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EL ANÁLISIS DE FLÜGEL

Quizás nunca se haya explicado el vestir con mayor hondura que en el libro de John
Carl Flügel de 1935 (Psicología del vestido), compendio y resumen de todos los
estudios, artículos y opúsculos de este magnífico psicoanalista.

Flügel (source)

Durante años la traducción española, editada en Buenos Aires, era casi


imposible encontrarla en las bibliotecas públicas, y así me animé a insertar en esta
página un resumen que elaboré hace más de diez años. Por fortuna, desde 2015 es
posible volver a comprar este libro en castellano, gracias sean dadas a la
editorial Melusina.
El libro consta de cinco partes. Lo más trascendente y objetivo se encuentra en las tres
primeras (I. Las razones fundamentales del uso de ropas; II. Diferencias individuales;
III. Diferencias sexuales); lo más filosófico o especulativo, y por tanto más discutible,
en las últimas. Esto explica que haya reducido la parte IV a un esqueleto (Ética del
vestido) y que la parte V no la haya resumido (El futuro del vestido).

FLÜGEL, J. C. (John Carl), Psicología del vestido, 1964.


The Psichology of clothes, traducción de Analía Kornblit, Buenos Aires, Paidós, 1ª
edición castellano.

I. LOS MOTIVOS FUNDAMENTALES del USO DE ROPAS

INTRODUCCIÓN
Las funciones del vestido / Nos vestimos con tres propósitos: decoración, pudor y
protección. La primacía de la protección ya no la defiende nadie (gentes desnudas entre
las nieves de Tierra del Fuego fueron descubiertas en el siglo XVIII); la del pudor,
pocos, porque, dejando a un lado las tradiciones bíblicas, el pudor no puede darse allí
donde no se reprima la exhibición; es decir, puede valer como factor psicológico para el
vestido pero no original sino surgido en un estadio posterior. El principal motivo
parece ser la decoración: existen pueblos que no se visten, pero no que no se decoren
(p. 13, 14, 15).
Relación entre las funciones de pudor y decoración / Son a un tiempo
contradictorias y complementarias: la primera nos impulsa a ocultar y la segunda a
exhibir. Esta oposición esencial entre ambos motivos es para Flügel el hecho más
importante de toda la psicología de la vestimenta; implica que nuestra actitud hacia las
ropas es ab initio “ambivalente” (p. 17); por medio de nuestras ropas tratamos de
satisfacer dos tendencias contradictorias y, por tanto, tendemos a considerarlas desde
dos puntos de vista incompatibles. Las ropas tienen esencialmente un carácter de
transacción, son ingeniosos artificios para resolver intereses en conflicto.
“La vestimenta sirve para cubrir el cuerpo y gratificar así el impulso de pudor. Pero
al mismo tiempo puede realzar su belleza, y ésta fue probablemente su función más
primitiva. Cuando la tendencia exhibicionista pasa del cuerpo desnudo al cuerpo
vestido, puede satisfacerse con mucho menos oposición que cuando éstas se enfrentan
con el cuerpo en estado de naturaleza. Sucede como si las dos tendencias fueran
satisfechas mediante este nuevo proceso” (p. 19).
Relación de dichas funciones con la de protección - Ésta última ha sido usada
para “racionalizar” las dos primeras:
“Una vez que las ropas demostraron ser un medio eficaz para reconciliar dos
actitudes aparentemente incompatibles hacia el cuerpo humano, se descubrió que
todavía tenían una tercera ventaja: la de protección del cuerpo contra la
desagradable sensación de frío” (p. 20).
La racionalización fue muy fácil, porque se estimaba exageradamente el peligro del frío
para la salud.

