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9/11/2014

El tema del vegano


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Ezequiel Arrieta
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Ayelén Vidal

¿Por qué ser vegetarianos es una postura conservacionista? ¿Ser veganos es


sinónimo de abrazar conejitos?

¿Por qué ser vegetarianos es una postura conservacionista? ¿Ser veganos es


sinónimo de abrazar conejitos?

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Hace unas semanas me crucé con un grupo de personas cuya
organización no me cae del todo bien, básicamente porque creo que se
aprovechan de la confianza de la gente para mantener su negocio. Son
esos que se creen ecologistas salvaballenas y andan quemando campos
de transgénicos como si éstos fueran brujas de la edad media. Me
acerqué para ver por dónde venía la mano esta vez.

– Yo: Buenas, ¿qué andan haciendo?


– PazVerde: Hola, estamos juntando firmas para detener los desmontes
en el bosque chaqueño. ¿Querés firmar?
– Y: ¿Y ustedes creen que con eso se puede hacer algo?
– PV: Sí, por supuesto, sino no lo haríamos.
– Y: ¿Y conocen las causas de la deforestación del monte chaqueño?
– PV: Mmmm sí. Son los productores que talan todo para plantar la soja.
– Y: ¿Y para qué se cultiva tanta soja?
– PV: …
– Y: Si me permitís les cuento, entonces. El bosque chaqueño está siendo
deforestado con tres grandes objetivos: abrir terreno para la cría de
ganado bovino (porque la vaca no come quebrachos), cultivar soja
para alimentar a los animales que están en feedlot y algún que otro uso
industrial y, en menor medida, crecer algodón para hacer las remeras
que vos y yo estamos usando.
– PV: Pero firmando le podemos pedir al Gobierno que detenga el
desmonte.
– Y: Dudo mucho que el Gobierno argentino elimine el Plan
Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial, cuyo objetivo es
aumentar la producción de granos a 240 millones de toneladas al año y
duplicar la producción de carne en el país. El problema requiere un
abordaje un poquito más complejo que juntar firmas, ¿no les parece?

En la escuela suelen enseñarnos que debemos cuidar la naturaleza


porque de ella obtenemos los recursos para subsistir. Aunque parece
que muchos lo olvidan, todavía se ven ciertos vestigios en la mayoría de
las personas que conozco. Se molestan si un tarado tira un papel al suelo,
putean cuando la vieja de al lado baldea la vereda y hasta se movilizan
para dejar de usar energía de plantas podridas hace millones de años.

Pero, ¿qué pasa con la comida? Sale de algún lado, muchachos, y ese
algo también es la naturaleza. Hoy, alimentar a la población es una de
las causas de mayor degradación ambiental, quizá mayor que el
resto de las industrias.

El Sol, ese brillante de arriba que los antiguos adoraban como si fuese
un Dios, genera energía gracias a las reacciones termonucleares que
ocurren en su interior. Esta energía viaja por el espacio y llega a nuestro
planeta de diversas maneras, siendo una de ellas lo que llamamos luz.
La energía lumínica es captada por los cloroplastos de las plantas y,
mediante el fascinante proceso de fotosíntesis —que requiere también
de dióxido de carbono y agua— producen glucosa. Así, los vegetales
conforman el primer escalón de la cadena trófica. Los del siguiente
escalón (esos que se comen a los vegetales) van a aprovechar sólo el
10% de la energía contenida en ese vegetal. El resto se pierde como
calor, luego el calor movimiento, luego gota de sudor que se hizo vapor
y luego viento; y así sucesivamente. Ese es el flujo de energía de la
vida. Y este proceso constituye la base de nuestro problema.

Los que consumimos carne (me incluyo como especie, no como


individuo porque, SPOILER ALERT, soy vegetariano) somos el tercer
escalón de la cadena trófica y ahí está la clave del asunto: tenemos que
disponer de una enooooorme superficie de pastizales (cuando los
animales son criados al aire libre) o se necesitan generar grandes
extensiones de cultivos cuando los animales son alimentados en feedlot
(maíz, soja, sorgo, girasol, etc).

