Está en la página 1de 7

NEUROCIENCIAS DEL COMPORTAMIENTO

Por M.Sc. Juan Julca Novoa


Universidad Nacional de Cajamarca-Perú

I.- INTRODUCCIÓN:

La importancia de esta investigación está en que, después de una revisión literaria


rigurosa respecto a investigaciones sobre la neurociencia del comportamiento,
determina las zonas cerebrales que despliegan actividad cuando una persona asume
determinados comportamientos y otras que están implicadas durante el proceso en
que el ser humano manifiesta emociones.

En tal sentido, el problema se expresa en las preguntas: ¿cuál hemisferio cerebral


predomina en el despliegue emocional del ser humano?, ¿qué zonas del sistema
límbico se activan cuando el ser humano manifiesta algunas emociones?, ¿qué zonas
del cerebro se activan cuando el ser humano se torna violento?.

Conforme a lo planteado, el objetivo de este trabajo es descubrir y determinar qué


zonas cerebrales se activan e intervienen cuando una persona demuestra emociones
o se torna violento.

II.- CONTENIDO

1
HEMISFERIOS CEREBRALES Y EMOCIONES

Siguiendo a Néstor Braidot2 se admite que gran parte del comportamiento humano
deriva del hemisferio derecho. El ser humano percibe miles de cosas y hechos
alrededor suyo en cada a minuto, pero sólo es consciente de un pequeño porcentaje
que queda bien grabado, el resto entra fugazmente en su cerebro sin dejar ninguna
impresión. Si algo de esta información del entorno es lo suficientemente llamativa,
puede crear una respuesta emocional instantánea en el hemisferio derecho aunque no
sea suficientemente importante para generar una percepción consciente en el
hemisferio izquierdo. Estas semipercepciones son las responsables de esas
repentinas y extrañas irritaciones involuntarias, o de las inexplicables melancolías
circunstanciales que el ser humano tiene de tanto en tanto.

Es interesante analizar en este punto que en general las personas rara vez admiten
que han tomado una decisión arbitraria. “En conocidos experimentos se le dio a elegir

1
BRAIDOT, Néstor (S/A). Neurociencia aplicada a la toma de decisiones, aprendizaje y
comportamiento. P.6-7-8. Recuperado el 25 de setiembre del 2013 desde
http://web.usal.es/~nbraidot/neuropaper/neuro1espanol.pdf
2
Nota del autor: Néstor Braidot es Profesor de la Universidad de Salamanca-España.

-1-
a un grupo de mujeres medias de nylon dentro de un conjunto de medias. Cuando se
les preguntó las causas de la elección que habían hecho todas las mujeres dieron
razonadas, sensatas y detalladas explicaciones relacionadas con las diferencias en los
colores, la textura o la calidad del material sin darse cuenta que todas las medias eran
idénticas. Las razones para elegirlos eran en realidad racionalizaciones construidas
para explicar un comportamiento emocional no explicable racionalmente.”3 Es decir,
cuántas veces las personas dan explicaciones racionales a ciertos comportamientos
irracionales; incluso a sabiendas que se están engañando sí mismos.

EL COMPORTAMIENTO DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA TEORÍA DEL


CEREBRO TRIUNO

Las emociones se generan en el sistema límbico, además de la mayoría de los


impulsos vitales del ser humano; así por ejemplo: el tálamo es un verdadero
retransmisor que dirige la información que se genera hacia las partes del cerebro que
corresponden. Por su parte el hipocampo, cumple una función muy importante en la
memoria a largo plazo mientras que la amígdala, en frente del hipocampo es la que
percibe y genera el miedo.

3
GAZZANIGA, Michael (1992). Nature´s Mind: The biological roats of thinking, emotions,
sexuality, language and Intelligence.. Harmonsdsworth, Penguin Books.

-2-
CONDUCCIÓN DE LAS EMOCIONES

La información emocional llega al cerebro consciente y a la amígdala simultáneamente


y por dos rutas. La vía hacia la amígdala es más corta de forma que las reacciones
emocionales inconscientes (propias del sistema límbico) son más rápidas que las
conscientes. La amígdala es el sistema de alarma del cerebro, es el generador de
estados de la mente que al ser estimulada puede producir desde sensaciones de
pánico con deseos de huir o, estimulando otra parte, sensaciones cálidas y
arrulladoras. Es esencial entonces que las respuesta emocionales generadas por la
amígdala tengan la mediación del cerebro pensante.

De acuerdo con J. LeDoux4 controlar las emociones, es liderarlas convenientemente,


es el proceso inverso que se hace al sentirlas, en el proceso de sentir las emociones,
la amígdala recibe
los estímulos
emocionales a
través de una vía
rápida que produce
una respuesta
automática casi
instantánea:
sonreir, huir, o
lanzarse hacia
delante; sin
embargo, un cuarto de segundo más tarde la información llega a la corteza cerebral en
donde se adapta al contexto real y se concibe un plan racional de acción. Si se
confirma que la reacción instantánea es correcta, se continua con la acción corporal ya
iniciada. Si la decisión racional es que corresponde responder más bien verbalmente
que físicamente, la corteza envía un mensaje al hipotálamo para que calme las cosas;
el hipotálamo, a su vez, indica al cuerpo que paralice los cambios que ya ha
comenzado a realizar y, al mismo tiempo, envía mensajes inhibitorios a la amígdala
para que también se adapte.