I.1. LA DECORACIÓN

I.1.1. ASPECTOS FUNCIONALES O PROPÓSITOS FUNDAMENTALES DE LA


DECORACIÓN:
El elemento sexual / Dos propósitos:
-Despertar el interés sexual. Muchos estudiosos sostienen que el propósito
fundamental de la ropa es el de realzar la atracción sexual llamando la atención sobre
los genitales (por supuesto, los que sostienen que el motor del vestido es el pudor,
piensan lo contrario). “Entre los pueblos salvajes, la vestimenta y la decoración
corporal comienzan anatómicamente en la región genital o cerca de ella y se refieren
con frecuencia a un acontecimiento sexual (pubertad, matrimonio, etc.)” (p. 24). Este
elemento es obvio en la ropa actual: tanto el que la diseña como el que la vende como el
que la comenta en las revistas, se alude siempre a que “siente bien”, realce el cuerpo. Se
trata de un propósito abierto y consciente.
-Simbolizar los genitales. Por el psicoanálisis sabemos que ciertas ropas (zapatos,
corbata, sombrero, cuello solapa, terno, pantalones, etc.) pueden ser símbolos fálicos,
mientras que los zapatos femeninos, las ligas y los sombreros femeninos pueden ser los
símbolos femeninos correspondientes (p. 25).
Se puede constatar una evolución histórica, una transición continua, que va desde la
exhibición ostentosa de los genitales hasta su simbolización inconsciente. Por ejemplo,
las braguetas prominentes del siglo XVI dieron paso a las braguetas más discretas
posteriores; el zapato puntiagudo, tan criticado por la Iglesia, de moda en la Baja Edad
Media, fue recortando poco a poco su terminación fálica, pero los zapatos siguen siendo
aún innecesariamente puntiagudos.
En fin, que una prenda de vestir pueda convertirse en fetiche también parece demostrar
este hecho de la simbolización fálica inconsciente (p. 27).
Trofeos / Las civilizaciones primitivas conservan recuerdos de sus cacerías y de sus
victorias, que demuestran su arrojo: los cuernos del animal, las manos, el falo o la
cabellera del enemigo, etc. Así hay pueblos que se adornan con collares de dientes de
enemigos o con sus quijadas a modo de brazaletes. “El tomar los trofeos de los
enemigos muertos es psicológicamente afín al despojo de las armas de los enemigos
capturados” (p. 29).
Medios de aterrorizar / Es el caso de las pinturas de guerra blancas que reproducen
esquemáticamente la calavera, el uso de máscaras horrendas, etc. El uniforme de los
húsares parece querer imitar el aspecto de las costillas y de este modo simbolizar la
muerte (p. 30).
Signos de rango, ocupación, pertenencia a tal localidad, nacionalidad o
grupo social; establecer jerarquías / Trajes de masones, trajes con significado
político, emblemas nobiliarios, colores y telas como prerrogativas reales, traje de
deporte, etc.
Ostentación de riqueza / No necesita explicación.
Uso de artículos imprescindibles / El transporte de armas condiciona el diseño
del traje militar, aunque éste no sea a veces más que ceremonial.
Extensión del yo corporal / Formulado por Hermann Lotze, es esencialmente un
motivo psicológico. Es fácil de demostrar. Si uno toma un bastón y toca el suelo con el,
sentimos en cierto modo como si nuestro brazo se extendiera hasta el suelo. Las ropas
de grandes dimensiones refuerzan nuestra estima porque aumentan nuestras
dimensiones naturales (proceso de confluencia). Para conseguir esta ilusión deben
observarse ciertas leyes: un prenda de vestir demasiado grande, logrará que nosotros
parezcamos más pequeños de lo que en realidad somos (proceso de contraste).

