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de-la-problematica-en-uruguay/?
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Movilización en contra de la cultura de la violación (archivo, enero de 2022).


Foto: Natalia Rovira

Investigación regional
sobre los vínculos entre la
violencia sexual y la
muerte de niñas y
adolescentes revela
características de la
problemática en Uruguay
Publicado el 9 de diciembre de 2022
Violencias
5 minutos de lectura

El estudio profundiza en la interrelación de este tipo de


violencia con el femicidio, el suicidio, la desaparición,
la mortalidad materna y la falta de acceso al aborto.

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Prácticamente todos los días aparecen en los medios distintos


casos de violencia sexual hacia niñas y adolescentes. Abusos
sexuales intrafamiliares, violaciones y casos de embarazo
infantil –que casi siempre encubren situaciones de violencia
sexual–, entre otros episodios que ponen en evidencia la
gravedad de la situación en el país.

Los datos más actuales del Sistema Integral de Protección a la


Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (Sipiav) del
Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay revelan que 20%
de las 7.035 situaciones de violencia hacia niñas, niños y
adolescentes detectadas en 2021 estuvieron vinculadas al abuso
sexual. También ratifican que la gran mayoría de las víctimas
de estos casos son niñas y adolescentes mujeres (76%).

La desoladora lista de femicidios en Uruguay también incluye


año a año a niñas y adolescentes. Algunas asesinadas por
familiares en contextos más amplios de violencia doméstica,
otras –en el caso de las adolescentes– por sus novios. Sin
embargo, muy pocos estudios se han propuesto analizar cuál es
la interrelación entre las dos problemáticas.

A eso apuntó específicamente la investigación “La interrelación


y los vínculos entre la violencia sexual y la muerte de niñas y
adolescentes en la región de América Latina y el Caribe”,
desarrollada por el Comité de América Latina y el Caribe para
la Defensa de los Derechos de las Mujeres (Cladem) junto al
Fondo de Población de las Naciones Unidas, y presentada este
viernes en Uruguay.
El estudio genera evidencia acerca de cómo la violencia sexual
contra las niñas y adolescentes se ha vuelto “permanente” y
“cotidiana” en la región y analiza los vínculos entre este tipo de
violencia con el femicidio, el suicidio, la desaparición, la
mortalidad materna y la vulneración a los derechos sexuales y
reproductivos. Una de las conclusiones que se desprenden es
que la naturalización de la violencia sexual contra esta
población impide percibirla y denunciarla como delito porque
“hay una subestimación de la gravedad, sumado a que se
protege a los familiares y/o conocidos de las víctimas”, que son
generalmente los principales responsables.

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“Se trata de un tipo de violencia que, aunque no siempre


termina en homicidio, crea las condiciones y aumenta las
posibilidades de que esa sea la conclusión”; “la muerte de niñas
y adolescentes es el resultado de una acumulación de acciones,
actos y omisiones en una sociedad opresora”, señala el
documento.

En ese sentido, las investigadoras afirman que el análisis parte


de una concepción de la violencia sexual “no como antesala de
las otras violencias, sino como un tipo de violencia femicida
que actúa como parte del continuum y de la acumulación de
otras dimensiones de la violencia”. Contemplan también la
categoría específica de “feminicidio sexual sistémico”,
elaborada por la socióloga mexicana Julia Monárrez Fragoso,
que lo define como “el asesinato codificado de niñas y mujeres
por ser mujeres, cuyos cuerpos expropiados han sido torturados,
violados, asesinados y arrojados en escenarios transgresivos”.
El trabajo comprende el período que va de 2010 a 2019 y
abarcó 12 países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, El
Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Perú,
República Dominicana y Uruguay. La investigación en
Uruguay, particularmente, aportó una nueva dimensión para
analizar esta problemática a nivel regional, que es el concepto
de “desaparición intermitente sistemática”, vinculada en general
a redes de explotación sexual, y que hay que diferenciar del de
“desaparición” a secas.

El panorama en Uruguay
Durante la presentación, la coordinadora de Cladem en
Uruguay, Ana Lima, dijo que el “marco legal sólido” de nuestro
país permite “trabajar en el combate a la violencia sexual” y
destacó la existencia de al menos ocho herramientas de políticas
públicas que apuntan al problema, como los protocolos de
atención y mapas de ruta “para encontrar los indicadores de
riesgo de violencia sexual” en el ámbito educativo y en el
sistema de salud o el abordaje de situaciones de violencia
sexual que efectúa el Sipiav. Sin embargo, si bien dijo que la
atención de la violencia sexual es “muy alta”, aseguró que la
prevención es “significativamente baja”.

