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Los síntomas fuera de transferencia.

Juan Carlos Indart.

Un descubrimiento esencial de Freud fue hallar y probar que los síntomas tienen un
sentido. Sobre la base de una argumentación estrictamente freudiana, ese desciframiento
del sentido de los síntomas quedó ligado a la transferencia en cuanto se impuso a Freud que
su eficacia sobre el síntoma dependía de que alcanzase al sujeto en el plano de la verdad.1
Con ese método avanzó en el resto de sus hallazgos, incluida la comprobación de
que el síntoma impone límites al desciframiento transferencial según dos vertientes
diferentes y cuya articulación es compleja. En virtud de la primera, hay en la estructuración
como tal del síntoma una adherencia libidinal, una satisfacción que lo habita, en principio
irreductible a la eficacia transferencial. Es un tema ya muy considerado, tanto en el problema
del fin del análisis, como en el de los límites de la interpretación2. Pero, por otro lado, si en
todos los casos, para Freud, el síntoma supone esa satisfacción, aunque fuese sustitutiva
de otra rechazada, también nos dejó diversas indicaciones sobre el estatuto «natural» del
síntoma como satisfactorio al margen de la transferencia, en otra vertiente, a saber, la de
una ventaja que el síntoma proporciona a nivel de los lazos sociales del sujeto. Su fórmula
insistente es que cada uno está, aun sin saberlo, conforme con su síntoma, como lo señalan
dos de sus nociones presentes desde el inicio hasta el final de su obra: refugio en la
enfermedad, y ganancia primaria y secundaria de la enfermedad. Cada vez que Freud las
emplea es para formular tres cuestiones: a) no debe sorprender que el sujeto halle en su
síntoma refugio y ganancia, más allá de su aspecto displaciente, cuando lo hay, pues desde
el inicio la formación del síntoma ha sido siempre el modo más económico de tramitar una
satisfacción traumática de origen sexual; b) se añade a esa satisfacción la que procura el
síntoma como solución de exigencias sociales, lo que introduce la delicada cuestión de
articular el síntoma con lo que llama «el yo»; y c) exactamente ese refugio y esa ganancia
en dos vertientes, constituyen el mayor obstáculo para el desciframiento transferencial y para
la cura.
En lo que sigue, pondremos de relieve la segunda vertiente en lo que hace al estatuto
del síntoma fuera de transferencia.

Síntoma obsesivo... y síntoma histérico, y otros síntomas.


Aunque tanto el síntoma histérico como el obsesivo son la base de las neurosis de
transferencia, abiertas como tales a un trabajo analítico de desciframiento, muy
tempranamente, en 1896,3 Freud se percaté de un aspecto del síntoma obsesivo resistente
al mismo, y es un hecho que la obsesión resultó ejemplar en la cuestión. En efecto, si por
una parte Freud confirma que en la formación de! síntoma hay el rechazo y la articulación
(la represión y el retorno de lo reprimido), en cuanto a una moción libidinal activa de muy
intensa satisfacción, por la otra nos dice que: «Junto a estos síntomas de compromiso, que
significan el retorno de lo reprimido y, con él, un fracaso de la defensa originariamente
lograda, la neurosis obsesiva forma una serie de otros síntomas de origen por entero diverso.
Y es que el yo procura defenderse de aquellos retoños del recuerdo inicialmente reprimido,
y en esta lucha defensiva crea unos síntomas que se podrían agrupar bajo el título de
“defensa secundaria”. Todos estos síntomas constituyen “medidas protectoras”... Si estos
auxilios para la lucha defensiva consiguen efectivamente volver a reprimir los síntomas del
retomo [de lo reprimido] impuestos al yo, la compulsión se transfiere sobre las medidas
protectoras mismas...».4 Más allá de sus variantes, para Freud lo esencial de esas medidas
protectoras es que a su vez son síntomas por la satisfacción transferida, y pueden resumirse
en una escrupulosidad de la conciencia moral, dentro de la que caben cavilar y dudar. Dicha
«defensa secundaria», que es síntoma por su satisfacción, es posteriormente situada con
claridad dentro de la ganancia secundaria,1 que se presenta como el sostenimiento de los
más altos valores acordes con un estado social. En 19206 la vertiente de ganancia primaria
del síntoma obsesivo ilustra ejemplarmente la compulsión de repetición ligada a la pulsión
de muerte. Y en 1926 su vertiente de ganancia secundaria ilustra ejemplarmente lo que
esconde el sostén de los más elevados valores del yo como refuerzo de la fijación al síntoma 2
En todos los casos esa ganancia secundaria es el obstáculo para el establecimiento del
síntoma obsesivo como analítico, y lo que lo transforma en rasgo de carácter positivamente
valorado.3
Un aspecto muy importante de las consideraciones de Freud sobre el síntoma
obsesivo, es que es muy claro que se trata de la misma satisfacción transferida.
Pero también para el síntoma histérico Freud reconoce en su desencadenamiento el