II. 1.2. ASPECTOS FORMALES O CLASIFICACIÓN DE LA PRINCIPALES FORMAS


DE DECORACIÓN
Decoración corporal / Tipologías:
- Cicatrización. Embellecimiento por medio de cicatrices. Todos los pueblos guerreros,
sobre todo los hombres, muestran con orgullo las cicatrices. Esta práctica es muy
común en pueblos nativos de Australia, para los dos sexos y no simplemente cicatrices
de lucha sino geométricas sobre el rostro, etc. También los europeos aceptaban que
había cicatrices honrosas y deshonrosas.
- Tatuajes. Pueden actuar como un equivalente psicológico de las ropas y benefician al
usuario con el placer del exhibicionismo.
- La pintura, de uso universal. Se emplea sobretodo para subrayar los tonos naturales
de la piel. Ejemplo: colorete y carmín para las zonas sonrosadas, lunares negros para
destacar la blancura (Europa), lunares o pinturas negras para destacar la negrura
(África).
- Mutilación. Agujeros en los labios, orejas, nariz, circuncisión, subincisión, etc. Suele
indicar en los pueblos primitivos la entrada en la pubertad,
- Deformación. Las partes más deformadas han sido los rasgos faciales (mujeres jirafa,
etc.), el cráneo, los pies (China) y la cintura (Occidente moderno).
- Peluquería y manicura. Habría de ser un subapartado de la deformación o de la
mutilación, pero las pensamos de forma diferente por dos razones: 1) que, en gran
medida, el arte sólo se anticipa a la naturaleza; el pelo viejo termina por caer y las uñas
largas por romperse; 2) este arte no produce formas irrevocables, pelo y uñas vuelven a
crecer.

Decoración externa / Variantes:


- Vertical. Destaca la postura erecta y la altura del individuo. Las faldas rectas, las rayas
verticales, las prendas largas colgantes, los tacones, etc,
- Dimensional. Aumenta la dimensión del individuo (la vertical sería un tipo de ésta).
Destaca la falda acampanada, o grande y flotante que otorga a las bailarinas una gracia
artificial, el miriñaque, las colas. Ya vimos que todo esto está sujeto al proceso de
confluencia y contraste.
-Direccional. Tiende a destacar los movimientos del cuerpo o a minimizarlos: “Las
prendas largas que caen en amplios pliegues hasta los pies, traban necesariamente el
movimiento e imposibilitan la marcha rápida. Obligan al individuo a adoptar un aire
solemne y mesurado e imparten dignidad al sugerir que no tienen necesidad de
apresurarse. La cola entra obviamente en esta categoría, lo mismo que la toga
romana” (p. 59).
-Circular. Atrae la atención hacia los contornos redondeados del cuerpo: collares,
brazaletes, golas, etc.
- Local. Atrae la atención a una parte del cuerpo, o es usada por sus propios atributos
de belleza como un objeto atractivo por su valor intrínseco (un camafeo, una insignia de
rango, una peineta). “El salvaje y el niño encuentran enorme goce en estos adornos
locales, sin tener en cuenta sus efectos en la apariencia general del que los usa y en su
vestimenta” (p. 65).

I. 2. EL PUDOR
Entendemos que el pudor es un impulso inhibitorio que puede dirigirse:
1. Contra formas de exhibición principalmente sociales o (principalmente)
sexuales. El embarazo de sentirse inapropiadamente vestidos en algún
acontecimiento social nos vale de ejemplo para el pudor social; el sexual es el tipo
principal, heredado en gran medida de tradición semítica.
“Entre los salvajes, las formas sociales del pudor requieren a menudo quitarse
realmente las prendas como signo de respeto. En las sociedades primitivas la
desnudez relativa o absoluta es a menudo un signo de status social inferior, de
servicio o de sumisión” (p. 71).
Todavía hoy, los musulmanes se quitan los zapatos en las mezquitas o los cristianos se
quitan el sombrero en las iglesias.