¿Cómo hacemos? Y bueno, deforestamos bosques y selvas para generar


pastizales y cultivos. Tal es así que las principales causas de
deforestación en los países con modelo agro-exportador son aquellas
actividades relacionadas con la producción de carne. Es por ello que
necesitamos el 75% de las tierras agrícolas del mundo para criar al
ternerito que nos vamos a lastrar en Navidad, y es el motivo por el cual
la bola de lomo produce fragmentación de ecosistemas y reducción de la
biodiversidad. Además, tanto pastoreo está dejando sin suelo a
muchas regiones, incluidas las Sierras de Córdoba donde tanto nos
gusta veranear y que son el tanque de agua de esa provincia.
“Pero los vegetarianos comen milanesas de soja, y si todos nos
hiciéramos vegetarianos habría que cultivar más soja. ¡JAQUE MATE,
HERBÍVORO!”. Además de para hacer milanesas, los monocultivos de
soja que constituyen un paisaje típico en Argentina son, en un
porcentaje importante, destinados a la alimentación de animales que
terminarán en una parrilla o cacerola de domingo. Cabe aclarar que estos
cultivos también necesitan agua para crecer, porque en varias regiones
no alcanza con cantar la canción de la vieja que está en la cueva.
Así, mediante el riego artificial, la producción de carne se lleva más
de la mitad del agua dulce extraída del mundo.

Deforestar para cultivar granos y agregar fertilizantes para que estos


crezcan libera enormes cantidades de gases de efecto invernadero
(dióxido de carbono y óxido nitroso, respectivamente). De esta forma, el
peceto constituye una de las principales fuentes de emisión de gases de
efecto invernadero y calentamiento global que, dicho sea de paso ya
que nunca falta el industrialista escéptico, existe y lo estamos
produciendo nosotros.

Falacias naturalistas de índole ‘siempre comimos carne’, ‘somos


omnívoros, así que hay que comer carne’ o ‘¿Para qué te pensás que
tenemos colmillos?’ no son aceptables. Si algo define al humano es su
capacidad de adaptación, por eso somos omnívoros. La condición de
omnivorismo no quiere decir que debamos comer de todo, sino que
podemos hacerlo. Por otro lado, ya está demostradísimo hace mucho
tiempo que no es necesario ni siquiera un poquito de carne en ningún
momento de la vida para ser un pibe lleno de músculos, una chica con
buen cuerpo, un científico de élite o un reo.

Entonces, de poco sirve que nos la pasemos surfeando ballenas y


cascoteando japoneses para después volvés a casa y hacer alto asado. El
tema pasa por otro lado y va más allá de los gustos, la tradición culinaria
o de cuánto nos simpaticen los animalitos.

Es corta: o empezamos a comer menos carne, o se nos viene la


noche.
Nota al pie 1: Eze dio una re charla sobre este tema en TEDxCórdoba
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=plQVuTc-T7k?
rel=0&showinfo=0]
Nota al pie 2: podés descargar gratis o comprar el libro de Ezequiel
en http://ezequielarrieta.com.ar/adquirir/

LA CONFUSIÓN DEL
VEGANISMO
Por
OEA
1226
LA CONFUSIÓN DEL VEGANISMO
Uno de los grandes problemas ambientales es que las verdades se
mueven reptando lentamente por la selva mientras que las mentiras
vuelan rápido por cielo despejado. Otro de los problemas es que desde
las buenas intenciones se pueden tomar malas decisiones.

Claudio Bertonatti
Por eso dedico este artículo a quienes dejaron de alimentarse con carne
por compasión o solidaridad con los animales. No lo dirijo, entonces, a
quienes evitan su consumo por motivos nutricionales, filosóficos o
religiosos. Tampoco resultará apto para fanáticos, fundamentalistas o
para quienes no dudan de sus creencias u opiniones. No pretendo herir a
nadie.

Hay personas que suponen que al evitar el consumo de carne no matan


animales. Tengo una pésima noticia para ellas: no es cierto. El más
despojado plato de arroz o un simple pedazo de pan también implica un
impacto mortal para muchos animales. Que no lo veamos ni sepamos es
otro tema. Pero la muerte está presente de un modo inevitable. No
existe el desarrollo humano con impacto ambiental cero: para que
nosotros podamos vivir muchas formas de vida deben morir. Esta
afirmación es chocante pero es una de las verdades más obvias de la
ecología, que es la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos
entre sí y con su ambiente.

Vegetariano u omnívoro
Aclaro que fui vegetariano. En mi adolescencia creía que era una forma
de evitar el sufrimiento y la muerte de los animales. Después de un par
de años volví a ser omnívoro. Les explicaré los motivos, advirtiendo que
no pretendo convertir a nadie a ninguna filosofía o estilo de vida. Solo
busco arrimar información, impresiones y experiencias para ayudar a
quienes quieran revisar sus decisiones alimenticias con implicancias
ambientales.