1 Sigmund Freud, «A propósito de un caso de neurosis obsesiva», en Obras Completas, X,


págs. 155-156.
2 Sigmund Freud, «Inhibición, síntoma y angustia», en Obras Completas, XX, págs. 95 96.
3 Véase Sigmund Freud, «Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora)», en Obras
Completas, VII, pág. 19, para las obsesiones del ama de casa ignorante de su enfermedad.
factor relativo a la ganancia secundaria. El síntoma histérico está «... al servicio de la
tendencia primaria, expresión del “refugio en la enfermedad”… o sea a manera de
consuelo». Pero también «... al servicio de las tendencias secundarias... toda vez que
mediante la producción del ataque es posible alcanzar un fin útil para el enfermo». 1
Un aspecto muy importante de las consideraciones de Freud sobre la ganancia
secundaria en el síntoma histérico es que rechaza que se la considere como simulación
consciente, y aunque algunos de sus ejemplos, como en el caso Dora,2 puedan ser incluidos
en la posterior noción de acting-out, queda en pie que para él la ganancia secundaria es
satisfacción inherente al síntoma como tal.
Por último, no deja de mencionar la ganancia secundaria en la fobia de Juanito, 3 en
el caso de la joven homosexual,4 en los síntomas de Haltzman.5

El estado neurótico común


Con ese tituló Freud da una de sus conferencias introductorias, y es la que nos servirá
como texto de referencia. En efecto, en ella se nos demuestra que ese estado común,
generalizado, social, esconde siempre una satisfacción de índole sexual, incluidas las
neurosis actuales. Aquí también, pues es un argumento repetido, se basa en las neurosis de
guerra, neurosis traumáticas, para mostrar el provecho que se obtiene de los síntomas, el
rechazo a la curación, bajo la forma patente y aparentemente sencilla de «no volver a las
filas».6 Es lo que lo lleva a reconocer que el yo puede aprobar y conservar la enfermedad en
la medida en que aporta satisfacción, pero recordemos también que más adelante, en 1920, 7
las neurosis traumáticas le sirven para probar la oscura tendencia inconsciente a «volver al
trauma» como satisfacción vinculada a la compulsión de repetición y al más allá del principio
del placer. Dos vertientes, entonces, de ganancia en el síntoma, ambas contrarias a su
resolución transferencial. Recordemos también que fue sobre este apoyo que Freud vio

1 Sigmund Freud., «Apreciaciones generales sobre el ataque histérico», en Obras Completas, IX,
pág. 209 y n. 5.
2 Sigmund Freud, «Análisis de la fobia de un niño de cinco años», en Obras Completas, X, pág.
93.
3 Ibid., pág. 93.
4 Sigmund Freud, «Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina», en Obras
Completas, XVIII, pág. 152.
5 Véanse; Sigmund Freud, Psicopatología de la vida cotidiana, en Obras Completas, VI, pág.
115; «Presentación autobiográfica», XX, pág. 50; «Más allá del principio del placer», XVni, pág. 12;
«¿Pueden los legos ejercer el análisis?», XX, págs. 207-209.
6 Véase el caso de Eitingon citado en Psicopatología de la vida cotidiana, en Obras Completas,
VI, pág 115. ‘
7 Sigmund Freud, «Más allá del principio del placer», en Obras Completas, XVIII, pág. 13.
hacerse exitosas y populares sus nociones de refugio en la enfermedad y ganancia de la
enfermedad.1
Lo importante es que a partir de ese apoyo generaliza su concepción para «todos los
otros casos»: «... el síntoma es sustentado también por el yo en virtud de que, por una de
sus vertientes, ofrece satisfacción a la tendencia yoica represora. Además, la tramitación del
conflicto mediante la formación del síntoma es el expediente más cómodo y agradable para
el principio del placer ...Y aún hay casos en que el propio médico tiene que admitir que el
desenlace de un conflicto en la neurosis es la solución más inofensiva y la más llevadera
desde el punto de vista social ... si pudo decirse que el neurótico en todos los casos se
refugia en la enfermedad frente a un conflicto, es preciso conceder que muchas veces esa
huida está plenamente justificada, y el médico, habiendo reconocido ese estado de cosas,
se retirará en silencio, lleno de compasión».19

La mujer maltratada y el mendigo inválido: dos paradigmas.