2. Contra la tendencia a exhibir el cuerpo desnudo o (principalmente)


contra la tendencia a exhibir vestidos suntuosos o hermosos.
“Entre los pueblos primitivos, que en su mayoría usan menos ropas que los
civilizados, el pudor se refiere más raramente al cuerpo desnudo que entre nosotros.
Sin embargo, considerando la cultura occidental en sí misma, se observa que tuvo
lugar un gran aumento del pudor en el momento del colapso de la civilización
grecorromana. Este aumento -debido probablemente en su mayor parte a la
influencia del cristianismo, con sus tradiciones semíticas- fue reforzado sin duda por
los trajes y el punto de vista de los invasores del norte, provenientes de climas más
fríos. El cristianismo sostuvo una oposición rigurosa entre el cuerpo y el alma, y sus
enseñanzas predicaban que la atención dirigida al cuerpo era un peligro para el
alma. Una de las formas más fáciles de lograr apartar los pensamientos del cuerpo es
ocultarlo y, consecuentemente, cualquier tendencia a exhibir el cuerpo desnudo se
convirtió en impúdica. Pero el aumento en la cantidad y la complicación de las
prendas que trajo aparejados esta tendencia, proporcionaron por sí mismos la
posibilidad de una nueva irrupción de las necesidades exhibicionistas así reprimidas.
El interés en el cuerpo desnudo se comunicó, en alguna medida, a las ropas, de
manera que, a su vez, se necesitó un nuevo refuerzo de pudor para combatir esta
flamante manifestación de las tendencias a las cuales se oponía el pudor. Así se llegó
a que la desaprobación, por parte de la autoridad eclesiástica, de la fastuosidad o la
extravagancia en el vestir, se expresara casi tan vigorosamente como la
desaprobación del culto al cuerpo en sí” (p. 72).
Ej.) Denuncias por los hombros desnudos, los brazos (considerados con horror en
época de Enrique VIII), de la exigüidad del atuendo de estilo imperio y de la actual
exposición de las piernas femeninas.
Del mismo modo, tribus que andan generalmente desnudas, pueden sentir vergüenza
cuando se cubren una parte del cuerpo (p. 74).

3. Puede referirse a las tendencias de la propia persona o a las tendencias


de los otros.
Disgusto - En el primer caso, la persona siente que una clase de vestimenta es
impúdica en sí misma; en el segundo, más peligroso, la mayoría llega a marginar y
despreciar al sujeto vestido “inadecuadamente”, a causa de su individualidad u
originalidad en el vestir (p. 78).
Celos - Los celos son otra de las emociones de parte de los otros que probablemente
han desempeñado un papel de importancia en el vestir.
“Las civilizaciones orientales que han mantenido a sus mujeres en el retiro doméstico,
lejos de todos los hombres excepto de sus maridos, han ocultado también, en general
muy eficazmente, las formas físicas de las mujeres cuando salen de casa. De hecho,
puede decirse que toda la teoría musulmana del vestido de calle de las mujeres
representa un intento -a veces desesperadamente total- de impedir el despertar el
deseo sexual en los hombres; teoría que, por supuesto, está lógicamente en armonía
con un sistema social que acentúa el punto de vista de que todas las mujeres son
propiedad de un hombre u otro” (p. 78).
En general, en todos los pueblos las casadas visten más ropas que las solteras.

4. Puede apuntar u obstaculizar el deseo o la satisfacción (social o sexual) o


prevenir el disgusto, la vergüenza o la desaprobación.
El pudor puede dirigirse contra el deseo de exhibición que uno experimenta o contra el
rechazo que puede generar tal exhibición. Ej.) Una mujer con traje muy escotado, en
una fiesta, puede inhibir su deseo de bailar por pudor, ya porque teme la desaprobación
de los invitados más puritanos, ya porque le da vergüenza ese “plus” de exhibición de
un vestido que en sí ya le parece fuerte; porque carece de los escrúpulos comentados,
pero teme encender el deseo sexual en sus futuras parejas, etc. En todos estos casos, el
pudor se dirige más contra el rechazo de los otros hacia ella por culpa de su traje, que
contra el deseo de bailar, aunque se vea bonita.
Una circunstancia de gran importancia: la belleza natural o la fealdad del individuo.
Un alto grado de belleza le hace más fácil a la persona encontrar placer en exhibirse.
Aquí el pudor tiene una tarea más fácil. De ahí que una de las funciones de la ropa es la
de ocultar defectos físicos.

5. Puede relacionarse con diferentes partes del cuerpo.


La variabilidad del pudor es cuantitativa y también cualitativa. Ciertas partes del
cuerpo resultan impúdicas -si desnudas o vestidas- en según qué lugar y momento. Ej.)
“Nuestra sensibilidad pasada con respecto a las piernas femeninas no atraía a los
musulmanes, que nunca trataron de ocultarse el hecho de que las mujeres, como los
hombres, son bípedas. Para ellos la parte del cuerpo que había que cubrir era la cara”
(p. 85).