¿Qué me hizo cambiar de opinión y de conducta? La constatación de la


realidad ambiental en el terreno y, fundamentalmente, la comparación
de los campos donde se producen nuestros alimentos. Por eso, les
propongo repetir el ejercicio. Visiten un campo ganadero y otro agrícola
en una misma región y anoten la diversidad de formas de vida que ven
en cada uno de ellos. Este ejercicio se puede hacer registrando solo la
presencia de aves, anfibios, reptiles, peces, mamíferos, mariposas,
hongos o plantas, o de todos estos grupos.

El resultado será inequívoco: un cultivo (soja, trigo, maíz o arroz, para


mencionar los más extendidos) no conviven con mucho más que sí
mismos. Incluso, sucede esto con la huerta más orgánica del mundo.
Las especies animales no solo no son bienvenidas sino que en los
cultivos no orgánicos (la mayoría) son combatidas con biocidas o
agrotóxicos (venenos), cuando no, tiros u otras formas de lucha para
evitar la presencia de predadores que ocasionan daños y pérdidas
económicas.

Una de las impresiones más contundentes fue el contraste entre la


abundante vida silvestre de los esteros y arroyos del nordeste argentino
con las arroceras vecinas. En estas últimas no había lugar para
carpinchos, ciervos de los pantanos, lobitos de río, boas curiyú, garzas,
gallaretas ni patos. Para cultivar arroz se drenan esos esteros, arroyos y
riachos para que les deriven su agua y muchas veces, terminan secos o
muertos, sin vida. Como se empobrecen o destruyen esos ambientes
naturales muchos animales silvestres desamparados buscan refugio o
comida en los cultivos que los han reemplazado. Y ahí se desata un
segundo golpe. Para evitar que las aves o mamíferos coman los granos o
brotes se esparcen semillas envenenadas o se traen tours de cazadores
salvajes a desterrarlos a tiros de plomo (también contaminante). Nadie
que sepa esto puede decir que por no comer carne y alimentarse con
arroz, por ejemplo, no se matan animales.

ARTICULO COMPLETO LA CONFUSION DEL VEGANISMO

La confusión de Claudio Bertonatti

En esta ocasión me gustaría responder a un artículo titulado "La confusión del


veganismo" publicado por un tal Claudio Bertonatti. Lo hago a petición expresa
de varias personas que entendieron que el artículo merecía una respuesta. Espero
que esta entrada les resulte de utilidad.

En mi respuesta pretendo exponer que la única confusión sobre este tema


proviene exclusivamente por parte de su autor, el cual sí que estaría muy
profundamente confundido en diversos puntos. Dividiré mi respuesta en dos
secciones: una empírica y otra moral.

La confusión empírica
Bertonatti sostiene la idea de que los veganos están confundidos porque creen
que al no consumir productos de la explotación animal ya no provocan la muerte
de otros animales, cuando en realidad sí lo hacen en tanto que la agricultura
también conlleva causar la muerte de animales. Así pues, no habría diferencia
esencial entre comer animales y abstenernos de hacerlo de hacerlo. Esta tesis de
Bertonatti evidencia una profunda confusión a varios niveles, como trataré de
explicar a continuación.

En primer lugar hay que aclarar que el veganismo no se opone a la muerte de


animales en sí misma, o al simple hecho de causar muerte, sino que el veganismo
se opone a la explotación de los animales no humanos por parte de los humanos.

De acuerdo a su definición original, el veganismo se opone a la explotación de


animales no humanos por parte del ser humano y propugna que los animales sean
liberados de nuestra dominación. Esto es el veganismo y no otra cosa. El
veganismo no tiene como finalidad eliminar la existencia de la muerte en el
mundo sino eliminar la explotación sobre otros animales, por ser éticamente
injusta.

A mi modo de ver, nadie debería opinar sobre veganismo sin informarse antes
sobre lo que es el veganismo, en lugar de suponerlo o juzgar meramente de
oídas, porque entonces es probable que lo confunda con otra cosa distinta. El
veganismo es un fenómeno relativamente reciente en nuestra cultura y su
confusión con otras ideas diferentes con las que pudiera tener algún parecido es
casi habitual.

Ésta es la primera confusión de Bertonatti. Es una confusión que he tratado varias


veces en este blog, y por tanto me remito a esos textos.

Declara Bertonatti que pretende dirigirse a las personas que creen que sólo por no
comer carne ya no estarían causando la muerte a otros animales.