Tanto en el caso Dora como en el texto que comentamos, Freud insiste en ofrecernos
dos ejemplos de síntoma fuera de la transferencia que merecerían ser elevados a
paradigma. En ese camino bastaría hoy llamarlos «insatisfacción familiar» y «desempleo» y
admitir, para lo que no hay nada en contra, que ambos sexos pueden situarse en uno o en
otro, o en ambos. Introduce el primer ejemplo señalando que: «En condiciones corrientes
advertirnos que la escapatoria en la neurosis depara al yo una cierta e interior ganancia de
la enfermedad. Y en muchas situaciones de la vida, a ésta se asocia una ventaja exterior
palpable cuyo valor ha de tasarse en más o en menos». 20 Así nos presenta la mujer
maltratada y explotada por su marido que encuentra una salida transformando el síntoma en
un arma, por razones de las que no son las menores para Freud una cierta cobardía más un
apego sexual al opresor. El hecho es que el síntoma satisface porque permite defenderse,
vengarse, quejarse de la enfermedad y no del matrimonio, encontrar un auxiliar en el médico,
obligar al marido a compadecerla y gastar por ella, permitirle períodos de ausencia de la
casa, etc. «Si esa ganancia de la enfermedad —dice Freud— externa o accidental, es muy
cuantiosa y no puede hallar un sustituto real, desconfíen ustedes de la posibilidad de influir
sobre la neurosis mediante su terapia.»21

1 Sigmund Freud, «Presentación autobiográfica», en Obras Completas, XX, pág. 50.


19. Sigmund Freud, «Conferencias de introducción al psicoanálisis», en Obras Completas, XVI,
págs. 347-348.
20. Ibid., pág. 348.
21. Ibid.y pág. 349.
El segundo tiene esta presentación: «Si ustedes... tratan con neuróticos, pronto
dejarán de pensar que los que más se quejan y lamentan de su enfermedad serán los más-
dispuestos a aceptar un remedio y los que opondrán las menores resistencias. Es al
contrario. Y comprenderán fácilmente que todo lo que contribuye a la ganancia de la
enfermedad reforzará la resistencia de la represión y aumentará la dificultad terapéutica.
Ahora bien, a la parte de ganancia de la enfermedad que, por así decir, es intrínseca al
síntoma, tenemos que agregarle todavía otra, que se obtiene más tarde. Cuando una
organización psíquica cómo la de la enfermedad ha subsistido por largo tiempo, al final se
comporta como un ser autónomo; manifiesta algo así como una pulsión de autoconservación
y se crea una especie de modus vivendi entre ellas y otras secciones de la vida anímica, aun
las que en el fondo le son hostiles. Y no faltarán entonces oportunidades en que vuelva a
revelarse útil y aprovechable, en que se granjee, digamos, una función secundaria que
vigorice de nuevo su subsistencia».1 Sigue ahora el ejemplo del obrero inválido por accidente
de trabajo que aprende a sacar partido de su mutilación como mendigo, obteniendo una
satisfacción al no volver a las filas... del trabajo. Rechazará la cura.
Es de gran importancia que en el pensamiento de Freud sean esos los dos ejemplos
que persisten cuando se trata de transmitir su experiencia sobre la ganancia secundaria del
síntoma, porque nos sitúan inmediatamente y con un enorme alcance en el aspecto social
del síntoma, no por su sentido, sino por su satisfacción... En efecto, los mismos atañen a
los dos vínculos sociales fundamentales, el familiar y el laboral, y es evidente que, de poder
estructurarlos más, admitirán infinidad de variantes, pues para el primero, la observación nos
muestra lo mismo para una hija, un hijo, primos, primas, padres, madres, esposos y esposas,
abuelos y abuelas, adoptados, recogidos, parentescos consanguíneos o políticos, y para el
segundo, basta pensar no sólo en que ya todos estamos bajo la férula del trabajo y el
desempleo; sino que el ejemplo admitiría su contrario, es decir, la ganancia obtenida no
dejando nunca de trabajar.
Lo crucial es la idea de que el síntoma como tal, el de siempre, el que |anuda una
ganancia primaria en el borde del trauma más singular, en él desamparo más solitario de
cada sujeto, impone su lógica y su saber hacer hecho de satisfacción en la trama misma dé

1 Ibid.. págs. 349-350.


los vínculos sociales, y que así también persiste y se hace crónico fuera de todo
desciframiento.