Lima explicó que lo que hicieron para la investigación fue


“poner en el centro la violencia sexual con la violencia femicida
y su interrelación con otras formas de violencia”, como la
desaparición, el suicidio y la muerte materna, que según
pudieron ver “no se intercalan de forma jerárquica, pero sí se
interconectan de forma muy fuerte”. Por eso, agregó, “es muy
importante si pudiéramos seguir la ruta de las niñas que la han
sufrido”.
Respecto de los femicidios, afirmó que en Uruguay las cifras
son “muy alarmantes” y, a modo de ejemplo, recordó que en
2021 la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
colocó a Uruguay en el lugar 11 entre los 23 países de la región
con una tasa de 1,5 cada 100.000 mujeres.

Además, como ya lo han señalado expertas y autoridades el


pasado 25N, Lima detalló que los femicidios “han adquirido
una modalidad muy cruel que no se veía en el país”, “con
acuchillamientos, quemar mujeres con ácido, con fuego,
descartar los cuerpos, enterrar los cuerpos”. “Esa violencia, esa
crueldad, dan cuenta de una escalada y de una movida con visos
casi mafiosos”, puntualizó la coordinadora nacional de Cladem.

Acerca de las desapariciones en Uruguay, la investigación


revela que la asociación civil El Paso detectó como fenómeno la
“desaparición intermitente sistemática”, aportando tres
importantes características para analizarla: que “se reproduce de
manera constante”, que afecta principalmente a adolescentes de
entre 14 y 16 años, y que las víctimas son de diferentes sectores
socioeconómicos.

Según dijo a las investigadoras la directora ejecutiva de El Paso,


Andrea Tuana, el tiempo de desaparición es, en promedio, de 15
días, “durante los cuales no se sabe nada de ellas”. El estudio
aclara que “no todas las desapariciones intermitentes están
vinculadas a la explotación sexual” y advierte que “hay muchas
preguntas de investigación abiertas, ya que se trata de un
fenómeno emergente, aún poco estudiado”.

Como barreras detectadas, Lima mencionó la educación sexual


“integral, laica y basada en evidencia”, que a su entender “sigue
siendo un pendiente en Uruguay” y que es necesario incorporar
“sin vinculaciones a lo biológico o desde el punto de vista
médico asistencial, y sí para proteger a las niñas, niños y
adolescentes de abusos, de embarazos y de muertes tempranas”.
A la vez, abogó por seguir investigando y analizando “cómo se
produce este continuum de violencia femicida que sufren las
niñas a lo largo de todo su curso vital”. Por otra parte, dijo que
el estudio reveló que es “clarísimo” cómo “persisten las
prácticas adultocéntricas” y “las violencias y la revictimización
en los ámbitos a los que tienen que recurrir las niñas, niños y
sus familiares”.

Otros obstáculos
La senadora Silvia Nane y la diputada Cecilia Bottino, del
Frente Amplio, fueron invitadas para comentar sobre los
hallazgos de la investigación en Uruguay. Nane resaltó que el
país tiene un marco legal que es aplaudido en los rankings
internacionales, pero que hoy presenta problemas en su
implementación, entre otras cosas, porque “no se terminó de
definir la cuestión presupuestal” que lo sustenta. En ese sentido,
dijo que “tenemos una declaración de emergencia nacional por
la violencia basada en género que cumple tres años” este mes,
pero “ninguna política pública con clave de emergencia”.
También cuestionó que muchos aspectos fundamentales de la
Ley 19.580 “no estén reglamentados”.

Por su parte, Bottino destacó el surgimiento de “situaciones


nuevas”, como las desapariciones forzadas intermitentes que se
identificaron en la investigación, un “repliegue de las mujeres
hacia el ámbito doméstico que empezó con la pandemia” y que,
según consideró, “continúa y se mantiene en los sectores más
vulnerables”, y también un avance de la violencia vicaria hacia
las niñas, niños y adolescentes, que “lo vimos este año
particularmente con crudeza”.
Tanto Bottino como Nane se refirieron, además, al proyecto de
ley de tenencia compartida que sigue a estudio en el
Parlamento, que coincidieron en que “pone en riesgo” a las
infancias y adolescencias.

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