Lo siento, pero no sé quienes son esas personas. No conozco a nadie que crea que
por el solo hecho de no comer carne, o de no participar en la explotación animal,
eso suponga que dejen de morir animales por su causa. Quien deja de comer
animales lo que pretende es que otros animales dejen ser asesinados y explotados
para que nosotros los usemos como comida o como recursos en general. De
hecho, en cualquier página vegana se reconoce que asumiendo el veganismo no
evitamos todo el daño que causamos, por supuesto, pero sí que evitamos ese
daño en concreto.

Rechazando la práctica del canibalismo no evitamos todo el daño que causamos a


otros humanos —ya sea directo o indirecto— pero sí que evitamos causar ese
daño en concreto. Diría que es algo muy sencillo de comprender. No para
Bertonatti, al parecer.
Por tanto, creo que Bertonatti recurre a la falacia del muñeco de paja. Es decir,
se inventa una postura imaginaria para poder criticarla a su medida. No digo que
no haya alguien por ahí que crea realmente lo que Bertonatti dice. Hay gente
capaz de creer toda clase de cosas inverosímiles. Pero esa idea no corresponde en
absoluto a lo que los veganos defienden.

Además, retomando mi crítica en el primer punto, es evidente que el autor


confude sistemáticamente el veganismo con el vegetarianismo.
Sobre vegetarianismo también he escrito en varias ocasiones en este blog y me
remito a esos artículos para quien le interese leer un análisis específico al
respecto.

Creo que es difícil comenzar de una forma peor la redacción de un artículo. El


hecho de que Bertonatti no cite siquiera ningún texto que se supone que defienda
la idea de que simplemente "por no comer carne ya dejamos de causar la muerte
a otros animales" me hace suponer la intención de basar su artículo en esa falacia
a propósito. Reitero que jamás he oído a nadie vegano asumir esa creencia que
Bertonatti atribuye a los veganos o a los vegetarianos. Jamas he visto semejante
declaración en los foros y grupos veganos.

Ésta es la segunda confusión grave de Bertonatti. Y no hemos hecho más que


empezar. ¿Se suponía que este señor iba a aclararnos el asunto?

Dice Bertonatti que él fue vegetariano y luego se convirtió en "omnívoro". Debo


señalar que este señor está usando mal las palabras, otra vez. Todos los humanos
somos omnívoros. El omnivorismo es una condición fisiológica que nos permite
digerir tanto sustancias de origen animal y como de origen vegetal. Esto no es
algo que dependa de nuestra voluntad. Los veganos somos omnívoros dado que
somos humanos. La cuestión es que los humanos no necesitamos comer
animales para vivir y estar sanos. Ser omnívoro es una mera capacidad; no es
una obligación para nuestra conducta ni nuestra salud. Puesto que el artículo no
se extiende más en este punto, lo dejo aquí de momento.

Afirma Bertonatti que los veganos sólo se preocupan de los animales


"domésticos" pero que guardan silencio sobre los animales "salvajes". Esto
simplemente no es cierto. No es cierto que los veganos se preocupen más por
unos animales que otros sino que el veganismo se refiere en particuar al
problema de la explotación animal. No todos los conflictos y agresiones que
involucran a los animales pertenecen al contexto de la explotación. La
domesticación es una forma de explotación y es por eso que los veganos se
refieren específicamente a ella. Pero los veganos también hablan a menudo en
contra de la caza y en contra de explotar a los animales que viven libremente en
la naturaleza. El veganismo se refiere a todos los animales no humanos, en tanto
que todos ellos son víctimas de una misma opresión.

Insisto: Bertonatti no ha comprendido que los veganos se oponen a


la explotación de animales no humanos por parte de los humanos. Si no hay
explotación entonces no atañe al veganismo como tal. Hay muchos problemas
morales en el mundo pero al veganismo sólo le corresponde el problema concreto
de la explotación especista.

El feminismo es un movimiento que se opone específicamente a la opresión


machista, que atenta contra las mujeres. Pero ¿acaso no hay
también otros problemas morales en el mundo? Por supuesto, pero el feminismo
se refiere a ese problema específico; un problema sobre el que se requiere tomar
conciencia y responder de forma específica. Con el veganismo
ocurre exactamente lo mismo.

Dado que Bertonatti no cita fuentes es imposible saber si se está refiriendo en


verdad a los veganos o a los vegetarianos o a alguna clase de animalistas en
particular. Teniendo en cuenta que confunde todas estas categorías de forma
sistemática.