Para liderar las emociones es importante contar con la capacidad de proactividad


suficiente para generar en uno mismo la autoinfluencia5 como para monitorear desde

4
LE DOUX, Joseph (1996). The Emotional Brain, Simon and Schuster, Nueva York.
5
Ver el concepto de percepción a través de la imaginación.

-3-
dentro hacia afuera las emociones y no quedar a la deriva de las influencias externas.
Sin embargo, el control consciente sobre las emociones es muy leve pues el tráfico de
información del cerebro favorece la predominancia de las emociones. Aparentemente
tenemos, como en los colores un conjunto de emociones primarias presentes en casi
todos los seres vivos de cierta complejidad: aversión, miedo, enfado y amor de padres.
A las emociones primarias no les hace falta conciencia.

De todas formas es importante reconocer junto con LeDoux que el control consciente
sobre las emociones es limitado pues la arquitectura del cerebro favorece a las
emociones y las conexiones desde los sistemas emocionales hacia los cognitivos son
más abundantes que las que van en sentido contrario: Es importante la observación de
que se genera mayor volumen de tráfico neural que asciende del sistema límbico que
el que desciende de la corteza. Esto significa que desde el punto de vista neuronal la
parte emocional del cerebro tiene más poder para influir en la conducta que la racional.

NEUROCIENCIA DE LA VIOLENCIA6

Investigaciones recientes demuestran que los sujetos que se encuentran inmersos en


contextos de violencia suelen presentar alteraciones cerebrales en la sobreactivación
de la amígdala, centro de la memoria emocional que tiene como función principal
albergar los instintos más primitivos del ser humano. Para Blair (2010), los sujetos con
tendencia a la psicopatía y comportamiento antisocial se caracterizan por presentar
problemas en el procesamiento emocional, situación que Blair define como una
reducción de la culpa, insensibilidad y carencia de emociones, lo que en psicología
clínica se traduce como afecto plano, asimismo, los sujetos con rasgos psicopáticos
tienden a mostrar una reducción considerable de la amígdala y la corteza orbitofrontal,
esta última relacionada con la conducta-comportamiento y adaptación a los contextos
inmediatos. Argumenta que la sobre-activación de la amígdala conlleva a que sujetos
inmersos en estados de violencia presenten un riesgo mayor de inadaptabilidad social,
situación que suele generar un estado de agresión proactiva, característica que se

6
HURTADO GONZÁLEZ, Carlos y SERNA JARAMILLO, Adriana (2012). Universidad de
Salamanca. Neuropsicología de la violencia. Neurociencias – Psicobiología. Recuperado
el 27 de setiembre del 2013 desde http://www.psicologiacientifica.com/neuropsicologia-
de-la-violencia/

-4-
enmarca en el comportamiento antisocial que viene precedido por una alteración en la
amígdala y el hipotálamo, generando, de esta manera, una reducción en la actividad
reguladora frontal que conlleva a que estos sujetos no presenten un adecuado
procesamiento de la información y que su toma de decisiones esté sujeta a los
estímulos amenazantes.

Por otro lado, Gil Verona et al. (2002) manifiestan que las conductas agresivas se
encuentran relacionadas con una alteración o inhibición de síntesis de la serotonina,
los autores argumentan que un número de agentes sociales estresantes como el
maltrato y el abuso sexual suelen disminuir los umbrales biológicos de la violencia, los
cuales se encuentran relacionados con disfunciones del sistema de serotonina y
dopamina. Lo anterior lleva a inferir, sin necesidad de generalizar, que el ambiente en
el que se desenvuelve el sujeto tiende a ser un factor predisponente o de influencia
para adquirir ciertos comportamientos agresivos.

Por otro lado, Rudebeck, Bannerman y Rushworth (2008) manifiestan que un daño en
la corteza frontal ventromedial (VMFC) va a generar cambios a nivel emocional, así
como en el comportamiento social; daño que se encuentra relacionado con la violencia
e inadaptación en diversidad de contextos. Los autores argumentan que los sujetos
con este tipo de daño no procesan de manera asertiva los estímulos que están en su
ambiente, asociando una posible disfunción en la corteza orbitofrontal, la cual también
se encuentra relacionada con la agresión y la emoción, sin embargo, los autores
manifiestan la necesidad de tomar estos datos con precaución, ya que no hay un papel
claro de la corteza orbitofrontal en el procesamiento de la información emocional.

