leyes y tenía capacidad para vetarlas por un
tiempo ilimitado y las Cortes eran simplemente un organismo de asesoramiento. Se trataba de unas
cortes bicamerales, formadas por los Próceres (miembros de la alta nobleza y el alto clero elegidos
de forma vitalicia por la reina) y los Procuradores (parlamentarios elegidos de entre la alta
burguesía por medio de un sufragio censitario muy restringido, pues solo 16.000 españoles tenían
derecho a voto según esta ley).
El Estatuto no contentó a la mayoría de los liberales, que presionaron a la regente para que
continuara con las reformas de tipo liberal y renunciara por fin al absolutismo monárquico. En 1835
entró en el gobierno el liberal Juan Álvarez de Mendizábal, que contribuyó a la creación de un
nuevo ejército estatal, la Guardia Nacional, e inició el proceso desamortizador de la mayoría de los
bienes eclesiásticos (1836) a pesar de la oposición de la regente y las protestas del Papado. Su
intención era conseguir dinero por medio de la subasta de los bienes expropiados a la Iglesia y crear
una nueva clase de pequeños y medianos propietarios agrícolas que debieran su trono a Isabel II,
aunque lo cierto es que no logró completamente sus objetivos. La oposición de la regente a las
reformas auténticamente liberales, provocó que un grupo de sargentos se amotinaran en el Palacio
de la Granja, los cuales obligaron a María Cristina a derogar el Estatuto Real y a volver a
promulgar la Constitución de 1812 hasta la redacción de una auténtica Constitución.
La nueva Constitución sería promulgada en 1837, con la que se ponía definitivamente fin al
Antiguo Régimen: se volvía a mencionar la soberanía nacional, se decretaba la libertad de prensa y
se ampliaba el sufragio, aunque seguía siendo censitario. Las cortes serían bicamerales (Congreso
de los Diputados y Senado) y tendrían poder de elaborar y aprobar leyes, pero la reina tendría

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derecho a veto permanente y nombraría a los miembros del Senado, por lo que se podía hablar de
una auténtica soberanía compartida entre la monarca y las Cortes.
Durante esta etapa, dentro del grupo de los liberales se fueron configurando dos grupos: los
moderados (partidarios de darle el mayor poder posible a la reina) y los progresistas (defensores
de la soberanía nacional y de la supremacía de las Cortes en el poder legislativo). La regente,
intentó favorecer a los moderados, llegando incluso a bloquear el acceso de los progresistas al poder
después de que estos ganaran las elecciones de 1839. Esto provocó que la parte del ejército que
simpatizaba con el progresismo protagonizara un pronunciamiento militar. La regente recurrió a
Espartero (convertido en héroe tras haber acabado con la Primera Guerra Carlista), pero el general
se puso de parte de los progresistas. Ante esta situación, María Cristina, cuya imagen estaba muy
deteriorada por su segundo matrimonio que había mantenido en secreto durante bastante tiempo y
por su participación en un escándalo financiero, decidió renunciar a la regencia y se marchó a París,
quedando Espartero como el nuevo regente de Isabel II.

2.- La regencia de Espartero (1840-43).

La llegada de Espartero al poder no significó el fin de los conflictos, pues los mismos progresistas
se dividieron en trinitarios y unitarios, partidarios de una regencia de tres personas y de Espartero
en solitario respectivamente. Finalmente estos últimos se impusieron y Espartero gobernó en
solitario, con la oposición de los moderados y de María Cristina, que desde el exilio organizó un
intento de derrocar al nuevo regente en 1841.
Durante su mandato, Espartero recibió numerosas críticas debido al nombramiento de antiguos
compañeros suyos del ejército (llamados ayacuchos por haber participado con Espartero en la
Guerra de Independencia de Hispanoamérica) en altos cargos del ejército y el gobierno, además, fue
derivando hacia un autoritarismo cada vez mayor.
Anglófilo y partidario del librecambismo (doctrina económica que consiste en dar libertad
absoluta para las exportaciones e importaciones en el comercio de un país), comenzó a ser
considerado un peligro por la industria catalana, que temía la competencia de los tejidos de la
industria inglesa, por lo que Barcelona se sublevó en 1842 ante las medidas de librecambistas de
Espartero. El regente respondió bombardeando la ciudad con cañones, lo que hizo que perdiera toda
la popularidad ganada con la victoria frente a los carlistas y el apoyo de la mayoría de los
progresistas.
Un nuevo pronunciamiento militar dirigido por el general moderado Narváez, hizo que
Espartero renunciara a la regencia y se exiliara a Gran Bretaña. Joaquín María López fue nombrado
nuevo jefe de gobierno y decidió declarar a Isabel II mayor de edad con trece años para evitar una
nueva regencia.

