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La mediación pedagógica leída desde la psicología

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vanessa toribio 28 de agosto de 2022

Solemos pensar en la mediación pedagógica como el uso de estrategias organizadas que


promueven y facilitan los procesos de aprendizaje 1 . La idea es sencilla. Que el docente cree una
oportunidad de aprendizaje a partir de ciertos estímulos y que el estudiante la aproveche, avanzando
a un piso superior de sus habilidades, a partir del acompañamiento del docente.
Sin embargo, qué pasa si a pesar de los esfuerzos pedagógicos del docente, el
estudiante no cree que pueda (no me refiero a que no quiera, sino a que no crea que
pueda) mejorar y aprender. Algo que suele pasar con frecuencia en los estudiantes con
retraso académico.

Más aún, ¿qué pasa si es el propio docente quien cree que el estudiante ha llegado a su
techo académico?

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Existe pues un lado B de la mediación pedagógica2, ligado a lo intersubjetivo, la
interacción y la calidad de los vínculos entre docente y estudiantes que pocas veces nos
detenemos a analizar; tanto así que, en la formación docente, existen pocas o ninguna
oportunidad para desarrollarlas, pero que podría marcar un punto de inflexión en la
práctica profesional.

Echémosle pues un vistazo a la mediación desde este otro ángulo.

Cambio en el rol docente: dejar de estar delante y pasar a estar al lado (y un


poquito más atrás)

La mediación es muy similar a la experiencia de enseñar a montar bicicleta a nuestros


hijos o sobrinos. Primero, instala las rueditas de apoyo a la bicicleta para que este dé sus
primeros paseos sintiéndose seguro. Luego las sacas, pero vas agarrando la bicicleta
por tramos. Más adelante, cuando te percatas que tu hijo o sobrino tiene más confianza,
lo sueltas para que maneje sólo porque ese es el propósito, aún cuando sepas que
inevitablemente se va a caer. Y por supuesto, le enseñarás a caer bien para no
lastimarse tanto, a sacudirse las rodillas y seguir su camino.

En una situación como la descrita hay una zona intermedia en la que se le brinda una
ayuda al niño, pero no es una ayuda invasiva. Esa ayuda no abruma y no reemplaza. Si
esa madre/padre/tío le dijese: “déjame a mi, mejor yo manejo y tú súbete atrás para que
observes” eso no le ayudaría al niño a desarrollar sus fortalezas, por el contrario, en vez
de retrasarlo a avanzar, lo sustituiría y lo volvería dependiente e inseguro. Es por ello que
la verdadera mediación le crea una exigencia y desafío nuevo al docente que supone un
cambio en su rol: conectarse con sus estudiantes mostrando vínculos con ellos.

Partamos por el hecho de que en la historia de la educación la interacción docente-


estudiante no ha formado parte de las reglas básicas del ejercicio de la docencia: el
profesor instruía mientras los estudiantes apuntaban y acataban. Del mismo modo,
conocer las características y necesidades específicas de los estudiantes eran necesarios
y para efectos prácticos, los estudiantes eran considerados todos iguales. Sin embargo,
en la educación de hoy, en la cual se sugiere el uso de métodos inductivos (Flipper
Classroom, ABP, Aprendizaje Basado en Retos, Gamificación, etc.) para el desarrollo de
competencias que les permitan resolver problemas reales, la interacción se ha convertido
en la condicion necesaria.

“Hablar de mediación supone un cambio del rol docente a quien se le crea una exigencia
y desafío nuevo, que es conectar con sus estudiantes mostrando vínculos con ellos”

La mediación del docente es necesaria para que el estudiante no se quede estancado


con las habilidades que tiene, sino que tenga a alguien que lo rete a avanzar hacia un
piso superior de sus habilidades. No consiste en el direccionamiento, en decir lo que
tiene que hacer. El objetivo es fortalecer la autonomía de los estudiantes, darles la
confianza necesaria para que se atrevan a avanzar, a hacer cosas que normalmente no
hacían y que son un poco más exigentes. Retomando el ejemplo anterior, el mediador es
ese alguien que te sujeta la bicicleta, pero después te la suelta.