La ganancia secundaria y «el yo»


Admitida la tesis de la ganancia primaria propia del síntoma, su cara real, de goce, la
noción de ganancia secundaria se presta a varios equívocos. El primero ha sido creer que
la satisfacción de esta última es de diferente naturaleza, por ejemplo, narcisista, en oposición
a la libidinal sexual propiamente dicha. En ningún caso Freud sostiene eso. Al contrario. Ya
hemos señalado que para el síntoma obsesivo es muy claro que se trata de la misma
satisfacción transferida. En algún caso límite piensa Freud en los intereses de
autoconservación, sin dejar de añadir: «Lástima que sea totalmente inadecuada al fin». Y
aunque recorre el caso de autoconservación, el de interés libidinal apoyado en la
autoconservación, y el de interés libidinal puro (que es el que realmente le importa) concluye:
«El dinamismo de la neurosis es en los tres casos el mismo. Una estasis libidinal no
susceptible de satisfacción real se procura, con ayuda de la regresión a fijaciones antiguas,
un drenaje a través de lo inconsciente reprimido, El yo del enfermo da paso a la neurosis —
cuyo carácter económicamente perjudicial no ofrece ninguna duda— mientras pueda extraer
de este proceso una ganancia de enfermedad». El segundo, derivado de la oposición
primario/secundario y de sus propios equívocos cuando se refiere al proceso, hace creer
que se trata de un agregado, de un añadido posterior ajeno al síntoma. No es así en Freud,
donde la oposición es lógica. Hay el primer paso de la articulación de una ganancia en el
síntoma, pero en cuanto el síntoma está formado, él sale a hacer su vida social con sus
modos de gozar en relación a otros. Lo prueba que Freud mencione este aspecto para los
síntomas infantiles más tempranos. El tercero, proviene de la oposición interno/externo. La
satisfacción de la ganancia primaria es interna, enraizada en las mociones pulsionales del
propio cuerpo. La satisfacción de la ganancia secundaria sería externa, proveniente del
mundo. Es un caso claro en cuanto a la insuficiencia teórica de esa oposición. Pero Freud,
en una extensa nota que agregó en 1923 al caso Dora, y dedicada a este tema, nos dice
que esos factores exteriores «... constituyen la parte externa de la ganancia primaria de la
enfermedad»,24 frase suficiente para colegir que no había para él sino una satisfacción del
síntoma estudiable en dos vertientes: su parte solitaria, fija y constante, y su parte
socializada, en la que ella misma se presenta en diferentes y variables modos.
En cierto modo, todos esos equívocos se anudan en el problema que supone la
ganancia secundaria del síntoma en tanto le exige a Freud pensar su articulación con lo que
llama «el yo». Un «yo» reconciliado con el síntoma solamente porque éste le aporta
satisfacción. Pero este «yo», que persiste en el argumento ya a nivel de la segunda tópica,
es en Freud un complejo sistema simbólico, imaginario y real, pues abarca, por ejemplo,
todas las determinaciones que recaen sobre el sujeto en términos de su sistema de ideales,
valores, etc., y desde los que elabora la estructura de su realidad, siempre precaria. Y él se
percata inmediatamente de que su noción de ganancia secundaria puede hacer creer, contra
su propia tesis, que es el «yo» el que crea el síntoma y maneja los hilos para su propia
satisfacción.1 Replica inmediatamente, y de manera constante cada vez que se refiere ai
tema. El síntoma proviene de otra parte, es exterior a todo ese sistema de! «yo», e impone
a este último los modos de satisfacción con los que puede reconciliarse, Freud critica a Adler,
quien había invertido los términos, señalando que esa idea de dominio y afirmación del «yo»,
incluida su protesta viril, ¡no es sino ganancia secundaria del síntoma! 26 «El yo juega ahí el
risible papel del payaso de circo, quien, con sus gestos, quiere mover a los espectadores a
convencerse de que todas las variaciones que van ocurriendo en la pista se producen por
efecto exclusivo de su voluntad.»2

Una cuestión ética.