Además, el autor pretende hablar sobre el impacto ambiental de la agricultura y


la ganadería pero sin citar datos ni fuentes ni evidencias objetivas. Habla
simplemente en base a sus especulaciones y experiencias personales. Eso no da
mucha credibilidad que digamos a la hora de debatir un asunto. Más bien indica
poco rigor y poca seriedad.

Bertonatti llega a decir nada menos que "si la humanidad se hiciera vegana para
la naturaleza sería una tragedia." Pero ¿hay algo de cierto en esta atrevida
afirmación? Bueno, para refutar esa declaración no me basaré en meras
especulaciones y experiencias personales, como hace Bertonatti, sino que
consultaré los informes medioambientales de autoridades académicas. Veamos lo
que nos dicen algunas de ellas.

En primer lugar, según una investigación de la Universidad de Oxford las dietas


que incluyen carne animal son las que provocan una mayor contaminación con
notable diferencia respecto del resto de dietas:

«El estudio también reveló que las dietas vegetarianas, por contraste, generan un
equivalente de 8,4 libras de dióxido de carbono (3,7kg), menos de la mitad.
Asimismo, las dietas veganas reducen aun más las emisiones, a 6,4 libras (2,8kg).
Esto supone que la huella de carbono se reduce aproximadamente en un 60% con
respecto a las dietas carnívoras.»
De acuerdo con el Institute of Social Ecology, la forma más eficaz de
evitar la destrucción del medio ambiente es eliminar la explotación
animal:

«Resulta que la agricultura de animales es la primera causa de deforestación, y


destrucción de hábitats de animales en el mundo. De hecho el 50% de la tierra en
nuestro planeta se usa para criar animales para el consumo humano. [... ] Los
investigadores encontraron que se podría producir suficiente comida para toda la
población mundial, hasta 2050, sin necesidad de convertir más bosques en
campos de agricultura. Lo único que debemos hacer es dejar de comer carne y
productos de origen animal. [...] La única forma de asegurarse de que haya
suficiente comida para todos en las próximas tres décadas es si todos nos
volvemos veganos, o sea, no comemos carne ni productos de origen animal como
leche, huevos o miel de abejas. Si logramos hacer esa transición, no solo
salvaríamos los bosques de nuestro planeta, sino que también podríamos llevar
un estilo de vida más saludable.»

Esto coincide con lo que publica la Fundación Universia sobre los efectos que
tendría el veganismo en sustitución de la explotación animal:
«Las explotaciones ganaderas de más de 1.300 millones de animales se
desarrollan en el 24% del territorio mundial, destruyendo miles de hectáreas de
bosque tropical en América para incrementar el número de pastizales. Este
proceso está llevando a la extinción a numerosas especies de seres vivos.
Asimismo, esta constante explotación destruye la fertilidad del suelo, evitando
que estas tierras puedan utilizarse para plantar vegetales y cereales.»

Y en la misma línea se pronuncia una investigación de la Universidad


de Tulane y la Universidad de Michigan publicado en Environmental
Research Letters.

En conclusión, y de acuerdo a la revista Scientific American, una dieta basada


en alimentos vegetales representa la opción más sostenible para el planeta y la
salud pública:

«Los resultados sugieren que las dietas basadas en frutas, verduras y legumbres
constituiría una opción más sostenible para el planeta. Si fueran adoptadas a
escala global reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero de origen
agrícola, la deforestación y la extinción de especies que viven en estos entornos
naturales. Además, ayudarían a prevenir todo tipo de enfermedades crónicas no
contagiosas relacionadas con la dieta.»

Así, deducimos que el veganismo aplicado a la producción de alimentos conlleva


[1] menos contaminación emitida, [2] menos extensión de tierra cultivable,
[3] menos cantidad de agua utilizada, y [4] menos gasto de recursos naturales en
general, para poder producir una mayor cantidad de comida que los que necesita
el sistema actual basado en la explotación animal para producir el mismo
alimento en forma de calorías y nutrientes.

Además de esto, y de acuerdo a los cálculos publicados por la


organización Animal Visuals, también ocurre que un mundo vegano —en el que
no existiera la explotación animal— conllevaría una reducción notable en el
número de animales que son directamente perjudicados por la industria agrícola
durante los procesos de cultivo del suelo y recolección de las cosechas.

Aplicar el veganismo a gran escala conllevaría que muchos menos animales no


humanos murieran o se vieran afectados por la agricultura humana.