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Por ello, la mediación supone un cambio en la ubicación del docente, ya no una
ubicación frontal dictando cátedra (como en tiempos pasados), sino una ubicación lateral,
acompañando al estudiante. Eso implica aceptar que los reflectores ya no estarán en él y
que ya no va a ser él el actor principal, sino sus estudiantes, quienes serán los
protagonistas. El docente va a dejar que el estudiante actúe y él se va a situar al costado
(y un poco más atrás) observando con detenimiento, atento al momento en que necesite
orientaciones, retroalimentándolo continuamente durante la experiencia de aprendizaje e
invitándolo a reflexionar sobre lo que está haciendo para que el estudiante le saque el
máximo provecho a esa oportunidad. Y eso supone crear vínculos de confianza que les
genere seguridad.

La mediación supone un cambio en la ubicación del docente, ya no una ubicación frontal


dictando cátedra (como en tiempos pasados), sino una ubicación lateral, acompañando
al estudiante.

Pensemos entonces, si el campo de vóley, fútbol o atletismo fuera el aula de clases,


¿quién representaría al mediador? ¿el árbitro o el entrenador? Durante una entrevista,
Pedro Ravella (2018) 3 señaló que el profesor la gran mayoría de las veces no debe
actuar como el árbitro, sino como el entrenador. El árbitro juzga si estás haciendo bien o
mal las cosas, y si las haces muy mal te tarjeta y te sanciona. En cambio, el entrenador
toma nota de tus fortalezas y debilidades, y se hace cargo de tus debilidades para
ayudarte a superarlas, porque es consciente de que quien va a hacer la jugada es el
deportista.

Fuente: Freepik

Desarrollo de las propias habilidades docentes

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Un segundo aspecto de este lado B de la mediación, son las propias habilidades sociales
que los docentes deben demostrar durante la mediación, las cuales necesitan ser
desarrolladas desde la formación inicial y reforzadas durante la formación continua de los
docentes. Estas son las que motivan el interés de los estudiantes por aprender e
involucrarse en su proceso de aprendizaje, sin miedo a equivocarse y con autorización
para tomar sus propias decisiones.

En este sentido, la empatía juega un papel fundamental porque se necesita sintonizar


con las inseguridades ante los desafíos y el asombro ante los nuevos descubrimientos
de cada uno de los estudiantes. Se requiere saber inspirar confianza, para que los
estudiantes no tengan miedo de contarle cómo ven las cosas desde su propio ángulo y
puedan expresar sus dudas, escuchando atentamente las retroalimentaciones que
puedan brindarles y aceptar e incorporar sus recomendaciones. Algo muy importante es
la comunicación y escucha asertiva, puesto que el docente tiene que saber escuchar y
manejar muchas técnicas del lenguaje verbal y no verbal. Además, durante la mediación
el docente requiere ponerle un espejo al estudiante 4para que él mismo reconocozca las
habilidades que va demostrando y que antes parecían ocultas o inexistentes, de modo
que vaya descubriendo lados suyos que hasta ese momento no conocía de sí mismo, lo
cual le ayudó a incrementar su confianza por aprender.

Por último, se requiere desacondicionar el error en el aula. Es decir, que este deje de
ser percibido como motivo de sanción o censura. El estudiante debe saber que tiene la
libertad para ensayar con libertad una y más maneras de hacer las cosas y equivocarse
en el proceso o en el resultado. Esa mirada ante los retos parte por la propia mirada del
docente: si este es capaz de entender el error como una oportunidad de aprendizaje.
Sólo en estos términos el error será motivo de reflexión y análisis individual o colectivo, y
la mediación del docente no será percibida como amenazante, ni motivo de crítica.