3.- La Década Moderada (1844-54).

Desde la mayoría de edad de la reina, hasta que se produjo un nuevo pronunciamiento militar, los
moderados gobernaron con el apoyo de Isabel II durante diez años ininterrumpidos. El Partido
Moderado se caracterizaba por favorecer el fortalecimiento de la monarquía, el liberalismo
económico total, el sufragio censitario restringido y el centralismo político. Eran apoyados por la
parte más conservadora del ejército, la nobleza y la alta burguesía.

Al comienzo de esta etapa, el gobierno moderado aprobó una nueva Constitución, la de 1845. En
ella, la soberanía nacional quedaba definitivamente sustituida por la soberanía compartida entre la
reina y las Cortes. El sufragio sigue siendo censitario, pero aún más restringido que en 1837 (tan
solo el 1% de la población tenía derecho a voto), y solo podrían ser elegidos los miembros del
Congreso, ya que el Senado sería nombrado directamente por la reina con carácter vitalicio. No se
mencionan expresamente las libertades individuales, y la libertad de prensa queda implícitamente
controlada por el poder ejecutivo. De nuevo, la religión católica queda declarada expresamente

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como la única oficial, pero no se prohíben las otras religiones.

Durante esta etapa, el gobierno de los moderados va a desarrollar una intensa labor legislativa, en
la que destacaremos las siguientes medidas:

-En 1844, el duque de Ahumada creó la Guardia Civil, un nuevo cuerpo de seguridad para todo
del Estado que sustituiría a la Milicia Nacional.

-En 1845 también se aprobó la ley municipal, en la que se establecía para las elecciones de los
ayuntamientos el sufragio censitario. Pero el punto más conflictivo estaba en que los alcaldes de las
capitales de provincia serían elegidos directamente por el gobierno,con lo que se reforzaba el
centralismo político.

-Ese mismo año, mediante el Plan Pidal, se reformó la educación, estableciendo los tres niveles
que prácticamente se han mantenido hasta la actualidad (primaria, secundaria y estudios
universitarios) y permitiendo el control del sistema educativo por el Estado. Cada capital de
provincia estaría obligada a tener al menos un instituto de secundaria, y el estado controlaría los
contenidos de los libros de texto.

-También en 1845, se reformó la Hacienda por parte de los ministros Alejandro Mon y Ramón
Santillán: se unificaron los impuestos en todo el país y se dio más relevancia a los impuestos
directos, que se pagarían en función de los bienes inmuebles, cultivos y el ganado que poseía cada
uno. Los indirectos se centraron en el consumo de productos como las bebidas alcohólicas, el
tabaco (cuyo monopolio tenía el Estado) o el aceite de oliva.

-En 1846 se produjo el matrimonio de la reina, lo que provocó un conflicto internacional: María
Cristina, desde su exilio en Francia había preparado una alianza matrimonial entre su hija y uno de
los hijos del rey Luis Felipe I de Francia, pero ni Prusia ni Gran Bretaña, estaban dispuestas a
permitir una unión entre los tronos de Francia y España, por lo que se llegó a una solución de
compromiso: el príncipe francés, Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, se casaría con la
hermana pequeña de Isabel II, mientras que la reina se casaría con su primo hermano, Francisco de
Asís de Borbón, que tenía fama de afeminado. Esta boda frustró las pretensiones de los partidarios
del carlismo, que habían intentado negociar la boda de Isabel y Carlos Luis de Borbón, hijo de
Carlos María Isidro. Debido a este nuevo fracaso, los carlistas volvieron a levantarse en la Segunda
Guerra Carlista, que afectó sobre todo a Cataluña, parte del País Vasco y la región valenciana del
Maestrazgo. No hubo un grandes enfrentamientos y en 1849, los carlistas volvieron a darse por
vencidos, saliendo Carlos Luis y sus principales partidarios hacia Francia, camino nuevamente del
exilio.