I. 3. LA PROTECCIÓN
I. 3.1. Protección física:
-Contra el frío. Ha desempeñado una parte más importante que cualquier otra función
protectora de tipo físico (p. 88).
-Contra el calor. Para evitar el choque directo de los rayos solares.
-Contra enemigos humanos y animales. Escudos, corazas, grebas, máscaras de
gas, etc., para la guerra. Trajes contra las picaduras de insectos.

I.3.2. Protección mágica:


-Contra los espíritus malignos. Todos los males (enfermedades, accidentes, muerte),
para los primitivos, son producto de la acción maligna de ciertos espíritus. De ahí la
importancia de los amuletos (p. 92). No es imposible que por este factor surgiera el
vestido.
-Contra el mal de ojo, función apotropaica.
“Las observaciones psicoanalíticas y antropológicas han aclarado que uno de los
principales modos por los que se suponía que el mal de ojo hería a sus víctimas era
dañando sus poderes reproductores o sus órganos reproductores. La doctrina del mal
de ojo parece vincularse íntimamente, de hecho, con el complejo de castración. El
hecho de que la mayoría de amuletos utilizados para rechazar el mal de ojo parecen
ser símbolos de los órganos reproductores concuerda con este punto de vista” (p. 94-
94).
-Contra el peligro moral. Los religiosos se protegen con trajes largos contra las
tentaciones; ropas cerradas, rígidas, de color no provocativo. En muchos casos, estas
ropas son símbolos al mismo tiempo del autocontrol de una persona o de su resistencia
interna. No se firman acuerdos comerciales o políticos con cuellos blandos; las ropa
blanda se ha convertido en símbolo de relajación y comodidad, de ligereza. Otras
conexiones conocidas de este tipo:
a) Color. Los colores oscuros con la seriedad, el blanco con la inocencia, etc.
b) Cubrición. Cuanto más cubierto, el traje sugiere mayor ascetismo.
c) Grosor. “El valor protector real de las prendas gruesas contra ciertos peligros
físicos, siendo extendida esta protección inconscientemente a la esfera de lo moral” (p.
97).
d) Tiesura y estilo de vida controlado y recto.
e) Estrechez. “La estrechez, por su presión sobre el cuerpo, puede simbolizar un
control firme sobre nosotros mismos”. (Sobre la tiesura y la estrechez se vuelve al tema
del simbolismo fálico).
-Contra “la hostilidad general del mundo”. Así lo llama Flügel. Cuando andamos por
una calle sórdida, tendemos a abotonarnos el abrigo aunque no haga menos calor.
Ocurre igual si nos encontramos entre personas que nos resultan incómodas o
antipáticas, con quienes no deseamos relacionarnos. Del mismo modo, nos quitamos
antes o después la chaqueta cuando llegamos a una fiesta y simpatizamos o no con el
ambiente social y sexual (p. 99 a 101). Podría decirse que se trata no de una protección
contra el frío físico sino contra la frialdad. Según Ernest Jones, esta actitud de
refugiarse en la ropa, en el fondo, vendría a ser como un retorno a la protección del
útero materno; está muy bien planteado, de hecho las ropas se asocian a las madres,
que son quienes nos visten de pequeños e insisten continuamente en que nos vistamos
más ropa, nunca menos (p. 105). Por fin, hay que anotar un claro paralelismo entre la
función de las ropas y del hogar. En el diccionario, abrigo significa lugar de refugio, no
sólo la consabida prenda de vestir. La diferencia estriba en que las ropas son muebles,
portátiles, y las casas no. El paraguas, por ejemplo, equivale al techo (p. 106).