En un estudio de investigación realizado por Atenea, Mattew, Fulwiler y Gansler (2011)


sobre los correlatos neurales de los factores de impulsividad en pacientes psiquiátricos
y en voluntarios sanos, encontraron que la materia gris posiblemente está
correlacionada con la impulsividad y la falta de planificación, los autores examinaron a
35 pacientes psiquiátricos caracterizados por presentar problemas de autocontrol, sus
resultados muestran alteraciones en la corteza prefrontal, la corteza cingulada anterior,
los lóbulos temporales y ganglios basales, relacionados con la incapacidad para
planificar, toma de decisiones y manifestación de una impulsividad atencional que
conlleva a un comportamiento agresivo.

A diferencia de otros autores que se han centrado en la amígdala y la corteza


prefrontal como procesos claves de disfunción de la conducta violenta, Yang, Raine,
Han Chen, Schug, Toga y Narr (2010), en su investigación sobre la reducción del
volumen del hipocampo en asesinos con esquizofrenia, encontraron que esta
estructura se encuentra comprometida, corroborando de esta manera la hipótesis de

-5-
Alcázar, Verdejo y Bouso (2008), quienes manifiestan que hay una reducción del 11%
de sustancia gris. Asimismo, los investigadores encontraron que la afectación del
hipocampo puede conllevar a generar conductas violentas, debido a que hay un
mecanismo de inhibición que no procesa la información de manera adecuada,
generando de esta manera una disregulación en el control de impulsos, manejo de las
emociones y el razonamiento moral. En esa misma línea, los autores dan importancia
al córtex prefrontal izquierdo por su posible relación con el comportamiento violento,
anudado esto a una posible hipótesis de las neuronas espejo que, según los autores,
se encuentran relacionadas con el lóbulo de la ínsula.

III.- CONCLUSIONES

- El comportamiento humano se debe al sistema límbico que tiene preferentemente un


fuerte lazo con el hemisferio derecho. Las principales zonas que se activan son la
amígdala, el hipotálamo (distribuidor) y la corteza órbitofrontal.

-En el caso de comportamiento violento se nota lesiones en la corteza prefrontal del


hemisferio izquierdo, en toda la corteza orbitofrontal, la corteza cingulada anterior, los
lóbulos temporales y ganglios basales; sin embargo, es imperioso destacar que en
personas con estos comportamientos se ha detectado una reducción considerable de
la amígdala, una reducción del volumen del hipocampo y una reducción de hasta el
11% de la sustancia gris.

-El control consciente sobre las emociones es limitado pues la arquitectura del cerebro
favorece a las emociones y las conexiones desde los sistemas emocionales hacia los
cognitivos son más abundantes que las que van en sentido contrario.

-6-
IV.- REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Athene, K.W, Mattew, J, Fulwiler, C and Gansler, D.A. (2011). Neural Correlates of
Impulsivity Factors in Psychiatric Patients and Healthy Volunteers: a Voxel –
Based Morphometry Study. Brain Imaging and Behavior, 5, 52 – 64. doi:
10.1007/s11682-010-9112-1

BRAIDOT, Néstor (S/A). Neurociencia aplicada a la toma de decisiones, aprendizaje y


comportamiento. P.6-7-8. Recuperado el 25 de setiembre del 2013 desde
http://web.usal.es/~nbraidot/neuropaper/neuro1espanol.pdf

BLAIR, R.J. (2010). Neuroimaging of Psychopathy and Antisocial Behavior: A Targeted


Review. Cur Psychiatry Rep, 12, 76 – 82. doi: 10.1007/s11920-009-0086-x

GAZZANIGA, Michael (1992). Nature´s Mind: The biological roats of thinking,


emotions, sexuality, language and Intelligence.. Harmonsdsworth, Penguin Books

GIL VERONA, J.A, PASTOR, J.F, DE PAZ, F, BARBOSA, M, MACÍAS, J.A,


MANIEGA, M.A, GONZÁLEZ, L.R, BOGET, T y PEICORNELL, I. (2002).
Psicobiología de las Conductas Agresivas. Anales de Psicología, 18, 293 – 303.

HURTADO GONZÁLEZ, Carlos y SERNA JARAMILLO, Adriana (2012). Universidad


de Salamanca. Neuropsicología de la violencia. Neurociencias – Psicobiología.
Recuperado el 27 de setiembre del 2013 desde
http://www.psicologiacientifica.com/neuropsicologia-de-la-violencia/

LE DOUX, Joseph (1996). The Emotional Brain, Simon and Schuster, Nueva York.

RUDEBECK, P.H, BANNERMAN, D.M and RUSHWORTH, M.F. (2008). The


contribution of distinct subregions of the ventromedial frontal cortex to emotion,
social behavior, and decision making. Cognitive, Affective, & Behavioral
Neuroscience, 8, 485 – 497. doi:10.3758/CABN.8.4.485

YANG, Y, RAINE, A, BO HAN, C., SCHUG, R.A, TOGA, A.W and NARR, K.L. (2010).
Reduced Hippocampal and Parahipocampal Volumes in Murderers With
Schizofrenia. Psychiatry Res, 182, 9 – 13. doi:
10.1016/j.pscychresns.2009.10.013.

-7-

También podría gustarte