-En 1851 se firmó un nuevo Concordato con la Santa Sede, poniendo fin al enfrentamiento entre
la Iglesia Católica y el Estado después de la desamortización de Mendizábal. En virtud de este
documento, la Iglesia controlaría la enseñanza de los centros públicos y privados de España, aunque
el Estado controlaría el contenido de los libros de texto y nombraría a los profesores. Además, la
Iglesia podría adquirir nuevas propiedades que estarían garantizadas contra cualquier nuevo proceso
desamortizador.

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4.- El Bienio Progresista (1854-56).

En 1854, los progresistas habían perdido toda esperanza de alcanzar el poder por medios legales,
por lo que recurrieron al pronunciamiento militar: la Vicalvarada. En la ciudad de Vicálvaro, el
general Leopoldo O´Donnell se levantó junto a parte del ejército, mientras que los Antonio Cánovas
del Castillo, en nombre del Partido Progresista publicaba el Manifiesto del Manzanares, donde
recogía las peticiones de los progresistas: respeto a la libertad de prensa, descentralización del
Estado, nueva ley electoral, convocatoria de Cortes y restablecimiento de la Milicia Nacional. La
insurrección se extendió por las principales ciudades del país, donde se formaron juntas
revolucionarias y se permitió la vuelta del general Espartero como nuevo jefe de gobierno, mientras
que la reina madre tenía que volver al exilio al verse envuelta en un nuevo escándalo financiero.

Las principales medidas del Bienio fueron:

-La desamortización de Madoz en 1855. Se trató de un proceso que afectó a los ayuntamientos,
ya que se expropiaron y subastaron las tierras comunales que poseían los concejos y que, solían
alquilarse para pagar servicios como la escuela o el médico municipal, o eran usadas por los
habitantes como pasto para el ganado o para obtener leña.
-La ley de Ferrocarriles de 1855, que dio facilidades a las empresas tanto nacionales como
extranjeras para invertir en la construcción de ferrocarril. Las grandes beneficiadas fueron las
compañías inglesas y francesas, ya que eran las que tenían más capital para invertir, y en la práctica,
esta ley hizo que el ferrocarril español quedara en manos extranjeras.
-La Constitución de 1856, llamada la nonata porque no llegó a aprobarse. En ella, se recogía la
soberanía nacional, no compartida con la reina, que debía su poder a la nación. Sin embargo, el
sufragio seguía siendo censitario, aunque la reina perdería el poder de nombrar a los senadores.

En 1856, se volvieron a vivir problemas de abastecimiento de alimentos por las malas cosechas,
ante lo que hubo numerosas revueltas populares. El ejército, dirigido por O´Donnell, dirigió ahora
una contrarrevolución para acabar con el nuevo gobierno progresista dirigido por Espartero. El
general, decidió volver al exilio, dejando a los progresistas sin líder. Tras reprimir a la oposición, los
sectores moderados restablecieron la Constitución de 1845 y anularon la Milicia Nacional y la
libertad de prensa.

5.- La llegada al poder de la Unión Liberal.

Tras el golpe contra el gobierno de los progresistas, los moderados volvieron al poder dirigidos
por el general Narváez. El nuevo gobierno gobernó mediante decretos y manipuló la ley electoral
para dejar a los progresistas prácticamente fuera de las Cortes. Durante su mandato, se aprobó una
nueva ley educativa, la Ley Moyano, que terminó de perfilar la ley anterior, aunque por otro lado,
otras leyes del mismo periodo parecían querer volver al Antiguo Régimen, ya que se volvió a
establecer el carácter vitalicio y hereditario para el Senado, que quedaría reservado en parte para la
alta nobleza. Narváez no llegó durar un año en el poder, y pronto fue sustituido por otro general
moderado, acentuando la inestabilidad política del país, con gobiernos que duraban apenas unos
meses.
Ante esta situación, la reina encargó a O´Donnell la formación del gobierno, pero no como líder
de moderados ni progresistas, sino de la Unión Liberal: un partido que carecía de una ideología
clara y en el que se integraban tanto antiguos moderados como progresistas.