Es decir, la implantación global del veganismo no sólo evitaría todas las


víctimas de la explotación animal sino que además reduciría de forma muy
considerable el número de víctimas que provoca indirectamente la agricultura.

En definitiva, podemos elegir basar nuestras creencias en datos y evidencias


empíricas o podemos creernos ciegamente las historietas que nos cuenta
Bertonatti. Si nuestra intención es defender a toda costa la explotación animal, a
costa de la verdad y la ética, entonces sólo nos conviene la segunda opción.

Si la humanidad se hiciera vegana esto supondría una tragedia sólo para el


prejuicio de quienes desean mantener, por mero placer o inercia, una
tradición innecesaria y violenta que causa sufrimiento y muerte a miles de
millones de animales: víctimas que podríamos fácilmente evitar seguir causando.
Para el resto, la implantación del veganismo supondría un cambio beneficioso en
todos los aspectos.

Yo he citado fuentes objetivas que no tienen relación alguna con la defensa del
veganismo. Todas ellas, y cualquier otra similar que consultemos, coinciden en
que eliminar la explotación animal es una medida positiva para el medio
ambiente y que adoptar una alimentación vegana bien planificada no es sólo una
opción viable sino incluso beneficiosa para nuestra salud personal.

Con todo esto sólo quería dejar constancia que las afirmaciones empíricas de
Claudio Bertonatti en contra del veganismo son manifiestamente falsas y no
tienen relación alguna con la realidad. Mi razón para rechazar sus argumentos no
se debe sólo a que intente atacar el veganismo. Si alguien intentara defender el
veganismo alegando falsedades o falacias no dudaría en denunciarlo y
rechazarlo de igual modo. El conflicto en este asunto es incluso más profundo
que la oposición entre veganismo y explotación animal. Se trata de un conflicto
entre la verdad y la mentira.

Y así entramos a continuación en el contexto propiamente moral.

La confusión moral

Mi adhesión al veganismo no tiene relación alguna con el hecho de que su


aplicación práctica sea beneficiosa para mí o para la humanidad en general. Soy
vegano porque estoy en contra de que se trate a los sujetos como si fueran
objetos. Estoy en contra de que se considere a las personas como si fueran cosas.
Estoy en contra de que explotemos otros individuos y violemos sus intereses en
nuestro beneficio, valiéndonos de que somos más inteligentes o más poderosos
que ellos. Ésta es la base moral del veganismo y el único fundamento que hace
que el veganismo sea consistente en su práctica.

Cuando se realizan estimaciones sobre cuáles opciones son más respetuosas con
el medio ambiente —y por tanto con todos los animales que dependemos del
medio ambiente para vivir— dentro de esas opciones no se incluye la esclavitud
humana. Supongamos: ¿y si la opción más ecológica de todas fuera utilizar a
seres humanos como esclavos en lugar de usar máquinas y trabajadores libres?
¿Haría esto que la esclavitud humana fuera aceptable?

La primera confusión moral de Claudio Bertonatti incurre en la creeencia de que


los criterios medioambientales se imponen a los criterios morales.

Antes de ponernos a discutir sobre la valoración medioambiental de una


actividad, primero deberíamos analizar si esa actividad es básicamente aceptable
desde el punto de vista ético.

A la hora de evaluar su moralidad no nos ponemos a valorar el impacto


medioambiental del asesinato, la tortura, la violación sexual, la esclavitud, el
abuso infantil,.. y demás acciones que consideramos crímenes execrables. Estos
actos violan los principios morales más elementales y por esto los
condenamos independientemente de su impacto medioambiental. Entonces, ¿por
qué deberíamos tratar de forma distinta esos actos cuando sus víctimas son otros
animales? ¿Debemos tratarlos de forma diferente sólo porque esos animales no
son humanos sin importar que sienten, sufren y son individuos que tienen los
mismos intereses básicos que nosotros?

La segunda confusión moral de Claudio Bertonatti reside en creer que humanos y


otros animales merecen una consideración moral distinta sólo por estar
clasificados en especies diferentes. Esto es lo que conocemos por especismo.

Alega Bertonatti que la agricultura implica la muerte de animales no humanos.


No sólo la muerte accidental sino también muertes provocadas
intencionadamente por los agricultores para evitar que esos animales se coman
los cultivos. Este hecho es objetivamente cierto. Lo que no es cierto es que este
hecho suponga legitimarnos para explotar a otros animales.