Para que esto último se dé, se requiere de una premisa básica: un ambiente de respeto
en el aula. El estudiante necesita la seguridad de que nada de lo que diga va a ser
motivo de burla, ni usado en su contra, ni por su docente, ni por sus compañeros, ya que
de lo contrario difícilmente hará escuchar su voz, sus ideas y soluciones , no se atreverá
a interactuar con sus compañeros o intercambiar ideas, por temor a quedar expuesto. De
ser así difícilmente se podrán construir aprendizajes.

El poder de las expectativas

Un último aspecto a destacar es el poder que cumple las expectativas de los docentes en
el fracaso o éxito académico de sus estudiantes, un suceso que ha sido ampliamente
documentado y demostrado por la psicología.

Pensémoslo de esta manera. Un paciente desahuciado es una persona en la cual los


médicos no invierten mayor esfuerzo porque inevitablemente va a morir, por tanto,
derivan al paciente a pasar sus últimas horas con su familia. Esta misma situación se da

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cuando un docente infiere que uno o más de sus estudiantes ya han llegado a su techo
académico. Les resta esfuerzos y dirige su atención a aquellos en quienes tienen
mayores expectativas.

Una investigación ampliamente difundida denominada Efecto Rosenthal o Efecto


Pigmaleón publicada en 1968 por el profesor de Harvard Robert Rosenthal y la directora
Leonore Jacobson, desarrollada en una escuela de nivel primario y secundario, tiene que
las expectativas de los docentes pueden afectar el rendimiento académico de sus
estudiantes. Descubrieron cuatro factores que operaron en la mediación de los docentes
con los estudiantes en quienes tenían mejores expectativas, respecto al resto de
estudiantes. En primer lugar, un trato más amable. En segundo lugar, les enseñaban más
materias a los que creían que podría aprender más. Y por el contrario no se esforzaban
mucho con aquellos que creían que no eran inteligentes o que no podían aprender. En
tercer lugar, les brindan mayores oportunidades para responder ya que esperan algo de
ellos.

¿Por qué este tema de las altas expectativas es importante en la mediación?

Porque el profesor que cumple una función mediadora, que acepta ese cambio en su rol
(señalado al inicio de este artículo) tiene que creer en sus estudiantes, porque de lo
contrario la mediación va a ser correctiva. Mientras los lazos emocionales sean más
intensos y la confianza sea más fuerte será tanto más probable que el Efecto Pigmalión
(positivo) se cumpla. Todos respondemos positivamente al reconocimiento. Si el
estudiante se da cuenta que su docente está interesado en su progreso académico, que
le presta ayuda, que cree en él, entonces se esforzará más.

Mario Alonso Puig (2018) 5 señala que en todo ser humano hay potencial y grandeza, y
tenemos que tener esta disposición para crear espacios de oportunidad para que puedan
demostrarlas. Somos fuegos que hay que encender dice. Ahora que los resultados del
estudio EVA (20121) de la UMC nos dejan grandes retos, pensemos cómo esta mirada
del lado B de la mediación puede ser útil en nuestra práctica pedagógica para remontar
los aprendizajes.

Lima, 28 de agosto de 2022

NOTAS

En palabras de Vygotsky, implica el acompañamiento al estudiante hacia un nivel


inmediatamente superior de posibilidades (zona de desarrollo próximo) con
respecto a su nivel actual (zona real de aprendizaje), por lo menos hasta que el
estudiante pueda desempeñarse bien de manera independiente en determinado
aprendizaje en particular, de modo tal que le permita avanzar luego hacia un nivel
superior (zona de desarrollo potencial) que abarca todo lo que podría hacer si
tuviera la oportunidad y las habilidades necesarias.
El lado A sería el lado de la pedagogía enfocada en el aspecto cognitivo.

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Organización de Estados Iberoamericanos OEI. (9 de octubre de 2018). Entrevista
a Pedro Ravela: La evaluación en el proceso. [Archivo de Vídeo]. Youtube.
https://youtu.be/PVSEZ083PDs
Es una metáfora.
[Aprendemos Juntos 2030]. (25 de abril de 2018). En todo ser humano hay
grandeza, Mario Alonso Puig. [Archivo de Vídeo]. Youtube.
https://youtu.be/f69n5VQLIQw

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