Los síntomas fuera de transferencia por la vertiente de la ganancia secundaria
motivan a Freud consideraciones éticas importantes para un psicoanalista. En su
Conferencia XXIV, que tomamos como texto de referencia, nos dice que «... hay casos en
que el propio médico tiene que admitir que el desenlace de un conflicto en la neurosis es la
solución más inofensiva y la más llevadera desde el punto de vista social. Que no les
asombre entonces enterarse de que a veces el médico abraza el partido de la enfermedad
combatida por él. No se embreta en todas las situaciones de la vida en el papel de un fanático
de la cura; sabe que en el mundo no hay sólo una miseria neurótica sino también un penar
real e incoercible... Advierte, además, que mediante el sacrificio de un individuo a menudo
se impide una inconmensurable desdicha para muchos otros».28 Es cuando, para Freud, hay
que retirarse en silencio y lleno de compasión. Caso excepcional, la cita interesa porque
indica hasta qué punto un síntoma de un sujeto puede anudar una red social de
satisfacciones-consuelo, frente a lo real incoercible, para muchos otros, y porque nos habla

1 Sigmund Freud, «Conferencias de introducción a! psicoanálisis*, en Obras Completas, XVI,


pág. 349.
2 Sigmund Freud, «Contribución a la historia del movimiento analítico», en Obras Completas,
XTV, págs. 51-52.
de la prudencia de Freud respecto del furor sanandi.
Pero no se trata de su única posición. También nos dice que si bien no hay que
subestimar la importancia práctica de la ganancia de la enfermedad y, salvo casos
excepcionales como el mencionado en la cita anterior, tampoco hay que dejarse impresionar
por ella en el aspecto teórico. Entonces, la lógica de! síntoma neurótico fuera de
transferencia y en su vertiente social le trae a la memoria una pequeña historia que se hace
Witz al titularla «inteligencia de los animales»; un árabe sobre su camello, estrecha senda
en la montaña, un león enfrente dispuesto a atacar, no se puede retroceder, a un lado la
pared, al otro el abismo, se da por perdido. El animal no. Salta con su jinete al abismo. «De
existir una opción, concluye Freud, debería preferirse sucumbir en honrosa lucha con el
destino.»”
Con ese león-destino se presenta otra vez para Freud lo real incoercible, y los límites
del síntoma-camello fuera de transferencia. Por supuesto, su posición puede ser pensada
como relativa a la ganancia secundaria de su propio síntoma, pero tal como está hecho, de
un coraje sereno y sin triunfalismo en cuanto a saber más sobre lo real, tiene un perfume
psicoanalítico incontestable.
En efecto, si un analizado vuelve a ser síntoma fuera de la transferencia, pero síntoma
nuevo, a partir del hallazgo freudiano que hemos comentado en estas páginas, ¿no es
enteramente real su oportunidad de anudar para una red social concreta la lógica de unos
modos de gozar menos tontos?
1. Freud hizo de este paso, el que dio al pasar de la comunicación de la «solución» a
la necesaria rememoración del paciente, la clave de su método psicoanalítico propiamente
dicho. La siguiente cita, tontada de «¿Pueden los legos ejercer el análisis?» (Obras
Completas, Buenos Aires, Amorrortu, XX, pág. 206), es de las más sutiles al respecto:
«Cometería usted un grave error si, por ejemplo con el afán de abreviar el análisis, espetara
al paciente sus interpretaciones tan pronto como las he hallado. Así le provocaría
exteriorizaciones de resistencia, desautorización, indignación, pero no conseguiría que el yo
de él se apoderase de lo reprimido. El precepto es aguardar hasta que él se haya aproximado
tanto a lo reprimido que no le hago falta sino dar unos pocos pasos bajo la guía de su
respuesta de interpretación».
Notas
2. Véase Fundación del Campo Freudiano, La conclusión de la cura, Barcelona, Eolia,
1994, y Asociación Mundial de Psicoanálisis, Los poderes de la palabra, Buenos Aires,
Paidós, 1996.
3. Sigmund Freud, «Nueva» puntualizaciones sobre las neuropsicosis de
defensa», en Obras Completas, III, págs. 169-174.
4. Ibíd., pág. 172. La cursiva es mía.
6. Sigmund Freud, «Más allá del principio del placer», en Obras Completas, XVIII.
13. Sigmund Freud, «Una neurosis demoniaca en el siglo XVU», en Obras
Completas, XIX, pág. 105.
14. Sigmund Freud, «Conferencias de introducción al psicoanálisis», en Obras
Completas, XVI, págs. 344-356.
23. Sigmund Freud, «Una neurosis demoníaca en el siglo XVH», en Obras
Completas, XIX, pág. 105.
24. Sigmund Freud., «Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora)», en
Obras Completas, XVI, pág. 349.
26. Véanse, «Contribución a la historia del movimiento analítico*, en Obras
Completas, XIV, págs. 50-52; y «Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis*, en
Obras Completas, XXÜ, págs. D0-13I.

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