El razonamiento de Bertonatti para justificar la ganadería es el siguiente: como


no podemos evitar causar algún tipo de daño para poder vivir entonces no
importa que causemos innecesariamente miles de millones de víctimas que sí
podríamos evitar. Asombroso razonamiento.

Alegar que como no podemos evitar dañar o matar a otros animales para poder
vivir entonces no hay problema moral en explotarlos resulta un argumento
absurdo. Bajo ese mismo criterio, estaría justificado practicar el canibalismo. ¿Si
al vivir no podemos evitar causar algún tipo de daño a otros humanos, aunque sea
indirecto o accidental, qué importa usarlos para comida? Claro, el prejuicio
especista de Bertonatti no le ha dejado ver esta obvia consecuencia que conlleva
asumir su criterio.

Si el hecho de que no podamos evitar causar algún daño al vivir justificara que
comamos animales entonces, por el mismo criterio, también justificaría que
comiéramos seres humanos —que también están hechos de carne y sus hembras
producen leche. La especie no hace ninguna diferencia. La especie no es una
característica ni es una entidad; es un concepto que construimos intelectualmente
en base a determinadas semejanzas genéticas entre individuos.

Como ya aclaré al comienzo de este ensayo, el veganismo no se opone a la


muerte en sí misma ni al hecho de causar muerte. El veganismo se opone a
la explotación de otros animales. Ahora bien, el asesinato es una forma de
explotación. Causar la muerte a alguien para obtener un beneficio a su costa es
explotarlo; es utilizar a alguien como un mero recurso para nuestro beneficio. Por
esto el veganismo se opone a los mataderos.

No obstante, nada de esto tiene que ver con el hecho de que matemos animales
para evitar que se coman nuestros cultivos. Si fueran seres humanos los que
invadieran nuestras plantaciones agrícolas para comerse la comida de la que
dependemos para vivir, estaría justificado que tomáramos medidas similares para
evitar que lo hicieran. Se trata de un caso de autodefensa. Aquí hay un conflicto
de intereses. Pero la explotación animal no es el resultado de un conflicto de
intereses; es la opresión de un grupo sobre otro, motivada por el beneficio e
incluso a menudo simplemente por la inercia de la tradición y las costumbres.

Sin embargo, no estoy sugiriendo que esa situación de conflicto siempre


justifique automáticamente matar a otros animales de forma despreocupada —ya
sean humanos o no humanos. Deberíamos intentar encontrar un medio de
proteger los cultivos que no hiciera necesario tener que recurrir a métodos letales
para evitar conflictos con otros animales. Pero, en cualquier caso, se trata de una
situación categorialmente diferente al hecho de explotar animales para servirnos
de alimento o de vestimenta o cualquier otra finalidad.

¿Si no pudiéramos vivir sin matar a otros humanos que nos atacaran, o que
atacaran nuestros cultivos que necesitamos para sobrevivir, acaso esto justificaría
que levantáramos granjas y mataderos para poder criar y comer a seres humanos?

Si uno reflexiona sobre el argumento de Bertonatti puede ver claramente que es


una postura absurda y que está confundiendo categorías mediante una falacia de
asociación, que pretende equiparar dos hechos o dos nociones
basándose exclusivamente en que hay un elemento común entre
ellas. El solo hecho de que en dos situaciones haya causación de muerte no las
convierte en equivalentes. Causar la muerte de alguien de forma totalmente
accidental no es lo mismo que matar a alguien con propósito intencionado.
Causar la muerte de un agresor para defender nuestra vida no es lo mismo que
matar a un inocente para obtener un beneficio de su muerte. No es lo mismo ni
siquiera a nivel empírico, fáctico, ni menos aún en sentido moral.

El argumento de Bertonatti se basa en el criterio de asumir que si en una


situación concreta yo no puedo evitar matar para defenderme entonces de esto se
deriva que está bien que mate sistemáticamente a otros individuos
para beneficiarme. Pero no hay ninguna conexión lógica entre la premisa y la
conclusión, aparte de la presencia del hecho mismo de la muerte. Estamos ante lo
que en teoría lógica se conoce como un non-sequitur.