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-La gran renuncia masculina a la decoración. Desde el siglo XVIII los hombres
han renunciado (ahora se están recuperando) a todas las formas de ornamentación más
brillante, haciendo con ello de la sastrería un arte austero y casi ascético. El hombre
abandonó su pretensión de ser considerado hermoso. ¿Por qué?
1. Ideal democrático de fraternidad. Contra el vestido jerarquizante del Antiguo
Régimen, preservado por la aristocracia con leyes suntuarias, se impuso, de acuerdo a
los nuevos ideales de democracia surgidos a partir de la Revolución francesa, un traje
que no desentonara con la doctrina de la fraternidad humana, incompatible con una
indumentaria que destacara el rango sobre otras cualidades. El problema se resolvió
mediante una mayor uniformidad en el vestido (p. 142.143).
2. Nueva valoración del trabajo. Esta “tendencia a una mayor simplificación fue
poderosamente reforzada por un segundo aspecto del cambio general de ideales que
implicaba la Revolución, por el hecho de que el ideal de trabajo se volvió
respetable” (p. 143).
Anteriormente, los momentos realmente significativos de la vida eran los que se pasaba
en el campo de batalla y en los salones; para ambos la tradición había decretado un
traje elegante y suntuoso. Pero los nuevos ideales comerciales e industriales
conquistaron a todas las clases.
3. Inhibiciones psíquicas contra la decoración. Para paliar el sacrificio de la belleza y de
la elegancia, el hombre destacó en su traje a partir de entonces más que su belleza su
rectitud, su propiedad, etc., convirtiéndose en cuestión de ropa más severo y rígido que
la mujer, a la par que prejuiciosos.
4. Carácter social de la diferenciación sexual implicada. “Es indudable que la reducción
drástica del elemento decorativo en los trajes masculinos ha alcanzado su objetivo. La
mayor uniformidad en el vestido se ha acompañado por una mayor simpatía entre
los individuos y entre las clases; parecería que no tanto porque el uso del mismo estilo
general de ropas produce en sí mismo una sensación de comunidad (...) como porque
elimina ciertos factores socialmente desintegradores que pueden producirse por la
diferencia en la vestimenta” (p. 145). Si al nuevo traje masculino le falta lirismo o
romance, hay en él también ausencia de envidia, de celos, de triunfos mezquinos, de
derrotas, de superioridades... Vistiéndose mejor, una mujer puede herir seriamente a
otra (p. 146).

Si en verdad éstas son las principales influencias que han conducido al abandono por
parte del sexo masculino de la ornamentación...
a) ¿Por qué no afectaron estas influencias al vestido de la mujer como al de los
hombres? - Podemos entender la Gran Renuncia como una consecuencia de una
diferencia más general entre los dos sexos. Tomando la historia de la humanidad como
un todo, es indudable que el papel social masculino siempre ha sido mayor que el
femenino. Cuando se produce la Renuncia, las cosas siguen igual: los ideales de trabajo
e industria afectan primero al hombre y éste es el primero en evitar la competencia
ornamental con el traje. Luego en el siglo XX, poco a poco, la mujer llegará a hacer un
poco lo mismo. Las ejecutivas van también, en gran medida, uniformadas.
b) ¿Cómo les ha sido posible a los hombres soportar semejante sacrificio? ¿Qué pasa,
por ejemplo, con las tendencias naturales narcisistas? - El interés por el traje, al que
antiguamente dedicaba el hombre tantas energías, se ha visto a menudo desplazado
hacia la observación y el conocimiento, sublimado en mayor o menor medida, mientras
que la exhibición masculina se ha sublimado con frecuencia a la exhibición femenina.
Un hombre se siente orgulloso de verse acompañado por una mujer bella o bien
vestida.
“En estos casos hay claramente un elemento de identificación con la mujer (...) La
identificación en cuestión puede ser tal que la proyección del deseo exhibicionista en
la mujer sea completa. Sin embargo, en otros casos, la proyección es solo parcial, y
aquí el hombre busca conscientemente identificarse con una mujer, usando atuendos
femeninos. Este último deseo puede variar desde una ligera afectación de
”afeminamiento” a la plena adopción de la vestimenta de las mujeres en todos sus
detalles” (p. 152), es decir, el trasvestismo o eonismo. (Se ocupa de él en la páginas 152
a 155).

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