El gobierno de la Unión Liberal reanudó la venta de los bienes desamortizados para intentar
solucionar los problemas económicos mientras comenzaba una política exterior basada en
operaciones militares para intentar recuperar parte del prestigio internacional perdido y mantener a

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la opinión pública española distraída en cierto modo de los problemas internos:

-Enviaron soldados a la región asiática de Cochinchina para ayudar a Francia, que intervino en la
zona tras el ataque de los indígenas a misioneros franceses y españoles católicos. La operación
militar fue un éxito para Francia, que ocupó el sureste asiático, mientras que España no tuvo
compensación territorial alguna.
-Intentaron ocupar militarmente Marruecos, pero solo consiguieron añadir Tetuán a los territorios
que ya poseían en la zona (Ceuta y Melilla).
-Intervinieron, de nuevo junto a Francia, en México, con la excusa del impago de la deuda que el
gobierno mexicano había contraído con los franceses, sin embargo, la operación fue un auténtico
fracaso y el ejército francoespañol tuvo que acabar retirándose.
-Recuperaron el territorio de Santo Domingo (actual República Dominicana), pero tras la
insurrección de los dominicanos poco después, el gobierno español volvió a concederles la
independencia.

Ante el fracaso de las aventuras exteriores y la vuelta de los problemas sociales y económicos (en
1861 se produjo un levantamiento masivo de campesinos en Loja pidiendo mejoras laborales y
sobre todo el fin de las crisis de subsistencia), el partido de O´Donnell comenzó a descomponerse, y
tras perder algunos de sus principales colaboradores, y sobre todo, la confianza de la reina, O
´Donnell dejó el gobierno de nuevo en manos de los moderados.
Con todo, la Unión Liberal estuvo de forma continuada en el poder desde 1858 hasta 1863, lo que
supuso el gobierno más largo y estable de todo el reinado de Isabel II.

6.- La etapa final (1863-68).

Tras la caída de O´Donnell, los moderados volvieron al poder, pero la situación era altamente
inestable, con gobiernos sin mayoría suficiente en las Cortes y el recurso constante de la fuerza para
controlar las elecciones. La duración de los gobiernos volvía a ser muy corta y la división interna
de moderados y unionistas se aceleró, mientras que la marginación política de los progresistas hizo
que se acercaran a los grupos políticos demócratas, partidarios del sufragio universal masculino sin
restricciones. Hubo de nuevo altercados como el de la Noche de San Daniel, cuando la guardia civil
atacó a la muchedumbre en Madrid, matando e hiriendo no solo a los que se manifestaban contra la
reina, sino a los transeúntes que no habian participado en la manifestación, incluyendo mujeres y
niños.
En 1866 se produjo una nueva crisis económica, por lo que los conflictos sociales se
recrudecieron y en el Cuartel de San Gil (Madrid) , hubo un nuevo intento de golpe de estado
contra Isabel II. Tras el fracaso del pronunciamiento y la represión posterior, liberales y demócratas,
firmaron en los Países Bajos el llamado Pacto de Ostende (1866), donde juraron unirse con dos
fines comunes: derrocar a Isabel II y establecer el sufragio universal masculino.

Tras una nueva crisis de subsistencia en 1867 y 1868, debido a las malas cosechas, y la muerte
de sus principales apoyos políticos: Narváez y O´Donnell, la situación de la reina se volvió
insostenible y su propio cuñado (el duque de Montpensier, Antonio de Orleáns, marido de la infanta
María Luisa Fernanda) fue desterrado ante las sospechas de conspirar contra Isabel II para
arrebatarle el trono.
En septiembre de 1868, los generales Serrano, Prim y Topete, organizaron un nuevo
pronunciamiento militar que comenzó en Cádiz con el grito de ¡Viva España con honra!, y se
extendió rápidamente. La revolución conocida como La Gloriosa, triunfó al vencer Serrano a las
tropas de la reina en la batalla de Alcolea el 28 de septiembre. Un día después, caía Madrid, y la
reina, que estaba en San Sebastián, partía hacia el exilio en Francia con su familia.

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