La explotación animal no se basa en la supervivencia ni en la autodefensa —en


proteger nuestra vida ante un ataque— sino en el deseo de obtener un beneficio,
y este beneficio se reduce habitualmente al placer que nos causa comer animales
o vestir con trozos de animales. Ésta es la única excusa que tenemos para
alegar: nos da gusto saborear cadáveres y secreciones orgánicas de otros
animales y llevar puestos trozos y pelos arrancados de sus cuerpos. Como
acertadamente declara el profesor Gary Francione, respondiendo a esta misma
polémica suscitada en el ámbito anglosajón:

«La mejor excusa que tenemos para infligir sufrimiento y muerte a 56 mil
millones de animales es que saben bien. Decimos que está mal causar
sufrimiento innecesario a los animales, pero al mismo tiempo lo estamos
causando sistemáticamente.»

En conclusión, el artículo de Claudio Bertonatti debería retitularse: "Promover la


confusión sobre el veganismo" o algo parecido. Para lo único que sirve su
artículo es para evidenciar que su autor vive en la absoluta confusión y promueve
la confusión a los demás.

Y si su intención era difamar el veganismo, como así parece, creo que el efecto
que ha conseguido, de acuerdo a lo que he estado leyendo los foros, ha resultado
ser justo el contrario, puesto que ha permitido generar un debate que nos ha dado
la oportunidad de replicar a prejuicios y confusiones sobre el veganismo.

Publicado por Luis Tovar


Etiquetas: Claudio Bertonatti, ecologismo, veganismo calumnia

SER VEGGIE
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Por Dolores Caviglia

La suela del borcego se me partió al medio. Estaba en una


reunión que se había extendido más de lo necesario y me miré
los pies para corroborar lo divinos que me quedaban mis
zapatos nuevos con el jean clarito que me había puesto ese día
cuando me di cuenta que algo raro pasaba: una línea que más
que línea era grieta había convertido lo que era un todo en un
dos.

Entonces recordé lo poco que hacía que me los había


comprado, lo barato que los había pagado, el local en donde
los había visto y llegué a la conclusión de que ser vegetariano
no es nada fácil.

Porque cuidar de los animales y del medio ambiente no


significa sólo no almorzar los domingos pedazos de vaca sino
que es toda una forma de vida, porque los animales no se
deben comer pero tampoco se pueden llevar puestos;
entonces, nada de carteras o zapatos o cinturones o camperas
de cuero, o shampúes o maquillajes que se testean en
animales, o jabones que no sean de glicerina porque los demás
nunca se sabe bien qué tienen; o galletitas que contengan
grasa bovina; o gelatina porque está hecha con cartílagos, o
papas fritas de paquete sabor a bife de chorizo; o cervezas
fabricadas con proteínas de las aletas de los peces. Nada.

Encima, todo esto se complica el doble si me dejo de medias


tintas y me vuelvo vegana. Ahí sí no más pizzas los jueves con
amigas porque la muzzarella es un queso, el queso se hace
con leche, la leche sale de la vaca, la vaca es encerrada para
ser ordeñada, y ni mencionar que si soy un ser humano resulta
extraño que elija tomar la leche de un animal que pesa al
menos doce veces más que yo. Y como chau leche chau
también chocolates, capuchinos, picadas con roquefort,
helados de todos los gustos, tortas con dulce de leche, fideos
con crema, y budines de limón esponjosos y glaseados.

Mejor ni me dejen contarles que por minuto son asesinados al


menos dos mil chanchos y cuarenta mil pollos en el mundo,
que si lo hago debería agregarle una potencia más a la
ecuación y darme cuenta que mientras me compre ropa en
locales acusados de tener talleres clandestinos en los que los
empleados deben trabajar más horas de las que pueden dormir
por un salario ínfimo, la conciencia muy tranquila no me va a
quedar. En realidad debería usar sólo la ropa que yo misma
confeccione por lo que me vendría bien estudiar diseño de
indumentaria. Pero como tampoco puedo confiar en las fábricas
textiles, tendría además que producir las telas y las lanas:
esquilar las ovejas, darles de comer a las ovejas, comprar las
ovejas. El tema es que en mi departamento de 50 metros
cuadrados no entran entonces necesitaría alquilar otro espacio;
y así puedo seguir hasta siempre, por eso para acá, porque
todavía a tanto no me atrevo.
Y como ya bastante me enoja nunca poder comprarme las
cosas más lindas de todas porque aunque no entienda bien
cómo siempre están hechas con algo animal, prefiero no
renunciar a mi barrita de chocolate con maní de todas las
noches que antecede al último cigarrillo pero sí seguir
comprándome borcegos ecológicos, con suelas de plástico y
bien baratos que aunque se rompan a los tres meses me
alivianan un poco la culpa.

30/09/14.
https://www.revistaanfibia.com/ser-veggie/

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